Era de noche cuando los cuatro decidieron acampar en la orilla del bosque. Encontraron un sitio adecuado, encontrando un grupo de árboles que juntos parecían formar un círculo. Los yordles colocaron sus pertenencias cerca de ahí, acostándose y recargando sus cuerpos en las orillas de los troncos. Al ser una zona poco transitada, resultó ser un descanso adecuado para todo el día de viaje que surcaron desde que salieron del portal.

Tristana estaba arriba entre las ramas, vigilando que todo se mantuviese en orden y no llegasen amenazas sorpresas. Sabía que sería poco probable, pero si del cien porciento, noventa y nueve era la posibilidad de estar seguros, aun con ese uno porciento seguiría haciendo guardia.

Los chicos estaban abajo, durmiendo. Habían cambiado turnos tres veces en total, siendo Teemo el primero en hacer guardia. Después le siguió Veigar. Lulu continuó con el trabajo y ahora le tocó el turno a ella. Y eso estaba bien. Ser madrugadora tenía sus ventajas.

El cielo estaba de un color azul oscuro claro. Las estrellas casi desaparecían del firmamento y en el horizonte, el sol estaba dando ya señales de querer asomarse en cuestión de un par de horas.

Recargó su cuerpo, dejando a Boomer en su regazo, exhalando aire con aburrimiento. Esperaba que el viaje fuese algo rápido. Estaba segura que no lo sería, pero era mejor pensar en positivo. No valía la pena ser negativa. Y el recorrido no tuvo contratiempos.

Veigar se comportó en todo el camino y no hubo inconvenientes con el trayecto. Siguió el paso de los tres y no parecía cansado. Dando con ello evidencia que en verdad había seguido al pie de la letra el entrenamiento. No lo diría en voz alta, pero la realidad era que estaba orgullosa que el enano pudiera seguirles el paso. Y eso que era un recluta recién egresado. Tenía buen potencial. Y el fruto de ello se mostró el día de ayer.

Teemo también tuvo un desempeño excepcional, guiándolos con su mapa y viendo que rutas tomar. Nada que ella no conociera de él con anterioridad.

Y Lulu más de lo mismo. No tenía entrenamiento, pero en lo que a viajar se trata, podría decir que era la más experimentada. A veces se adelantaba, otras veces se desviaba y miraba para todos lados con la ansiedad animosa de un niño en un parque de diversiones. Muchas veces Tristana tuvo que jalar a la yordle de la mano para que no se atrasasen y se desviasen del camino. Pero era como intentar controlar una hoja de otoño al viento. Era un caso perdido cuando se trataba de Lulu dejando la ciudad de Bandle.

Entre sus pensamientos y su mirada hacia las afueras, notó el brillo del sol salir del horizonte, saludándola con una calidez que sintió acariciar todo su cuerpo. Sonrió. Ese es el tipo de cosas por el cual le encantaba el trabajo de campo exterior.

Se levantó en la rama y estiró, desentumiendo todo su cuerpo. Pudo dormir bien, y levantarse temprano. Estaba con energía y lista para continuar.

–¡Hey, bolas de pelos! ¡Despierten! – dijo bajando del árbol, cayendo con gracia a la orilla de la mochila de Teemo –. Ya amaneció, y es tiempo de reanudar la marcha.

Teemo fue el primero en levantarse. Sostenía un hongo peluche, que siguió aferrado a él después de erguirse por completo.

–Ay, que buen sueño tuve – así como la yordle, Teemo se estiró hasta hacer crujir su espalda –. Buenas, Tristana. ¿Novedades?

–Una madrugada tranquila – fue a Lulu –. Lulu, despierta. Es hora de seguir.

Lulu estaba abrazando a Pix. Babeaba de costado mientras el cabello desmarañado le tapaba el rostro. Cuando fue zarandeada, solo atinó a levantarse dando manotazos al aire.

–¡No, no quiero un baño! – movió su cabeza, alzó su gorro que tapaba su visión y miró a Tristana, que le devolvía con una ceja arqueada – Ah, ups. Lo siento. Estaba soñando con un baño de mermelada.

–Ya lo veo. ¡Hey, bello durmiente! ¡A despertar! – el gorro de Lulu voló hasta estampar la cara del yordle, quedándose quieto en su sitio, pero ya despierto.

–¡No hagas eso! – y le aventó el mismo gorro, solo que ahora era atrapado por Lulu, sonriente de haberlo recuperado –. Además, ya estaba despierto. Eres muy ruidosa.

–Hmph. Al menos prestas atención a tu alrededor.

–Siempre lo hago – dijo levantándose, sacudiéndose los pedazos de pasto que tenía en su ropa. Retrocedió su cara cuando un hongo asado posó frente a su cara.

–Desayuno. Preparación mía antes de partir – también le dio uno a Tristana y Lulu. La última no espero explicación, comiéndolo en cuanto lo tuvo en sus manos –. Está condimentada y contiene todo lo necesario como para igualar un desayuno balanceado.

–¿Y cfomfo ififte efso? – Lulu tragó todo el hongo – ¡Estaba rico!

–Jeje. Secreto de explorador.

–Lo revolviste con un menjurje de verdura pastosa como cubierto y lo condimentaste con especias sencillas – Tristana también se la había acabado –. No es algo novedoso. Ya lo hiciste una vez cuando llegamos cansados una misión pasada.

–¿Me espiaste mientras lo preparaba?

–Te había dicho buenos días, pero como siempre que pasa cuando te centras en algo, me mandaste a pescar corales – recogió a Boomer y lo puso en su espalda. Teemo hizo lo mismo con su mochila.

–Debería prestar más atención – se dijo a si mismo.

–Y dejar de ser tan fanático de los hongos – terció Veigar –. Eres como el chirrido de un tenedor cuando raspa un pizarrón.

–Los yordles algún día entenderán que los hongos son el futuro culinario – dijo con orgullo.

–Ni en sueños – corearon Veigar y Tristana. Teemo solo pudo hacerse pequeño tras el árbol.

–Que crueles.

Por mientras, Lulu jugaba con una hoja que caía del árbol.

Reanudaron su camino por un gran campo abierto. El sol estando en lo alto, iluminaba todo el amplio panorama de pasto y hierba alta que había en el camino. El clima no era caluroso. De hecho, era agradable. Sintiendo el viento en el pelaje y cabellera de los yordles que seguían caminando al frente. A veces, deteniéndose viendo el mapa de Teemo y saber qué dirección tomar, volviendo a las andadas al minuto.

Un tiempo después, vieron a lo lejos varias fuentes de humo. Si entrecerraban los ojos y agudizaban la vista, podrían observar el asentamiento a la distancia, con muros de piedra blanca y madera. Los yordles sonrieron – al menos tres de ellos – al ver lo que era la segunda parada del viaje. Caminaron con apremio, sin darse cuenta que al lado de ellos, a una distancia prudencial, una caravana iba a la misma dirección.

Eran tres carretas. La que iba al frente era la de un señor con aspecto de vendedor muy acaudalado, pero con una mirada que Veigar tomaría como «embaucador». Llevaba muchas cajas cerradas, y pasó de largo sin si quiera prestar atención a los cuatro viajeros pequeños que iban a pie. El segundo era una mujer. Su carreta era pequeña, pero llevaba también algunas cajas. Tenía un aspecto elegante y algo misterioso, con telas finas y delgadas que le cubrían el cuerpo. Veigar detectó su vestimenta, sabiendo que era de la región de Shurima. Y sabiendo como eran de especiales allá, seguro era una vendedora de inciensos o perfumes.

La tercera era quien le llamó la atención. Curiosamente, era la menos llamativa. Este era una carreta con dos caballos. Al parecer eran mercantes locales. No solo por la apariencia demaciana, sino también llevaban muchas cajas con suministros variados que pudo identificar como local de la región. Al menos, del continente de Valoran. Se podía ver tela, comida, y frascos con telas tapadas con el mismo material. En ella, había dos hombres, una mujer y una niña.

La niña fue quienes observó a los cuatro yordles que caminaban hacia el asentamiento. Su voz chillona no solo alertó a los yordles, sino también a sus mismos familiares que iban con ellos.

–¡Mira, mamá! ¡Son duendes!

La madre sacó su cabeza de adentro, viendo hacia la dirección donde la niña señalaba con su mano. Igual los dos señores – uno mucho más joven que el otro – giraron la cabeza hacia atrás, para después mirar a los cuatro viajeros que, siendo sorprendidos, y descuidados, se dejaron ver por una pequeña carreta mercante.

Tristana al sentirse expuesta, afianzó su cañón, lista para apuntarles, pero fue Teemo quien la detuvo con una sonrisa hacia la familia.

–Buenas tardes, señores – para enfatizar su animosidad, levantó su mano, meneándola en forma de saludo.

–No son duendes, querida – dijo la mamá hacia la hija, que seguía mirándolos con fascinación –. Son yordles.

–¿Yordles?

–Jojojojo, hace tiempo que no veía a algunos por aquí en la región – el señor mayor que estaba al frente, sonreía alegre igual – ¿Qué hacen un grupo de ustedes por aquí?

–¿A usted que le import…? – Tristana no alcanzó a terminar, Teemo le tapó la boca con su mano, haciendo que la primera se indignase.

–Estamos por aquí para cubrir un encargo. De hecho, vamos también al asentamiento. Suponiendo que ustedes también vayan a esa dirección.

–En efecto, mi peludito amigo. ¿Quieren que les dé un aventón? – Tristana iba a hablar, pero ahora fue Lulu quien le había tapado la boca.

–¡Estaríamos encantados, señor! ¡Muchas gracias! – y corrió hacia la carreta, que se detuvo por completo para hacer subir a los cuatro.

Lulu fue la primera en saltar a dentro, haciendo que Pix iluminara el pequeño rincón con su luz, logrando sorprender también a la niña, que no paraba de mirar al hada con asombro.

Teemo le siguió, caminando rápido para lanzar su mochila adentro y luego saltar él. Tristana seguía en su sitio, callada y frunciendo la nariz con desconfianza.

–¿Qué se siente que te cierren la boca? – se burló Veigar, para sonreír con sorna y también subir a la carreta. La yordle solo pudo gruñir por lo bajo y también subir al transporte. No era su culpa ser tan desconfiada.

Ya todos dentro, el vehículo volvió a avanzar.

–Vaya, tener unos yordles en mi carreta no es algo que me pase todos los días. Al menos, seguro me pasó dos veces en mi vida. Tres con ustedes.

–¿Ha dado aventones a mas yordles antes? – Teemo decidió tocar conversación. Al menos, por esto, debía ser educado. No cualquiera recibe y hace algo de buena fe por los yordles.

–Oh sí. De hecho, la anterior vez fue con una yordle que portaba un martillo – a Lulu se le iluminaron los ojos.

–¡Es Poppy! – dijo alegre. Pix le hubiera imitado, pero estaba jugando con la niña. La madre miraba a todos con desconfianza, aun abrazando a su hija.

–¿Con que así se llama? Bueno, pues fue a ella quien la llevamos a un pueblo – dijo sonriente –. Parecía estar bien. Pero cuando le ofrecimos comida, comió como si no lo hubiese hecho en días.

–Ay, Poppy – Tristana se sobó a sien.

–Bueno, es algo descuidada. Pero seguro se le olvido comer algo por andar buscando al héroe – dijo Lulu.

–¿Qué no ella era la heroína? – preguntó Teemo. Como respuesta, solo recibió un codazo de la hechicera.

–Sigue buscando al héroe. Y por lo mismo se le olvidó comer.

–Oh, ya veo. Si, también he escuchado de ese héroe. Pero no me ha tocado verlo. Ni si quiera con mi edad – empezó a reír, contagiando el buen humor a los cuatro –. Oh, cuales son mis modales. Mi nombre es Lupin. Aquí a mi lado es mi yerno Tobb. Mi hija y mi nieta…

–Me llamo Angie y mi mamá se llama Lina – dijo alegre.

–Un gusto, Angie – Lulu le extendió la mano en forma de saludo. La hija iba a hacer lo mismo, pero una mano mayor la retuvo y la aprisionó en sus brazos. La madre seguía mirando con recelo a los cuatro, dejando a Lulu confundida. Pero Veigar y Tristana ya se olían que es lo que pasaba por la cabeza de esa joven señora.

–Un placer a todos – a pesar del recelo de la mujer, el yerno los miraba por el rabillo del ojo. Se veía que no era tan drástico como su esposa –. Y… ¿han venido seguido por estas rutas? – preguntó Teemo, tratando de aligerar el ambiente pesado que se estaba formando.

–De vez en cuando, a decir verdad. Hemos comerciado en muchos lugares. Hemos pasado tanto por Demacia, como por Noxus y muy pocas veces en Fréljord. Solo cuando tenemos alguna mercancía que ellos les interese comprar. Pero también hemos llegado a las afueras de Piltover, vendiendo algunas telas que no pueden conseguirse con facilidad. Somos, más que nada, residentes de Demacia – miró de reojo a su yerno –. Aunque algunos podemos venir de Noxus, ¿verdad, Tobb?

–¿Eres de Noxus? – preguntó Tristana. Los ojos de Veigar se abrieron un poco, y los pelos de su nuca se erizaron levemente.

–Lo era. No es un buen sitio para vivir si no eres lo suficientemente fuerte – dijo. Y Tristana notó que en su cadera llevaba una espada –. Lo uso solo para defender a mi familia – tratando de excusar su arma cuando notó la mirada de la artillera.

–Fue una historia curiosa, de hecho – el señor se jaló un poco el bigote, haciendo las típicas expresiones faciales de alguien que se pierde en sus recuerdos –. Veníamos de comerciar en un pueblo cerca de los territorios Noxianos. El pueblo era pequeño, pero como sabría bien mi yerno – aun con su mirada cómplice, el yerno solo pudo bufar y tomar las riendas de los caballos para que su suegro continuase la historia –, a pueblo pequeño, grandes problemas. Y eso fue lo que pasó. Unos bandidos quisieron asaltar el pueblo donde estábamos hospedados. Muchas de las personas tomaron todo lo que tenían a la mano para poder defender tanto a las familias como a sus pertenencias. Lamentablemente, nos tocó a mí y a mi hija lidiar con ello justo ese día. Nos arrinconaron y estábamos a punto de vernos con mi esposa, hasta que llegó Tobb con su espada y logró repelerlos. Ya luego me enteré que el chico había participado tiempo atrás en batallas clandestinas. Pero eso había quedado atrás, ¿no, Tobb?

–No es algo que me enorgulleciese, pero es la verdad. Y suegro… ese dato era irrelevante – dijo entre una tos incomoda.

–El chico nos salvó con mucha fiereza – continuó la historia ignorando a su yerno – , al punto que, aun con los destrozos y algunas vidas perdidas, la mayoría pudo salvarse… y lo que quedaba del pueblo. Después mi hija y él se conocieron. Tuve una nieta hermosa y a alguien quien pudiera heredar mi carreta mercantil y seguir con el negocio familiar – Lina le pasó una botella de agua, que el señor bebió con gusto –. Ah, sí. Una historia corta, pero ya no estoy ni para ello. La boca ya se me seca con facilidad. Pero lo bueno que tengo quien me asista.

–Aun puedes, Lupin. No estás tan viejo – dijo Tobb con una sonrisa.

–Te creyera. Pero en este momento, me siento lo suficientemente viejo como para pensar en usar mi ahorro para quedarme en un lugar y asentarme. Tener una vejez tranquila.

–No te abandonaremos, papá – la voz de Lina era de reproche.

–Se que no. Pero un día lo tendrán que hacer – el señor miró a los yordles, que le miraban con una expresión triste –. Jo. Lamento que escucharan los lamentos de este anciano, chicos. Supongo que abrí más la boca de lo que debería. Estas cosas son asuntos familiares.

–Elegir como vivir después de tantas experiencias, no es algo descabellado – habló Veigar, mirando atrás de la carreta. Su expresión era desinteresada –. No cualquiera puede tener un privilegio así.

El señor guardó silencio unos segundos, asimilando sus palabras. Al segundo se hecho a reír, golpeando su pierna con la palma de su mano.

–¡Tienes mucha razón, chico! ¿Ves a lo que me refería, Tobb? El joven yordle me comprende.

–Tampoco estoy tan joven – susurró para sí mismo, refunfuñando.

–Ya casi llegamos – dijo Tobb, mirando al frente. La muralla blanca resplandecía con el sol, mientras la caravana empezaba a adentrarse en el asentamiento. El tipo miró a los yordles, con aire preocupante –. Será mejor que hagan algo con esas cosas.

–¿Qué cosas? – Tobb señaló las manos de Lulu – ¿Mi bastón?

–Eres una maga, ¿no?

–En Demacia los magos no son permitidos – la voz de Lina era apenas un susurro –. Incluso si son yordles, si algún guardia de Demacia los ve con ello, serán encarcelados.

–Oh, bueno – Lulu agarró su bastón y el báculo de Veigar, aplastando ambos con sus dos manos. En un destello, los dos objetos se encogieron al tamaño de dos broches, que ella se colocó en cada oreja – ¡Listo!

–¿Y tu amiga? – señaló a Pix.

–No es una amiga. Es un amigo – miró a Pix –. Eres chico, ¿verdad? – Pix solo puso sus manos en sus caderas, indignado –. ¡No te enojes! ¡Solo preguntaba!

–¡Ya estamos casi en la entrada! – susurró Tobb. Lulu en un rápido movimiento, metió a Pix en su gorro y lo ocultó con una sonrisa. A tiempo para cuando un guardia asomó la cabeza, viendo que había dentro. El guardia parpadeó dos veces al ver a las cuatro criaturas dentro.

–¿Yordles?

–Pidieron un aventón, Billy – el guardia suspiró ante la simpleza de Lupin.

–A veces me sorprende con las cosas que llegas a venir – se alejó de la carreta –. Adelante. Pasen. Y espero que no causen problemas.

–No lo harán. Ten buen día, Billy.

La carreta avanzó, dejando atrás el campo abierto y entrando por fin al asentamiento.

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–No es tan magnifico como pensaba – dijo Veigar desde atrás.

Para donde mirasen, la textura blanca de la petricita hacía reflejar el sol del mediodía. Combinado con algunas superficies de madera, hacían del lugar un espacio impecable como puritano. No tan estrafalario como en la capital del reino, pero si como para hacer notar que este lugar aun formaba parte del reino de Demacia.

La calle, aun siendo de piedra, hacia que la carreta no se moviese tanto. Así como su anchura, lograba que la carreta pasara sin problemas entre la gente que iba a comprar, como quienes colocaban sus puestos de venta por la zona a la orilla del camino. La gente iba y venía. Para ser un asentamiento de paso, la verdad era que en verdad había mucho transito mercantil y de viajeros.

Antes de seguir avanzando, un trio de guardias se colocaron al frente de la caravana. Cuando llegó con la familia, estos apuntaban con hoja y pluma las peticiones e indicaciones.

–¿Asunto de su llegada?

–Venta de mercancía – dijo Lupin.

–¿Ocupantes del puesto? – siguió sin despegar la vista de sus apuntes.

–Cuatro – miró atrás –. Y cuatro extranjeros – el guardia miró hacia dentro. Agudizando la vista, logró ver a los yordles sentados. Lulu levantó la mano, agitándola con una sonrisa.

–¿Yordles? – agitó la cabeza –. Que me parta un rayo. No serán causantes de problemas, ¿o si?

–No me lo causaron a mi – levantó los hombros con simpleza.

–Bien, que pasen – señaló con el pulgar hacia al frente –. Si llegan a provocar algún conflicto, hablando de ustedes, yordles, serán expulsados. Caso extremo, encarcelados.

Llegaron hasta una cabaña un tanto retirada de la zona central. De hecho, estaban casi pegados a la barrera de petricita. Arriba, dos guardias vigilaban la zona exterior, esperando que nadie les llegase por sorpresa. A los alrededores de la pared, había más guardias, vigilando toda la circunferencia del asentamiento.

–Tienen buena vigilancia – dijo Tristana, mirando desde arriba de ella en dirección a la parte superior de la gran pared, hasta donde pudiese alcanzar su vista.

–Así es la guardia demaciana – Lupin bajaba unas cajas, ayudado por Teemo –. Son intolerantes a la magia, pero por lo demás, son guardias que se han ganado el respeto de la gente.

–Así que, no les gusta los magos – Veigar señaló el sombrero de Lulu, entendiendo el punto. Se ocultó dentro de la carreta y encogió su sombrero, guardándolo también en su abrigo.

–Desde antes hubo conflicto con los magos – Lupin abrió la puerta de la cabaña, cargando la caja y siendo ayudado tanto por su yerno como por los yordles –. Desde antes de Jarvan tercero, ya los roces con los magos terminaban al punto de ser expulsados del reino. En el peor de los casos, encarcelados.

–Nunca entendí el motivo del desprecio de los magos en Demacia – Tobb, ayudaba a su esposa e hija a bajar del carro –. En Noxus, todos valoran el poder y lo toman como una valía importante de cada uno. No es algo perfecto, pero hasta a mí se me hace extremo lo que hacen en Demacia.

–Supersticiones y una historia – dijo Veigar, entrando a la cabaña. Dentro, se veía humilde. Una sala con una mesa grande para una familia completa, una chimenea, una cocina, dos recamaras y una planta superior que servía también como sala de estar. La escalera estaba al lado de una ventana y por el extremo de las habitaciones –. Las guerras rúnicas causaron el desplazamiento de la gente hacia horizontes seguros. Cuando llegaron a estas tierras, descubrieron la petricita, y su habilidad de anular la magia. Vieron en el lugar un sitio seguro alejado de los peligros de los conquistadores y guerreros que usaban magia. Que no eran pocos. – La voz en su narrativa era neutra y lejana. Como si se perdiese en sus recuerdos. Veigar se dio cuenta de ello al ver a sus escuchas acomodando todo, pero sin dejar de mirarle con curiosidad. Carraspeó la garganta, incomodo –. Se asentaron. El pequeño lugar creció y al final se convirtió en el reino que conocemos ahora. Esa es la historia.

–¿Y la superstición? – preguntó Lulu, dejando una caja de telas al lado de una mesa.

–Muchos ven a la gente con magia como seres que pueden causar un daño a la sociedad demaciana – dijo la mujer, acariciando a su hija en la cabeza –. Muchos magos que han estado en Demacia han causado uno que otro desastre o situaciones que ha llevado a algunas personas sufrir accidentes. Algunos fatales. Pero también hay varios que utilizan su magia para sus propios fines. Vándalos y delincuentes que no se tientan el corazón en hacer que una vida se apague.

Veigar notó que esa última frase tenía un tono peculiar. Uno que conocía bien.

Tal ves odio. Tal vez rencor. Tal vez ambas.

–Mi esposa murió por un ataque de magos fugitivos que se adentraron a un pueblo demaciano – Lupin se sentó, soltando aire por el cansancio. Tobb siguió bajando las cosas. Para este momento, los yordles se encontraban sentados en alguna silla o parados en un rincón, escuchando parte de la historia de Veigar. Y ahora, la de Lupin. Lina y su hija fueron a su habitación, al parecer no queriendo escuchar ese tema de conversación –. Era apenas una niña cuando todo ese desastre pasó. Fue hace mucho. Lina no debía de tener más de siete años. Cuando atacaron, los guardias hicieron lo posible para retenerlos. Cosa difícil, pues hablábamos de gente que podía levantar rocas, levitar, soltar rayos de energía, fuego… era todo un caos. Lina y su madre se ocultaron en una vivienda como esta. Yo salí para defender mi hogar. Pero un ataque de algún mago alcanzó la casa. Derribándola – su mirada se tornó lejana –. Mi esposa murió protegiendo a mi hija. Usó su cuerpo para cubrirla de los escombros. Lina estuvo bien. A pesar de estar inconsciente, no tuvo heridas graves. Pero el trauma siguió hasta hoy en día.

–Así que por eso… – Lulu se miró la mano, recibiendo como consuelo un apretón en su hombro y una mirada amable de Tristana.

–Perdona a mi hija. Aun trata de ser algo parcial con los magos. Pero no evita que aun pueda tener resentimientos dentro de ella.

–En cambio usted parece no sentir nada malo por ellos – dijo Tristana –. De hecho, podría hasta aventurarme que los ve amigables.

–He vivido lo suficiente como para entender que lo que nos pasó fue solo una consecuencia de las circunstancias en las leyes de Demacia – miró a Tobb, que metía la última caja, quitando su sudor en su frente –. Además, tener un yerno noxiano ayudó bastante.

–Muchos conocidos míos me han pagado favores – dijo con sencillez –. La mayoría, son magos.

–Incluso nos cedieron hospedaje en algunas zonas importantes – rio con ganas –. En verdad que esos chicos saben moverse entre la gente. Por ejemplo, uno de ellos nos consiguió una cabaña en este asentamiento. Estamos dentro justo ahora – volvió a reír –. Demacia es muy estricta con esto, pero depende de nosotros, el pueblo, saber dónde poner el límite.


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Continuará...