Una chica joven caminaba de regreso hacia el campamento. La fogata estaba encendida, con algunas presas cazadas ensartadas en palos de madera delgados, dejando que el fuego las cocinara. Alrededor, al menos siete personas estaban sentadas, mirando como se cocinaban, a la vez que intercambiaban algunas palabras. Pasar el rato en un campamento era como cenar con amigos en una noche de juegos. Pero este no era el caso.
–Hey, Clari. ¿Cómo estuvo la expedición? – un señor barbudo sentado en un tronco la saludó. Comía una carne ya cocinada mientras que en su otra mano sostenía una jarra de lo que parecía agua – ¿Hay algo que informar?
–Lamentablemente sí. ¿Se encuentra la jefa aquí?
–Ya sabes que no le gusta que le digan así, Clarity – un joven recargado en un árbol la miraba desde la distancia. Sostenía su espada en el cinturón –. Ahorita está dentro de la tienda. De hecho, te está esperando.
La chica no dijo más, yendo al fondo de unos árboles agrupados.
Planificaron entrar a la zona del asentamiento de forma cautelosa y sin llamar la atención. Aunque tampoco es que pudiesen hacer mucho por ello, pues un grupo de nueve personas con mucho cargamento sobre ellos tampoco era para pasar desapercibidos. Avanzaban por la noche, y con la ayuda de la jefa y su guía, pudieron llegar a su desino sin problemas. Si querían avanzar con los planes, debían de ser cuidadosos y evitar cualquier tipo de conflicto.
El campamento estaba alejado lo suficiente como para que ni los mercaderes o viajeros pudiesen verlos. Una zona apartada y con poca visión. Además de ser una zona alta. El hecho que también estuviesen a seis horas de distancia era una ventaja con un porcentaje de seguridad alta. No correrían riesgos ni de ser vistos ni atacados.
Clarity entró moviendo la manta de la entrada. Su jefa miraba las cartas y papeles en su mesa improvisada. Tenía ojeras y la vista cansada, pero en su expresión se encontraba imperturbable. La vio entrar con la mirada algo dura, para una cara con facciones delicadas y femeninas. Al identificarla, la cambio por una gentil que hizo desaparecer toda preocupación a la joven.
–Jefa – dijo estando al frente de ella.
–Ya te he dicho que no soy jefa de nadie – le regañó, pero eso no evito que la abrazara –. Me alegro que hayas vuelto. Me preocupaba que te hubiese pasado algo.
–Tranquila. Volverse invisible tiene muchas ventajas. Y sé no hacer ruido.
–Eso no evita que me preocupe – al separarse, volvió a su posición anterior –. Bueno, ¿Qué puedes contarme?
–He visto a varios rebeldes rondar cerca de la muralla. Se ocultan y hacen sus refugios a una distancia prudencial entre los bosques que le rodean y en puntos ciegos – dijo señalando con el dedo el mapa que tenía la mujer en su mesa –. Desde el este y oeste, hasta el norte y dentro de la ciudad – la miró con preocupación –. Y no son pocos, jefa. Al menos dos docenas.
–Esto no es bueno – se talló la cara con cansancio, sentándose en su silla y remover sus cabellos amarillos –. Es lo que quería evitar. Conociendo como se mueven sus compinches, y la manía esa que tomaron al estar bajo el ala de Sylas, esto podría desembocar en un caos.
–¿No sería peor si Sylas estuviese con ellos?
–Es peor ahora que él no está – dijo con convicción –. Al menos él no permitiría que gente inocente saliese lastimada.
–Eso no he escuchado de algunos guardias – dijo contrariada.
–Porque no lo conocen como yo lo conocí – suspiró –. Espero que no cometan alguna tontería.
–¿Iremos hacia allá, jefa?
–Que no me llames así, por favor. Y no. Aun no. Pero si requeriré que vayas de nuevo.
–Ay, pero si acaba de volver.
–Partirás mañana en la mañana. Lleva una poción de abastecimiento de Gerix y vuelve a esta misma hora. Dependiendo de la información que nos traigas, veremos si actuar o no.
–Bien – se cruzó de brazos –. Pero exijo al volver un caldo de carne y papas.
–Con ración extra de carne – le sonrió –. Prometido, cariño.
–¡Gracias, jefa! ¡Es la mejor!
–Con que me dejes de llamar así me basta – hizo un ademán con su mano –. Ve a descansar. Mañana te espera otro viaje largo.
–Hasta mañana, jefa – dijo divertida, al ver su mueca –. Y también descanse. Las ojeras no le van bien en ese bonito rostro.
–Lo tomaré en cuenta.
Salió, dejando a la mujer sola en la tienda. La mujer – la jefa – recargó su cabeza en el respaldo de su silla, dejando su cara hacia arriba y con los ojos cerrados. Estaba cansada, pero debía no solo preparar las cartas para enviárselas a la aldea donde estaban los refugiados de Demacia, sino también mantener al tanto las noticias de lo que estaba pasando y viendo. Podía crear una pequeña paloma de luz y enviarla en la mañana, siendo camuflada por el sol matutino y el cielo despejado. Pero además de eso, debía apuntar y señalar en que lugares se ocultaban la gente de Sylas. Y justo se le había pasado por alto eso.
–Mañana se lo pediré a Clarity.
Cerró los ojos y empezó a relajarse. Sin darse cuenta, se había quedado dormida. Después de tres días sin parar de trabajar, el cansancio al fin le había ganado a Lux.
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–Esto es estúpido – Veigar le temblaban los brazos. Se mantenía colgado en la cornisa, sosteniéndose con sus manos, y manteniéndose en su sitio con sus piernas en la pared –. Bien podría estar en el techo y nadie se daría cuenta.
–Es una precaución, Veigar – Teemo se mantenía en su sitio. A diferencia del ex mago, a él no le temblaban los brazos por el esfuerzo –. Queremos evitar cualquier tipo de atención.
–Si te das cuenta que mi pelaje oscuro ayuda, ¿verdad?
–Mas no tu sentido de la discreción – dijo Tristana oculta en la basura –, Mira a Lulu. Ni si quiera ella está haciendo ruido. Y es raro en ella – señaló a su amiga, que estaba igual en una cornisa sosteniéndose con su bastón. Mantenía la mirada agachada, en dirección al pasillo angosto del callejón.
–¡Es porque está dormida! – susurró enojado. Y era verdad. La baba cayendo de su boca la delataba.
–Shh. Alguien viene – dijo Teemo, en dirección a la entrada.
La sombra de la persona se hizo larga cuando se adentró al callejón. El cabello rubio y la complexión delgada dio a entrever que se trataba de Dorrin. El chico buscaba con la mirada a los yordles, que se mantenían aun ocultos entre las sombras.
–Emmm… ¿hay alguien? – Teemo miró afuera, buscando si había otra persona. Levantó el pulgar en señal de aprobación, haciendo que los tres salieran de su escondite. Dos de ellos cayendo de arriba. La tercera salió de los escombros, apuntando con su cañón hacia el recién llegado –. Guau. Salieron de la nada.
–Somos buenos ocultándonos – Teemo le extendió la mano, que el chico recibió de buena gana –. ¿Tuviste problemas al venir?
–Me preguntaron que si a donde iba. Les dije que saldría a tomar aire y a pasear un rato. No se preocuparon tanto como pensaba.
–Y eso es una buena noticia – se sentó en el suelo, recargando su espalda en la pared. Tristana tomó su posición estando donde vino Dorrin, vigilando. Veigar fue hacia el otro lado. No sin antes tirarle una piedra pequeña en la cabeza a Lulu.
–¡Ah! ¡Estoy despierta!
–Vigila desde arriba – dijo el ex mago, colocándose en su lugar. Lulu hizo su saludo.
–Enterada – se sentó arriba del techo, viendo a todos lados con atención. Pix estando en su hombro, hizo lo mismo.
–Bueno… ¿Qué nos puedes platicar? – Teemo palmó con su palma al lado de él, con una invitación amistosa. Dorrin se sentó, colocando sus brazos en sus rodillas flexionadas.
–En realidad no diría que sean malas personas, pero sus métodos son cuestionables. No miden el peligro que pueden causar a las personas que están fuera de esto – suspiró –. Planean invadir el asentamiento para reclutar a más gente que use magia. O en el peor de los casos, secuestrarlos. Tomarlos en contra de su voluntad.
–Eso no es muy bueno que digamos – las cejas de Teemo casi se juntan por la expresión de molestia.
–Claro que no lo es. Yo se los he dicho muchas veces, pero no quieren entender. Dicen que es en favor de nuestro líder. Que mientras él no esté, sigamos su legado para sacar a los magos esclavizados por el sistema corrupto de Demacia. Que estoy de acuerdo con eso. Son malos con los magos. No hay que ser genio para saberlo – se abrazó sus piernas –, pero no nos da el derecho de lastimar a inocentes. Incluso si son de nuestra propia gente.
–Por eso nos buscaste cuando nos detectaste a nosotras – terció Tristana, sin despegar la vista hacia afuera.
–No soy ingrato con ellos. Me salvaron y ahora estoy comiendo mejor que antes. Tengo cobijo y seguridad. Pero no quiero que mis acciones perjudiquen a inocentes. Estoy seguro que nuestro líder estaría en desacuerdo con nosotros si nos viera en este momento – negó con la cabeza –. Lo que hacen no está ben.
–¿Y quién es ese líder tuyo? – la pregunta de Teemo hizo que la oreja de Veigar se moviese en dirección a ellos. Lulu desde arriba hizo lo mismo.
–Sylas. O así le llaman nuestro grupo.
–¿Le llaman? – la artillera le miró de reojo.
–Si. No lo hemos visto desde hace mucho. Años, de hecho. Incluso cuando me salvaron de ser encerrado, nunca pude verlo.
–¿Está oculto en alguna parte? – el explorador estaba prestando atención, tomando notas en su cabeza.
–No. Lo capturó el ejército demaciano en una invasión hace siete años. O eso es lo que me cuentan en los campamentos. De ahí en más, no sé mucho de él.
Eso dejó consternado a los yordles. Mas a Veigar, que estaba sopesando la idea de querer golpear al chico por darle tal noticia.
–¿Y cuándo planean invadir el asentamiento? – Teemo volvió a tomar la palabra.
–En esta semana. En unos tres días. Cuando tengan todo listo – señaló con el dedo afuera –. Tuve que darles todas las ubicaciones de las casas donde se hospedan y viven la gente que usa magia. No quería hacerlo, pero tampoco tenía muchas opciones.
–¿De casualidad son estas las casas que dices? – el explorador sacó de entre su bolsillo el mapa doblado. Al extenderlo y hacérselo ver a Dorrin, el chico no pudo evitar sorprenderse.
–¡Ese mapa es del señor Brelyard y la señorita Verna!
–Entonces todas las marcas son de donde vive la gente con esos dones – señaló con el dedo todas ellas.
–El mapa está incompleto. Faltan apuntar unas más por aquí en el centro y otra al este.
–Márcalas, por favor – Teemo le extendió un lápiz para que lo hiciera. Dorrin lo hizo al momento –. Y estas señalaciones en las afueras, son lugares donde estarán preparándose, ¿verdad?
–Si. Y donde planean entrar. Aunque no sé a qué horas lo harán.
Tristana apretó los labios al escuchar eso. Pura incertidumbre. Eso le irritaba. No le gustaba estar a la expectativa.
–Entonces, resumiendo esto, tus colegas van a hacer una invasión dentro de una semana para liberar o secuestrar a la gente que tenga magia. Van a usar algunos puntos ciegos de la barrera y entradas que ellos conocen para tomar desprevenidos a los guardias – Teemo se pasó la mano por la barbilla –. Si fueran listos, incluso podrían infiltrarse sin tener que hacer alboroto.
–Pero ellos no son así. Prefieren la confrontación. Y no puedo culparlos. Algunos han perdido bastante – sinceró Dorrin.
–Acciones llamativas impulsadas por represalias – dijo Veigar en burla –. Mi método favorito de estupidez.
–Tampoco es que tu no hicieses lo mismo antes, ¿verdad? – dijo Tristana, haciendo gruñir al ex mago.
–Bueno… supongo que ya con eso podremos entrar en acción – los tres yordles miraron a Teemo con sorpresa. ¿Cómo que entrar en acción? –. Necesitamos que nos digas lo más pronto posible cuando tus amigos tengan todo listo.
–¿Me ayudarán? – su voz era esperanzadora. El explorador asintió.
–No podríamos irnos así sin más con todo lo que nos has contado.
–Claro que podríamos – la voz de Veigar contenía reproche.
–Además, con gusto te ayudaremos.
–¿Con gusto? – secundó Tristana.
–Supongo que podrás encontrarnos utilizando tu habilidad.
–¡Si! De hecho, así es como fue fácil encontrarlos. Pero si son difíciles de ver con la vista. Bañan el lugar con sus auras.
–¿Verdad que es difícil detectar a algunas personas? – dijo Lulu desde arriba.
–Entonces vuelve. Cuando nos tengas la hora en que actuarán, avísanos. Yo rondaré seguido por aquí, así que no tendrás pierde.
–Les agradezco su ayuda – dijo con una inclinación de cabeza –. Muchas gracias.
–No te preocupes – le palmó la cabeza para después los dos levantarse –. Ve. Nos veremos cuando esté todo preparado.
–Haré lo mejor que pueda. Gracias – dio la espalda a los yordles –. ¡Los veré después! ¡Y de nuevo, gracias!
–Nos vemos.
Cuando el chico se fue, y Teemo termino de despedirse con una mano, sintió dos miradas que le fulminaban a su espalda. De hecho, sentía erizar los pelos de sus hombros por la amenaza. Sonrió nervioso al voltearse y ver que no solo Tristana le miraba de forma horripilante, sino que Veigar estaba echando fuego por sus ojos. No de forma literal, pero casi era un hecho.
–Emmm… ¡miren! ¡Pudimos recabar información de Sylas! – rio con nerviosismo al ver el tic nervioso de la artillera y del ex mago – ¡Yupi!
–¡¿Yupi?! – corearon los dos. La primera en agarrarlo de los pelos fue Tristana, que lo agitó con violencia.
–¡En que estás pensando, explorador de pacotilla! – la cabeza de Teemo parecía una decoración de carretilla – ¡Primero te comprometes a una responsabilidad que no te concierne y nos terminas arrastrando a nosotros!
–¡¿Y cómo que nosotros le ayudaremos?! – ahora Veigar lo agarraba del cuello, también moviéndolo con violencia – ¡El asunto es mi magia! ¡No las vidas inútiles de demacianos con problemas de anarquía!
–Yo creo que parecía un chico agradable – dijo Lulu
–¡No te metas, Lulu! – corearon de nuevo los dos. Ella solo pudo hacerse chiquita en su sitio.
–Hmm. Que violentos – se cruzó de brazos, indignada.
–Pero… ¡Pero esto es lo correcto! – Teemo trató de excusarse, pero para dos entidades violentas, solo quedaba hacerse bolita y esperar a que la tormenta pasase.
–¡Correcto te voy a dejar el trasero por meternos en asuntos ajenos!
–No, en serio. Piénsenlo – Teemo se soltó del agarre de ambos, peinándose el pelo rojizo de su cuello –. Pudimos encontrar a gente que sabe de Sylas. Su gente, específicamente. Podemos sacarle provecho a la situación si podemos interrogarlos – miró a Veigar –. Lo importante es saber realmente su localización. Si podemos saberlo de forma fehaciente, no tendremos que ir caminando a ciegas. Con una dirección bastará. Y de ahí actuaremos – miró a Tristana –. Y no podemos dejar que gente inocente sufra. Ya escuchaste a Lupin y la tragedia con su esposa. ¿Te gustaría darle un trauma más a su hija y yerno? O peor, ¿quieres que tenga uno su nieta? – Tristana apretó los labios, cruzándose de brazos y desviando la mirada hacia otra dirección.
–No me compres con tragedias ajenas.
–Es un ganar ganar. Además, tendremos que pagarle a esa familia de algún modo. Y creo que con que estén enterados podría ser suficiente, al menos.
–Lo mejor es que aguardemos a las noticias de Dorrin y el aviso del vidente de Veigar – soltó Lulu –. Debemos prepararnos y estar al pendiente de las señales. Igual, si noto algo que no esté bien podré ser la primera en darles el aviso – los tres miraron que hablaba con seriedad –. La gente no debe de sufrir por su propia naturaleza. No quiero que más gente la pase mal por esta discriminación mutua – volteó al suelo – ¡Oh, Pix! ¡Mira! ¡Una piedra en forma de rana! – se agachó a tomarla.
–… la perdimos de nuevo – dijo la artillera en un suspiro. Veigar solo hizo un ademan de sonrisa.
–¿Y bien? ¿Qué dicen? – Teemo los miraba con algo de pena –. ¿No están de acuerdo?
–Yo… ush. Odio cuando sabes cómo hablar con convencimiento – le dio un codazo fuerte con una sonrisa –. Por algo eres capitán, ¿no?
–Jeje. Por algo – miró al ex mago –. ¿Veigar? – el yordle oscuro cerró los ojos con los brazos en sus bolsillos. Al abrirlos, seguía igual de molesto, pero calmado.
–Cualquier cosa que me lleve a recuperar mi magia, lo tomaré. Incluso si es tener que intervenir en un problema anárquico y de rebelión – suspiró –. Para mi desgracia, claro está.
–¿Lulu? – la aludida utilizó su bastón para darle vida a la roca. Ahora esta saltaba entre sus brazos, hombros y cabeza –. Supongo que está de acuerdo.
–Yo siempre estoy de acuerdo a cualquier cosa que sea divertida.
–Sabes que tendremos que enfrentar a un grupo de magos para defender todo un asentamiento, ¿verdad? ¿Eso se te hace algo divertido? – cuestionó Veigar.
–La magia es divertida, terroncito de amargura. Solo debes saber cómo usarla – y como respuesta, la rana de roca saltó de su mano hasta la frente del yordle. Solo que en vez de que aterrizase como una rana real, al ser de piedra, lo que hizo fue descalabrar al yordle, tumbándolo en el proceso y noqueándolo –. Ups. ¿Me excedí?
–Un poco. Si – dijo con media risa Tristana, al ver a Veigar con los ojos idos por el golpe.
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–Por lo que, ¿deberíamos irnos del asentamiento? ¿Eso es lo que nos recomiendan? – la voz de Lupin era de descontento, a la vez que de desconcierto. Tobb estaba sentado al lado de él. Miraba con seriedad al grupo de yordles que se mantenían sentados o recargados en la pared, mientras Teemo relataba el suceso.
–No sabemos cómo vayan a actuar estas personas. Lo más recomendable es que salgan de aquí lo antes posible.
–Lo dices con mucho convencimiento, muchacho. ¿Seguro que esto podría escalar feo?
–No. No lo sabemos –dijo Tristana –. Pero no creo que quieran correr el riesgo.
El anciano siguió mirando a los yordles, con seriedad, pasando luego a una cansada. Se sentía agotado de esta disputa contra los magos y viceversa. Mas cuando recién habían llegado.
–Lo peor es que ni hemos vendido lo que teníamos provisto – se talló la cara con su mano libre –. Con lo que hemos vendido ni si quiera nos alcanzará para subsistir para alimentarnos bien.
–Yo puedo pasar de mis comidas, Lupin.
–Tú no te vas a quedar sin comer – regañó su esposa, llegando de la habitación –. Debe de haber algo que podamos hacer. Puede que podamos vender y comerciar de forma ambulante – sobó la mano de su marido –. Sabemos identificar a los comerciantes y viajeros que rondan por estas rutas. No será difícil.
–O podrían aprovecharse de los próximos acontecimientos – dijo Veigar –. Después del revuelo, habrá gente que perderá muchas de sus pertenencias o mercancía. Podrían quedarse cerca de aquí y aprovecharse de ellos – como respuesta, recibió un codazo de Lulu.
–¡Veigar!
–¡Solo estoy dando una solución! – se defendió.
El anciano siguió con sus manos en su rostro. Miró de reojo a su yerno, que le miraba con seriedad, pero asintió ante lo que tenía en su cabeza. Al pasar tanto tiempo juntos, ambos habían podido leer los planes del otro. Ese pensamiento fugaz le hizo sonreír. Si habían logrado salir sin problemas antes, lo harían también ahora.
–¿No hay otra forma en que se puedan solucionar? Supongo que hablar con los guardias no es una opción si vinieron con nosotros en primer lugar.
–Notificarles hará que sospechen de sus propios ciudadanos – dijo la artillera –. Y lo que menos hay que hacer es empeorar las cosas.
–Bien. ¿A qué horas tendríamos que irnos?
–De preferencia, lo más pronto posible – el explorador miró al exterior –. Ahora ya es muy tarde. Está a punto de finalizar el mediodía.
–Supongo que tendremos que cerrar nuestra tienda mas temprano. Bueno, no siempre se pueden tener buenas ventas. A veces hay rachas.
–Iré por Angie – Tobb se levantó con prisa, seguida por su esposa.
Ya solo, la cara de Lupin se alargó. Parecía que había envejecido más cuando los yordles dieron la noticia.
–Esto va a poner de malas a mi hija. No lo parece, pero no dudes que en cuanto salgamos de aquí se pondrá fúrica.
–Por otro asunto de los magos y Demacia – dijo Tristana. Lupin asintió con pesadumbre.
–No será fácil. Y dudo que nunca lo sea para ella.
–La vida nunca es fácil – corroboró el ex mago. Lupin asintió.
–Pero supongo que no hay más remedio – se levantó de su asiento. Lulu creyó escuchar el crujido de sus rodillas –. Deberé adelantar algunas preparaciones para guardar todo.
–Deje le ayudemos, señor Lupin – Tristana vio que Teemo se adelantaba hacia el señor. Cosa que no le molestaría si no le hubiese arrastrado con él llevándola de la mano.
El anciano asintió, siguiendo su camino hasta la alacena y preparar todo para el viaje improvisado lejos de la ciudad. Lulu les siguió después, ayudando a cargar algunas cosas.
Veigar se quedó rezagado, mirando hacia fuera de la ventana. Específicamente, hacia la dirección de la muralla. Viendo mentalmente la cabaña del vidente. Pensando en la señal que aún no mandaba. Ni una rata o algo que diese como aviso. Apretó sus manos sobre sus hombros, estando de brazos cruzados.
Estaba a punto de pasar algo aquí y el viejo harapiento no daba indicios de vida. O se murió de un infarto fulminante – que por muy contraproducente que fuese, se alegraría bastante después de aquella noche –, o en realidad no iba a pasar nada malo en estos días y todo era causa de una paranoia colectiva entre sus compañeros.
Caminó hacia Lulu, tomándola del hombro y arrastrándola un poco lejos del grupo, llevándola hasta la esquina.
–¿Pasa algo, Veigar? – llevaba telas dobladas en sus brazos y arriba de estos un calcetín blanco. Estaba apoyando en acomodar las pertenencias.
–¿Qué presientes?
–¿Cómo?
–Eres una hechicera – le susurró –. Estoy seguro que algo has de sentir. Yo lo he hecho con anterioridad.
–Pues ahorita siento hambre – Veigar solo atinó a estampar la palma de su mano en su cara.
–Me refiero a que si sientes que algo va a pasar – ella ladeó a cabeza –. Al estar conectada con esa magia tuya, estoy seguro que habrás sentido algunos cambios. O algo – resumió –. ¿No has sentido como un presentimiento? ¿Como un cambio en el aire o en la temperatura? Al menos algo que dijeses que no cuadraba.
–Nunca he prestado atención a esas cosas – sinceró –. De hecho, no lo he sabido hasta que me lo has dicho ahora. Hay un no sé qué.
Su expresión relajada y sonriente cambió a una seria y consternada. Sus cejas se habían inclinado y sus ojos se volvieron menos brillosos. Veigar sintió que había dado en el clavo.
–¿Y sientes algo? – apretó de forma leve su hombro – ¿Qué sientes?
–Es… como cuando sientes la brisa húmeda en el aire – dijo – antes de que llegase una fuerte tormenta – las manos de él sintieron como los hombros de ella temblaban –. Es… algo fuerte.
¿Entonces en qué diablos anda esperando ese vidente decrepito?
Al parecer las cosas se pondrían algo locas aquí.
Continuará...
