Capitulo 2: Lo siento Hijo

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Thomas, con una risa nerviosa, intentó minimizar el impacto de las palabras de Robert.
—¿Qué, ahora te pones sentimental? —su tono era una mezcla de desprecio y sorpresa—.¿Después de todo esto, te vas a convertir en un moralista?No tienes idea de lo que estás diciendo.

Robert lo miró directamente, sus ojos fríos y serios, reflejando la verdad de lo que había dicho.La incomodidad que había sentido al ver el sufrimiento de Bernardo se había transformado en una firme determinación, aunque su voz siguiera teñida de la amargura de un pasado compartido.

—Nunca debí estar aquí. No debí permitir que esto llegara tan lejos —su tono era más bajo ahora, cargado de un arrepentimiento palpable—.Bernardo, no te mereces esto. Nadie lo hace.

Las palabras de Robert calaron hondo en la mente de Bernardo, aunque la ira aún ardiera en su interior,algo en su pecho se aligeró, como si una pequeña chispa de esperanza hubiera sido encendida.El dolor seguía presente, pero ahora también había una oportunidad, aunque remota, de que las cosas pudieran cambiar.

Los demás, incluidosIvanyCamila, intercambiaron miradas de desconcierto.No esperaban que Robert tomara una postura tan firme.
—¿Vas a dejar que este "lisiado" gane? —preguntóAlariccon una sonrisa burlona, aún sin comprender la gravedad del momento.
—Cállate —replicó Robert, su voz más fuerte que antes, como un muro que los separaba de su crueldad.

Bernardo, aunque agotado, se obligó a levantarse lentamente, sabiendo que la única forma de salir de este infierno era resistiendo, aunque no tuviera fuerzas.Miró a Robertcon ojos cansados pero llenos de algo que no había mostrado antes: gratitud y una silenciosa aceptación de que su viejo amigo había, de alguna manera, despertado algo dentro de él.

Robertdio un paso hacia él, aún manteniendo la distancia, pero su mirada era un intento de ofrecerle algo que Bernardo no había tenido en mucho tiempo:una salida.

—Vamos, Bernardo. Levántate. Esto no tiene que ser el final.

La tensión aumentó en el aire, palpable e insoportable.Thomasse acercó aRobert, su figura se alzaba como una sombra oscura sobre él. La amenaza en su voz era clara, fría y calculada, como una serpiente que se prepara para atacar.

Realmente deseas ir en mi contra, ¿eh? —la palabra "deseo" fue pronunciada con veneno, como si fuera un desafío directo a la valentía de Robert—.Debes tener un deseo de muerte muy claro, Robert.¿Qué piensas? ¿Que tus ideales vacíos y esa moral ridícula te van a salvar? No tienes idea con quién te estás metiendo.

La mirada deRobertnunca vaciló. Aunque los ojos deThomasbrillaban con una furia contenida,Robertmantenía una calma tensa, como si la ira ya hubiera sido canalizada en algo más profundo:la resolución de actuar según su conciencia.

Recuerda que de tu familia, solo tú tienes un futuro—agregó Thomas, sus palabras impregnadas con el peso de su amenaza. La insinuación de queRobertperdería todo si seguía en su camino de desobedecerle era más que clara.El futuro de la familia Sandar dependía de sus decisiones, y desafiar a Thomas significaba despojarse de todo lo que había sido construido a lo largo de los años.

Bernardo, en su estado de dolor y humillación, podía sentir cómo las palabras de Thomas penetraban en la atmósfera como dagas afiladas, buscando no solo destrozar aRobert, sino también aél. Cada palabra, cada amenaza, lo envolvía en un miedo creciente.¿Acaso todos los que lo rodeaban estaban destinados a ser sacrificados por el capricho de uno solo?

El espacio entreThomasyRobertse estrechaba, la confrontación estaba al borde de estallar, yBernardo, aunque casi inmóvil, sentía cómo su corazón latía con más fuerza, como si se estuviera preparando para algo aún más grande.

En serio deseas desafiarme, imbécil fracasado—repitió Thomas, más agresivo, la risa que antes se había extinguido en su rostro regresando, llena de odio—.¿Qué crees que pasará después de esto? ¿De verdad quieres convertirte en otro ejemplo de lo que ocurre con los que me desafían?

El aire parecía volverse más espeso mientras todos los ojos, desde los amigos de Thomas hastaBernardo, observaban la batalla de palabras que se libraba ante ellos.El futuro de Robert, su amistad conBernardo, y su propio destino, todo estaba en la cuerda floja, pendiendo de un hilo muy delgado.Robertse mantenía firme, sin ceder, pero la amenaza deThomasera real, y él lo sabía.

Bernardocerró los ojos por un momento, no por rendirse, sino porque en su mente se formaba una nueva idea: tal vez esta confrontación entreRobertyThomasera solo el principio de algo más grande, una oportunidad para finalmente romper con el ciclo de sufrimiento al que había sido sometido. SiRobertse mantenía firme, tal vez ambos podrían salir de allí con algo más que cicatrices.

No tengo miedo de ti—respondióRobertcon voz grave y clara, mirando directamente aThomas—.Si lo que te preocupa es mi futuro, créeme que prefiero perderlo luchando por lo que es justo que seguir siendo un peón en tu tablero.

La atmósfera se volvía cada vez más densa, las amenazas a punto de estallar en violencia abierta, mientras el futuro de todos los presentes colgaba del hilo de la decisión que Robert acababa de tomar.

En ese momento crítico,aunque rodeado por aquellos que lo despreciaban y lo veían como un objeto para ser maltratado, Bernardo decidió que no permitiría que esta experiencia definiera quién era. Cada risa burlona que resonaba a su alrededor era un eco de crueldad que intentaba aplastarlo, pero también un recordatorio de que él seguía vivo. Y mientras el látigo de las palabras y los golpes intentaba desgarrar su espíritu, algo profundo dentro de él se encendió:un fuego que no podían extinguir.

Había algo dentro de él que seguía luchando por salir a la superficie: su humanidad intacta frente al desprecio ajeno.Los recuerdos de un tiempo pasado —de sonrisas reales, de abrazos sinceros y voces que lo llamaban por su nombre sin rastro de odio— comenzaron a surgir como una corriente cálida, combatiendo la helada marea de desprecio que lo rodeaba. Su cuerpo temblaba, pero no solo por el dolor: también por la ira que bullía en su interior, una fuerza que había estado dormida demasiado tiempo.

Mientras las sombras amenazaban con consumirlo, Bernardo sabía que debía encontrar una manera de levantarse nuevamente.No solo por él mismo, sino también por todos aquellos que habían sido silenciados por el miedo y la opresión.Su mente, a pesar del cáncer que la devoraba lentamente, se aferró a una verdad simple pero poderosa: cada segundo que respiraba era un desafío directo a quienes lo querían ver destruido.

Un golpe más resonó, su cuerpo reaccionó por inercia, cayendo contra el suelo polvoriento.Aunque estaba atrapado entre sus agresores y el abismo del sufrimiento, había algo dentro de él que se negaría a morir sin luchar hasta el final.Desde el suelo, alzó la vista, enfrentando las miradas burlonas de quienes lo rodeaban. Su aliento era un hilo débil, pero no roto. En ese instante, algo en su mirada cambió: un desafío silencioso, una promesa de que, aunque lo aplastaran una y otra vez, jamás lo destruirían por completo.Era un fragmento de esperanza, pequeño, pero indomable.

El eco de las risas comenzó a desdibujarse mientras la fuerza dentro de Bernardo comenzaba a gestarse como una tormenta silenciosa, esperando el momento de desatarse.

Robert ignoró a estos imbéciles inferiores; su orgullo le impedía ver cómo esos débiles eran sus iguales.Cada palabra que salía de sus bocas era para él un eco vacío, una demostración de la mediocridad que lo rodeaba. Los despreciaba con la misma intensidad con la que ellos disfrutaban humillando a Bernardo, aunque nunca lo admitiría abiertamente. Pero, aunque mantenía su rostro frío y distante,se podía notar una leve y casi imperceptible duda al observar a Bernardo, su primer amigo.

Aquel hombre destrozado frente a él no era el niño con quien había compartido juegos en el pasado, ni el que reía con él bajo el cálido sol de días olvidados.Era un recordatorio doloroso de su pasado, de un tiempo en que la amistad significaba algo más que estatus y poder.La imagen de Bernardo, ahora reducido a una sombra de lo que fue, lo golpeó en lo más profundo. La risa cruel de Thomas y los demás parecía ensordecedora, pero Robert, por un instante, sintió que todo lo demás se desvanecía.

La mirada de Bernardo, cargada de dolor y sufrimiento, le devolvió recuerdos enterrados: de manos extendidas para ayudarse mutuamente, de promesas infantiles que alguna vez creyeron eternas. ¿Cómo habían llegado a este punto? ¿Cómo él, Robert Sandar, había permitido que todo lo bueno que una vez tuvo con Bernardo se convirtiera en esta crueldad despiadada?

Sacudió la cabeza, queriendo disipar esos pensamientos.La duda era un lujo que no podía permitirse, no frente a Thomas, no frente a los demás. Pero, en el fondo, ese pequeño resquicio de humanidad luchaba por abrirse paso, como un cuchillo que perforaba lentamente las capas de su indiferencia. Por más que intentara ignorarlo, el pasado seguía ahí, pesando sobre sus hombros como una carga que nunca desaparecería.

Todos sabían que entre los presentes él estaba en la cima.Robert Sandar no necesitaba declararlo con palabras; su sola presencia bastaba para dejarlo claro.Cuando llegara el nuevo día, el estatus de cada uno de ellos sería aún mayor,pero la jerarquía que dominaba sus interacciones permanecería intacta. Era un recordatorio cruel de que, en este despiadado juego de poder, algunos estaban destinados a brillar mientras otros se hundían más profundamente en las sombras.

Con el despertar, sabrían quién prosperaría y quién se quedaría en el fondo.Cada uno de los presentes lo tenía claro: no habría destino más humillante que el de Bernardo.Esta sería su segunda prueba de despertar, y las probabilidades estaban en su contra.Los recuerdos del primer intento, lleno de fracasos y dolor, aún estaban frescos en sus mentes. No era solo una burla al cuerpo debilitado de Bernardo, sino también una sentencia a su espíritu, un constante recordatorio de su lugar en el escalón más bajo.

La atmósfera se volvió tensa;incluso aquellos que habían disfrutado riéndose del sufrimiento ajeno sintieron algo que se asemejaba al miedo.Un escalofrío recorrió la sala cuando Robert asumió el control.Su mirada glacial y su porte dominante silenciaron cualquier intento de rebeldía. Nadie se atrevía a desafiarlo, ni siquiera Thomas, cuyo rostro mostraba una mezcla de molestia y resignación.

Robert no necesitaba levantar la voz para ser escuchado; el peso de su autoridad caía como una losa sobre todos los presentes.Por un instante, los papeles parecían invertirse, y el grupo de agresores comenzó a cuestionar si la humillación que habían infligido era ahora un arma que podía volverse contra ellos.Pero Robert no dijo nada más. Su silencio, cargado de tensión, era más poderoso que cualquier amenaza explícita.

Bernardo sintió una mezcla de alivio y temor.Ellátigo, que una vez más se enroscaba como una serpiente traicionera alrededor de su cuello, comenzó a aflojarse. Sin embargo,las palabras crueles y las miradas despectivas aún lo seguían acosando como sombras persistentes, recordándole su lugar en esa despiadada jerarquía. Su cuerpo herido temblaba levemente, no solo por el daño físico, sino también por la tensión emocional que lo carcomía.

Mientras fueran humanos comunes, su estatus podría considerarse igual,pero el linaje y las habilidades innatas eran los verdaderos marcadores en ese cruel sistema.A pesar de estar en la cima del rango "H", subnivel 1, eso no era suficiente para escapar del desprecio o la burla.Como hijos herederos de familias despertadas, estos individuos poseían una ventaja abrumadora,una que los colocaba a las puertas de un rango superior, aunque todavía no llegaban al codiciado rango "F".

Eran considerados genios, pero su verdadero logro residía en alcanzar el comodín del rango "H":una posición reservada para quienes rompían las limitaciones del rango básico. Para ellos, esto era motivo de orgullo y una excusa para menospreciar a cualquiera que no pudiera seguir su ritmo. Las risas crueles y los murmullos entre ellos no hacían más que reforzar esa superioridad autoproclamada.

Bernardo,a pesar de ser consciente de su desventaja,no pudo evitar sentir un asomo de resentimiento hacia el sistema que permitía tales desigualdades. No se trataba solo de fuerza o poder; se trataba del derecho de mirar a los demás desde arriba, de reducir a cualquiera que no estuviera a su nivel a la categoría de "insignificante". En ese instante, mientras trataba de controlar su respiración y aferrarse a su dignidad, entendió que su lucha no solo era contra estos individuos, sino contra un mundo que ya había decidido relegarlo a las sombras.

Sin embargo, Robert siempre había sido diferente.Incluso antes de experimentar su despertar, ya poseía una habilidad innata, un don que lo distinguía del resto. Este contraste era especialmente marcado frente a alguien como Thomas, cuyo poder no provenía de su interior, sino de las influencias y recursos que su familia había vertido en él desde su nacimiento. Robert, por otro lado, no necesitó de intervenciones externas; su habilidad,"Holy Light", era un regalo natural, tan raro como majestuoso.

"Holy Light"se caracterizaba por su esencia luminosa, una conexión profunda con el maná que lo convertía en un prodigio nato.Era una habilidad de naturaleza única, tanto en su capacidad ofensiva como defensiva, lo que le otorgaba una versatilidad que pocos podían igualar. Aunque todavía no había una confirmación exacta sobre el rango de maná que poseía, había una certeza inquebrantable entre todos los presentes:no sería bajo.La pureza y el poder de esa luz ya habían mostrado destellos que superaban las expectativas, incluso en sus manifestaciones más iniciales.

Para muchos, Robert representaba un estándar casi imposible de alcanzar. Era la viva prueba de que el talento nato superaba cualquier ventaja otorgada por la riqueza o el linaje.Thomas podía dominar con su crueldad y recursos, pero Robert... Robert brillaba con un poder que no necesitaba ostentación.Esa misma luz parecía resonar ahora en el ambiente, una advertencia silenciosa que incomodaba a más de uno entre el grupo.

Incluso en este entorno lleno de desprecio y violencia, Robert proyectaba una presencia que era imposible ignorar. Era un recordatorio de que, aunque compartieran estatus dentro del rango "H",la distancia entre alguien con un don natural y quienes dependían de medios externos era abismal.Algunos lo admiraban en silencio; otros, como Thomas, lo resentían profundamente, pues esa habilidad era un reflejo de todo lo que él no podría ser.

A medida que la tensión se espesaba como un manto invisible,Robertdejó que su mirada se fijara enBernardo, atrapado entre el pasado y el presente. En sus ojos brillaba un rastro dedesdén, como si despreciara la figura abatida ante él, pero también algo más... unanostalgiaque intentaba ocultar detrás de su postura altiva. Ese instante lo transportó a un tiempo más simple, cuando ambos eran solo niños y la amistad no se medía por logros, poder o expectativas familiares.

Había sido un amigo.Un vínculo forjado por las decisiones de sus madres, pero que había crecido de manera genuina entre ellos. Robert recordaba las risas compartidas, las travesuras de infancia, incluso los sueños que alguna vez Bernardo le había confesado con una sonrisa amplia, libre del peso que ahora cargaba sobre sus hombros. Pero todo había cambiado de manera abrupta, como un cristal que se quiebra con un golpe inesperado.

El descubrimiento del estado de Bernardo como lisiado lo había cambiado todo.En un mundo donde la fuerza y las habilidades definían el valor de una persona, la debilidad de Bernardo no solo era vista como un defecto, sino como una carga insoportable.Robert había tomado una decisión entonces, una decisión que lo atormentaba en momentos como este: darle la espalda.Se había apartado cuando Bernardo más lo necesitaba, cuando la crueldad del mundo comenzaba a pesar sobre él, eligiendo preservar su propio estatus antes que tenderle la mano.

Ahora, mientras lo observaba arrodillado, exhausto, casi sin aire por las agresiones,Robert sentía una punzada de incomodidad.Su orgullo y posición le exigían mantenerse firme, frío, indiferente; pero el recuerdo del niño que alguna vez fue su amigo lo golpeaba con fuerza.¿Qué era más fuerte: su necesidad de mantener su estatus o el rastro de humanidad que aún quedaba en su interior?

La mezcla de emociones se reflejaba en sus acciones, lentas, calculadas, como si cada movimiento fuera un intento de decidir entre romper el ciclo de humillación o convertirse en una extensión más del desprecio que lo rodeaba.

Bernardoinhaló con dificultad, cada bocanada de aire quemando su garganta como un recordatorio de lo cerca que había estado del abismo. El alivio momentáneo de sentir sus pulmones llenarse de oxígeno fue opacado rápidamente por la carga aplastante de las palabras y miradas que aún lo rodeaban.Las palabras crueles y las miradas despectivas eran como sombras persistentes, grabadas en su mente con una intensidad que no podía ignorar.La humillación no había terminado; simplemente había cambiado de forma.

Las risas crueles, que antes habían resonado con fuerza, se habían convertido enmurmullos nerviososentre los amigos deThomas. Por primera vez, el grupo parecía vacilar, su certeza tambaleándose como una vela al borde de apagarse. Los ojos de los herederos iban de Thomas a Robert, y el conflicto en el aire era palpable."¿Qué está haciendo Robert?", murmuró uno de ellos en voz baja, incapaz de entender la postura firme del joven cuya habilidad luminosa y renombre los superaban a todos.

—¿Qué significa esto, Thomas? —preguntóCamila, su voz apenas un susurro, pero cargada de tensión. Movió su cabello rojizo con un gesto automático, una acción que denotaba su incomodidad creciente. Había sido una de las más vocales en burlarse de Bernardo, pero ahora, frente a la fría autoridad de Robert, incluso ella parecía contenerse.

Thomas, sin embargo, mantuvo su postura desafiante. Apretó los dientes, sintiendo cómo su control sobre la situación se desmoronaba."¿Cómo puedes atreverte a cuestionarme en mi presencia?", quiso gritar, pero sabía que enfrentarse a Robert directamente sería una estupidez. Sin embargo,el resentimiento hacia la intervención del joven Sandar crecía en su interior como una llama alimentada por la frustración.

Mientras tanto,Bernardo, desde su lugar en el suelo, observó con una mezcla de confusión y desinterés.Su cuerpo aún dolía, cada fibra muscular clamando por descanso, pero algo más profundo dentro de él comenzaba a despertar. No era esperanza ni alivio, sino una conciencia aguda de lo que significaba este momento.Los murmullos, las dudas, las fisuras en la unidad de sus agresores... eran pequeños indicios de que el equilibrio había cambiado.

Robert, por su parte, permanecía en silencio, su mirada fija en Thomas, ignorando deliberadamente los comentarios de los otros. No necesitaba justificar su decisión, y mucho menos ante ellos. Pero en el fondo, sabía que cada palabra no dicha, cada segundo en el que se demoraba en actuar, era una declaración por sí misma: estaba trazando una línea, una que inclusoThomasdebía reconocer, aunque fuera a regañadientes.

—¿Vas a quedarte ahí parado, Thomas? —finalmente se atrevió a decirIván, la tensión en su voz revelando el miedo subyacente—. Esto se está saliendo de control...

Pero Thomas no respondió.El aire estaba cargado, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse, y todos, incluso los más crueles, podían sentirlo.

No te equivoques —dijo Thomas, con un tono que goteaba veneno y amenaza—. Esto no termina aquí.Su voz se alzó con una firmeza que contrastaba con el desorden interno que lo consumía.—Tu decisión solo lo hará más débil; estarás arrastrándolo contigo hacia el fondo.Sus palabras estaban cargadas de intención, un recordatorio claro de las dinámicas de poder que había tratado de establecer desde el inicio.

Robertsostuvo la mirada de Thomas con frialdad, una chispa de desafío brillando en sus ojos.El desdén era palpable en su expresión, una declaración silenciosa de que no se dejaría intimidar tan fácilmente.Sin embargo, no era inmune al peso que la situación ejercía sobre él. Podía sentir cómo las miradas de los presentes lo atravesaban, juzgándolo, cuestionándolo.La presión social que Thomas buscaba imponer no era trivial; cada palabra suya parecía diseñada para recalcar que defender a Bernardo lo hacía vulnerable, lo sacaba de la cima donde se encontraba.

Aun así, había algo dentro de Robert que lo impulsaba a permanecer firme.Un eco del pasado resonaba en su mente: recuerdos de risas compartidas, de una amistad genuina que había tenido con Bernardo antes de que todo se torciera.El joven que ahora yacía en el suelo no era solo un "lisiado" o un fracaso, como todos lo llamaban. Para Robert, era un recordatorio doloroso de lo que había perdido: no solo a un amigo, sino también una parte de sí mismo que había quedado enterrada bajo el peso de las expectativas familiares y sociales.

Si arrastrarlo conmigo al fondo significa no ser como tú, Thomas, entonces lo acepto.La voz de Robert era firme, pero no alzada; no necesitaba gritar para hacer valer su punto. Su tono helado cortaba el aire como una cuchilla, haciendo que incluso los amigos de Thomas dieran un paso atrás, incómodos con la tensión creciente.

Bernardo, mientras tanto, alzó ligeramente la cabeza, sus ojos entrecerrados y llenos de un dolor que iba más allá de lo físico.El intercambio entre los dos no le pasó desapercibido; algo en las palabras de Robert hizo que su respiración se detuviera por un segundo.¿Qué significaba esto? ¿Por qué alguien que había elegido alejarse ahora hablaba de defenderlo, incluso a costa de su propio estatus?

Thomasfrunció el ceño, claramente irritado por la respuesta de Robert.—Crees que esto te hace fuerte, ¿verdad? —espetó—. Pero solo demuestra lo patético que eres. Defendiendo a alguien que ni siquiera puede levantarse por sí mismo.

—¿Patético? —Robert dejó escapar una leve risa, cargada de desdén—. Quizá lo sea, Thomas. Pero, ¿y tú? Necesitas de un grupo para sentirte fuerte. Eso sí que es patético.

El aire se volvió aún más tenso, como si una cuerda invisible estuviera a punto de romperse.Los murmullos entre los presentes se intensificaron, algunos de ellos cuestionando abiertamente a Thomas.Incluso aquellos que solían aliarse con él empezaban a preguntarse si enfrentarse a Robert valía la pena.

—Vamos, Thomas —intervino finalmenteCamila, sus palabras suaves pero cargadas de incomodidad—. Esto ya se está alargando demasiado. Dejemos que el lisiado se arrastre a su agujero y acabemos con esto.

Thomas no respondió de inmediato, sus ojos brillando con una mezcla de ira y humillación.Por primera vez, sentía cómo el control que había ejercido hasta ahora se escapaba de sus manos, amenazando con desmoronarse por completo.

Bernardo permaneció en el suelo, su cuerpo débil pero su mente atrapada en el torbellino de lo que acababa de ocurrir. Las risas crueles de antes habían disminuido, reemplazadas por un silencio cargado de tensión. Podía sentir cómo las miradas lo atravesaban, pero ya no eran solo de burla; ahora había algo más: curiosidad, incomodidad, incluso un leve destello de duda en algunos de los presentes.

Para ellos, él ya no era solo un objeto de burla; ahora se había convertido en el centro de un conflicto inesperado.Era como si su frágil figura, aún temblando por los golpes y la humillación, hubiera adquirido un nuevo significado.Entre los jóvenes despiertos, sus miradas reflejaban una pugna interna: por un lado, la crueldad y el orgullo de mantener una jerarquía despiadada; por el otro, la tenue posibilidad de compasión y redención, encarnada en las palabras y acciones de Robert.

Thomasapretó los puños, su mandíbula tensándose mientras observaba cómo los demás evitaban encontrarse con su mirada.Su autoridad tambaleaba, y eso lo enfurecía más que cualquier cosa. —¿Qué pasa? —soltó finalmente, rompiendo el silencio con un tono lleno de desprecio—. ¿Van a dejar que un lisiado y un traidor les hagan dudar de quiénes son?

Camila, quien había permanecido al margen, dio un paso al frente, sus ojos brillando con una mezcla de desdén y cálculo. —Tal vez deberíamos dejarlo aquí, Thomas —dijo con voz suave pero firme—. No tiene sentido seguir perdiendo el tiempo con alguien que no importa.

Sin embargo,Robertno se movió, su presencia erguida como una barrera entre Bernardo y el resto.El brillo de su habilidad "Holy Light" aún era tenue, pero bastaba para hacer sentir su peso.

—No es cuestión de tiempo —respondió Robert, su tono helado como un filo de navaja—. Es cuestión de principios, algo que parece que a muchos aquí les falta.

Los murmullos se intensificaron; algunos de los amigos de Thomas comenzaron a retroceder, incómodos ante el desafío abierto de Robert.Aunque nadie lo dijo en voz alta, muchos se preguntaban si el equilibrio de poder estaba a punto de cambiar.

Bernardolevantó la vista, sus ojos nublados por el dolor, pero su espíritu aún ardiendo tenuemente.No podía ignorar la escena frente a él: los ecos de un pasado donde había significado algo para Robert chocaban con la amarga realidad del presente.Sin embargo, incluso en su estado vulnerable, comprendió algo crucial: este momento no se trataba solo de él. Era una batalla más grande, una lucha por decidir si el mundo en el que vivían seguiría siendo gobernado por la crueldad y el desprecio o si había lugar para algo más.

—Esto... no es el final —logró murmurar, su voz apenas audible pero cargada de una fuerza inesperada. Aunque sabía que sus palabras podían perderse en el aire, también sabía que, de alguna forma, habían dejado una marca.Quizá pequeña, quizá insignificante, pero ahí estaba.

Thomaslo escuchó, y algo en su interior se encendió.No de admiración, sino de furia.—¿Crees que esto ha terminado, Bernardo? —su voz estaba impregnada de amenaza—. Aún no has visto nada.

Mientras los murmullos seguían como un eco distante, Bernardo sintió que el peso de las miradas sobre él se intensificaba. Cada par de ojos cargaba una expectativa distinta: algunos con desdén, otros con duda, y unos pocos con un atisbo de respeto que lo desconcertaba.Este momento, tan cruel como revelador, se presentaba ante él como una bifurcación en el camino: podría intentar reconstruir las ruinas de una conexión que alguna vez tuvo significado o abandonar ese pasado y forjarse un nuevo propósito, libre de las cadenas del desprecio.

La lucha en su interior era feroz.Por un lado, estaba el niño que había deseado pertenecer, que había buscado en Robert y los demás un sentido de identidad, de pertenencia. Pero por otro lado,la llama de la dignidad ardía con fuerza, exigiendo que se levantara por sí mismo, aunque el mundo entero lo mirara como un paria. Era una tormenta de emociones: miedo, orgullo, rabia contenida, todo mezclándose en su pecho como un grito que no terminaba de salir.

—Tal vez... no necesito su aceptación —pensó, aunque su cuerpo temblaba tanto por el dolor físico como por la intensidad de esa realización. Cada fibra de su ser luchaba contra la desesperación, aferrándose a esa chispa que, por pequeña que fuera, aún brillaba en su interior.

Robert, inmóvil pero alerta, lo observaba desde donde estaba. Sus ojos reflejaban algo extraño, como si también enfrentara su propia tormenta interna. ¿Qué era Bernardo para él ahora? ¿Un eco del pasado o un símbolo de todo lo que había dejado atrás para encajar en un mundo que exigía crueldad? Las palabras de Thomas seguían resonando, llenas de veneno: "Estarás arrastrándolo contigo hacia el fondo."

Pero Robert, aunque no lo admitiera, sabía que esa declaración iba más allá de Bernardo.Era un juicio hacia él mismo, hacia las decisiones que había tomado para sobrevivir en este entorno despiadado.

El silencio se hizo más profundo, cargado de posibilidades.Camila rompió el momento con un tono cortante: —¿Entonces qué, Robert? ¿Vas a cargar con él como un mártir o lo dejarás en el lugar que le corresponde?

Bernardo alzó la vista lentamente, su mirada encontrándose con la de Robert. En ese instante, algo cambió. No había súplica en sus ojos, sino una determinación silenciosa, como si finalmente hubiera tomado una decisión.No estaba esperando salvación; estaba eligiendo resistir, incluso si eso significaba hacerlo solo.

—Yo decidiré mi lugar —dijo Bernardo, su voz baja pero firme.Era un murmullo en comparación con la intensidad de la tormenta interna, pero suficiente para que resonara en el aire cargado de tensión.

Cada inhalación era un triunfo.El aire entraba en sus pulmones con dificultad, pero con cada respiro, Bernardo sentía que algo más regresaba con él: un fragmento de fuerza, una chispa de lo que había sido antes de ser reducido a un objeto de burla.A pesar del dolor que aún palpitaba en su cuerpo, algo en su interior comenzaba a arder con renovada intensidad.Este no era el final; lo sabía.Este capítulo, aunque teñido de humillación, sería solo una parte de una historia mucho más grande.

Robert lo observaba con una expresión complicada.En sus ojos se reflejaba el eco de una decisión pendiente, atrapado entre la incomodidad que le provocaban las risas de sus amigos y el desdén hacia sí mismo por ser parte de algo tan vil. En el fondo, una voz insistente le recordaba los días en que Bernardo no era un lisiado para él, sino un amigo, alguien con quien compartió momentos que ahora parecían pertenecer a otra vida.

Los amigos de Robert, incluyendo a Thomas y Camila, continuaban en un estado de tensa expectación.Thomas sonrió con malicia, consciente de que la balanza podía inclinarse a su favor. —Vamos, Robert —dijo con voz mordaz—.Sabes cuál es tu lugar. No sacrifiques todo por una causa perdida.Este imbécil no merece ni un segundo más de tu atención.

Robert cerró los ojos un instante, respirando profundamente.Sabía que cada decisión tenía un precio, y esta no sería la excepción. Podría continuar con su vida, ignorar a Bernardo y mantener su posición en el grupo, o podría dar un paso al frente, aunque eso significara enfrentarse al desprecio de quienes ahora lo consideraban un igual.

Mientras tanto,Bernardo alzó la vista.Sus ojos, aunque cansados, tenían un brillo indomable.No era una súplica lo que transmitían, sino una declaración silenciosa de resistencia.No necesitaba que lo salvaran; su chispa interna estaba viva, y, aunque el camino frente a él estuviera cubierto de sombras, sabía que podía caminarlo, aunque tuviera que hacerlo solo.

No necesito tu ayuda—dijo Bernardo con voz rasposa, pero firme. Cada palabra parecía desgarrar el aire.No era una declaración de orgullo, sino de convicción.Si Robert elegía ayudarlo, que fuera por elección propia, no porque Bernardo lo pidiera.

El grupo permaneció en silencio.Por primera vez, las risas crueles habían desaparecido, sustituidas por un ambiente de expectación cargado de tensión.La decisión de Robert no solo cambiaría el momento; podría alterar todo lo que estaba por venir.

La tensión era palpable,casi como si el aire mismo estuviera reteniendo el aliento.Los ojos de Bernardo se alzaron, buscando en el rostro de Robert un resquicio de humanidad, algo que pudiera devolverle un mínimo atisbo de esperanza.Pero Robert seguía inmóvil, atrapado entre la presión de sus "amigos" y el peso de sus propios recuerdos.

¿Qué pasa, Robert?—preguntó Thomas, inclinándose hacia él con una sonrisa venenosa—.¿No estarás considerando ponerte de su lado, verdad?Porque, si lo haces, olvídate de todo lo que tienes ahora. Olvídate de nosotros.Serás igual que él.

Robert apretó los puños.Las palabras de Thomas eran afiladas, destinadas a forzarlo a elegir: el camino fácil y vacío o el camino correcto y lleno de incertidumbre.Pero en su mente, el eco de la risa infantil de Bernardo, de los días en que eran amigos, seguía resonando.Había algo en esa imagen que no podía ignorar, por más que lo intentara.

Lo curioso de ti, Thomas, es que siempre crees tener el control.—La voz de Robert rompió el silencio como un rayo, firme pero baja, cargada de una peligrosa calma—.Pero no eres más que un perro que ladra cuando se siente amenazado.

La sonrisa de Thomas se desvaneció, reemplazada por una expresión de incredulidad.Camila y los demás intercambiaron miradas nerviosas; ninguno de ellos había visto a Robert enfrentarse así antes.

Mientras tanto, Bernardo seguía observándolo, sintiendo cómo una pequeña chispa de esperanza se encendía dentro de él.No sabía si Robert realmente intervendría, pero sus palabras ya habían comenzado a cambiar la dinámica.Las sombras que lo rodeaban parecían retroceder ligeramente.

¿Entonces qué harás, Robert?—dijo Thomas, su voz baja y amenazante, tratando de recuperar el control—.¿Defenderás a este desperdicio? ¿Arriesgarás tu lugar por él?

La mirada de Robert se endureció, y finalmente, dio un paso adelante.Su decisión estaba tomada. —Prefiero perder mi lugar que mi dignidad.

El silencio fue absoluto.Por primera vez, incluso las sombras que acechaban a Bernardo parecieron detenerse, como si todo el universo estuviera esperando el desenlace de ese instante.Robert había hablado, y con sus palabras, el equilibrio de poder había cambiado drásticamente.

La atmósfera enrarecida se llenó de un respeto tenso.Los amigos de Thomas, que hasta hace poco reían con desprecio, ahora se sentían intimidados por la figura de Robert.No era solo su postura o sus palabras lo que imponía, sino la reputación que lo precedía.Robert no era simplemente otro heredero; era un prodigio, un símbolo de lo que aspiraban a ser pero sabían que nunca alcanzarían.

Los rumores sobre su habilidad innata, "Holy Light", habían corrido como pólvora.Aunque aún no había despertado completamente, su potencial era evidente.Sus logros académicos y su destreza en el uso del maná lo situaban en un pedestal inalcanzable.Incluso los adultos en las reuniones sociales mencionaban su nombre con admiración, comparándolo con figuras legendarias del pasado.

Uno de los chicos, Ivan, tragó saliva con dificultad, rompiendo el incómodo silencio.—Robert, no tienes que ponerte así... —intentó suavizar la tensión con una sonrisa torpe—.Solo estábamos jugando.

Robert dirigió su mirada hacia Ivan, fría como el filo de una espada.¿Esto te parece un juego, Ivan?—preguntó con una calma gélida, su voz cargada de desaprobación—.Porque lo único que veo aquí es un grupo de cobardes abusando de alguien que no puede defenderse.

Camila cruzó los brazos, intentando mantener su actitud altiva.No es nuestra culpa que Bernardo sea débil.—Soltó una risa nerviosa, aunque su voz tembló al final—.Esto no es más que selección natural, ¿no? Los fuertes sobreviven, los débiles caen.

Robert levantó una ceja, exhalando un suspiro pesado.¿Esa es la lógica que usas para justificar tu mediocridad, Camila?—sus palabras fueron como un latigazo, provocando que la joven retrocediera ligeramente, incapaz de mantener su fachada segura—.Lo único que veo aquí es debilidad disfrazada de fuerza.

Thomas, por su parte, apretó los dientes.No soportaba el hecho de que Robert tuviera la última palabra.Su orgullo herido era evidente, pero incluso él sabía que enfrentarse a Robert directamente sería un error peligroso.

Mientras tanto,Bernardo seguía en el suelo, observando la escena con ojos entrecerrados.Sentía una mezcla de confusión y esperanza, preguntándose si esta sería la primera vez en mucho tiempo que alguien realmente lo defendía, o si todo esto era solo otra estratagema que terminaría en más sufrimiento para él.La chispa dentro de él creció, aunque aún tímidamente, al darse cuenta de que la balanza estaba empezando a inclinarse.

Finalmente, Robert se giró hacia Bernardo, tendiéndole una mano.Levántate. No tienes que demostrarles nada.

El gesto fue simple, pero cargado de significado.Bernardo dudó, pero al final, con esfuerzo, tomó la mano de Robert, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que alguien lo veía como algo más que un "lisiado".Las risas crueles se habían desvanecido, y en su lugar quedaba un silencio que pesaba más que cualquier palabra.

El peso de la tensión era insoportable.Todos en el círculo de Thomas sabían que Robert no solo era el mejor en lo académico, sino también en lo que respectaba a las habilidades de maná."Holy Light"era un don raro, algo que la mayoría solo podría soñar con poseer. Para muchos, él representaba el futuro, mientras que ellos seguían atrapados en su mediocridad.

Los ojos de los presentes se movían entre Robert y Bernardo.Si bien Bernardo era el blanco de todas las burlas, había algo en él que hacía que incluso los más poderosos se sintieran incómodos, algo en su resistencia ante el sufrimiento que no podían ignorar.La situación se volvía más compleja conforme el tiempo pasaba.

Por un lado, estaba la admiración hacia Robert.Era la figura más destacada, con un futuro brillante y una habilidad que todos querían alcanzar. La envidia no solo lo rodeaba, sino que también lo impulsaba a mantener su imagen de líder entre aquellos que se consideraban sus iguales. Sin embargo,su mirada hacia Bernardo no era solo de desdén.Había algo más allí, un conflicto que se reflejaba en su rostro, como si se enfrentara a una versión rota de su propio pasado.

Algunos de los chicos, como Ivan y Camila, no podían evitar la incomodidad que les causaba la presencia de Robert.Estaban atrapados entre la admiración y la ira.Al final, todos sabían que, sin importar cuán brillante fuera su habilidad, Robert se encontraba en una encrucijada.Su lealtad, antes sin cuestionamientos, ahora estaba en juego.

Thomas, sin embargo, mantenía su postura desafiante, aunque internamente sentía cómo la presión aumentaba.Sabía que el vínculo de Robert con su grupo de amigos estaba comenzando a desmoronarse,y en ese momento, la verdad no podía ignorarse: Robert ya no era el mismo que antes.

La atmósfera se volvió aún más espesa a medida que las miradas se volvían más cargadas de tensión.Cada uno luchaba con sus propios demonios internos, enfrentándose a sus inseguridades mientras observaban cómo Robert tomaba decisiones que no solo afectaban a Bernardo, sino también a la estructura social en la que todos ellos se movían.La quietud era lo único que quedaba en el aire, el silencio pesado de un momento decisivo.

Roberthabía sido un amigo en la infancia, un vínculo que parecía eterno, pero ahora, a medida que las sombras de su poder se alzaban sobre él, el peso de las expectativas lo arrastraba hacia un abismo de decisiones difíciles. La lealtad, esa cualidad que antaño había sido el pilar de su relación conBernardo, ya no era más que un lujo que se veía obligado a abandonar. Su mente se encontraba dividida, atrapada entre los recuerdos de un tiempo más inocente y las realidades del ahora: un mundo donde cada acción tenía un costo, y la supervivencia requería hacer sacrificios.

Los murmullos comenzaron a elevarse entre los amigos deThomas, como si el aire mismo se viera contaminado por sus dudas y resentimientos. Las miradas de los presentes se posaban sobre él, y en ellas brillaba una mezcla de expectativa y desdén.Robertpodía sentir la presión de sus ojos, y aunque su mente seguía tambaleándose bajo el peso de sus pensamientos, algo dentro de él se mantenía firme: el recuerdo de su amistad conBernardo.

La batalla interna que libraba se intensificaba con cada susurro, con cada mirada de reproche.Robertmiró aBernardodesde la distancia, observando cómo su amigo, su viejo amigo, se mantenía erguido, a pesar del dolor y la humillación. Un nudo de incomodidad se formó en su estómago. ¿Qué tan lejos había llegado para renunciar a todo lo que alguna vez compartieron? ¿Realmente estaba dispuesto a dejar que el poder y el miedo definieran su vida, separándolo para siempre de las raíces de su humanidad?

Las partículas doradas y blancas comenzaron a tomar forma de pequeñas gotas que cayeron sobre el cuerpo de Bernardo, sanando sus heridas más profundas.Era un espectáculo casi mágico; el maná brillaba intensamente mientras las heridas se cerraban lentamente, dejando a todos boquiabiertos ante la demostración del poder de Robert. Mientras que las gotas caian, poco a poco comenzarona desvanecerse, dejando tras de sí una piel regenerada, intacta, como si las cicatrices del pasado jamás hubieran existido. La luz del maná que fluía a través del aire parecía un susurro del futuro, una promesa de renovación.Bernardoobservaba en silencio, sintiendo una mezcla de asombro y gratitud mientras las heridas, tanto físicas como emocionales, comenzaban a cerrarse. El poder deRobert, su habilidad casi divina, era algo que solo unos pocos afortunados podían dominar, y ahora estaba frente a él, ofreciéndole la oportunidad de recuperar algo que parecía perdido para siempre.

Los ojos de todos se fijaron en la escena. Aquellos que antes lo habían visto como un objeto de burla y desprecio, ahora se quedaban sin palabras, incapaces de entender cómo algo tan hermoso y sorprendente podía haber surgido de la misma persona a la que habían humillado. La brillantez de las gotas de maná que caían sobreBernardoiluminaba su rostro, revelando una cara llena de incertidumbre pero también de renacimiento. Aunque aún temblaba de debilidad, algo dentro de él comenzaba a cambiar.

El poder deRobertno solo había sanado su cuerpo, sino que, de alguna manera, también había dado nueva vida a su espíritu. Las tensiones entre los presentes eran palpables, con algunos observando con admiración, mientras que otros comenzaban a sentir una creciente inquietud, cuestionándose si aún valía la pena seguir manteniendo una actitud tan destructiva.

Pero lo que más sorprendió a todos fue que, mientras las gotas doradas desaparecían, el rostro deBernardono reflejaba gratitud inmediata. En su lugar, había una calma inexplicable, como si hubiera alcanzado una comprensión más profunda de lo que realmente importaba en ese momento. No se trataba solo de curar heridas o de la muestra de poder deRobert; se trataba de algo más grande, algo que iba más allá de la sanación física. Era el despertar a su propio valor y dignidad.

Robert, al ver esto, sintió un leve estremecimiento. Quizá había hecho más porBernardode lo que jamás imaginó, pero lo que no comprendía del todo era cómo este acto de compasión podía transformar tanto a su viejo amigo. Mientras observaba la calma deBernardo, se dio cuenta de que este era el comienzo de algo que ni siquiera él podía prever.

Está hecho. Desde ahora, no me dirijas la palabra, o lo que te hizo la maestra será solo una caricia—dijoRobert, su tono frío y distante, cortante como el filo de una espada. Las palabras resonaron en el aire como un eco que dejó una huella palpable en todos los presentes. Los amigos deThomasintercambiaron miradas nerviosas, sus rostros reflejaban el desconcierto y la sorpresa ante la repentina intervención deRobert. La dinámica del grupo había cambiado de forma drástica. Ya no eran meros observadores del sufrimiento ajeno, disfrutando del espectáculo como si fuera una obra de teatro macabra; ahora se encontraban frente a alguien que podría desafiar su estatus, alguien con un poder y una determinación que los hizo vacilar.

La atmósfera se volvió densa, pesada, como si el aire mismo se hubiera vuelto más espeso ante la presencia deRobert. Los murmullos de los amigos deThomascrecieron, pero había un toque de temor en sus voces, como si ya no supieran cómo reaccionar ante la firmeza de su compañero.Bernardo, aún de rodillas en el suelo, sintió cómo su corazón latía más rápido, entre la confusión y la extraña esperanza de que quizás, por una vez, alguien podría ver más allá de su sufrimiento. Sin embargo, sabía que este acto de solidaridad deRobertno era un salvavidas definitivo, sino tal vez solo una chispa en medio de la oscuridad. ¿Sería suficiente? ¿O solo prolongaría su agonía? Las dudas se multiplicaban mientras las miradas de los demás se volvían cada vez más pesadas, más cargadas de juicio y resentimiento.

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