Capítulo 3: Por primera vez Fuiste útil

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Pero al otro lado del campo de batalla,Henryno pudo evitar un gesto de puro desprecio.Sus ojos se entrecerraron, y luego los puso en blancocon exagerada teatralidad, como si las palabras de Carlos fueran poco más que un espectáculo patético.

¿De verdad, Carlos?—Henry dejó escapar una carcajada seca, impregnada de burla y crueldad. —Esas palabras... esas palabras hipócritas, ¿acaso las escuchas tú mismo? Hablas de luchar por tus familias y tus hijos, pero aquí estás, empujando a tus hombres hacia su muerte solo para proteger a tu inútil linaje. ¿Crees que ellos no lo saben? ¿Crees que tu fachada de líder no se cae a pedazos ante ellos?

Los guardias intercambiaron miradas nerviosas.Las palabras de Henry tenían filo,y algunos de ellos no pudieron evitar preguntarse si tenía razón.Carlos, por su parte, apretó los puños con tal fuerza que sus uñas se clavaron en la carne de sus palmas.

¡Cierra la boca, Henry!—rugió, dando un paso al frente. —No eres más que un monstruo que solo sabe destruir. Mis hombres luchan porque creen en algo más grande que tú. Creen en un futuro donde tú no existas.

Henry inclinó la cabeza hacia un lado, una sonrisa torcida en su rostro. —¿Más grande que yo? Patético. Vamos, Carlos. Muéstrame ese "futuro" del que hablas. O mejor aún... permíteme destruirlo ante tus propios ojos.

El aire a su alrededor pareció oscurecerse. La tensión entre ambos era palpable, un choque de voluntades en el que las palabras eran tan afiladas como las armas que portaban.La batalla que estaba por venir no solo definiría el destino de los combatientes, sino también el corazón de quienes aún tenían esperanza de sobrevivir.

Ryan, con la respiración agitada y el sudor cayendo como ríos por su rostro, apretó con fuerza sulanza celeste, cuyas runas brillaban tenuemente en la oscuridad del campo de batalla. Sentía el peso de la presión como si una montaña descansara sobre sus hombros.Observó a su padre enfrentándose al despiadado Henry, cuyas palabras eran tan afiladas como los ataques que había lanzado antes.

Sabía queno tenía tiempo que perder.Cada segundo que pasaba era un paso más hacia la derrota, no solo de él, sino de todo lo que alguna vez valoró.Carlos estaba ahí, luchando desesperadamente, y los guardias caían uno tras otro, víctimas de la magnitud del poder de Henry.

"No puedo dejar que esto termine así," pensó Ryan, cerrando los ojos por un breve instante, buscando una chispa de concentración en medio del caos. Lalanza celestepulsaba en su mano, como si compartiera su determinación, respondiendo al sacrificio de su runa.El aire a su alrededor comenzó a cambiar; un frío intenso se extendió, y una luz azulada emanó de su arma.

¡Padre, retrocede!—gritó, su voz cargada de desesperación y resolución. —¡Este es mi turno!

Carlos giró la cabeza hacia él, dudando por un momento, pero algo en los ojos de Ryan lo hizo dar un paso atrás.Era la mirada de alguien dispuesto a sacrificar todo, incluso su vida, por una oportunidad de cambiar el destino.

Ryan levantó lalanzay apuntó directamente a Henry, quien no parecía impresionado en lo más mínimo. Al contrario, una sonrisa burlona se dibujó en su rostro.

¿Crees que un simple niño como tú puede hacer algo contra mí?—se burló Henry, alzando una ceja. —Haz tu mejor esfuerzo, pero recuerda esto: nada de lo que hagas importa.

Ryan no respondió; en su lugar,giró su lanza con precisión, creando una espiral de agua que comenzó a formar un ciclón a su alrededor. La fuerza del viento y la humedad se intensificaron, empapando el terreno y llenando el aire con un estruendo ensordecedor.El ataque no sería sencillo; no había margen para errores.

Esto es por todos los que han caído por tu mano, Henry, y por todos los que aún dependen de mí.—El grito de Ryan resonó como un juramento, y con un movimiento decidido, lanzó la lanza con toda su fuerza.

Lalanza celestecortó el aire con una velocidad cegadora, envuelta en el ciclón de agua que amplificaba su impacto.Henry no se movió; no lo necesitaba.Con un simple gesto de su mano, formó un muro de sangre solidificada que bloqueó el ataque, pero el impacto fue tan fuerte que incluso él retrocedió unos pasos.

Por un instante, el campo de batalla quedó en silencio, excepto por el sonido del agua que caía al suelo. Ryan jadeaba, apenas manteniéndose en pie, mientras Henry examinaba su barrera rota con una mezcla de sorpresa y diversión.

No está mal, chico, pero aún estás lejos de poder alcanzarme.—Henry chasqueó los dedos, y la barrera rota se desvaneció. —Ahora, es mi turno.

Antes de que Ryan pudiera reaccionar, Henry apareció frente a él con una velocidad imposible.Lo tomó del cuello con una sola mano, levantándolo como si no pesara nada.

Tu "mejor esfuerzo" no es suficiente, y nunca lo será.—Henry apretó su agarre, mientras Ryan luchaba por respirar. La lanza celeste cayó al suelo, su brillo apagándose lentamente.Carlos observó la escena con horror, sabiendo que si no hacía algo pronto, perdería a su hijo ante la monstruosidad de Henry.

Ryan, con los pulmones ardiendo y su cuerpo al borde del colapso, apretó los dientes con feroz determinación. Con un rugido que resonó como un eco desafiante en medio del caos,canalizó el maná que le quedaba, incluso rompiendo otra runa sin dudarlo.El sacrificio se reflejó en sus ojos, que brillaron con un intenso fulgor azul.

En sus manos, una nueva lanza de agua comenzó a formarse, idéntica a la primera.Las serpientes grabadas en su superficie parecían moverse de forma independiente, retorciéndose y danzando con una ferocidad que reflejaba el alma de su creador. La presión en el aire cambió de inmediato; incluso los guardias que observaban desde la distancia sintieron un escalofrío recorrer sus cuerpos.

¡No me rendiré, no mientras aún pueda pelear!—gritó Ryan, con la voz desgarrada pero firme, mientras lanzaba lanueva lanzahacia Henry.

El armasurcó el aire como un relámpago azul, silbando con un sonido agudo que cortaba la tensión del campo de batalla.Los patrones serpentinos brillaban intensamente, como si estuvieran vivas, devorando la distancia entre Ryan y Henry con una velocidad aterradora.

Henry, de pie entre las sombras de su propia arrogancia,alzó una ceja, ligeramente sorprendido por la persistencia del joven. Pero su expresión no denotaba preocupación, sino un ligero atisbo de aburrimiento.

¿Otra vez lo mismo, chico?—murmuró con desdén, levantando una mano envuelta en una niebla carmesí para interceptar el ataque.

La lanzaimpactó con un estruendo ensordecedor, desatando una explosión de agua que cubrió a Henry en una tormenta de gotas afiladas como cuchillas. Por primera vez, su figura se tambaleó, aunque no por el daño del ataque, sino por la intensidad de la fuerza detrás de él.

Cuando la niebla acuática se disipó,Henry emergió con una sonrisa torcida en su rostro.Su brazo derecho tenía un corte superficial, apenas visible pero presente, un testimonio del sacrificio de Ryan.

¿Ves? No eres completamente inútil.—Henry se lamió la sangre del corte con una tranquilidad perturbadora. —Aunque todavía no dejas de ser un insecto.

Ryan cayó de rodillas, jadeando mientras sentía cómo el agotamiento comenzaba a reclamar su cuerpo. Cada respiración era un recordatorio de lo cerca que estaba del límite. Su lanza se desvaneció en el aire, dejando tras de sí solo el eco de su esfuerzo.

Carlos, al ver la condición de su hijo,dio un paso adelante, gritando con desesperación y furia:

¡No permitiré que esto continúe! ¡Henry, enfrentarás a alguien de tu nivel!

Henry rió suavemente, su risa resonando como una melodía macabra en el campo de batalla.

¿De mi nivel? Carlos, si crees que puedes ofrecer más que este niño, adelante. Pero te advierto, tu destino no será diferente.—Henry extendió los brazos, como invitando al anciano a intentarlo, mientras un aura carmesí crepitaba alrededor de su cuerpo, amenazante y desbordante.

Mientras tanto, los guardias que observaban desde la retaguardiasusurraban entre ellos, aterrados y fascinados al mismo tiempo.

¿Viste eso? ¡Ryan logró herirlo!
Sí, pero... ¿a qué costo? Apenas puede mantenerse en pie.
Carlos va a intervenir ahora. Tal vez... tal vez haya esperanza.

Pero incluso mientras esperaban lo mejor,sabían que estaban presenciando algo que superaba por mucho su comprensión, una lucha entre fuerzas titánicas que podrían decidir el destino de todos.

Carlos avanzó con pasos firmes, el peso de los años y las batallas reflejándose en su mirada, pero también una determinación feroz.Su espada, aunque desgastada por el tiempo, comenzó a brillar con un tenue resplandor dorado,una señal de que estaba canalizando cada fragmento de maná que podía reunir.El aura alrededor de Henry y su sonrisa burlona no hicieron más que avivar el fuego en el corazón del anciano.

¡He perdido demasiado para dejar que tú me arrebates lo poco que me queda!—bramó Carlos, levantando su espada en un arco amplio que hizo vibrar el aire a su alrededor.

Henry permaneció inmóvil, su expresión apenas cambiando.Observó a Carlos con una mezcla de burla y curiosidad, como si quisiera ver hasta dónde llegaría el anciano en su desesperación. Pero detrás de esa calma aparente, los ojos de Henry brillaban con una astucia maliciosa; sabía que este enfrentamiento no era más que un entretenimiento pasajero para él.

Carloscargó con una velocidad sorprendente para alguien de su edad,su espada envuelta en un destello dorado que crepitaba con energía. Cada paso resonaba con fuerza, y el suelo bajo sus pies parecía temblar con cada movimiento.Los guardias lo miraban con asombro; incluso aquellos que habían perdido la fe sentían una chispa de esperanza al verlo luchar.

¡Ahora, Ryan, recupera tu fuerza!—gritó Carlos mientras se lanzaba hacia Henry. —¡Protegeré este momento, aunque me cueste la vida!

La espada de Carlos chocó contra el brazo de Henry, que ahora estaba envuelto en una densa barrera carmesí.El impacto resonó como un trueno, desatando una onda expansiva que derribó a los guardias más cercanos y arrancó trozos de tierra del campo de batalla. El rostro de Henry se torció brevemente al sentir la fuerza detrás del golpe, pero rápidamente su expresión volvió a su habitual desdén.

¿Eso es todo, Carlos? Pensé que eras más que un viejo terco con una espada oxidada.—Henry extendió su mano libre, envolviendo su puño en energía carmesí mientras preparaba un contraataque. —Déjame enseñarte lo que significa el verdadero poder.

Un golpe devastador de Henry impactó contra Carlos, enviándolo volando hacia atrás.El anciano rodó por el suelo, dejando un rastro de sangre antes de detenerse. Pero a pesar del dolor y el impacto,Carlos se levantó lentamente, tambaleándose pero aún de pie.

No... terminarás con mi familia tan fácilmente.—escupió Carlos, limpiándose la sangre del rostro mientras volvía a alzar su espada.

Ryan, desde el suelo, observó la escena con una mezcla de horror y admiración.Sabía que su padre no podía ganar este combate, no contra alguien como Henry. Pero también sabía que Carlos estaba comprando tiempo, y ese tiempo era su única oportunidad.

Padre...—murmuró Ryan, su voz cargada de culpa y angustia.Sus manos temblaron mientras intentaba reunir suficiente maná para levantarse.Sabía que no podía quedarse de brazos cruzados, pero cada parte de su cuerpo gritaba en protesta.

Mientras tanto, los guardias comenzaron a moverse,inspirados por la valentía de Carlos.Uno de ellos, Felipe, apretó los dientes y levantó su arma.

¡No podemos dejarlo luchar solo!—gritó, cargando hacia Henry con los pocos hombres que aún podían mantenerse en pie.La escena se volvió caótica, con los guardias intentando flanquear al imponente guerrero.

Henry simplemente rió,su voz resonando como una carcajada oscura y desalmada.

¿De verdad creen que tienen una oportunidad? Solo están acelerando su propia muerte.

Con un gesto de su mano, desató un barrido de energía carmesí que atravesó a varios guardias, derribándolos como muñecos de trapo.La sangre salpicó el suelo mientras los gritos de dolor llenaban el aire.

Carlos aprovechó la distracción para atacar una vez más,su espada buscando cualquier abertura en la defensa de Henry. Pero el poder del enemigo parecía insuperable, y cada golpe que daba se encontraba con una fuerza abrumadora.

Mientras tanto, Ryanlogró ponerse de pie, su lanza celeste una vez más brillando en sus manos.El joven respiró profundamente, sintiendo el peso del momento caer sobre él.

No dejaré que mi padre muera... no mientras yo tenga algo de fuerza.—Ryan apuntó su lanza hacia Henry, canalizando cada fragmento de maná que podía reunir.

La batalla continuaba, y con cada segundo, la línea entre la esperanza y la desesperación se volvía más tenue.El campo de batalla estaba teñido de sangre, sudor y determinación, pero el desenlace seguía siendo incierto.

Henry movió su mano con un aire de soberbia,desviando la lanza celeste como si fuera un simple juguete. El ataque de Ryan se disipó al instante, pero el joven no permitió que la frustración lo venciera.El sudor goteaba por su frente mientras apretaba los dientes, sus ojos brillando con una mezcla de ira y determinación.

¿Eso es todo?—se burló Henry, con una sonrisa ladeada que irradiaba desprecio—.¿De verdad crees que algo tan patético podría siquiera arañarme? Tu maná no es más que una chispa en comparación al incendio que soy.

Ryan retrocedió un paso, pero no con miedo.Su respiración era pesada, y sentía cómo cada fibra de su cuerpo ardía, no solo por el agotamiento, sino por la creciente fuerza que emergía de lo más profundo de su ser.El maná a su alrededor comenzó a fluir de manera errática, chispeando como un torrente desbordado.

No pienso detenerme. No mientras pueda luchar.—Ryan habló entre jadeos, sus palabras impregnadas de una feroz determinación. Sus manos comenzaron a brillar mientras reunía cada fragmento de energía que le quedaba. —Por mi familia, por mi padre... por todo lo que me importa.

Henry arqueó una ceja, su sonrisa burlona volviéndose más afilada.Extendió su brazo con desdén, como si desafiara a Ryan a intentarlo nuevamente.

Adelante, insecto. Muéstrame cuánto estás dispuesto a sacrificar antes de que te aplaste como el gusano que eres.

Ryanlevantó su lanza una vez más, pero esta vez había algo diferente.Los patrones serpentinos que decoraban el arma comenzaron a moverse, retorciéndose y brillando con un fulgor azulado.El aire a su alrededor se enfrió de repente, y una brisa helada envolvió el campo de batalla, haciendo que incluso Henry se detuviera por un momento para analizar el cambio.

¿Qué está haciendo?—preguntó uno de los guardias, su voz temblorosa mientras observaba la transformación de Ryan.

No lo sé, pero... nunca había visto algo así,—respondió otro, con los ojos muy abiertos mientras el maná celeste de Ryan comenzaba a formar remolinos a su alrededor.

Carlos, aún tambaleante, miró a su hijo con un destello de esperanza en sus ojos, mezclado con preocupación.Sabía que Ryan estaba superando sus límites, pero también conocía el precio de hacerlo.

Ryan... detente antes de que sea demasiado tarde,—murmuró, su voz quebrándose mientras apoyaba su peso en su espada.

Ryan no escuchaba.Su mente estaba completamente enfocada en el combate, en el hombre que había amenazado con destruir todo lo que amaba.Con un grito que resonó como un trueno, arrojó su lanza una vez más.

Esta vez, el ataque fue diferente.La lanza no solo voló hacia Henry, sino que dejó a su paso un rastro de energía gélida que congeló el suelo y el aire a su alrededor.El poder acumulado era abrumador, y el impacto potencial era evidente incluso para los ojos inexpertos.

Henry se preparó para recibir el ataque, pero algo en su expresión cambió.Aunque su arrogancia seguía presente, una chispa de reconocimiento cruzó por sus ojos.

Vaya, parece que el cachorro puede morder, después de todo,—murmuró, levantando ambas manos para formar un escudo carmesí que crepitaba con energía pura.

La lanza de Ryan impactó contra el escudo de Henry, y el choque desató una explosión masiva.El sonido fue ensordecedor, y una onda expansiva barrió el campo de batalla, derribando a los guardias restantes y dejando a Carlos de rodillas.La luz de la explosión cegó a todos por un instante, y el frío extremo se mezcló con el calor abrasador del maná de Henry, creando un caos elemental.

Cuando el polvo comenzó a asentarse,Henry permanecía de pie, su escudo parcialmente agrietado pero intacto.Su expresión ahora era un cruce entre irritación y respeto.

Debo admitir que me sorprendiste, muchacho,—dijo, bajando lentamente sus manos mientras el escudo se disipaba—.Pero si esto es todo lo que tienes, me temo que tu historia termina aquí.

Ryanjadeaba, agotado por el esfuerzo, pero no bajó la mirada.Aunque su cuerpo temblaba y sentía que cada parte de él estaba al borde del colapso, todavía sostenía la determinación de seguir luchando.

Esto no ha terminado...—susurró, apenas audible, mientras intentaba reunir la fuerza para levantarse una vez más.En su mente, la imagen de su padre, de los guardias y de su madre perdida lo impulsaban a continuar.

Henry avanzó lentamente hacia él,su figura imponente proyectando una sombra sobre el agotado Ryan.La batalla estaba lejos de terminar, pero la diferencia de poder parecía insalvable.

Labatallase intensificó, el rugido delchoquede fuerzas retumbando por el aire, una sinfonía de destrucción que no dejaba espacio para la duda. Cadagolperesonaba como un trueno, vibrando en los corazones de todos los presentes.HenryyRyanparecían casi dos fuerzas de la naturaleza en conflicto, el poder de sus ataques desbordando los límites de la realidad. Losguardias, como sombras al pie de una montaña, apenas podían mantenerse en pie bajo la presión de la lucha. Latensiónera palpable; el aire se volvía denso con el sudor, el miedo y la anticipación, mientras el terreno temblaba bajo el peso de losimpactos.

Lanoche oscurase iluminó con destellos cegadores, cada explosión de poder dejando su huella en el mundo.Sombras danzantesse estiraban y se retorcían, como si el propio suelo temiera lo que estaba sucediendo. Cada estallido de energía parecía marcar elfin de una era, labatallano solo se libraba en el campo, sino también en los corazones de aquellos que observaban, sus destinos atados a los de los combatientes. El tiempo parecía haberse detenido; la muerte rondaba cerca y los sacrificiosinminentesse sentían más cercanos con cada segundo.

Cadadecisiónque se tomara ahora podría significar ladiferenciaentre la victoria y la ruina.Carlosy los suyos sabían que no podían dejar escapar la oportunidad.Ryan, con su mente nublada por la furia y la desesperación, sentía que cada movimiento podría ser su último. Sabía que si no hacía lo que fuera necesario, todo lo que amaba se desvanecería en un mar de sangre.

Henryobservaba, sin prisa, con una fría sonrisa en su rostro, sintiendo el dolor de sus enemigos, sabiendo que lavictoriaya estaba casi al alcance de su mano. El futuro de todos se jugaba en esta última prueba defuerzayvoluntad.

Losguardiasestaban al borde del colapso emocional, el peso de la situación desbordando susmentesy corazones. Algunos, incapaces de soportar más, cerraron losojos, buscando un resquicio de concentración en medio del caos, como si intentar escapar mentalmente les diera algo de control. Otros, más resistentes, mantenían su mirada fija en suslíderes, enCarlosyRyan, con una mezcla deesperanzaymiedoentrelazados, como una cuerda tensa que podía romperse en cualquier momento.

Sabían, con una certeza aplastante, que estaban ante algo mucho más grande que una simple batalla por la supervivencia. Era una luchadesgarradorano solo por susvidas, sino por elfuturode todo lo que amaban: susfamilias, suslegados, los sueños que habían forjado a lo largo de los años. Cadadecisión, cada movimiento desus líderes, podría significar la diferencia entre unfuturode paz o ladestrucciónde todo lo que conocían.

Laatmósferase sentía densa, como si el mismocieloestuviera apretando sobre sus hombros. Sabían que cadagolpeque resonaba en la distancia era una llamada aldesespero, un recordatorio de lo que se jugaba en esta batalla. Y, sin embargo, a pesar de todo elmiedoque los envolvía, no podían apartar la vista, esperando una señal de que todo no estaba perdido. Pero el camino hacia lavictoriaera incierto, y en cada rincón de sus almas se apagaba la chispa de la duda, eclipsada solo por la fuerza de sudeterminación.

Carlosapretó los dientes con tal fuerza que el dolor casi se convirtió en un eco en su mandíbula, pero lo ignoró. Susojosbrillaban con una intensidad feroz mientras observaba aHenry, quien, como una tormenta a punto de desatarse, se preparaba para desatar todo su poder.Henrypensaba que estaba al borde de su máximapotencia, pero Carlos sabía algo más: no iba a ser suficiente.

Ladeterminaciónardía en elcorazónde Carlos, una llama que nunca antes había sentido tan viva, tan imparable. Cada fibra de su ser se llenaba de un propósito inquebrantable.Ryan,su hijo,su familia,su legado... Todo lo que amaba estaba en juego, y no permitiría que todo se desmoronara en las garras deHenry. Sabía que este era el momento en que debía ser más que un líder, más que un hombre, debía ser la barrera que defendiera todo lo que significaba su existencia.

Con ungrito ferozque resonó en toda lanoche oscura, su voz rasgó el aire con tal fuerza que el suelo tembló. Carlos avanzó con una velocidad imparable haciaHenry, cada paso resonando como untrueno, cada movimiento cargado de unaviolencia contenidaque solo un hombre dispuesto a sacrificarlo todo podía poseer. Su cuerpo vibraba con la energía de sudeterminación, el poder de laprotecciónlo impulsaba hacia adelante.Nada lo detendría. ¡No podía dejar que esto terminara así!

Henryse alejó enmenos de dos pasos. En un parpadeo, susmovimientoseran tan rápidos que susenemigosno pudieron ni siquiera anticipar sus acciones. Losguardiasintentaron concentrar sus esfuerzos en atacarlo, pero era como si el aire mismo se hubieravuelto contra ellos.El espacioa su alrededor comenzó a distorsionarse de una manera que desafiaba toda lógica, como si la mismarealidadse estuviera doblando ante suvoluntad. En un instante,Henry desapareció, como si el mismo aire lo hubiera absorbido, convirtiéndose en una sombraintangenteque ya no pertenecía a ese lugar.

LahabilidaddeHenryparamanipular el espacioera algo de otro mundo, algo que desbordaba las leyes de la física. Losataques de los guardias, que habían sido lanzados con tanto esfuerzo y valentía, sedesvanecieronal intentar golpearlo,absorbidospor la distorsión que él controlaba. Cada golpe que intentaban dar no hacía más queredirigirsu propia fuerza contra ellos. Aquello que debía ser una ofensiva terminó siendo unatrampa mortal, pues suspropios ataquesfueron desviados hacia lospropios compañeros, causando una carnicería en sus filas.

Ningúnataquelanzado por unusuario de manapodía hacerle daño físico. Lafuerza vitalque losguerrerosposeían, el mana que todos usaban como suenergía, fluíadentro de ellos, haciéndolos parte del mismo flujo de energía.Henrycomprendía que todo lo que se dirigiera hacia él, sería solo una extensión de su propio ser,incapaz de dañarlo. Esa comprensión lo hacía prácticamente invulnerable, mientras que sus enemigos se veían atrapados en unaguerra contra sí mismos, luchando en elvacíode un espacio distorsionado.

La escena se tornó aún máshorrible. Losguardiasno tuvieron tiempo de procesar lo que sucedía, susmentessumidas en el desconcierto, incapaces de comprender elnivel de poderal que se enfrentaban. En un abrir y cerrar de ojos,Henryya estaba frente a ellos, su presencia unapesadilla palpableque paralizaba el alma.

Antes de que pudieran reaccionar, elsuelo bajo sus piesse abrió de maneraviolenta.Espadassurgieron de la tierra, como si el mismocampo de batallarespondiera a lavoluntad de Henry. Losguardiasno pudieron hacer más quegritarantes de sercortados a la mitad, sus torsosseparadosbrutalmente mientras lastripasy lasangrese derramaban por el suelo, creando unapiscinade carmesí a su alrededor. No había misericordia en sus ojos, soloun vacíoprofundo y sin compasión.

Henry, observando a los caídos con una frialdad helada,sólo dejó escapar una sonrisa de despreciomientras susojosse vaciaban de toda emoción.Su mente estaba clara, y en su voz resonaba unasuperioridad absoluta. No había lugar para dudas. Su siguiente pregunta retumbó como un eco demuerte y destrucción:

—¿Qué nivel de habilidadera esta? —Pensaron los guardias,atónitos,desesperados, pero ya era demasiado tarde. Losoídosde los caídos ya no podían oír.

Henryse inclinó levemente, mirando a los sobrevivientes, sabiendo que ya estaban completamentedomados.

¿Quieren pararme?—preguntó en voz baja, su tono cargado dedesdén. Unrencorpalpable acompañaba cada palabra. Luego, su voz se tornó aún másoscuray amenazante—: —¿Osan Joderme?

Unsilencio mortalenvolvió la escena, mientras los pocos que quedaban con vida se hundían en elmiedo absoluto.

—Tomen mejor este consejo:Deténganseymuéranse—surisaera burlona, llena de un cinismo gélido—.Sucias e impías ratas, —sus palabras eran veneno puro,mortalespara quienes las escuchaban—. —Miren, no necesito dearmas en mis manos.Marchitos insectosque osanprofanar mi presenciacon vuestrostontos votos.

El aire se espesócon cada palabra. Henry no necesitabagolpear, susimple presenciaera suficiente para hacerlostemblar. El suelo bajo sus pies parecíarespiraral ritmo de supoder. Todo lo queHenrytocaba sepodríaal instante, como si la mismaexistenciade quienes estaban frente a él se vieradesequilibradaante susupremacía.

LapresiónsobreRyanera insoportable.La sangreleresbalabapor el rostro, el líquido oscuro mezclándose con las lágrimas dedesesperaciónmientras sus ojos, ya rotos por el esfuerzo, secontorsionabanbajo la presión del poder deHenry. Losrasgosde su rostro se distorsionaron por la agonía de tener quecontenecerataques que sobrepasaban su resistencia física y mental. Cadalatido de su corazónparecía acelerarse, mientras eldolorde laprimera runa rotalo mantenía al borde del colapso. Las pupilas de Ryan secontraían brutalmente, como si algo en su interior estuvieraapuntando hacia su destrucción.

La desesperaciónlo invadió por completo. Miró al frente, sus ojos buscando en los del monstruo que tenía enfrente algunaseñal de debilidad, perono la encontró. Estaba frente a algo quesuperaba su comprensión, algo más allá de sualcance.Henry, un ser que no solo manipulaba larealidada su alrededor, sino que también jugaba con las mismasleyesde la existencia, dejaba a Ryansin refugio, atrapado en lavoráginede un poder que amenazaba conconsumirlo.

El aire sevolvía más densoa cada segundo. Lalanza de Henrylo acechaba como unasombra mortal, su presencia era unasensación de peligro extremoque lo envolvía, apretando su pecho y haciendo que cadarespiraciónse volviera más difícil. Lasensación de vacíocreció, elvacíoque se instaló en su mente cuandosupoque si no hacía algo ahora,todo estaría perdido.

No había más tiempo.

Con ungrito interno, Ryan decidió queno podía rendirse, no ahora. Sabía que su cuerpo ya no podía seguir soportando más, pero si norompíael límite de susegunda runa, no habría manera de sobrevivir a lo que se le venía.La desesperación se tornó en determinación, su única opción era ir más allá de lo que sucuerpoymentepodían soportar.

Con ungiro brutal, extendió su mano hacia susegunda runay ladestrozócon toda lafuria acumuladaen su ser. Laexplosión de manáfueviolenta; su cuerpo se retorció bajo el impacto, y ungrito desgarradorsalió de su garganta mientras susfuerzasse drenaban más rápidamente que nunca.

Larunas rotasse esparcieron como fragmentos de unrompecabezas roto, y Ryan sintió elpoderfluir en él, a través de él, de una maneraincontrolable. Lassangrede sus ojos se intensificó mientras el manáse desbordabade su cuerpo, con un brillo feroz que lo rodeaba, llevándolo a unnuevo nivelde resistencia y poder.

Solouna cosa quedaba clara:o superaba sus límites, otodo lo que amabase desvanecería ante el poder deHenry.

—¿Qué pasa? Pensé que estabas orgulloso de tu fuerza, inútil —se burló Henry, disfrutando del caos que había desatado.

La tensión en el aire era palpable; cada palabra que salía de su boca era un recordatorio del abismo entre ellos.

Dime donde esta tu orgullo Ryan, eres un hombre orgulloso que mira a los mas debiles hacia abajo.

Lo hiciste con mi hijo.

Dime donde esta tu orgullo.

Las palabras deHenrycayeron como ácido sobreRyan, cada frase impregnada de desprecio y veneno.Henryse regodeaba con su propia superioridad, saboreando ladesesperaciónque se tejía alrededor de su enemigo.La batallaya no era solo una confrontación física, era undesafío psicológico, unaprueba de resistencia mentalque desbordaba cualquier límite conocido.

Ryan, aún temblando bajo el peso de su propio sacrificio, sintió elgrito de su almaal escuchar aquellas palabras. El veneno en la voz de Henry era unacuchillada directa a su orgullo; el mismoorgulloque había llevado a Ryan a desafiar al mundo ya sí mismoen busca de lasuperación. Pero ahora, mientras eldolorlo consumía y su cuerpo estaba al borde de ladestrucción,Henrysabía exactamente cómodestrozarlo.

¿Dónde está tu orgullo, Ryan?—la voz de Henry resonó conmaldaden cada sílaba.Ryansentía elvacíocrecer dentro de él con cada palabra, como si se le arrancara algo más que suintegridad física. Sabía queHenryno solo lo atacaba con sus poderes, sino que lo despojaba de su alma,de su esencia misma.

El rostro deRyanse contrajo conira.Recordóla expresión de su propio hijo que al igual que el miraba con desprecio a los mas débiles, las veces que habíamirado a los débilescondesdén, las veces que pensó que solo sufuerzavalía algo.Aquel tiempo de arroganciayautoengañole parecía ahora distante, como un mal sueño. Suorgullolo habíallevado a pisoteara los que consideraba inferiores,incluido el hijo de Henry. Pero ahora, en este punto de labatalla, ¿Quién era él realmente?¿Qué quedaba de su orgullo?

Henryhabía tocado una fibra sensible, una que Ryan había enterrado con eltiempoy que, ahora,emergía con toda su furia.

Sin embargo, mientras suorgullocomenzaba a disolverse en la realidad cruda de la lucha, algo en su interiorse encendió. En lugar de rendirse,Ryansintió cómosu desesperación se transformabaen una fuerza nueva, unafuerza renovada. En ese instante, dejó de pensar enel pasado, en los errores cometidos, y seenfocósolo en una cosa:proteger lo que amaba.

Mi orgullo está aquí, Henry. Está en cada uno de los que luchan conmigo. Está en el sacrificio de los que están dispuestos a morir por su familia, por su gente. No necesito más que eso.—dijo Ryan con una determinación renovada. Aunquelas heridaslo desgarraban, sus ojosbrillaron con una nueva luz, la luz de alguien que había dejado atrás el veneno de su orgullo paraenfrentar la realidady laverdadera fuerzaque venía de laprotección.

Era el momento deresponder, desuperarlas sombras del pasado.

Labatallaalcanzaba su clímax, el airepesadocon el estruendo de los ataques y ladestrucciónque se desataba a su alrededor.Henry, en su dominio absoluto de lamanipulación espacial, parecía moverse con una calma aterradora, el espacio mismo doblándose a su voluntad.Ryan, en contraste, estaba al borde del colapso. Cada respiración era un recordatorio de que el tiempo se agotaba, y con cada movimiento sentía como sufuerzase drenaba más y más.

A su alrededor, elcaosse apoderaba del campo de batalla.Los guardiasse esforzaban por mantenerse de pie mientras los ataques se desviaban y se volvían contra ellos, como si el mismo aire estuviera en contra. El poder deHenryno solo desbordaba el campo físico, sino que también alteraba lasleyes de la realidad, llevando labatallaa un nivelimposible de comprenderpara cualquiera que no estuviera tan profundamente inmerso en la magia.

Ryan,herido y agotado, sentía como cada intento por mantener laconstanciase desvanecía. Lasheridasen su cuerpo y mente ya eran demasiado grandes, y lasrunasque había destruido aún no se reconstruían, dejando sumanáen niveles peligrosamente bajos. Pero lo que más loatormentabano era la muerte que se cernía sobre él, sino laincapacidadde cumplir con supromesade proteger a sufamilia.

El resplandor de sulanza celestebrillaba de manera intermitente, como un faro de esperanza a punto de apagarse.Henry, viendo cómo su enemigo se tambaleaba, no pudo evitar una sonrisacruel. El poder de Ryan estabacasiagotado, y su voluntad estaba siendo puesta a prueba en el peor de los escenarios posibles.

"¿Aún crees que puedes salvar algo?", dijo Henry con unarisita sibilante. Sumanipulacióndel espacio lo hacía prácticamenteinvulnerable; cualquier ataque que Ryan pudiera lanzar no era más que unesfuerzo vano.

Pero Ryan, a pesar de todo, sintió algo dentro de él que comenzó acrecer. Era unúltimo destellode esperanza, el recuerdo de sus seres queridos, de sufamiliaque lo necesitaba. No se permitiría que Henrydestruyera todolo que había luchado por proteger. Con larabiay elcorajeque solo un hombre que ha perdido casi todo puede comprender, Ryan apretó losdientesy reunió lo poco que le quedaba de poder.

¡No! No voy a rendirme, no mientras haya algo por lo que luchar!—su grito resonó con la fuerza de una tormenta a punto de desatarse. Con cada palabra, elmanáen su cuerpo empezó aresurgir, no por las runas, sino por el poder de su propiavoluntad. Susojosbrillaron con una determinación férrea mientras lanzaba suúltima ofensiva.

Lalanzaceleste, más poderosa que nunca, se alzó una vez más en el aire, este vez con unaintensidadque desbordaba el espacio mismo. Ryan no sabía si sería suficiente, pero ya no importaba. Esta era suúltima oportunidad.

Con un último esfuerzo,Ryan invocó su maná, canalizando hasta la última chispa de su energía hacia lalanza azulque había creado. El arma, brillante como un fragmento de cielo líquido, crepitaba con energía desbordante. A pesar del dolor que lo consumía, a pesar de la sangre que brotaba de sus ojos y del agotamiento que quemaba cada fibra de su cuerpo, Ryan no cedió.

Su lanza no era solo un arma; era un símbolo del peso que llevaba.El legado de su familia, las esperanzas de quienes dependían de él, y su propia voluntad de no quebrarse.

El ataque de Henry, una ráfaga de poder oscuro que parecía doblar incluso la realidad a su alrededor, avanzaba hacia él con una fuerza abrumadora. Las distorsiones del espacio vibraban como si la misma existencia estuviera a punto de colapsar.

Ryan apretó los dientes, sintiendo cómo sumanárespondía a su llamado desesperado, alimentado por su determinación inquebrantable. Con un rugido que resonó en el aire cargado, lanzó sulanza azulhacia el ataque que se cernía sobre él. La punta del arma surcó el espacio como un cometa, dejando un rastro de luz celeste en su estela, buscando desviar el impacto mortal.

En ese instante,el tiempo pareció detenerse.Cada testigo contuvo el aliento, sus corazones latiendo al unísono con la esperanza de que Ryan pudiera desafiar lo imposible. La lucha no era solo por su vida, sino por algo mucho más grande:el nombre y el honor de su familia, un legado que pendía de un hilo desgarrado por el caos y la violencia.

Ryan, con los ojos entrecerrados y el cuerpo temblando,pensó en todo lo que había perdido y en todo lo que aún tenía por proteger."No puedo fallar. No fallaré."

¿Pensé que le dijiste a tu hijo que medio matara al mío porque era un lisiado?—Henry avanzó con calma, cada palabra cargada de veneno puro mientras su mirada se clavaba en Ryan como si fuera un insecto aplastado bajo su bota—.Me pregunto qué pensará tu hijo si su padre termina siendo un lisiado.

Sin esfuerzo alguno,Henry despreciaba el ataque de lanza de Ryan, abofeteándola con el dorso de su mano. El impacto fue brutal; lalanza azul, que brillaba con el esfuerzo desesperado de Ryan, salió disparada en un arco caótico, chocando contra un rayo lanzado por Carlos.La explosión resultante sacudió el campo de batalla, iluminando la escena con una luz cegadora que revelaba los rostros aterrados de los guardias. Carlos, atónito, miró cómo su rayo se desintegraba en la nada, y con él, su esperanza de apoyo.

Henry dejó escapar una risa fría, inhumana, mientras alzaba las manos al aire como si dirigiera una orquesta de destrucción.El ambiente se tensó aún más.Su voz resonó como un trueno en el campo en ruinas:

¿En serio pensaste que nunca me enteraría de la orden que le diste a tu hijo?Ese niño estúpido, Thomas, ha estado golpeando a mi hijo durante siete años.Siete malditos años,llamándolo "lisiado inútil". —La palabra "lisiado" salió de sus labios con un desprecio tan profundo que parecía capaz de atravesar el alma—.Así que, déjame hacerte un favor. Déjame volverte a ti un lisiado inútil, para que tu impío hijo también te lo diga a ti.

Las palabras de Henry eran como dagas, y cada una de ellas parecía perforar el orgullo y la fuerza de Carlos. Ryan, jadeando y tambaleándose, levantó la mirada hacia su padre con una mezcla de miedo y desesperación. La presión era insoportable.El aire alrededor de Henry parecía arder con un poder crudo y despiadado, mientras avanzaba con la firmeza de alguien que sabía que era intocable.

Los guardias intercambiaron miradas nerviosas, incapaces de intervenir ante la abrumadora fuerza que tenían delante. Algunos incluso dieron un paso atrás, incapaces de soportar el aura de pura dominación que emanaba de Henry.

Carlos tragó saliva, intentando mantenerse firme.Pero las palabras de Henry habían hecho mella. En lo profundo de su mente, un pensamiento oscuro lo atormentaba: ¿y si realmente no podía proteger ni a su hijo ni a sí mismo de este monstruo?

Losguardias restantesse estremecieron al sentir cómo la presión se volvía insoportable. Algunos retrocedieron con pasos inseguros, sus corazones golpeando frenéticamente contra sus pechos.La magnitud del poder que emanaba Henryparecía aplastar no solo sus cuerpos, sino también sus voluntades.El aire se cargó con una mezcla explosiva de miedo y determinación,una chispa latente que pendía de un hilo en ese caos brutal.

Henryavanzaba lentamente hacia Ryan, cada paso resonando como un martillo que sellaba el destino del hombre arrodillado frente a él.Matarlo sería demasiado misericordioso.No sería suficiente para saciar la furia que había alimentado durante años, para corregir las heridas profundas que el desprecio y la humillación habían grabado en su alma. Ni siquiera el hecho de que, al eliminar a Ryan, su rama familiar perdiera fuerza o su capacidad de crear futuros guerreros con Laura le importaba. Esa posibilidad era irrelevante ahora.Nada de esta familia le importaba ya.

Henry apretó los puños al pensar en Laura.La dama inalcanzable, la mujer que había observado desde lo alto con desdén cuando él no era más que un estudiante bajo las órdenes de Carlos.Un destello de amargura cruzó su rostro.Ahora, simplemente no importaba.Su imagen, su nombre, sus gestos delicados que alguna vez lo hicieron titubear, habían sido enterrados bajo el peso del odio. La utilizaría, sí, pero solo como un medio.Un medio para llenar el vacío de poder que tanto Ryan como Carlos dejarían.Gobernaría como un tirano, como un dictador, hasta que no quedara una sola chispa de vida en los ojos de aquellos que osaran desafiarlo.

Henry sabía que había cruzado un punto sin retorno.El sacrificio de Bernardo, su hijo,era un precio que él mismo había aceptado en este juego macabro.Aunque el arrepentimiento había tocado brevemente su conciencia, fue un arrepentimiento hueco, hipócrita.Henry era plenamente consciente de ello.No merecía el perdón.Ni el de los vivos ni el de los muertos.

Y tampoco lo buscaba.

"No merezco llamarme padre."
El pensamiento cruzó su mente, pero no lo debilitó; al contrario, lo endureció. Si ya había renunciado a su humanidad, si había renunciado al derecho de considerarse un hombre honorable, entonces lo haría todo a su manera, sin reservas ni remordimientos.

Un débil gemido escapó de Ryan,sus rodillas temblaron mientras el terror lo atrapaba en su lugar. En el rostro de Henry no había compasión, no había duda. Solo la determinación fría y despiadada de un hombre que estaba dispuesto a destruir todo para asegurarse de que nunca más sería humillado.

Carlos alzó la voz por encima del estruendo de la batalla, su tono cargado de desesperación y autoridad.Sabía que el caos estaba a punto de devorar a sus hombres si no lograba mantenerlos enfocados.

—¡No cedan! ¡Luchen por sus vidas! —rugió, intentando inyectarles un poco de la voluntad que sentía desmoronarse en su propio interior.

Los guardias, aterrorizados, intercambiaron miradas. Algunos apenas podían sostener sus armas, mientras otros tensaban sus mandíbulas y se lanzaban hacia adelante, más por miedo a desobedecer que por verdadera convicción.

—¡No piensen, solo ataquen! ¡Es nuestra única oportunidad! —añadió Carlos, aunque incluso él sabía lo inútil que sonaba. Su mirada desesperada se clavó en un joven soldado, que temblaba mientras sujetaba su lanza.

—¡Vamos! ¿Es así como quieres que te recuerden? —gritó, encarándolo con furia mientras la lanza de Henry se alzaba como un recordatorio de su inminente fracaso.

En el fondo, Carlos sabía que esas palabras no eran solo para sus hombres, sino para él mismo. Sentía el peso del fracaso aplastándolo, pero no podía permitirse ceder.

Lanoche oscuraera un caos absoluto, un lienzo pintado con destellos de luces cegadoras y sombras que parecían bailar al ritmo de una sinfonía de muerte.Los gritos de los guardias, el choque de las armas, y el silbido de los proyectiles llenaban el aire con un crescendo aterrador.

Espadas, lanzas y flechassurcaban los cielos como una lluvia imparable, seguidas de explosiones elementales que iluminaban el campo con destellos de fuego, rayos y hielo. Todo se dirigía haciaHenry, pero él permanecía inmóvil, envuelto en una calma inquietante que parecía desafiar la lógica misma.Las armas se estrellaban contra una barrera invisible, inofensivas, mientras la figura de Henry permanecía intacta, una estatua inquebrantable en medio del frenesí.

Ryan, con la respiración agitada y el cuerpo temblando por el esfuerzo, sentía que el tiempo corría en su contra.Cada segundo que pasaba era un recordatorio de su impotencia, una grieta que se abría más y más en su orgullo.

—¡Maldita sea! —murmuró entre dientes,apretando los puños mientras trataba de ignorar la sensación de la mirada penetrante de Henry clavada en él.Esa mirada no era solo de desprecio; era un juicio despiadado, una sentencia que ya había sido dictada.

Henry no solo quería derrotarlo. Quería humillarlo. Quería arrancarle cada fragmento de dignidad, convertirlo en un reflejo de aquello que tanto despreciaba: Bernardo.

El pensamiento lo golpeó como un puño cerrado.Bernardo, el primogénito caído, el hijo que representaba todo lo que Ryan temía llegar a ser.Esa idea lo llenó de rabia, pero también de un miedo visceral.

"No voy a ser como él",pensó Ryan, su mirada buscando desesperadamente una salida, una oportunidad, cualquier cosa. Sentía el peso de su linaje como una losa sobre su espalda, pero en el fondo sabía que esta era su única oportunidad de cambiarlo.

Henry dio un paso al frente, y ese simple movimiento fue como el toque de una campana de juicio final.La presión en el aire se intensificó, y Ryan supo que la siguiente acción decidiría si su futuro sería el de un hombre o el de un lisiado condenado a la sombra de su fracaso.

Te demostraré la pared que nunca podrás superar por más grande que sea tu esfuerzo—se burló Henry, su voz goteando veneno mientras una sonrisa cruel se expandía en su rostro. Sus ojos estaban llenos de desprecio, observando a Ryan como un depredador que juega con su presa antes de darle el golpe final.

Un guardia, temblando pero decidido, corrió hacia Henry con la esperanza de detenerlo. Apenas levantó su espada,Henry movió su mano como si dirigiera una sinfonía macabra con una batuta ilusoria. En un instante, el cuerpo del hombre explotó en un espectáculo grotesco de sangre y vísceras.El eco de su grito quedó suspendido en el aire, pero su cabeza, separada del cuerpo, rodó lentamente por el suelo hasta detenerse frente a Ryan.

Los ojos vacíos del guardia parecían mirar a través del tiempo, reflejando un final que llegó tan rápido que su mente apenas tuvo tiempo de comprenderlo.

¿Eso es todo lo que tienes para mí, Ryan?—se mofó Henry, girando su atención hacia los otros guardias, quienes ahora retrocedían aterrorizados.Algunos vacilaron, pero otros, movidos por la desesperación o el deber, cargaron hacia él con espadas y lanzas en alto.

El caos que siguió fue un espectáculo de horror puro.Henry apenas movió un dedo, pero cada movimiento suyo desencadenaba una brutalidad inimaginable.Un guardia fue levantado en el aire, como si una fuerza invisible lo desgarrara desde adentro; sus huesos crujieron antes de que su cuerpo se desmembrara en un chorro de sangre.

Otro fue aplastado contra el suelo con tal fuerza que su armadura se convirtió en una prisión mortal, hundiéndose en su carne hasta que su figura era irreconocible.

Una mujer, gritando con furia, intentó lanzar una ráfaga de fuego elemental, pero Henry simplemente sopló hacia ella.El aire a su alrededor se volvió un torbellino abrasador, que redujo su cuerpo a cenizas en cuestión de segundos.

En cuestión de minutos,quince guardias yacían muertos, cada uno asesinado de una manera más brutal que el anterior. Henry no mostraba ningún signo de cansancio; al contrario, parecía disfrutar de la carnicería, como un artista que perfecciona su obra maestra.

Ryan no pudo evitar sentir cómo su corazón latía descontroladamente en su pecho. Cada muerte era una declaración, un recordatorio de la abismal diferencia entre ellos.La sangre manchaba el suelo, formando un río rojo que avanzaba lentamente hacia sus pies.

Esto es lo que pasa con los débiles que osan interponerse en mi camino, Ryan.—La voz de Henry era un cuchillo que cortaba tanto la carne como el espíritu.

Henry avanzaba como un titán imparable, una fuerza de destrucción encarnada.Sus pasos resonaban como tambores de guerra en el suelo ensangrentado, y cada movimiento suyo traía consigo una nueva ola de sufrimiento y muerte. Los guardias, desesperados por cumplir su deber, formaron un círculo a su alrededor, sus armas alzadas temblaban en sus manos. Pero en sus ojos no había más que miedo, un reflejo de la certeza de su destino.

El primero en atacar fue un joven de no más de veinte años, su lanza lanzada con precisión hacia el pecho de Henry.Con un simple gesto de su mano, Henry detuvo el arma en el aire, la madera crujió y se partió como si fuera papel mojado.Con un chasquido de sus dedos, el cuerpo del joven se retorció de manera antinatural; su espalda se arqueó hasta que su columna vertebral sobresalió a través de la piel antes de que colapsara en un montón inerte.Un grito sofocado fue su único epitafio.

Otro guardia, gritando de rabia, se lanzó con una espada en alto.Henry lo atrapó por la garganta, levantándolo del suelo con una facilidad inhumana.Los dedos del hombre rascaron desesperadamente el aire mientras intentaba liberarse. Henry sonrió, una sonrisa que era puro desprecio, antes de apretar.El crujido de huesos rompiéndose fue tan claro que los demás se detuvieron momentáneamente, horrorizados, mientras la vida abandonaba al desafortunado.

De repente, Henry dio un paso adelante, extendiendo sus brazos como si los invitara a atacarlo.Una ráfaga de flechas y proyectiles elementales se dirigió hacia él, pero el aire a su alrededor se onduló, y cada ataque se desvió como si el mismo espacio se rebelara contra sus esfuerzos.Una de las flechas regresó como un búmeran infernal, clavándose en el ojo de un arquero.Su grito desgarrador se cortó abruptamente cuando Henry, con un leve movimiento de su dedo, hizo que su cabeza explotara en una nube carmesí.

Los guardias empezaron a retroceder, pero Henry no les dio tregua.Una ráfaga invisible, como un golpe de viento cargado de cuchillas, atravesó a cinco hombres al mismo tiempo.Sus cuerpos se detuvieron en seco, y durante un segundo pareció que nada había sucedido, hasta que la sangre comenzó a brotar en chorros de las heridas que habían abierto sus pechos y gargantas.Cayeron al suelo como muñecos de trapo, sus últimos alientos gorgoteando en charcos de sangre.

¿Es esto todo lo que pueden ofrecer?—La voz de Henry resonó como un trueno, cargada de un desprecio helado que drenaba la moral de los sobrevivientes.

Una mujer intentó huir, sus pies resbalaban en el suelo empapado de sangre mientras corría.Henry apenas alzó su mano y un rayo de energía la alcanzó.El impacto fue tan brutal que su cuerpo se desgarró por la mitad en el aire, sus entrañas cayendo como una lluvia macabra sobre el suelo. Los otros guardias gritaron, horrorizados, pero Henry no les permitió siquiera el lujo de reaccionar.

Avanzó entre ellos como un dios de la guerra, aplastando y destrozando a cada uno con una brutalidad que desafiaba la imaginación.A un hombre le arrancó el brazo con un movimiento casual, usándolo como arma para romper el cráneo de otro.A otro lo levantó del suelo por las piernas y lo estrelló contra una pared, convirtiendo su cuerpo en una masa irreconocible de carne y huesos rotos.

El último de los quince intentó suplicar.Cayó de rodillas, las lágrimas corriendo por su rostro mientras alzaba las manos en un gesto de rendición.Henry lo observó, inclinando ligeramente la cabeza como si estuviera considerando la súplica. Pero en lugar de otorgar piedad,Henry extendió su mano y apretó el aire.El cuerpo del hombre comenzó a comprimirse, sus huesos cediendo bajo una presión invisible.Sus gritos se convirtieron en un aullido inhumano antes de que, finalmente, su cuerpo explotara en una nube de carne y sangre.

El silencio que siguió fue más aterrador que cualquier grito.Los cuerpos de los guardias yacían desperdigados por el campo de batalla, cada uno una obra maestra de sufrimiento y brutalidad.Henry se quedó allí, inmóvil, su mirada fría y distante mientras observaba el rastro de destrucción que había dejado.

Y pensar que esto es solo el comienzo...—murmuró para sí mismo, mientras la sangre de sus víctimas se filtraba lentamente en la tierra bajo sus pies.

Henry respiró hondo, dejando que el hedor a sangre y la desesperación llenaran sus pulmones.Su sonrisa, un reflejo de puro sadismo, se amplió al observar cómo los guardias restantes retrocedían aterrados, su determinación fracturada.El aire estaba cargado de horror, pero Henry no les dio tiempo para huir.

—¿Quién sigue? —preguntó con un tono burlón, alzando los brazos como si invitara a un reto que nadie estaba dispuesto a aceptar.

Un grupo de tres guardias decidió intentar un ataque conjunto, con la esperanza de que su sincronización pudiera al menos herirlo.Uno lanzó un proyectil de fuego, otro cargó con un martillo de guerra, y el último desenvainó una espada imbuida con un aura mágica azul.Los tres convergieron sobre Henry, pero él simplemente chasqueó los dedos.El fuego se desvió hacia el del martillo, envolviendo su cuerpo en llamas mientras sus gritos llenaban el aire.La espada mágica se detuvo en seco, atrapada en el aire por una fuerza invisible, y luego regresó a toda velocidad hacia el hombre que la blandía, perforándole el pecho con tal violencia que su cadáver quedó clavado en el suelo como un macabro estandarte.

El tercer guardia, todavía en llamas, corrió en círculos tratando de apagarse, pero Henry se giró hacia él con una mirada aburrida.Con un simple giro de su muñeca, el fuego intensificó su ardor, y el cuerpo del hombre se derritió en un charco de grasa y cenizas antes de desplomarse.

Los demás guardias comenzaron a gritar desesperados, sus voces entremezclándose con los sonidos de la carnicería.Algunos intentaron escapar, pero Henry no les permitió el lujo de la retirada.Una ráfaga de energía invisible se extendió desde él, y los hombres que intentaron correr fueron arrancados del suelo.Flotaron por un instante, gritando y luchando contra la fuerza que los mantenía suspendidos, antes de que Henry cerrara el puño lentamente.Sus cuerpos se comprimieron, los huesos crujiendo como ramas secas, hasta que explotaron en una lluvia de sangre, miembros y vísceras.

—¿Es esto todo lo que tienen? —dijo con un tono burlón, caminando entre los restos destrozados como si estuviera paseando por un parque.

Otro grupo intentó rodearlo, esperando encontrar una oportunidad para atacarlo desde múltiples ángulos.Henry los dejó acercarse, su expresión mostrando una paciencia perversa.Cuando estuvieron lo suficientemente cerca, extendió ambas manos y un anillo de energía oscura surgió a su alrededor.Los hombres comenzaron a gritar mientras sus cuerpos eran literalmente desgarrados desde el interior.Sus torsos se abrieron como si una bestia invisible los hubiese atacado, y sus órganos cayeron al suelo con un sonido húmedo.

Un arquero, temblando, logró disparar una flecha que milagrosamente alcanzó a Henry en el hombro.La flecha se detuvo al chocar contra su piel, incapaz de perforarlo.Henry giró su cabeza hacia el hombre, su expresión se volvió una mezcla de burla y amenaza.

—¿De verdad creíste que eso haría algo? —preguntó. Luego, alzó un dedo y señaló al arquero. El hombre intentó correr, pero su cuerpo se congeló en el lugar.Lentamente, comenzó a elevarse en el aire, gritando mientras su piel se rasgaba en líneas rectas, como si lo estuvieran desmembrando con cuchillas invisibles.Finalmente, su cuerpo se partió en pedazos, cayendo al suelo en fragmentos sangrientos.

El caos era absoluto.Algunos de los guardias restantes cayeron de rodillas, suplicando clemencia. Otros intentaron organizar un último ataque desesperado, pero la mayoría simplemente se quedó paralizada por el miedo. Henry disfrutaba del espectáculo, saboreando el terror que había sembrado.

Con un movimiento rápido, invocó un látigo de energía negra que silbó en el aire antes de impactar contra un grupo de cuatro hombres.El impacto fue tan brutal que sus cuerpos se partieron por la mitad, sus torsos volando hacia un lado mientras sus piernas se desplomaban al suelo.El látigo se movió nuevamente, esta vez enrollándose alrededor de un guardia que gritaba histéricamente. Henry tiró con fuerza, y el hombre fue literalmente partido en pedazos, su sangre salpicando a los pocos sobrevivientes que aún estaban de pie.

—Mírenme bien —rugió Henry, su voz resonando como un trueno—.Esto es lo que pasa cuando desafían lo inevitable.

La batalla había terminado antes de empezar.Los últimos guardias vivos cayeron al suelo, incapaces de moverse por el terror. Algunos balbuceaban oraciones desesperadas, mientras otros simplemente lloraban, aceptando su destino. Henry los observó con desprecio, limpiándose una mancha inexistente de su capa antes de dar media vuelta.

—Patéticos —murmuró, dejando tras de sí un campo de cadáveres desmembrados, un altar macabro a su poder absoluto.

Ustedes siguen llegando, son como hormigas arrastrándose hacia mis pies.

La carnicería de Henry no tenía fin.Cada guardia que se atrevían a acercarse a él se convertía en una víctima más de su furia imparable. No había escape, no había piedad. Solo el retumbar de los cuerpos cayendo al suelo, rotos, destrozados, y la risa cruel de Henry resonando en la desolación.

Uno de los guardias, un hombre de complexión robusta y mirada llena de desesperación, corrió hacia él, blandiendo una espada con ambas manos.Henry lo observó venir con una calma aterradora, y antes de que el hombre pudiera siquiera levantar el filo, su espada voló por los aires, destrozada en mil pedazos por un simple gesto de la mano de Henry.El guardia intentó retroceder, pero Henry estaba sobre él en un abrir y cerrar de ojos,aplastando su pecho con una patada brutal que lo envió volando hacia atrás. El sonido de sus costillas quebrándose fue el preludio de su último suspiro.

Al otro lado, varios guardias se agruparon, tratando de rodearlo, y en un desesperado intento de atacar desde todos los ángulos.El aire a su alrededor comenzó a vibrar, la energía de la tormenta que se desataba a su alrededor era palpable.Un rayo de pura furia emergió de su palma, golpeando a un guardia de lleno. El impacto fue tan feroz que su cuerpo fue lanzado hacia el cielo, colisionando contra el techo de una estructura cercana con tal violencia que el eco de los huesos quebrándose resonó por toda la zona.

Pero Henry no mostró ninguna señal de cansancio.Uno a uno, los guardias fueron arrasados, sus gritos de agonía mezclándose con el estruendo de la batalla.A un joven, de no más de 18 años,lo levantó del suelo por el cuello, con una sola mano, como si fuera un muñeco.El pánico reflejado en los ojos del muchacho fue lo último que vio antes de que Henry, sin ninguna emoción, lo estrellara contra el suelo.El impacto fue tan fuerte que el cuerpo del guardia se hundió en la tierra, dejando solo un contorno humano en el barro.

Otros intentaron atacar desde lejos, disparando flechas y lanzas, perolas flechas nunca llegaron a él.Un escudo invisible de energía, compuesto de pura maldad y poder, las detuvo en el aire, haciendo que se desintegraran en una nube de polvo antes de tocar su piel.Con un giro de su muñeca, Henry lanzó un rayo mortal hacia el grupo, alcanzando a tres de ellos al mismo tiempo.Los cuerpos de los guardias se inflaron como globos antes de estallar en un baño de sangre y vísceras, la muerte se llevó sus almas antes de que pudieran comprender lo que estaba sucediendo.

La violencia de la batalla era indescriptible.Henry no era un hombre, sino una fuerza de la naturaleza, arrasando con todo a su paso. A cada guardia que se atrevía a levantarse,él les daba una muerte personalizada.Un hombre de gran estatura intentó atravesarlo con una lanza afilada, pero antes de que pudiera acercarse, Henry lo atrapó por los muñecos.Le arrancó la lanza de las manos con una fuerza brutal, y con un giro, le atravesó el estómago con su propio arma. El guardia gimió mientras la sangre salía a chorros, antes de caer de rodillas, arrastrándose por el suelo en un vano intento por seguir respirando.

Mientras esto ocurría,otros siete guardias, con sus corazones llenos de miedo y rabia, intentaron realizar un último ataque coordinado, con espadas y cuchillos en mano.Pero Henry los observaba con la misma indiferencia que uno le prestaría a una plaga de insectos.Les dio la oportunidad de atacar, y cuando lo hicieron, un simple movimiento de su brazo dejó sus cuerpos destrozados.Uno fue atravesado por sus propias armas, otro se vio empalado por una estaca que Henry convocó con un simple chasquido de los dedos, y los otros fueron reducidos a escombros humanos por un golpe de su puño.

La escena era pura devastación.El campo de batalla estaba cubierto por cadáveres, algunos desmembrados, otros reducidos a trozos irreconocibles, pero todos marcados por el sello de la brutalidad de Henry.La tierra estaba empapada con sangre, los cuerpos amontonados como un campo de batalla vacío, mientras Henry permanecía en el centro de todo, su cuerpo cubierto de restos humanos, con una expresión vacía, impasible, como si nada de lo que sucediera alrededor tuviera alguna importancia.

La última víctima, un capitán que había intentado coordinar la resistencia, vio cómo la oscuridad de la desesperación lo rodeaba.Con un último esfuerzo, intentó lanzarse hacia Henry, su espada levantada, pero antes de que pudiera siquiera dar un paso, Henry lo detuvo con un gesto de la mano.Su cuerpo se detuvo en seco, como si estuviera congelado en el aire.Henry apretó con fuerza, y los huesos del capitán comenzaron a romperse lentamente, desde la columna vertebral hasta las extremidades.El capitán gritó, un sonido gutural y desgarrador que resonó en todo el campo, pero Henry, sin un atisbo de compasión, apretó con más fuerza. El hombre imploró por su vida, peronada podría salvarlo.Finalmente, con un último crujido, su cuerpo fue reducido a un amasijo de carne, huesos rotos y sangre.

Con la caída del capitán, Henry miró a su alrededor.Los últimos guardias sobrevivientes huían en todas direcciones, pero Henry no les dio oportunidad.Un simple gesto de su mano hizo que la tierra bajo sus pies se levantara, atrapando a los fugitivos en un abismo que los devoró en un instante.Los gritos fueron apagados por la oscuridad que los tragó, y con eso, la batalla llegó a su fin.Henry, sin mirar atrás, comenzó a caminar entre los cadáveres, mientras el aire cargado de muerte se despejaba lentamente.

Aunque Henry parecía deleitarse en la matanza de los guardias, jamás desvió su verdadero enfoque: Ryan y Carlos.Los dos eran su objetivo final, y su poder parecía multiplicarse con cada segundo que pasaba.

Para Ryan, las lanzas de sangre eran una tortura interminable.Cada una emergía del aire como si estuviera formada por el odio puro de Henry.Se lanzaban una tras otra, implacables, con una precisión mortal.Ryan apenas lograba esquivar o contrarrestar una, solo para ser recibido por otra que llegaba con mayor ferocidad. Su sudor empapaba su frente, y su respiración era un jadeo constante mientras intentaba mantenerse con vida. Cada vez que desviaba una lanza, sus manos temblaban por el impacto, como si todo su cuerpo estuviera a punto de desmoronarse."No puedo seguir así," pensó, pero no había alternativa. Rendirse significaba la muerte.

En medio de su desesperación,Ryan alcanzó a oír la voz burlona de Henry resonando sobre el caos.
—¿Qué pasa, Ryan? ¿Eso es todo lo que tienes? Pensé que querías ser algo más que un lisiado. —Su risa era un eco cruel, un martillo golpeando la ya frágil moral de su cuñado.

Mientras tanto, Carlos enfrentaba un destino igualmente brutal, aunque diferente.Contra él, Henry desató lanzas hechas del mismo espacio, fragmentos de singularidades que desgarraban la realidad misma.Las lanzas parecían absorber la luz a su alrededor, dejando un rastro de oscuridad y caos en el aire. Carlos luchaba por bloquearlas, convocando barreras hechas de energía pura. Cada impacto era como un choque de mundos, con explosiones que sacudían el terreno y enviaban ondas de choque en todas direcciones.

Pero las singularidades eran insaciables.Donde una barrera caía, otra lanza se formaba, más rápida, más voraz.Carlos sentía el peso del desgaste en su mente y cuerpo, pero su orgullo como maestro no le permitía retroceder.
—¿Es esto todo lo que aprendiste de mí, Henry? —gruñó entre dientes, su voz impregnada de rabia y dolor.
—Oh, no, maestro. Esto es solo el principio —respondió Henry con una sonrisa oscura.—Vamos, mono. Baila para mí.

El tono burlón en las palabras de Henry era como ácido sobre las heridas abiertas de Carlos.Cada ataque era un recordatorio cruel de la diferencia de poder entre ellos. Henry no solo los atacaba físicamente, sino que también desmantelaba sus espíritus.

La batalla se convirtió en un espectáculo macabro.Ryan y Carlos luchaban por sus vidas, cada uno enfrentando su propio infierno personal, mientras Henry los miraba con una mezcla de desprecio y entretenimiento. Su postura era relajada, casi casual, como si todo esto fuera un juego para él. Pero sus ojos, fríos y calculadores, dejaban claro que no se detendría hasta aplastarlos por completo.

El campo de batalla era un caos absoluto, con el aire cargado de energía mortal.Los cadáveres de los guardias yacían esparcidos por todas partes, y el suelo mismo parecía resentir el poder que Henry desataba. Ryan y Carlos sabían que estaban ante un abismo del que tal vez no regresarían.Pero retroceder no era una opción.

Aunque Henry ignoro a su maestro al ver a Ryan luchar con una lanza.

La figura de Henry se materializó como una sombra macabra justo al extremo de la lanza sangrienta.La expresión de Ryan, ya desgastada por el agotamiento, se transformó en puro terror al sentir la presencia de su cuñado. La lanza, que ya le costaba detener, parecía vibrar con una fuerza renovada, como si el simple contacto de Henry hubiera desatado un nuevo torrente de poder destructivo.

El dedo de Henry tocó la lanza con una ligereza insultante, casi casual, pero el impacto fue devastador.La energía que fluía a través del arma se multiplicó, y Ryan sintió cómo sus piernas cedían ligeramente bajo la presión. Sus brazos temblaban, cada músculo al borde del colapso, mientras intentaba contener el poder que ahora parecía querer devorarlo vivo.

Te volverás a lo que fue condenado mi hijo.—La voz de Henry era baja, casi un susurro, pero cargada de una crueldad que perforaba más que la misma lanza.—Espero que lo disfrutes, Ryan.

La lanza comenzó a hundirse más y más, empujando a Ryan hacia atrás.El suelo se quebró bajo sus pies, dejando marcas profundas mientras el joven intentaba desesperadamente resistir. Su maná chisporroteaba a su alrededor, una defensa insuficiente contra la abrumadora fuerza que ahora enfrentaba.

—¡No! —Ryan rugió, más por instinto que por convicción, mientras intentaba reforzar su barrera de energía. Pero incluso él sabía que estaba perdiendo. Su mente se llenó de imágenes del pasado: los años de humillación, las burlas, y el constante desprecio de Henry y su familia. Y ahora, estaba a punto de ser reducido a lo que Henry siempre quiso:un reflejo quebrado del hijo que había perdido.

Henry sonrió con una satisfacción oscura.No era solo el poder lo que disfrutaba, sino la desesperación en los ojos de Ryan.
—¿Lo sientes, Ryan? Esa impotencia. Esa insignificancia. Así es como vivió mi hijo cada día. Así es como vivirás tú.

La lanza, amplificada por el toque de Henry, emitió un destello carmesí antes de empujar con un nuevo ímpetu.Ryan gritó, sus manos resbalando en el asta de energía, y sintió como una ola de calor abrasador recorría su cuerpo. Cada segundo era una agonía, un recordatorio de su vulnerabilidad ante el monstruo que tenía frente a él.

Carlos, desde la distancia, observaba con horror.A pesar de sus propios desafíos, no podía ignorar la escena. Sus manos temblaron al crear una nueva barrera para protegerse de los fragmentos de singularidades que lo acosaban, pero su mente estaba con Ryan.
—¡Ryan! ¡Resiste! —gritó desesperado, pero incluso sus palabras sonaban vacías. Ambos sabían que Henry no estaba jugando; estaba destruyendo.

La risa baja de Henry resonó en el campo de batalla.Era un sonido frío, como un eco de muerte que anunciaba el destino inevitable de su presa. Y aún así, Ryan no se rindió, aunque cada fibra de su ser gritaba que lo hiciera.

La lanza de sangre, cargada con la intención de destruir, comenzó a desgarrar la barrera que Ryan había levantado con sus últimas reservas de energía.Pequeñas grietas se expandían como raíces malditas, amenazando con consumir todo lo que tocaban.Ryan rugía, su voz desgarrada por la desesperación y el dolor, mientras trataba de reforzar su defensa.Pero era como intentar detener una tormenta con las manos desnudas.

Henry se inclinó ligeramente hacia adelante, añadiendo apenas un ápice más de presión con su dedo.La lanza vibró con un sonido bajo, ominoso, que resonó como un latido de muerte en el campo de batalla.
¿Esto es todo, Ryan?—preguntó con una mueca de desprecio.—Es patético. Ni siquiera puedo sentir algo remotamente parecido a un desafío. Eres un recordatorio constante de por qué este linaje nunca debió existir.

Ryan jadeaba, su cuerpo al límite, mientras la lanza avanzaba centímetro a centímetro hacia su pecho.Sentía el calor abrasador de la energía cerca de su piel, una advertencia cruel de lo que estaba por venir. Su mente buscaba desesperadamente una salida, pero cada estrategia se desmoronaba ante el poder aplastante de Henry.

Carlos, a pocos metros, luchaba contra su propia condena.Las lanzas de espacio continuaban asediándolo, cada una un fragmento de una singularidad distorsionada, un arma que parecía burlarse de las leyes mismas de la realidad. Con cada defensa que levantaba, sentía cómo su energía disminuía, su cuerpo comenzando a ceder al agotamiento.

¡Maldito bastardo!—gritó Carlos, forzando una explosión de energía para desviar tres lanzas que se acercaban simultáneamente.—¡Deja de jugar y enfréntame de verdad!

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