Capítulo 3: Por primera vez Fuiste útil

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De pronto, los tres clones, antes tan alegres y conversadores, se quedaron en silencio. Miraron al Henry de esta dimensión con una expresión más seria, incluso inquietante. Los hermanos Q'illu percibieron un cambio en el aire, un cambio que reflejaba algo más profundo.

El primer clon, con una mirada de desdén, habló nuevamente.

—Ya veo —dijo, casi con decepción—. Qué hipócrita eres.

Los otros dos clones asintieron, mostrando su apoyo sin palabras. La tensión aumentaba en la escena, hasta que el segundo clon agregó, con una frialdad que helaba el aire:

—Lo apoyo —su voz gélida cortó el silencio.

El tercer clon, mirando fijamente al Henry de esta dimensión, hizo una confesión que dejó a todos boquiabiertos.

—Al menos en mi caso, le di una muerte indolora —su tono era frío, como si hablara de una simple tarea cotidiana—. Mi hijo Bernardo no es un lisiado. Es más, ya tiene tres rangos más que yo.

Las palabras del clon resonaron en la mente de Henry y los hermanos, una mezcla de asombro, repulsión y un vacío de emociones complejas. Henry, visiblemente afectado por la referencia a su hijo, se quedó en silencio por un momento, antes de finalmente reaccionar con una mirada fulminante.

—¡Basta de esto! —gritó, su voz llena de ira contenida—. Es hora de golpearlos.

El cambio en su tono fue inmediato. Los tres clones, sorprendidos por la súbita agresividad, prepararon sus posiciones. Los hermanos Q'illu, sintiendo el giro drástico, también se pusieron alerta. La batalla que estaba por desatarse no solo sería física, sino también emocional, mientras todos se enfrentaban a las consecuencias de sus propios actos y traiciones.

La atmósfera se tensó aún más al escuchar las palabras de Henry de la dimensión original, su tono frío y calculador como si ya hubiera tomado la decisión de acabar con todo en ese instante.

—Claro, hay que mostrarles quién manda. ¿Te parece si a mi adversario lo vuelvo un eunuco? —su voz resonó en la habitación con una frialdad inquietante, sus ojos brillando con la promesa de destrucción total.

El clon, que se había mantenido en silencio hasta ahora, no tardó en asentir con una sonrisa burlona, como si la situación fuera algo trivial. La tensión aumentaba a medida que se preparaban para el siguiente acto.

—Bien —respondió de manera indiferente, como si la violencia fuera una extensión natural de su ser.

Con un movimiento casi imperceptible, el clon se materializó frente a Ryan, su velocidad apenas detectable. Sin previo aviso, lanzó un golpe devastador que sacudió a Ryan, enviándolo por los aires. La risa del clon resonó con crueldad mientras se burlaba de su oponente.

—¿O eres tú perra? —se mofó el clon, sus palabras llenas de desprecio—. Te castraré como lo hice en mi dimensión.

Ryan, aún recuperándose del impacto, sintió la furia ardiendo dentro de él. Al mismo tiempo, una presión invisible se acumulaba en el aire, mientras su cuerpo se levantaba con determinación. El agua a su alrededor comenzó a concentrarse en su punto de ataque, formando una serie de pilares de agua que avanzaron rápidamente hacia el clon.

—Inútil, igual que tu entrepierna —se burló el clon, desviando el ataque con facilidad y aislando el espacio a su alrededor. Ningún otro ser podría intervenir en este enfrentamiento entre ellos, creando una burbuja de energía pura que los rodeaba.

Ryan, determinado a no rendirse, continuó con su ofensiva, pero el clon reaccionó con una rapidez sobrenatural. Con un simple gesto, extendió su mano, moviendo la humedad del aire para generar varios pilares de agua, que Ryan intentó bloquear con la misma rapidez. Sin embargo, el clon se desmaterializó, cambiando de capa espacial en un parpadeo. En el mismo momento, apareció detrás de Ryan, y con una fuerza devastadora, descargó un golpe similar al de un mazo, golpeando con brutalidad la espalda de su enemigo.

El impacto fue como el choque de un trueno. Ryan cayó al suelo con un rugido de dolor, su cuerpo retumbando contra el piso. Los ecos de su caída resonaron, mientras el clon permanecía de pie, observando con calma la escena.

—Parece que el espectáculo ha terminado, ¿no? —comentó el clon, sin mostrar un atisbo de remordimiento.

Elsegundo clonse desplazó con una velocidad abrumadora, golpeando aPatrickcon una fuerza tal que el impacto lo dejó boqueando como un pez fuera del agua, atragantado con sus propios dientes rotos.Un rodillazo brutalen el estómago lo dobló como si fuera una rama quebradiza, seguido de una patada perfectamente colocada que lo dejó inconsciente en el acto.

Basura,—escupió el clon con desdén, mirando el cuerpo inerte de Patrick—.Parece que también debo disciplinarte, igual que en mi dimensión.

Sin perder un segundo, extendió sus manos y el espacio a su alrededor se cerró, aislando la lucha. Ahora nadie podría intervenir.

Mientras tanto, elúltimo clondirigió su atención haciaAugusto, quien trató de mantenerse firme pese al caos que lo rodeaba. Sin embargo, el clon apenas necesitó moverse: una fracción de segundo, un destello en el espacio... yla mano derecha de Augusto fue cercenada, cayendo al suelo como un trozo de carne inútil.

Me encargaré de él,—anunció con frialdad, mientras el espacio se cerraba en torno a ellos.

Lo poco que pudo verse antes de que el portal se sellara fue el cuerpo de Augusto cayendo al suelo, cubierto de heridas que parecían haber sido infligidas en un tiempo imposible de medir. Los gritos deAugustose apagaron junto con la luz que desapareció del área.

Desde lejos,Carlosrugió, su ira y desesperación transformándose en un torrente de rayos que estallaron a su alrededor.

¡Maldito seas, Henry!—gritó con una furia que resonó como un trueno.

Henry, o más bien el original, sonrió con una mezcla de arrogancia y burla al escuchar a Carlos.

—Vamos, maestro... —dijo mientras sus ojos brillaban con un destello maligno—.Quiero que vengas a matarme. Ven con la misma intención con la que apuntaste a Bernardo. Ven aquí... y mátame.

El desafío colgó en el aire como una sentencia.Carlossabía que la lucha que se avecinaba no solo definiría el destino de losQ'illus, sino que también sería un enfrentamiento cargado de odio personal y viejas heridas. Sin embargo, esta vez,Henrytenía la ventaja, y su sadismo no conocía límites.

La atmósfera se cargó con electricidad pura, mientras ambos enemigos se preparaban para lo inevitable: un enfrentamiento que sería recordado como una danza de sangre, ira y traición.

En un instante, más rápido que cualquier reacción,un puño golpeó con fuerza la cara de Henry.La sorpresa se reflejó brevemente en su rostro, un destello que no alcanzó a convertirse en preocupación.No había aislado el espacio, confiado como estaba en su aparente invulnerabilidad, y esta vez, ni siquiera se molestó en desplegar su escudo dimensional.

El ataque no se detuvo ahí.Carlos, aprovechando el momento, hundió su puño con toda su fuerza en el estómago deHenry, haciendo que el aire vibrara con la intensidad del impacto. Sin embargo, incluso con el poder de los rayos concentrado en su ataque,no logró perforar la barrera invisible del espacio que protegía a su adversario.

¿Esto es todo lo que tienes?—Henry murmuró con una sonrisa cargada de desprecio.

La burla encendió aún más la furia deCarlos, quien, sin vacilar, decidió redoblar sus esfuerzos.En un abrir y cerrar de ojos, desató una tormenta de mil golpes en apenas un minuto.Cada impacto resonó como un trueno, haciendo que el suelo bajo ellos se agrietara y temblara por la fuerza descomunal.

Henry, atrapado en el aluvión de ataques, no tuvo otra opción más que soportarlos. Su cuerpo se estremeció bajo la presión de los golpes, pero su mirada mantenía un brillo de fría determinación. Finalmente, una patada dirigida con precisión lo hizo retroceder, arrancándole una breve exhalación de dolor.

Ambos se lanzaron nuevamente al combate.Los golpes eran rápidos, brutales, y ninguno de los dos cedía terreno. En un momento decisivo,la mano de Henry apareció de manera súbita frente al rostro de Carlos.Antes de que pudiera reaccionar,un destello carmesí envolvió la escena.

Una llama sangrienta explotó contra la cara de Carlos, arrancándole un rugido de dolor. El aire se impregnó de un hedor metálico, una mezcla de sudor y sangre que parecía anunciar la ferocidad de lo que estaba por venir.

PeroCarlosno iba a ceder. Se movió con una velocidad impresionante, esquivando un nuevo golpe de Henry y devolviendo el favor conun impacto directo en la mandíbula de su enemigo.El eco del golpe reverberó, seguido de un leve crujido que sugería que inclusoHenryno era intocable.

Henry, recuperando el equilibrio, pasó la lengua por el labio ensangrentado y soltó una risa baja y amenazante.

Creo que tendré que usar más fuerza contigo, maestro.—Sus palabras, cargadas de burla y soberbia, perforaron el aire como dagas—.Siéntete afortunado... esta vez, te mostraré de lo que soy capaz.

La atmósfera se tensó.Carlos apretó los puños mientras su energía eléctrica chisporroteaba alrededor de su cuerpo, preparándose para el próximo asalto. Henry, con un brillo peligroso en los ojos, flexionó sus dedos, dejando claro que la batalla estaba lejos de terminar. Ambos eran titanes enfrentándose en un duelo donde el orgullo, la ira y el pasado colisionaban con una intensidad implacable.

Carlos se detuvo un momento, perplejo, al sentir el repentino incremento en la cantidad de maná que irradiaba Henry.Una presión abrumadora comenzó a llenar el aire, como si el espacio mismo se estuviera cerrando sobre él.

Bueno, ¿te parece si empezamos?—Henry sonrió con una confianza que parecía casi ofensiva.

Esta vez,Henry no usó habilidades espaciales.Fue solo su cuerpo en movimiento, pero el impacto de ese simple gesto era devastador. Como si un tifón hubiera sido convocado, el aire a su alrededor se tornó caótico, enloquecido por la fuerza física pura de su avance.

Carlos, sin otra opción, se cubrió.Una ráfaga invisible golpeó contra su defensa, obligándolo a retroceder. En un destello de luz, desapareció, confiando en su velocidad para ganar distancia. PeroHenry no era alguien a quien pudieras evadir con facilidad.

Antes de que Carlos pudiera siquiera percatarse de su presencia,Henry ya estaba a su costado.Su rodilla se hundió con una brutalidad implacable en la espalda de Carlos, el impacto resonando como un trueno. La fuerza del golpe lo empujó hacia los límites de una capa espacial, que comenzó a fracturarse bajo la presión titánica del ataque.

Sin darle tiempo a recuperarse, Henry descargó un golpe de mazo con ambas manos sobre la cabeza de Carlos.El cráneo del viejo guerrero vibró con el impacto, y el espacio a su alrededor pareció ondular, como si protestara ante semejante violencia.

Pero Henry no se detuvo ahí.En un movimiento fluido, su puño descendió directo hacia el estómago de Carlos, hundiéndose como si quisiera atravesarlo. El cuerpo del anciano tembló bajo la fuerza del ataque, expulsando una bocanada de aire.

Vamos, viejo, ¿solo es esto?—Henry permaneció en su lugar, su tono cargado de burla. Cerró los ojos con una calma casi insultante, como si la batalla no fuera más que un entretenimiento pasajero.

Carlos intentó reponerse, retrocediendo con rapidez.Pero algo lo inquietaba profundamente.Henry no necesitaba ver para anticiparse.Su control sobre el espacio era absoluto; cualquier cosa que se moviera, incluso el más leve cambio en las corrientes del aire, sería detectado de inmediato.

Predecible.—La voz de Henry cortó el aire como una navaja.

En un movimiento implacable,levantó su puño y lo estrelló contra la cara de Carlos.El golpe resonó como una explosión, arrojándolo hacia atrás.Carlos, ahora desesperado, intentó tomar distancia nuevamente, pero esta vez, su retirada fue detenida abruptamente.

Algo sólido bloqueó su camino.El impacto lo hizo tambalearse, y una gota de sudor frío recorrió su mejilla. Confusión y temor se mezclaron en su rostro.

¿Qué demonios...?—murmuró, girándose rápidamente para enfrentarse a lo que había chocado con él.

Fue entonces cuando escuchó la risa.

¿Qué pasa, viejo? ¿Ya no tienes fuerzas?—Henry estaba allí, justo detrás de él, con esa sonrisa burlona que parecía disfrutar cada segundo de la humillación.

Carlos apretó los puños, su rabia creciendo junto con la frustración.Pero detrás de su ira, un pensamiento se formaba lentamente:¿Cómo derrotar a alguien que no solo te supera en poder, sino que también te hace sentir que cada paso que das ya ha sido anticipado?

El aire a su alrededor estaba cargado de tensión, de energía y peligro.La batalla no había terminado, pero cada segundo parecía inclinarse más a favor de Henry.

El anciano giró con desesperación, lanzando una patada cargada de frustración y rabia.Sin embargo, antes de que pudiera conectar, el implacable"mazo de puños"de Henry impactó una vez más sobre su cabeza, con un golpe tan demoledor que el sonido resonó como una campanada fúnebre.

Esa cabeza tuya es demasiado densa, viejo.—Henry rió con burla, disfrutando de cada momento en el que su superioridad quedaba manifiesta.

Pero no se detuvo ahí.Para humillarlo aún más, Henry decidió desplazarse con movimientos normales,sin recurrir a sus habilidades espaciales,como si estuviera demostrando que no necesitaba de nada más que su cuerpo para aplastarlo. En un movimiento rápido, su puño se incrustó nuevamente en el abdomen de Carlos, haciéndolo doblarse como si su resistencia fuera irrelevante.

¡Maldita sea!—gruñó Carlos, ahogado por el dolor que recorría su cuerpo.

A pesar de todo, el anciano no se rindió.Se elevó lentamente hacia el cielo, sus ojos llenos de determinación mientras murmuraba palabras que Henry no alcanzó a comprender del todo. El viento se agitó, cargado de energía, y las nubes tormentosas comenzaron a girar con furia, alimentadas por un poder que parecía ancestral.

¡Gran tribulación relámpago!—gritó Carlos, y el cielo rugió en respuesta.

De las nubes se desprendió un pilar de electricidad dorada que descendió con una fuerza abrumadora, directo hacia ambos hombres. El impacto fue cegador, iluminando el campo de batalla con un resplandor apocalíptico.

Pero incluso ese ataque, que habría reducido a cenizas a cualquier ser normal, no fue suficiente para Henry.

Es inútil, viejo.—Henry rió, su voz cargada de una confianza inquebrantable. Su cuerpo, como si fuera uno con la energía, se sumergió en el rayo. Era como un depredador nadando en un mar dorado, avanzando con calma y precisión hacia Carlos.

El anciano apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando Henry emergió ileso del ataque.Su rostro aún mantenía esa expresión burlona, que se tornó más cruel cuando su puño conectó con la mandíbula de Carlos, arrancándole varios dientes en un solo golpe.

Carlos cayó, tambaleándose, la sangre brotando de su boca mientras intentaba mantenerse de pie.

Eres basura, viejo, igual que tus hijos. O, bueno, tus dos hijos y tu nueva hija.—Henry rió con un desprecio que atravesaba cualquier límite, cada palabra diseñada para herir más que sus golpes.

Bas... bastardo.—Carlos intentó responder, su voz rota por el dolor físico y emocional. Su cuerpo temblaba, pero su mirada seguía ardiendo con una mezcla de rabia y desesperación.

El aire a su alrededor era sofocante.La tormenta continuaba rugiendo, pero parecía insignificante comparada con la intensidad de la humillación que Henry infligía. A pesar de todo,Carlos no estaba dispuesto a ceder, aunque la batalla parecía más una sentencia que una lucha.

Henry emergió del impacto del ataque de Carlos, con rayos dorados danzando erráticamente sobre su cuerpo.Aunque su expresión permanecía tan altanera como siempre, no pudo ocultar el ligero temblor que recorría sus músculos, una señal inconfundible de la parálisis provocada por el relámpago.

¿Eso es todo?—murmuró con desdén, liberando una oleada de maná que estalló a su alrededor como una tormenta propia, dispersando los rayos en un destello que dejó el aire vibrando de energía pura.

Sin perder un segundo, Henry se lanzó hacia el anciano, moviéndose entre capas de espacio con una velocidad casi imperceptible.Su puño, envuelto en un aura letal, se dirigía directo al pecho de Carlos, con la clara intención de atravesarlo.La precisión y brutalidad del ataque eran absolutas,pero en un giro inesperado, Carlos reaccionó en el último instante.

Con una agilidad que desmentía su edad, esquivó el golpe, dejando a Henry golpeando solo el aire.

¿Qué demonios?—masculló Henry, su frustración evidente.

Antes de que pudiera recomponerse, Carlos contraatacó con una velocidad sorprendente.Su pierna se alzó con precisión quirúrgica, conectando una patada directa en la cara de Henry.El impacto resonó con un crujido seco,forzándolo a retroceder unos pasos.

La burla habitual de Henry se desvaneció por un breve momento, reemplazada por una mezcla de sorpresa e irritación.Llevó una mano a su rostro, limpiando la sangre que corría por la comisura de sus labios, mientras una sonrisa torcida empezaba a formarse.

Interesante... parece que aún te queda algo de lucha, viejo.—Henry habló, su tono lleno de malicia.

Carlos, jadeando pero con los ojos llenos de determinación, lo enfrentó directamente.Sus músculos tensos y su postura eran un claro desafío, una declaración silenciosa de que aún no se rendiría, sin importar cuán desalentadora fuera la situación.

Ambos guerreros permanecieron inmóviles por un segundo eterno, el aire cargado con una tensión casi insoportable, como la calma antes de un huracán aún más devastador.

"Esto sigue siendo un sinsentido, Henry,"bramó Carlos, su voz cargada de frustración."Sabes que el sacrificio es inevitable, y aun así persistes en este acto sin sentido. ¿Qué esperas lograr?"

Henry no respondió. Su silencio era más estruendoso que cualquier palabra, un muro infranqueable de desdén. En su lugar, alzó una mano, y de su palma emergieron lanzas de sangre que cortaban el aire como filamentos mortales.

"¡Suficiente!"Carlos gritó, deteniendo una de las lanzas con un simple movimiento de su mano. El proyectil carmesí se desintegró al contacto, dejando tras de sí un rastro de vapor rojizo. Sus ojos fulminaron a Henry, quien parecía indiferente ante su reacción.

Ambos combatientes se desplazaron con velocidad inimaginable, rompiendo el aire con cada movimiento, hasta que llegaron a un pequeño cuerpo de agua. El lugar, envuelto en un inquietante silencio, parecía ser el escenario de algo más grande que ellos mismos.

Carlos permanecía en el aire, flotando con un aura de poder que electrificaba el ambiente, mientras Henry, inmóvil, estaba de pie sobre la superficie del agua. Cada uno de sus pasos había sido una declaración de desafío, pero ahora, su mirada no estaba fija en Carlos. No. Sus ojos, oscuros como el abismo, estaban clavados en su reflejo distorsionado sobre el agua ondulante.

Sus pies estaban juntos, como si el equilibrio precario sobre el agua no fuera más que una trivialidad para él. Sus brazos estaban extendidos en un gesto que combinaba vulnerabilidad y control absoluto, mientras su cabello se movía con una gracia casi sobrenatural, acariciado por corrientes invisibles. A su alrededor, en un radio de 50 metros, el espacio mismo fluía como una llama, distorsionando la luz y las sombras. El aire vibraba, y una tensión asfixiante se apoderaba del lugar, como si el mundo contuviera el aliento.

Carlos, desde las alturas, no pudo evitar sentir una punzada de inquietud."¿Qué demonios estás mirando?"pensó, pero no lo dijo en voz alta. En el fondo de su ser, comenzaba a entender que Henry estaba más allá de su comprensión, más allá de las reglas que regían cualquier lógica. La batalla aún no había alcanzado su punto álgido, pero el preludio ya prometía un desenlace que ninguno de ellos podría haber anticipado.

Henry, sin levantar la mirada de su reflejo distorsionado sobre la superficie del agua, finalmente respondió con una voz baja pero cargada de intención:"Es cierto, Carlos, el sacrificio es inevitable. Lo admito, no tengo la fuerza para detenerlo."Su tono tenía un matiz sombrío, una mezcla de resignación y determinación que erizaba la piel.

Una pausa tensa flotó entre ambos antes de que Henry continuara, su mirada aún fija en el agua, como si buscara respuestas en su propio reflejo."Pero así como Bernardo es el sacrificio hacia Peter, todos ustedes... su sangre será derramada en nombre de mi primogénito."

Carlos gruñó, su rostro una máscara de desprecio, y le respondió con dureza:"Hablas idioteces, Henry. Desde hace mucho sabías lo que iba a pasar. Tú mismo escogiste este lugar."Dio un paso al frente en el aire, su presencia aplastante como una tormenta que se avecina."¿Por qué ahora hablas de moral, cuando en los últimos veinte años no has tenido ni un ápice de ella?"

El aire se cargó de electricidad mientras Carlos continuaba, su voz ganando fuerza con cada palabra."Paternidad, dices... Ni siquiera la sentiste por Peter, y él también es un prodigio. Tu hipocresía me sigue sorprendiendo, Henry. Esto, este teatro de sangre y redención, ¿es por una toma de conciencia que jamás existió? ¿Qué cambió? ¿Acaso te están controlando?"

Henry permaneció inmóvil, inmutable, pero Carlos no detuvo su arremetida."Nunca te importó Bernardo, y lo sabes. Fuiste tú quien lo condenó desde el principio. ¿Ahora pretendes dar un giro dramático a tus acciones? Esto no es redención, Henry, es sólo otra de tus maquinaciones egoístas."

El silencio que siguió fue más pesado que el aire que los rodeaba. Las palabras de Carlos resonaron como ecos afilados en la quietud del agua, pero Henry, impasible, no mostró señal alguna de haber sido afectado. Sólo entonces levantó levemente su rostro, sus ojos oscuros como la noche fijaos en Carlos, y una leve sonrisa torcida asomó en sus labios.

"No me entiendes, Carlos..."murmuro Henry con un tono cargado de un peligro contenido, como un filo que apenas asoma."Pero pronto lo harás."

Carlosobservó con una mirada fría como Henry se veía invadido por sus propios recuerdos, aquellos que parecían atormentar su alma."Tú mismo lo dijiste..."comenzó, su voz cargada de desprecio."Venías a ver el estado de su cuerpo, asegurarte de que estuviera en condiciones óptimas para el sacrificio... para Peter."Su risa, sarcástica y llena de resentimiento, retumbó en el aire."Moral, rectitud, amor paternal... Eso es solo una mentira, Henry. Nunca tuviste tales sentimientos por nadie. Fingiste tan bien tu propia mentira que al final, la creíste."

Henry no respondió inmediatamente. Las palabras de Carlos resonaron dentro de su mente como dagas afiladas, abriendo viejas heridas que aún no se cerraban. Sabía, en el fondo, que en muchos aspectos Carlos tenía razón. No era la primera vez que se enfrentaba a la verdad que se escondía tras su fachada de poder.

Llevó su mano a su cabeza, y con ello una ola de recuerdos lo golpeó como un torrente salvaje. Imágenes de su vida, sus errores, las decisiones equivocadas que marcaron su camino."Soy una basura,"murmuró para sí mismo."Nunca podré llamarme a mí mismo un buen padre..."

Un destello de arrepentimiento cruzó por sus ojos, y su rostro se endureció al instante."Pero tal vez, solo tal vez..."Sus palabras se entrecortaron, como si una débil chispa de esperanza comenzara a arder dentro de él."Si hago esto, si todo esto tiene un propósito... tal vez pueda obtener el perdón de Bernardo. Tal vez él me perdone por mis errores, por mi falta, por mi estupidez hacia él..."

Su rostro se torció en una mueca de ira contenida, y el gruñido que escapó de su garganta fue casi animal. Con fuerza, se centró de nuevo en Carlos, su mirada fija y cargada de odio."Tú... ordenaste e interferiste en la vida de mi hijo. Lo torturaste... Te devolveré cada golpe, multiplicado por cien."

La atmósfera a su alrededor se volvió aún más tensa. Henry estaba dispuesto a sumergirse en la oscuridad más profunda si eso significaba hacer pagar a Carlos por lo que le había hecho a su hijo. Cada palabra que pronunció estaba impregnada de una furia incontenible. Sabía que el sacrificio estaba cerca, pero también lo estaba su venganza. Y nada ni nadie lo detendría.

Henryse movió con una velocidad asombrosa, dejando tras de sí una estela de agua en el aire y un espacio distorsionado que parecía retorcerse a su paso.Carlosreaccionó casi al instante, sus reflejos funcionando con una rapidez que solo los más experimentados poseían. Con un giro de su cuerpo, lanzó una patada potenciando el golpe con sus rayos, un ataque electrificado que pretendía frenar a su oponente.

Pero para su sorpresa, el impacto solo logró mover aHenryligeramente, como si el golpe fuera absorbido por algo más allá de su alcance.Henry, con una fría sonrisa, levantó una esfera de sangre en su mano, y de un solo movimiento disparó miles de finas laceraciones que se proyectaron haciaCarloscomo flechas de pura ira.

Carlos, con agilidad, se desplazaba de un lado a otro, su figura pareciendo desmaterializarse en el aire mientras esquivaba los ataques, como una sombra que juega con la luz. En un momento de claridad, el anciano se desplazó nuevamente hacia Henry y le propinó un golpe directo en la cara, un golpe cargado con su poder, pero esta vez algo cambió.Carlossintió que algo no encajaba.

Henryno se inmutó ante el golpe. En lugar de caer o tambalear, parecía... redirigir el daño. La fuerza de su golpe y la energía de la patada deCarlosno impactaban directamente en él; se desviaban hacia otro lugar, hacia un espacio más allá de su cuerpo.Carlosfrunció el ceño, algo en su intuición le decía que estaba sucediendo algo más profundo.

De repente,Henrydejó de moverse por completo. Un silencio inquietante se apoderó del ambiente.Carlos, confundido por la repentina quietud, observó aHenrycon cautela.Henrylevantó la mirada, y sus ojos se fijaron en algo en el horizonte, más allá de donde se encontrabaCarlos. Allí, a lo lejos, vio algo que captó su atención de inmediato: losclones espacialesque había creado. El aire a su alrededor vibró con tensión, yHenryobservó cómo la barrera protectora que los rodeaba se desintegraba ante su mirada.

Un sentimiento de inquietud recorrió la espalda deCarlosal ver cómo todo a su alrededor comenzaba a desmoronarse, como si la estabilidad misma del espacio estuviera siendo trastornada.Henry, con una calma aterradora, ya sabía que la batalla había dado un giro hacia lo desconocido. El sacrificio ya no era solo un acto físico, sino un juego de mentes y poder más allá de lo que ambos podían prever.

Henryse quedó en silencio al escuchar las palabras delprimer clon, pero algo en su mirada indicaba que ya sabía que no todo estaba bajo su control. La situación comenzaba a volverse más compleja, más allá de la lucha física que se libraba en su dimensión. Él lo sabía: las piezas de este juego ya no podían ser manipuladas como antes.

—¿Qué pasa? —preguntóHenry, ignorando aCarlos, cuya presencia ya no le importaba en ese momento.

Uncloncon una expresión seria se acercó y respondió rápidamente:

—Lo siento, hay una emergencia en mi mundo. —Las palabras resonaron con urgencia, como si el tiempo fuera una carga pesada sobre su hombro.

Elsegundo clon, con una sonrisa cruel, agregó mientras se alejaba con una alegría que no era compartida por los demás:

—Tengo una reunión con mi hijo. —La ironía en sus palabras era palpable. En su dimensión, la relación con su hijo era algo más que cordial, y lo peor de todo,Bernardo estaba vivoallí.

Eltercer clon, con una indiferencia que solo los seres creados para ser instrumentos podían mostrar, intervino sin siquiera mirar a los demás.

—Mi cuerpo está a punto de entrar en una batalla dura, no puedo estar aquí. —Sus palabras se deslizaban como una declaración de hechos, sin lugar a discusiones.

Losdos primeros clonesse despidieron rápidamente, y en un parpadeo, desaparecieron de la escena, sin más que la promesa de queHenryenfrentaría algo mucho más grande de lo que había imaginado. Eltercer clonse acercó alHenryde esta dimensión, su tono cambiando, se volvió más grave, como si la dimensión misma sintiera el peso de su advertencia.

—Es mejor que estés preparado. Después de esta noche, serás condenado. —Y con esas palabras, el clon desapareció, dejando aHenrysolo, sumido en un silencio inquietante.

Pero no fue solo él quien sintió la vibración del cambio. Loscuñados y suegro de Henryobservaban, con una mezcla de miedo y asombro, cómo lascapas de espaciose distorsionaban ante sus ojos. Algo más grande se estaba gestando, algo que afectaría no solo aHenry, sino a todo el que estuviera cerca de él.

El tiempo de la batalla física había terminado, y lo que venía era algo mucho más peligroso. La incertidumbre flotaba en el aire, como si las leyes mismas de la realidad estuvieran por romperse.

Unpilar de energía azul profundoemergió del suelo, proyectando un brillo cegador que atravesó el aire. Al instante,rayos doradoscayeron sobreHenrycomo si el mismo cielo quisiera castigarlo. El poder acumulado era abrumador, y la presión que ejercía sobre el entorno era tal que lasondas provocadas por su manadestruían todo a su paso, distorsionando la mismarealidaden un frenesí de caos.

El espacio que rodeaba aHenryparecía volverse inestable, como si las leyes que gobernaban la dimensión estuvieran desmoronándose. Cada onda que emanaba de él cambiaba el ambiente, y los colores del aire se transformaban en una espiral de matices imposibles: primeroazul, luegoverde, luegovioleta, hasta que los colores se mezclaron en una vorágine de luces distorsionadas que desorientaban a todos los presentes. Era como si la realidad misma estuviera siendo devorada por el poder deHenry.

"Estoy preparado."Las palabras deHenryresonaron con una frialdad calculada, mientras su cuerpo se mantenía firme, como si estuviera esperando lo peor, o tal vez deseándolo.

En ese preciso instante,Patrickapareció ante él, su presencia tan peligrosa como la de su propio padre, pero marcada por cicatrices que hablaban de batallas pasadas. Con un solo brazo y el mismo ojo queCarlosle había arrancado aBernardo, su figura reflejaba el mismo dolor y furia que su progenitor había conocido. Sin embargo, su mirada no estaba llena de miedo, sino de determinación.

"Cuidado, papá,"dijoPatrick, su voz vacía de temor, como si lo que se venía fuera simplemente una parte del destino.

Henrylo observó fijamente, y una sonrisa cargada de sarcasmo se dibujó en su rostro.

"Jeje, qué auténtico y fabuloso amor de hijo hacia su padre."Sus palabras fueron como dagas, cada una impregnada de desdén. El sarcasmo en su voz no era solo un juego de palabras, sino una condena, una burla a lo que él consideraba una farsa emocional.Patrick, con todo lo que representaba, no era más que una sombra de lo queHenryhabía sido, y eso lo sabía perfectamente.

La tensión aumentó, las luces distorsionadas que llenaban el aire parecían reflejar el conflicto interno entre padre e hijo. Lo que estaba por venir no era solo una batalla física, sino un enfrentamiento que desgarra los mismos lazos familiares.

Henryno dudó ni un segundo.Se lanzóhacia adelante con una rapidez letal, pero en un parpadeo,Carlosreaccionó y apartó aPatrick, empujándolo hacia un lado para protegerlo. Sin embargo,Henry, sin perder su concentración,apuntó con un dedo, y de su voluntad surgió unaespada de espacio, una hoja que brillaba como un cristal roto, distorsionando la realidad a su alrededor. La espada estaba destinada aobliterar por completoel ser dePatrick, borrándolo de esta dimensión.

Un destello de luz cegadora iluminó el aire, pero en un giro inesperado,Patrickse salvó, esquivando el fatal golpe en el último segundo. Sin embargo,Henryno le permitió ni un respiro. En un abrir y cerrar de ojos,su mano apareció, y lagolpeó fuertemente en la cara, enviándolo hacia atrás como un muñeco de trapo.

En ese momento, elcuartetodepadreysus tres hijosrodearon aHenry, formando un círculo, buscando una apertura, peroHenrypermaneció completamente calmado, su mirada fría y calculadora. Sabía lo que estaba por venir, y no parecía inmutarse.

De nuevo,Henryconvocó sudefensa dimensional, una barrera casi impenetrable que lo rodeó en un resplandor cegador. Como unespectroen movimiento,se sumergióen las capas de espacio, y en el siguiente segundo, apareció detrás de los cuatro, golpeándolos con tal fuerza que sus cuerpos volaron por los aires.

La reacción fue inmediata:Carlos,Patrick, y los otros doshijos de Henrycomenzaron a huir, buscando cualquier rincón en donde esconderse. PeroHenry, enfurecido, envuelto en sudefensa dimensional, los siguió sin dudarlo, persiguiéndolos incansablemente.

Finalmente, llegaron a un punto sin salida."Por fin,"murmuróHenrycon frialdad, mientras los cuatro hombres se encontraban acorralados, sinlugares a los cuales correr."Insectos,"añadió, su tono lleno de desprecio.

Carlos, con la respiración agitada, miró a sus compañeros."Debemos ganarle cueste lo que cueste,"gritó, su determinación resonando en sus palabras. La única opción era enfrentarlo cara a cara.

Henryno perdió tiempo. Avanzó, y en un movimiento brutal,su brazo tomó a Patrickpor el cuello ylo estrelló contra el suelocon una violencia indescriptible, dejando que su cuerpo se aplastara bajo su fuerza descomunal. La escena era tan brutal que el sonido de los huesos al romperse resonó en el aire.

Finalmente,Henrylo miró, una sonrisa cruel dibujada en su rostro."Todos tus hijos son una basura,"dijo, su voz grave y llena de desprecio, como si cada palabra fuera un látigo."No valen nada."

El ambiente era denso, cargado con el peso de las emociones, las luchas pasadas y los errores que nunca podrían ser corregidos. La batalla continuaba, y la verdad, tan dolorosa como era, se reflejaba en cada uno de sus golpes.

Carlosavanzó con la misma determinación de siempre, peroHenryno iba a quedarse atrás.Utilizó el espaciopara atacar aRyanyAugusto, moviéndose a través de las dimensiones como una sombra, listo para desatar su furia.

En ese instante,CarlosyHenrychocaron de lleno, el sonido del impacto resonando como un trueno. PeroCarlos, más rápido que nunca,se adelantóy con unarodillazoferoz a laquijada de Henry, lo dejó ligeramente aturdido.Henry, sin perder la compostura, sonrió mientrasbajaba la cabeza, y en un instante,tomó a Carlospor el cuello, loelevópor el aire y lopateó en la caracon tal fuerza que el impacto hizo que el cuerpo deCarlosse retorciera en el aire antes de caer al suelo.

Mientras tanto,Augustologróliberarsede la trampa espacial deHenry, pero no fue suficiente. Lamano de Henrylo atrapó del rostro, y con una fuerza abrumadora, loarrastró por el suelo, haciendo que el sonido del contacto con el piso resonara en todo el campo de batalla.

"¡Adáptate, cuñado!"gritóHenrycon una sonrisa llena de sorna, burlándose de la resistencia de su oponente. Sabía que este enfrentamiento estaba lejos de ser fácil, pero lo disfrutaba.

Con un movimiento brutal,Henrycomenzó a golpear a los hombres con una fuerza titánica.Sus puños y patadas se sumergían en el espacio, desintegrando todo a su paso, golpeando con una dureza casi sobrenatural. Cada ataque era como una onda de choque que alteraba la propia realidad a su alrededor, creando distorsiones que dejaban a sus enemigos sin tiempo para reaccionar.

Pero en medio de la violencia,Patrick, furioso y con la ira desbordada,golpeó a Henrycon una daga. La hoja brilló momentáneamente, pero justo cuando parecía que iba a perforar la defensa deHenry, ladaga se distorsionóy se rompió como si fuera de cristal, desintegrándose ante la manipulación deHenrysobre el espacio.

"Maldito monstruo infernal..."gruñóPatrick, su rostro lleno de frustración mientras observaba cómo su ataque se desvanecía en el aire.

La batalla se intensificaba, cada uno de los combatientes con sus propios miedos, deseos y resentimientos, mientras el espacio mismo parecía ceder ante la furia desatada deHenry."Esto no termina aquí,"pensóPatrick, mientras se preparaba para su próximo movimiento, sabiendo que cada segundo los acercaba más a un desenlace mortal.

Henryse mantuvo inmóvil, como una roca que no se deja alterar por las tormentas a su alrededor. Con una calma inquietante, observó a sus enemigos, esperando el momento preciso.

El primero en lanzarse al ataque fueCarlos, con su cuerpo envuelto en determinación y rabia. PeroHenryno se movió. Con susbrazos cruzadosy una postura de totalrelajación, simplementeesquivólos ataques con una agilidad sobrenatural, casi burlándose de la furia deCarlos.Augusto, al ver la estrategia deCarlos, se unió rápidamente al asalto, pero el resultado fue el mismo:cada golpeque creyeron que acertaron fue desviado,su potencia movidaa otro espacio, de manera casi imperceptible para ellos.

El cansancio comenzó a notarse en los ojos de los hombres.Henryya había tenido suficiente. *En un abrir y cerrar de ojos, le dio una bofetada brutal aCarlos, haciendo que su cabeza girara con un sonido sordo, como si fuera un muñeco de trapo.

RyanyPatrick, en un intento desesperado por cambiar las tornas, lanzaron sus ataques. Susgolpes, equiparables a lasbombas de hidrógenode la antigua humanidad, explotaron con una intensidad casi apocalíptica, pero todo resultó ser inútil.Henryse movió apenas,ileso, mientras que los ataques simplemente pasaron a través de su defensa espacial. Loscuatrohombres parecían completamente impotentes ante la fuerza y precisión deHenry.

Augusto, ahora en el suelo, fue pateado con tal fuerza que su cuerpose elevó en el aire. Justo cuando pensó que podía recuperarse,Henrylogolpeó con una bala de sangre, atravesando su cuerpo con una precisión quirúrgica.

Finalmente,Carlosquedó solo,camino hacia Henrycon paso lento, sus movimientos eran pesados, como si el peso de la derrota ya estuviera sobre sus hombros. Sin embargo,su miradaseguía siendo feroz, el último destello de esperanza que quedaba en el campo de batalla.

Henrylo observó fijamente,su presenciaaplastante, como una sombra que se cernía sobreCarlos. No había escapatoria, no había más lucha por delante. El final estaba cerca.

Henrypuso los ojos en blanco, una expresión de desdén y aburrimiento, y en unsaltode pura destreza,se lanzó al ataque.Carlos, con una última chispa de determinación, reaccionó ysaltótambién, pero al chocar, su golpe pasó a través de la barreradimensionalqueHenryhabía levantado. Sin embargo, como un reflejo imparable, el golpe deCarlosfuerepelidopor la barrera y su cuerpo se estrelló contra el suelo, dejando una granmarcaen el mismo.

Tendido en el suelo,Carlossintió la presión de la esferadimensionaldeHenryacercándose. El anciano, con un esfuerzo de voluntad, intentóalejarse, pero la esferase expandiócon una fuerza arrolladora, cubriendo todo a su paso.Henrylo siguió, imparable.

Carlos, agotado y ya al límite de sus fuerzas, cayó de nuevo, pero no se rindió.Se levantó, aunque su cuerpo mostraba signos de que labatallaestaba ya decidida.

En su desesperación, intentó correr haciaHenry, pero este, como si fuera unatormenta imparable, usó su brazo paraderribaraCarloscon brutalidad. Al caer al suelo,el codo de Henryse estrelló contra la espalda deCarlos, casirompiendo su columnaen un estallido dedolor.

Entonces, con una rapidez sobrehumana,Henrycanalizó energía hacia sus pies, formandodos esferas de podery saltó haciaCarlos. El impacto fue tandesgarradorqueCarlosse convirtió en untrampolínhumano paraHenry.

Con cada salto,Henryaumentaba la intensidad de lagolpiza.

1 salto.2.3.7.8.10.15.20.30 saltos consecutivos.

Cada impacto queCarlosrecibía era más brutal que el anterior, sus huesos crujían bajo el poder de lossaltos. El dolor se desbordaba, peroHenryno cedía.

Basura,Henrymurmuró con desprecio.Es mejor que ya no te levantes.

La destrucción que dejó a su paso era imparable.Carlosno tenía fuerzas para responder. La humillación estaba completa.Henryhabía ganado, sin esfuerzo.

Carlosintentó levantarse una vez más, su cuerpo tembloroso y al borde de laruptura. Cada parte de su ser le pedía rendirse, pero su voluntad, aunque débil,no cedió. La mirada deHenrynunca se apartaba de él,fríay llena de burla.

Con unasonrisa macabra,Henryobservó cómo el anciano se esforzaba porrecuperarse.Carloshabía mostrado algo que se acercaba a laresistencia, pero estaba claro que ya no tenía fuerzas para seguir luchando.Henry, sin prisa pero sin descanso, avanzó, despojando aCarlosde toda esperanza con cada paso que daba.

"¿Te quedas sin fuerzas, viejo?", se burlóHenry, mientras elmanto de energía espacialque lo rodeaba cambiaba de forma, como untorbellinoque consumía todo lo que tocaba. Con undesplazamientodeespaciocasi imperceptible,Henryapareció frente aCarlos, sus manosse alzaron, y ladistorsión dimensionalcomenzó a moldearse a su alrededor, máspotenteque antes.

Carloslevantó la vista, conmucha dificultad, y lanzó ungolpe desesperado, pero todo fue inútil.Henryesquivó fácilmente su ataque y, con unmovimiento rápido, atrapó el brazo deCarlosy lorompiócon un sonido horrible, elcrujir de huesosllenó el aire.Carlosgritó de dolor, peroHenryno se detuvo. En un instante, lolevantó del suelo, como si fuera una simplemuñeca rota, y lolanzóhacia una pared cercana.

Laparedsedesintegróbajo el impacto, peroCarlosno tuvo tiempo ni de recuperarse.Henryapareció en frente de él, con su puñoenvuelto en energía oscura, y golpeó lacaradeCarloscon tal fuerza que su rostro se deformó, los dientes deCarlosvolaron por el aire.La sangrecomenzó a salir en unríorojo de su boca, pero aún no caía.Carlosseguíaaferrándose a la vida, suvoluntad férrealo mantenía en pie, pero la agonía era tanintensaque parecía que cadalatidode su corazón era una tortura.

Henryse acercó y, con una sonrisa siniestra, comenzó agolpearlosin piedad,cada puñetazoprovocaba unaexplosiónde dolor.Carlosintentó esquivar, pero era demasiado tarde.Henrylo había atrapado en suciclo de golpes. Los puños deHenryeran comomartillosquedespedazabantodo a su paso.

"Eres más débil de lo que pensaba, Carlos", dijoHenryentre risas, mientras su puño seguíadesfigurandoel rostro deCarlos. A cadagolpe, su cuerpo sedebilitabaaún más, hasta que el anciano apenas podía mantenerseen pie.

Carlosno podía pensar con claridad. Cada movimiento loagobiaba, y aunque trató de defenderse con un último esfuerzo,Henryloderribóuna vez más, pisoteando sucostillay causando queCarlossoltara ungritoahogado dedolor. El sonido de sushuesosrompiéndosellenó el aire, y su visión comenzó anublarse.La luchahabía dejado de ser una cuestión de victoria o derrota; eratortura pura.

"No te quedarás de pie mucho más, viejo", dijoHenry, su voz llena dedesprecio.Carlosaún no se rendía. Sus manos,temblorosasy sangrientas, intentaron levantarse, peroHenrylodetuvorápidamente, presionando con subotasobre su pecho.

"Y pensar que te creí un rival digno", murmuróHenry, disfrutando de cada segundo de laagoníadeCarlos. "Pero ya essuficiente. Te dejaré sentir cada golpe, cada fractura que te hice, para que puedas recordar lo quete costó desafiarme."

Carlosapenas podía respirar, surostro desfigurado, su cuerpo completamentequebrado, pero aúnluchabacontra eldolor, no quería morir de esa forma, no sin haberhecho algopara cambiar la historia. Sin embargo, era claro que sus fuerzas seagotaban, yHenryno iba a dejarle ningún respiro.

Con una última risa,Henrylevantó su mano, y conmaldaden su mirada, ladispersóen el aire, haciendo queCarlossintiera como si larealidad mismalo estuvieradevorando.El final estaba cerca.

Carlos, con el cuerpo roto y cubierto de sangre, logró apenas mantenerse en pie. Cada palabra de Henry era unapuñaladadirecta a su alma, pero ladesesperaciónque sentía al ver a sus hijos destrozados era aún más fuerte.Ryan, el más joven, parecía estar al borde del colapso, sus ojos apenas abiertos, mientrasAugustoyPatrickyacían a su lado,inconscientes, sus cuerpos cubiertos deheridasprofundas. El aire estaba cargado de tensión, de dolor, y de unaviolencia palpableque pesaba sobre todos.

Henry, completamenteserenoen su avance, dio un paso haciaRyan, sus ojos fríos brillando con una maldad sutil que reflejaba todo el desprecio que sentía por lafamiliaque Carlos había intentado proteger. Losrayos doradosde su energía chisporroteaban alrededor de él, ladimensión mismacomenzando a doblarse bajo su poder.

Carlostrató de reaccionar, pero su cuerpo, ya exhausto, apenas respondía a sus órdenes. Cada músculo parecía estar a punto de colapsar, pero suinstinto paternallo manteníaconsciente.Ryanaún no había sido alcanzado, y Carlos sabía que si llegaba hasta él, todo habría sido en vano.

¡No lo harás, Henry!—gritó Carlos, aunque su voz era unsusurro rasposo, larabiaimpregnando cada palabra.

Henrylo miró como si fuera una simpleinsectoque no merecía más atención que un molesto zumbido. Pero su sonrisasádicano desapareció. Sedetuvopor un instante, disfrutando del sufrimiento ajeno, de esaagonía silenciosaque había sembrado a su alrededor. Y luego, con un movimiento lento, apuntó haciaRyan.

Te dije que no hay lugar para la debilidad—dijoHenry, su voz resonando como unecoen el aire.

Antes de queCarlospudiera dar otro paso,Henryhizo un gesto con su mano,alterando el espacioa su alrededor. Unvórticede energía se formó justo en frente deRyan, que comenzó adesaparecerlentamente,atrapadopor la distorsión de la realidad.Carlosintentó moverse, perosu cuerpo estaba demasiado dañado, y solo pudogritarmientras veía a su hijoser consumidopor la distorsión espacial.

¡Noooooo!—gritó Carlos, su voz rasgada, llena de desesperación, pero ya era demasiado tarde.Ryandesapareció por completo, tragado por el caos y el vacío creado por Henry.

Carloscayó de rodillas, su respiración entrecortada y sus ojos llenos defuriaytristeza. No importaba cuánto luchara, no podía salvar a su hijo.Ryan, su niño, suúnica esperanza, ya no estaba.

Henry se acercó a Carlos, caminando con pasos lentos, mientras supresencia oscurase hacía más palpable. Miró al hombre en el suelo con una mezcla dedesdénysatisfacción.

¿Sabes?—dijo Henry, su voz llena de una calma cruel—. Si hubieras tenido el valor de ser más que unpadre débil, tal vez habrías podido salvar a tus hijos. Pero, al final,el sacrificioes la única verdad que queda.

Carlos levantó la cabeza, su mirada llena deira, a pesar de la devastación que sentía. No podíarendirse. No lo haría, aunque sus fuerzas lo traicionaran. Con el último vestigio de su energía, se levantó, su cuerpotembloroso, sucorazón desgarrado, pero aún con unallama de resistenciaen su interior.

¡Si es necesario sacrificarme a mí mismo para detenerte, lo haré!—rugió Carlos, su voz llena de unadeterminación desgarradora.

Henry, sin embargo, no mostrómisericordia. En un parpadeo, se lanzó hacia Carlos,rompiendo la barrera dimensionalcon ungolpeque destruyó toda resistencia. Pero antes de que el último golpe alcanzara aCarlos, elecode sus palabras flotó en el aire.

No te preocupes, viejo. A tu manera, lo has hecho todo más interesante.

Carlos sintió elhieloen sus venas, pero también unarabiaincandescente. A pesar de todo lo que había perdido, no permitiría queHenrydestruyera más de lo que quedaba de su familia. Sushijosya habían sufrido demasiado, pero él,Carlos, aún tenía unrazónpara luchar.

El aire entre ellos se cargó detensión. Henry, con suespada de energía, caminaba lentamente, supresencia ominosaexpandiéndose como una sombra implacable. Cada paso resonaba como uneco de muerteen el ambiente. Ladistorsión dimensionalse intensificaba, el espacio se contorsionaba a su alrededor, como si la realidad misma estuviera a punto de quebrarse bajo el peso de su poder.

Mi hijo morirá esta noche como un sacrificio para la familia—la voz deHenryretumbó, fría y cruel. Sus palabras caían condesdén, como si no hubieraremordimientopor lo que estaba por hacer.

Carlos apretó los dientes, mirando aHenrycon una furia indescriptible.Ryan, suhijo, aún estaba perdido en esa distorsión, y no iba a permitir que el sacrificio se consumara. No mientras tuviera algo que ofrecer.Nadade lo queHenrydecía iba a cambiar la verdad:Carlos lucharía hasta el final.

¡Bastardo!—gritó Carlos, su voz retumbando condeterminación. Sabía que cada segundo que pasaba se convertía en unadesventaja, pero no podíarendirse.

Henry, sin embargo, no mostróprisa. Al contrario, su paso era lento, calculado. Se acercaba, y con cadamovimiento, Carlos sentía cómo lapresiónen el aire aumentaba. Ladimensión mismaparecía estar a punto de colapsar bajo el peso del poder de Henry.

Viejo, ¿te has dado cuenta?—Henry sonrió, esasonrisa fría y despectivaque parecía reflejar sudesdén absoluto. —Al final, todo lo que has hecho, todo lo que has luchado, es inútil. Nada importa cuando tu hijo ya está condenado al sacrificio. Lo sabes tan bien como yo.

Carlosrespiró profundo, susmanos temblorosasse apretaron en puños.Nada de lo que decía Henryera cierto. Su hijo no iba a morir.Ryanno sería unaofrendapara nada. A pesar de laoscuridadque lo rodeaba, aún quedaba algo en su corazón que le decía que laluzaún podríaaparecer.

No, Henry. Este sacrificio no se hará.—La voz de Carlos salió con unafirmezarenovada, casi desafiando larealidad misma.

En ese momento, con unavelocidad inhumana, Carlos avanzó. Su cuerpo, ya al límite, se movió por puroinstinto. No había espacio paradudasnitemores.Ryanestaba atrapado en la distorsión, y ahora, lo único que importaba era salvarlo.¡Salvarlo a toda costa!

Henry se giró rápidamente, pero ya era demasiado tarde.Carloshabíarotola barrera de espacio, apareciendo frente a él confuerza. Con unmovimiento de desesperación, lanzó supuñodirecto hacia la cara deHenry. Laviolenciade su ataque se desplegó con laintensidadde alguien que no tenía nada que perder.¡Su hijo no moriría en vano!

¡Este sacrificio no será tuyo, Henry!—gritó Carlos mientras elgolpealcanzaba su objetivo, pero antes de que pudiera disfrutar de su victoria, ladimensión mismacomenzó a temblar.

Henrysimplemente sonrió, supoderno disminuía ni un ápice. Al contrario, ladimensióncomenzó adoblarseaún más, absorbiendo cada ataque que Carlos realizaba.

Creíste que podrías vencerme, viejo...—dijo Henry condesdén, su voz resonando como uneco eterno. —Pero en este momento, tú no eres más que un simple insecto en mi camino. Y tus hijos...—su voz se tornó aún más fría—.Ellos, igual que tú, ya están perdidos.

Y, con un movimiento rápido como un rayo,Henrylanzó unataquedirecto hacia Carlos. Lasdimensionesse retorcían alrededor de él, pero Carlos no retrocedió. En su mirada, había algo más allá delmiedo:determinación.

No, Henry no iba a ganar. No esta vez.

¡Este sacrificio no será el último!

La lucha continuaba, el destino de todos aúncolgando de un hiloen laoscura noche.

Es hora de terminar con todo esto Henry dijo y dio un paso que aterro a Carlos

Territorio espiritual—pensó Carlos, comprendiendo la gravedad de la situación. Era una habilidad espiritual difícil de comprender, y el aire a su alrededor se volvió pesado con la energía oscura que emanaba Henry.

El ambiente se volvió más denso, como si ladimensión mismaestuviera siendo estrangulada por laoscuridadque Henry traía consigo. ElTerritorio Espiritualse desplegó con unaintensidadque hizo que larealidada su alrededor comenzara a desmoronarse.Carloslo sintió en sus huesos, como unpesoinsoportable, como si el mismo aire se estuvieravacíode esperanza.

Laenergía oscuraque emanaba de Henry era palpable, y los últimosguerrerosque aún observaban desde las sombras sintieron la amenaza inminente, como si su propiaexistenciaestuviera a punto de serdesintegradabajo el poder de esa habilidad prohibida.

Carlosseaferróa su voluntad, pero algo dentro de él comenzaba aquebrarse. No era el poder físico el que lo estaba venciendo, sino la sensación de quetodolo que había luchado, todo lo que habíasacrificado, estaba a punto de seraplastadopor eldestinoque Henry había marcado. ElTerritorio Espiritualno solo era un campo de batalla físico, sinomental: todo lo que creía, todo lo que amaba, se veíadesvanecerseen laneblina de poderque Henry había desatado.

Tus hijos serán el sacrificio en nombre de mi primogénito—Henry rió, unarisa fría y cruel, que resonó como una sentencia de muerte.

Laspalabrasde Henry llegaron comodardos, perforando el corazón de Carlos. Lairónica maldadde lo que estaba a punto de hacer lo aterraba, pero aún más lo aterrabala verdadque había detrás de esas palabras: todo lo que había hecho, todo lo que había sido, noimportaba. ParaHenry, los sacrificios erancosas sin alma, simplementeintercambiospara lograr lo que se deseaba.

Elresplandorde la espada de Henry se intensificó, y laenergíaa su alrededor chisporroteaba, causando que el mismoespaciocomenzara avaciarse, como si larealidadmisma estuviera siendodevoradapor ese poder.Carlossabía que no quedaba mucho tiempo.

¡No lo permitiré!—Carlos gritó, su voz rasgando el aire como un rugido desesperado.Se lanzó hacia Henry, sin pensarlo, a pesar del miedo que sentía en sucorazón. No había tiempo paradudas. Si algo iba a salvar a sus hijos, si algo iba adeteneresta pesadilla, era él,Carlos.

Pero Henry no mostró signos dedetenerse. Con una calmaaterradora, levantó su espada y, con unmovimiento brutal, trazó una línea en el aire. ElTerritorio Espiritualseextendióyse cerróalrededor de Carlos como unajaulainvisible, desgarrando el mismo espacio a su alrededor.

Carlos sintió cómo su cuerpo se veíaatrapadopor esa energía, como si lavoluntad de Henryestuviera penetrando en cada rincón de su ser. Ladistorsiónen el aire y lapresiónen su pecho lo hacían casi imposible demover.

Es inútil, Carlos—la voz de Henry resonó a través de lassombrasque ahora se cerraban sobre él—.Tus hijos ya están marcados. No hay escape.

Carlossintió que sufuerzacomenzaba a flaquear.El sacrificioya estaba hecho, y no podía hacer nada para evitarlo. Pero algo en su interior serevolvió. No era solo un padre luchando por sus hijos. Era un hombre quehabía fallado, que había llegado demasiado lejos, pero aún podíahacer algo.

¡No!—gritó, pero ladimensiónalrededor de él tembló, como si Henryse alimentarade sudesesperación.

Con cada palabra de Henry,Carlosse sentía más cerca dela derrota. Pero mientras susúltimos vestigios de esperanzase desmoronaban, algo en su interior aún seresistía.Algo en su almaaúnardía. Sabía que, aunque todo estuviera perdido, no podíarendirse.

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