Capítulo 17: Amistad.

La chica de cabellos rojo cobrizo con velocidad se acercó a su amigo, se arrodilló a su lado tocando suavemente su rostro hinchado y sangrante. Su voz temblaba mientras limpiaba las lágrimas del rostro del chico con sus pulgares. Mientras que Finn (quien tan solo ver el rostro preocupado de su amiga) no pudo evitar volver a derramar una lágrima tras otra, hasta que cada una de ellas se transformó en un llanto de dolor.

Fern se inclinó rápidamente junto a él con su rostro lleno de preocupación.

-¿Qué fue lo qué pasó? ¿Quién te hizo esto, Finn?-preguntó Fern sintiendo un nudo en la boca del estómago de tener que ver al chico que amaba en esa situación.

Finn abrió los ojos apenas, sus pupilas desorientadas enfocándose en ellos con esfuerzo.

-Phoebe… Fern…-murmuró con voz débil, su rostro contrayéndose en una mueca de dolor-lo siento… traté de...-

-No hables, Finn. Estás herido-le dijo Fern. Al tener a Phoebe lo suficientemente cerca, Finn se incorporó como pudo buscando los cálidos brazos de la chica, se acurrucó contra ella hundiendo su rostro entre su pecho mientras sollozaba sin control. Los brazos de Phoebe rodearon el tembloroso cuerpo del adolescente con todo el cuidado y ternura posibles. Lo único que se podía escuchar en ese momento, eran aquellos sollozos cargados de tristeza que inundaban ese ambiente tan sombrío. Fern, por su parte, miraba la escena con el corazón roto. Aunque sabía que Phoebe era la persona que Finn necesitaba en ese momento, no podía evitar sentir un inmenso deseo de protegerlo, tomarlo en sus brazos y asegurarse de que nunca volviera a sufrir. Por lo que parecieron ser largos segundos, ambos amigos permanecieron sumergidos en aquel reconfortante abrazo, Phoebe con suavidad acariciaba la espalda del rubio como una forma de tranquilizarlo de lo que sea que hubiera sucedido, pero la preocupación seguía presente en el aire, y la pregunta de qué había pasado y quién lo había hecho rondaba en sus mentes. Fern finalmente rompió el silencio-Phoebe, necesitamos llevarlo a un lugar seguro. Esto no puede quedarse así-dijo con firmeza; sin embargo, su voz temblaba un poco al hablar.

La chica asintió sin dejar de abrazar a su amigo.

-Lo sé pero… no puedo dejarlo solo aquí-murmuró con voz suave pero decidida.

-Déjamelo a mí-la tranquilizó Fern levantándose de su lugar y extendió la mano hacia Finn cargada de determinación-voy a ayudarte, Finn, salgamos juntos de aquí-

El rubio, todavía temblando, levantó la mirada hacia Fern, asintiendo débilmente antes de aceptar su ayuda. Entre ambos, lograron incorporarlo lentamente, sus piernas tambaleándose bajo el peso de su cuerpo adolorido. Phoebe se colocó a su lado, firme y lista para sostenerlo si era necesario.

Los tres comenzaron a caminar con lentitud hacia un lugar más seguro, el silencio se rompió con la voz temblorosa de Finn.

-Gracias…-susurró apenas audible, sus palabras llenas de gratitud y vulnerabilidad.

Phoebe y Fern intercambiaron una mirada de comprensión, ambos sabiendo que harían todo lo posible para protegerlo, para asegurarse de que nunca más se sintiera tan solo y desamparado como en ese momento. Mientras caminaban con dificultad llevando a Finn apoyado entre ambos, la preocupación no les daba tregua, el área de estacionamiento reservada para las bandas no se encontraba lejos y era su única salida para conseguir ayuda tan pronto como fuera posible.

Al llegar, la silueta de Marceline y sus compañeros apareció a unos metros, ella estaba cargando instrumentos y el equipo dentro de la vieja camioneta. La joven de cabellos oscuros, con su característica actitud despreocupada estaba dando indicaciones a los demás, cuando, en eso, sus ojos captaron la figura de Phoebe acercándose a ellos.

-¡Vaya, pero si es la estrella de la noche!-exclamó Marceline con sarcasmo mientras se cruzaba de brazos y caminaba hacia ella, su expresión mostraba una mezcla de molestia y decepción-¿qué paso, Phoebe? ¿te aburriste de nosotros? ¿o simplemente decidiste que te lucirías mejor sin la banda?-

La chica de cabello rojo cobrizo apenas tenía la energía para mantenerse de pie mientras sostenía a Finn, pero eso no le impidió elevar su mirada de color avellana hacia Marceline, reflejando su agotamiento y la poca paciencia que cargaba en ese momento.

-Marcy, no tengo tiempo para esto-dijo con firmeza interrumpiendo el inicio del reclamo-guarda tu sermón para después, ahora necesito tu ayuda-Marceline frunció el ceño claramente confundida por la actitud de la chica, antes de que pudiera responder, Phoebe hizo un leve gesto con la cabeza señalando detrás de ella-es Finn-su mirada se desvió por un momento hacia el chico herido que Fern sostenía con cuidado.

Marceline desvió la mirada y su expresión cambió por completo al ver el estado en el que se encontraba Finn: su rostro hinchado, rastros de sangre en su ropa y su cuerpo tambaleándose apenas podía ser sostenido por Fern.

-¿Qué demonios le pasó?-preguntó la joven de largos cabellos oscuros dejando entrever la preocupación que ahora dominaba su actitud.

-No tenemos tiempo para explicarte todo aquí-dijo Phoebe rápidamente-por favor, necesito que nos lleves a mi casa, tengo que atenderlo antes de que empeore-

Marceline no dudó más. Asintió con un movimiento decidido y se volvió hacia sus compañeros de banda.

-¡Oigan, ayúdenme a despejar la parte trasera de la camioneta!-ordenó con autoridad dejando en claro que no aceptaría objeciones. En cuestión de minutos, Marceline y los demás habían hecho espacio en la camioneta. Fern y Phoebe ayudaron a Finn a subir con cuidado, asegurándose de que estuviera lo más cómodo posible. Marceline, mientras tanto, subió al asiento del conductor, encendiendo el motor con un aire de urgencia-está bien, suban. Los llevo ahora mismo-añadió mirando a Phoebe por el espejo retrovisor-pero más te vale que me expliques qué está pasando en el camino-

La chica asintió tomando asiento junto a Finn y asegurándose de que estuviera siempre con la cabeza apoyada sobre su hombro.

-Gracias, Marcy. Te lo explicaré todo después-respondió genuinamente agradecida.

A medida que la camioneta se alejaba del estacionamiento y del festival, la banda quedó atrás intercambiando miradas de confusión. Marceline no era de las que dejaban un asunto sin resolver, pero esta vez sabía que lo primordial era ayudar a su compañera. El viaje estuvo silencioso por un momento, interrumpido solo por las indicaciones de Phoebe para llegar a su casa, aunque débil y adolorido, Finn logró susurrar un débil "gracias" antes de caer en un ligero sopor, confiando que estaba en buenas manos.

Fern, sentado junto a ellos, no apartaba la mirada del chico, claramente afectado por su estado.

-¿Alguien puede decirme qué demonios pasó?-preguntó Marceline desde el asiento del conductor, rompiendo el silencio.

Phoebe se inclinó ligeramente hacia adelante, sin soltar a Finn.

-Lo encontramos así en el estacionamiento. Lo golpearon, pero no nos ha dicho quién fue. Apenas pudo hablar...-su voz tembló al final, y Fern colocó una mano en su hombro para calmarla.

-¿Estaba solo?-insistió Marceline, su mirada fija en la carretera pero claramente concentrada en la conversación.

-Sí-respondió Fern esta vez-ni siquiera sabemos cuánto tiempo estuvo ahí antes de que lo encontráramos-

La joven bufó, apretando ligeramente el volante.

-¿Y ustedes no vieron a nadie raro cerca?-preguntó sin poder ocultar su enfado ante la situación.

-No-dijo Phoebe cansada. Luego añadió en un tono más bajo-honestamente, lo único que quiero ahora es asegurarme de que esté bien-

Marceline asintió comprendiendo que no era momento para más preguntas.

Después de un largo rato conduciendo, la camioneta se detuvo frente a una casa amplia y elegantemente diseñada, con un jardín delantero impecable que contrastaba con las sombras de la noche. Marceline apagó el motor y observó a los tres chicos por el retrovisor.

-Déjenme ayudarlos a bajarlo-dijo saliendo rápidamente del vehículo.

Con cuidado Phoebe y Fern bajaron a Finn, y Marceline los ayudaba a sostenerlo. El chico rubio apenas podía caminar apoyado entre los tres, su respiración era débil y entrecortada. Phoebe sacó las llaves de uno de los bolsillos de su mochila y abrió la entrada principal, la casa estaba en penumbras pero la luz del exterior iluminó lo suficiente para revelar un espacio amplio y bien decorado, con muebles de diseño moderno y detalles que denotaban cierto lujo.

Fern no pudo evitar soltar una risa nerviosa mientras observaba a su alrededor.

-Whoa, Phoebe. Tu casa es… algo más ¿tu papá es un mafioso o algo así? porque esto parece sacado de una película de gangsters.

-Cállate, Fern-dijo Phoebe rodando los ojos mientras encendía las luces, respiró hondo queriendo mantener la compostura-lleva a Finn al sofá, voy por una manta-Fern accedió y con ayuda de Marceline colocó a Finn con cuidado en el sofá de la sala, Phoebe desapareció un momento regresando con una manta que extendió sobre su amigo-iré a buscar el botiquín. Fern, quédate aquí y asegúrate de que no se mueva demasiado. Marceline si quieres quedarte, genial, bien por ti y si no, entiendo si quieres irte-

-¿Bromeas?-respondió la joven de largo cabello oscuro mientras se sentaba en el descansabrazos del sofá-no pienso irme hasta asegurarme de que este tonto se encuentra bien-

Phoebe no dijo nada más y simplemente se dirigió a la cocina, donde comenzó a preparar un té. Mientras el agua hervía, su mente no dejaba de repasar lo ocurrido. ¿Quién podría haber hecho algo tan cruel? Y lo más importante, ¿por qué?

Mientras tanto, en la sala de estar, Fern miraba a Finn con preocupación sentado al borde del sofá.

-¿Por qué no dijiste nada?-murmuró en voz baja, más para sí mismo que para el chico rubio junto a él, quien apenas parecía consciente. Marceline los observaba a ambos en silencio con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Phoebe regresó minutos después con una taza de té, el botiquín y un par de toallas limpias.

-Bien, vamos a hacer todo esto rápido-habló colocando las cosas en la mesa de centro-Fern, pásame el algodón, el desinfectante y la pomada. Marceline ¿puedes sostener su cabeza mientras limpio la herida?-ambos asintieron y juntos comenzaron a atender a Finn. Phoebe trabajaba con cuidado, limpiando la sangre seca de su rostro y aplicando desinfectante en los cortes, moretones por la zona de su estómago y costillas se hacían presentes entre tonalidades violetas y rojizas, la chica miro a su amigo con tristeza mientras le colocaba tan solo un poco de pomada sobre aquellas áreas afectadas, al sentir el contacto de la fría emulsión, Finn tembló ligeramente por el dolor que aún sentía en su cuerpo mientras se quedaba recargado en el sofá. Nadie intercambió palabra alguna más que las simples órdenes de Phoebe, pero era notoria su preocupación a pesar de que se esforzaba por hacer que su amigo estuviera lo más cómodo posible-sé que no es mucho, pero hago lo que puedo, Finn-

Después de unos minutos, su respiración parecía más tranquila, y sus ojos comenzaron a abrirse lentamente.

-Gracias...-murmuró el chico, su voz era apenas audible.

Phoebe sonrió suavemente.

-No tienes que agradecer nada. Solo descansa, ¿de acuerdo?-Fern y Marceline intercambiaron miradas. Era evidente que la situación no iba a resolverse tan fácilmente, pero por ahora, lo importante era que Finn estuviera a salvo. La chica se acordó del té sobre la mesa de centro y le extendió la taza-ten. Es té de canela, puede que no sea tan bueno como el que mi mamá hacía pero es algo-

Finn asintió levemente, tomando la taza con las manos temblorosas. Mientras daba un pequeño sorbo, un destello de alivio cruzó su rostro. Aunque el camino por delante era incierto, al menos, en ese momento, tenía a sus amigos con él. Tras un momento de calma, Finn parecía haber recuperado algo de su conciencia, su respiración se había estabilizado y aunque todavía lucía débil, podía mantenerse despierto.

Marceline se levantó del descansabrazos del sofá, estirándose.

-Bueno, parece que ya se encuentra un poco mejor-dijo mirando a Finn y luego a sus otros dos compañeros de banda-voy a volver al festival a recoger a los otros, seguramente se estarán preguntando qué pasó-

Phoebe sonrió agradecida por la ayuda de la joven.

-Gracias por traernos. Ten cuidado en el camino.

-Claro, claro-Marceline alzó una mano despreocupada mientras se dirigía a la puerta-manténganme al tanto de cómo se encuentra ese idiota-añadió lanzándole una última mirada a Finn antes de salir.

El ruido de la puerta delantera cerrándose dejó un extraño silencio en la sala, Phoebe se giró hacia Finn quien ahora descansaba contra los cojines del sofá con los ojos entrecerrados.

-¿Cómo te sientes?-preguntó ella en voz baja.

-Como si me hubiera golpeado un camión-murmuró el adolescente con una sonrisa cansada. Phoebe soltó una risa suave pero la preocupación seguía presente en su mirada, no era experta en primeros auxilios como la mamá de Finn, Minerva, pero hizo todo lo posible; en eso, algo vino a su mente.

-Espera aquí un momento. Creo que en la nevera hay un gel frío para bajar hinchazones, voy a buscarlo.

Cuando comenzó a levantarse, Finn levantó débilmente una mano para detenerla.

-E-espera, Phoebe-titubeó por primera vez, su voz sonaba tan frágil que si no fuera por el silencio total de la casa, no sería posible escucharlo-n-no… no te vayas, no me dejes aquí solo… por favor-

Phoebe se quedó inmóvil por un instante, sorprendida por lo vulnerable que se veía Finn. Suspiró y volvió a sentarse junto a él, apretándole suavemente la mano.

Tan solo quería sentir la protección de alguien a mi lado, aquella experiencia regresaría en forma de pesadilla esa noche, lo sé. Lo que debió ser el mejor día de mi vida se convirtió en otra tragedia más.

-Está bien, no me iré. Fern-dijo volviendo su mirada al chico de cabello rubio con las puntas teñidas de verde-¿puedes ir tú a buscarlo? Está en la nevera, en la puerta, debería estar allí-

-Sí, claro-dijo Fern asintiendo rápidamente y se levantó-ya regreso-

Mientras Fern salía de la sala, Phoebe sacó el teléfono de su amigo y comenzó a buscar el número de Minerva. Tenían que avisarle dónde estaban y lo que había pasado. Su dedo tembló ligeramente mientras marcaba el número, la preocupación por Finn aún pesaba en su mente.

-Vamos, contesta…-murmuró en voz baja, llevando el teléfono a su oído.

Finn observó a Phoebe en silencio, todavía aferrándose a su mano. Aunque el dolor seguía presente, algo en la cercanía de su amiga le daba una sensación de seguridad que no había sentido en toda la noche.

En ese momento, Fern regresó con el gel frío en la mano.

-Aquí está. ¿Qué hago con esto?-preguntó agitando ligeramente el recipiente.

Phoebe le hizo un gesto para que lo dejara sobre la mesa.

-Gracias. Ahora solo… espera un poco. Estoy tratando de contactarme con su mamá.

Fern asintió, quedándose de pie cerca del sofá, observando a Finn con una mezcla de curiosidad y lástima. A pesar de la tensión de la noche, había algo tranquilizador en ver a Finn en compañía de alguien que se preocupaba tanto por él. Phoebe esperó, apretando con fuerza el teléfono contra su oído mientras escuchaba el tono de llamada. Tras unos segundos que parecieron eternos, una voz familiar respondió por fin del otro lado.

-¡Finn! ¿Qué sucede? ¿está todo bien?-preguntó Minerva con voz cálida pero cargada de preocupación.

-Minerva… soy yo, Phoebe. Sí, bueno, no… en realidad, no está todo bien-respondió la chica intentando mantener la calma mientras chequeaba a Finn, quien seguía descansando en el sofá-tengo que decirte algo, es sobre Finn-

Un silencio tenso llenó la línea por un instante antes de que Minerva hablara de nuevo:

-¿Qué le pasó? ¿está contigo?-preguntó la mujer de corto cabello rubio ahora con un tono más firme.

-Sí, está conmigo en mi casa. Pero… está herido, alguien lo golpeó. Lo encontré en el festival y estaba muy mal-respondió ella apretando los labios mientras escuchaba el leve jadeo de Minerva al otro lado-está consciente pero tiene moretones y algunos cortes. Le limpié las heridas y le puse algo de pomada, pero creo que necesitará que lo revise un profesional-

-¡¿Qué?!-exclamó Minerva visiblemente alterada-¡¿quién lo golpeó?! ¿por qué no me llamaste antes?-

-No lo sé. No me lo ha dicho todavía-contestó Phoebe rápidamente-lo siento, estaba tratando de estabilizarlo primero. No quería asustarte más de lo necesario-

Minerva suspiró al otro lado de la línea, aunque su preocupación era evidente.

-Gracias por cuidarlo, Phoebe. Estoy agradecida de que no esté solo. ¿Puedes quedarte con él hasta que llegue? Estoy saliendo del hospital ahora mismo.

Phoebe asintió, aunque Minerva no podía verla.

-Claro. Lo estaré vigilando. ¿Crees que podrías llegar en una media hora?

-Menos, haré lo posible por estar ahí lo más rápido que pueda-aseguró la mujer. Luego añadió, más tranquila pero todavía firme-Phoebe, prométeme que no lo dejarás solo-

La chica de cabello rojo cobrizo apretó la mano de Finn, que aún la sostenía débilmente, y respondió con determinación.

-No lo haré. Lo prometo.

-Bien. Mantén el teléfono cerca por si necesitas algo más. Gracias, Phoebe-dijo Minerva, antes de colgar.

Phoebe bajó lentamente el teléfono, soltando un largo suspiro.

-¿Viene su mamá?-preguntó Fern observándola desde su posición junto al sofá.

-Sí, está en camino-respondió Phoebe mientras miraba a Finn, quien parecía haberse quedado dormido por el agotamiento-ahora solo tenemos que asegurarnos de que esté lo más cómodo posible hasta que llegue-

Fern asintió y se dejó caer en un sofá cercano, observando el gel frío que había traído mientras pensaba en lo que había pasado esa noche. Phoebe, por su parte, acarició suavemente la mano de Finn, susurrándole palabras tranquilizadoras aunque él ya no pudiera oírlas.

La camioneta avanzaba lentamente por las calles vacías, el sonido del motor resonaba en la quietud de la noche. Marceline, al volante, miraba el camino con el ceño fruncido, mientras sus compañeros de banda se acomodaban en los asientos traseros (los cuales no eran muchos). La tensa atmósfera se rompió cuando ella finalmente habló.

-Chicos, no sé si puedo dejar de pensar en lo que pasó con Finn-dijo con un tono de voz grave, angustiado y preocupado. Se detuvo en una intersección, lanzando una rápida mirada a sus amigos y compañeros de banda-lo vi y… no sé, no puedo creer que algo así haya ocurrido-

Wendy, sentada en el asiento del acompañante, suspiró abrazándose las piernas.

-¿Cómo pudo pasar algo así?-preguntó con su tono de voz lleno de pena-Finn es uno de los chicos más amables que conozco ¿por qué alguien le haría algo así?-

-Lo peor es que no sabemos quién fue o porqué lo hizo-dijo Georgy pensativo mirando hacia la ventanilla-lo único que podemos hacer es esperar a que se recupere, pero me siento impotente-

La camioneta se deslizó por una calle menos iluminada mientras los demás pensaban en lo sucedido, finalmente, Wendy rompió el silencio con una brillante idea.

-Chicos, se me acaba de ocurrir algo ¿y si organizamos algo para él?-dijo intentando ocultar la emoción, todos la miraron confundidos, ella sonrió-como, no sé… ¿una pijamada sorpresa? ¡Eso es! ya saben, para levantarle el ánimo cuando se recupere ¡a Finn le encantaría!-

-¿Una pijamada?-preguntó Booboo quien estaba un poco más atrás del asiento, se inclinó hacia adelante, arqueando una ceja incrédulo y con curiosidad-pero, ¿tienes idea de cuándo podría ser? ¿O de cuándo se va a sentir mejor después de todo esto? Porque, ya sabes, no podemos simplemente esperar a que las heridas sanen por arte de magia-

-Sí, claro-dijo Wendy accediendo rápidamente-pero podríamos hacer que sea una sorpresa, cuando Finn ya esté lo suficientemente recuperado, todos podemos caerle de sorpresa en su casa y darle algo de diversión cuando no esté tan concentrado en las heridas y el dolor. Tal vez, incluso podríamos hacer algo que le guste, como ver sus películas favoritas o jugar videojuegos juntos. Ya se encargará de recuperarse cuando pueda-

Georgy, que había estado pensativo, se frotó la barbilla.

-Eso suena genial, Wendy. Pero, eh… ¿alguno de ustedes sabe dónde vive Finn?-preguntó con un toque de inseguridad en la voz. Todos se quedaron en silencio mirando a su alrededor, como si alguien tuviera la respuesta.

Después de un par de silencio incómodo, Booboo negó con la cabeza.

-Ni idea, solo sé que vive cerca del lugar donde se organizó el festival, pero no tengo idea de dónde exactamente-admitió con una pequeña sonrisa nerviosa-¿y si mejor organizamos la pijamada para un día que él esté libre? No sé si le gustaría que lo molestemos mientras está ocupado con la escuela y todo ese rollo aburrido-

-Tienes razón-dijo Marceline sonriendo levemente y pensando en la propuesta-lo mejor sería cuando él esté más relajado sin tanto estrés de la escuela. Además, siempre podemos llevarle algo divertido y distraerlo, quizás podamos llamarlo antes, preguntarle qué día le vendría bien-

-¡Exacto!-exclamó Wendy con un brillo en los ojos-lo haremos bien, así cuando se recupere, podemos sorprenderlo de verdad y darle algo para pensar que no sea el dolor-

Marceline sonrió mientras giraba la camioneta hacia la dirección de la ciudad. La atmósfera había cambiado un poco, dejando de lado la preocupación para centrarse en algo positivo para Finn.

-Bueno, chicos. Lo planearemos, pero primero, necesitamos asegurarnos de que nuestro amigo se sienta mejor. Mantengámonos al tanto y hagamos esto por él, ¿de acuerdo?

Todos asintieron al unísono, el ambiente en la camioneta era mucho más ligero ahora.

-¡Claro! ¡Vamos a hacerlo!-respondió Georgy, con una sonrisa.

Y así, mientras la camioneta continuaba su trayecto, todos en la banda comenzaron a pensar en maneras de hacer que la sorpresa fuera lo más divertida posible, con la esperanza de que pronto, su amigo estaría lo suficientemente bien como para disfrutar de un buen momento.

Las horas pasaron, y el cansancio finalmente venció a Phoebe y Fern, ambos se habían quedado dormidos en la sala con Finn recostado en el sofá, aún débil pero estable. La casa estaba en completo silencio, iluminada únicamente por una lámpara en una esquina de la sala; sin embargo, las luces de un auto que se detuvo frente a la casa los obligaron a despertarse.

La chica de cabello rojo cobrizo parpadeó aún somnolienta y se incorporó rápidamente para ver las luces. Por un momento su corazón dio un salto al pensar que podrían llegar a ser su padre o sus hermanos, pero al observar mejor, reconoció el auto.

-Es Minerva-murmuró empujando el hombro de Fern suavemente para que se despierte también. El chico se refregó los ojos y se puso de pie justo cuando la puerta principal se abrió de golpe. Minerva entró apresuradamente, con un semblante lleno de preocupación y sin siquiera detenerse a cerrar detrás de ella.

-¡Finn! ¿dónde está Finn?-preguntó la mujer mirando alrededor con desesperación hasta que sus ojos se posaron en el sofá.

Phoebe dio un paso hacia ella, tratando de calmarla.

-Está ahí, señora Campbell. Está estable, pero...-comenzó a explicar, pero Minerva ya estaba a su lado, agachándose junto a su hijo.

-Finn, cariño. Ya estoy aquí-susurró, colocando una mano temblorosa sobre la frente de su hijo. Finn abrió los ojos débilmente y, al verla, dejó escapar un suspiro de alivio.

-Mamá...-murmuró con un tono apenas audible. Minerva lo abrazó con cuidado, evitando sus heridas, y no pudo contener las lágrimas que se acumularon en sus ojos.

-Por dios, Finn ¿pero qué te hicieron, mi osito?-preguntó con voz rota, mirando a Phoebe y Fern como si esperara que ellos tuvieran todas las respuestas.

-Fue un grupo de chicos en el festival...-comenzó a explicar Phoebe con tono serio-lo encontramos después de que lo atacaran, y lo trajimos aquí porque no sabíamos si alcanzaría a llegar al hospital sin que empeorara-

Minerva asintió, todavía claramente afectada pero agradecida de que hubieran cuidado de su hijo.

-Gracias...-dijo en voz baja, mirando a ambos con sinceridad antes de centrar nuevamente su atención en Finn-gracias a los dos. Ahora voy a llevarlo al hospital para un chequeo completo-

Phoebe y Fern intercambiaron miradas, sintiendo una mezcla de alivio y cansancio.

-Si necesita algo más, por favor llámenos-dijo Phoebe, genuinamente preocupada.

-Lo haré-respondió Minerva, ayudando a Finn a incorporarse con cuidado.

Luego de eso, la mujer de corto cabello rubio se ocupó de llevar a Finn al auto, Phoebe y Fern se quedaron en el umbral de la puerta viendo cómo se alejaban. La tensión en el ambiente comenzó a disiparse, pero sabían que esa noche sería recordada por mucho tiempo.

En el camino hacia el hospital, el auto estaba en silencio, salvo por el ruido del motor y las luces de la ciudad parpadeando a través de las ventanas. Minerva mantenía ambas manos firmemente sujetas en el volante pero su mirada de vez en cuando se desviaba hacia su hijo, quien descansaba en el asiento del acompañante.

-Finn…-habló con voz suave pero temblorosa.

-¿Sí, mamá?-él abrió apenas los ojos, girando la cabeza hacia ella.

Minerva respiró hondo, buscando las palabras adecuadas para transmitirle al chico.

-¿Por qué no me llamaste cuando esto sucedió? ¿Por qué tuviste que lidiar con todo esto solo?

Finn bajó la mirada, jugando con el borde de su camisa.

-No quería preocuparte... ya tienes demasiado con todo, y pensé que podría manejarlo yo mismo.

Minerva apretó el volante con más fuerza, frustrada pero tratando de mantener la calma.

-Eres mi hijo, Finn. Nada es más importante para mí que tú. No importa lo que esté pasando, siempre quiero que me llames. Siempre-Finn sintió un nudo en la garganta, pero antes de que pudiera responder, Minerva continuó-últimamente siento que no tengo idea de qué te pasa. No sé qué piensas, qué sientes... y eso me asusta-su voz se quebró ligeramente pero tomó aire y prosiguió-necesito estar pendiente de lo que pasa en tu vida, Finn. No importa cuán horrible sea. Quiero estar ahí para ayudarte, para que no tengas que pasar por esto solo-

Finn se mordió el labio lastimado, sus ojos brillaron por las lágrimas que inútilmente trataba de contener.

-Lo siento, mamá. No quería alejarte… solo, pensé que sería mejor así.

Minerva extendió una de sus manos y tomó la suya brevemente con ternura.

-No necesitas cargar con todo tu solo, cariño. Yo estoy aquí para eso, siempre.

De pronto, Finn sintió que las palabras que le había dicho Fern ese día cuando estuvo a nada de cometer la estúpida decisión de quitarse la vida al saltar a las vías del tren volvieron a su mente:

"No tienes que enfrentarlo solo"

Finn asintió dejando escapar una sonrisa entre sus lágrimas.

-Gracias, mamá.

Por unos momentos, ambos permanecieron en silencio pero esta vez no era un silencio incómodo, sino lleno de comprensión. Minerva, con el corazón un poco más tranquilo, le dedicó una sonrisa breve antes de regresar su atención al camino.

Cuando llegaron al hospital, Finn se sentía más ligero, no solo por el alivio de estar con su madre, sino porque, por primera vez en mucho tiempo, sentía que podía compartir parte de su carga con alguien.