Cuarto Capitulo: Un nuevo comienzo

El primer rayo de sol se coló entre las hojas de los árboles, iluminando suavemente el claro donde la pequeña cabaña se mantenía en pie. El aire estaba fresco, con el aroma de tierra húmeda y madera impregnando el ambiente. Los cantos de los pájaros y el crujir de las ramas bajo el viento marcaban el inicio de un nuevo día.

Dentro de la cabaña, Ranma aún dormía profundamente, envuelto en un futón algo raído. Afuera, Akane ya estaba en movimiento, respirando el aire puro mientras realizaba una serie de ejercicios que parecían casi instintivos. Sus pies se deslizaban sobre el suelo con fluidez, marcando un ritmo constante, mientras sus brazos trazaban arcos precisos en el aire, cada golpe imaginario cargado de control y fuerza.

Akane no sabía de dónde provenían estos movimientos. Con cada giro, cada bloqueo y cada ataque, sentía como si su cuerpo respondiera a un entrenamiento antiguo, algo grabado en lo más profundo de su ser. Cuando giraba sobre un pie para simular una defensa lateral, su cabello se agitaba en el aire, y cada movimiento fluía hacia el siguiente sin esfuerzo alguno. Había una elegancia inesperada en sus gestos, un dominio físico que nunca antes había experimentado.

Ranma abrió los ojos lentamente, parpadeando contra la luz del sol que entraba por una rendija de la puerta. Se incorporó y bostezó ampliamente, estirando los brazos sobre la cabeza. Al asomarse al exterior, se encontró con Akane, quien acababa de completar un movimiento final, un golpe ascendente que parecía partir el aire en dos.

"¿Desde cuándo eres tan... refinada?" bromeó Ranma mientras se apoyaba en el marco de la puerta, observándola con una mezcla de sorpresa y diversión.

Akane giró la cabeza hacia él, ligeramente jadeante pero con una expresión tranquila. "Solo estoy calentando. No todos podemos dormir hasta tarde mientras otros piensan en sobrevivir."

Ranma soltó un resoplido y se alejó hacia la pequeña cocina improvisada dentro de la cabaña. "Está bien, princesa guerrera, tú sigue haciendo tus movimientos elegantes. Yo me encargo del desayuno."

El Desayuno

Dentro de la cabaña, Ranma avivó el fuego del pequeño fogón con ramas secas que habían recogido el día anterior. Colocó una olla de metal sobre las brasas y vertió agua en su interior. Mientras el agua empezaba a calentarse, abrió una pequeña bolsa de arroz y midió cuidadosamente una porción.

"Podría preparar algo más elaborado si no estuviéramos en medio de la nada," murmuró para sí mismo, añadiendo un poco de sal al agua. A pesar de sus palabras, había algo reconfortante en la rutina de preparar un desayuno sencillo. Cuando el arroz estuvo listo, cortó unas pequeñas porciones de encurtidos y las colocó junto a dos tazones.

Mientras tanto, Akane regresó a la cabaña, con el rostro ligeramente sonrojado por el esfuerzo y el aire fresco. Su andar era más ligero, casi como si flotara, y su postura denotaba confianza. Ranma notó el cambio, aunque no dijo nada. Simplemente le señaló el lugar frente al fogón.

"Desayuno servido," dijo con una sonrisa de autosuficiencia.

Akane se sentó y tomó un tazón. "Gracias... Aunque no sé cómo logras hacer que algo tan simple parezca especial."

Ranma encogió los hombros. "Es un talento natural."

Mientras comían, Akane miró a Ranma de reojo. Había algo en él también, algo que no podía identificar del todo. Su andar era relajado, pero había una tensión en sus movimientos, como si estuviera listo para saltar ante el menor peligro. Y aunque parecía distraído mientras hablaban, a menudo hacía pequeñas observaciones que mostraban que estaba más alerta de lo normal.

"Tenemos que salir de aquí hoy," dijo finalmente Akane, rompiendo el silencio. "Necesitamos encontrar un lugar en el pueblo y empezar a buscar trabajo."

Ranma asintió, terminando su último bocado. "De acuerdo. Pero espero que donde vayamos tenga espacio para que pueda practicar mis katas."

Akane rodó los ojos, aunque una sonrisa pequeña se asomó en sus labios. "Claro, porque eso es lo más importante."

Con sus pocas pertenencias guardadas en mochilas improvisadas, Ranma y Akane se pusieron en marcha hacia el pueblo. El sendero serpenteaba a través del bosque, bordeado de árboles altos que filtraban la luz del sol, creando patrones de sombras en el suelo. El aire estaba cargado con el fresco aroma de la naturaleza, y los pájaros cantaban melodías que parecían acompañarlos en su viaje.

"Es un día bonito," comentó Ranma, rompiendo el silencio mientras pateaba una pequeña piedra por el camino. "Casi hace que me olvide de que estamos sin un centavo."

Akane, que caminaba unos pasos delante de él, se volvió con una sonrisa sarcástica. "¿Casi? Qué optimista."

Ranma rio entre dientes y se apresuró a caminar a su lado. "Bueno, podría ser peor. Podríamos estar todavía en casa, aguantando a mi papá y tu papá con sus locuras."

"Eso sí," admitió Akane, dejando escapar una breve carcajada. "Aunque ahora que lo pienso, probablemente estén buscándonos. Espero que no se les ocurra venir al pueblo."

"Bah, que lo intenten," respondió Ranma con aire despreocupado, mientras agitaba una mano en el aire. "Podemos manejarlos."

El bosque a su alrededor estaba lleno de vida. Akane señaló un pájaro colorido que revoloteaba entre las ramas. "Mira eso. Nunca había visto uno de esos tan cerca."

Ranma, fingiendo desinterés, respondió: "Bonito. Pero apuesto a que sería más impresionante si supiera qué es."

Akane lo empujó suavemente con el hombro. "Es un momento para disfrutarlo, tonto, no para analizarlo."

Continuaron caminando mientras hablaban de cosas triviales: recuerdos de su vida en casa, las rarezas de sus padres y las ideas que tenían sobre cómo empezar de nuevo. A pesar de las circunstancias, había algo cómodo en la compañía del otro.

Cuando el camino se estrechó, Akane tropezó levemente con una raíz que sobresalía. Ranma, rápido, extendió una mano para sostenerla. "¿Estás bien?"

"Sí, gracias," dijo ella, y luego se quedó quieta por un momento, mirando su mano entre la de Ranma.

Ranma, algo incómodo, trató de apartarla, pero Akane la sujetó con firmeza. "Es más fácil caminar así. Además, si vuelvo a tropezar, ya estarás listo."

Él rodó los ojos, pero no soltó su mano. "Como quieras. Pero si alguien pregunta, fue idea tuya."

"Lo que digas, héroe," respondió Akane, divertida.

El bullicio del pueblo comenzó a hacerse audible antes de que llegaran a las primeras casas. Los gritos de los comerciantes ofreciendo sus productos, las risas de los niños jugando en las calles y el constante ir y venir de personas creaban un ambiente vibrante que contrastaba con la tranquilidad del bosque.

"Bueno," dijo Akane, mirando el lugar con ojos críticos. "Es hora de empezar de nuevo."

Ranma apretó ligeramente su mano antes de soltarla. "Vamos a encontrar algo. Esto será pan comido."

Ambos avanzaron juntos, con una mezcla de nerviosismo y determinación, listos para enfrentar lo que fuera que el día les trajera.

El sol ya estaba alto cuando Akane y Ranma llegaron al centro del pueblo. Tras una breve conversación, decidieron separarse para buscar oportunidades por su cuenta.

"Nos encontramos aquí al mediodía," dijo Akane, cruzando los brazos. "Asegúrate de no meterte en problemas."

Ranma le respondió con su típico tono despreocupado. "¿Yo? ¿Meterme en problemas? Nunca." Con una sonrisa burlona, se despidió, perdiéndose entre las calles concurridas.

Akane lo observó marcharse, soltando un suspiro antes de girar sobre sus talones. "Más vale que encuentre algo útil," murmuró mientras se adentraba en el bullicio del mercado.


La Intervención

Akane caminaba con confianza, observando los puestos que se alineaban a ambos lados de la calle. Los comerciantes ofrecían frutas frescas, telas y utensilios, mientras los compradores regateaban con entusiasmo. Sin embargo, su atención se detuvo en una pequeña tienda de especias donde una mujer de mediana edad discutía con un cliente.

De repente, algo llamó su atención: un hombre de aspecto sospechoso rondaba cerca de la entrada de la tienda. Moviéndose con cautela, observó cómo el hombre se acercaba a la mujer mientras ésta se giraba para recoger algo del mostrador. En un movimiento rápido, intentó arrebatarle una bolsa de monedas colgada de su cintura.

"¡Oye, suéltala!" gritó Akane, avanzando hacia ellos con pasos firmes.

El hombre, sorprendido, soltó la bolsa y trató de escapar. Akane reaccionó al instante. Con un movimiento fluido, extendió una pierna en un barrido bajo, derribándolo antes de que pudiera dar un paso más. El ladrón cayó al suelo con un gruñido, y Akane se posicionó entre él y la mujer, adoptando una postura defensiva.

"¿Qué crees que estás haciendo?" dijo con voz firme, su mirada afilada como una espada.

El hombre, viendo que no tenía oportunidad, balbuceó algo incoherente antes de levantarse y salir corriendo. Los transeúntes se quedaron mirando, algunos asombrados, otros murmurando entre ellos.

La mujer que había sido atacada se acercó, todavía temblando. "Gracias... Gracias, señorita. No sé qué habría hecho si no hubieras estado aquí."

"No fue nada," respondió Akane, relajando la postura. "Solo estaba en el lugar correcto en el momento adecuado."

La noticia del incidente se esparció rápidamente por el mercado. Varias mujeres, atraídas por la valentía de Akane, comenzaron a acercarse con preguntas.

"¿De dónde aprendiste a hacer eso?" preguntó una joven con una cesta de frutas en brazos.

"¿Podrías enseñarnos? Hay demasiados robos últimamente, y no todas tenemos la fuerza o el coraje para enfrentarlos como tú," añadió otra mujer, su tono lleno de preocupación.

Akane, sorprendida por la atención, negó con la cabeza al principio. "No soy una experta. Solo... reaccioné como pude."

"Eso es más de lo que muchas de nosotras sabemos," insistió la comerciante que había sido atacada. "Si pudieras enseñarnos aunque sea lo básico, estaríamos más seguras."

Akane miró a las mujeres que la rodeaban, viendo en sus ojos una mezcla de miedo y esperanza. Tras un momento de duda, asintió. "Está bien. Pero no puedo hacerlo gratis. Si realmente quieren aprender, cada una tendrá que pagar una pequeña cantidad por clase."

"Eso suena justo," dijo la comerciante, asintiendo. "Cuéntame entre tus primeras alumnas."

El grupo de mujeres se miró entre sí y, una a una, todas aceptaron pagar lo que pudieran. Con eso acordado, Akane añadió: "También necesitaré un lugar donde podamos practicar."

"Podemos usar el patio detrás de mi tienda," ofreció la comerciante. "Es amplio y nadie nos molestará allí."

Akane asintió, comenzando a sentir una extraña sensación de propósito. "De acuerdo. Pero quiero que sepan que no será fácil. Si están comprometidas, empezamos esta tarde."

Ese mismo día, Akane organizó su primera clase en el patio trasero de la tienda. El espacio era modesto, con suelo de tierra y algunas cajas apiladas en los bordes. Un grupo pequeño de mujeres se reunió, todas con rostros expectantes y una mezcla de nerviosismo y entusiasmo.

Akane comenzó con una introducción breve, manteniendo un tono firme pero accesible. "Lo primero que quiero que entiendan es que cualquiera puede aprender a defenderse. No importa si no son fuertes o rápidas. Lo importante es tener confianza y reaccionar con decisión."

Las alumnas sacaron monedas y billetes modestos, entregándoselos antes de comenzar. Akane, aunque inicialmente incómoda aceptando el dinero, lo guardó con cuidado. Este trabajo no solo le daría ingresos, sino también un lugar en la comunidad.

Demostró movimientos básicos: cómo liberarse de un agarre, cómo usar el peso del atacante en su contra, y cómo golpear puntos vulnerables para incapacitarlo temporalmente. Usó cajas y ramas como herramientas improvisadas, mostrando que la autodefensa no requería armas sofisticadas.

El grupo trabajó duro, imitando sus movimientos con torpeza al principio, pero mejorando gradualmente bajo su guía. A medida que pasaba el tiempo, Akane notó algo: enseñar la llenaba de una sensación de propósito que no había sentido antes.

Al finalizar la clase, las mujeres la aplaudieron. Una de ellas, con lágrimas en los ojos, se acercó para agradecerle. "Gracias, Akane. Esto nos hace sentir más seguras. Nos vemos en la próxima clase."

Akane sonrió, sintiendo una calidez en su pecho que no había esperado. "Nos vemos mañana. Y recuerden practicar lo que aprendieron."

Al mediodía, Akane regresó al punto de encuentro con una ligera sonrisa en el rostro. Ranma ya estaba allí, apoyado contra un poste y comiendo un dango.

"¿Cómo te fue?" preguntó él, levantando una ceja al verla.

"Bastante bien," respondió Akane, cruzando los brazos con satisfacción. "Frustré un robo, me contrataron como instructora y gané algo de dinero."

Ranma parpadeó, sorprendido. "¿Dinero? ¿A ti te pagan por dar clases?"

"Sí, y no fue poco," replicó ella con una sonrisa orgullosa. "Parece que tengo talento."

Ranma soltó una carcajada. "Definitivamente, te estás convirtiendo en la heroína del pueblo."

Akane desvió la mirada, pero no pudo evitar sonreír. "¿Y tú? ¿Hiciste algo útil o solo estuviste comiendo?"

"Ah, espera a escuchar mi historia," respondió Ranma con un brillo travieso en los ojos.

Ranma comenzo a recordar lo que habia echo

Ranma se despidió de Akane con una sonrisa despreocupada. "Nos vemos al mediodía. Intenta no meter en problemas a nadie."

Akane rodó los ojos, pero no respondió. Él sabía que ella lo consideraba un imán para el caos, y probablemente tenía razón, pero esta vez estaba decidido a demostrar que podía encontrar algo útil.

Caminando por las calles del pueblo, Ranma pasó frente a una serie de tiendas y negocios hasta que algo captó su atención: un dojo. El edificio no era particularmente grande ni ostentoso, pero tenía un aire de dignidad. Una pequeña placa de madera colgaba en la entrada, con la inscripción: "Dojo del Dragón del Viento", pudo observar que pedían un instructor para el dojo

Intrigado, Ranma se detuvo frente a la puerta, donde un grupo de estudiantes practicaba bajo la supervisión de un anciano de aspecto severo pero sereno. El sonido rítmico de golpes y gritos de concentración llenaba el aire.

Ranma observó por un momento, cruzando los brazos. "No está mal. Pero creo que podría ayudar en algo"

El anciano, que parecía haber notado su presencia desde el principio, y al escuchar se acerco. "¿Eres bueno mirando? ¿O también sabes hacer algo?" dijo con voz firme pero neutral.

Ranma se encogió de hombros y sonrió. "Tal vez un poco de ambos. ¿Puedo tomar ese puesto para ayudante?"

El hombre lo miró con atención, como si estuviera evaluando cada centímetro de él. Finalmente, asintió. "Te daré una oportunidad. Pero tendrás que demostrar que no eres solo palabras."

El maestro lo llevó al centro del dojo, donde los estudiantes se detuvieron para observar. Uno de ellos, un joven alto y musculoso llamado Haruto, fue llamado para enfrentar a Ranma.

"Haruto es uno de mis mejores estudiantes," dijo el anciano. "Si puedes demostrar que tienes algo que enseñar, te consideraré para el puesto."

Ranma se colocó en posición, relajado pero alerta. Haruto, confiado, se lanzó hacia él con una combinación rápida de ataques. Sin embargo, Ranma, sin siquiera pensar, los esquivó con movimientos precisos y fluidos. Era como si pudiera anticipar cada golpe antes de que fuera lanzado.

El sonido de las pisadas y los impactos llenó el dojo, pero Haruto no lograba conectar un solo golpe. Ranma, por su parte, ni siquiera parecía estar esforzándose. Finalmente, aprovechando una apertura, realizó un barrido bajo y derribó a Haruto con suavidad, colocando una mano en su propio cinturón mientras sonreía.

"¿Eso es todo? Y yo que esperaba algo más emocionante."

El dojo quedó en silencio por un momento antes de que el maestro levantara una mano. "Eso es suficiente. Has demostrado que tienes habilidades."

Haruto, avergonzado pero impresionado, se inclinó hacia Ranma. "Eres muy rápido. ¿Dónde aprendiste a moverte así?"

Ranma se rascó la nuca, sin saber exactamente qué responder. "Ah, algo de práctica aquí y allá."

El maestro se acercó con una mirada inquisitiva. "Tus movimientos son precisos, pero hay algo más. Pareces sentir el flujo de la batalla antes de que ocurra. Esa es una habilidad rara."

Ranma evitó el tema con una risa incómoda. "Solo soy bueno improvisando."

El anciano aceptó a Ranma como ayudante, asignándole tareas básicas: limpiar el dojo, organizar el equipo y asistir en las clases para los estudiantes más jóvenes. Aunque al principio parecía aburrido, Ranma pronto encontró maneras de disfrutar su nuevo rol

terminando su relato

Ranma sonrió, tirándose sobre un banco cercano. "Genial. Ahora soy el ayudante en un dojo. No es mucho, pero al menos no tuve que perseguir ladrones."

Akane lo fulminó con la mirada. "No perseguí ladrones, los detuve."

"Claro, claro," respondió Ranma, agitando una mano como para quitarle importancia. "Bueno, parece que ambos tuvimos suerte."

Akane lo observó por un momento y luego sonrió. "Supongo que sí. Aunque no quiero escuchar que estás dándote aires de maestro todavía."

Ranma rió. "Oh, no te preocupes. Eso vendrá después."

Mientras caminaban juntos, Ranma pensó en cómo había sido aceptado en el dojo y en las habilidades que había mostrado sin saber de dónde provenían. Aunque no lo admitiera, una parte de él comenzaba a cuestionar lo que realmente estaba pasando consigo mismo. Por ahora, sin embargo, estaba contento de haber encontrado algo que podía llamar su propio propósito.

COMENTARIOS.

Perdonen la demora pero estuve enfermo desde que publique estuve enfermo, ahora recuperado comenzare a publicar semanalmente.

Benani0125: Gracias esta historia ya tiene mas de 10 años pensada pero por muchas cosas no la habia logrado escribir y pues ya me anime.

Adonys Figueroa: Espero que te guste y puedas leerme hasta el final.

Sebastian Ramirez3: Excelente vendrán muchos mas sueños, pero estos sueños tendrán mucha información.