11
—Así es —respondió con tranquilidad, avanzando un par de pasos hacia su marido y soltando los brazos. Parecía asombrado de verla allí.
Podría escuchar a InuYasha diciendo cualquier cosa menos ofreciendo una disculpa tan sincera como la que acaba de oír. Su esposo estaba acostumbrado a decir «lo siento» muy naturalmente como parte de su trabajo, siempre que era necesario se lo decía a sus colegas o colaboradores, e incluso a ella misma, ya que sabía que le costaba más ofrecer una disculpa en la que de verdad asumiera que no había tenido la razón. Con los años claro que había ido suavizando su forma de ser, pero de todos modos ahí seguía ese InuYasha que ella había conocido. No iba a negar que tenía curiosidad, porque con Sesshōmaru eso de seguro que no era y con sus padres…, no parecía la forma en la que se dirigía a ellos.
Entre sus cavilaciones, pronto se dio cuenta de que su marido tampoco había respondido y por alguna razón se quedó mudo, otra cosa poco usual en él que siempre tenía algo que decir.
»—¿No me vas a responder? —Insistió, y aunque su pregunta podría haber sonado más bien enojada, la verdad era que lo había dicho bastante tranquila.
—Sí —por fin reaccionó y movió la cabeza para dejar el celular sobre la mesita de noche y dirigirse a su pareja—, yo hablaba con-…
Se detuvo cuando fue ahora el teléfono de Kikyō que interrumpió la conversación. La pelinegra le hizo un gesto con el dedo para que la esperara mientras salía de la habitación para contestar.
—¿Suikotsu? —Dijo como respuesta, un poco intrigada porque acababan de verse en la agencia hacía una media hora.
—Qué bueno que contestas, Kikyō —su tono escondía cierta emoción que ella no entendió, pero le hizo sonreír apenas, olvidándose paulatinamente de la pregunta que le había hecho a InuYasha.
—Sí, ¿qué pasa?
—Salía de Sensitive cuando en la recepción me encontré a alguien que quiere saludarte —le dijo su mejor amiga y la emoción parecía haber subido más. Parecía que se había encontrado con alguien que apreciaba mucho.
—¿De quién se trata? —Arrugó un poco las cejas sin imaginar siquiera quien le hablaría un segundo después.
—Tanto tiempo, Kikyō.
No supo si la voz le cayó bien o mal al reconocerla, si se le revolvió el estómago o simplemente fue una buena respuesta, pero sí tuvo claro que la cara le palideció.
—Naraku…
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¿Qué ganaba diciéndole mentiras? Además, no estaba haciendo nada malo y mucho menos tenía algo que esconder, por lo que era el momento preciso para decirle a Kikyō que su asistente era en realidad su amiga y que incluso podrían reunirse para cenar, conocerse y así presentarlas adecuadamente. Inspiró hondo y se sentó en la cama mientras le respondía a Kagome que le preguntaba si todo andaba bien después de la forma en la que le había cortado.
Por dentro le perturbaba un poco que hubiera reaccionado de esa forma tan impropia de él.
Alzó la vista cuando escuchó que Kikyō entraba a la habitación, parecía ligeramente exaltada.
—¿Todo bien? —Inquirió con cierta preocupación e instintivamente dio un par de pasos hacia la pelinegra.
—Sí, claro —carraspeó apenas, tratando de tranquilizar su ánimo—. Voy a tomar una ducha —hizo un ademán hacia el cuarto de baño como una clara forma de estar sola.
InuYasha la detuvo de inmediato, asombrado por cómo la notaba alterada.
—Espera, Kikyō, quería decirte algo importante sobre-
—¿Es urgente? —Le interrumpió, mirándolo directamente a los ojos.
—No exactamente, pero-…
—E-entonces lo hablamos mañana —volvió a interrumpirlo y trató de zafarse, hablando rápido, aunque nuevamente fue impedida.
—Pero mañana es el evento en Sensitive, estaremos muy ocupados —la tomó con determinación por el brazo, aunque no con fuerza, intentando ver en los ojos de su esposa qué había que la tenía tan nerviosa.
—Pues lo hablamos el sábado, InuYasha, o el domingo o el otro año, ahora mismo me quiero bañar —esto último lo dijo con una frialdad tajante que le avisaba al ambarino que necesitaba espacio. Al instante la soltó, dándole paso.
No iban a empezar una discusión, francamente ninguno de los dos tenía ánimo.
—Como quieras, Kikyō —le quitó la mirada y por el tono que usó, para ambos quedó claro que ninguno estaba contento en ese momento.
Atrás habían quedado los días en los que se entendían como el buen par de amigos que habían sido en la adolescencia.
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La alarma había sonado temprano en la mañana y él se estiró rápidamente para apagarla en su móvil. Normalmente, Kikyō se levantaba junto a él en esos momentos, pero siempre que se iban a dormir «peleados», ella apenas se removía y seguía durmiendo. Sí, así era como afrontaban las cosas hasta que en la noche volvían a verse y lo hablaban, así que para él no fue ninguna novedad. Se puso de pie después de unos minutos y pronto se metió un rato al baño. Salió y Kikyō seguía dormida. Caminó hasta la cocina, se preparó un café mientras respondía los mensajes de WhatsApp que le habían llegado en la noche y los saludos de sus padres. Después de desayunar algo ligero, tomó la ropa que Reira le había preparado la tarde anterior, se vistió y salió de su departamento directo al garaje.
Llegó a la hora de siempre, saludó a sus colaboradores como de costumbre, subió por el ascensor hasta su piso y se detuvo en la recepción general donde Satō ya estaba esperando su llegada.
Bien, estaba nuevamente en la empresa y todos los problemas de casa se quedaban allá.
—Buen día, InuYasha-sama —hizo su tan acostumbrada reverencia.
—Buen día, Satō —le devolvió también de forma amable. Marcó su entrada al trabajo con la huella dactilar en el aparato que reposaba sobre el mostrador circular—. ¿Kagome ya llegó? —Le inquirió, casual, mirándola con atención.
La aludida notó cómo se volvía típico que Taishō ya no llamara a su asistente por el apellido.
—Sí, como siempre, ya está en su lugar de trabajo —asintió poco después, haciendo un ademán hacia la oficina.
—Perfecto. Oye, ¿te molesto si llamas a cafetería para que me suban la orden típica de café helado y jugo natural de naranja con hielos? —Hizo el pedido rápidamente con su cuerpo ya casi abandonando el lugar.
—En seguida, señor —se puso a ello de inmediato.
—Gracias.
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—Bueno, Sango —cuando se acabó el tour por la estancia, volvieron al punto de encuentro: la sala—, ¿y qué te parece? —Hizo un gesto de demostración con los brazos y luego los reposó en sus bolsillos.
De alguna forma, se sentía orgulloso, y eso fue muy evidente para ella.
—Es un departamento muy hermoso, Miroku —comentó con sinceridad, enfocando la vista en el ventanal que daba a la ciudad y le permitía ver gran parte de la localidad desde esa comodidad—, tienes mucha suerte —regresó a verlo y le dedicó una enorme sonrisa imposible de ocultar por la emoción que le causaba estar con él en ese momento. Se desconocía, realmente estaba comportándose como una colegiala que apenas conoce a su primer amor, pero no lo podía evitar y tampoco quería hacerlo.
Ahora Miroku era un hombre prácticamente libre y aquello, aunque no significara nada, le daba la libertad para sentir lo que quisiera sin pensar que era un delito. Sus latidos se aceleraron cuando le puso la mano en el hombro como siempre solía hacerlo, aunque desde su reencuentro, parecía ser más frecuente.
—Aprecio tu buen gusto, jovencita —le dijo como si él fuera demasiado viejo; afianzó el agarre y Sango juró que sus latidos iban a escucharse sí o sí.
—Y te lo han amoblado completo —decidió cambiar de tema y con cuidado se separó de él para caminar hasta los muebles. Era peligroso, dejarse llevar por sus sentimientos unilaterales no traería nada bueno, mucho más si sabía que Miroku, de alguna forma, seguía enamorado de su ex mujer—, con tele y todo, eh.
—Sí —la siguió y se sentó a su lado, despacio, viendo la pantalla apagada y reflejándose en ella—, así cuando me quiera distraer me siento a ver algo… —se quedó unos segundos pensando y el silencio los invadió por un momento —. Deberías venir alguna vez y hacemos nachos —sugirió cómo una idea bastante piloto, era una invitación sin fecha de ejecución, pero que hizo a la castaña volver a sentir el pecho querer explotar. ¿La estaba invitando a ver películas? No podía ser— e invitamos a Gume, ¿qué dices?
De nuevo sus emociones se estrellaron contra el piso. Claro, claro, una invitación amistosa, como lo que era. Atinó a sonreír y asentir rápido.
—Sí, por supuesto, solo me avisas con tiempo para ajustar mis horarios —por un momento sintió ganas de salir corriendo, pero respiró y todo pareció empezar a normalizarse dentro de ella.
—Claro, chica ocupada —bromeó un poco con ella, provocando que riera y aquello lo hizo sentir bien. Hacía tiempo que no se daba la oportunidad de bromear o pasar un momento agradable que no fuera con su familia. Sango ahora se había quedado mirándolo con mucha atención, probablemente tratando de adivinar sus pensamientos porque de repente se habían vuelto a quedar en silencio; ellos siempre habían tenido buen rollo, Sango era una chica agradable, vibrante, leal y fuerte, nunca le desagradó la amistad que tenía con su hermana, incluso, con el pasar del tiempo, él también la había visto como alguien lo más cercano a una hermana menor y por eso eran amigos, en serio la apreciaba. Estuvo a punto de decir algo cuando su celular los interrumpió—. Dame un segundo —le hizo un gesto con el dedo índice y ella asintió—. ¿Sí? —Contestó.
—Miroku —le dijo su hermano mayor y por la voz, parecía un poco alterado, así que al instante arrugó las cejas.
—Hola, Ban, ¿todo bien? —Inquirió con sincera convicción de que nada andaba bien—. ¿Pasa algo con papá? —Fue lo primero que temió y de inmediato se puso de pie.
Tanaca lo imitó al segundo siguiente, contagiada por el ambiente tenso que de repente se había formado.
—Nosotros bien —con eso respiró y sintió que la sangre volvió a circular—, pero tengo que mostrarte algo; abre tus mensajes y ya luego me cuentas —terminó por decirle sin más, parecía tener prisa.
—Pero, espera… —muy tarde, ya había cerrado.
—¿Qué pasó? —No pudo evitar preguntar mientras lo veía entrar a la aplicación de mensajería con una expresión de duda infinita.
Cuando Miroku vio las fotos que Bankotsu le había enviado, la cara empezó a ponerse pálida por la infinidad de malos sentimientos que lo estaban invadiendo.
—Si es que lo sabía… —susurró con indignación, haciendo zoom en la imagen y negando con la cabeza—. ¡Lo sabía!
—¡¿Qué sucedió?! —Sango no entendía nada y le alteraba verlo así; Miroku siempre se había caracterizado por ser un hombre muy analítico y calmado, nunca lo había visto alzar la voz de esa manera.
—Es Yara… —Volvió la vista a su amiga y ahora sus ojos reflejaban decepción y cierto grado de incredulidad—. Está en una cita con su ex novio.
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InuYasha le había preguntado si iría al evento de Sensitive y claro que no. Ella jamás iba desde que había conocido a Kōga, simplemente no encajaba en esas fiestas llenas de gente exageradamente bella, sofisticada, estirada, y mucho menos iría cuando sabía que se iba a encontrar a Ayame…, solo de pensar en ella se le revolvía el estómago. Ni siquiera conocía la agencia por dentro y las únicas veces que había visto a Jakotsu habían sido en alguna reunión en casa de su novio, pero nada más.
Desde la mañana Kōga también le había insistido por última vez en que lo acompañara, pero amablemente lo rechazó mil veces más. Él todavía era el menos indicado para invitarla. Su celular sonó al lado de su plato y al instante cogió la servilleta para limpiarse y leer el mensaje que le había llegado. Era Sango.
"¿Ya llegó tu hermano?"
Arrugó las cejas y volvió a masticar mientras tecleaba una respuesta.
"No, ¿pasa algo malo?"
Esperó una respuesta más elaborada, pero lo único que recibió fue un: "Que te lo cuente él".
Unos diez minutos después, cuando ya se había levantado para lavar sus platos, alguien tocaba el timbre y supuso que era su hermano. Caminó rápidamente para abrirle la puerta y la verdad era que no traía buen semblante.
—Hola, Miroku —lo hizo pasar de inmediato, él parecía estar muy metido en sus pensamientos—. ¿Quieres algo de cenar? —Inquirió mientras cerraba y caminaba tras él.
—No, Gume, gracias —tomó aire y giró para estar frente a su hermana. Desde que habló con Sango sobre esas fotos, no había estado concentrado en nada de lo que tenía que hacer ese día—. Necesito que me des un consejo.
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Cuando llegó a su casa había movimiento ya que Suikotsu le había llevado un par de maquillistas a su esposa para que la arreglaran para el evento, además de que contrató a un fotógrafo para que le hiciera una sesión antes de salir para redes sociales y sponsors. Itō tenía su propio estudio dentro de casa, era pequeño, pero perfecto para sus necesidades; al igual que InuYasha, quien también tenía una pequeña oficina para trabajar y cada estancia también era el lugar privado de ambos, a donde iban cuando quería estar solos o simplemente pensando. Reira le había dicho que la orden era no molestar mientras su esposa era preparada, que cenara y que su traje ya estaba listo sobre la cama. Francamente, él estaba cansado y le apetecía nada ir, pero no tenía más opción. No solo iba por acompañar a su mujer, también quería encontrarse con Kōga.
Eran ya las 7:30 cuando salían de casa y por el camino Kikyō se la pasó contestando llamadas importantes. No supo si había sido bueno o malo porque de alguna manera habían aplazado su conversación para después, pero es que ese tampoco era el lugar adecuado. Al llegar al edificio de la agencia unos paparazzi estaban entrevistando a cada modelo que llegaba y claro que les tocó su parte a ellos. A pesar de todo, Suikotsu les hizo un espacio entre las cámaras para que pudieran pasar.
—Siempre tan asfixiantes, ¿no? —Casi que por fin le había dirigido la palabra desde el día anterior y ahora se escuchaba tranquila, el comentario era con cierta complicidad.
—Sí, son un fastidio —le respondió al instante y se sintió bien pensar que las cosas parecían mejorar. Estar peleado con ella no era una situación beneficiosa para ninguno de los dos, en realidad.
—A mi señal van a entrar, por favor —les dijo Suikotsu sumamente concentrado en la concurrencia, buscando el momento oportuno para no opacar la entrada de su mejor amiga y representada—. ¿Listos?
Los esposos regresaron a verse y antes de tomar posición, inspiraron hondo.
—Vamos allá —susurró Kikyō mientras se enganchaba del brazo de su marido y éste se enderezaba para corregir la postura lo más posible.
—Vamos, vamos —el manager les dio paso.
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Se alzaba su primera copa de champagne cuando notó que Kōga iba a directamente hacia ellos con una expresión neutra y casi siente que se atraganta.
—Kikyō, ¿cómo estás? —Hizo una reverencia ante la modelo que le respondió igual de inmediato—. InuYasha —se dirigió a él con el mismo tono de voz. La verdad era que ya estaba más calmado.
—Kōga —le hizo un amable movimiento de cabeza.
—¿La están pasando bien? —Inquirió con cortesía, dirigiéndose más a la modelo.
—Sí, aunque pronto llega la prensa —comentó entre divertida y resignada.
Antes de que la conversación pudiera seguir, Suikotsu la estaba llamando para que empezara con su exposición mediática.
—Se las robo un minuto —el manager hizo una señal de «mínimo» con los dedos e inmediatamente se retiró después de un «adelante» de ambos hombres.
Por la evidente tensión de días anteriores, los dos se quedaron unos segundos viendo cómo Kikyō se perdía en la multitud únicamente por evitar mirarse de nuevo; mientras InuYasha trataba de llamar a su parte no orgullosa a presentarse para pedir disculpas, Kōga pensaba las mejores palabras para retirarse sin hacer más malestar. Tal parecía que ambos habían recapacitado en sus actitudes y no estaban muy contentos con el desempeño individual y colectivo de la situación.
—Bien —Wolf fue el primero en hablar y voltear hacia él, dispuesto a despedirse de forma amable—, estaré por aquí por si me necesitan, InuYasha —hizo una leve reverencia con la cabeza y apenas pudo dar un paso.
—No —para ser detenido por la voz de InuYasha. Taishō se aclaró la garganta antes de proseguir—, espera un momento, Kōga.
El aludido unió los labios antes de botar aire por ellos.
—¿Necesitas algo? —Volvió a verlo, no muy seguro de las intenciones del ambarino; puede que él hubiera reflexionado, pero no sabía qué había del platinado—. Es que tengo que trabajar —hizo una seña con la mano hacia atrás.
—Creo que —volvió a carraspear, ni siquiera podía verlo a la cara, ¡cómo le costaban esas malditas cosas! Después de poco lo miró— creo que… lo que pasó ayer fue muy desubicado de mi parte, realmente no sé qué me pasó y solo quiero decirte que no se va a volver a repetir —lo dijo tan rápido que casi no respiró.
Eso había estado bien, tenía que contar como una disculpa.
—Bueno, sí —Kōga uso un tono resignado, aceptando también su culpa y relajando la postura en el acto—, la verdad es que yo fui agresivo contigo sin razón, supongo que también tengo la culpa, así que te digo lo mismo —con un ambiente menos pesado entre ambos se atrevió a extenderle la mano en señal de paz, gesto que InuYasha dudó solo un par de segundos en aceptar—. Además, no solo hemos sido relativamente cercanos —comentó con una ligera risita mientras movían las manos de arriba abajo—, también hemos trabajado juntos como empresa.
—Tienes razón —InuYasha también le dedicó una ligera sonrisa reconfortada y lo soltó—. Por cierto, pronto habrá nuevo desfile, ya Sesshōmaru se pondrá en contacto contigo —terminó por decir, dejando por fin zanjado el tema.
—Pues muy bien —abrió las manos para inmediatamente unirlas en una palmada—. Oye, en serio tengo que seguir trabajando, ¿me disculpas?
—Por supuesto —le dio pase para que se retire—, nos estamos viendo.
Wolf volvió a despedirse muy amable y pocos segundos después estuvo solo. Tomó un par de copas de vino que agarraba de los meseros y atendió al llamado de Suikotsu para que fuera a la alfombra roja a tomarse fotos con Kikyō. Salió de allí dejando a su esposa con un montón de pendientes más mientras daba vueltas por la fiesta que rápidamente se le hizo aburrida. Definitivamente, Kagome no se estaba perdiendo de nada, así que sacó su celular para mandarle ese mensaje, con una sonrisa.
Se guardó el móvil en el bolsillo y cuando alzó la vista, cerca de la mesa de bocaditos pudo divisar a alguien que no esperó ver, aunque era obvio que estaría. Parecía recién llegada y llamaba la atención con su vestido rojo de gran escote y larga estola beige que la hacía incluso extravagante, según el gusto de InuYasha, a quien le desagradaba llamar tanto la atención.
Miró para todos lados y por varios segundos reflexionó en si hacerlo o no, ¿qué ganaría? ¿Era correcto? Tomó aire y volvió por otra copa de champagne sin perderla de vista. Tenía que ser discreto y afortunadamente la prensa ya se estaba retirando porque empezaría la fiesta privada. Notó que estaba hablando con otra modelo que se le acercó y parecía bastante amable. Francamente, jamás había hablado con ella, apenas se habrían saludado alguna vez.
No esperó más, fue hasta ella apenas la vio sola.
—Buenas noches —la sorprendió por la espalda, haciendo que gire inmediatamente ante el llamado—, ¿Ayame?
Los ojos verdes se iluminaron al instante y una sonrisa casi complacida surcó el rostro de la pelirroja. No esperaba que justamente él fuera a hablarle.
—Así es, InuYasha —lo sorprendió al decir su nombre con tanta seguridad como si lo conociera de siempre, pero ella no falseó—, ¿en qué puedo ayudarte? —tomó un bocadito de queso y se lo llevó a la boca con delicadeza exagerada.
—Ah… —él no pudo evitar perder el foco al no digerir bien los movimientos de Kakazu que le parecieron algo excéntricos, la verdad era que se estaba sintiendo extraño. Además, ¿qué diablos había ido a decirle exactamente? Si era franco, empezaba a arrepentirse—. ¿Cómo puedo decir esto sin que suene raro?
¡Porque era raro! Probablemente iría a cometer un error.
—Adelante, ¿es algo de mi trabajo? —Le inquirió con fingida inocencia. Ella sabía perfectamente cuáles podrían ser sus intenciones y estaba preparando cualquier respuesta posible.
La lengua le picaba por decirle un millón de «si supieras» que traía atorados en la garganta desde hacía días.
—No, no, para nada —se llevó los dedos índice y pulgar al nacimiento de la nariz como muestra de incomodidad ante su propio comportamiento, pero ya estaba metido en eso, ya no podía echarse para atrás—, justamente porque es algo personal es que me parece poco adecuado decirlo, pero… —achicó los ojos para ver cada expresión, pero estas parecían no cambiar, seguía mirándolo con una cara sonreída que a veces parecía burlesca—. Los rumores dicen que… —ladeó el rostro— que tal vez estás saliendo con Kōga Wolf desde hace tiempo.
—Oh… —respondió de inmediato. Admitía que le sorprendió que fuera tan directo—. Oh, no, no, esos rumores son completamente infundados, InuYasha —negó con la cabeza y se hizo la digna. A veces le sorprendía lo mucho que su carrera le había enseñado a mentir—. Kōga era el mejor amigo de mi hermano, nos conocimos cuando yo tenía como quince años —mientras le explicaba, volvió a comer algo y tomó una de las copas de la mesa y se sirvió champagne directamente de la botella entre los hielos— y siempre nos hemos llevado bien. Es más —volvió a mirarlo y calculó bien lo que diría—, yo le ayudé a conseguir este trabajo y obviamente está muy agradecido conmigo por eso —bebió y en ningún momento lo perdió de vista.
¿Lo había convencido?
—Entiendo —lo había convencido—, no quise ser impertinente.
—No, aunque… —volvió a sonreír, con sinceras ganas de molestarlo—. No me queda claro tu interés por saber esto.
¿Tendría el valor de decirle la verdad? InuYasha no tenía idea, pero ella también lo estaba conociendo para saber cómo jugar sus cartas a través de ese simple diálogo.
—No, nada, es solo…
—Disculpen que los interrumpa —ambos volvieron la vista ante la inesperada interrupción del recién llegado, que de verdad les tomó por sorpresa a ambos—, ¿está todo bien por aquí? —Había estado buscando a Ayame por pedido de su mánager y cuando la vio ahí hablando con Taishō sintió que la sangre se le fue a los pies.
—Sí, claro —arrugó el ceño y por un momento se le olvidó que ya habían hecho las paces—, ¿por qué habría de no estarlo?
—Cortesía, InuYasha —le devolvió rápido, con una sonrisa no muy amigable. Taishō se recriminó nuevamente su falta de prudencia, pero no entendía por qué diablos de repente todo lo que decía Wolf podría parecerle capcioso—. Te la robo un segundo —tomó a una incesante sonriente Ayame del brazo con intenciones de casi arrastrarla lejos de ahí—, debe atender a las cámaras.
—Nos vemos pronto, InuYasha —le hizo una señal de adiós con los dedos—. Un placer —el tono de voz que usó fue casi pícaro.
—Gracias a ti por el tiempo —le dedicó una sonrisa también falsa y giró a la mesa de bocados lo más rápido que pudo.
Eso había sido muy extraño y aparentemente no tenía nada relevante en su cerebro después de la conversación, pero si era muy sincero, su curiosidad por saber de la relación entre Wolf y Kakazu nacía de la genuina preocupación que sintió por Kagome.
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—¿Se puede saber qué tanto estabas hablando con Taishō? —La detuvo de manera brusca en un lugar más o menos retirado de la fiesta—. Sabes perfectamente que es el jefe de mi novia —la miró lleno de ira y con los ojos saltones, pálido.
—Tranquilízate y suéltame antes de que arme un escándalo —le dijo entre dientes y también sintiendo molestia por la agresividad. Lo miró fijamente para demostrarle que no podía manipularla como quisiera—. Solo vino a mí para hablar algo de una colaboración con Kikyō, es todo —claro que mentiría, ya tendría otros planes para InuYasha si es que se le ocurría intervenir y tampoco le convenía quedar como una bocona frente a Kōga si es que quería ganárselo de nuevo y haciéndolo terminar con Kagome no sería lo más adecuado, al menos no por ese momento—, pero eso lo hablo con mi representante, no contigo —esto último lo dijo con la voz más baja, moviendo la cabeza de un lado a otro y llevando delicadamente los dedos hasta la corbata del pelinegro—, a menos de que quieras discutirlo en mi cama.
Él la detuvo por la muñeca y miró para todos lados con el corazón en la mano.
—No me vayas a poner las manos encima, ¿estás loca, Ayame? —Bajó la vista para centrarse en ella, espantado. La joven puso los ojos en blanco y se separó adecuadamente de él—. No me mientas, ¿segura es por eso?
Es que no le creía nada, por algo InuYasha estaba tan serio mientras le hablaba.
—No tengo por qué explicarte nada —resolvió decirle—, ahora llévame a la alfombra y dile Hakkaku que como manager es muy malo —lo escaneó de arriba abajo con objetivo de hacerlo sentir despreciado—, ya que siempre me abandona.
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—No sabía que te llevaras bien con Kakazu —casi se atraganta cuando la voz de su esposa llegó por su espalda y lo sorprendió todavía pesando en su conversación con la aludida.
Soltó el aire por la nariz, con un tono no muy contento y sin moverse le devolvió—. No sabía que controlaras con quién hablo o dejo de hacerlo —era evidente el alcohol ya en su sangre.
Kikyō alzó la quijada después de ese agrio comentario y aunque sintió mucha incomodidad, respiró hondo y caminó delante de él para por fin encararlo. No iba a discutir ahí.
—¿Sabes qué? —le extendió la mano con mucha ironía—. Ven y finge que te agrada estar conmigo, que nuestros padres están a punto de llegar.
Ante el comentario tan mordaz, InuYasha sintió la culpa caerle encima como una pared. ¿Qué diablos le pasaba que últimamente cualquier comentario entre ellos podría ocasionar esas micro peleas en cualquier lugar? Estaba agotado y también harto de no poder ponerle un límite.
—Lo siento —agachó la mirada y le extendió el gancho de su hombro para que se asiera de él.
¿Lo sentía? ¿Era todo lo que tenía que decir?
—No me interesa —Kikyō se dejó hacer y dedicó una enorme sonrisa falsa a los presentes una vez que empezaron a caminar.
»
Yo estos problemas de saber qué sigue, pero no cómo ubicarlo, solo los tenía en RC de los 30 capítulos para allá, no en el 11, por favor. Llamen a Dios.
HOLAAAAA.
He regresado, mis bebés hermosos, he regresado con esta estúpida actualización ya con un mejor humor, más tranquila, más liviana y agradeciendo demasiado sus comentarios.
¿Qué creen que vaya a pasar? Creo que, aunque InuYasha no dice cosas que se esperan del original y parece más "centrado", acciones como ir a hablar con Ayame porque quiere saber si está o no con Kōga ahora que sabe que el tipo es novio de Kagome, demuestran su naturaleza impulsiva y protectora, así que espero que no lo vean como OoC al extremo, porque no es mi forma de llevarlo. Leo todos sus comentarios y gracias a ellos he tomado un cariño especial a esta historia, no saben cuánto me alegra leer a quienes se sienten identificadas con ciertas situaciones en la historia, espero que sigan entretenidas con este fic porque, al final del día, es para eso que está siendo publicado.
Recuerden que, en caso no estar de acuerdo con la forma de conducir los eventos, ustedes pueden abandonar la lectura cuando sientan necesario. Desde aquí agradezco el tiempo que han dedicado a leerme, todos sus comentarios han sido de gran agrado para mí.
Un beso enorme para:
Benani0125
Shikon de Oz
Valentinehigurashi
Rosa Taisho
Marlenis Samudio
EmySophy
Kayla Lynnet
Lady Minisa Bracken
MegoKa (¡regresaste!, aunque no era que pedía un review, con saber que estabas bien me bastaba, mi hermosa, pero gracias por aparecer. Un abrazo enorme.)
Daniela Rodriguez
Los leo pronto.
