Buenas aquí les dejo una adaptación de un libro que me gusto, los personajes de inuyasha no me pertenecen si no a "Rumiko" ni la historia ni los personajes del libro sino a "Shelby" espero que les guste
Asesino de brujas
Libro 1
La bruja blanca
(poco a poco, el pájaro construye su nido)
Cap.23
Un Juego Peligroso
Kag
No tardé en encontrarlos, dado que Inuyasha sobresalía entre la multitud por su altura. Como la connasse que era, Kikyo aún sujetaba su brazo mientras se dirigía hacia una puerta parcialmente oculta por dos pinos.
Los seguí. Para mi malestar e inquietud, permanecieron perdidos el uno en el otro, y caminaron a través de la puerta sin mirar atrás. Entre detrás de ellos, pero una mano me sujetó el brazo.
Me giré y vi al arzobispo.
-Yo no lo haría. -Soltó mi brazo como si le preocupara contagiarse de algo-. La envidia es un pecado mortal, niña.
-Al igual que el adulterio.
Me ignoro y miro la puerta. Tenía el rostro más pálido de lo habitual, serio, y parecía haber perdido peso desde la última vez que lo había visto.
-Tú y yo le robamos un futuro. Kikyo es todo lo que una mujer debería ser. Inuyasha habría sido feliz. -Me miró y tenso la boca-. Ahora él paga por nuestros pecados.
- ¿De qué habláis?
-No te culpo por tu crianza hedonista, Kagome, pero eres una pagana. -Sus ojos brillaron apasionados llenos de convicción-. Quizás si alguien hubiera estado allí, si alguien hubiera intervenido, todo esto podría haber sido evitado.
Permanecí de pie sin moverme, anclada a mi sitio como los pinos a nuestro lado mientras él caminaba de un lado a otro.
-Ahora es tarde. Permitamos que Inuyasha disfrute de un pequeño placer lejos de tu corrupción.
Mi desconcierto se trasformó en algo duro, brillante y frío ante sus palabras. Como si yo hubiera causado la corrupción. Como si yo hubiera debido sentir vergüenza. Alcé el mentón y avancé ofensivamente cerca de su cara pálida.
-No sé de qué diablos habla, pero debe mirarse al espejo. Hay un círculo especial en el infierno para los mentirosos y los hipócritas, su Eminencia. Quizás lo vea allí.
Me miró boquiabierto, pero no intentó seguirme. La satisfacción brutal que recorría mi cuerpo desapareció cuando entré en lo que solo podía ser una cocina.
Estaba vacía.
Una brisa gélida rozo mi piel y noté que habían dejado abierta la puerta del extremo de la sala. El viento silbaba a través de la abertura estrecha. La abrí un poco más para ver a Inuyasha y a Kikyo de pie en medio de un jardín de hierbas aromáticas muertas. La nieve cubría la salvia y el romero.
Incline el torso hacia adelante, apenas capaz de discernir sus voces por el viento.
-Lo siento, Kikyo. -Inuyasha sujetaba las manos de la mujer con las suyas. Los hombros de la chica estaban tensos: furiosos.
No deberías estar aquí, advirtió la vocecita reprochadora en lo profundo de mi mente. Esta mal. Es privado. Estás traicionado su confianza.
El esta traicionando mi confianza.
-Debe de haber algo que podamos hacer -dijo Kikyo con amargura-. No está bien. El arzobispo sabe que eres inocente. Podríamos hablar con él, pedirle una anulación. Él te quiere como si fueras su hijo. Sin duda no te mantendrás atrapado en un matrimonio sin amor.
Mi estómago dio un vuelco. Inuyasha acaricio sus dedos con el pulgar.
-El arzobispo fue quien lo sugirió.
-Entonces, hablemos con el rey. Mi padre es el vicomte. Estoy segura de que podemos organizar una reunión…
-Kikyo -dijo el en voz baja.
Ella se sorbió la nariz y supe instintivamente que no era debido al frío.
-La odio.
-Kikyo, tú… no me querías.
Mi pecho se contrajo ante la emoción en la voz de Inuyasha. Ante su dolor.
-siempre te quise -dijo ella con ferocidad-. No se suponía que esto fuera a pasar. Estaba enfadada, tenía el corazón roto y solo… necesitaba tiempo. Quería ser altruista por ella. Por kae. -Rodeó el cuello de Inuyasha con los brazos y vi su rostro con claridad por primera vez. Tenía pómulos prominentes, ojos grandes de cervatillo y labios carnosos-. Pero ya no me importa. No me importa si es egoísta.
Quiero estar contigo.
Sin duda no hay nada más hermoso en todo el mundo que tu sonrisa, excepto claro, tus ojos. O tu risa. O tus labios.
Vi cómo ella presionaba esos labios en la mejilla de Inuyasha y sentí náuseas. De pronto, sus cartas de amor que ya no me parecían graciosas.
Él se apartó antes de que ella pudiera mover la boca.
-Kikyo, no. Por favor. No lo hagas más difícil.
Ella hizo una pausa, su labio inferior temblaba. Sus siguientes palabras fueron un golpe directo a mi pecho.
-Te quiero, Inuyasha. -Ella se aferró a él, suplicando-. Lamento mucho haberte apartado, pero aún podemos estar juntos. Podemos solucionar esto. No has consumado el matrimonio. Habla con el arzobispo, pide una anulación. Él enviará a esa prostituta a prisión, donde pertenece, y…
-No es una prostituta.
Incliné el torso un poco más hacia adelante cuando Kikyo retrocedió, frunciendo el ceño al ver algo en la expresión de Inuyasha.
-Era una ladrona, Inuyasha, y te ha tenido una trampa. Ella… no te merece.
Inuyasha abandonó los brazos de la mujer con dulzura.
-Kikyo, esto no puede continuar. -su voz era más baja, resignada-. Te gusté ella o no, hice un juramento. Y lo honrare.
- ¿Te gusta? -Preguntó Kikyo, entrecerrando los ojos.
-Eso no tiene importancia.
- ¡A mí me importa!
Y a mí.
- ¿Qué quieres que diga, Kikyo? Es mi esposa. Por supuesto que me gusta.
Kikyo retrocedió como si él la hubiera abofeteado.
- ¿Qué ha ocurrido contigo, Inuyasha?
-Nada…
-El Inuyasha que conozco aborrecía a esa mujer. Ella es todo contra lo que peleas…
-No la conoces.
- ¡Es evidente que tampoco te conozco a ti!
-Kikyo, por favor…
- ¿La quieres?
Contuve el aliento, hundiendo los dedos en el marco de la puerta. Hubo una pausa pesada. Luego…
-No. -Exhaló intensamente y bajó la mirada-. Pero creo… que podría…
-Pero me dijiste que me amabas. -Ella retrocedió despacio, con los ojos abiertos de par en par llenos de sorpresa y dolor. Las lágrimas rodeaban por sus mejillas-. ¡pediste casarte conmigo! Conmigo, ¡no con ella!
-Yo… Kikyo, lo hice. Pero kag… -Suspiró y sacudió la cabeza-. No le haré daño.
- ¿No le harás daño? -Ahora gritaba con sinceridad, unas manchas de color aparecieron en sus mejillas pálidas-. ¿Y yo qué, Inuyasha? ¡Nos conocemos desde que éramos niños! -Sus lágrimas mojaban su vestido y arruinaban la seda negra-. ¿Y qué hay de Kae?
¿Qué hay de tu juramento?
Las manos de Inuyasha colgaban inertes junto a su cuerpo.
-Lo lamento. No era mi intención que esto ocurriera.
-Yo también lo lamento, Inuyasha -sollozó ella-. Lamento haberte conocido.
Me aparté de la puerta, con las extremidades entumecidas. No debería haber estado allí. Aquel momento no debería haber sido presenciado por mis ojos.
En el salón de baile, me situé lejos de la multitud. Mi mente aún daba vuelta.
Inuyasha la había querido.
Sacudí la cabeza, asqueada de mí misma. Por supuesto que la había querido. Lo había dicho en su estúpido diario, que nunca debería haber leído. Y aunque no lo hubiera dicho, era un hombre joven y atractivo. Podría haber elegido entre una inmensa cantidad de mujeres si no hubiera dedicado su vida a los Chasseurs. El pensamiento me exasperaba más de lo esperable. Al igual que pensar en los labios de Kikyo -en los labios de cualquiera- presionados en su mejilla.
Kikyo apareció varios minutos después, limpiando su rostro con disimulo. Inclinando la cabeza ante cualquiera que pudiera interrogarla y se dirigía directa a la antesala. Me tragué el nudo en mi garganta cuando Inuyasha también apareció. Observando mientras el me buscaba, dudé en seguir a Kikyo.
¿Cómo podría enfrentarme a Inuyasha después de lo que había oído? ¿Después de descubrir a lo que él había renunciado?
¿La quieres?
No. Pero creo… que podría…
¿Podría qué? ¿Quererme? El pánico clavo sus garras en mi garganta ante la palabra. Sin embargo, mientras me sujetaba la falda para huir hacia el carruaje, Inuyasha me encontró en la multitud. Lo saludé con la mano, incómoda, maldiciendo mi inseguridad repentina, mientras sus ojos dorados encontraban los míos y los abría de par en par. Avanzo disculpándose con amabilidad antes los aristócratas que intentaban detenerlo y felicitarlo en el camino.
Moví los pies horriblemente consiente de mi corazón latiendo desbocado, de mis extremidades cosquilleantes, de mi piel ruborizada, cuando por fin llegó.
Me tomó de la mano.
-Estás preciosa.
Me ruboricé más bajo su mirada. A diferencia de la apreciación altiva del príncipe, la de Inuyasha esa prácticamente… reverencial. Nunca me habían mirado así.
-Gracias. -Contuve el aliento y él inclinó la cabeza. Sus ojos buscaban los míos con una pregunta silenciosa. Aparté la vista, avergonzada, cuando Gogo se abalanzó sobre nosotros sin perder tiempo en cortesías. Nunca lo hacía con Inuyasha.
-Dígame, Chasseur Diggory, ¿Quién era esa mujer hermosa con la que estaba? ¿Su hermana, quizás?
La fulminé con la mirada, pero me ignoró. La sutileza nunca había sido su fuerte.
-Oh, em…no -dijo Inuyasha-. Era la hija del vicomte, mademoiselle Tremblay.
- ¿Una amiga íntima? -insistió Gogo-. ¿Sus padres eran amigos o algo así?
-Nunca conocí a mi padre -respondió Inuyasha sin emoción.
Pero Gogo ni siquiera movió un ojo.
-Entonces, ¿Cómo se conocieron?
-Brie. -Me obligue a sonreír, sujeté la mano de mi amiga y la presioné sin piedad-. Me gustaría estar un momento a solas con mi esposo. ¿Dónde está Hojo?
Sacudió su otra mano detrás de nosotros sin interés.
-Probablemente golpeándose el pecho y desafiando a un duelo a ese otro Chasseur.
Mire hacia donde ella había señalado.
- ¿Qué otro Chasseur?
-El vanidoso. El imbécil ese. -Frunció los labios por la concentración, pero no era necesario que se tomara la molestia. Sabia a quien se refería-. Bankotsu.
- ¿Qué ha ocurrido?
-Oh, la condición masculina usual. Hojo no quería que Bankotsu jugara con su juguete nuevo. -Puso los ojos en blanco-. Lo juro, mis amantes femeninas nunca son tan problemáticas.
Ahora mi sonrisa era genuina. Pobre Hojo. Él no tenía oportunidad contra Bankotsu… o con Gogo.
-Quizás deberías ir a arbitrar.
Gogo observó mi mano sujetando la de Inuyasha y el aspecto febril de mis mejillas. La forma en que él permanecía cerca de mí. Demasiado cerca. Entrecerró los ojos.
-Tal vez debería hacerlo.
Avanzó para abrazarme, pero inuyasha no soltaba mi mano. Fulminándolo con la mirada, me abrazó de todos modos… Fue un abrazo incómodo, pero feroz.
-Te veré luego -susurró-. Hazme saber si tengo que drenarle la sangre.
Inuyasha la observó marcharse con una expresión ilegible.
-Debemos hablar -dijo él por fin-. En un lugar privado.
Lo seguí con opresión silenciosa hasta el jardín de hierbas en el que le había roto el corazón a Kikyo. Esta vez, me aseguré de cerrar con firmeza la puerta de la cocina. Lo que fuera que él quisiera confesarme no necesitaba audiencia. Tenía el presentimiento de que me dolería mucho.
Deslizó una mano por su cabello platino con nerviosismo.
-Kag, la mujer con la que mademoiselle Perrot y tú me habéis visto era…
-No. -Me rodeé con los brazos para evitar temblar. No podía sopórtalo. No podía revivir esa conversación desdicha. Oírla una vez había sido suficiente-. No tienes que explicarme nada. Lo entiendo.
-Necesito explicártelo- respondió-. Escucha, sé que nos hemos casado bajo circunstancias para nadad ideales. Pero, kag, yo…
Quiero que esto funcione. Quiero ser tu marido. Sé que no puedo obligarte a querer lo mismo, pero…
-Quiero lo mismo -susurré.
Abrió los ojos de par en par y dio un paso tentativo hacia mí.
- ¿De verdad?
-Si.
Entonces, sonrió con sinceridad, antes de titubear levemente.
-Entonces, no puede haber secretos entre los dos. -Vaciló, como si buscara las palabras adecuadas-. La mujer con la que me habéis visto era Kikyo. Has leído mis cartas, así que sabes que la quería. Pero… pero no ha ocurrido nada. Lo prometo. Ella me ha encontrado al llegar y… se ha negado a apartarse de mi lado. La he traído fuera unos minutos para explicarle los nuevos parámetros de nuestra relación. Le he dicho que yo no…
-Lo sé.
Respiré hondo, preparándome para la situación desagradable que vendría. El frunció el ceño.
- ¿Cómo lo sabes?
Porque soy una persona de mierda. Porque no he confiado en ti. Porque ella es todo lo que mereces y yo soy tu enemiga.
-Os he seguido -admití en voz baja-. Lo he escuchado…todo.
- ¿Nos has espiado? -La incredulidad tiñó su voz.
Temblé. No sabía si era por el frío o la vergüenza.
-Es difícil cambiar viejos hábitos.
Con las cejas juntas, retrocedió levemente.
-No habría elegido que te enteraras de ese modo.
Me encogí de hombros, apelando a mi vieja actitud, pero no pude hacerlo.
-Aunque es más fácil de este modo.
Él me observó un minuto… tan largo que no sabía si hablaría.
Retrocedí.
-Ya no más secretos, kag -dijo finalmente-. Ya no más mentiras.
Me maldije por no ser capaz de darle la respuesta que él quería. La respuesta que yo quería. Porque allí estaba… mirándome con malicia.
Ya no quería mentirle.
-Lo…intentaré -susurré.
Era lo mejor que podía darle.
El asintió, despacio y compresivo.
-Volvamos adentro. Estás temblando.
-Espera. -Sujeté su mano antes de que él se girara, con el corazón alojado con firmeza en la garganta-. Quiero… quiero…
Quedar como una tonta absoluta. Sacudí la cabeza, maldiciendo en silencio. No era buena en aquello. La honestidad, la sinceridad…
Eran, por lo general, problemática. Pero ahora… con Inuyasha… le debía ambas.
-Quiero darte las gracias… por todo. -Apreté sus dedos con los míos, doloridos por el frio-. Kikyo tiene razón. No te merezco. He convertido tu vida en un desastre.
Él puso su otra mano sobre la mía. Cálida y firme. Para mi sorpresa, sonrió.
-Me alegra que lo hayas hecho.
La sangre subió a mis mejillas congeladas y, de pronto, me resultó difícil mirarlo.
-Bueno, entonces… volvamos adentro. Mi trasero se está congelando aquí afuera.
-:-
La fiesta continuaba cuando volvimos al salón de baile. Tomé una copa de champán de un sirviente al pasar y la bebí de un sorbo.
Inuyasha me miró con incredulidad.
-Bebes como un hombre.
-Tal vez los hombres puedan aprender una o dos cosas de las mujeres. -Le hice señas al sirviente, tomé dos copas más y le ofrecí una a Inuyasha. No la aceptó-. Relájate, chass. Date el gusto. Es el mejor champán que el dinero puede comprar. Es un insulto para su Majestad no beberlo. -Observé la multitud con aburrimiento fingido-. Por cierto ¿Dónde está el rey Inu no? Se supone que está aquí, ¿no?
-Si. Me ha saludado antes.
- ¿Qué aspecto tiene?
-Parecido a lo que uno esperaría.
-Entonces, ¿es un bastardo adulador como su hijo? -sacudí la copa de champán bajo su nariz, pero el solo sacudió la cabeza. Me encogí de hombros, bebi también su copa de un sorbo y me reí ante su expresión.
Un instante después, una calidez deliciosa recorrió mi cuerpo.
La música, que antes era un vals lento e insípido, sonaba mucho mejor. Más energético. Bebí otra copa.
-Baila conmigo -dije abruptamente.
Inuyasha me miró desconcertado.
- ¿Qué?
- ¡Baila conmigo! -Me puse de puntillas y rodeé su cuello con los brazos. Él se puso tenso, miró a su alrededor, pero tiré su cabeza hacia abajo con decisión. Él obedeció, encorvándose un poco y rodeó mi cintura con los brazos. Me reí.
Estábamos ridículos, encorvados y haciendo un esfuerzo por encajar, pero me negaba a soltarlo.
-Esta… no es la manera adecuada de bailar.
Alcé el mentón y lo miré directamente a los ojos.
-Claro que sí. Eres el invitado de honor. Puedes bailar como quieras.
-En… En general no hago esto…
-Inuyasha, si no bailas conmigo, iré a buscar a alguien que lo haga.
Sujetó más fuerte mi cadera.
-No, no lo harás.
-Entonces está claro. Bailaremos.
Exhaló y cerró los ojos.
-De acuerdo.
Por más nervioso que hubiera estado por bailar, demostró ser capaz de hacerlo en cuestión de segundos, moviéndose con elegancia sobrenatural para alguien tan alto. Yo tropecé más de una vez. Hubiera culpado a la cola de mi estúpido vestido, pero solo era mi culpa. No podía concentrarme. Tenía sus manos en mi cintura y no podía evitar imaginarlas en otras partes. La temperatura de mi sangre subió ante ese pensamiento.
La canción terminó demasiado pronto.
-Debemos irnos -dijo él con voz áspera-. Se hace tarde.
Asentí y me aparté de él, no confiaba en mí misma para hablar.
No tardé en hallar a Gogo. Estaba reclinada contra la pared cerca de la antesala, hablando nada más y nada menos que con Miroku Lyon. Él tenía un brazo apoyado en la pared por encima de la cabeza de Gogo. Incluso de lejos, veía que coqueteaban descaradamente.
Ambos me dirigieron sus miradas cuando Inuyasha y yo nos acercamos.
-Vaya, vaya, vaya… si es madame Diggory. -Los ojos del príncipe brillaron llenos de diversión-. Veo que su esposo ha escogido bien.
Lo ignoré, aunque Inuyasha se molestó ante sus palabras.
-Brie, estamos listos para marcharnos. ¿Vienes?
Gogo miró al príncipe, quien sonrió.
-Esta adorable criatura no me abandonará durante el resto de la noche. Lo siento, cariño -susurró en tono conspirativo-. Tendré que posponer esa oferta… a menos que tú y tu esposo queráis sumaros.
Lo fulminé con la mirada. Idiota.
Inuyasha entrecerró los ojos.
- ¿Qué oferta?
Tiré de su brazo.
-Vayamos a buscar a Hojo.
-Se ha ido. -Gogo rodeó la cintura del príncipe con sus brazos. Un resplandor travieso ilumino sus ojos oscuros marrones-. Podéis volver solos. Espero que no os moleste.
Exhibí los dientes intentando sonreír.
- ¿Puedo hablar contigo a solas un momento, Brie?
La sorpresa recorrió sus facciones, pero se recuperó con rapidez.
-Claro.
Perdiendo la sonrisa, la arrastré hasta la antesala.
- ¿Qué haces?
Sacudió las caderas.
-Intento que tengas tiempo a solas con tu esposo. La pista de baile no parece suficiente.
-Me refiero al príncipe.
-Oh. -Alzó una ceja y sonrió-. Seguramente lo mismo que tú harás con Inuyasha.
- ¿Estás loca? ¡Verá tus cicatrices!
Alzó un hombro con indiferencia.
Le diré que he tenido un accidente. ¿Por qué sospecharía otra cosa? Las Dames rouges no forman parte del conocimiento general y todos aquí piensan que soy Brie Perrot, curandera y amiga íntima del capitán Inuyasha Diggory. Además, ¿no estás siendo un poco hipócrita? Entre Miroku y yo solo hay sexo, pero entre tu y Inuyasha… No afirmaré saber qué narices hay entre vosotros, pero hay algo.
Resoplé, pero mi rostro traicionero se ruborizó.
-De verdad que estás loca.
- ¿Lo estoy? -Gogo tomó mis manos y me miró -. No quiero decirte qué hacer, kag, pero por favor… ten cuidado. Juegas a algo peligroso. Inuyasha aún es un Chasseur y tú una bruja. Sabes que deberéis separaros. No quiero que salgas herida.
Mi enfado desapareció ante su preocupación y apreté sus manos para trasmitir confianza.
-Sé lo que hago, Gogo.
Pero era mentira. No tenía ni idea de lo que hacía cuando se trataba de Inuyasha.
Ella me soltó las manos, frunciendo el ceño.
-De acuerdo. Te dejaré sola para que continuéis con esa estupidez juntos.
Mi estómago dio un vuelco cuando la vi marcharse. No me gustaba discutir con Gogo, pero esa vez no había nada que pudiera hacer para arreglar las cosas.
Inuyasha apareció a mi lado un minuto después, tomó mi brazo y me guio hasta el carruaje. De pronto, el vehículo era demasiado pequeño, demasiado cálido, con Inuyasha a mi lado. Sus dedos rozaban mi muslo en un gesto aparentemente inocente y no pude evitar recordar la sensación de ellos en mi cintura. Me estremecí y cerré los ojos.
Cuando los abrí un segundo después, Inuyasha me miraba. Tragué y sus ojos se posaron en mis labios. Deseaba que él inclinara la cabeza hacia adelante -que acabara con la distancia entre los dos-, pero cerró los ojos y se apartó.
La decepción me aplastó y fue reemplazada por la punzada de la humillación.
Es lo mejor. Miré molesta a través de la ventana. Gogo tenía razón: Inuyasha aún era un Chasseur y yo, bruja. Sin importar lo que ocurriera, sin importar qué cambiara, ese único obstáculo imposible de superar permanecería entre los dos. Sin embargo… observé su perfil rígido, el modo en que sus ojos continuaban gravitando hacia mí.
Sería estúpido comenzar a recorrer ese camino. Solo podía terminar de una manera. Sin embargo, saberlo no evitó que mi corazón acelerara su ritmo ante la cercanía de Inuyasha, o disminuyera mi chispa de esperanza. Esperanza de que, tal vez, nuestra historia pudiera terminar de un modo distinto.
Pero… Gogo tenía razón. Era un juego peligroso.
Continuara…
Pd: gracia por sus comentarios xD
(23/41)
Reviews?
