The Legend of Zelda y todos sus personajes son propiedad de Miyamoto Shigeru, Tezuka Takashi y Nintendo.
Palabras: 907.
04.- Abrazo
El arco de luz parecía pesar una tonelada en su mano. Estaba cansado, estaba herido y también estaba asustado. Si fallaba los esfuerzos de Zelda para contener a Ganon durante aquellos cien años habrían sido en balde. Tanta presión.
Tensó la cuerda y al soltarla la fecha silbó cortando el aire hasta impactar en el blanco. Ganon se retorció y Zelda emergió de entre la oscuridad. La trifuerza brilló en el dorso de su mano y antes de poder entender qué estaba ocurriendo Ganon ya estaba sellado.
Permaneció inmóvil, temiendo que al moverse Zelda se convirtiera en polvo y desapareciese. Observando su espalda se preguntó qué aspecto tendría. Él había pasado cien años durmiendo en una cámara regeneradora, pero ella no. ¿Conservaría el aspecto de sus escasos recuerdos o al girarse se encontraría con una anciana como Impa? Quiso llamarla por su nombre, sin embargo, se mantuvo en silencio.
Ella rompió el inmovilismo, girándose para poder mirarle y él se encontró frente a frente con el rostro familiar y a la vez desconocido de la princesa de sus recuerdos. Era preciosa, incluso cubierta de barro y con salpicaduras de sangre por todas partes, su sangre, supuso. Zelda le sonrió con timidez.
—¿Te acuerdas de mí? —le preguntó.
No logró mediar palabra, así que asintió mientras trataba de poner en orden lo que sentía, todo aquel caos de emociones amenazaba con estallar en llanto y aquel no era momento de llorar.
Zelda corrió hacia a él, rodeó sus hombros con los brazos y se apretó contra su cuerpo, Link abrazó su cintura y enterró la nariz en su hombro. Recordaba que Zelda casi siempre olía a flores y, de vez en cuando, a metal. No encontró aquellos olores familiares, olía a sangre. Sus dedos se clavaron dolorosamente en sus hombros.
—Zelda —susurró.
No aflojó el agarre, al contrario, lo apretó más clavándole con saña las uñas ¿o eran garras? Reuniendo todas sus fuerzas la empujó para apartarla de él, sentía que iba a despedazarle.
—Zelda, me haces daño.
Una risita en su oído, no era la risa de Zelda, no la conocía.
Logró apartarle. No era Zelda, ni siquiera era una mujer. Era Ganon, su enorme cuerpo rezumaba maldad y de sus garras goteaba la sangre fresca.
—Es tarde, héroe. La princesa está muerta.
Y la vio. Su cadáver despedazado yacía a pocos pasos. Estaba muerta. Era culpa suya. Era un fracaso. No era ningún héroe.
—Zelda...
No podía ser. Se había despertado, había buscado sus recuerdos y la Espada Maestra. Se había preparado. Ella le había esperado y él... él había sido un inútil hasta el final.
Gritó y jadeó. El sudor frío bañaba su piel, se tapó los ojos con la palma de la mano y las lágrimas se la mojaron. La truculenta imagen se desvaneció.
Una mano sobre su hombro. La sujetó por la muñeca apartándola de él.
—Link, tranquilo, estás en casa.
La voz. Amaba esa voz.
—Link, mírame.
—No puedo —jadeó.
—Si que puedes, mírame, por favor.
Obedeció, despacio. Temiendo que la persona a su lado resultase ser, de nuevo, Ganon. Sin embargo, era Zelda que le miraba preocupada. La luz de la luna bañaba su piel desnuda. No se atrevió a tocarla o abrazarla.
—Estás a salvo —le aseguró, acarició su mejilla con suavidad, las lágrimas le mojaron los dedos—. Tranquilo, todo está bien. Sólo ha sido una pesadilla, ¿quieres hablar de ello? —preguntó, aunque sabía que era improbable que le contase nada.
Link se dejó caer de espaldas sobre el colchón. Su corazón seguía latiendo desbocado. Zelda se estiró a su lado, colocó la mano sobre su pecho y acarició las marcadas cicatrices sobre su piel.
—Está bien, no tienes que hablar de ello si no quieres.
A Link no le gustaba parecer vulnerable, no podía culparle por ello. Era un soldado, le habían obligado a enterrar sus emociones y a fingir que no le temía nada, atrapado dentro de una persona que no era él. Le comprendía, ella había tenido que vivir algo parecido, aunque le encantaría que lograse abrirse con ella.
—El Cataclismo —susurró Link, colocó su mano sobre la de ella y la apretó con suavidad—. Yo… luchaba contra Ganon, el arco de luz pesaba, pero conseguía acertar el blanco y tú le sellabas.
Eso se parecía a lo que ocurrió aquel día. Se apoyó sobre el codo para poder mirarle, aun parecía asustado.
—Me preguntabas si me acordaba de ti y entonces me abrazabas.
Eso también había ocurrido. Un abrazo tembloroso y lleno de necesidad. El reencuentro entre dos personas que se amaban demasiado.
—Era feliz —continuó—. Estabas conmigo. Te había salvado. Me clavabas las uñas en la espalda y al apartarte no eras tú. Era Ganon, tenía sangre en las garras. Era la tuya, yo había fracasado, te había perdido.
—Ganon ya no está —susurró Zelda—. Y me salvaste. No fracasaste. Estoy aquí, contigo. Estamos juntos y estamos bien, Link.
—Cien años…
—Aquello no fue culpa tuya.
—No te culpes —le rogó Link, ya la había visto ahogarse en la culpabilidad, no quería volver a verla así.
—No fue culpa de nadie —declaró ella—. Y eso ya ha acabado.
Link se movió y la abrazó, enterró la cara en su hombro. Su piel desnuda olía a flores. Las manos de Zelda resbalaron desde sus hombros a lo largo de su espalda haciéndole estremecer.
Estaban vivos. Estaban bien.
Link estaba en casa.
Fin
Notas de la autora:
¡Hola! El tremendo estrés post traumático que tiene que arrastrar Link da para muchas historias, aunque creo que casi todos intentamos esquivarlo. No pude resistirme a hacerle padecer un poco con una pesadilla truculenta.
Nos leemos.
