Capítulo 1

El sonido de la campana indicaba claramente el fin de la jornada estudiantil, indicando que ahora los estudiantes que pertenecen a un club deberán ir al mismo, así como otros juntar sus cosas y volver a casa, o pasear básicamente por ahí en la ciudad de Inazuma.

Raimon, lugar donde ocurre esta historia, estaba lleno de vida todavía, más que nada, y es obvio, por sus estudiantes que están en sus actividades con sus clubes, desde atletismo hasta deportes de contacto físico, sea el judo, el karate, entre otras disciplinas. ¿Baloncesto? ¿Tenis? ¿Rugby? Tales deportes en este instituto eran de buen renombre y estaban seguros que llevarían a las nacionales a sus equipos.

Pero, ¿qué hay del fútbol?

¿Qué hay de ese deporte que todo lo puede y es el rey de todos los deportes?

¿Qué hay de aquel deporte que une a todo el mundo bajo el mismo estandarte de la diversión y el amor al fútbol?

Este muchacho, Ted Autumn, miraba algo perdido al campo exterior desde la entrada del edificio principal, viendo cómo los miembros de todos los clubes posibles podían entrenar allí. Era reservar su turno, y luego podían usar el campo para lo que deseaban. Era algo demasiado simple, pero para ellos nunca había espacio en la apretada agenda para reservar el campo exterior. Por ende, terminaban usando el campo junto a la ribera, campo que por suerte el entrenador del Inazuma Kids fue demasiado permisivo con ellos por haberles entrenado cuando iban a primaria. Sino, era el descampado, el campo junto al barrio de tiendas. Era un buen lugar, pero… nada superaba a la ribera.

—… —las ideas para atraer más miembros se iban acabando. No es que haya muchas formas. Folletos, afiches, volantes, han repartido algunos de estos. También, ha pedido hablar con el club de periodismo para ver si podían promocionar la búsqueda de miembros. ¿La respuesta de todos? "¿Existe un club de fútbol?" lo que conllevó a que suspire. Si bien quiere demostrar que puede reunir los miembros necesarios y más, ¿cómo hacerlo?—. …qué complicado es todo esto…

—¿De nuevo divagando, capitán? —Alan Sumner, defensor y un buen amigo de Ted. El mejor en su posición, o así muchos han dicho cuando jugaba en el campeonato de cadetes de más chico—. ¿Qué sucede? ¿Piensas que no conseguiremos miembros?

—… ¿crees que estamos haciendo lo correcto?

—Creo que es cuestión de tiempo antes que alguien se nos una —soltó un comentario positivo. Es normal que no se una nadie. Todavía la gente no sabe que hay un club de fútbol—. Cuando menos lo esperemos, seguro tendremos nuevos compañeros…

—Eso espero… —Ted, un chico no tan alto como Alan, pero por encima de la media, suspiraba. Se cruzó de brazos, pensando seriamente qué es lo siguiente que hará—. Me gustaría poder enfrentarme a más gente, como hacíamos en primaria.

—Como te dije capitán, ya se unos unirán más miembros. Mientras, tenemos que ir a la caseta. Estoy seguro que Verne y George estarán allí esperándonos

—Claro, claro —logró divisar a alguien entre la gente que iban para sus respectivos clubes. Lo reconocería a donde fuera—. Ya los alcanzaré. Necesito… hacer una cosa antes.

—Adelante. Te espero en la caseta, Ted.

En lo que ambos partían en caminos diferentes, varios estudiantes podían ver algunos volantes que estaban o tirados en el cesto de basura o estaban en el suelo, siendo algunos alumnos muy dedicados en juntar cada uno de ellos. También había afiches pegados en algunas partes de los edificios escolares, dentro del mismo claro. Ahí no podían despegarlos porque consiguieron permiso para los mismos… aunque es obvio que iban siendo retirados uno por uno.

Un estudiante proveniente de Nara había visto estos volantes y afiches por días, no queriendo confiar plenamente en las personas que decían sobre que no había club de fútbol. Claramente está viendo que se está buscando miembros. ¿A quién debe creer?

Tendrá que averiguarlo por su cuenta…

Con Ted, cerca de los campos de tenis…

El campo de tenis, obviamente, tenía miembros que eran parte del club de tenis, un club que estaba en auge, puesto que sus miembros cada día eran más y podían darse el lujo de "perder" otros por los demás clubes, pero no es que el día de mañana abandonen este club por otro tan tonto como el fútbol… ¿verdad?

Ted reconoció esa banda azul. Ese cabello marrón, esos ojos, esa mirada un tanta seria, ¿cómo no reconocerle? Si ha jugado con él en el pasado.

Dicho muchacho estaba a punto de ingresar a su club de tenis para ponerse la indumentaria necesaria para las actividades de su club junto a sus compañeros, pero reconoció a Ted que estaba parado algo cerca del edificio del club de tenis. Se quedó parado de la nada, mirándole y éste también le miraba seriamente.

—¿Sucede algo, Christian?

—No… —dijo de manera seria, aunque, ante la atenta y seria mirada de Ted, es obvio que no puede dejarlo sin decir nada—. Luego los alcanzo. Debo hablar con un… viejo amigo.

—¿Viejo amigo? —el otro muchacho notó la presencia de Ted. Este luego miró a Christian—. Está bien. Nos vemos luego.

Una vez que están los dos a solas, el castaño de la banda azul no pudo evitar soltar un suspiro agotado, sabiendo justamente la razón de Autumn en venir a verle… otra vez.

¿Será de nuevo la misma conversación de siempre?

—¿Has venido de nuevo para preguntarme si quiero unirme al club de fútbol?

—Solíamos jugar juntos ¿recuerdas?

—Lo recuerdo. Pero, esos son recuerdos memorables… —extrañaba tales momentos—, pero ya no podemos hacer nada para volver al pasado. Ahora tengo un nuevo club, Ted. Lo sabes.

—Lo sé. Pero, eso no quita el hecho que primero quiera saber cómo se encuentra mi viejo amigo —contestó—. Y tranquilo, solo quiero hablar, no tratar de hacer que vuelvas al fútbol

—¿En serio? —cuestionó eso—. Bueno, es un cambio agradable

Acompañando a Ted, Christian miraba de reojo a este muchacho de cabellos en punta y ojos oscuros que parecía un tanto absorto de la realidad que le rodeaba. De hecho, parecía demasiado desenfocado. Si bien la amistad ha ido apagándose cuando él dejó el fútbol, siente que verle es recordar todo lo bueno que ha sido esos años donde jugaron en el Inazuma Kids.

¿Era normal esto?

No, no lo era.

—¿Ted?

—¿Sí?

—¿Te encuentras bien?

—Lo estoy. Solo… divago un poco, nada más —y este le miró—. ¿Cómo te encuentras tú?

—Estoy… bien. El club de tenis… es sorpresivamente bueno. No creí que podría entrar, pero aquí estoy, junto a ellos. No soy bueno, tampoco malo. Algunos me respetan.

—Lo mismo sucedía con el fútbol.

—Ted… ya eso quedó atrás. Fuimos niños. Ahora estamos en secundaria. Yo estoy en el club de tenis. Sabes que no puedo abandonar a mis amigos…

—Siempre seremos tus amigos, Christian —Christian fue parte de aquel equipo que él y sus amigos formaron parte en primaria. Un excelente equipo. Una lástima ver que no sigue jugando al fútbol—. Siempre que quieras recordar lo que era jugar al fútbol, nos reunimos con el resto en el campo junto a la ribera del río

—¿Con Arthur Sweet?

—El mismo. Nos deja entrenar con él y los niños. Deberías venir. Tal vez recuerdes buenas épocas…

—Ted, ya te dije que…

La conversación iba a terminar abruptamente porque apareció Verne frente a Ted, un Verne que reconoció a Christian Dear, asintiendo levemente en señal de saludo. Parecía algo preocupado el rubio de ojos verdes (sí, sus ojos son verdees) pero más que preocupación era justamente decepción por su parte.

—¿Verne?

—Ted, George y Alan están peleándose con los de atletismo. Tuvimos… un problema con uno de ellos —sí, estaba totalmente decepcionado—. Antes que preguntes, no, no hicimos nada.

—Pero, ¿por qué se peleaban con ellos? ¿Por qué están peleando con ellos?

—Dicen que estamos intentando robar algunos de sus miembros —confesó—. Y como tal, un chico de primero, compañero de Alan y George, increpó a ambos de esto. Por eso… están peleándose verbalmente. Dudo que se vayan a las manos, pero…

—Vamos —dijo muy serio—. Christian, ya sabes dónde vamos a estar después.

—…

Tanto Ted como Verne fueron corriendo a la pista de atletismo, esperando que esos dos no hagan ninguna tontería…

Pista de atletismo…

Por suerte cuando llegaron tanto Ted como Verne, no había golpes, no había una pelea que sea física. En su lugar, eran todavía insultos y palabras mal sonantes que te ofendería un poco si lo logras escuchar. El punto es que, seguían diciéndose cosas.

—¡Vienes a robarnos miembros! ¡Lo sé! ¡Sé que intentas reclutar a Nathan!

—¡Ya te dije que no estamos intentando hacer nada de eso! ¡Solamente estamos buscando miembros y ellos son libres de unirse a nosotros! ¡No estamos obligando a nadie!

—¡Mientes! ¡Te vi queriendo forzar a Nathan a que deje el club para patear un cuero inflado! ¡Eso es demasiado gay!

—¡¿Qué?!

—Patear un cuero inflado. 22 personas corriendo detrás del mismo mientras sudan y se chocan entre sí. ¡Es demasiado gay!

El mencionado Nathan, un chico de cabellos turquesas, estaba de brazos cruzados mientras estaba escuchando esto y no sabiendo qué cara poner. Está contento que este muchacho de primero, Miles Ryan, le defienda. Pero… no usaría las palabras y las cosas que dice para defenderle.

Tanto Verne como Ted se miraron al escuchar eso.

¿Razón?

Sí, tiene algo de razón… pero no debería decirlo tan abiertamente. Se supone que es un secreto a voces, no gritarlo de tal manera que todos puedan pensar mal. No es que sean gays, pero, sudados y chocándose entre ellos…

—¿Qué sucede? —apareciendo Ted, se ve que las palabras dejaron de sonar para observarle. Tanto los de atletismo como sus amigos se frenaron para verle—. ¿Por qué hay tantos gritos?

—¡Habla con tus amigos! —Miles, un moreno de primer año y de cabellos dorados de ojos jade, señaló a sus compañeros de clase—. ¡Están forzando a nuestros miembros a dejar el club!

—… sabes demasiado bien que no intentamos forzar a nadie —fue Sumner quien habló, molesto por esta acusación—. Ese muchacho… eh…

—Nathan, Nathan Swift

—Nathan nos reconoció y nos preguntó qué hacíamos en el campo de atletismo. Le comentamos nuestra idea sobre querer reclutar miembros nuevos, pero que no debía sentirse presionado ya que no le estábamos forzando a nada… y luego…

Momentos antes…

—¿Irán al campo de atletismo?

—Sep. George y yo queremos ver si podemos contar con velocistas. Serán una buena incorporación —el que era un tanto bajo del promedio de George, asintió. Respalda tal decisión de buscar tales personas—. Creo que podremos convencer a algunos… y sino, intentaremos con algunos del equipo de rugby.

—¿No sería arriesgado? Apenas existimos y ya nos odian.

—No será un problema —dijo Winters—. Será pan comido.

—Bien —Verne asentía ante el plan que tenían—. Prueben en caso de que todo falle con los de natación. Algunos parecen tener dudas de seguir o no en su club. Yo iré a ver a los chicos que se van antes a casa —suspiraba—. Qué club… raro.

Dicho esto, ambos se separaron. Winters y Sumner se fueron juntos al campo de atletismo.

Allí vieron tanto velocistas como gente que practicaba con la jabalina, salto con garrocha, todo ese tipo de disciplinas olímpicas. Era realmente llamativo y en serio podían ver gente con un enorme potencial. También estaban los miembros del club de béisbol. Podrían ser buenos porteros, aunque nunca como Ted.

En eso que estaban caminando, se quedaron viendo a los velocistas.

—Sí que son rápidos —dijo Alan

—¿Tú crees? Parecen… normal —contestó George—. Aunque, no debemos ser quisquillosos con todo esto. A lo sumo, podemos encontrar buenos jugadores… aunque nunca hayan jugado al fútbol

—Ya te dije, la práctica hace al maestro.

—Si tú lo dices…

Conversando, los dos tuvieron que parar tales conversaciones porque un peli turquesa se detuvo momentáneamente para ver a estos dos, reconociéndoles porque ha visto a estos chicos antes junto a esos dos de segundo.

—Hola chicos. ¿Acaso se han perdido?

—¿Eh? —ambos dijeron. Luego fue Alan quien tomó la palabra—. Estamos buscando miembros para el club de fútbol

—¿Club de fútbol? —este mostró una clara sorpresa en su rostro. El único ojo que se veía, porque un fleco tapaba el otro, trataba de inspeccionar el rostro de ambos—. Ahora que lo dices… nunca escuché de uno. ¿No era una leyenda que el que intente re abrir ese club algo malo iba a suceder?

—Pues, estamos vivos ¿no? —sostuvo Alan con una sonrisa—. Además, el fútbol es un gran deporte, encontrarás a muy buenos deportistas y muy buenos jugadores.

—Bien. ¿Qué tiene que ver con alguien que hace atletismo?

—Hay jugadores atléticos —este muchacho era un poco más alto que George. Bueno, la gran mayoría. De nuevo, no es enano, pero digamos que es pequeño… pero que esa pequeñez no te engañe—. Muy atléticos. Me atrevo a decir que son mejores que algunos velocistas de aquí…

—¿En serio? —se cruzó de brazos. Eso le llamó la atención—. ¿Más rápidos que velocistas? ¿Eso me estás diciendo?

—Así es. Te sorprenderías. Siempre habrá alguien mejor que tú en el fútbol. Eso lo hace interesante, el querer progresar y ser el mejor… y con esto también te diviertes con tus amigos y los que puedes hacer gracias al fútbol.

—Mm… suena interesante, pero mi amor está en el club de atletismo —respondió—. Aunque estoy seguro que, si hablan con algunos de mi club, a lo mejor se lo piensan dos veces.

—Oh, es una lástima. Nosotros…

Y he aquí cuando un moreno de piel, de primer año y que ellos dos reconocieron, se acercó a toda velocidad al también reconocerles porque sabe que están en ese dichoso club de fútbol, que cree que es mentira que existe, para llevarse justamente al mejor del club de atletismo…

Ahora mismo…

—…

—… ¿de verdad pasó eso?

—Sí... y ahora estamos aquí —dijo Sumner—. No queríamos generar esto, pero… Miles…

—… —el moreno les sacó la lengua detrás de Nathan—. Se quieren robar a nuestro mejor miembro.

—A ver, a ver —un chico de tercero perteneciente al club de atletismo habló para calmar todo—. Miles, estos chicos, ¿les conoces?

—George Winters y Alan Sumner, los conozco, sí.

—¿Y tú crees que son capaces de forzar a Nathan, que claramente tiene decisión propia, a que se unan a ellos?

—Pues… no pero…

—No se discute más —sí que logró calmar las aguas turbulentas de todo esto. Miles quería protestar, pero Nathan le tiró de la oreja para que no diga nada más. Parecían hasta hermanos—. Perdonen. Sé que están haciendo todo de buena fe, pero sería lo ideal que nos dejen entrenar para nuestros torneos —dijo el de tercero—. No es de ser malos, pero estamos perdiendo tiempo.

—Claro —habló Ted—. Lamento todo esto. Sigan entrenando. ¡Buena suerte!

Ted indicó a los demás para retirarse, dejando a los velocistas en su campo.

Estos, claramente, se miraron entre ellos para luego mirar a su superior que estaba de brazos cruzados.

—¿Qué harás, Nathan?

—Quedarme aquí, por supuesto —replicó—. Aunque me llama la atención, mi corazón está aquí —sonreía. Estaba muy a gusto aquí—. Así que, por favor, no piensen que me iré del club.

—Menos mal —suspiraba aliviado—. Tú y Jimmy son nuestras armas secretas para este año y las nacionales. Con ustedes dos, seguramente lograremos traer gloria al Raimon

Jimmy Mach y Nathan Swift, los dos mejores del club. Uno con la velocidad que podría romper la velocidad del sonido y el otro, respectivamente hablando, ligero y rápido cual brisa que choca contra nuestros cuerpos. Eran los dos más veloces y el futuro de este club.

Nathan dijo eso, pero en cierta manera estaba de alguna manera interesado en ver lo que era el "fútbol" una curiosidad que no pasó desapercibida por parte de Miles. Se había unido justamente para estar con su ídolo y su amigo, el que es ahora, pero perderle y que deje la chance de ir a las nacionales.

—¿De verdad te quedarás, Nathan?

—Claro. ¿Dudas de mí?

—N-no

—Confía —palmeó varias veces la espalda de este—. No me iré a ningún lado.

Tenía sus dudas…

A lo lejos de todo esto, el muchacho de antes que había visto los anuncios para unirse al club de fútbol vio todo esto. Llamativo, pero tampoco como para escandalizarse. Había club de fútbol, entonces es cierto. ¿Lo es? ¿O es una mala broma? Lo que importaba, era que dentro de todo confirmó que hay club de fútbol.

. . . . . . . . . .

La ribera del río.

El campo junto a la misma contiene millones de años de existencia. No tan literal, pero ustedes deben de hacerse la idea misma. Junto a La Torre, es uno de los lugares más emblemáticos de la ciudad de Inazuma. Aquí, muchos niños a lo largo de sus años han entrenado aquí para en Inazuma Kids, equipo que comanda el querido y amado Arthur Sweet, hombre que antaño ha jugado al fútbol, pero no se sabe a ciencia cierta en dónde porque jamás dice donde ha jugado.

Eso sí, su conocimiento es tremendo y no por algo ha entrenado a chicos con grandes talentos que a día de hoy han tenido un gran futuro.

—Es agradable verlos, chicos —este hombre, Arthur Sweet, reconocía a ese cuartero muy famoso. Cuando los dirigía, eran demasiado buenos. Tanto que no se notaba la diferencia entre ellos y gente más grande—. ¿De nuevo no han tenido éxito en su reclutamiento?

—No señor Sweet —replicó Ted. Hoy los chicos habían terminado de entrenar y ahora ellos cuentan con el campo para entrenar a gusto—. Estamos… teniendo algunas complicaciones

—Nadie quiere unirse a un club que no existe —agregó Verne. George y Alan estaban teniendo un duelo uno a uno de fondo, un duelo que lleva años gestándose—. Entre eso y que vemos la negativa de la hija del presidente de la junta escolar…

—¿Raimon?

—¿Le conoces?

—Eh, no del todo —tragó saliva. Conoce al padre, y muy bien. ¿La hija? Le conoce… pero por un amigo en común—. Pero, ¿a qué te refieres con que "su negativa" recepción?

—Es sabido que ella detesta el fútbol como su padre —cuenta Verne—. Como tal, por más permiso que nos ha dado a mí y a los chicos, parece que intenta sabotearnos para que no logremos nada. Es… es una chica complicada de entender…

—No pierdan la fe, chicos —diría Arthur—. Es lo último que se pierde. Además, estoy seguro que pronto la gente se irá uniendo a ustedes —y mirando a un costado del campo de juego, allí estaba Christian Dear—. Ah, tal parece que otro muchacho que conozco ha venido para estar con ustedes…

—…

—Realmente vino…

Christian Dear, un joven castaño de ojos rojizos y con una banda azul, iba con las manos en su bolsillo, portando el uniforme escolar del Raimon, teniendo sus dudas de haber venido aquí, pero viniendo de todas maneras. ¿Razón? Ni él sabe. Fue algo así como un impulso…

Era ver a Winters y a Sumner jugando entre ellos. Él miró esto un rato… para luego mirar al que alguna vez fue su entrenador… y sus antiguos amigos…

—Hola…

—Ah, Christian, es bueno verte luego de tanto —diría Sweet—. Has crecido. Dime, ¿estás jugando al fútbol? —ante la no respuesta de su parte y cómo este evitaba mirarle, se daba cuenta de la respuesta—. Ah. Entonces has venido en el momento justo. Ted y Verne están buscando a alguien para entrenar con ellos, un 2 contra 2.

—¿Qué? Yo solo…

—Venga Chris —diría Verne—. No pierdes nada en jugar con nosotros. No queremos forzarte a irte de tu club. Solamente juega y entrena con nosotros. Como en los viejos tiempos…

—… —Winters y Sumner pararon su pequeño duelo para verle. Le reconocieron. ¿Cómo no hacerlo? Era un viejo amigo que jugaba mucho con ellos de chicos. Estaban expectantes de lo que diría, algo que dejaba al castaño en una posición que sería incapaz de decir que no. Suspirando y maldiciendo por debajo, terminó por decidirse—. E-está bien… t-tan solo por esta vez…

Viendo que ya no podía retractarse, Christian accedió. El entrenamiento propuesto por Arthur era justamente un dos contra dos. George y él contra Alan y Verne. La idea era poder practicar situaciones de juego, sea contra ataque, o recibir un contra ataque de frente. Luego, si es que lograban superar a sus marcas, rematar a portería, aunque era imposible marcarle a alguien como Ted que demuestra por qué muchos le dicen "El Portero Magnífico" ya que no dejaba una zona sin cubrir… su estilo era un tanto parecido a aquel al que llaman Rey de los Porteros, pero eso nunca lo leyeron aquí.

Algo oxidado, con el paso de los minutos y momentos, él estaba recuperando lo que alguna vez había dejado atrás tras dedicarse de lleno al tenis y sentir que servía para algo en vez de ser un jugador más del montón.

¿Qué era esa sensación extraña en su cuerpo?

¿Felicidad?

¿Nostalgia?

¿Qué era?

Independientemente de lo que fuese, esa sensación cubría todo su cuerpo, olvidándose por completo que debía volver a casa y quedándose a entrenar con ellos cuatro, recordando las épocas cuando era jugador.

—Recuperó su gusto por el fútbol —murmuraba Sweet—. Veo que necesitaba un pequeño empujecito… menudo muchacho…

Y era cierto.

Tal parecía que Dear jamás había dejado de pensar en fútbol. Los minutos pasaban y poco a poco le agarraba la maña a esto del fútbol una vez más, notándose aquella gran sonrisa que estaba ocultando. Se ve que, si bien ese otro deporte que estaba haciendo le hacía bien, ¿cómo darle la espalda a algo tan maravilloso como el fútbol?

La cuestión es que, sin darse cuenta, estaba feliz y no quería que este día jamás termine.

Y para variar las cosas, aquel muchacho que había visto todo desde hoy temprano en el instituto Raimon, miró esta escena y, sí, no quedaba ninguna duda que esto era el club de fútbol… pese a que de nuevo miles de personas en Raimon le dijeron que no existe.

Pero, lo que ve ahora mismo, esos chicos jugar con el uniforme del Raimon… ¿qué debe creer?

Mañana hablará con la persona que importa y entonces, se unirá al club de fútbol… si es que hay un club… claro.