Disclamer: Como ya sabéis ni los personajes, ni parte de la trama, ni los lugares me pertenecen a mí, sino a la prolífica imaginación de la gran Rumiko Takahashi que este año ha querido bendecirnos permitiendo que se hiciera un remake maravilloso de este anime que tanto adoramos * ¡Feliz Navidad Rumiko sensei!
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Nota de la Autora: Aunque voy con algo de retraso, aquí vengo para compartir algunos oneshots Rankane (por supuesto) con sabor navideño e invernal inspirándome en algunos de los temas que nos proponen las maravillosas administradoras de la página "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" este año para su #Dinamica_Invernal #Calendario_de_Adviento. Espero que os gusten. ¡Gracias por estar ahí, una navidad más!
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7 de Diciembre: Duele Verte.
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¿Qué es el Amor?
(Primera Parte)
¿Qué es el amor?
Esa voz cascada vuelve a repetir las palabras en su mente. Lo ha estado ignorando hasta ahora, pero le duele la espalda por la cantidad de horas que lleva sentado en la misma posición y tiene las piernas congeladas por la frialdad del suelo. Necesita algo con lo que distraerse y por eso (supone él), la voz regresa:
Hablo del amor que se convierte en el único sentimiento que rige una vida.
Ranma saca pecho para estirar los músculos de su espalda, es como si los huesos de su columna se hubieran convertido en trozos de piedra y se clavaran en la piel. Menea los hombros, estira los brazos hacia la lámpara apagada del techo y frunce el ceño soltando al mismo tiempo un bufido cansado.
Unas cuantas horas atrás, mientras esperaba en la farmacia del barrio a que le entregaran las medicinas que Kasumi había dejado encargadas, un hombre mayor con apenas unos mechones de pelo entrecano sobre la coronilla, la cara chupada y unas gafitas redondas sobre una nariz puntiaguda, se puso a hablarle de repente. ¡Así sin más! Con una familiaridad perturbadora, y lo que fue más extraño; lo hizo como si retomara una conversación que hubieran dejado a medias unos minutos antes.
Hoy en día, rara vez se está dispuesto a dar la vida por una mujer.
Ranma no le conocía de nada, ni siquiera había notado su presencia junto al mostrador antes de que la charla comenzara, y por desgracia, no le quedó más remedio que soportarla, pues no podía irse de allí sin las medicinas. Al principio no le prestó mucha atención, pero ese hombre tenía una mirada extremadamente viva y lúcida para las tonterías que le estaba diciendo. Bueno, fueran o no tonterías, lo cierto es que le pusieron algo nervioso.
Y por lo visto se le habían quedado grabadas en la mente.
Alguien tose con suavidad y él se tensa sobre el suelo. Levanta la cabeza y escruta las sombras del cuarto hasta ver la cama, de refilón ve parte del rostro de la persona que duerme allí. Espera, pero no hay más toses, así que puede apartar los ojos enseguida. Al instante, se aprieta las rodillas con las manos, también frías, frustrado.
Y vuelve a dejar libres sus pensamientos.
A Ranma le gusta mirar a Akane, su prometida. En ciertas situaciones más que en otras, como cuando ésta sonríe porque está de buen humor, o alguien le ha dado una buena noticia. Sí, pues claro que le gusta. No se engaña a sí mismo como siempre intenta engañar a los demás. En horas como ésas, cuesta no ser sincero y por eso piensa, admite más bien, que esa noche no le gusta. Esa noche, al igual que las dos o tres anteriores, le duele mirarla. De hecho, es incapaz de hacerlo más de un par de segundos seguidos antes de que una angustia agónica le obligue a apartar la mirada.
Akane está enferma. Nada grave, le repiten sin cesar. Una de esas gripes de la temporada invernal que la ha tenido en cama, sin poder levantarse, tres días con sus noches. Se le pasará, se recuperará. Solo es una gripe. Seguro que todos tienen razón, pero cuando le dicen esas cosas no entienden que él no soporta verla así; tan débil y silenciosa, sin moverse, sin gritarle. Odia la fiebre que chisporrotea en sus ojos empañados, y la tos ruidosa que zarandea su cuerpo envuelto en el pijama amarillo, y también los temblores, claro.
Lo odia todo. ¿Por qué tiene que estar enferma?
Mira que la avise de que se abrigara después de entrenar… Se lo repite, una y otra vez, para rellenar el silencio de su cerebro en esas largas noches de vigilia, pero nunca lo dice en voz alta cuando ella está despierta. No es tan cruel, a pesar de lo que su prometida le diga a veces.
Ya no siente los pies, pero si el movimiento que hacen cuando comienza a moverlos por los nervios. Las sacudidas suben por sus piernas y pronto, todo su cuerpo se agita sin control.
¡Es que no puede verla así! Será un tonto, porque le duele en algún lugar indeterminado de su cuerpo. Pero tampoco puede desentenderse de ella. ¡Es su prometido, signifique lo que signifique! Y aunque sabe que es absurdo, lo único que le da algo de paz esos días es estar en el mismo cuarto que ella. Sentir su presencia, pero sin reconocer el movimiento costoso de su pecho al respirar o fijarse demasiado en la blancura enfermiza de su tez.
Se siente tonto, pues claro que sí. Y no puede actuar de otro modo. Lo ha intentado pero ha sido imposible. Por eso, cada noche, cuando todos los demás duermen, él se escabulle hasta el cuarto de la chica y allí, sentado en el suelo, vela su sueño.
¡¿Y qué otra cosa puede hacer si no?!
Él no es bueno cuidando de nadie, le falta delicadeza. ¡Eso lo sabe cualquiera! Lo único que puede hacer es estar allí. No es gran cosa, pero es algo.
No puedo salvarla de esto piensa a menudo, como si pretendiera convencerse a sí mismo. Es fuerte, rápido, valiente. ¡Un gran artista marcial! Pero nada de eso le sirve ahora y se siente inútil. No puedo hacer nada. Akane sufre y él no puede ayudarla, jamás pensó que se daría una situación como ésa. ¡De todo lo demás, claro que puedo protegerla!
Pero no de eso.
Lo sabe. ¿Por qué sigue peleándose con esas ideas?
Porque soy tonto se responde con sinceridad, apretando los labios. Pero, estoy aquí
Incluso si Akane no es consciente de su presencia, él está a su lado. Y eso, junto con pequeñas cosas como secarle el sudor de la frente con la manga de su camisa durante las horas de fiebre o arroparla con la manta a las tres de la mañana (es curioso, siempre se destapa a esa hora) hacen que Ranma mantenga una relativa calma de espíritu. Sí, eso le apacigua. No tanto que le repitan que esa gripe no es nada grave o que se recuperara pronto, o incluso deberías dormir más Ranma, pareces cansado.
¡Casi no dormía, ¿y qué?! ¡Eso no era para tanto! ¿Cuántas noches había pasado en vela durante los viajes con su padre? Vamos… ¡Él era fuerte! Y estaba en plena forma, así que podía aguantar un par de noches de insomnio. Incluso más.
¿Cómo iba a irse a dormir y dejarla sola?
Casi son las tres de la madrugada, lo ve en el reloj de esfera luminosa que Akane tiene sobre el escritorio.
La voz del viejo vuelve a su memoria:
Consiste en que toda la voluntad y capacidad de un hombre se vean impetuosamente arrastradas hacia un único fin, y en el hecho de que cualquier sacrificio se trueque en deleite.
Ranma carraspea, esboza una sonrisa amarga. No es que se esté deleitando precisamente con el dolor de espalda y el congelamiento que asciende por su cuerpo a medida que las horas pasan, la verdad.
—Ranma… —Oye el susurro, pero es tan suave que lo confunde con el ruido de la ventisca del exterior. Akane hace un sonido extraño desde su garganta, y tose de nuevo, esta vez más fuerte y el escándalo llama su atención—. Ranma.
¿Le llama a él? Como si supiera que está ahí, agazapado en las sombras.
El chico se pone en pie de un salto y corre a encender la luz del flexo del escritorio para que haya algo de claridad. Se inclina sobre la cama y se encuentra con una mueca lastimera.
—¿Cómo has sabido que estoy aquí? —lo pregunta sin poder evitarlo.
—No lo sabía.
¿Y por qué ha dicho su nombre antes que cualquier otro?
Tiene la frente brillante, así que él repite la tarea de secarla con su propia manga. No está caliente, la fiebre debe haber bajado.
—¿Cómo te sientes?
—Fatal —Akane es sorprendentemente sincera y rápida en su respuesta, eso le pone todavía más nervioso, aunque intenta disimular en la medida que puede—. Me duele todo el cuerpo y tengo frío.
. Debo tener mucha fiebre.
—En realidad, yo creo que no.
—¿Me vas a decir tú si tengo fiebre o no?
—¡Ni siquiera estás caliente!
Akane, que sale de su aturdimiento por un momento, le mira frunciendo las cejas.
—Ranma, por favor, no seas como siempre.
¡Vaya, qué gracia!
Si ya nada es como siempre. Porque siempre (o casi siempre) él disfruta mirándola, y ahora duele. ¡Le duele! ¡Es horrible verla en ese estado y no saber qué hacer!
Esta forma de amor no hace feliz a nadie, chico…
Estúpido, viejo piensa, entonces. Está furioso, no, está asustado y eso le hace sentirse furioso.
Como no sabe qué hacer y son casi las tres de la mañana, vuelve a actuar en automático y tira de la manta que se ha enredado a la altura del estómago de Akane, para estirarla hasta su cuello. La arropa con cuidado, obviando que no está dormida como las otras veces; dobla el borde con la punta de los dedos y lo coloca sobre sus hombros con una diligencia de la que no suele hacer gala nunca. Hace todo esto aguantando la respiración y cuando, por fin, se atreve a mirar a la chica, el aire se le escapa de golpe.
—¿Has estado cuidando de mí todo este tiempo?
Ranma, con la garganta seca, asiente con la cabeza.
—O sea… alguien tenía que hacerlo —añade. Pero la expresión de dulce sorpresa que acaricia los rasgos adormilados de Akane no cambia, no demasiado. Le sonríe un poco, entre largos parpadeos que no quieren dejar de mirarle.
—¿Crees que estaré bien para navidad?
—Pues claro que lo estarás, aún faltan dos semanas —responde él—. Y esto es solo una gripe.
Le resulta un alivio decirlo así, con tanta seguridad, se pregunta si es por eso que no dejan de repetírselo los demás.
Akane levanta una mano y la posa en su hombro. La deja ahí unos instantes y luego, la mano sube hasta el rostro. Cuando Ranma la nota contra su mejilla piensa que, en realidad, sí está algo caliente. Claro que también podría ser su propia cara.
—Gracias, Ranma —Esa mano ejerce sobre él una ligera presión. Tarda un poco, pero al final comprende que Akane quiere que se incline. Lo hace, despacio, comprueba que el rostro de la chica sí irradia un calor inusual y sus labios, cuando le rozan la otra mejilla, también arden pero, por lo que sea, le gusta esa sensación—. Gracias —repite. Su voz suena somnolienta.
Debe estar delirando otra vez.
Y, de pronto, a él también le ocurre algo extraño. No es un delirio, pero casi. Un impulso enloquecido lo definiría mejor. Porque al incorporarse nota como si un rayo impactara en su nuca, frenándolo en seco sobre el rostro de Akane. Y descubre que ya no le da miedo mirarla, que ya no le duele como antes.
Y sin pensarlo si quiera, estira sus labios hacia ella para besarla con suavidad. La sonrisa de su prometida también arde pegada a su boca. Y Ranma experimenta una súbita estampida de alegría y placer.
—Vete a dormir —Le dice ella, después—. Mañana estaré mejor.
Más te vale piensa, sonriendo igual que ella. Aunque lo que dice en voz alta es:
—Descansa.
Y revisa otra vez su frente, y la manta (¿Está bien colocada?), no puede pasar frío. Son más de las tres así que ya no se destapará más veces. Decide que sí, por esa noche, se irá a su cuarto e intentará dormir un poco.
Mañana todo estará mejor, seguro.
Y cuando sale del dormitorio la espalda aún le duele, también los dedos de los pies helados y tiene un sueño que se le cierran los párpados. Pero ese dolor indefinido en su interior se ha desvanecido y sonríe, todavía sonríe.
Ese viejo de la farmacia no sabía nada sobre el amor. O sabía algo sobre un tipo de amor, pero eso no es suficiente como para ir dando lecciones por ahí.
No necesito que venga a explicarme lo que es el amor decide, mucho más tranquilo. Lo sé desde el día en que conocí a Akane.
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Continuará
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Aclaración: El viejete de la farmacia está inspirado en Hermann Hesse, escritor alemán, premio nobel de literatura en 1946, y sus palabras las he tomado "prestadas" de uno de sus cuentos titulado: Víctima del Amor.
Nos vemos en el próximo Oneshot.
¡Besotes para todos y todas!
