Disclamer: Como ya sabéis ni los personajes, ni parte de la trama, ni los lugares me pertenecen a mí, sino a la prolífica imaginación de la gran Rumiko Takahashi que este año ha querido bendecirnos permitiendo que se hiciera un remake maravilloso de este anime que tanto adoramos * ¡Feliz Navidad Rumiko sensei!

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Nota de la Autora: Aunque voy con algo de retraso, aquí vengo para compartir algunos oneshots Rankane (por supuesto) con sabor navideño e invernal inspirándome en algunos de los temas que nos proponen las maravillosas administradoras de la página "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" este año para su #Dinamica_Invernal #Calendario_de_Adviento. Espero que os gusten. ¡Gracias por estar ahí, una navidad más!

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17 de Diciembre: Tu Carita de Enfado.

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Tu Carita de Enfado

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—¡Akane! —Ranma la agarró de la muñeca con suavidad, pero frenándola en seco antes de que se marchara—. Todavía no es seguro que salgas sola.

—Puedo ir a donde quiera —replicó ella, apartándose de mala manera—. Estoy bien.

—¡Si hace un frío de mil demonios ahí fuera!

—¡Pues claro! ¡Estamos en invierno!

—Deja que vaya contigo, al menos —La mano de su prometido se deslizó por su brazo hasta rozarle los dedos, pero Akane escondió la suya tras su espalda.

—Ya te he dicho que no quiero verte mientras sigas con eso —Procuró no mirarle a los ojos mientras hablaba porque Ranma había aprendido a fingir una expresión tan desgarradora que llegaba a conmoverla, aun sabiendo que no era real—. Cuando te canses de burlarte de mí y seas sincero…

—¡Ya estoy siendo sincero!

—¡Para de una vez! —le exigió, con el corazón violentado. Tiró de los bordes de su abrigo para cubrirse más y clavó los ojos en la puerta—. ¡No quiero oírte hablar de eso! ¡No quiero que me acompañes a ningún lado!

. ¡Y no quiero verte!

Ante un chillido de ese calibre, Ranma no tuvo otra opción que callar. Y se mantuvo inmóvil mientras ella se escabullía a toda velocidad. Los latidos en su pecho eran tan fuertes que Akane oía un zumbido ensordecedor en sus oídos, pero caminó con firmeza y sin mirar atrás hasta el portón de la propiedad. Lo abrió sin vacilar y justo cuando estaba por salir, escuchó:

—¡Si no has vuelto para cuando anochezca, saldré a buscarte! —La voz se había vuelto grave, lejana, pero muy clara—. ¡Me da igual que te enfades, marimacho cabezota!

Akane resopló y salió, casi corriendo, para evitar una nueva discusión.

El aire que barría las gélidas calles de Nerima le golpeó el rostro, pero no logró enfriar la rabia que bullía dentro de ella. Echó a andar sin pensar a dónde iba hasta que se le calentó el cuerpo y tuvo que aflojarse la bufanda, seguramente tenía el rostro colorado.

Estúpido, Ranma. Mira que intentar engañarme con algo tan serio. Respiraba por los labios entreabiertos, de modo que el aliento se le pegó a las mejillas y tuvo sorberse la nariz. Estuvo a punto de detenerse en mitad de la acera cuando notó el sabor de la tristeza en su boca. ¡Eso era lo peor! Podía estar indignada (¡indignadísima!), ya que no había derecho a lo que le estaba pasando, pero aun así, no podía escapar a la tristeza. ¡¿Cómo puede ser tan cruel como para burlarse de mí así?!

Incluso en los momentos en que Akane tenía la peor opinión posible de su prometido, procuraba recordar que era un joven honorable y de buen corazón. Era un bruto, un desconsiderado y un bocazas, pero tenía sus líneas rojas de decencia que nunca había llegado a cruzar…

Hasta ahora. Se pasó la manga del abrigo por los ojos y retomó la marcha, a un ritmo menos exigente. Idiota.

Un par de días después de navidad, Akane había sufrido un incidente (que no venía al caso recordar, porque le resultaba muy incómodo) que la llevó al hospital. Las heridas físicas fueron leves, aunque los médicos se empeñaban en decirle que necesitaba reposo. Lo más molesto fue descubrir que sufría un suave caso de amnesia retrógrada, provocada por una contusión en la cabeza. Las pruebas decían que su cerebro estaba bien y el período temporal que había olvidado apenas abarcada un par de meses atrás, lo cual no era tan grave.

Lo que la tenía furiosa era que Ranma se había propuesto usar su amnesia para gastarle una broma vil y cruel. Y es que el chico insistía en asegurarle que, justamente hacía dos meses, ambos se habían sincerado con respecto a sus sentimientos e iniciado una relación romántica.

¡Qué casualidad!

¿De verdad piensa que soy tan tonta como para creerme algo así?

Por supuesto, no tenía ninguna prueba que confirmara semejante locura más allá de su palabra y, lo que era aún más conveniente, como habían decidido llevarlo todo en secreto, no había ningún otro testigo.

¡Hay que ser ruin y rastrero para intentar aprovecharse de alguien con amnesia! El idiota de su prometido no tenía ni idea del nivel de confusión, desorientación y miedo que llevaba experimentando desde que le confirmaron lo que le pasaba. ¡Es que ni se podía imaginar lo extraño que era todo para ella!

Por supuesto, Akane no había querido escuchar tales mentiras y se había negado en redondo a creerle. Sin importar lo que dijera o hiciera. Aunque, tenía que reconocer que se sentía algo inquieta con el cambio que había notado en el comportamiento del chico. Desde su salida del hospital, Ranma no dejaba de hacerse el encontradizo con ella por toda la casa. Se adelantaba siempre que ella pretendía hacer algún esfuerzo, le llevaba infusiones calientes y cosas por el estilo a su dormitorio cuando le daba la gana; atenciones que, en principio, no le habría molestado recibir sino formaran parte de un engaño. Lo que de verdad la ponía de los nervios era el modo en que la miraba, entre preocupado y embelesado, o esa manía que había adoptado de tocarla sin venir a cuento.

Una noche, incluso, había tenido la osadía de plantarse en su cuarto porque, según él, ahora dormían juntos. ¡Ja, ¿y qué más?! Le echó a patadas de allí, claro.

¿Cuándo va a dar por finalizada la maldita broma? Si su única intención era avergonzarla o burlarse de ella, bien podría hacerlo ya y dejarla tranquila. Ese espectáculo tan humillante se estaba alargando demasiado.

Porque era todo un espectáculo, un montaje, una broma. Akane lo sabía, y había intentado obligar al chico a confesar varias veces, pero el muy cabezota no cedía. ¡Peor todavía! A menudo la respondía con una simulada actitud dolida que le caía a ella como una patada en el estómago.

La noche anterior la había respondido con unas palabras que no se le iban de la cabeza:

¿De verdad crees que haría algo así sólo para molestar? ¿Crees que me hace gracia que no recuerdes lo que siento por ti?

—No entiendo nada —murmuró, ajustándose de nuevo la bufanda al cuello. Tenía clavada su mirada de decepción y, en ese instante, Akane había lamentado más que nunca no ser capaz de recordar. Era muy frustrante tener ese vacío en su cabeza que no lograba llenar con nada.

Pero, ¿y si recuperaba la memoria y resultaba que Ranma decía la verdad?

Imposible se dijo, como hacía siempre. No puede ser.

Siguió callejeando sin rumbo hasta que sus pasos la llevaron ante un puesto ambulante donde se vendían periódicos, revistas y ahora, todo tipo de baratijas y adornos navideños. Se quedó clavada en cuanto sus ojos localizaron una muñequita vestida de Papá Noel que colgaba, junto a muchos otros muñecos, de la parte superior del quiosco. No tenía nada de especial, pero se acercó para verla mejor y tocarla con la mano.

¡Tiene tu misma carita de enfado, Akane!

Esas palabras resonaron en su mente de repente y, de la impresión, retrocedió un par de pasos. Una nostalgia abrumadora se apoderó de ella robándole la respiración y el equilibrio, hasta que se tropezó con alguien.

—¡Lo siento!

—Nada, tranquila, estos viejos pies… —Debía ser el quiosquero, un señor mayor que, al ver su cara, sonrió de manera afable—. ¡Vaya, hola!

. ¡Hacía unos días que no te veía por aquí!

—¿A mí?

Akane no le conocía de nada.

—¿Estás tú sola? —Le preguntó el hombre—. ¿Hoy no te acompaña tu novio?

—Mi…

¿Habla de Ranma?

¡Imposible! ¡Nadie que les hubiese visto juntos diría que son novios! Akane, nerviosa, volvió a mirar la muñequita y algo le oprimió el corazón.

—¡Disculpe!

Se alejó del quiosco corriendo hasta que notó punzadas en la cabeza y tuvo que pararse. Se sujetó la cabeza con las manos pero las punzadas, que dolían como cañonazos, no se detenían y esa nostalgia tan espantosa que estuvo a punto de hacerla llorar, se apoderó de su pecho.

¿Habían estado Ranma y ella en ese puesto antes? ¿Era la voz del chico la que había oído al mirar esa muñeca? Si las respuestas eran afirmativas y ese quiosquero los había observado comportándose como una pareja…

—¡Akane!

Escuchó una voz que la sacó de sus pensamientos y mitigó un poco el dolor de su cabeza. Se dio cuenta de que había llegado a la calle del dojo y que Ranma estaba bajo el umbral del portón, con los brazos cruzados y una chaqueta fina que no parecía abrigarle nada. Un estremecimiento la zarandeó al preguntarse si acaso llevaba allí todo el tiempo... esperando por ella.

La miró con cierta severidad según ella se acercaba pero, en el último minuto, el rictus de su rostro se suavizó y lo que hizo fue estrecharla en sus brazos.

—¡Eres una cabezota! —Le soltó en primer lugar—. ¡Tenías que esperar a que anocheciera para volver, ¿no?! —Akane ni siquiera había notado que ya era de noche, pero se lo calló. En parte para no discutir, en parte porque el calorcillo del cuerpo del chico era agradable. Al menos la hizo sentir bien hasta que notó la nariz de Ranma pegada a su pelo—. Hueles a frío…

—¡Para! —exclamó, ruborizada, apartándole de un suave empujón. La respondió con una risita maliciosa y manteniéndose a unos pasos de distancia mientras la seguía hasta el interior de la casa—. ¿Dónde está todo el mundo?

—Han ido a buscar la cena —Explicó Ranma cerrando la puerta. Se quitaron los abrigos y se descalzaron para después ir corriendo al comedor, donde les esperaba el calor del Kotatsu—. Me temo que si encuentran un buen descuento, se olvidarán de nosotros y cenarán en el restaurante.

Akane no tenía hambre, solo frío. Se metió bajo la manta y estiró sus pies congelados hasta el calefactor. Solo sonrío un poco cuando por fin se le templó la temperatura del cuerpo, entonces notó lo cansada que estaba de tanto andar.

—Ya no estás enfadada —Afirmó Ranma, que se había sentado frente a ella, y la miraba de ese modo que le ponía la piel de gallina—. Lo sé por esa cara de boba que estás poniendo.

—¿Cara? ¿A qué cara te refieres? —Le preguntó, molesta. Eso la hizo recordar las palabras que se le habían venido a la cabeza junto al quiosco: tu carita de enfado y el estómago le dio un vuelco—. ¡Pues claro que sigo enfadada!

. Y lo estaré hasta que dejes de burlarte de mí.

—O hasta que te demuestre que lo que te digo no es ninguna broma.

—¿Y cómo lo harás, Ranma?

—Podría hacerlo, pero tú tendrías que colaborar.

—¿Colaborar cómo?

El chico se movió por el suelo hasta colocarse a su lado.

—Dices que estás enfadada —comentó, sin dejar de mirarla—. Yo sé una manera para que se te pase el mal humor.

—No me lo creo… ¡¿Cómo ibas a saber algo así?!

—Porque hemos pasado juntos mucho tiempo estos dos meses —respondió, muy seguro—. Porque te estoy diciendo la verdad.

Ranma parecía tan sereno y seguro de lo que decía que despertó su curiosidad.

—¿Qué… manera? —preguntó con prudencia.

—No te lo mostraré a no ser que me prometas no darme una paliza.

Eso no le sonó nada bien, pero lo que había pasado en el quiosco con ese tipo que la conocía, la muñeca y sobre todo, esa nostalgia extraña que aún sentía alrededor de su garganta la tenían muy intranquila. Si Ranma tenía un modo de demostrarle que decía la verdad, ella quería saberlo.

Había comenzado a dudar durante su paseo de esa tarde y necesitaba estar segura de una vez por todas, aunque la verdad le diera un poquito de miedo.

—No voy a pegarte —Le dijo—. ¡Lo prometo!

Ranma asintió, dando a entender que se fiaba de ella, tras una mirada muy larga. Sin decir una palabra, se arrastró hasta colocarse tras ella y la levantó tomándola por la cintura. Akane soltó una exclamación por la sorpresa, pero se contuvo antes de lanzar su puño, tal y como había asegurado. Su prometido la sentó con delicadeza sobre sus piernas cruzadas, tiró del faldón del Kotatsu para cubrirles y luego, la abrazó sin más.

Por supuesto, se sintió incómoda desde el primer momento, aunque el chico había actuado con una naturalidad de lo más sospechosa. No había vacilado en ninguna de sus acciones y no parecía nervioso en absoluto.

—¿Esto es lo que hacemos cuando me enfado? —preguntó, conmocionada.

—Y cuando estás triste —Su voz sonó mucho más suave, como si vibrara sobre su pelo hasta alcanzar su oído—. O cuando conseguimos estar a solas un rato.

Pero no puede ser verdad que… La mente de Akane seguía insistiéndole que nada podía ser real. Sin embargo estar así, siendo sostenida y abrazada por Ranma de esa forma tan encantadora era de lo más agradable. Y sí, de haber estado triste, ese dulce abrazo la habría hecho sentir mejor. Antes de darse cuenta, su cuerpo se relajó y se acomodó, como si ya supiera cómo, contra el torso masculino. Todavía sentía nostalgia, pero también familiaridad en el tacto, en los olores, en esa calma tan apacible que los acunaba de pronto.

Era como si una voz la susurrara que todo estaba bien.

—He estado pensando —volvió a hablar él, muy bajito—; que no me importa si no llegas a recuperar la memoria de estos meses.

. Será divertido volver a hacerlo todo por primera vez contigo.

Akane entreabrió los ojos, alerta.

—¿Hacer el qué?

—¡Ah, casi lo olvido! —Exclamó Ranma, cambiando de tema—. No sabía si aún la querrías, pero por si acaso.

Y le entregó nada más y nada menos que la muñequita del puesto que había visto hacia un rato. La misma. Con su traje de papá Noel rojo, su cordel para colgarla de un mueble o de la cremallera de una mochila y…

—La misma carita de enfado —murmuró, anonadada.

—¡Te lo dije! —soltó, estrechándola más fuerte contra él—. ¡Es tu misma carita de enfado!

Entonces, sí que habían estado juntos en el puesto mirando las muñecas y Ranma había dicho esas palabras. ¿Significaba eso al cien por cien que todo lo que le estaba contando era verdad? También podrían haber pasado por allí volviendo del instituto y ese comentario ser, solo, una de las tantas tonterías que decía para reírse de ella.

Si no recuperaba la memoria, nunca estaría segura.

A no ser, claro, que a falta de recuerdos, se conformara con lo que sentía en esos momentos, entre los brazos de su prometido.

—Gracias, Ranma —contestó, apretando la muñequita contra su pecho.

—Parece que ya no estás enfadada —opinó y esta vez, fueron sus labios y no su nariz, lo que Akane sintió sobre sus cabellos, pero no le importó—. Me alegro.

. No quiero verte poner esa carita nunca más.

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Fin

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¡Hola, otra vez!

¿Qué tal estuvo la Nochebuena? ¿Y la Navidad? Espero que todos y todas lo pasarais muy bien ¡Gracias por leer y comentar mis fics incluso en esta época del año!

Por aquí traigo un nuevo Oneshot del calendario, aunque sí, ya sé que éste ha terminado. Pero bueno, sigue siendo diciembre, ¿verdad? Espero que os guste ¿A qué estoy mejorando en el arte del relato corto? Jejejeje

Nos vemos en el próximo Oneshot.

¡Besotes para todos y todas!