REVENGE

~Capítulo 40~


El aire en el muelle estaba cargado de humedad y un olor a sal que se mezclaba con el aroma metálico del agua estancada. La noche comenzaba a envolver el lugar, y las luces parpadeantes de los barcos atracados creaban sombras danzantes sobre las olas. Mimi permanecía al borde del embarcadero, envuelta en un abrigo que apenas la protegía del frío. Sus ojos estaban fijos en el horizonte, donde la silueta de la barcaza de Yamato se recortaba como una amenaza constante.

Sus manos temblaban, y no sabía si era por el frío o por la ansiedad que la devoraba por dentro. Su mente no dejaba de imaginar escenarios cada vez más oscuros. ¿Y si Hikari nunca salía de allí? ¿Y si Kouji había llegado para sellar el destino de la joven?

Los pasos apresurados detrás de ella la sacaron de sus pensamientos. Se giró rápidamente, y ahí estaba Koushiro, con el rostro tenso y la respiración entrecortada. Su chaqueta estaba empapada, como si hubiera tenido que sortear más de un obstáculo para llegar hasta ella.

—¿Qué ocurrió? —preguntó Mimi con urgencia, dando un paso hacia él. Su voz temblaba, y la ansiedad en su rostro era palpable—. ¿Lograste salvar a Hikari?

Koushiro negó lentamente con la cabeza, incapaz de sostener su mirada al principio.

—No —admitió, y su voz era baja, cargada de una mezcla de frustración y culpa—. Lo intenté, Mimi. Creí que sería sencillo, pero las cosas se complicaron.

—¡Complicaron! —repitió Mimi, deteniéndose frente a él. Sus ojos destellaban, llenos de desesperación—. ¿Qué significa eso, Koushiro?

El pelirrojo enderezó la espalda, finalmente encontrando el valor para mirarla a los ojos.

—Kouji llegó, Mimi —dijo con calma, aunque el recuerdo del encuentro aún lo atormentaba—. Apareció justo cuando estaba por sacarla de la barcaza. No pude hacer nada…

Mimi se llevó las manos a la cabeza, tirando de los mechones de su cabello con frustración. Dio un par de pasos hacia adelante y luego hacia atrás, como si estuviera buscando un escape para su agitación.

—¿Kouji? —susurró, incrédula. La sola mención del oji-azul la llenó de una mezcla de emociones intensas—. ¿Qué estaba haciendo ahí?

—No lo sé —respondió Koushiro con sinceridad, apretando los labios—. Pero estaba claro que no iba a dejar que Hikari se fuera.

Mimi soltó una carcajada amarga, que sonó más como un gemido de desesperación.

—¡Por supuesto! —dijo, moviendo las manos de forma enfática—. Ryo ya me había comentado que ese chico es igual a Yamato. Seguro está metido hasta el cuello en los negocios de Yamato y Hiroaki.

Koushiro frunció el ceño, pero levantó una mano en un gesto para calmarla.

—Hablaremos de eso después, Mimi. —Su tono era firme pero no agresivo—. Ahora no tenemos tiempo para teorías.

—¿Qué quieres decir con "no tenemos tiempo"? —preguntó Mimi, alarmada—. ¿Qué vamos a hacer ahora?

Koushiro miró alrededor, asegurándose de que nadie los estuviera observando, antes de acercarse a Mimi y tomarla suavemente del brazo.

—Tienes que venir conmigo —dijo, bajando la voz.

—¿Adónde? —replicó ella, confusa, mientras trataba de liberarse de su agarre—. ¡No pienso moverme hasta que me digas qué está pasando!

—Mimi —Koushiro apretó los labios, claramente irritado, pero entendía su desesperación—. Confía en mí, por favor. Te explicaré en el camino.

Ella lo miró, con el ceño fruncido y las lágrimas brillando en sus ojos, pero algo en el tono de Koushiro la hizo dudar. Respiró profundamente, tratando de calmar el torbellino en su interior, y finalmente asintió.

—Está bien, pero esto más vale que sea importante —dijo, con un tono que intentaba sonar firme aunque su voz se quebraba ligeramente.

Sin perder tiempo, Koushiro la guió por el muelle hacia un callejón apartado donde un vehículo los esperaba con las luces apagadas. Mimi no podía evitar mirar constantemente hacia atrás, como si esperara que Hikari apareciera de la nada.

Mientras se subían al auto, Mimi finalmente rompió el silencio.

—Si tienes un plan, Koushiro, más vale que funcione. Porque no pienso perder a Hikari.

Koushiro miró por el espejo retrovisor mientras arrancaba el motor, con una expresión sombría en el rostro.

—Créeme, Mimi, yo tampoco.


Sora cerró la puerta tras de sí con un suspiro. Había pasado un día agotador, desde el velorio de Satomi hasta los últimos trámites que debió realizar, y todo lo que quería en ese momento era descansar. Sin embargo, el dolor de cabeza que la aquejaba era insoportable, como si una pesada presión se hubiera instalado en su sien.

Entró a la sala y vio a su hija, Izumi, sentada en el sofá, con el celular en las manos. La joven parecía ajena al cansancio de su madre, concentrada en las últimas notificaciones. Sora se acercó, frotándose las templadas sienes.

—Izumi, ¿quieres comer algo? —preguntó con voz baja, sin mucha energía, pero con la intención de ofrecer algo de consuelo a su hija.

Izumi levantó la vista de su teléfono, haciendo una ligera mueca de incomodidad.

—No, mamá. No tengo hambre —respondió, algo apurada—. Tengo algo importante que hacer.

Sora la miró con curiosidad. Aunque su hija había estado callada durante todo el funeral, ahora parecía algo más animada.

—¿Qué es tan importante? —preguntó, algo confundida, mientras se dejaba caer en el sillón. El dolor de cabeza no la dejaba pensar con claridad.

Izumi suspiró y, con un tono serio, le explicó.

—Quiero ir donde Takuya. Hemos hablado por WhatsApp mientras tú estabas en el funeral. Él me dijo que todavía no han encontrado a su prima, y quiero ir a estar con él. No creo que él esté bien.

Sora frunció el ceño, sintiendo una ligera preocupación por Takuya, pero también entendía lo que sentía su hija. La desaparición de Hikari estaba afectando a todos, especialmente a Takuya.

—¿Y Yamato habló con el oficial? —preguntó, intentando calmar sus propios pensamientos.

Izumi asintió.

—Sí, mamá. Ya salieron a buscar, pero no han dado ningún reporte.

Sora miró a su hija, notando lo decidida que estaba, pero también la preocupación en su rostro.

—Izumi, ¿no estás cansada? Apenas dormiste anoche, después de todo lo que pasó en el funeral y el velorio.

Izumi no vaciló en su respuesta.

—No tengo tiempo, mamá. Takuya necesita apoyo, y yo quiero estar ahí. —Dicho esto, se levantó del sofá con determinación y fue hacia la mesa, donde dejó su billetera.

Sora la observó, su corazón pesado por la preocupación, pero no dijo nada más. Sabía que su hija había tomado una decisión y que no podía detenerla.

—Está bien, pero ten cuidado. —Sora la miró fijamente mientras Izumi se dirigía a la puerta—. Cuídate, hija.

Izumi le dedicó una sonrisa rápida antes de salir, dejando a su madre sola en la sala. El sonido de la puerta cerrándose la hizo suspirar profundamente.

Sora se sentó en el sillón, mirando el vacío frente a ella. La sensación de preocupación por Takuya no la dejaba tranquila, pero había algo más que la rondaba, algo que no terminaba de entender. Mientras pensaba en todo lo que había pasado, su mano se posó sobre su bolso. La cartera parecía pesada de alguna manera, y algo dentro de ella le recordó el sobre que había recibido esa mañana. Sin pensarlo, lo sacó, todavía sin saber bien por qué lo había guardado.

Abrió el sobre con manos temblorosas, como si en su interior estuviera algo que podría cambiarlo todo. Al sacar el contenido, se encontró con un pequeño pendrive y una carta. Miró la carta en sus manos, sus ojos repasaron las palabras escritas en ella.

Con rapidez, pero cautela, extrajo el pendrive y una nota.

Alzó una ceja.

"Verdad de la muerte de Satomi"

Era el título.


El sol comenzaba a descender, tiñendo la plaza con un resplandor dorado que no hacía justicia a la atmósfera tensa que se respiraba entre el grupo de amigos. Takuya estaba sentado en un banco de madera, con los codos apoyados en las rodillas y la mirada perdida en el suelo. Su cabello despeinado y las ojeras oscuras bajo sus ojos eran testigos silenciosos de su agotamiento.

Ken, con los brazos cruzados y una expresión seria, fue el primero en romper el silencio.

—Takuya, esto no puede seguir así. Llevas todo el día buscándola, incluso la noche, no has descansado.

Daisuke, siempre enérgico pero visiblemente preocupado, asintió y se inclinó hacia Takuya.

—Ken tiene razón. No estás en condiciones de seguir buscándola si te derrumbas primero.

Tomoki, sentado al lado de Takuya, lo observaba con ojos llenos de preocupación. Era el más joven del grupo, pero incluso él podía ver que algo no estaba bien.

—Todos queremos encontrar a Hikari, pero no servirá de nada si terminas enfermándote —dijo con una voz suave.

Junpei, quien estaba apoyado contra un poste cercano, suspiró y se unió a la conversación.

—Hemos estado contigo todo este tiempo, y sabes que no vamos a rendirnos. Pero necesitas darte un respiro, Takuya.

Takuya alzó la vista lentamente, mostrando una mezcla de frustración y desesperación en su rostro.

—No puedo descansar —dijo con voz ronca, como si cada palabra le costara un esfuerzo inmenso—. No mientras ella siga desaparecida.

Ken dio un paso adelante, inclinándose ligeramente hacia él.

—Entendemos lo importante que es Hikari para ti. Todos lo entendemos. Pero esto no es solo por ella. También es por ti.

Tomoki puso una mano firme en el hombro de Takuya, intentando transmitirle algo de calma.

—¿De qué sirve que estés tan agotado que no puedas pensar con claridad? Hikari no querría que te destroces por su culpa.

Takuya bajó la mirada nuevamente, apretando los puños sobre sus rodillas. Una parte de él sabía que sus amigos tenían razón, pero el peso de la preocupación por Hikari era demasiado grande.

—Lo siento, pero no puedo calmarme.

Justo en ese momento unos pasos se escucharon en el lugar y Damar apareció en el lugar.

—Chicos.— Los llamó.

—Damar.—Ryo pronunció su nombre.

—Hola.—Saludó la castaña—¿Han sabido algo?

Los chicos negaron.

—Lamentablemente no.—Respondió Ken.

Damar dirigió su mirada hacia Takuya, quien estaba sentado en una banca con la mirada perdida en el pacio, evidentemente triste.

—Takuya...—Tomó asiento a su lado— Toma, te traje algo para comer, de seguro no has comido nada.—Le entregó un paquete con galletas.

Takuya se mordió el labio inferior: —Gracias.—Respondió— Pero no tengo hambre.

—Amigo, entendemos que estás preocupado, pero te estás exigiendo mucho.—Declaró Ryo.

El Kanbara movió la cabeza y se levantó— ¡Lo sé! Ryo ¡Lo sé!—Exclamó— Pero no puedo estar tranquilo sabiendo que Hikari, mi prima, quien estaba bajo mi cuidado ¡desapareció!— Fue así como comenzó a caminar.

—¿A dónde vas?—Preguntó Ken.

—Necesito estar solo.—Respondió Takuya.

—Pero...—Junpei intentó hablar.

—Por favor ¡necesito pensar!—Exclamó el moreno antes de irse.

Los chicos intercambiaron miradas.

—No podemos dejarlo solo.—Comentó Daisuke antes de disponerse a seguirlo.

—Sí...—Habló Junpei— No...

—Chicos.—Damar los interrumpió— Quizás, sea mejor darle su espacio.

Todos voltearon hacia ella.

—¿Por qué?—Preguntó Tomoki.

—Porque...hay veces que...es necesario ordenar las ideas y para eso es necesario tener espacio.—Explicó la castaña.

Los chicos intercambiaron miradas.

—Damar tiene razón.—Comentó Ryo— Takuya no es una persona que le guste estar solo, pero si nos pide espacio, es por algo.

Sí, Ryo tenía razón.

Quizás...lo mejor era darle espacio...

El silencio que dejó Takuya al marcharse se extendió como un manto incómodo entre el grupo. Cada uno parecía sumido en sus propios pensamientos, debatiéndose entre seguirlo o respetar su pedido de espacio. El aire, teñido de preocupación y agotamiento, parecía más denso de lo habitual.

Damar, notando la tensión creciente, suspiró y rebuscó en su mochila. Con movimientos tranquilos, sacó varios paquetes de galletas y los sostuvo en las manos, mirando a los demás con una pequeña sonrisa que intentaba transmitir calma.

—Tomen, muchachos. —Les extendió los paquetes uno a uno—. Ustedes también han estado aquí todo el día y seguramente no han comido nada.

Daisuke fue el primero en aceptar, aunque de mala gana. Tomó el paquete y lo sostuvo entre las manos, mirando a Takuya desaparecer en la distancia.

—Gracias, Damar... pero esto no cambia el hecho de que deberíamos ir tras él. —Su voz tenía un matiz de terquedad que reflejaba su preocupación.

Junpei, que estaba a su lado, rompió el silencio mientras abría el paquete de galletas.

—Yo también quiero ir, pero… ¿y si tiene razón? Quizás lo que más necesita ahora es estar solo un rato.

Tomoki, sentado en el borde de una banca cercana, miró las galletas sin mucho entusiasmo.

—¿Y si algo le pasa mientras está solo? Ya lo vimos agotado y al límite. —Su tono era serio, casi angustiado.

Ken se cruzó de brazos, meditando las palabras de sus amigos. Finalmente, fue Damar quien habló nuevamente, con su voz calmada pero firme.

—Chicos, entiendo que todos estamos preocupados, pero Ryo y yo coincidimos en algo: si Takuya pidió estar solo, hay que respetarlo. No es fácil para él admitir que necesita espacio, así que debemos confiar en que sabrá cuándo volver.

Ryo asintió, apoyándola.

—Takuya no es alguien que disfrute estar solo, pero si llegó al punto de pedirlo, es porque lo necesita de verdad. Insistir ahora podría empeorar las cosas.

Daisuke apretó el paquete de galletas entre las manos, claramente insatisfecho con la idea, pero no encontró argumentos para contradecirlos.

—Supongo que tienen razón… —admitió a regañadientes.

Junpei, que ya había comenzado a comer, trató de animar un poco el ambiente.

—Bueno, al menos Damar nos está alimentando mientras decidimos qué hacer. Esto podría convertirse en nuestra comida oficial de emergencias. —Sonrió, intentando aligerar el ánimo.

Tomoki rió débilmente, aunque la preocupación seguía reflejada en sus ojos.

—Sí, galletas y tensión, una combinación extraña.

El grupo permaneció en silencio por unos momentos, masticando lentamente y mirando en la dirección en la que Takuya había desaparecido.

—Si no regresa pronto, lo buscaremos. —Dijo Ken con un tono que no admitía discusión—. Pero por ahora, respetemos su decisión.

Todos asintieron, aunque no sin cierta reticencia. Era difícil para ellos mantenerse quietos cuando su amigo claramente estaba sufriendo, pero también sabían que a veces lo mejor era dar un paso atrás y confiar.

Damar, al ver que el ambiente se calmaba un poco, tomó un paquete de galletas para ella y se sentó junto a Tomoki.

—Él es fuerte. Lo superará —dijo suavemente, más para sí misma que para los demás.

Y así, mientras el sol continuaba su descenso, el grupo decidió esperar. No porque fuera fácil, sino porque sabían que era lo que Takuya necesitaba. Por ahora, lo mejor que podían hacer era estar listos para apoyarlo cuando estuviera listo para volver.

El sonido del motor del auto deportivo resonó en la plaza, atrayendo la atención de todos. El elegante vehículo gris se detuvo suavemente a unos metros del grupo, reluciendo bajo la luz del atardecer.

Tomoki entrecerró los ojos, reconociendo el auto casi de inmediato.

—Oigan, ¿ese no es el auto del novio de Hikari? —preguntó, señalando con una mezcla de sorpresa y curiosidad.

Todos giraron la cabeza hacia el auto. Ken fue el primero en confirmar la sospecha.

—Sí, ese es. —Respondió con tono serio, sus ojos fijos en el conductor que comenzaba a salir del vehículo.

De la puerta del auto bajó un joven de cabello rubio. Era Takeru, el novio de Hikari, cuya presencia no solo confirmaba su identidad, sino que llenaba el ambiente de tensión inmediata.

Daisuke apretó los puños, claramente incómodo.

—¿Qué está haciendo aquí? —preguntó, con un dejo de desconfianza en su voz.

Pero la sorpresa fue mayor al ver que otra puerta se abrió y del auto descendió una chica pelirroja de ojos lilas.

Ryo rápidamente volteo: —¡Rayos!

—Un minuto ¿ella no es?— Balbuceo Daisuke.

—Sí, es.—Comentó Ken.

—Rika...—Damar pronunció su nombre y sin decir más se acercó hacia los recién llegados.

Los chicos observaron sorprendidos a la castaña.

El Akiyama se mordió el labio inferior: —Lo mejor será que me vaya.—Declaró.

Daisuke volteo hacia Ryo—No es necesario.

—Lo es.—Respondió el Akiyama.

No quería causar más problemas de los que había.

—Por favor, avisen si saben algo.—Comentó Ryo.

—Tú también, si encuentras a Hikari dinos.—Habló Ken.

El Akiyama asintió: —Lo haré.


—¿Vienes a saber noticias de tu novia, verdad?— Preguntó Damar.

Takeru observó sorprendido a la castaña: —¿Cómo supiste?

—Ryo...—La castaña hizo una mueca— Ryo me comentó.—Declaró— Verás, Takuya, su primo, es mi vecino y llegó a nuestro departamento preguntando por su prima.—Suspiró—Lamento mucho esto que está pasando.

Takeru se mordió el labio inferior ante esto.

—Estoy muy preocupado.—Musitó— No hemos tenido noticias.

—Takuya lleva toda la noche y el día buscando.— Habló la castaña—Pero aun no encuentra nada.

Justo cuando Damar terminaba de hablar, los amigos de Takuya se acercaron, notando la presencia de Takeru. El ambiente se tensó ligeramente; aunque ya se conocían, la preocupación que compartían por Hikari hacía que cada palabra pesara más.

Ken, siempre el más sereno del grupo, fue el primero en hablar.

—Takeru, qué bueno verte. —Saludó, aunque su tono reflejaba la seriedad de la situación.

Takeru asintió, pero su expresión denotaba inquietud.

—¿Han tenido noticias? —preguntó directamente, sin rodeos.

Ken negó con la cabeza, su mirada cayendo al suelo por un momento antes de volver a alzarla.

—No, aún no. Takuya no ha parado de buscar, pero hasta ahora no hemos encontrado nada que nos lleve a ella.

El rostro de Takeru se endureció, apretando los puños a los costados.

—Esto no puede seguir así... Hikari no es alguien que simplemente desaparezca. —Dijo con voz tensa, mirando a todos— ¿Han considerado la posibilidad de que alguien…?

Junpei interrumpió, alzando una mano.

—Takuya ya pensó en todas las posibilidades. Estamos haciendo lo mejor que podemos, pero necesitamos más pistas.

Damar, viendo el creciente nerviosismo de Takeru, dio un paso al frente y colocó una mano en su brazo.

—Takeru, entiendo cómo te sientes. Todos estamos preocupados, pero necesitamos mantener la calma. —Dijo con suavidad, tratando de tranquilizarlo.

Takeru suspiró profundamente, intentando relajarse aunque la angustia seguía reflejada en sus ojos.

—Gracias… y lo siento. Es solo que… no puedo soportar la idea de que algo malo le haya pasado.

Daisuke, que había estado en silencio hasta ese momento, habló con determinación.

—La encontraremos. Hikari es fuerte, y Takuya no va a rendirse. Ninguno de nosotros lo hará.

Las palabras de Daisuke parecieron darle un poco de ánimo a Takeru. Asintió lentamente, agradecido por el apoyo.

—Está bien. ¿Dónde está Takuya ahora? —preguntó, su voz más calmada.

Ken señaló hacia la dirección en la que su amigo había decidido estar solo.

—Quiso estar solo.—Comentó— No está soportando que Hikari no aparezca.

¡Rayos!

Takeru frunció el ceño.

—¡No puede ser!—Exclamó antes de golpear su auto con sus puños.

Los demás simplemente intercambiaron miradas.

Rika pasó su mirada por los chicos sin sacar las manos de sus bolsillos: —¿Ustedes son amigos de Ryo, cierto?

Los chicos de la banda intercambiaron miradas y Junpei asintió.

—Sí, eso somos.— Respondió.

La pelirroja se mordió el labio inferior, juraría haber visto al Akiyama, pero este desapareció. No lo culpaba, de seguro estaba enojado con ella por cortar su relación de un momento a otro, luego de ser acusado por su familia por aquella explosión y posteriormente recibió una puñalada.


El auto negro se detuvo a un costado del camino, oculto tras un grupo de árboles. El lugar estaba desierto y envuelto en un silencio tenso, roto solo por el murmullo lejano de las olas. Mimi bajó del vehículo con pasos apresurados, cruzándose los brazos en un intento de protegerse del frío. Sus ojos se movían de un lado a otro, tratando de asimilar su entorno.

Era un sitio que no reconocía. Una zona portuaria abandonada, con estructuras de metal corroído y contenedores apilados como una fortaleza. Las luces de algunos focos parpadeaban en la distancia, proyectando sombras inquietantes.

—¿Qué es este lugar, Koushiro? —preguntó Mimi, su tono una mezcla de confusión y ansiedad—. ¿Por qué me trajiste aquí?

Koushiro cerró la puerta del auto con cuidado, asegurándose de no hacer ruido, y caminó hacia ella con un dedo sobre los labios.

—Mantente en silencio, Mimi —le susurró, su voz baja pero autoritaria—. Solo sígueme y haz lo que te diga.

Mimi lo miró con incredulidad, pero el brillo en los ojos de Koushiro era suficiente para que entendiera que algo serio estaba ocurriendo. Resopló, frustrada, pero decidió seguirlo.

Caminaron con sigilo entre las sombras, esquivando escombros y avanzando hacia un pequeño claro en el puerto. Al acercarse, Mimi comenzó a distinguir dos figuras a la distancia. Koushiro se detuvo detrás de un grupo de árboles, y con un gesto le indicó que hiciera lo mismo.

—¿Qué está pasando? —murmuró Mimi, inclinándose hacia él.

—Shhh —repitió Koushiro, sin apartar la vista del claro.

Mimi frunció el ceño pero obedeció, asomándose con cuidado entre las ramas. Lo que vio hizo que su corazón se detuviera por un instante.

Ahí, en medio del claro, estaba Yamato, de pie con los brazos cruzados y su teléfono móvil en una mano. Su postura relajada contrastaba con la tensión que Mimi sentía crecer en su pecho. No podía comprender qué hacía él en ese lugar tan apartado.

—¿Yamato? —susurró Mimi, sin entender.

Antes de que Koushiro pudiera responder, un sonido interrumpió sus pensamientos. Un auto deportivo azul apareció en la escena, avanzando con elegancia hasta detenerse frente a Yamato.

Mimi abrió los ojos de par en par.

—¿Ese no es…? —comenzó, pero Koushiro le cortó con otro "Shhh" urgente.

El auto se detuvo, y de él bajó Kouji con la misma actitud fría y segura que lo caracterizaba. Mimi apretó los dientes, sus manos temblando de impotencia.

—¿Qué hace él aquí? —preguntó en un susurro apenas audible, dirigiéndose a Koushiro.

Él no respondió, pero su expresión hablaba por sí sola. Algo importante estaba por ocurrir.

Kouji cerró la puerta del auto y se acercó a Yamato, intercambiando unas palabras que Mimi y Koushiro no lograron escuchar desde su escondite. Después de unos segundos, Kouji regresó al auto y abrió la puerta trasera.

Lo que ocurrió a continuación dejó a Mimi paralizada.

De la parte trasera del auto descendió una figura vestida completamente de negro, con un pasamontañas cubriendo su rostro. Kouji, sin apresurarse, se acercó a esa persona y le quitó el pasamontañas con un movimiento fluido.

Mimi sintió que el suelo bajo sus pies se desmoronaba al ver el rostro de Hikari, llorando, con las mejillas enrojecidas y los ojos hinchados.

—¡Hikari! —exclamó Mimi, dando un paso hacia adelante instintivamente.

Koushiro reaccionó rápido, sujetándola por el brazo y obligándola a permanecer en su lugar.

—¡Cálmate! No podemos arriesgarnos a que nos vean.

—Pero… —protestó Mimi, con lágrimas comenzando a llenar sus propios ojos.

—Shhh —repitió Koushiro, con firmeza—. Observemos primero.

En el claro, Kouji y Yamato continuaban hablando. Kouji parecía explicar algo con gestos contenidos, mientras Yamato escuchaba con expresión impasible. A pesar de sus esfuerzos, Mimi y Koushiro no lograban captar más que palabras sueltas entre el ruido del viento y la distancia.

Hikari, por su parte, se mantenía cerca de Kouji, sollozando en silencio. Sus manos temblaban, y su mirada se movía entre los dos hombres como si buscara una salida.

—Tenemos que hacer algo —dijo Mimi en un susurro cargado de desesperación—. No podemos dejarla ahí.

—Lo sé —respondió Koushiro, sin apartar la vista de la escena—. Pero primero debemos entender qué está pasando.

Ambos permanecieron ocultos tras los árboles, observando con atención cada movimiento, cada gesto. La sensación de impotencia los envolvía, pero la determinación de encontrar una manera de salvar a Hikari ardía con fuerza en sus corazones.


—¿No conocías a los amigos de Ryo?— Preguntó Damar.

Rika negó: —No.—Respondió— Como te comenté, nuestra relación solo ha sido de los dos, nadie más. No me he relacionado mucho con sus nuevas amistades, desde que tus hermanos y tu se fueron, mi habilidad de socializar pasó de cero a menos mil. De vez en cuando iba a batallas musicales y me juntaba con nuestros antiguos amigos, pero...—Rodó los ojos— Lamentablemente, muchos no están en buenos pasos.

La castaña hizo una mueca: —Sí, Ryo ya me comentó algo.—Musitó con tristeza.

Rika suspiró, muchas cosas habían cambiado desde hace tres años hasta la fecha.

—¿Sabes? Esos chicos son amigables.

—¿Te refieres a los amigos de Ryo?

Damar asintió: —¡Sí! Ellos tienen una banda, me los presentó Ryo.—Habló— Hemos conversado un par de veces y me agradaron bastante, creo que también les agradé, o eso espero. Ese guapo chico moreno me prestó su guitarra.

—¿Guapo chico moreno?—Musitó Rika y la observó extrañada.

Damar asintió: —Takuya.—Pronunció su nombre— El primo de la novia de Takeru.—Explicó— Ya sabes, el que está triste por...—Omitió palabras— Ya sabes.—Repitió estas dos palabras.

Rika alzó una ceja—¿Guapo dijiste?

La castaña nuevamente asintió.

—¿Y ese comentarioa?

—¿Qué?—Musitó Damar sorprendida— ¿No te parece guapo?

La pelirroja alzó una ceja ante esto y negó.

—Creo que necesitas unos lentes.—Declaró la chica mientras peinaba su cabello con ondas.

Rika rodó los ojos.

—La que necesita unos lentes eres tú.—Musitó la mayor.

—¡Claro que no! El chico es guapo, no me lo puedes negar.— Habló Damar.

—¿Sabes que él trabaja como fotógrafo en la compañía de modas de mi madre?

—Sí, Ryo me comentó que, trabaja con tu madre.—Respondió la castaña— Supongo que lo conoces.

—Algo...—Comentó la pelirroja— La verdad que, casi nada, he intercambiado un par de palabras con él. Ya que me ayudó el día en que tuve mi accidente.

Incluso, ni siquiera recordaba haberle agradecido por la ayuda.

—Es muy angustiante lo que le está sucediendo.—Habló Damar.

—Demasiado.—Musitó Rika— Takeru no durmió en toda la noche.

—Si me percaté de ese detalle.—Comentó la castaña— Tenía unas ojeras ¡horribles!

—No es para menos, primero la muerte de la bruja y ahora esto.—Habló la pelirroja— Y para variar, hace poco tiempo fue el tema de accidente...—Murmuró bajando la mirada— Mi pobre tío no ha tenido ni un descanso.

Damar suspiró: —Hay veces en las cuales la vida nos golpea, una y otra vez.—Musitó— Y duele, mucho. Pero es parte de...—Dirigió su mirada hacia el cielo— La vida es cuesta arriba...—Declaró— Pero cuando llegas a la cima de la montaña te darás cuenta que la vista es genial.

—¡Que profunda!— Musitó Rika— ¿Estás bien?

—No sé amiga, creo que la coca-cola me está haciendo efecto.—Declaró la castaña antes de levantar su lata de bebida y darle un sorbo.

Rika rió ante esto y Damar también. No obstante, la risa no duró mucho, rápidamente la tensión volvió.

—Disculpa...—Musitó la pelirroja— Pero estoy preocupada.

—No es para menos.—Declaró la castaña— ¿Sabes? Ahora entiendo porque mi madre quiso irse tan lejos de esta ciudad. Con tantas desapariciones y problemas.

—Créeme, yo entiendo porque mis padres a mis hermanas y a mi nos criaron lejos de Japón durante un tiempo.—Musitó Rika.

La castaña asintió.

Las dos amigas estaban concentradas en su conversación. Pero se vio interrumpida por el sonido de unos pasos.

—Rika...—Una voz se hizo presente y ambas adolescentes alzaron la mirada encontrándose con una joven rubia de ojos verdes.

Y al instante la tensión y nerviosismo se hizo presente.

—Izumi.—Rika pronunció el nombre de su hermana.

—Hola...—Respondió la oji-verde— ¿Qué haces aquí?

—¿E?—Balbuceo la pelirroja y luego dirigió su mirada a Damar—Takeru me trajo.—Respondió la pelirroja.

—¿A sí?— Preguntó Izumi.

Rika asintió.

—¿Dónde está Takeru?

—Está con el primo de su novia.—Contestó Rika.

—¿Y por qué no estás con él?

—Porque aproveché de saludar a mi amiga.—Respondió la pelirroja.

—¿Amiga?— Preguntó la rubia y dirigió su mirada hacia la castaña.

No sabía que, su hermana tenía más amistades en la comuna que ese chico que provocó la explosión de nombre Ryo. Aunque, no le sorprendía. Lamentablemente, ella no tenía mucho conocimiento de las amistades de Rika.

Damar se mordió el labio inferior al sentir la mirada de la rubia. Rika dirigió su mirada hacia la castaña.

—Izumi, te presento a Damar, ella es mi amiga de afuera de la ciudad que regresó hace un tiempo.—Musitó Rika— Damar, te presento a mi hermana Izumi.

Damar observó a la chica, totalmente sorprendida y un tanto incómoda.

—Hola.—Habló Izumi y extendió su mano— Mucho gusto...

La castaña observó a la rubia y observó su mano. Dudó unos minutos en corresponder. Pero finalmente lo hizo y tomó su mano—Igualmente.

La oji-verse observó a la chica y alzó una ceja— Disculpa...por casualidad...¿no nos hemos visto antes?

—¿Antes?— Preguntó Damar sorprendida—¿E?— Balbuceo— Quizás...No sé...Lo dudo.

—¿Segura?— Cuestionó Izumi.

Rika alzó una ceja sin entender.

—¿E?—Balbuceo— Quizás, la viste en una de mis fotos de Instagram.

La rubia alzó una ceja: —Tú nunca subes fotos.

¡Buen punto!

—Además, juraría que te vi en persona, alguna vez.—Declaró Izumi.

Damar se mordió el labio inferior y movió la cabeza: —Mmm...puede ser...—Habló— Yo antes vivía aquí es posible que nos hayamos visto en el centro comercial o en algún lado.

—¿No me la presentaste antes?—Izumi le preguntó a Rika.

—Lo dudo.—Respondió la pelirroja totalmente extrañada por esta pregunta— No recuerdo habértela presentado...—Comentó— Aunque, Damar hace tres años no vive aquí. Así que, tal vez te la presenté y se me olvidó.—Rodó los ojos— Con la memoria a corto plazo que tengo no me sorprendería.

—Quizás, sea eso, querida.—Habló Damar— Le hablaste de mi ¡y se te olvidó!

Justo en ese momento los chicos regresaron.

—Chicos...—Izumi los llamó.

Los amigos de Takuya dirigieron su mirada hacia ella.

—¿Izumi?— Musitaron a coro.

—Hola.—Respondió la rubia— Disculpen por no venir antes, recién vengo saliendo del velorio.—Comentó— ¿Tienen noticias?

—Nada.—Contestó Junpei.

—¿Y Takuya?— Preguntó Izumi.

—Está solo.—Comentó Tomoki— Nos pidió un tiempo para estar solo. Está al borde del colapso.

—No es para menos.—Musitó la rubia.

—¿Cómo van con la busqueda?

—Mal.

Izumi observó su móvil: —He preguntado en mis redes sociales. Pero tampoco hay respuestas.

—¿Cómo es posible que una persona desaparezca así como así?— Musitó Ken.

—Desaparecieron las modelos del desfile a Izumi, quienes eran como unas veinte, y no va a desaparecer una.— Comentó Rika.

¡Buen punto!

Pensó Izumi.

—Takeru también está triste.—Habló la pelirroja— Salió a dar vueltas en su auto, a ver si encuentra alguna noticia.

Era increíble como buscaban, buscaban, buscaban ¡y nada!

—Chicos, sé que Takuya pidió estar solo un rato.—Comentó Daisuke— Pero, ha pasado mucho tiempo y no creo que sea prudente dejarlo tanto tiempo solo rompiéndose la cabeza.

—Tienes razón. Lo mejor será acompañar a Takuya.—Declaró Izumi.

—Y a Takeru.—Agregó Rika.

Los chicos de la banda asintieron y fue así como todos comenzaron a caminar en dirección al edificio.


El motor de la camioneta Ishida se apagó con un ronco rugido, y el silencio que quedó fue ensordecedor. Hikari, sentada en el asiento trasero, no se movió. Sus manos temblaban mientras se aferraba al borde de su abrigo. Sus ojos, dilatados por el terror, no podían dejar de mirar por la ventana hacia el oscuro y frío exterior.

Yamato bajó primero, abriendo la puerta trasera. Su expresión era seria, casi impasible, pero en sus ojos había un rastro de preocupación que no lograba ocultar. Kouji, a su lado, cruzó los brazos y miró a Hikari con un gesto más apacible, como si intentara proyectar calma en medio del caos.

—Hikari —dijo Yamato con voz firme, pero no dura—. Hemos llegado. Es seguro ahora.

Hikari no respondió. Sus labios temblaban, pero no emitían sonido alguno. Finalmente, asintió débilmente y, con movimientos lentos y cautelosos, salió de la camioneta.

El aire era frío y húmedo, el cielo gris cubierto de nubes bajas. El entorno parecía un lugar ordinario, una casa en las afueras rodeada de árboles, pero para Hikari, no había nada ordinario en ello. Después de lo que había pasado, todo le parecía una amenaza potencial.

—¿Está segura aquí? —preguntó, con la voz quebrada, mirando a Yamato y luego a Kouji, buscando algún tipo de confirmación desesperada.

—Sí, Hikari. Nadie sabe que estás aquí —respondió Kouji, intentando un tono tranquilizador. Pero incluso él parecía incómodo.

Hikari abrazó su propio cuerpo, como si intentara protegerse del mundo. Sus ojos escanearon los alrededores, nerviosos, como si esperara que alguien saliera de entre los árboles en cualquier momento.

—No me siento segura... —murmuró, casi inaudiblemente.

Yamato suspiró, pasándose una mano por el cabello.

—Hikari, entiendo que esto sea difícil, pero no tienes otra opción. Aquí estarás protegida.

Ella levantó la mirada hacia él, su rostro pálido y con lágrimas acumulándose en sus ojos.

—¿Por qué...? ¿Por qué hicieron esto por mí?

—Porque nadie debería pasar por lo que tú pasaste —respondió Yamato sin dudar—Mi padre hace negocios malos con sus aliados y a mi me toca salvar a las personas inocentes.

Sí, ya había entendido la explicación del Ishida y del Minamoto.

—Pero ahora debes cumplir con tu parte del trato.

El corazón de Hikari se hundió. Sabía lo que venía, pero escucharlo aún así la golpeó como un mazo.

—Debo alejarme de Takeru —dijo, más como una declaración que como una pregunta.

Yamato y Kouji intercambiaron una mirada breve pero cargada de significado. Finalmente, fue Kouji quien habló.

—Sí. Esa fue la condición. Es por su seguridad... y por la tuya.

Las lágrimas finalmente cayeron por las mejillas de Hikari.

—Él no entenderá. Pensará que lo estoy abandonando...

—Es mejor que piense eso —dijo Yamato con frialdad, aunque había un rastro de empatía en su voz—. Lo que viste, lo que te hicieron... no podemos arriesgar que eso vuelva a ocurrir.

Hikari se llevó las manos al rostro, sollozando en silencio.

—Sabemos que esto es mucho para ti, pero debes ser fuerte.

Ella apartó las manos de su rostro, sus ojos enrojecidos y llenos de miedo, pero también de determinación.

—Debo alejarme de Takeru para estar a salvo.

Yamato miró hacia la casa, sus facciones tensas.

—Tú sabes que, la otra opción era llevarte con las demás mujeres a Tailandia.—Declaró— Y ser llevada a nuestras instalaciones, cambiar tu identidad y comenzar de nuevo en otra parte, pero...

—Eso conllevaría estar lejos de mi primo.—Completó Hikari.

Yamato asintió: —Exacto.

Tanto Yamato como Kouji le habían explicado como era su plan para salvar a las mujeres, y la verdad es que, era muy ingenioso. Contrataban hombres que le pagaban a Hiroaki por las mujeres, y estos hombres en vez de traficar a las mujeres, les daban una nueva identidad y la reubicaban en la región.

Hiroaki Ishida no lo sabía, pero estaba siendo saboteado por su mismo hijo, quien se encargó de sacar a todos esos sujetos de la mafia e ingresar personas que le fuesen leal a él.

A Hikari se le presentó la opción de ser llevada a Tailandia y seguir con todo el plan de Yamato. Pero lo rechazó, porque aceptarlo significaría alejarse de Takuya ¡Algo que no podía hacer! Primero, Takuya era prácticamente su única familia y viceversa, estar lejos no era una opción. Segundo, si ella desaparecía, Takuya quedaría como responsable de todas sus deudas a pagar por el tratamiento de Yuuko Yagami. Tercero, dejar la ciudad significaría dejar sus estudios ¡y mucho tuvo que trabajar para poder pagarse esos años en la Universidad! No podía dejar su trabajo como si nada, sobre todo ahora que, estaba a pocos semestres de terminar la carrera. Fue así como, Yamato le ofreció la opción de regresar a Japón y continuar con su vida, pero lejos de Takeru, muy lejos de él.

Y no tuvo más opción que aceptar.

—Pero nunca seré la misma... —susurró Hikari, más para sí misma que para ellos.

—Nadie lo es después de algo así —respondió Kouji con un tono suave pero sincero—. Pero puedes aprender a vivir con ello.

Hikari asintió lentamente, aunque el miedo y la tristeza seguían grabados en su rostro.

—Está bien... me alejaré de Takeru.

Yamato observó a Hikari por un momento, como si quisiera asegurarse de que hablaba en serio. Luego asintió y caminó hacia el edificio.

Kouji pasó su mirada hacia Yamato— ¿Crees que, se quede callada?

—No tienes opción.—Respondió el rubio— Lamentablemente.

Kouji permaneció junto a la entrada del edificio, su mirada fija en Hikari mientras esta desaparecía lentamente tras la puerta. El silencio que quedó tras su partida se sintió como un peso opresivo. Kouji cruzó los brazos, inclinando ligeramente la cabeza, sumido en sus pensamientos.

Se pregunta si ¿Hikari sería capaz de guardar este secreto? ¿sería capaz de mantenerse a salvo? y lo más importante ¿sería capaz de mantenerse lejos de Takeru, quien posiblemente, seguiría insistiendo?

El recuerdo de su propia lucha por la supervivencia lo atravesó brevemente, como una sombra distante pero persistente. Kouji sabía mejor que nadie lo que era adaptarse a una vida que ya no se sentía como propia. Observó el edificio, las ventanas oscuras, las paredes grises y desgastadas que parecían reflejar lo quebrada que estaba Hikari en ese momento.

Yamato confiaba en que Hikari no hablara, pero ¿quién podía guardar silencio después de algo así?

Habrán avanzado unos metros cuando vio que Takuya pasaba caminando. Kouji pasó su mirada por el moreno. Hizo una mueca. Aunque no le agradaba, no le era satisfactorio imaginar como se sentía.

Otros metros más avanzaron cuando un ruido interrumpió sus pensamientos. Kouji levantó la mirada al ver un grupo de chicos caminando en dirección al edificio. Sus pasos resonaban con eco en la calle desierta. Sus movimientos eran casuales, pero algo en ellos hizo que Kouji frunciera el ceño.

Entre ellos, una figura alta y delgada con una cabellera clara y brillante, captó su atención. La forma en que caminaba, lo hizo sentir una chispa de reconocimiento. Kouji alzó una ceja, intentando distinguir mejor la silueta entre el grupo de chicos.

Kouji intentó enfocar bien. Antes de que pudiera completar su pensamiento, escuchó la voz de Yamato detrás de él.

—¿Ese no es el auto de Takeru?

Kouji giró bruscamente hacia donde Yamato señalaba. Efectivamente, el distintivo auto deportivo de Takeru estaba estacionado al otro lado de la calle.

—Es él —confirmó Kouji, su voz baja pero tensa.

Se giró rápidamente para volver su atención hacia el grupo de chicos, pero ya no estaban. La entrada del edificio estaba vacía, como si nunca hubieran estado allí. Kouji escaneó la calle, sus ojos moviéndose de un lado a otro, buscando algún rastro, pero no encontró nada.

Frustrado, dejó escapar un leve suspiro y miró a Yamato.

—Desaparecieron —dijo en un tono seco, aunque su mente seguía girando.

Yamato frunció el ceño.

—¿Quiénes?

—¿E?—Balbuceo el oji-azul— Na-nada.—Respondió— Olvídalo.

Yamato asintió lentamente, observando también el lugar con desconfianza.

—Mantén los ojos abiertos. Si Takeru está aquí, las cosas podrían complicarse.

Kouji no respondió, pero sus pensamientos volvieron al grupo y a esa figura en particular. Algo no estaba bien, y su instinto raramente le fallaba.


Los chicos de la banda, Rika, Izumi y Damar ingresaron al edificio.

—¿Hola?—Musitó Rika— No estamos en la plaza. Decidimos venir al edificio...—Dirigió su mirada hacia la salida— ¿Estás afuera?—Habló—Mmm...bien...yo te espero.—Fue así como bajó su móvil.

—¿Qué sucedió?— Preguntó Izumi.

—Takeru está afuera, regresó de su vuelta en auto.—Comentó la pelirroja— Me quedaré esperándolo. Ustedes vayan por Takuya.

—Yo me quedó contigo.—Declaró Damar.

Rika asintió.

Izumi hizo una mueca y pasó su mirada por los chicos de la banda—Yo iré a ver como está Takuya.—Señaló el ascensor.

—Ve.—Respondió Rika— Yo me quedaré con Damar a esperar a Takeru.

La oji-verde asintió y sin decir más avanzó el ascensor.

Damar y Rika se quedaron en el lugar sola. Cuando Izumi finalmente desapareció, Rika dirigió su mirada hacia su amiga.

—Eso fue...—Habló la pelirroja.

—Incómodo.—Musitó Damar llevando una mano a su frente.

Rika hizo una mueca: —¿Se habían visto en persona, verdad?

Damar se mordió el labio inferior y tuvo intenciones de responder, pero la puerta se abrió y en el lugar apareció Takeru.

—Chicas.

—Tk.—Damar pronunció el nombre del rubio.

—¿Hay alguna novedad?— Preguntó Takeru.

—Nada.—Respondió la castaña— Takuya nada ha sabido.

Tk suspiró y llevó sus manos a su cabeza: —¡Ya no sé que más hacer!

Rika se acercó a su tío—Debes estar tranquilo.

—Todo estará bien.—Declaró Damar.

—Me encantaría creer en esas palabras.—Habló el rubio y caminó hacia una banca que había al costado— Pero dudo mucho que todo mejore si Hikari no aparece.—Se dejó caer.

Damar y Rika intercambiaron miradas y tomaron asiento a su lado.

—Pienso y pienso en ella, esperando obtener respuestas...—Murmuró el rubio— Esperando que aparezca, observo mi celular, la llamo al suyo. Le pregunto a sus amistades ¡y nada!— Desordenó su cabello— Es como si hubiese desaparecido de la faz de la tierra...—Murmuró— Llevándose una parte de mi con ella.

—¿Tan enamorado estás de ella? —preguntó Rika, observando a Takeru con curiosidad, aunque su tono era suave.

Takeru asintió lentamente, su mirada perdida en un punto indefinido.

—Demasiado —respondió con un suspiro pesado—. Desde que terminé con Catherine, jamás pensé que volvería a enamorarme. Quedé muy mal.

Rika inclinó ligeramente la cabeza, sin interrumpirlo.

—Llevaba años sin fijarme en nadie —continuó Takeru, con una sonrisa melancólica—. Pero cuando conocí a Hikari, todo...

Se detuvo, buscando las palabras. Luego, exhaló profundamente y repitió:

—Todo... Todo... Cambió.

La pelirroja se mordió el labio inferior. Ella entendía perfectamente lo que Takeru estaba sintiendo. Después de todo, todavía estaba enamorada de Ryo, y cada día que pasaba lejos de él era una daga en su corazón.

Damar, que hasta entonces había permanecido en silencio, puso una mano sobre el hombro de Takeru.

—El amor puede ser complicado —dijo en un tono conciliador—, pero también puede darnos una fuerza que no sabíamos que teníamos.

Rika intentó añadir algo para consolarlo, pero sus palabras quedaron atrapadas en su garganta cuando vio a alguien entrar al edificio. El aire en la habitación pareció congelarse.

Ryo

Estaba allí, de pie en el umbral, su mirada fija en Rika como si el tiempo se hubiera detenido. Por un momento, el mundo exterior dejó de existir.

Los ojos de Rika se abrieron de par en par, y su rostro se puso pálido. Apenas podía respirar. Ryo tampoco se movió, como si algo invisible lo anclara en el lugar. La tensión entre ellos era palpable, como un cable al borde de romperse.

—Rika.

—Ryo.

¡Lo que faltaba!

Damar pasó su mirada por Ryo y Rika, Takeru también.


—¿Esto es broma?— Preguntó Mimi— ¡Es broma!— Exclamó.

—Shh...—Koushiro la hizo callar.

Ambos se encontraban en un auto negro a una distancia bastante razonable del auto en donde estaban Yamato y Kouji. Totalmente incrédulos.

—No me hagas callar, estamos a varios metros de distancia de Kouji y Yamato.—Respondió Mimi— Es imposible que nos escuchen. Además, es entendible que reaccione así, dime ¿esperabas esto?

—Pues...—Koushiro dirigió su mirada hacia el auto de adelante—No.—Admitió.

—Jamás esperé que traerian a Hikari de vuelta.—Comentó la oji-miel—En un minuto incluso creí que tendríamos que tomar unas pistola y disparar, como en las películas, todo por salvar a Hikari.—Comentó la castaña—Jamás me hubiese imaginado que vendrían a dejarla a su casa, como si nada.

Koushiro asintió, él también estaba sorprendió ¡muy sorprendido! No esperaba que ocurriera esto.

—Por un lado es bueno ¿no?—Comentó— Después de todo, Hikari quedó libre y ellos tendrán que dar explicaciones, no nosotros.

—Lo sé.—Musitó la castaña— Pero ¡no entiendo! ¿por qué la ayudarían?

—Al parecer Yamato no es tan miserable como su padre.—Comentó el pelirrojo.

"No es tan miserable como su padre"

Mimi se quedó inmóvil por unos segundos, las palabras de Koushiro resonando en su mente como un eco imposible de ignorar.

—"No es tan miserable como su padre" —repitió en un susurro, su voz temblorosa, como si estuviera probando la frase y encontrándola amarga.

Koushiro notó su reacción y frunció el ceño, girándose hacia ella.

—Mimi, no lo dije para justificarlo…

—¡No digas eso! —lo interrumpió, su tono cargado de una mezcla de incredulidad y rabia—. ¿Cómo puedes siquiera sugerir que Yamato podría ser algo menos que un miserable después de todo lo que me hizo?

Koushiro bajó la mirada, sin saber qué responder. Sabía que tocar ese tema era delicado, pero no había esperado una reacción tan intensa.

Mimi comenzó a mover las manos frenéticamente, un gesto que hacía cuando estaba al borde de perder el control.

—¡Ese hombre destruyó mi vida, Koushiro! —exclamó en voz baja, aunque su furia se sentía como un grito contenido—. Me usó, me manipuló, y cuando ya no fui útil para sus planes, me desechó como si no fuera nada. ¡Y ahora tú me dices que no es tan miserable!

—Mimi, cálmate —intentó Koushiro, colocando una mano en su brazo—. No estoy diciendo que sea una buena persona. Solo… esto que estamos viendo ahora, dejando a Hikari libre, no parece algo que haría alguien como Hiroaki.

—¿Y eso cambia algo? —preguntó Mimi, con los ojos llenos de lágrimas que se negaba a dejar caer—. ¿De verdad crees que un acto como este borra todo lo demás?

El silencio entre ambos se alargó mientras la castaña respiraba con dificultad, tratando de calmarse.

—No lo borra —dijo finalmente Koushiro, con un tono más firme—. Pero tal vez signifique que no es exactamente como su padre.

Mimi soltó una carcajada amarga, negando con la cabeza.

—Eso no lo hace mejor. Si realmente quisiera redimirse, haría algo más que dejar a Hikari. Haría algo por reparar todo lo que ha hecho.

Ambos volvieron a mirar al auto azul frente a ellos. Yamato seguía de pie, con los brazos cruzados, observando a Kouji y Hikari como si estuviera evaluando el siguiente movimiento.

—No entiendo su juego —murmuró Mimi, más para sí misma que para Koushiro—. Nunca entiendo lo que está pensando.

Koushiro suspiró, consciente de que no tenía respuestas.

—Tal vez no necesitamos entenderlo ahora —dijo finalmente—. Lo importante es que Hikari está a salvo. Eso es lo que realmente importa.

Mimi se cruzó de brazos, todavía con la mente llena de dudas, pero sin fuerzas para continuar discutiendo.

—Supongo que tienes razón… —musitó, aunque su tono dejaba claro que no estaba convencida del todo.

Koushiro arrancó el auto lentamente, alejándose del lugar mientras Mimi seguía mirando hacia atrás, observando a Yamato hasta que desapareció de su vista. Las palabras de Koushiro seguían dando vueltas en su mente, como una herida que no terminaba de cerrar.

Mimi movió su cabeza...acaso ¿era posible?...¡No, no lo era!...¿o sí?

Observó sus manos temblorosas ¿por qué sentía tanto miedo al pensar que, Yamato no era el ogro que ella creía? ¿Por qué su corazón saltaba al pensar en la mínima posibilidad de qué Yamato no era el villano que ella creía? No entendía.


Takuya bajó rápidamente del ascensor, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Cada segundo parecía una eternidad mientras cruzaba el pasillo, su mente llena de pensamientos caóticos, de miedo y desesperación. Ya había pasado demasiado tiempo sin saber nada de Hikari, y la angustia lo estaba consumiendo. Cada rincón de este edificio le parecía desconocido, pero finalmente llegó hasta la puerta del departamento.

Al principio, no podía creer lo que veía. Afuera de la puerta, en la fría luz del pasillo, estaba Hikari. Despeinada, con los ojos enrojecidos por el llanto, envuelta en una manta gris que no lograba cubrir todo su tembloroso cuerpo. Sus brazos estaban marcados por rasguños, como si hubiese estado luchando con algo o alguien. Su rostro estaba pálido, y su mirada perdida, como si no lograra comprender bien lo que ocurría a su alrededor.

Takuya se quedó allí, inmóvil por un momento, sin saber cómo reaccionar. Sus pensamientos parecían nublarse, su respiración se entrecortaba.

—Hikari... —susurró, incrédulo, dando un paso hacia ella.

Hikari levantó la vista al escuchar su voz, y por un instante sus ojos se encontraron. En ese momento, todo lo que había estado sintiendo, todo el dolor, el miedo y la confusión, pareció desbordarse de golpe. La joven respiró profundamente, y en su rostro se reflejaron tantas emociones que no pudo contenerse. De repente, se dejó llevar por el llanto, las lágrimas cayendo en silencio mientras su cuerpo se sacudía con cada sollozo.

—Takuya.

Takuya no pudo resistir más. Corrió hacia ella, sin pensarlo, y la envolvió en un abrazo. Su corazón latía fuertemente contra el de ella, y por fin, después de tantas horas de incertidumbre, tenía a su prima de vuelta, viva.

—Hikari, ¿estás bien? ¿Qué te pasó? —preguntó, su voz temblorosa.

Ella, entre sollozos, se aferró a él con todas sus fuerzas, como si temiera que en cualquier momento se desvaneciera. Takuya la sostuvo con suavidad, sin querer soltarla, con el temor de que el miedo y la angustia que había vivido la estuvieran destrozando por dentro.

—Primo... —susurró Hikari, apenas alcanzando a hablar por el llanto. —No sé... No sé qué pasó. Estaba tan asustada... No podía... No podía escapar...

Takuya no pudo evitar que las lágrimas también se acumularan en sus ojos. La había encontrado, pero su prima estaba rota, marcada por lo que había vivido, y eso era aún más doloroso que no haberla encontrado en absoluto. No dijo nada más, simplemente la sostuvo, sin querer separarse ni un instante.

Poco después, el sonido del ascensor hizo que Takuya levantara la cabeza. Desde él, sus amigos, Ken, Daisuke, Tomoki y Junpei, acompañados de Izumi, todos llegaron corriendo, sorprendidos al ver a Takuya en esa postura, abrazando a una chica tan visiblemente afectada.

Al ver a Hikari, todos se detuvieron en seco. La sorpresa, la incredulidad, y la preocupación se reflejaron en sus rostros de inmediato. La escena era desgarradora.

—¿Hikari...? —murmuró Ken, sin poder creer lo que veía.

Daisuke dio un paso adelante, con el rostro sombrío y preocupado.

—¿Estás bien? —preguntó, acercándose con cautela, como si temiera que cualquier movimiento brusco pudiera hacerle daño a la chica.

Hikari, al escuchar las voces de los chicos, levantó la vista. Sus ojos se encontraron con los de Daisuke, luego con los de los demás. Su mente estaba tan saturada de emociones que solo pudo asentir levemente, sin poder articular palabra.

Tomoki miró a Takuya, y sin decir una palabra, también se acercó, dejando que Daisuke y Ken se acercaran a Hikari. Junpei e Izumi, por su parte, observaba en silencio, sin poder disimular su preocupación.

Takuya seguía abrazando a Hikari, tratando de calmarla, aunque sentía que sus propios sentimientos no podían ser controlados. No dejaba de pensar en todo lo que había vivido durante esas horas de angustia, y en lo que habría pasado si no la hubiera encontrado.

—Estamos aquí, Hikari. Todo va a estar bien, ya no tienes que preocuparte —le dijo Takuya, su voz firme, aunque su tono temblaba con la intensidad de lo que sentía.

Hikari, aferrada a él, asintió levemente, aunque su cuerpo seguía temblando. Sabía que en ese momento no estaba completamente a salvo, que las huellas de lo que había vivido seguirían con ella, pero por fin estaba de vuelta con su familia, con su primo, con las personas que realmente importaban.

Aunque no podía olvidar lo que había vivido, al menos ahora había algo de esperanza. Algo que le decía que no estaba sola.


Ryo y Rika se observaron en silencio, totalmente en shock.

Damar y Takeru observaron a la pareja, luego intercambiaron miradas. Esto era muy ¡Incómodo!

Lo más irónico fue que transcurrieron al rededor de cinco minutos de silencio, silencio, y más silencio.

Finalmente fue Damar quien decidió hablar al ver que ni Ryo ni Rika se atrevían a hablar.

—Ryo...—La castaña lo llamó— ¿Qué haces aquí?

El oji-azul dirigió su mirada hacia la chica: —Damar, hola...—Luego pasó su mirada por el rubio—Takeru.

—Hola.—Respondió el Ishida.

—Vengo a saber si ¿han encontrado algún rastro de Hikari?— Preguntó el Akiyama.

—Nada.—Respondió el rubio— Todavía estamos buscando.

¡Bip, bip!

El smartphone del Ishida llamó su atención.

—Disculpen...—Fue así como el rubio contestó.

Ryo y Rika continuaron observándose frente a frente. Damar, por su lado, observó la luz que estaba bastante llamativa...Sí, muy llamativa.

—¿Qué? ¿Hikari?— Musitó Takeru— ¿Hikari regresó?— Se colocó en pie.

Todos dirigieron sus miradas hacia el rubio.

—¡Genial!— Una sonrisa apareció— Iré altiro.—Fue así como guardó su smartphone.

—¿Qué sucedió?— Preguntó Rika.

—¡Hikari apareció!— Respondió Takeru.

—¿Enserio?— Ryo habló sorprendido.

—¡Sí! Está en el departamento.—Fue así como el rubio se dirigió hacia el ascensor— ¡Vamos!

Rika asintió y se dispuso a seguir a su tío, Ryo tuvo intención de hacer lo mismo, pero Damar lo agarró del brazo.

—Ryo.—Lo llamó—No creo que sea prudente que vayas.

—¿Qué?—Preguntó el oji-azul observando a su amiga— ¿Por qué?

—Porque...—Damar se acercó a Ryo y le susurró—Debes saber que, Izumi Ishida está aquí.

Ryo se sorprendió: —¿Qué? ¿Izumi?

Damar asintió— Sí...—Se acercó y le susurró— Tu sobrina está aquí.


El ambiente en el departamento era un contraste entre la calidez de los amigos reunidos y la inquietante tensión que emanaba de Hikari. En el sofá, Takuya estaba sentado en el centro, con Hikari envuelta en una manta y acurrucada a su lado. Sus rasjuñones y el rastro de lágrimas en su rostro no hacían más que aumentar la preocupación que se respiraba en el aire.

Ken, Daisuke, Tomoki y Junpei se habían acomodado a su alrededor. Cada uno extendió un brazo, tratando de consolar a Hikari, abrazándola en una muestra colectiva de apoyo. Ella apenas levantó la mirada, pero el simple contacto parecía aliviar, aunque fuera mínimamente, el peso que llevaba encima.

Izumi observaba la escena desde lejos, quería abrazar a Hikari, pero la veía tan vulnerable.

—Hikari, por favor, dime qué pasó —insistió Takuya, con la voz quebrada. La desesperación en sus palabras era palpable.

Hikari no respondió. Su único movimiento fue enterrar más su rostro en el pecho de su primo. Takuya miró a los demás, buscando apoyo o, al menos, alguna sugerencia sobre qué hacer.

—¿Hikari? —preguntó ahora Daisuke, con una mezcla de dulzura e inquietud—. Estábamos tan preocupados por ti... No tienes idea de lo que sentimos cuando no supimos de ti durante tanto tiempo.

Tomoki asintió, su rostro juvenil tenso por la angustia.

—Pensamos que te había pasado algo terrible... y... bueno, esto... —hizo un gesto hacia los rasguños en el rostro y los brazos de Hikari—. No ayuda a tranquilizarnos.

Junpei, usualmente el más bromista del grupo, estaba inusualmente callado. Sus ojos se movían entre Hikari y Takuya, como si tratara de descifrar algo que todos los demás pasaban por alto. Finalmente, se inclinó un poco hacia adelante.

—Hikari, no tienes que decirnos todo ahora mismo... pero, por favor, danos algo. Lo que sea. Estamos aquí para ayudarte.

Los sollozos de Hikari eran suaves, pero rompían el silencio de manera desgarradora. Ella levantó ligeramente el rostro y miró a Takuya. Sus ojos estaban llenos de dolor y algo más... un temor profundo.

—Yo... —empezó a decir, pero su voz se desvaneció.

Takuya, sin poder contenerse más, la abrazó con más fuerza.

—No tienes que hablar si no quieres —dijo, acariciando su cabello de manera tranquilizadora—. Solo... no sabes cuánto nos asustaste. Pensamos que te habíamos perdido.

Hikari dejó caer su cabeza sobre su hombro, y las lágrimas volvieron a caer, mojando la tela de la camisa de Takuya.

—No contestabas el teléfono... —continuó Daisuke, incapaz de detener el torrente de preguntas—. Y esos rasguños, Hikari, ¿quién te hizo esto?

Hikari cerró los ojos y apretó más su abrazo. No tenía palabras. Solo lágrimas.

Ken, que había estado observando en silencio, finalmente rompió su mutismo.

—Creo que lo mejor ahora es dejar que se recupere un poco. La estamos presionando demasiado.

Tomoki hizo una mueca, claramente impaciente por respuestas, pero asintió.

—Sí, tiene razón. Hikari necesita tiempo... aunque, honestamente, esto está matándonos a todos.

Izumi que estaba en la cocina se acercó a ellos con un vaso de agua.

—Aquí, Hikari, bebe un poco. Te hará sentir mejor.

Ella tomó el vaso con manos temblorosas, sorbiendo apenas un poco antes de devolverlo.

—Gracias... —susurró finalmente, su voz apenas audible.

El grupo intercambió miradas. Era la primera palabra que había dicho desde que la habían encontrado.

Junpei, tratando de aliviar un poco la tensión, esbozó una sonrisa.

—¿Ves? Eso es un comienzo. Estamos aquí contigo, Hikari. No importa lo que pase.

Por un momento, el departamento quedó en silencio, salvo por la respiración entrecortada de Hikari. El grupo de amigos estaba decidido a protegerla, aunque el misterio de lo que le había sucedido siguiera siendo un peso sobre todos ellos.

El ambiente tenso y cargado de emociones se rompió con el sonido del timbre. Todos voltearon hacia la puerta. Takuya se levantó rápidamente para abrir, su expresión desconfiada, como si no estuviera preparado para enfrentar otra sorpresa.

Al abrir, Takeru estaba allí, su rostro lleno de urgencia. Junto a él estaba Rika, con una expresión seria que contrastaba con la ansiedad evidente en los ojos de Takeru. Sin esperar invitación, Takeru cruzó el umbral.

—¿Dónde está Hikari? —preguntó con desesperación, su mirada buscando frenéticamente en el interior del departamento.

Takuya apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que Takeru viera a Hikari, sentada en el sofá, aún envuelta en la manta, rodeada por el grupo de amigos que intentaba consolarla.

—¡Hikari! —exclamó Takeru, corriendo hacia ella sin dudarlo.

Hikari levantó la mirada, sus ojos enrojecidos y llenos de lágrimas. Al ver a Takeru acercarse, una mezcla de miedo y dolor cruzó por su rostro. Justo cuando él estaba a punto de abrazarla, ella se apartó bruscamente, casi cayendo al suelo en su intento de evitar el contacto.

—¡Hikari! —repitió Takeru, deteniéndose en seco, su voz cargada de confusión y preocupación—. Soy yo... Takeru. Estoy aquí.

Hikari negó con la cabeza, abrazándose a sí misma mientras más lágrimas corrían por sus mejillas.

—No... —susurró entre sollozos, incapaz de mirarlo a los ojos—. No puedo...

Takeru dio un paso hacia ella, sus manos temblando.

—¿Qué significa esto? Hikari, soy yo... dime qué pasó. ¿Por qué...? —Su voz se quebró, incapaz de terminar la frase.

Izumi se acercó lentamente hacia su tío. Su expresión era una mezcla de preocupación y cautela. Colocó una mano en el brazo de Takeru, intentando detenerlo.

—Déjala, Takeru —dijo con firmeza, aunque su tono era suave—. No está lista para hablar.

—¡Pero es mi novia! —respondió Takeru, volteando hacia ella con desesperación—. ¿Cómo esperas que me quede quieto cuando está así? ¡Mírenla!

Takuya simplemente abrazó a su prima.

—Takeru, creo que Izumi tiene razón. Hikari está pasando por algo que ninguno de nosotros entiende todavía. No puedes forzarla.

Takeru cerró los puños, claramente frustrado, pero retrocedió un paso. Su mirada volvió a Hikari, quien ahora lloraba sin consuelo en el sofá, con Daisuke y Takuya a cada lado, intentando tranquilizarla.

—Hikari, por favor... dime qué te hicieron. Déjame ayudarte... —rogó Takeru, su voz ahora casi un susurro.

Hikari apenas pudo levantar la mirada. Sus labios temblaban mientras intentaba formar palabras, pero todo lo que salió fueron sollozos entrecortados.

—No puedo... no puedo, Takeru... —dijo finalmente, su voz apenas audible.

El silencio que siguió fue insoportable. Takeru bajó la mirada, derrotado, mientras Rika apretaba su brazo en un intento de consolarlo.

Junpei, que había estado observando todo en silencio, se levantó del sofá.

—Tal vez deberíamos darle espacio —sugirió en voz baja, mirando a los demás.

Rika asintió—Tiene razón. Tío Takeru, lo mejor ahora es dejar que Hikari se recupere a su ritmo.

Takeru no respondió. Solo se quedó de pie, mirando a Hikari con una mezcla de dolor y frustración, antes de darse la vuelta y caminar hacia la puerta.

Hikari, aún temblando, abrazó con más fuerza a Takuya. En ese momento, todo lo que podía hacer era llorar, dejando que sus lágrimas hablaran por ella, mientras sus amigos y su novio intentaban, sin éxito, encontrar una forma de ayudarla.


La puerta del departamento se cerró suavemente detrás de Takeru, pero el sonido de su partida pareció resonar en la mente de todos. Afuera, el aire fresco de la tarde acariciaba su rostro, pero no podía borrar la sensación de vacío que sentía en su pecho. Takeru caminaba lentamente, como si las piernas le pesaran más de lo habitual. Rika e Izumi lo seguían a unos pasos de distancia, sin saber muy bien qué decir.

Rika observaba a su hermano con preocupación, sus ojos fijos en la espalda de Takeru, que se encorvaba con cada paso, como si estuviera cargando todo el peso de una carga invisible. Izumi, más callada de lo usual, no decía una palabra, pero su mirada también reflejaba una profunda tristeza.

—No entiendo... —murmuró Takeru, su voz quebrada por la impotencia—. ¿Por qué reaccionó así? ¿Qué le pasó? Yo... yo solo quiero ayudarla.

Rika se acercó a él, tocándole el hombro suavemente, intentando ofrecerle algo de consuelo.

—Takeru, no es fácil para ella. No sabemos qué ha pasado exactamente, pero lo que sea que haya vivido... no lo ha superado.

Izumi levantó la mirada hacia Takeru, pero su rostro estaba tan serio que parecía casi como si hubiera dejado de ser la pequeña hermana que todos conocían.

—Tal vez está confundida, Takeru... a veces, el dolor es tan grande que no sabes cómo manejarlo —dijo, su tono tranquilo, pero cargado de un entendimiento que sorprendió a Takeru.

Takeru dio un suspiro largo, casi como si intentara liberar algo de la presión que sentía dentro de él. Se detuvo en medio de la calle, y sus sobrinas se quedaron a su lado, esperando que él hablara.

—¿Cómo... cómo puedo ayudarla si no quiere dejarse ayudar? —preguntó, sus palabras llenas de frustración—. ¿Por qué se alejó de mí? Soy su novio... lo último que quiero es que esté sola.

Rika miró hacia el suelo, sus pensamientos oscilando entre la preocupación por su hermano y la incertidumbre sobre lo que Hikari podría estar viviendo. Finalmente, levantó la vista, dándole una respuesta que no parecía ser completamente segura, pero que sentía como algo necesario.

—No es que quiera alejarse de ti, Takeru... —empezó, con una voz suave—. A veces, las personas necesitan espacio, especialmente cuando pasan por algo tan traumático. Quizá... quizá se siente vulnerable y no sabe cómo enfrentarlo.

Izumi, que hasta ese momento se había mantenido en silencio, dio un paso adelante. Sus palabras eran firmes y decididas.

—Ella está herida. Y a veces, cuando estás herido, te alejas de los que más amas, aunque no quieras hacerlo. Es como si, de alguna manera, creer que te alejas te ayudara a protegerte... aunque sea por un momento.

Takeru cerró los ojos por un segundo, como si las palabras de sus sobrinas estuvieran perforando su pecho, haciéndole entender algo que no había logrado ver antes.

—Entonces, ¿debo esperar? —preguntó, su voz aún cargada de duda—. ¿Debo esperar a que ella esté lista para hablar conmigo?

Rika asintió lentamente, sus ojos llenos de empatía.

—Sí, Takeru. A veces, lo mejor es esperar... y estar allí cuando ella te necesite. No la presiones. Solo... demuéstrale que estás dispuesto a esperar, que la apoyas sin condiciones.

Izumi lo miró con seriedad, como si quisiera transmitirle una verdad difícil pero necesaria.

—Hikari es fuerte, Takeru. No dudes de eso. Ella tiene sus propios tiempos y formas de lidiar con las cosas. Pero tú también tienes que aprender a respetar eso. No es fácil, pero el amor también es saber esperar.

Takeru dio un paso atrás, la tensión en su rostro disminuyendo levemente, pero aún lleno de inseguridad.

—Solo quiero verla feliz... —susurró, casi para sí mismo.

Rika sonrió levemente, poniendo una mano sobre su brazo.

—Lo sé. Y lo lograrás, Takeru. Solo... ahora más que nunca, lo más importante es darle espacio para sanar. Cuando esté lista, volverá a ti.

Izumi, con su estilo más reservado, asintió una vez más.

—Cuando se sienta segura, volverá.

Takeru los miró a ambas, viendo la preocupación y el cariño en sus rostros. El dolor en su pecho no desapareció, pero, por primera vez desde que salió del departamento, algo en él se suavizó.

—Gracias... —dijo, sin poder evitar una leve sonrisa de gratitud—. Gracias por ayudarme a ver esto.

Rika e Izumi se miraron entre ellas, con una leve sonrisa compartida, sabiendo que no había mucho más que pudieran hacer en ese momento.

El silencio entre ellos se alargó, pero ya no era un silencio tenso. Era un silencio lleno de comprensión, de una paz que, aunque aún no perfecta, les daba esperanza de que todo se resolvería con el tiempo.


El pesado sonido de la puerta de la oficina cerrándose marcó el fin de un día que parecía interminable. Yamato dejó caer su maletín sobre el escritorio con un suspiro de agotamiento. Se deslizó en su silla de cuero con una expresión fatigada, como si todo el peso de la responsabilidad, las decisiones difíciles y los riesgos tomados lo hubieran aplastado. Kouji, por su parte, hizo un gesto de cansancio mientras se desplomaba en el sofá frente a la ventana, mirando hacia el horizonte. Ambos sabían que aún quedaba mucho por hacer, pero por ahora, el agotamiento no les permitía pensar en nada más que en descansar.

Yamato cerró los ojos por un momento, agradeciendo el silencio de la oficina, que contrastaba con la intensidad de la operación que acababan de vivir.

—Lo logramos… —dijo, su voz baja y rasposa por el esfuerzo—. Gracias, Kouji. Realmente no sé qué habría hecho sin ti.

Kouji no levantó la mirada del techo, pero su voz, calmada y firme, respondió con la sinceridad que lo caracterizaba.

—No me agradezcas, Yamato. Esto es trabajo de los dos. No podría haberlo hecho sin tu apoyo.

Yamato se quedó en silencio por unos segundos, mirando a Kouji con una mezcla de respeto y gratitud. A pesar de que Kouji nunca fue de demostrar demasiado, Yamato sabía que había algo especial en él. Se recargó en su silla, observando detenidamente a su amigo y compañero. Era difícil no notar cuán hábil era Kouji para idear planes, para estar siempre alerta, para encontrar la manera de sortear cualquier obstáculo con una precisión que a veces parecía sobrenatural.

—De verdad… —comenzó Yamato, su tono más pensativo ahora—, no sé cómo lo haces. Tu capacidad para mantener la calma, para ver lo que los demás no ven… no es algo que pueda aprender de la noche a la mañana.

Kouji dejó escapar una ligera sonrisa, pero no levantó la cabeza. Había algo en su forma de ser que siempre lo mantenía en un plano más reservado, pero Yamato sabía que no había nadie más en quien confiar tanto como en él.

—No es tan complicado, Yamato —dijo, girando su cabeza ligeramente hacia él—. Solo se trata de observar, de no dejar que las emociones nublen el juicio. Cuando estás tan metido en esto, no puedes darte el lujo de perder el control.

Yamato asintió lentamente, pensativo. Recordó los momentos en los que Kouji había sabido cómo anticipar los movimientos de sus enemigos, cómo había estado siempre un paso adelante. Sin Kouji, él habría estado perdido, sin saber cómo manejar todos los hilos que su padre había dejado enredados.

—A veces me pregunto cómo llegué a este punto —murmuró Yamato, dejando caer su mirada hacia la mesa. Sus palabras salieron de su boca con una sinceridad que no solía mostrar—. Hace tres años, no tenía idea de lo que estaba pasando, ni de lo que mi padre realmente hacía. Sabía que algo no andaba bien, pero estaba demasiado inmerso en mi propio mundo para verlo. No fue hasta que tú te entraste en todo esto que comencé a entender lo que realmente estaba ocurriendo.

Kouji, finalmente, se giró para mirarlo. Los ojos de Kouji, siempre tan calmados, ahora mostraban un atisbo de reconocimiento.

—No fue fácil, lo sé. Pero te ayudé porque confiaba en ti. Y sabía que harías lo correcto.

Necesitaba ayuda, una escapatoria, y Yamato era el único que podría ayudarlo a lidiar con esta situación.

—Tal vez no sea lo que queríamos al principio, pero esto nos ha llevado a un lugar donde podemos empezar a controlar las cosas.

Yamato asintió, sus pensamientos tomando una dirección más profunda. Miró a Kouji, observando cómo el agotamiento se reflejaba en su rostro, pero también una determinación inquebrantable.

—Lo que más me sorprende… —dijo Yamato, su voz suave— es que, a pesar de todo lo que has tenido que hacer, siempre te mantienes firme. Siempre tienes una solución, un plan. Como si nunca te agotaras. Yo… no sé cómo lo haces.

Kouji se recostó en el sofá, cerrando los ojos por un momento, casi como si quisiera apagar el mundo que los rodeaba. Su respuesta fue breve, pero llena de significado.

—Supongo que es porque no me quedó opción.

No quería ser parte de los negocios de su padre, quien traficaba sustancias. Y tampoco ser cómplice luego de descubrir los negocios de la familia Ishida.

Yamato no dijo nada más, pero la admiración en sus ojos era palpable. Sin Kouji, sin su inteligencia, su habilidad para ver más allá, él no habría llegado tan lejos. Se recostó en su silla, mirando por la ventana, perdido en sus pensamientos. Lo que más le inquietaba era lo que sucedería a partir de ahora. Habían dado un paso crucial, pero el camino hacia la justicia aún era largo, y había más sombras acechando en cada esquina.

Finalmente, Yamato se inclinó hacia adelante y sus dedos recorrieron la superficie de la mesa, tocando el borde de algunos papeles que ya no importaban.

—Solo espero que podamos mantenernos un paso adelante. Y que, por fin, podamos salir de todo esto.

Kouji, aún recostado en el sofá, levantó una ceja, un atisbo de humor cruzando su rostro.

—¿Salir? —preguntó—. Creo que ya estamos demasiado adentro para salir ahora, ¿no?

Lamentablemente

—Algunas veces me hago la pregunta de ¿cómo debió sentirse tu esposa al descubrir todo esto?— Musitó Kouji— Después de todo, ella junto al ex-esposo de Sora, Taichi, descubrieron todo.

Yamato se mordió el labio inferior ante esto.

—Creo que, debió ser peor, porque aunque intentaron hacer algo, no lo lograron.—Comentó el Minamoto.

El rubio bajó la mirada: —No quiero hablar de eso.

—Sé que no quieres hablar de eso.—Declaró Kouji—Pero estoy seguro de que esa pregunta ronda en tu mente.

Sí, esa pregunta rondaba en su mente una y otra vez.

—Solo lo comento, no voy a criticarte.—El pelinegro se levantó de su lugar— Pero, dime ¿enserio crees que Mimi fue la culpable de la muerte de tu madre?

Yamato bajó la mirada: —La verdad es que, no me gusta pensar en eso.—Declaró— Porque era tarde cuando me di cuenta de que, había una posibilidad de que no lo fuera.

Si, tal vez, hubiese sabido que su padre hacia estos negocios justo en el tiempo en el cual Mimi fue acusada es probable que hubiese hecho todo por ayudarla.

—¿Y te arrepientes?— Preguntó Kouji— ¿Te arrepientes de no haber investigado tu mismo su inocencia?

¿Arrepentirse? Pues...Sí. Siempre se arrepentiría por no haber ayudado a su esposa, Mimi, la madre de sus hijas y el único amor de su vida.

Yamato se mordió el labio inferior— Siempre.—Declaró— Créeme, siempre me mortifico. Pienso en Mimi todo el tiempo.

Imaginaba la vida que pudieron haber tenido junto a sus hijas, sin mentiras, realmente felices. Nada que ver con la angustia que sentía ahora.

—¿Y no has pensado que, diciéndole la verdad a Nene e Izumi lograrías elogiar a tu difunta esposa?—Preguntó Kouji.

—Siempre lo he pensado, pero ¿de qué serviría?—Preguntó Yamato— Mimi es su madre, siempre las amó con su corazón, y créeme, me duele que no sepan de ella, pero...—Suspiró— está muerta.—declaró con pesar— No quiero causarles ese dolor a mis hijas.

—Pero ¿no crees que es injusto vivir en una mentira por el resto de sus vidas?— Cuestionó Kouji.

Yamato dirigió su mirada hacia el pelinegro.

—Digo...quizás...Mimi ya no esté, pero saber de donde eres, la verdad de tu familia es algo bueno.—Comentó el pelinegro.

—Dime tú, viviste toda tu vida engañado ¿no? Lejos de tu familia, tu madre y tu hermano.—Habló el rubio— Pero ahora que la sabes, no tienes a tu hermano, porque él murió. Dime ¿puedes vivir en paz sabiendo eso?

Buena pregunta

—Jamás estaré conforme con su muerte. Ni jamás me resignaré a eso.—Declaró Kouji— Pero no me arrepiento de haber sabido la verdad.

Yamato observó sorprendido al rubio.

—Yo perdí a Kouichi.—Habló el Minamoto— Y sí, estuve muy poco tiempo con él.—Bajó la mirada—Pero nunca me arrepentiré de haber sabido la verdad.—Comentó—Aunque no estuvimos juntos mucho tiempo. No me arrepiento de saber de su existencia.—Suspiró— Porque gracias a eso, puedo mantener su vida su imagen, a pesar de todo. Porque él es parte de mi. Así como Mimi es parte de Nene e Izumi.— Añadió— Dime ¿enserio las condenarás a vivir para siempre en la ignorancia?


—¡No puedo creer que Hiroaki haya hecho esto!—Comentó Mimi mientras ingresaba a la sala principal de su mansión— Hikari no debió pasar por esta situación.

—Verdaderamente no debió, pero si Hiroaki fue capaz de arruinar tu vida, acusarte de un asesinato y mandarte a matar cuando estabas en prisión, significa que ¡es capaz de todo!— Exclamó el pelirrojo.

¡Buen punto! Pensó Mimi.

—Las personas nunca cambian.—Comentó.

—Hiroaki no...—Musitó el pelirrojo— Pero la actitud de Yamato me dejó totalmente sorprendido.

La castaña frunció el ceño y dirigió su mirada hacia Koushiro: —No hablemos de eso.

—Lo siento, pero me es inevitable pensar en la acción que tuvieron Yamato y Kouji.—Habló el pelirrojo— Regresaron a Hikari a su hogar.

—No te ilusiones tanto, de seguro le pidieron algo a cambio.

—Independientemente de eso, igual regresaron a Hikari.—Comentó Koushiro—Si hubiesen sido Hiroaki o Toshiko, hace mucho tiempo la hubiesen matado o no hubiesen tenido piedad de traficarla.

Sí, en eso tenía razón. Mimi se mordió el labio inferior.

—Me parece muy difícil creer que Yamato no es como su padre.—Habló Mimi—Muy difícil.

—Debido a lo que te hizo ¿no?

La oji-miel asintió.

—Pero ¿no recuerdas que, él era muy diferente a Hiroaki cuando se conocieron?

Sí, lo recordaba. Y fue exactamente por eso que se enamoró de él. Yamato era un chico honesto y amable, rico en dinero y un poco retraído, pero eso no quitaba que fuese buena persona. Tenía un temperamento difícil, pero él jamás buscaba hostigar o molestar.

Si veía a alguien mal, lo ayudaba.

Y eso le gustó, o al menos, eso ocurrió con ella. Yamato a pesar de su carácter serio, no dudó en ayudarla cuando Shuu la acosaba, cuando fue asaltada, o cuando el mismo Hiroaki la rechazó. Yamato siempre fue una buena persona.

Su único error fue...No creer en ella cuando lo necesitaba.

—Lo era, pero luego él demostró que, yo no le importaba.

—Creyó que estabas loca porque, prácticamente, actuaste como una debido a las drogas que te inyectaron.—Comentó el pelirrojo— Creyó en tu inocencia frente al asesinato de Natsuko, pero luego de las pruebas que le presentaron, no tuvo opción. Sobre todo luego de saber de tu "infidelidad"

—Él, al principio, dijo que no lo creía, pero luego ¡algo lo hizo cambiar de opinión! Y desembocó en mi sentencia a prisión.

—Él no testificó contra ti.

Y además, a él lo ayudó a surgir cuando quedó en la quiebra.

—Pero creyó en los demás.

—Pero...

—Koushiro.—Mimi lo interrumpió— ¿A qué quieres llegar con todo esto? Acaso ¿quieres justificar a Yamato?

—No he dicho eso.

—¿Entonces?

Koushiro suspiró: —Solo estaba pensando en todo lo ocurrido. Verás, esta situación con Hikari me hizo pensar mucho en el pasado.

—¿Y de qué sirve?—Preguntó la castaña— Tú mismo me mostraste las pruebas de que Yamato está involucrado en los negocios de Hiroaki.

—Pero ayudó a Hikari.

—¡Una sola excepción!— Exclamó Mimi— Una sola persona...¿qué ocurre con las demás?...

Koushiro se mordió el labio inferior ante esto y suspiró.

Quizás, no era momento para hablar de esto.

—Lo bueno es que ahora Hikari está con bien.—Declaró luego de varios minutos de silencio y tensión. Buscando cambiar de tema.

—¿Y quién no nos asegura que nuevamente corra peligro?— Preguntó Mimi.

—No lo sé. Tendremos que estar atentos.

—Muy atentos.—Murmuró la castaña.

Koushiro asintió y justo en ese momento Akari apareció en el lugar.

—Hola.

...

—Tengo noticias.—Declaró Akari— El sobre ya lo envié.

¿Qué?

—Sora ya tiene en su poder la carta y el pendrive.—Comentó la pelirroja— Y pronto verá el video de Layla.

Koushiro y Mimi sonrieron ante esto.

—¡Genial!— Exclamó la castaña—Ahora solo bastará que, Sora vaya al jardín y vea las pruebas que incrimanan a Layla de la muerte de Satomi.

—¿Ustedes creen que, haga lo que le pedimos?—Preguntó Akari.

—Créeme, lo hará.—Respondió Koushiro.

—¿Por qué?

—Por la curiosidad.—Contestó Mimi— No se atreverá a quedar con la incertidumbre, buscará a diestra y siniestra verificar los exámenes de forense.

—Sobre todo en esta situación. Los exámenes de Satomi estuvieron listos de manera muy rápida.—Comentó el pelirrojo— Y muchas cosas apuntan a que Satomi no murió por una sobredosis de drogas. Bastará con que encuentre las pruebas que Layla descubrió y se sentirá tentada a examinar el cuerpo de Satomi.

La castaña asintió: —¿Y has visto el otro tema? —preguntó.

—¿Qué otro tema?

—¡Ya sabes!— Exclamó Mimi— El de Takuya y Sora.

Koushiro hizo una mueca: —Entre tantas cosas, no he tenido tiempo.

—Deberías hacerme caso.—Comentó la castaña.

—Lo siento Mimi, pero suena muy descabellado.—Declaró el pelirrojo— No creo posible que Takuya sea hijo de Sora.

—¿Por qué no?— Preguntó Mimi— Takuya me dijo que se llamaba Isamu.

—Puede ser una coincidencia.

—¡Tenía la cadena!—Musitó la castaña y suspiró—¿Enserio no me crees?

—Lo siento, pero me parece muy raro.—Musitó Koushiro— Si Taichi y su hijo hubiesen sobrevivido lo sabríamos, recuerda que, mandamos a investigar el accidente.

—Koushiro, por favor, tengo una corazonada. Debemos verificar si existe algún tipo de relación entre Sora y él.—Comentó Mimi— Puede ser su hijo.

Koushiro suspiró. Luego de fallar con el tema de Rika, le daba miedo suponer y fallar nuevamente.


Takeru y Rika salieron del ascensor. Ryo y Rika intercambiaron miradas, pero no dijeron nada. El Akiyama desvió su mirada intentando no mirar a la pelirroja.

—¿Y?— Ryo le preguntó a Takeru.

—Ella regresó.— Respondió el rubio con frialdad.

—¿Enserio?— Preguntó el Akiyama.

Takeru asintió.

—¡Genial!— Exclamó Ryo— Iré a verla.—Comentó antes de dirigirse al ascensor.

Damar hizo una mueca y dirigió su mirada hacia el rubio, no estaba feliz, al contrario, se veía triste, muy triste.

—No se ve muy feliz.—Damar le comentó a Rika en un susurro.

La pelirroja se mordió el labio inferior: —Las cosas no salieron como esperamos.—Respondió en otro susurro.

—Yo mejor me voy.—Declaró Takeru— Rika ¿vienes conmigo?

Rika se dispuso a responder, pero el rubio la interrumpió.

—No, mejor no vengas conmigo.—Se apresuró a hablar el rubio— No quiero molestarte con mis problemas. Necesito estar solo.

Rika se acercó a él: —Pero, tío...

—No, Rika.

—Tú no me molestas.—Respondió la pelirroja— Por favor, déjame acompañarte.

—No, Rika, por favor. Necesito estar solo.—Declaró el rubio antes de salir.

—Pero...—Rika quiso ir tras él.

Damar suavemente tomó a la pelirroja por el brazo: —Rika, creo que lo mejor será darle espacio.

—Pero no quiero dejarlo.— La pelirroja se mordió el labio inferior.

—Lo sé.—Respondió la castaña— Pero, tú sabes que Takeru no se aísla porque sí. Si quiere estar solo, es por algo ¿no?

Sí, eso era verdad.

—Verdaderamente no entiendo.—Comentó Rika.

¿Porque Hikari actúo así?


En el amplio despacho iluminado por una tenue luz dorada que entraba a raudales por las ventanas, Hiroaki se encontraba revisando papeles importantes sobre los negocios familiares. El aire estaba cargado de una tensión palpable cuando Yamato cruzó la puerta. Su expresión era seria, pero contenía un dejo de arrogancia que no pasó desapercibido para su padre.

—¿Tienes algo que ver con la aparición de la novia de Takeru? —preguntó Hiroaki sin apartar la vista de los documentos.

Yamato se mordía el labio inferior, intentando ocultar su nerviosismo. No había esperado que su padre conectara los puntos tan rápido.

—¡Dime! —exclamó el castaño, levantando la vista para enfrentarlo—. ¿Tuviste algo que ver?

El rubio levantó la barbilla y dirigió su mirada desafiante hacia Hiroaki.

—Sí —reconoció sin rodeos—. ¡Obvio que sí!

Hiroaki frunció el ceño y, llevado por la rabia, alzó su mano dispuesto a golpearlo. Pero Yamato reaccionó rápido, sujetándole la muñeca en el aire.

—Pero ¡qué rayos! —gruñó Hiroaki.

—Tranquilo —musitó Yamato, liberándolo suavemente y cruzándose de brazos—. En vez de reclamar, ¡deja que te explique!

—¿Qué me vas a explicar? ¿Que quisiste desafiarme? —preguntó Hiroaki con un tono afilado.

—¿Desafiarte? ¡Pues claro! Eso era lo que buscaba, pero no para hacerte enojar, sino para salvar a la pobre chica.

Hiroaki lo miró incrédulo. —¿Salvarla? ¿Cómo?

—Hice lo que tú hubieras hecho si hubieras pensado mejor las cosas —replicó Yamato, manteniendo su postura firme—. Dime, ¿te diste el tiempo para estudiar a esa chica?

—¿Por qué preguntas?

—Porque de haberlo hecho, todo hubiese sido más fácil —declaró Yamato—. ¿Sabías que esa chica tiene una deuda gigante en el hospital por la muerte de su madre?

Hiroaki no respondió, pero su expresión endurecida dejó entrever que no estaba enterado.

—Le di dos opciones —continuó Yamato—. La primera era salir y decir todo, pero a cambio le costaría la vida de su estimado primo.

—¿Primo? —preguntó Hiroaki, entrecerrando los ojos.

—El empleado de Sora, el que trabaja como fotógrafo. Es el único familiar que Hikari tiene vivo y es con quien vive. Si ella quería escapar, podía decirle adiós a su único familiar.

—¿Y cuál fue la otra opción? —presionó Hiroaki.

—Dejarla libre, callar, mantener a su primo vivo y ofrecerle dinero. Mucho dinero con la condición de que se mantenga lejos de Takeru.

Hiroaki ladeó la cabeza. —¿Y aceptó?

—¡Pues claro! ¡Era tan fácil! Solo había que ofrecerle dinero. Le ofrecí unos cuantos dólares y los aceptó sin pensar.

Hiroaki lo observó con desconfianza. —¿De verdad?

—¿Cómo no los va a aceptar? Es una pobretona que no tiene donde caer muerta.

—¡Vaya! Si lo dices así, entonces me haces creer que fui extremista con lo que hice.

—¡Pues lo fuiste! —exclamó Yamato—. Bastaba con ofrecer dinero.

Hiroaki seguía evaluando las palabras de su hijo. —No sé si creerte. Me has demostrado muchas veces que eres débil.

—Lo sé... —admitió Yamato—. Pero tenías razón al decir que me parezco a ti.

Hiroaki frunció el ceño con escepticismo.

—Bastara con decirle a Takeru que lo dejó por dinero —agregó Yamato con una sonrisa maliciosa.

—¿Y crees que creerá eso? —preguntó Hiroaki.

Yamato rió. —Yo mismo se lo diré.

—No te creo capaz de hacerle eso a tu hermano.

—¿Me pruebas? Soy capaz.

Hiroaki observó a su hijo con cierta desconfianza, pero también con una pizca de admiración. Conociendo a Yamato, era difícil que mintiese; sus acciones siempre eran directas, aunque despiadadas.

—¿Y cómo te asegurarás de que no hable?

Yamato lanzó una carcajada. —Nadie le creerá a esa pobretona. Es su palabra contra la nuestra. Pero, por si las dudas, ella sabe que su vida estará en juego.

Hiroaki asintió lentamente. Aunque no lo expresara abiertamente, sentía un retorcido orgullo al ver que su hijo había heredado su capacidad para manipular y controlar cualquier situación. Al final, ambos eran más parecidos de lo que habrían querido admitir.


Rika se relajó mientras Damar cepillaba su cabello.

—¡Que cabello!— Exclamó la castaña— Disculpa, pero ¿cómo quieres dominar tu vida si no logras cuidar tu cabello?

La pelirroja observó a su amiga: —¡Oye!— Musitó.

—¿Qué?— Preguntó Damar— No es mentira ¡Mira lo descuidado que lo tienes! ¡Mira tus puntas abiertas! ¡Y sin acondicionador!

Rika se cruzó de brazos— No he tenido tiempo para cuidarlo. Aunque, la verdad es que, nunca lo he hecho.

—Pues deberías.— Comentó la mayor—Ahora entiendo porque de vez en cuando se te cruzan los cables de tu cerebro y dejas de pensar.

—¡Hey!— Musitó la Ishida— Algunas veces me pregunto si ¿en verdad eres mi amiga o mi mayor hater?— Preguntó la oji-lila.

Damar rio ante esto—Puede ser que sea ambas.

Rika negó con la cabeza.

La castaña sonrió más y se acercó a ella para abrazarla— Tu sabes que te quiero.

La pelirroja intentó mostrar fingir indignación, pero no demoró mucho en que una sonrisa se formara en su rostro: —¿Sabes? Me alegra ver que estás de vuelta. Te extrañe mucho.

—Yo también a ti.—Declaró Damar— No sabes cuanto...—Musitó.

Fue así como la castaña depositó su cepillo de cabello en el mueble.

—¿Por qué Takeru se fue de esa manera?

Rika hizo una mueca: —Por Hikari.—Respondió— Ella no tuvo buena reacción al reencontrarse con mi tío.

—¿Por qué?

—No lo sé.—Respondió—Hikari actúo como si...—Habló Rika— Como si no quisiera que él estuviera ahí.

Damar hizo una mueca: —Me recuerda a alguien ¿e?—Comentó— A otra persona que actúo como si, no quisiera que otro chico de ojos azules estuviera ahí.

¿Qué?

—La tensión entre Ryo y tú pasó de ser químicamente atrayente, a ser horriblemente repelente.—Musitó la castaña.

Rika hizo una mueca.

—Él no quiso verme primero, recuerda que se fue.—Declaró.

—Pero luego se encontraron frente a frente.—Respondió Damar— Y ninguno fue capaz de decir algo más.—Comentó— Disculpa por mencionarlo, no quiero presionarte, pero ¿no me habías dicho que las cosas entre ustedes estaban bien y que el por el entorno tuvieron que separarse?

—No es que no quisiera.—Respondió la pelirroja— Simplemente verlo ahí fue...—Se mordió el labio inferior— Extraño.

—Me imagino.—Habló la castaña—Pero ¿no te dio ganas de correr a abrazarlo? Digo ¡hace tiempo no se ven!

Rika se mordió el labio inferior: —Por favor, no quiero hablar de eso.

Damar hizo una mueca ante esto.

Era evidente que su amiga estaba luchando internamente con sus propios sentimientos, lo cual no era poco, prácticamente la obligaron a olvidarse de Ryo, pero ella jamás quiso que así fuera.

—Dejemos de hablar de mi situación con Ryo ¿sí?—Comentó Rika y dirigió su mirada hacia el escritorio de su amiga en donde habían unas hojas—¿Qué es esto?—preguntó— ¿Una nueva canción?

—Algo así.—Respondió la castaña—Es un intento de canción.

—¡A ver!— Musitó la pelirroja— Quiero escuchar.

Damar sonrió.


Finalmente, la noche cayó en la ciudad y con ello, el plan de Sora estaba en marcha. La noche era silenciosa, apenas interrumpida por el leve susurro del viento. Sora apretaba el sobre que había recibido en su mano mientras se dirigía al patio de su casa. Su respiración era un eco en la oscuridad, y su corazón latía con fuerza mientras sacaba el celular del sobre para revisar el video una vez más.

En la pantalla, Layla aparecía con una pala en la mano, sus movimientos cuidadosos pero claramente nerviosos. La luz de la cámara capturaba cómo escarbaba en un rincón específico del jardín. Sora retrocedió el video varias veces, memorizando cada detalle: la posición de la maceta, el árbol cercano, y el lugar exacto donde Layla había detenido su labor.

—¿Qué escondiste aquí, Layla? —murmuró Sora, apagando el celular y deslizándolo en el bolsillo de su chaqueta.

Con una pala improvisada, que había sacado de la despensa momentos antes, Sora se dirigió al rincón del patio que coincidía con el video. El frío nocturno calaba en sus huesos, pero no tenía tiempo para preocuparse por eso. Bajo la tenue luz de la luna, comenzó a escarbar, tal como Layla lo había hecho.

La tierra estaba húmeda y blanda, lo que facilitaba el trabajo. A cada golpe de la pala, su mente se llenaba de preguntas. ¿Por qué Layla habría enterrado algo aquí? ¿Qué podría ser tan importante como para justificar esta extraña escena?

Tras unos minutos de esfuerzo, la pala golpeó algo sólido. Sora se detuvo, su pecho subiendo y bajando rápidamente. Apartó la tierra con las manos, desenterrando lo que parecía ser una caja metálica sellada.

—No puede ser... —susurró, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.

Con cuidado, levantó la caja y la colocó sobre el césped. La superficie estaba fría al tacto, y aunque no había cerradura visible, el mecanismo de apertura parecía simple. Conteniendo el aliento, Sora levantó la tapa.

Dentro de la caja había un frasco pequeño con un polvo blanco cristalino.

"Flakka (alfa-PVP)"

Sora retrocedió, su mente intentando procesar lo que estaba viendo. Era una droga potente y peligrosa, y encontrarla allí solo confirmaba las implicaciones del video y el contenido del sobre.

Volvió a abrir el sobre para leer las instrucciones nuevamente:

"El examen forense fue falso. Esos exámenes que entregaron a tu familia decían que Satomi murió por una sobredosis extrema de cocaína porque llevaba semanas ingiriendo sustancias, pero la verdad es que no murió por una dosis extrema. El frasco con cocaína encontrado en su habitación fue una pantalla, no tiene las huellas de Satomi. Layla, tu empleada, en los últimos días le ingresó unas fuertes dosis de Flakka en sus comidas."

Sora apretó los puños, su mente llena de ira y confusión.

—Esto no puede ser... —susurró, sintiendo una mezcla de incredulidad y furia.

Necesitaba pruebas sólidas. Tenía que confirmar lo que decía esa carta. ¡Necesitaba nuevos exámenes forenses!

La verdad estaba comenzando a salir a la luz, pero el peso de lo descubierto era casi insoportable. Layla no era quien parecía ser, y Sora estaba más decidida que nunca a desenmascararla.


El sol comenzaba a filtrarse débilmente a través de las cortinas del departamento de Hikari, iluminando tenuemente la habitación. La joven estaba sentada en el sofá, envuelta en una manta, mirando al vacío. Sus ojos seguían hinchados por las horas de llanto y miedo, y a pesar de estar en un lugar seguro, su mente no lograba calmarse. Cada vez que intentaba dormir, las imágenes de lo que había vivido la volvían a acosar, y su cuerpo respondía temblando involuntariamente.

Takuya estaba frente a ella, observándola con una mezcla de preocupación y tristeza. Había insistido en que le contara lo que había sucedido, pero cada vez que lo intentaba, Hikari solo lo miraba con una expresión perdida, como si no pudiera encontrar las palabras adecuadas para describir lo que había vivido.

—Hikari… —comenzó Takuya, su voz suave, pero cargada de una tensión que no podía ocultar—. ¿Puedes decirme qué pasó? ¿Cómo… cómo terminaste en esa situación?

Hikari no respondió inmediatamente. Sus ojos, que antes se veían llenos de angustia, ahora parecían apagados, como si no tuviera fuerzas ni para pensar en lo que había sucedido. Takuya repitió la pregunta, su tono más preocupado.

—Hikari, por favor… necesitamos entender qué pasó. Si no lo dices, no podemos ayudarte.

La joven apretó la manta alrededor de sus hombros y cerró los ojos, como si intentara bloquear las palabras de Takuya. Sabía que él solo quería ayudar, pero todo lo que había vivido la había dejado tan marcada que simplemente no podía hablar de ello. Recordar lo que había pasado la hacía sentir más vulnerable aún, y lo último que quería era preocupar más a Takuya.

—No quiero hablar de eso —respondió finalmente, su voz quebrada y apenas audible.

Takuya la observó en silencio, sus ojos llenos de preocupación. Se sentó a su lado, sin presionarla, pero con una firmeza que reflejaba su deseo de ayudar.

—Hikari, yo solo quiero saber que estás bien. No tienes que contarlo todo, solo… lo que quieras. No te presionaré, pero por favor, sabes que no estás sola, ¿verdad? Estoy aquí para ti.

Ella levantó la mirada por un momento, encontrándose con los ojos de Takuya. La tristeza que reflejaban la hizo sentirse aún más culpable por no poder responder a sus preguntas. Su primo no merecía verla tan destruida, pero no podía evitarlo. La idea de revivir todo lo que había pasado la llenaba de terror.


Ryo se encontraba en su habitación, ultimando los detalles antes de salir. Había decidido aprovechar las horas antes de que comenzara su clase en la universidad para repasar algunos apuntes. La mañana estaba tranquila, con la luz suave filtrándose a través de las cortinas, creando un ambiente perfecto para estudiar. Había dejado su mochila lista junto a su escritorio, y mientras se dirigía hacia la puerta para salir, pensó que ya era hora de poner en práctica su plan de organización.

Abrió la puerta con la intención de ir al pasillo, pero al hacerlo se detuvo en seco al ver a Mimi de pie frente a él. Su hermana estaba allí, con una expresión algo sorprendida en el rostro.

—¡Vaya! —exclamó Mimi con una sonrisa burlona—. Al parecer, tenemos conexión.

Ryo frunció el ceño, sintiendo una ligera incomodidad al verla allí. No esperaba encontrarla, especialmente no tan temprano en la mañana. Su rostro, sin embargo, se mantuvo sereno, aunque la sorpresa no pasó desapercibida.

—No sabía que estabas aquí —respondió Ryo, con tono neutral, como si el hecho de que su hermana estuviera frente a él no fuera algo que debería sorprenderle tanto.

Mimi hizo un gesto con la mano, como si estuviera a punto de tocar la puerta antes de que Ryo la abriera. La escena le pareció irónica, pero no dijo nada al respecto. En su lugar, le dirigió una mirada directa.

—Estaba a punto de tocar —dijo Mimi, su tono ligeramente despreocupado pero cargado de una sensación de tensión no resuelta.

Ryo hizo una mueca, no muy convencido con la situación. No le gustaban las sorpresas, especialmente cuando involucraban conversaciones que aún no sabía cómo manejar. Alzó una ceja, mirando a su hermana con curiosidad.

—¿A qué vienes? —preguntó Ryo, sin moverse del umbral, manteniendo cierta distancia, como si esperara que Mimi fuera directa.

Mimi dejó escapar un suspiro, mirándolo de manera decidida. No parecía estar de humor para rodeos. Cuando Ryo la invitó a pasar con un gesto de la mano, ella entró, no sin antes hacer un pequeño movimiento con la cabeza, como si tratara de ordenar sus pensamientos antes de hablar.

—Vengo a hablar contigo —respondió Mimi, su tono más serio de lo que Ryo esperaba. Su rostro mostraba un atisbo de arrepentimiento, y aunque intentaba ocultarlo, la mirada que le dirigió fue lo suficientemente sincera como para que Ryo notara que algo había cambiado.

Ryo observó a su hermana por un momento, sin decir nada, antes de hacer un leve movimiento con la mano hacia el asiento cerca de su escritorio. Mimi se acomodó, pero la incomodidad en el aire era palpable. Ryo cerró la puerta suavemente, aún observando con cautela a su hermana.

—¿Qué quieres hablar? —preguntó, esta vez con un tono un poco más suave, como si la situación hubiera dado un giro que no esperaba.

Mimi miró al suelo por un segundo, dudando antes de levantar la vista. Luego, sin más rodeos, le dirigió una mirada llena de sinceridad.

—Vengo a pedirte perdón —dijo, su voz un tanto quebrada, como si le costara mucho decir esas palabras. A Ryo le sorprendió la gravedad en su tono—. Odio estar peleada contigo, Ryo.

Las palabras flotaron en el aire entre ellos. Ryo se quedó en silencio por un momento, procesando lo que acababa de escuchar. No era lo que había esperado, especialmente después de todo lo que había pasado entre ellos en los últimos meses. La tensión que siempre había existido entre él y Mimi parecía haber encontrado finalmente una grieta, pero ¿era suficiente para sanar lo que se había roto?

—¿De verdad estás hablando en serio? —Ryo preguntó, sin poder ocultar la incredulidad en su voz. Había escuchado disculpas antes, pero no estaba seguro de si esta vez sería diferente.

Mimi asintió, su rostro ahora mostrando la sinceridad que Ryo necesitaba ver para creerla. Era claro que estaba arrepentida, pero Ryo aún tenía sus reservas. Había demasiadas cosas sin resolver entre ellos, demasiadas heridas que, aunque quizás no estaban a la vista, seguían abiertas.

—Sí —respondió Mimi, sin apartar la mirada de él—Entiendo que para ti haya sido difícil verme en...—Hizo una mueca— Esa situación con Yamato.

—No, no lo fue.

—No puedo evitar preocuparme —admitió Ryo, pasando una mano por su cabello con frustración—. No quiero que caigas en eso de nuevo, Mimi. No quiero verte atrapada en ese mundo.

Mimi suspiró, dejando escapar una pequeña risa nerviosa, como si estuviera luchando con sus propios pensamientos. Se levantó del asiento y comenzó a caminar por la habitación, buscando las palabras correctas para hacerle entender.

—Sé que no lo entiendes, pero te prometo que ya no soy la misma. Ya no soy esa chica que se dejó llevar por las promesas vacías de Yamato. Esta vez, lo que hago tiene un propósito.

Ryo la observó en silencio, sus ojos reflejando el conflicto interno que sentía. No podía evitar recordar las veces en que Mimi había caído en la trampa del sultán, y aunque parecía más segura de sí misma, aún quedaba esa sensación de que algo podría romperse nuevamente.

—No sé si lo creas, pero estoy haciendo esto por mí —continuó Mimi, girándose hacia él con la mirada decidida—. No voy a volver a enamorarme de él, si eso es lo que te preocupa. Lo que quiero es terminar lo que comencé, y eso no incluye sentir nada más por Yamato.

Ryo frunció el ceño, claramente aún escéptico.

—Pero... —comenzó, aunque no estaba seguro de cómo articular lo que sentía. — Es peligroso. Estás jugando con fuego, Mimi. Y ya sabes lo que pasa cuando te acercas demasiado.

Mimi dio un paso hacia él, sus ojos fijos en los de su hermano.

—Lo sé, Ryo. Lo sé mejor que nadie. Pero estoy dispuesta a arriesgarlo todo. Esta vez lo hago por mí misma. No me importa lo que pase con Yamato, ni con Sora, ni con nadie más. Solo quiero que lo entiendas.

Ryo la miró por un largo momento, sintiendo la tensión en el aire, la mezcla de incertidumbre y la resolución en la voz de Mimi. Finalmente, dio un paso atrás, dejándola hablar, aunque aún no estaba completamente convencido.

—Está bien —dijo, aunque su tono no era completamente confiado—. Pero no quiero que termines en una situación que no puedas controlar, Mimi. No quiero perderte.

Ella lo miró con una expresión que parecía comprender completamente el peso de sus palabras. Luego, sin decir más, asintió.

—No me perderás.—Mimi se acercó a él— Si volví fue para nunca más separarnos. Y eso es algo que prometeré.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo.—Respondió la castaña antes de abrazarlo—Pero necesito que confíes en mi.

Ryo le correspondió el abrazo: —Está bien. Confiaré en ti.

Mimi sonrió y se alejó de su hermano para observarlo de frente.

—Disculpa que te pregunta, pero ¿supiste lo que sucedió con Hikari?—Preguntó Mimi.

El Akiyama alzó una ceja: —¿Te refieres a la desaparición?

La castaña asintió.

—¿Cómo lo supiste?—Preguntó Ryo.

Mimi se mordió el labio inferior.

—Es una larga historia.—Comentó— Lo que necesito saber es si ¿ella está bien?— Habló— ¿Sabes algo de ella?

Ryo asintió— Sí.—Respondió— Ayer la fui a ver cuando apareció.

—¿Y?—Preguntó Mimi—¿Qué dijo?

—Nada.—Contestó el Akiyama— Solamente se guardó silencio. Parecía muy afectada. Pero no sabemos que le sucedió.

Mimi se mordió el labio inferior y bajó la mirada preocupada.

—¿Por qué me preguntas por ella?— Preguntó Ryo.

—Porque estoy preocupada por ella, debido a todo esto de la desaparición, me daba pánico pensar en que le sucediera algo, considerando que, es lo único que queda de Taichi.—Comentó la oji-miel.

No le sorprendía aquello, después de todo, Mimi siempre le tuvo un aprecio especial al Yagami.

—Ryo, ¿puedo pedirte un favor? —dijo Mimi, con una leve vacilación en su voz que hizo que Ryo levantara una ceja.

—¿Un favor? —respondió él, mirando a su hermana con una mezcla de curiosidad y desconcierto.

Mimi asintió, su expresión se volvía más seria. Parecía que estaba luchando con algo que no quería compartir, pero finalmente habló:

—Quiero que me acompañes y me ayudes... —dijo con tono decidido, pero sus ojos mostraban una sombra de duda—. Necesito ir al departamento de Hikari y Takuya.

Esto sorprendió aún más a Ryo, quien frunció el ceño al escuchar el nombre de Takuya. No entendía por qué su hermana querría ir allí.

—¿Por qué? —preguntó, el desconcierto claramente reflejado en su rostro.

Mimi se mordió el labio inferior, como si estuviera sopesando sus palabras. Finalmente, suspiró y miró a Ryo con una intensidad que no le había mostrado antes.

—Porque necesito ver a Hikari, quiero saber como está, como se siente y también... —su voz tembló ligeramente, pero lo siguió—. Necesito ver a su primo.

Ryo frunció el ceño con aún más intensidad. Hikari y Takuya. La combinación de esos dos nombres en la misma frase le pareció extraña, especialmente cuando lo dijo de esa manera. ¿Qué podría estar pasando?

—¿A Takuya? —preguntó, sin poder ocultar el asombro en su tono.

Mimi asintió lentamente, mirando a Ryo de manera fija. Había algo en su mirada que indicaba que había mucho más detrás de esa petición, algo que ella aún no estaba dispuesta a revelar por completo.

—¿Por qué? —preguntó nuevamente Ryo, sintiendo que la situación se volvía más confusa con cada palabra que salía de la boca de su hermana.

—Necesito tomarle una muestra.

—¿Una muestra?

Mimi asintió.

—¿Por qué?— Cuestionó el oji-azul— ¿Hizo algo?

—No.—Negó Mimi.

Mimi dudó, sus ojos miraron al suelo por un momento antes de volver a levantar la vista. Se acercó un poco más a él, como si necesitara estar cerca para decir lo que estaba por decir. Finalmente, con un susurro apenas audible, habló.

—Ryo… ¿puedes guardar un secreto? —preguntó, su tono grave y serio.

El Akiyama la miró fijamente, sin dudar en lo más mínimo.

—Claro que sí —respondió, su voz firme y confiable.

Mimi respiró hondo, como si tomara valor para decir lo siguiente. Se adelantó y, en un susurro bajo, reveló su inquietud.

—Sospecho que Takuya es el hijo muerto de Sora y Taichi… —dijo, cada palabra cargada de una mezcla de incredulidad y angustia.

Ryo la miró fijamente, sin poder procesar lo que acababa de escuchar. No podía ser. ¿Takuya, el primo de Hikari, el joven que había conocido, realmente podría ser el hijo perdido de Sora y Taichi?

—¿Qué? —su voz se quebró por la sorpresa—. ¿Estás segura de eso?

Mimi asintió lentamente, pero su mirada no dejaba espacio para dudas. Había algo en su postura, en la manera en que lo decía, que hacía que la idea no pareciera tan descabellada.

—Lo sospecho, porque ocurrieron una serie de cosas —confesó Mimi, su tono lleno de incertidumbre—. Y hay algo en él… algo que no me cuadra. Y tengo la sensación de que hay más de lo que nos han contado.

Ryo se quedó en silencio, procesando las palabras de Mimi. Todo parecía girar en torno a un misterio aún más grande, uno que lo conectaba con el pasado de una manera que nunca había imaginado.

—Mimi eso es...

—Imposible.—Comentó Mimi— ¡Lo sé! Koushiro me lo dijo. Pero yo estoy segura que ese chico es el hijo de Taichi y Sora.

La forma en que lo decía a Ryo le sorprendía.


Mientras tanto en la mansión Ishida, Takeru estaba sentado en el borde del sofá, con el celular en la mano, mirando la pantalla con desesperación. Los mensajes sin respuesta y las llamadas rechazadas eran un recordatorio constante de la distancia que ahora existía entre él y Hikari.

—¿Por qué no me contesta? —murmuró, pasando los dedos por su cabello rubio, ya desordenado por el estrés.

Desde el rincón opuesto de la habitación, Izumi lo observaba en silencio. Su hermano mayor siempre había sido fuerte y confiado, pero ahora parecía una sombra de sí mismo, consumido por la incertidumbre. Finalmente, dejó de observarlo desde la distancia y se acercó, sentándose a su lado.

—Takeru, tienes que calmarte. —Su voz era suave pero firme, una mezcla de empatía y autoridad.

—¿Cómo quieres que me calme, Izumi? —respondió él, sin apartar los ojos del celular—. Hikari no me ha contestado en todo el día, ni siquiera un maldito "estoy bien". ¡Nada!

Izumi suspiró y tomó el celular de sus manos, colocándolo sobre la mesa.

—Escúchame, Hikari está pasando por algo difícil. Lo sabes. Vivió una situación que habría dejado marcada a cualquier persona. Necesita tiempo para procesar lo que ocurrió.

—¿Tiempo? —replicó Takeru, casi con un tono de incredulidad—. Izumi, ¿viste cómo me miró ayer? Esa mirada… —Se interrumpió y se frotó las sienes, como si intentar recordarlo le causara dolor—. Fue como si me tuviera miedo.

Izumi asintió lentamente, intentando encontrar las palabras correctas.

—No creo que te tenga miedo a ti, Takeru. Creo que tiene miedo de lo que pasó. Esa mirada que tanto te atormenta no es personal. Está enfrentando algo que probablemente ni siquiera entiende del todo.

Takeru dejó caer la cabeza entre sus manos, tratando de calmar la oleada de emociones que lo embargaban.

—¿Cómo puedo ayudarla si ni siquiera me deja acercarme? —preguntó con la voz rota.

Izumi le puso una mano en el hombro, apretándolo con suavidad.

—A veces, ayudar significa dar espacio. Yo sé que quieres estar ahí para ella, pero tienes que hacerlo a su manera, no a la tuya. Dale tiempo. Cuando esté lista, te buscará.

—¿Y si no lo hace? —preguntó Takeru, con los ojos cargados de angustia.

—Lo hará, Takeru. Lo sé porque ella también te quiere. Pero el amor no siempre es suficiente para sanar de inmediato. Hikari necesita tiempo y tú también. Usa este momento para estar listo cuando ella lo esté.

La habitación cayó en un silencio pesado, solo interrumpido por los sonidos lejanos de la calle. Takeru asintió finalmente, aunque su expresión seguía reflejando dolor.

—¿Y si hago algo? Algo pequeño, como enviarle una carta o dejarle algo que le recuerde que estoy aquí…

Izumi lo miró con una mezcla de ternura y paciencia.

—No creo que sea una mala idea, pero no lo hagas con la expectativa de que responda enseguida. Hazlo porque quieres que sepa que la apoyas, aunque quiera estar sola.

Takeru se quedó mirando el celular sobre la mesa, sus pensamientos un torbellino de dudas, amor y miedo. A pesar de todo, las palabras de Izumi le habían dado una pequeña chispa de esperanza.

—Gracias, Izumi. De verdad.

Izumi le sonrió y le dio una palmada en la espalda.

—Para eso estoy aquí. Ahora, ven. Necesitas comer algo y despejarte un poco. Estar todo el día pegado al celular no te ayudará ni a ti ni a ella.

Takeru dejó escapar una risa suave y amarga mientras se levantaba.

—No sé qué haría sin ti, Izumi.

—Créeme, yo tampoco lo sé. Pero por suerte, no tendrás que descubrirlo.

Ambos salieron de la habitación, dejando atrás el celular y, por un momento, las preocupaciones que lo habían consumido. Aunque el camino para recuperar a Hikari parecía incierto, Takeru decidió aferrarse a la fe de que algún día volverían a encontrarse en el mismo punto, con las heridas del pasado transformadas en un puente hacia un futuro mejor.


Hikari estaba sentada en el sofá de su departamento, con las piernas cruzadas y un pequeño recipiente de agua tibia en la mesa frente a ella. Sus manos temblaban mientras intentaba limpiar sus uñas, llenas de arena y tierra, un recordatorio constante de lo que había sucedido. Sus dedos estaban arañados, y pequeñas heridas alrededor de sus cutículas dolían con cada movimiento.

El esfuerzo por retirar la suciedad la hacía apretar los labios con frustración, mientras el dolor se mezclaba con su desesperación interna. Las lágrimas acumuladas en sus ojos amenazaban con caer nuevamente. Todo parecía desmoronarse a su alrededor.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó Takuya, apareciendo en el umbral del salón, con una expresión de sorpresa y preocupación. Hikari no había notado que él estaba allí.

Ella levantó la vista lentamente, sus ojos rojos y su rostro marcado por el cansancio emocional.

—Nada… —respondió, su voz apenas audible mientras bajaba la mirada de nuevo hacia sus manos.

—Eso no es "nada". —Takuya se acercó y se sentó a su lado, inclinándose ligeramente para ver mejor sus manos—. ¿Qué le pasó a tus uñas?

Hikari suspiró profundamente y, tras un momento de duda, extendió las manos hacia él. Sus uñas, usualmente impecables, ahora estaban rotas, cubiertas de arena y con pequeñas manchas de sangre seca en los bordes. Takuya frunció el ceño al ver el estado en que estaban.

—¿Dónde estabas? —preguntó con seriedad, su tono cargado de preocupación—. ¿Cómo te hiciste esto?

—No quiero hablar de eso —respondió Hikari, retirando sus manos rápidamente y volviendo a su tarea de intentar limpiarlas.

—Hikari, esto no es normal. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

Hikari cerró los ojos con fuerza, intentando contener las lágrimas que ya comenzaban a rodar por sus mejillas.

—¡Por favor, no me preguntes! —exclamó, su voz quebrándose al final—. Takuya… te lo ruego.

Takuya la miró en silencio por un momento, el conflicto evidente en su rostro. Quería respuestas, quería entender qué estaba pasando, pero también sabía que Hikari estaba al límite. Finalmente, suspiró y asintió con la cabeza, resignándose.

—Está bien, no diré nada más —murmuró, aunque la preocupación no desapareció de su rostro.

Hikari intentó continuar limpiando sus uñas, pero sus manos seguían temblando. Cada vez que el cepillo tocaba una herida, hacía una mueca de dolor, pero no se detenía. Sus movimientos eran torpes, y la frustración se acumulaba rápidamente.

—¡Esto es ridículo! —exclamó de repente, dejando caer el cepillo en el agua con un sonido seco. Sus hombros temblaban mientras llevaba las manos a su rostro—. Me costó tanto pagar esa hora en el estilista para tener unas uñas decentes… ¡y ahora míralas!

Las lágrimas fluían libremente ahora, mezclándose con las manchas de arena en sus mejillas. Takuya la observó, sus labios formando una línea tensa. No sabía qué decir, pero el dolor de Hikari era palpable.

—Son solo uñas, Hikari —dijo suavemente, intentando consolarla—. Se pueden arreglar.

Ella negó con la cabeza vigorosamente.

—¡No lo entiendes! No es solo eso… —murmuró, su voz ahogada por los sollozos.

Sentía ¡mucha frustración! Angustia, tristeza, odio...Demasiadas cosas.

Takuya se inclinó hacia ella y tomó suavemente sus manos, evitando las heridas.

—Tienes razón, no lo entiendo. Pero estoy aquí. Si necesitas algo, lo que sea… solo dime.

Hikari lo miró, sus ojos llenos de dolor y gratitud. Aunque no podía compartir lo que sentía, en ese momento, la presencia de Takuya era un ancla en medio de su tormenta.

Tras unos momentos de silencio, ella tomó el cepillo de nuevo, dispuesta a intentarlo otra vez. Takuya no se movió de su lado, simplemente permaneció allí, dándole el espacio que necesitaba, pero asegurándose de que supiera que no estaba sola.

El silencio en la habitación era denso, roto solo por el suave sonido del agua y el cepillo de Hikari rozando las uñas. Takuya permanecía a su lado, no por obligación, sino por el deseo sincero de estar allí para ella. Su presencia parecía calmar un poco la tormenta interna de Hikari, aunque ambos sabían que aún quedaba mucho por procesar.

De repente, el sonido de un golpe en la puerta los interrumpió, haciendo que Hikari se detuviera en su movimiento. Takuya se levantó rápidamente y se dirigió hacia la puerta, sin poder evitar la leve incomodidad que sentía por la interrupción en un momento tan delicado. Al abrirla, se sorprendió al ver a Ryo y Haruna de pie en el umbral.

—¡Oh! —Takuya exclamó, evidentemente sorprendido, al ver a ambos. No esperaba que alguien más viniera a visitar a Hikari, especialmente no en ese momento.

Haruna (Mimi) sonrió suavemente y saludó, mientras Ryo asintió con la cabeza, mostrando una expresión más seria.

—Hola, Ryo.—Mencionó a su amigo— Señorita Anderson.

—Hola, Takuya —dijo Mimi con su voz calmada, pero había una nota de preocupación en su mirada que no pasó desapercibida.

Takuya, aún sin terminar de procesar la sorpresa, los saludó de vuelta con un leve asentimiento de cabeza, aunque su tono reflejaba cierta inquietud.

—¿Qué hacen aquí? —preguntó, algo desconcertado. Su mirada se centró primero en Ryo y luego en Mimi, sin entender completamente por qué habían decidido visitar en ese momento.

Ryo, quien parecía más serio de lo normal, respondió con la calma que lo caracterizaba.

—Vinimos a ver a Hikari. ¿Podemos pasar? —dijo, como si fuera una pregunta retórica, pues ya había dado un paso adelante.

Takuya dudó por un momento, observando a los dos. Finalmente, hizo un gesto hacia el interior de la habitación, permitiendo que entraran.

—Claro —respondió, aunque todavía había una sombra de incertidumbre en su voz.

Mimi, al pasar, lanzó una mirada rápida a Hikari, quien, a pesar de su evidente tristeza, levantó la vista al escuchar sus voces. La tensión en el aire era palpable, y Takuya pudo ver cómo los ojos de su prima y Ryo se encontraban por un breve segundo.

—Buenos días, Hikari.—Musitó la mujer.

—¿Señorita Anderson?— La joven se sorprendió al verla.

—Hola.—Musitó la oji-miel.

—¿Qué hace aquí?— Preguntó Hikari sorprendida.

—Ryo me comentó que, vivieron una situación difícil.—Comentó Haruna—¿No?

Hikari hizo una mueca y Takuya asintió.

—S-sí...—Musitó— Fue una situación muy lamentable.

Mimi observó a Hikari con una expresión seria, su mirada no era de juicio, sino de preocupación genuina. Sabía lo difícil que había sido para la joven lidiar con la situación, pero el silencio de la habitación solo añadía más tensión al aire.

—Ryo me comentó que vivieron una situación difícil... —comentó Mimi, con voz baja, como si las palabras pudieran romper algo aún frágil—. ¿No es así?

Hikari, aunque sorprendida por la presencia de Mimi, asintió lentamente, su rostro aún marcado por la tristeza.

—Sí... —musitó Hikari, haciendo una mueca de incomodidad—. Fue una situación muy lamentable.

Takuya, de pie cerca de la puerta, observaba a su prima con una mezcla de preocupación y desconcierto. La atmósfera en la habitación era pesada, y él sabía que el tema que estaban tocando no era fácil de manejar para ninguno de ellos.

Haruna (Mimi) tomó un respiro profundo antes de continuar, buscando las palabras adecuadas para expresar lo que sentía.

—Si en algún momento necesitas ayuda... —dijo, suavemente, como si quisiera ofrecerle un respiro a Hikari—. Tal vez si quieres hacer una denuncia o algo por el estilo, podría... estar allí para apoyarte.

El ofrecimiento de Mimi estaba lleno de buenas intenciones, pero la reacción de Hikari fue inmediata. La joven levantó la mano con rapidez, su expresión se endureció y un leve temblor recorrió su cuerpo.

—¡No! —exclamó, y la firmeza de su voz sorprendió a todos en la habitación.

El ambiente se volvió aún más denso. Takuya miró a su prima con una mezcla de preocupación y confusión, mientras Ryo se mantenía en silencio, observando a Hikari con atención. Mimi, por su parte, estaba visiblemente sorprendida, pero también comprendía la reacción de la joven.

Hikari, sintiendo la presión de las miradas, hizo una mueca y aclaró su garganta antes de hablar nuevamente, esta vez con una voz más tranquila, pero aún llena de un dolor reprimido.

—No es necesario una denuncia —dijo, con un suspiro—. Estoy bien ahora, ¿vale? No quiero... Ya aparecí y eso es lo importante...

Ryo frunció el ceño, todavía no completamente convencido de la actitud de Hikari, pero entendía que no podía forzarla a hablar si no estaba lista.

—¿Estás segura? —preguntó, con suavidad, su tono cargado de una preocupación genuina. No era fácil para él ver a Hikari en ese estado, pero también sabía que, a veces, las personas necesitaban su espacio para sanar a su propio ritmo.

—Yo tengo influencias y puedo ayudarte.—Comentó Haruna.

Hikari asintió lentamente, mirando a Ryo a los ojos con una expresión seria, pero también con algo de tristeza en su mirada.

—Sí... —respondió, su voz casi un susurro—. Estoy segura.

El silencio se instaló de nuevo en la habitación, pero esta vez había una sensación más tranquila, como si las palabras y las miradas pudieran dar algo de consuelo, aunque no resolvieron todo lo que estaba pasando. Mimi, al ver la seriedad de la situación, dejó escapar un suspiro, entendiendo que Hikari no estaba lista para dar más detalles, pero aún así, estaba allí para lo que necesitara.

Takuya, en silencio, observaba la interacción entre los tres, notando que la situación aún estaba lejos de resolverse, pero por ahora, lo único que podían hacer era estar ahí, ofreciendo lo poco que podían para calmar la tormenta interna de Hikari.

—Está bien...—Respondió Haruna antes de abrir su bolso y un sobre— Bueno, ya que estoy aquí, quiero entregarte esto.—Se acercó a ella y se lo extendió.

Hikari observó este sobre sorprendida: —¿Qué es esto?

—Ábrelo.—Contestó la oji-miel.

La Kanbara alzó una ceja y totalmente desconcertada abrió el sobre dejando ver una especie de boleta...¿con el timbre de su Universidad?

—¿Qué es esto?

—Es la boleta del pago que hice a tu Universidad.—Respondió la castaña.

—¿Qué?— Hikari se sorprendió.

—Tu año universitario está pagado.

Esto sorprendió a los primos Kanbara.

—¿Pagado?—Preguntó Takuya.

Haruna asintió: —Sí.

—Pe-pero...—Hikari balbuceo—¿Por qué hizo eso?

—Porque creo que te lo mereces. Tomoko y Ryo me comentaron un poco de tu vida, me comentó la situación de tu familia y todo lo que has hecho por estudiar.—Habló la oji-miel— Lo cual me ha conmovido para darte una pequeña ayudita.

—Pe-pero señorita Anderson ¡esto es demasiado!

—¡Claro que no!— Exclamó Haruna— Para mi no lo es.—Declaró— Además, siempre hago este tipo de cosas ¿sabes? Tengo una asociación, que beca estudiantes de bajos recursos y buen rendimiento académico, Ryo me comentó que eres una de las mejores de tu generación.—Habló— Es por eso que me pareció darte el privilegio.

La oji-miel cruzó los dedos esperando sonar "convincente" Lógicamente no hacía esto porque tuviese una fundación, ni nada al respecto. Quería ayudar a Hikari, la hermana de Taichi, su mejor amigo al menos en algo pequeño como esto. Sí, era material, pero Mimi sabía que si Taichi estuviese aquí haría lo que fuera por ayudar a su hermana.

—¿E?— Balbuceo Hikari— N-no es necesario.

—¿Por qué no?— Preguntó la oji-miel.

—Porque yo no he postulado a algún beneficio o algo así.—Habló la Kanbara— Será extraño aparecer con dinero.

—¿Extraño? —Cuestionó la mujer Anderson—¡Claro que no! Yo esto lo hago con personas que lo necesitan y tú lo necesitas ¿no?

Takuya e Hikari intercambiaron miradas.

—Pero...

—¡Nada de peros!— Exclamó Haruna— Ya pagué el año, así que, no puedes rechazar el beneficio.

—Por favor, tómalo Hikari.—Rogó Ryo.

Hikari pasó su mirada por la mujer y luego por su amigo.

Hikari, que aún dudaba, pasó su mirada de la mujer a su amigo, como si tratara de sopesar sus opciones. La oferta de Mimi era difícil de rechazar, pero la joven no quería sentirse como una carga. Sabía que las intenciones de Mimi eran buenas, pero su orgullo aún luchaba con la idea de aceptar la ayuda de esa manera.

—No sé... —murmuró, su tono vacilante. Sus dedos jugueteaban con la tela de su camiseta, una clara señal de su incomodidad.

Mimi, viéndola vacilar, suspiró y dio un paso más cerca, inclinándose ligeramente hacia ella.

—Hikari, entiendo que puede parecerte raro, pero créeme, no hay nada extraño en aceptar ayuda cuando realmente la necesitas. No lo estás haciendo por ti misma, lo haces por las personas que te quieren y que están dispuestas a hacer lo que sea para que estés bien —dijo, con una sonrisa suave que mostraba su determinación de ayudar, aunque sabía que era un tema delicado.

Ryo, al ver la vacilación de Hikari, asintió con firmeza.

—Mimi tiene razón. No es algo de lo que debas sentirte mal. Lo importante es que te ayuden a pasar por esto. Todos necesitamos una mano de vez en cuando. Tómalo, por favor.

Hikari miró a Ryo, luego a Mimi, y finalmente volvió a mirar el suelo, contemplando la oferta. El silencio se hizo denso, pero las palabras de Ryo y Mimi resonaban en su mente. No se trataba de algo tan grande, era una ayuda concreta, algo que podía aliviar su carga, aunque fuera un poco.

Tras un largo momento, Hikari levantó la mirada y, con un suspiro resignado, habló.

—Está bien… lo aceptaré.—dijo, con una pequeña sonrisa en los labios, aunque la tristeza seguía presente en sus ojos.

Mimi, al escucharla, no pudo evitar sentirse aliviada, aunque sabía que no resolvería todo el dolor que Hikari sentía, pero al menos la joven aceptaba el gesto de ayuda, y eso era un primer paso.

—Gracias, Hikari —dijo Mimi con suavidad, aliviada de ver que Hikari aceptaba la ayuda, aunque no fuera fácil para ella.

Takuya observó todo en silencio, aún sin saber qué más decir.

Hikari, mirando nuevamente a Mimi y a Ryo, suspiró y les dirigió una mirada agradecida, aunque aún algo distante.

—Gracias… realmente. —Dijo, el tono con que las dijo mostraba la gratitud que aún le costaba expresar y unas lágrimas cayeron por sus ojos.


La cafetería de la oficina estaba inusualmente tranquila. Apenas se escuchaba el murmullo del agua corriendo en la cafetera mientras Nene y Kiriha preparaban sus respectivos cafés. Ambos parecían absortos en el proceso, pero sus sutiles sonrisas y las miradas fugaces que intercambiaban delataban algo más.

—¿Dormiste bien? —preguntó Nene con tono casual, pero sus ojos chispeaban de picardía.

Kiriha contuvo una risa, agitó el sobre de azúcar entre sus dedos y levantó una ceja.

—¿Qué crees?

Nene se mordió el labio para contener una sonrisa más amplia.

—No sé... Te veías bastante cómodo esta mañana.

Kiriha rió entre dientes, inclinándose ligeramente hacia ella.

—¿Y tú? Parecías una reina en ese sofá.

Nene se giró hacia él con una mezcla de diversión y coquetería.

—Tal vez porque lo era. ¿Quién dice que no me merecía un trato especial?

Kiriha dejó de revolver su café y la miró directamente.

—Oh, definitivamente te lo merecías. Pero tengo que admitir algo...

Nene arqueó una ceja, acercándose un poco más a él.

—¿Qué cosa?

Kiriha sonrió y bajó la voz.

—Eres peligrosa.

Nene soltó una risita, claramente disfrutando del juego.

—¿Por qué? ¿Porque hago esto? —preguntó mientras estiraba la mano y le robaba el sobre de azúcar que él tenía en la mano.

Kiriha fingió indignación, pero no pudo evitar reírse.

—¡Oye! Eso es mío.

Ella sacudió el sobre frente a él y, antes de que pudiera reclamarlo, vertió el contenido en su café.

—Ahora es mío.

Ambos rieron, y la tensión entre ellos se volvió palpable. La cercanía, las miradas, y la risa compartida creaban una atmósfera eléctrica.

De repente, Nene dejó su taza en la barra y se inclinó hacia Kiriha, mirándolo con una mezcla de desafío y ternura.

—¿Sabes qué más es mío?

Kiriha apenas tuvo tiempo de procesar la pregunta antes de que Nene se acercara y lo besara rápidamente. Sus labios se encontraron en un gesto fugaz pero lleno de intención.

Kiriha se congeló por un momento, sorprendido. Se apartó ligeramente, mirando alrededor con nerviosismo.

—¡Nene! ¡Aquí no!

Ella soltó una risa suave, completamente despreocupada.

—Oh, vamos, Kiriha. Nadie viene a la cafetería a esta hora.

Él cruzó los brazos y la miró con seriedad, aunque sus labios temblaban, tratando de no sonreír.

—Eso no lo sabes. Además, si alguien entra, ¿cómo explicamos esto?

Nene dio un paso hacia él, acortando la distancia que él había intentado crear.

—Lo explicamos diciendo que dos adultos responsables estaban compartiendo un momento bonito. ¿Qué tiene de malo?

Kiriha suspiró, pasándose una mano por el cabello.

—Nene, ¿alguna vez piensas en las consecuencias?

Ella ladeó la cabeza, con una sonrisa traviesa.

—Todo el tiempo. Por ejemplo, ahora mismo estoy pensando en cómo voy a convencerte de que te relajes.

Kiriha la miró, claramente luchando entre la lógica y el deseo. Finalmente, dejó escapar una risa baja y negó con la cabeza.

—Eres imposible.

Nene levantó su taza de café y dio un sorbo, triunfante.

—Y tú me adoras por eso.

Kiriha negó con la cabeza, pero sus ojos brillaban con complicidad.

—¿Adorarte? Eso está por verse.

Sin previo aviso, Kiriha dejó su taza sobre la barra y se inclinó hacia Nene, acortando la distancia entre ellos hasta que sus labios se encontraron de nuevo. Esta vez, el beso fue más profundo, cargado de emociones que ninguno de los dos intentó disimular.

Ambos disfrutaron del beso, pero ignoraron completamente que, Yamato venía entrando en el lugar.

—Pero ¿qué rayos está ocurriendo aquí?— Preguntó el Ishida.


—Takuya.—La chica pronunció su nombre sorprendida.

—Hola Damar.—Respondió el moreno— Disculpa por molestarte.

—No me molestas.—Contestó la castaña.

—¿Estás ocupada?

Damar negó: —No, acabé de ordenar la cocina y justo me desocupé unos minutos antes de que tocaras.—Explicó rápidamente— Dime ¿a qué vienes? ¿sucedió algo?

—Vengo a agradecerles, a Taiki y a ti por haberme ayudado en la noche anterior a buscar a mi prima.—Comentó el moreno— Fue de mucha ayuda.

—No tienes que agradecernos.

—Claro que sí, apenas nos estamos conociendo y me ayudaron mucho en esa noche.—Comentó Takuya— Cualquier persona no hubiese hecho eso.

—Nosotros no somos cualquier persona...—Musitó Damar con una sonrisa amigable— Además, es lo mínimo que podíamos hacer, estabas preocupado por tu prima, era mitad de la noche ¡no te íbamos a dejar solo!— Habló—Como dijo Taiki, no te ibas a dar la espalda. Independiente de que nos hayamos conocido hace nada.

—Pocos lo hubieran hecho. Y lo agradezco de verdad.—Declaró el moreno.

—Lo bueno es que tu prima apareció ¿cierto?— Comentó la castaña.

Damar asintió.

—Debes estar feliz.

—Sí, lo estoy...—El moreno movió su cabeza—Pero, estoy preocupado.

—¿Preocupado?

—Hikari no quiere decir o explicar exactamente lo que le sucedió.—Comentó— Desde que llegó e intentado saber ¿qué le sucedió?

—Pero ella está callada.

Damar hizo una mueca: —¿Enserio?

Takuya asintió.

—Tal vez, hablarlo significa revivirlo.—Musitó la chica— Y por eso prefiere no decirlo.

—¿Tú crees?

—Sí.—Respondió la castaña.

Takuya asintió—Bueno, no quiero presionarla, pero su comportamiento me preocupa.—Declaró— Y es por eso que quería saber si ¿me puedes ayudar?

—¿Ayudarte?

—Sí, mira, yo no entiendo mucho que suceda con mi prima Hikari, pero está un tanto extraña.—Comentó— Sé colocó a llorar por sus uñas.—Hizo una mueca— Verás, no sé que le sucedió, pero se frustró por ellas.

Damar lo observó sin entender.

Takuya movió la cabeza: —Lo que quiero decir es que...Me gustaría saber ¿cuánto me cobrarías por una hora de manicure para mi prima?

—¿Quieres que le haga las uñas?

Takuya asintió: —Vi en tu folleto que haces manicure a domicilio con un precio accesible.—Comentó— Y me gustaría darle eso a mi prima. Verdaderamente no entendí si, se frustró con sus uñas porque verdaderamente odia verlas mal, o porque ocurrió algo más. Es por eso que me gustaría saber si ¿puedes darle una hora?

Aun no entendía porque le frustró el tema de sus uñas. Pero ¡fuese lo que fuese quería que estuviese feliz!

—¡Claro!— Exclamó Damar— Dime ¿cuándo quieres?

—Cuando tengas tiempo.—Declaró el moreno.

—Bueno.—Sonrió la chica— Te diré mi disponibilidad.


Hikari estaba completamente inmóvil, sentada junto a la ventana de su departamento, mirando al vacío. El sonido del mundo exterior parecía desvanecerse, y todo lo que podía escuchar era el retumbar de su propio corazón. Cada latido parecía una carga, una constante presión que le recordaba lo que acababa de vivir, lo que había perdido. El dolor era profundo, una punzada constante que no parecía querer irse.

Había pasado todo el día ahí, sin mover un dedo, sin querer enfrentarse a la realidad, ni siquiera a sí misma. La idea de salir, de enfrentarse al mundo, le parecía una tarea imposible. Estaba atrapada en su propio dolor, en sus propios pensamientos.

De repente, el vibrar de su celular la sacó de su trance. Su mirada, vacía y perdida, se dirigió hacia el dispositivo que reposaba sobre la mesa. El nombre en la pantalla la hizo contener la respiración.

Takeru.

Hikari cerró los ojos, una oleada de emociones la golpeó de inmediato. Recordó sus momentos juntos: las risas compartidas, los abrazos que la hacían sentir especial, el roce de sus labios en cada beso. Todo eso, todo lo que había sido tan real, ahora parecía como un sueño distante que ya no podía alcanzar. ¿Cómo podía alejarse de él después de todo lo que habían vivido?

Sus dedos temblaban mientras miraba el teléfono, indecisa. La lógica le decía que debía cortar todo contacto, que debía poner fin a todo aquello. El dolor de su corazón lo sabía, pero también lo entendía. Hacía mucho que no podía seguir viviendo con esa incertidumbre, con esa espera constante de algo que nunca llegaría. No podía seguir aferrándose a un amor que ya no podía ser.

Con una determinación que le dolió en lo más profundo de su ser, Hikari descolgó el teléfono, lo observó por un momento más, y sin decir una palabra, cortó la llamada.

Se abrazó a sí misma, las lágrimas comenzando a acumularse en sus ojos. Estaba decidida, sabía que debía alejarse de él, aunque lo amara profundamente. La distancia era la única solución, aunque su corazón se quebrara con cada segundo que pasaba sin él.

¿Cómo iba a olvidarlo?

No podía. No quería. Pero sabía que no tenía otra opción. Las sonrisas, los abrazos, los besos… todo estaba grabado en su alma, marcado con una intensidad que no podía borrar. Pero su mente le gritaba que lo hiciera. Debía hacerlo.

Justo cuando cerró los ojos, buscando calmar la tormenta interna que se desataba en su pecho, algo en su campo de visión la hizo abrir los ojos de golpe. Un auto gris. Estacionándose justo frente a su edificio. Su corazón dio un salto.

¡Oh no!

El pánico se apoderó de ella al ver la figura familiar descender del auto. Takeru. No podía ser… ¿Cómo había llegado hasta allí?

Hikari se levantó de un salto, pero el miedo la paralizó. No quería verlo. No podía enfrentarse a él.

El sonido de su celular volvió a llenar el silencio de la habitación. Su corazón latió con fuerza, y su mano tembló al tomar el teléfono. Volvió a mirar la pantalla, el nombre de Takeru le envió un mensaje.

(De: Takeru)
Hermosa, vine a verte. Estoy afuera.
Dime ¿Estás?

Sus ojos se cerraron por un instante, luchando contra el deseo de no responder, de no volver a caer. Pero sabía que ya no podía seguir huyendo. Debía enfrentar la realidad.

Con una respiración temblorosa, finalmente deslizó el dedo sobre la pantalla y temblando tecleo.

(De: Hikari)
Bajo enseguida.


La tarde era cálida, pero Takeru apenas lo notaba. Estaba de pie frente al edificio donde vivía Hikari, sosteniendo un ramo de rosas blancas y una pequeña caja de terciopelo azul en su bolsillo. El brillo de las luces de la calle se reflejaba en sus ojos llenos de emoción. Después de días sin saber de ella, finalmente había logrado que accediera a verlo.

Pasaron algunos minutos más antes de que la puerta principal del edificio se abriera. Hikari salió, envuelta en un abrigo que parecía más una barrera entre ella y el mundo. Su rostro estaba pálido, y aunque sus ojos siempre habían sido un faro de calidez para Takeru, ahora estaban apagados, como si estuvieran cargados de un peso invisible.

—Hikari. —La voz de Takeru se iluminó al verla, y comenzó a caminar hacia ella con una sonrisa. Extendió el ramo de flores y quiso darle un beso en la mejilla, pero Hikari se apartó ligeramente, evitando el contacto.

Takeru se detuvo, desconcertado.

—¿Estás bien? —preguntó, bajando el ramo lentamente.

Hikari no respondió de inmediato. En su lugar, cruzó los brazos sobre su pecho y miró hacia el suelo, incapaz de sostener su mirada.

—Takeru... tenemos que hablar. —Su voz era apenas un susurro, pero las palabras cayeron como un balde de agua fría.

El corazón de Takeru comenzó a latir con fuerza, como si presintiera lo que estaba por venir.

—¿Hablar? Claro, Hikari. Lo que quieras. —Intentó sonar despreocupado, pero la tensión en su tono lo delataba.

Ella levantó la cabeza, y sus ojos finalmente se encontraron. Había dolor en su mirada, una mezcla de tristeza y determinación que Takeru no entendía pero que lo inquietaba profundamente.

—Esto... esto no está funcionando, Takeru. —Hikari luchó por mantener la voz firme, pero le temblaba ligeramente.

Takeru dio un paso hacia ella, con las flores aún en la mano.

—¿Qué estás diciendo? —preguntó, tratando de procesar sus palabras—. ¿De qué hablas?

Hikari respiró hondo, reuniendo todas sus fuerzas.

—Lo que digo es que... no podemos seguir juntos. Somos de mundos diferentes, Takeru. Esto nunca debió pasar.

Takeru sintió como si el suelo se desmoronara bajo sus pies.

—¿Mundos diferentes? ¿De qué estás hablando, Hikari? —Su voz se llenó de incredulidad—. ¡Eso no importa! ¿Desde cuándo esas cosas te importan a ti?

—Importan ahora. —Hikari bajó la mirada, incapaz de sostener el dolor en los ojos de Takeru—. Esto no es lo correcto.

—¿Lo correcto? —repitió Takeru, soltando una risa amarga y nerviosa—. ¿Correcto según quién? Hikari, no puedes hacerme esto.

Ella se estremeció, pero permaneció firme.

—Es lo mejor para ambos.

—¿Para ambos? —Takeru alzó la voz ligeramente, sin poder contener la frustración—. ¿Cómo puedes decir eso? Hikari, te quiero. ¿Qué hay de lo que queremos nosotros?

Hikari cerró los ojos, como si esas palabras fueran un golpe directo a su corazón. Cuando los abrió, las lágrimas ya estaban acumulándose, amenazando con caer.

—A veces... el cariño no es suficiente.

Takeru retrocedió un paso, como si esas palabras lo hubieran herido físicamente.

—No lo creo. —Su voz se quebró—. Esto no tiene sentido, Hikari. Si hay algo más, si hay algo que no me estás diciendo, dímelo. Lo resolveremos juntos.

Ella negó con la cabeza rápidamente, casi desesperada.

—No hay nada más. Esto es lo que tiene que pasar, Takeru.

—No te creo. —Takeru dejó caer el ramo de flores al suelo, ignorando el frío que mordía sus manos ahora vacías—. Hikari, por favor, no hagas esto.

Pero Hikari ya había tomado su decisión. Dio un paso atrás, alejándose de él, aunque su corazón le suplicaba lo contrario.

—Adiós, Takeru.

Sin esperar una respuesta, Hikari se giró y comenzó a caminar hacia el edificio. Takeru permaneció inmóvil, mirándola con una mezcla de desesperación y dolor mientras desaparecía tras la puerta.

Por un momento, el mundo pareció detenerse. Takeru miró el ramo en el suelo y luego sacó la pequeña caja de su bolsillo. La abrió, revelando un delicado colgante en forma de estrella, algo que había elegido porque le recordaba la luz que siempre había visto en ella.

Pero esa luz, al menos para él, parecía haberse apagado.


Las puertas del edificio se abrieron con un suave sonido metálico, y Hikari entró corriendo, los ojos rojos de tanto llorar. Su corazón estaba destrozado, cada paso que daba era como una punzada, un recordatorio de lo que acababa de suceder. Había terminado con Takeru, y aunque sabía que era lo correcto, la angustia que sentía era insoportable. Las palabras de despedida se repetían en su mente, y no podía dejar de sentir que había perdido una parte de sí misma.

Sus lágrimas caían sin control mientras avanzaba hacia el pasillo, como si el dolor que llevaba dentro tuviera que ser liberado de alguna manera. No prestó atención a nada más a su alrededor, sus pensamientos estaban nublados, su cuerpo en automático. De repente, al dar un paso, tropezó con alguien. Su cuerpo se desestabilizó y cayó hacia adelante, pero antes de que pudiera caer por completo, la otra persona la sujetó firmemente.

—¡Lo siento! —exclamó Hikari, levantando la vista rápidamente, avergonzada por su torpeza, pero el sollozo en su voz era evidente.

La persona que la había sujetado la miró con una expresión de sorpresa y preocupación. Hikari no pudo evitar notar la suavidad de su toque y la calidez en sus ojos. Al levantar la vista completamente, se dio cuenta de que la joven que la sostenía no era otra que su nueva vecina, Damar.

—¿Estás bien? —preguntó Damar, su tono suave y lleno de preocupación, como si sintiera que algo más estaba sucediendo.

Hikari parpadeó, intentando recomponerse, pero sus lágrimas la traicionaron. La dolorosa presión en su pecho parecía multiplicarse a medida que Damar la observaba con una mirada tan genuinamente empática.

—S-sí… —logró decir Hikari, aunque su voz se rompió al final de la frase. No podía mentir, no podía decir que estaba bien cuando sabía que no lo estaba. Sus ojos se llenaron aún más de lágrimas, y por un momento, se sintió como si estuviera a punto de desmoronarse por completo.

Damar la observó por un momento, sin dejar de sostenerla suavemente. No parecía querer forzarla a hablar, pero el silencio entre ambas era palpable, una tensión que solo podía venir del dolor sin palabras. Hikari intentó apartarse, pero algo en la mirada de Damar la hizo quedarse quieta, como si esa presencia calmante fuera todo lo que necesitaba en ese instante.

—¿Quieres hablar? —preguntó Damar, su tono amable pero directo. Hikari negó con la cabeza de inmediato, sin poder procesar cómo expresar lo que sentía. No quería hablar de Takeru, no quería abrir esa herida, pero las lágrimas no dejaban de caer, como si cada una de ellas fuera un grito de auxilio que Hikari no sabía cómo articular.

—No… —susurró, temerosa de que sus palabras fueran una confesión que no estaba lista para admitir—. No sé qué hacer.

Damar no supo que más hacer y suavemente abrazó a la mayor.

—Tranquila, tranquila...—Musitó.


+Este fue el capítulo más difícil de escribir. Tenía ideas muy desordenadas. Y costó mucho ordenarme. Pero creo que quedó decente. No perfecto. Pero aceptable. Si hay alguna escena incompleta es por eso. Me costó mucho y al final solo quería subirlo.

BethANDCourt: ¡Hola! Mimi simplemente está dejando que su plan funcione "Enamorar a Yamato para alejarlo de Sora" y se dejó llevar, después de todo, es de carne y hueso. Aunque sí, Ryo tiene razón, debería ser más cuidadosa. Este misterio fue más fácil de descifrar jajaja Ya saben lo que hay en ese sobre: Un pendrive con una nota, en esa nota se le explicaba a Sora lo que sucedió con Satomi y en el pendrive hay un video evidenciando lo que la nota dice, esto es gracias a que Koushiro se infiltró en las cámaras de seguridad de la familia Ishida. Jajaja estuvo fuerte el enfrentamiento. La diferencia entre Hikari y Rika es que, Hiroaki sabe que, si Rika desaparece sus nietas van a sufrir y él no quiere hacer sufrir (Nene, su nieta favorita, adora a Rika) Al igual que Yamato y Takeru quienes harían todo por ella. Rika es lo único que Hiroaki respetó de Yamato. En cambio Hikari para él era prácticamente nadie. Con respecto a Kouji, entiendo el odio hacia él, pero en este caso ayudó. Quizás, en su relación con Izumi no es de lo mejor, pero, en general, no es mal chico. Pronto entenderán más cosas de este personaje. Tranqui, tranqui, todo viene de a poco. Espero que estés disfrutando de la historia tanto como yo al escribirla. Te agradezco sinceramente por tomarte el tiempo de leerla y compartir tus comentarios. Sería genial seguir contando con tu compañía en este recorrido. ¡Feliz nuevo año espero que este año te traiga muchos momentos felices y éxitos! Te envío un fuerte abrazo.