One Piece NO ME PERTENECE. Solo hago esto para su entretenimiento y mi diversión.


Chapter 3.0: Entrenar…para ser mejor.


Ser discípulo de Dracule Mihawk no era sencillo. Luego del mensaje de su capitán, Zoro se enfocó en volverse más fuerte. En no volver a repetir las devastadoras derrotas que tuvo en el pasado y jamás, defraudar a sus nakamas como lo hizo en Sabaody. Habían sido meses completos donde solo se detenía para comer y dormir. Además, le ayudaba a despejar la mente y no pensar en ella…en la arqueóloga a la que extrañaba con locura. Siempre supo que sentía algo por su compañera, lo que no sabía era la magnitud. Con la separación forzosa, le costaba admitir que era amor y nada de lo que había hecho funcionó para detener el sentimiento.

Extrañaba cada aspecto que en su momento consideró como cotidiano: sus lecturas bajo el sol, sus comentarios inteligentes, su humor negro y tétrico…Las ocasiones donde se besaron, se brindaron placer e intimaron lo perseguían cada noche cuando sus ojos se cerraban. Admitir que estaba enamorado fue sencillo en su momento, sentirlo era totalmente diferente. No se imaginaba con otra mujer en su vida que no fuese Robin, lo cual era significativo porque nunca imaginó que querría tener…pareja.

― ¿Quién lo diría? Eres capaz de enamorarte. ― la irritante voz de su compañera lo trajo nuevamente a la realidad. Perona lo observaba del otro lado de la mesa.

―No sé de qué hablas.

―Tienes más de media hora limpiando el mismo lugar de tu katana…Además, durante tus siestas, has tomado la costumbre de abrazar lo que te quede cerca como si fuese una persona. ― la joven torció la boca, al ocurrírsele una idea. ― ¿Por qué tanto misterio? ¿Estamos hablando de un "él"?

― ¡Claro que no!

― ¡Bájame el tonito, idiota! ¿Por qué te pones a la defensiva? ¿No te corresponde? ― Zoro bufó irritado. Trató de ignorarla, pero era obvio que no se iría sin una respuesta.

― ¿Y a ti qué te importa?

―Pues, por el chisme. No creí que fueras capaz de sentir algo como eso. Solo amas tus katanas. ― El espadachín trató de mantenerse al margen. Aun así, tenía una oportunidad de oro frente a él. No le gustaba demasiado la idea, pero no lo mataría intentarlo.

―Bueno…tú eres una chica, ¿cierto?

― Cuidadito con lo que le sigue a esa pregunta.

―No es eso, es que tal vez…me puedas ayudar a entender, ya sabes…una perspectiva femenina. ― no creía que su nivel de madurez fuese el mejor para dar un consejo, pero era una chica; era mejor que nada. ― Pues…las cosas estuvieron un poco raras, era como si…fuésemos una pareja, pero a la vez…ella no…

― Ella no estaba segura. Como que sí, pero no.

―Exacto…― La última vez que habló seriamente con ella fue cuando "discutieron". Tuvo contacto mínimo con él y no pudo encontrar oportunidad de secuestrarla amablemente y decirle todo lo que ella no le había permitido. Luego, todos fueron dispersados en el incidente del archipiélago. ―Siempre usa la excusa de la edad y de que no sé lo que quiero…

― Dime que es mayor o estarías cometiendo un delito. ― asintió. ― ¿Cuántos años de diferencia?

― Nueve. ― Perona frunció el ceño.

― ¿Y te hizo caso? ¿A ti?

― ¡¿Qué quieres decir con eso?!

― Nico Robin es demasiado madura para ti, sin contar que demasiada mujer.

― ¿Tú que…? ― se detuvo abruptamente. ― Nunca dije que fuese Robin.

― ¿Quién más podría ser? No eres sociable y siempre tienes mala cara. Para que algo de esto ocurra, debe ser con una persona en la que confíes: alguien de tu tripulación. Como es mujer, hay solo dos y ella, es la única que te lleva esa diferencia de edad. ― explicó como quien no quiere la cosa. ― ¿De verdad te crees listo para tener una relación con alguien como ella?

― No te entiendo.

― Pues… Ella se ve…inteligente, refinada, elegante, sabia, hermosa y tú…eres tú. ― Perona pudo ver cómo la molestia inundaba el rostro del espadachín. ― No puedes decirme que no lo has pensado… ¿Estás seguro que no confundiste un gesto amable?

―Estoy seguro. ― se limitó a responder. Era un caballero, no divulgaría intimidades con una dama. Ante el cambio de actitud en el chico, Perona asumió que se había pasado un poco de la raya.

― Bueno…entonces tienes tiempo para pensar qué hacer. Su capitán dijo dos años.

― ¿A dónde vas? ― preguntó al verla ponerse de pie.

― Voy a comprobar lo del altar que comentó Mihawk; quiero ver si realmente te muestra el pasado.

―Según recuerdo, se debe desear volver a ese momento con todo el corazón y como tú no tienes…

―Idiota…― murmuró, sin detener el paso. ― Por cierto…― Zoro se extrañó al ver que se detenía. ― Si de verdad ocurrió algo entre ustedes, tienes que tomar en cuenta que lleva 20 años como fugitiva del gobierno. No tiene tiempo para perder, si es que quiere ser feliz. Si no estás en paz con esa realidad, el menor de tus problemas será la diferencia de edad. ― Por primera vez en la conversación, Zoro escuchó coherencia, a pesar de que era un hecho del que estaba consciente.

― Eres ambicioso hasta para los asuntos del corazón. Enamorarte de la fugitiva más buscada por el gobierno…el demonio de Ohara― la voz de Mihawk no le sorprendió. Se había acostumbrado a que apareciese de la nada, sin previo aviso.

―No es un monstruo. Sé que lo sabes.

―Independientemente de la diferencia de edad, las mujeres han sido la inspiración de grandes guerreros. Si realmente es la mujer de tu vida, úsala como la razón para todo lo que haces. Eso te dará convicción, después de todo…un hombre sabe reconocer a su mujer cuando lo ve. ― contestó, ignorando su comentario anterior. No podía decir que no le sorprendió. Era la primera vez que le daba un consejo que no tuviese que ver con el entrenamiento o sus katanas. ― Cuando Perona termine, ve al altar e inténtalo.

― ¿Intentar?

― Ohara. Trata de ver Ohara, 20 años atrás. Necesitas entender si realmente, eres capaz de sobrellevar su carga.


Zoro nunca había creído en cosas paranormales hasta que comenzó su travesía con los Sombreros de Paja. Se dirigió al altar, unas dos horas después, para seguir las instrucciones de Mihawk. Lo tomó como una tarea más como parte de su entrenamiento. El famoso altar no era nada fuera de lo común, más allá de una enorme estrella plateada en el tope. Parecía un armario a medio abrir, lleno de moho y vida silvestre.

― Qué cosa más fea…― dejó salir por lo bajo. Dio un paso al frente; cerró los ojos y se concentró en la imagen de Robin. ― Ohara, 20 años atrás. ― se supone que la imagen de Robin serviría para llevarlo a esa época específica del tiempo. Para su sorpresa, al abrir los ojos, vio a una pequeña niña de cabello azabache. Parpadeó dos veces antes de caer en cuenta de que era su compañera cuando era una niña. ― ¿Robin? ― la niña no reaccionó a su llamado. Zoro comprobó que no podía verlo; poco después, comprobó que no podía tocarla.

Incluso antes de la Llamada Buster, la vida de Robin no fue fácil. Creció con precariedades, haciendo todo tipo de labores hogareñas que no debían recaer en una niña tan pequeña. La vio llorar un día de esos cuando su "familia" se fue a celebrar y la dejaron con una nota de que "no gastara mucha mermelada". La vio restregar el piso con lágrimas en los ojos. Su familia no la resguardaba y el pueblo le temía. Era triste de ver.

Lo fue aún más cuando vio el único momento de paz que tuvo cuando se volvió arqueóloga y conoció al gigante Saúl. Poco después, la Marina ordenó la llamada Buster, justo cuando se pudo reencontrar con su madre; el retrato de cómo se veía su Robin en la actualidad, con una tonalidad de pelo diferente. Zoro vio como la isla era destruida, vio como el barco de escape fue hundido, vio como ocurría una masacre…todo aquello lo vivió una Robin de tan solo ocho años. La vio escapar con la indirecta ayuda de Aokiji, y subir a esa balsa, presa del pánico y tratando de controlar las lágrimas y los temblores que recorrían su frágil figura. Una cosa era contarlo, otra era verlo y era peor de lo que las palabras podrían hacer justicia durante el relato.

Incluso si no podía verlo, se lanzó al mar, extrañándose de que el agua le mojara. Nadó por lo que le pareció una eternidad hasta que pudo subir a la balsa. Cuando esta dejó de balancearse por el cambio abrupto de peso, Zoro observó cómo Robin contuvo el aliento, en puro pánico. ― ¿Quién es usted? No…me lastime…― fue un impulso de lo más humanitario; ella necesitaba un abrazo.

Robin…mantente viva. Las cosas mejorarán…― luego de unos segundos, el cuerpo de la niña se relajó. ― Nosotros te estaremos esperando…

¿Nosotros? ¿Quiénes? ¿Quién es usted?

Alguien que esperará por ti

Zoro abrió los ojos para encontrarse nuevamente en la isla Kuraigana. Vamos, piensa en otra época; de todo lo que ha contado y nos hemos enterado. Bueno…West Blue, diez años atrás, Nico Robin. ― Para su sorpresa, funcionó. Frente a él, estaba una Robin de dieciocho años. Su imagen era bastante intelectual, una nerd como quisiera decirse. Estaba en una tienda, hablando con lo que él asumió era el dependiente.

Pero…he hecho mi trabajo como corresponde, incluso…

Robin…por el aprecio que te tengo, es lo mejor que puedo hacer. Es esto o entregarte a la Marina.

No tengo a dónde ir…

Lo siento… Te daré algo de dinero. ― era obvio que el señor no lo estaba haciendo por gusto y por eso asumía que Robin no había protestado más. ― Ahora, sal de la ciudad. Escuché que uno de los ancianos del pueblo te reportó a la Marina. Estarán aquí pronto. ― Zoro la siguió a través de las calles. Solo llevaba una mochila, con algo de ropa, el dinero y la comida que le habían brindado. Caminó a pie, día y noche, durmiendo en paradas de autobús o debajo de algún gran árbol que encontrara. Hasta que conoció a un tipo que no daba buena espina por donde se viese, pero la necesidad era grande.

Eran una banda de poca monta, de esas que hacían robos a personas adineradas. Su líder, un hombre larguirucho, bien entrado en sus 40s, la tuvo en la mira desde el principio. Según entendió, Robin era la encargada de mantener impecable la base de operaciones, pero las actitudes del hombre demostraban una muy oscura segunda intención y él sabía que Robin lo había notado, pero necesitaba techo y comida. Apretaba los puños al presenciar el acoso en primera mano. Escalaba cada vez más, y como le era posible, la arqueóloga trataba de ignorarlo, incluso cuando era descarado e íntimo.

Se suponía que él no podía intervenir en este plano, pero por lo que había pasado en la balsa, quiso intentarlo de nuevo cuando vio cómo el hombre iba con todas e intentaba forzarla. La había tomado desprevenida en su habitación mientras buscaba unas ropas. La arrojó a la cama y empezó a acariciarla. Zoro gruñó en furia cuando no se vio capaz de alejarlo; el truco no funcionó dos veces. Dadas las circunstancias, pensó que Robin no se defendería, pero estuvo en primera fila para ver como el cuello del hombre crujía bajo la fruta del diablo de la muchacha.

La defensa fue inconsciente ante la expresión de sorpresa y pánico de la arqueóloga. Temblaba, alejándose como podía del cuerpo del hombre, en shock. Zoro lo entendió; fue la primera vez que Robin asesinó a alguien. Fuese o no defensa propia, acababa de quitar una vida. Zoro mantuvo la mirada en la figura que de a poco, comenzaba a sollozar. En ese día lúgubre, a pesar de todo lo que estaba sintiendo, debía escapar nuevamente. La vio empacar sus cosas entre lágrimas y salir como alma que lleva el diablo del lugar.

Zoro volvió a su realidad, aún más contrariado que antes, pero aun no le parecía suficiente. No estaba seguro donde pasó lo que quería ver, pero intentaría con lo que tenía. ― Nico Robin, cuatro años atrás.

Estaba sentada debajo de un árbol, meciendo de manera ausente un pedazo de vidrio sobre su muñeca descubierta. Zoro tragó en seco ante el pensamiento que rondaba su mente. La mirada perdida de Robin frente a él era suficiente para saber que estaba a su límite. ¿Qué habría pasado previo a ese momento para tenerla en ese estado? Se sentía impotente al verla de esa manera; no era ni la sombra de la Robin que conocía.

Nico Robin. ― una figura detrás del árbol le llamó, sacándola del estupor y colocándola alerta. ― No soy del gobierno, puedes estar tranquila.

¿Quién eres?

¿Has escuchado hablar de los barrocos? ― Zoro suspiró ante las escenas que ocurrían frente a él. Especialmente, cuando la vio frente a Crocodile.

La famosa Nico Robin, que placer estar en presencia de la enemiga número uno del gobierno. He escuchado que estás buscando trabajo. ― Robin asintió suavemente, desconfiando, como debería, del hombre frente a ella.

Volviendo a su realidad, Zoro se mantuvo tranquilo, observando el altar frente a él. Entendía muchas de sus actitudes y se arrepentía de muchas otras que él tuvo en su momento con ella. Podía parecer sádico, imposible y hasta sin sentido, pero con todo lo que había visto, su deseo de acercarse era mayor. Robin era la definición más cercana de su mujer ideal: fuerte, atlética, inteligente, indomable… Cuando la volviese a ver, las cosas serían diferentes...No necesitaba más tiempo para pensar.

Sin embargo, aún le faltaba un momento en la historia por presenciar.