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—Ishigami Senku, esta falta de profesionalismo carece de elegancia.

Senku rodó las pupilas rojas por tercera vez al escuchar los reclamos de Xeno al otro lado de su smartphone.

Llevaba ya más de diez minutos de llamada mientras conducía, escuchando por qué haber cancelado la prueba era una falta de profesionalismo, una burla a todo el equipo de desarrollo de la máquina del tiempo, una falta de respeto al tiempo de los colegas que iban en camino... Ya había escuchado de todo, sobre todo después de que Senku le declaró la razón de la cancelación de la prueba.

Ir tras la leona.

Y Xeno seguía, y Senku ya consideraba la idea de colgar o silenciar la llamada.

—Esto se trata de la integridad científica. Cancelar la prueba sin motivo es un desperdicio de recursos y tiempo. Recursos y tiempo que podrían ser utilizados para salvar a la humanidad que se quedó atrás.

—¡Basta! —interrumpió Senku, exasperado—. Ya entiendo. Mi falta de profesionalismo es un ultraje a la humanidad, mi falta de elegancia es un crimen contra la ciencia... —Su voz se convirtió en una imitación sarcástica de Xeno—. ¡Sí, sí, lo sé! Pero, ¿sabes qué? La leona es más importante que eso. Así que, ¿puedo colgar ya? Tengo una leona que recuperar.

Xeno suspiró al otro lado de la línea. —Esta estrategia de ir por esa niña es torpe y carece de elegancia. Pero...

—... Pero, ¿qué? —volvió a interrumpir Senku, impaciente y exasperado de que Xeno no terminara con el regaño.

—No —respondió Xeno con cansancio—. Simplemente, reconozco que tu determinación es... intrigante. Pero no cambia el hecho de que estás cometiendo un error garrafal.

—Error garrafal —repitió Senku.—Tiemblo de miedo —dijo Senku con sarcasmo, rodando los ojos por cuarta vez. Por supuesto, que sabía todo lo que podría perderse cancelando esa prueba.

—Esto... esto es pura emoción.

—Emoción —volvió a imitar Senku, con una risa—. Diez billones de puntos para ti. Eso es lo que me había estado haciendo falta.

—La lógica y la razón son suficientes.

—No para mí, ya no.—dijo Senku, con una sonrisa.

Xeno suspiró de nuevo.

—Eres un científico, Senku. No un romántico.

—Podría ser ambos—replicó Senku ahora algo divertido por el nuevo rumbo de la conversación.

—Y te parece que es lo correcto ¿Dejar que tus emociones te guíen en lugar de la lógica?

—Estoy seguro al diez mil billones por ciento —dijo Senku, sin dudar—. Si eso significa recuperarla, entonces sí. La lógica puede esperar.

Xeno guardó silencio por un momento antes de responder.

—Entiendo. Entonces, esto es una misión personal.

—Y no voy a fallarla.

La llamada se cortó abruptamente, dejando a Xeno con una expresión pensativa en su rostro.

—La leona... —murmuró Xeno—. ¿Escuchaste, Stanley? ¿Quién hubiera pensado que la lógica y la razón dejarían de ser suficientes para él?

—Todo el mundo, excepto él—respondió Stanley, recostado a un lado de Xeno.

Xeno sonrió ligeramente.

—Sí, parece que así es —dijo—. Bueno, parece que tenemos una nueva misión. Debemos contener a todo el equipo de no decapitar a Senku y convencerlos de que nos den más tiempo hasta que este niño se case... O la embarace. Aún no estoy seguro de qué espera lograr.

Stanley asintió con la cabeza, comprendiendo al instante que debían llamar a Gen.

-..-..-

Greymouth, Nueva Zelanda.

La ciudad de Greymouth se erguía ante Senku, su silueta impresionante bajo la luz del atardecer. El coche rentado por Senku avanzaba por las calles, su motor rugiendo suavemente mientras se dirigía al distrito de Karoro.

Después de más de diez horas de vuelo y solo una parada para comprar bebidas energéticas, estaba cerca, muy, muy cerca del lugar donde le había rastreado.

Había utilizado su red de contactos y recursos tecnológicos para rastrearla hasta Greymouth. Una sola foto en línea había sido el punto de partida: una foto mal tomada de Kohaku con ese imbécil en un café local de Karoro, publicada en una red social.

Utilizando su software de reconocimiento avanzado, Senku había logrado obtener coordenadas geográficas precisas del lugar donde se tomó la foto. Luego, había cruzado esos datos con registros de movimientos de tarjetas de crédito y datos de telefonía móvil para rastrear los movimientos recientes de Kohaku.

Y el sistema de información geográfica de Senku, integrado con su sistema de navegación por satélite, le permitió localizar el café exacto donde se tomó la foto.

Greymouth, en Nueva Zelanda, y le hacía total sentido. Al ser una isla, su crecimiento iba a pasos más lentos que los comparados en otras naciones. Estaba en lo cierto; aún no tenían redes de comunicación bien establecidas y desarrolladas; eso seguramente ayudó a Kohaku a esconderse más tiempo.

Ahora, solo necesitaba encontrar el lugar donde ella se quedaba.

Con la foto que había visto en línea, tenía por lo menos una ubicación a la cual llegar, la pequeña cafetería, y de ahí partiría su búsqueda.

Solo pensar en la foto le revolvía el estómago. Esa foto lo había dejado enfurecido; seguía quemándole el cerebro: ese idiota, besando a Kohaku.

—Ese bastardo—Senku apretó los puños mientras conducía, y mejor intentó enfocar su mente en el objetivo de encontrar a Kohaku.

-..-..-

Su coche se detuvo frente a una acogedora cafetería en el corazón del pueblo. Senku apagó el motor y salió del vehículo, su mirada escaneando el entorno con una intensidad posesiva. Cada paso que daba lo acercaba más.

Sacó su teléfono y revisó la pantalla, la foto de Kohaku sonriendo en su protector de pantalla. Era una imagen de tiempo atrás, cuando ella aún era su... su aliada más leal y su mujer. La idea de que alguien más hubiera tocado a Kohaku, era insoportable.

Senku entró en la cafetería, su mirada escaneando el local. Se acercó a la barra y sonrió al camarero.

—Disculpa, busco a una joven llamada Kohaku.

El camarero lo miró con curiosidad y se inclinó hacia adelante.

—¿Y quién la busca? —preguntó el hombre al otro lado de la barra que sostenía una pequeña taza rosa pastel.

Senku sonrió ligeramente y mostró la foto de Kohaku en su teléfono.

-...-..-

La dirección que el camarero le había dado era de mucha ayuda. Ahora solo tenía que llegar al lugar.

Según le comentó el anciano, todos en ese pueblo al ser pequeño se conocían, y le había dejado claro lo mucho que apreciaban a Kohaku.

—Vive en una casa cerca del río, en la calle Riverbank.

Senku se subió al coche y arrancó el motor. La calle Riverbank estaba justo al otro lado del pueblo, cerca del río que corría suavemente a través de Greymouth.

Le sorprendía un poco el que ese pueblo parecía que estaba atrapado en una especie de burbuja temporal. La arquitectura, las tiendas y hasta la gente parecían haberse quedado en el siglo XXI, sin la influencia de la tecnología y la modernidad que caracterizaban al resto del mundo. Sin embargo, esa sensación de estancamiento también traía consigo una tranquilidad que resultaba irresistible.

Condujo, con el corazón, latiendo un poco más rápido de lo normal con cada kilómetro que recorría. La idea de encontrar a Kohaku y resolver el asunto de una vez por todas lo impulsaba.

Finalmente, llegó a la calle Riverbank y comenzó a buscar la casa con las características que le mencionaron hasta que la encontró en un tranquilo rincón de la calle, rodeada de árboles y flores que parecían bailar en la brisa del atardecer.

Senku apagó el motor y salió del coche, su mirada fija en la puerta, con una parte de él preguntándose si estaría en casa.

Se acercó a la puerta y dio un par de golpes con firmeza. La espera fue breve, pero pareció una eternidad para Senku.

La puerta se abrió, y Kohaku apareció en el umbral, su rostro sonriendo y hermoso.

—¿Olvidaste tu llave...?— La sonrisa de Kohaku y su pregunta murieron de a poco ante lo que tenía en frente:

—Senku...

Senku permaneció inmóvil, su mirada intensa y fija en Kohaku. Ya con el ceño fruncido por lo que había alcanzado a escuchar... ¿Olvidar su llave?

—Kohaku —dijo, finalmente, su voz baja y firme, como si hubiera estado conteniendo la palabra durante demasiado tiempo.

Kohaku se quedó paralizada, su sonrisa ya se había desvanecido por completo en cuestión de un instante. Su rostro reflejaba sorpresa y confusión.

—¿Qué... qué estás haciendo aquí? —preguntó Kohaku, incrédula. Un montón de preguntas surgieron de su mente y esa fue la única que logró dejar salir.

Senku se acercó un paso más, su presencia imponente y dominante.

—¿Quién olvidó su llave? —preguntó Senku alzando una ceja, su voz ligeramente sarcástica. Tenía el ligero presentimiento de que la respuesta estaría muy lejos de ser agradable.

Kohaku frunció el ceño, confundida. No estaba entendiendo nada, solo sabía que tenía a Senku justo frente a ella, y su corazón no dejaba de latir acelerado. Alcanzaba a sentir el calor llenándole el rostro.

—¿Qué dices? —atino a preguntar.

Senku se cruzó de brazos, su mirada intensa.

—Quiero saber qué significa eso —dijo—. ¿Vive alguien más aquí?

Kohaku se tensó y su rostro palideció.

El hermoso regaño de Xeno llego a mi cabeza y tuve que escribirlo, es la razon de traer esta partecita que queda bien aqui. Agradezco a Xeno por el buen rato que me hizo pasar en mi cabeza jaja

Bye, bye.