Gracias a mi cómplice Li por su lectura previa. Los errores siguen siendo míos.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 7

Habían pasado unos días cuando encontró a su madre entretenida y mostrando fotos del gato. Él sabía que Bella tendría muchas dudas, lo supo al ver los gestos que hizo.

― ¿Por qué el gato está vestido de novia?

Arrugó la frente. Edward quería explicarle tantas cosas a su chica, una de ellas era que debía ignorar los disparates que hacía Esme.

― Mamá está llevando una mentira demasiado lejos.

Por el semblante desencajado de Bella supo que no había comprendido nada.

Esme era así. Él le pidió discreción y su progenitora estaba haciendo lo imposible por cumplir su parte y si ello incluía seguir con la mentira del gato, su señora madre lo haría.

Así fuera el ridículo más grande, no importaba. Esme era una mujer decidida y protectora con los suyos, por ello continuó con la mentira del gato Mike y todo para que su tío Aro no se enterase de nada relacionado con su compromiso.

El objetivo se había convertido en cuidar y mantener en secreto todo lo referente a su matrimonio.

Edward pensó que quizás su prometida terminaría huyendo del miedo con las reacciones de su familia, aunque también meditó y aceptó que así de extraños eran y que Bella tenía todo el derecho de arrepentirse si no le agradaban.

― Es que no entiendo… no comprendo porque vestir a un gato de novia ¿que no es macho?

Él suspiró ruidosamente. Optó por explicar los pormenores de su loca familia.

Y es que las aclaraciones no eran tan complejas de entender. Esme tenía una loca personalidad, solía ver el mundo de manera diferente y siempre siendo positiva, era quizá el ser más alegre y distraído, una combinación explosivamente espontánea.

Probablemente sus hermanas habían heredado el sentido del humor de su madre. En cambio a él le había tocado lidiar con ser el otro de la familia.

No le fue difícil inclinar la cabeza sintiéndose apesadumbrado. Tal vez se había convertido en un ser amargado y él ni siquiera se había dado cuenta en qué momento sucedió ese cambio.

― Edward… ―los suaves dedos de Bella recorrieron la incipiente barba creciendo en su mandíbula― tu familia es hermosa, no lo dudes.

― Lo sé y los amo. Solo que muchas veces me he sentido fuera de lugar, ya sabes, no soy tan alegre como quisiera ser. Tampoco soy un amargado ―aclaró al ver que Bella sacudía la cabeza― considero que soy así porque siempre he cuidado mi entorno; en el ambiente que vivo es fácil meterse en vidas ajenas, les es sencillo sacar todo de contexto y tergiversar cada situación que sucede. A la prensa no le importa el daño que hará, solo se dedican a inventar chismes para tener de quién hablar, es por eso que soy así, tan aislado de todos.

― Sé el gran hombre que eres, bebé. Ninguna revista amarillista vendrá a inventar nada porque te conozco y confío plenamente en ti, no temas.

Bella llenó de besos su rostro. Lo abrazó y estuvo mimándolo hasta hacerlo sentir mejor.

― Tengo algo para ti ―susurró, llevándola con él.

Ese día se olvidaron del mundo y decidieron ser unos simples turistas. Conocieron los Molinos de viento; se maravillaron con el Monasterio de Panagia; se enamoraron nuevamente al caminar sobre la pequeña Venecia, cuál era catalogada la ciudad más romántica; quedaron anonadados con el castillo de Gyzi.

Habían tenido unos días ajetreados y los más inolvidables.

Él empujó las caderas, arqueando la espalda cuando terminó dentro de su chica. Se mantuvo con los brazos temblorosos y no dejó de observar la sutil transpiración que Bella tenía en el rostro y cuerpo.

Al fin habían tenido una noche para ellos. Sin interrupciones ni familia, y por supuesto que no desaprovechó la oportunidad de hacer el amor con su prometida.

Se negó a salir del calor de Isabella, así que se quedó muy quieto encima de ella.

― ¿Qué pasa, amor? ―le preguntó la castaña mientras deslizaba los dedos por la frente sudorosa de él.

― Me siento inquieto.

― No vas a quitarme el anillo ¿cierto?

Edward meneó la cabeza y contuvo la risa para sus adentros. Estaban pasando una velada romántica a la orilla del mar. Ahí, tendidos en unas sábanas blancas con pétalos rojos esparcidos en el lecho, había proclamado a su mujer.

Lentamente salió de ella y rodó a su lado para acercarla a su pecho. Repartió besos en la melena castaña una y otra vez y suspiró dichoso.

― He estado pensando mucho en nosotros ―reconoció Edward―. Más que nada en tu familia. ¿Cómo son?

― Normales.

Sintió la risa de ella amortiguada en el pecho y sonrió.

― Vale, al menos son normales y no como mi familia ―respondió burlón.

― Amarás a mi padre, es amante de la NFL y mi madre una empedernida en la cocina.

Edward frunció los labios. Tenía una dieta estricta que seguir, pero bien podía darse su gusto de vez en cuando, al menos no le haría el feo a la comida de la señora Swan, era su suegra y si pretendía ganar puntos, él terminaría degustando todo el menú de la señora.

― Creo que es tiempo de hacer planes para que los conozcas, este diciembre es una buena oportunidad para viajar a Forks.

― No, no Bella. En diciembre son los partidos decisivos para conseguir un puesto en postemporada, tú lo sabes.

Bella levantó el rostro. Su mirada estaba teñida de preocupación.

― Quiero que me prometas que conseguirás el sembrado número uno de la Liga Nacional para tener por lo menos la semana de Navidad libre y acompañarme a Forks.

¿Viajar a Forks? La idea no sonaba mal en su cabeza, inclusive le hacía ilusión conocer a sus suegros, los imaginó como unos viejitos tiernos y hogareños.

― ¿Crees que les caiga bien?

Los dedos de ella se arrastraron por el fuerte pecho de Edward.

― Mis padres son tan amorosos, bebé. Estoy emocionada porque llegué el día en que te puedan conocer.

Escuchó la emoción de Bella al contar sobre sus padres.

Mantuvo una sonrisa, escuchando con atención todo lo que su prometida empezaba a decir sobre los Swan

Se prometió ser el yerno más agradable y pensó también en ganarse a sus suegros, él solo tenía la necesidad de hacer feliz a su prometida.

Les demostraría que no solo era el mariscal de campo más importante de San Francisco, sino que era el hombre más competitivo y la mejor elección que había hecho su chica.

Estaba listo para conocer a su nueva familia, confiaba que el destino, la vida y las circunstancias para que diciembre fuera el mes de su oportunidad.

Continuara…


Y aquí cerramos esta pequeña historia con la promesa de regresar muy pronto con la segunda parte que aquí mismo será publicada.

Hasta pronto

Gracias totales por leer ️