Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

~º~Un secreto Navideño~º~

1

Bella persiguió a Renée por toda la cocina, entorpeciendo el ajetreo que se vivía en el lugar.

Mordió un poco de apio mientras escuchaba a su madre hablar de distintos métodos para marinar un pavo de veinticinco libras.

― Puedes dejarlo en remojo con todo tipo de hierbas aromáticas, desde un día antes.

Ella asintió.

No tenía interés alguno en cuánto a la elaboración de la cena de acción de gracias, tan solo fingía estar escuchando las instrucciones de su madre. Bella en realidad buscaba un pretexto para entablar una conversación seria con ella y así revelar su compromiso con Edward Cullen.

Su madre la observó y Bella se sintió descubierta. En escasos segundos apretó en su palma el gran pedrusco.

Llevaba el día entero ocultando su precioso anillo de compromiso.

― ¿Por qué me ves así? ―inquirió.

― Así ¿cómo? ―replicó Renée con una ceja arqueada.

― De esa manera como si supieras algo.

― ¿Hay algo que deba saber?

El corazón de Bella martilló. Nerviosa, meneó la cabeza y, empezó a morder la varita de apio hasta terminarla.

Su boca estaba completamente llena. Y en algún lugar de su mente imaginó que era el momento ideal para poder articularlo.

― Estoy compro-tida ―la última palabra no se entendió.

Miró como los expresivos ojos de su madre se achicaron en dos rendijas estrechas.

― ¿Qué? ―preguntó la mujer rubia llevando la gran olla con el pavo al horno. Secó las manos en el delantal que rodeaba la cintura y siguió mirándola―. Bella, creo que eres suficiente mayor para andarte con rodeos, ¿qué sucede? ¿Perdiste el trabajo? ¿Tienes alguna deuda? ¿Estás en la ruina? Habla niña ―instó.

Bella se mantuvo pensativa. Jamás había dudado de nada, aunque tampoco significaba que lo estuviera haciendo ahora, simplemente que no encontraba las palabras necesarias para poder contar lo que estaba sucediendo en su vida.

Ella llegó hace dos días para pasar unas largas vacaciones con su familia. En todo el tiempo jamás pronunció el nombre de Edward porque sus padres no le dieron oportunidad.

Y así había sucedido desde el primer día que inició su relación con Edward. De pronto se sintió culpable por haber permitido que su novio pasara tanto tiempo en anonimato.

― Quiero contarte un secreto ―terminó murmurando y captando la atención de la mujer de melena rubia.

Renée enarcó una ceja. Abrió la boca y…

― ¡Miren lo que hice! ―Charlie apareció por la puerta de la cocina quitándole la inspiración.

Bella le sonrió a su padre, siguiéndolo hacia donde señalaba: era el pino en la sala de estar y al lado de la chimenea, de lo cual no había novedad. Si no fuese por su decoración: azul, blanco y verde limón. Con un gigantesco logo en la parte de arriba que rezaba: Seahawks.

El pino en absoluto y toda la sala de estar hacía alusión al equipo favorito de su padre. Seattle Seahawks.

― Oh, es hermoso, cariño ―Renée aludió emocionada y con lágrimas en los ojos―. Por fin cumpliste tu deseo con el tema decorativo.

Charlie sujetó el brazo de Bella. Le señaló toda la sala de estar para que apreciara y no perdiera ni un detalle.

Sabía que la vida, destino o lo que fuese se estaba burlando de ella. Porque simplemente era una bofetada para su futuro esposo que viera esa decoración.

Tal vez los chakras estaban mal alineados o algo andaba mal en el jodido universo, posiblemente se abrió una puerta a otra dimensión que condujo a su padre a realizar tal cosa.

Y es que Charlie no era capaz de poner un maldito cuadro en la pared ¿cómo pudo adornar toda la estancia y pino? Son enigmas que quedarían sin resolver por el resto de los tiempos en la familia Swan.

― Y no han visto la entrada ―continuó Charlie sonando orgulloso― he puesto una corona como bienvenida en la puerta, por supuesto que con el nombre del equipo de mis amores.

Bella carraspeó.

― Papá, con todo esto parece cómo si le estuvieras declarando la guerra a tus rivales de juego.

Charlie sonrió altanero.

― En realidad lo estoy haciendo ―confesó, dando un gran sorbo al café caliente que sostenía en la mano.

Bella exhaló ruidosamente y salió corriendo escaleras arriba. Entró en su dormitorio y se dejó caer en la cama, meditando: ¿cómo algo tan sencillo podría volverse tan abrumador?

Recostada, mirando hacia el techo y jugando con su anillo de compromiso en su dedo, suspiró.

― No eres una cobarde Isabella ―articuló― y tus padres, aunque son chapados a la antigua… Son seres nobles y comprensivos.

Se llenó de valor y bajó lentamente cada escalón. Con cada paso que deba se repetía internamente que debía hablar de Edward y sobre su próxima unión con él.

Sus padres ahora merendaban frente al televisor.

― Tengo algo qué decirles ―susurró sin dejar de retorcer los dedos entre sí.

Esas cuatro palabras causaron reacciones en sus progenitores. Charlie abrió los ojos de forma desmesurada y Renée mantuvo la compostura, sonrisa en los labios y ojos asustadizos.

― ¿Estás embarazada? ―gruñó el hombre robusto y bigote frondoso.

― No papá ―respondió ella―. Tengo veintisiete años y cero ganas de salir embarazada, es… es…

― ¿Estás en bancarrota? ―indagó su madre.

Bella negó firmemente con la cabeza.

― Estoy comprometida ―confesó, mostrando el anillo que adornaba su mano izquierda―. Voy a casarme.

Bella escuchó música terrorífica de fondo mientras sus padres enmudecían. Segundos después, descubrió que era el timbre de la puerta y que el sonido no había sido cambiado a la nueva estación navideña.


Hola, aquí vamos de nuevo... ¿Ya se imaginan quién tocó el timbre?

Así iniciamos la segunda parte , para imágenes únete al grupo de Facebook

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