Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
~º~Un Secreto Navideño~º~
2
Bella olvidó por completo la decoración navideña, la cena de acción de gracias y el porqué estaba conversando con sus padres. Nada, ni nadie tenía la importancia que ella le daba a su futuro esposo.
Se arrojó a los fuertes brazos que la esperaban y enterró la cara en el pecho de él. Suspiró fuertemente impregnándose de su exquisita colonia, Tom Ford.
Ella estaba de nuevo en casa.
Buscó desesperadamente los labios de Edward, incluso poniendo de puntillas para poder besarle con facilidad.
Entonces, todo se volvió perfecto. La pieza exacta que faltaba…
Y todo hubiese sido felicidad si no fuera por el fuerte carraspeó del patriarca.
Fue como si un balde de agua fría cayera sobre su cabeza. Apartó lentamente los labios de Edward y se volvió lentamente a enfrentar su destino.
Enfundada de valor, entrelazó sus dedos con los de su prometido.
Charlie la miraba de esa manera amenazante que no era para nada el hombre que ella conocía.
― Él es Edward, mi prometido ―su voz fue apenas un susurro―. Edward, ellos son mis padres, Charlie y Renée.
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Edward se quedó tan tieso que no pudo moverse.
Tragó de manera ruidosa.
Edward sintió que el piso se movía bajo sus pies. El hombre frente a él parecía dispuesto a todo.
No supo porque lo miraba fijamente y con profundo interés, pudiera ser que lo hacía porque era el padre de su novia. O también porque el gorro que traía en la cabeza pertenecía a su equipo.
Meditó unos segundos y recordó los regalos que seguían estando en el baúl del automóvil. Todos y cada uno eran conmemorativos a los 49ers de San Francisco.
Edward sonrió de forma agradable y despistadamente se sacó el gorro rojo de la cabeza llevándolo a su cazadora.
― Mucho gusto ―al fin las palabras salieron de su boca mientras se acercaba para darle un fuerte apretón a los Swan.
Renée fue la menos reticente. Ella lo abrazó dándole la bienvenida, pero estaba él, ese hombre regordete y amplio con el gesto de enfado marcado en su semblante, que no simulaba ninguna sonrisa.
― Quiero una explicación, Isabella ―gruñó su suegro―. Quiero que me expliques porque este hombre está en mi casa.
Edward miró a su chica, lo hizo buscando también una explicación porque no entendía nada. ¿Acaso ellos no sabían de su existencia?
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El corazón de Bella empezó un loco tamborileó, le empezó a faltar aire y sus manos empezaron a transpirar.
Pasó repetitivamente las palmas por sus pantalones de mezclilla, quería asegurarse de detener la sudoración en las manos.
― Es mi prometido ―dijo― me voy a casar.
Charlie frunció más el entrecejo. Era como si en cada palabra pronunciada él estuviera negado a enterarse.
― No señorita ―increpó―. ¿Quién es este? ―señaló a Edward que seguía manteniendo la respiración atascada―. ¿Desde cuándo tienes novio?
― Papá, ¡por Dios! Llevo dos años de relación con Edward Cullen, me pidió matrimonio y le dije que sí, nos casaremos el verano que viene.
El hombre perdió el color en la cara. Empezó a hiperventilar y su esposa se acercó para auxiliarlo. Lentamente los dedos de Renée empezaron a desabotonar la camisa de cuadros.
― Bella, estas noticias no se dicen así de sopetón ―reprendió―. Nosotros no sabíamos que estabas con alguien, siempre creí que… que ―y las mejillas de Renée se encendieron―. No viven juntos ¿verdad? Siempre dijiste que te conservarías pura hasta el matrimonio.
Charlie aspiró más fuerte. La piel de su cara se estaba volviendo de un tono azul verdoso mientras abría y cerraba los labios.
Bella sintiendo que se quedaba huérfana de padre se acercó para ayudarlo.
― Mamá ―musitó avergonzada― esas palabras las mencioné cuando tenía doce años y me obligaste a estudiar el catecismo.
― Las dijiste ―le recordó en ese tono quejoso―. Prometiste mantenerte pura.
Bella suspiró ruidosamente,
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Entretanto Edward se mantuvo estático. Él sentía que si no se movía podía pasar desapercibido y así los Swan no notarían su presencia.
Era imposible cuando los ojos cafés de Charlie Swan lo taladraban. Lo veía de una forma que dejaba claro que no era bienvenido.
El ambiente se empeoró cuando su ahora suegra no dejaba de hablar de la pureza de Bella.
Él no tenía idea de que la castidad de su novia fuera un tema importante para la familia. Jamás por su mente pasó que los Swan fueran tan recatados y chapados a la antigua, al menos su preciosa novia nunca dio indicios de serlo.
― Charlie… ―él pronunció― yo amo a su hija.
Charlie lanzó un quejido que sonó más a lamento, como un animal herido.
― Eres Edward Cullen ―siseó el patriarca casi con los dientes chocando entre sí―. Eres el mariscal de campo de los 49ers.
― !El mariscal de campo de los 49ers!
Edward volteó hacia las voces que venían bajando los escalones. Eran dos chicos tan parecidos a Bella.
Por alguna razón la piel de Edward se erizó.
Ahora no sabía si la casa Swan era un lugar seguro.
Prometo no tardar en actualizar. Disculpen la demora y les agradezco su apoyo
Gracias totales por leer ❄
