Muy buen día! Espero que estén teniendo un buen año. Muchas gracias por estar aquí. Les recuerdo que la historia NO es para menores de edad ni para personas sensibles al tema adulto, los personajes No me pertenecen, pero la historia es completamente mía.

GRACIAS POR COMPRENDER.

DESTINO

CAPÍTULO 36

Candy viajaba con el corazón acelerado, sus pulsaciones iban en aumento tan solo de pensar en volver a ver a Anthony después de tantos meses de haberlo creído muerto. Stear por su lado se había pasado explicando a Candy lo que había sucedido todos esos meses y la pobre enfermera lo único que deseaba era haber podido estar con él.

-¿Para dónde vas, Stear? – Preguntaba Archie con molestia.

-Déjame ver Archie, lo que pasa que no recuerdo bien el camino. – Dijo Stear mirando la dirección de las calles que seguía.

-¿Cómo es eso que no sabes el camino? – Preguntó Tom con la desconfianza que tenía en ellos desde que los había escuchado que querían llevarse a Candy. Archie rodaba sus ojos sin voltear a verlo.

-Lo que sucede es que siempre nos llevaban en un carruaje cubierto, y lo poco que podíamos ver no es suficiente para saber bien el camino. – Dijo Stear explicando los motivos de su desorientación. – Ya sé, si vamos desde la mansión será más fácil…

-¡De ninguna manera! – Dijo Tom de pronto. – No llevaran a Candy con esa mujer, lo único que ella quiere es quitarle el hijo a Candy y ustedes la están ayudando. – Dijo una vez más el vaquero.

-¡Por supuesto que no! – Dijo Stear ofendido, miró a Candy y ella lo miraba con cierto temor, había desconfianza en sus ojos. – Candy, sabes que quiero mucho a Anthony… jamás les haría algo así… - Le dijo esperando que ella confiara en él. Candy asintió dando su permiso para que salieran desde la mansión Ardlay.

-Candy, por favor… - Decía Tom, quien se preparaba para golpear a los dos catrines, sonrió de lado y pensó que fácilmente los vencería.

-Tom… quiero ver a Anthony… - Dijo Candy segura de que su hermano la comprendería. Tom asintió y miró al frente.

Stear dirigió su coche hasta la mansión Ardlay, pero no entró para no generar más desconfianza en los jóvenes que venían con él, así que emprendió el viaje recordando las vueltas que daba el carruaje. La ventaja era que Stear era muy inteligente y a pesar de ir casi a ciegas en la diligencia podía ubicarse mejor desde ese camino que habían recorrido el último mes.

-¡Llegamos! – Dijo Stear orgulloso por haber llegado hasta su destino.

-¿Es aquí? – Preguntó Candy al ver que aquel extraño y elegante lugar no parecía un hospital.

-Es un hospital muy antiguo y exclusivo. – Respondió Archie, casi no había hablado en todo el camino y Tom seguía observándolo cuidadosamente. – Ni nosotros sabíamos de su existencia. – Agregó para que Candy se animara a entrar.

-¿La señora Elroy no estará ahí…? – Preguntó Candy un poco desconfiada en ver a aquella mujer que tanto daño le había hecho.

-No te preocupes, Anthony tuvo un fuerte disgusto con ella y desde entonces no ha vuelto. – Dijo Stear para darle confianza de entrar.

-¿Y Elisa…? – Preguntó recordando a la joven que ella quería imponerle como esposa.

-Elisa está tan ofendida por el ridículo que representó para ella que Anthony descartara su compromiso públicamente. – Dijo ahora Archie. Candy sintió pena por la joven, sin embargo Tom por alguna extraña razón sintió alivio de que aquella joven no tuviera compromiso con el rubio.

-Vamos a entrar. – Dijo Stear seguro de que sabía el camino y le permitirían la entrada.

Como Stear lo había pensado nadie puso objeción por su llegada, habían permitido que entraran y Candy no podía creer que aquel lugar fuese un hospital, de no ser porque había enfermeras y doctores caminando por todos lados pensaría que era una casa muy elegante, porque a pesar que el St. Mary's era un lugar privado y exclusivo, se quedaba corto con el nivel que veía en ese lugar.

Stear tocó la puerta de la habitación de Anthony, mientras Candy y Tom veían la gran sala de estar donde seguramente esperaban las visitas, era gracioso pensar que había un piano y la decoración era como un sala en una gran mansión.

-Buenas noches jóvenes Cornwell. – Los saludó el médico que había atendido a Anthony todos esos meses.

-Buenas noches doctor. – Saludaron ambos hermanos con una sonrisa.

-¿Se les olvidó algo? – Preguntó una vez más el médico con amabilidad mientras miraba a Candy y a Tom con una sonrisa.

-Venimos a ver a Anthony. – Respondió Stear con cierto desconcierto por la pregunta del médico.

-El joven Anthony fue dado de alta hoy mismo. – Dijo el doctor con tranquilidad. Candy sintió que se mareaba por la respuesta, creyendo que ahora estaba en la mansión Ardlay.

-¿Cómo así? – Preguntó Stear seguro que no había llegado a la mansión.

-Hoy por la mañana el señor Ardlay firmó su consentimiento para salir. – Dijo de nuevo el doctor, respondiendo la pregunta incrédula de Stear.

-¿Dijeron algo, a dónde fueron? – Preguntó Stear consternado por la noticia.

-Lo siento, lo único que supe fue que el joven Anthony quería irse de Nueva York lo antes posible. – Dijo una vez más el médico ante la insistencia de los jóvenes Cornwell, para después despedirse de ellos.

-¿Irse de Nueva York? – Preguntó Candy confundida por todo, comenzó a hiperventilar cuando escuchó el comentario del médico.

-Tranquila Candy, piensa en mi sobrino. – Le decía Tom con ternura, algo que hizo que a Archie le pareciera extraño si era el novio de Annie.

Archie entró a la habitación sin pedir permiso, Stear lo miraba reprochándole por haberse inmiscuido de esa manera y este le decía con señas que guardara silencio, él quería ver si realmente se había ido o si había algo en la habitación que les indicara a dónde podrían haber ido.

-¿Estará en la mansión? – Preguntó Candy dispuesta a ir a ese lugar aunque estuviera aquella mujer que tanto la odiaba.

-No… - Respondió Stear pensativo, si Anthony hubiese regresado ellos se hubieran dado cuenta, además sabía bien que no quería estar cerca de la tía abuela. – No creo que quiera ver a la tía abuela… - Dijo una vez más. – Candy no te preocupes. – Dijo de nuevo el inventor. – Nosotros averiguaremos dónde se encuentra Anthony y te lo diremos de inmediato. – Candy lo miró ansiosa, quería ir con ellos a investigar, pero el peso de su vientre le impedía moverse con facilidad.

-Confía en nosotros, Candy. – Dijo Archie seguro de que buscarían a Anthony para decirle que ella estaba con vida y que su hijo crecía en su vientre. Candy lo miró a los ojos y Archie asintió para corroborar que así era. Candy sonrió encontrando en Archie una sinceridad que anhelaba tanto.

Stear y Archie llevaron a Candy y Tom hasta el edificio donde vivían, la rubia en silencio les agradeció el esfuerzo que habían hecho y sobre todo la noticia tan maravillosa que le habían dado al revelarle que Anthony seguía con vida, ahora solo le quedaba esperar para hablar con él y explicarle de viva voz que aquel hijo que ella acunaba en su vientre era de él y solamente de él. Archie miró a Tom con rencor y Tom simplemente le sonrió a manera de triunfo, sabía que estaba celoso de él y eso lo divertía.

Tom ayudó a la rubia a llegar hasta el ascensor, la pobre se sentía agotada y al mismo tiempo sentía necesidad de reposar, no se sentía del todo bien y temía por la vida de su hijo, ahora más que nunca que Anthony estaba con vida quería mantenerlo a salvo.

Los jóvenes Cornwell llegaron a la mansión con la esperanza de que Anthony hubiera llegado, estaban impacientes de que decirle que todo había sido una mentira para proteger a Candy y a su hijo.

-Buenas noches. – Dijo la matriarca quien los veía entrar a la mansión. - ¿Dónde andaban a estas horas de la noche? – Preguntó con esa manera tan fría de hablar.

-Fuimos a ver a Anthony… - Respondió Archie buscando la reacción de la vieja.

-¿Cómo sigue? – Preguntó Elroy con interés.

-Pues no lo sabemos, díganos usted. – Dijo Stear enfrentando a la matriarca por primera vez. Elroy los miró confundida.

-Saben bien que desde aquella vez no he vuelto al hospital. – Dijo la mujer muy molesta.

Stear y Archie se miraron uno al otro, no creían que no supiera dónde estaba Anthony, pero al mismo tiempo dudaban de decir que había desaparecido junto con el tío Albert.

-¿Y el tío William? – Preguntó Archie para saber el paradero de su tío, si encontraban a Albert encontraban a Anthony.

-Me dijo que se quedaría a cuidar a Anthony hasta mañana. – Dijo la matriarca con tranquilidad, sabía que Albert se encargaría de cuidar a su nieto.

-Tía abuela… - Dijo Stear con cautela. – Usted sabía que Candy estaba esperando un hijo. – Mencionó observándola.

-Me enteré gracias al doctor Black. – Respondió Elroy sin comprender el comentario de su nieto mayor.

-Dígame… ¿Qué hubiera hecho si Candy estuviera con vida? – Preguntó nuevamente el inventor.

-Hubiera criado a ese niño como los críe a ustedes. – Respondió segura de su propósito.

-¿Pretendía alejarlo de su madre? – Preguntó ahora Archie. Elroy lo miró fijamente.

-Una mujer de su condición no podría educarlo como es debido. – Dijo una vez más la mujer. – Elisa se encargaría de cuidarlo y Anthony…

-¡Ya basta con eso tía abuela! – Gritó de pronto Archie, ante el asombro de la tía abuela y del mismo Stear. – Anthony y Candy se amaban, si ellos hubieran estado juntos hubieran criado y educado a su hijo bajo el poder del amor. – Decía el joven desesperado por la intención tan macabra de la vieja Elroy. - ¿Fue lo mismo que hizo con nuestros padres, verdad? – Preguntó encarando a la mujer. Elroy abrió los ojos.

-Sus padres eran unos inexpertos, no podían cuidar a dos niños cuando ellos eran también lo eran. – Dijo Elroy orgullosa de haberlos criado desde pequeños. – No sabían qué hacer con dos criaturas, les ofrecí cuidarlos por un tiempo y ustedes decidieron quedarse a mi lado. – Dijo una vez más.

-Nos quedamos por Anthony… - Dijo Archie seguro que así había sido.

-Anthony se había quedado sin su madre… - Dijo Stear recordando el motivo por el cual ya no querían volver con su madre y su padre. – Mi tío viajaba mucho, él necesitaba nuestra compañía. – Dijo mirando a la vieja.

-Y gracias a ello tuvieron una familia… - Dijo Elroy cansada de tanta discusión.

Elroy caminó hasta las escaleras dispuesta a dejar aquella discusión, se sentía exhausta de que sus nietos se hubieran vuelto en su contra casi al mismo tiempo. Elisa la miraba desde arriba, se había dado cuenta de la discusión.

-¿Querías que yo criara al hijo de esa mujer? – Preguntó la joven ofendida.

-Era hijo de Anthony… un Ardlay. - Dijo Elroy como si eso fuera una garantía para que Elisa lo amara también.

-Anthony no me quiso, lo único que hizo fue volverme el hazme reír de todo el país. – Dijo Elisa con enojo. – Estoy cansada de sus planes que nunca salen, estoy cansada de ser una marioneta en sus manos, pero sabe qué… - Dijo Elisa sin detenerse ni un poco. – Me regresaré a Lakewood, ya no quiero saber más de usted y de sus tontas ideas de casarme con alguien que me desprecia. – Dijo dando la media vuelta para irse a su habitación.

Elroy miró a Elisa con tristeza, jamás pensó que todos sus esfuerzos por hacerla feliz hubiesen fallado como lo habían hecho, ella solo quería verla casada con Anthony, que formaran una hermosa familia, pero al parecer todo lo que ella pensaba o hacía no era lo correcto.

Stear y Archie estaban impacientes por localizar a Albert y a Anthony, sabía que debían estar juntos pero no tenían idea de dónde pudieran estar.

-Tal vez George pueda ayudarnos. – Dijo Archie por fin teniendo una idea.

-¡George! ¡Es verdad! ¿¡Cómo no lo pensé antes!? - Preguntaba el de anteojos mientras se golpeaba la frente en repetidas ocasiones.

-Es porque no eres tan inteligente como crees. – Le dijo Archie con cierta burla en su voz. Stear le dio un leve empujón y ambos comenzaron a reír más relajados, porque a pesar de que sabían que Anthony quería dejar Nueva York, también sabían que Candy estaba con vida y que faltaba poco para que su primo se enterara de que ella vivía y así podrían realizar por fin ese amor que tanto se tenían.

-Me parece imposible, creer que Anthony será padre muy pronto. – Dijo Stear con una gran sonrisa de alivio.

-Y que lo digas, serías el primero en casarte y resulta que ahora hasta te ganaron con un hijo. – Dijo Archie pensativo y con un profundo suspiro.

-¿Qué te sucede, Archie? – Preguntó Stear al ver a su hermano tan pensativo. – ¿Es por Annie? – Preguntó haciendo sentir incómodo al menor.

-¿Annie? – Dijo con cierta ironía. - ¡Para nada! Ella ya es feliz con ese vaquero. – Dijo el de melena. – Espero que sea muy feliz y que pronto tenga muchos hijos vestidos de vaquero.- Dijo con la misma ironía que su hermano sabía era por defensa.

-Pues yo me alegro que haya encontrado a alguien que la quiera, lo mismo que Cassie, Terry se veía feliz con ella. – Dijo Stear con una sonrisa. - ¿Puedes creer que también tendrán un hijo? ¡Ni cuenta me di que salían juntos! – Dijo inocente el de cabellos negros.

-Ni yo… - Dijo Archie sin importarle mucho ese hecho. Poniéndose de pie para ir a su habitación. – Mañana temprano iremos a buscar a George. – Dijo seguro de que George sabría el paradero de su tío Albert. Stear le sonrió con nostalgia a su hermano y le deseo que durmiera bien.

-Hay, Archie… tú solo te buscaste esto… - Pensó el joven de cabellos negros mientras veía salir a su hermano derrotado.


Anthony y Albert por su lado comenzaban a alistar todo lo que Anthony llevaría, que aunque no eran muchas las pertenencias que llevaría consigo, el mayor intentaba convencerlo de que se quedara a su lado.

-No insistas tío. – Dijo Anthony moviéndose aún con un poco de dificultad. – No tengo nada que hacer aquí por el momento… - Dijo el rubio con dolor en su voz. – Hay muchos recuerdos en esta ciudad, mucho dolor… mejor hazme un favor. – Dijo mirando con súplica a su tío.

-El que quieras hijo. – Le dijo Albert sentándose junto a él y mirándolo con ternura paternal.

-Mejor investiga dónde... fue sepultada Candy… - Dijo con un nudo en su garganta. – Y ve la manera de llevarla hasta Lakewood… junto a mi madre… - Dijo sin poder evitar derramar sus lágrimas nuevamente. Albert sintió que el mundo caía sobre sus hombros al escuchar la triste petición de su sobrino, sabía que Anthony lo haría él mismo si no le causara tanto dolor todo aquello. – Ella y mi hijo merecen estar ahí… - Dijo una vez más. Albert asintió comenzando a llorar junto con él.

-Te lo prometo, hijo… te lo prometo… - Dijo Albert con determinación, con la seguridad de que cumpliría aquel deseo de su sobrino. Anthony agradeció con una sonrisa rota a su tío y se recostó en su cama.

Albert lo miró con dolor, sabía que estaba sufriendo y le dolía no poder hacer nada para sacarlo de aquella depresión, no podía acompañarlo y aunque pudiera él mismo no lo aceptaría, estaba huyendo de todo y de todos, quería sanar y olvidar aunque sabía que sería imposible de hacerlo.

-Tío… es verdad que Candy… - Preguntó con un destello de esperanza, le parecía imposible que algo así hubiese sucedido y quería negarse a sí mismo. esa realidad que le habían planteado.

-Sí hijo, el doctor que la atendía se lo dijo personalmente a George… - Dijo con tristeza. Anthony aguantó el dolor una vez más, sabía que su tío jamás le mentiría.

-¿A qué hora sale el barco? – Preguntó el menor sin mucho ánimo.

-En la tarde… a las cinco… - Respondió Albert mirando el poco ánimo que mostraba su sobrino.

Albert dejó que Anthony descansara, no era como que el menor pudiera dormir, sin embargo quería que por lo menos lo intentara, así que se colocó en la cama contigua y simuló que dormiría.

Stear y Archie se levantaron muy temprano para salir de inmediato a las empresas Ardlay, buscarían a George y él les diría en dónde podría estar su tío William. George era el único que sabía siempre todos sus movimientos y de seguro los llevaría hasta ellos.

-George… - Dijo Stear tocando la puerta de la oficina principal, sabía que el administrador de su tío era el único que utilizaba esa oficina cuando no estaba Albert.

-Buenos días jóvenes Cornwell. – Los saludó George con propiedad. – Puedo preguntar ¿En qué los puedo ayudar? – Preguntó tranquilamente, no se imaginaba el motivo por el cual habían llegado antes de su hora de entrada, porque por lo general llegaban un poco más tarde, sobre todo después de lo sucedido con Anthony.

-George, queremos saber ¿Dónde está el tío William? – Preguntó Stear con un poco de ansiedad. George lo miró un tanto confundido.

-Tengo entendido que el joven William está en el hospital cuidando del joven Anthony. – Respondió George convencido de que así era.

-¡No, George! – Dijo Stear desesperado. – Anthony fue dado de alta ayer por la mañana. – Agregó el joven con el rostro confundido.

-¿En verdad? – Preguntó George con la misma confusión que Stear. Archie asintió para confirmar lo que su hermano decía. - ¿Están seguro de ello? – Preguntó nuevamente para corroborar lo que los chicos decían. Ambos Cornwell asintieron.

George tomó el teléfono para comunicarse al hospital donde Anthony había estado internado y pidió hablar personalmente con su médico, quien después de varios minutos le confirmaba que efectivamente Anthony ya había sido dado de alta y que Albert había firmado como responsable.

-Muchas gracias… - Respondió George con preocupación, su rostro estaba visiblemente extrañado porque Albert jamás hacía nada sin informarle.

-¿Y bien? – Preguntó Stear a George.

-Efectivamente, el joven Anthony fue dado de alta. – Respondió George a la pregunta hecha por el mayor de los Cornwell, sin embargo eso era un dato que ellos ya sabían.

-Eso ya lo sabemos George, lo que sucede es que nos dijeron que Albert y Anthony habían hablado de que Anthony, se quiere ir de Nueva York. – Dijo Archie un poco impaciente porque no tenían noticias de ninguno de los rubios.

-¿El joven Anthony quiere irse de Nueva York? – Preguntó George confundido.

-Sí, pero no sabemos a dónde. – Dijo Stear impaciente.

-Tal vez piense regresar a Lakewood, es un lugar en el que él se refugia cuando siente la necesidad de hacerlo. – Dijo George seguro de que Anthony iría para allá.

-Tal vez, no lo sabemos… - Dijo Archie seguro que podría irse cualquier otro lugar.

-Podría averiguar si compró boletos en la estación. – Dijo George seguro de que podría ser así.

-¿Por qué no se me ocurrió antes? – Dijo Stear sorprendido con la idea de George.

-Yo iré de inmediato, ustedes quédense a terminar los pendientes y me comunico más tarde. – Dijo el buen George, quien como siempre haría todo por ayudar a Albert y sus sobrinos.

Stear y Archie se quedaron en las oficinas mientras George salía a la estación de tren, si Anthony y Albert habían viajado de seguro ahí tendría la respuesta.

George llegó a la estación de tren y pidió hablar con algún administrador después de que el encargado de vender los boletos le hubiera negado revisar la bitácora de viaje. Después de perder varios minutos para que le permitieran revisar los registros de los pasajeros, por fin el administrador cedió a hacerlo y George buscaba el nombre de Albert o de Anthony en los posibles pasajeros de ese día o el anterior, sin embargo no encontró nada.

-¿Podría ver por favor el registro de los pasajeros que aún no salen? – Preguntó de nuevo al administrador, quien después de haber escuchado el motivo por el cual estaba buscando a los herederos Ardlay y decir que trabajaba para ellos no le podían negar nada.

-Por supuesto. – Respondió con una sonrisa, extendiendo la bitácora de los pasajeros que aún no abordaban el tren.

George leyó detalladamente cada uno de los nombres de las personas que viajarían en las próximas fechas, sin embargo el nombre de Anthony o de Albert no apareció por ningún lado, también había buscado con el nombre que Albert usaba cuando quería pasar desapercibido, pero no había registro de ello.

-Muchas gracias. – Agradeció el administrador la ayuda proporcionada, sin embargo no había obtenido lo que estaba buscando y eso lo dejaba con más dudas y preocupación por los dos herederos principales del clan.

Después de haber buscado por horas en la estación de trenes se dedicó a ir al puerto, existía la remota probabilidad que hubieran decidido viajar en barco, aunque creía que William Albert era lo suficientemente inteligente para no hacer algo como ello. La Guerra estaba en uno de los momentos más críticos y no era conveniente viajar al viejo continente si no era necesario.

Buscó primero en los barcos que parecían ser de pasajeros, pero que distaban mucho del primer nivel en el que siempre viajaban, el nombre de Anthony o Albert no figuraba en ninguna de las listas de pasajeros. Cada revisión le tomaba mucho tiempo porque debía hablar primero con los encargados y después buscar por sí mismo el nombre de los que buscaba.

Llegó por fin a un barco que a pesar de ser grande no parecía que llevaría civiles a bordo, simplemente eran los nuevos reclutas que se habían enlistado para para luchar al frente. Sintió que la sangre bajó a sus pies cuando de pronto después de varios minutos de búsqueda al final aparecía el nombre de Anthony Brower Ardlay. George no podía creer que Anthony se hubiese enlistado para luchar en aquella guerra absurda que tenía al mundo al borde de colapso.

Caminó lo más rápido que podía, observó su reloj y vio que eran más de las tres de la tarde, el barco zarpaba ese mismo día a las cinco en punto y si bien sabía algo, era la puntualidad que seguían las navieras. El camino hasta las oficinas fue eterno para el administrador quien pedía por favor al carruaje que acelerara su ritmo. Llegó hasta las oficinas con el corazón acelerado.

-Encontré al joven Anthony. – Dijo George con el aire aún escaso en sus pulmones. Archie y Stear se pusieron de pie al escuchar que por fin lo había encontrado. Habían pasado horas de angustia y no sabían nada de él.

-¿Dónde está George? – Preguntó Stear con impaciencia, mirando al administrador para que les diera el paradero de su primo.

-Esta tarde zarpa un barco rumbo a Europa. – Dijo George aguantado el aliento.

-¿Hoy? ¿En barco? – Decía Stear confundido.

-¿A Europa? – Preguntó Archie creyendo que era imposible que hubiera tomado esa decisión. George asentía a las preguntas de los hermanos.

-Es un barco que lleva solo reclutas. – Dijo sin saber que también había familias y civiles a bordo. – Zarpa a las 5 de la tarde. – Dijo George una vez más.

Stear miró el reloj de bolsillo que llevaba y abrió los ojos con desesperación.

-Eso es dentro de una hora. – Dijo Stear desesperado por saber que tenían poco tiempo para detenerlo. – Vamos por Candy. – Dijo corriendo hasta la salida.

Archie se decidió a quedarse con George, no era que no quisiera ir con su hermano, pero no tenía la intención de volver a ver a Annie con aquel vaquero.

-¿Vienes Archie? – Preguntó el mayor al ver que su hermano no se movía junto a él.

-No, Stear… - Dijo Archie, mirando a su hermano con cierta comprensión, sabía que había sido muy difícil para su hermano ver a Annie tan feliz nuevamente aunque quisiera negarlo.

Stear no esperó a que su hermano le diera alguna explicación, el tiempo apremiaba y debía llegar cuanto antes al departamento de Candy para avisarle que Anthony esta por partir rumbo a la guerra. Corrió hasta el ascensor y una vez en el estacionamiento intentó encender su auto, para variar el Stearmóvil no encendió a la primera y al segundo intento el inventor molesto lo dejó para ir en busca de una diligencia.

-Rápido por favor… - Dijo Stear apresurando al cochero, quien hacía lo que podía porque era la hora de salida de muchos trabajadores de la zona y eso hacía que el movimiento no fuese tan fluido.

Stear veía una y otra vez el reloj de bolsillo, parecía que a cada galopar de los caballos caminaba el minutero. Rogó en silencio llegar a tiempo porque sabía que el puerto estaba demasiado lejos y sería un reto llegar antes de que el barco zarpara, pero aun así haría el esfuerzo por reunirlos.

Stear llegó por fin hasta el edificio donde vivía Candy y le pareció eterna la llegada del ascensor, bajó de inmediato y tocó la puerta como desesperado. Tom nuevamente fue el que abrió la puerta.

-¡Candy! – Gritó sin saludar, no había tiempo de formalismos.

-¿Qué es lo que quieres ahora? – Preguntó Tom con cierto desgano al ver el rostro agitado del pobre inventor. Candy salió de su habitación al escuchar la voz de Stear, sintiendo una corazonada en su pecho.

-¿Qué sucede, Stear? – Preguntó la rubia mirando ansiosa al de anteojos.

-No hay tiempo de explicar, debemos ir al puerto. – Dijo Stear tomando a Candy de la mano para que lo acompañara.

-Tranquilo, que yo iré con ella. – Dijo Tom seguro de acompañarla. Stear asintió a él no le preocupaba que los acompañara. – Annie volvemos más tarde. – Le dijo a su hermanita quien se asomaba para ver qué estaba sucediendo.

Los tres jóvenes bajaban por el ascensor y abordaban el carruaje que Stear había dejado esperando, indicando que se dirigiera al Seaport lo más rápido que pudiera. El carruaje comenzó su travesía y Candy observaba a Stear esperando le explicara aquello que no había podido explicar en el departamento.

-Anthony zarpará a la guerra… hoy a las cinco… - Dijo Stear quien había hecho sus propias conclusiones.

-¿A la guerra? – Preguntó Candy sintiendo un vuelco en su estómago. Stear asintió, aún estaba sin aliento por la premura de todo.

-Tranquila Candy lo alcanzaremos. – Dijo Tom intentando darle ánimo a la rubia, quien no hacía más que ver el reloj que su amado le había obsequiado a inicios de año.

El carruaje a pesar de ir lo más rápido que podía llegó a las cinco en punto, hora de salida del barco de Anthony. La rubia sintió que su corazón se detenía al ver todo el recorrido que tenía que hacer para llegar hasta la plataforma de salida.

-¿No puede entrar más allá? – Preguntó Stear al cochero.

-Lo siento joven, no está permitido. – Dijo el cochero con una disculpa en su rostro. Stear asintió frustrado y ayudó a Candy a bajar.

-Yo iré primero. – Dijo Tom quien pensó que podría correr mucho más rápido que Candy y alcanzar a Anthony.

-Yo iré a ver si puedo detener la salida. – Dijo Stear pensando en dar el nombre de su tío, el capitán Brower.

Candy quedó en la entrada del puerto caminando lo más de prisa que podía, sin embargo el peso de su vientre le impedía moverse con facilidad. El silbato de salida se anunció por última vez y el trasatlántico ya había emprendido su viaje.

-¿Cuál es? – Preguntó Candy a Tom cuando lo alcanzó.

-No lo sé, son tres barcos los que zarparon al mismo tiempo. – Dijo Tom mirando con angustia para adivinar a cual seguir. Hasta ese momento Stear también se daba cuenta que no había pedido informes a George del barco en el que saldría Anthony, creía que solo sería uno, pero desafortunadamente para ellos, había salida para tres barcos, algo que ocurría rara vez por los tiempos de guerra.

-¡Es aquel! – Dijo Stear señalando al que había zarpado de la última plataforma ya que los otros eran comerciales y de suplementos médicos.

Candy corrió como jamás en su vida había corrido, llegando hasta el final de su recorrido para después gritar con todas las fuerzas que tenía en su pecho.

-¡Anthony! – Gritó Candy con las pocas fuerzas que quedaban con su aliento. - ¡Anthony…! – Gritó de nuevo pero esta vez más despacio, sabía que era imposible que él la escuchara y mucho menos que pudiera detener el barco. – Anthony por favor… aquí estamos tú hijo... yo… te necesitamos… - Decía Candy ante la impotencia del ver el barco partir y activar su silbato en el momento preciso que ella llamaba a su amor.

La oscuridad de la tarde había caído y con ella caían las ilusiones de la joven enfermera, quien se dejaba caer sobre sus rodillas para aguantar el dolor que sentía en su corazón.

Tom y Stear la observaban con los ojos llenos de llanto, la escena era desgarradora, ver a Candy gritar y llorar de esa manera les había partido el alma, pero ninguno podía hacer nada para remediarlo.

-Vamos Candy… - Dijo Tom con tristeza, intentando llevarse a Candy de ahí.

-No… no, no, no, no, quiero…. – Decía Candy negándose a irse de ese lugar. – ¡Anthony! - Volvió a gritar la rubia, esta vez con menos fuerza que antes, pero no fue interrumpida por el silbato del barco.


Anthony se había levantado muy temprano, no había podido dormir ni por un minuto, la espera para zarpar de la ciudad era eterna para él y quería escapar de ahí cuanto antes.

-Buenos días. – Saludó su tío quien al igual que Anthony amaba madrugar. Anthony sonrió de lado, para él no era un buen día. - ¿Pudiste descansar? – Preguntó a pesar de que las ojeras de su sobrino revelaban que no era así.

-Ya descansaré después… - Fue la respuesta del joven, quien tenía el ánimo por los suelos. Albert suspiró profundamente al ver el dolor reflejado en el rostro de su sobrino.

-Anthony… ¿No has considerado quedarte a nuestro lado? Juntos podemos ayudarte a superar toda esta tragedia y tal vez con el tiempo sea menos dolorosa… - Dijo Albert insistiendo en que Anthony se quedara con ellos. El menor negó a la pregunta hecha por su tío.

-No… no podría vivir aquí sin ella, todo me recuerda a ella… - Decía Anthony con las lágrimas fluyendo por sus ojos a pesar de que deseaba detenerlas, pero su dolor era tan grande que era imposible hacerlo. – Incluso mi oficina tiene su recuerdo… - Decía recordando aquella tarde previa a su primera entrega. – Además… nuestro hijo… ese niño que jamás conoceré, jamás podrá llamarme papá y ella… ella… - Dijo sin poder continuar con sus palabras, las cuales se ahogaban en su pecho con pena y desesperación.

-Entiendo. – Dijo Albert sin presionar más al menor, sabía que tal vez un día volvería, pero temía que algo sucediera por la guerra e impidiera su regreso.

Anthony se aseó, rasuró su rostro y peinó sus largos cabellos, se puso un traje de color negro y se cubrió con una gabardina pesada mientras el gorro que ella le había obsequiado la pasada navidad adornaba su cabeza junto con los guantes a juego.

-Es muy temprano. – Dijo Albert al ver que Anthony ya estaba listo para partir.

-Quiero caminar antes de abordar. – Dijo Anthony quien sabía debía estar dos horas antes en el barco.

-¿Quieres que te acompañe? – Preguntó Albert quien ya estaba listo también para salir del hotel.

-No es necesario… - Dijo Anthony sonriéndole para convencerlo de que no lo quería en el muelle. – No quiero despedidas, me iré directamente al camarote. – Dijo una vez más sin ánimo, decidido a caminar hasta el puerto que estaba relativamente cerca de ahí.

Albert respetó su decisión y lo dejó salir de la habitación, ya había convivido lo necesario y sabía que ya no podía hacerlo cambiar de opinión.

Anthony llegó hasta el muelle y se registró con tiempo suficiente, aún había luz y pensó en caminar un rato por la plataforma del barco, reconociendo el lugar y aspirando el frío marítimo, en aquella parte de Manhattan era mucho más fría que donde se concentraban los edificios. Observó desde ahí la ciudad y recordó el primer día que había llegado en compañía de sus primos, cuantos anhelos, cuantas esperanzas puestas en aquella urbe, jamás imaginó que ahí encontraría a su amor verdadero, aquel amor que le había durado tan solo un suspiro.

-Adiós pecosa… tal vez el día que deje de doler vuelva para estar contigo… - Decía pensando que probablemente jamás volvería.

El sol comenzó a esconderse por el oeste, en otoño se ponía más temprano y la oscuridad descendía en la ciudad otorgando colores naranjas y rosados que cubrían poco a poco la luz solar. Suspiró nuevamente y escuchó el silbido del primer aviso de salida.

El barco comenzó a alejarse y al momento de volver a sonar el silbato, creyó escuchar a lo lejos el llamado de su pecosa, giró su rostro intentando ver lo imposible, pero solo se apreciaba la oscuridad en medio de la nada, ni siquiera el muelle se podía apreciar y el sonido del silbato se volvió a escuchar impidiendo que descifrara que entre aquel ruido el llamado de aquella que lloraba estaba silenciado.

Candy permaneció de rodillas frente al muelle, llorando desesperada por la partida del ser amado, rogando ser escuchada, creyendo que pronto regresaría al darse cuenta que era ella la que le gritaba.

-Iré a buscar una diligencia. – Dijo Stear mirándola desde lejos con tristeza. Tom asintió permitiendo que Candy continuara desahogando su pena.

-Disculpe señorita ¿Se encuentra bien? – Preguntó Albert quien escuchó el llanto de la joven, acercándose a ella sin saber quién era. Candy negó mirándolo sin poner atención a su rostro. - ¿Puedo ayudarle en algo? – Preguntó con una gran pena en su pecho, sin saber por qué el dolor de la joven lo angustiaba.

-¿Algún problema? – Preguntó Tom, quien al ver que alguien se había acercado a su hermana se acercó de inmediato.

-No, no… - Respondió Albert creyendo que aquel joven era la pareja de la muchacha que continuaba llorando. – Disculpe, solo me acerqué porque vi a la señora llorando… - Explicó con educación extendiendo su mano al vaquero.

-Gracias, ella está conmigo. – Dijo Tom con más tranquilidad.

Albert se retiró del lugar con una simple reverencia y permitió que Tom se acercara a Candy, quien se levantó con dificultad y se abrazó a su hermano.

-Vamos revoltosa. – Le dijo con cariño. Candy simplemente sollozaba sin poder controlar el dolor de su alma.

Stear los esperaba en el carruaje e hizo señas para que llegaran hasta él. Candy subió al carruaje y poco después llegaban al edificio donde vivían.

-Gracias, Stear… - Dijo Candy con desgano.

-Candy, no te preocupes, te prometo que contactaré a Anthony lo más pronto posible y se enterará de todo. – Le dijo Stear seguro de que investigaría el lugar dónde Anthony llegaría. Candy sonrió sin ganas y se dirigió al edificio. Tom agradeció y Stear se alejó de ahí.

Cuando iban al interior del edificio un fuerte dolor asaltó a Candy, un dolor que parecía la iba a partir en dos, su cuerpo tembló al darse cuenta que su bebé estaba en peligro una vez más.

-¿Candy estás bien? – Preguntó Tom al ver que Candy se doblaba de dolor.

-Tom… llévame al hospital. – Le dijo simplemente. Tom la escuchó con todo el miedo del mundo y de inmediato giró su rostro para ver si podía alcanzar a Stear y el carruaje, pero el inventor se había ido.

Buscó un carruaje y en cuanto encontró uno se llevó a Candy en brazos, dando las indicaciones en el trayecto al conductor, a quien le advertía que le pagaría el doble si llegaban de inmediato.

Llegaron al hospital y con la rubia en brazos, el doctor Black que seguía ahí la recibió de inmediato llevándola a revisar. Tom se quedó en espera con el corazón acelerado y muerto de miedo por lo que podría suceder.

Ruth se encontraba aún en el hospital y había visto como Candy llegaba en brazos del joven que se había identificado como su hermano, aquella sonrisa maliciosa una vez más se asomó en su rostro y salió de inmediato del hospital con rumbo fijo.

Elroy se encontraba en la sala de bordado, tenía que calmar las ansias de todo lo que había pasado, se sentía muy mal por haber discutido con Elisa y porque Anthony no tenía la intención de volver a recibirla.

-Señora, la busca una señorita. – Dijo James con propiedad a la vieja que hacía como que bordaba y no avanzaba.

-¿Quién es James? – Preguntó la matriarca sin ningún interés.

-No dijo su nombre, solo puedo decirle que viene vestida de enfermera. – Respondió James con amabilidad. Los ojos de Elroy se abrieron de golpe al imaginar a la rubia novia de Anthony, pero al recordar que la joven había fallecido estuvo a punto de negar su presencia.

-Dile que pase… - Respondió Elroy sin ánimo de recibir a nadie, sin embargo últimamente se había movido entre doctores y enfermeras que pensó tal vez sería importante. Elroy miró a Ruth de arriba abajo, buscando un recuerdo en su memoria de ella. – Trabajas para el doctor Kurthban Black, ¿No es así? – Preguntó la matriarca con cierto desdén.

-Así es señora Ardlay. – Respondió la joven con cierto nerviosismo, nerviosa por la imponencia de tan elegante y distinguida mujer. Su porte era algo que no podía pasar desapercibido, pero la arrogancia de rostro era lo que terminaba de intimidar a las personas.

-Y bien ¿Qué es lo que se le ofrece? – Preguntó con cierto desdén en su voz.

-Vengo a decirle que Candy está otra vez en el hospital. – Dijo Ruth con rapidez. Elroy frunció el ceño y la miró fijamente. – Parece que se puso mal una vez más por el embarazo y tiene nuevamente problemas en retener al crío. – Decía ante la mirada atónita de la vieja.

-¿Qué está diciendo? – Preguntó al ver que la joven esa hablaba de Candy y su bisnieto.

-Si quiere puedo hacer que todo parezca un accidente… - Dijo la infame enfermera dispuesta a ganarse un dinero extra, sabía que aquella elegante mujer no toleraba a la rubia y que el hombre aquel que le pagaba por darle información de Candy, era empleado de ella.

-De ninguna manera. – Dijo Elroy con impaciencia, tanto así que sorprendió a la enfermera frente a ella. – Quiero que la cuides, que la trates bien y cuando vaya a nacer su hijo me avises de inmediato. – Dijo la mujer haciendo énfasis en que debía cuidarla. - ¿Quedó claro? – Preguntó Elroy con firmeza.

-Lo que usted diga señora. – Respondió Ruth con un poco de confusión, sin embargo por dinero ella haría lo que fuera.

-Le pagaré muy bien por sus servicios. – Dijo sacando de entre sus ropas una pequeña bolsa con monedas de oro. Ruth la tomó entre sus manos y el peso le hizo ver que no tenía que corroborar que era oro puro.

-Con su permiso. – Dijo Ruth con una sonrisa en sus labios, una sonrisa que revelaba la ambición que tenía.

Elroy se quedó pensativa en lo que haría, no sabía si avisarle a Anthony o definitivamente quedarse con su hijo y educarlo personalmente, después de todo ella era la única calificada para formar a un hombre de bien, lo había hecho con cuatro de los herederos principales y lo volvería a hacer con el hijo de Anthony.

Ruth regresó al otro día al hospital y se ofreció a ser ella misma la que atendiera a Candy, a pesar de que todos se extrañaban de aquel ofrecimiento pero, con el pasar de los días se fue ganando la confianza de todos.

Candy había comenzado a confiar en su jefa directa, quien estaba siempre al pendiente de lo que debía y no debía comer, la ayudaba a ponerse de pie y hasta la había asistido en su baño.

-Ruth. – Dijo Candy como siempre amable con las personas que cuidaban de ella y Ruth se había convertido en una de ellas, sobre todo después de que había escuchado que Candy debería permanecer hospitalizada hasta que naciera su hijo. – Quiero agradecerte por todo lo que has hecho por mí estos días. – Dijo Candy para sorpresa de la enfermera, quien con asombro escuchaba las tiernas y agradecidas palabras de Candy.

-No tienes qué agradecer, lo hago porque es mi responsabilidad. – Respondió Ruth, sin embargo Candy sabía que ella se había quedado más allá de sus horas laborales para atenderla y no solo eso se había ofrecido a cuidarla incluso cuando Annie estaba tan cansada porque había recibido un extraño pedido de un vestido de novia a última hora.

-No Ruth… - Dijo Candy tomando sus manos, sorprendiendo a la enfermera por la manera tan agradecida con la que Candy le hablaba, de pronto sintió remordimiento porque sabía que la vieja Elroy deseaba apoderarse de su bebé y con las semanas que la había atendido sabía que Candy no era una mala chica. – En verdad has hecho más por mí y te aseguro que mi hijo y yo te agradecemos profundamente todo eso que haces. – Dijo Candy abrazándola con fuerza.

Candy tomó entre sus manos el crucifijo que le había regalado la hermana María el día que había abandonado el orfanato por primera vez y lo colocó en el cuello de Ruth, quien abrió los ojos sorprendida por la acción de la joven enfermera.

-No puedo aceptarlo Candy… - Dijo con pena, sintiendo mucha culpa en su pecho.

-Quiero que lo conserves. – Le dijo Candy con una sonrisa sincera. – Es un obsequio con el cual quiero agradecerte todos tus cuidados. - Dijo la rubia con una sonrisa. Ruth aceptó aquel obsequio y salió de la habitación con las lágrimas en sus ojos.

Semanas después Candy comenzó a sentir los dolores de parto, su cuerpo estaba listo para tener a ese pequeño fruto de su gran amor. Stear se había comunicado por última vez dos semanas antes, estaba triste porque no tenía noticias de Anthony aún y ni siquiera el tío William lo había localizado y la pobre rubia entraba en labor de parto con el corazón roto, pero con la esperanza puesta en que pronto Anthony regresaría.

-¡Ruth, ya va a nacer el hijo de Candy! – Dijo Katherine quien había sido enviada por el doctor Black para que fuera Ruth la asistente en el parto.

Ruth quedó un momento de piedra, no sabía qué hacer, pero de pronto optó por correr hasta el quirófano donde la rubia sería atendida, sabía bien que debía hacer todo lo posible para que el hijo de Candy saliera con bien.

-No te preocupes Candy, todo estará bien. – Le dijo Ruth a la rubia, quien le sonrió agradecida por estar ahí.

Annie, Tom, Terry y Cassie, quien también estaba muy adelantada en su parto esperaban con nerviosismo afuera de la sala, era un 22 de diciembre, estaban en vísperas de la navidad y el pequeño de Candy estaba a punto de nacer. Tom caminaba de un lado a otro, Annie estaba muy nerviosa y ni qué decir de Cassie quien se imaginaba lo difícil que sería traer un bebé al mundo.

Pasaron varias horas antes de que el pequeño bebé de Anthony y Candy viera la luz del día por primera vez, el llanto fuerte del pequeño ser que nacía inundó la sala de parto.

-¡Es un varón! – Gritó con alegría el doctor Black, quien tomaba al pequeño rubio entre sus brazos y lo entregaba a Ruth para que lo aseara. Ruth lo tomó con nerviosismo y miró a Candy a los ojos, la joven enfermera le sonrió agradecida con los ojos llenos de llanto.

Ruth se debatía en lo que debía y lo que no debía hacer, tenía un trabajo que le habían pagado para que realizara, pero por otro lado tenía a Candy quien con un profundo agradecimiento la miraba feliz. El pequeño en su llanto agitó una mano y golpeó el pecho de Ruth, el crucifijo obsequio de Candy se sintió frío en su pecho y esta sintió un escalofrío recorrer su piel.

Una vez que terminó de asearlo se acercó a Candy y le mostró por primera vez el rostro de su hijo.

-¡Es hermoso! – Dijo Candy al ver al pequeño que se movía inquieto buscando comida. – Se parece a Anthony… - Dijo sin poder evitar más el llanto que tenía meses contenido en su pecho, comenzando a llorar desconsolada por estar sola con su pequeño.

Ruth salió a avisar a los familiares y a terminar con su encargo, tenía que avisar a la señora Elroy que había nacido el joven heredero… sin embargo colgando el teléfono pensó que no sucedería nada si se tardaba más tiempo en lo que Candy alimentaba a su hijo.

Todos estaban felices por el nacimiento del pequeño de Candy, era un bebé fuerte y robusto, un niño que era el vivo retrato de Anthony, pero aún no abría los ojos como para saber el color de ellos.

Elroy se había desesperado por no tener noticias del nacimiento de su bisnieto y con toda la elegancia con la que había sido dotada espero que pasara la navidad para presentarse directamente en el hospital y preguntar personalmente.

Ruth pudo observar desde lejos que la matriarca llegaba al hospital y corrió de inmediato a la habitación de Candy.

-Candy, pronto tienes que vestirte. – Dijo Ruth con prisa ante la mirada atónita de Candy, quien aún no era dada de alta.

-¿Qué sucede Ruth? – Preguntó Candy confundida por la actitud de la enfermera.

-Es la señora Ardlay. – Dijo sin explicar más, aquella frase alteró a Candy, quien de inmediato se levantó de su cama para vestirse con la ropa que Ruth le proporcionaba.

-¿Qué está haciendo aquí? – Preguntó Candy, ella sabía que aquella mujer la daba por muerta.

-Candy esa mujer quiere a tu hijo. – Le dijo Ruth tomándola por los hombros.

-¿Qué? – Preguntó Candy confundida por aquella revelación.

-Ella me pagó Candy… pero no puedo hacerlo, no puedo entregarle a tu hijo... – Dijo la enfermera confesando su delito. Candy la miró asombrada, tomó a su hijo en brazos y lo cubrió con una manta gruesa. – Date prisa. – Dijo Ruth abriendo la puerta para ver que la mujer ya se dirigía a la oficina del doctor Black.

Llamó a Katherine quien se había dado cuenta de la presencia de la mujer y aunque no sabía nada de lo que estaba sucediendo, de inmediato fue hasta la habitación de la rubia.

-Katherine, ayuda a Candy a salir por la puerta de atrás, yo distraeré a esa mujer. – Dijo Ruth decidida a enfrentar a la vieja Elroy.

Katherine obedeció ayudando a Candy a salir de inmediato del hospital, la cubrió bien de pies a cabeza igual a su hijo y le consiguió un carruaje.

-¿Qué está pasando Candy? – Preguntó Katherine con miedo.

-Quieren robarme a mi hijo… - Respondió Candy con miedo. – Ve por Annie por favor dile lo que sucedió, estaré en la estación del tren. – Dijo Candy pidiendo ayuda a la recepcionista quien no dudó en ayudar a la joven.

Katherine informó a Annie lo que sucedía y la pelinegra con toda la premura arregló lo más importante y dejó a Tom a cargo para que terminara de empacar las cosas, no había tiempo de explicar a Terry y a Cassie, debía ir con Candy lo antes posible y sabía bien que era irse de la ciudad de Nueva York.

Candy observó con alivio que Annie venía hacia ella y juntas abordaron el primer tren que salía rumbo a Chicago, ninguna de las dos habló, simplemente se abrazaron con cariño. Ambas regresaban a su lugar de origen dispuestas a enfrentar los nuevos retos que se les presentaban.

Candy observó a su pequeño, quien dormía plácidamente entre sus brazos ajeno a todo lo que había tenido qué hacer su madre por mantenerlo junto a ella.

Continuará…

Creo que me retiro lentamente...


AGRADECIMIENTOS ESPECIALES

TeamColombia:

Hola hermosas, en estos momentos sé que están sufriendo y de seguro hay menos uñas en sus dedos, espero que no sufran demasiado. Les mando un fuerte abrazo.

Saludos!

Cla1969:

Ciao stupendo!

Mi dispiace molto di averti fatto soffrire, ma la storia era intesa così fin dall'inizio.

Spero che non mi odi. Ti mando un grande abbraccio.

Saluti

Mayely León:

Hola mi hermosa colombiana, la más nerviosa de todas (creo yo jijijiji) espero no hacerte sufrir mucho amiga.

Saludos!

Usagi de Andromeda:

Hola hermosa! Wow! apenas recuerdo esa imagen de la película, sí, creo que una actuación intensa del sol LuisMi.

ViriG tiene historias de esta pareja es una fiel admiradora de ellos (Tom y Elisa), la verdad todavía falta un poco de interacción en esta historia por parte de ellos, solo que aún no llego a ese punto.

Creo que si lo haces Anthonyfic yo lo leo aunque sean vampiros jajaja. De hecho en Pinterest una imagen donde Anthony, Terry y Stear (creo) están representados como vampiros.

Gracias por leer hermosa, Saludos!

Julie-Andley-00:

Hola hermosa! Feliz año para ti también y por supuesto feliz día de Reyes, espero que hayas pasado un lindo día.

Creo que llegaron algo tarde, Anthony huyó y Candy se quedó en América.

Espero que no hayas sufrido mucho hermosa.

Saludos!

gidae2016:

Hola hermosa! También deseo de todo corazón que todas tus metas se realicen este año y que el amor golpee a tu puerta repleto de bendiciones.

Creo que Elroy es un alhuate en el zapato, esperemos que pronto deje de dar lata.

Espero que no sufras mucho amiga, te prometo que falta poco para que las aguas se amancen.

Te mando un fuerte abrazo.

Luna Andry:

Hola hermosa! Espero que no hayas sufrido mucho con este capítulo, también opino que el florero no debió de fallar, pero creo que Anthony en esto no tuvo tino jajaja.

El pobre Archie ya hasta se imaginó unos vaqueritos de ojos azules y cabellos negros jiijiji, quien le manda al pobre.

Hermosa, te mando un fuerte abrazo, espero hayas pasado un feliz día de Reyes.

Rose1404:

Hola hermosa! me alegra saber que la pequeña princesa y Anthony se encuentran bien, espero tú también. Gracias por tus buenos deseos, yo también pido mucha SALUD por favor!

Creo que esta vez no se cumplió el pronóstico hermosa, espero no me odies. Te mando un fuerte abrazo hermosa.

Saludos!

Carito Andrew:

Hola hermosa! ¿Cómo estás? Creo que tu comentario se adaptaba más a LA CENICIENTA EQUIVOCADA de Luna Andry jijijiji, pero no importa, me alegra que estés aquí.

Te mando un fuerte abrazo hermosa.

Saludos!

ViriG:

Hola hermosa! Si me llegó por lo menos de invitada tu comentario, gracias por tu esfuerzo de hacérmelo llegar.

No te creas también siento feo de ver así a Anthony, definitivamente él es mi debilidad de todos los chicos de Candy, porque estoy segura que "El amor se llama Anthony" para mí insisto la mejor pareja que podría haber tenido Candy.

Stear haciendo todo lo posible por unirlos y Archie seguía celoso por Tom, hasta deseo que tuvieran muchos vaqueritos ojiazul jajaja (no puedo dejar de imaginarlos jajaja serían bellos).

Hermosa espero no haberte hecho llorar mucho, pero de premio de consolación Tom se puso feliz por la noticia del falso compromiso jiiji.

Amiga bella, te mando un fuerte abrazo, espero que estés muy bien y que hayas pasado un excelente día de Reyes.

Saludos!


Muchas gracias a las personas que leen de manera anónima, muchas gracias por estar aquí y darme un poco de su tiempo. Dios las bendiga.


GeoMtzR

07/01/2025.