Ambas estamos casadas,
pero eso no quita esa fascinación
que me provoca mirarte
e imaginar otro tipo de situación.
Supongo que, en otra vida, querida,
nos entregaríamos a tremendo revolcón
o al menos eso pasa en mi imaginación,
donde una mata de rizos indomables serpentea, dulcemente, por mi cuerpo
hasta dar con esos otros rizos, de un valle poco transitado y necesitado,
mojado de ganas de ti
y que hagas lo que quieras en mí.
Otra vida, querida,
donde nuestras almas puedan coincidir y coexistir.
En otra vida te amo,
te deseo,
te hago el amor con veneración,
con profunda admiración
y me perdería, una y otra vez, en esos ojos claros
que dan tanta paz, tanta vida, tantas ganas de más,
y yo con todo ese dolor contenido
y tú con esa facilidad pasmosa para desarmarme,
curarme, protegerme y amarme.
En otra vida, querida,
porque, insisto, todo esto solamente es producto de mi imaginación,
bendita inspiración.