Hago garabatos en un cuaderno desgastado, mientras siento una congoja que me oprime el pecho.
Lo sé, no tengo ni idea de lo que nos depara el futuro, pero sigo en esa cuerda floja, entre lo que anhelo, que es pura fantasía, y la realidad.
Hablar con ella, que ya es madre, no va a mitigar esta angustia, al revés, lo que hará es plantearme aún más la sensación que va todo tarde.
Dices que, para ti, ya ha pasado ese tren, que no puedes y no debes hacerte ilusiones y yo no sé qué hacer. Es un quiero y no sé si puedo o debo.
Tenías claro que ya le he puesto nombre, aún sin ver su rostro, a algo que ahora mismo es intangible.
Clarísimo lo tengo, como si ya fuese parte de mí.
Qué estupidez, pero bueno.
Supongo que, quiera o no, todo me lleva a ti:
Victoria
