PARTE 2 Cuando "No" no es una opción

~o~

Byleth no pudo explorar el campamento de estudiantes que mencionaron los nobles, no cuando ella fue a Remire escoltada por tres caballeros de Seiros; no necesitaba que nadie le dijera que era para que no escapara. Cuando llegó al dichoso campamento era plena madrugada, todos dormían y le tocó compartir una tienda improvisada con Shez.

Al despertar, tanto Shez como ella descubrieron que todos los estudiantes (salvo los tres nobles que salvaron) habían sido enviados de regreso al monasterio ni bien llegó el alba, seguramente por precaución. Los caballeros de Seiros restantes levantaron el campamento y las mercenarias partieron con ese grupo.

"Mi Capitana me va a matar", se lamentó Shez mientras caminaba casi arrastrando los pies. Enseguida miró a Byleth. "Me mandó a dejar una carta de solicitud de estadía en Remire, y ahora ella va a recibir una carta donde dice que estoy con los Caballeros de Seiros".

Byleth conocía esos movimientos, su padre también solía pedir estadía temporal en pueblos y aldeas para el grupo mercenario, la villa de Remire era uno de sus sitios favoritos y en sus últimas visitas ni siquiera enviaba cartas, sólo a un mercenario avisando que iban en camino. Los descansos eran importantes para levantar la moral del grupo.

"Va a creer que me arrestaron", Shez continuó lamentándose. "Getz y Lazley se van a reír de mi hasta que me sangren los oídos".

Byleth no sabía con exactitud qué responder a eso, lo único que le nació hacer fue buscar algo en su mochila y ofrecérselo a Shez.

"Licor de Brigid", dijo Byleth mientras le extendía una hermosa cantimplora de metal con un diseño digno del mejor maestro artesano.

"¡Genial!" El gesto de Shez recuperó brillo mientras tomaba la cantimplora y le daba un trago. Arrugó el rostro de manera graciosa. "Wow, es fuerte… ¿Dónde lo conseguiste?"

Una pregunta que Byleth sí podía responder con normalidad.

"En mi último trabajo, escolté a un mercader y me dio una botella".

"¿También la cantimplora? Es hermosa", murmuró Shez, mirando el trasto con interés.

"No, esa le pertenecía a papá".

"El Quiebraespadas en serio tenía buen gusto", la mercenaria bebió un poco más de licor y devolvió la cantimplora. "Gracias".

Byleth sólo hizo un movimiento de cabeza en respuesta.

"Oye", Shez se acercó para hablar en voz baja, "¿crees que nos van a matar para que no digamos que casi pierden a tres herederos reales bajo su cuidado?"

"Si lo intentan, creo que tenemos posibilidades de pelear y escapar con poco daño", fue la simple respuesta de Byleth. "Eres fuerte… Pero no hiciste caso de mis consejos".

"¿Consejos?" Y Shez lo recordó, gruñó un poco. "Lo olvidé luego de eso, seguía asustada".

"¿Asustada?" Byleth pareció confusa al escuchar eso.

"Me diste miedo aquella vez", murmuró Shez y la miró de reojo, antes de notar algo y reír. "Jo, soy más alta que tú. Quizá pueda ganarte".

"No puedes, tu estilo de combate tiene las mismas fallas", refutó Byleth de inmediato, algo en su pecho la obligó a ¿defenderse? "No puedes ganarme".

"Oh, ¿quieres confirmarlo?" Fue la inequívoca provocación de Shez, incluso exageró el movimiento de inclinarse hacia Byleth y encararla lo más cerca posible.

Byleth casi frunció el ceño, no pensaba ceder.

"Hey, señoritas, si quieren pelear al menos esperen a que lleguemos al monasterio", intervino Claude al notarlas como un par de ciervos chocando cornamentas, se emparejó con ellas. Pudo escuchar lo que dijeron. "Así al menos el resto de los alumnos podrá ver y apostar".

"Oh, siempre soy la apuesta segura, créeme", presumió Shez, sin dejar a Byleth. Sus frentes casi pegadas.

"No, nadie va a apostar", sonó la siempre correcta voz de Dimitri, que también alcanzó a las mercenarias. "Claude, debes dejar de descarriar al resto de nuestros compañeros con esos comportamientos cuestionables".

"Si a mí me lo preguntan, no me molestaría ver esa pelea. Yo apostaría por Byleth", comentó Edelgard, que también los alcanzó.

El gesto de Byleth casi brilló al escuchar eso y Edelgard lo notó.

"¡Pensé que éramos amigas!" Reclamó Shez, graciosamente dolida. La princesa sólo sonrió.

"¡Edelgard!" El príncipe de Faerghus se notaba incrédulo.

"No te preocupes, Shez, yo apostaría por ti", dijo Claude mientras le guiñaba un ojo a la mercenaria, sólo para recibir alegres y bruscas palmadas en la espalda de parte de ésta.

"¡Tú sí tienes buen gusto!" Exclamó una alegre Shez y enseguida miró a Dimitri. "Te toca desempatar, anda, di que apostarás por mí y así podré ganarle a éste demonio", señaló a Byleth con un pulgar al decir eso.

"Yo…" El pobre Dimitri ahora estaba acorralado, que Byleth diera la impresión de esperar por su respuesta no lo ayudaba. Sacudió la cabeza y se aclaró la garganta. "No he visto pelear a la señorita Byleth como para hacer una elección ahora mismo, así que no estoy en posición de… De tomar una decisión".

Claude se echó a reír, Edelgard sólo sonrió y Shez hizo un gesto de infantil berrinche. Byleth volvió su vista al frente.

El grupo dirigido por Alois siguió avanzando. Shez rápidamente fue a explicarle a Dimitri todas las ventajas que conllevaba apostar por ella, Claude (no) ayudaba y Dimitri poco podía hacer para quitárselos de encima. Edelgard al fin podía caminar junto a Byleth.

"Apostaría por ti, te vi derribar a un sólo hombre y salvaste mi vida", murmuró la princesa.

Byleth miró a Edelgard un momento antes de volver su vista al frente. "Ese hombre le hizo un agujero a mi abrigo".

"Podemos mandar tu abrigo con un sastre", ofreció Edelgard, le parecía casi gracioso que su salvadora se preocupara por tan particular prenda. "El costo va por mi cuenta, te lo debo… Y también por tu… Armadura", si es que podía llamar armadura a la solitaria pieza de metal en su torso cuyo único (y aparente) propósito era resaltar el generoso busto de la mercenaria. Pensar en ello hizo que sus mejillas se calentaran.

Byleth negó. "Yo puedo arreglarlos. Mi abrigo está hecho de la piel de una bestia maldita… Ese bandido era muy fuerte si pudo cortarlo y atravesar mi armadura".

La realización de que ese bruto de verdad iba a cortarla en dos con un solo hachazo hizo que la piel de Edelgard se erizara. Haber muerto de esa manera tan indigna iba a arruinar tantas cosas para muchas personas… De verdad le debía mucho a Byleth.

"¿De qué está hecha tu armadura?" Preguntó Edelgard sólo para dejar de lado tan molestos pensamientos.

"De escamas de una bestia que papá una vez encontró", contó Byleth. "Nunca me dijo qué bestia era, pero reunió muchas escamas. Tengo piezas aún".

Y ya que tomaban ese tema. "Escuché que el Quiebraespadas murió hace unos años. Sé que es tarde, pero lamento tu pérdida", y quizá lo único bueno de esa noticia era que el hombre murió en paz y en su hogar.

Byleth sólo asintió. No dijeron nada luego de eso, no cuando ante el grupo se levantó el enorme peñasco que albergaba el Monasterio de Garreg Mach. Byleth sintió un escalofrío que la obligó a apretar su mochila.

"Bienvenida a Garreg Mach", dijo Edelgard con voz tensa.

~o~

Byleth y Shez creían que sólo tendrían que firmar dos o tres documentos, recibir algunas amenazas veladas de parte de los Caballeros de Seiros, recibir su dinero y ser echadas del monasterio. Lo que ninguna de las dos esperaba era que tendrían una audiencia con la mismísima Arzobispa Rhea.

Mientras que Shez sólo imploraba salir de ahí lo más pronto posible para volver con su gente, Byleth quería y no quería conocer a la mujer a la que su padre temió hasta en su lecho de muerte.

"¿Sobreviviré si salto por la ventana?" Preguntó Shez mientras esperaban.

"Si sobrevives quizá te rompas la espalda y las piernas, y no podrás volver a caminar", respondió Byleth con su voz seca usual.

"Vale la pena intentarlo".

Un caballero se les acercó. "La Arzobispa va a recibirlas ahora mismo, síganme".

Las mercenarias obedecieron y llegaron a una pequeña sala de recepción que, ellas no lo sabían, daba a lo que eran las oficinas de Rhea y de su Consejero. Y justamente ahí las esperaba la imponente figura de la Arzobispa del Monasterio de Garreg Mach, la líder suprema de la poderosa Orden de los Caballeros de Seiros, la representante de la Iglesia de Seiros cuya adoración predominaba en Fódlan.

Shez, para ser sincera, estaba apenas impresionada por la presencia de la mujer. Byleth, por su parte, luchaba por no apretar los puños al ver el gesto suave y la sonrisa de la Arzobispa.

Junto a la Arzobispa había un hombre de recio porte.

"No tengo suficientes palabras para agradecerles su ayuda", dijo el hombre. "Soy Seteth, el Consejero de Su Excelencia", continuó y esperó a que Rhea tomara la palabra, pero pasaban los segundos y ella no decía nada.

Rhea quedó un poco perturbada al ver familiares facciones en una de las mercenarias. No parpadeaba, no podía dejar de mirar a esa joven. Salvo por el color del cabello y los ojos, Rhea podría jurar que esa chica era…

"¿Su Excelencia?" La llamó Seteth con gentileza.

Rhea salió de su estupor y sacudió apenas la cabeza.

"No tienen idea de la ayuda que nos han prestado. Los jóvenes que están dentro de estos muros son el futuro de Fódlan", dijo Rhea con maternal voz. "Permitan que les agradezca y las recompense por su ayuda", lo último que Rhea necesitaba mencionar era que esas chicas le habían ahorrado un montón de problemas y una posible guerra continental. "¿Puedo saber sus nombres?"

"Soy Shez", se presentó primero una sonriente Shez. "Se me prometió una recompensa, yo los salvé primero, a los tres", aclaró la mercenaria con alegría. "Ella llegó después y sólo salvó a una".

"Y te agradezco mucho eso, pequeña Shez, tienes mucha energía", dijo Rhea con una risilla y su atención rápidamente volvió a la otra joven. "¿Y cuál es tu nombre, pequeña?"

Byleth apretó los labios, Rhea la miraba de una manera muy rara. Por suerte, Shez salió a su rescate.

"Discúlpela, no habla mucho, ¡ella es el temible Azote Sombrío!" Exclamó dramáticamente la mercenaria.

"Me llamo Byleth", informó la joven con dignidad. Decidió no revelar su apellido, lo mejor era no despertar más interés en la Arzobispa.

"No es mi culpa que apenas supiera tu nombre", se quejó Shez.

"Y ciertamente es un nombre poderoso", dijo Rhea con una sonrisa. Trataba de no mirar demasiado a la chica. "Ahora, respecto a la recompensa…"

"¡Genial, tendré suficiente dinero para invitarle cerveza a todo mi grupo por meses!"

"Por favor, no interrumpas a Su Excelencia, jovencita", la regañó Seteth, Shez sólo torció los labios cual niña pequeña.

"Quiero ofrecerles algo muy especial", continuó la Arzobispa. "Los jóvenes a los que salvaron pertenecen a la Academia de Oficiales de Garreg Mach, así que me gustaría ofrecerles un lugar en la Academia. Recién está comenzando el año escolar".

Shez frunció el ceño, Byleth casi hizo lo mismo, ambas sorprendidas por la propuesta.

"Soy una mercenaria", refutó Shez. "Todo lo que aún necesite aprender, lo aprenderé en batalla o mi Capitana me lo enseñará, no hay nada que yo pueda aprender aquí encerrada".

La respuesta de Shez hizo que Seteth se sintiera ofendido, decidió vender lo mejor posible la Academia y todo lo que ofrecía. "Es cierto que se aprenden muchas cosas en el campo donde se desenvuelven ustedes dos, pero hay conocimientos especializados en historia, tácticas militares, magia y otros temas que seguramente te serán de ayuda", explicó. "Además, sólo es un año".

Shez negó. "Estoy en contrato con mi grupo mercenario, no quiero estar ausente un año".

"¿Entonces te parecería que le ofrezcamos un contrato a tu grupo mientras estudias aquí?" Intervino Rhea, no le dio tiempo a la chica de decir nada. "Nuestros estudiantes salen en misiones donde tienen oportunidad de mejorar sus dotes de liderazgo con ayuda de batallones experimentados. Tenemos más grupos mercenarios en contrato y se les ofrece hospedaje, sueldo fijo, tratamiento médico, armamento y comida. Tu grupo puede servir como un batallón de apoyo".

Ésta vez Shez lo pensó seriamente, esa mujer sabía negociar. "No puedo tomar esa decisión por mi cuenta, tengo que hablarlo con mi Capitana".

"Se nos informó que tu grupo fue notificado respecto a tu presencia en el monasterio, los mandaremos a llamar y podrás hablar con tu líder", dijo Seteth.

Shez finalmente cedió. "De acuerdo". De verdad no la querían dejar ir y decidió no insistir. Tenía la extraña sensación de que si se iba sin más, podrían encerrarla o algo peor.

Al ver que habían derrotado a Shez, Byleth contuvo el aire al saber que era su turno.

"En cuanto a ti, pequeña Byleth", dijo Rhea con una voz más endulzada. "Me gustaría ofrecerte un lugar como parte del profesorado de la Academia".

"¡¿Qué?!" Fue el grito en conjunto no sólo de Shez, también de Seteth. Byleth sólo abrió más los ojos.

"¿Por qué a mí me toca ser alumna y a ella maestra?" Reclamó la joven mercenaria.

"Tú misma acabas de darnos a entender que sigues aprendiendo", respondió Rhea de inmediato y volvió a mirar a Byleth. "En cuanto a ti, he escuchado un poco sobre tu fama, Azote Sombrío", continuó la Arzobispa. "Además, me apena contarles que el nuevo profesor de Tácticas y Combate escapó anoche cuando salió a buscar a los alumnos perdidos y los bandidos lo atacaron".

"Oh", fue la respuesta de Byleth y Shez.

"Sólo enseñarás lo que ya sabes hacer", dijo Rhea, volviendo al tema importante. "No perteneces a ningún grupo mercenario, así que estás disponible, ¿verdad?"

La sensación de que no le estaban dando más opciones hizo que Byleth sintiera una molesta presión en el estómago. "Soy una mercenaria, no estoy preparada para enseñar. Tampoco necesito ninguna recompensa", y decir eso le pesaba porque sí quería recibir cualquiera fuera la recompensa prometida por Edelgard.

Edelgard…

Edelgard puede mejorar mucho, pensó Byleth de repente.

"Comprendo, pero confía en que el resto de nuestros profesores te pueden guiar. Como dije, nuestros alumnos podrán aprender mucho de alguien tan experimentada como tú".

"¡Yo también soy experimentada!" Peleó Shez, Seteth la calló con un gesto.

"Si lo deseas, sólo será por un año al igual que con la señorita Shez, tendrás un sueldo fijo, aposentos propios y todo lo que necesites. Y al final del año escolar", ésta vez la Arzobispa se dirigió a ambas, "las dos recibirán un pago como compensación por haber ayudado a nuestros alumnos".

Hubo silencio.

Byleth miró al suelo mientras pensaba seriamente en la propuesta. Podría conocer el invernadero donde sus padres bebían té y platicaban a veces hasta el amanecer. Podría descubrir qué flores eran las que perfumaron el cuerpo de su madre… Podría ver dónde estaban sus tumbas falsas.

Podría saber más de la persona que obligó a su padre a moverse y a pelear por todo el continente cargando con el recuerdo de su amada esposa, una niña en la espalda y una lanza en la mano. Podría saber más de la persona que mató a su madre.

Papá… Lo siento…

Byleth cerró los ojos y asintió. "Acepto".

"Yo debo esperar a mi Capitana", dijo Shez.

Rhea se mostró complacida. "Puedes visitar las instalaciones, ir a comer y, si necesitas pasar la noche, se te puede ofrecer una barraca hasta que sea oficial tu entrada a la Academia".

"Trato".

"En cuanto a ti, Byleth", la endulzada voz de la Arzobispa era notoria.

La mercenaria sintió un escalofrío recorrer su espalda por culpa de las miradas que le lanzaba la Arzobispa. Se mantuvo firme.

"Seteth y el resto de los profesores te explicarán cómo se manejan las clases en la Academia. Lamento tener que retirarme, pero tengo asuntos qué atender", dijo Rhea y miró a Seteth. "Te encargo el resto".

"Sí, Su Excelencia".

Rhea hizo una educada inclinación y se retiró.

"¿Sabes? Eso de ser profesora suena a muchas responsabilidades y mucho más trabajo que sólo estudiar, ¡suerte!" Sonrió Shez y se despidió de Byleth. "¡Yo iré a comer algo!" Y la pilla escapó.

Ya a solas, Seteth miró largamente a Byleth antes de suspirar hondo. "Sígueme".

~o~

Edelgard lamentaba haberse separado de Byleth ni bien cruzaron las puertas del monasterio. Las dos mercenarias fueron llevadas directo a la zona de oficinas para discutir su recompensa. La princesa no estaba muy segura qué tipo de recompensa les daría la Iglesia, pero esperaba al menos poder pagarle a Byleth por salvar su vida.

"No todos los días uno se topa con una leyenda entre los mercenarios", comentó Hubert mientras acompañaba a Edelgard a un pequeño paseo entre los jardines.

"Vi con mis propios ojos cómo derribó a un hombre grande con una daga", dijo Edelgard. "Y si salió herida fue porque usó su cuerpo para evitar que me partieran en dos".

"Y por eso es menester para mí agradecer tal acto, milady", continuó el mago. "Esperemos que las mercenarias no se vayan tan pronto".

"Esperemos. Las llevaron directo a las oficinas", Edelgard suspiró hondo. "¿Sabes? El Azote Sombrío sería una gran adición a mis filas".

Hubert levantó una ceja al escuchar eso.

"No está en un grupo mercenario, es una espada sin dueño", informó la princesa.

"No conozco al Azote Sombrío más que por los rumores, pero si me permite investigar, quizá podamos analizar mejor y…"

Hubert no pudo terminar de hablar, la cantarina voz de Dorothea interrumpió su conversación.

"¡Edie! ¡Hubie!" Con lindos saltitos, la cantante llegó hasta ellos y se sujetó del brazo de Edelgard. "Un lindo pajarito me contó algo interesante, ¿quieren escuchar?" Les preguntó en baja voz.

"¿Y tu lindo pajarito es de fiar?" Preguntó Hubert, no del todo convencido por cualquiera fuera el rumor que tenía tan emocionada a Dorothea.

"Por supuesto que es de fiar", rió la cantante e invitó a Hubert a acercarse más a ellas. "¿Recuerdan que el nuevo profesor de Combate y Táctica escapó anoche?"

Edelgard y Hubert asintieron. La verdad era que parte del plan requería alejar a ese pobre hombre y dejar el puesto libre para el único candidato posible: Jeritza von Hrym.

"No es un buen instructor de Combate si huyó de un combate", Edelgard quedó decepcionada de que el tipo en serio los dejó abandonados a su suerte, independientemente de que el ataque de esos bandidos fuera planeado.

Plan que se salió de control, por cierto, pero lo mejor era no pensar en ello.

"Oh, verán, el lindo pajarito me contó que la Arzobispa le acaba de ofrecer ese puesto a alguien y que se ve muy contenta, y parece que es alguien que no sabe de enseñanza, porque Seteth le pidió a Tomas que le llevara los libros de Principios de la Docencia, volúmenes del 1 al 5, a su oficina", canturreó Dorothea. "¿Pueden creerlo? ¡Un profesor nuevo! Espero que sea alguien guapo, de preferencia soltero, no tengo problema con que sea mujer, sólo que no sea tan mayor como el Profesor Hanneman y…"

Ni Edelgard ni Hubert pusieron atención al resto de las ensoñaciones de Dorothea, intercambiaron una discreta mirada y sólo Hubert frunció el ceño. ¿Quién podría ser ese nuevo profesor? Obviamente Jeritza no había sido elegido para el puesto y eso los ponía en aprietos.

"¿Y tu pajarito no te dijo quién es el nuevo profesor?" Preguntó Edelgard.

"Mi pajarito sólo dijo que no puede creer que se trate de alguien tan joven".

Y justo ahí, Edelgard y Hubert unieron las piezas.

"Supongo que lo sabremos pronto, hoy los profesores van a elegir grupos", dijo Dorothea y casi de inmediato se despidió de ellos al ver a Petra en los jardines. "Nos vemos en clase".

"¿Será alguna de las mercenarias?" Preguntó Hubert. Recordaba bien a Shez, le agradeció la noche anterior por su ayuda, pero Shez parecía ser de la misma edad de Dorothea.

Edelgard sólo suspiró, posiblemente se trataba de Byleth. ¿En qué está pensando la Arzobispa al poner a enseñar a alguien tan joven?

Mientras tanto, en la oficina de Seteth se encontraban el mismísimo Seteth junto con Byleth, Hanneman y Manuela, era hora de elegir el grupo que tendrían a cargo. Hanneman von Essar era el profesor de Magia Elemental y Equitación, mientras que Manuela Casagranda enseñaba Magia Curativa y Vuelo. Adicionalmente, Manuela era la encargada de la Enfermería, mientras que Hanneman impartía un seminario de Emblemología para los alumnos con Crestas, y también para los que no las tenían pero que quisieran aprender más sobre ellas.

"Entonces… Todos enseñan a todos los grupos…" Repitió Byleth luego de la explicación de Seteth.

"Así es, dulzura, y cada profesor debe elegir un grupo para cuidar de él y estar al pendiente de sus integrantes", completó Manuela con una sonrisa. "Son tres grupos".

Byleth asintió. "Las Águilas Negras de Adrestia, los Leones Azules de Faerghus y los Ciervos Dorados de Leicester", repasó y todos asintieron en aprobación cuando ella dijo correctamente la procedencia de cada grupo. Edelgard debe estar con las Águilas Negras, pensó. "Debemos elegir un grupo, ¿verdad?"

"Sí, y como eres nueva, Manuela y yo decidimos que puedes elegir primero", dijo Hanneman, cordial.

"Elijo a las Águilas Negras", dijo Byleth sin siquiera pensarlo.

"Excelente opción, trabajarás bien con Edelgard", comentó Manuela con una sonrisa, "Te encargo mucho a mi linda Dorothea".

Byleth sólo asintió.

"Entonces yo me encargaré de los Leones Azules", dijo Hanneman.

"Bien, los Ciervos Dorados son míos", finalizó Manuela.

Seteth tomó nota de la decisión de los profesores y selló los documentos. "Bien, ya pueden ir a presentarse con sus grupos. Recuerden pasar por sus materiales para las clases. Se les dará los fondos mensuales el día de mañana. Enseguida se dirigió a Byleth. "En tu caso, te pido que estudies esos libros. Si tienes dudas, puedes acudir a tus colegas".

Nuevamente, Byleth asintió.

"Hay una oficina vacía en el pasillo, ahora es tuya", continuó Seteth. "Y tus aposentos…"

"Oh, yo la llevo, será mi vecina después de todo", dijo Manuela con una sonrisa. "El cuarto iba a ser para el profesor que huyó anoche", le comentó a Byleth. "Está limpio y listo para ser ocupado".

"Ya todo está aprobado", Seteth levantó un poco más la voz. "Profesores, el futuro de Fódlan está en sus manos y en cómo guíen a estos jóvenes, trabajen a consciencia y ayúdenlos a sacar todo su potencial".

"¡Sí!" Respondieron Hanneman y Manuela al unísono.

Byleth asintió en silencio, aún no digería el lío en el que acababa de meterse pero… Era mejor a seguir vagando sin rumbo, además, podría conocer el sitio y, quién sabe, pensar en qué hacer ahora que estaba cerca de la mujer que marcó de mala manera la existencia de sus padres.

~o~

Las Águilas Negras se reunieron en su salón de clases luego de sonar la campana, finalmente conocerían a su profesor a cargo y eso los tenía emocionados. Algunos preferían a Manuela, otros a Hanneman y un par comentaban que quizá Jeritza sería elegido como el nuevo profesor, después de todo él era el encargado de la plaza de armas y alguien muy capacitado para enseñar combate. Quizá más combate que táctica, el hombre tenía la fama de siempre atacar de frente con poca y ninguna estrategia. Su maestría con la lanza era incuestionable.

Edelgard no quería pensar en que de verdad habían elegido a alguien que no era Jeritza como el nuevo profesor, el plan era que él ocupara el sitio y los eligiera. Aún no sabía de la suerte de Shez, ¿quizá a ella sí le dieron su dinero? Algunos comentaron que vieron a Shez comiendo como lobo hambriento en el Comedor.

"Yo no necesito la clase de Emblemología ni la de Magia, no puedo con ninguna de esas cosas y tampoco tengo una Cresta", se quejó Caspar.

"Conocer de crestas te ayudará contra adversarios que sí las tengan", comentó un adormilado Lindhart, él sí estaba emocionado con esa clase aunque su rostro somnoliento dijera lo contrario.

"Yo quiero la clase de Vuelo", murmuró Bernadetta desde debajo de su escritorio. "Así podré escapar lejos cuando quiera".

"¿Eliges Pegaso o eliges Wyvern?" Preguntó Petra, interesada. "Yo prefiero Wyvern, piel más gruesa".

Dorothea rió. "Seguro que te verás muy fiera sobre el lomo de un wyvern, Petra querida".

"Fiera suena bien", asintió Petra.

"Yo estoy bien con mi leal corcel y mi lanza", clamó Ferdinand. "¡Eso bastará para que nadie se ponga en el camino de Ferdinand von Aegir!"

"Recuerdo que ya has caído por culpa de un hechizo… ¡Oh, sí! Un hechizo mío", comentó Hubert con una sonrisa malvada.

"¡Un golpe de suerte, mi estimado!"

"Un golpe que te dejó de espaldas en el piso si mal no recuerdo".

"De acuerdo, basta ustedes dos, eso sucedió porque se salió de control la práctica de ayer", intervino Edelgard. Era bueno ver a sus compañeros de buen humor, ahora sólo bastaba…

De pronto, las Águilas guardaron silencio al ver y no haber percibido que alguien entraba a su salón. Una presencia casi fantasmal y de pasos tan ligeros que no pudieron ser escuchados, no hasta que el fantasma dejó unos libros en la mesa. Edelgard confirmó sus sospechas y su mayor temor: Byleth era la nueva profesora de Tácticas y Combate. Y también la encargada de las Águilas Negras.

Todos rápidamente se sentaron, el rostro de la nueva profesora expresaba poco y nada.

Por su lado, Byleth se sintió extraña y no podía identificar qué sentimiento la embargaba, pero como bien le dijeron, sólo debía enseñar lo que ya sabía. Miró al grupo, todos eran jóvenes. Edelgard… La miró un poco más antes de tomar aire de manera discreta.

"Soy Byleth, la nueva Profesora de Tácticas y Combate, y su profesora a cargo", se presentó Byleth con voz parca.

Hubo unos segundos de silencio.

"¡Genial, es el Azote Sombrío!" Caspar fue el primero en estallar de alegría. "¡Es la persona de la que Shez y tú nos contaron, Edelgard!"

"Así es", respondió la princesa con un gesto sinceramente calmado. "Es quien me salvó la vida después de que nos topamos con Shez".

"¡Quiero expresar mi más sincero agradecimiento, profesora! ¡No soy nadie sin una rival digna como Edelgard!" Exclamó Ferdinand.

"¡Escuché que fuerza tuya es grande, yo quiero comprobar!" Dijo Petra con los puños apretados y mucha emoción.

"Y yo escuché que eras guapa, y vaya que lo eres", murmuró una coqueta Dorothea.

"¡Yo no quiero tener que ver nada con demonios!" Gritó Bernadetta en pánico y se escondió bajo su escritorio otra vez.

Lindhart bostezó. "Me alegra que tus pasos no suenen, profesora, así puedo dormir un poco más".

"Y si todos ustedes se callan, seré yo quien exprese lo mucho que significa para mí que salvara a Lady Edelgard", dijo Hubert en voz alta y se inclinó ante la profesora. Dejando de lado los planes y todos esos asuntos importantes, debía reconocer lo que la mercenaria hizo por su protegida.

Byleth parpadeó dos veces, era la primera vez que se veía rodeada de gente que rondaba su edad y todos estaban llenos de energía. Sí, incluso el que estaba dormido. Y como era su buena costumbre, dijo lo que más sentido tenía en su mente en ese momento.

"No sé mucho sobre ser profesora", dijo Byleth con una voz que sonó tersa a oídos ajenos, "sólo sé pelear. Así que cuento con ustedes para aprender a ser profesora, y yo les enseñaré a pelear".

Edelgard sintió un cálido golpe en el corazón, tragó saliva y se acercó también. "Normalmente somos más ordenados, lo juro. Y haremos todo lo posible por ayudarte y aprender de ti. Además, creo que los Leones y los Ciervos también te tenderán una mano cuando lo necesites".

"Gracias, Edelgard", respondió Byleth de inmediato con volumen más bajo, casi secreto.

La princesa tragó saliva.

"¡Ya quiero comenzar a pelear!" Gritó Caspar.

"Si les voy a enseñar combate… Entonces debo saber cómo combaten", murmuró Byleth. "Vamos".

"¡A la Plaza de Armas!" Gritó Ferdinand y todos asintieron.

~o~

"Aún no sé cómo haces para meterte en todos estos líos", fue el regaño de Berling mientras jalaba las mejillas de Shez. Getz y Lazley reían a carcajadas. "No sé por qué te dejé ir a ti de mensajera si ya sé cómo eres".

"Gracias a eso se salvaron personas importantes", refutó Shez, intentando liberarse del castigo.

"Al menos te van a recompensar por eso", suspiró la Capitana y al fin la soltó, se llevó las manos a la cintura. "¿Y en cuánto valora la Iglesia las vidas de esas personas importantes?"

"Oh, verás… Respecto a la recompensa…" Shez comenzó a jugar sus dedos entre sí y les explicó lo sucedido con la Arzobispa y cómo no pudo decirle que no a sus propuestas. Incluso sus compañeros dejaron de reír. "Justo ahora tengo la oportunidad de estudiar aquí, y si acepto, el grupo tendrá contrato como batallón de apoyo en las misiones de los alumnos".

"Oh", Berling se llevó una mano al mentón. "De verdad te acorralaron".

"No sé negociar, no me culpes, Capitana", se defendió la chica.

"De hecho no es un mal trato", murmuró Lazley, sorprendida.

"Oye, justamente pensábamos tomarnos una temporada de descanso", comentó Getz. "¿Saben? Tener un salario fijo y hacer trabajos de escuela no suena mal".

"La Arzobispa ofreció techo, comida, paga y armamento", agregó Shez. "Será por el año que me quede a estudiar aquí, y cuando termine el año, me dará una recompensa en dinero".

"¿Y qué le dijiste a la Arzobispa?" Preguntó la Capitana.

"Qué lo consultaría contigo".

Berling sonrió. "Lo importante es si tú quieres estudiar aquí, Shez. Dímelo".

"Yo…" Shez se rascó la cabeza. "No sé leer mapas, no sé negociar y el Azote Sombrío me dijo que aún me falta mejorar. Si puedo mejorar, si puedo ser más fuerte, entonces seré de más ayuda al grupo… Ah… Quiero mejorar, Capitana".

Berling la miró largamente antes de echarse a reír y alborotarle el cabello a la chica. "¡Bien dicho! ¡Mejorar es importante! ¡Y además nos acabas de conseguir un buen contrato! ¡De acuerdo, llévame con quien deba firmar!"

"Luego tendrás que enseñarnos todo lo que aprendas, Shez", dijo Lazley, contenta.

"Yo digo que se va a quedar dormida y va a llegar tarde a clases", se burló Getz, tomando su turno para felicitar de manera brusca a su joven colega.

Shez logró liberarse y miró a su Capitana. "Vamos, te llevaré con Seteth".

"Vamos", Berling miró al otro par. "Regresen con los demás y cuéntenles sobre el nuevo contrato. Díganles que aguarden hasta que yo regrese".

"¡A la orden!"

La reunión entre Berling y Seteth fue bien y la líder mercenaria estuvo conforme con el contrato. Además, si eran solicitados como batallones de apoyo para los alumnos, recibirían una paga extra (negociable) de parte de los profesores encargados de los alumnos que los contrataran. Nada mal.

"Ahora necesito que me digas a qué grupo quieres incorporarte", dijo Seteth dirigiéndose a Shez.

"¿En qué grupo está enseñando el Azote Sombrío?" Preguntó Shez de inmediato.

"Todos los profesores enseñan a todos los alumnos, pero si te refieres al grupo que la Profesora Byleth tiene a cargo, está con las Águilas Negras".

"Bien, elijo ese".

"¿Se llama Byleth?" Preguntó Berling, sorprendida. "No lo sabía".

"Reaccioné igual", asintió Shez.

Seteth se aclaró la garganta. "Te anotaré en el grupo de las Águilas Negras. Se te proporcionará un uniforme y todos los materiales que necesites, y se te asignará un dormitorio", continuó el Consejero y enseguida miró a Berling, a quien le dio unos documentos ya sellados y aprobados. "Con esto terminamos el papeleo. Uno de los Caballeros la llevará con el encargado de los batallones y sólo deberá seguir sus instrucciones".

Berling asintió. "Gracias por la oportunidad que le están dando a nuestra Shez".

"Es lo menos que le debemos por la gran ayuda que nos dio".

Shez sonrió con alegría ante la mirada orgullosa de Berling.

CONTINUARÁ…