General

En un pequeño salón se encontraban 4 chicas ayudando con el decorado de primavera.

—¿Crees que ahí se vea bien? —preguntaba una rubia platinada, sosteniendo una guía de flores de colores.

—Está perfecto ahí. —respondió una pelirosa de melena corta.

—¿Cuáles quedan mejor? —una azabache les mostraba a las demás dos tipos de flores—¿Los tulipanes o girasoles?

—Yo digo que los girasoles quedarían perfectos alrededor del marco de la puerta. —dijo la castaña del grupo.

—Sí, y los tulipanes alrededor del salón. —completó la pelirosa.

—Vale, entonces termino de hacer eso y nos podremos ir, ¿de acuerdo?

—Deja ayudarte, total, ya terminé con lo mío. —se ofreció a ayudar la rubia, bajando del banquillo.

La ojijade suspiró con una sonrisa. —¿No les parece una estación tan bonita la primavera?

—Pues claro que sí, —contestó la castaña—es la estación donde más colores hay y se termina el invierno.

—¿Qué tienen contra el invierno? —preguntó la azabache.

—Nada, pero para ser sinceras, el decorado para primavera es mucho más divertido. —sonrió la castaña.

—Como sea, yo me siento muy bien en ayudar a decorar la escuela de la aldea.

—También yo. —apoyó la platinada.

En ese momento, alguien llegó al salón.

—Oh, qué hermoso trabajo, chicas. —habló una mujer adulta de cabello negro atado a un chongo alto—Les agradezco que ayudaran con la decoración de la escuela.

—No es nada, es un placer para nosotras. —le sonrió la pelirosa a la mujer.

—¿Necesita algo más, miss Sadoru? —preguntó la castaña.

—No, venía para decirles que ya se pueden ir a casa, han hecho ya mucho por hoy así que deberían descansar.

—Pero todavía tenemos ener- —fue interrumpida por un codazo por parte de la rubia.

—Sí, la verdad es que ya estamos cansadas… la mayoría… —miraba de reojo a la castaña.

—Bueno, entonces nos vemos mañana. —la miss se despidió de las chicas, quienes abandonaron el recinto para encaminarse hasta su casa.

Pasados unos minutos ya estaban delante de la gran casa en la que todas convivían con sus familias.

—A mi madre le encantará que le cuente lo que hicimos hoy. —dijo la azabache con entusiasmo.

—Ojalá decir lo mismo de la mía. —la castaña sonrió de lado sin mucha gana.

Las otras dos chicas se quedaron en silencio, ellas no podían decir algo similar…

—Bien, pues entremos, que a mi papá no le gusta los retrasos. —dijo la pelirosa.

—No le gusta que la demás gente llegue tarde, sólo él puede hacerlo. —rio por debajo la rubia, entrando a la casa junto a las demás.

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Capítulo 1. Familia.

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Hinata

Al entrar a casa fui directo con mi madre, quien se encontraba en la concina preparando la cena, junto con Suzume, la madrastra de Tenten.

—Hola, ma. —le doy un beso en la mejilla.

—Hola, cariño, ¿cómo les fue?

—Bastante bien, pero venimos casi muertas. —sonreí.

En ese momento sentí algo topándose con mi pierna.

—¡Mirai! —tomé a mi hermana menor de la andadera de donde venía y besé su mejilla—, ¿cómo se portó esta hermosura?

—Bastante bien. —una voz masculina se escuchó desde el otro lado de la cocina.

—¿Papá? —preguntó Ino—, ¿pero qué haces ahí?

—Iruka se ofreció a ayudar con la cena. —respondió mi madre.

—Sí, como llegué temprano del trabajo y vi a Kurenai y Suzume muy ocupadas en casa, decidí ayudarlas. —confesó un poco apenado.

—Entonces déjame ayudarte, que conociendo cómo eres en la cocina terminarás creando un monstruo. —Ino reía mientras se ponía un delantal.

—Por cierto, —dije—¿dónde está mi papá?

—Sigue trabajando, ya sabes dónde, ve por él por favor, ya casi está todo listo.

Asentí y fui hacia su estudio.

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Sakura

Al entrar a la casa, Tenten fue directo hacia el patio trasero, Hinata e Ino a la cocina, mientras ellas hablaban di un breve vistazo a mi alrededor, no pareciera que estuviera mi padre en casa, no estaba su chaqueta y botas en la entrada.

—Kurenai, —llamé su atención apenas se desocupó—¿de casualidad mi padre llegó hoy?

—Oh, no querida, no llegará esta noche. —me miró con pena para luego abrir un cajón y sacar una nota—Pero te dejó esto en la mañana.

Tomé el papel entre mis manos y abrí para descubrir su interior.

"Sakura, un compañero se lastimó en la fábrica y necesitan a alguien para ocupar su lugar, no podré llegar a cenar con ustedes, perdón, nos vemos mañana."
Hatake, K.

Y firma como si fuera algo del trabajo, típico de él.

No me quedó más que suspirar e ir a cambiarme, guardando la carta en el bolsillo de mi pantalón.

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Tenten

—¡Último golpe! ¡Vamos!, ¡enséñame lo que has mejorado!

Y con toda mi fuerza di el último golpe en dirección a mi papá, pero este siendo un experto en las artes marciales lo detuvo a la perfección, sosteniendo mi pierna.

—Nada mal, hija—me sonrió con orgullo para luego soltarme—, pero debes de practicar más si algún día quieres vencer a tu grandioso padre.

Me hacía tanta gracia el cómo se echaba flores a sí mismo.

—¿Ya terminaron?

Aquella voz provenía desde la puerta trasera.

—Suzume, cariño, te sorprendería ver cuánto ha avanzado Tenten. —mi padre puso sus manos en mis hombros como señal de orgullo.

—Sí, ya me di cuenta... —tras los cristales de sus lentes recorrió todo mi cuerpo con los labios apretados.

No le agradaba, nunca lo he hecho ni pasará, siempre ha sido así desde que me conoció.

—¿Y para cuándo le darás clases a mis hijos?

—Ya te lo he dicho, cariño, lo haré cuando ellos mismos vengan conmigo y me lo digan. ¿Por qué tanta prisa?

—Porque son hombres y necesitan más el entrenamiento que una mujer... como tu hija. —me dio otra mirada de arriba abajo.

Pero pobre de ella, sus miradas y gestos groseros no me hacen ningún daño, por suerte me tocó un padre que me ha enseñado a no sentirme intimidada por nadie.

—Suzume, no discutamos de esto otra vez, por favor. —dejó de sonreír, su mirada decía que estaba molesto.

—Hmp. —se cruzó de brazos.

—¿La cena está lista? —pregunté con una sonrisa en la cara, me gustaba provocarla.

—¡Sí, ya está! —soltó en casi un grito para después volverse.

—No le hagas caso, se pone así porque sabe que, aunque sus hijos tomasen miles de clases conmigo, tú los derribarías de una. —me guiñó un ojo, volviendo su sonrisa.

Hice el mismo gesto que él antes de encaminarnos al interior de la casa.

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Ino

—Y listo, terminamos de hacer esto.

—¿Terminamos? —sonreí de lado—Pero si yo hice casi todo.

—Bueno, es cierto, jaja… —se rascó la nuca, apenado—Sabes que no soy muy buen cocinero, hija.

—Entonces, si lo sabes, ¿por qué aún así decidiste hacerlo?

—Me gusta ayudar.

Mientras que Kurenai y Suzume terminaban su parte de la cena, papá y yo empezamos a ordenar la mesa.

—¿Y cómo te fue en tu día, cielo?

—Pues seguimos ayudándole a miss Sadoru con la decoración de la escuela—ponía los utensilios de cada lugar—, son tan lindos.

—Sí, esta era la estación favorita de tu madre… —escuché decir.

Me le quedé viendo directamente. —¿Y qué otra cosa le gustaba?

—Ino, ya hemos hablado de eso.

—Sí, pero quiero saber más. —dejé los utensilios restantes en la mesa y me le aproximé—Siento que la conozco, pero a la vez se me hace una completa desconocida.

—Igual para mí…

—¿Cómo dices?

—¡Nada! Y mejor termina de hacer tu tarea que si no ya sabes cómo se pone Suzume.

—Pero, ¿por qué dices que sientes lo mismo que yo? Ella fue tu esposa, para llegar a eso tuviste que conocerla muy bien antes de casarte.

—Sí, pero… —no lograba sostenerme la mirada, luego suspiró—Te prometo que algún día responderé a todo lo que tienes dudas.

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General

Una azabache de cabello largo abrió la puerta del estudio de trabajo de su padre, encontrándolo metido en su labor, dándole la espalda.

—Hola, pa, —se le acercó—¿qué haces?

—Mira, —le enseña la nueva figurilla de madera en la que trabaja—¿te gusta?

—Es muy bonita—la agarró entre sus manos—, ¿qué representa?

—Representa una deidad para mí, ¿adivinas cuál?

La ojiperla inspecciona un poco la figurilla que tiene en sus manos y al instante se da una idea.

—¿La luna?

—Correcto. —le guiña un ojo—¿Cómo lo supiste tan rápido?

—Será porque cada fin de mes tallas una figura parecida adorando a la luna, no sé, yo solo digo. —sonrió.

—Sí, pero no estamos a final de mes.

—Aún así se parece mucho a las demás.

El pelinegro se quedó viendo hacia un punto fijo durante un instante para luego volver la mirada en los ojos perlados de su hija.

—Papá, ¿me escuchaste? —llamó su atención.

—Ah, ¿decías?

—Te estaba diciendo de que si ya habías terminado, ya será hora de cenar con los demás.

—Ah, sí, ya por hoy le paro con el trabajo. —sonrió apenado.

Finalmente, todos los inquilinos de aquella casa se sentaron alrededor de la mesa para hablar de su día y de más cosas triviales, uno de los mejores momentos del día.

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Continuará…