Ni los personajes, ni la historia me pertenecen, solo me divierto haciendo llegar esta historia a mas personas.
Cap 33
—¿Qué voy a hacer con tres sillitas?
Estoy sentada en el sofá de Alice, mirando los regalos. Hoy ha sido el día del baby shower que me ha organizado Alice. Ha venido mi madre, y la de Jacob tampoco ha querido perdérselo, pero ahora está en la habitación de invitados, durmiendo, porque no podía más con el jet-lag. También han venido las chicas de la floristería y unos cuantos colegas de mi trabajo anterior. No faltó ni James. La verdad es que ha sido muy divertido, aunque me daba muchísima pereza.
—Por eso te dije que hicieras una lista de regalos, para que no se repitieran —me recuerda Alice.
Suspiro.
—Supongo que puedo pedirle a mi madre que devuelva la suya. Ya me ha regalado demasiadas cosas.
Me levanto para recoger todas las cosas que me han traído. Jasper se ha ofrecido para ayudarme a bajarlas a mi apartamento, y Alice se pone en movimiento, ayudándome a meterlas en grandes bolsas de basura. Yo aguanto las bolsas abiertas mientras ella mete los regalos dentro. Ahora soy yo la que está embarazada. Estoy ya de treinta semanas, así que me toca a mí el trabajo fácil de mantener la bolsa abierta mientras ella se agacha y recoge.
Lo tenemos ya todo guardado en bolsas y Jasper va por el segundo viaje a mi casa cuando abro la puerta del ático de Alice, dispuesta a arrastrar otra bolsa de basura llena de regalos hasta el ascensor. Lo que no esperaba era ver aparecer a Jacob, que está al otro lado de la puerta, mirándome. Ambos parecemos igual de sorprendidos al vernos, lo que no es extraño teniendo en cuenta que no hemos vuelto a hablar desde que discutimos hace tres meses.
Sin embargo, es algo que tenía que pasar tarde o temprano. No puedo ser la mejor amiga de la hermana de mi marido y vivir en el mismo bloque de pisos que ella sin encontrármelo algún día.
Estoy segura de que él sabía que el baby shower era hoy, ya que su madre ha viajado desde Inglaterra para estar aquí. A pesar de todo, parece sorprendido al ver todo lo que hay a mi espalda. Me pregunto si su presencia aquí es una coincidencia o si ha venido a propósito. Baja la vista hacia la bolsa que cargo y me la arrebata.
—Deja; ya la llevo yo.
Se lo permito. Él coge una bolsa más y las baja las dos mientras yo recojo mis cosas. Jasper y él entran por la puerta cuando yo estoy ya a punto de irme.
Jacob coge la última bolsa de regalos y se dirige de nuevo a la salida. Yo lo sigo y veo que Jasper me pregunta con la mirada si me parece bien que Jacob me acompañe al piso. Le respondo asintiendo en silencio. No puedo seguir evitando a Jacob eternamente, así que este es un momento tan bueno como cualquier otro para hablar de cómo vamos a llevar adelante nuestra relación.
Solo hay unos cuantos pisos entre el ático y mi casa, pero el trayecto en ascensor junto a Jacob se me hace eterno. Lo sorprendo mirándome el vientre de reojo un par de veces y me pregunto qué debe de pensar al verme después de tres meses.
La puerta del piso no está cerrada con llave, así que la empujo para abrirla y él me sigue. Lleva las últimas bolsas a la habitación del bebé y lo oigo mover cosas de un lado a otro.
Yo me quedo en la cocina y me pongo a limpiar cosas que ya estaban limpias. Tengo el corazón en la garganta, sabiendo que está en casa. En estos momentos, no tengo miedo; solo estoy nerviosa. Me habría gustado estar más preparada para este encuentro, porque no hay nada que odie más que un enfrentamiento. Pero sé que debemos hablar sobre el bebé y nuestro futuro. Lo que pasa es que no quiero; todavía no.
Él se acerca por el pasillo y entra en la cocina. Vuelvo a sorprenderlo con la vista fija en mi vientre, aunque aparta la mirada al darse cuenta.
—¿Quieres que monte la cuna, ya que estoy aquí?
Probablemente debería decirle que no, pero este hombre carga con la mitad de la responsabilidad de que esté embarazada. Si se ofrece a realizar parte del trabajo, no pienso negarme, por muy enfadada que siga con él.
—Sí, sería de gran ayuda.
Él señala hacia el lavadero.
—¿Mi caja de herramientas sigue ahí?
Cuando asiento con la cabeza, él se dirige hacia allí. Yo abro la nevera y miro el interior para no tener que mirarlo cuando vuelva a cruzar la cocina. Cuando oigo que vuelve a estar en la habitación del bebé, cierro la nevera, apoyo la frente en la puerta y me agarro con fuerza del asa. Inspiro hondo y suelto el aire lentamente mientras trato de analizar todo lo que estoy sintiendo.
Jacob está francamente guapo. Llevaba tanto tiempo sin verlo que me había olvidado de lo atractivo que es. Tengo que luchar contra el impulso de correr hasta la habitación y lanzarme en sus brazos. Necesito sentir su boca en la mía. Necesito que me diga lo mucho que me quiere. Necesito que se tumbe junto a mí en la cama y apoye la mano en mi vientre, como me he imaginado tantas veces.
Sería tan fácil... Mi vida se volvería mucho más sencilla si lo perdonara y volviéramos a vivir juntos en casa.
Cierro los ojos y me repito las palabras que me dijo mi madre: «Si Jacob te quisiera bien, no permitiría que tú lo perdonaras».
Y, gracias al consejo de mi madre, no salgo corriendo pasillo abajo.
Permanezco haciendo cosas en la cocina mientras él sigue en la habitación, montando la cuna. Al cabo de una hora tengo que pasar por delante de la puerta porque necesito el cargador del móvil, que está en mi cuarto. A la vuelta, me detengo frente a la puerta.
La cuna ya está montada. Incluso le ha puesto ropa de cama. Está contemplando la cuna vacía, agarrado a la barandilla. Está tan quieto y callado que parece una estatua. Perdido en sus pensamientos, no se da ni cuenta de que me encuentro en la puerta. Me pregunto en qué estará pensando. ¿En el bebé con el que no compartirá techo cuando duerma en esta cuna?
Hasta este momento, ni siquiera estaba segura de que él quisiera formar parte de la vida del bebé, pero la expresión de su cara no deja lugar a dudas. Nunca he visto tanta tristeza condensada en un rostro, y eso que ni siquiera lo estoy mirando de frente. Tengo la sensación de que la tristeza que siente en este momento no tiene nada que ver conmigo, sino que va dirigida a su hijo.
Levanta la mirada y me ve en la puerta. Apartándose de la cuna, rompe el trance en el que se había sumido.
—Ya está lista. —Señala la cuna antes de devolver las herramientas a la caja—. ¿Quieres que haga algo más aprovechando que estoy aquí?
Niego con la cabeza mientras me acerco a la cuna para admirarla. Como no sé todavía si el bebé es niño o niña, me he decantado por decorar la habitación con motivos naturales. La ropa de cama es de color verde y canela, con dibujos de plantas y árboles. Hace juego con las cortinas y dentro de poco espero que también haga juego con un mural que pretendo pintar yo misma. También he pensado en traer algunas plantas de la floristería. Se me escapa una sonrisa al ver que la habitación del bebé empieza a tomar forma. Jacob ha instalado también el móvil. Lo conecto y empieza a sonar la nana de Brahms. Observo cómo el móvil da una vuelta completa y me vuelvo hacia Jacob. Él se ha alejado un poco y me contempla a mí.
Mientras le devuelvo la mirada, pienso en la facilidad que tenemos los humanos para hacer juicios de valor en cualquier circunstancia, desde fuera. Como yo, por ejemplo, que pasé años juzgando la situación de mi madre.
Es fácil pensar desde fuera que nosotros nunca aguantaríamos algo así y que dejaríamos a esa persona que nos ha maltratado sin mirar atrás. Es fácil afirmar que no podríamos seguir amando a alguien que nos maltrata cuando no somos nosotros los que estamos enamorados de esa persona.
Pero cuando te toca vivirlo de manera directa, resulta que no es tan fácil odiar a la persona que te ha maltratado, cuando el resto del tiempo lo consideras una bendición, un regalo de la vida.
Los ojos de Jacob se iluminan con una chispa de esperanza. No me gusta que sea capaz de ver que he bajado temporalmente las defensas. Cuando da un paso hacia mí, sé que está a punto de atraerme hacia él para abrazarme, así que retrocedo con rapidez para impedirlo.
Y, de golpe, el muro vuelve a alzarse entre nosotros.
Permitirle entrar en casa ha sido un paso de gigante para mí. Espero que se dé cuenta.
Si se ha sentido rechazado, lo oculta tras una expresión estoica. Con las herramientas bajo un brazo, coge la caja donde venía la cuna con la otra mano. Está llena de todas las cosas que han sobrado tras el montaje.
—Me llevo esto al contenedor para tirarlo —dice, dirigiéndose a la puerta—. Si necesitas ayuda con cualquier otra cosa, dímelo, ¿vale?
Asiento y logro murmurar:
—Gracias.
Cuando la puerta se cierra, me vuelvo y observo la cuna. Se me llenan los ojos de lágrimas, pero esta vez no lloro por mí ni por el bebé.
Estoy llorando por Jacob porque, aunque es el responsable de la situación en la que se encuentra, sé lo apenado que se siente. Y cuando amas a alguien, verlo así te entristece.
Ninguno de los dos ha sacado el tema de la separación; ni siquiera el de una posible reconciliación. Tampoco hemos hablado de lo que pasará cuando nazca el bebé, dentro de diez semanas.
No estoy lista para esa conversación y lo mínimo que puede hacer por mí ahora mismo es tener paciencia.
La paciencia que me debe por todas las veces que la perdió.
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Bella sigue fuerte, pero lograra soportarlo? les leo.
Saludos!
