—¿Nos vas a explicar que pasó, Anna?

Preguntó Hao tomando una taza de té que Yoh le ofrecía.

Gris, la gatita de la pensión, se frotaba cariñosamente contra sus piernas.

Los tres estaban en el pasillo fuera de la cocina viendo el desastre del otro lado del jardín: la madera quemada, cenizas por doquier. Adiós habitación de entrenamiento.

—No tengo porqué darte explicaciones a ti—contestó ella enojada y tomó un trago de té. Se quedó viendo el líquido en su taza, no quería ni voltear a verlos. Estaba enojada, fatigada, confundida… y húmeda. «Diablos, en verdad ¿Qué carajos me pasa?»

—Invitaste a un espíritu elemental a tu casa, mi espíritu elemental, por cierto, ¿para quemarla? Y luego invocaste a tus demonios más poderosos, demonios que también me robaste hay que decirlo, ¿para qué? ¿para que te aniquilaran? Si claro, todo tiene sentido— dijo Hao con burla. Ella apretó con ira su taza de té.

—Me preocupé por ti—dijo Yoh con tono suave y serio haciendo que la rubia dejara un poco de lado el enojo y respiró hondo.

—Yo… algo pasa con mi poder —admitió Anna.

—Evidentemente—dijo Hao.

—Déjala terminar—dijo Yoh calmado.

«Vaya elección de palabras», pensó ella.

—Quería llamar a un espíritu cualquiera, solo por entrenar y apareció el del Fuego. Luego quise cerrar el portal y solo lo hice más grande. Y después aparecieron Zenki y Kouki… No tengo el control de mi mana. Suena muy estúpido… de principiante.

—Un principiante no tiene el poder de invocar a un elemental y combinarlo con dos grandes maldiciones. Ni un principiante ni un avanzado. Se necesita mucho poder —dijo Hao, esta vez con admiración.

—¿Qué hay de la explosión de mana?—preguntó Yoh.

—No tengo idea. No fue voluntariamente.

—¿Explosión de mana? —preguntó Hao con interés.

La itako asintió sin dejar de ver su taza de té.

Hao entró a la cocina. Dejó la taza en la mesa y salió de nuevo.

—No deberías usar tu poder si no lo controlas. Es peligroso —dijo Hao con preocupación en su voz.

—Evidentemente—confirmó la rubia.

Apareció el espíritu de Fuego tendiéndole una mano a Hao, él subió.

—Gracias por el té, hermanito—le sonrió a Yoh que estaba extrañamente serio y luego puso su mirada en la itako—Me llevaré a Zenki y Kouki por ahora. Los veo más tarde.

Se marchó rápidamente.

.

— ¿Cómo que más tarde? —preguntó ella enfadada. Estaba molesta por esas palabras, pero más por su falta de control. Estaba molesta y preocupada. Nunca había pasado por algo similar —¿Cómo que más tarde, Yoh?

—Estás herida— dijo serio.

Tomó la mano izquierda de su prometida, examinó las heridas con detenimiento. Parecían rasguños en la palma. Unas líneas sangraban un poco más que otras. La llevó al fregadero dejando el chorro de agua caer sobre la mano. Sacó de un cajón uno de los múltiples paquetes de primeros auxilios que tenían por toda la casa. Era común lastimarse en los entrenamientos. Comenzó a desinfectar y vendar la mano.

—Contéstame —pidió ella enfadada.

—¿En verdad quieres que lo diga? —él enarcó una ceja.

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Anna había suspendido las lecciones del Ultra Senjiryakketsu con Yoh, hace días que no entrenaba en el santuario y ese día su poder se había salido peligrosamente de control. Había sido una idiota al pensar que todo eso pasaría desapercibido por su prometido, luego estaba Hao que solo vio lo último y fue suficiente para intervenir.

La rubia bufó.

Él volvió su mirada a la mano, ya había terminado de hacer las curaciones. Ella puso su otra mano con suavidad en la mejilla de él, pidiendo que la volteara a ver. Le sorprendió que ahora la fatiga superaba el deseo sexual. Al menos era algo bueno, ¿no?

— ¿Yoh, ¿qué pasa? —preguntó ella con calma, su enojo se había reemplazado por preocupación por su prometido.

—Si no hubiera aparecido Hao, tú estarías… — dijo él en un susurro.

La rubia puso las dos manos en los hombros de él acercándolo a ella.

—Pero no pasó, aquí estoy contigo.

—No te pude proteger… y él sí— se sintió el pesar en sus palabras.

El castaño estaba realmente abatido.

—Vaya comentario. Me acabas de recordar que no me pude defender a mí misma y tuve que depender de ustedes —dijo molesta.

—Es verdad. Lo siento.

Él se disculpó arrepentido al darse cuenta que se había metido con algo muy preciado para la rubia: su fuerza e independencia.

Ella lo besó dulcemente, él respondió de igual manera. Todo arreglado.

—Sobre el otro asunto ¿crees que sea buena idea que esté Hao por aquí?

—Los tres sabemos que en este momento solo él puede detener tu poder. Yo aún no soy tan poderoso y por eso mismo todavía no me considera al nivel para unirme a él. No me va a hacer daño y sabemos que a ti tampoco, se la pasa pregonando que serás su esposa.

—Gracias, ya estoy más tranquila —habló con sarcasmo haciendo que el castaño riera.

—Siento que quiere ayudar, Anna y ahora necesitamos toda la ayuda posible. No saber que te pasa es preocupante —la abrazó por la cintura.

—Sí, lo es —admitió ella enterrándose en el duro pecho de él.

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Ya era entrada la noche cuando regresó Hao y caminaba por el pasillo de la casa detrás de su hermano.

—Puedo dormir con ella, para cuidarla claro —dijo Hao riendo.

—Voy a ignorar eso porque sé que me quieres molestar —dijo Yoh tranquilo—, pero no vuelvas a decirlo—había amenaza en sus palabras.

Ambos sabían que Hao no tenía ni una remota posibilidad con la itako, ella estaba perdidamente enamorada de Yoh. Aun así, sus comentarios molestaban al menor de los Asakura.

—Tu cuarto.

Hao entro a la habitación. Se dispuso a acomodar el futón y la almohada.

La gatita Gris entró a la habitación y se acomodó en un rincón.

—¿Te quedarás conmigo? —preguntó divertido Hao puesto que Yoh permanecía en el marco de la puerta.

—¿Sabes qué le pasa?

El ambiente se puso serio.

—¿Está dormida? —preguntó Hao notando como Yoh fruncía el ceño —Tranquilo, solo no quiero que escuche—Yoh se relajó—Tengo una teoría, pero es…

—¿Es algo malo?

—Es malo.

—Tiene que ver con la explosión de mana, ¿cierto?

—Si

—Dímelo.

Hao tomó aire.

—Recuerda que solo es una teoría… ella… está perdiendo su poder.

—¿Qué? ¿Cómo es eso posible? —preguntó Yoh asombrado manteniendo el volumen bajo. Anna dormía en una habitación cercana. Aunque con lo cansada que se veía seguro estaba durmiendo profundamente.

—Existen historias que cuentan la pérdida de poderes espirituales. Pero son muy vagas.

—¿Hay algo que se pueda hacer?

—Mañana voy a seguir preguntando en el infierno para ver si averiguo algo —contestó Hao acomodándose en el futón.

Yoh estaba asombrado que ni su hermano supiera que estaba pasando. Eso si era preocupante. Solo quedaba esperar a ver que arrojaban los interrogatorios.

—Hao… gracias por lo que hiciste en la mañana… y por lo que estás haciendo.

Yoh se fue sin esperar una respuesta. Hao solo quedó mirando el marco de la puerta. Ambos sabían que lo hacía por Anna. No había necesidad de platicar del tema.

Eran hermanos, sí, pero no existía una relación como tal.

Yoh apenas había sabido de la existencia de su hermano gemelo hacía unos tres meses y Hao no se había acercado a él en veinticinco años hasta que se encontraron justo antes de partir a Estados Unidos.

Preocupado por la teoría de Hao, Yoh llegó a la alcoba, con cuidado se metió en el futón y observó en la oscuridad la silueta de la hermosa rubia que dormía profundamente. La abrazó queriendo protegerla y poco a poco se entregó al sueño.

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Hao se despertó de golpe. Percibió una oleada de mana, como algo eléctrico e inmediatamente después, una gran energía maldita.

—¡Mierda!—masculló corriendo fuera de la habitación.

Llegó al jardín donde ya estaban Yoh y Anna y una escena espantosa: Zenki, Kouki, el Gran Oni y otros incontables demonios y maldiciones remolineaban en una especie de torbellino alrededor de la itako que estaba de pie, manteniendo como podía un pequeño campo de protección. Estaba completamente aterrorizada y no era para menos. Los demonios en el vórtice se estaban peleando para poseerla.

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Yoh se abalanzó con Amidamaru a combatir al demoniaco torbellino.

Hao intentó una técnica para someter a los demonios y tenerlos bajo su control. Se encontró con que la invocación estaba sellada, como impearmilizada contra otras órdenes o incluso mana. Eso era sorprendente.

—Yoh, solo ella puede parar esto—le gritó a su hermano que seguía atacando—. Si dañamos el torbellino, la dañamos a ella.

Yoh se detuvo en seco y analizó las posibilidades. El campo protector de Anna estaba a punto de desaparecer.

—Abriré una brecha en el vórtice. Tu acércate y sácala de ahí para poder tranquilizarla—ordenó Yoh.

Hao frunció el ceño, a él no le ordenaban, él daba las órdenes pero no había tiempo de replicar además debía admitir que era un excelente plan para las circunstancias. Yoh y Amidamaru con su técnica samurai eran expertos en hacer cortes precisos con la fuerza exacta. Iban a hacer solo el daño suficiente para lograr el objetivo. Eran como cirujanos de mana. En comparación, él y su espíritu de Fuego eran pura fuerza bruta.

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Yoh soltó el ataque: preciso, perfecto. Se abrió un espacio. Hao usando su propio campo protector entró rápidamente al tornado. Vio como el campo de Anna se desvanecía y los demonios se abalanzaron como balas hacia ella. Hao se posicionó al lado de ella justo a tiempo para envolverla con la barrera protectora. Los demonios chocaban sin cesar contra él como una avalancha poderosa e interminable.

«Carajo, Anna. Detenlos», pensó Hao luchando por mantener ese paraguas para ambos.

«No puedo», pensó ella.

Ambos se voltearon a ver atónitos. La itako ya había perdido el poder de leer mentes hacía años, y ahora regresaba. Hao no podía leer la mente de Anna, y ahora lo hacía.

Los ojos de Anna se llenaron de lágrimas. Eso era horrible. Era un poder horrible que la había hecho sufrir mucho.

Hao sintió una corriente eléctrica pasar a través de su cuerpo. Era otra oleada de mana. La lluvia de demonios aumentó la intensidad al instante. Anna se sintió demasiado fatigada, Hao la atrajo hacia su cuerpo con un brazo alrededor de la cintura para evitar que cayera al piso.

En el instante en que sus cuerpos se tocaron escenas eróticas de ellos juntos inundaron la mente de Hao: ella sobre él montándolo a su antojo. Él jugando con el sexo de la rubia. Ella lamiendo su miembro. Él entrando en ella un sinfín de posiciones y maneras. Ambos sudados. Ambos gimiendo. Ella gimiendo. Ambos explotando. Ella explotando.

Todo pasó en un segundo. Las escenas eran como una tele con mala señal y pasaban tan rápido como relámpagos. Aún así, él pudo verlas todas. No solo las vió; las sintió y escuchó.

«¿Pero qué demonios?», pensó Hao sin dar crédito. Eso no podía ser posible. Sabía que eran recuerdos, se sentían como recuerdos.

«¡No puede ser!», pensó Anna y eso fue lo último que leyeron del otro. Fue como si ella hubiera dado un portazo mental a Hao. Volvieron a la normalidad.

De nuevo sus miradas se encontraron. Hao estaba en shock. Ella se veía enfurecida y cansada. Y así como Anna pasó de estar aterrorizada a enfadada, así desapareció el torbellino de demonios. Simplemente se esfumó.

—Funcionó—confirmó Yoh con alivio caminando lentamente hacia ellos.

—Para alguien que ha vivido mil años, esperaba más autocontrol. Oculta eso o te van a matar—susurró la rubia.

Él regresó en sí, como si estuviera emergiendo a la superficie después de haber estado bajo el agua. Solo para notar que con eso ella se refería a su gran erección. Acomodó discretamente su capa.

—Aunque tenga mil años, sigo siendo un hombre. ¿Cómo mierda son posibles esos recuerdos? —preguntó en voz baja el chamán.

—No tengo ni puta idea—contestó ella con las palabras "sigo siendo un hombre" en su cabeza.

Yoh llegó y tomó a Anna entre sus brazos. Hao sintió como le quemaba la piel al alejarse de ella. Era puro deseo.

—Vamos a ver esa herida—dijo y se dirigieron al interior de la casa.

Hao comenzó a caminar apresuradamente al baño ubicado en el ala opuesta de Yoh y Anna. Tenía necesidades humanas que atender. Ya mismo.


DjPuMa13g
Gracias en verdad por tus comentarios. Me emociona que te esté gustando la historia!
Saludos!