"Sesshomaru, ¿Tienes algo que proteger?"... Fueron las últimas palabras que mi padre dirigió hacia mí.
Soy Sesshomaru, y para mí eso es algo totalmente innecesario.
El gran Inu no Taisho murió de una forma en verdad patética, protegiendo a una insignificante humana y a su hijo bastardo. Mi padre mancilló su sangre de la peor manera al mezclarla con la de una débil mujer humana. Ese despreciable ser, producto de dicha unión es una deshonra total para mi especie... ¡Qué repugnante es el sólo hecho de pensar que comparto la misma sangre que esa vil anomalía!
Esos estúpidos sentimientos apresuraron la muerte de mi padre. No me importa demasiado en realidad, pero me molesta de gran manera el hecho de que no me entregara a Colmillo de Acero. Sólo me heredó a Colmillo Sagrado, una espada que no me es útil en lo más mínimo.
Desde el momento en que desapareció de la faz de la tierra comencé una intensa búsqueda para localizar y tomar posesión de Colmillo de Acero.
En mi camino encontré a un pequeño demonio kappa que decidió seguirme, aún teniendo en cuenta que los primeros días ignoré completamente su insignificante presencia. Jaken fue demasiado insistente, así que le di la oportunidad de convertirse en mi sirviente, aunque a veces es demasiado molesto caminar al lado de un ser tan parlanchín, colma mi paciencia en todo momento con sus imprudencias. Un día no estaré de buen humor y lo mataré.
Mi padre, como es sabido, me heredó a Colmillo Sagrado. Por lo tanto, posiblemente Colmillo de Acero sería entregada a InuYasha. Busqué por mucho tiempo al estúpido de Myoga, pero el muy imbécil es muy hábil huyendo, jamás me dio la cara. Incluso ni él, ni Totosai, ni Saya, tuvieron el valor suficiente para entregarme de frente a Colmillo Sagrado. Sin embargo, no me molesta. Temer y respetar al gran Sesshomaru es lo mejor que pueden hacer los débiles.
En alguna ocasión, pocos años después de que mi padre pereciera, mientras indagaba en dónde es que podría encontrarse Colmillo de Acero, un olor algo familiar se acercaba a mi y llamó mi atención. Era un chiquillo insolente de cabello plateado y ojos ámbar. Sentí curiosidad entonces por saber si era fuerte, si había valido la pena el sacrificio de mi padre por proteger a esa criatura. ¿Sería acaso digno de llamarse hijo suyo?
...
Sesshomaru permaneció de pie contemplando la puesta del sol, mientras esa presencia se acercaba a él. Era el mismo olor de la sangre de su padre, mezclado con sangre humana. Tan familiar como repulsivo, un hedor algo nauseabundo a su parecer, vestigio de un acto irracional de parte de su padre.
El pequeño niño se inquietó ante la presencia de ese imponente ser y de pronto algo llamó su atención... ¡El color de su cabello! ¡Era igual al suyo!
Todos, a donde sea que fuere lo rechazaban, lo llamaban demonio y no entendía lo que eso significaba, pero sabía que era algo malo porque cuando le preguntó a su mamá el significado ella lloró. Ella lloraba muchas veces al verlo triste por el rechazo de los demás y no entendía el motivo. Quizá ese hombre tan parecido a é lpodría ser su amigo, así que, aún con miedo se acercó. Sesshomaru pudo percibir el temor del niño, cosa que le disgustó pues no era más que evidencia de que se trataba de un débil ser. Entonces el pequeño decidió hablarle.
—¡Hola!— al no obtener respuesta se acercó un poco más —¡Hola señor!— nuevamente no obtuvo respuesta y tomó el valor de pararse frente a él —¡Hola! Me llamo InuYasha.
Sin responder, sin voltearlo a ver siquiera, Sesshomaru lo escuchó. "InuYasha", ese era el nombre que su padre eligió para él. Sintió náuseas al pensar en las acciones de su padre, y más aún al tener junto a él la prueba de ello. Peor aún escuchar esa voz temerosa que era reflejo de la debilidad de este infante.
—¿Te gustaría ser mi amigo?— cuestionó con inocencia e ilusión el infante.
Sesshomaru de inmediato frunció el ceño ante esa pregunta. No era más que un chiquillo desagradable sin valentía alguna, sus acciones eran guiadas por su estupidez y las palabras dichas eran prueba de ello. Si no fuera sólo un mocoso que seguro no tiene fuerza suficiente para siquiera esquivar un golpe, lo mataría en ese mismo momento.
—¿Cuál es tu nombre?— el pequeño no obtenía respuesta, pero tampoco rechazo, así que de pronto sintió un poco de confianza —¡Mira mi cabello es como el tuyo! Somos muy parecidos, ¿no crees?
Esas palabras sólo encendieron de forma catastrófica el enojo del mayor. ¿Parecidos?
Al fin Sesshomaru volteó a verle, dirigiéndole una mirada y un gesto de desagrado total. ¿Cómo se atrevía este insolente chiquillo a compararse con él? ¡Malditos humanos! ¡Maldito mocoso irrespetuoso! ¿Es que no pensaba callarse? ¿Y cómo se atrevía a hablarle como su igual? Peor aún, ¿Parecidos? ¿Cómo osaba mencionar tal estupidez? Si se atrevía a decir una palabra más lo mataría. Tanto a él como a la portadora de ese despreciable olor humano que también se acercaba al lugar donde se encontraban ambos.
El pequeño, al notar esa mirada de enojo y desagrado, a la cual ya estaba acostumbrado, entendió que ese hombre tampoco querría ser su amigo ni jugar con él. Era mejor marcharse y no hacerlo enojar o también lo llamaría demonio.
—Lo siento, yo no quería molest...— le es imposible terminar de disculparse.
—¡CALLÁTE!— gritó el hombre que se encontraba frente al infante.
El pequeño InuYasha cayó de espaldas y temeroso comenzó a temblar y a llorar. Este hombre estaba muy enojado y le daba más miedo que las personas que normalmente lo rechazan.
—¡No eres más que un maldito inútil!— exclamó severamente el mayor de los participantes, dejando escapar un gruñido que evidenciaba un poco más su enojo —Mi padre jamás debió cruzarse con tu madre. ¡Mírate! Eres un ser repugnante. ¡Es una deshonra absoluta que por tus venas corra la sangre de mi clan! Escucha bien: la próxima vez que te cruces en mi camino te mataré.
—¡InuYasha! ¿Dónde estás?— Se escuchó en la lejanía la voz de una mujer desesperada.
Izayoi, quien desde hacía un rato había perdido de vista al pequeño y comenzó a preocuparse al no verlo regresar a su lado, alcanzó a ver a su hijo tirado en el suelo, muy asustado, y a su lado una figura masculina que le resultaba familiar. Era muy parecido a Inu no Taisho, obviamente no sería él, pero sus ropas eran parecidas. Tal vez se trataba de uno de los suyos, él había mencionado a un clan donde los integrantes compartían algunas características físicas similares. Ella sabía que, así como los humanos, muchos demonios se habían opuesto al hecho de que ellos estuvieran juntos y quizá ese hombre era uno de ellos. Por ello la mujer corrió tan rápido como pudo, temiendo que ese hombre le hiciera daño a su pequeño hijo. Jamás podría enfrentarse a un demonio, pero como madre lo protegería con su vida.
—¡InuYasha! ¡Aléjate de ese hombre!— gritó desesperadamente mientras se acercaba a ellos tan rápido como le era posible.
Sesshomaru desvió su mirada, vio que la mujer se acercaba y la observó unos segundos. Fue ella, esa mujer era la culpable de la muerte de su padre, ella y ese mitad demonio. ¿Debería asesinarlos?... ¡Debería! Pero de hacerlo entonces la muerte de su padre habría sido en vano, además no le apetecía manchar sus manos con su asquerosa y repugnante sangre. Sólo por esta ocasión les concedería el privilegio de vivir, pero si osaban cruzarse en su camino nuevamente, antes de que tuviera a Colmillo de Acero en su poder, entonces los aniquilaría sin piedad. Antes de que la mujer se acercara más a donde estaba el infante, él emprendió el vuelo.
—InuYasha, ¿Estás bien?— preguntó la preocupada mujer, agitada por subir esa pendiente.
InuYasha abrazó a su mamá, sintiendo la seguridad y calidez de sus brazos, sintiendo la protección del único ser que no le veía con desprecio, pensando en las palabras dichas por ese hombre. ¿Padre? ¿La misma sangre? ¿Él era acaso familia? ¿Su hermano? ¡Pero su madre jamás le ha dicho que tiene un hermano! No entiende nada, realmente no entendía, si es que eran hermanos, porqué ese hombre lo había tratado tan mal, mucho menos el por qué quería matarlo. Sintió miedo, pero no le diría nada a su madre, no quería verla llorar nuevamente por culpa suya.
Sesshomaru se alejó con un disgusto tremendo. Ese encuentro fue demasiado desagradable. Debió marcharse antes de que el estúpido mocoso llegara. O quizá debió matarlo incluso antes de que se acercara a él. Fue demasiado tolerante.
...
Pasaron muchos años y no lograba dar con el paradero de Colmillo de Acero. No lo negaré, me mantuve pendiente de InuYasha, pues si él era el heredero de esa espada, en algún momento le sería entregada y ahí aprovecharía para desafiarlo y tomar posesión de ella. No sería rival, InuYasha era un estúpido que apenas y podía sobrevivir. Era un inútil para defenderse y siempre estaba solo y con esa estúpida cara de tristeza.
Supe que tiempo después comenzó a convivir con los humanos y que una sacerdotisa lo selló en un árbol sagrado. ¡Pero qué patético! 50 años después, por algún motivo se rompió ese sello y Jaken propuso todo un ridículo teatro del que me convenció de formar parte para conseguir información sobre el paradero de la tumba de mi padre. Era allí la última opción, estaba seguro que allí habría alguna pista. Para hacer más desagradable el encuentro con ese bastardo, una humana lo acompañaba.
No logro entender... ¿Por qué les gusta convivir con los humanos? ¿Por qué los protegen? ¿Por qué los aman? InuYasha heredó esa peculiar debilidad de mi padre. Esa misericordia y ese cariño hacia los humanos. Esos sentimientos absurdos fueron los que convirtieron a mi padre en un montón de huesos. Pero afortunadamente yo no soy así, yo no heredé las debilidades de Inu no Tashio. ¡Yo no puedo tratar a seres tan repugnantes como los humanos!
Ese día, con la información obtenida y gracias a mi astucia, logré encontrar la tumba de mi padre, y fue allí donde tuve una batalla con InuYasha por la posesión de Colmillo de Acero. ¡Mi padre y sus aberraciones aún después de muerto! No logré apoderarme de la espada, ni siquiera ese híbrido inepto logró empuñarla, fue esa desagradable humana quien logró obtenerla y entregársela a InuYasha. Si no fuera por la protección que les brindó la espada, definitivamente les hubiera matado sin dudar.
Pero enfrentarme al poder de una poderosa espada que pertenecía a mi padre no fue buena idea. Haciendo uso del poder de Colmillo de Acero, el estúpido de InuYasha logró cortar uno de mi brazos, logró herirme severamente. No tuve otra opción que largarme de ese lugar para recuperarme y prepararme para la siguiente batalla. ¡Juro que pronto te mataré maldito InuYasha!
No había pasado mucho tiempo cuando un tal Naraku me propuso un trato para matar a Inuyasha y quedarme con Colmillo de Acero, no era mala idea, pero descubrí era un vil engaño, ese maldito me uso para cumplir sus planes. Desconozco el motivo pero al parecer, Naraku también odiaba a InuYasha. El gran Sesshomaru no perdona de ninguna manera el hecho de que le involucren en conflictos ajenos, y es peor si se trata de híbridos.
Posteriormente hubo otras confrontaciones con InuYasha. Me parece aún increíblemente aberrante el hecho de que mi padre le haya heredado Colmillo de Acero a ese inútil, y a mí me dejara una espada que no puedo utilizar en mis batallas. Si tiene una utilidad, pero, ¿Revivir a 100 personas en un solo movimiento? ¿Por qué me sería útil eso? ¿Qué planeas padre? ¿Qué sea caritativo como tú? ¿Qué vaya resucitando a cuanto cadáver se cruza en mi camino? ¡Jamás! Está frágil espada no es digna de mi.
La última ocasión que tuve un pelea con InuYasha, éste me atacó con el viento cortante, no creí que un bastardo debilucho como él lograra dominar esa técnica, quizá lo subestimé en ese momento. No, debió ser solo suerte y el hecho de que yo me encontraba confiado ante tan deshonroso oponente. No obstante logro herirme gravemente. Mi espada Colmillo Sagrado, palpitó, se iluminó, y una esfera de luz me envolvió para protegerme de dicho ataque... Me condujo hasta el medio del bosque, parece un lugar tranquilo, aquí es donde descansaré, esperaré la sanación de mis heridas y una vez recuperada mi fuerza, buscaré a InuYasha y lo mataré.
