Disclamer: Como ya sabéis ni los personajes, ni parte de la trama, ni los lugares me pertenecen a mí, sino a la prolífica imaginación de la gran Rumiko Takahashi que este año ha querido bendecirnos permitiendo que se hiciera un remake maravilloso de este anime que tanto adoramos * ¡Feliz Navidad Rumiko sensei!

.

.

.

Nota de la Autora: Aquí vengo para compartiros una nueva historia Rankane (por supuesto) con sabor navideño e invernal inspirándome en el tema escogido para esta noche tan especial. ¡Gracias a las maravillosas administradoras de la página "Mundo Fanfics Inuyasha y Ranma" por su #Dinamica_Invernal #Calendario_de_Adviento! Espero que os guste. ¡Gracias por estar ahí, una navidad más!

.

.

.

24 de Diciembre: Abrazo.

.

.

.

Un Gesto

.

Cuatro—

.

15 de enero. Lunes. Unas horas antes

.

El grandullón volvió a parpadear de ese modo lento y Akane, pensando que le recordaba un poco a una tortuga, se las ingenió para posicionarse tras él. Cuando el tipo movió su brazo en dirección a la chica para agarrarla, Akane pegó un salto para arrearle una patada en el hombro, que desvió su movimiento de modo que la manaza del tal Ken acabó cayendo sobre la cabeza de su amigo que, no solo soltó la manta de la chica, sino que pegó un alarido terrible.

Los chicos miraron a su alrededor, confusos, mientras Akane corría para colocarse al lado de las chicas. La del rostro blanco se había enrollado la manta en los brazos y, silenciosa, se había encogido detrás de su amiga, la cual había extendido los brazos en actitud protectora.

Para cuando chicos descubrieron a Akane, ésta ya había adoptado una postura de ataque y estaba lista para seguir la lucha contra los dos, si era necesario. Al principio la miraron con la misma chulería y arrogancia que caracterizaba a esos tipos, pero después el bajito la repasó con más atención y le dio un codazo a su amigo.

—¿Quién eres tú?

—Soy Akane Tendo —Apretó los puños y frunció el ceño—. Si queréis meteros con alguien, aquí estoy.

. Yo sí puedo daros vuestro merecido.

—Esto no es cosa tuya —Le espetó el bajito—. ¿Qué pretendes?

. ¿Hacerte la valiente?

—Vosotros molestáis a las chicas que no saben pelear —replicó ella—. ¿Eso es ser valiente?

—¡Largaos de una vez! —Chilló la chica que estaba a su lado, con el rostro rojo, sin un ápice de miedo en su voz—. ¡Luchadores de pacotilla!

El más alto sufrió un rictus de ofuscación que apenas fue visible entre las capas de piel que cubrían su rostro redondo, pero el otro debió notarlo pues le detuvo con un simple gesto de cabeza antes de que diera un solo paso. Intercambiaron una mirada que bastó para que se entendieran.

Entonces, el bajito abrió la boca para hablar de nuevo, tenía los paletos algo separados y un rastro de pecas sobre la piel.

—Os vais a arrepentir —Les soltó, muy serio. Después señaló a Akane con un dedo—. Sobre todo tú.

Akane no se amilanó, ni bajó la mirada hasta que los dos se dieron la vuelta y se alejaron de ellas. Una vez que los perdió de vista, respiró hondo y entonces sí, notó que tenía el corazón acelerado.

Había pasado mucho tiempo desde aquellas locas mañanas en las que llegaba al instituto y era recibida por una marabunta de chicos salvajes que intentaban arrancarle una cita a base de golpes. Y aunque no había dejado de entrenar desde entonces y no le habían faltado enemigos con los que medirse, sintió que había una similitud entre aquella época y lo que acababa de pasar que le causó una ligera preocupación.

Nunca sintió miedo por enfrentarse a esos brutos, al contrario, llegó un punto que lo tomó como una rutina más y le resultaba tan fácil liberarse de todos esos pesados que dejó de darle importancia. Era como tener que saltar un bache por la calle antes de llegar a clase. Esos dos idiotas del club de lucha tampoco le daban miedo, y estaba segura de que podría vencerlos con facilidad si llegaba a darse el caso.

No entendía por qué, entonces, se sentía tan rara de repente.

—Vamos, Mika, no llores —La joven del rostro blanco seguía encogida en el suelo, abrazada a la manta y por fin había roto a llorar. Temblaba de una manera histérica y las lágrimas caían por sus mejillas como un par de caudalosos arroyos mientras su amiga, a su lado, le pasaba la mano por la espalda—. ¡Si al final no se han llevado tu manta!

Akane se arrodilló junto a ellas, preocupada.

—¿Qué le ocurre? —preguntó.

—Solo está asustada —respondió la otra, y al mirarla la sonrió—. Ha sido increíble cómo le has dado su merecido a ese tonto.

. ¡Muchas gracias por ayudarnos!

—Se lo merecía —declaró Akane, por pura inercia. A menudo la acusaban de ser violenta y se veía obligada a dar excusas sobre su comportamiento. Era la primera vez que alguien le daba las gracias—. Me alegra haber estado cerca.

—Soy Aki Shizuoka —Se presentó—. Y ella es Mikage Kirishima, y también te agradece tu ayuda —Señaló a la joven que seguía dominada por el llanto—. Es que cuando llora, no puede hablar.

—Yo soy Akane Tendo —Miró a la pobre Mikage, parecía realmente desconsolada—. ¿Y cómo podemos ayudarla?

—Nosotras no —respondió Aki—. Solo hay una persona que puede calmarla cuando se encuentra en este estado —Se puso en pie casi de un salto—. ¿Te importa quedarte con ella mientras voy a buscarlo?

Akane no tuvo tiempo ni de asentir con la cabeza, pues esa chica, que era puro nervio, ya había salido corriendo. De modo que se centró en Mikage.

—¿Mika-chan? —probó, con cuidado. La aludida apenas entreabrió los ojos al oír su nombre, tenía las mejillas empapadas y encendidas—. Tranquila, esos dos no te molestarán más —O, al menos, esperaba haberles ahuyentado para una buena temporada. Ojala que después de ese día, dejaran de molestar a las chicas de las mantas en un buen tiempo—. Es una manta preciosa.

. Es muy querida para ti, ¿verdad?

Mikage asintió pero no dejó de llorar. No lo hizo pese a las palabras de aliento que Akane le transmitió, y al comprobar que nada de lo que hacía daba resultado, ella también empezó a ponerse nerviosa.

—¡Mikage! —Una voz repentina se alzó en medio del silencio que se había implantado en el pasillo. Fue algo increíble de ver cómo el llanto de la joven se detuvo de golpe. Sus ojos parecieron agrandarse de golpe nada más ver al chico que trotaba por el pasillo hacia ellas.

—Yuichi… —Mikage se puso en pie. Avanzó hacia él sin soltar la manta y cuando estuvieron más cerca, el chico se arrojó sobre ella y la atrapó entre sus brazos con fuerza, desaforado por completo, y cerró los ojos hundiendo su rostro en el pelo de la chica.

—Mikage…

—Yuichi…

Akane se levantó, un tanto confusa justo cuando Aki se detenía a su lado con una suave sonrisa.

—Ya está —Le dijo, satisfecha—. Solucionado.

—¿Quién es él?

—Yuichi Hakone —respondió Aki—. Salen juntos desde el año pasado.

Así que es su novio, entendió Akane. La imagen que tenía ante sus ojos cobró algo más de sentido, aunque le seguía pareciendo demasiado fantástica.

Pocas veces, sin contar la televisión o las películas, había visto a dos enamorados comportarse así. Se abrazaban con un ímpetu que sobrepasaba todos los límites, en especial, teniendo en cuenta que estaban en mitad de un pasillo donde cualquiera podía verlos. Lo cierto era que ambos parecían ajenos al resto del mundo. Mikage irradiaba una inmensa paz ahora que las lágrimas se habían ido, en cambio, el chico, a pesar de la satisfacción que reflejaban sus gestos, también denotaba una gran preocupación por el modo en que fruncía el ceño.

Akane los contempló, como hechizada, ese abrazo que parecía que nunca acabaría, ni siquiera lo hizo cuando Mikage movió su cabeza sobre el hombro del chico, como si se despertara de un sueño, para hablar:

—Yuichi, qué bien que has venido.

—¿Qué te han hecho esos abusones? —Preguntó él, a su vez, mucho más alterado—. ¿Quiénes eran? —Miró en todas direcciones, sin apartarse de la chica, pero no halló lo que buscaba—. ¿Dónde están ahora?

. ¡Iré a darles su merecido!

—No, Yuichi, no —Se negó Mikage, apretándole más fuerte contra ella—. Son unos salvajes.

—¡Me da igual!

—¡Te harán daño!

—¡Claro que no, me he peleado muchas veces!

—Está en el club de fotografía —Le susurró Aki, entonces—. Apuesto que no se ha peleado ni con su hermana pequeña.

Akane esbozó una sonrisa divertida ante ese comentario y repasó el cuerpo, más bien escuálido y enclenque, del susodicho con la mirada. Reconocía que sus intenciones eran buenas y entendía el instinto de proteger a su novia ante cualquiera que quisiera dañarla, pero Mikage tenía razón en sus temores. Si ese chico trataba de plantar cara a los matones del Club de Lucha, éstos lo partirían por la mitad, como a un palito, al primer golpe.

No tendría oportunidad alguna, pensó ella.

Aun así había algo encantador en el modo en que se ofrecía para ir a pelear con los tipos, a pesar de su más que evidente fracaso. También lo veía en el modo en que le acariciaba el pelo mientras hablaba o en cómo la acogía con su brazo. En realidad, se podría decir que todo él tenía un gracioso aire encantador, como los príncipes de los cuentos de hadas, aunque con un poco menos de gallardía.

—Vamos a dejarlos solos —propuso Aki, tomándola del brazo con gran familiaridad, igual que la había visto un rato con Mikage mientras caminaban—. Que ahora se pondrán cursis.

Akane sí se rio esta vez, de bastante mejor humor. Ambas se alejaron caminando a buen paso, en silencio al principio, por lo que aprovechó esos instantes para observar mejor a la chica que iba a su lado. Era más o menos de su misma estatura, y aunque estaba tan delgada como Mikage, se notaba por la fortaleza de sus brazos que debía hacer algún deporte. Su piel estaba, además, más morena de lo que era habitual para la época del año en que estaban. Su cabello era una media melena de color castaño que llevaba recogida por completo en varias trenzas pegadas a su cabeza. A Akane le gustó ese estilo desenfadado y también su actitud amigable y tranquila.

—Mika no lo pasó muy bien durante la primaria —De repente Aki se puso hablar, sin que ella le hubiera preguntado nada—. Algunos chicos se metían con ella y por eso ahora es un poco asustadiza —Lo explicó de un modo bastante sencillo, pero Akane pudo percibir la importancia de esa confesión en el tono de su voz—. No lo está pasando muy bien desde que aparecieron esos idiotas del Club de Lucha, ¿sabes?

. Creo que le recuerdan a los chicos con los que tuvo problemas.

—Es horrible —murmuró Akane, compasiva. Su desprecio por esos tipos no hacía sino crecer—. No sé qué se creen… ¡Son unos brutos! —Resopló y volvió la cabeza hacia Aki—. Ha sido increíble el modo en que Mika-chan se ha calmado gracias a ese chico.

. Nada más oír su voz ha dejado de llorar.

—Los abrazos de Yuichi siempre la tranquilizan —Aki se encogió de hombros—. Supongo que porque es su novio.

Akane estuvo de acuerdo con ese razonamiento.

—Que alguien te abrace siempre es agradable —opinó, pensando en su madre, y en los abrazos que recordaba que ella le daba cuando era muy pequeña. Eran reconfortantes y tan dulces que la hacían sentir la niña más valiente del mundo—; que te consuele y te demuestre que está contigo.

—Supongo que tienes razón —aceptó la otra tras pensarlo un poco—. Los abrazos de Sato siempre me hacen sentir mejor.

—¿Es tu novio?

—No, es mi perro —La sonrisa de Aki se hizo más grande y deslumbrante—. Es el mejor perro del mundo, ¿Sabes? Es listo, fiel, valiente y tan suave —Sus mejillas se encendieron de golpe—. ¿Tú tienes perro?

—No —contestó—. Tengo un cerdito, pero a menudo desaparece.

—¿Y novio?

Esa pregunta siempre le producía, antes que cualquier otra cosa, un retorcijón en el estómago. Al oírla, Akane tenía que pararse un segundo y pensar cuál era la respuesta más acertada para no mentir, y tampoco contar demasiado. En ese instituto era mejor no dar demasiada información con la que después pudieran alentar rumores vergonzosos de ellos.

—Tengo… algo parecido —respondió en esta ocasión—. Un prometido.

—¿Prometido? ¿Ya?

—Fue cosa de nuestros padres, en realidad —Le relató, como tantas otras veces lo había hecho desde hacía más de nueve meses—. Ni Ranma ni yo decidimos nada sobre el compromiso.

Utilizando las menos palabras posibles, le hizo a Aki un pequeño resumen sobre cómo habían sido las cosas, incluyendo que Ranma vivía en su casa y también asistía a ese instituto. Le sorprendió, la verdad, que la chica no hubiese oído nada sobre ellos antes, algo que parecía imposible a esas alturas y que al mismo tiempo, le gustó.

Al menos a ella podría darle su versión de los hechos sin que las habladurías que recorrían la escuela se interpusieran.

—¡Anda! —Soltó Aki, con verdadera perplejidad, aunque sin inmutarse tanto como solía hacerlo el resto de la gente—. ¿Y qué pasa? —Le preguntó a renglón seguido, parándose en mitad del pasillo para mirarla con fijeza—. ¿Tu prometido no te gusta?

Akane se ruborizó ante esa pregunta tan directa.

—¡Bueno, yo…!

—No será un mal tipo como esos del Club de Lucha, ¿verdad?

—¡No, no, no! —Sacudió la cabeza con fuerza, para dejarlo muy claro—. Ranma es un poco idiota y a veces puede ser un bruto, pero no es como ellos —afirmó con rotundidad—. Él nunca se metería con nadie que fuera más débil que él.

. Tiene un buen corazón.

—Pero, ¿vosotros os lleváis bien?

—A menudo discutimos, pero… —Se lo pensó un poco y añadió—; a su manera, a veces puede ser hasta tierno.

De haberse producido esa conversación en otro momento, lo más probable era que no Akane no hubiera usado esas palabras para describir a su prometido. Pero tenía aún muy presente lo bien que se había portado con ellas en esas vacaciones, así que decir otra cosa habría sido como mentir. Por otro lado, por muy bocazas y torpe que pudiera ser Ranma, jamás lo pondría al mismo nivel que a esa panda de matones que recorría el instituto esos días.

—No parece tan malo, entonces —opinó Aki.

—Ranma no es malo —respondió Akane convencida—. Pero desde luego, no es del tipo amable y cariñoso —La imagen de Mikage en los brazos de Yuichi regresó a su mente, tan bonita y romántica, que se le escapó un tonto suspiro—. Él nunca me abrazaría para consolarme.

—Pero, ¿tú quieres que te abrace? —Akane sintió un estremecimiento ante esa cuestión y optó por bajar la mirada—. Pues, pídeselo.

—¡¿Cómo podría hacer algo así?!

—¿Por qué no? —inquirió Aki, tan tranquila—. Si es lo que quieres.

La conversación se vio interrumpida por la campana que indicaba el final del receso, de modo que cada una tuvo que regresar a su clase. Cuando Akane llegó a la suya, no pudo detener a sus ojos antes de que éstos buscaran a su prometido. El chico estaba en su pupitre y le hizo un gesto con la cabeza al notar su mirada sobre él, Akane se puso roja, bajó la suya y corrió a asiento.

El resto de la mañana, le estuvo dando vueltas a la charla que había tenido con Aki. Por momentos sentía ganas de echarse a reír con tan solo pensar en la descabellada idea de pedirle a Ranma que la abrazara.

¡Pedirle un abrazo a Ranma!

Jamás podría hacer algo así. En el momento en que se le ocurriera hacer una petición como esa, su prometido entraría en shock, y después lo usaría para burlarse de ella hasta el fin de los tiempos.

¡Ni pensarlo! ¡Nunca haría una tontería tan grande!

Además, ¿para qué? Se cuestionaba, con los ojos entornados. Él nunca accedería.

Porque Ranma nunca abrazaba a nadie. Para ella, que lo había observado en muchas ocasiones, era obvio que tenía algún problema con las muestras afecto que implicaban contacto físico. En fin, no tenía más que recordar lo desesperado que estaba por librarse del hechizo de la seta marionetista, no soportaba que le obligaran a abrazar a los demás.

Ni siquiera a ella.

A lo mejor era algo que cambiaría con el tiempo, o quizás no. Pero en esos momentos, todo estaba muy claro para ella.

Lo malo era que, en el fondo, una parte de sí misma no paraba de pensar en la imagen de esa pareja abrazada en el pasillo. Se le aparecía, sin parar, la expresión extasiada y feliz de Mikage siendo estrechada por los brazos de su amoroso novio. Puede que le diera un poco de envidia, ella también querría tener a alguien a quien acudir en los malos momentos para que la abrazara y la hiciera sentir que no estaba sola. Que podía descansar en sus brazos antes de levantarse y seguir peleando.

Debía ser muy agradable, pero no era para ella.

Akane no podía buscar un novio amable y cariñoso que hiciera eso por ella porque tenía a Ranma.

—Ranma… —Resopló, aburrida de tanto pensar y empezó a recoger sus cosas para irse a casa.

Para cuando terminó, había decidido que era mejor olvidarse de ese asunto para siempre.

.

.

Cuando Akane llegó ante el portón del muro que rodeaba el recinto del instituto lo encontró vacío. Consultó la hora en su reloj, ya era muy tarde.

Ese tonto se ha vuelto a olvidar de esperarme, adivinó molesta.

Ya había pasado varios días que, por alguna razón, Ranma se iba a casa por su cuenta en lugar de esperarla, como siempre habían hecho. Sospechaba que tenía que ver con el agobio que sentía el chico a causa del acoso del nuevo director, y es que el asunto le tenía más desquiciado de lo que estaba dispuesto a admitir.

Meneó la cabeza, no se podía hacer nada y apretando con fuerza la correa de su maletín se dispuso a abandonar el centro. Flanqueando la salida estaban los enormes montones de nieve que las excavadoras del ayuntamiento habían retirado de la calzada por la mañana. Las temperaturas tan bajas no ayudaban a que éstos se derritieran, de modo que cuando pasó entre ellos, su esencia gélida la barrió de la cabeza a los pies y la hizo estornudar.

Era el momento de la tarde en el que el sol habría empezado su descenso en el cielo, de no ser porque era imposible verle debido a las nubes sólidas y compactas que lo cubrían. De todos modos, el ocaso ya se percibía por lo crudo que era el frío a su alrededor.

Akane empezó a alejarse, intentando avanzar despacio para no resbalar por la acera que seguía un poco congelada. El entumecimiento se extendió por sus pobres piernas, cubiertas tan solo por los leotardos, y aunque le habría gustado salir corriendo hacia su casa, no quiso arriesgarse a caerse y empaparse el uniforme.

Sin embargo, la parte trasera del abrigo se le mojó igual cuando una bola de nieve impactó, con mucha fuerza, en su espalda. El dolor fue terrible, como si le hubiesen lanzado una piedra, por suerte logró mantener el equilibrio tras trastabillar unos pasos, y no se cayó. Esperó, con una mueca de dolor, hasta que éste se apaciguó antes de darse la vuelta en busca del culpable.

Oh no…

Junto al portón descubrió a esos dos tipos, Ryu y Ken, y era obvio que habían sido ellos. No solo por el agujero que habían hecho en el montículo de nieve que tenían a su lado, sino por el modo insólito y malévolo en que estaban allí parados, con sendas sonrisas torcidas descolgadas de sus bocas arrogantes.

—¿Qué queréis? —Les espetó de mal humor.

Estaban ahí, de pie, sin moverse, solo mirándola. No dijeron nada en un buen rato pero sus ojos no se apartaron de ella. Por un lado, esos ojillos astutos y despiertos del bajito, por otro, los diminutos ojos adormilados del otro. La vigilaron largo rato hasta que lograron ponerla nerviosa.

—¿Queréis pelea? —Los retó.

Por fin, se miraron entre sí, orgullosos de su hazaña, y el tal Ryu dio un paso hacia delante. Akane se preparó, tensando sus músculos y frunciendo el ceño.

—Sabemos quién eres —Le dijo con firmeza y un poco de guasa—. Akane Tendo.

—Pues claro que lo sabéis —repuso ella, confusa—. Os dije mi nombre antes.

—Pero ahora sabemos más cosas de ti —especificó el chico—. No has debido entrometerte en nuestros asuntos —Le recriminó, endureciendo su expresión de repente—. Ahora eres nuestro objetivo.

—¿Y eso qué significa?

—Ya lo verás —Ryu alzó su mentón, complacido.

Akane esperó todo lo que pudo, pero esos dos tontos volvieron al silencio. No entendía que pretendían en realidad. ¿No querían pelear? ¡¿Por qué se quedaban ahí sin más?!

Tras un breve lapso de tiempo, los dos volvieron a mirarse y se dieron la vuelta a la vez para regresar al instituto.

—¡¿A dónde vais?! —Les chilló Akane, perpleja.

—A nuestro entrenamiento —respondió el grandote, hablando por fin.

¿Entrenamiento? Entonces, recordó el anuncio que había hecho el director esa mañana y deseó, de corazón, que no fuera nadie a animarles, para que se dieran cuenta de que tenían a todo el instituto en contra.

Ryu se volvió, una vez más, para mirarla, con la misma sonrisa de demonio en su rostro pecoso.

—Ya nos veremos, Akane Tendo.

—¿Es un desafío?

—Es para que estés atenta a tus espaldas a partir de ahora.

¿Se podía ser más arrogante y estúpido?

Akane se puso roja de pura ira y con todas sus fuerzas les gritó:

—¡A mí no me dan miedo dos chicos como vosotros!

Pero éstos se marcharon sin añadir más y ella se vio sola, de repente, en medio de la calle. Con la espalda empapada y el rostro sofocado.

¿Su objetivo? Pensó, molesta. Si quieren pelear, ¿por qué no lo dicen a las claras?

Habían logrado enfurecerla, pero no asustarla. Se había enfrentado con enemigos mucho más poderosos y aterradores que un par de matones de instituto. No iban a amedrentarla con una ridícula bola de nieve por la espalda.

Se dio la vuelta y retomó su camino, movida por la indignación que sentía, apenas se fijaba ya en dónde plantaba los pies, ni le preocupaba ya resbalarse.

¡Pero, ¿qué se habían creído?!

Durante un buen rato no sintió otra cosa más que ira, pero en un momento dado, Akane se detuvo junto a la pared de una tienda y suspiró. De golpe, experimentó una profunda sensación de cansancio que a punto estuvo de arrastrarla hasta el suelo, también se sintió muy abatida, no sabía muy bien por qué.

Estaba acostumbrada a que los chicos se portaran así con ella, por eso había odiado al género masculino, con alguna que otra excepción muy concreta, la mayor parte de su vida. No era nuevo. No obstante, ese hastío que la invadía sí lo era. Se parecía un poco a lo que le provocaban las preguntas insistentes de sus amigas sobre Ranma o los cuchicheos de la gente del instituto cuando la veían pasar junto al chico.

Estaba cansada de todo eso. Estaba harta.

¿Ahora tendría que ir por los pasillos de la escuela vigilando sus pasos? ¿Atenta por si esos dos cazurros intentaban algo contra ella?

Solo con pensarlo le entraban ganas de gritar… no, de gritar no. Más bien de arrastrarse a la cama y taparse la cara con la almohada para dormir y no pensar en nada.

Si al menos la hubieran lanzado un desafío clásico, ella podría aceptarlo. Pelearían y ya está. Todo se resolvería en un rato. Pero tenía la sensación de que no iba a ser tan fácil como eso.

.

.

.

Hola amigos y amigas,

Espero que estéis pasando un buen fin de semana Aquí me tenéis con el siguiente capítulo del fic, jeje. ¡Espero que os haya gustado! Y os agradezco mucho todos vuestros comentarios y os voy respondiendo por PM en cuanto puedo, salvo a una persona que me escribió desde la página y la respondo por aquí:

Guest: ¡Hola! Espero no haber tardado tanto esta vez en actualizar, jeje, yo también sé lo que es esperar a que un ficker actualice su historia (o que tu autor favorito saque nuevo libro), son esperas que se hacen largas pero aquí está el nuevo capítulo * Espero que te haya gustado. Por supuesto, Akane es demasiado valiente y honorable como para ver una injusticia como esa y no responder, y tampoco le ha ido tan mal pero… ¿Quién sabe qué le harán ahora esos dos idiotas? Te diría que si te haces una cuenta en fanfiction y sigues mi historia, la página te avisa de las actualizaciones para que no tengas que entrar cada día, pero esta página falla mucho (por desgracia) así que igual no te llegan los avisos. ¡Muchas gracias por seguir y apoyar mi fic! ¡Y también por tu review! Hasta pronto

Los abrazos no tardarán en empezar…

¡Besotes para todos y todas!