Disclaimer: Los personajes de Ranma son de Rumiko Takahashi.
18. ¿ALGUNA VEZ PIENSAS EN MI?
Ranma regresó a su hogar con pensamientos encontrados. No quería que Akane se hiciera una idea equivocada, pero hablar de manera tranquila y resolver los conflictos entre ambos nunca había sido su fuerte.
Se alistó sin mucho entusiasmo para comenzar sus clases en el dojo. Desde que terminó la preparatoria, le habían dejado a cargo del lugar. Sin duda, su padre y el de Akane tenían un nivel de artes marciales superior al de la mayoría de los maestros en Tokio. Sin embargo, la pereza les ganaba a ambos, y considerando que él no tenía interés en estudiar una carrera, decidieron que era el más indicado para ocupar el lugar del señor Tendo.
No era algo que realmente le molestara. Le resultaba muy divertido ver a sus estudiantes mejorar día a día con los entrenamientos. Era evidente que no eran tan intensos como aquellos a los que su padre lo había acostumbrado desde pequeño, pero les proporcionaban la capacidad de defenderse adecuadamente si llegaran a necesitarlo. Después de todo, no quería que el nivel de las artes marciales se debilitara en las nuevas generaciones.
Al terminar su última clase, Ranma entrenó un poco más por su cuenta. A sus veinticuatro años, se sentía mejor que nunca. Su cuerpo reaccionaba instintivamente, y su fuerza no había menguado con el paso del tiempo. Si tuviera que elegir un momento para avanzar hacia la siguiente etapa de su vida, sería ese, pero, ¿por qué lo dudaba tanto?
Se ejercitó hasta que sus músculos le ardieron. Necesitaba agotar su cuerpo; de lo contrario, su mente no le permitiría dormir esa noche. Miró el reloj en la pared del dojo. Ya había oscurecido, pero si se daba prisa, podía alcanzar a Akane en el consultorio del doctor.
Tomó un baño rápido antes de salir de casa. No quería cargar con el olor de un día de entrenamiento al reencontrarse con ella.
A cada paso que daba, su mente divagaba sobre cómo aclarar las cosas con Akane. ¿Debería confesarse? ¿Era este el momento adecuado? ¿Ella lo correspondería?
Entró sigilosamente al consultorio, quedándose en la sala de espera, temeroso de que Akane lo reprendiera por interrumpir y pasar por ella, aun cuando le había dicho que no era necesario. Se recargó contra una de las paredes, esperando a que ella saliera del cuarto de consulta.
—Vaya, lo has cuidado de manera extraordinaria, Akane —escuchó la voz del doctor al otro lado de la cortina—. Tu cabello se ve muy hermoso.
"De nuevo su cabello", pensó Ranma, molesto.
—¿Puedo tocarlo? —preguntó el doctor con tono alegre.
"¿Qué carajo?"
—Por supuesto —respondió Akane sin dudar.
Se escuchó un silencio en el consultorio. Ranma sintió el calor subirle a las mejillas y el golpeteo constante de su corazón resonando en sus oídos. Las imágenes que su mente creaba eran cada vez más tortuosas a medida que el silencio continuaba. Akane era tan inocente, y ese loco doctor estaba acariciando su sedoso cabello.
—Tiene el largo perfecto —comentó el doctor.
—¿Usted cree? —preguntó Akane, feliz—. He intentado dejarlo crecer como me indicó.
"¿Todo esto había sido por él? ¿Otra vez?"
Por primera vez en mucho tiempo, sintió miedo. ¿Se había confiado demasiado? Siempre que Ranma pensaba en el futuro, se imaginaba a Akane a su lado. Pero, ¿qué pasaría si ella no lo veía a él en el suyo?
Dejó de escucharlos. Era como si sus oídos se hubieran bloqueado por los latidos erráticos de su propio corazón. La garganta se le secó, y sus manos comenzaron a sudar de nerviosismo.
¿Y si Akane estaba enamorada nuevamente del doctor Tofu? ¿Y si ahora él también le correspondía?
No era algo difícil de imaginar. Con el paso de los años, Akane se había convertido en una mujer muy hermosa. Conservaba la misma energía y fortaleza de siempre, pero en un cuerpo con una belleza encantadora. Su constante entrenamiento había estilizado su figura en curvas y músculos perfectos. No tenía nada que envidiarles a otras mujeres, y por eso seguía teniendo a un montón de idiotas detrás de ella. Posiblemente, muchos más ahora que era una adulta.
Pero, ¿qué pasaría si el primer amor de Akane ahora sí le correspondía?
Akane… su Akane.
No se dio cuenta de cuándo ambas personas que atormentaban su mente salieron del consultorio.
—¿Ranma? —preguntó Akane, sorprendida, con una sonrisa—. ¿Viniste a buscarme?
Sin embargo, su expresión risueña vaciló al notar el rostro serio en él.
Ranma intentó sofocar el dolor que le calaba en el pecho, pero no pudo evitar mirar a Akane con cierto resentimiento. Ella dudó al ver su semblante; Ranma ni siquiera saludó al doctor que la acompañaba.
—¿Estás lista? —le preguntó con voz baja.
—Sí —respondió ella, con un tono similar.
Akane cambió su expresión seria por una sonrisa al girarse para despedirse del doctor, lo que molestó aún más a Ranma. Caminaron en silencio, aunque él no podía evitar que el compás acelerado de su corazón acompañara sus pasos. El enojo se acumulaba en su pecho, y sentía el impulso de reprocharle a Akane todo lo que había escuchado.
Ella sabía que él la amaba.
Se lo había dicho aquel día, cuando creyó que iba a perderla. Aunque después fingió ignorancia cuando ella lo mencionó, era evidente que Akane lo sabía. Ranma siempre había creído que existía una cierta complicidad entre ambos, un acuerdo no hablado en el que los dos reconocían sus sentimientos, pero evitaban enfrentarlos, esperando el momento adecuado. Un juego inocente para engañar a todos los demás… pero no a ellos mismos.
El silencio entre los dos se hacía cada vez más pesado, y la aparente indiferencia de Akane lo afectaba aún más.
"¿Por qué no dice nada?"
La miraba de reojo. Ella caminaba tranquila, con una expresión difícil de descifrar. Casi podría haberlo engañado de no ser por el jugueteo nervioso de sus manos, que hacían un ruido constante al rozarse con la bolsa que probablemente contenía las hierbas medicinales para su padre.
Ranma suspiró profundamente, intentando armarse de valor antes de hablar.
—Akane…
Ella no detuvo su caminar, pero alzó la mirada hacia él. Aunque no dijo nada, la interrogante en su rostro lo animó a continuar.
—Dime, ¿te gusta de nuevo?
Lo dijo sin contenerse. Simple. Directo. No quería dejar lugar a dudas sobre la respuesta que ella podría darle. Si iba a romperle el corazón, prefería que lo hiciera rápidamente.
—¿De qué hablas? —preguntó Akane, confundida.
Él la miró, intentando descifrar si realmente no entendía a qué se refería o si simplemente se estaba haciendo la desentendida. Pasó una mano por su cuello, tratando de relajarse y calmar los nervios que le impedían expresarse como deseaba.
Detuvo su caminar y la enfrentó.
—Sabes bien de qué estoy hablando —le recriminó con frustración—. Estás enamorada de ese doctor otra vez.
No era una pregunta, era una acusación. Algo dentro de él gritaba que Akane se le estaba escapando, y no podía soportarlo.
Akane sonrió, lo que provocó aún más irritación en Ranma, quien intentaba abrirse con ella por primera vez en mucho tiempo. Su mente, cruel y retorcida, le susurraba que aquella chica frente a él no sentía lo mismo, y que esa sonrisa tan tierna era una burla a sus sentimientos. No quería escuchar esos pensamientos, pero no podía ignorar las inseguridades que emergían de sus celos y su miedo a perderla. Sabía que todo era producto de su propio temor, pero entonces, ¿por qué no podía controlarse?
Ranma desvió la mirada, inclinando el rostro hacia un lado para no verla.
—¿De verdad crees que me gusta? —preguntó Akane con un tono juguetón que apenas ocultaba su molestia.
La sintió acercarse, y aunque trató de evitar mirarla, ella se inclinó hacia él, obligándolo a enfrentarla. Su largo cabello cayó como una cortina sedosa, enmarcando su rostro y recordándole el momento que tanto lo había perturbado.
"¿Puedo tocarlo?"
La frase del doctor resonaba en su mente una y otra vez.
Akane lo observó, intentando descifrar lo que pasaba por la mente de Ranma. Sin embargo, la seriedad en su expresión la detuvo de continuar con su broma.
—Ranma —dijo, buscando captar su atención—. Él no me gusta, ¿por qué pensarías eso?
Ranma cerró los ojos y dejó escapar un suspiro de alivio al escuchar su respuesta.
Cuando la miró de nuevo, un escalofrío recorrió a Akane. Ranma extendió la mano de forma inconsciente y tomó un mechón del cabello que otro hombre se había atrevido a tocar. Los cabellos se deslizaron entre sus dedos, escapándose con facilidad de su agarre.
"Podría pasar lo mismo con ella", pensó. "No quiero perderla".
—¿Ranma? —lo llamó Akane, tomando su mano, intentando que le respondiera.
Él la miró, aún con la cabeza hecha un lío, pero dispuesto a acabar de una vez con todos los malentendidos entre ellos.
—Dime, Akane —habló con voz baja, entrelazando sus dedos con los de ella. Se irguió, intentando darse confianza, lo que hizo que Akane, por inercia, intentara retroceder al sentir su presencia tan cercana. Sin embargo, Ranma mantuvo sus manos unidas, sujetándola con firmeza—. Akane, ¿yo te gusto?
Ella intentó soltar su mano, alarmada por la pregunta. Dio un paso hacia atrás, pero Ranma la acercó más a él.
—R-Ranma, ¿qué estás diciendo? —respondió, haciéndose la desentendida.
—Responde honestamente —insistió él.
El comentario la irritó.
—¿Ah, sí? ¿Por qué no lo admites tú primero? —Ranma no contestó, acobardándose por un momento, lo que Akane aprovechó para continuar—. Si tienes tantas dudas, ¿por qué no te confiesas? —avanzó hacia él, obligándose a alzar la mirada para enfrentarlo—. Dime, Ranma, ¿por qué tengo que ser yo quien se exponga primero? —lo interrogó furiosa. Elevando cada vez más la voz, agregó—: Si tanta curiosidad tienes, respóndeme tú: ¿¡Yo te gusto!?
—¡Claro que me gustas! —gritó Ranma, igualando el tono de Akane—. Y tú lo sabes —le reprochó—. Lo único que no está claro aquí es si yo te gusto a ti.
Akane lo miró sorprendida. Abrió la boca varias veces, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Le gustaba a Ranma.
—Ranma, yo... —balbuceó, con el rostro completamente enrojecido. Intentó alejarse un poco para recuperar el aliento, y esta vez él se lo permitió—. Ranma, yo no pensé que te gustara.
—No te hagas la tonta.
—No, Ranma, en serio —insistió—. Siempre ha sido un limbo contigo. Cada vez que pensaba que existía una posibilidad, algo ocurría que me hacía creer que sólo era mi imaginación —explicó nerviosa.
El silencio que siguió fue abrumador. Ranma, que aún sostenía su mano, suavizó el agarre, acariciando sus dedos con un gesto leve pero cargado de significado. Él necesitaba una respuesta.
—Tú también me gustas, Ranma —confesó con timidez.
Lo vió enrojecer y pudo jurar que sus ojos brillaron emocionados. Ranma intentó decir algo más, pero los nervios lo gobernaban. Nunca le había sido tan difícil expresarse.
Akane lo observó, con los nervios a flor de piel, apretó un poco su mano en señal de complicidad y decidió avanzar con tranquilidad.
—¿Por qué no hablamos de esto en casa? —le preguntó ella intentando relajar un poco el ambiente.
Ranma sonrió y camino junto a ella a su hogar.
Quiero que disfruten de mis historias como yo lo hago con muchas de las de ustedes. Dejen sus sugerencias en sus comentarios.
Muchas gracias.
