Capítulo 14: Un laberinto extraño

El aire fresco de la mañana recorría la llanura de Hyrule mientras Link y Zelda caminaban fuera de la ciudadela. El sendero estaba despejado y la brisa era suave, pero la tranquilidad no podía ocultar la sensación de que algo importante se estaba gestando. Ambos avanzaban a un paso constante, sin prisa, pero con la determinación de quien sabe que el destino está lejos y el camino largo.

Link caminaba al lado de Zelda, su porte inquebrantable, pero un toque de familiaridad en sus movimientos. Gracias a la habilidad de Almacenamiento Dimensional, ya no tenían que cargar con mochilas o equipaje. Zelda, con su túnica hecha de la tela especial de Prunia, llevaba solo una pequeña alforja en la cintura, un detalle que le daba una ligera sensación de ligereza, como si el peso del mundo hubiera disminuido. Dentro de ella, no había más que una bolsa con algo de dinero y poco más. Aunque la situación era tensa, el gesto de la alforja simple y sin complicaciones parecía, de alguna forma, un consuelo.

Link, por otro lado, llevaba su alforja de Makore también colgada en la cintura, aunque no tenía la menor intención de usarla. Su armadura ligera sobre la Túnica de Campeón brillaba suavemente bajo la luz del sol matutino, mientras que la Espada Maestra descansaba en su espalda, un recordatorio de la carga que llevaba consigo. El resto de los suministros —comida, equipo, incluso una cama para Zelda— estaban guardados en su dimensión especial, accesibles solo para él, lo que le otorgaba una libertad impensable.

Mientras caminaban, sin darse cuenta, sus pasos empezaron a sincronizarse. Era un fenómeno tan natural que ni ellos lo notaron, pero de alguna manera, cada uno de sus movimientos parecía alineado con el otro, como si el tiempo y el espacio se hubieran adaptado a la armonía de su relación.

Zelda, sacando sus pensamientos del momento y mirando de reojo a Link, decidió romper el silencio.

¿Seguro que tenemos todo lo que necesitamos? —preguntó, con una ligera incertidumbre en su voz, aún con la duda sobre los suministros.

Link asintió con tranquilidad, sin detenerse.

Espero que sí. Incluso traje una cama para ti. —dijo con un toque de orgullo, como si fuera lo más natural del mundo.

Zelda se detuvo un momento, sorprendida por la mención de una "cama". Un rastro de risa asomó a sus labios, y su mirada se tornó divertida.

¿Una cama? ¿En serio? —dijo, con una risa ligera. —No creas que necesitas llevar todo un dormitorio...

Era difícil no recordar el primer viaje que tuvieron, cuando apenas iban preparados, con poco más que las armas en sus espaldas y las provisiones mínimas. En comparación, esta vez parecía que Link iba equipado para un largo viaje. Sin embargo, a pesar de su sorpresa, Zelda no pudo evitar sentirse agradecida. Esta vez, la exageración de Link era una especie de protección silenciosa.

De repente, el sonido de un estómago gruñendo cortó la conversación. Zelda se sonrojó levemente, su rostro se tornó un poco más serio al darse cuenta de que su hambre era más obvia de lo que pensaba. No habían desayunado en el castillo para no permanecer más tiempo allí y correr el riesgo de ser descubiertos por el rey.

Link, al escuchar el ruido provenir de ella, no pudo evitar soltar una ligera risa.

Parece que alguien tiene hambre... —comentó, mirando a Zelda con una sonrisa juguetona.

Zelda, un tanto avergonzada, hizo un puchero y se cruzó de brazos, mirando hacia el suelo.

Ya sé... no desayunamos. Pero... —su voz fue más baja, algo avergonzada—. Es que no quería quedarme más tiempo en el castillo.

Link rió por lo bajo y, con un movimiento tranquilo, le hizo un gesto hacia una pequeña arboleda en la distancia. No muy lejos, un grupo de árboles se alzaba solitario sobre la vasta planicie de Hyrule.

Vamos allí. Hay algo de sombra y podemos descansar un poco para desayunar. —dijo, mientras comenzaba a caminar hacia el lugar señalado.

Zelda asintió, agradecida. La idea de sentarse bajo la sombra de los árboles en medio de ese vasto paisaje era un respiro, un pequeño momento de calma en medio de la agitación. Al llegar, Link se detuvo, y para sorpresa de Zelda, comenzó a sacar dos sillas y una mesa de su dimensión especial. La escena era surrealista.

¿Link, tomaste los muebles del castillo? —preguntó Zelda, incrédula. Sus ojos brillaban con asombro y algo de diversión al ver cómo, de manera casi mágica, Link había hecho aparecer esos muebles.

Link sonrió, claramente orgulloso de su "logro".

Sí, tomé los muebles. Son de los cuartos de invitados, los que usamos anoche. No te preocupes, todo está bien. —Su tono era tranquilo, como si no hubiera hecho nada fuera de lo común.

Zelda lo miró, sin poder evitar una leve sonrisa, aunque sus palabras salieron con cierto tono burlón.

¿Y qué pasará cuando alguien entre al cuarto y vea que está vacío? Van a pensar que hay un ladrón suelto... y eso seguramente llegará a oídos del rey. ¿No fue un poco indiscreto de tu parte?

Link, al ver su preocupación, simplemente se rió, sin darle demasiada importancia.

No te preocupes. Hablé con Impa, y ella se encargará. Nadie se dará cuenta de que falta nada. —dijo, con un tono de certeza.

Zelda, al escuchar que Impa estaba al tanto de la situación, se relajó. El rostro de Link, sin embargo, le parecía curioso, como si hubiera pasado de ser el aventurero inexperto que apenas podía prepararse para un viaje, a ser alguien que, sin dudarlo, ahora llevaba literalmente una habitación completa con él.

Aún sonriendo por lo absurdo de la situación, Zelda observó cómo Link sacaba los platos que había empacado en su dimensión especial. Los platos eran como recién hechos, ya que en ese espacio las cosas parecían congelarse en el tiempo, sin perder ni un solo detalle. Todo lo que había guardado, incluso la comida, permanecía como en el instante en que fue guardado, perfecta y cálida.

Los dos se sentaron en las sillas, la mesa entre ellos, y comenzaron a desayunar tranquilamente bajo la sombra de los árboles. Los rayos del sol se filtraban entre las ramas, creando un juego de luces y sombras sobre ellos. Mientras comían, el silencio entre ellos era cómodo, el tipo de silencio que solo ocurre cuando la compañía es agradable.

Zelda miró a Link de reojo, sonriendo mientras tomaba otro bocado.

Nunca pensé que diría esto... pero gracias por cuidar tanto de mí, Link. Aunque a veces sea un poco... excesivo. —su tono era suave, pero sincero.

Link, con una sonrisa ligera, levantó la vista hacia ella.

No es nada, Zelda. —dijo, su voz tranquila, pero con una calidez que pocas veces dejaba escapar. —Siempre voy a cuidar de ti.

Y con esas palabras, se sumieron nuevamente en el silencio, con la calma del momento envolviéndolos. Un pequeño descanso en su largo viaje.

El desayuno ya había terminado, y el silencio que siguió era reconfortante. Zelda se levantó de la silla, estirándose un poco mientras Link guardaba los muebles y platos con un simple gesto hacia su dimensión de almacenamiento. La habilidad era tan útil que ya casi la daba por sentada, pero aún le sorprendía la facilidad con que Link podía hacer aparecer y desaparecer objetos. Después de todo, no solo comida y sillas; en esa dimensión de Link cabía un sinfín de armas, equipo y suministros que, aunque no se lo había dicho directamente, Zelda sabía que provenían de muchas fuentes, incluida Impa y algunos soldados del castillo.

Mientras Zelda caminaba cerca de él, comenzó a preguntarse qué más podría haber allí, pero se contuvo. Sabía que Link guardaba secretos, pero confiaba en él. De alguna manera, siempre sabía que tendría lo necesario cuando llegara el momento.

Por su parte, Link se sentó nuevamente en una piedra cercana, mirando al horizonte mientras guardaba el último de los utensilios. Aunque había pasado solo un día desde que había obtenido sus nuevas habilidades, ya se sentía como si las hubiera tenido toda su vida. Había algo natural en su uso, como si fuera tan esencial como respirar. Pero a pesar de eso, había aún mucho que aprender.

"Análisis" era una habilidad que seguía siendo difícil de controlar. Si bien podía activar la función en cualquier momento y escanear todo lo que lo rodeaba, aún no lograba concentrarse únicamente en un objeto o persona. En lugar de eso, su mente procesaba todo a su alrededor al mismo tiempo, lo que se volvía un poco abrumador. A veces, se encontraba analizando hasta las pequeñas ramitas que caían del árbol, o las partículas de polvo flotando en el aire, cuando realmente solo quería concentrarse en una cosa.

Luego estaba su otra habilidad Repulsión. Al principio, no estaba seguro de cómo manejarla. Lo que más le sorprendió fue lo fácil que resultó activar la habilidad; parecía estar integrada en su ser. Como un escudo invisible, nada podía acercarse a él, ni física ni mágicamente. Sin embargo, esta habilidad traía consigo un gran desafío: repelía absolutamente todo, en este estado no podía ni cachar algo que le lanzara un aliado pues la habilidad lo repelía y menos podía ser tocado por alguien, incluso Zelda. Si quería, podía permitir que ciertas personas lo tocaran, pero eso implicaba desactivar la habilidad. Pero la noche anterior, con Zelda, había hecho una excepción, permitiéndole a ella entrar en el área personal de link sin ser expulsada automáticamente. No solo porque no quería que ella fuera rechazada, sino porque la idea de que su repulsión pudiera afectarla le parecía incomprensible. La idea de que ella, que estaba tan cerca de él, fuera rechazada por algo tan insensible como su propia habilidad, lo entristecería profundamente.

"Por eso..." pensó Link, mientras la brisa movía su cabello. "Tengo que seguir aprendiendo a controlar todo esto. Si no lo hago, puedo terminar afectando a las personas que más quiero."

Pero lo que más le intrigaba en ese momento era Alteración Espacial. Había probado un poco de su poder la noche anterior, pero su alcance no le había dado el control total que esperaba. A diferencia de su habilidad anterior, Procesamiento Acelerado, que parecía simplemente ralentizar el tiempo, Alteración Espacial era algo mucho más profundo. Link no solo podía alterar el tiempo a su alrededor; podía envolver el mundo entero en una dimensión donde él se movía con libertad, mientras todo lo demás permanecía detenido.

El problema radicaba en cómo usarlo. Aunque la teoría parecía sencilla, en la práctica había desafíos que aún no había podido resolver. Sabía que si activaba Alteración Espacial, podría moverse libremente, pero cualquier ser vivo dentro de esa dimensión, especialmente si no estaba acostumbrado, sufriría las consecuencias. Si intentaba simplemente cargar a Zelda y correr a través de la dimensión alterada, la presión de la distorsión espacial sobre ella podría ser mortal.

"Pero... ¿y si pudieras estar en la misma dimensión que yo?" pensó, frunciendo el ceño mientras se perdía en su mente. "Si pudieras moverte a la velocidad normal de la dimensión... sería perfecto. Podríamos viajar como si nada."

Su mente comenzó a recorrer las posibilidades. "Procesamiento paralelo… solo lo podia usar yo" Pensó, mordiéndose el labio. "pero "Conciencia espacial" me da un control del espacio ¿Y si pudiera crear una excepción, igual que con Repulsión? Si creé una regla para que Repulsión no afectara a Zelda, tal vez pueda hacer lo mismo con Alteración Espacial."

Este pensamiento lo detuvo en seco. ¿Era posible? En teoría, si su poder para manipular el espacio podía ser modificado como sus otras habilidades, tal vez pudiera diseñar una "excepción" para Zelda. "Si la alteración es solo mía, tal vez podría compartirla con ella... solo por un rato...almenos" Pensó, observando cómo un par de pájaros volaban por encima.

Con ese pensamiento en mente, Link se puso en pie y giró hacia Zelda, que se encontraba unos pasos detrás de él, disfrutando del paisaje. Alzó la mano, y la llamó.

Zelda. —Su voz era tranquila, pero había algo en ella que denotaba concentración.

Zelda giró hacia él, su rostro aún relajado, aunque con curiosidad por saber lo que Link quería.

¿Sí, Link? —preguntó, acercándose.

Quiero probar algo. Algo que podría hacernos viajar mucho más rápido. —dijo, su tono seguro pero sin muchas explicaciones.

Zelda lo miró, un poco confundida pero intrigada.

¿Qué quieres probar? —preguntó, acercándose un poco más.

Link la observó con una mezcla de concentración y calma. Sabía que esto podía ser peligroso, pero confiaba en que podía controlar su habilidad ahora.

Quiero que mires el mundo como yo lo veo. Almenos por unos momentos. —dijo, mirando a Zelda a los ojos, con la misma seriedad que solía mostrar en situaciones críticas.

Zelda lo miró en silencio, procesando sus palabras. No entendía completamente, pero la mirada de Link le daba una sensación de seguridad. Ella asintió, sin vacilar.

Está bien. Confío en ti, Link. —respondió Zelda, con una leve sonrisa, aunque un poco confundida por la seriedad de la situación.

Link, sin decir palabra, tomó las manos de Zelda con suavidad. Ella se tensó al principio, sorprendida por el gesto que no esperaba. La cercanía de sus manos hizo que un suave rubor apareciera en sus mejillas. Estaba confundida, sin saber exactamente qué quería hacer Link, pero confiaba en él. Era un paso importante, y aunque el corazón le latía con fuerza, decidió esperar a que él actuara.

Link cerró los ojos, concentrándose. El mundo a su alrededor parecía desvanecerse en su mente, mientras tomaba un momento para calmarse. Su respiración se hizo lenta y controlada. Sabía que lo que iba a hacer era arriesgado, pero estaba listo. Sentía la suavidad de las manos de Zelda entre las suyas y eso lo ayudó a centrar su mente.

Con un suspiro, activó Alteración Espacial.

De inmediato, el mundo a su alrededor se detuvo. El aire se volvió espeso, como si el tiempo mismo hubiera sido suspendido. Las hojas de los árboles dejaron de moverse, y el sonido del viento desapareció. Todo a su alrededor estaba congelado, detenido, menos él.

Link aún mantenía los ojos cerrados, aferrado a las manos de Zelda, y comenzó a buscar su presencia en la vasta dimensión alterada. No fue fácil. Aunque había aprendido mucho en un día, Alteración Espacial seguía siendo un poder imponente pero difícil de dominar. La luz de la habilidad se reflejaba en su mente, mientras su búsqueda comenzaba.

¿Dónde estás...? pensó, moviéndose dentro de su propia dimensión. Los fragmentos de energía que emitían las personas eran como huellas. Encontró muchas, algunas de las criaturas cercanas, otras incluso de objetos inanimados, pero la presencia de Zelda… su aura, aunque especial, era mucho más tenue que la de él. Esto dificultaba mucho el proceso.

Finalmente, después de unos momentos, Link logró encontrarla. Fue como encontrar una pequeña chispa en la oscuridad, y con un suspiro de alivio, comenzó a vincular su aura a la dimensión.

En ese instante, Zelda comenzó a moverse. Para ella, todo parecía seguir su curso normal, como si nada hubiera cambiado, pero Link, aún con los ojos cerrados, podía sentir la diferencia. Lo logré pensó, aunque aún no podía abrir los ojos.

Sin embargo, algo se le escapó. Cuando abrió los ojos, vio que el mundo a su alrededor seguía completamente detenido, mientras Zelda se movía con normalidad. En ese momento, ella lo miró, alarmada.

Link... ¿qué pasa? —preguntó, con una mezcla de confusión y sorpresa, al ver que el mundo seguía inmóvil mientras ella parecía estar intacta.

Link abrió los ojos completamente, un poco sorprendido por el resultado, y se dio cuenta de que ella podía moverse solo porque él estaba sosteniéndola. Soltó sus manos un instante, y Zelda, al instante, se quedó paralizada, como si el tiempo se hubiera detenido de nuevo.

Link entendió de inmediato. La presión de la alteración espacial era tan fuerte que, sin contacto, Zelda no podía moverse dentro de su dimensión. Necesitaba mantener el contacto físico para que su aura pudiera estar alineada con la suya y permitirle moverse como él lo hacía.

Con una sonrisa tensa, Link volvió a tomar las manos de Zelda. En el momento en que lo hizo, la figura de Zelda comenzó a moverse de nuevo, como si el tiempo regresara a su curso normal.

Zelda parpadeó, algo desconcertada.

¿Qué acaba de pasar? —preguntó, mirando a su alrededor, mientras todo a su alrededor seguía detenido.

Estamos dentro de mi dimensión, Zelda. —dijo Link, manteniendo el contacto con ella. —Todo lo que ves está alterado por mi habilidad. El espacio se detiene para todo lo demás, pero tú y yo seguimos con normalidad.

Zelda lo miró, sus ojos se llenaron de asombro. Comenzaba a comprender. Aunque nunca lo había experimentado de esta manera, entendió por fin lo que Link veía cuando usaba su habilidad. El mundo que lo rodeaba, que parecía estar en movimiento para ella, estaba completamente detenido para él.

Entonces, ¿así ves el mundo cuando usas Alteración Espacial? —preguntó, maravillada, al darse cuenta de la magnitud del poder de Link.

Sí. Con Conciencia Espacial, todo lo que está dentro de este espacio se congela. Y cuando me muevo... nada puede detenerme. —dijo Link, con un tono que era tan sencillo como si hablara de algo cotidiano. "Nada puede detenerme..." pensó Zelda, al escuchar esas palabras. Su mente se llenó de una nueva admiración hacia Link. No solo por su habilidad, sino por la persona en la que se estaba convirtiendo.

Zelda, por un momento, simplemente miró a Link con una mezcla de asombro y gratitud. Si con Procesamiento Acelerado ya era invencible, ahora con Conciencia Espacial... ¿qué podría detenerlo? pensó, mientras el calor subía a sus mejillas. Agradeció tenerlo a su lado, más aún como su protector. Es la razón por la que me siento tan segura con él cerca pensó, sonriendo sin quererlo.

Aún pensando en todo lo que había aprendido, Zelda notó que Link no había soltado su mano. Su corazón latió un poco más rápido por la cercanía, y no pudo evitar preguntarse si era necesario seguir así. ¿Debería decir algo?

Sin embargo, no se atrevió a preguntar. Algo en ella temía que si lo hacía, él la soltaría, y no quería eso. Pero entonces, Link, con una voz suave, dijo:

Lo siento por no soltarte la mano, Zelda, pero es que si te suelto, no podrás ver el mundo de esta forma. ¿Te molesta? Tendremos que viajar así por un tiempo. —dijo con una leve sonrisa, aunque se notaba una pizca de vergüenza en su voz.

Zelda se sonrojó de inmediato, y el rubor subió por su cuello. No podía ocultar lo feliz que se sentía. El chico que tanto le gustaba había hecho una "excepción" con ella. Se sintió afortunada.

No me molesta, Link... Si eres tú, puedo viajar así. —respondió, sin poder evitar sonrojarse aún más. Su voz sonó suave, casi tímida.

Link, al escuchar esto, se sonrojó un poco también, algo que rara vez sucedía. La calidez que sentía lo hizo ruborizarse y, por un momento, perdió la compostura. Pero, al notar el color en sus mejillas, Zelda lo miró fijamente. Este momento, tan íntimo, hizo que ambos se sintieran más cercanos que nunca.

Deberíamos avanzar entonces —dijo Link, tratando de recuperar la calma, aunque su nerviosismo era evidente.

Zelda, con una sonrisa traviesa, preguntó, con un toque de curiosidad:

¿Y cómo piensas que vamos a viajar más rápido?

Link le explicó con calma, sabiendo que había llegado el momento de mostrarle lo que su nueva habilidad podía hacer.

Al estar en mi dimensión, mi velocidad máxima se potencia por un factor de x50. Puedo llegar de aquí a cualquier parte en menos de un minuto. —dijo, explicando con la mayor claridad posible. —Si intentara llevarte sin que accedieras a esta dimensión, la presión de la velocidad te podría matar. Pero ahora que estás aquí, mientras estés junto a mí, podrás moverte como yo.

Zelda, sorprendida, soltó una exclamación:

¿Así que vamos a correr?

Link negó con la cabeza.

No, Zelda. Yo correré. Tú solo disfrutaras el paseo. —respondió con firmeza.

Zelda se sonrojó aún más, su sorpresa claramente visible.

¿Qué? —exclamó, algo atónita.

Link sonrió y, sin perder tiempo, la levantó en sus brazos. Sin que Zelda pudiera protestar, Link activó su velocidad máxima.

En un abrir y cerrar de ojos, ambos comenzaron a moverse a una velocidad que dejaba atrás todo lo que conocían. Zelda no podía creer lo que estaba experimentando. Cada segundo parecía más increíble que el anterior, y solo podía mirar a Link, que corría con una fuerza y velocidad descomunales. Es indestructible pensó, mientras su asombro crecía.

En menos de un minuto, ya estaban llegando a un rancho en Eldin. Un viaje que normalmente les habría tomado horas, ahora se completó en un abrir y cerrar de ojos. Zelda no podía dejar de mirarlo, impresionada por la magnitud de lo que acababa de presenciar.

Zelda no pudo evitar sonreír con asombro mientras miraba el rancho de Eldin a lo lejos. El paisaje había cambiado tan rápidamente que ni siquiera parecía real. Al principio, todo era una expansión infinita de campos y montañas a la distancia, pero en un abrir y cerrar de ojos, ya estaban allí, sin haber pasado ni un minuto desde que habían dejado las afueras de la ciudadela.

Eso fue... increíble. —dijo Zelda, todavía un poco atónita, mirando a su alrededor, como si se esperara que el paisaje volviera a moverse de alguna forma.

En su mente, había algo que parecía desafiar la lógica: "¿Cómo es posible que hayamos recorrido todo esto en tan poco tiempo? Si bien Link corrió... en el mundo de fuera, esto habría sido como teletransportarse."

Zelda volvió a mirar a Link, que caminaba a su lado con esa calma serena que lo caracterizaba, como si nada extraordinario hubiera sucedido.

Esto fue... —repitió, buscando las palabras adecuadas— ...literalmente teletransportación. ¿Puedes hacer esto siempre?

Link le dio una sonrisa tranquila, sin parecer excesivamente orgulloso, pero sabiendo que su habilidad había dejado a Zelda impresionada.

No te preocupes. No planeo abusar mucho de esto. —dijo, con un tono relajado, aunque se notaba una ligera seriedad en sus ojos. —Si lo hiciera, nuestro viaje terminaría hoy mismo. No quiero que acabe tan pronto... quiero aprovechar más el tiempo viajando contigo.

Zelda lo miró, sorprendida por lo que dijo. Aquellas palabras, simples pero llenas de sinceridad, tocaron algo dentro de ella. No quería que su viaje acabara tan rápido. Sabía que todavía quedaba mucho por descubrir, y esa sensación de incertidumbre, mezclada con la seguridad de estar junto a Link, le hacía sentirse... bien.

Con una leve sonrisa, Zelda asintió, sintiendo una calidez en su pecho al escuchar que Link pensaba lo mismo.

Estoy de acuerdo. —respondió con suavidad, y su tono reflejó una ligera felicidad, aunque aún había algo de incertidumbre—. Aun con la posibilidad de hacerlo más rápido... no quiero que termine. Gracias por no querer usar ese poder demasiado, Link.

Link asintió, satisfecho de que Zelda compartiera sus mismos sentimientos. No quería apresurar el viaje, ni mucho menos, aunque sus nuevas habilidades pudieran hacerlo. Había algo mucho más valioso en estos momentos tranquilos y en los pequeños avances del viaje.

Después de unos momentos de silencio cómodo, ambos caminaron hacia el rancho, donde se detuvieron en la entrada para solicitar que trajeran sus caballos. Sabían que el proceso tomaría hasta el día siguiente, pero no les importaba. Al fin y al cabo, tenían tiempo. Zelda aprovechó la ocasión para respirar profundamente el aire de Eldin, sintiendo la calidez del sol, la tierra y el ambiente de la región volcánica.

Entonces... ¿nos vamos a la fuente de Eldin hoy mismo? —preguntó Zelda, mientras caminaban hacia el interior del rancho.

Así es. —respondió Link, mirando el mapa que había sacado de su dimensión para verificar la ubicación exacta. —La fuente no está tan lejos de aquí. Podemos aprovechar el día para avanzar un poco más, caminar tranquilos, y disfrutar del paisaje. No tenemos prisa.

Zelda sonrió, agradecida. Disfrutar del viaje era justo lo que necesitaba. La sensación de estar en movimiento, con Link a su lado, le hacía sentir que, por fin, podían tomar un respiro de todo lo que había sucedido hasta ahora.

Así que ambos partieron, pero esta vez sin prisas, caminando a su propio ritmo, como si el tiempo tuviera más sentido cuando no se apuraban. La caminata no era tan difícil, el terreno no les resultaba incómodo, y el viento caliente de Eldin solo agregaba un toque más a la atmósfera que rodeaba el viaje.

Ya había pasado cerca de una hora desde que abandonaron el rancho de Eldin. El sendero, rodeado de colinas suaves y vegetación vibrante, parecía extenderse hacia el infinito, pero ni Link ni Zelda mostraban signos de incomodidad. Aunque su conversación fluía con naturalidad, no discutían temas profundos. Hablaban de cosas pequeñas: la forma en que el sol parecía iluminar la tierra como un abrazo cálido, o lo curioso que era ver cómo ciertas aves seguían su camino desde las alturas.

Cada palabra que compartían parecía tener un significado más profundo de lo que dejaban entrever. Para ambos, la presencia del otro convertía el simple acto de caminar en algo especial. Era como un vicio silencioso: el placer de estar juntos.

A pesar de la charla constante, el silencio encontraba su lugar entre ellos de vez en cuando. En esos momentos, Zelda sacaba la tableta Sheikah, deteniéndose a capturar alguna escena que le llamara la atención: la forma en que el viento movía las hojas de un árbol solitario o el reflejo del sol en un arroyo cercano. Mientras tanto, Link aprovechaba esos respiros para concentrarse en su habilidad de Análisis, dejando que su mente procesara cada detalle del entorno. Su mirada escrutadora se detenía en pequeños detalles: un rastro de animales en la tierra, las marcas del tiempo en las rocas o incluso las fluctuaciones casi imperceptibles en el aire.

Mientras caminaban, sus pasos comenzaban a sincronizarse de manera inconsciente. En ocasiones, los dedos de sus manos se rozaban ligeramente cuando el sendero se estrechaba, un contacto fugaz que ninguno de los dos mencionaba pero que ambos sentían. Eran gestos que, aunque pequeños, parecían reforzar la conexión entre ellos.

Cada tanto, Zelda pedía una pausa, apoyándose contra un árbol o una roca mientras recuperaba el aliento. Durante esos momentos, Link buscaba frutos cercanos o se detenía a observar el paisaje con una calma casi desconcertante, siempre asegurándose de que Zelda estuviera cómoda antes de retomar la marcha. Su resistencia era notable, y aunque él podría haber continuado caminando sin descanso, nunca se mostraba impaciente. Más bien, parecía disfrutar de esos momentos tranquilos.

Tras dos horas de caminata, alcanzaron la región de Akkala, donde el sendero se dividía en dos. Una ruta conducía al rancho local, mientras que la otra se adentraba en el bosque hacia la fuente del poder.

Vamos a la fuente primero, —dijo Link, señalando el camino ascendente con un leve gesto. —Aún tenemos tiempo de sobra para llegar al rancho después.

Zelda asintió, quitándose el cabello del rostro mientras sus ojos seguían la dirección indicada por Link. Su expresión mostraba cansancio, pero también determinación. Había algo en su porte que le recordaba a Link por qué admiraba tanto su fortaleza, incluso en los momentos más difíciles.

El camino hacia la fuente era tranquilo, aunque más empinado. Link caminaba ligeramente delante de Zelda, asegurándose de que no hubiera peligros en la ruta, mientras ella lo seguía de cerca, sus pasos todavía sincronizados. De vez en cuando, sus miradas se encontraban, y aunque ninguno decía nada, la calidez de esos intercambios hablaba más que las palabras.

Cuando llegaron a la fuente del poder, el lugar los recibió con una quietud casi mística. Rodeado de formaciones rocosas cubiertas de musgo y árboles que proyectaban sombras alargadas, el santuario parecía fuera de este mundo. En el centro, el agua cristalina reflejaba el cielo como un espejo.

Zelda se acercó al altar con movimientos lentos, su vestido ceremonial ondeando con la brisa ligera. Link se quedó unos pasos atrás, respetando la solemnidad del momento. Ella cerró los ojos, juntó las manos y comenzó a recitar la oración que había memorizado con esmero. Su voz, aunque baja, resonaba con una claridad que llenaba el espacio.

Cuando terminó, abrió los ojos lentamente, como si esperara que algo, cualquier cosa, sucediera. Pero al igual que en la Fuente del Valor, nada ocurrió. La decepción se dibujó en su rostro, sus hombros cayendo ligeramente mientras apartaba la mirada del altar. Por un momento, permaneció en silencio, tratando de contener las emociones que amenazaban con desbordarla.

Link dio un paso adelante, colocándose a su lado. No dijo nada al principio, pero su presencia parecía transmitir un apoyo silencioso. Cuando finalmente habló, su voz era suave, pero firme.

Zelda... estás haciendo todo lo que puedes. —Le dedicó una pequeña sonrisa que buscaba transmitir confianza. —No te rindas. Esto es solo un paso más.

Zelda lo miró, sus ojos llenos de una mezcla de agradecimiento y tristeza.

He hecho esto antes, Link... —murmuró, sacudiendo la cabeza con una sonrisa amarga. —Nada ha cambiado. ¿Qué tiene de diferente esta vez?

Link mantuvo su mirada serena, aunque su mente estaba llena de preguntas. Su habilidad de Análisis le había revelado un dato importante que no podía compartir con Zelda: su habilidad suprema, Reencarnación Divina, estaba bloqueada, y aunque uno de los sellos había sido roto, los otros dos permanecían intactos. El primer sello debía haber sido roto en la Fuente del Valor, pero no entendía por qué el segundo no se había liberado aquí. ¿Estarían equivocados en su suposición de que los sellos estaban vinculados a las fuentes? ¿O tal vez había algo más que se les escapaba?

Guardó esos pensamientos para sí mismo, sabiendo que compartirlos solo aumentaría la angustia de Zelda. En lugar de ello, extendió una mano hacia ella, ayudándola a ponerse de pie.

Vamos al rancho. Podremos descansar allí antes de seguir. —dijo, su tono lleno de una calidez que parecía disipar un poco la nube de dudas que pesaba sobre ella.

Zelda asintió en silencio. Antes de partir, se cambió del vestido ceremonial a su ropa de aventurera, mientras Link la esperaba junto al sendero, su mirada fija en el horizonte. Cuando estuvo lista, ambos retomaron el camino hacia el rancho de Akkala, sus pasos volviendo a sincronizarse mientras avanzaban. Aunque las palabras eran pocas, cada pequeño gesto y mirada entre ellos reforzaba el vínculo que los unía, haciéndolos sentir que, incluso en los momentos más inciertos, no estaban solos.

El sol estaba en su punto más alto cuando Link y Zelda finalmente llegaron al rancho de Akkala. El lugar, rodeado de vastos campos y colinas que parecían extenderse hacia el infinito, mantenía esa atmósfera cálida y acogedora que caracterizaba a los ranchos de Hyrule. Nada más llegar, Zelda sugirió que pidieran una habitación para pasar la noche, aunque apenas era mediodía.

Quiero descansar un poco y darme un buen baño, —dijo Zelda mientras se estiraba con evidente cansancio. —Después de tanto caminar, siento que la caminata me dejó hecha polvo.

Link asintió, comprendiendo lo que sentía. Aunque él no mostraba signos de cansancio, sabía que para Zelda este tipo de viajes no eran habituales. Además, no podía ofrecerle las comodidades de un baño en su dimensión de almacenamiento, por lo que era una excelente idea quedarse allí.

El interior de la habitación doble no les sorprendió. Como todos los ranchos de Hyrule, mantenía el mismo diseño: muebles de madera, una iluminación cálida y una disposición sencilla pero funcional. Ya habían estado en lugares similares antes, así que no necesitaron inspeccionarlo. Era un espacio cómodo y, para Zelda, eso era suficiente.

¿Podrías darme mi equipaje, por favor? —pidió Zelda, girándose hacia Link con una ligera sonrisa.

Link asintió, sacando la gran maleta de su dimensión de almacenamiento. Zelda la tomó con ambas manos, pero rápidamente la dejó caer sobre la cama, como si fuera demasiado pesada para cargarla mucho tiempo. Link miró la cantidad de ropa que sobresalía de la maleta y levantó una ceja, divertido.

¿De verdad necesitas tanto equipaje para este viaje? —preguntó, con una risa ligera.

Zelda le devolvió una sonrisa cómplice, alzando los hombros con despreocupación.

Por supuesto que no, —admitió, riéndose suavemente. —Pero me hace ilusión viajar así. Aunque sé que no es práctico llevar tantas cosas, contigo eso ya no es un problema.

Link cruzó los brazos, fingiendo estar ofendido, y adoptó un tono burlón.

Así que, básicamente, soy tu guarda equipaje.

Zelda, siguiendo el juego, se llevó una mano al pecho y asintió con fingida solemnidad.

Exacto, mi escolta multifuncional.

Ambos rieron, disfrutando de aquel momento ligero. Zelda recogió luego su maleta y se dirigió al baño. Antes de cerrar la puerta, le lanzó una última mirada a Link.

No me tardo mucho, —dijo con una sonrisa.

Cuando Zelda comenzó a llenar la tina, Link se quedó solo en la habitación, observando el pequeño cuarto a su alrededor. Aunque el espacio era acogedor, se sintió inquieto. Sabía que no tenía suficiente tiempo para explorar a fondo la región, pero con su habilidad de Alteración Espacial, aquello no era un problema.

Es una gran oportunidad, —murmuró para sí mismo, activando la habilidad.

El tiempo se detuvo de inmediato, sumiendo el mundo en una quietud absoluta. El aire parecía pesado, inmóvil, mientras Link salía de la habitación y comenzaba a recorrer Akkala a una velocidad sobrehumana.

Mientras exploraba, no podía evitar reflexionar sobre por qué sentía esta necesidad de buscar algo especial. Recordó las palabras de Zelda, las pocas veces que ella había hablado de cómo nunca había tenido la oportunidad de conocer verdaderamente su reino. La princesa, siempre encerrada en el castillo, rara vez había salido de los muros protectores que la rodeaban, y cuando lo hacía, sus viajes solían estar cargados de formalidades y responsabilidades.

No ha tenido tiempo para disfrutar, —pensó Link, corriendo entre colinas y cruzando pequeños bosques. —Todo ha sido deber, deber y más deber. Si puedo cambiar eso aunque sea un poco, quiero hacerlo.

Él mismo entendía lo que significaba no tener la libertad de conocer el mundo. Aunque ahora era un guerrero reconocido y poseedor de habilidades extraordinarias, su infancia había sido limitada por entrenamientos estrictos y responsabilidades impuestas por los demás. Este viaje, aunque lleno de peligros, era la primera vez que ambos tenían la oportunidad de explorar y descubrir juntos. Y Link quería aprovecharlo al máximo.

No quiero que este viaje sea solo otro deber para ella, —reflexionó, deteniéndose brevemente para observar una formación rocosa en la distancia. —Quiero que se lleve recuerdos, momentos que la hagan feliz.

Tras un rato de exploración, Link encontró dos lugares que captaron su atención. El primero era un laberinto flotante, suspendido sobre el mar en un extremo de la región. Su tamaño y ubicación lo hacían imponente, y lo más curioso era que parecía ser desconocido para la mayoría. Zelda va a amar esto, pensó, imaginando la emoción en su rostro al descubrirlo.

El segundo lugar eran unas aguas termales ocultas, rodeadas por un terreno accidentado que las hacía prácticamente inaccesibles para la mayoría. Para Zelda, que había mencionado en ocasiones lo mucho que disfrutaba de los baños relajantes, este lugar sería perfecto. Además, el hecho de que estuvieran escondidas lo hacía aún más especial.

Con estos dos lugares en mente, Link corrió de regreso a la habitación. Desactivó la Alteración Espacial, devolviendo el flujo normal al tiempo. Apenas habían pasado tres segundos desde que salió, aunque para él habían transcurrido varios minutos. Mientras Zelda seguía en el baño, Link desplegó un mapa sobre la mesa de la habitación y comenzó a planear una ruta que los llevara a ambos lugares.

Esto le encantará, —pensó, trazando líneas con precisión. Su mente ya estaba imaginando la sorpresa y la emoción en los ojos de Zelda al mostrarle estos lugares. Aunque no podía controlar todo lo que sucediera en su viaje, sabía que podía aportar estos momentos únicos para que ella también pudiera sentirse libre, aunque fuera por un rato.

Mientras trabajaba en el mapa, una pequeña sonrisa se formó en sus labios. Esta era su forma de devolverle algo a Zelda, de demostrarle que, aunque las cosas fueran difíciles, siempre habría espacio para la alegría y la maravilla.

Zelda salió del baño ya cambiada, dejando atrás el vapor que escapaba tras ella. Link, que estaba acostado con los ojos cerrados en una de las dos camas, se levantó rápidamente al percibir su presencia. Cuando abrió los ojos y la vio, un rubor intenso cubrió su rostro. Por más que intentó apartar la mirada, no pudo. Zelda, que había estado esperando su reacción, también se sonrojó. La tensión entre ellos llenó la habitación como un aura palpable.

Zelda vestía un vestido corto morado, un atuendo sorprendentemente casual para alguien de su posición. Sin embargo, ese sencillo vestido parecía diseñado para ella. Acentuaba delicadamente sus curvas y combinaba perfectamente con su cabello dorado y sus ojos azules. Link, incapaz de contener sus pensamientos, volvió a confirmar lo que siempre había creído: Los colores parecen haber nacido para hacerla brillar.

El silencio se prolongó mientras Link luchaba por encontrar las palabras adecuadas. Sabía que debía decir algo, pero todo lo que le venía a la mente lo llenaba de vergüenza. Por su parte, Zelda esperaba con ansiedad alguna reacción, pero la falta de respuesta comenzó a avergonzarla. Había meditado mucho sobre si debía traer ese vestido en primer lugar. No era ropa de viaje, pero, mientras preparaba su equipaje en el castillo, algo en su interior le dijo que este viaje con Link sería más que una misión. Se sentiría como una especie de escape, casi como unas vacaciones. Por eso había decidido empacar de todo, incluido aquel vestido.

Y ahora lo llevaba puesto por una razón muy específica: quería ver cómo reaccionaba Link. Zelda estaba empezando a aceptar lo que sentía por él. Sabía que le gustaba y quería gustarle también. Usar ese vestido era su manera de intentar acercarse más. Sin embargo, al no obtener una respuesta inmediata, comenzó a sentirse insegura.

Para Link, sin embargo, verla así era algo completamente diferente. Más allá de la evidente belleza de Zelda, que siempre lo había impresionado, este momento significaba mucho más. Verla vestida de esa forma tan casual, tan alejada de los atuendos formales que usaba en el castillo, hablaba de la confianza que tenía en él. Estaban solos, y ella se sentía cómoda mostrándose así. El vestido, con su delicado escote, los hombros al descubierto y el corte que dejaba sus piernas a la vista, era demasiado para Link, quien siempre había sido sereno y reservado.

El calor subió hasta su rostro, incapaz de manejar la situación. ¿Cómo puedo decirle lo linda que se ve sin parecer ridículo? pensó. Pero sus pensamientos no ayudaron, y sintió que la tensión en su cuerpo aumentaba.

Sin otra opción, activó su habilidad de Alteración Espacial para calmarse. Mientras el tiempo se detenía, Link respiró hondo varias veces, caminando de un lado a otro por la habitación congelada en el tiempo. Cinco minutos le bastaron para recomponerse y recuperar algo de control sobre sí mismo. Cuando devolvió el flujo del tiempo a la normalidad, Zelda seguía allí, mirándolo con expectación.

Armándose de valor, Link finalmente habló.

Estás muy linda, Zelda... Me gustas mucho.

El rubor volvió a inundarlo al darse cuenta de lo que acababa de decir. Sus palabras habían salido antes de poder detenerlas. Intentó corregirse con torpeza.

Digo... me gusta mucho ese estilo... Sí, eso quise decir.

Pero ambos sabían que era demasiado tarde. Zelda no era tonta; había escuchado claramente lo que Link dijo al principio. Por un momento, no supo qué hacer. ¿Él también siente algo por mí? se preguntó, su mente en un torbellino. La idea de que el chico que le gustaba también pudiera gustar de ella llenaba su corazón de emoción, pero también de dudas. ¿Podría soportar mantener esa distancia emocional mientras el cataclismo no fuera detenido? ¿Sería capaz de reprimir sus sentimientos todo ese tiempo?

Afortunadamente, Link, quien era más rápido para superar estos momentos incómodos, decidió desviar la conversación hacia algo más seguro.

Encontré algo interesante mientras estabas en el baño. —dijo, señalando el mapa desplegado sobre la mesa. —Quiero mostrarte esto.

Zelda agradeció el cambio de tema. Su mente seguía a mil, pero la emoción por lo que Link había encontrado la ayudó a enfocarse. Se acercó al mapa y escuchó atentamente mientras él explicaba lo que había visto: el imponente laberinto flotante y un lugar sorpresa pero que le encantaria.

¡Ese laberinto suena fascinante! —exclamó Zelda, sus ojos brillando de entusiasmo. —Debe tener un significado histórico increíble. Estoy ansiosa por verlo.

Link asintió, sintiéndose aliviado por su reacción. Su plan estaba funcionando, y Zelda parecía realmente emocionada por explorar esos lugares con él.

¿Quieres que vayamos ahora? —preguntó él.

Zelda negó con la cabeza, apoyándose ligeramente en el borde de la mesa.

Déjame descansar un rato y partimos después. ¿Te parece bien?

Claro, —respondió Link.

Zelda miró el vestido que llevaba puesto y bromeó:

Aunque parece que tendré que cambiarme otra vez.

Link, tratando de mantener la compostura, rió nerviosamente.

Creo que sí... —admitió, maldiciendo en silencio su propio plan. Aunque la idea de explorar con Zelda lo llenaba de emoción, no podía evitar sentirse un poco desilusionado al saber que probablemente ella guardaría el vestido.

Zelda, notando su incomodidad, decidió molestarlo un poco más.

Supongo que guardaré este vestido para otra ocasión especial.

Link se tambaleó ligeramente, su nerviosismo aumentando.

S-sí, tendrías que... —murmuró, agradeciendo internamente que Zelda no pudiera leer sus pensamientos. A pesar de su alivio, no pudo evitar imaginar cuándo volvería a verla lucirlo.

El tiempo pasó con calma. Zelda, agotada por la caminata y las emociones del día, decidió tomar una siesta corta. Una hora fue suficiente para recuperar fuerzas. Cuando despertó, la habitación estaba llena de un aroma delicioso: Link había preparado la comida. Ambos compartieron una comida tranquila en la habitación, entre pequeñas conversaciones y alguna que otra risa ligera. Luego de terminar, comenzaron a alistarse para partir hacia el laberinto flotante.

El sol seguía brillando alto en el cielo; eran cerca de las tres de la tarde. A pesar de que aún tenían tiempo antes del atardecer, Link sabía que necesitarían avanzar rápido si querían explorar a fondo el misterioso laberinto. Por eso, se dirigió a Zelda mientras doblaba el mapa cuidadosamente.

Tendremos que usar mi habilidad para viajar, Zelda. Es la única forma de llegar rápido.

Zelda, que todavía estaba un poco somnolienta, asintió con cierta reticencia. No era una gran fanática de la experiencia de ser transportada por la habilidad de Link. Algo sobre esa sensación irreal de moverse a través de su dimensión le resultaba desconcertante, pero sabía que él tenía razón. Salieron del rancho, anunciando que regresarían más tarde, y caminaron hasta estar lo suficientemente lejos como para no ser vistos.

Cuando estuvieron seguros de que nadie podía observarlos, Zelda se detuvo y, con un sonrojo que comenzaba a subir por sus mejillas, extendió su mano hacia Link. Sabía que para poder viajar en su dimensión, debía mantener contacto físico con él. Sin embargo, esta vez, Link no extendió su mano para tomar la de ella. En su lugar, se inclinó sobre una rodilla frente a Zelda, lo que la dejó completamente sorprendida.

¿Qué está haciendo...? pensó Zelda, mientras su corazón comenzaba a latir más rápido. Por un instante, la escena pareció algo salido de un cuento. La forma en que Link se inclinaba le recordó a alguien que iba a besar su mano, o, peor aún, pedirle matrimonio. ¡Eso es demasiado rápido! ¡Ni siquiera somos novios todavía!, pensó con una mezcla de pánico y nerviosismo mientras su mente divagaba.

Antes de que pudiera procesar más pensamientos, Link tomó su mano suavemente y, con un movimiento ágil, tiró de ella, haciendo que cayera directamente en sus brazos. Zelda soltó un leve jadeo de sorpresa, y para cuando logró comprender lo que estaba pasando, ya estaba siendo sostenida por Link como una princesa. Su rostro se tornó carmesí mientras lo miraba fijamente, sin palabras.

Link, por su parte, no pudo evitar reírse un poco de la reacción de Zelda. Sabía que la situación podía resultar incómoda para ella, pero era la forma más eficiente de viajar. Además, por alguna razón que no entendía del todo, prefería llevarla así en lugar de cargarla sobre su espalda. Es una princesa, después de todo, pensó, mientras ajustaba su agarre con cuidado.

Sujétate bien, —dijo Link con una sonrisa calmada, justo antes de activar su habilidad.

El espacio se detuvo al instante. El mundo quedó sumido en una quietud absoluta, y el único sonido que Zelda podía percibir era el de su propia respiración acelerada y el latido fuerte de su corazón. Sin darse cuenta, sus brazos se aferraron al cuello de Link en un gesto instintivo mientras él arrancaba con su velocidad abrumadora.

El paisaje comenzó a transformarse en líneas borrosas de colores y formas indefinidas. Zelda no podía ver con claridad, pero podía sentir la fuerza del viento que no estaba realmente allí. Su mente trataba de seguir el ritmo, pero la velocidad era abrumadora. Entre el torbellino de emociones, solo podía pensar en la sensación de seguridad que encontraba al estar sostenida en los brazos de Link.

En cuestión de segundos, el mundo volvió a tomar forma. El paisaje se detuvo, y el sonido volvió con un golpe repentino. Ahora estaban frente a un precipicio que ofrecía una vista espectacular al océano. Zelda jadeó, aún recuperándose de la experiencia, pero lo que vio frente a ella hizo que se quedara sin palabras.

Allí, flotando sobre las aguas profundas y azules, se alzaba un laberinto cúbico de dimensiones impresionantes. Cada lado parecía tallado con precisión, y la estructura emitía una sensación de misterio y antigüedad que Zelda nunca había experimentado antes.

Es... increíble... —murmuró Zelda, sus ojos fijos en la imponente estructura mientras su agarre en el cuello de Link se aflojaba lentamente.

Link la dejó suavemente de pie, permitiéndole recuperar la compostura mientras él observaba el laberinto con la misma fascinación.

¿Alguna vez habías oído hablar de algo como esto? —preguntó Link, rompiendo el silencio mientras el viento marino soplaba alrededor de ellos.

Zelda negó con la cabeza, aún atónita.

No... Nunca. Esto es algo completamente nuevo. No recuerdo haber visto algo así en ningún registro histórico. Es como si hubiera estado oculto todo este tiempo.

La emoción en su voz era palpable, y Link no pudo evitar sonreír. Sabía que este lugar sería especial para ella.

Entonces, ¿qué dices? ¿Listos para explorarlo? —preguntó Link, con una mezcla de emoción y determinación.

Zelda asintió rápidamente, su entusiasmo reemplazando cualquier rastro de nerviosismo que hubiera sentido momentos antes. El misterio del laberinto había captado completamente su atención, y no podía esperar para descubrir qué secretos albergaba.

Zelda entonces preguntó, pues el laberinto estaba lejos y además estaba flotando sobre el agua, algo simplemente inaccesible. Quizás por eso nunca había sido explorado, pero le parecía extraño que no hubiera ni siquiera la noticia de un avistamiento. Sabía que Akkala era una región desolada, y eso podría explicar el misterio, pero aún así, estaba convencida de que algún aventurero o explorador tendría que haberlo notado en algún momento. Saliendo de sus pensamientos, Zelda miró a Link y preguntó:

¿Cómo haremos para llegar, Link?

Él no respondió de inmediato, pero su sonrisa pícara le dio a Zelda toda la respuesta que necesitaba. Conocía esa expresión, y aunque le gustaba viajar con él, no era particularmente fanática del "viaje instantáneo" que Link hacía con su habilidad de Alteración Espacial. A ella le encantaba disfrutar del trayecto, ver el paisaje, compartir el tiempo con él. Pero, en este caso, sabía que esa era la única manera razonable y rápida de llegar sin perder más luz del sol y comenzar la exploración antes de la noche.

Suspirando, se resignó y dijo:

Está bien, Link, hazlo.

Sin perder ni un segundo, Link la tomó entre sus brazos, cargándola como a una princesa. Su voz fue tranquila, pero cargada de una leve diversión:

Tranquila, esta vez no usaré mi habilidad. De todas formas, es un pequeño salto.

Zelda arqueó una ceja y giró el cuello para mirar hacia el precipicio. Sus ojos calcularon la distancia al laberinto: unos 100 metros flotando sobre el agua. ¿"Pequeño salto"? pensó, claramente confundida.

¿Qué quieres decir con pequeño salto? —preguntó con un tono entre curioso y preocupado.

Link simplemente sonrió mientras ajustaba su agarre. —Sujétate bien.

Zelda, aunque escéptica, se aferró al cuello de Link con fuerza. En un movimiento rápido y fluido, Link flexionó las piernas y saltó. El aire se llenó con el sonido de la ráfaga del salto mientras ascendían. Zelda contuvo el aliento mientras sus cuerpos ascendían rápidamente, alcanzando una altura de unos 75 metros en una parábola perfecta hacia el laberinto.

En lo alto del salto, Zelda pudo ver todo el panorama a su alrededor. La vastedad del océano se extendía debajo de ellos, un abismo azul profundo que parecía interminable. Por un momento, una sensación de vértigo la invadió, pero luego, al mirar a Link, sintió una calma inesperada. Decidió disfrutar del momento y dejó que su mirada recorriera el horizonte. El aire fresco acariciaba su rostro, y una sensación de libertad comenzó a invadirla. A diferencia del viaje en la dimensión de Link, aquí todo se sentía vivo: el viento, la velocidad, la emoción pura.

A medida que comenzaban a descender, Zelda empezó a sonreír. Luego, su sonrisa se transformó en una risa suave que creció hasta convertirse en un grito de alegría. El viento golpeaba su rostro, pero no le importaba. Estaba disfrutando del momento como si fuera una niña en una aventura por primera vez.

¡Esto es increíble! —gritó entre risas, aferrándose aún más al cuello de Link.

Link, al verla tan feliz, no pudo evitar sonreír también. Su corazón latía con fuerza, pero no por la altura ni por el salto, sino por la alegría de Zelda. En ese instante, supo que había hecho lo correcto al traerla aquí. Su intención no era solo mostrarle el laberinto, sino darle momentos como este, donde pudiera ser libre y feliz.

En un impulso, Link activó por un segundo su Alteración Espacial, deteniendo el tiempo a su alrededor. El viento cesó, y todo quedó inmóvil. Observó a Zelda en ese instante congelado: su cabello dorado ondeando, su rostro iluminado por la emoción y sus ojos brillantes de alegría. Sus labios estaban curvados en una sonrisa tan sincera y despreocupada que, por un momento, todo lo demás dejó de importar. Cada detalle de ella parecía encajar con una perfección casi divina, como si la misma luz que emanaba del sol se hubiera moldeado para hacerla resplandecer.

Era hermosa, más de lo que jamás podría expresar con palabras. En ese momento, Link sintió un calor profundo en su pecho, una sensación que había estado creciendo desde hacía tiempo pero que ahora parecía imposible de ignorar. No era solo admiración, ni siquiera el fuerte deseo de protegerla como lo había sentido tantas veces antes. Era algo más.

Sus pensamientos lo llevaron de regreso al instante en que su habilidad Alma del Héroe Eterno se desbloqueó durante la batalla con Urbosa. En ese momento, sabía que había cumplido un requisito fundamental: un vínculo emocional protector y amoroso. No había entendido del todo lo que eso significaba hasta ahora. Quería proteger a Zelda, sí, pero no era solo porque era su princesa o porque era su deber como héroe. Quería protegerla porque ella era la luz que mantenía encendido su espíritu. Quería que siempre estuviera feliz, segura y rodeada de momentos como este.

"Estoy enamorado de ella," pensó, dejando que las palabras resonaran en su mente por primera vez. Era una revelación tan obvia y, al mismo tiempo, tan abrumadora, que apenas podía procesarla. Pero no le importaba. La sonrisa de Zelda lo hacía sentir invencible, capaz de enfrentar cualquier peligro que Hyrule pudiera lanzar en su camino.

Dejando que el espacio volviera a fluir, el viento regresó, y los sonidos de su caída llenaron el aire una vez más. Zelda seguía sonriendo, sin saber que Link había pausado ese momento para grabar su felicidad en lo más profundo de su corazón. Él desvió la mirada al horizonte por un instante, intentando recomponerse antes de que sus emociones lo traicionaran. Pero no podía ocultar del todo la calidez que brillaba en sus ojos mientras aterrizaban.

Zelda, al ser colocada cuidadosamente en el suelo, giró para observarlo con una expresión mezcla de emoción y curiosidad. Aunque no lo dijo, había sentido algo diferente en ese salto, algo en la forma en que Link la había sostenido, en la intensidad de su mirada. No estaba segura de qué era, pero su instinto le decía que había más en ese gesto de lo que él dejaba ver.

¡Quiero hacerlo de nuevo! ¡Fue increíble! —exclamó, riendo mientras sus ojos aún brillaban por la adrenalina del salto.

Link, notando la chispa de alegría en ella, sintió su corazón latir con fuerza. —Primero exploremos el lugar. Si quieres repetirlo después, lo haremos, —respondió con una sonrisa que intentaba esconder la intensidad de lo que sentía, pero que Zelda percibió como algo más cálido de lo usual.

Mientras comenzaban a caminar hacia el interior del laberinto, Zelda lo miró de reojo. Había algo en Link, una suavidad en su comportamiento que le resultaba inusual. Y aunque no entendía completamente lo que era, una pequeña parte de su corazón esperaba que aquello significara lo que ella había comenzado a sospechar.


Ambos caminaban por el laberinto, sus pasos resonando suavemente contra las paredes de piedra mientras el tiempo seguía avanzando. Llevaban ya más de media hora dentro, y quedaba claro por qué era llamado un laberinto. Los pasillos parecían interminables, con giros inesperados que los devolvían a puntos que creían haber dejado atrás. A pesar de todo, Link no hacía ningún intento por interferir. Podría haber saltado por encima de las paredes y alcanzado el centro en cuestión de segundos, o incluso atravesado las barreras con un simple golpe, pero sabía que eso arruinaría la diversión de Zelda. Para ella, la exploración era la verdadera aventura, y cualquier atajo o solución fácil sería impensable.

La "aventurera" Zelda lideraba el camino, guiada más por su curiosidad que por un plan claro. Cada grabado en las paredes capturaba su atención, deteniéndola a cada pocos pasos. Observaba las inscripciones con los ojos llenos de fascinación, tratando de interpretar los textos antiguos que cubrían la estructura. Incluso los pedazos de tecnología Sheikah desperdigados por el suelo detenían su avance. Fragmentos de guardianes defectuosos, engranajes oxidados y otros artefactos olvidados eran recogidos con cuidado y examinados con detenimiento. Cada vez que encontraba algo interesante, giraba emocionada hacia Link y decía:

¡Mira esto! Esto es fascinante, ¿no crees? —Y antes de que él pudiera responder, le lanzaba el objeto con entusiasmo.

Link, acostumbrado ya a este comportamiento, hacía un simple gesto con su habilidad de Repulsión Espacial, enviando automáticamente los objetos a su dimensión de almacenamiento. Estaba seguro de que, al final de la exploración, esa dimensión estaría llena de más repuestos y tecnología Sheikah que cualquier laboratorio en Hyrule.

Mientras Zelda se sumergía en su mundo de descubrimientos, Link aprovechaba para enfocarse en dominar su Habilidad de Análisis. Hasta ahora, cada vez que la activaba, toda la información de su entorno inundaba su mente, desde los detalles más insignificantes como el polvo acumulado en las esquinas, hasta los sistemas internos de los guardianes rotos. Era abrumador, y si la mantenía activa por más de unos segundos, se sentía completamente saturado.

Concéntrate... Solo un objeto a la vez, pensaba, mirando con intensidad un engranaje que Zelda había dejado caer a su lado.

Con un esfuerzo consciente, activó la habilidad. Al principio, su mente comenzó a procesar todo a su alrededor, pero esta vez se obligó a dirigir su atención solo al engranaje. Los detalles del objeto comenzaron a formarse: su composición, las señales de desgaste, incluso fragmentos de información sobre su función dentro de los guardianes. Era un progreso, aunque lento. Después de unos segundos, desactivó la habilidad para descansar su mente.

Volvió a intentarlo con otro objeto, luego otro más. Cada vez lograba limitar un poco más el alcance de su análisis. A medida que perfeccionaba su control, los detalles se volvían más precisos y manejables. Aunque aún no podía mantener la habilidad activa por mucho tiempo sin que el rango se ampliara automáticamente, ya era capaz de enfocar su atención de manera más efectiva. Estaba claro que solo era cuestión de tiempo antes de que pudiera dominarla completamente.

Mientras tanto, Zelda continuaba en su elemento. Caminaba con pasos ligeros, deteniéndose cada tanto para recoger algo nuevo o admirar un grabado en las paredes. A pesar de la falta de progreso en encontrar el centro del laberinto, parecía feliz. Cada nuevo descubrimiento era una pequeña victoria para ella, y Link no podía evitar sonreír al verla tan absorta.

Así transcurrió una hora más. Para ese momento, la dimensión de almacenamiento de Link estaba repleta de piezas tecnológicas, y sus intentos de dominar el Análisis lo habían llevado a un avance significativo. Aunque aún quedaba mucho por aprender, comenzaba a sentir que la habilidad era menos una carga y más una herramienta bajo su control.

De repente, Zelda se detuvo frente a un muro decorado con un complejo grabado que brillaba tenuemente. La inscripción parecía diferente a las anteriores: las líneas eran más intrincadas, y un símbolo central parecía emitir un brillo pulsante, como si estuviera vivo. Zelda, con los ojos brillando de emoción, miró a Link.

Creo que esto es importante... ¡Puede ser una pista!

Link, que ya había perfeccionado lo suficiente su habilidad como para analizar algo por unos segundos, activó Análisis y dirigió su atención al símbolo. Lentamente, los datos comenzaron a fluir en su mente. Al principio, era información confusa e incompleta, pero a medida que se concentraba, comenzó a comprender más sobre el grabado.

El símbolo no era solo una inscripción decorativa. Era una especie de mecanismo, vinculado al laberinto mismo. Un punto de control. Link desactivó la habilidad y se volvió hacia Zelda, que lo observaba expectante.

Es un interruptor, —dijo con calma, señalando el símbolo. —Algo pasará si lo activamos.

Zelda miró el grabado con renovada fascinación. —¿Crees que nos llevará al centro?

Link se encogió de hombros, aunque una leve sonrisa cruzó su rostro. —Solo hay una forma de averiguarlo.

Zelda, sin dudarlo, se acercó al grabado y presionó el símbolo. Un leve sonido resonó por todo el laberinto, como un mecanismo que comenzaba a ponerse en marcha. Link sintió cómo las vibraciones recorrían las paredes, y en ese instante supo que las cosas estaban a punto de ponerse interesantes.

El sonido del mecanismo recorrió el laberinto como un eco lejano, pero poderoso. Las paredes comenzaron a vibrar suavemente, como si todo el lugar estuviera despertando después de un largo sueño. Zelda retrocedió unos pasos, observando el grabado con fascinación y un toque de inquietud. Las líneas brillantes en el muro se extendieron hacia el suelo y las paredes circundantes, formando patrones que pulsaban con una luz azulada.

¿Lo activé bien? —preguntó Zelda, con una mezcla de emoción y nerviosismo.

Link, que mantenía su mano en la empuñadura de la Espada Maestra, asintió con calma. —Sí... pero mantente cerca. No sabemos qué más podría pasar.

De repente, el suelo bajo sus pies tembló ligeramente, y un sonido metálico, como de engranajes gigantes moviéndose, llenó el aire. Link reaccionó instintivamente, interponiéndose entre Zelda y el origen del ruido. A medida que las vibraciones aumentaban, una sección del muro frente a ellos comenzó a descender lentamente, revelando un pasillo oscuro más allá.

Eso es nuevo, —comentó Link, con los sentidos alertas.

Zelda, sin embargo, no podía contener su emoción. —¡Esto debe llevarnos al centro! Vamos, Link, estamos cerca de algo grande.

Sin esperar una respuesta, Zelda avanzó hacia el nuevo pasillo, su tableta Sheikah en la mano y su entusiasmo superando cualquier precaución. Link suspiró y la siguió de cerca, sus ojos escaneando cada rincón oscuro mientras su mente permanecía alerta. Activó su Análisis por un momento para revisar el área. Afortunadamente, parecía que el nuevo pasillo estaba vacío, aunque había señales claras de que algo lo había mantenido en funcionamiento.

A medida que avanzaban, las paredes a su alrededor comenzaron a cambiar. Los grabados eran más elaborados, y los patrones de luz pulsaban con mayor intensidad, como si estuvieran sincronizados con sus pasos. Zelda se detuvo a cada pocos metros, examinando las marcas y tomando notas apresuradas en su tableta.

Es increíble... Este lugar no solo es un laberinto. Es un sistema avanzado de defensa Sheikah. Mira estas marcas, son códigos que describen patrones de energía. —Zelda se giró hacia Link, sus ojos brillando de entusiasmo. —Esto podría ser un precursor de las bestias divinas.

Antes de que Link pudiera responder, un nuevo sonido resonó en el aire, esta vez más agudo y mecánico. De las sombras al final del pasillo surgió una figura metálica que avanzaba lentamente. Era un guardián, pero uno diferente a los que habían enfrentado antes. Su forma era más compacta, casi humanoide, con líneas de luz roja recorriendo su cuerpo. En lugar de las patas arácnidas tradicionales, tenía piernas estilizadas y se movía con una precisión inquietante.

Link... eso no parece amistoso, —dijo Zelda, retrocediendo instintivamente.

Link desenvainó la Espada Maestra, cuyo brillo azul contrastaba con la luz rojiza del guardián. —Quédate detrás de mí, —ordenó con firmeza, aunque su tono seguía siendo calmado.

El guardián emitió un sonido que parecía un pitido de alerta, y sus ojos brillaron intensamente antes de lanzarse hacia ellos con una velocidad sorprendente. Link reaccionó al instante, activando su Repulsión Espacial. El ataque del guardián fue desviado con fuerza, y la máquina retrocedió unos pasos, reajustando su postura.

Esto será interesante, —murmuró Link, dando un paso hacia adelante.

Zelda, aún detrás de él, observaba con preocupación y admiración mientras Link enfrentaba al guardián. La precisión y rapidez con la que se movía, incluso mientras usaba sus habilidades, eran impresionantes. Cada golpe que lanzaba el guardián era desviado por la Espada Maestra o por la barrera invisible de Repulsión. Sin embargo, la máquina parecía aprender con cada intento, ajustando sus ataques para encontrar una brecha en la defensa de Link.

Link, consciente de que no podía alargar demasiado el combate, decidió aprovechar su reciente progreso con el Análisis. Activó la habilidad brevemente, enfocándola en el guardián. En cuestión de segundos, su mente captó la estructura interna de la máquina, identificando un punto débil en su núcleo central.

Zelda, necesito que lo distraigas por un segundo. —dijo, sin apartar la vista del guardián.

Zelda, aunque sorprendida, asintió rápidamente. Sabiendo que su tableta Sheikah tenía una función para atraer la atención de guardianes, buscó la herramienta adecuada. Con un movimiento rápido, activó un rayo luminoso que desorientó momentáneamente a la máquina. Fue suficiente.

Link se movió con una velocidad asombrosa, cerrando la distancia en un abrir y cerrar de ojos. Con un golpe preciso, hundió la Espada Maestra en el núcleo del guardián, desactivándolo instantáneamente. La máquina cayó al suelo, emitiendo un último destello antes de apagarse por completo.

Zelda corrió hacia él, su expresión mezclando alivio y preocupación. —¿Estás bien? ¡Eso fue increíble!

Link guardó la espada, mirando los restos del guardián con una ligera sonrisa. —Estoy bien. Pero... esto confirma algo: este lugar no es solo un laberinto. Está protegiendo algo importante.

Zelda asintió, su entusiasmo renovado. —Entonces debemos seguir. Si esto es lo que protege el camino, imagina lo que encontraremos al final.

Link la miró con una mezcla de admiración y diversión. Aunque el peligro era evidente, Zelda estaba lista para enfrentarlo de frente, y él no tenía intención de detenerla. Se ajustó su equipo, preparándose para lo que vendría.

Sigamos, —dijo, señalando el pasillo que se extendía más allá del guardián caído.

Ambos continuaron su camino, sabiendo que cada paso los acercaba más al misterio del laberinto.

Mientras Zelda lo observaba con admiración, Link guardó la Espada Maestra con calma, aunque su mente estaba en un torbellino de pensamientos. Sabía que el guardián no había sido un verdadero desafío. Si hubiera querido, podría haber terminado con él en menos de un segundo usando sus habilidades. Una simple activación de su Alteración Espacial habría congelado al guardián en el tiempo, permitiéndole destruirlo sin esfuerzo. Incluso su fuerza física, sin restricciones, habría sido suficiente para aplastar a la máquina en un golpe.

Pero Link no quería eso.

Sabía que Zelda estaba disfrutando cada momento de esta aventura. Había visto su emoción al explorar, su entusiasmo al enfrentarse a lo desconocido, y había decidido que este viaje no sería un simple paseo para ella. No usaría todas sus habilidades, ni su verdadero poder, porque hacerlo le robaría a Zelda la emoción de enfrentarse a un peligro real, la adrenalina de superar obstáculos. Para él, ver esa chispa en sus ojos y esa sonrisa en su rostro era más importante que cualquier victoria fácil.

Incluso durante la batalla, había buscado involucrarla, aunque fuera en un pequeño rol. La forma en que había utilizado su tableta Sheikah para distraer al guardián no solo lo había ayudado a ganar tiempo, sino que también le había dado a Zelda una sensación de participación, de ser parte activa de la lucha. Ese pensamiento hizo que una pequeña sonrisa cruzara el rostro de Link mientras seguían avanzando por el pasillo.

Zelda, por su parte, parecía estar sumida en su propia emoción. Sostenía la tableta con firmeza, como si fuera la llave para descubrir todos los secretos del laberinto. Los patrones de luz en las paredes se intensificaban a medida que se adentraban más profundamente, hasta que finalmente llegaron a una gran puerta al final del pasillo.

La puerta era imponente, de un color negro brillante que parecía absorber la luz a su alrededor. Estaba decorada con símbolos intricados que no pertenecían a ningún lenguaje que Zelda reconociera. En el centro, un círculo de oro brillante destacaba, rodeado de líneas que parecían imitar venas o raíces.

¿Qué crees que es esto? —preguntó Zelda, acercándose para examinar los grabados.

Link activó su Análisis y dirigió su atención a la puerta. La información comenzó a fluir en su mente, pero algo en los datos lo dejó perplejo. Una palabra destacaba entre el mar de detalles: sangre zonan. Era un concepto extraño, y aunque Link no sabía exactamente qué significaba, tenía la sensación de que era la clave para abrir la puerta.

No estoy seguro, —respondió, apagando la habilidad para evitar saturarse de información. —Pero parece que necesita algo especial para abrirse. Algo llamado sangre zonan...

Zelda frunció el ceño, intrigada. —Sangre zonan... No recuerdo haber leído nada sobre eso. Pero si está relacionado con los Zonan, podría ser algo que se perdió en la historia.

Link asintió, aunque no quería preocuparla con sus propias dudas. Sabía que los Zonan eran un misterio incluso para los estudiosos más avanzados, y si esta puerta requería algo relacionado con ellos, probablemente estaba fuera de su alcance por ahora.

A un lado de la puerta, Zelda notó un pedestal similar a los que había visto en los santuarios Sheikah. Se acercó rápidamente, colocando la tableta sobre él con esperanza. El dispositivo emitió un leve zumbido, y un rayo de luz azul se proyectó hacia la puerta, pero nada más ocurrió. Zelda esperó unos segundos, su entusiasmo desvaneciéndose lentamente.

¿Por qué no funciona? —murmuró, revisando la tableta como si buscara un error.

Link se acercó, activando nuevamente su Análisis para inspeccionar el pedestal. Esta vez, la información fue clara: el pedestal estaba programado para activarse en un tiempo específico. Hasta entonces, ningún intento podría abrir la puerta o activar el santuario.

Parece que... solo se abrirá cuando sea el momento adecuado, —dijo Link, su voz tranquila pero con un toque de decepción.

Zelda miró la puerta en silencio, sus hombros cayendo ligeramente. Había puesto tanta energía y emoción en llegar hasta aquí, solo para encontrar un obstáculo que no podían superar.

Entonces... no podemos hacer nada más, —dijo ella finalmente, con un suspiro de resignación.

Link colocó una mano en su hombro, ofreciéndole un apoyo silencioso. —Por ahora, no. Pero cuando llegue el momento, estaremos listos.

Zelda levantó la vista hacia él, su expresión suavizándose. Aunque estaba decepcionada, la calma de Link y su determinación parecían contagiarse. Con una leve sonrisa, asintió.

Supongo que tienes razón. Al menos... esta ha sido una aventura increíble. —Sus ojos brillaron con un toque de gratitud mientras lo miraba. —Gracias por traerme aquí, Link.

Link solo sonrió en respuesta, pero sus pensamientos eran claros: Haría cualquier cosa por verte feliz, incluso si eso significa esperar hasta que podamos descubrir juntos lo que este lugar oculta.

Link y Zelda, desanimados, estaban a punto de marcharse cuando notaron algo curioso bajo unas gruesas barras de metal al fondo del pasillo. Había una caída que parecía no tener fondo, pero de ella emanaba una corriente de aire ascendente, refrescante y constante. La profundidad era notable, y Link, intrigado, tomó una pequeña piedra cercana y la arrojó al agujero. Contó en silencio los segundos hasta que el eco del impacto regresó.

Quince segundos, —dijo en voz baja, mirando el fondo invisible.

Zelda, que observaba el agujero con igual curiosidad, hizo un cálculo rápido en su mente. —Quince segundos... considerando la velocidad media de la caída... deben ser unos 1000 metros de profundidad, —concluyó, impresionada. Giró hacia Link con una mirada de resignación. —No podemos bajar ahí. Es demasiado profundo y peligroso.

Link sonrió, esa sonrisa pícara que Zelda ya conocía demasiado bien. Se acercó a las barras de metal, sintiendo el aire fresco que subía desde el agujero. —Para mí, no es nada, —dijo con calma, colocando sus manos sobre las barras.

Antes de que Zelda pudiera protestar, Link dobló las barras de metal con un movimiento firme, creando un espacio suficiente para que ambos pudieran pasar. Luego, mientras seguía agachado, extendió sus brazos hacia ella, pero esta vez no la levantó. En lugar de eso, esperó. Zelda entendió lo que él quería: que fuera ella quien decidiera sentarse en sus brazos.

El gesto, aunque simple, la sorprendió. Había algo diferente en dejar que fuera ella quien tomara la iniciativa. Con una mezcla de pena y confianza, Zelda se acomodó lentamente en los brazos de Link, aferrándose a su cuello. El cambio en la dinámica la hizo sonrojarse ligeramente, pero no dijo nada. Link, por su parte, respetó su silencio y, con un ligero salto, se lanzó al vacío.

La caída fue rápida y emocionante. El aire golpeaba sus rostros mientras descendían, y Zelda no pudo evitar sentir esa mezcla de adrenalina y confianza que siempre acompañaba a Link. Fueron quince segundos largos, pero el aterrizaje fue suave, como si una pluma tocara el suelo. La habilidad de Repulsión de Link había amortiguado todo el impacto, permitiéndoles llegar sin ningún problema.

Zelda saltó de los brazos de Link con entusiasmo, su curiosidad reavivada al ver el entorno. En el centro de lo que parecía ser una cámara subterránea, había un cofre antiguo rodeado por restos de guardianes caídos. Era un verdadero cementerio de tecnología ancestral.

¡Un cofre! —exclamó Zelda, corriendo hacia él con emoción.

Link la siguió a unos pasos, siempre vigilante. Nada en el ambiente parecía moverse, pero sabía que la calma podía ser engañosa. —Eres demasiado confiada, —le recriminó con suavidad.

Zelda se detuvo un momento y lo miró por encima del hombro, sonriendo. —Normalmente no lo soy. Pero contigo aquí, puedo darme ese lujo. —Sus palabras fueron casuales, pero para Link tuvieron un impacto profundo. Sintió el calor subir a su rostro y, para evitar que ella notara su reacción, caminó detrás de ella con la mirada fija en el entorno.

Zelda abrió el cofre con cuidado, encontrando dos cosas en su interior: una diadema con un diamante incrustado en el centro y un plano antiguo. Sus ojos se iluminaron al ver ambos objetos.

Es hermosa, —dijo, sosteniendo la diadema entre sus manos. —Aunque parece un poco grande para mi cabeza.

Sin embargo, fue el plano el que capturó toda su atención. Leyó en voz baja, susurrando palabras clave mientras sus pensamientos volaban. —Diamante como escudo ancestral... tecnología que repele ataques de guardianes... ¡Esto es increíble! Esto puede resolver el problema que Prunia ha tenido replicando los escudos ancestrales.

Link, mientras tanto, analizaba el entorno. Los guardianes caídos estaban colocados en un patrón extraño: formaban un círculo perfecto alrededor del cofre, dejando libre únicamente el pasillo que los había llevado hasta allí. Era demasiado conveniente, demasiado ordenado.

De repente, un leve zumbido llenó el aire. Link se tensó al instante. Los ojos de los guardianes comenzaron a encenderse uno por uno, emitiendo un brillo rojo amenazante. Los láseres apuntaron directamente a Zelda, o más bien, a la diadema que sostenía en sus manos.

Sin dudarlo, Link activó su habilidad de Alteración Espacial. El espacio se detuvo por completo, congelando el movimiento de los guardianes y los rayos en el aire. Corrió hacia Zelda y la tomó de la mano. Al reactivar el flujo del espacio, Zelda apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de notar que Link estaba a su lado.

¿Qué está pasando? —preguntó ella, alarmada, mientras los ojos de los guardianes brillaban con intensidad.

Los rayos comenzaron a dispararse hacia ellos, pero ninguno los alcanzó. La Repulsión Espacial de Link repelía cada ataque, transformando lo que debía ser un campo de muerte en una brisa inofensiva. Link no soltó la mano de Zelda mientras avanzaba con calma hacia los guardianes. Con cada paso, destruía uno con un solo tajo de la Espada Maestra, hasta que solo quedó uno.

Zelda lo detuvo colocando una mano en su brazo. —Link, espera. Quiero hacerte una petición egoísta... y arriesgada, —dijo, mostrando la diadema. —Quiero que la pruebes. Dice que puede repeler los ataques de tecnología ancestral. Si funciona, sería una gran ayuda para nuestras investigaciones.

Link activó su Análisis y confirmó lo que Zelda decía: la diadema incrementaba la defensa general en un 10% y reducía el daño de ataques ancestrales en un 80%. Pero no anulaba el daño por completo. Zelda, al escucharlo, cambió de opinión.

Entonces no. No puedo permitirlo. No quiero que te pongas en peligro por esto, —dijo con firmeza.

Link la miró con calma, pero sonrió. —No es problema. Necesitamos saber qué tan fuerte son esos rayos. Confía en mí.

Colocándose la diadema con cuidado, Link se giró hacia el último guardián, listo para probar su resistencia. Zelda lo observaba con el corazón latiendo con fuerza, deseando que todo saliera bien.

El rayo comenzó a cargar con un zumbido intenso, y Link observó cómo la luz roja brillaba con fuerza en el ojo del guardián. No era la primera vez que veía un rayo como ese. Prunia los ha probado antes... y son aterradores para cualquiera. Incluso con Procesamiento Paralelo, que ralentizaba el tiempo, estos rayos eran increíblemente rápidos. Pero ahora, con la Conciencia Espacial, todo era diferente. Parecía no solo detener el tiempo, sino también la luz misma. Aun así, un escalofrío recorrió su cuerpo. Sabía que no debía subestimar el poder de ese ataque.

Link ajustó la diadema en su cabeza y dio un paso adelante, alejándose de Zelda lo suficiente como para evitar que el guardián la considerara una amenaza. Como esperaba, la máquina redirigió su objetivo hacia él, siguiendo el brillo de la diadema como un imán. Link permaneció firme, esperando el disparo.

El rayo salió disparado, un haz de luz destructiva que cortó el aire como un relámpago. Antes de que pudiera tocarlo, activó Alteración Espacial. El espacio se detuvo, y con él, el rayo quedó suspendido frente a él, inmóvil en el espacio. Link lo observó con cuidado, activando su Análisis. La cifra color rojo que apareció frente a sus ojos hizo que su corazón se detuviera por un segundo: 50,000 puntos de ataque.

Esto no puede ser... pensó, su mente acelerándose. Prunia dijo que el ataque de los guardianes llegaba a los 5,000 como máximo. Esto es diez veces más. Link respiró hondo, tratando de calmarse. El ataque de un guardián no es igual al daño de su rayo... Eso cambia todo.

El aire se sentía denso a su alrededor mientras analizaba la situación. No puedo soportar tanto daño... ni siquiera con la diadema. Su defensa base de 5,775 no era suficiente, aunque la diadema redujera el daño ancestral en un 80%. Por un instante, pensó en activar su Repulsión Espacial para desviar el ataque, pero algo lo detuvo. ¿Y si lo recibo...? Era una idea absurda, peligrosa, pero no podía evitar considerarla. Necesito saber qué tan poderoso es este rayo. Saber cuánto dolor puede causar. Puede ser útil más adelante... o tal vez... solo quiero recordar lo que se siente.

El pensamiento le golpeó como un eco distante. Había pasado tanto tiempo desde que había sentido un dolor real, algo que lo hiciera tambalearse, algo que le recordara que, a pesar de todo, seguía siendo humano. Link apretó los dientes y activó Energía Pura en su nivel 3, el simple hecho de poder activar esa habilidad significaba que lo que estaba frente a él era un peligro, de lo contrario la habilidad no se puede activar. Sus estadísticas se multiplicaron por tres, y una nueva cifra apareció en su análisis, esta vez en un tono verdoso. ¿Será suficiente?

Desactivó Alteración Espacial, dejando que el tiempo fluyera de nuevo. El rayo impactó directamente en su pecho con una fuerza abrumadora. Link fue lanzado hacia atrás como una bala, estrellándose contra la pared con un estruendo que resonó en toda la cámara. El dolor lo golpeó como un torrente, una explosión ardiente que recorrió cada fibra de su ser. Tosió con fuerza, sintiendo el sabor metálico de la sangre en su boca mientras caía de rodillas.

Es como si el fuego mismo atravesara mi cuerpo, pensó, jadeando. Pero en medio del dolor, una extraña sensación de nostalgia lo envolvió. Hace tanto tiempo... tanto tiempo que no sentía algo así. Era un recordatorio brutal de las batallas que había librado, de los momentos en los que la victoria parecía imposible. Y, sin embargo, aquí estaba, de pie contra un enemigo que cualquier otro habría considerado invencible.

Activó Alteración Espacial una vez más, deteniendo todo a su alrededor. Con un solo movimiento, desenvainó la Espada Maestra y destruyó al guardián en un segundo, su núcleo apagándose con un destello final. El peligro había pasado, pero Link cayó de rodillas, apoyándose en el suelo mientras trataba de recuperar el aliento.

¡Link! —Zelda corrió hacia él, su voz cargada de preocupación. Sus manos temblaban mientras lo tocaba ligeramente en el hombro, como si temiera empeorar su estado. —¿Por qué hiciste eso? ¿Estás bien? Esto es mi culpa... Yo fui quien te pidió probar la diadema.

Link levantó la mirada hacia ella, con una leve sonrisa que intentaba tranquilizarla. —No fue tu culpa, Zelda. Yo quise hacerlo. —Su voz era calmada, aunque un poco débil. —Ahora sé que los guardianes son más poderosos de lo que imaginábamos. Si Prunia logra restaurarlos, serán un arma invaluable para el reino.

Zelda negó con la cabeza, sus ojos brillando con lágrimas contenidas. —Pero te lastimaste... No vale la pena, Link. Tú eres más importante que cualquier arma o experimento.

Por un momento, sus miradas se encontraron. Link vio la mezcla de angustia y determinación en los ojos de Zelda, y algo dentro de él se agitó. Quiso decirle que todo estaba bien, que esto no era nada en comparación con lo que había soportado antes. Pero lo que salió de su boca fue algo completamente diferente:

No podría dejar que tú te lastimaras en mi lugar.

Zelda se quedó en silencio, sorprendida por la intensidad de sus palabras. Una calidez inesperada llenó su pecho, mezclándose con la preocupación que sentía. ¿Por qué pone mi bienestar por encima del suyo? pensó, mientras su mano permanecía sobre su hombro.

Link, por su parte, desvió la mirada, intentando ocultar el rubor que comenzaba a subir por su rostro. Lo que siento por ella... no puedo permitirme distraerme ahora, pensó, aunque sabía que esas emociones eran imposibles de ignorar.

Zelda finalmente rompió el silencio, apretando ligeramente el hombro de Link. —Prométeme que no volverás a hacer algo así, Link. No quiero verte sufrir.

Él asintió lentamente, levantándose con esfuerzo. —Lo prometo...

Link se recostó un momento contra la fría pared de la cámara, aún sintiendo los vestigios del impacto en su pecho. Aunque su cuerpo se recuperaba rápidamente, sabía que había puesto a prueba sus límites. Le prometí a Zelda que no volvería a hacer algo así... y pienso cumplirlo. Reflexionó mientras observaba cómo ella lo miraba con una mezcla de preocupación y algo más que no lograba identificar. No es que me guste sentir dolor. Solo quería recordar lo que era... aunque quizás ya no es necesario.

Había pasado mucho tiempo desde que había sentido el peso real de una batalla. Su poder actual hacía que incluso los enfrentamientos más peligrosos fueran manejables. Pero eso estaba bien. Si mantener al reino seguro significaba que sus batallas eran menos desafiantes, no le importaba. Lo importante es que Zelda esté protegida, pensó, sintiendo un calor familiar en su pecho al pensar en ella.

Zelda observó a Link desde su lugar. Su recuperación era... inusual. Las heridas que había recibido eran graves, y sin embargo, parecía que el tiempo las borraba a una velocidad anormal. No pudo evitar recordar un día, hace cinco años, cuando lo visitó en la enfermería del castillo. Él e Impa habían resultado heridos luego del ataque a hatelia, pero mientras Impa tardó meses en recuperarse, Link se había levantado en solo dos semanas. Y ahora, su recuperación era aún más rápida. Parecía casi sobrenatural.

Quiso preguntarle, pero un recuerdo la distrajo. Pensó en aquel día en que vio la hoja de estado de Link. Había algo en ella que le llamó profundamente la atención: una de las tres condiciones para liberar la habilidad Alma del Héroe Eterno.

"Tener un vínculo emocional protector y amoroso," recordó, sintiendo un leve rubor en sus mejillas. Aquella frase la había atrapado por completo en ese entonces, pero ahora otra condición destacaba en su mente: "Ser de la categoría 'Alto'."

Zelda frunció el ceño, pensando en lo que sabía sobre los Altos. Según los textos antiguos, esta raza había desaparecido hacía milenios. Eran descendientes directos de los primeros hylianos que poblaron la tierra después de vivir en el cielo durante siglos. Las habilidades de esta raza eran desconocidas, aunque algunos escritos mencionaban capacidades sobrehumanas, como una regeneración acelerada. ¿Podría ser esto...? pensó Zelda, mientras observaba cómo Link se ponía de pie con una agilidad sorprendente.

En menos de cinco minutos, Link estaba completamente recuperado, como si nada hubiera pasado. Se estiró ligeramente antes de mirar a Zelda con una leve sonrisa.

¿Es hora de irnos? —preguntó con tranquilidad, como si el impacto contra la pared hubiera sido solo un recuerdo lejano.

Zelda asintió, aún intrigada por lo que acababa de presenciar. —Sí. Antes de que otros guardianes despierten... No parece que haya más que descubrir aquí.

Link asintió, dirigiéndose hacia el borde del pasillo. Esta vez, en lugar de extender sus brazos, se inclinó ligeramente hacia adelante, ofreciéndole su espalda. —Sube.

Zelda arqueó una ceja, divertida. —¿No me vas a cargar como antes? ¿No me vas a tratar como una princesa? —preguntó con una sonrisa burlona.

Link giró ligeramente la cabeza hacia ella, su expresión tranquila pero con un destello de humor en sus ojos. —Vamos a correr por la pared del laberinto unos 1,000 metros para llegar a la superficie. No es óptimo cargarte como princesa para eso.

Zelda soltó una risa ligera, incapaz de contenerse. —Tienes razón, pero... entonces, ¿cuándo me tratarás como se supone que debería?

Link, sin perder su compostura, respondió con un tono juguetón: —Tranquila, su majestad. Cuando lleguemos arriba, la cargaré como se merece.

Zelda se cruzó de brazos, divertida. —Más te vale, Héroe.

Con una sonrisa en los labios, Zelda subió a la espalda de Link, rodeando su cuello con sus brazos mientras él aseguraba su agarre. Apenas estuvo lista, Link dio un salto impresionante hacia la pared del laberinto. El impacto fue silencioso, sus pies encontrando un agarre perfecto. Zelda miró hacia abajo, viendo cómo el suelo quedaba cada vez más lejos. La sensación de vértigo era intensa, pero confiaba en él. Siempre confiaba en él.

Link comenzó a correr con una velocidad vertiginosa, avanzando por la pared inclinada con movimientos precisos. Los efectos de Energía Pura 3 aún potenciaban sus estadísticas, haciendo que su velocidad fuera asombrosa incluso sin usar Alteración Espacial. Zelda cerró los ojos por un momento, sintiendo el viento en su rostro mientras el laberinto pasaba rápidamente debajo de ellos. Había algo emocionante en la experiencia, algo que hacía que su corazón latiera más rápido.

Esto es increíble, —murmuró, apretando ligeramente sus brazos alrededor de Link.

Él no respondió, pero una pequeña sonrisa cruzó su rostro mientras mantenía la vista fija en el camino. Solo unos metros más... pensó, ajustando su respiración mientras aceleraba. Al llegar a la cima, saltó con precisión, aterrizando en el borde del laberinto con una suavidad que desmentía la velocidad con la que había corrido.

Al dar el salto final, Link aterrizó suavemente sobre el suelo ya horizontal. Zelda, aún en su espalda, no pudo evitar mirar alrededor con asombro. Había algo impresionante en la forma en que Link corría por las paredes, desafiando las leyes mismas de este mundo. Pero, después de todo, no era la primera vez que lo hacía. Siempre está rompiendo las reglas de lo posible... pensó, una pequeña sonrisa asomándose en sus labios.

Sin decir nada, Link aprovechó la potencia que aún fluía en su cuerpo. Con un movimiento ágil y preciso, cambió a Zelda de su espalda a sus brazos en un pequeño salto. Zelda cayó perfectamente en su pecho y, sin necesidad de palabras, se aferró al cuello de Link con naturalidad. Una vez que estuvo acomodada, lo miró directamente a los ojos.

¿Nos vamos? —preguntó con una leve sonrisa.

Vámonos, —respondió él, comenzando a correr a toda velocidad.

Link salió de la sala central del laberinto como un torbellino, su velocidad abrumadora llenando los pasillos con un eco sutil. Al llegar a una pared más alta, corrió por ella como si fuera una extensión natural del suelo, ascendiendo sin esfuerzo. Una vez arriba, comenzó a saltar entre los muros del laberinto, esquivando sus intrincados pasillos. Cada salto era calculado, elegante, como si el mismo viento lo guiara.

Cuando alcanzaron el borde exterior, Link dio otro gran salto, replicando la hazaña que los había llevado hasta allí. El aire parecía congelarse a su alrededor mientras ascendían, y Zelda sintió cómo la adrenalina inundaba su cuerpo. La caída fue igual de emocionante. Zelda sonrió, un brillo especial iluminando su rostro mientras gritaba, su voz llena de emoción.

¡Esto es increíble! —exclamó, apretándose aún más contra Link.

Link, que rara vez mostraba sus emociones de manera abierta, sonrió al escucharla. Era imposible no sentirse contagiado por la alegría de Zelda. Mientras descendían, él ajustó su agarre con cuidado, asegurándose de que estuviera completamente protegida. Para él, no había mayor prioridad que verla disfrutar el momento.

Cuando sus pies tocaron tierra firme en Akkala, el cielo ya se había teñido de negro. Las estrellas comenzaban a aparecer, y el silencio de la noche cubría la región como un manto. Pero Link no soltó a Zelda. En lugar de eso, la miró con una expresión tranquila, aunque sus palabras llevaban un toque de emoción.

¿Quieres ir al otro lugar del que te hablé, Zelda?

Zelda levantó la vista hacia él, notando por primera vez lo mucho que había pasado el tiempo. Su cuerpo, acostumbrado a largas jornadas, empezaba a sentir el cansancio de un día lleno de exploración y adrenalina. Aunque sabía que Link podría seguir adelante sin problemas, ella estaba lista para un descanso.

Estoy muy cansada, —dijo con una risa suave, su tono lleno de honestidad. —Sé que tú eres increíble y seguramente podrías continuar sin problemas, pero yo... realmente necesito un descanso.

Link sonrió con calidez, una chispa juguetona brillando en sus ojos. —Entonces te encantará nuestro próximo destino.

Zelda arqueó una ceja, desconcertada, pero la confianza que sentía hacia él hizo que cualquier duda se desvaneciera. Se acomodó en sus brazos, aferrándose con más fuerza a su cuello mientras el viento comenzaba a rodearlos.

Confío en ti, —dijo suavemente.

Sin decir nada más, Link comenzó a correr, su velocidad constante y poderosa mientras avanzaban hacia su próximo objetivo. El aire fresco de la noche los envolvía, y aunque Zelda no sabía exactamente a dónde iban, había algo en la forma en que Link la sostenía, en la determinación en su rostro, que hacía que se sintiera completamente segura.

El próximo destino prometía ser diferente. Un lugar donde las tensiones del día se disiparían y donde quizás ambos podrían encontrar un respiro en medio de sus constantes responsabilidades.

Y así, juntos, dejaron atrás el laberinto, el eco de sus pasos desapareciendo en la quietud de la noche.