POTTER ENAMORADO
Un Fanfiction de Harry Potter
Descripción breve
May Dumbledore cumplió los quince años, es hora de ingresar al colegio de magia y hechicería -bastante tarde, a decir verdad-, tiempos oscuros vienen con prisa, los buenos amigos y los grandes amores se unen para resistir frente a la maldad. ¡Bienvenido a Hogwarts, grandes aventuras les esperan a los corazones valientes! *Esta novela es un fanfiction romántico sobre Harry Potter y la protagonista, que desenvuelve la trama donde tienen que resolver el enigma del libro de la orden del fénix y el resto de los libros hasta las reliquias de la muerte, y un extra. Contiene cierta alusión sexual y contenido erótico. Cabe aclarar que cuando comencé la historia aún no se revelaba que Dumbledore era homosexual pero al enfrentar este cambio canon se ha tenido que modificar levemente la historia. Espero que disfruten esta historia, y que rían como yo al escribirla. Terminada en edición. Como pueden darse cuenta, los comentarios no coinciden con el capítulo, ya que tuve que hacer unos movimientos desesperados para cuadrar la novela después de los cambios, me disculpo totalmente por comenzar a leer.
USUARIO
Putaslytherin
Contenido
La Noble y Ancestral Casa Black1
Ese pequeño pusilánime36
Las mentiras siempre te explotan en la cara71
Potter receloso119
La fortaleza de un Dumbledore177
¡Lucha!199
Skeeter es barro226
Epílogo270
La Noble y Ancestral Casa Black
En la familia Dumbledore, mestiza pero noble y orgullosa, la valentía y la lealtad son los valores más importantes, no importa lo que cueste, incluso si la vida se te va en ello. Sin embargo, me había resultado difícil seguir los valores familiares, ya que mi familia fue desapareciendo miembro a miembro, quedando casi extinta. Resultando así como la última descendiente del clan Dumbledore, ya que dudaba que el tío Abeforth tuviera descendencia con esa actitud agria como limón que se cargaba tras la espalda. Entonces, yo cargaba con el peso de continuar la línea familiar o extinguirla por completo, aunque era un hecho que el apellido Dumbledore había terminado conmigo al ser una mujer.
Después de la muerte de mis padres, Emelia y Cyril, y también la partida de mi abuela, sólo me quedó mi abuelo, el mago más poderoso de la comunidad mágica y el ser al que más idolatraba, Albus Dumbledore. Como personaje público tenía muchos enemigos, por eso toda la familia mantuvo el secreto de que había nacido un bebé en la familia, mis padres y mi abuela se llevaron consigo el secreto a la tumba. Sus muertes sólo hicieron que el abuelo reafirmara su idea de que yo debía estar lejos de él y dentro de lo posible de la comunidad mágica. Por lo que estuve viviendo totalmente en el mundo muggle a partir de los diez años, póstumo al fallecimiento de la abuela Rosempire, sin embargo, me encontraba viviendo con brujas muy ancianas amigas del abuelo que me seguían educando en casa, tal como la abuela solía hacerlo.
Por otro lado, había algo más detrás de la renuencia del abuelo a que yo sería presentación ante la sociedad mágica, un oscuro secreto familiar que descubrí una vez que escuchaba a hurtadillas, secreto que los abuelos jamás se hubieran atrevido a confesarme. Estoy relacionado consanguíneamente con Voldemort. Muy probablemente si éste se enterara, intentaría asesinarme como lo hizo con su familia.
Ahora explicaré cómo es posible. Sorvolo Gaunt, el abuelo de Voldemort, tuvo una hija con una mujer cuyo nombre no sé, pero cuyo apellido era Barcy. De allí salió una joven llamada Melody que a su vez tuvo a un muchacho muy sano de nombre Timothy. Voldemort los descubrió y asesinó a madre e hijo, tratando así de extinguir a cualquier parentesco tan directo. Sin saber que también existía una hermana menor de aquel muchacho llamado Emelia, mi madre, quien vendría siendo la nieta de Sorvolo Gaunt.
Más tarde, Emelia se casaría con Cyril, hijo de Albus y Rosempire Dumbledore.
Pero la felicidad no duraría mucho. Mi madre Emelia murió cuando yo tenía cuatro años. Me parecía mucho a ella, heredé su cabello negro como el carbón y los mismos ojos oscuros que parecen asfixiarte. Pese a que la amaba no fue un golpe duro, ya que ella llevaba varios años enferma sin levantarse de su cama. Y sólo un año después, también mi padre murió en un enfrentamiento, dejando solo una niña pálida y pequeña de ojos negros al cuidado de la abuela.
Sin embargo, pasó un año completo con el abuelo mientras era director en Hogwarts, pues tras la muerte de papá, la abuela se hundió en una terrible depresión que la imposibilitó para criarme. Pero al pasar ese año, ella se recuperó y pudo volver a cuidar de mí, era una mujer muy fuerte. Tuve una cálida y amorosa infancia lejos de los peligros de la guerra mágica, criada con lo mejor de ambos mundos. La abuela me educó en casa en todos los sentidos. Vivíamos juntas en la casa familiar en el Valle de Godric, un hogar bastante pequeño, pintoresco y cálido. El abuelo Dumbledore no pasaba mucho tiempo allí pues para aquel entonces él ya era director, o al menos creía que ese era el motivo.
Lamentablemente la abuela fue atacada por un hombre lobo que la buscaba, ella me escondió como pudo, realmente no sé nada al respecto, el abuelo Dumbledore nunca habla sobre ello, parece ser un tema extremadamente doloroso para él, al igual que la muerte de mis padres y el accidente de su hermana. A mí tampoco me apetece demasiado saber los detalles, al final de cuentas, eso no cambiará el resultado. Hasta donde sé, él no estuvo presente en ninguno, por lo que probablemente lo hacía sentir impotente, siendo el mago más poderoso del mundo al que temía el mismo Voldemort, pero no era capaz de defender a ninguno de los seres que más amaba en la tierra. Pero ya sabes, hay ciertas cosas que no puedo tratar con el abuelo, un hombre lleno de secretos y sombras del pasado.
Así es como pasó desde la muerte de la abuela de hogar en hogar, con diferentes brujas. Pero cuando cumplió los quince años, por alguna razón, el abuelo demostró que era el momento para que regresara a casa, es decir, a Hogwarts. Lo que me hace sentido en vista de que las fuerzas maléficas de Voldemort se alzaban sobre la comunidad mágica, tras la competición del torneo de los tres magos, tanto Harry Potter como el abuelo afirmaron que Voldemort regresó. Sin embargo, poco sabía en aquel momento el giro tan trágico que tomaría mi mundo, pero también cuán feliz sería en aquellos años. Después de todo conocería a Harry Potter, el héroe quien llevaba esperanza y amor a donde sea que se encontrará, y yo no sería la excepción.
Según la carta del abuelo Albus, todos se encontrarían en Grimmauld Place, que en aquel momento era el cuartel general de la Orden del Fénix y el más confiable escondite, por lo cual me dirigió hacia allá. Tomé mi valija, le coloqué un hechizo para encogerla, después de guardarla en mi bolsillo monté mi escoba, sería un viaje un poco tedioso hasta Londres. Nunca me había encantado viajar en escoba. Después de un poco de tiempo pude vislumbrar las luces sobrias de las calles frías de Londres y sus grandes edificaciones como biblioteca y el parque de Luxemburgo, después de unos minutos de arriba, llegué a Grimmauld Place.
En aquel momento yo me encontraba viviendo sola en el Valle de Godric, los abuelos tenían una propiedad allí desde hace varios años, era un barrio mágico, sólo llevaba algún par de meses viviendo sola, ya que generalmente vivía con alguna bruja anciana amiga del abuelo. .
Finalmente llegué a la calle de Grimmauld Place. Saqué el pergamino que el abuelo Dumbledore me había entregado para poder entrar a la casa de la familia Black, que aparentemente estaba bajo un conjuro defidelius, y tan pronto había fijado la mirada en el lugar correspondiente al número doce, entre el once y el trece , una puerta bastante estropeada, descolorida y vieja surgió de ningún sitio, inmediatamente seguida por unas paredes sucias y unas ventanas sombrías, parecía una casa del terror estilo de la caricatura muggle que veía de niña,Scooby Doo. Entonces procedí a entrar a la casa ya quemar el papel del que me habían ordenado deshacerme para que nadie más pudiera romper el hechizofideliuspor casualidad.
Golpeé un par de veces la puerta y ésta se abrió dejándome el paso para entrar, al hacerlo percibí una débil oscuridad, entonces, en un instante me encontré rodeada de varitas apuntándome con hechizos lumus apuntándome al rostro.
—Oh, eres tú —dijo un hombre con cabello negro sobre las orejas mientras bajaba su varita con desinterés.
Los demás, al ver reconocimiento en su cara, también lo hicieron.
—Señor Snape —salud de mala gana.
Francamente había sido un recibimiento abrupto. Se hicieron a un lado permitiéndome ingresar y cerrar la puerta tras de mí. No reconocí ningún otro rostro por nombre, pero algunos me parecieron familiares por viejas fotografías del abuelo.
Me quité la gruesa capa de terciopelo negro que llevaba para abrigarme, la colgué en mi brazo a falta de un perchero o guardarropa, me quedé abrigada con solo un suéter de lana azul de cuello de tortuga, suficiente para el interior.
—Pero pasa, querida, arriba podrás dejar tus maletas, solo no hagas demasiado ruido, ¿está bien? —se dirigió a mí una señora pelirroja y regordeta mientras me tomaba cariñosamente por los hombros.
La sensación era agradable, aunque me puso nerviosa ya que no solía interactuar con muchas personas. Llevaba más bien una vida de disfrute solitario.
— ¿Por qué hay que hacer silencio? —pregunté curiosa.
No tardó en llegar la respuesta.
— ¡Mestiza! Una asquerosa sangre sucia no les es suficiente, ahora traen mestizos como granos de arena en la playa —vociferó un cuadro colgado en la pared polvorosa y lleno de telarañas.
Era un cuadro de una mujer muy anciana que se veía que había perdido su lucidez hace mucho tiempo.
—Por eso... —murmuró incómoda la mujer respondiendo a mi pregunta.
Un hombre de cabellos largos y un bigote abundante adelantó un paso regresando del pasillo por donde todos habían ido.
— ¡Cállate, madre! Si sigues así, voy a descolgarte y meterte en el ático —le amenazó a la mujer. Después pasó su mirada hacia mí con vergüenza y disculpa—. Lo siento, la casa honorable Black siempre ha sido un tema, sobre todo mi madre.
Yo me encogí de hombros restándole importancia.
—Sirius Black —me tendió una mano sonriente. Se veía que tenía una personalidad bastante relajada y simplona.
Tomé su mano de inmediato. Conocía a medias la historia de Sirius, más allá de todo ese jaleo de Askaban y el asesinato de James y Lily Potter, pero sabía que el abuelo no lo tendría ahí si no fuera inofensivo.
—May Barcy, un placer—me presenté con modales impecables.
El hombre volvió a sonreírme con calidez soltando mi mano.
—Arriba se encuentran mis hijos y una de sus amigas, espero y se lleven bien, busca la habitación de chicas. La junta de la Orden está por comenzar. Mi nombre es Molly —continuó la señora Weasley murmurando varias ideas a la vez que me hicieron difícil seguirla.
—Gracias un gusto, señora...
—Weasley, pero llámame Molly —pidió amablemente.
—Bien, gracias —murmuré apenada por su calurosa familiaridad.
Avancé rápido por el pasillo que me indicó. Como me había pedido la señora Weasley, subí silenciosamente por las escaleras de aquella oscura casa llena de polvo, no quería que otro cuadro colgado me chillara furiosamente.
Llegué a la segunda planta de la casa, caminé por el largo pasillo lleno de puertas y cuadros de gente que observaban con desdén. Avancé indecisa sobre cuál abrir, hasta que encontré una más presentable que los demás y decidí tocar. Escuché del otro lado que me invitaban a abrir la puerta, al hacerlo encontré ojos curiosos mirándome, todos tenían un cabello pelirrojo fuego y pecas en todo el rostro.
—Hola —salud con nerviosismo.
Ellos me miraron con curiosidad como si yo fuera un lunar en el mundo.
— ¡Hola! ¿Buscas a alguien? —me respondió un pelirrojo que al parecer tenía un gemelo, sólo me quede mirándolos a ambos por su parecido—. Soy George y él... —indicó a su hermano—, es Fred.
—Es un placer, soy May Barcy. Busco la habitación de las chicas —dije más calmada.
No hay razón para estar nerviosa, ellos no me van a comer, ¿verdad?
El gemelo Fred, o eso creo, se levantó y dijo:
—Bien, te llevaremos, ¿o no, Fred? —preguntó dirigiéndose a su gemelo.
Oh, genial los confundí. Ambos poseían rostros amables y relajados.
—Claro —contestó ahora sí Fred, poniéndose en pie.
—Son muy amables, gracias —dije mirándolos atentamente conmovida por su pequeño gesto de cortesía.
Y después de que todo no eran idénticos, George era un poco más grueso que Fred.
Al fondo había otro muchacho, también pelirrojo, se veía más joven que los gemelos, tal vez de mi edad. Un gemelo lo notó.
—Oh, él es Ronald pero le decimos Ron —me explicó George.
—Hola —me saludó algo serio, más propenso a la timidez.
Vestía unas ropas algo desgastadas y un poco sueltas, pero poseía el mismo rostro amable y bonachón que el de sus hermanos.
— ¿Qué tal? —espeté tratando de sonar cortés.
Los gemelos avanzaron hacia la puerta y yo seguí detrás de ellos. Me guiaron fuera de la habitación y caminamos por el pasillo que yo había recorrido anteriormente.
—Y bien, May, ¿por qué estás aquí? —preguntó uno gemelos, George.
—Vine a ver al profesor Dumbledore, y estaré aquí hasta el final de las vacaciones —dije simplemente, no queriendo tener que memorizar tantas mentiras tan pronto.
Estos chicos me inspiraban confianza, era fácil hablar con ellos, me resultaba cómodo y natural.
Me hicieron entrar en una habitación cuya puerta era de color marrón oscuro, giraron el picaporte después de dar unos leves toques con los nudillos de manera muy educada y delicada, probablemente porque se trataba de la habitación de las chicas. Al abrir la puerta dejaron ver dentro a un par de chicas y cuatro camas individuales en el interior. También odiaba las camas individuales, aunque el espacio era amplio y estaba mucho mejor conservado que el resto de la casa.
Después de dejar mis maletas junto a una cama vacía, me presentaron los gemelos.
—Ella es May —dijo elevando las cejas Fred.
Sonreí lo más amistosa posible, al no convivir con gente de mi edad durante mi niñez yo era bastante incompetente para socializar.
—Yo soy Ginny —se presentó la chica pelirroja—, soy hermana de estos dos —dijo señalando a Fred y George.
Fred asintió.
—Así es, somos los Weasley.
Anqué por su cabello y el rostro inundado de pecas no era difícil adivinar su parentesco, pero no quise ofenderles comentándolo innecesariamente. Después fue el turno de la chica de cabello castaño y enmarañado.
—Mi nombre es Hermione Granger, mucho gusto en conocerte —dijo un poco más formal que Ginny.
A ambas les di una sonrisa y les contesté educadamente: "Un placer". Podía ser una paria, pero tenía algo de modales.
— ¿Por qué todos están durmiendo en la misma habitación? Esta casa es enorme —pregunté sin poder cerrar la boca—. Es decir... no es que me moleste compartir habitación, han sido muy amables.
Hermione me sonrió. Nunca puedo controlar mi lengua.
—Como puedes notar la casa es un desastre, estuvo abandonada mucho tiempo —me explicó—. Entonces habilitamos algunas partes y habitaciones de la casa, casi de manera exprés para el uso de la orden.
George resopló.
—Fuimos los elfos domésticos de mamá durante todas estas vacaciones.
—Ya me sabe raro respirar sin oler polvo en el aire —se burló Fred.
Ron hizo una mueca como recordando esos días de limpieza.
—Tenía tanto polvo encima que no podrías distinguirme de esos cuadros viejos de los parientes de Sirius —lanzó un gemido cansado—. Incluso estuve a punto de empezar a gritar como la madre loca de Sirius.
— ¡Ron! Estás hablando de la madre de Sirius—lo regañó Hermione—. Él ha sido muy cortés dejándonos estar aquí.
Ron se encogió de hombros.
Se escuchó un suave murmullo proveniente del primer piso y todos nos quedamos callados para escuchar un poco más claro. Entonces, avancé hacia la puerta y giré el picaporte, saliendo por el largo pasillo, detrás de mí venían el resto de los chicos que acababa de conocer.
Había una voz baja, suave y amable pero gruesa natural de la edad, lo que delataba una voz adolescente, que murmuraba agradecimientos a la señora Weasley. Al instante lo reconocí, no tuve que mirar dos veces, era Harry Potter, el niño que vivió. Un chico de unos dieciséis años con unos ojos verdes esmeraldas, profundos, preciosos y un cabello negro como el carbón que el largo ocultaba apenas una cicatriz en la frente en forma de rayo, la famosa cicatriz del niño-que-vivió. Era alguien a quien definirías totalmente como un chico lindo, pero había más atractivo en los suaves y amables gestos que le dirigían a la señora Weasley quien le observaba con cariño maternal en sus ojos.
Cuando lo vi quise hasta sacar una fotografía, además de ser comoJesucristo súper estrella, era el niño consentido del abuelo Dumbledore. Todo él se rodeaba de una aura dorada que parecía iluminar la oscura habitación con su sola presencia.
Pero más allá de eso, había algo en su forma de actuar, una gentileza y amabilidad que se notaba en cada gesto. Incluso él me miró con ojos llenos de una inocente curiosidad combinada con amabilidad. Me miraba como nunca antes nadie me había mirado.Me miraba.
Me di cuenta de que estaba totalmente embobada y mirando fijamente, así que traté de disimular con lo último de mi dignidad, sin embargo, al mirar a la chica Weasley me di cuenta que yo no era la única impresionada por la presencia de Harry Potter, pero al menos yo tenía la excusa de estar impresionada al conocerle por primera vez, al igual que todo el mundo mágico. Hice lo que me quedaba con lo último de mi orgullo y giré en dirección de la señora Weasley que me llamaba.
—Querida, Dumbledore te está esperando. ¡Oh, pero que grosera! May, él es Harry Potter, Harry ella es May, ¿cómo dices que es tu apellido? —cuestionó mirándome.
—Barcy, May Barcy, un gusto —respondí estirando mi mano como una boba.
Barcy era el apellido de soltera de mi madre.
—Igual —estrechó mi mano mientras lo tomaba un poco por sorpresa, demorando unos segundos.
Un tono sonrojado tomó sus mejillas por un momento. Mi boca se secó y mi corazón se detuvo.
—Bien, querida, vayamos a ello —se giró a Harry—. Harry, querido, sube a dejar tu equipaje al cuarto de chicos y recuerda no hagas mucho ruido —dijo la señora Weasley arrastrándome al comedor.
Seguí a la señora Weasley sin mirar atrás ni una sola vez. Entré en la habitación, era un comedor amplio de madera finamente pulida, pese a los años podía verse lo costoso de cada parte del salón. Ahí se encontraron todos reunidos aún, me refiero a la Orden. Entre ellos se encontraba Snape y Sirius, y por supuesto, el abuelo Dumbledore.
—Disculpen la tardanza, ya llegó Harry—dijo la señora Weasley informando.
Yo solo me limité a sentarme en silencio.
—Gracias, Molly, no te preocupes —dijo el abuelo. Después su mirada se volvió hacia mí—. Pero May, ¿qué es eso de entrar sin saludar? ¿No te he enseñado modales?
Y aquí llegaba un regaño.
—Lo siento, eh... profesor. Buenas noches a todos —respondí nervioso no sabiendo qué información rebelar en la mesa.
La mayoría sólo asintió.
—Bien, pues ésta junta ha acabado —dijo el abuelo Dumbledore—. Hasta pronto —se despidió dando fin al encuentro. Después de que me hizo señas para que me acercara a su lado una vez que los magos hubieran salido de la habitación para darnos privacidad—. May, querida, ¿podríamos hablar un momento por favor?
—Claro, abuelo —asentí sentándome en el lugar de junto.
—May, ¿cómo has estado? —pregunto con interés mientras tenía ambas manos en mi rostro y me escudriñaba por encima de sus gafas.
Tenía un largo tiempo sin ver al abuelo, pero seguía vistiendo esas largas y llamativas túnicas, tenía una barba esponjosa descolorida y sus lentes de medias lunas.
—Bien, abuelo. Creo que podré pasar los TIMOS con los ojos cerrados, todos con la máxima nota—dije habladora y exagerando.
Él río sonoramente.
— ¡Excelente, pequeña May! —respondió en el mismo tono, y le sonreí—. Casi olvido que este año volverás a Hogwarts. Debes acompañar a los chicos al callejón Diagon para que puedas comprar tus utensilios de estudio. Aquí tienes tu lista de útiles y un poco de dinero más que suficiente para todo lo que necesitas. No tendrás problemas, diremos que te educaron en casa y por eso entras en quinto año.
Me entregó un papel arrugado y un saquito aterciopelado rojo lleno de monedas.
—Bien. Gracias, abuelo —contesté abrazándolo.
—Nos vemos pronto, pequeña May—dijo dándome un corto beso en la frente.
Mi cara reflejó mi desilusión.
— ¿No te quedas a cenar? —pregunté decepcionada.
Él me sonrió con comprensión pero finalmente negó.
—No esta vez, querida.
Una vez que el abuelo se marchó, la Orden volvió al comedor, aún se encontraban algunos miembros presentes que me imagino se quedaban a cenar.
—Querida, ¿podrías avisar a los chicos que la cena está lista? —preguntó la señora Weasley.
Asentí de inmediato. Subí por las escaleras rumbo a la habitación de las chicas, ahí estaban todos murmurando y conspirando en un pequeño grupo silencioso. Pues como no, mi manía de abrir sin tocar. Ellos se me quedaron mirando sorprendidos por mi entrada abrupta.
—Lo siento, siempre olvido tocar antes de entrar —dije muerta de vergüenza. Ellos me sonrieron con amabilidad—. La señora Weasley dice que la cena está lista y que bajen pronto.
—Oh, gracias —contestaron los gemelos por todo el grupo.
Todos se levantaron rápidamente y venían junto a mí en el camino al comedor.
— ¿Entonces, el profesor Dumbledore estuvo en la junta? —me preguntó con interés Harry poniéndose a mi altura.
—Sí —le contesté con un ligero nerviosismo.
—Oh, bien —parecía tener muchas emociones corriendo por su mente.
Me esforcé por seguir una conversación.
—Tú eres como su alumno estrella, ¿verdad? —dije casi afirmándolo.
Él no se vio complacido por mi comentario.
—Pues, no lo creo, más bien él está enojado por un incidente que sucedió —respondió sombrío, noté un tono agrio en su voz.
No tenía idea sobre el incidente pero estaba segura de que el abuelo quería a Harry, más aún de lo que apreciaría a cualquier alumno promedio. Por la correspondencia que intercambiaba con el abuelo podía interpretar fácilmente que tenía plena confianza en Harry, incluso que le quería.
—No, no lo creo, él siempre habla maravillas de ti —le confesé.
Harry me sonrió ligeramente pero después se puso pensativo, como preguntándose cómo es que sabía tanto y lo afirmaba con tanta seguridad o cuál era mi nexo con Albus Dumbledore. Como siempre hablando de más.
Los días transcurrieron, Harry tuvo su audiencia, al parecer por uso ilegal de magia en menores de edad, resultando todo muy bien para él y el abuelo. Así que librados del peligro de la expulsión de Harry y más relajados me puse de acuerdo con todos para ir al Callejón Diagon.
Desperté en la cama que estaba junto a la de Hermione, detestaba las frías mañanas de Londres.
Entré en el baño para ducharme y cambiarme el pijama por algo con lo que pudiera salir sin ser ridiculizado o congelado, así que opté por unos pantalones abrigadores, botas de piel, un suéter de lana ligero que complementaría antes de salir con un horrible abrigo. Mi cabello corto y negro había decidido cooperar ese día y tener un buen día de cabello. Bajé a desayunar y la señora Weasley ya tenía lista la comida, en ese momento llegó un Ron despeinado, un Harry muy soñoliento y Hermione con el periódico El Profeta, cada uno reflejando sus personalidades.
Todo el Callejón Diagon estaba abarrotado de gente, admirando escobas, comprando calderos y cientos de cosas más. Todas las tiendas llenas de alumnos y adultos buscando comprar lo mejor a los precios más bajos. Por todos lados puede observarse gente comprando. La última hora habíamos estado conversando sobre cómo sería ese año en Hogwarts y de cómo a Harry le gustaría pasar más tiempo con Sirius, su adorado padrino, a quien había visto brevemente por la casa pero no había conversado con él además de presentarnos.
— ¿Por qué entras hasta el quinto año y no desde el primer año? —me preguntó Ron con curiosidad desvergonzada.
Hermione le dio un codazo por su indiscreción.
—Había estado siendo educada en casa —le expliqué restándole importancia.
Mientras me adelantaba caminando con Harry podía escuchar los susurros furiosos de Hermione reprendiendo a Ron por su indiscreción. Busqué la tienda de mascotas, cuando la localicé entré en ella, estaba interesada en una mascota, tal vez una lechuza.
—Entonces, ¿ya sabes que vas a comprar? —preguntó Hermione echando un vistazo al rededor.
Yo la imité también, queriendo ver algo entre la multitud que estaba reunida en la tienda.
—No, no lo sé, pensé que sería bueno una lechuza para el correo, pero realmente me gustaría un gato, sin embargo, ¿quién traerá mi correo? —suspiré confusa.
—Yo puedo prestarte mi lechuza cuando la necesites —ofreció Harry con un aire tímido—. Después de todo, le gustará salir a volar.
Le sonreí agradecida por su gesto.
— ¿Cómo se llama? —le pregunté.
Él apareció una sonrisacon cariño ante el recuerdo de su lechuza. Parecía un muchacho de sonrisa fácil.
—Se llama Hedwig, es una lechuza hermosa, me la obsequió un amigo en mi primer año.
—Es un lindo nombre.
Miré las lechuzas, todas eran bastante bonitas y simpáticas. Igualmente seguí viendo otras mascotas, había muchos niños alborotados por los gatos ya que es lo que la mayoría compra, sólo había un gato que no tenía a nadie mirándolo, creo que era por su tamaño, un gran ejemplar bicolor, negro y blanco, y por qué parecía un mestizo con la oreja media cortada y la otra torcida, era más bien un gato muy feo. Levantó la vista con desinterés y se volvió a echar, como aburrido de que la gente lo mirara y nadie lo llevara consigo.
— No pensarás llevar a ese gato tan feo, ¿o sí? —pregunto Weasley con una mueca acercándose a nosotros.
—Sí, ¿por qué? —pregunté a la defensiva.
Harry le dio un codazo. Sin embargo, también tenía una mirada recelosa hacia el gato.
—No, por nada —contestó finalmente, después de sobarse el brazo donde lo golpeó Harry.
Decidí ponerle al gato Kingdom, prácticamente me palmearon la espalda en la tienda por llevarme al gato, pero a mí no me parecía nada del otro mundo, parecía un buen gato, uno bastante flojo porque no se dio por enterado de nada y se ovillo en su caja transportadora.
Nos reunimos con Hermione, quien había ido a comprar un par de libros extras y material a última hora. Regresamos a Grimmauld Place. Ahora todos estaban cenando animadamente y con algo de cansancio por el largo día que habíamos tenido. Preparé todo el equipaje que llevaría a Hogwarts y Kingdom, el gato, ya que al día siguiente muy temprano tendría que salir de Grinmauld Place e iría por primera vez a King Cross. Ya había estado demasiadas veces en Hogwarts pero nunca por el famoso Expreso a Hogwarts.
Todos íbamos a prisa corriendo entre los pasillos de King Cross, junto a mí los gemelos Weasley, también Hermione y Ginny que conversaban animadamente unos pasos adelante y Harry junto a Ron se cuchicheaban algunas palabras detrás de nosotros.
Estábamos buscando la plataforma 9 , al encontrarla la señora Weasley dijo que primero irían los gemelos, así que Fred envió a su madre y corrió hacia la plataforma, pensé que chocaría o algo así pero no, él simplemente desapareció de allí. Después de él, su gemelo, George, se adelantó e igual que él desapareció como si fuera magia, es decir, sí es magia.
—Ginny, adelántate, te veré del otro lado —le llamó Molly.
La chica asintió y se adelantó igual que sus hermanos repitiendo el proceso.
—Ahora iré yo —dijo Hermione tomando la delantera.
Corrió hacia la plataforma y desapareció rápidamente. Después de que Ron también lo hiciera, la señora Weasley me miró y yo le di mi mejor mirada asustada.
—Nunca he pasado por la plataforma, qué pasa si me quedo atorada entre aquel lado y este —murmuré en un ataque de pánico.
Pero que miedosa y lamentable, pensé de mí misma. En el rostro de la señora Weasley hubo comprensión.
—No te preocupes, querida. Harry, ¿por qué no pasas con ella? Te veré del otro lado con tu equipaje —dijo segura la señora Weasley y con una sonrisa maternal.
—Claro —dijo Harry con algo de duda pero sin atreverse a negarle nada a Molly.
Se acercó a mí y puso una de sus manos alrededor de mí, colocándola en el carrito, rodeándome de un modo protector, su olor era suave como a pino y madera, me aceleraba los latidos el tenerlo tan cerca de mí. Incluso podía sentir el calor emanar de él por la cercanía.
—Corremos a la de tres, ¿estás bien? —preguntó mirándome de cerca con una sonrisa amable, probablemente me encontraba roja hasta las orejas, porque al menos yo sentía que se me incendiaba el rostro.
Traté de no hiperventilar.
—Por supuesto —dije casi jadeando como un animal poco elegante.
—1, 2, 3... —contamos al unísono y corrimos al muro.
Del otro lado nos esperaba un gran tren echando vapor por los aires, de una forma majestuosa, creo que jamás olvidaría ese primer momento tan mágico, pero no podría prestarle menos atención al tren con las emociones que yo estaba pasando al mirar tan de cerca el amable rostro mirando de cerca.
— ¿Te gusta el expreso? —me preguntó el chico aun rodeándome con sus brazos y un rostro gentil.
—Me encanta, es una gran vista —dije mirando con atención a sus ojos verdes esmeralda que me escudriñaban con atención, aunque, ¿quién iba a mirar el tren, si tenía esos dos grandes ojos mirándome con una sonrisa tranquila y serena?
Se alejó de mí, ruborizado por la cercanía y en ese momento se nos acercó Hermione y Ron, rompiendo el hechizo que me envolvía, ¿qué tipo de magia era esa?
—Vayamos al tren, ya casi es hora de que parta y no encontraremos vagones vacíos a estas alturas —dijo Ron con prisa.
Nos despedimos de la señora Weasley, que seguía insistiendo a que la llamara Molly. Subimos al tren, yo con un poco de dificultad pues tenía que subir un alto escalón y eso era todo un reto para alguien con piernas cortas como las mías y más cargando una gigantesca maleta y un gato retraído escondido en una pequeña caja. Gracias a Godric Gryffindor los gemelos me ayudaron a llevar la gigantesca maleta hasta el compartimiento. Por fin, arriba del tren pudimos caminar por un angosto pasillo hasta encontrar un vagón que compartíamos con una extraña chica rubia patinada que parecía tener la mirada perdida y un chico con una rana muy viscosa. Les agradecí a los gemelos por su ayuda y ellos desaparecieron buscando su año. Yo saqué a Kingdom de su jaula para que pudiera retozar tranquilo en mi regazo, era un gato bastante retraído que apenas notó que yo le había movido de su caja transportadora.
—Hola, mi nombre es Luna Lovegood —me saludó la chica con amabilidad.
—Soy May Barcy —le respondí algo tomada por sorpresa por su amistosa iniciativa.
Ella solo asintió y se presentó a los demás pero ellos parecían ya haberla visto antes, aunque no lo comentaron y respondieron con cortesía.
— ¿Eres nueva este año, verdad? —preguntó hacia mí nuevamente y asentí levemente.
—Pero no soy de primer año, entraré a quinto curso —le expliqué.
Ella me sonríe con ojos adormilados para después volver a su lectura. Miré a los chicos que seguían acomodando sus cosas.
—Chicos, iré a ver el resto del tren, vuelvo en un segundo.
—Claro, sólo no te alejes demasiado, hay Slytherins poco amables por aquí —dijo Hermione de manera protectora.
Yo solo asentí en camino a la salida.
—Nosotros iremos a ver los vagones de prefectos —dijo Ron pero hizo una mueca después—. Ya me parecezco a Percy.
Todos se rieron con complicidad pero yo no tenía idea de que hablaban, es una de las desventajas de no haber sido su amiga desde el primer año, no entender bromas locales. Estuve dando unas vueltas por ahí. Vi los vagones de las demás casas y de los chicos de primer curso. Decidí no ir a ver los vagones de Slytherin, mejor regresé por el mismo camino a mi vagón donde estaba Harry y tal vez ya hubieran vuelto Hermione y Ron que irían a ver su vagón de prefectos. Pero antes de entrar pude escuchar una voz subiendo de tono que decía: "La sangre sucia se calla, Granger". Entonces entré al instante dispuesta a defender a mi nueva amiga, tenía cierta impresión de que ella era hija de muggles desde antes, pero no quise preguntarle nada por temor a incomodarla, sin embargo ese insulto lo confirmaba.
Dentro estaba el hijo de los Malfoy con dos chicos más, uno de ellos parecía ageno a todo el lío sólo luciendo aburrido de estar ahí, mientras que el otro se mantenía alerta junto a Malfoy. Lo reconocía de la sección de sociales de el periódicoEl Profeta,donde solía aparecer con sus padres.
—Lárgate —le dije simplemente pero con dureza y firmeza en la voz.
En su cara apareció una mueca de burla casi de incredulidad.
— ¿O qué? —preguntó burlón.
No caí en su juego de provocación.
—Sal del vagón, este no es tu sitio —le repetí firme.
—Vámonos, Draco —le susurro su compañero—, evitemos problemas el primer día, ahora eres un prefecto.
Draco me miró de arriba a abajo, probablemente preguntándose por qué no me había visto junto a Potter los últimos cuatro años o simplemente visto en la escuela, ya que dudaba que pensara que yo era de primer año. Pero al parecer decidió escuchar al chico que lo acompañaba, pues comenzó a salir del compartimiento rosándose conmigo y provocando que perdiera un poco el equilibrio. Mi gato que estaba aparentemente en el sueño más profundo en el sillón al costado del chico platinado siseó y gruñó con fiereza hacia él y le atestó con sus garras la fina y pulcra túnica que llevaba puesta.
— ¡Maldita alimaña horrorosa! —le gritó con enojo—. Me rasgó la túnica.
Ron rió bastante alto con burla. Draco se giró a verlo con odio pero no agregó nada y salió del vagón junto con los otros dos chicos antes de que Kingdom se propusiera dejarlo sin ropa.
— ¿Estás bien, Hermione? —preguntó Ron y ella se acercó con una pequeña sonrisa, inmune a cualquier cosa.
Yo tomé a mi gato en mis brazos amorosamente.
—Por supuesto que está bien, esta pequeña fierecilla la defendió, ¿verdad? —le hable con cariño al gato mientras rasca a detrás de sus orejas—. ¿Kingdom? ¿Qué clase de estúpido nombre es ese? Deberías llamarte Elvis, porque tú eres el rey, ¿verdad que sí?
El gato volvió a su estado normal y tenía esos ojos adormilados de costumbre. Le dejé descansar pues se lo había ganado siendo un felino tan heroico.
Llegamos a la estación, y los de primero estaban haciendo filas para ir con Hagrid, el guardián de las llaves y terrenos de Hogwarts o algo así, para ir por el lago en botes, pero yo no tenía ganas de hacer eso. Aunque sabía que era una tradición que los nuevos alumnos fueran por primera vez en botes, me daba mucha vergüenza, todos eran chicos de once años y yo resaltaría como un lunar.
—May, deberías de formarte —dijo Hermione con aire mandón.
—Pero Mione... —dije a modo de súplica—, no quiero ir.
—May, si alguien se entera que rompiste la tradición... —dijo alarmada.
—Tranquila, Hermione —continuó Harry uniéndose a mí—, no se van a enterar, porque nadie les va a decir.
Hermione lo observó con ojos entrecerrados pero se dio por vencida.
Estaba muy nerviosa mientras aguardaba con los demás niños del primer año fuera de las grandes puertas del gran comedor. Había esperado tantos años para esto y por fin iba a ser asignada en una casa de Hogwarts. Yo deseaba ir a Gryffindor como mi padre y mi abuelo, me sentía con la responsabilidad de seguir su legado y una parte emocional de mí también lo quería así.
Una mujer que reconoció al instante como la profesora Mcgonagall salió del comedor con aire solemne.
—Vamos a entrar al gran salón donde podrán ser seleccionados para una de las cuatro casas de Hogwarts que serán su hogar hasta el día en que se gradúen —explicó sin prisas—. Síganme.
Yo me mantuve al final de todos los niños, me sentí un poco avergonzada y cohibida por ser tan mayor e ir en su mismo grupo. Aunque al menos no tendría que tomar clases con ellos e iría directo al quinto año con Harry y los demás chicos.
Avanzamos todos por las grandes y gruesas puertas, cruzamos el umbral del comedor y desfilamos en medio de las mesas. Obviamente las miradas estaban concentradas en la chica de quince años con los niños de once. Pero mantuve mi mirada fija hacia el frente y pretendí seguridad y buenas formas.
El sombrero comenzó a llamar a cada niño, del primero al último. Tras esto el abuelo tomó la palabra:
—Hay una nueva estudiante este año, que entrará con los alumnos de quinto curso, viene de una transferencia, por favor ayúdenla lo más posible —dijo el abuelo Dumbledore en sus anuncios de inicio de curso—. Independiente qué casa la tome, todos hagámosla sentir como en su hogar, es duro el primer día y mucho más entrar en quinto año —él me miró y me dio una sonrisa reconfortante que correspondí.
Los alumnos me miraban con curiosidad aún.
—Barcy, May Ann Olympe Rhae—me llamó la profesora Mcgonagall, después de la selección de los niños de primero.
Me puse roja hasta las orejas, los Dumbledore y su maldita costumbre de nombres rimbombantes. Incluso mi padre tenía un largo y risible nombre Cyril Perseo Enoc Dumbledore.
En los ojos de la profesora Mcgonagall pude ver reconocimiento que esfumó en un segundo.
Yo subí toda temblorosa hacia donde estaba la silla, todos me observaban, porque no todos los días llegaba una nueva alumna a quinto curso. La profesora Mcgonagall puso el sombrero en mi cabeza y luego empecé a escuchar la voz del sombrero en mi mente.
—Vaya, de nuevo tú aquí —dijo el sombrero en mi cabeza en voz baja—. Bien, bien, siempre es bueno ver caras conocidas, estuve esperando el momento de asignar una casa para ti, temí nunca tener la oportunidad. Pero ya que estás aquí... creo que no debes estar en Hufflepuff, no, no. Un buen corazón, eres bastante débil frente a las personas que amas, sí, pero demasiado orgullosa y egoísta.
Abrí la boca ofendida pero no replicada en absoluto, respetaba al sombrero seleccionador como una máxima autoridad en Hogwarts, incluso más que a los profesores, para mí el sombrero era una eminencia, no me atrevería a recriminarle nada.
El sombrero continuó su charla casi para él mismo:
—Gryffindor encajarías muy bien, eres bastante valiente y adoras a los que están a tu alrededor, sin embargo, parece un lugar bastante cómodo para estar, no sería nada extraordinario, más bien una peca ordinaria —continuó. Tenía que admitir que las dos casas que quedaban eran mis menos favoritas para pertenecer, no me sentía especialmente inclinada a Ravenclaw ni a Slytherin, sin embargo como ya había dicho, respetaba lo suficiente al Sombrero Seleccionador y su criterio para no objetar ni influir de ninguna. manera en su decisión final—, pero tu casa debe de hacerte resaltar, sacar lo mejor de ti y de los demás. En tus venas corre una madre Slytherin y un padre Gryffindor, pero tu madre era la del carácter fuerte así como tú, de hecho ambas tenían pensamientos muy parecidos y en vista de que a ella le fue bien en aquel entonces, así que... ¡Slytherin!
Me quedé un momento pegada a la silla, incluso cuando Mcgonagall retiró el sombrero.
¿Qué?
Giré a ver al abuelo y él asintió con aprobación, aunque siempre supuse que estaría en Gryffindor, como él y papá. Amaba a mi madre y la tenía en un pedestal, pero nunca me sentí especialmente ligada a su lado, siempre me sentí pertenecer a los Dumbledore, por lo tanto, esperaba seguir con el legado de la familia ligado a Godric Gryffindor, que ahora seguiría el legado Barcy de mi madre en la rama de Salazar Slytherin fue... sólo inesperado.
Caminé hacia los Slytherins que en su mayoría me sonreían, a excepción de un rubio platinado, que me veía con ojos fríos e indiferentes, pero me escudriñaba.
—Así que la amiga de la sangre sucia quedó en la mejor casa... —dijo Draco con algo más que burla, curiosidad.
—No la llames así —dije cortándolo ya fastidiada aunque lo acababa de volver a ver.
Volteé el rostro a otro lado. Él despegó la mirada de mí después de unos segundos y comenzó a conversar con una chica a su lado.
Al final del banquete el abuelo dio algunas palabras sobre las generales del año escolar, cosas como cambio de personal y las mismas reglas de cada año, sin embargo, una mujer de rosa chillante que resaltaba en la mesa de maestros lo interrumpió. Todo el salón se quedó estupefacto, aunque no todas las familias de alumnos eran simpatizantes del abuelo, estaba segura que ninguno de ellos se le ocurriría jamás interrumpir de esa manera al abuelo. La mujer se adelantó frente a todo el salón dejando al abuelo Dumbledore a sus espaldas. Empezó a balbucear mierda sobre ser amigos y felices.
— ¿Quién es esa estúpida dama de rosa? —solté sin poder callarme.
Draco resopló.
—Un sapo importante del ministerio —me respondió sin mirarme.
Incluso él parecía compartir mi desagrado.
La mujer comenzó a decir un discurso sobre el ministerio y mierdas en doble sentido que literalmente gritaban "Este año el ministerio va a controlarlos". Por fin se calló y el abuelo pudo terminar su discurso.
Finalmente, Draco y la otra chica se me acercaron cuando terminó la recepción.
—Soy Pansy Parkinson, seré tu prefecta —me explicó indicándome que nos pusíamos en marcha.
—Y yo seré tu prefecto —me informó Draco con una gran sonrisa.
Genial.
—Aquí en Slytherin aprenderás buenas costumbres, y tal vez te olvides un poco de tu dependencia Gryffindor —señaló él con saña.
No dije nada, después de todo, eran mis prefectos. Antes de seguirlos, eché una mirada a Gryffindor, Harry ya me estaba mirando, tenía un rostro serio pero finalmente me sonrió con gentileza, gesto que imité.
Me guiaron hasta las mazmorras. Se me asignó una habitación para mi sola. Bueno, ser nieta del director de Hogwarts tiene sus ventajas, ¿no? Incluso Severus Snape, el jefe de casa, no se opuso a ello, sabiendo que no debía molestarme, al menos no demasiado.
Pansy se quedó un segundo en la puerta de la habitación.
—Estoy segura de que Barcy no es una familia importante, ¿cómo es que tienes una habitación propia? Ni siquiera Draco la tiene —señaló con curiosidad.
Me encogí de hombros. Ella sólo me observó con detenimiento y se fué.
Sorpresivamente, el ambiente no me disgustó, era sobrio y elegante, casi acogedor. Se sentía en su lugar.
— ¡Corre, apresúrate o llegaras tarde a pociones! —me gritaba Harry, había tenido un día agotador, no recordaba la última vez que me apresuré tanto.
Me había topado con él después de la comida y resulta que teníamos ambas pociones. Pero aunque adelantamos el paso no conseguimos llegar a tiempo con el profesor Snape.
— ¡Llegan tarde! —dijo el profesor malhumorado como de costumbre.
—Sí, lo siento mucho profesor Snape... —no pude completar la frase porque me interrumpió.
—No acepto ninguna excusa, entren —dijo enérgico.
Entramos rápidamente y Harry se acomodó al lado de Ron. Y a mí me tocó sentarme con Malfoy, que me miraba con sus ojos plata llenos de suficiencia y desprecio.
— ¿Qué tantas miras? —murmuró escupiendo cada palabra.
—Nada —respondí indignada.
—No puedo culparte de que te guste lo que ves —continuó riendo un poco alto, que Severus nos volteó a ver.
—Oh, veo que se divierten, me da mucho gusto que en su primer día ya esté haciendo amigos, lamento que mi clase la interrumpa—dijo sarcásticamente Sanpe.
De no haber estado en Slytherin seguro me bajaba puntos.
—Lo siento, profesor —hice una pausa—, fue Malfoy —dije sin ningún decoro.
— ¿Qué? Está loca —replicó el rubio.
— Eres un idiota —murmuré.
— ¡Suficiente! —gritó Snape—. Señor Malfoy, creo que usted sabe cómo hacemos las cosas es Slytherin.
Malfoy se veía algo pálido por el llamado de atención, casi avergonzado.
—Es verdad, lo siento profesor, perdí el hilo por el momento.
Snape me miró.
—Señorita Barcy, es nueva en el quinto año, por lo que no sabe los comportamientos básicos de Slytherin, ya sus compañeros se encargarán de enseñarlos —miró a Malfoy—, ¿no es así señor Malfoy?
Él asintió de inmediato.
—Vayan ahora mismo y van a barrer todas las hojas del árbol más cercano sin magia. ¿No quieren aprender magia? Pues vivan como los muggles —escupió las últimas palabras.
Me levanté queriendo gruñir pero opté por lo más adecuado que era salir en silencio, salimos hacia nuestro castigo, incapaces de contradecir a Severus Snape.
—Bien, señor Malfoy, gracias por hacer que nos sacaran de clase de pociones —dije agradeciendo con sarcasmo.
—De nada, no tienes nada que agradecer —contestó él en mi mismo tono. Sin embargo, después suspiró—. Vale, lo siento, no debí discutir contigo en público.
Bufe. Aunque me impresionó que conociera la palabralo siento.
—Da igual, vayamos por ese árbol y acabemos de una vez, creo que lo encontraremos a las orillas del bosque prohibido –dije adelantándome
—No, no lo entiendes. Es como dijo el profesor, los Slytherin no pelean con otros Slytherin frente a otras casas, mucho menos frente a los atolondrados Gryffindors.
Hice una muñeca.
— ¿Qué fue todo eso de que me enseñarán a comportarme? —me animé a preguntar finalmente con mucha curiosidad.
Malfoy respondió después de un suspiro exasperado.
—Tenemos que enseñarte a que te comportas con dignidad y decoro, como lo haría cualquier Slytherin, o aterrorizarte para que lo hagas —dijo sin duda. Parecía bastante serio al respecto.
Fruncí el Ceño.
—Qué tontería, vamos a terminar esto.
Malfoy, para mi sorpresa, me siguió todo el camino y no dijo nada, hasta aparecieron dos escobas, una para mí y una para él. Probablemente porque le haría más fácil el trabajo. Casi al terminar, bastante agotados, ambos nos detuvimos al escuchar unos sonidos extraños provenientes del bosque. Me acerqué a Malfoy con miedo.
— ¿Qué rayos fue eso? —cuestioné en un susurro.
—No lo sé, pero no es nada bueno, vámonos —dijo él seguro, también con algo de temor.
Algo salió de entre arbustos y quedé petrificada, no creía lo que veía, hace tiempo que no se veía uno de esos, era un estirge, estos son seres voladores que chupan tu fuerza o energía para vivir, yo tomé el brazo de Draco -más precisamente su mano- y lo intenté jalar pero él no se movía, nos empezaba a afectar ese extraño animal mitológico... pero entonces recordé una cosa que mi abuelo me había contado, los estirges no se resisten a una dulce voz, al igual que todas las bestias con la música, y quedan esclavizados hasta cumplir un deseo, esa es su debilidad, así que por el bien mío y de Draco esperé que mi voz fuera lo suficientemente dulce para ganar a aunque sea tiempo, así que empecé a cantar:
—Las calles vacías, desiertas sin ti
Leo tu nombre en todas partes a mi alrededor
Vuelve a mi amor y la ciudad ya no estará vacía
Y viviré contigo todos mis días
Todos mis días, todos mis días—observé como el estirge bajaba la cabeza.
Jalé a Draco de la mano hacia el colegio, no me molesté en mirar dos veces y arrastré a Malfoy con todas mis fuerzas hasta alcanzar las puertas de la escuela. Era como llevar un peso muerto pero no dejé de apretarlo hasta que nos sentí a salvo.
— ¿Qué fue eso? —preguntó todavía medio aterrorizado y jadeando.
— ¿Quieres regresar a averiguar? —pregunté con sarcasmo.
Él negó sin notar el tono o ignorándolo.
Cuando llegamos a los pasillos aún sostenía su mano, lo solté de inmediato.
—No menciones que te tome de la mano, me lo debes —dije yo al instante.
—Bueno —dijo el simplemente.
—Creo que aprenderemos la lección de no hablar en hora de pociones—dije esperando que empezará a gritar, pero en lugar de eso solo dijo:
—Sí, tienes razón, vámonos a casa.
Y a partir de ahí Draco y yo comenzamos a saludarnos en la sala común y por los pasillos con un asintimiento y casualmente una sonrisa burlona, como diría unabuenaescritora:
"Hay algunas cosas que no se pueden compartir sin terminar juntos".
—J.K. Rowling. Harry Potter y la Piedra Filosofal.
Tomábamos la última clase del día con DCAO, había escuchado murmuraciones de que la clase era una completa basura, y con un par de minutos lo confirmamos. No era más que propaganda basura del ministerio. Me daba náusea estar cerca de Dolores Umbridge, con sus estúpidos modales ensayados y sus tonos rosas chillantes, así como esa voz fingidamente dulce característica de los políticos.
A los demás Slyterins también les desagradaba, sin embargo ellos lo ocultaban bajo una máscara encantadora.
Esta mujer era tan desagradable que incluso le gritó a Harry Potter. Ese fue mi punto de quiebre, no sólo por el hecho de que ella le había levantado la voz a un amigo, si no, porque en Hogwarts los maestros debían respetar y guiar correctamente a sus alumnos al camino del conocimiento, no estaba permitido bajo ninguna circunstancia la intimidación haciendo uso de su posición de poder.
Quise levantarme de mi lugar para hacerle saber mi disgusto pero Draco aferró su mano a mi antebrazo haciéndome permanecer en mi lugar.
—Snape no estará contento si la enfrentas —me murmuró furiosamente.
—No me importa, esa mujer no le hablará así a ningún alumno —siseé furiosamente mientras forcejeaba con Draco.
Él puso los ojos en blanco.
—No es apropieado de tu parte salir en defenza de Potter. Además, hay otras formas de venganza, no ganarás nada discutiendo con un profesor —me respondió irritado.
Me quedé en mi lugar razonando. Había una razón por la que esa mujer estaba aún en el aula, y era que él abuelo Dumbledore no tenía opción. Supuse que Draco tenía razón, seguro el abuelo ya tenía un plan para sacarla de Hogwarts.
Me encontraba en la clase de Estudios Muggles, ya habían pasado algunos días desde que Draco y yo nos empezamos a llevar moderadamente bien, nos soportábamos, tomábamos las comidas juntos y estudiábamos, me enseñaba a ser Slytherin y me amenazaba con hechizarme si no me comportaba a la altura. No parecía tal mal chico si ignorabas su prejuicio contra los nacidos muggles, supongo que ser sangre pura y pertenecer a una de las familias delos Veinticohole debía haber dado una crianza privilegiada pero también llena de prejuicios.
—Esto es todo por hoy, pueden retirarse, muchachos —dijo la profesora Burbage.
Todos nos levantamos de los pupitres y salimos de la sala. Esa clase no la tenía con Draco, obviamente, así que me dirigí sola a la mesa de Slytherin para la hora de la comida, aparte del resto de mi casa, ninguno tomaba esa clase. En el camino, mientras transitaba el pasillo hacia el comedor, me topé con Harry, quien me saludó con entusiasmo.
—May, ¿cómo va tu vida en Slytherin? —preguntó con cortesía.
Le sonreí amablemente.
—Bastante bien en realidad, nadie se ha metido conmigo —le respondí—. Sin embargo, escuché que en Gryffindor no están tan contentos contigo.
Harry perdió la sonrisa.
—No los escuches, Harry. Sé que es difícil ser el lunar en la piel, pero con el tiempo terminan olvidando —traté de animarlo.
Él pareció obligarse a sonreírme.
—Lo sé, sólo que he tenido algunas pesadillas que me tienen agotado —me confesó.
Palmeé su espalda con animosidad.
—Draco es bueno en pociones, podría pedirle que hiciera para mí una poción de sueño sin sueños —le ofrecí.
Harry me miró con ojos como rendijas.
— ¿Draco? Como... ¿Draco Malfoy?
Asentí.
—Ya sé que es una sorpresa, pero en Slytherin es bastante raro que peleen entre sí, incluso me han soportado a mí.
Harry me miró con algo de gratitud.
—Gracias, te lo pediré si no mejoro. Ahora, iré a comer o me quedará sin nada —él giró sobre sus talones—. Nos vemos luego.
Cuando entré en el comedor escuché a las chicas de Ravenclaw murmurar cosas como: "Cabeza de cerdo", "Hogsmeaden", "reunión privada de Harry Potter".
Me parecía que hablaban sobre una reunión secreta organizada por Harry en Cabeza de Cerdo, supongo que se referían al lugar mugriento que poseía el tío Abeforth, aunque no lo conocía en realidad, el abuelo Dumbledore y él estaban distanciados incluso antes del nacimiento de mi padre, Cyril. Tenía sentido, ya que en sábado es cuando los alumnos tienen permitido visitar Hogsmeaden. Sin embargo a mí no me invitaban aún, supuse que lo harían en algún momento, así que esperé pacientemente, esperé toda la semana, pero la invitación nunca sucedió.
Iría a cabeza de cerdo aún así, quería saber qué estaba pasando. Me sentí bastante traicionada, por un lado no creía que realmente les desagradara, pero no sabía qué significaba que me hubieran dejado fuera, probablemente sería el hecho de que ahora yo era una Slytherin y ya no les agradaba tanto, conocía el desdén que tenían contra mi casa.
—May —me llamó Draco—, ¿vienes con nosotros a Hogsmeaden? Iremos de compras.
—No, tengo algunas cosas que hacer, nos vemos después —dije despidiéndome de él.
Él se acercó con Zabini y Nott, el par de chicos que acomapañaban a Draco durante su altercado en el tren, sólo los conocía de vista pero Draco jamás me había presentado, aunque siempre me saludaban con un asentimiento amistoso. También iban con él Crabbe y Goyle, quienes más bien eran indiferentes a mi presencia, a veces acompañaban a Draco, los veían más como adornos.
Entré a una pequeña choza, poco alumbrada y bastante sucia, mugrienta como me había hablado de ella el abuelo alguna vez. Al fondo podía distinguir a jóvenes que no encajaban con el resto de clientes de cabeza de cerdo, al dirigirme a ellos casi caigo al piso por un resbalón, el piso estaba húmedo y resbaloso, no pude conservar el equilibrio, sólo sentí un golpe en mis cuartos traseros. Dos sujetos me levantaron, mis fieles y queridos gemelos Fred y George Weasley.
—Gracias, no soy coordinada—murmuré agradecida.
Ellos solo me asintieron con una sonrisa divertida, apunto de reírse de mí pero creo que se contenían de hacerloeír, ya que no sabían cómo reaccionaría, si me enojaría o me echaría a llorar por el golpe. Tomé mi orgullo Slytherin y me puse una máscara de indiferencia.
El trío de oro me miró bastante tenso. Las dos únicas chicas Ravenclaw se vieron sorprendidas y confundidas ante mi presencia.
— ¿Así que a ti también te invitaron? Una Slytherin —preguntó la chica de Ravenclaw específicamente, una de las amigas de Cho Chang, a quien reconocía solamente por ser el aparente interés amoroso de Harry Potter, al menos eso dijo Hermione.
Pero aparté eso de mi mente. Tenía que admitir que gran parte de aquel resentimiento era mi enamoramiento precoz y adolescente por Harry Potter, ya estaba, lo había aceptado. No era difícil de ver, yo era una copia de la chica Weasley, adulaba cada paso que daba Potter.
Tomé cuenta que desde que me asignaron a Slytherin y comencé a ser públicamente amiga de Malfoy, el trío de oro había tomado su respectiva distancia, incluso Harry que me saludaba ocasionalmente tendía a rehuir mi mirada durante clases y en el salón de banquetes.
—No, en realidad escuché murmuraciones acerca de alumnos rebeldes que están contra la nueva profesora de defensa contra las artes oscuras —miré al trío de oro—. Quise venir y verlo con mis propios ojos. La Gran Inquisidora no podría distinguir entre magia oscura y artes místicas aunque la vida se le fuera en ello.
—Oh, bueno, pasa siéntate —dijo Potter incómodo pero con su gentileza habitual.
Me tragué mi orgullo Slytherin, que era decir bastante dándole la razón al sombrero seleccionador, y me senté entre Fred y George.
—Eh... —dijo Hermione un poco nerviosa—. Bueno... eh... hola
El grupo enfocó su mirada en ella, pero algunos ojos se posaban en Harry cada par de minutos.
—Bueno... em... saben por qué estamos aquí. Eh.., bueno, Harry tuvo la idea... Quiero decir... —Harry le había lanzado una mirada asesina—. Yo tuve la idea de que sería bueno si las personas que quisieran estudiar Defensa Contra las Artes Oscuras más a fondo, quiero decir, no el desperdicio que Umbridge está haciendo con nosotros... —de pronto la voz de Hermione se volvió más fuerte y segura —, porque nadie podría llamar a eso Defensa contra las Artes Oscuras... Bueno pensé que era bueno que le diéramos importancia por nosotros mismos.
Hizo una pausa, miró de reojo a Harry y siguió adelante.
—Y lo que quiero decir es que aprendamos a defendernos bien, no sólo en teoría. Sino haciendo los hechizos reales.
— ¿Quieres pasar tú defensa contra las artes oscuras, también...apuesto? —dijo Michael Corner, quién la miraba muy de cerca.
—Por supuesto que quiero —dijo Hermione—, pero más que eso..., Quiero estar debidamente entrenada en defensa porque... —tomó un gran respiro—, porque...porque Voldmort ha regresado.
La reacción fue inmediata y predecible. La amiga de Cho se tiró la cerveza encima, a Terry Boot le dio una especie de escalofrío, Padma Patil suspiro muy asustada. Absolutamente todos miraron a Harry posteriormente.
— ¿Y cuál es la prueba de que el señor oscuro regreso? —dijo el chico rubio de Hufflepuff.
Me crucé de piernas y cruce los brazos sobre mi pecho esperando lo inevitable. Un Harry enfadado.
—Si vinieron a escuchar exactamente cómo es cuando Voldemort mata a alguien, yo no puedo ayudarte —respondió Harry. Su temperamento estaba subiendo—. No quiero hablar de Cedric Diggory, ¿está bien? Así que si vinieron para eso, mejor...váyanse.
—Estás tratando de evadir la responsabilidad de mostrarnos esos hechizos —dijo Smith—. Bueno, todos hemos venido para aprender de él, y ahora nos está diciendo que realmente no puede hacer nada de eso.
—Eso no es lo que dijo —intervino Fred.
— ¿Te gustaría que limpiamos tus oídos por ti? —Continuó George tocando un instrumento largo de metal dentro de la bolsa de Zonko.
—O alguna parte de tu cuerpo... —agregó Fred amenazante.
El chico se alarmó de inmediato.
Empezaron a discutir sobre el lugar y la hora del próximo encuentro, cuando Fred se acercó a mí para decirme algo al oído.
—Apuesto que al sapo de Umbridge le daría un ataque si nos encontrara aquí conspirando contra el ministerio —murmuró sofocando una sonrisa.
Yo le devolví la sonrisa asintiendo. Cuando levanté la vista pude ver a Harry mirándome fijamente con un rostro indescifrable, en cuanto capté su mirada él desvío la suya. Giré los ojos sin poder evitarlo.
—Yo no estoy dentro —dijo Cho finalmente.
Todos se quedaron en silencio expectantes.
—Lo siento, Harry —continuó Chang—, pero no me siento segura con una serpiente aquí, no después de lo del año pasado.
Me sentí personalmente atacada. Mis mejillas se tiñeron de carmesí cuando una mirada furiosa se formó en mis ojos. Apreté los labios para contener mi lengua dentro.
—May es confiable... —intentó mediar Hermione pero la amiga de Cho la interrumpió.
—Vamos, chicos. Incluso ustedes lo saben, no la invitaron por una razón —puso sobre la mesa certeramente.
Me puse de pie. No me había dado cuenta lo patético qué debía estar luciendo allí.
—Tranquilas, Chang y... compañía —agregué al ni siquiera saber el apellido de su agregado—. Pueden continuar tranquilos en su charada, me voy —apreté el puño de rabia—. Soy una orgullosa Slytherin, no hay nada de malo en ello. Que sea una serpiente no significa que sea traidora o cualquier idea que te estés formando al decir cada diez minutos la casa donde vivo. Mi madre también fue una Slytherin y aun así fue fiel a Dumbledore hasta el último de sus días.
Abandoné la taberna con rapidez, me daba náuseas por la rabia contenida. Me había estado tratando como la peste sólo por mi casa, ¿acaso eran diferentes al Draco Malfoy que disfrutaba hacer diferencias por la condición de sangre? Incluso él me había aceptado siendo una pretenciosa y tonta «traidora de sangre», como me llamaba en ocasiones para molestar. Nadie más había querido contradecir a Chang, igualmente no esperaba que lo hicieran. Salí de Cabeza de Cerdo y decidí buscar a Draco en el pueblo para pasar el resto de la salida con él, no quería que se me amargara todo el día de descanso. Me retiré no sin antes entrar por la puerta trasera a saludar al tío Abeforth, no hacía falta, pero siempre me ilusionó volver a unir a la familia Dumbledore, sin embargo Abeforth Dumbledore compartía el mismo entusiasmo por aquello que el abuelo. Sin embargo, pese a su deseo no le tomé ningún rencor, le permitía a la familia ser desagradable si querían, después de todo, sólo dos personas podían darse cuenta de ese lujo.
Me encontré con Draco en Honeydukes, lo miré desde afuera a través del cristal, él estaba en compañía de Pansy Parkinson, Zabini y Nott, Goyle y Crabbe, pero todos ellos veían distraídos el lugar. Él me hizo una señal para que me acercara a donde estaba, sostenía una caja de dulces con una cubierta elegante que hacía parecer más que contenía alguna reliquia. Era de un color verde oscuro y de un tamaño aproximado a un ladrillo. Él parecía encantado de mostrármela.
—Hice un pedido especial de esta caja de chocolates, son los más ricos de todo el mundo mágico —me explicó.
Abrió el interior y me mostró un elegante diseño de apetitosos bombones de chocolate.
—Lucen bien —le admito.
Él me tendió la caja, yo la tomé por inercia.
—Son para ti —me dijo algo avergonzado.
Le miré con confusión.
—Por lo de aquel día en el bosque de Hogwarts, nos salvaste, ya lo sabes. Sólo tómalos, por favor —dijo ya bastante rojo.
Sonreí con ternura.
—Es un gran detalle, que espléndido, gracias.
Draco hizo un gesto restándole importancia. Nos reunimos con los demás que ya habían terminado de pagar sus compras y estaban fuera de la tienda.
Emprendimos el regreso hacia Hogwarts, se estaba haciendo tarde y el frío comenzaba a sentirse más, además que amenazaba con nevar. En el camino Pansy Parkinson me echaba algunas miradas pero no decía nada. Hasta ahora no había convivido con ella, también evitaba a Crabbe y Goyle, los únicos que estaban relativamente cerca eran Zabini y Nott.
—Escucha, May... —comenzó Draco—. Eres nueva en Slytherin, así que no sabes ciertas cosas, a diferencia de las demás casas, en Slytherin no nos damos la espalda, nos cuidamos y mantenemos un frente unido, al menos contra los demás —añadió con cuidado.
Suspiré.
—Al grano —le dije con fastidio.
—Lo que quiero decir, es que no puedes ir discutiendo con otros Slytherin por tu amistad con Potter y sus amigos, ¿entiendes? Al menos en los pasillos o las aulas —explicó—, si después quieres hechizar Slytherin en la sala común, puedes hacerlo, aunque tendría que reportarte y no te recomiendo enfrentárteles en grupo.
Hice una mueca pero sabía que tenía razón.
—Draco, voy a ser sincera, no me importa —dije seriamente—. Sé que los Gryffindor pueden llegar a ser insoportables y bobalicones para ustedes, pero no apruebo a los bullis.
Draco se vio extrañamente audido a aquello último, por lo que no continuó la conversación, incluso cuando llegamos a las mazmorras cada quien se fué a su habitación.
No quería enfrentar al trío dorado ni a ningún otro Gryffindor, por lo que los días siguientes al fin de semana la pasé escabulléndome de ellos y refugiándome con los Slytherin. Para mi sorpresa, Daphne Greengrass era una chica muy amable y accesible para conversar cuando quería escapar de Hermione en la biblioteca. Y Draco comenzó a ser mi escudo cuando Harry o los Weasley amenazaban con acercarse.
Si bien Hermione había tratado de hablar por mí, estaba segura que la idea de todo aquello había sido de ella, y no me había enviado una invitación igualmente. Aunque inevitablemente alguna vez tendría que hacer las paces con ellos, tiempos difíciles se acercaban y Harry estaría en un verdadero peligro frente a Voldemort. Podría estar enojada hasta la muerte ahora mismo, pero no dejaría que le pasara nada.
— ¿Vamos a cenar? —preguntó Draco dejando su libro de lado.
Yo cerré mi pesado tomo de Ministerio Mágico, formas de gobierno del mundo de los magos y brujas por Janis Doreen.
—Claro —respondí al instante.
Caminamos juntos al comedor, junto a Pansy, Crabbe y Goyle. Yo no les era especialmente agradables a los últimos tres pero con agradarle a Draco estaba del otro lado. No entendía completamente la forma de vivir de los Slytherin pero la respetaba, hasta ahora nadie me había molestado realmente, incluso me sentía bienvenida y en casa, pese a ser amiga abiertamente de los Gryffindor. Dentro de mí me preguntaba cómo sería todo aquello si se supiera que era una Dumbledore.
Al entrar al comedor pasé la mirada por las demás mesas, especialmente en Gryffindor, allí estaban ya todos mis amigos cenando tranquilamente. Hermione fue la primera en encontrar mi mirada, le dio un codazo a Harry que se moró unos segundos en captar el mensaje de su amiga. Él encontró mi mirada lentamente. Poseía unos ojos enormes como de cervatillo a punto de ser cazado.
— ¿Qué haces ahí parado, Barcy? —preguntó Draco desde su asiento.
Alargó una mano y me jaló suavemente a sentarse, siendo el movimiento que necesitaba para romper la conexión de miradas con Harry. Incluso después pude sentir aún la mirada de Harry sobre mí durante un largo tiempo pero me concentré en el delicioso pavo al horno con puré de patatas que tenía servido en mi plato.
Draco charlaba animadamente con Crabbe y Goyle mientras Pansy cotilleaba con Millicent Bulstrode. Yo seguí cenando sólo escuchándolos conversar.
—Definitivamente Krum está dándolo toda esta temporada —añadió Goyle a la conversación.
Me perdí cuando comenzaron a hablar de quiddintch, nunca me habían interesado los deportes. En su lugar concentré mi distracción en mirar a Harry cenar con un aire pasible mientras Hermione y Ron se siseaban furiosamente.
—Tengo que terminar una tarea que olvidé —le susurré a Draco a mi lado—. Nos vemos más tarde.
Draco asintió son poner mucha atención por su apasionada conversación de quiddintch. Así que salí en silencio hacia la biblioteca. Yo no era un ratón de biblioteca como lo sería Hermione pero podríamos decir que era un ratoncito. Estaba desierta la biblioteca a esa hora porque todos se encontraban en el banquete, por lo que pude mirar los estantes sin preocupaciones ni distracciones. Me perdí en la zona de romance mágico, era un gusto culposo privado.
Me senté en la mesa más alejada de toda la biblioteca y me acomodé lista para leer hasta que me echaran de la biblioteca, era una sensación distinta leer en mi habitación que hacerlo en la biblioteca. Eran pensamientos muy al estilo Hermione Granger, por lo que mejor concentré el hilo de pensamientos en lo que leía.
Era un tomo de literatura romántica clásica de Ollie McCartney sobre una mujer joven bruja que se enamora de un hombre lobo solitario del que no debe enamorarse por los prejuicios sociales. Todo muy triste, dramático, trágico y romántico con la mezcla perfecta. Sonreí cuando leí el final.
La joven bruja le sonríe al hombre.
— ¿Te gustaría quedarte a cenar? —preguntó tomando su mano para acompañarlo al interior del hogar.
El hombre le correspondió con un gesto alegre.
—Después de esto me quedaría por siempre, mujer.
Suspiré expirando toda la emoción contenida. No me había dado cuenta cuánto tiempo había estado leyendo, aunque no era realmente un libro mayor a 150 páginas. Levanté la vista cansada lista para retirarme hacia las mazmorras cuando me encontré con la curiosa mirada de Harry observándome. Encontrármelo de repente me hizo saltar levemente en mi lugar.
—No quise interrumpir cuando llegué, después ya no supe qué hacer —explicó con vergüenza.
— ¿Desde cuándo estás aquí? —pregunté con voz ahogada.
Yo era consciente de las caras aterradoras y vergonzosas qué hacía mientras leía con emoción. Harry se sonrojó con la pregunta.
—Estabas en la página 50 —admitió avergonzado.
Me mordí el labio sin saber qué decirle.
— ¿Necesitabas algo? —pregunté tras unos segundos de silencio.
Harry asintió.
—Tenemos una charla pendiente —respondió cruzando sus brazos contra su pecho haciendo saltar sus músculos qué iban apareciendo conforme a la edad.
Tragué duro. Asentí animándolo a hablar.
—May... —susspiró—. Te queremos, Hermione, Ron, los gemelos... yo también... —añadió inseguro—. Esto es sobre lo que pasó en Cabeza de Cerdo.
Asentí comprendiendo.
—Está bien, Harry —le interrumpí—. Entendiendo su posición, que estár en Slytherin cambia muchas las cosas.
Harry asintió.
—Sólo intentábamos protegerte, May —confesó dejándome en silencio—. En Slytherin pueden ser muy crueles. No queríamos que por relacionarte con nosotros te segregaran, no quería que fueras acosada en tu propia casa.
Le sonreí tímidamente.
—Harry, no tienes que preocuparte por esas cosas, no me importa lo que digan en Slytherin —le dije poniendo mi mano amistosamente sobre la suya.
Harry se vio muy acalorado de repente.
—Claro, ya sé que eres muy fuerte y todo eso, muy buena en maleficios dicen los Ravenclaw —dijo al azár—. Yo también soy bueno en defensa, pero no tanto, creo que sé sólo algunas cosas, tal vez debería aprender un poco más antes de decirlo tan a la ligera —terminó atropellándose con sus propias palabras.
Le sonreí con todo el encanto del que fui capaz.
—Creo que sí —dije en voz baja—. Vamos a dormir, casi es toque de queda —sugerí poniéndome en pie.
Salimos de la biblioteca, me giré hacia Harry para despedirme pero él ya me miraba.
—Te acompañaré a las mazmorras, después iré a mi sala común —me dijo.
Asentí encantada de tener su compañía nuevamente. Todo el camino conversamos sobre tonterías y cosas graciosas que pasaban en nuestras casas. Hablar con Harry siempre me había resultado fácil, era un chico sencillo y suave para decirle cualquier cosa.
—Entonces... —comenzó Harry—, ¿quieres seguir en el ED?
Asentí con firmeza.
—Umbridge es un peligro para Hogwarts y también es importante que entrenemos al mayor número posible de estudiantes —expliqué ensombrecida—. Vienen temporadas muy oscuras en el mundo mágico, es mejor estar preparado.
Harry me miró con detenimiento.
—Tenía algunas dudas sobre la idea de Hermione, todo esto del ED —hizo un gesto a cubrir el lugar—. Pero creo que tenía razón, hasta tú lo crees.
Extendió su palma hacia mí, por un momento me congelé hasta que reparé en el galeón de oro en el centro de su mano.
—Te avisará cuando debamos vernos para el entrenamiento —me aclaró ante mi confusión.
Lo tomé y guardé de inmediato.
—También estará Ravenclaw, ¿no? —Pregunté con una falsa diversión.
Harry a mi lado se tensó pero asintió.
—Escucha, tal vez podrías llevarte un poco...
—Detente ahí —le advertí—. Voy a tomar esos entrenamientos con Chang, pero no quiero ni siquiera mirarla a la cara.
Harry parecía intentar disuadirme cuando quería comenzar a hablar de nuevo. Por algún motivo recordar las palabras de Chang me hizo volver a rabiar.
—Escucha, Harry, detesto a Chang. Así que no me vengas con sentimentalismos y mierda Gryffindor ahora —lo condicioné—. Hasta aquí está bien, gracias por acompañarme. Buenas noches.
Dejé ahí parado a Harry y me apresuré hasta las puertas de la mazmorra. Fue incluso doloroso despedirme de él pero me encontraba muy enojada.
Por la mañana las clases iniciaron con normalidad. Un poco de aburrimiento en Historia de la Mágica, muchas risas Slytherin a costa de Neville que Draco comenzó pero yo terminé. Algo relacionado con su abuela y Snape, pero no pude entenderlo bien. Parecía algo que sucedió antes de que yo llegara.
—Debes dejar en paz a Neville —le siseé a Draco.
Conocía poco a Neville Longbottom, solo lo necesario como a los demás Gryffindor, pero podía ver en él un buen chico como lo era Harry. Draco puso los ojos en blanco.
—He dejado de hablarle a San Potter y sus amigos, ¿ahora también Longbottom? —preguntó con tono cansino.
Le miré ofendido.
—Sí.
Draco bufó.
—Te juro que no te entiendo, Barcy —dijo exasperado—. Iré a la sala común a recoger unos libros —me informó tomando otro pasillo.
Yo tomé la ruta a la biblioteca, teníamos un espacio entre clases para hacer lo que queramos, así que tomé el tiempo para ir a la biblioteca a buscar algunos títulos para leer por la noche. Me apetecía algo como enemigos a amantes. Entre los estantes observé a Hermione mirándome desde su mesa. Me había reconciliado con Harry pero no con Hermione, aunque a este punto ya no estaba molesta por nada, incluso sentí que podía llegar a deberle una disculpa. Tomé un libro al azár y lo llevé conmigo a la mesa de Hermione.
— ¿Puedo estudiar contigo? —pregunté tímidamente.
Hermione demoró unos momentos en levantar la vista de su libro y dirigirla hacia mí. Sólo asintió con un gesto y volvió a su lectura. Tomé asiento frente a ella y comenzó a hojear distraídamente mientras juntaba coraje para disculparme.
—Escucha, May —comenzó ella sorprendiéndome—. Harry, Ron, los gemelos y yo nos sentimos muy apenados de no haberte extendido una invitación a ya sabes qué —bajó la voz—. Creo que Harry ya te explicó de manera general lo que pasó y los motivos que tuvimos para no...
Eleve una mano en el aire.
—No es necesario, Hermione. Está olvidado —le dije sinceramente—. Lamento haberlos estado evitando también.
Hermione sonrió.
—Te escabullías hasta de Fred y George —añadió con una sonrisa.
Le sonreí de vuelta.
—Y fue muy difícil, sólo Draco podía ahuyentarlos —admití en una risa.
Hermione me miró con ojos cómplices.
—Así que Draco Malfoy... —dejó la insinuación en el aire.
Me reí con humor.
—No, Granger, no vayas por ese camino —le advertí en broma—. Draco es un buen compañero, aunque apenas me tolera.
Hermione me dedicó una mirada incrédula.
—Draco Malfoy ha aprovechado cada oportunidad desde el primer año para torturar a otros estudiantes, en especial nosotros —lelevó las cejas—. Y ahora me dices que ha dejado de hacerlo de repente cuando llegaste y pretendo decirme que es una coincidencia o por la bondad de su corazón.
Hermione era demasiado aguada para mi gusto.
—Tal vez le agrado como su mascota —bromeé.
Hermione sofocó una carcajada.
Bueno, todo había terminado bien.
Ese pequeño pusilánime
A veces me pregunto si el universo conspira contra mí o si sólo soy una muñeca muy torpe con enormes pies que no saben cumplir su única función. Iba retrasadísima a clase de transformaciones, con un calcetín disparejo al otro, por la evidente prisa ni siquiera pude gastar otros cinco minutos buscando el par.
—Corre más rápido —dijo Draco mientras se reía de mi—. Pareces una niña.
—Soy una niña —dije yo molesta—. ¿Qué con tu mierda sexista?
Él me llevaba de la mano arrastrándome por los pasillos de Hogwarts, pero no lo hacía tiernamente como un hermano mayor, era este pequeño demonio que me jalaba violentamente por diversión, entonces sentí un golpe seco en mi frente y caí hacia atrás. Un bulto pesado se sernía sobre de mi. Gemí de dolor.
—Lo siento mucho, en serio —dijo una voz conocida y con una dulzura y amabilidad que me enfermaba.
— ¿Lo sientes? ¿Acaso eres estúpido y no miras más allá de tus narices? —pregunté sumamente molesto.
Levanté la mirada, vi ojos color esmeralda y mi cara se volvió totalmente roja.
— ¡Harry! —le reconocí—. Está bien, no te preocupes —dije avergonzada por mi arrebato de furia.
Por Circe, le acababa de gritar al chico más amable en la faz de la tierra.
—Y el león domó a la serpiente, ¿o era al revés? —dijo Draco queriendo molestar
—Cállate, Draco —dije irritada y muy avergonzada por su comentario—. Mejor ayúdenme a ponerme en pie.
Draco me ignoró totalmente y aprovechó la oportunidad de coquetear con Potter.
—Debes tener más cuidado, Potter, no eres el único estudiante en Hogwarts, aunque tu ego haga parecer que sí —le dijo Draco con desdén.
Harry lo ignoró y se levantó. Me tendió una mano para levantarme, pero al hacerlo sentí un dolor intenso en mi tobillo, que si no hubiera sido por que ellos estaban ahí me hubiera ido de bruces hacia atrás, ellos me tomaron de los brazos y me sostuvieron por el hombro uno a cada lado.
—Chicos trabajan en equipo juntos una vez en sus vidas y llévenme a la enfermería —dije suplicante.
Seguro que me había roto algo. Ambos accedieron no muy convencidos con mi petición. Pero cedieron por la culpa. Que escena más extraña para los estudiantes de Hogwarts, Draco y Harry cargando a una chica que gruñe a cada paso, siendo ambos la mayor némesis en toda la escuela. Después de unos minutos llegamos a la enfermería de madame Pomfrey, donde Harry me recostó en una cama mientras Draco iba en busca de Madame Pomfrey.
—Y... no fue tan malo ¿cierto? —pregunté.
— ¿Qué?
—Traerme hasta aquí con ayuda de Draco —dije con obviedad sudando por el dolor.
—Oh, no empiezas con eso, nunca será amigo de Malfoy, es como si Cho y tú... —lo interrumpí.
—Sí, sí, ya entendí no me amargues el día —dije cambiando de tema—, pero, ¿no te gustaría que Hogwarts fuera una sola escuela sin que dijeran soy de Slytherin no puedo tener amigos Gryffindor? Yo soy la prueba viviente de esto, soy Slytherin y soy tu amiga ¿no? —pregunté.
—Eso es distinto —desvió la mirada.
— ¿Por qué es distinto? ¿Soy una abominación horrible que no encaja en el molde Slytherin? —pregunté curiosa.
—Tú eres diferente —espetó—, y eres demasiado bonita para eso —añadió él—. Es decir, eso lo dicen en Gryffindor algunos chicos... no es que yo no crea que seas bonita...
Al instante se dio cuenta de lo que había dicho y se puso rojo al igual que yo, afortunadamente llego Draco con Madame Pomfrey.
—Niña, ¿cómo te hiciste esto? —preguntó ella al ver mi tobillo hinchado, rojo y punzante.
—Yo... —balbucee, no le iba a decir que Harry me había tirado, conociéndola le gritaría o algo parecido—, me resbalé —dije adolorida.
Draco y Harry me lanzaron una mirada nerviosa, tal vez me veía mal.
—Pues debes tener más cuidado porque esto es serio, mira —toco el tobillo hinchado.
Sollocé del dolor.
—Deja de quejarte, lo que deberías hacer es tener más cuidado con donde pones los pies —dijo ella irritada, eso no es raro ella siempre esta irritada.
Después de hacerme sufrir por 20 minutos pronunció un hechizo y mi tobillo estaba vendado pero aún dolía un poco y cojeaba.
—Chicos tendrán que ayudarla a llegar a sus clases —dijo madame Pomfrey—. Es muy importante que no falte hoy pues se acercan los requisitos, les daré un permiso especial para que uno de ellos te acompañe en tus clases. Ahora vuelvo.
Salió de la sala rumbo a su oficina.
—A mí ni me mires —dijo Draco lavandose las manos figurativamente —. Que te acompañe San Potter, él fue quien te tiró al suelo.
—Sí, el Hurón tiene razón, fue mi culpa —dijo Harry
—No nada de eso, me acompañarán los dos. Tú, Harry —dije señalándolo—, tomarás el permiso y tú, Draco —dije viendo a éste—, también me acompañarás a mis clases porque tú me sujetabas como un maldito demonio cuando todo esto sucedió. Además, tomas todas las clases conmigo. Y al final, me llevarás hasta la sala común ya mi habitación, ¿entendido?
—Nena, si quieres que te lleve a tu habitación, sólo pídelo, no era necesario todo este escenario—dijo entre dientes pícaramente.
Harry se puso un poco irritado por el comentario.
—Draco... —dijo a modo de reprenderlo.
—Como mar, vámonos de aquí, princesa—dijo Draco caminando al frente como una especie de líder.
Durante el resto de las clases los chicos me acompañaron y déjenme reconocer que realmente me sorprendieron mucho, casi no pelearon y si Draco quería empezar a pelear Harry solo lo ignoraba. Fueron todo un espectáculo durante el día, digno de recordar. Más allá de miradas asesinas y cansinas, al final ambos estaban demasiado agotados para pelear. Incluso lo profesores estuvieron asombrados de que Harry y Draco pudieran estar tan cerca sin provocar una nueva guerra mágica.
—Creo que puedes regresar a tu sala común, Harry, Draco me acompañará a la sala común. Gracias por acompañarme a todas mis clases, realmente lo aprecio —hablé hacia Harry, quien ya lucía vencido.
Toqué su hombro con mi palma en señal de cariño y aprecio. Él respiró pesadamente, creí en ese momento que tal vez no le gustaba que lo tocaran, entonces retrocedió el toque.
—De nada y recuerda que es mi culpa que tu tobillo esté así —dijo el quitándole importancia a mi agradecimiento.
—Bueno, ya casi no me duele —respondí yo con una sonrisa boba.
Todos guardamos silencio, ya no había nada más qué decir.
—Bien, san Potter, ¿no tienes a otro lugar a donde ir? ¿Alguien más a quien lesionar? —preguntó Draco con desdén—. Vámonos, May —me dijo en voz baja mientras me jalaba nuevamente de la mano, este chico no aprende de los errores.
Asentí alejándome pero giré el rostro para ver a Harry que me miraba también.
—Adiós, Harry —dije desde lejos y él me correspondió con un "Adiós" que apenas alcancé a escuchar.
Ya casi era hora de partir al bosque prohibido, iríamos en parejas hacia la cabaña del bosque para la reunión del ED, por la mayor seguridad de todos. Esperaba realmente que todo saliera bien, ya que había sido mi idea la localización de las reuniones, y si algo salía mal me sentiría responsable. Lo gracioso de todo esto es que los chicos se aseguraron de que no me tocara ir en pareja con Cho Chang, no querían ver arder Troya de nuevo.
—Hola, Hermione, ¿qué tal va todo? —pregunté mirando a la castaña abarrotada por una inmensa torre de libros que apenas dejaba asomar su maraña de cabello.
—Hola, May, ya estoy terminando aquí —dijo ella manoteando libros que estaban puestos desordenadamente sobre la mesa y ella trataba de juntar para llevarlos al depósito de libros.
Hermione era mi pareja para ir a la reunión.
—Bien, pues vamos —dije ayudándole a recoger el desastre, con esa cantidad de libros, a ese paso nunca saldríamos de la biblioteca.
Levantamos todo y nos pusimos en marcha. Hermione se notaba un tanto inquieta y supuse que era por estar infringiendo las reglas, pero al poco rato ella carraspeo y comenzó a hablar casualmente.
— Oye —dijo con suspicacia—, ¿sabes lo que se rumorea en Gryffindor? —me preguntó queriendo mantener un tono desinteresado.
No comenté nada de su fracaso de sonar indiferente, sólo hice una nota mental de lo mala que era para eso.
—No, ¿cómo podría yo saberlo? —pregunté riendo, ¿cómo iba a saber algo así si yo era de Slytherin?
Ella se sintió incómoda pero retomó el rumbo.
—Bueno, se dice que sales con Malfoy en secreto, ¿sabes? No tendría nada de malo —soltó como una bomba, el comentario me sorprendió tanto que solté una carcajada que me hizo taparme la boca.
— ¿Qué? ¿En serio dicen eso? —yo reí de nuevo—, ¿y tú qué crees? ¿Crees que es cierto? —quise saber qué tanto me conoció mi amiga.
Ella frunció el ceño como pensando a toda velocidad.
—Pues no sé qué pensar —hizo una pausa—, no te enfades pero te conozco hace poco, no sé que pasa por tu mente, por lógica supuse que no era cierto porque no tendría sentido que tú que apoyas totalmente a la Orden salgas con un hijo de un mortifago pero los he visto siempre juntos, él no se separa de ti últimamente —bajó la voz mientras me echába una mirada.
Yo me mantengo imperturbable.
—Bueno, los hijos no son definidos por la conducta de los padres —le señalé con cuidado—. Sin embargo, Draco y yo somos muy buenos amigos y si mi amistad le ayuda a cambiar algunos aspectos no veo el problema, nadie de la Orden se ha mostrado inquieto por nuestra amistad. Creo que ha estas alturas el profesor Dumbledore debe estar al tanto, no se le escapará nada.
Ella estuvo poco convencida pero después agregó en tono confiado:
—Además, te gusta Harry, ¿no? —agregó muy por lo bajo.
En vez de reírme, muy acorde a mí, me ahogué con mi propia saliva. Negué muy poco natural.
—No, no, somos también amigos, muy buenos amigos —me disculpé.
Ella ascendió sin tragarsela, pero no insistió. Cuando llegamos a la vieja y destartalado cabaña todos estaban ahí, los últimos en llegar fueron los gemelos Weasley que se sentaron uno a cada lado de mí, perfecto voy a estar roja de la risa todo el tiempo. Después de unos minutos Harry comenzó a dar su primera clase del Ejército de Dumbledore -oh, qué bien se siente decir eso- y más porque yo soy parte de ello, es como un pequeño"gracias"al abuelo por lo bueno que ha sido conmigo . Hermione decidió que lo más prudente sería enseñarnos a hacer hechizos defensores en esta clase y que en la próxima clase veríamos el encantamientoPatronusy para motivarnos a Harry nos enseñó el suyo, un hermoso ciervo blanco.
A la hora de partir, regresó a Hogwarts con Fred y George, ellos me dejaron en la puerta gruesa hecha de hierro de las mazmorras de la casa Slytherin, despidiéndose con un abrazo rápido. Al entrar a las mazmorras algunos Slytherin me miraron con gesto agrio. Entre esos estaban Crabbe y Goyle, junto a Pansy, los tres descansaban tranquilamente en los sofás verdes de cuero. Estaba casi segura de que ella y Draco tenían algo, no entendía por qué todos los chismes eran dirigidos a mí.
—No sé por qué Draco insiste en que la dejemos en paz, es que mírenla trata con traidores de sangre, sangres sucias y apuesto que también con despreciables muggles —Crabbe les dijo a sus acompañantes en un susurro, pero usa un tono lo suficientemente alto como para que yo la escuchara—. Tampoco sé cómo pudo quedar en Slytherin, hasta estoy seguro que no es sangre pura, debe de ser una de esas despreciable sangre sucia como Granger.
Pansy lo escuchaba con fastidio pero podía ver una mirada de fuego detrás de ese desinterés.
—Se ve bastante idiota con la mano extendida hacia el techo durante las clases, sería divertido que alguien le lanzara un hechizo para que se quedara así de por vida —estuvo deacuerdo Goyle como si hubiera dicho un gran chiste, los demás también corearon su risa .
Yo no cabía en mí del enojo que sentía, fácilmente pude romperme los dientes de lo mucho que los estaba apretando, pero siempre me detenía de armar peleas en mi casa, ya que ellos eran multitud. Estaba a punto de gritarle todo lo que pensaba de ellos. Pero entonces se escuchó un golpe en dirección de la puerta de la mazmorra, el chico parado ahí había escuchado todo, pensé que diría algo, cualquier cosa, que tan siquiera dijera algo, pero solo me miró y desvió la mirada hacia otro lado para después Seguir caminando con sus fríos e inexpresivos ojos, Draco Malfoy me había ignorado.
Pansy hizo un puchero.
—Creo que la protección se acabó —dijo Pansy con una chispa de burla.
Volví de ver el camino por donde se fue Draco y giré a ver aquellos tres payasos, me observaban espectantes por lo que tenía que decir, parecían estar esperando un espectáculo una vez que explotara. Relajé el rostro y coloqué la máscara que ellos me habían enseñado a perfeccionar.
—Que graciosos, ¿cuánto les tomó pensar en ese chiste tan idiota sobre Hermione? —dije con una calma peligrosa. Los observé con cuidado y continué después de un momento—. Lo diré una vez, serpientes, vuelven a abrir la boca para hablar sobre mí o mis amigos y lo prometo por mi vida, que sus piernas no serán suficientes para correr, ninguno de sus colegitas va a metro las manos por ustedes, los principales brabucones. de Slytherin, y van conocer lo que es tener miedo.
Ellos parecían indignados, por supuesto, los que tenían dos dedos de frente no profirieron ningún sonido.
—No sé quién te crees pero pertenezco a una familia muy poderosa en la sociedad mágica —balbuseó Tracey Davis, quien estaba sentada junto a Pansy.
—No creo que los apellidos y conexiones te sirvan de mucho cuando te ponga las manos encima —antes de irme, los miré de perfil—. Recuerda que hay una razón por la que soy la única serpiente con una habitación solitaria y la más espaciosa de todas.
Me alejé rápidamente antes de que empezara a despotricar de coraje. Aunque me contuve de decirle todo lo que quería. Como siempre hacia ante esos problemas, empuja la situación atrás en mi mente. Después de algunas horas de estar haciendo deberes y estudiando, me di por vencida, ni una tonelada de libros me calmaría. Mi pequeño Elvis se acurrucó en mi regazo, así que no me moví las siguientes dos horas.
La Navidad llegó y con ella la última clase del ED de la temporada. Dobby, un elfo muy amable y amistoso amigo de Harry adornó la cabaña donde estábamos tomando clases con pinos navideños con el rostro de Harry y una gran pancarta que decía "Feliz Harry Navidades", ¿éramos dos los admiradores más grandes de Harry o qué?
Con las navidades vinieron las vacaciones, en todo ese tiempo no me habló con Draco en lo más mínimo. En su lugar me adentré en los libros para olvidar mi soledad. Mi habitación era mi refugio y mi zona de confort. Aunque Harry, Hermione y los Weasley fueron a Grimmauld Place por Navidad, yo me quedé en el castillo para pasar una noche buena con el abuelo.
Me encargué de enviar regalos y tarjetas a todos. A Hermione una edición especial del libroCacería de mujeres brujasporVirginia Woolf,claro, obra que sólo se publicó para el mundo mágico. A Ron una jugadora del equipo búlgaro que le gustaba, al menos eso dijo Hermione. A los gemelos Weasley les di un par de gemelos (mancuernillas) a cada uno, para sus trajes, estaba segura que los necesitarían cuando se graduaran para sus túnicas de gala y ellos no podrían permitirselo al ser piezas finas. Y a Harry una pequeña reserva de pociones, él estaba pasando por un mal momento, así que le había pedido a Draco (cuando aún hablabamos) que me enseñara a hacer pociones de sueño sin sueños y tranquilizadores. Y por supuesto, al abuelo le di chocolates, la misma marca que Draco me había obsequiado, eran bastante deliciosos.
Yo recibí una pecera con muchos pequeños peces de colores que amaneció en mi habitación el día de Navidad, cortesía del abuelo Dumbledore. Hermione envió un collar para gato, supongo que compartíamos el gusto con los felinos. La señora Weasley envió un suéter de lana verde con la letra M. Harry me obsequió una gabardina para el invierno, una pieza de tela fina de color negro con pequeños arreglos en color verde. Sin embargo, llegó otro regalo sin nota ni firma, unos pequeños pendientes de plata fina en forma de gota con una piedra verde brillante.
Me miré el cabello enmarañado, ya estaba un poco más largo, el negro de mi tono disimulaba bien el día horrible de cabello que estaba teniendo. Como era día de descanso opté por jeans simples y un suéter enorme de lana verde cortesía de la señora Weasley. Salí de mi dormitorio para ver al abuelo, trataba de visitarlo de vez en cuando. Muchos estaban aún reunidos en la sala común, entre ellos Pansy, Draco y sus amigos. Era San Valentín, estaba sola y la vida apestaba.
— ¿Qué es lo que ven, tontos? —pregunté como una brabucona cuando se me quedaron mirando.
Ninguno me respondió y todos volvieron a sus asuntos. Pude ver como se crispaban las comisuras de los labios de Draco en una sonrisa sofocada rápidamente. Me dirigí al pasillo de la oficina del abuelo. Trataba de adivinar la contraseña de la gárgola de la oficina, pero no estaba teniendo éxito. Me encontré hablando sola con la gárgola diciendo palabras al azár.
— ¿Por qué le gritas a la gárgola? —preguntó a alguien.
—A ti qué te importa —respondí ruda y de mal humor.
Giré a fulminar con la mirada a quien quiera que me estuviera importunando. Y me topé con dos grandes ojos verdes sorprendidos. Por qué siempre acabo gritándole a Harry.
—Oh, hola, Harry. Yo... intento ir a hablar con el profesor Dumbledore.
—Sí, sólo que la gárgola que buscas es aquella —dijo apuntando la gárgola de continuo con un gesto divertido.
Se me caía la cara de vergüenza, me puse roja hasta las orejas.
—Gracias, Harry. Nos vemos... —dije intentando salir de ahí lo antes posible, pero se quedó en eso un intento.
—Espera... —me llamó en tono cortés para detener mi huída. Yo me detuve al instante y me volví hacia él—. En Gryffindor comentan algunas cosas... no soy mucho de creer en chismes y cosas por el estilo, por eso quería preguntártelo, si está bien para ti responder —agregó gentilmente.
Yo asentí de inmediato. Los Gryffindor tendían a ser cotillas.
—Dicen que Malfoy ya no es tu amigo, que el ayudó a las serpientes cuando... te estaban molestando, ¿es eso cierto? —preguntó cautelosamente.
Vacilé por un momento.
—Algo así... es todo muy complicado, ¿sabes? —respondí con duda—. Draco es bastante denso y complicado, pero creo que es un buen chico. Con suerte, tal vez se arregle todo —me encontré justificandolo.
Él ascendió con pena. Me contempló con ojos amables y un gesto dulce.
—Feliz San Valentín —me deseó con una tímida sonrisa que apenas elevó sus labios.
Le sonreí, más por compromiso, porque me había quedado tiesa.
—Gracias, lo mismo para ti, espero que tengas una buena cita hoy —le deseé de dientes para afuera.
Él negó con calma.
—No planeo tener citas hoy —admitió—. ¿Tú... tuviste suerte?
Le miré confundido por su pregunta. Él se rió por lo bajo encantadoramente.
—Suerte consiguiendo una cita... —aclaró ante mi mirada confundida.
Negué.
—Tampoco está en mis aviones —admití con vergüenza.
Él suena con timidez. Sacó una pequeña caja de su bolicillo, una caja de terciopelo rojo sangre con un logo de tienda grabado en la tapa. Era pequeña y elegante. Él se veía bastante indeciso cuando habló:
—Vi esto en el Hogsmeaden, creí que tal vez a ti podría gustarte, eh... compré algunos regalos para los chicos, a nadie le gustaron sus regalos —dijo mientras pasaba una mano por su cabello—, así que está bien si no es de tu gusto.
Observe la caja pequeña en su mano pálida y grande, el tono rojo resaltaba escandalosamente.
— ¿Es para mí? —pregunté escéptica.
Él se mostró inseguro. Sin embargo, no me entregaba la caja, estaba aferrado a ella como si la vida se le fuera en ello, como si allí estuviera su más grande secreto.
— ¿Puedo ver su interior? —pregunté sintiendo todo fuera de lugar.
Él estaba sonrojado y nervioso, abrió la caja y me mostró su interior entregándomela. La tomé con delicadeza y miré el contenido. Un collar bastante delgado, parecía una pieza bastante fina y delicada, un color plata con una piedra sencilla y elegante del color de la casa Slytherin, un verde como los ojos esmeraldas de Harry. Yo no era experta en joyas pero aquello se veía bastante costoso. No parecía algo que conseguirías en Hogsmeaden.
—Vaya, es un gran regalo, Harry —dije sin palabras—. Es realmente hermoso.
—Es verde por tu casa, Slytherin —me explicó—. Dijiste que tu madre también fue a Slytherin, supuse que estabas orgullosa de ello, tal vez eso te recuerde a ella —después agregó—. Por eso envié la capa de invierno con tonos verdes.
Sonreí conmovida. Sin embargo, una pieza tan fina como aquella no era fácil de conseguir, menos aún en Hogsmeaden.
— ¿Lo compraste en Hogsmeaden? —pregunté dubitativa elevando una ceja hacia él.
Arrepentidamente pareció muy interesado en los grabados de la gárgola a nuestro costado. Comenzó a manosearlas nerviosamente.
—Bueno, tal vez pude haberle pedido a Sirius que enviara por una compra rápida al Callejón Diagon —, admitió rojo como los emblemas de Gryffindor.
Yo me avergoncé un poco por no tener un regalo para él, así que tenía que actuar como si fuera el regalo más maravilloso de toda mi vida, no tenía que actuar demasiado. Me acerqué a él, se quedó pasmado un momento y no se movió del lugar, le di un abrazo que correspondió bastante tenso pero poco tiempo se relajó y me rodeo también con sus brazos, me tomó mi tiempo poder dejar ir esa sensación de suavidad y protección que había en sus brazos, sin contar el olor suave que siempre tuvo, como una brisa fresca en un bosque de pinos pegándote en el rostro.
—De verdad, me ha encantado. Lamento no haber preparado un presente, no tuve tiempo de comprarle nada a nadie —admití como una tonta enamorada.
—Está bien, no lo hice esperando nada. Pero en mi cumpleaños sí que espero un presente —casi dijo como amenaza pero dio una risa encantadora al final.
Me dio una palmada en la cabeza y se alejó en otra dirección. Lo ignoré, luché con todas mis fuerzas y aventé es ese sentimiento lejos de mí. Guardé la cajita en mi túnica, ya tendría tiempo de actuar como una boba enamorada cuando estuviera a solas. Por fin logré abrir la puerta hacia la oficina del abuelo. Corrí por las escaleras, entré sin tocar y lo encontré absorto en la lectura de sus preciados libros, aún recuerdo cuando se los mojé todos, fue graciosísimo, aunque él no pensó en lo mismo, menos aún cuando tuvo que realizar los encantamientos para secarlos. Fui bastante traviesa.
—Abuelo Albus, ¿otra vez leíste toda la noche? —pregunté mirándolo con fingido enojo.
Él levantó sus ojos hacia mí.
—Oh, a veces lo difícil es parar de leer, tú me entiendes, bien sabes que nos sucede a ambos lo mismo. A esta hora deberías estar en Hogsmeade, es sábado —dijo muy tranquilo con una sonrisa—. Te pedí que vinieras hasta mañana, ¿qué es lo que te tiene aquí, linda? ¿Acaso algún problema en Slytherin? —preguntó con cejas levantadas.
Me senté en un taburete frente a él.
— ¿Cómo te enteraste? —pregunté en un puchero.
—Tengo ojos en todos lados, deberías saberlo. Aunque la verdad es que Peeves tiene como afición el chisme. Ahora bien, respecto a tu contratiempo con el señor Malfoy... porque solo es eso un pequeño contratiempo, te aconsejo que arregle las cosas, ¿qué te parece? —me miró distraída y fugazmente para volver a su libro y su lectura.
Había un problema, por lo general era muy atento y cariñoso pero hoy estaba apartado y frío, estoy segura que algo le preocupaba pero me ama demasiado como para echarme de su oficina cuando sabe que estoy triste.
—Muy bien, abuelo, por ti, por ti arreglaré lo mejor que pueda las cosas con Draco —le sonreí reconfortadoramente mientras me levantaba teatralmente—. Nos vemos, te quiero —le dije mientras le formaba un corazón con las manos y lo miraba con un ojo a través de él y el otro cerrado.
Él dio una sonora carcajada y se despidió con un movimiento de mano.
—Me equivoqué al mimarte tanto... —seguía diciendo mientras no paraba su risa.
Siempre terminaba haciendo de payaso cuando estaba con el abuelo. Me agradaba distraerlo y que se riera a mi costa.
Estaba buscando al perdedor de Malfoy, probablemente a esta hora esté en el pueblo o con Pansy, estoy seguro de que no estaban haciendo nada bueno, al menos nada que Hogwarts aprobara. Tal vez estarían en la sala común, pero creí que debería estirar las piernas y pensar un poco, aún era temprano y podía ir a las tres escobas a tomar algo.
Decidí caminar desde Hogwarts hasta las tres escobas, el camino fue tranquilo y sin sorpresas pero al llegar, ¿de que me enteré? Harry y Chang tienen una cita. Genial. Notese el sarcasmo. Obviamente traté de disimular mi disgusto frente a los gemelos cuando me lo contaron pero no creo que lo haya hecho bien. Harry me había dado un regalo significativo para mí y yo me había hecho castillos en el aire, al final era sólo mi culpa, no de Harry que simplemente estaba siendo amable y buen chico. Aunque no podía pasar por alto el que hubiera declarado abiertamente que no tendría una cita.
—Gracias por el dato, como si me importara lo que esos dos hagan —dije finciendo desinterés, pero no creo que haya surtido efecto el disimulo—. Regresaré a casa, hace mucho frío.
— ¿Quieres que te acompañemos? —preguntó Fred.
—No, está bien. Quiero estar sola —dije declinando.
George pasó su bufanda roja por mi cuello haciéndole nudo. Le di una sonrisa agradecida.
—Está bien, si necesitas apoyo... —hizo una pausa buscando la palabra correcta— apoyo moral, ahí estaremos.
—Gracias, chicos. Ustedes son geniales, tipos muy geniales en verdad—les sonreí.
Ellos no soltaron ninguna broma, probablemente me veía demasiado abatida. Emprendí el camino de regreso a Hogwarts. No me avergoncé de ser la reina de la obvia con los gemelos respecto a mi enamoramiento con Harry, a estas alturas daba igual, iba a olvidarme de Potter y cualquier sentimiento adolescente estúpido que trajera en la mochila.
Cuando iba de regreso a Hogwarts un chico se unió a mí en medio camino, lo reconocí como Roger Davies, de la casa Ravenclaw, capitán y cazador del equipo de Quiddintch. Era un chico del último año, conocido en palabras textuales de algunos Slytherin por ser atractivo, un tipo alto y gallardo, de cabello oscuro y mirada afilada, para ser sincera sí era bastante atractivo.
—May Barcy, ¿verdad? De la casa Slytherin —se dirigió a mí.
Me pareció algo extraño que iniciara una conversación conmigo, ya que yo no llamaba demasiado la atención de otras personas, tenía más bien un perfil bajo, a no ser que me involucraría en chismes de citas con chicos populares como un Draco o algún Weasley. Además de que este chico formaba parte de ese círculo de personas que resaltaban al ser capitán del equipo de Quiddintch de su casa. No tenía idea de qué podía estar buscando al hablarme. Sin embargo conserva mi simpatía natural y le respondí:
— ¿Y tú eres...?
Él se sonrojó un poco haciendo ver su rostro más atractivo y simpático.
—Lo siento si parezco intrusivo, soy Roger, Roger Davies de la casa Ravenclaw —se presentó con una sonrisa cegadora.
—Oh, miembro del equipo de Quiddintch, ¿no? —yo hice la tonta.
—Capitán y cazador, para ser más específico —me corrigió.
El rey de la humildad, válido, no lo reprocho.
—Sólo quise saludar, ya que ambos estamos yendo sólos hacia Hogwarts —me explicó con una sonrisa amable.
Yo no respondí, sólo le sonreí plásticamente, no tenía humor para esto. Pero él siguió la conversación con habilidad.
— ¿Tu cita de San Valentín salió mal también? —me preguntó tímidamente—. Mi cita y la de otros conocidos también fue un desastre.
Ni siquiera recordaba el detalle de San Valentín hasta que Harry lo mencionó más temprano, si bien Hogwarts perdía la cabeza, Slytherin se mantenía bastante seco en el amor.
—No tuve una cita hoy —admití.
Él se vio satisfecho pero lo ocultó rápidamente.
—Supongo que no eres de las chicas que pierden la cabeza en San Valentín —intentó adularme. Elevé una ceja, parecía del tipo que te hacía cumplidos a costa de rebajar a otras chicas.
—Más bien los chicos no se acercan a mí, y no los deseo tanto como para ir por ellos —confesé sin ganas de entrar en un juego inteligente de intercambio de respuestas.
Sus ojos brillaron un segundo.
—Bueno, eres bastante intimidante, en realidad, tal vez se debe a eso —me dijo con calma.
Yo reí por primera vez en el día.
— ¿Yo? ¿Intimidante, Davies?
Él apareció en una sonrisa encantadora.
—Llamas la atención de los chicos de Ravenclaw, mi bateador Jason está loco por ti pero no se acercará jamás —sonrió con suficiencia como si fuese un logro el que él sí pudo hacerlo en aquel momento—. Dice que tienes un rostro de ángel pero sigue siendo una serpiente, y tu amigo Malfoy es más que suficiente para apartar a todo el mundo.
La mirada escéptica.
—Bueno, Draco tiene pinta de chico rudo pero no le importa mi vida romántica como para apartar chicos —le corregí.
Él asintió.
—Si tú lo dices —acordó conmigo—, sin embargo, das un aire de una chica bastante intocable, siempre tienes gente importante alrededor que parecen protegerte y evitar que otros se acerquen.
— ¿Por qué lo dices? Pareces haberme observado —le reprendí.
Él perdió un poco la confianza pero la recuperó de inmediato.
—Un poco, me gustan las chicas lindas y tú eres una —dijo con galantería que no me movió ni un cabello.
No perdí la compostura ante su comentario tan descarado.
— ¿Lo crees? No confiaría tanto en ello, no recibiría ni una sola tarjeta —desvié el tema pero él persistió.
—Ya te lo dije, intimida. Si no estás con la mejor alumna de la generación Granger, estás con el Elegido; de no ser ellos es Malfoy, uno de los veintiocho. También están los gemelos Weasley, tipos muy respetados aquí por lo geniales que son —después agregó cómplice—. Además que los dos tipos con los que tuviste rumores de citas serían capaces de intimidar a cualquiera.
Recordé que la gente en Hogwarts decía que salía con Fred y Draco, no al mismo tiempo, al menos. Decidí otorgársela a Roger Davies.
—Bueno, si lo ves así —fastidiada de aquello cambié el tema—. ¿Qué tal la temporada de Quiddintch?
Sus ojos volvieron a dar un brillo.
—Ravenclaw va a la cabeza, incluso mañana tenemos encuentro contra Gryffindor, deberías venir a ver.
Quise declinar su oferta, no me encantaba el quiddintch, sin embargo estaba molesta sin ninguna razón válida con Harry, y ya que el partido era contra su casa se me ocurrió asistir a animar a Ravenclaw.
—Claro, ¿por qué no?
A él pareció complacerle mi respuesta. En aquel momento arribamos a Hogwarts, entramos y nos despedimos para cada quien vaya a su respectiva casa. Esa noche el castillo de Hogwarts me resultó muy oscuro, sentí una breve inseguridad en mi misma y un sentimiento de soledad, véanme aquí; patético. Harry con Cho, Draco con Pansy, ¿puede ser peor? Pero lo único bueno es que -malvada pero sincera- la cita de Harry y Cho fue un completo horror, al menos eso dicen. Saqué la caja de joyería que pesaba kilos en mi túnica, lo estuve contemplando bastante rato, incluso si no era el regalo romántico que yo esperaba que fuera, Potter me lo había dado con el corazón en la mano, pensando en mí y mi madre, lo saqué de la caja y comencé a usarlo desde ese día.
Como prometí, acudí al partido de Ravenclaw vs. Gryffindor, me acomodé en la tribuna de Ravenclaw donde estaban otros Slytherin también, no fue nada sumamente sospechoso, aunque sí provocó unas cuantas miradas el que no estaban con mis adorados Gryffindor del otro lado. Incluso mis amigos me miraron con un gesto confundido, pero ignoré sus rostros de traición. Allí se encontraba Harry, me parecía raro que no estuviera en la tribuna de Ravenclaw donde estaba Cho jugando pero supuse que su espíritu deportivo le podía más. Él no estaba participando, Umbridge le había castigado por un enfrentamiento que tuvo, a él y los gemelos.
Davies miró a la tribuna que lo animaba y cruzó una mirada conmigo, me hizo un gesto de saludo que yo correspondí con educación. Aplaudía cuando los demás lo hacían pero realmente no entendía demasiado. El quidddintch, como había dejado claro anteriormente, no era lo mío. Así que sólo continué finciendo todo el partido que iba al ritmo de lo que sucedía. Sin embargo, sí que entendió el final. El buscador de Ravenclaw atrapó la Snitch dorada, no era tan agena como para entender que eso ponía fin al partido y dejaba como ganador a Ravenclaw. Sin embargo pasó algo más, tras el festejo inicial y vítoreo al buscador, éste pasó la Snitch dorada a su capitán de casa, Davies, quien le escuchó y le murmuró algo. Posteriormente, él sobrevoló hacia la tribuna de Ravenclaw con la Snitch aún en su mano, más específicamente hacia mí, y sin decir nada alargó su mano hacia mí entregándome la Snitch. Yo no era tan densa como para no entender ese gesto. Estaba coqueteando o cortando.
—Para ti, nos diste suerte —me dijo sonriendo ampliamente orgulloso de su triunfo.
Yo estaba bastante muda, no tenía experiencia en chicos, nunca había salido con nadie ni coqueteado. Sin embargo, él no esperaba una respuesta más allá que yo tomara la pequeña esfera dorada, así que se alejó de mí tras una sonrisa encantadora. Me quedé ahí, como estatua sin saber qué hacer con la Snitch. La gente al rededor se relajó por el espectáculo y las chicas parecían muy emocionadas.
Realmente yo no había tenido ningún problema con Dolores Umbridge, más allá de que conocía todas las absurdas normas que estaba poniendo sobre Hogwarts, pero conocía su comportamiento brabucon con las otras casas, sobre todo con niños jóvenes de Gryffindor. Pero yo estaba bajo el manto protector de Draco y la casa Slytherin, así que realmente a mi nunca me tocaba enfrentarmele directamente, pero comprendí que era de suma importancia que no seguiría en Hogwarts.
Aquel día habría una reunión del ED para entrenar, tendría que ver a Harry, ya habían pasado un par de meses de mi pelea con Draco y una semana de mi distanciamiento con Harry, él había escogido salir con Cho Chang, así que no quería interferir. Ni hacerme más daño por sentimientos unilaterales. Desde el día de su cita lo trataba como antes pero desde una distancia prudente, los gemelos Weasley lo notaron y habían estado presionando en la doble herida; por un lado Draco y por otro Harry.
Este último también lo ha notado y me ha estado preguntando sutilmente si tengo algún problema, sin embargo, podía sentir algo de molestia en su interior, aunque eso no le impidió animarme en el asunto de Draco. Pero lo que él no sabe es que al estar cerca de él empeoraba mi ansiedad y me dejaba inquieta. El abuelo Dumbledore también estaba preocupado, lo cual era desconsiderado de mi parte, él ya tenía suficientes problemas como para que aún cargara con los míos, así que cortando por lo sano reconsideré mi vida para hacer algo al respecto.
Para la reunión de esa noche tendría que arreglarmelas para escabullirme de mi casa sin que la estúpida Guardia Inquisidor, de la que formaba parte Draco, se diera cuenta. Agudicé mi oído tratando de no ser vista.
— ¿Qué es lo que haces aquí tan tarde? —escuché una voz sepulcral detrás de mí—, ¿eres tonta? ¿Acaso no sabes que los Slytherins planean hacerte una broma de mal gusto? —Preguntó un frío Draco.
—Yo... yo iba a... a... —titubeo.
No podía decirle que iba a una reunión organizada por Harry Potter.
— ¿Soy un…? —preguntó impaciente e irritado.
No hay modo, que salga lo que tenga que salir.
—Yo iba a hablar contigo —dije sin pensar.
—¿Conmigo? —le tembló la voz.
Ahora era mi turno de tartamudear.
—Si... yo... —suspire—, quería hablar de lo que pasa entre nosotros.
—Yo no tengo nada de qué hablar —dijo volviendo la actitud típica del.
—Claro que tenemos y lo sabes —dije tomando valor.
— ¿Eres sorda o tonta? No te entra en la cabezota que no hay nada que decir —dijo con un último intento de evadir la conversación.
Entonces me harté. Tomé valor de no sé dónde y lo puse en palabras. Le diría todo lo que pasara en mi mente y acabaría con eso.
—Muy bien, Malfoy, ¿y tú eres idiota? —pregunté. Lo tomé por sorpresa—. ¿Esto es lo que le haces a tus amigos? Te acercas a sus corazones, los haces tus cómplices y luego los deja de lado.
En el momento que lo miré de mis ojos brotaron lágrimas a borbotones. Había estado completamente sola por esas semanas, y Slytherin solo tenía un amigo; Draco, este me ignoraba y aunque tenía amigos en Gryffindor no me acercaba por no ver a Harry. Solo en este momento me dí cuenta de cuánto -me agradara o no- necesitaba a Draco y él también lo notó. Se acercó lento y cauteloso, tomo mis hombros y me acerco a él y me abrazó, dio pequeños masajes con su mano en mi espalda tratando de tranquilizarme.
—Lo siento, May. Perdón, a veces soy un total cabrón —dijo alejándose un poco—. Intentaré explicártelo, pero tranquila, no me gusta verte así; mi padre se dio cuenta, me envió una carta por medio de una lechuza diciéndome que se había entrado de mi relación cercana con una chica que manchaba el nombre de la casa Slytherin y me obligó a alejarme de ti, me amenazó con que si no lo hacia el dañaría a alguien cercano a mí.
— ¿A tu madre? —pregunte horrorizada.
—No, mi madre le patearia el trasero primero —murmuró cambiando el gesto por un segundo pero finalmente dijo—, a mi perro.
¿Qué? ¿Draco tiene un perro? ¿Algo bronceado muggle?
— ¿Tienes un perro? —pregunte casi sin creerlo.
Él me miró receloso pero finalmente respondió:
—Sí —dijo avergonzado—, cuando sepa que volvimos a ser amigos él lo enviará lejos y jamás lo volveré a ver —dijo con una expresión que jamás había visto en él.
—¿Volver a ser amigos?
—Por supuesto. Aunque me encantaría encontrar la manera en que mi amigo estuviera a salvo.
Ahora lo entendía.
—A tu mascota no le pasará nada —dije tratando de reconfortarlo.
— ¿Cómo puedes estar tan seguro? —preguntó esperanzado, esperando una solución.
—Podemos hacer algo al respecto, pero tendrás que mantener la mente abierta y confiar en mí —pero después agregué—. Y en ellos.
Draco me miró dudoso. Con este contratiempo ya no podría asistir a la reunión, mañana le explicaría a Hermione de mi situación y de las circunstancias atenuantes. Sólo me despedí de mi serpiente favorita y me fui a mi habitación para poder planear una estrategia. Aunque estaba cansada dudo que hubiera podido dormir con toda esta euforia por todo lo que paso con Draco y mi momento donde me volvió un desastre humedo y sollozante.
En la mañana muy temprano me dirigí a la biblioteca para buscar a la única que estaba ahí en un perfecto domingo por la mañana, a la gran y magnífica Hermione Jane Granger. La encontré detrás de una pila interminable de libros y leyendo un gran tomo de Historia de la Magia.
—Entonces, ¿es más divertido leer que salir al aire libre? —pregunté de golpe haciéndola saltar de su lugar.
Me reí de su reacción y me sentí junto a ella.
—Me asustaste, me gusta venir hoy por que no hay nadie aquí —dice ella excusándose.
La observé con fascinación, admirándola pero sin admitirlo para no alentarla.
—Claro toda la gente normal —respondí y ella me miro mal—. ¿No podrías salir a caminar aunque sea hoy?
—No, mis notas bajarían y no quiero eso —dijo ella muy segura.
—Oh, claro y eso te mataría, ¿verdad? —dije burlándome—. Bien, Granger, lo siento por ti pero levanta tu trasero y salimos al exterior, hace un clima precioso y tengo algunas cosas que hablar contigo —ella me miró con duda—. Sólo por hoy —rogué en un puchero.
—Bien —dijo levantándose con pesadez y cargando su montaña de libros.
—Hermione sé que te gusta leer pero un día morirás ahogada en tu cama por tantos libros —dije riéndome de ella.
Ella se rió.
—Sería una buena forma de morir —admitió muy a su pesar.
Observé a lo lejos a Harry, no hacía nada, sólo hablaba con Ron en el pasillo, mi corazón dio un vuelco y solté un suspiro largo y profundo.
— ¿Es sobre eso de que me quieres hablar? —preguntó exaltandome.
—¿Qué? ¿De qué hablas? –pregunté en mi papel de tonta.
Ella me dio una sonrisa burlona.
—Oye, soy Hermione, sabelotodo de quinto año. He visto como miras a Harry y cómo cambia tu rostro cuando lo ves con Cho, ¿por qué no se lo dices? —preguntó—. El resultado podría ser sorprendente.
—No creo que sea una buena idea, es verdad que me gusta un poco pero nada en serio —dije pero ella me mira con ojos entrecerrados—. Bien, me gusta mucho, pero a él le gusta Cho y si yo le interesara aunque fuera un poco pues ya hubiera hecho algo al respecto, ¿no lo crees?
—Tú también sales con Davies, ¿no? Los vimos en el partido de Ravenclaw vs. Gryffindor —me sacó esa información con una mueca.
—No parece agraderte el sujeto —hice la observación sin negar o afirmar nada al respecto.
Ella giró los ojos.
—Le gusta la atención —admitió—. Es un tipo popular que sale con gente que lo haga mirar bien, el año pasado cuando nos visitó Beuxbatons elegido como cita a Fleur, ella era la chica más hermosa de los tres colegios que se reunió aquí en Hogwarts —explicó—. Hace un par de meses intenté salir también con Cho, después de que se hizo popular tras la muerte de... ya sabes, Diggory.
Tenía noción de esos eventos. Y comenzaba a caerme la idea de lo que Hermione quería decir, pero tenía un punto en su contra.
—Eso tiene sentido, pero está intentando salir conmigo, no con... no lo sé, Harry el Elegido —murmuré.
Hermione entornó los ojos.
— ¡Por Godric Gryffindor! Hogwarts cree que tienes a Draco Malfoy comiendo de tu mano —murmuró dándome un golpecillo con la cadera—, eres el premio mayor.
Bufé.
—No me habla desde hace varios meses.
—Desde lo de los rumores de citas con Fred más o menos, ahora Davies y todo el teatro de la Snitch, en este momento Davies debe estar alardeando que le quitó la novia a Draco Malfoy —sentenció.
Sí, definitivamente era estúpida. Salimos a los patios de Hogwarts. Decidí no continuar con el tema, ya me encargaría de Davies.
—Hermione, lo que quiero hablar contigo es por mi inasistencia al lugar —dije refiriéndome al ED—, lo que sucedió es que me encontré con Draco y... —fui interrumpida.
—No me digas que te reportó, ahora si lo mato.
—No, no, Hermione, lo que sucedió es que nos reconciliamos —ella puso su cara acusatoria—, y no me pongas esa cara.
—Pues no tengo otra, él te hizo sufrir mucho, May.
— ¿Cómo lo sabes? —pregunte interesada, a nadie le había contado sólo a Harry pero había intentado disimular lo más posible para que no se preocuparan.
—Pues, May, tu cara es un libro abierto a veces, el primero en enterarse de eso fue Harry y al instante quiso buscarte para ver si estabas estable emocionalmente después de ese golpe —explicó cómo con un aire de obviedad—. Le detuvimos y pensamos que era mejor que tuvieras espacio, él sólo nos dijo que te veías muy bien que parecías feliz, pero unos días después Harry notó que estabas muy solitaria.
Suspiré no dispuesta a hablar al respecto.
—Bueno, lo que quiero decir es sobre el otro asunto, un gran problema que tengo y necesito de su ayuda, ¿lo harán? ¿Tú, Harry y Ron? —pregunté.
—Por supuesto —dijo al instante sin ninguna duda.
—Bien, avísale a Harry y Ron, nos veremos hoy por la noche en el salón del quinto piso, exactamente es un salón que no se usa desde hace muchos años, así que no nos molestará a nadie —dije.
— ¿Cómo sabes estas cosas? ¿Eres nueva, no? —preguntó suspicaz, yo y mi inmensa bocota como siempre.
Ella ya sospechaba algo.
—Bueno, no eres la única que le gusta investigar, Granger.
Pero Hermione no se lo tragó, aún así no cuestionó nada.
—May, ¿qué es lo que estamos esperando? Este lugar es horrendo —dijo Draco a modo de queja sin querer tocar nada, como de costumbre—. ¿En qué ayudará estar en esta pocilga con salvar a Mulder? —Mulder era su perro.
—Alto ahí, señor Malfoy, esto es un asunto serio para salvar a Mulder —dije mirándolo a los ojos, creo que eso fue suficiente para el por qué guardo silencio otros quince minutos. El cambio de tema—. Oye, ¿qué sabes de Davies?
Draco hizo una mueca.
— ¿Roger Davies? ¿De Ravenclaw?
Asentí.
—Un patán, y eso es mucho viniendo de mí.
Aprete los dientes. El coraje burbujeo en mí.
—Ha estado jugando a las atrapadas conmigo —le confesé.
Él giró los ojos pero se acercó a mí.
-Perder. Ha estado por todo Hogwarts diciendo que puede tener a la chica de Slytherin para él si quisiera—admitió.
Abrí la boca sorprendida de que el rumor fuera incluso peor.
—No me dijiste nada —dije traicionada.
Draco lució culpable.
—No sabía si querías que intercediera, no estábamos en los mejores términos —añadió—. Además, yo te respeto, eres perfectamente capaz de decidir a qué tipo de pelmazo quieres aceptar, en este caso, de los más estúpidos.
Debí lucir bastante lamentable porque Draco pasó una mano por mi espalda en consuelo.
—Si salimos bien librados de esto, ya habrá oportunidad de mandarlo a volar —me dijo—. No se irá así como sin nada.
La puerta del pequeño salón se abrió dejando el paso libre para el trío de oro, a Draco se le abrió mucho los ojos y al trío de oro también, él retiró su mano con un movimiento lento como esperando que así no lo notaran, pero estaba demasiado cerca.
— ¿Este es tu gran plan? ¿Los involucran a ellos? —preguntó irritado Draco.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó Harry—. ¿Hermione? —preguntó mirando a Hermione pidiéndole una explicación, ella se encogió de hombros indicándole que ella tampoco sabía nada.
Yo me coloqué en medio.
—Necesito que mantengan su mente abierta a todas las posibilidades ¿sí? —pregunté casi rogando a los cuatro—, por favor, chicos esto es serio e importante —dije captando toda su atención, Harry me miraba atentamente y eso me ponía nervioso—. Miren, hay un pequeño perro que el señor Malfoy... —dije pero fui interrumpida.
—May, no necesito su ayuda —dijo Draco egoístamente.
—Ya lo sé, tú no necesitas ayuda pero tu perro sí —le respondí ruda-. Cállate.
—¿Perro? —preguntó Ron—, ¿Malfoy tiene un perro?
—Si, el perro está en grave peligro, y tú Draco lo admites, ellos tres son los mejores magos de todo Hogwarts, no hay nadie mejor para lo que tenemos que hacer.
—Y ¿qué es exactamente lo que vamos a hacer según tu plan? —preguntó Hermione incrédula.
—Los señores Malfoy siempre salen de paseo por las noches ¿no, Draco? —este avanzando—, entonces utilizaremos una roja Flú de Filch, sale a las ocho de la noche a patrullar, tenemos una hora para llegar a Malfoy Menor y salir. Allí buscaremos al canino. Entonces regresaremos a Hogwarts y desde allí me encargo yo —insistí pero el trío de oro me miraba inseguro—. Oh, por favor —rogué casi lloriqueando—, si no lo hacen probablemente el señor Malfoy lo enviará lejos, y digo sin mencionar que lo estoy pidiendo yo, ¿lo harán, Harry? —dije mirándolo con los ojitos y revoloteando las pestañas que mejor me pudo salir, él suspiro y asintiendo, no pude evitar mirar que Hermione le parecía con complicidad.
—¡Bien! —dije emocionada abrazando a Hermione y Draco, uno con cada brazo. Ambos se miraron con asco—, entonces los veré aquí mañana por la noche exactamente diez minutos a las ocho. No habrá problemas con la guardia inquisitorial, Draco los enviará lejos de aquí.
Después, todos se marcharon sin decir una sola palabra.
—Ya sabemos el plan, llegaremos y si por alguna razón no acabamos por la misma chimenea iremos directamente a la habitación de Draco, ala izquierda, puerta color jade. Gracias por hacer esto chicos.
Ellos asintieron serios. Entré a chimenea y dije con voz clara arrojando los polvos Flú
—Malfoy Menor —al instante sentí un breve mareo y llegué a la mansión de Draco que creo que no estaba de más que él presumiera cuan rico era, la mansión era gigante. Pero desgraciadamente estaba en la chimenea equivocada, debí de haber aparecido en la de la habitación de Draco y me encontraba en la de la sala, entonces sentí que algo me empujaba y caía al piso sobre mis espaldas.
—Lo siento —dijo el bulto—, tiendo a salir en las chimeneas equivocadas —se excusó Harry.
—No hay problema, solo quítate de encima —dije riendo porque aún estaba encima de mi.
—Sí, claro, perdón —dijo levantándose y tendiéndome una mano.
—Bien, busquemos a los demás y vayamos en busca del perro.
Comencé a avanzar y Harry me siguió en silencio a un costado.
Entonces, se escuchó un estruendo, perfecto clima para hoy, en una ocasión tenebrosa hay un clima de lluvia y truenos. Di un pequeño salto por el susto, Harry tomo mi mano dándome una calma pasajera reemplazada por un nervosismo notable ya que constantemente tropezaba y murmuraba un "auch". Harry en respuesta solo me miraba atento a mis movimientos, lo que hacía que mi nerviosismo aumentaba.
—Entonces, ¿de nueva eres amiga de Malfoy? —preguntó después de unos segundos.
—Pues sí, es algo largo de explicar, pero confía en mí, Draco es un buen chico.
—De veras confio en ti, mira que venir en esta misión suicida. Espero que sepas lo que haces.
Él me observó fijamente.
—Estás usando el collar —señaló mi cuello.
Asentí cohibida.
—No mentí cuando dije que me gustaba mucho.
Él quiso sonreír pero salió una mueca.
—Espero que a Davis no le moleste, no quiero causar problemas.
Iba a preguntar qué tenía que ver Roger con aquello, pero detrás de mí sentí el movimiento de algo que se movió entre mis piernas, hizo que me acercara a Harry, estábamos muy cerca, en serio cerca. Fui demasiado tímida como para mirarlo, nos ibamos a besar, estuvimos a punto de hacerlo, pero entonces sentí un escalofrío, una presencia que hizo que mis reflejos de defensa se activaran y empujé a Harry hacia una puerta pequeña, al entrar toqué sus labios en señal de que guardara silencio, estaban tan suaves, amontoné esos pensamientos al fondo de mi cerero y me concentré en los ruidos, se escuchaban pasos frágiles y otros pasos más pesados, reprimí un grito al escuchar al otro lado de la puerta una voz:
—Cissa, hay alguien la casa.
Estabamos perdidos, literalmente. Perdidos entre todas esas puertas -maldita mansión Malfoy- ¿Dónde diablos esta Draco, Hermione y Ron?
Después de estar atrapados hace veinte minutos en lo que descubrí era la biblioteca de la casa y ¡eureka! Había una segunda puerta, rápidamente tomé el brazo de Harry -para evitar hablar- y nos dirigimos a esa puerta. Al pasar por ella fuimos transportados a la otra ala de la mansión, creo que era una especie de tele transportadora o algo así.
Y así es como acabamos perdidos aquí en esta enorme casa. Caminamos sin rumbo por varios minutos, pero entonces giramos en la esquina hacia la derecha y por un momento puedo jurar que vi a Lucius Malfoy, pero no. Era su hijo, Draco, entonces me abalance sobre él y le di un abrazo.
—Idiota, creí que me quedaría toda la noche buscándolos, estoy asustada —gemí—. Tengo pánico.
—Bien, no estamos lejos de mi habitación, allí hablaremos con calma —apresuró Draco el paso.
Empezó a caminar por donde nosotros habíamos venido, a unas cuantas puertas de donde nos habíamos encontrado se acercó a una en especial, de color caoba oscuro y murmuró un hechizo con su varita y la abrió y dio un paso al frente y callo a un abismo. , me quede perpleja, pero afortunadamente Harry no, así que se lanzó tras él y alcanzó a tomar su mano, yo me recupere y tome a Harry para que no resbalara, a su vez Hermione y Ron nos ayudaron. Entonces escuchamos ligeros pasos que venían hacia nosotros. Harry le susurraba a Draco que no soltara su mano.
—Densa prisa —decía Hermione.
—Pues jala con más fuerza —decía Ron.
Poco a poco logramos subir a Harry y Draco, estaban a salvo, pero no completamente, los pasos ligeros se convertían en pasos más pesados a cada segundo, pasos que se dirigieron a nosotros, sin dudarlo Draco se levantó y siguió caminando en la dirección en la que íbamos en un principio y por fin, tras segundos que se me hicieron eternos se acercó a otra puerta muy parecida a la puerta del abismo y volvió a murmurar el hechizo.
—Espero que esta no sea otro abismo —murmuró Ron con molestia.
Y no lo era, Draco nos hizo señas para qué entramos y así lo hicimos. A su vez entró él y volvió a cerrar la puerta con otro hechizo. Me inundó un inmenso alivio. La habitación estaba pintada de un color verde oscuro muy parecido al de su cuarto en las mazmorras de Slytherin y por si se lo preguntan, sí, he estado en la habitación de Draco en Hogwarts. Los demás muebles eran normales y acogedores, Draco subió la chimenea.
—No las enciendas —dijo rápidamente Hermione—, podrían ver el humo o la luz.
—No —dijo con aires de superioridad Draco—, esta habitación tiene un hechizo para que sólo yo pueda abrirla, no se escuchan los ruidos de dentro, ni tampoco la luz, y mucho menos el humo, a veces no eres tan lista Granger.
Hermione solo se hizo como que no escucho pero no quise dejar pasar eso.
—Malfoy, ellos están aquí para ayudarnos sin esperar nada a cambio, por favor sé respetuoso aunque sea ahora —dije mirándolo severamente y él solo se encogió de hombros.
—Es un hechizo bastante sospechoso —comentó casualmente Harry.
Draco sonriente con complicidad otorgándole la razón y aceptando que había una razón turbia detrás.
—Será mejor que regresemos a Hogwarts —dijo Hermione alarmada—, aquí estamos en grave peligro, Malfoy y May probablemente si son descubiertos se les perdone la vida, pero a nosotros no.
—Está bien —dijo Draco—, si quieren váyanse, sinceramente es cierto y han sido de ayuda, de verdad —me asombre por eso último que dijo, ya saben Draco reconociéndolo—. Pero yo me quedo.
—Yo me quedo con Draco —dije al instante.
—Yo me quedo con May —dijo al instante Harry.
—Yo no abandono a Harry —dijo Ron.
Hermione suspiró.
—Bien, pues vamos por esos dichoso perro —dijo resignada Hermione.
—Mulder —le corregió Draco.
Ella lo miró sin entender.
—El nombre de mi terracota es Mulder —explicó.
—Muy apropiado viniendo de ti —se burló Ron.
Draco giró los ojos ante ese comentario absurdo a sus ojos.
Salimos de la tranquilidad de la habitación para enfrentarnos al objetivo de esa noche. Mi corazón martilleaba al acercarnos a cada esquina, pues estaba esperando ver la cara de Lucius Malfoy.
Caminamos con cuidado, Draco usó algunos atajos para alcanzar los jardines, realmente era un gran conocedor de algo que me pareció igual de complicado que Hogwarts.
Draco se frenó frente a un arbusto que a mi vista parecía común, metió su mano en medio de este, jaló hacia atrás y se abrió una extraña y simétrica puerta que dio paso a una pequeñísima habitación con una chimenea encendida y con un perro estilo Terranova. Negro tirado encima de un tapete, bastante bien atendido en mi opinión. Draco me hizo una señal para que detuviera la puerta mientras iba por el perro.
Cuando el perro levantó la cabeza y miró a Draco, perdió la compustura agitando su cola y lanzándose hacia Draco con gran emoción desbordada.
—Vamos, Mulder —le apresuraba Draco.
Draco y el perro salieron juntos, ambos parecían felices de verso el uno al otro. Tomamos camino hacia la habitación de Draco, retornando por el mismo camino que tomamos en un principio, igual como salimos, en silencio y prisa. Justo cuando íbamos a girar hacia la derecha en una esquina para llegar a la habitación de Draco, nos topamos con algo que nos dejó blancos.
Teníamos a Narcissa Malfoy frente a nosotros. Con un rostro sorprendido que se recompuso al instante. Esperé su grito avisando a Lucius que estábamos ahí, pero ella hizo algo que me tomó por sorpresa... se hizo a un lado.
Ella lo había entendido todo, se dio cuenta qué estábamos allí. Draco le sonrió, antes de alejarse le dio un beso en la mejilla. Entramos rápido igualmente a la habitación justo después de que Draco murmurara el hechizo y abriera la puerta. Claro, después de cerrarse de que no era la puerta del abismo.
Una vez dentro soltamos el aire que habíamos estado conteniendo. Tomamos los polvos flú, la primera en irse fue Hermione y después fue mi turno. Lo último que miré fue los acalorados rostros de los chicos, cansados y temerosos. Sólo sentí un breve mareo y ya estaba fuera de la chimenea tirada en el piso de la oficina de mi abuelo. Afortunadamente no había nadie, así que me escabullí por la puerta, pero al cerrarla me di vuelta y me encontré con el abuelo mirándome con ojos grandes y chispeantes en el pasillo. El calor se fue de mi rostro y mi alma subió al cielo.
— ¿Qué haces levantada a estas horas y en mi oficina, querida? —preguntó inocentemente.
—Abuelo, yo... venía a buscarte porque... tenía una pesadilla... Sí, y aquí estoy... pero ya pasó nada de que preocuparse —balbuseé tratando de mentir convincentemente.
Él se veía convencido así que se hizo a un lado para dejarme pasar.
—Buenas noches, abuelo.
—Buenas noches, querida —me contestó el—, y algo más... tienes tizne de chimenea en tus pies, la próxima vez que quieras mentirle a tu abuelo limpiate primero los zapatos —añadió con una minúscula sonrisa.
—Sí, abuelo —murmuré con el rostro ardiendo—. Lo lamento.
Salí disparada rumbo a las mazmorras, todo estaba impasible, sólo podías oír el sonido de mis zapatos contra las baldosas. Al llegar a la casa Slyterin subí a mi habitación, me quité la ropa húmeda que traía encima y me tiré en la cómoda cama, no sin antes encender el fuego.
Estaba tan cansada por toda la acción de la noche anterior. Aún así me levanté y vestí para ir a clase de adivinación. Salí de la habitación y busqué a Draco en la sala común, pero ya no había nadie. Iba tarde a clase, como de costumbre. Al llegar allí busqué a Draco pero él no se encontraba en el aula. Me senté con Theo Nott y Zabini Blaise. Ambos eran simpáticos, aunque un poco extraños.
Zabini se levantó de su asiento, dejándome a solas con Theo, el volvió a hacer aquello, sonreirme de manera inquietante.
—Dime, que es tan divertido Theo —cuestioné sonriéndole encantadoramente—. Quiero reírme contigo.
— ¿Qué es tan divertido? —repitió—, tú eres divertida, la nieta del director en Slytherin —murmuró—, cómico en vista de que él apoya a los muggles y tú también —dijo divertido.
Mi corazón bombeo queriendo salirse de mi pecho.
—Y ¿por qué no ha dicho nada? —Conserve la calma.
— ¿Cúal es la gracia en ello? Todo el mundo lo sabrá, los secretos son valiosos cuando unos pocos lo saben, May Dumbledore —susurró aún más despacio.
Lo observé en silencio. No dejé de trabajar en mi desafío de adivinación. Mantuve mi rostro serio, hasta que finalmente solté mi lápiz y me concentré en Theo.
— ¿Qué planeas hacer con ese secreto, Theo? —cuestioné.
Theo siempre había sido un tipo civilizado conmigo, al igual que Blaise, pero siempre entendió que eran cortesías debido a Draco. Que ellos seguían siendo Slytherin, especialmente Theo que era hijo de un mortifágo. No auguraba nada bueno.
Theo me miró y volvió a sonreír.
—Estás pensando en mí como una serpiente traicionera, ¿no es así? —preguntó.
No me molesté en responder esa pregunta, sólo lo miré. Por eso Theo lo siguió.
—Estoy consciente de que cuando ingresaste en Slytherin, Draco tuvo varias charlas importantes contigo sobre cómo debía ser May como Slytherin, ¿No es así? —cuestionó pero sin esperar realmente una respuesta—. Los Slytherin no peleamos frente a otros, no nos molestamos en público, no procuramos la caída del compañero que duerme a nuestro lado, somos una guarida de serpientes después de todo —sonrió con diversión.
Me mantuve en silencio expectante.
—Por lo que no te delataré, May, y no me mires con ese rostro soprendido —me reprendió.
Yo sospeché.
—Theo, tu padre es el señor Nott, ambos sabemos que estamos en extremos distintos de esta... cruzada...
—Lo sé bien, May —me interrumpió—. Pero hoy eres mi compañera de Slytherin, no te voy a traicionar.
Solté el aire que contenía. No sabía si Nott cumpliría pero al menos tenía su palabra.
—Gracias Nott, eres un buen compañero —le respondió.
Zabini regresó a su lugar. Sintiendo la extraña tensión.
— ¿Por qué esas caras largas? ¿Murió Draco por fin? —preguntó divertido pues en las clases anteriores le adivinaron una muerte temprana a Draco.
Nott volvió a sonreír normalmente hacia Zabini.
—Nuestra amiga May sabe ahora que sabemos lo que nadie sabe —hizo un uso excesivo del verbo saber.
Me sorprendí.
— ¿Cómo? ¿Zabini también lo sabe? —me lamento.
No estoy de acuerdo con la evidencia.
—Por supuesto, Nott no tiene secretos para mí, somos mejores amigos —dijo orgulloso Blaise.
—Oh, perdón, no recordaba que fuera ese tipo de matrimonio —agregué con burla pero los chicos no sonrieron—. ¿Has visto a Draco?
— ¿Preocupada por tu novio? —preguntó Blaise con mucha insinuación.
—Tú sabes que no es así —respondí en automático.
—Claro que lo sé, pero Davies se ha encargado de esparcir el rumor de que le quitó la novia a Draco Malfoy, lo que le ha dado puntos en supopulametro—giró los ojos con disgusto, volviendo a traer al tema a ese patán sinvergüenza .
Pero por el momento había algo más importante que darle un escarmiento a Davis.
— ¿Cómo se enteraron de esto? —les preguntaron—, lo de mi apellido, quiero decir.
No bajó la voz nuevamente:
—Los secretos pueden guardarse por un largo tiempo, mayo, pero tarde o temprano salen a la luz —dijo—. Sobre todo en familias ancestrales. No te ubicamos por el lado Dumbledore, si no por el Olivander, el apellido de soltera de tu abuela Dumbledore, tu nombre apareció en el papel tapiz de la casa de unos conocidos, ellos son una familia de pura sangre amigos de mi familia. Aunque son los últimos de esa rama, prácticamente extintos, tu fotografía apareció ahí.
Me puse nervioso, al igual que Theo, cualquiera pudo ver esa fuga de información.
—Pulvericé tu imagen, si te lo preguntas... De nada —agregó con el aire de un pavo real.
Tomé su mano.
—Te lo agradezco muchísimo, Theo —le dije sinceramente.
Nott toció avergonzado. Zabini tomó la palabra.
—De todas formas, ¿por qué te escondes? Tener un apellido influyente es lo máximo —opinó sin reservas.
Suspirar.
—No cuando ese apellido es Dumbledore, si es así, puedes terminar muerto como la abuela Rosempire Dumbledore —confesé.
Ambos chicos no agregaron nada. Posteriormente tuve que hacer una carta larga y detallada al abuelo al respecto.
Draco no apareció en la siguiente clase, ni en la siguiente. Ni siquiera a la hora de la comida. Finalmente lo vi en la clase del profesor Binss.
—¿Dónde había estado, Draco? No has asistido a una clase en todo el día —pregunté mirándolo severamente.
Draco giró los ojos con fastidio.
—Tranquila, madre, tenía que alimentar y dar de comer a Mulder —respondió encogiéndose de hombros.
—Cierto, ¿Encontraste un lugar donde viva? —pregunté.
—No —respondió con pezades—, por lo pronto lo escondí en un armario, te llevaré a verlo al salir de esta estúpida clase.
Pero salimos aún antes de que la clase finalice porque el profesor Binss nos saco de la clase por hablar. Draco me guió por un pasillo poco concurrido.
—No te preocupes por nada, no hay profesores ni alumnos, ni siquiera la señora Norris anda por aquí —dijo susurrando.
Llegamos a una puerta color roja, roja como las banderas de Gryffindor. Entramos sin molestarnos en vigilar si alguien nos veía. Dentro era pequeño y muy apenas podíamos estar los tres, nos arrodillamos y por primera vez acaricie a Mulder, era un lindo perro y muy amigable, me gustaba, pero era enorme.
—Este perro es lindo —dije sonriendo.
—Dicen que todo se parece a su dueño —levantó las cejas sugerente.
—Mintieron —agregó.
Después de unos minutos, Draco suspir.
—No lo puedo dejar aquí —murmuró con preocupación—, Filch no tardará demasiado en darse cuenta de que hay un perro aquí dentro.
—Entonces llévalo a tu habitación —ofrecí mirándole con el ceño fruncido.
—Imposible —respondió—, Snape pasa todas las noches inspeccionando las habitaciones, ¿a las chicas no? —cuestionó.
—Jamás se para en la mía, entonces deja al perro en mi habitación —le ofrecí.
Me miró un rato como pensándoselo bien y finalmente ascendiendo.
—Bien, parece ser lo mejor por ahora, pero será sólo en lo que encuentre otro lugar más apropiado. Promete que lo cuidarás. Ire a verlo todos los días —comentó acariciando al animal.
Yo fui por delante, vigilando que no hubiera nadie, Draco venía detrás con Mulder, lo llevamos directamente a mi habitación, después de algunos encantos pertinentes. Nos reincorporamos a las últimas clases, pero aún así perdimos otra clase además de la de Binss. Finalmente retomamos al gran salón para tomar la cena.
Cuando nos sentamos en la mesa de Slytherin para el banquete, notamos algo extraño, las otras mesas daban miradas indiscretas hacia nosotros. Pero siempre haciamos lo mismo, veníamos a cenar, nos sentabamos juntos, yo al lado de Draco y cenabamos. Por fin, llegaron Theo y Zabini, a quienes pude preguntar qué sucedió, esos dos eran un imán de chismes. Lo que me dijeron hizo poner enrojecida.
—¿Ellos piensan eso? —pregunté casi sin voz.
—No sólo ellos —dijo con cautela Zabini—, el chisme se ha corrido ya llegado también a las otras casas.
—Genial, lo que me faltaba, que Gryffindor piense que soy la precoz de Slytherin —dije enojada.
Al parecer alguien nos había visto entrar al armario donde estaba su perro y había hecho correr el chisme de que yo salía con Fred, Davies y Draco al mismo tiempo. Lo que parece lógica tener en vista de que Draco y yo no nos separamos. Y según el rumor, Draco había enloquecido cuando se enteró lo de Fred, Davies y yo, por eso me había dejado de hablar. Por lo cual, hoy me saqué de mis clases para conversar y convencerme de que él era la mejor opción antes de un Weasley o Davies. No puedo dejar que esto llegue a oídos del abuelo, sería humillante.
—Cálmate, May, arreglaremos el problema —dijo Theo.
—Realmente lo espero, Theo, ya es mi qué, ¿tercer rumor? —solté suspirando.
Draco bufón.
—Ya cálmate, mierda, sólo son rumores de plebeyos —siseó Draco hacia mí.
Suspiré, no lograría nada martirizandome. Giré el rostro hacia la mesa Gryffindor, miré a Harry pero él se encontró viendo a Draco con asco, después su mirada voló hacia mí pero desvió su mirada volviendo a su comida, no volvió a mirar a mí en toda la noche. Lo sé porque lo observó el resto de la cena. Cortando por lo sano, fui a los baños para asearme antes de dormir y todo daba vueltas en mi cabeza. Mañana sería un mejor día, rogaba por ello. Draco estaba esperando para volver a los dormitorios después de un baño, en el camino a las mazmorras nos topamos con el trío de oro que estaba bastante curioso sobre qué había pasado con Mulder. Harry se mantuvo al margen de la conversación pero no actuó de ninguna forma en particular, mientras explicábamos el futuro del perro escuchamos un grupo cercano a la vuelta del pasillo, reconocí sólo una voz.
—Te lo digo, corté toda relación con ella, una Slytherin bastante promiscua para mí gusto —dijo con algo parecido al desprecio.
Me moví en automático y doblé la esquina para enfrentarlo de frente.
—Davies —le llamé con náuseas.
Podía ser estúpida, pero sabía de quién hablaba. Él se puso blanco cuando me vio, sin embargo, no vio a mis acompañantes que se ocultaban en el punto ciego de su vista doblando la esquina. Él retomó la compostura.
—May —me reconoció—. Ya lo hablamos, es mejor cortar toda comunicación —siguió con su historia de una forma aterradoramente ensayada.
Lo escudriñé con la mirada. Él daba miradas nerviosas a sus acompañantes.
—No sé qué está pasando por tu cabeza... —comencé lentamente sin saber bien qué decir para poner en palabras lo mucho que quería asesinarlo.
Pero él me interrumpió dando un paso más hacia mí, levantó ambas palmas frente a él en un gesto de defensa.
—Escucha, tuvimos lo nuestro pero aquí todo el mundo sabe que sales con Draco Malfoy y Fred Weasley, incluso ocasionalmente te han visto con Harry Potter, tomando en cuenta que él está saliendo con la pobre Cho Chang —me explicó—, debo solidarizarme con ella porque es una chica de mi casa, además... tu reputación no es buena para mí.
Quería reír de lo ridículo que sonaba eso, y de lo estúpido que estaba siendo con sus señalamientos mentirosos y misóginos. Di una sonrisa incrédula.
—Por favor, no te voltearia a ver con interés amoroso ni en cien años —ronroneé como un felino—, estoy hecha para la grandeza y mi magia es suficiente para ello, tú puedes seguir escondido tras tus libros, tomando partido y relevancia gracias a las mujeres, pequeño misógino.
Él parecía a punto de darme una bofetada por lo cerca que estaba de mí. Podía sentir su perfume golpeando en mi nariz por la cercanía, lo que me ponía furiosa pero no retrocedía por orgullo.
—Si hubiera querido, hubieras estado en mi habitación de Ravenclaw —dijo cerca de mi rostro como para sentir su aliento—, se sabe que eres sólo la ramera de Draco Malfoy.
Estampé mi mano contra su cara en una sonora bofetada que él estuvo dispuesto a regresar. Pero una mano lo detuvo, Harry Potter se encontraba ahora entre Roger y yo.
—No te atrevas a tocarla —le dijo a secas, sin ninguna palabra más, pero fue suficiente para que Davies palideciera al estar frente a Harry Potter.
Hermione pasó un brazo protector sobre mis hombros, yo me escondí en ella, me permití hacerlo.
—Vamos, Potter —intercedió Draco—. Yo me encargaré de él después. Llevémos a May a descansar, lo necesita.
Harry me miró, sintió que en cualquier momento podría romperme. Después de mirar a Draco y por primera vez, que yo les había visto, ambos se entendieron con la mirada.
Dejaron ir a Davies y su grupo. Harry se acercó tratando de decir algo pero nada salió de su boca, sólo puso un mechón de cabello perdido detrás de mi oreja. Los Gryffindor se marcharon no queriendo ahondar en el asunto, Draco y yo nos dirigimos a las mazmorras de Slytherin en silencio para por fin descansar, pero eso hubiera sido demasiado fácil. Estaba gran parte de la casa reunida en la sala común. Las murmuraciones comenzaron a elevarse hasta que por fin Tracey dijo lo que todo el mundo estaba pensando.
—Has traído deshonor a nuestra casa, nunca debiste venir a Hogwarts y mucho menos a Slytherin —dijo con desdén—, esto era lo único que te faltaba hacer y por fin haz caído tan bajo.
Pansy estaba en el sillón verde de la sala común mirando con fastidio de Tracey ya mí, como al pendiente para interceder. Yo estaba lista para cargarmela, así rota como iba, dentro de mí sabía que no tenía nada de qué avergonzarme, pero alguien habló primero.
—Cierra la boca, Tracey —dijo Draco sumamente intimidante—, yo soy Draco Malfoy, hijo de los Malfoy y Black, dos de las casas ancestrales de Sangre Pura más importantes de la comunidad mágica. Poco les importa la relación que tenga o no con May Barcy, si es mi amiga o si quisiera hacerla mi esposa, lo único que les debe interesar es que la próxima vez que vea a alguien hablando estúpidos de ella, voy a partirle la cara — escupió cada palabra—, así que dejen de estar estorbando en la sala común y lárguense cada uno a susmalditas habitaciones.
Todos comenzaron a movilizarse pero no lo suficientemente rápido para Draco.
— ¿Están sordos, malditos? ¡Dije que ahora!
Todos huyeron de la sala común con rapidez. Probablemente surgió la frustración de Davies en ellos. Miré a Draco.
—Gracias.
Él me miró con ternura mientras me daba una caricia leve en el cabello.
—Es lo menos que puedo hacer, todo esto fue a causa de mí. Incluso la última vez también tuviste algunos problemas por mi culpa y no fui capaz de decir nada, te lo debía.
Hice un gesto restándole importancia.
—Vamos a ver a Mulder —ofrecí.
Habíamos hecho un túnel mágico secreto entre nuestras habitaciones.
Al día siguiente, era un revuelo el hecho de que Malfoy había ocasionado directamente que Umbridge escribiera en ambos brazos de Roger Davies:
"No debo decir mentiras".
Algunos dijeron que Draco se encontraba resentido por todo el asunto de amor entre Davies y yo, pero nadie fue lo suficientemente valiente como para arriesgarse a hablar al respecto. Sin embargo, Harry también se ganó un castigo con Umbridge, uno que portó orgullosamente en su brazo izquierdo con las mangas subidas.
"No debo agredir a mis compañeros como un muggle".
Y tras ese castigo, Roger Davies lució una nariz rota y un ojo morado, sin embargo, nunca volvió a pronunciar mi nombre.
Las mentiras siempre te explotan en la cara
El desayuno fue inesperadamente normal, al parecer a nadie le importaba ya mi supuesta relación con Draco, era agua pasada. Lo que estaba bien para mí, aunque no podía decir lo mismo de Harry y Ron, que atravesaban con miradas hastiadas y llenas de desdén a Draco, quien ni siquiera se daba por enterado. Parece que no les agradó nada el rumor, sin embargo, continuaron siendo gentiles conmigo después de lo sucedido con Davies. Aunque algo en la mirada sería e imperturbable que Harry me daba me dejaba descolocada. Era tan penetrante y me hacía sentir que yo era transparente y él podía ver a través de mí. Y por un segundo, me pareció ver tristeza en ellos.
Hermione era la única que me veía igual que siempre, me escuchó durante la comida. Cuando iba en camino a una clase de música muggle me tropecé con los gemelos Weasley, quienes murmuraban entre sí y parecían planear algo, siempre estaban planeando algo. Esperaba unas caras serias y acusadoras, en lugar de eso me miraban casi con un aire paternal.
—Así que atrapaste al hurón —dijo Fred mientras se colocaba a mí lado sonriendo como un gato atravieso.
—Era baste obvio, en realidad, ¿no? —terminó George también apostándose del lado contrario.
Eleve una ceja hacia ellos.
— ¿Están locos? —dije escupiendo las palabras—. Draco es mi amigo. Me extraña de ti Fred que ya sabes cómo son los rumores en Hogwarts —lo miré acusadoramente.
Les miré desaprobatoriamente. Ellos suspiraron aliviados, como si se hubieran quitado una gran carga.
—Te lo dije George, era todo un error —murmuró Fred.
— ¿De qué están hablando ahora? —pregunté confundida.
George suspiró.
—Cuando escuchamos el rumor creímos que era mentira, porque ¡por Gryffindor! ¿Un Malfoy? —dramatizó—, pero no puedes negar que ustedes dos tienen un aire de complicidad y una conexión especial.
Fred se acercó a mí para hablar en un tono más bajo.
—Además, también nos enteramos de lo que pasó anoche en la sala común de Slytherin, lo único que se nos ocurrió era que el rumor era cierto —concluyó Fred.
Les sonreí divertida por sus murmuraciones.
—No sean tontos, creí que ustedes más que nadie sabrían que yo no estoy interesada en Draco sino en... pero creo que no lo saben —dije callando a tiempo.
—Oh, por supuesto que sabemos que te gusta Harry —dijo riendo tontamente Fred.
—Hablando de él, no te cruces en su camino porque está de un humor del diablo —dijo George.
— ¿Por qué? —pregunté curiosa.
— ¿Aún no lo adivinas? —dijo misterioso Fred—, solo es cuestión de que atar cabos sueltos —concluyó George.
Y por supuesto que era obvio lo que querían decir pero era imposible que estuviera celoso. Dejé a los gemelos ir a clase sin más detalles llegaríamos todos tarde. Las clases pasaban lentas y parecía que la comida no llegaba. Así que decidí saltarme la clase de Binss junto con Theo, Draco no vino porque el día anterior se había saltado casi todas las clases. Pero a Nott le cayó mal el desayuno y me abandonó para ir a la enfermería, hubiera ido con él pero la enfermera me reportaría con Filch, así que Theo me convenció de que me fuera al campo de quiddintch.
Casi no iba por ahí, ni siquiera había visto a Harry o Draco jugar, en vista de que el primero estaba vetado y Draco parecía estar en otro mundo. Caminé por ahí sin ningún rumbo y entonces sin querer tropecé con un bulto sentado a un costado de las gradas para espectadores.
—Oye, fíjate por donde... —empezó a regañarme el desconocido bastante molesto, pero se llamó cuando nuestra mirada se conectó—. May, lo siento, creí que era otra persona—murmuró Harry.
Harry vestía su túnica de Gryffindor y me observaba sonrojado desde su asiento por el frío que hacía.
—Pareces algo alterado, ¿todo bien? —pregunté también torpemente.
Él ascendió. Nos quedamos en silencio un buen rato y después Harry se puso de pie y tuve que alzar la cabeza para mirarlo al rostro.
—Así que Malfoy te deja sola, creí que era del tipo más bien posesivo y controlador —dijo con indiferencia.
—No me digas que tú te creíste eso también —espeté empezando a irritarme por los rumores.
Harry levantó ambas manos en señal de rendición.
—No me culpes por ello. Cualquiera que los vea puede darse cuenta que tienen una gran relación. Además, Draco deja pasar muchas cosas por ti, nunca había visto a Draco agradecerle por algo a Hermione y Ron, ayer nos agradeció por el asunto de su perro.
Negué.
—Eso lo hizo porque estaba muy agradecido, porque le ayudaron a rescatar a su mascota de la mansión Malfoy. Yo no salgo con él. Además, si fuera el caso, estaría bastante complacida, Draco es un buen chico y no hay filas detrás de mí esperando a salir conmigo, ¿sabes?
—May, hay varios chicos a tu alrededor que ni siquiera notas —dijo Harry frustrado.
Perdí los estribos. Por supuesto, estaba el inútil y vano mentiroso de Ravenclaw.
—Nombra uno, uno sólo —lo acorralé—. Además de la pequeña mierda misógina y oportunista de Davies.
Él balbuceó.
—Bueno, yo creo que eres muy bonita, inteligente y sagaz
—Entonces, ¿por qué estás saliendo con Cho Chang si yo soy la flor más bonita en este jardín? —irónico sacando mis pensamientos en un momento de adrenalina por la furia. Nuevamente mis palabras fueron más rápidas que mi cerebro.
Creí que Harry se apenaría y comenzaría a murmurar disculpas tal y como su personalidad me haría esperar, pero su reacción fue la contraria, en su lugar un enojado y rojo de ira Harry Potter que me escupía las palabras.
—Yo no estoy saliendo, ni nada parecido con Cho. Si te refieres al día de San Valentín, simplemente nos encontramos y conversamos sobre Cedric, murió el año pasado y fue devastador —en ese momento su voz se quebró—. No intentaría nada con ninguna chica. Y tal vez cuando me enteré de que salías con Malfoy lo haya envidiado por primera vez en mi vida —parecía hecho un lío—, nunca quise su dinero, sus padres, sus amigos, ni siquiera su escoba, pero cuando me enteré de que te Tenía a ti eso era lo único que deseaba de él —dijo dejándome muda.
Desvió la mirada y la ira empezó a desaparecer.
—Olvida lo que dije, sólo estoy confundido, si eres feliz con Malfoy adelante, como tu amigo yo también soy feliz —dijo esforzándose por recuperarse.
Yo no sabía cómo reaccionar a aquello, ¿era acaso una confesión?
—Eres muy hermosa, May —añadió—. Eres leal y llena de amor, por eso los demás te notan y quieren estar cerca de ti, no podría culpar a Draco por querer tomar un poco de ese amor.
No podía creer lo que estaba pasando, era como un sueño, como estar en un hechizo que me habían lanzado esos dos enormes ojos esmeraldas. Me quedé en silencio. Había adorado con devoción a Harry desde que lo conocí, todo ese enamoramiento lo había llevado desde la penumbra y ahora estaba él aquí diciéndome todas esas cosas. Todo en él me resultaba pacífico y hermoso, incluso si terminaba sólo avergonzándome a mí misma, creía que valía la pena que lo supiera.
—Harry, me gustas —le confesé con las mejillas encendidas.
Él me miró con sus labios semi abiertos. No dijo ninguna palabra, sólo se acercó a mí y me besó gentilmente en los labios, como con temor de hacerme daño. Mis labios respondieron en automático a los suyos y mis dedos temblorosos se posaron inseguros en sus brazos que ya me estaban sosteniendo, con una de sus manos en mi espalda y la otra en mi cadera. Nos separamos sólo un poco para respirar, miré mis manos avergonzadas.
— ¿Y Draco? —preguntó—, ¿qué le dirás?
Puse mi frente con la suya, comparando temperaturas, su piel parecía emanar un calor infernal.
—No hablemos de él en este momento —le pedí.
Harry tomó mi mano con delicadeza y entrelazó sus dedos con los míos, sintió el calor de su piel envolverse con el mío.
— ¿Crees que sería un escándalo si un Gryffindor le pidiera a un Slytherin una cita? —me preguntó al poco rato.
—Sí —respondí—, pero a quién le importa.
Harry me sonrió.
— ¿Saldrías conmigo a pasear a Hogsmeaden?
Le sonreí de vuelta.
—Estaba esperando que preguntaras.
Cuando terminamos de ponernos al día y confesarnos nuestras primeras impresiones, nos dirigimos al comedor. Decidimos no decir nada y dejar que la gente se diera cuenta por si sola, aunque Hermione y Ron nos matarían por no decirles nada. Y Draco, pues Draco me mataría de cualquier forma y en cuanto antes supiera mejor, así que en la hora de la comida le pediría hablar en mi habitación. A Harry no le hacía ni pizca de gracia aquello pero lo ignoré, no estaba pidiendo permiso. Para tener cara de buen chico era bastante celoso y posesivo. Sin embargo, Draco era mi mejor amigo y eso no cambiaría con o sin un novio no oficial.
Estaba parada frente a Draco y no salían las palabras de mi boca. Estaba nerviosa. Tenía pánico. Estaba sudando muchísimo. Estaba a punto de salir corriendo.
—Habla de una vez, Barcy, porque me estás asustando —dijo malhumorado Draco.
—Lo que te voy a decir es muy importante para mí y no voy a cambiar de opinión —dije. Él me miró serio—. Estoy enamorada de Harry Potter.
Draco me estuvo mirando un rato y no decía nada.
— ¡Ay! Por favor, di algo, lo que sea —dije perdiendo los nervios.
— ¿Qué quieres que diga? —bufó aburrido— ¿Crees que no era consciente de la forma infantil en que reaccionabas ante Potter y sus compinches? —preguntó con calma—. Sólo te faltaba hincarte a besar sus manos cada que aparecía en tu camino.
Me sonrojé levemente.
— ¿Era tan obvia?
Él respondió.
—Algo, pero no te preocupes, Potter estaba tan ciego como tú. Ambos eran como estúpidos cachorros babeantes.
Me acerqué a él queriendo darle un abrazo, me encontraba muy feliz.
—Aléjate, seguro besaste a Potter, no quiero nada de él cerca de mí —dijo irritado—. Y no me gusta hablar de chicos pero si él rompe tu corazón avísame, yo romperé su carita niño de dorado.
Pero en medio de las risas grabé al abuelo Dumbledore. No estaba segura si debía decirle algo sobre Harry, después de todo, él era como mi padre.
Salimos de las mazmorras rumbo a la biblioteca, teníamos algunos deberes pendientes y los terminaríamos esa tarde. Draco iba conversando animadamente sobre una tontería de un equipo de quiddintch que le gustaba, lo escuchaba atentamente pero en realidad yo no entendía mucho del deporte.
En el camino observó a los gemelos Weasley con un chico pequeño, parecían estar consolándolo, me acerqué a ellos.
— ¿Pasa algo, chicos?
George dio un gesto molesto.
—La Inquisidora ha vuelto a hacer de las suyas —explicó—. El pequeño tenía una edición del quisquilloso y le han castigado por ello.
Asentí entendiendo.
—Que pesadilla de mujer... —murmuré.
— ¿Qué es lo que hacen? —preguntó la voz de Goyle, uno de los gorilas de Draco.
—Esfúmate —le puse los ojos en blanco.
Él se acercó a mí amenazadoramente.
—Soy miembro de la patrulla de la Inquisidora, no puedes hablarme de esa forma —me amenazó—, me encargaré de que tengas un castigo ejemplar.
Hizo la seña de un puño con un lápiz escribiendo y se alejó por el pasillo.
—Goyle... —intentó llamarlo Draco pero este lo ignoró estando bastante lejos de su alcance.
Draco se puso inquieto. Goyle venía por el pasillo con pasos apurados, con un bulto rosa siguiéndole detrás.
—Son ellos, Inquisidora —nos dijo.
Draco se adelantó un paso frente a mí.
—Yo la estaba llevando a las mazmorras, ya conversé con ella, no volverá a suceder... —comenzó Draco.
Fue interrumpido por Umbridge.
—Excelente trabajo, señor Malfoy, pero cómo van a respetarnos si no administramos medidas adecuadas a la rebeldía —le señaló.
Yo luchaba con mi lengua para no empeorar las cosas. Ella se giró al muchacho que aún se sujetaba el brazo con dolor.
— ¿Es necesario otro castigo para que entiendan todos aquí? —preguntó la mujer en un tono dulce.
Ante su clara amenaza salté.
—Soy yo quien ha mandado a volar a Goyle —le dije—. Estos chicos no tienen nada que ver.
Ella me miró escudriñándome el rostro.
—En ese caso... —dijo ella pero Malfoy intercedió.
—Por favor, profesora...
Umbridge lo miró con gesto de desaprobación haciéndole guardar silencio. Goyle me tomó por el brazo llevándome a rastras hacia el salón de castigo. Los gemelos Weasley sacaron sus varitas amenazándolo.
—No te atrevas a tocarla —le dijo Fred.
Ellos tomaron una posición de ataque.
—No se busquen problemas, chicos —les rogué—, yo lo resuelvo.
Pero ellos no variaron la posición.
— ¡Habrá consecuencias para todos por esto! Considérense expulsados —sentencia Umbridge.
En ese momento apareció el abuelo Dumbledore caminando hacia nosotros con calma.
—Señores Weasley, vuelvan a su sala común por favor —les pidieron, pero ellos no se movieron de su lugar, dispuestos a todo por defenderme—. Señorita Barcy, estaba buscando.
Umbridge se puso frente a mí y Goyle, enfrentándose a Dumbledore.
—En este momento no puede ser posible, me ha desafiado y debe tomar un castigo.
Dumbledore no cambió el gesto.
— ¿Profesora Umbridge, debe recordarle que aún soy el director de esta institución?
El abuelo miró a Goyle, quien ante la mirada poderosa de éste me soltó de inmediato. Yo me moví y me puse tras el abuelo. Umbridge estaba roja hasta las orejas de la cólera.
—El ministro sabrá de esto, ¡le escribiré una minuta de inmediato! —gritó al aire mientras emprendía la carrera hacia su oficina.
Goyle desapareció tras ella. Draco y los gemelos Weasley por fin se permitieron respirar.
—Vayan todos a sus casas, por favor —pidió el abuelo—. No se preocupen, todo esto ya tiene fecha de caducidad, pronto recuperaremos nuestra escuela.
Le miré con preocupación, debía estar bastante frustrado de toda esta situación donde no podía proteger a sus alumnos.
—Gracias, profesor Dumbledore —le agradecí al abuelo más como una disculpa por causar problemas.
Él negó quitándole importancia bajo sus gafas de media luna.
—Acompáñeme, señorita Barcy.
Me despedí con una mirada de los chicos y seguí al abuelo hasta su oficina. Él lo instaló detrás de su escritorio y me invitó a sentarme.
—No deberías meter en problemas a los demás, May —me regañó—. Debes aprender a terminar tus propias batallas.
Asentí avergonzada.
—Lo sé, sólo... me asustó Umbridge —admití con vergüenza.
Él abuelo me miró con compasión.
—Es normal tener miedo —admitió—. Yo también tengo miedo a veces.
Le observe con atención. El abuelo se veía bastante cansado pero pude observar toda una pila de documentos y libros pendientes. Quería hablarle sobre Harry Potter, quería decirle que me había enamorado, pero le vi ocupado.
— ¿Puedo retirarme?
Él asintió.
—No más problemas, ¿de acuerdo, May?
Asentí triste.
—Sí, abuelo. Te quiero.
Él asistió hacia mí.
—Toma, un dulce de limón para camino.
Dejé al abuelo trabajando, concentrado en sus papeles importantes.
Ese día había reunión del ED y no quería faltar, así que salí con tiempo de las mazmorras y fui la cuarta en llegar, después del trío de oro. Sin previo aviso Harry se acercó a mí y me besó en la mejilla, parecía bastante desesperado por marcar territorio y hacerlo oficial. Me puse colorada e inmediatamente miré a una sonriente Hermione.
—No quiero decir te lo dije pero te lo dije —dijo Hermione.
Asentí algo avergonzada. Los demás empezaron a llegar. Harry estaba enseñando algo muy sencillo como realizar un Patronus, pero por alguna razón yo no podía ser capaz de realizarlo, pensaba en momentos muy felices pero nada. Comencé a desesperarme y vino a ayudarme.
—Solo piensa en un momento muy feliz, di fuerte y claroExpectro Patronum. No tiene que ser corpóreo.
Pero lo sacaba de quicio porque yo no cooperaba mucho.
—Lo siento Harry, de verdad—dije avergonzada—, es sólo que no estoy acostumbrada a no poder realizar un hechizo, por lo general tengo talento para esto —Harry se relajó.
—No hay de que disculparse, todos tenemos días malos —dijo sonriendo gentil.
Después se fue a ayudar al chico llamado Coleen. La clase acabó y yo fui de los pocos que no pudieron realizar el hechizo. Cho si pudo y cada vez me miraba con suficiencia junto a su amiga Marieta. Estaba muy confundida, esto nunca había sucedido, tenía que ver al abuelo nuevamente. Fui directo a la gárgola de su oficina y murmuré: "Dulce de Mandarina" y la gárgola me dejó pasar. No me molesté en tocar la puerta y entre. Estaba solo como siempre, leyendo un libro, al percatarse de mi presencia me sonó y me hizo una señal para que me sentara en un sillón. Eso significaba que estaba ocupado, que no hablara y que en un momento me atendería. Pasaron algunos minutos y por fin se volvió hacia mí.
—Y ahora, ¿qué ha pasado? —preguntó.
— ¿Por qué tiene que pasar algo para venir a ver a mi abuelo? —pregunté divertida.
—Buen razonamiento —musitó con una sonrió—, pero me parece haberlo oído ya en una película Muggle.
Yo me reí pero me puse seria.
—Abuelo, no puedo realizar unPatronus—declaré resignada.
Al abuelo lo pilló por sorpresa y por primera vez mi abuelo, el famoso por su uso de las palabras se quedó de pronto sin ninguna. Esto no era normal, algo anda mal en mí y el abuelo lo sabía, ¿pero qué?
—Querida, tal vez debí decirte esto antes, pero yo no soy el indicado. Acércate al pensadero, hay algunos recuerdos que quiero que veas.
Me acerqué a aquella urna sin saber que cambiaría mi vida entera.
El abuelo me hizo una señal para que me acercara al pensadero, tras verter algunas botellitas en los fuimos sumergidos en la oscuridad, después todo se aclaró y pude ver la casa de Madame Schmitd, una antigua amiga de la abuela, solíamos ir cada mes. , exactamente el día primero del mes.
Pero ahora no tenía la visión de mi abuela tomando té y galletitas, sino de mi madre con un bebé en brazos, esto me resultó extraño, no veo porque mi madre debía estar por aquí, no sabía que ella conociera a Madame Schmitd, las mujeres. Tras un breve apretón de manos se pusieron a conversar muy quedadamente.
—Te lo repito, Emelia —dijo Madame Schmitd—. La niña que diste a luz no es nada común, no puedo explicarme que es lo que esto sucede, si pudieras darme aunque sea una pista de lo que te sucedió en tu periodo de embarazo —mi madre la miró con cierta duda y comenzó a hablar.
—Antes de saber que estaba embarazada yo había estado investigando acerca del pasado de Voldemort... —mi madre se interrumpió un momento porque madame Schmitd había lanzado un gritillo, después continúo—. Y descubrí un viejo relicario en un lugar de poca recomendación, perteneció al abuelo de mi madre, su nombre era Sorvolo, el abuelo del señor Oscuro —concluyo mi madre, esperando ver la reacción de Madame Schmitd.
Esta solo se quedó mirando sin hablar, después hizo un gesto para que siguiera hablando.
—Fui una estúpida, lo compré y me lo puse, siempre había tenido esa curiosidad acerca de la figura paterna que mi abuela no tuvo, todas veníamos de una larga línea de mujeres y parecíamos malditas ya que ninguna había conseguido, después de mi bisabuela, un buen esposo, excepto yo —agregó rápidamente—. Lo que yo no sabía era que el relicario contenía algo maldito y al instante, al no poderle destruir, me deshice de él, pero el mal estaba hecho, yo estaba extrañamente pudriéndome del cuello y entonces supe que tenía cuatro meses de embarazo, lo cual Es aún más raro porque yo no sentí nada, por poco y no logramos salvar a mi hija.
Solo hasta que mencionó aquella enfermedad en su cuello me percaté de la máscara alrededor de su delicado cuello.
—Pero cómo te diste cuenta que algo andaba mal en ella —interrumpió Madame Schmitd
—No hubo nada que me lo advirtiera, simplemente era una corazónnada y ahora me lo ha confirmado, pero, ¿qué puedo hacer? Parece que lo que traía ese objeto lo absorbió el producto —mi madre parecía desesperada.
—No te puedo prometer que erradicaré la cosa oscura totalmente, pero puedo controlarla, siempre y cuando vengas seguido a verme en sesiones breves.
—Muy bien, está dicho. Debes ser muy discreto en cuanto a esto —madame Schmitd avanzando e intercambiando un presionado de manos y mi madre salió por la puerta de atrás, por donde siempre entraba con la abuela, pero ahora advertí una plaquilla que nunca antes había visto, decía:
"Controladora de Demonios"
Madame Schmitd
Ellas hablaban de mí, tenía que ser, si no de quien más y todo coincidía, me habían contado que mi madre no se dio cuenta que estaba embarazada hasta aproximadamente cuatro meses y esas visitas que tengo muy borrosas a casa de madame Schmitd"la controladora de demonios", ¿eso es lo que yo era? ¿Un demonio?
Salimos del pensadero y rápidamente busqué donde sentarme, el abuelo se sentó frente a mí en su silla habitual detrás de su escritorio.
— ¿Quieres un poco de agua? —preguntó.
Yo negué.
—Lo que necesito son respuestas —dije tratando de calmarme—. ¿Ellas hablaban de mí? —pregunté con la esperanza de que dijera que no, pero el sólo me dio un leve asentimiento y apareció un vaso de agua frente a mí, yo lo bebí muy rápido.
—Yo me enteré después que todo el mundo, lo que no es habitual —hizo una pausa—. Debo comunicarte que tu madre no murió de una enfermedad, murió de causas extrañas, por aquel medallón que puso en su cuello.
—Pero y, ¿yo? Qué no se supone que en el embarazo somos una sola persona
—Efectivamente, pero no sucedió del modo esperado, simplemente que... —dijo tratando de elegir las palabras correctas—, hay algo peculiar en ti, eres el bien y la maldad en una sola persona, hasta ahora no he visto la maldad en ti, pero eso puede cambiar.
—Entonces, ¿es eso lo que mi abuela y yo hacíamos cuando íbamos de visita a casa de esa señora? —pregunté perdiento la calma y poniéndome más ansiosa.
El abuelo escuchó.
—Te sometíamos a rituales para controlarte y funcionaron —habló con simpleza.
—Pero, pero... necesitaré tiempo para entender esto, tengo que salir...
—Espera —dijo el abuelo—, ten listas tus maletas, partes en el siguiente expreso.
Me di la vuelta y lo miré sin comprender, y con la duda bien marcada en el rostro, qué quería decir con que tenía que irme, acaso tenía que ver con que soy diferente a los demás.
— ¿Qué quieres decir? —pregunté temiendo a la respuesta pero él me respondió con total calma.
—Las cosas con la profesora Umbridge se están poniendo muy pesadas y me temo que no podrá quedarme en el cargo de directora por mucho tiempo más. El ministerio, como ya lo ha notado, ha ganado mucho poder dentro de Hogwards y no puedes quedarte. Después de mi partida, sería muy peligroso —me miró como esperando que no me molestara.
Pero yo lo comprendía, sabía todo el sacrificio que era para el dejar su amada escuela de magia y aunque para mí era horrible dejar Hogwarts, me resigne a obedecer al abuelo ¿Qué otra cosa podía hacer?
—Bien, abuelo. No te preocupes, estaré lista en un par de horas. Te veré aquí en tu oficina —dije sonriendo para aligerar la tensión que recientemente se había formado entre nosotros.
Salí de la oficina y me dirigí a la sala de Slytherin, al llegar allí vía Draco parado en las puertas de las mazmorras, parece que estaba esperándome.
—Hola —saludé sin ánimo.
— ¿Por qué tan desanimada? ¿Acaso te diste cuenta que Potter es un perdedor? —lo miré mal y se puso serio—. ¿Qué sucede May?
—Draco... me temo que tendré que irme a casa antes de que acabe el año —dije resignada.
— ¿Por qué? ¿Qué sucedió? —preguntó.
Tuve que inventar una mentira rápidamente.
—Mi abuelo teme que Hogwarts no sea seguro y me enviara de vuelta a casa —dije medio diciendo la verdad—. Así es que vine a despedirme de ti. Vamos, tengo que ir a hacer maletas ya recoger a mi gato —gruñí angustiada.
En el camino nos detuvo la patrulla inquisitorial, aunque bueno, ser la mejor amiga del príncipe de Slytherin y que este sea miembro de la patrulla pues tiene su ventaja. Nos dejaron ir al instante. Llegamos a mi habitación y Draco me ayudó a empacar todas mis cosas. Le dije que llevaría mis cosas a la gárgola, que allí me recogería mi abuelo, vaya mentira. Tenía que despedirme de Hermione, Ron y Harry, pero no tenía idea de cómo entrar a Gryffindor.
—Malfoy, ¿sabes cómo entrar a Gryffindor?
Él rio por mi pregunta.
—Cariño, ¿quieres ir a despedirte de San Potter? —miré a otro lado avergonzada—. Lo siento, no tengo idea de nada sobre Griffyndor.
—Bien, creo que esta es la despedida —le dije a Draco resignada.
—Eso creo —concordó él.
Y sin previo aviso me dio un fuerte abrazo.
—Escríbeme, por favor —me pidió.
—Por supuesto, no te vas a librar de mí —dije triste—, tengo que hablar antes con el profesor Dumbledore, hasta pronto Draco, cuídate.
—Adiós —dijo en un mohín triste.
Por un momento me pareció que lloraría, pero después se puso muy rígido. Con su rostro en blanco.
Llamé a la gárgola diciendo la contraseña y fui elevada hasta el despacho del abuelo Dumbledore, sin despegar la vista de mi amigo, y triste por no poder despedirme de mis demás amigos y Harry.
Entré a la oficina con todo el equipaje y me sentí estúpida porque este pudo haber aparecido mágicamente como lo hace a principios de año. Solo llevaba a Elvis detrás de mí, siguiéndome como perrito faldero.
El abuelo ya estaba esperándome, por supuesto, solo me dio un fuerte abrazo y me miró atentamente. Me gritó y me pidió que me sentara.
—He decidido enviarte con una vieja amiga mía, no es bueno que estés sola en Valle de Godric —dijo haciendo desaparecer mi a mi gato—. Te enviaré con Bathilda Bagshot, vivirás con ella todo el tiempo que sea necesario, cuando mi relación con el ministerio sea más tranquila. Entonces, solo entonces, volverás a Hogwarts.
—Muy bien, estoy de acuerdo. Aunque hubiera preferido ir a donde tú fueras.
—Vamos, querida, no te pongas triste. Esto se resolverá pronto —me prometió.
Le hice un mohín decepcionado.
— ¿Por qué no puedo quedarme en Hogwarts como los demás? —pregunté con esperanza—. Nadie sabe qué soy tu nieta.
El abuelo me dio un asentimiento de acuerdo.
—Por ahora. No sabemos si alguien podría descubrirlo pronto —explicó—. Aquella periodista que ha estado acosando a Harry... Rita Skeeter, también ha estado tras de mí, incluso sacó una nota sobre la familia, no me gustaría que sacara una sobre ti cuando Umbridge aún está aquí —negó sin querer imaginárselo—. Si ella llegara a ponerte las manos encima no quiero imaginar lo que intentaría hacerte para llegar a mí.
Asentí dándole la razón. No había otra manera.
—Vamos, querida. Es hora —dijo poniéndose en pie y dándome acceso a su Red Flú—. Di fuerte y claro: Casa de Bathilda Bagshot, Valle de Goddric.
Y así lo hice, la última que tuve visión fue el abuelo en su amada oficina.
Al llegar a la casa de la señora Bagshot, apareció en una estrecha chimenea hecha de ladrillo. Una señora bajita y seria que me molesta con timidez. Ella me hizo sentir muy cómoda en su casa y llegué a tenerle mucha confianza, aunque es vieja, es muy inteligente y está muy cuerda pese a la edad que tiene.
Pasé las últimas tres semanas ahí, en casa de Bathilda. No había sabido mucho del abuelo, excepto por lo que publicaba Rita Skeeter en sus deplorables artículos, así que en todos sus artículos atacaba al abuelo. Fue como me enteré de que Harry y sus amigos habían ido al ministerio donde se enfrentaron a Voldemort, ese día murió Sirius Black. Rápidamente le envié a Harry una carta sobre lo mucho que sentía la muerte de Sirius, sin embargo no recibí respuesta inmediata.
Aquel día en especial, por la mañana tomé el periódico como hacía siempre y vi algo que me dejó helada.
—Disculpe, señora Bagshot, ¿este periódico es de hoy? —pregunté mirándola nerviosa.
Ella asintió con una sonrisa amable. En el periódico decía:
La Mentirosa Slytherin
Últimamente el señor Albus Percival Wilfric Bryan Dumbledore, ha dado mucho de qué hablar gracias a su huida tras presentarle una orden de aprisionamiento en la famosa cárcel de magos en Askaban.
Pero ahora el ministerio besa sus pies, tras el enfrentamiento de "él niño que vivió" y El-que-no-debe-ser-nombrado.
Se rumorea que en el enfrentamiento murió el prófugo y mortifago Sirius Black.
Pero recientemente se ha descubierto algunas cosas ocultas del ejemplar profesor Dumbledore, algo parecido a una hermana loca, un hermano con pasado bochornoso y un hijo muerto. Hay que admitir que Dumbledore lo tenía muy escondido.
Tenía a nada menos que a su nieta, sí, a su nieta May Dumbledore-Barcy en sus narices, estudiando en Hogwards y, ¿saben en qué casa? Slytherin.
Vaya sorpresita que se ha de ver llevado a principios de año Albus D.
Su nieta May Ann Olympe Rhae Dumbledore ha estado bajo un nombre "falso" por así decirlo, mintiéndole a todo el mundo, bajo el apellido de soltera de su madre, Emelia Barcy.
Esperamos que esta revelación no le cause problemas y momentos acalorados a la señorita Dumbledore.
Para el diario El Profeta
Por: Rita Skeeter.
No tenía idea de cómo iba a enfrentar ahora a todos después de haber dicho tantas mentiras, no me imaginé que la verdad fuera a saberse así. Draco me iba a odiar, sólo esperaba que me perdonara. Incluso Harry y los chicos también estarían molestos. Sin contar que había muerto el padrino de Harry, él seguramente estaría destruido y lleno de resentimiento. Había intercambiado breve correspondencia con los chicos esas semanas, pero desde mis últimas cartas hace unos tres días, no me habían respondido. Extrañaba tanto a Harry, y me preocupaba mucho lo triste que debía de estar por su padrino, lo poco que pude observarlos en Grimmauld Place, me di cuenta de lo unidos que eran.
De pronto se armó un aire que abrió algunas cortinas y después de una luz que hizo que cerrara los ojos, observó al abuelo Dumbledore en la entrada:
—Hola, querida, ¿cómo te va?
— ¡Ay, abuelo! —me quejé pero corrí a darle un abrazo fuerte—. ¡Ya me expuso Rita Skeeter, me han descubierto!
Su barba larga y espesa me hizo cosquillas en la mejilla. El director de Hogwarts daba vueltas alrededor de la sala de la casa de Bathilda Bagshot. Yo le preparaba un juego de té para tres personas. Volví al sillón para ofrecerle una taza de té al abuelo y otra a Bathilda.
—Te agradezco mucho que dejaras quedar aquí a May —le dijo el abuelo a la bruja.
Ella negó restándole importancia.
—Es bueno tener compañía —le respondió—. Aunque ha estado bastante inquieta.
El abuelo tomó el periódico inspeccionándolo.
—No entiendo como Rita Skeeter se enteró de todo —dijo negando desaprobatoriamente—, pero sea lo que sea ya no tiene ninguna solución, así que más vale ponernos en marcha —dijo haciendo desaparecer a mi pobre gato Elvis que retozaba a su lado.
Yo apenas le había dado un trago a mi té.
— ¿De qué hablas? —pregunté sin entender nada.
Él se puso de pie de un salto. Terminando su té rápidamente.
—Te llevaré a la casa de Lupin, él te llevará a la casa de los Weasley.
—Y, ¿por qué no me llevas tú? —pregunté interesada.
—Tengo cosas importantes qué hacer, querida —me confesó con tristeza—. Muchas cosas que hacer y tan poco tiempo.
Asentí sin decir nada más, empaqué mis maletas y el abuelo las hizo desaparecer, entretanto me despedía de la señora Bagshot.
—Ay, querida, pero no te olvides de mí —dijo sensato—, ven a visitarme pronto.
Yo asentí dándole un abrazo. Poco sabía entonces que nunca la volvería a ver.
Partimos a la casa de Lupin mediante aparición, a quien sólo conocía de oídas. Al llegar salió a recibirnos a la puerta e intercambiar algunas palabras del abuelo que yo no escuché, tras esto se fue con rapidez, pues estábamos muy expuestos. Entré a la casa de Lupin, ésta era acogedora y muy limpia, me invitó a sentarme. Una duda me asaltó, ¿por qué me llevaban a la madriguera y no al número doce de Grimmauld Place?
¿Qué sucede con Grimmauld Place? —pregunté con cuidado—, el abuelo me envía a la casa de los Weasley y no al cuartel general, ¿sucede algo?
Lupin hizo un gesto de asentimiento con pesadumbre.
—La verdad es que sí, tras la muerte de mi amigo Sirius se ha puesto en duda la seguridad de aquel lugar para que siga sirviendo como cuartel. Pero ahora que Harry ha heredado esa casa tal vez podamos utilizarla.
— ¿Harry heredó Grimmauld Place? —pregunté sorprendida.
Lupin asintió.
Estuve en casa de Lupin por poco más de dos horas, parecía estar muy ocupado. Por fin me dijo que era hora de irnos y de pronto volvía a la realidad, vería a Ron, los gemelos, Harry y Hermione. Estaba aterrada por sus reacciones.
— ¿Qué te sucede? Parece que hubieras visto un troll —me dijo extrañado.
Yo solo sospeché.
—Estoy en un lío, Rita Steeker desenmascaró mi mentira —dije ironizando.
—Sí, creo que toda la orden lo vio, incluidos los Weasley —dijo sabiendo lo que temía—. Nunca me pasó por la cabeza que Cyril y Emelia hubieran tenido una niña, sólo se supo que ella estaba enferma.
—En realidad, era verdad, estuvo muy enferma los últimos años de su vida —explicó.
Lupin notó el cambio de atmósfera y no siguió la conversación. Me dio un puñado de polvos flú para que me apareciera en la casa Weasley, ya me estaba comenzando a cansar de cubrirme de ceniza.
Llegamos a lo que Lupin llamó "La madriguera", un lugar muy pintoresco que parecía caerse a pedazos, supongo que por eso Malfoy siempre llamó a las comadrejas Weasley. La señora Weasley salió a recibirnos.
—Hola, querida, Lupin, ¿Cómo están? ¿Les fue bien en el viaje? —preguntó igual de amable que siempre.
Ella me tomó en sus brazos y me estrechó con cariño.
—Por supuesto Molly, de maravilla —respondió Lupin a mis espaldas.
—Tus maletas ya están en la habitación de Ginny, sube —me dijo.
Yo asentí. Me despedí de Lupin y agradecí que me hubiera traído con él.
Subí las escaleras con rapidez, pero me detuve en el último escalón, pude escuchar la plática casual de Ginny y Hermione en la siguiente puerta. Me quedé parado ahí un momento como cobarde. Pero finalmente decidí pararme frente al marco de la puerta abierta de par en par. Tenía a Hermione Granger frente a mí y no sabía si ella había leído o no el diario, aunque era obvio que sí lo sabía.
—Hola —saludé para nadie en específico.
Ginny me respondió cortante, pero Hermione ni siquiera eso, en su lugar miró a Ginny.
— ¿Podrías dejarnos un breve momento a solas? —preguntó Hermione.
Ginny se acercó y se levantó de la cama donde se encontraba sentada. Salió por la puerta cerrándola tras de sí y aunque no quisiera que enfrentara a Hermione. Lo que yo me esperaba era un rostro enojado y lleno de indignación, podría manejar eso. Pero lo que me encontré no hubo forma de controlarlo. El rostro de mi mejor amiga estaba lleno de decepción.
—Creo que ya leíste lo que publicó Rita Skeeter —dije mirando el periódico en la mesilla de noche de su cama.
Ella le dio una mirada y volvió su vista a mí.
—Sí, por supuesto —respondió igual o más cortante que Ginny.
—Y, ¿qué piensas? —pregunté queriendo entender lo que sucedía en su cabeza.
Ella sólo miró hacia otro lado y suspiró.
—Aunque me llena de decepción que no me hayas contado algo tan importante, lo comprendo y creo que tuviste razones para no hacerlo. Es sólo que nosotros nunca te guardamos secretos a ti —concluyó desviando la mirada.
Solté el aire que estaba conteniendo desde hace un rato aliviada, mi amiga me comprendía y no estaba en problemas, bueno no en demasiados como pensé al principio.
—Por supuesto que tenía razones —respondí sentándome a su lado en la cama—. Hermione, yo... yo no tenía permitido hablar de mi abuelo, cosas horribles le sucedieron a su familia a raíz de personas malvadas tratando de llegar al abuelo. Incluso este arreglo no es nuevo, mis padres eran parte de la orden pero no mucha gente supo que habían tenido una hija. Sólo confía en mí, ¿puedes?
—Confío en ti, créeme que lo hago, no estuviera aquí si no lo hiciera —ella colocó su palma encima de la mía en una muestra de cariño.
Le sonreí y nos dimos ese abrazo que tanto necesitaba desde hace días.
—Necesito que me ayudes —dije suplicante—, probablemente Harry ya leyó el artículo del periódico al igual que Draco y ambos me deben de estar odiando por mentir.
— ¡Vaya que tienes mala suerte! Tu secreto se descubrió ahora que Harry está obsesionado con el diario El Profeta —dijo chasqueando la lengua—, no creo que Harry te odie, ni siquiera lo creo de Malfoy.
La miré con duda.
—Espero que tengas razón, lo único bueno es que no los veré hasta clase y estaremos tan atareados con todo que no le dará tiempo de odiarme—dije entusiasta.
Hermione se me quedó mirando con obviedad.
— ¿De qué hablas? Si Harry llega hoy —dijo ella haciéndome relajarme alarmada.
— ¿Y el abuelo Dumbledore lo sabe? Tal vez aún pueda mandarle un mensaje para que me recoja antes de que Harry llegue y así evitarlo...
— ¡May! El profesor Dumbledore es quien lo traerá aquí —dijo haciéndome callar.
Recordé rencorosa que el abuelo Dumbledore me dijo que tenía cosas importantes por hacer, pero nunca me dijo que traería a Harry a la madriguera, al menos pudo haberme preparado para eso.
— ¡Por Circe! ¿Y ahora qué es lo que haré? —suspiré frustrada—, sólo te tengo a ti.
Me levanté a dar vueltas por la diminuta habitación.
—... Y a Ron, lo puse de tu parte —me dijo sonriendo, esa es mi amiga—, él es capaz de calmar a Harry. Pero no nos adelantemos, tal vez Harry también lo entendió y ni siquiera le ha cruzado por la cabeza enojarse.
Oh, seguro.
Entonces se escuchó que en la puerta continua Ginny chillaba y gritaba a Ron: "Harry ha llegado, Ron, está en la cocina y quiere verte".
Miré alarmada a Hermione pero ella pasó un brazo por mis hombros reconfortadoramente.
—Es hora —dijo Hermione dándome ánimos con una sonrisa.
Bajé al primer piso preparándome mentalmente para todo, un Harry molesto, uno decepcionado o cualquier versión de Harry. Pero al verlo simplemente me desarme. Y al verlo comiéndose mundanalmente una tostada en total calma, recordé enseguida la razón por la que me enamora de él. Era como ver un ángel.
Ron se adelantó y le dio un abrazo, igual Hermione y ahora era mi turno pero no sabía cómo actuar así que sólo me quedé parada escrutándolo con la mirada para medir su reacción. Pero él se mostró deseoso de un abrazo por que se levantó de la mesa donde estaba comiendo y se dirigió a mí pero justo a un par de pasos de encontrarse conmigo se detuvo y me miró, me miró directamente a los ojos y sentí que mis pensamientos No estaban a salvo, como si pudiera ver a través de mí.
—Hola, Harry—dije con un hilo de voz.
Él se demoró pero finalmente me respondió secamente.
—Hola, ¿debo llamarte May? ¿O es que ese tampoco es tu nombre? —escupió—. Tienes varios, ¿cuál te gusta?
Se adelantó un paso.
— ¿Olimpo? ¿Ana? —hizo una pausa maliciosa—. ¿O qué tal Rhae?
Él estaba siendo bastante hiriente, pero lo entendía, estaba muy enojado.
—Harry... —trató de llamarle la atención a Hermione.
Pero mi temperamento no era tan comprensivo como yo.
—Estás pasándote... —solté.
Pareciera que le di impulso.
—Mi novia me mintió desde el primer día que la conocí, ni siquiera sé quién es, probablemente ella es una completa mentira —susurró sin temer a dañar mis sentimientos.
—Harry, escucha...
—No, ya escuché suficiente —miró a Ron y Hermione—, vamos tengo que hablar con ustedes.
Hermione me miró disculpándose, tal vez sintiéndose culpable. Pero yo no le reprochaba nada, estaba muy agradecida por que ella me hubiera comprendido a mí y mis motivos por ocultar mi identidad. Tampoco juzgaba a Harry, seguro la estaba pasando mal, aunque eso no me hacía sentir menos peor.
Pasaron los días y el tiempo de volver a Hogwarts se acercaba al igual que mi miedo irracional a esa escuela de magia y sus alumnos. Harry no me dirigió la palabra y me ignoraba. Bueno, no es como si yo hubiera hecho muchos intentos tampoco. Tengo un gran y estúpido orgullo que me impide perder disculpas. Recordaba que Harry cumplía años antes de comenzar el año escolar, había aprovechado una visita al callejón Diagon que había hecho durante mi estancia con Bathilda, le había comprado un precioso set de mantenimiento de escobas, sabía que él era buscador y cuidaba mucho su escoba, así que le compré aquello para que mantuviera cuidada su Saeta de fuego, según sabía era regalo de Sirius, probablemente Harry querría conservarla el mayor tiempo posible. Le pedí a Hermione que lo llevara a su cuarto, también con una esperanza de que me perdonara, aunque no incluyera ningún tipo de nota, sólo le deseaba un feliz cumpleaños escrito en el paquete. Harry no reaccionó a eso, pero al menos lo conservó.
Ron y Hermione, por lo que me habían contado, trataban de suavizar a Harry, incluso también a la señora Weasley. Y aunque no ha habido muchos avances importantes han logrado que Harry esté en la misma habitación conmigo. Así de enojada estaba.
Ni siquiera tenía los gemelos Weasley en casa, habían abierto una gran tienda en el Callejón Diagon de artículos mágicos donde les iba fantástico, tenían la tienda repleta de clientes y ahora eran los más ricos de la familia Weasley.
Me dirigí a la ventana de la habitación de Ginny, que es donde me estaba quedando, miré algo que nunca había visto, dos columpios que parecen obra de Arthur Weasley porque parecen muy muggles, me animé un poco. Los muggles siempre me hacían sentir bien y desconocía el origen de ese cariño hacia ellos, tal vez se debió a que mi abuelo intentaba librarse de ese prejuicio hacia ellos por lo que le hicieron a su hermana Ariana.
Cuando según me encontré ya columpiándome levemente en aquellos juegos para niños.
Bajé la velocidad y me puse a pensar, realmente pensar en mi vida y sin querer mis ojos se cristalizaron al recordar a mi abuela con quien tantos recuerdos había compartido. No me di cuenta cuando Elvis, mi gato, se apareció y saltó en mi regazo. Ya me encontraba rascándole detrás de sus orejas. Involuntariamente pensé en Draco y su perro y en lo mucho que debe odiarme, me puse a suspirar pesadamente.
Levanté la mirada y tenía a Harry frente a mí, no sabía qué decir, lo único que salió de mis labios fue el patético:
—Lo siento, Harry.
Él no dijo nada, sólo yo miró, se acercó y me besó.
No sabía que sucedía y no me interesaba enterarme. Lo único que me importaba era que lo tenía a él junto a mí, ¿qué lo llevó a hacer esto? No lo sé, pero tal vez tiene que ver con cierta bruja inteligente y un pelirrojo que miran a hurtadillas en la cochera de la madriguera.
Por fin nos separamos y lo miré con un rostro lleno de confusión, él simplemente se mostraba neutral y su rostro no emitía ninguna señal de su estado de ánimo.
— ¿Qué fue eso? —pregunté.
Él me miró muy fijamente como si quisiera quedarse con esa imagen de mí para siempre.
—Yo lo estuve pensando mucho y soy muy estúpido.
Intenté protestar pero me hizo una señal para que guardara silencio.
—Cuando vi ese artículo de Rita Skeeter me puse como loco, no comprendí por qué mentías de aquella forma. Y aunque estaba muy enojado, no dejé de extrañarte ni un segundo, tenía tantas ganas de verte, por eso reaccioné así cuando te vi en la cocina de la Madriguera, cuando llegué el primer día, pero cuando te tenía tan cerca y sin poder tocarte. , me dije a mi mismo que no lo haría hasta que me explicaras por qué lo ocultaste y que me dijeras la verdad. Yo no podía soportar la idea de que me hubieras mentido sobre todo, nosotros incluidos.
—Harry, déjame explicarte —dije suplicante, él ascendió y se sentó a un lado de mí.
Empecé relatándole desde que llegué a la casa de Sirius Black en Grimmauld Place.
—Cuando llegué a Grimmauld Place ya sabía que no debía decir mi apellido, una de las razones era que el abuelo Dumbledore ya sabía que tendría problemas en Hogwarts y con el ministerio, y si sabían que yo era su nieta entonces me harían daño, de hecho es la misma razón por la que dejó Hogwarts aquella noche —señalé—, Draco ahora debe de estar hecho un dementor, él se quedó pensando que mi abuelo me recogería en la oficina del director sin saber que mi abuelo era el director.
—Seguro que no se enojará, al menos no demasiado —agregó.
—Hay algo más, Harry–dije sin querer contarle—, soy familia lejana de Voldemort.
— ¿Qué? —Harry pareció agitado repentinamente.
—No directamente —intenté tranquilizarlo—. El abuelo de Voldemort, Marvolo, tuvo un amorío con la abuela de mi madre, ella a su vez tuvo una hija, pero Voldemort empeñó en limpiar su pasado mató a todos los directos e indirectos familiares que tenía, incluso a mi familia. Pero lo que él no supo era que la hija de aquella mujer había tenido una niña, mi madre, Emelia.
—Siento si te lastimé estos días, May, debí entenderlo y comportarme a la altura —confesó apenado.
Acaricié su mano y puse un beso en sus nudillos.
Con el paso de los días se acercaba el regreso a clases y con ello se me acababa el tiempo para pensar. No quería ver a Draco y sí lo quería al mismo tiempo. Todo en mi cabeza era una caos.
El abuelo no viene muy seguido, está muy ocupado tratando de averiguar si hay más collares malditos por ahí.
Atravesamos la estación 9 3/4 hacia el expreso de Hogwards tomado de la mano de Harry, la gente nos miraba y susurraba. Subimos al tren tras despedirnos de la señora Weasley y de algunas aurores que iban cuidando de Harry.
Elegimos un vagón que por suerte estaba vacío. Apenas y cabíamos en el vagón. Estaba Hermione, Harry y Ron, frente a ellos yo. A mi lado estaba Zabini y Theodore, quienes habían entrado casi a hurtadillas a chismorrear conmigo sobre la periodista que me delató. Al parecer los gemelos habían renunciado a la escuela después de que yo me fui, y han estado ocupados en su tienda Sortilegios Weasley.
Todo estaba muy tenso, los leones y las serpientes nunca antes habían ido en un vagón juntos, no desde mi madre y mi padre que eran novios, exactamente como Harry y yo. Había invitado a Theo y Zabini a sentarse conmigo pero ellos no sabían que también estarían mis amigos leones. Ellos ya sabían mi secreto de antemano, por ellos no tenía que preocuparme.
—Theo —lo llamé, él volteó a mirarme—. ¿Has visto a Draco?
—Gracias a Merlín que no lo he hecho —explicó—, pasé las vacaciones en su casa, pero entonces Rita Skeeter publicó ese odioso artículo y pareció afectarle pero después volvió a la normalidad.
—Entonces, ¿no estás furioso conmigo? —pregunté esperanzada.
—Yo no dije eso, May, será mejor que hablemos afuera —dijo.
Miré a Harry y él se acercó. Seguí a Theo y Zabini por el pasillo, entramos a una especie de mini almacén de artículos de limpieza, apenas y cabíamos en él.
—May, no sé cómo decirte esto, pero creo que te enterarías tarde o temprano —dijo tembloroso Nott.
—Dime que sucede, Nott, ahora.
—Mira —dijo Blaise—, Draco recibió la visita de... —trago fuerte—, el señor tenebroso.
Casi se me cae la boca, dios, mi pobre Draco, debe de haber visto forzado por su padre.
—Tengo que encontrar —dije agitada—, tengo que asegurarme que está bien.
—Draco está bien, May, sólo muy perturbado —dijo Nott—, no se qué ocurrió pero será mejor que no se entere que abrió la boca.
—Muy bien, haré que me diga él sólo la verdad —dije tranquilizando a Theodore.
Les dije que eran al vagón que iría en busca de mi mejor amigo. Y ellos no rechistaron y obedecieron, yo estaba muy crujiente y enojada, a la vez temerosa. Draco aún podía enfurruñarse conmigo por mentirosa. Entré a los vagones de Slytherin, las murmuraciones aumentaban a cada paso. Por fin ideó el cabello rubio platinado de Draco y me acerqué, él estaba con Astoria Greengreass y su hermana Daphne. Cuando me miró se quedó helado, parece que él tampoco tenía ganas de enfrentarme a mí.
—Tenemos que hablar —dije en un susurro apenas audible.
— ¿De qué? —preguntó pero permanecí en silencio. Él se levantó y lo siguió—, que sea rápido.
Sólo esperaba que no negara que Voldemort lo había visitado. Y entonces yo aceptaría cualquier cosa que pidiera. Porque ahora yendo tras de él, vi clara las cosas. Para Draco, yo era el enemigo.
— ¿Por qué no me lo dijiste? Eres una mentira total —decía furioso—, jamás debes confiar en ti, eres tan mentirosa como tu abuelo.
—Cálmate, Draco, mi abuelo no tiene nada que ver en esto —dije tratando de tranquilizarlo.
— ¿Cómo me pides eso? Como si tuvieras algún maldito poder sobre mí —gritó enfurruñado al máximo.
Bueno, aunque sea me grita y no me ignora como Harry.
—Vamos, Draco, pensé que reaccionarías mejor que Harry.
—A Potter ni me lo menciona —dijo al borde.
Había algo, algo más que Draco no me estaba diciendo. Recordé a Ron diciendo haber visto a Draco en Borjes y Burks, ya Harry dándole un codazo para que cerrara la boca. Ya conocía ese negocio en la parte oscura del callejón Diagon y sabía que Draco no debería haber estado ahí. Algo andaba mal.
—De verdad, Draco, perdóname, lo siento tanto, yo no podía decirlo a nadie, porque... porque... —me callé, no podía decirle que era heredera de Salazar Slytherin y por tanto familia muy lejana de Voldemort.
—Habla, Dumbledore —dijo utilizando mi verdadero apellido.
—Draco no hagas esto, yo soy una Barcy, es el apellido de mi madre, de soltera —dije suplicante.
—No es eso, May —dijo utilizando mi nombre con cariño—. Esto... —djo refiriéndose a mi parentesco—, esto lo complica todo.
— ¿Es que soy demasiado Gryffindor para ser Slytherin? ¿Soy demaciado mestiza ahora que sabes que Albus Dumbledore es mi abuelo? —pregunté intentando ser fuerte.
—No, ese no es el problema, siempre supuse lo peor, que eras sangre sucia, pero no me importó. No lo entiendes, no tiene que ver contigo, es con tu abuelo —dijo débilmente.
Ignoré la parte pedante de su comentario y me concentré en lo importante.
— ¿Qué pasa con él? —pregunté alarmada repentinamente.
—Supongo que el profesor Dumbledore te dijo que mi padre es mortífago —afirmó y yo asentí—, simplemente no puedo ser tu amigo si mi padre planea matar a tu abuelo, es descabellado.
— ¿Tu padre trata de qué... —pregunté casi al borde del colapso.
—Tranquila —dijo Draco sosteniéndome—. Lo quiere hacer, obvio, como todos los seguidores del señor oscuro...
—Voldemort —lo corregí automáticamente.
—Sí, Voldemort, él ha puesto precio a su cabeza, pero tu abuelo ya lo debe de saber, sea como sea por algo el señor... Voldemort le teme —dijo con la mirada perdida.
Me sentí intranquila, el abuelo me había ocultado muchas cosas.
—Entonces... ¿ya no vas a ser mi amigo? —pregunté tratando de contener las lágrimas.
—May... yo siempre será tu amigo, tu mejor amigo, pero llegará un momento en que no podrá seguir siendo visto contigo —explicó.
Asentí comprendiendo. Tenía incluso suerte de que Draco me hubiera hablado en un principio, y no sólo por sus propias creencias, si no por todo el espectro de diferencia social y las lealtades que tenía cada uno en el lado opuesto al otro.
—Nunca entendí por qué me dejaste estar cerca de ti, después de todo era amiga de Harry y los Weasley, los odiabas con pasión —murmuré de la nada.
Draco, sorpresivamente, se rió entre dientes.
—Bueno, aunque no lo creas, incluso si Potter hubiera entrado en Slytherin, yo lo hubiera aceptado en mi círculo —admitió a su pesar—. En Slytherin nos cuidamos unos a los otros, somos la casa más desagradable para Hogwarts, aunque puedo entender por qué. Y adicional a eso, te comportaste a la altura de Slytherin, primero fue curiosidad, dejaste de ser molesto y comenzaste a ser entrañable.
Yo reí sonoramente.
—Vaya, y no te derretiste después de decir algo amable, vas perdiendo el toque —me burlé con un tono en jaquecoso.
Le di un abrazo, Draco dejó caer todo su peso cansado en mí, parecía haber estado reteniendo mucha tensión, suspirándose dolorosamente.
Y con esas palabras nos despedimos, yo volví a mi vagón donde dos años atrás había conocido a Draco, éste le decía sangre sucia a Hermione y llamaba estúpidos a los muggles, cuánto había cambiado.
Entré a mi vagón y me posicioné junto a Harry tomando asiento, probablemente todos veían la diferencia de cuando salí del vagón y ahora. Llegamos juntos a Hogwarts, como siempre, solo que sentía la ausencia de los gemelos Weasley y la de Draco.
El abuelo me explicó todo respecto a la maldición de que era víctima, le sucedió lo mismo que a mamá, irónicamente. Lloraba sin ningún control, era horrible, no podía creerlo, ¿qué clase de maldito mundo era éste?
—Está bien, querida, estoy listo para morir —dijo valientemente el abuelo—. No moriré en vano, lo haré para que tú vivas en un mundo mejor, sin mortífagos, donde el señor Malfoy pueda ir a visitarte sin ningún temor.
Yo me aferré a su túnica con los puños cerrados y humedeciéndola toda con mis lágrimas.
—No puedo aceptar la idea de que te perderé a finales de año —dije sollozando histérica—. Apenas acabo de volver. ¿Por qué, abuelo? ¿Por qué usaste el anillo?
Él me intentó calmar en un abrazo mientras acariciaba mi cabello y mi espalda hasta que me calmé. Nos sentamos en nuestro sillón favorito a comer, el abuelo también trajo mi postre favorito, el pastel de chocolate. Y no pude evitar pensar en todo aquello que habíamos vivido juntos, él me hacía reír. Si algo era Albus Dumbledore, es un cómico hacedor de frases. Me decía muchas frases en latín, y yo las anotaba, nuestro sueño era armar un libro de poemas en latín, nos dedicamos esa noche a completarlo. Un breve compendio de lírica en latín de Albus Dumbledore, con su colaboradora May Dumbledore.
Jamás olvidaría lo que ese viejo ridículo me había enseñado, todo lo que me enseñó lo recordaría hasta el día en que muriera y se lo enseñaría a mis hijos también. El abuelo era auténtico en todos los sentidos, incluso cuando era niña, siendo huérfana y él estando bastante ocupado, nunca me hizo falta una figura paterna.
— ¡Vamos abuelo corre! ¡Corre, rápido! Se nos va a escapar el perro, ¡corre!—chillé divertida, el abuelo corría tras Diógenes el perro quien iba enjabonado resistiéndose a tomar un baño anti pulgas —. Si no, la abuela Rosempire te regañará.
—Querida, tengo más de 80 años, ¿Cómo esperas que haga eso? —dijo sin aliento, aun así continuó corriendo tras el cachorro.
Siempre fui bastante consentida de niña, creo que por eso me lloré tan malcriada y de sangre pesada de adolescente. Incluso la manera en que conseguí a ese perro deja mucho que desear, el abuelo era un blando conmigo.
— ¡Quiero un diente de sable! —dije haciendo un berrinche frente a la tienda de mascotas muggle.
—Querida —me siseaba el abuelo—, estamos llamando la atención. Además, eso no es un dientes de sable, es sólo un cachorro de Gran Danés.
—Mucho mejor, te acusaré con esos muggles —dije en un mohín.
El abuelo río.
—No te atreveré un perro y es mi última palabra.
Pero 15 minutos más tarde...
—No, elige el de color negro —hacía berinche el abuelo.
—Está bien, abuelo Albus. A ese le vendría bien el nombre de Diógenes, Diógenes el perro.
Incluso cuando las tareas más mundanas se presentaban, él continuó a mí lado.
— ¿Qué te pasa, Querida? —preguntaba Dumbledore preocupado.
—Me siento muy mal, siento que me incendio —dije llorando.
—Eso se llama fiebre y eso solo les da a los niños desobedientes que juegan en la lluvia —dijo él tocándome la frente.
—Claro, y pinocho camina, ¿no? A quién le quieres venir a ver la cara de tonta —dije señalando un muñeco que estaba en mi mesita de noche.
El abuelo murmuró algo ilegible y el muñeco se levantó en dos pies y comenzó a hacer piruetas.
— ¿Vive no es así? —preguntó sabiendo que sí.
—Eso es trampa —dije riendo lastimosamente.
El abuelo siempre me ha apoyado en todo lo que quiero hacer, ahora es mi turno de apoyarlo a él, incluso si es doloroso. Comprendía también que no tenía opción, el abuelo ya estaba muriendo.
—Se hará como tú digas abuelo —le dije sosteniendo su mano.
Él simplemente agradeció poner su mano libre sobre la mía con cariño. Yo estaba temblando por lo que le diría, pero si no lo hacía en ese momento, tal vez no tuviera otra oportunidad.
—Abuelo... —le llamé. Él me miró con atención, no pude sostener su mirada cuando continuó—. Abuelo... puedo hablar paquetería.
El abuelo se tensó, no dijo nada por un momento pero podía sentir su mirada atenta.
— ¿Cómo lo sabes? —preguntó finalmente.
—Lo sé desde que era niña, las serpientes del jardín, las que aparecieron en casa de la abuela —le recordé—, aparecieron tan seguido porque iban a charlar conmigo.
Él me observó fijamente. Parecía incrédulo de que un detalle así se le había escapado de ente los dedos.
— ¿Y sabes por qué puedes hablar paquetería? —preguntó con cuidado.
Yo me asentí.
—Soy descendiente de Salazar Slytherin... por medio de Sorvolo Gaunt... —susurré aquel último.
El abuelo Albus me tomó de la mano.
— ¿Cómo lo descubriste? —preguntó sin mostrar ninguna emoción en el rostro.
No me atrevo a responder.
—Escuchándote a hurtadillas —respondí finalmente.
El abuelo dio una sonrisa torcida que me calmó un poco. Él sospechó.
—Hubiera querido decírtelo, sólo no quería darte más preocupaciones después de lo de Cyril y Emelia, y después mi querida Rosempire —añadió con pesar—. Y después, nunca encontré el momento para hacerlo.
—No te culpo por ello —dije con prisa.
El abuelo sonrió.
—Siempre has sido una niña muy buena y comprensiva —me dijo—. Sólo Rosempire pudo haber criado una niña tan buena, y yo... estoy tan orgulloso de ti.
Una sonrisa salió sin poder evitarlo pero mis ojos se aguaron.
—Ve a dormir, es tarde y mañana tienes que ir a clase —dijo finalmente tras unos largos segundos de silencio.
—Está bien, pero no te libraras de mí, mañana vendré a verte, te veré todo lo que pueda, y al siguiente también —murmuré en amenaza.
Cuando estaba a punto de salir, el abuelo me hizo girar al llamarme:
—May.
Lo miré expectante a lo que quería decirme.
—Ya estás lista para vivir sin mí.
Yo silencié un sollozo.
—Lo sé, abuelo, sólo no quería hacerlo tan pronto.
Llegué llorando a las mazmorras, había aparecido calma pero estaba a punto de colapsar.
Subí a mi habitación y atravesé el túnel que daba a la habitación de Draco. Él estaba dormido en su cama, despeinado y en pijama. Theo y Zabini descansaban en las camas de junto pero parecían envueltos en un hechizo silenciador con sus cortinas corridas. Draco estaba acostado junto a su perro, Mulder. Habíamos diseñado un hechizo para hacer un túnel que daba hacia mi habitación y cuando Snape pasaba a revisar habitaciones, entonces Draco ponía al perro en el pasadizo y este iba a dar a mi habitación.
Snape pasaría por ahí temprano en la mañana haciendo su ronda acostumbrada, pero en este momento era lo que menos me importaba, mi abuelo moría. Me lancé encima suyo a llorar, no podía soportar la tristeza en la soledad de la habitación y tampoco podía entrar a Gryffindor. Aunque había transmitido entereza frente al abuelo, todo aquello había sido por el bien suyo y lo había amontonado todo dentro.
Me eché junto a Draco haciéndome bolita a su espalda. Draco despertó alarmado, pero al verme llorando se incorporó y me abrazo, él no sabía por qué lloraba pero tampoco preguntó, él sólo se dedicó a consolarme. Me quede allí el resto de la noche y poco a poco me quedé dormida.
Por la mañana sentí que alguien tocaba mi brazo con suavidad, vía a Severus Snape al pie de la cama. Me desperté con dificultad y lo vi a través de ojos hinchados. Draco seguía dormido plácidamente.
—Vaya, tiene el sueño pesado —dijo indiferente—. No creo que al señor Potter le agrade la idea de esto, Señorita Dumbledore, sin contar que es contra las reglas una mujer en los dormitorios de chicos.
Mis ojos se cristalizaron, Severus sería quien mataría al abuelo.
—No se ponga así, señorita Dumbledore —comentó Snape alarmado sin saber cómo reaccionar ante mis lágrimas que ya salían a borbotones.
Miré a Draco y todavía estaba dormido pese a mi ruido.
—Profesor, lo sé todo sobre eso, el abuelo me lo dijo todo ayer —dije con un hilo de voz.
Snape no varió el gesto.
—Es una pena —respondió—, es preciso hacer algunos sacrificios —agregó saliendo por la puerta, no nos molestó más, probablemente sabía que yo no podría salir de esa habitación aunque quisiera.
Me volví a acurrucar contra Draco, pero cuando fue hora de levantarse lo obligué a ir a comer, porque no lo pude convencer de ir a clase. Yo volví a mi habitación a cambiarme de ropa. A su regreso me trajo comida de contrabando. Definitivamente se preocupaba por mí.
Me miró de soslayo y suspiré.
— ¿Esto es por Potter? —preguntó—. Si es así puedo tener unas palabras con él.
Negué con calma.
—Yo... tuve algunas malas noticias —respondí sin poder revelar nada—. Pero no quiero hablar de eso.
Draco se acercó y no volvió a preguntar, supongo que captó la indirecta de que era una cuestión de bandos diferentes.
Dos días después por fin me obligué a salir de mi habitación. Draco había hecho correr el rumor de que estaba enferma de la gripe para que no me pusieran faltas, aunque todo el mundo se preguntó por qué no estaba en la enfermería con madame Pomfrey si era un resfriado tan grave. Decidí ser fuerte por el abuelo, no le haría ningún bien verme derrotada y faltando a clases.
La primera clase era herbología con la profesora Sprout, con Gryffindor. Llegué con Draco, Zabini y Nott, ellos sabían que no estaba enferma pero guardaron el secreto. Fuimos de los últimos en llegar, ya estaban ahí Harry, Ron y Hermione. Hermione me hizo una seña para que me sentara con ella, yo le sonreí y jale a Malfoy de la mano, este jalo a Blaise y como no también a su esposo Nott.
Nos sentamos con el trío de oro. Draco y las dos serpientes estaban tan contentos como los leones, todos lucían incómodos en sus lugares. Parece que no se soportaban, pero no era mi problema. Harry me sonrojó ocultando su incomodidad y me las arreglé para sonreírle de vuelta. Entró la profesora Sprout casi detrás de nosotros y comenzó a hacer equipos de Gryffindor y Slytherin.
—Ah, esta mesa se queda como está, excelente, hay que promover la convivencia entre casas —dio una felicitación alegremente. Parece que no les agrado la idea a mis compañeros de mesa—. Muy bien alumos, les asignaré una tarea a cada aquipo y saldremos a los patios de Hogwarts.
Empezó a distribuir hojas por medio de su varita. La de nosotros era la siguiente:
Señores Potter, Malfoy, Weasley, Blaise y Nott. Señoritas Dumbledore y Granger.
Tu compañero ha sido mordido por una planta (asignada por equipo) identifícala, evalúa el daño y atiende a tu compañero (muñeco de prueba).
Draco no cabía en sí mismo del fastidio, me miraba con severidad, ya que ahora tendría que hacer equipo, no sólo con Gryffindor, si no con su archienemigo Harry Potter.
—Estarás feliz —me murmuró rabioso en el oído.
Me giré a Hermione que releía ansiosamente la hoja que nos dio Sprout por quinta vez.
—Pues bien, manos a la obra —dije feliz ignorando su comentario.
Bueno estaría con mi mejor amigo y mi novio, mejores amigos juntos, ¿qué podría salir mal? Nótese la ironía.
—No, Blaise, cuidado o se puede morir el muñeco —gritaba histérica Hermione.
Blaise la miró con gesto cansino.
—Es sólo un ensayo, Granger —decía Theo.
—Pero es un ensayo de lo que haremos —decía Ron—, ¿planean matarlo?
—Tranquilos —trataba de calmarlos Harry.
—Tú cállate, Potter —añadió Draco con desdén.
Me comenzaba a dar migraña, ya venía a mí el arrepentimiento de haberlos juntado. Me pasé una mano por el rostro.
—Miren, está bien, sé que no se soportarán. Les juro que yo misma ya no los soporto y ustedes me agradan mucho, pero tendrán que trabajar juntos o todos reprobaremos herbologia —dije con estrés. Ellos guardaron silencio—, eso está mejor. Ahora quiero parejas de la misma casa, de preferencia, ya no quiero más drama.
Blaise salto con Theo, Harry y Draco se pusieron a mi lado y Hermiome y Ron se pusieron uno al lado de otro.
—Hermione y Ron —dije mirándolos—, ustedes se harán carga del enfermo porque Hermione parece saber lo que hace.
Ron les dio un gesto de suficiencia a las serpientes. Ellos le devolvieron el gesto con desdén. Ignoré su arrebato y seguí:
—Zabini y Theo se harán cargo de buscar los ingredientes para la pocióninebited. Nosotros tres la prepararemos, cuando esté lista Hermione tú se la darás al envenenado. Después tenemos que trasladarlo a la enfermería de Hogwarts. ¿De acuerdo?
Ellos a sintieron sin oponerse.
—Hay un protocolo para esto, ya que si el líquido del antídoto se hace espumoso podríamos envenenar de verdad al sujeto, se tiene que cargar de una forma especial —dijo Hermione leyendo la guía del libro—, llévese de preferencia en camilla o si no entre dos personas, una tomando sus brazos y otra los pies, otra persona sostenga su cabeza.
— ¿Y quién hará eso? —preguntó Theo.
—Tú y Zabini, por preguntón —le dijo Draco.
Seguimos a Draco y comenzamos a ensayar de nuevo lo que haríamos frente a la profesora Sprout y esta vez nos fue mucho mejor.
Realizamos el ejercicio frente a la profesora Sprout y de los 50 pts. nos dio solo 40 pts. porque a alguien se le resbaló el muñeco de las manos (Theo, fue Theo) Pero en general fuimos el equipo con mejor desempeño.
Invité a mis amigos serpientes y leones a comer en las cocinas, ahora que sabían que era la nieta de Albus Dumbledore todo era mejor, los elfos nos cubrían para escabullirnos, los retratos también, además de los fantasmas. Estuvimos allí probando todas las comidas de los elfos. Ron, Blaise y yo estuvimos encantados de probarlas.
Dobby se encontraba por ahí, pululando alrededor de Harry y poniéndose lo más lejos del camino o campo de visión de Draco, sospechosamente. De hecho, reinaba un buen ambiente. Sólo Draco y Theo se mantenían un poco negados a convivir con los leones.
Salimos rumbo al gran salón para separarnos y cada quien seguir a la clase que le tocaba. Harry me dio un sonoro beso en la mejilla tratando de marcar territorio, parecía ponerlo de nervios que estaría todo el tiempo con Draco, sorprendentemente Draco no prestaba atención a esas cosas, si no, seguro estaría haciéndole pasar malos ratos a Harry.
— ¿Nos vemos en pociones? —pregunté a Harry.
Él asintió con una sonrisa brillante y se alejó junto a Hermione y Ron.
Cuando nos dirigimos a Adivinación me choqué con un chico de Slytherin, uno de los jugadores de Quiddintch, Terence Higg, del último año, el chico me chocó con su hombro sacándome de equilibrio, pero ni siquiera se volvió a decir una disculpa.
—Ten cuidado, los pasillos de Hogwarts no son de tu propiedad —levante la voz enojada.
El chico se volvió hacia mí irritado.
—Dios, cállate, eres insufrible —me miró con cansancio—, no es sorpresa que nadie en la casa de Slytherin le agrades.
Me quedé en silencio, yo sabía que era verdad, no tuve palabras para contradecirlo. Draco se puso a mi lado.
—Pídele disculpas —le dijo con las manos en los bolcillos con una pose despreocupada.
Higg contrajo la cara de enojo.
—No haré tal cosa por esta traidora, no me extrañaría que fuera una sangre sucia inmunda —escupió al suelo en señal de protesta y maldición—, podrá ser la nieta del director pero yo soy un Higg de sangre pura.
Draco no se inmutó.
—De rodillas.
Terence Higg no parecía escuchar correctamente. Draco sacó las manos de su bolcillo y caminó unos pasos hacia él.
— ¿No me escuchas bien? Te arrodillarás y pedirás perdón, o yo te pondré de rodillas —murmuró cerca de su rostro—. Una sola carta a mi padre y tu familia estará fuera del negocio, sabes lo mucho que tu familia le debe a la mía, así que deja de parlotear y ponte de rodillas.
Pude observar el terror y arrepentimiento en cara del chico, aunque hubiera sido francamente satisfactorio verlo ponerse de rodillas, tenía una reputación que mantener por el abuelo, no se hubiera visto bien que se arrodillaran frente a su nieta.
—Es suficiente —le dije a Draco—. Gracias.
Lo tomé del brazo y seguimos nuestro camino hacia la Adivinación.
Dioses, amaba a este chico.
Era la primera clase con el profesor Sloughorn, un hombre de altura promedio y viejo que me grababa a un abuelo. Esa clase la tomaba con Gryffindor. Pero raramente compartíamos mesa, ya que nos agrupamos según la casa a la que pertenecemos.
Miré a Harry que lucía concentrada en su libro de texto, uno bastante viejo y desgastado. Ni siquiera levantó la mirada para saludarme. Sin embargo, ignoré el detalle no queriendo ser pesado.
—Bienvenidos sean a esta clase de Pociones —saludó el profesor—. Tenemos algunas eminencias este año —miró a Harry—. Trabajaremos muy duro para aprender todo sobre las Pociones.
Tenía cuatro calderos medianos detrás de él, de los cuales salía humo con fluidez. Él hizo un además para que concentraremos nuestra atención en él. Al preguntar los nombres de las Pociones, Hermione le respondió con rapidez y una breve explicación de lo que era cada una. El profesor se vio muy complacido por sus respuestas.
—Así es —continuó su clase—. El día de hoy vamos a preparar una poción especial, y quien la prepare correctamente se ganará... —nos mostró un pequeño frasco dorado—. Félix feliz. ¿Sabes lo que es?
Draco levantó su mano. Sloughorn le dio una mirada invitándolo a responder.
—Suerte líquida —respondió seriamente.
Horacio asintió con vehemencia.
—A trabajar —nos señaló.
Nos indicó la página de la poción en el libro de texto y comenzamos a trabajar. Yo no era destacada en Pociones, me iba regular, lo mío eran las artes oscuras. Siempre pensé que tenía algo que ver con mi ascendente Salazar Slytherin pero en realidad mi afinidad se debía el demonio que llevaba dentro y lo corrompida que estaba mi alma por ello. Aunque actualmente es rechazada toda práctica de magia oscura gracias a Voldemort, yo creía que la magia oscura o no, no era buena ni mala, sino sólo una herramienta en las manos equivocadas, y como buena Slytherin explotaba todo sin tontas mediciones morales más allá de no lastimar a nadie. Además que no iba al otro extremo de la línea haciendo cosas contra la ley mágica.
Pude ver a Draco muy concentrado en su trabajo, no levantó la mirada ni una sola vez y no quise importunarlo. Parecía estarse tomando la escuela muy en serio este año. Harry estaba igualmente dentro de su trabajo, algo extraño ya que siempre era la burla central de Draco y lo malo que era en pociones.
Mi poción quedó aceptable, tal vez con ella no alcanzaría una maestría de Pociones pero me serviría.
Lo más sorprendente es que no ganaron Draco, ni Hermione elFélix felicis, lo hizo Harry.
—Trabajaste muy duro —me acerqué a Harry cuando finalizó la clase—. Felicidades
Él me sonrió tímidamente.
—Eres la única que se alegró —me respondió—. Hermione insiste en que hice una trampa.
Fruncir levemente el ceño.
— ¿Por qué diría eso? —pregunté curiosa.
Entendía que Hermione siempre era la primera en la clase, pero no era envidiosa del éxito de sus amigos. Harry hizo un gesto quitándole importancia.
—Después te explico —me despidió—. Nos vemos después, mayo. Voy atrasado a una cita con el profesor Dumbledore.
Asentí con duda pero lo dejé pasar. Harry se acercó y me dio un corto beso. Tuve que apoyarme en la mesa de trabajo para no perder el equilibrio, se lo atribuí a todos los humos que estaban en el encerrado salón de Pociones.
—Nos vemos —murmuré sin ninguna otra idea que pudiera formular rápido.
Me fui a mi mesa para empacar mis cosas, ya ni siquiera Draco estaba en el aula. En cuanto terminó la clase había salido volando del salón. Miré el caldero que contenía laamortentia, estaba realmente tentada a oler, se supone que tenía que ser el olor de la persona a la que amas, por eso para todos tiene un olor distinto, pero no me atreví. El profesor Sloughorn salió de su oficina y me miró terminando de empacar.
—Señorita Dumbledore, ¿aún aquí? —me enfado.
Asentí apenada.
—Estuve felicitando a Harry por ganar elFélix felicis y me retrasé —le respondió.
El comenzó a preparar su material para la siguiente clase mientras conversábamos.
—Gran muchacho —me dijo—. Poe cierto, está invitada a una pequeña reunión que haré con otros alumnos míos, invita también a las gemelas Carrow y al señor Blaise.
Conocía a las Carrow, eran familia de los Carrow, familia poderosa y acaudalada, fanática de Volcemort. Quise declinar la invitación pero no encontré la manera de hacerlo siendo cortes.
—Gracias, es un honor —respondí.
El profesor pareció complacido con mi respuesta y me dejó marchar cuando terminé de guardar mis cosas.
Cuando alcancé las puertas de la casa Slytherin y las cerré tras de mí, observó a Pansy, Crabbe y Goyle sentados junto a Zabini y Blaise. Ellos giraron a ver quién entró.
— ¿Y Draco? —me preguntó Blaise.
Me encogí de hombros.
— ¿No estaba contigo? —me preguntó Pansy.
Negué lentamente.
—Ha estado escabulléndose todo el día —admití.
Nadie agregó más. Me senté junto a Theo que descansaba al lado de Zabini en un gran sofá. Miré a Pansy leer despreocupadamente un libro de transformaciones. Desde que había comenzado a salir con Harry, Pansy era menos... ruda y arisca. Probablemente ya no me veía como una competencia seria por el amor de Draco.
—Entonces, mayo... —comenzó Nott—. ¿No estuviste tentada a tomar un poco de Amortentia? Todas las chicas estaban excitadas por saber más —dijo divertido.
Yo reí encantadoramente.
—Bueno, en este momento salgo con alguien —confesé con un tono meloso.
Pansy bufó.
—Nada que el mundo mágico no sepa —dijo arrojándome un periódico del profeta a mí regazo.
Lo tomé de mala gana y vi la columna, era una parte del periódico sobre chismes de relaciones. Hablaba de Harry y de mí, eran fotografías de nosotros dos tomados de la mano en la estación del Expresso de Hogwarts, antes de abordar.
HARRY POTTER Y LA NIETA DE ALBUS DUMBLEDORE TIENEN UNA RELACIÓN
Albus Dumbledore hizo todo para que su nieta y el Elegido del mundo mágico terminaran juntos. Pudo vérseles en King Cross tomados de la mano tranquilamente. Un allegado a la pareja, el señor Zabini Blaise nos dio en exclusiva la noticia de que preparan sus bodas en cuanto se gradúan de la escuela de magia y hechicería de Hogwarts.
Es sensacional cómo triunfa el amor, es como Romeo y Julieta, un Slytherin y el otro Gryffindor. ¿Una historia destinada al desastre?
Esta nueva relación dio mucho de qué hablar, después de que se relacionara a May Dumbledore con Fred Weasley, Draco Malfoy, Roger Davies... hasta que por fin puso sus garras encima de Harry Potter. ¿Es una devora hombres o qué? Esperamos que el Señor Potter no sea un hombre celoso, si no, sería muy molesto de ver a su novia en un abrazo íntimo con Draco Malfoy, unos minutos después de sostener su mano.
Las fotografías de Draco y mías eran también en el vagón del tren cuando salí a hablar con él sobre los aviones que tenía Voldemort sobre el abuelo.
— ¿De cuándo es esto? —pregunté alarmada al grupo.
—Es la tirada de la tarde, la noticia es de ayer, supongo —murmuró Parkinson.
Tragué con dificultad y miré acusadoramente a Zabini.
— ¿Planes de boda, Blaise? —le interpelé.
Él se encogió de hombros avergonzados.
—No me dejaba en paz, y sarcásticamente le dije que ya iban a casarse. No pensé que lo publicaría... —dijo en su defensa.
Theo le dio un golpecito en la pierna con molestia.
— ¡Es Rita Skeeter, por Circe! —le dije molesto.
Suspiré calmándome. Esperaba que Harry hubiera abandonado sus hábitos de leer el profeta frenéticamente. Pansy en el sillón de junto puso los ojos en blanco.
—Cálmate, por Salazar —bufó con molestia—. Además, no es como que a Potter no lo relacionen con nadie.
Blaise se propuso tratar de recuperar mi gracia.
—En el torneo de los tres magos sacaron una nota de él y Hermione, justo como la tuya y Draco —me contó en tono dramático.
Pansy río grabando.
—Además, esa pequeña comadreja Weasley siempre ha estado detrás de Potter, y él sigue siendo su amigo personal —añadió con saña.
—Pansy... —le advirtió Nott.
Pero había captado mi interés.
— ¿Ah, sí? —pregunté invitándola a hablar.
Pero esta vez Greg y Goyle fueron los que rieron a carcajadas.
—Cuando la comadreja estaba en primer año le envió a Potter un poema ridículo con un gnomo en San Valentín —comentó Gregory con una sonrisa mientras comía dulces de mantequilla.
Mi boca se cerró en una línea fina.
—Eso no significa que siga enamorada o que Potter sea consciente de ello —agregó Theo.
Pansy fue quien habló esta vez.
—Cualquiera con dos dedos de frente sabría que todas las chicas, a excepción de Slytherin claramente, quieren salir con Potter ahora que es el elegido —suspiró con malicia.
Pansy era una serpiente pero no una mentirosa. Ahora que lo comentaba, sí había visto ciertas miradas de Ginny a Harry, pero vamos, Hermione lo abrazaba todo el tiempo y no me movía un cabello.
Theo puso su mano encima de la mía reconfortadoramente.
—Son sólo especulaciones, May, no te estreses sobre ello —me dijo tranquilamente.
Asentí por inercia pero tenía dudas.
—Añade a eso que bajo esa lógica, incluso Draco está enamorado de Potter —agregó Zabini con malicia burlona.
Todos se rieron hasta ponerse rojos.
— ¿Por qué? —pude preguntar por fin ante la cara roja de mis compañeros.
Pansy que aún tenía los ojos cristalizados por la risa me respondió.
—En tercero y cuarto año, Draco se la pasó molestado a Potter, queriendo llamar su atención de formas muy tontas —dijo al borde de la risa nuevamente—. Una vez incluso se trepó a un árbol y le espero ahí veinte minutos hasta que Potter terminara de hablar con Diggory y llegara a esa parte del camino.
Volvimos a estallar en risas y yo tuve que poner las manos en mi cara para dejar de reír.
—Eso debe mantener a Draco muy humilde —señalé.
Todos nos callamos cuando Draco entró y nos encontró aún rojos por las risas, sólo levantó una ceja y se sentó con nosotros. Continuamos charlando tranquilamente, pero de vez en cuando Draco pasaba de mirar a Pansy ya mí sucesivamente con una mirada extrañada. Debía admitir que Pansy no era tan mala, sabía reírse a costa de la gente.
Para la reunión de Sloughhorn opté por una vestimenta formal, me agradaba el color negro combinado con el verde, y en vista de que tenía los pendientes de color verde que me habían llegado sin nombre y el collar de Harry, opté por esos colores. Me decidí por un vestido terciopelo en negro con mangas abombadas hasta el codo y ceñidas hasta las muñecas, abierto en la parte abombadas dejando ver la piel de la parte exterior del brazo, parecía en esa parte un poco de túnica griega. No tenía escote, era una pieza de vestido recto que dejaba asomar las clavículas y sólo un poco del inicio de los hombros. Todo el vestido se ceñia en la cintura, caderas y muslos, terminando en las rodillas. Había sido un regalo del abuelo para mi anterior cumpleaños.
Lo complementé con el collar que Harry me había regalado y los pendientes verdes en plata. Terminé con unas botas de bruja que me hicieron sentirme la bruja piruja. Y con eso salí a la sala común a encontrarme con Blaise que me esperaba.
En la sala común ya estaba Blaise en su traje de gala de color negro, incluso estaban sentadas en la sala las gemelas Carrow, parecían esperarme también.
Draco silbó galante.
—Un poco más Slytherin, casi no se te nota que eres...
—Draco... —le llamó Theo en tono de advertencia.
Draco se rió con humor.
—Que eres una mujer con mal gusto... es lo que iba a decir —añadió.
Yo le sonreí con burla.
—Sí, claro —le respondió mientras le daba un puño en las costillas.
Blaise ya estaba de pie listo para irnos, me ofreció educadamente un brazo.
—Prometo que lo traeré en una pieza, Theo —le sonreí al pequeño chico que miraba con añoranza a Blaise en su traje de gala.
Él me sonrió con timidez.
—Lo sé, diviértanse —nos deseó—... pero no demasiado.
Le regresé la sonrisa tímida. Blaise carraspeó.
—Invité a las gemelas Carrow, ya sé que son hijas de mortífagos —me dijo al oído—. Pero son buenas chicas, son bastante tímidas y me pidieron ir con nosotros.
Les di una mirada, ambas iban vestidas de negro como nosotros con tonos verdes de la casa. Parecían delgadas y pequeñas, además que sólo era una fiesta. Asentí a Blaise sin agregar nada.
Fuimos los primeros en llegar. Saludamos cortésmente al anfitrión quien nos hizo sentarnos a la mesa en lo que llegaban los demás invitados. Pronto alcanzaron a llegar algunos de Ravenclaw como Michael Corner, otro chico de Slytherin que no ubicaba bien, y finalmente llegó Harry con Hermione.
Había un asiento libre a mi costado que Harry tomó. Me sonriendo cálidamente, le devolví la sonrisa de la misma manera.
—Bienvenidos todos, me alegra poder acompañarme esta noche. Seguro la pasaremos excelente —prometió el profesor Sloughorn.
Nos sirvió la cena, una deliciosa pechuga al gravy. Durante la cena charlamos con un poco de incómoda, no recuerdo que alguna vez las casas se unieran en una sola mesa de aquella manera.
—Entonces, señor Potter y señorita Dumbledore, ¿es cierto lo que dicen los periódicos? —preguntó Sloughorn en nuestra dirección.
Yo me tensé grabando el detalle de Draco en la columna de Rita Skeeter. Pero Harry se río.
—Bueno, Skeeter dice muchas cosas —respondió.
Sloughhorn pareció apenado.
—Oh, espero no estar cometiendo una indiscreción, pero se ha especulado mucho desde que expusieron a la señorita Dumbledore como nieta del director —comentó Sloughhorn.
Blas río.
—En realidad llevan persiguiéndose desde mucho antes, ¿no es así, Potter? —preguntó Blaise con saña.
Yo le apreté el muslo a Blaise con advertencia. Pero él sólo se río. Harry sólo me sonríe amablemente. ¿Se trataba de que me derritiera sobre la mesa o qué?
—Si sus familias llegaran a juntarse alguna vez, no me cabe duda que sería la familia más poderosa del mundo mágico —comentó Sloughhorn con una voz profunda. Como analizando las posibilidades en su mente.
Entendía que mi valor en sus reuniones era ser familia del abuelo Albus, aunque no me ofendía tanto porque las gemelas Carrow y el otro chico Slytherin estaban ahí por la misma razón, conexiones. Harry, tan agudo como era también notó lo que estaba pasando, puso una mano sobre la mía por encima del comedor.
—Puede que tenga algo de verdad, profesor Sloughhorn —comenzó Harry—. Pobre mayo, tendría que cargar en sus hombros el peso de nuestra familia al ser la mejor bruja en maleficios de nuestra generación. Probablemente, en algunos años, será la mejor del mundo mágico —terminó con una sonrisa dulce y un apretón de manos.
No estaba consciente de que Harry sabía que yo era buena en maleficios, aunque sentía que exageraba con sus palabras. Sin embargo, Sloughhorn nos pareció terminar el tema.
Continuamos la noche hablando sobre las ocupaciones de nuestras familias, naturalmente Harry y yo no agregamos nada al respecto. Sin embargo, las gemelas Carrow comentaron tímidamente que su madre no se llevaba bien con la familia Carrow, la rama a quien pertenecía su padre, por lo cual ellas no tenían contacto con ellos, habían sido principalmente criados por su madre, quien venía de la familia Greengrass.
Mientras todos estaban concentrados en otra cosa, quise tantear el terreno con Harry de si había visto la nota de periódico. Podía sentir que no estaba molesto, pero quería asegurarme y confesarlo de una vez antes que pudiera jugar en mi contra.
—Entonces... ¿has visto la publicación de Skeeter sobre... eh, sobre nosotros? —pregunté nerviosa.
Harry se acercó y me miró con una dulce sonrisa. No, definitivamente no lo había visto.
— ¿Estás seguro? Porque no creo que hayas visto bien... —comencé.
Harry puso una mano sobre la mía debajo de la mesa haciéndome callar.
—Vi la fotografía con Draco —susurró amablemente.
Eso me dejó descolocada.
— ¿Y... no pasa nada? —volví a cuestionar.
Harry se negó tranquilamente. Fruncí el ceño algo ofendida. ¿No le importaba que abrazara a otros hombres?
— ¿Por qué? —cuestioné nuevamente.
Harry suspiró y bajó aún más su tono.
—Eres una mujer hermosa, May, es obvio que atraerás la atención de otras personas —señaló—. En cuanto a Draco, la idea francamente no me fascina pero yo tengo una amistad cercana a Hermione, no podría traicionar la confianza de que me tienes al confiar en ti menos —se acercó un poco a mi oído—. Sé que nunca me lastimarías de ninguna manera.
Apreté su mano agradecida por sus palabras y porque había entendido lo que estaba pasando. Al terminar la noche, me despedí de Harry con un beso en la mejilla, él pareció que no saldría pronto entonces regresó con Blaise a la sala común, iba arrastrando un poco los pasos, Sloughhorn nos había ofrecido a los mayores vino fino pero yo no. Había reaccionado muy bien, pero había tratado de disimularlo hasta que estuve fuera de la cena.
—May, ¿estás ebria? —me preguntó Blaise.
Hice un bufido.
—Sí —admití–. Sólo un poco, ese vino de Sloghorn es la muerte.
Cuando llegamos a la sala común aún estaban Draco y Theo allí esperando, se les había unido Crabe y Goyle. Pansy descansaba en el hombro de Draco, ambos leían un tomo de Pociones avanzadas, parecían estar estudiando.
— ¿Cómo les fue? —preguntó a Pansy con curiosidad levantándose del regazo de Draco.
Draco se rió.
—Vienes ebria, ¿no es cierto? —pregunté.
Yo gemí en queja por la vergüenza.
—Ese profesor Sloughhorn no advirtió sobre ese estúpido vino, ¡fue sólo una copa! —dije dejándome caer en el sofá, en un espacio libre junto a Draco—. No podré subir las escaleras.
El pensamiento se quejó.
—No la ayudaré a subir —comentó con fastidio.
Draco río tranquilo. Zabini y Theo estaban en su mundo conversando sobre la fiesta, totalmente viejos. Y Crabe y Goyle hacían deberes atrasados. Las gemelas Carrow tímidamente se acercaron.
—Nosotras podemos ayudarla —dijo una de ellas. No podría estar seguro si era Flora o Hestia.
Draco parecía ligeramente alarmado.
—Está bien, Pansy terminará de hacerlo —les respondieron.
Pero Pansy dio un suspiro que decía lo contrario. Me levanté del sofá.
—No estoy tan mal, sólo ocupo compañía por si se me ocurre rodarme por las escaleras del dormitorio —le sonreí a Draco para que se tranquilizara—. Nos vemos mañana, chicos. Descansen.
Draco no agregó más y dejó que las gemelas Carrow me acompañaran, supongo que tenía sus reservas porque ellas eran familia de los Carrow, conocidos criminales.
Ellas me acompañaron hasta mi habitación, me dejaron en la puerta. No sé si era mi imprudencia o el vino hablando por mí.
—Muchas gracias, chicas, son bastante amables —agradecí su gesto, estuve a punto de entrar cuando se me ocurrió agregar—. No parece que sean familia de mortífagos.
Ellas lucieron un poco sorprendidas pero no ofendidas.
—Nuestra madre nos crió sin prejuicios de sangre, los Greengrass son un poco más liberales —me respondió una de ellas.
—... ni siquiera conocemos a los Carrow —terminó la otra.
La observé un poco lenta.
—Eso es bueno, ustedes son chicas agradables —finalicé entrando en mi habitación.
Cerré la puerta tras de mí, y me dejó caer en la cama como un tronco hasta el día siguiente.
Visité a Hermione en la biblioteca, cuando intentaba localizarla simplemente acudía allí después de que finalizarán las clases y sabía que la encontraría allí. Por supuesto, esa ocasión no fue la excepción. Pero ella estaba ahí con un rostro triste, igualmente concentrada en sus libros.
—Hermione —le saludé.
Ella se giró a verme con una sonrisa que no alcanzó su rostro.
— ¿Qué tal, May? ¿Qué te trae por aquí? —habló en voz baja.
Me encogí de hombros.
—Sólo tenía ganas de conversar con mi amiga —respondí.
Ella me dio una mirada acusadora.
—Harry te dijo lo de Ron —me atacó.
Reí entre dientes.
—Harry no se deja ver mucho estos días —le confesé—. Pero al parecer hay un asunto con Ron, adelante, cuenta...
Ella desvió la mirada.
—Es ese libro que Harry encontró, ¿sabes? Encontró un libro viejo de un tal Príncipe Mestizo, y todo lo que hace es pasarse el día leyéndolo y estando —se quejó.
Sofoqué una risa.
—Es decir, un día cualquiera de Hermione Granger —le murmuré.
Ella dijo con preocupación.
—Yo sería la más feliz de que Harry estudiará. Pero ese libro —negó vehemente—. Hay algo con él que no me agrada.
Me encogí de hombros.
—Harry es un chico gentil pero tiene cabeza de mandrágora, igual que Ronald Weasley... así que suéltalo —le amenacé con un dedo.
Hermione sospechó que había rendido.
—Escucha, Ron estaba muy nervioso en las pruebas de quiddintch, así que le eché una mano, no es como si fuera trampa...
—No me interesa la parte moralmente incorrecta, continúa —le interrumpí.
Ella asintió.
—Yo... yo hice todo eso porque me gusta —confesó con una voz minúscula.
Yo me quedé muda mientras sopesaba esta confesión.
—Ahora él está saliendo con Lavander Brown, quien sale con él sólo porque ahora es el Rey Weasley, probablemente no lo sepas porque no sueles ir a los partidos de quiddintch —añadió—. No te culpo, son tortuosos y una pérdida de tiempo.
Estoy de acuerdo.
—Ahora está este otro chico, Cormac que está rondándome —comentó—. Supongo que podría decir que es guapo pero algo... no lo sé, algo no parece estar en el lugar correcto.
Dio un suspiro largo.
—Ya, entiendo. Ron debe estar siendo un estúpido —le anime poniendo una mano sobre la de ella. Ella estaba molestando—. Ambas conocemos a Ron, tú mejor que yo, tarde o temprano se le pasará. Siempre sucede. Sólo torturarlo.
Ella me miró con curiosidad.
—Ya sabes, ponlo celoso —le sonreí como un gato—. Sólo escoge al chico que peor le caiga a Ron y sal con él.
Ella me miró con duda pero prometió que lo pensaría.
— ¿Entonces Harry no da señales de vida? —pregunté.
Negué con fastidio. Observa con cuidado a Hermione.
—Entonces, Ginny Weasley está enamorada de Harry —comenzó tanteando el terreno.
Hermione abrió mucho los ojos.
— ¿Cómo supiste eso?
—Los Slytherin me lo dijeron y tú lo confirmaste —murmuré haciendo una mueca.
Ella se vio culpable.
—No le diré nada a Harry, no planeaba hacerlo, sólo quería saber —la tranquilicé.
Hermione seguía inquieta, tomó con fuerza el horrible volumen en sus manos.
—No quiero que te hagas ideas equivocadas sobre Harry —comenzó—. Él no es de ese tipo, ha estado teniendo días difíciles, ha estado molesto y eso.
— ¿Molesto? —pregunté.
Harry siempre actuó como el mayor bombón del mundo. Hermione me sonríe.
—A tu alrededor siempre es tranquilo, pero tiene sus momentos —me respondió—. En cuanto a Ginny, Harry nunca se ha dado por enterado de eso.
Suspiré vencida.
—Como dije, no planeaba reclamarle nada, estoy tratando de darle espacio, son tiempos difíciles para todos —confesé.
Hermione pareció quedar encantada con mi respuesta, al menos por el momento.
Potter receloso
Acudí a la sala común de Slytherin ese día por la noche. Estaba esperando a ver si alguno de los chicos se unía a conversar, realmente me gustaban las charlas que teníamos al final del día. Pero Draco estaba metido en quién sabe dónde, Theo y Nott estaban inmersos el uno con el otro, no era secreto para nadie que se quisieran, tal vez excepto para ellos mismos. Y respecto a los demás, aún era un poco incómodo estar a solas sin que los ya mencionados estuvieran presentes.
Encontré unas galletas en una mesilla del centro de la sala, estaban ahí sin ningún cuidado. A veces los elfos dejaban dulces en un pequeño platito para los estudiantes, así que se me hizo fácil tomar y comerme una, se veía realmente apetitosa así que le di una gran mortida pero no tenía un buen sabor, estaba muy simple. Sin embargo, como ya la había mordido, la terminé toda.
Como parecía que nadie de mis amigos vendría un charlar, me dirigió a mi habitación. Consideré alimentar a mis pescados y terminar los deberes que habían ordenado en el día, en lo que Draco venía a dejarme a su perro y podría entonces irme a dormir, había sido un día agotador. Al poco tiempo escuché que alguien atravesaba el túnel mágico que tenía con la habitación de Draco. Lo vi salir de entre las sombras.
—Oye, May, ¿tienes la tarea de DCAO... —comenzó a hablar Draco pero mi mente se perdió en un segundo.
No puedo explicar el sentimiento, pero cuando lo vi... me enloquecí, me avalancé sobre él, dando muchos besos en sus mejillas, haciendo que cayera de espaldas, era tanta mi euforia que no podía ponerse en pie aunque luchara.
— ¿Qué diablos te pasa, Dumbledore? —dijo totalmente perdido por mis acciones.
—No lo sé —reí tontamente—, sólo siento que te amo, te amo tanto que mi corazón va a estallar.
Draco me apartó con una mano mientras me escudriñaba el rostro. Una mirada cansina cruzó su precioso rostro. Me pareció ser más bello y perfectamente formado. Los ojos grises que me miraban asqueado me parecieron los más hermosos ojos que había visto en toda mi vida. Harry palidecia ante tal magnitud de perfección.
— ¿Fuiste tú, no? La que cayó en la broma y se comió esa galleta con poción de amor —explicó—. Sabía que esos gemelos Weasley y sus bromas estúpidas me causarían problemas algún día.
No sabía de lo que Draco estaba hablando, pero tampoco me importaba lo que tuviera para decir, sólo quería besarlo y hacerlo mío.
— ¿Poción? Nada de poción, yo te adoro, mi amor, por favor, quédate conmigo esta noche.
—No, May, no sería correcto —trataba de luchar para zafarse empujándome lejos de él.
Comencé a llorar.
— ¿Por qué no me quieres? —pregunté destrozada cómo la tragedia más grande del mundo.
—Recuerda que sales con Potter —seguía luchando contra mi abrazo, mientras yo me aferraba más a su pecho.
—Eso no es un problema, tengo suficiente amor para los dos —respondí sin ningún pudor ni vergüenza.
—Que chica tan lista —murmuró—. Está bien, escucha, despegate un segundo.
Por fin logró echarme de su lado y se vio visiblemente más desestresado.
—Si te comportas y prometes no pasarte de lista ni intentar nada raro, dormiré, sólo dormir —recalcó—, esta noche aquí, contigo y Mulder, ¿de acuerdo? —me condicionó señalándome con un dedo.
Asentí encantada, invitándolo a entrar en mi cama.
—Potter me va a romper la cara —se murmuró a sí mismo.
Draco llamó a su perro a través del túnel y lo hizo saltar sobre la cama mientras él subía también. Pero él no compartió la sábana conmigo, sólo se acostó estoico a mí lado sobre las cobijas que me arropaban a mí. Y como él no me tocó, se mantuvo rígido y tenso, yo me aferré a él con todas mis fuerzas.
—No aprietes —me regañó con tono cansado—. Debo encontrar la forma de deshacer esto cuando antes.
Sin embargo, esa noche se fue a dormir sin ninguna otra opción. Por la mañana me convenció de dejarlo ir a cambiarse y averiguar qué había pasado y quién era el autor de la broma, para que le dijera cómo deshacerla. Me dijo que lo esperara en mi habitación pero yo me desesperé. Así que me propuse arreglarme. Pensé en qué le gustaría más a Draco en la apariencia de una chica, así que me decidí por vestir pulcramente el uniforme de Slytherin, me coloqué las joyas más finas pero adecuadas para el uniforme que tuviera, así como un maquillaje natural. Además que usé un hechizo para hacer crecer mi cabello hasta la cintura. No recordaba haberlo tenido tan largo en muchos años pero había escuchado que Draco dijo que le gustaban las chicas de cabello largo. Aunque me puse muy triste porque su tipo eran las rubias y yo era de una cabellera profundamente negra.
Salí de las mazmorras una vez que me di cuenta que no lo encontraría allí, y deambulé por todos lados frenéticamente buscándolo. Me sentí muy ansiosa y angustiada, era una sensación horrible. Creí que nunca lo volvería a ver hasta que lo localicé en uno de los pasillos conversando con otros dos a los que no presté atención más allá del reconocimiento.
— ¡Draco, mi amor! —exclamé de felicidad al encontrarlo en uno de los pasillos de la escuela.
Theo y Zabini se volvieron piedra a su lado. Me acerqué a él felizmente echándome a sus brazos que me recibieron de mala gana.
—Es lo que he estado intentándo decirles —les siseó Draco con mal humor y un ceño fruncido muy marcado.
Los rostros de Theo y Zabini eran un poema de terror y diversión combinados.
—Piensa en algo rápido, porque aquí viene Potter —le susurró Zabini a Draco.
En ese momento, Draco palideció y buscó a Harry alrededor. Poco me importó ese hecho pues me aferré con fuerza al brazo de Draco. En cuanto Harry se detuvo frente a mí, su vista cayó en mi fuerte agarre al brazo de Draco.
— ¿Qué está pasando aquí? —preguntó molesto Harry entrecerrando los ojos.
Draco dio un suspiro.
—Potter, gracias a Merlín que estás aquí —se desinfló Draco. Nunca lo había visto tan aliviado de ver a Harry—. Se comió una galleta con poción de amor. Por Salazar, Potter, tienes que hacer algo, me está volviendo completamente loco —se quedó Draco.
Harry se veía como si quisiera estrangular a Draco, pero no podía dejar que hiciera eso, ¡Draco era mi alma gemela!
—Te prohíbo que veas de esa manera tan despectiva a mi amor, Draco Malfoy —le siseé molesta acercándome a su rostro amenazante que nunca le había mostrado a Harry, por un segundo vi sorpresa en su rostro ante esta faceta mía nunca vista por él.
Harry parecía estar a punto de perder la calma. Zabini se puso frente a nosotros, creo que más por seguridad de Draco... o de Harry.
—Es sólo la poción que habla por ella, Potter —intercedió Zabini—, no debes enojarte, es sólo un accidente, ni May ni Draco tuvieron la culpa, en Slytherin se juegan estas bromas todo el tiempo.
—Sí, la semana pasada enamoraron a Daphne Greenagrass y Dorian Lavesque —continuó Theo—, es tradición de Slytherin.
Harry trató de seguir tranquilo tomando respiraciones cada cierto tiempo. Yo seguí aferrada a la mano de Draco que había recuperado en un segundo aunque Draco la seguía tratando de alejar.
—Hice crecer mi cabello porque sé que te gustan las chicas de cabello largo, ¿te gusta? —Pregunté adorablemente pero Draco parecía enfermo.
— ¿Ya sabes cómo hacer que se le pase? —preguntó Harry con una calma muy peligrosa y el rostro acalorado.
Ellos negaron.
—Sólo el tiempo desgastará la pócima. Veinticuatro horas. Pronto irán menguado sus sentimientos hasta que se le pase por completo —le explicó Zabini.
Harry lo meditó en silencio.
—La debió comer ayer, alrededor de las seis de la tarde —reflexionó Draco. Su rostro enrojeció de pronto—. No me culpes a mí, Potter. Los principales culpables son tus adorados Weasley. Los gemelos los están vendiendo a yeguas en su tienda.
Harry pareció recordarlo y su rostro se relajó un poco ante el recuerdo de que este tipo de bromas se habían hecho comunes en Hogwarts desde que los gemelos comenzaron a vender sus productos en épocas de Umbridge.
—La reputación de May no aguantará otro chisme como éste, seguro se sentirá muy mal después de esto. Tampoco creo que quiera que la vean así, sobre todo su abuelo —les dijo Harry.
Todos estuvieron de acuerdo, así que me condujeron con cuidado de no ser tan expuesto hasta la cabaña de Hagrid donde le pidieron permiso de permanecer durante el día hasta que pudiera volver a las mazmorras.
—Vamos, May, come algo —pedía Zabini pacientemente.
Yo me negué rotundamente. Draco había salido a las mazmorras a recuperar las notas del día de clases que perdieron, y yo me negaba a comer hasta que él regresara. Zabini intentaba que comieran lo que había conseguido Nott, y Harry estaba enfurruñado en una esquina de la habitación. Algo dentro de mí quería acercarse a él, tomar su mano y apretarla para que quitara esa expresión herida.
Así que me acerqué, de todas formas Draco no estaba en la habitación para ser besado por mí y Zabini se negaba a dejarme ir por él. Harry se vio sorprendido de que me le acercara.
— ¿Estás triste, Harry? —pregunté sentadome en el sillón de junto.
Él negoció sin proferir palabra pero relajó su rostro a uno solamente serio.
—Sólo estoy cansado y hambriento —me respondió después de unos segundos.
Me levanté en seguida y le acerqué un plato de comida. Harry lo miró sorprendido y desconfiado.
—No me gusta comer sólo —añadió por fin con una sonrisa pequeña.
Lo miré en silencio analizando la posibilidad de comer con él sin Draco. Una fuerte emoción me impidió comer si Draco no estaba presente a mi lado, pero algo muy en el fondo de mi mente me decía que no había problema, que sería bueno que Harry comiera y recuperara su humor.
—Puedo comer un poco contigo —dije dudosa.
Zabini a unos pocos metros dejó salir el aire que estaba conteniendo cuando comenzó a comer junto a Harry.
—Bien —espetó aliviado—. Me uniré a Theo en las mazmorras. Potter llévala a casa cuando... Ya sabes.
Harry asintió captando el mensaje no dicho.
No había dormido toda la noche por estar acelerada por dentro y contemplando a Draco, así que después de dar pelea bastante y comer un poco, me quedé dormida profundamente. Cuando desperté busqué quién me estaba acariciando el cabello. Ya sólo éramos Harry y yo en la cabaña. Pude sentir que la ansiedad que sentí desde que tomé la poción había desaparecido.
—Lo siento —murmuré soñolienta—, no deberías pasarla muy bien hoy.
—Tranquila, no importa, ¿estás mejor?
Asentí.
—Creo que lo peor del efecto ha pasado.
— ¿Estás seguro de que quien te gusta soy yo? Te veías bastante feliz aferrada al brazo de Malfoy diciendo "Mi amor, mi amor Draco Malfoy" —añadió con una sonrisa divertida que se convirtió en una triste.
Me sentí muy mal por Harry y la situación que había pasado. No había sido culpa mía pero mi torpeza seguro le había causado incómodidad y dolor.
—Harry, lo siento tanto —me disculpé tomando su mano esperando que él no se apartara, pero no lo hizo, se dejó hacer—. Fue algo que no elegí que pasara y sucedió por descuido. Lamento mucho que tuvieras que presenciar eso.
Por un momento mi voz vaciló.
—Yo... yo podría jurarte que tú eres el chico más hermoso que he visto en mi vida, eres como una canción tranquila que conmueve tanto mi corazón que duele, luces como un sueño maravilloso del que no me quiero despertar nunca, un sueño suave, gentil y amable —admití acunando su mano con las mías—. Quiero seguir a tu lado por mucho tiempo, tanto como tú me lo permites.
Elevé su mano hasta mis labios y deposité un beso en ella. Él me miró con ojos tristes, me partía el alma verlo de esa manera. Me acerqué a él tratando de consolarlo. Pero él estaba esperando más, parecía que había estado esperando para tomar lo suyo durante todo el día. Me envolvió con su brazo y con el otro tomó mi nuca apretandome contra él, parecía estar hambriento de mis besos y en un estado de embriaguez. Juntamos nuestros labios y nos envolvimos en un aura de dulzura que poco a poco subió de tono volviéndose intenso. Parecía que Harry trataba de reclamarme como suya a través de los besos. Cuando por fin me soltó tenía una mirada de cazador, esperando por devorar a su presa, pero se calmó. Se levantó del sillón y me tomó de la mano. Me guió hasta las mazmorras de Slytherin. Antes de dejarme entrar se despidió de mí.
—Desde que te vi bajar las escaleras en Grimmauld Place, también pensé que lucías como un sueño, uno hermoso y mortal —confesó con una mirada profunda—. La criatura más bella y pacífica que nunca conocí.
Dio un beso en mi frente y volvió a mirarme.
—Pero si Draco Malfoy vuelve a tocarte, voy a tener que perder la calma.
Y allí me dejó, con el corazón bombeando a mil, con un rostro rojo parecido a una cereza y podía imaginar que él iba totalmente ageno al efecto que causaba.
La navidad llegó a Hogwarts y con ella un espíritu de alegría y paz, sin embargo todo esto terminó cuando Katie Bell fue maldecida con un collar maldito, muchos alumnos tenían miedo de estos ataques, temían ser los siguientes, incluso en Slytherin había un poco de temor. El paquete había resultado ser en realidad dirigido al abuelo Albus, no para Katie Bell, ella había sido solo una víctima de las circunstancias, el verdedadero objetivo siempre había sido el abuelo.
—Más tarde tengo una cita con Harry a Hogsmeaden —le dije a Draco en un tono ladino y pegajoso.
Draco giró los ojos. Paseabamos por los jardines de Hogwarts antes de nuestra visita a Hogsmeaden en el día libre de la semana. La nieve cubría gran parte del paisaje y hacia un frío crudo.
—San Potter seguro te llevará a alguna taberna mugrosa de mala muerte como las tres escobas —respondió en burla.
Yo me reí con él.
—Creéme, lo que menos me importa es a dónde vamos a ir, si no, lo que vamos a hacer —le dije con picardia.
Draco río con más ganas.
—Bueno, tiene sentido. Hasta Potter es humano y es un ser carnal —agregó mientras observabamos a los estudiantes salir rumbo a Hogsmeaden.
Tal como habíamos quedado, Harry se acercaba hacia mí en compañía de Ron y una chica Gryffindor con la que Ron había estado saliendo, Lavander Brown. No me agradaba esa nueva relación, había causado que dejaran a Hermione de lado.
— ¿Estás lista? —me preguntó Harry depositando un beso en mi mejilla.
Asentí levantándome.
— ¿Tienes aviones para hoy? —le preguntó a Draco.
Él negoció en una media sonrisa.
—Me quedaré en Hogwarts adelantando algunas tareas pendientes —me respondió.
Me dio pena que pasara su día de descanso sólo.
—Todos nos reuniremos en las tres escobas al final del día a tomar algo, si quieres puedes venir —le ofrecí.
Harry me presionó la mano que sostenía, gesto que no pasó desapercibido para Draco, a quien le cambió la mirada de inocencia hacia una juguetona en un segundo.
—No creo que Potter esté a gusto conmigo allí —me respondió bajo una máscara inocente que cayó con las siguientes palabras—, después de todo, pasó el día con su novia abrazándome diciéndome cuánto me amaba, no podría juzgarlo.
Mi boca se secó, al menos no mencionó que lo obligué a dormir en mi habitación. Harry se tensó de inmediato.
—Eh... Potter, sin recientes. Pero pronto tendremos la lección de amortentia con Slughorn, no te sientas mal si lo único que huele May en clases sea mi cara loción —siguió dándole estocadas.
—Draco —le advertí con ojos como dagas.
Él levantó sus manos en señal de rendición.
—No tientes tu suerte, Malfoy —le advirtió Harry sin poder dejar pasar lo que Draco había dicho—. Hasta ahora has estado bajo la sombra protectora de May.
Draco bufó con molestia.
—Como si lo necesitara, Scarhead. Además, es muy pretencioso de tu parte creer que quiero pasar un rato contigo y la comadreja de Weasley, ni siquiera sé si puede pagar su propio consumo —le respondió con burla.
Crucé mirada con Draco y le di una última mirada de advertencia, él me respondió con unos ojos de rendición y una pequeña sonrisa de disculpa. Pero Harry ya llevaba impulso.
—Alguien como tú no tendría tanta suerte —le dijo con una calma peligrosa—, no es el padre de Ron quien está en Askaban.
Pude ver un flasheaso herido en la mirada de Draco. Sabía que Draco había estado llorando por su padre, yo era consciente de cuánto lo admiraba y fue un golpe muy duro cuando lo envió a Askaban. Tanto Draco como Harry se habían estado provocando pero el tema de Lucius Malfoy me pareció demasiado. Solté a Harry y yo puse frente a él.
—No voy a tolerar que le hables de esa forma a Draco —advertí enojada—. Cuando estés listo para ofrecerle una disculpa, entonces hablaremos, por lo pronto puedes ir sólo a pasear a Hogsmeaden.
Tomé el brazo de Draco y lo llevé fuera de ahí.
—Muy bien, mayo. Como quieras... —escuché el tono ofendido y traicionado de Harry a la distancia.
No me molesté en voltear, sólo sigue el camino hacia el interior de la escuela.
—Lamento lo que causó —dijo Draco en un susurro.
Yo negué.
—Está bien. Pero debes dejar de provocar a Harry —le regañé—. Deben terminar ese juego de una vez por todas o las cosas podrían salirse de verdad de control.
Draco se veía culpable.
—Sé que también tengo responsabilidad sobre esto. De verdad lo lamento, sé que te entusiasmaba la cita.
Hice un gesto fingiendo indiferencia.
—No importa, ya nos arreglaremos después —le aseguré.
Ese día me quedé con Draco haciendo los deberes que teníamos pendientes y adelantando otros. Cenamos y nos fuimos a la cama. Pese al tono seguro respecto a que Harry y yo nos reconciliariamos pronto, no nos hablamos por días, ni siquiera nos saludamos en clases o en los pasillos. Yo ya no estaba molesta pero mi orgullo era más fuerte que cualquier enojo, estaba esperando una disculpa, incluso si no me la merecía.
El profesor de pociones había dejado de ser Snape ese año, como había mencionado, ahora era el profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras. En su lugar, pociones la impartiría el profesor Horace Slughorn. Este era un profesor que le gustaban las conexiones y codearse con personas que podía utilizar después, pese a esa premisa era un mago bastante leal y agradable, al menos eso dijo el abuelo. Así que había traído consigo elClub de Eminencias,algunos de los nombres de alumnos que reclutó fue Hermione, Harry, Cormac e incluso yo. Aunque la valía de algunos era haber sido brujas destacadas, como en el caso de Hermione, el mío sólo era de parestesco, me invitó a sus reuniones sólo por ser nieta del abuelo Dumbledore, así que me había resistido a asistir, por lo incómodo del motivo.
Sin embargo, Horace Slughorn era también un ser bastante sociable, y había organizado una pequeña fiesta con magos y brujas que vendrían fuera de Hogwarts y algunos alumnos también, a quienes tendrían permitido llevar un acompañante. Harry también se rehusaba a ir a esas reuniones bajo la excusa de estar ocupado con los deberes o los entrenamientos de quiddintch, sin embargo, sabía de buena fuente que había invitado a Luna Lovegood a asistir a la ya comentada fiesta.
Está de más aclarar que yo estaba hirviendo en mi merecida sopa de celos.
—No es como te lo imaginas —aclaró rápidamente Hermione—. Van sólo como amigos.
—Sé que van como amigos —siseé furiosamente—. Pero prefirió llevar a alguien más al baile antes de que reconciliarse conmigo.
Hermione me miró con dos rendijas por ojos juzgando como un minino.
—May, tú y yo somos amigas, ¿sabes? Pero en esta ocasión estoy del lado de Harry.
Como me encontraba de espaldas a ella en ese momento, puse los ojos en blanco.
—Ya sé que Weasley, Potter y tú crees que Draco es un ser nefasto, malvado y vil...
—Así es —me interrumpió—, pero no va por ahí, Harry me dijo lo de la galleta encantada y que lo dejaste plantado por una pelea por Malfoy.
Me removi incómodo y culpable.
—Lo de la galleta no fue mi culpa, sólo fui una víctima de las circunstancias.
Hermione se acercó a mí hablando en susurro.
—Entiendo la teoría, una broma de Slytherin y todo eso. Pero Harry siempre fue inseguro de Draco, están juntos todo el tiempo.
—Tú y Harry han estado juntos desde que tenían una vez, compartiendo secretos y aventuras. Y yo puedo entender que son mejores amigos, son el trío de oro —contrataqué.
Hermione sospechó.
—Por supuesto, y sé que no dañarías a Harry, que no hay nada entre Draco y tú, pero Harry está... herido —me acarició el hombro.
Suspiré rendida. Al final no importa quién tenía la razón, estábamos peleados, Harry llevaría a Luna al baile estúpido de Horace y esa podría ser yo. Y parecía una de esas memorias importantes que debías compartir con alguien muy querido y recordar siempre.
—Bien, supongamos que yo metí la pata y voy a sacrificar mi dignidad —comencé con gesto agrio—. ¿Qué debería hacer?
Hermione se encogió de hombros.
—Lo del baile no tiene solución, pero tal vez puedan arreglar las cosas para volver a estar bien, prueba explicándole las cosas y pidiendo una disculpa, eso lo ablandará —me aconsejó.
Sonrei con un deje de tristeza.
—Gracias, Mione. Lo conoces bastante bien —admití.
Ella sonrió.
—Ron y Harry son la misma cabeza de mandrágora, sólo hace falta conocer a uno —respondió con burla.
Pese a que le prometí a Hermione ya mí misma que haría todo para hacer las pases con Harry, le miré uno de aquellos días anteriores a la reunión con Horace conversando tranquilamente con Luna Lovegood. La conocía del ED, era una buena chica, tranquila y muy dulce, no tenía nada contra ella, pero en ese momento en que la vi pacífica, con el gesto relajado, conversando con un Harry que sonreía levemente y tenía un rostro despreocupado, me vi bastante tentada a lanzarle a ambos un petrificus totalus.Así se fueron mis buenas intenciones por el caño. Había decidido no ir a la fiesta de Horace para no llevar a nadie y ofrecerlo como una ofrenda de paz a Harry, pero en vista de lo bien que estaba pasándolo con su compañera de baile, caminé a toda prisa a la oficina del abuelo Dumbledore. impaciente esperé en el elevador de su oficina, hasta que finalmente pude decirle lo que quería como si me hubiera estado ahogando.
—Abuelo, quiero un vestido para la fiesta que dará el profesor Horace.
El abuelo apenas y levantó sus ojos detrás de sus lentes de medias lunas para mirarme.
—Los que quieras, querida —respondió—. No has cambiado nada desde niña, sigues siendo la misma consentida.
Me avergoncé.
—Lo siento, he estado bastante celosa y actuando como lunática —admití apenada.
El abuelo se sonrojó con las mejillas coloradas.
— ¿Hay algo que quieras platicarme?
Yo de pronto descubriré lo interesante que eran mis zapatos.
—Bueno, él comenzó a salir con Harry —admití con pena.
El abuelo dio una risa sonora.
—Así que ya superaron las miradas avergonzadas entre ustedes —se alisó la larga barba gris.
Yo lo observé confundida.
— ¿Ya lo sabías?
—Lo sospechaba solamente —confesó.
El mundo incrédulo.
— ¿Y no te parece... mal?
El abuelo me analizó el rostro.
—May, desde niña fuiste una niña consentida, bastante mimada, orgullosa y algo egoísta —comenzó.
— ¿Cuándo viene la parte buena? —le interrumpí divertida.
El abuelo continuó sin inmutarse.
—Pero eras bastante obediente, evitabas los conflictos y muy noble —señaló.
—No sé a dónde vas, abuelo.
—Lo que quiero decir, May, es que eres joven, estás descubriendo nuevas emociones, las necesarias para convertirte en una adulta. Estoy agradecido de que el compañero que tienes al lado sea Harry, es un chico bueno.
Le sonreí con vergüenza.
—Creo que estoy siendo una chica mala con Harry, pero él llevará a otra chica al baile del profesor Slourghorn —dije con resentimiento.
El abuelo dejó su pluma a un lado y cerró su libro. Su mirada había cambiado. Me observaron atentamente invitándome a hablar.
—Nos disgustamos hace unos días, él y Draco discutieron y yo me puse del lado de Draco —exliqué—. Después de que se hizo esta fiesta y en vez de arreglar las cosas, invitó a Luna Lovegood, como amigos —aclaré.
El gesto del abuelo se suavizó pero un deje juguetón llegó a sus ojos.
—Entonces, invita a otro chico... como amigos —agregó con malicia—. Te enviaré lo que necesitas para el baile, no te preocupes por eso.
Le sonreí, era el mejor abuelo del mundo. Le di un beso en la frente y salí de la oficina para dejarlo trabajar.
Cuando llegué a la sala común de Slytherin, Draco me abandonó.
— ¿Irás a la fiesta del profesor de Pociones? —me preguntó tratando de ser casual.
Asentí ante su pregunta. Draco nunca andaba metiéndose en mis asuntos, sólo se mezclaba si se lo pedía, pero en este caso su iniciativa era sospechosa. Igualmente necesitaba un compañero, y no me daba la gana buscar un estúpido que saliera igual o peor que Davis.
— ¿Quieres acompañarme? Potter lleva a Luna Lovegood —pedí con acidez.
El asuntió sin decir más. Así de mágico y romántico.
A la hora de la fiesta bajé de mi habitación hacia la sala común, el abuelo había enviado una elfina muy simpática de nombre Winky. Ella había dicho que era muy buena con los peinados, que solía servir a una familia adinerada y su trabajo era ayudar a preparar a las mujeres de la familia. Ella parecía muy feliz de ayudar y bastante entusiasmada, así que le di libertad creativa para todo.
El abuelo había enviado un largo vestido verde del color de Slytherin, con una tela con caída delicada, probablemente seda, pero yo no era una experta. Iba entallado a la cintura y con un lazo. Bastante bonito, a decir verdad, el abuelo tenía un buen gusto(imagen a continuación, recuerden que la moda mágica es antigua, del tiempo en que los magos fueron obligados a esconderse). Sin embargo, no era nada comparado con la caja de terciopelo verde que venía también en el paquete, lo abrí bastante curiosa, la familia Dumbledore no era aficionada a acumular joyas. Era una gargantilla verde casi del mismo tono del vestido, iba a juego con unos pendientes sencillos, toda la atención la llevaba la gargantilla. Me pareció extraño, como había dicho, la familia Dumbledore no acostumbraba tener joyas tan costosas, porque se podía ver lo opulenta que era. Venía una nota dentro, estaba escrita con la letra del abuelo.
En nuestra familia nunca hemos considerado las joyas como un tesoro, el tesoro de nuestra familia siempre ha recidido en el amor que nos profesamos entre nosotros. Sin embargo, Cyril, tu padre, consintió a Emelia, tu madre, siempre. Esta gargantilla le perteneció a ella, era su joya preferida porque Perceus se la obsequió cuando se enteraron que tú venías a sus vidas.
Lo único que espero es que tengas un amor como el que ellos tuvieron y una familia como la que nosotros luchamos por ofrecerte. Este es tu legado, aceptalo como un regalo.
Con cariño,
A. Dumbledore.
Decir que me conmovió aquello era poco, pero luché con el ardor de los ojos, no podía salir de aquella habitación con la nariz enrojecida.
— ¿May Dumbledore está bien? —preguntó Winky que se encontraba revisando todo el material con habilidad.
—Sí, sólo recibiendo una carta emotiva —me aclaré la garganta—. Démonos prisa.
Le agradecí a Winky y salí lista para ver a Draco en la entrada de la sala común. Vestía un traje de lujo al nivel de un Malfoy y lo portaba al nivel de Draco. Cuando me vio, sonoro altanero.
—Casi no te reconozco, cambias cuando te vistes con decencia y no con ropas muggles. Luces especialmente bonitas, no podría adivinar que eres la misma persona —me dio un cumplido, supongo.
—Tú también luces guapo —le respondí sin caer en su juego.
Me ofreció caballerosamente su brazo. Draco podía ser un patanazo, egoísta, prejuicioso, pero tenía clase, educación y modales.
Sopresivamente Zabini y Theo iban juntos, sí, juntos, como amigos,o eso creían ellos.
Cuando entramos en la fiesta, supe de inmediato el escándalo del día siguiente pero omití todos esos detalles para disfrutar la noche. Busqué con disimulo a Harry, él se encontró en una esquina de la fiesta conversando con Luna. Cuando cruzamos miradas sus labios se semi abrieron y pasó con nerviosismo. Tal vez no esperaba que asistiera. Pero cuando su vista cayó en Draco y en mi brazo tomado del suyo pude ver el calor subiendo a su rostro y lo vi beber furiosamente de su vaso.
Al igual que Harry me mantuve apartada de la fiesta, noté inquieto a Draco, quien de un momento a otro se me escapó, sabía que había algo oculto en su comportamiento pero no me mezclé ni trató de evitar lo que sea que se propusiera. En uno de esos ratos que bebía sola, Harry se acercó.
— ¿Dónde está tu cita? —preguntó en un tono desinteresado.
— ¿Y la tuya? —respondí con otra pregunta.
Su rostro mostraba mucha molestia mal disimulada.
—Luna sólo vino como mi amiga —me dijo con los labios apretados.
—Draco sólo me acompañó porque no tenía con quién venir, ¿sabes? Mi novio invitó a alguien más —siseé.
Harry se volvió a poner colorado, pero de la vergüenza.
—Estabas molestando, no pensé que quisiera acompañarme.
Negué con un mal sabor de boca.
—Pero pudiste pedir disculpas —respondí ofendida.
Él estaba a punto de rebatir lo que dije cuando el profesor de Pociones y anfitrión de la fiesta se acercó a nosotros.
—Ah, señor Potter, señorita Dumbledore —dijo saludando totalmente ajeno a la tensión que reinaba entre nosotros—. Justo hablaba de usted con otro invitado.
Sorpresivamente se dirigió a mí.
—Ah, ¿sí? —pregunté con duda.
El aseveró vehementemente.
—Le comentaba que tiene usted una voz preciosa —aseguró con alegría.
Yo negué apenada.
—No tengo nada de talento, pero al abuelo siempre se empeñó en que tomara clases. Fue hace mucho, cuando era niña —le expliqué con franqueza.
Podía sentir la mirada de Harry clavada en mí. Pero el profesor Horace seguía allí al ambiente.
—Por favor, cantenos algo —después se dirigió a la multitud, yo me horroricé ante la atención—. Amigos, le estoy pidiendo a la señorita Dumbledore que nos anime con una canción, es una cantante entrenada.
Ante la atención y las miradas esperando que lo hiciera, no me pude negar.
Un mago presente se ofreció a colocar un hechizo de acompañamiento musical, sonaría lo que sea que decidiera cantar. Me decidí por una melodía suave y fácil, no quería tener un momento bochornoso. The Carpenters me pareció adecuado.
¿Por qué aparecen de repente las aves cada vez que estás cerca?
Al igual que yo, anhelan estar cerca de ti
¿Por qué las estrellas caen del cielo cada vez que caminas?
Al igual que yo, anhelan estar cerca de ti
Ni siquiera fue intencional la elección de canción, o tal vez mi inconsciente la elegida por mí, pero realmente la estaba sintiendo en lo más hondo, lo que hizo a la interpretación ser bastante emotiva. No era un secreto para mí misma que yo adoraba con vehemencia a Harry, no como la celebridad o el mago más poderoso, le adoraba por quien era y me transmitía a mí.
El día que naciste se juntaron los ángeles
Y decidió hacer un sueño realidad
Entonces rociaron polvo de luna en tu cabello de noche
Yo podía estar orgullosa, pero no quería perder a Harry para siempre, así que improvisé parte de la letra. Podría enfrentar una demanda por derechos de autor muggle pero no la ira de Harry Potter. En el estribillo siguiente hablaba en realidad de ojos azules, que yo cambié por verdes.
Y la luz de las estrellas en tus ojos verdes
Es por eso que todas las chicas de la ciudad te siguen a todas partes
Al igual que yo, anhelan estar cerca de ti
El día que naciste se juntaron los ángeles
Y decidió hacer un sueño realidad
Entonces rociaron polvo de luna en tu cabello de noche
Y la luz de las estrellas en tus ojos verdes
Tal como yo, ellas quieren estar cerca de ti.
Es por eso que todas las chicas de la ciudad te siguena todas partes
Al igual que yo, anhelan estar cerca de ti
La suave música se entrelazaba con mi voz tranquila, la melodía llenaba la sala y parecía ser lo suficientemente decente como para gustar a los presentes. Le había rehuido a la mirada de Harry para no ponerme nerviosa, pero finalmente decidió mirar la gravedad del asunto Pese a que esperaba ver un rostro acalorado y molesto, sólo me encontré con un Harry tranquilo, embelezado y sereno que me observaba sin perder ningún detalle. .
Al igual que yo, anhelan ser
Cerca de ti
La sala aplaudió bastante contenta cuando terminé la canción y pude volver a respirar.
—Muchas gracias por volver tan amena la velada, señorita Dumbledore —dijo el profesor Horace—. Pese a decir que no tenía talento para cantar y todo era obra de la constancia, debo decirle que tiene una voz tan bonita como la de su madre.
Eso llamó mi atención.
— ¿Conocí a mi madre?
Él aceptó solemnemente.
—Emelia nunca fue mi alumna, yo estaba retirada cuando ella estudiaba en Hogwarts, pero coincidimos algunas veces en eventos sociales —me explicó—. Ella era una mujer hermosa y extrovertida, le encantaba la danza y todas las artes.
Yo estaba bastante inmersa en la charla con el profesor que no me di cuenta cuando Harry se unió.
—Ella y Cyril, en paz descansen, eran una pareja bastante feliz, muy compatibles, ella era la magia y él la varita. Pero siempre fue el terror de Albus, no había nadie como ella para las cartas explosivas, lo dejaba limpio —agregó en una carcajada—. ¿Lo sabía usted?
Negué aparentando apasibilidad pero estaba muy emocionada por dentro.
—El abuelo no habla mucho sobre eso, es un tema difícil, supongo. Aunque precisamente, esta gargantilla era una de las favoritas de mi madre —señalé el collar—. Estuvo en Slytherin como yo —le compartí con entusiasmo.
El profesor Horacio rió sonoramente.
—La mejor casa, ¿no es así, señor Malfoy? —preguntó en mi dirección.
A mí lado llegó Draco pasando un brazo por mi espalda protectoramente.
—Por supuesto, donde están las mujeres más inteligentes y el futuro del mundo mágico, ¿no estás de acuerdo, Potter? —le preguntó Draco en un intento de provocación.
Pero Harry sofocó cualquier emoción y se acercó con una máscara de incómodidad. Horace siguió su conversación y no sé en qué punto estuvimos hablando que Draco comentó casualmente que yo tenía una pecera en mi habitación propia.
—Privilegios que sólo la nieta del director puede darse —comentó cómplice Sloughhorn.
Rey avergonzado.
—Es sólo casualidad —mentí.
Pero si el profesor se dio cuenta no dijo nada al respecto. Algo en la cara de Harry cambió, como una idea que terminó de encajar, de repente se disculpó educadamente y salió de la fiesta. Yo también me despedí del profesor para ir a buscarlo y le dije a Draco que volvería. Creí que Harry ya se había retirado a su dormitorio pero se encontró en un pasillo aledaño a la fiesta. Me acerqué a él con la intención de arreglar las cosas, pero él parecía estar emocionalmente aislado. Estaba mirando la vista que teníamos en uno de los puntos altos de Hogwarts.
—Harry —le llamé apenas en un susurro.
Él no respondió, siguió mirando el horizonte hacia el lago. Creí que no me había escuchado pero finalmente habló.
— ¿Tienes una pecera en tu habitación? —preguntó de la nada.
Yo asentí sin saber qué quería decir con esa pregunta. Él no comentó nada más hasta después de un rato.
—Tal vez nos apresuramos, May —dijo sin ninguna emoción en especial—. Hay muchas cosas que no sabemos él uno del otro.
Yo no dije nada, déjé que él guiara la conversación y decidiera el punto final. Él se acercó y me dio un beso en la mejilla, pero lo sentí como un beso triste, con cariño pero algo bastante melancólico.
—Cantas preciosas, no sabía que tuvieras una voz tan linda. Pasa buena noche, May —me dijo alejándose por el pasillo hacia su sala común.
No le respondí. No supe cómo sentirme respecto a eso, ¿estaba terminando conmigo? Yo me quedé ahí un rato más, sólo cuando Draco se acercó, limpió rápidamente la humedad de mi cara y lo acompañé a la casa Slytherin.
Harry y yo no habíamos hablado en un par de días, era algo normal, había estado tan ensimismado en sí mismo, guardando secretos y conspirando en silencio. Me sentí bastante fuera de su radar, como si no confiara en mí, como cuando no me invitaron a aquella reunión en Cabeza de cerdo,aunque esta vez lo excusé por la situación incómoda después de la fiesta de Slurghorn.
Ese día habíamos tenido la última clase de Pociones, habíamos estado preparando amortentia, recordé que cuando terminamos la poción Draco y yo, vino el suave olor de madera a la que olía casi siempre la ropa de Harry, también los campos de quiddintch y el inconfundible. olor que me alteraba cuando olfateaba a Harry después de haber estado entrenando quiddintch, ese olor a sudor fresco combinado con su perfume. No me enorgullecia de que me encantará su olor fuerte pero al menos era un secreto. Tampoco me hinchaba el pecho la influencia tan fuerte que Harry tenía en mí, me desanimaba mucho lo fácil que Harry podía desestabilizarme. Nadie más tenía el poder de hacer aquello y me hacía enojar conmigo misma por ser una blanda con él.
Le había echado un vistazo durante la clase de Pociones, para ver si el olor de su amortentia lo hacía mirarme o lo alteraba un poco. Dentro de mí me daba un poco de miedo que lo que oliera no fuera relacionado a mí, creo que si eso pasara, le dejaría ir para que fuera feliz. Sin embargo, Harry no me miró, no levantó la vista de su trabajo y salió rápidamente al final de la clase.
Los Slytherin estaban comentado que se realizaría el último partido antes de las vacaciones de Navidad. Huffepuf tenía un juego de quiddintch contra Gryffindor. Decidí presentarme a ver jugar a Harry, ahora él era el capitán del equipo tras la graduación de Oliver Wood, no lo hice tratando de reconciliarme con él, como estaban las cosas probablemente no había nada qué reconciliar, pero sabía que era una actividad importante y quise verlo jugar.
Él era realmente bueno, por algo le habían nombrado capitán, se desenvolvia con gracia y soltura en el campo, la victoria de ese día fue para Gryffindor, tenían muy buenos jugadores esa temporada. A mi lado Draco y Blaise bufaron desencantados por la victoria de Gryffindor. Nott, Pansy y yo a su lado sólo nos limitamos a mirar, ninguno de los tenían tres ningún interés más allá de mirar a los gallardos chicos en sus uniformes de quiddintch.
—Me largo, hace un frío terrible —informó Pansy en medio del griterío levantándose de la grada donde había estado sentada.
Theo también se levantó de su lado y extendió una mano a Zabini indicándole que debían irse. Por lo que Draco también se levantó para seguirlos. Me miró, me había quedado quieta en mi lugar.
— ¿No vas a venir? —preguntó elevando una ceja ya adelantado unos cuantos pasos.
Negué insegura. Draco giró los ojos anticipando lo que se trataba.
—Estaré en la sala común entonces —respondió resistiendo un poco el dejarme ahí en el frío todas esperanzas de llamar la atención de Potter y hablar.
Asentí agradecida y los vi alejarse antes de que bajara toda la turba de estudiantes, nosotros nos habíamos sentado lo más cercano a la salida posible.
Miré que los Gryffindors se habían agrupado en el centro del campo para felicitar a su equipo por la flamante actuación. En el desfile de Victoria, Hermione captó mi presencia y le dio un codazo a su amigo de lentes, Harry posó su mirada en mi, su gesto fue indescifrable para mí, probablemente no esperaba verme allí de ninguna manera.
—May —me llamó no sé si como un saludo o simplemente incredulidad de que estuviera ahí.
—Felicidades por el triunfo sobre Hufflepuf —le deseé con una leve sonrisa—. Sólo quería ver por qué tanto alboroto con el nuevo capitán de Gryffindor.
Él acercándose un poco más y dejando a su grupo de lado.
— ¿Podemos hablar? —preguntó con gravedad.
Yo asentí apartandome del gentío que vitoreaba aún, Harry me siguió a un lugar más despejado. Me había caído esa pregunta como agua fría, sabía a dónde se dirigía el asunto. Lo guié hasta un jardín aledaño al campo de quiddintch que estaba bastante olvidado en esas épocas de heladas. Me paré cerca de una de las jardineras y miré a Harry expectante esperando lo que tenía para decir.
—Siento cómo terminaron las cosas aquel día y ayer —dijo mirándome con pena.
—Lo lamento también, pero no hay nada mal en la honestidad —respondí con sinceridad refiriéndome al insidente de unas noches antes y esperando el golpe duro. No creía que eso estuviera pasando.
Harry se veía bastante frustrado y nervioso. Quería que aquello acabara ya, me provocaba mucha ansiedad estar todo el tiempo insegura de los sentimientos de Harry.
—Harry —comencé yo tomando la iniciativa—. No hay nada de malo en volver a ser amigos, ¿sabes? Nos llevamos bien antes y lo haremos después de esto.
El rostro de Harry se tornó sombrío.
— ¿Quieres terminar? —preguntó casi con horror.
Yo me pongo más nerviosa.
- ¡No! Bueno... tal vez... es decir, supongo... —me callé y me calmé primero—. Escucha, ayer dijiste un par de cosas que yo interpreté como que querías finalizar esto, lo que sea que tengamos ahora mismo.
Harry negó con energía. Un peso invisible se levantó de mi pecho.
—No, es decir, claro que estaba molesto anoche. Dije cosas que fueron bastante egoístas, me hizo perder la cabeza que Draco haya estado en tu habitación y conozca tanto de ti. Lo siento mucho, pero no pasó jamás por mi cabeza dejarte.
Él tomó mis manos y las acunó en las suyas.
—Solo no entiendo por qué defiendes tanto a Malfoy —confesó—. Tanto tú como yo, siendo sinceros, sabemos la forma tan condendiente en que trata a cualquiera que no sea valioso a sus ojos, tú eres su única gran excepción, eso es lo que más me molesta —admitió. Podía sentir un déje de celos en su voz.
Comprendí a Harry y decidí hablarle con la verdad.
—Harry, tienes que entender que Draco fue criado en un contexto paralelo al nuestro. Los chicos Weasley y yo fuimos criados sin prejuicios sobre los nacidos de muggles, lo contrario a Draco —le expliqué tomando su mano, Harry dejó que lo hiciera—. ¿Cómo crees que reaccionaría el abuelo Dumbledore si yo fuera por la vida llamándole a Hermione sangre sucia? ¿Cómo reaccionaria el Sr. Weasley si uno de sus chicos fuera un prejuicioso contra los muggles sabiendo su afición a los artefactos muggles? Una bofetada es posible que se lleven.
Harry jugaba distraído con nuestros dedos entrelazados mientras me escuchaba. Yo miraba su rostro serio y concentrado.
—Y yo... yo estoy casi seguro de que Draco ha recibido esos castigos por asociarse conmigo, que proviene de una familia mestiza, que soy nieta de Albus Dumbledore, quien es todo un personaje ante los Malfoy —dije sintiendo coraje en mi interior— . Y pese a todo esto, Draco se ha mantenido firme ante su familia y la presión que ejercen ante él, por lo cual no me pide que reniegue de él, porque incluso si tú me lo pides, preferiria sacarme el corazón.
Harry me miró con irritación y molestia pero no me contradijo ni tampoco respondió nada, así que continuó.
—Te adoro, Harry, cualquiera puede darse cuenta, no tienes que competir con Draco —como si hubiera adivinado lo que estaba pensando, soltó el aire en su interior—. Draco ha estado sólo un par de ocasiones en mi habitación cuando llevaba a su perro o pide las tareas para no hacerlas él mismo —rodeé los ojos.
Me abrazó pegandome a su pecho, yo disfruté de la sensación y el aroma personal que tenía.
—Siempre me pregunté por qué terminaste en la casa Slytherin. Eres valiente, no te importan los prejuicios de sangre. Fácilmente podría imaginarse en Gryffindor.
No podía saber qué cara estaba poniendo, seguro tenía alguna haciendo un mohín.
—Bueno, en palabras del sombrero seleccionador, soy demasiado egoísta para eso.
—Por supuesto que no —me contradijo al instante.
Yo reí levemente.
—Harry, podría ver este mundo caer en cenizas mientras tú estuvieras a salva —le confesé.
Aunque no podía verle, sí pude sentir una sonrisa.
—Además, Slytherin tiene sus defectos, vaya que sí, pero son leales como ninguna otra casa —continué—. Sólo tienes que ver a Draco, Nott y Blaise. En cuanto depositan su confianza en ti, puedes estar seguro que los tendrás a tu lado para cualquier cosa.
Harry no respondió nada, solo nos quedamos ahí, quietos y disfrutando el momento que teníamos.
— ¿Y Luna? —pregunté muy bajito.
— ¿Qué hay con Luna? —repitió.
Sospeché un poco.
—Ayer te veías muy cómodo y relajado hablando con Luna.
Harry río. Le observó, su sonrisa era bastante ancha.
— ¿Estás celosa? —preguntó como si fuera la cosa más maravillosa del mundo—. May, te adoro como a nadie, te idolatro desde que me levanto hasta que me voy a dormir, e incluso en sueños sigo rogando porque nunca tenga que perderte. Luna es una buena amiga —añadió—. Pero en la fiesta luché sin éxito para no concentrarme en cierta serpiente que lucía como una reina.
Me sonrojé ante sus alagos y eso fue suficiente para mí para perder el tema. Me abracé con fuerza a Harry y me oculté en su cuello mientras disfrutaba plenamente del olor que había salido de mi amortentia.
—Harry... —le llamé muy bajito.
Él hizo un sonido con su garganta invitándome a continuar.
— ¿Qué oliste en tu amortentia? —pregunté finalmente con las mejillas encendidas y mi cuerpo ya no sentía el frío helado del campo abierto.
Harry dio una risa pequeña que casi parecía haberse escapado por error de sus labios. Se apartó un poco de mí y me escudriñó el rostro. Quise huir por la vergüenza pero él tomó mi mentón con su mano libre mientras seguía rodeadome con la otra. Tenía una dulce sonrisa en su cara cuando respondió. Me hizo sentir como una niña consentida cuando me dio un beso en la mejilla.
—Olí las mazmorras —admitió por fin—, también la oficina del profesor Dumbledore.
Lo observé con cuidado.
— ¿Y qué crees que significa eso? —cuestioné antes de desviar la mirada.
Harry ahora rio con ganas.
—Pues a menos que esté enamorado de Snape, no veo qué otra serpiente que habita las mazmorras me pueda gustar —acarició mi mejilla—, además, no creo que Snape use tu perfume de vainilla, porque también lo olí —admitió con las mejillas brillantes .
Su respuesta me fue suficiente y volví a esconderme en su abrazo.
— ¿Y tú? —preguntó vacilante.
Le susurré mi respuesta en el oído antes de volver a mi posición. Harry me presionó más contra él mientras dejaba salir una risa feliz desde dentro de él.
Después de despedirme calurosamente de Harry, volvió a las mazmorras. Hacía bastante frío así que no conversamos mucho tiempo en el campo abierto. En cuanto entré a las mazmorras el calor de la sala común me invadió, me resultaba inquietante lo agusto que me sentía en nuestra sala común. Los suelos pulidos impecablemente me hacían sentir despejada, y la simplicidad de algunos sillones y mesas de estudio me daban la sensación de que podía estar ahí toda la noche en vela con una conversación amena, aunque sea sólo escuchar a Pansy sobre moda mágica oa Crabe y Goyle dando cátedra sobre los mejores dulces del mundo mágico (aunque esas referencias fueron muy bien recibidas por el abuelo).
—Entonces, ¿qué harán en las Navidades? —comenzó Pansy—. Yo iré a Suiza con la familia de mi madre —suspendido con cansancio—. Tendré que aguantar la perorata de mis primas sobre que los no nacidos de muggles no son tan malos.
Reí ante su problema.
—Oh, Pansy, no vayas a morir en el intento —le dije en burla.
Creí que ella se enfadadaría pero no notó mi tono burlon en la voz.
- ¡Perder! —respondió con rostro cansado.
Draco rió entre dientes mientras pasaba un brazo por los hombros de ella. Le di una mirada sospechosa.
—Nosotros pasaremos juntos las Navidades, Theo y yo —compartió Blaise—. Podrías unirte, mayo, la navidad pasada te quedaste en Hogwarts —me invitó.
Asentí conmovida.
—Agradezco la invitación, pero este año iré a la casa del abuelo en Valle de Godric —le confesé en una sonrisa agradecida.
Theo carraspeó.
— ¿Pasarás navidad con... tu abuelo? —preguntó un poco incómodo.
Sabía que ellos andaban de puntitas alrededor de mí, tratándome con pincitas sobre todo en temas relacionados a Harry y mi familia. Valía comentar que tanto Theo como Draco, Crabe y Goyle eran hijos de mortifagos. La madre de Blaise y la familia de Pansy se habían mantenido al margen del ejército de Voldemort pero aún así eran simpátizantes de su causa.
Negué con cuidado.
—No, el abuelo tiene sus asuntos, siempre está ocupado —les compartí—. Estaré sola en el Valle de Godric.
Pansy me miró sin comprender.
— ¿Por qué no te vas con las comadrejas o el chico dorado? —pregunté.
Me encogí de hombros.
—Los Weasley son amables, también podría ir con ellos —coincidí—. Pero ustedes como yo saben que vienen tiempos oscuros, probablemente sea la última vez en bastante tiempo que pueda pasar ahí la navidad —les confié.
Ellos me miraron con curiosidad. Pero fue Gregory quien formuló la pregunta.
—Pero, ¿por qué pasarías sola la navidad? —preguntó con cuidado.
Me volví a encoger de hombros sin una respuesta en particular.
—En Valle de Godric tengo mis memorias más preciadas, viví allí con la abuela Dumbledore cuando mis padres murieron —expliqué—. Creo que es mi forma de conectar otra vez, aunque sea la última vez.
Draco suspiró.
—Puedo entenderlo, Malfoy Manor se siente cálido en mis memorias, sin importar el estado actual —confesó con pesar.
Me dio curiosidad el tono con que dijo aquello pero no comenté nada. Poco a poco todos se fueron retirando a sus habitaciones, dejándonos sólo a Draco ya mí.
—No comentaste qué es lo que harías en tus vacaciones —le comenté en voz baja sentandome a su lado.
Draco me dio una sonrisa torcida.
—Ni siquiera quiero pensar en ello —admitió—. No quiero saber ni qué encontraré al llegar, ¿sabes? Quisiera no ir esta vez, pero nunca me quedó en Hogwarts, excepto en el torneo de los tres magos para las festividades.
Se veía bastante miserable en ese sofá de terciopelo fino de verde. Sus finas ropas ajustadas a la medida contrastaba con el semblante vacío que tenía en su rostro.
—No vayas —dije con cuidado—. No vayas está vez, ven conmigo a Valle de Godric.
Él me miró incrédulo.
—No creo que al profesor Dumbledore le haga gracia tener al mortifago en su casa familiar —señaló en burla.
Le di una mirada con ojos entre cerrados, pero puse una mano en la suya reconfortadoramente.
—No hay nada en Valle de Godric, excepto un hogar que está esperando. El abuelo ni siquiera se aparece por allá —le conté—. Así me sentiría menos sola —añadí con ojos inocentes tratando de darle un empujón a Draco.
Él me observó con cuidado, parecía que iba a declinar mi oferta pero algo en su mirada se doblegó y asintió.
—Supongo que no hará daño pasar un par de días lejos de toda esta mierda —finalizó.
Le di un abrazo emocionado.
—Nos vamos a divertir mucho, en la familia Dumbledore amamos la navidad —le conversé en un hilo interminable de ideas para hacer en navidad y las cosas que solían ser tradición para nosotros.
Draco escuchó pasivamente todos mis balbuceos y chillidos emocionados sobre la Navidad muggle y la mágica.
Conversaba animadamente con Hermione en uno de los pasillos aledaños al gran salón del comedor, ella se estaba quejando de que no le gustaba la manera en que Snape se dirigía a DCAO.
—Hermione, te amo, linda —comencé—. Pero ha tomado clases con Snape durante seis años y aún sigues cometiendo los mismos errores.
Ella me miró ofendida.
— ¿Entonces deberías dejar de buscar puntos?
Le pasé un brazo por los hombros.
—Sí, al menos evitarías que te los quitaran —le sonreí burlona—. Escucha, Snape nunca les dará puntos, así al menos no se los quitarán.
Ella parecía meditarlo realmente. Detrás de ella aparecieron Harry y Ron, Hermione automáticamente frunció el gesto. Parecía que seguía impidiendo a Ron.
Harry se posicionó a mi lado. Me obsequió un beso en la mejilla que recibí con gusto.
—Entonces, May, ¿irás en navidad a Grimmauld Place? —preguntó Ron.
Era el último día, partiríamos al día siguiente muy temprano por el tren de regreso a nuestros hogares. De repente sintió un nudo en la garganta, sin saber cómo responder.
Negué lentamente.
—La pasaré en la casa del abuelo en Valle de Godric —respondí tratando de evitar cierta información frente a Harry. Aunque no estaba haciendo nada malo, no creía que a Harry le hiciera mucha gracia.
Harry sonrió a mi lado.
— ¿Estarás con el profesor Dumbledore? —preguntó curioso
Negué lentamente sabiendo la inevitable desembocadura, les diré que no estará el abuelo, para ellos será extraño y tendré que decirles que Draco estará ahí. Realmente tampoco me sentí muy feliz de ocultarle esa información a Harry.
Suspiré y regresé mi mirada a los chicos que me seguían mirando expectantes.
—La verdad es que el abuelo está ocupado, ya saben cómo están las cosas —explicó. Harry estuvo a punto de objetar que estaba sola en navidad así que agregué—. Pero no estará sola, le ofrecí a Draco pasar las Navidades conmigo, en vista de que estará sola en Valle de Godric.
Harry, quien hasta ahora había estado sosteniendo mi mano firmemente, soltó su agarre.
— ¿Draco y tú estarán sólos allí? —preguntó con una ceja elevada.
Emplee los ojos en blanco para poder responder con calma.
—Por Circe, Harry, ¿qué ideas te estás haciendo en la cabeza? —pregunté con fastidio—. Mira, Draco no quiere ir a su casa, puedes entender que Bellatrix seguro no es una gran compañía.
Él no cambió el gesto ni dijo nada, así que siguió explicando. Hermione y Ron frente a nosotros lucían igual de incómodos.
—Sólo quise darle un descanso, Draco después de todo sigue siendo un chico atrapado en todo esto... —comencé a explicar pero Harry me interrumpió.
Su ceño estaba fruncido pero habló con calma.
—Draco es perfectamente capaz de entender las implicaciones de su participación en este cuento —señaló con demasiada calma para mí gusto—. Pero veo que estás bastante seguro del lado que quieres tomar, porque pudiste haber pensado en mí, soy tu novio, debiste haberme invitado a mi primero —señaló herido.
Hermione, aunque molestó a Ron, tomó de la muñeca y lo jaló casi haciendo mutis. Yo me pude concentrar en Harry y su expresión herida. Comprendía que tenía algo de razón. Pasé los brazos por su cuello y me recosté sobre su pecho permitiéndome sentir su olor delicioso y su calor emanar del cuerpo, él se relajó bajo mi toque.
—Entiendo que estés molesto, lamento haber tomado una decisión así sin tomarte en cuenta —me disculpé—. Es sólo que Draco estaba hablando sobre lo mucho que deseaba no ir a casa pero no tenía a dónde ir.
Levanté mi rostro para mirar el de Harry, él ya me estaba viendo, le di un beso en la mejilla para tantear el terreno, él no se apartó. Así que le di un par de cariñosos besos más mientras acariciaba su mejilla con mis dedos.
—No te molestes, por favor —pedí en un mohín pequeño—. Hermione y tú están todo el tiempo juntos y compartes con ella secretos que a tu novia serpiente traicionera, engañosa pero... bastante leal —recalqué—, ni siquiera le cuentas. Y lo respeto. Así que, ¿podrías dejar pasar este incidente, cariño? —le pedí dulcemente.
Harry parecía tragar duro y parpadear un par de veces.
— ¿Quién es este monstruo y qué ha hecho con la May que tenía mirada de crucero? —preguntó rodearme con sus brazos.
Le sonreí complacida ante sus palabras.
—Bueno, cayó ante un león bastante apuesto —le sonreí con timidez.
Él me devolvió la sonrisa totalmente embelezada. Dio un beso en mi frente y se resignó a la situación.
—Bien, sólo... sólo cuídate, ¿quieres? —añadió con recelo.
Pude ver un deje preocupado en su voz, algo de la compañía de Draco le inquietaba y no podía asegurar que sólo eran celos románticos, había algo más detrás.
Para llegar a Valle de Godric hice que Draco tomara un taxi. Habíamos encogido las maletas con un hechizo, así que las llevábamos ligeras en nuestro bolcillo. Sólo tenía que preocuparme por Elvis que se retorcía en mi regazo fastidiado por el camino. Draco iba seriamente ofendido por estar trepado en un transporte muggle pero no comentó nada al respecto, igualmente su cara lo expresaba todo por él.
Le sonreí en un intento de apasiguarlo pero él sólo frunció el ceño. Así que me mantuve llamada todo el camino. Finalmente el taxi se detuvo frente a la casa del abuelo en el Valle de Godric. Era tal como la recordaba, probablemente tenía algunos hechizos de limpieza, conservación y renovación encima, después de tantos años en abandono era imposible que luciera como si los años no hubieran pasado por ella. Sus postes de madera seguían allí firmes, el color de la casa blanco tan opaco como siempre fue, su entrada libre de nieve y estaba delicadamente adornada con luces navideñas en la marquesina de los techos que terminaban en triángulo. Así como el árbol de pino que se mantenía firme sobre la tierra.
Ante mi mirada emocionada y llena de sentimiento, Draco relajó el ceño. Pagó y taxi y se unió a mí en el pórtico de la casa. La puerta estaba abierta, era un encantamiento antiguo que el abuelo había colocado para que la casa decidiera quiénes tenían derecho de entrar en ella. Por ser parte de la familia yo estaba en ese pequeño círculo.
La casa tenía un decorado navideño simple pero familiar, reconocí el aroma a pino que inundaba la casa por las decoraciones naturales sobre la escalera y el gran pino hermosamente decorado en la sala de estar. Sin embargo, hacía falta el olor a pavo que salía deliciosamente de la cosina en día de gracias y noche buena.
Me hice a un lado para que Draco entrará, estaba congelandose el trasero aún en el pórtico pues yo me había quedado pasmada un momento en la puerta sin moverme, sin embargo él no me apresuró ni comentó nada. Dejé por fin libre a Elvis que rápidamente se familiarizó con él lugar y se dedico a echarse en un sillón individual muy esponjoso. No recordaba cuánto tiempo había pasado desde que había estado allí.
Draco cerró la puerta tras de sí tratando de calentarse, lanzó sobre sí mismo un hechizo de calentamiento y después lanzó uno sobre mí con su varita.
—Gracias —le dije mientras distraídamente sacaba mis maletas del bolsillo de la túnica negra que Harry me había obsequiado la navidad pasada.
Draco imitó mis acciones con las susyas propias y se dejó caer sobre uno de los muebles, yo tomé lugar en el sillón contrario al suyo.
—Es difícil imaginar que el profesor Dumbledore, siento un mago tan extravagante, tenga una casa modesta como esta —confesó Draco—. Bueno, es bastante linda —agregó con rapidez como con temor de haberme ofendido.
Le sonreí mientras miraba alrededor. Era verdad, era una casa muy sencilla y campirana.
—En realidad, la abuela fue quien eligió la casa, fue la primera persona en comprar una casa en este barrio mágico —dije recordando—. Ella era lo contrario al abuelo Dumbledore, le gustaban las cosas simples, era de un estilo más bien... muggle, ella encontraba la belleza en las cosas sencillas, por eso vivíamos en esta zona.
Draco parecía incómodo cuando añadió otra pregunta.
—Aquí vivían los padres de Potter, ¿verdad?
Asentí sombríamente.
—Al final de la calle, aunque la abuela nunca tuvo contacto con ellos, no sabía que vivían aquí. Pese a que mis padres eran miembros de la orden igual que los de Harry, incluso la abuela en algún momento, pero se desconectó de todo eso... —mi voz se tornaba angustiosa—. Cuando mi madre estaba embarazada su salud comenzó a decaer terriblemente, y al no tener más familia además de la del lado Dumbledore, la abuela se dedicó a cuidarla ya mí, incluso cuando murió mi madre, ella tomó la responsabilidad hasta el último día de su vida.
Draco se había mantenido atento, era un gran escuchador.
—La recuerdo —me dijo súbitamente.
Yo retrocedí de golpe mis ojos a él.
— ¿A la abuela Rosempire? —pregunté sorprendida.
Él se puso serio. Parecía estar tratando de recordar los detalles de aquello.
—Acompañaba a mi padre a todos lados cuando yo era niño, estaba bastante orgulloso de ser hijo de Lucius Malfoy —comenzó tímidamente—. En una visita al ministerio recuerdo haberme soltado de la túnica de mi padre y terminé perdido entre la multitud, estaba aterrorizado perdido entre tanta gente —rió suavemente—. Entonces una mujer de cabello blanco pulcramente peinada se me acercó, me recordó a mi propia abuela, pero ella tenía un rostro dulce, a diferencia de mi abuela —la mirada de Draco estaba perdida—. Ella se detuvo, sólo ella, nadie más volteó a ver al pequeño niño perdido, pero ella sí, me preguntó amablemente si estaba perdida, yo le dije que sí tratando de no lucir asustado, me consideró bastante maduro a esa edad —sonrió grande.
—Debiste ser un niño bastante lindo y tierno —le dije en una risa burlona.
Draco soltó una risa amarga.
—Era un grano en el culo —afirmó—. Potter y sus amigos te lo confirmarán.
Seguí mirando a Draco esperando que terminara su relación. Él frunció el sueño tratando de recordar.
—Después de eso ella localizó a mi padre, ellos sólo se dieron un asentimiento y se llamaron por sus nombres —un pronunciado ceño se colocó en su cara si eso fuera posible—. Mi padre había despreciado abiertamente a tu abuelo desde siempre, llamándolo... ya sabes, viejo loco y cosas así. Pero nunca escuché una palabra sobre tu abuela, incluso pareció en ese momento darle un asentimiento con respeto.
Me encogi de hombros sin saber exactamente una respuesta a ello.
—Por supuesto, igual que tú, la abuela nació en una de las familias de los sagrados veintiocho, era una Ollivader —respondí a la sorprendida mirada de Draco—. Además, era una bruja sobresaliente, estuvo en Ravenclaw y conoció el oficio familiar, ella elaboró mi varita —dije tendiendosela a Draco para que la estudiara.
La tomé. Él se vio sorprendido por mi historia.
—Y yo que creí que sólo eras una mestiza cualquiera —señaló con burla.
Yo reí. Ya era inmune a sus bromas maliciosas.
—Y lo soy —dije—. Mi familia es quienes son sobresalientes.
Draco siguió estudiandola.
— ¿Qué me puedes decir sobre esta varita, descendiente de Ollivander? —preguntó en burla.
Le di una sonrisa robusta llena de petulancia.
—Varita de 25 centímetros, madera de avellano, probablemente una bruja o mago sensible que controla sus emociones, una varita bastante leal. Espina del monstruo del río blanco, fuerte y elegante —le mostré la varita en todo su largo—. Rígida —giré el mango hacia drago—. Un mango de madera elegante con grabados.
Draco silbó.
—Hiciste tu tarea —señaló.
Asentí con orgullo.
—La abuela intentó enseñarme el oficio ancestral de su familia —exliqué—. No tuvimos mucho... tiemper, pero se me quedaron algunas cosas.
Draco me tranquilizó y se relajó tirando en el sofá. De un momento a otro en la conversación, él se había estirado a lo largo del gran sofá. Y se encontraba bastante tranquilo.
—Hace mucho que no me sentía tan a salvo y tranquilo —murmuró casi para él mismo—. ¿Qué cenaremos?
Sonreí con malicia.
—Tienes que guardar el secreto —le respondí rebuscando algo en mis maletas. Saqué dos grandes platos dorados que coloqué sobre la mesilla de centro —. Están hechizados, aparecerá comida de las cocinas de Hogwarts, el abuelo me los dio hace unos años.
Draco puso los ojos en blanco.
—Ustedes tan... nepotismo puro —sonrió en burla—. Muy Slytherin de tu parte.
Me encogi de hombros restándole importancia.
Cenamos esa noche en total calma y disfrutamos hasta cansarnos de los días de vacaciones de cembrinas. Leímos cuentos de Navidad, paseamos por el barrio, tomamos te en las horas indicadas, obligué a Draco a tejer una bufanda, compramos los obsequios y algunas cosas para el invierno, bailamos un poco en noche buena, y finalmente enviamos tarjetas y regalos a nuestras familias y amigos.
Le envié a Hermione un bloque de notas mágicas, era básicamente una grabadora muy avanzada. En cuanto a Ron, recibió de mi parte un conjunto de colección de guantes, cascos y otro equipo que descontaba para el juego de quiddintch, se serviría ahora que era parte del equipo de Gryffindor.
El abuelo Dumbledore fue merecedor de un par de túnicas rimbombantes de encontró perdidas en Madame Malkine, ella sabía sus y las medidas adecuó para él.
A la señora Weasley le envié un par de pendientes de plata con una piedra color rojo brillante. Fred y George se llevaron un par de anillos a un juego con la leyenda del mejor hermano del mundo,ambos ajustables con magia. Theo y Zabini recibieron plumas elegantes en un juego para escribir. E incluso me permití enviarles a Crabe, Goyle y Pansy dulces, algo no tan personal. Finalmente, a Harry le hice una bufanda de lana roja a lo muggle y la acompañé de una carta.
Querido Harry:
Desearía que estuvieras aquí para esta navidad, realmente me haces falta.
Le dije a Draco que debíamos hacer una bufanda para estos fríos inviernos, tiempos oscuros vienen y debemos estar abrigados con el cariño de las personas que nos aman. Esta bufanda, roja como Gryffindor, es el amor que siento por ti, la elaborada pacientemente a mano, incluso cuando Draco decía que era una pérdida de tiempo. De la misma manera, estoy aquí, he esperado pasientemente por ti y esperaría cien años más si fuera necesario.
Nos vemos pronto en Hogwarts.
Con amor, May.
En su lugar, el Hermione me envió un libro titulado Las brujas pueden hacerlo,compendio de la famosa bruja en hechicería Hazel Ubric, que hablaba sobre la lucha de la bruja para ser reconocida en el quiddintch, puestos en el ministerio, prensa y los matrimonios. arreglados en las que se veían atrapadas.
De Ron volvió a obtener maquillaje, justo como el año pasado. Su madre le envió calcetines muy apropiados para este invierno. Por su lado, este año los gemelos enviaron un sólo regalo bajo ambos nombres, era un brazalete, últimamente todos me daban joyeria, tenía un aspecto delicado y sencillo, con hermosos grabados en él de flores entrelazadas entre sí. Ni siquiera sabía cuánto podía valer aquello, claramente era oro. Sabía que ahora los gemelos tenían bastante dinero, pero no estaba segura que incluso ahora con la tienda de Sortilegio Weasley, podía permitírselo. Aquel regalo contenía una nota pequeña y simple.
Querida May:
Fuiste la primera que creyó en nosotros, incluso sin que lo sepas. Harry y tú son la base de lo que ahora es Sortilegios Weasley. Aquellas mancuernillas para túnicas de gala que nos obsequiaste nos dieron la fe para luchar por algo más allá de nuestras circunstancias.
Acepta este pequeño obsequio y no te angusties por los precios.
Los insuperables y únicos, los gemelos Weasley.
Sonreí al leer su nota, no creía que yo hubiera hecho o dicho nada tan importante como para tal afirmación que había leído en la nota, pero la guardé en mi corazón con mucho cuidado.
El abuelo Dumbledore envió una postal con el dibujo de un duende borracho que se apoyaba en un unicornio con sobrero. En el reverso había una nota que decía que mi regalo estaría esperando en la habitación de Hogwarts y me deseaba felices fiestas.
Igual que los gemelos, Theo y Nott enviaron un regalo en conjunto, un anillo de plata con una piedra verde, una pieza muy exótica. A este paso terminaría poniendo una tienda de joyería. Pero agradecí su gesto de acordarse de mi este año.
Sólo quedaba un paquete sin abrir, así que supuse que sería el de Harry. Efectivamente, una etiqueta llevaba su nombre. La desenvolvi ansiosamente. Ya estaba comenzando a fastidiarme de la joyería, esperando que no fuera eso. Valoraba mucho los regalos de mis amigos, Salazar sabía que era verdad, pero ya no quería más joyas ni cosas que tuvieran que ver con Slytherin. Con abidez arranqué el resto del papel y miré un oso de peluche, era de unos 50 centímetros de alto, esponjoso y suave, del color de la miel, me miraba con dos grandes ojos cafés como canicas, vestía un Jersey verde como el que la La señora Weasley me había enviado en la Navidad pasada. Y pese a que había dicho hace unos segundos que no quería nada relacionado a mi casa en Hogwarts, irremediablemente me había encantado el obsequio. Traía pegada a la mano graciosa y redonda una nota que tomé:
Él también es Slytherin y adorable, como tú.
Era todo lo que decía, y parecía que era una carta entera pues yo lo leí mil veces. Lo abracé a mí con emoción y el corazón agitado. ¿Por qué los seres queridos a mi alrededor se empeñaban en consentirme así? Me sentí tan malditamente feliz y agradecida por todas las cosas buenas que me habían sucedido ese año y por todas las personas a mi alrededor.
— ¿Estás llorando? —preguntó Draco más incrédulo que preocupado.
Yo me limpié las lágrimas.
—Sólo se metió una basura en el ojo —murmuré apenada guardando el obsequio.
Busqué entre mis cosas y le tendí una caja forrada en papel verde metálico a Draco. Él la tomó y la desenvolvió frente a mí. Le había comprado un broche para su traje o para las túnicas en forma de serpiente, lo que era irónico sabiendo que a mí no me encantaban los regalos relacionados a joyas.
Él me sonrió.
—Ahora te traeré siempre conmigo —dijo en burla—, porque eres una serpiente.
Puse los ojos en blanco.
—Tienes el sentido del humor en el culo, ¿lo sabías? —la crítica.
Él rió sonoramente y lanzó a mí regazo una bufanda verde, felpuda y gruesa, así nadamas.
— ¿Para qué me das la bufanda que tejiste? —pregunté confundida.
—Es tu regaló —respondió indiferente—. ¿Pará qué quisiera yo una bufanda que hice como un muggle?
Ahora fue mi turno de reír.
—Ven aquí, dame un abrazo —pedí.
Él se acercó a todo tieso y me abrazó. Cuando se retiró miró hacia mis oídos.
—Usas los pendientes que envié la navidad pasada —comentó con calma.
Yo los toqué automáticamente. Aquellos pendientes habían llegado sin nota, recordaba que aquella navidad Draco y yo no nos hablábamos. Ahora tenía sentido.
—Supongo que entonces es un doble abrazo —sonreí volviendole a apretar ante sus insistentes quejas sobre ello.
Era navidad, tenía personas a quién amar y la vida era buena.
Las vacaciones nos habían relajado a todos, sin embargo, teníamos que regresar cada uno a nuestro infierno original. Igualmente las clases comenzaron tranquilas y frescas. Por supuesto, todo esto hasta que alguien envenenó a Rondald Weasley. Aparentemente alguien le envió a Slurghorn una botella de licor adulterada con veneno que debía llegar al abuelo Dumbledore, pero la terminó bebiendo Ron, quien casi muere.
Afortunadamente, Harry pudo salvarle la vida. Pasé a verlo esos días a la enfermería y ya estaba por ser dado de alta, así que no había de qué preocuparse. Sin embargo, era sospechoso de todo el asunto.
—Dumbledore —llamó mi atención Draco mientras entraba a la sala común interrumpiendo mis pensamientos y el hilo de lo que estaba escribiendo en el pergamino de transformaciones—. ¿Quieres decirle a tu novio que deja de estar respirando en mi nuca? —preguntó con fastidio.
Frunci el ceño. Draco se dejó caer a mi lado en la mesa de trabajo con gesto cancino.
— ¿Eso qué significa? —preguntó Pansy a mí lado también trabajando en sus tareas.
Draco puso los ojos en blanco canalizando su mal humor.
—Está vigilandome todo el tiempo, siempre detrás de mis talones —explicó—. Incluso me sigue al baño, ¿qué cree que haré? ¿Maldecir a la comunidad mágica mientras tomo mi ducha de acondicionador de cabello?
Rey burlona.
—Así que mi novio te está acechando, ¿no es exitante? —Pregunté para molestarlo.
Draco no pareció consciente de mi tono y siguió despotricando de lo molesto y denso que era Harry. Las gemelas Carrow que estaban en los otros dos asientos de la mesa miraron a Draco con un gesto de desaprobación ante el sonido de queja en su voz mientras ellas trabajaban. Pansy parecía experta en ignorar la voz de Draco y lanzarla al fondo, parecía acostumbrada a que Draco lanzara injurias en nombre de Harry. Yo sólo me limité a escucharlo y decirle lo mucho que estaba de acuerdo con él, incluso si era sólo para llamarlo.
Había euforia entre los alumnos de Hogwarts, incluso una snob como yo se podía enterar que era debido a la copa final de las casas. Gryffindor contra Slytherin, el clásico de los clásicos. Todos estaban haciendo apuestas sobre el ganador. Estaba demás decir que había gran rivalidad respecto al partido, aunque no podría importarme menos el juego. Sin embargo, dentro de mí deseaba que Harry ganara.
Pansy resopló a mi lado sacándome de mis pensamientos.
—Vaya que Potter tiene audacia —comentó.
— ¿Por qué? —pregunté en automático.
Pansy apuntó algo con su dedo.
—Viene a la mesa de Slytherin —susurró casi al tiempo que localizaba a Harry en su caminata a lo largo de todo el salón hacia mí.
Me levanté cuando estuvo a unos pasos de mí. Tenía en su rostro una mirada decidida enfocada en mí. Me acerqué a él antes de que me encontrara en la mesa.
—Harry —le saludé.
De un momento a otro su rostro perdió seguridad, pero aún así continuó la determinación.
—Mayo, ¿qué tal? —respondió al saludo—. Eh, me preguntaba... sé que no te gusta el quiddintch, pero como es la copa final de las casas, yo... eh... me preguntaba si tú, ya sabes... ¿irás? —preguntó hecho un lío de color rojizo.
Sonreí ante su nerviosismo. Realmente no tenía la intención de ir, hasta antes claro de que se me acercara este chico tan lindo al que le daría todo lo que poseía con la sola promesa de un beso.
—Por supuesto, Harry, espero con ansias ese partido. Dicen que Slytherin les pateará el trasero tan fuerte que le dará dolor de cabeza a Godric Gryffindor —me burlé repitiendo lo que había escuchado en la mesa Slytherin, aún sabiendo bien que estaría gritando el nombre de Harry desde la tribuna Gryffindor.
Pese a que era una burla muy Slytherin, Harry rió con diversión.
—Eso lo veremos, pequeña serpiente —sonrió con facilidad.
Le regresó una sonrisa burlona asintiendo.
—Aunque, ya sabes, siempre están mis brazos disponibles por si necesitas consuelo después del partido —le coqueteé.
Harry se sonrojó pero su sonrisa continuó en sus labios.
—Podría decir lo mismo —me respondió con un tono ladino.
—Muy bien, Potter, hasta más tarde —me despedí dando un beso en la mejilla de Harry quien respondió con el mismo gesto.
Escuché sonidos de vómito fingido de las mesas de Slytherin y Gryffindor, las cuales fueron silenciadas por los chillidos de Pansy y Hermione llamándoles la atención a todos.
Regresé a mi mesa y Potter a la suya. Me estuve quebrando la cabeza el resto de la comida sobre qué debería hacer como acto de apoyo a Harry. Recordaba que Luna se ponía una cabeza de león pero me parecía demasiado para mí. Así que estuve consultando a mis amigos serpientes para saber qué podría hacer. En su mayoría fue bateada por Pansy, Crabbe y Goyle, solamente Zabini y Nott pudieron aportar algo. Draco sólo me resopló sin ni siquiera responderme.
Me presenté temprano al campo para buscar a Hermione entre la gente. Pude hacerme un lugar entre ella y los demás Gryffindor.
- ¡Puede! —exclamó Hermione felizmente—. ¿Has venido a apoyar a Gryffindor?
Le de una muñeca.
—Sólo vine a apoyar a Harry y Ron —balbuceé—. Me tienen sin cuidado los demás.
Ella rió mientras regresaba su mirada al campo acompañando a los demás a corear cosas sobre apoyo a Gryffindor. Por mi lado estaba muy nerviosa, roja y enfurruñada. Con fuerza sostenía un plástico en mis manos hasta que los nudillos se me ponían blancos.
Por fin, los leones salieron y se encontraron con las serpientes en el centro del campo, mientras la señora Hooch marcaba el inicio del encuentro. Miré volar los coloridos uniformes por todos mientras lados se dedicaban a golpear bludgers y las demás pelotas de las que desconocía el nombre.
—No hay señales de la snitch dorada... —narraba Luna por los parlantes con una voz monótona.
Podía ver a Harry esquiando de vez en cuando los golpes de las pelotas pero en su mayoría estaba tranquilo escaneando el campo en busca de la snitch. No estaba segura de si ya había pasado el momento ideal para que deslizar el plástico en mis manos o si aún tenía oportunidad, tal vez eso en vez de animarlo lo distraía y por mi culpa perdía el partido. Volví a apretar aquel plástico en mis manos con mucho odio e incertidumbre.
—A Weasley vamos a coronar.
A Weasley vamos a coronar.
La Quaffle consiguió atajar.
A Weasley vamos a coronar.
Weasley las ataca todasy por el aro no entra ni una bola.
Por eso los de Gryffindor tenemos que cantar:
A Weasley vamos a coronar —gritaba Hermione con todos sus pulmones a coro con los demás Gryffindor.
Hice una mueca que se convirtió en sonrisa tras el recuerdo de la composición original tan delicada, autoría de Draco y Pansy, en el año pasado.
De un segundo a otro, Harry comenzó a recorrer el campo a toda velocidad.
—Parece que Harry a visto a Snitch dorada —seguía narrando Luna.
El buscador de aquel momento, quien había revelado a Draco cuando este dejó el equipo, iba a toda velocidad tras Harry. Sin embargo, no había jugador tan veloz como Harry cuando se trataba de atrapar la Snitch, sus habilidades eran las mejores en toda la escuela de magia. Incluso yo sospechaba que de quererlo, podría dedicarse profesionalmente a ello.
Comenzaron a levantarte los ánimos y la pasión por el juego, las tribunas rugian ante los últimos segundos de juego y los gritos aumentaban conforme la palma de Harry se acercaba a la Snitch. Incluso me descubrí a mi misma tensa y sin pestañear hasta que Harry alcanzó la Snitch tras una hábil pirueta que mandó a volar al buscador de Slytherin. Harry sostenía la Snitch dorada en sus dedos y la observaba sonriendo brillantemente.
Grité de alegría uniendome a los vítores que lanzaba Gryffindor. Dejé caer la cuerda que enrollaba el plástico de la lona en mis manos. La lona se desenrolló prácticamente sola y un mensaje en hologramas de "El mejor buscador del mundo mágico lo tiene Gryffindor",expuesto mientras yo lo agitaba muy orgullososa de Harry.
La mirada de Harry me alcanzó por primera vez desde que entró al campo y ampliamente mientras un rubor poderoso se colocaba en sus mejillas. Me saludó con la mano aún avergonzado por mi eslogan pero nunca me había sentido tan feliz de hacer el ridículo, siendo un destello verde en un mar de rojo.
Revisaba algunos libros que el abuelo me había dado de la sección prohibida, todos referentes a mi problema personal del demonio que llevaba en el interior. Cuando unos toques violentos a mi puerta me hicieron saltar en mi lugar, sonaban urgentes y desesperados.
— ¡Abre la maldita puerta, Barcy! —me llamó la voz desesperada y temblorosa de Pansy por mi antiguo apellido.
Arrastrando los pies, abrí la puerta con pereza. Estaba lista para preguntar qué estaba pasando con ella cuando vi una cara con el gesto desencajado y llorando como una loca.
— ¡Tu maldito Potter casi mata a Draco en los baños! —se quejó con un sollozo—. Lo atacó horriblemente, ¡quería matarlo!
Mi boca se secó de inmediato y un peso cayó en mi pecho.
— ¿Dónde está? ¿Está bien? —pregunté alarmada mientras cerraba las puertas tras de mí.
Así como estaba vestida y descalza siguió a Pansy por los pasillos.
—Está con el profesor Snape, lo está tratando de curar, pero sus heridas son muy profundas, incluso si lo sano le quedarán cicatrices... —murmuró en una voz entrecortada.
No dije nada más, Pansy estaba hecha un manojo de nervios y ni siquiera podía hilar palabra. Así que esperamos que Snape salga de las habitaciones de chicos para poder atraparlo como si fueramos cuatreros del viejo oeste. La espera fue punzantemente larga, jugaba nerviosamente con mis dedos, hasta que por fin, Snape apareció por las escaleras.
Pansy fue la primera en capturarlo en preguntas.
— ¿Cómo está? ¿Se recuperará? —preguntó ella en un mar de lágrimas.
Yo tenía el corazón encogido esperando que Snape hablara. Él pasó la mirada de Pansy a mí y después volvió a ella.
—Lo he podido salvar, pero necesitará recuperación, casi se muere en los baños. Tendrás que descansar y ser bien atendido —siseó con calma. Volvió su mirada a mí—. La persona que usó este hechizo en él ni siquiera sabía lo que hacía, no sabía para qué servía, lo que lo hace aún más grave. Pudimos haber perdido al señor Malfoy hoy.
Pansy lo dejó irse al ver que sería la única información que obtendría, giró a verme molesta como si yo hubiera lastimado a Draco.
— ¿Tienes idea de lo mal que se vio cuando lo trajeron aquí? ¡Tenía sangre escurriendo por todos lados y venía blanco del susto! —me gritó—. Esos leones más vale que los pongas en su lugar o Slytherin lo hará por ellos —amenazó.
Por una vez en mi vida, dejé que Pansy me gritara todo lo que quisiera, sentía que tenía derecho a descargarse conmigo. Draco me había dicho apenas un par de días antes de que Harry lo estuviera hostigando pero preferí reírme de él, yo nunca creí que Harry fuera a hacer una cosa como esa. Suspiré con desconsuelo. No tuve el valor ni la fuerza para enfrentar a Harry ese día, dejé el asunto para el siguiente día, esperando que Draco mejorara un poco.
Ese día usé el túnel que conectaba nuestras habitaciones, aunque Draco ya le había encontrado hogar temporal a su perro, no lo habíamos deshabilitado. Theo y Zabini ya estaban en sus respectivas camas, así que no hice ruido cuando me arrodillé al lado de la cama de Draco. Aún se veía pálido estando profundamente dormido. No supe cuánto tiempo estuve allí arrodillada contemplandolo dormir, bajando suavemente su pecho en vendajes en cada respiración. Me sentí terriblemente culpable y enojada con Harry, no me cabía en la cabeza que alguien como él pudiera hacer algo como esto. Me hacía un hoyo en la cabeza tratando de enlazar al Harry que yo conocía con el Harry que casi había matado a Draco.
Al día siguiente Draco tampoco se despertó. Abandoné la habitación de chicos antes de que ellos se despertarán y de que Snape diera su ronda para vigilar las habitaciones de hombres. En su lugar, me aseé en los baños, cambié de ropa y cepille el cabello. En vez de ir al desayuno como todas las mañanas, acampé fuera de las puertas de Gryffindor que protegía el retrato de la dama gorda. La pintura me miró con curiosidad pero no dijo nada, yo sólo me quedé ahí con los ojos puestos en la puerta, esperando que saliera Harry o alguno de los chicos.
Asomó su cabeza un chico de los mayores, me miró de arriba a bajo pero no me dijo ni una palabra. Y así comenzó a salir otros chicos de Gryffindor. Yo crucé mis brazos sobre el pecho impaciente, entre más tardaba Harry, mis pensamientos me hacían poner más ansiosa y enojada. Finalmente, vi la cabellera rojiza de Ron junto a un cabello negro profundo como el mío.
Ellos también me vieron de inmediato y se tensaron visiblemente con caras entrando en pánico. Ellos sabían que había estado ahí parada como cazandolos. Harry le dijo algo a Ron en voz baja mientras se quedaban paralizados en la puerta de Gryffindor, Ron volvió los ojos a él muy abiertos y le siseó de vuelta pero Harry le volvió a decir algo al oído furiosamente. Ambos caminaron hacia mí completamente tensos.
—Weasley, ve a almorzar —le dije seca mente sin mirarlo.
Ron hizo un gesto para salir huyendo de ahí ante la mirada traicionada de Harry. Una vez que se fue fijé la mirada en Harry bastante nuevamente, él se veía nervioso y tenso.
—Potter... —estaba a punto de decirle "Te advertí que no te metieras con Draco", cuando él me interrumpió a mí.
—Lo sé, fui un total irresponsable, yo no sabía los alcances de ese hechizo, tuve tanta suerte de que Draco no terminara muerto después de eso... —sollozó pasándose una mano por el cabello—. Me siento tan culpable. No quería hacerle ese daño, pero él... él... ¡No! No tengo excusa, todo es mi culpa.
Terminó torpemente de hablar mientras se pasaba una mano por la cara en signo de estrés. Casi lo sentí temblar. Eso me ablandó bastante pero aún seguía molestando.
—De todos modos, ¿de dónde sacaste ese hechizo tan oscuro? —pregunté ante el lío que era Harry.
Él no podía ni mirarme a los ojos cuando respondió.
—Encontré un libro de pociones, era algo antiguo, de segunda mano. Estaba a nombre de un Príncipe mestizo —confesó. Eso ya lo sabía por Hermione pero Harry nunca me contaba sus secretos, así que no le dije que estaba al corriente de ello—. Me ayudó mucho en Pociones, incluso una de sus notas le salvo la vida a Ron cuando tomó de aquella botella venenosa que iba para el profesor Dumbledore, por eso yo... no creí que fuera así de peligroso —volvió a titubear—. Pero no te preocupes por ese libro, Ginny me ayudó a esconderlo para que nadie, ni yo mismo lo encuentre.
Elevé una ceja mientras mi gesto se agriaba.
—Ginny sabía entonces de la existencia de ese libro y confiaste en ella para esconderlo —susurré con calma.
Harry señaló vehementemente sin entender a dónde iba con esa aclaración.
—Entiendo. Creía que guardabas tus secretos para Ron y Hermione por ser tus mejores amigos, pero veo que es a mí a quien no mantienes al día —le dije con una calma peligrosa, sintiendo un nudo en la garganta y los ojos tratando de inundarse.
Harry se sorprendió con mi reacción y las palabras que dije, trató de hablar pero yo levanté una mano en el aire haciendo callar.
—No me digas más —complementé—. Sólo no quiero volverte a ver cerca de Draco, ni siquiera quiero que lo mires. Y yo... yo tampoco quiero verte por ahora —terminé, tragandome el nudo de la garganta y parpadeando muchas veces para no llorar ahí.
Harry se veía pasmado, parecía no entender qué estaba pasando, tan denso como lo era. Lo dejé ahí y volví a las mazmorras de Slytherin para ver si Draco había despertado.
Al atravesar las puertas de la casa, miré a Zabini y Nott bajando las escaleras de su dormitorio, parecía que iban a desayunar. Ellos se apresuraron a mi encuentro.
—Draco ya despertó —me informó Theo friamente.
Solté un suspiro que estaba conteniendo desde que miraba a Draco inmóvil en su cama y con respiraciones lentas.
—Gracias a Salazar —mascuyé.
Zabini asintió de acuerdo.
—Draco tuvo mucha suerte de que estuviera ahí el profesor Snape, ¿lo sabes, May? —me preguntó Blaise—. Potter... no tiene límites, ¿acaso?
Miré al suelo sin saber qué decir. Siempre pensé en Harry como un chico inofensivo, cómo podría el chico que se sonrojaba con un beso en la mejilla ser el mismo que atacó a Draco con un hechizo que casi lo asesina.
—No lo sé, chicos. Todo esto es tan raro, Harry nunca... no sé, sólo aún no lo creo... —murmuré con angustia.
Theo chasqueó la lengua molesta.
— ¡Debiste entonces ver las profundas heridas de Draco en todo el pecho para que pudieras creer lo que Potter le hizo! —estalló Nott contra mí con la voz quebrada.
Zanini puso una mano sobre su hombro tratando de calmarlo. Nott era un chico tranquilo, jamás lo había visto sobresaltado.
—Las vi, al menos las vendas que se extendían sobre todo el pecho —admití con pesar y ojos queriendo aguarse—. Entiendo lo que hizo Harry, fue muy grave. Fui a verlo hace un momento, le advertí que no quería verle de nuevo si quisiera mirar en dirección de Draco. Creo que de cierta manera es mi culpa también, Draco me dijo el otro día que Harry le estaba persiguiendo... —mi voz vaciló rompiéndose en sollozos ante el recuerdo de mi burla a la queja de Draco—, pero no hice nada, es mi responsabilidad también todo lo que pasó.
Zabini dejó caer un brazo mis hombros reconfortadoramente. Yo me limpié furiosamente las lágrimas.
—Esto también es duro para ti, quedaste en medio de esos dos —me consoló—. Tanto Nott como yo... —le miró al chico severamente—, sabemos que esos dos han estado persiguiendose y maldiciendose desde primer año, no es tu culpa de ninguna manera. Era sólo cuestión de tiempo para que explotara todo en sus caras.
No me abrazó también.
—Lo siento, me dejé de llevar un momento —me dijo abrazándose a mí.
Negué quitándole importancia. No había nada que hacer, al menos por ahora.
Subí a mi habitación para usar el túnel a la habitación de Draco, él se encontraba recostado en su cama, leía un libro con desinterés.
— ¿Cómo estás? —pregunté suavemente sentadome a su lado en la cama.
Draco quiso abrazarse de hombros pero se lastimó en el intento, me partió el alma verlo de ese modo. Hablé brevemente con él para dejarlo descansar, pero ambos tuvimos cuidado de no tocar el tema de Harry.
Pasaron bastantes días hasta que Draco pudiera volver a incorporarse a las clases, mientras tanto Pansy y yo le ayudamos con sus tareas y Theo y Zabini ayudaron con sus necesidades básicas. No había visto de cerca amigos tan buenos y comprometidos como eran aquellos tres. Incluso Crabe y Goyle tan densos como lo eran se mantuvieron cerca de Draco.
Por mí parte evité a toda costa al trío de oro, por ahora no tenía energía para lidiar con ese problema todavía, sólo quería que Draco estuviera bien otra vez. Harry no me quitaba la vista en las clases que compartíamos pero tampoco se acercaba, había obedecido a mi pedido de no verlo por ahora.
Uno de aquellos días ayudaba a Draco con notas de una clase extracurricular que tomamos sobre Estudios Antiguos. Estábamos en una de las mesas de estudio de la sala común, Draco de repente se aclaró la garganta.
— ¿Haz hablado con Potter? —preguntó con cuidado sin despegar los ojos del papel—. He notado que no vas a Hogsmeaden, regresas aquí después de tus clases y no vuelves a salir, ni en las comidas. Haz estado comiendo conmigo aquí.
Agrié el gesto. Ahora íbamos a hablarlo.
—No desde tu ataque —respondí finalmente también sin mirarlo.
Draco dio un suspiro largo por fin levantando la vista y conectando con la mía.
—May, no deberías enojarte con San Potter —comenzó—. Yo también traté de atacarlo ese día, simplemente él fue más rápido.
Negué molesta.
—Tú no le hubieras atacado de esa manera, ¿verdad? —pregunté pero Draco se mantuvo en silencio con una cara en blanco, así que repetí la pregunta—. ¿Verdad? —insistí.
Draco se veía tenso.
—Yo traté de lanzarle un crusiatus, May —susurró con algo de miedo.
Cerré los ojos sin poder evitarlo, agachando la cabeza entre mis manos. Por Circe, ¿cómo llegamos a esto?
—Draco, ¿sabes la gravedad del asunto si hubieras lastimado tú a Harry? —pregunté con angustia, últimamente siempre me sentí así—. No sólo el hecho de lastimarlo, hubieras ido a Askaban.
Draco parecía miserable en su silla.
—Creo que eso hubiera sido lo mejor —masculló.
Suspiré superada por todo eso.
—De verdad, traté de que ustedes estuvieran en buenos términos —balbuceé.
Draco puso una mano sobre la mía tratando de calmarme.
—Hiciste lo que pudiste, simplemente soy bastante idiota —dijo lamentándose—. Traté de dejar de molestar a Potter por ti desde el año pasado en que llegaste a Slytherin, pero simplemente Potter no puede ignorar todos los años en que estuvimos dando y recibiendo burlas entre nosotros.
Quité su mano de sobre la mía bastante alterada.
—No son burlas esta vez, Draco, uno de ustedes pudo haber quedado seriamente lastimado o incluso... incluso... no puedo ni decirlo.
Draco tenía un gesto herido pero continuó.
—Potter ya tomó su responsabilidad por lo que pasó, y yo tomaré la mía. No me volveré a cruzar en su camino —prometió.
Cuando lo miré parecía estar sufriendo. Parecía tratar de decir algo, pero no sabía cómo comenzar. Finalmente encontré las palabras:
—En las vacaciones de verano mi padre me presionó para... —se detuvo dando una larga respiración sin mirarme—. Él quería que probará mi lealtad. May, recibí la marca tenebrosa —dijo descubriendo su brazo y dejándome ver la marca que tanto aterrorizaba a la gente.
No me inmuté, sólo lo mire seria.
—Ya me lo suponía, Draco —dije sencillamente.
— ¿Qué? —preguntó confundido.
—Justo ahora no puedo decirte nada, sabes que somos de bandos distintos y no quiero que te pongas en peligro y sé que tu no quieres que me pase nada, así que...
—Entiendo, May, ha llegado la hora de finalizar esto —dijo cansado mientras hacía un gesto a empaquetarnos—. Tienes a San Potter, a la Comadreja ya la sangre sucia, igual que Theo y Nott que se quedarán de tu lado, sé que estarás bien —dijo sonriendo sin ganas.
Tomé su mano y le di un presionado. Después de todo, Draco era sólo un niño atrapado en esto.
—Todo va a salir bien, ¿sabes? —le tranquilicé—. Cuando quedé en Slytherin creí que era horrible, todos a los que conocía y agradaba estaban en otra casa, pero esto, resultó la mayor de las aventuras, me alegre muchísimo de estar en Slytherin.
Draco me miró y puso su mano también sobre la mía, entendió cada palabra de lo que dije, me refería a que me alegraba mucho de haberlo conocido a él, a Nott y Zabini.
—Yo sólo espero que esto termine de una vez por todas —agregó con gesto cansado.
Le observó, parecía tan cansado como el abuelo Dumbledore.
—Draco —le llamé—. Yo estoy moviéndome en mis asuntos y sé que tú lo haces en los tuyos —le dije dándole a entender que estaba consciente de las cosas malas que había estado haciendo—, no tengo derecho a pedirte nada, pero por favor —rogué—, no le Haz daño a Harry.
—Prometí que no volvería a ponerme en el camino de Potter. Es verdad porque no lo hago por él, lo hago por ti.
Fue la última vez en el año en que pude hablar con él.
Seguía impidiendo a Harry, me sentí confundida sobre lo que había pasado. Además del tema de Draco, me sentí lejos de Harry, al menos más lejos de ello que estaba Ginny Weasley de él. Yo no era alguien particularmente celosa pero eso se sentía como una escupida en la cara.
Apreté los dientes aún con coraje mientras estaba tumbada frente al lago. De repente un par de ojos verdes tras dos cristales se puso frente a mí sobresaltandome. Era Harry que me observaba serio como calculando mi reacción, sin embargo, me mantuve imperturbable hasta que él me tendió una carta. La tomé por insidesia y se fue, así sin decir nada.
Una vez que lo perdí de vista, abrí la carta ansiosamente. Tenía un sello rojo que partía para ver el contenido, dentro había una hoja doblada.
Querida May:
Me ha dicho que no quieres verme, me imaginé que tampoco querías escucharme. Me disculpo porque tengas que ver mi cara al momento de entregarte esta carta pero Hermione me dijo que ella no era mi lechuza y Ron está tan asustado de ti como para acercarse.
Sólo quería disculparme, mi comportamiento no tiene ninguna excusa. Sabía cuán importante era Draco para ti y aún así no me detuve de ir tras él. Eres una mujer considerada, amable y que valora profundamente a sus amigos, debería haber respetado eso.
Hablé con Hermione sobre lo que dijiste la última vez que nos vimos y creo que te debo una disculpa. He estado tan ensimismado en mis preocupaciones que pasé por alto tus sentimientos y el cómo te hacía sentir fuera de mi vida que no te compartiera las cosas que estaba guardando tan celosamente. Yo tenía algunas razones, pero confió en ti y tú pareces confiar en Draco, por ende creo que debí haberme detenido cuando sospeché que estaba metido en algo oscuro. También debí haber hablado contigo y pedir tu opinión al respecto de todo, eres la persona más preciada que tengo.
Debo confesar que cuando te conocí me cautivó la forma grácil y elegante en que te desenvolvías a mi alrededor, en ese momento debí haberme dado cuenta que quedarías en Slytherin. Hacías que mi corazón se acelerara como si estuviera montado en mi escoba. Me dejaba la boca seca la manera en que ponías los ojos en blanco y escupias veneno para después dar la sonrisa más dulce del mundo a mí o Hermione, incluso a Malfoy.
Hasta el verano pasado fue cuando me di cuenta lo arraigada que estabas en mi corazón y me asusté, eso entre otras cosas me hizo poner algo de distancia. Sentí que Slytherin no era confiable para saber algunos secretos, pero me equivoqué, porque al tomar ese camino sentí que casi te perdía, lo que hizo mis días lo más difícil.
Tengo una misión de tu abuelo, ¿sabes? Obtener un recuerdo que el profesor Sloughhorn guarda celosamente, me ha estado evitando. Por lo que decidió usar el Félix felicis que gané en aquella clase de Pociones. Y también hice esta carta para ti, esperando con eso ganar tu perdón, incluso si ya no quieres verme, sólo quiero que sepas que lo siento mucho.
Siempre tuyo, Harry.
Mentiría si dijera que no terminé riéndome sola después de leer la carta mil veces.
Había alboroto afuera, no había dormido en toda la noche, corrió por los pasillos confundida y sabía lo que tenía que hacer: despertar a Snape. Pero él ya estaba fuera de la cama e iba acompañado de Hermione y Ginny. Probablemente ellas lo despertaron, los demás chicos de las mazmorras intercambiaban miradas cómplices. Ninguno salió de las mazmorras excepto yo. Había histeria y explosiones por todos lados. Estábamos siendo atacados.
Con toda la intención, me alejé de donde sabía que podía estar el abuelo, no tenía intención de ver la escena, no podría soportarlo.
Todo estaba confuso, sólo recuerdo estar luchando contra algunos mortifagos y caer al suelo en medio de la batalla tras ser golpeados por un confuso. Cuando logré volver a tener un poco de agilidad, me arrastré fuera del campo de batalla, cuando me recuperé seguí peleando y ayudando a los niños que se encontraban varados entre la pelea. Cuando todo menguo, vi la cara de Hermione, me estaba buscando y me miraba preocupada.
— ¿Qué sucede? ¿Dónde estás, Harry? —pregunté y yo miro recelosa
—Fue tras Malfoy, intenta matarlo —respondió.
Fue como un balde de agua fría que me hizo recuperar todas mis fuerzas, me levanté como un recurso y corrí los más rápido que pude, con Hermione tras de mí. Vislumbre a Harry desde lejos y aumente la velocidad. Llegué justo a tiempo para que Snape no le diera con su hechizo, caí encima de él y el hechizo de Snape me dio a mí, todo se torno borroso y necesité que Harry me sostuviera, eso evitó que siguiera corriendo tras Draco y Snape.
- ¡May! —se sobresaltó—. ¿Estás bien?
Asentí enderezandome, pero algo dolía en los músculos.
—Sólo adolorida —hablé con dificultad.
Estaba seriamente afectado por el hechizo que había recibido de Snape, así que me llevaron a recostar en la enfermería. Yo estaba bastante inquieta. Harry me dejó ahí y prometió que volvería pronto con noticias, él estaba bastante afectado. Quería saber sobre el abuelo, tenía la esperanza de que estuviera bien. Sin embargo, Madame Pomfrey me dijo que haría un hechizo para que durmiera, se veía nerviosa, tenía bastante interés en que saliera de cuadro un rato, no protesté y dejé que me sedara. Más allá de rasguños y desorientación, yo no tenía nada grave, no entendía por qué querían a toda prisa que me durmiera.
Abrí los párpados lentamente, mi visión se iba adaptando a la blanquecina luz, vi la enfermería de Madame Pomfrey, tenía a mi alrededor rostros conocidos y cabizbajos. Todos estaban allí, todos los que me querían. La familia Weasley, los miembros de la orden, mis amigos, entre ellos Theo y Blaise que estaban apartados del grupo muy al fondo de la sala.
—May —susurró Harry a mi lado, sorprendido de que hubiera despertado tan pronto.
Se encontraba cabizbajo y bastante molido básicamente.
—Hola —dije sin ganas. Por fin, pregunté lo que estaba temiendo—. ¿Dónde está el abuelo?
Todos tenían rostros incómodos y rehuian a mi mirada. Allí lo confirmé.
—Señorita Dumbledore, esta es una cruda verdad, Albus ya no esta con nosotros —dijo Moody mientras veía que cerraba su puño con mucha fuerza sobre su varita.
Se supone que yo ya estaba preparada, incluso pareciera que ya había vivido ese duelo, pero fue como si nunca me hubiera advertido el abuelo que se iría. Harry se acercó y me dio un abrazo, yo me oculté en su pecho y solté a llorar.
La orden y la familia Weasley salieron de la enfermería para darme espacio.
Theo y Zabini también se apresuraron a salir para dejarme con mis amigos, pero les llamé con voz lastimera.
—Theo, Blaise... quédense, por favor —murmuré mirándolos.
Ellos se hicieron en silencio y se sentaron a mi lado, frente a Harry. En la mirada de Harry vi recelo hacia ellos pero no dijo nada.
—Creímos que tenías suficienetes paños de lagrimas y no necesitabas a dos cargas mas —murmuró Blaise mientras me pasaba un pañuelo.
—Ustedes siempre son imprecindibles para mí —dije dándoles una sonrisa triste—. ¿Qué... qué pasó con Draco?
Ambos estaban incómodos y evitaban mirarme.
—Se fue con ellos, May —me respondió finalmente Theo.
Asentí. Todos me miraban con preocupación, esperando mi reacción.
—Está bien, chicos, de algun modo yo sabía que esto pasaría y sé que piensan que Draco es un traidor pero... sólo no hablen mal de él en mi presencia —pedí.
Harry se removió incómodo, Hermione intentó tomarlo del brazo pero Harry ya estaba hablando.
—Él intentó matar a tu abuelo, era su misión desde un principio —me confesó.
Yo le miré seria.
—Lo sé —admití—. Yo supe siempre que Draco tenía la marca tenebrosa.
Podía sentir la tensión en la sala. Harry se veía furioso pero por respeto al abuelo y su muerte no comentó nada. Todos ellos salen de la habitación para dejarme descansar y llorar tranquilamente.
—Harry —lo llame y él se volvió hacia mi—, eras su favorito, lo sabes, ¿no? Te tenía un gran cariño.
El avanzó y salió por la puerta de la enfermería.
El funeral del abuelo Dumbledore fue al día siguiente. La escuela se reúne cerca del lago a presentar sus últimos respetos al director. Entre los asistentes estuvieron algunos personajes del ministerio y la Orden del Fénix, entre criaturas del agua y del bosque prohibido, así como gente del pueblo de Hogsmeaden. Y por supuesto los alumnos de Hogwarts, había un gran número de Slytherin presente.
El cuerpo del abuelo se encontraba ahí, recostado sobre una piedra alta, su último deseo fue ser enterrado en Hogwarts, su amada escuela.
Harry a mi lado tenía los ojos cristalizados. Podía ver el dolor en su rostro, probablemente yo tenía el mismo.
Estaba molestando a que toda esa gente del ministerio estuviera ahí, ninguno de ellos apreciaba en realidad al abuelo Dumbledore, sólo estaban ahí por compromiso.
Minerva Mcgonagall se acercó a mí, ella puso una mano en mi espalda. Pero no dijo nada por un momento, sólo estuvo allí, dándome apoyo. Un viejo mago pequeño era quien estaba presidiendo el funeral, cuando terminó Mcgonagall me dijo:
—Tal vez a Albus le gustaría una última canción.
Cuando era niña solía cantarle al abuelo, yo no tenía ni el más mínimo talento pero sí tenía una voz entrenada por las clases que el abuelo se había asegurado que tomara, la música era una de las alegrías de su vida. Y pese a que no era talentosa, el abuelo se empeñaba en escuchar a mí voz infantil cantarle. Yo, que era bastante tímida para esas cosas no me negué. Caminé hasta el frente de los asistentes, me puse al lado del pequeño mago que ya me estaba esperando. Él se sentó en una silla que estaba cerca de la pila funeraria.
—Al abuelo Albus siempre le gustó la música —expliqué—. Fue una de las pequeñas alegrías que tenía en su vida, me gustaría cantarle algo, si alguien sabe la canción, no me molestaría que también cantara, creo que al abuelo le hubiera gustado.
Ante aquello el pequeño mago hizo un hechizo de acompañamiento, uno que tocara cualquier canción que fuera a cantar, y le daba a los asistentes la habilidad de cantar conmigo lo que quisiera interpretar.
Comencé la suave melodía compuesta por Linda y Paul McCartney. Aunque la canción original era tranquila y lenta, se había popularizado una versión muy alocada de Guns n Roses, pero me pareció más adecuada la primera.
Cuando eras joven y tu corazón
Era un libro abierto
Solías decir vive y deja vivir
Los asistentes se unieron a la balada bajo el hechizo del pequeño mago.
(Sabes que lo hiciste)
[...]
Pero si este mundo cambia alguna vez
en el que estamos viviendo
Te hace ceder y llorar
Di vive y deja morir
Vive y deja morir
Era bastante doloroso interpretar aquello y apenas podía contener el llanto, quemaba cada palabra, pero de cierta forma era liberada.
¿Qué te importaba?
Cuando tienes un trabajo que hacer , tienes que hacerlo bien
Tienes que darle al otro tipo un infierno
Solías decir vive y deja vivir
Aunque tenía los ojos cristalizados me esforcé por terminar hasta el último estribillo de la canción, para mi era canción el último regalo hacia el abuelo Dumbledore, la última que escucharía de mí.
(Sabes que lo hiciste)
[...]
Pero si este mundo cambia alguna vez
en el que estamos viviendo
Te hace ceder y llorar
Di vive y deja morir
Vive y deja morir
Finalmente, el pequeño mago conjuró el cuerpo del abuelo convirtiéndolo en una tumba de mármol. Ese era finalmente el cierre de Albus Dumbledore.
Pasé el resto del año escolar en la enfermería, tuve fiebre y agotamiento por bastantes días, mi cuerpo no reaccionó bien al dolor de la pérdida del abuelo, y me permití descansar, aislarme de todos y sólo estar conmigo misma. No sabía cómo sentirme, Harry estaba molesto conmigo, aunque se esforzara por ocultarlo, por todo el asunto de Draco, él no podía entender cómo seguía defendiéndolo después de que Draco fuera un mortifago, más aún que hubiera tratado de asesinar a mi abuelo. Así que también lo alejé de mí.
Para ser sincero, yo tampoco sabía cómo lidiar con los pensamientos sobre Draco, quería muchísimo a Draco, durante el tiempo que estuvimos juntos en Hogwarts demostrando ser un fiel amigo. Y si bien, todo era parte de un plan frío y calculado, entendía que Draco tampoco la había pasado bien, que había estado sufriendo sólo y en silencio por lo que se había obligado a hacer. Pero seguía siendo mi abuelo, él había tenido claras intenciones de cumplir su misión, aunque al final, Severus fue quien la realizó.
Pansy y Hermione me traían las tareas a la enfermería, para estar al corriente. Pude haberme quedado en mi dormitorio con sólo la medicación que me daría madame Pomfrey, pero me era imposible estar ahí en calma. Por alguna razón, estar ahí en la enfermería era más soportable, más neutral. La fiebre no bajaba y yo no tenía ganas de moverme.
— ¿Cómo están mis peces? —pregunté a Pansy que estaba descansando a mi lado, sentada en una silla mientras leía distraídamente una revista.
Ella no me miró para responder.
—Están bien, las gemelas Carrow se están encargando de ellos —dijo mientras seguía ojeando la revista.
Yo también leía una de sus revistas, a veces después de leerlas las traía para que yo también las leyera y tener con quién discutir los chismes del momento o las nuevas modas espantosas,según Pansy. Ella incluso comía conmigo en algunas ocasiones.
— ¿Tú también extrañas a Draco? —preguntó después de unos minutos tímidamente.
Asentí sin ganas.
—Todos los días —confesé—. Por eso no volvió a Slytherin.
Pensamiento suspiró.
—Yo pasó tiempo contigo, ¿quién está más jodida? —preguntó elevando las cejas pero sin despegar la vista de su revista.
Reí levemente.
—Tú debes extrañarlo mucho, salías con él y todo eso... —susurré.
El pensamiento casi se atragantó.
— ¿Yo con Draco? Creí que tú salías con él... claro antes de San Potter —dejó ella caer.
Ahora yo me atraganté con sorpresa. En mi cara había una incógnita.
—Dumbledore, no soy yo quien tenía un túnel a su habitación —dio una sonrisa torcida con burla.
—No... no era para... usarla, era para su... —tartamudeé.
Ella levantó una mano para hacerme callar.
—Te creo. Ahora déjame terminar este artículo, las malditas sandalias de cuero están regresando este año y son una pesadilla... —murmuró.
Sin embargo, haciendo caso omiso continúa:
— ¿Crees que él está bien? —pregunté.
Ella por fin me miró, pero sólo se encogió de hombros. Quise continuar con la conversación pero unos pasos se escucharon entrar en la enfermería, se dirigieron a nosotras y al correrse la cortina pude ver el rostro de Harry, se veía cansado y con falta de sueño. No le veía muy seguido, incluso después de aquella carta tan linda que escribió, si bien ya no había secretos, definitivamente tenía una brecha a causa de la disputa sobre Draco y la muerte de mi abuelo. Además, los Slytherins habían estado haciéndome observaciones sobre lo cerca que estaba Ginny de Harry durante las comidas, y aunque ellos aclararon que Harry podías pasarle un tren por encima y no se daría cuenta del espectro emocional que hay a su alrededor, todo eso hizo que Quisiera sólo mantenerme fuera de mi camino.
—Potter, ¿estás viviendo en las calles o por qué usas esas camisas a cuadros tan horribles? —preguntó Pansy con horror haciéndome salir de mis pensamientos—. Después de tanto tiempo con Dumbledore creí que se te pegaría algo de estilo.
Una sonrisa crujiente de mis labios pero no logró completarse. A Pansy le gustaba mi estilo.
—Bueno, no pienso mucho en lo que nosotros —se sinceró Harry ignorando el sarcasmo de Pansy.
Harry había estado especialmente dócil con Slytherin desde lo de Draco. Pansy sólo bufó y se levantó de su silla.
—No puedo contemplarlo más tiempo —dramatizó. Después de un tiempo, me di cuenta de que Pansy era básicamente un Draco en cuerpo de mujer—. Nos vemos, Dumbledore, después me regresa esa revista.
Salió elevando una ceja al conjunto de Harry. A su vez, él se sentó en la silla que estuvo ocupando a Pansy unos segundos antes.
— ¿Cómo estás? ¿Sigues con fiebre? —preguntó mientras tomaba mi mano que había dejado a mi costado.
Su tacto se sintió cálido y me aceleró el corazón, incluso después de tanto tiempo aún me ponía nerviosa tener su mirada encima.
—No, pero ha disminuido, sólo me sube restringido cuando duermo —respondí con cuidado—. Gracias por venir a verme.
Él se encogió de hombros.
— ¿Por qué no vendría? Eres mi novia —respondió con cuidado también.
Suspiré con pesadez.
—Ambos sabemos que las cosas... son complicadas ahora entre nosotros —respondí.
Harry asintió y estuvo de acuerdo.
—En realidad, a eso he venido. Hay una charla que debemos tener —respondió soltando mi mano.
Aquello se sintió como si estuviéramos terminando. Yo no quería sonar egoísta, pero era el broche de oro que me faltaba para por fin comenzar a vivir en modo automático, como un zombie. Sin embargo, me tragué todo aquello por el bien de mi dignidad y le asentí a Harry. Tal vez él ya se sentía más cercano a Ginny de lo que yo lo estaba de él, por lo que siendo el Harry honorable que conoció, estaba terminando la relación antes de hacer cualquier avance con ella.
—Tú dirás.
Harry parecía un poco consternado y hecho un lío en sus pensamientos cuando habló.
—Estuve impidiendote. Cuando te veía era terriblemente doloroso —abrí la boca para lanzar veneno frente a su picante afirmación pero elevó una mano haciéndome callar—. Sólo escucha, por favor. Yo... yo vi morir al profesor Dumbledore, estuve ahí, estuve ahí cuando dejé que Snape lo asesinara, yo tuve parte de la culpa... nunca confié en Snape y sabía que algo andaba mal. Y después, estaba Draco, lo odiaba antes de que estuviera a tu lado, lo odie incluso más cuando estaba tan cerca de ti y eso sólo aumentó cuando confirmó que era un mortifago.
Me mantuve en silencio como Harry pidió, sólo observando sus gestos de miseria y vergüenza. Me miró y mi mirada le indicó que continuaría.
—Después estabas tú, defendiendo a capa y espada a Draco. ¡Por Godric! Había sido responsable de maldecir a Katie Bell, envenenó a Ron y pudo haberte también hecho daño a ti para llegar al profesor Dumbledore —lanzó levemente los brazos al aire, como enfureciendose nuevamente. Pero los dejó caer a su lado sin energía para eso—. Era tu amigo, lo defendiste muchas veces, te pusiste de su lado y sin embargo, había estado tramando asesinar a tu abuelo, tu último familiar. Y ahí estabas tú, defendiendo su honor de todo el mundo. Estaba tan enojado contigo, no me entraba en la cabeza cómo era posible que mitigaras cualquier sentimiento de venganza contra Draco —suspiró pesadamente.
Ya entendía por qué estaba hecho un lío. Harry comenzaba a entender por qué yo no podía deshacerme de la fiebre, por qué me resistía a volver a las clases y mi propio dormitorio.
—Un día Hermione, harta de todo mi mal humor y cabeza dura, me arrinconó en la sala común —describió con vergüenza—. Dijo que estaba siendo un estúpido insensible. Que cuando más me necesitabas yo... yo te había evitado. Le di mi mejor argumento a eso, Malfoy y tu aprensión a ver las cosas como eran. Hermione señaló que seguramente tenías tus razones —después su entrecejo se frunció—. Otro día me topé con Zabini y Nott, también me arrinconaron en un pasillo, dijeron que estaba siendo un idiota, que si era necesario echara alguna poción sobre mi cabeza de mandrágora y lo resolviera. No dieron más detalles.
Supe que estaba muy nervioso porque comenzó a temblar y mover su pierna sin darse cuenta.
—Entonces pensé mucho en ello, incluso días enteros con la cabeza perdida entre las nubes, Ginny podía estar hablando horas y yo no escuchaba nada—sonrió—. Recordé al Draco de los primeros años en Hogwarts, siempre orgulloso, molesto como un zarpullido, tenía aires burlones en su cara —puso los ojos en blanco recordando—. Incluso cuando llegaste tú mantuviste ese aire burlón, pero se mantuvo al margen de Gryffindor lo más que pudo, pero conservaba ese brillo malicioso. Este año fue diferente, incluso yo pude darme cuenta que Malfoy no comía, podía versele muy sólo en sus pensamientos, sus gestos eran apagados y ya casi nunca sonreía, menos tenía energía para medirse con nosotros. Lo que fue un alivio en aquel momento, hoy me doy cuenta que Malfoy estaba pasando los peores momentos de su vida —aquella afirmación me sorprenderá. Por supuesto que yo era consciente de aquello, pero incluso Harry lo había notado—. Después de analizar todo, cada pelea entre nosotros sobre Malfoy, cada una de sus acciones y cómo terminó todo, me di cuenta que Draco también sigue siendo un chico, irónicamente, tú me lo dijiste pero yo no escuché adecuadamente. Y yo descargué todo el dolor y odio de Snape sobre Draco, y lo canalicé hacia ti —añadió miserablemente.
Harry había dejado de hablar pero parecía no haber terminado aún. Estaba allí con la vista clavada en el suelo, sólo contemplando.
—Está bien, Harry. Incluso yo no sabía la historia completa, Draco guardaba todos sus secretos celosamente —sonreí sobre la memoria de Draco—. Sólo dejó escapar lo suficiente para que yo entendiera que Draco no hacía todo eso motivado por maldad o prejuicios, él sólo estaba atrapado. Así era su modus operandi, lo aprendí en aquella ocasión cuando fue el lío con Mulder.
Harry me contempló con vergüenza, parecía al borde del llanto.
— ¿Estás bien? Pareces a punto de llorar —le sonreí.
Él trató de devolverme la sonrisa pero no pudo mantenerla.
—Te quiero, May —finalizó.
Y le creía. Pero eso no significa que me quisiera como yo lo deseaba.
—Lo sé, yo también —respondí. Pero mis barreras salieron a flote—. Aunque eso no significa que debemos seguir teniendo una relación.
El rostro de Harry decayó, parecía no esperar mis palabras, aunque todo parecía indicar que sus sentimientos hacia mí habían menguado por la situación que acababa de describirme.
—Lo entiendo, May —respondió finalmente—. Después de todo, actué como un estúpido, no te culparia si después de todo esto, tú no.. tú no te sientes igual que yo —respondió vacilante.
Amaba a Harry, tanto como me podía amar a mi misma. Qué sentido tenía la dignidad después de eso.
—Oh, yo te adoro, siempre lo he hecho —respondí—. Pero creo que en este momento ni tú ni yo estamos listos para continuar una relación.
Sumado a todo lo sucedido, tenía muchas inseguridades respecto a Ginny. No quiera terminar con Harry, sólo buscaba un tiempo en que ninguno se sintiera obligado a nada, yo no le impediría encontrar al amor de su vida si tenía la oportunidad.
El rostro de Harry estaba ensombrecido y culpable. Pero yo seguí.
—Te daré lo que quieras —dijo con seguridad—. No me importa esperar, incluso si al final no es el resultado que esperaba.
Volvió a colocar su mano sobre la mía en un gesto de cariño. Su toque envió electricidad a todo mi cuerpo, sentí como si la fiebre regresaba y la temperatura en la habitación subía. Él se acercó a darme un abrazo pero no se apartó en un rato y yo tampoco deshice el agarré sobre su espalda. Estuvimos así un rato, sólo escuchando los latidos de ambos. Pero finalmente se separó y volvió a su lugar en la silla.
—Respecto a la carta que envié, no tuvimos oportunidad de hablar sobre eso antes —ofreció—. Lamento también haberte ocultado tantas cosas, algunas ni siquiera intenté ocultarlas, sólo lo pasé por alto sin darme cuenta.
Me encogí de hombros.
—No te preocupes, yo también tengo mis secretos como puedes darte cuenta —admití—. Fue más el hecho de que Ginny supiera algo que yo no.
Harry frunció el ceño pero lo deshizo.
—Hermione me explicó algo sobre eso pero no entendí mucho, sólo quiero que sepas que lamento la forma en que te hice sentir, debí haber compartido contigo aquello —confesó con una sonrisa triste.
Se la devolví.
—La verdad, me recordó un poco a la relación del abuelo y la abuela —dije lentamente. Nunca había compartido aquello con nadie. Harry me miró interesado, no me interrumpió—. El abuelo era alguien muy enérgico, siempre estaba un paso adelante. Ellos eran muy afines, por eso hacían tan buena pareja, ella lo entendía. Pero en algún punto el abuelo fue demasiado rápido, incluso la abuela ya no estaba a su paso —vacilaron un poco mis palabras—. Ella se esforzó mucho por alcanzarlo, pero él abuelo se volvió misterioso, lleno de secretos, aviones y salidas. La abuela lo entendía, por supuesto, pero dejó de intentarlo.
Miré a Harry que tenía la vista clavada en mí, no sabía que cara estaba poniendo yo como para que me mirara de aquella forma.
—Cuando mi madre enfermó, ella se dedicó a cuidarnos, lo que la hizo apartarse totalmente de mi abuelo. Aunque su relación de pareja había terminado muchos años antes, siguieron juntos porque eran buenos amigos y se querían como familia —admití en voz alta después de tantos años—. Y cuando papá murió, el hilo de unión terminó. Ella se metió en su papel de cuidadora, el abuelo se marchó a Hogwarts y muy de vez en cuanto nos visitaba para pasar tiempo conmigo.
Harry tenía una vista atenta, probablemente nunca escuchó hablar del abuelo de otra manera que no fuera como un profesor.
—El abuelo era maravilloso, me amaba muchísimo pero fue difícil para él después de lo de mis padres, así que finalmente se hizo trizas todo con la abuela —mascullé—. Sentí que no podía alcanzarte, y tú no podías darte cuenta de eso.
Harry se levantó y se sentó a mi costado, tenía una mirada seria, se recargó en el respaldo y pasó un brazo reconfortador detrás de mis hombros.
—Lamento mucho eso, May, creo que tienes razón en querer apartarme. Debo aprender a amarte como lo necesitas —se disculpó mientras me acercaba a él para que me apoyara en su pecho.
La sensación fue como estar en el sofá grande de la casa de los abuelos, era una sensación de tranquilidad y calidez, el olor a madera y pino de Harry me recordó los bosques y la magia que emanaba de él era un bálsamo de paz. Me hundí en el alivio que me proporcionó su cuerpo y me rindió ante su magnetismo.
—De todas formas, sé que Malfoy es tu amigo, y por alguna extraña razón le adoras... sólo no lo entiendo, es tan rígido y frío contigo y los demás Slytherin amigos suyos —murmuró de la nada—. Puedo entenderlo con Zabini y Nott, pero Parkinson y tú son muy sobreprotectoras con él, aunque él apenas les dice algo agradable.
Reí por la descripción tan acertada.
—Bueno, el lenguaje del amor es diferente para todos. Puede que no lo entiendas, después de todo tú no eres un Slytherin. Pero Draco fue quien me abrió las puertas de la casa, por él es que Blaise, Theo, Greg y Vince, incluso las gemelas Carrow me terminaron aceptando y haciendo su amiga —confesé—. Incluso, como ves, Pansy se hizo cercana a mí. Tampoco es probable que lo sepas pero me protegió a su manera, de la forma que estaba a su alcance y no sólo durante la guerra, incluso cuando se trataba del acoso de parte de otros estudiantes Slytherin y no Slytherin —aclaré.
Draco era puntiagudo y bastante rudo, pero era sólo una capa, había mucho debajo de eso. Esperaba que estuviera a salvo, con sus padres, en donde sea que estuviera.
—Harry —le llamé antes de que se fuera.
Él se volvió a mí antes de irse. Mi boca se secó un poco antes de hablar.
—Si alguna vez te sientes tentado a elegir a Ginny o cualquier otra chica, hazlo —le dije en un tono bajo—, sólo digo.
Harry frunció el ceño. Asintió lentamente y se retiró.
La fortaleza de un Dumbledore
Siempre había odiado los viajes en escoba, aunque creo que eso lo había dejado bastante claro, y en aquel momento mucho más porque mi vida corría peligro. Pero si era por la vida de Harry, valía totalmente la pena. Teníamos que hacer el traslado desde Harry de Privent Drive hasta la madriguera. Cuando llegamos a la casa de los tíos de Harry éstos se estaban despidiendo. Su tío un hombre gordo y alto, acompañado de una mujer alta, de un cuello prominente y muy delgado, el primo de Harry era un chico de cuerpo generoso que tenía un semblante serio, como el de sus padres. Las tres personas estaban terminando de subir a su auto para irse. Me acerqué a Harry que ya nos esperaban en el pórtico, tenía una sonrisa adornando su rostro. Le abracé y besé la mejilla amistosamente.
—Luces muy linda, las vacaciones te sentaron bien —me dijo en voz baja—. Te ves como una mujer ahora.
Me ruboricé por su comentario y me di cuenta que Harry también lucía como un hombre, un cuerpo y rostro que había terminado de embarnecer y ahora tenía una tés más madura y gruesa.
—Tú luces bastante guapo —añadí sonriente.
Seguíamos dentro de un tiempo en la relación pero seguíamos siendo corteses y cariñosos entre nosotros.
Un carraspeo nos hizo girar hacia la persona que trataba de hablar. Era el primo de Harry, Dudley, tenía entendido que era su nombre, pero no estaba tan segura, Harry rara vez hablaba de su mundo muggle, menos de su familia. El primero de Harry se veía bastante incómodo.
—Eh... Harry, hay bastante espacio en el auto, ¿sabes? —tenía un aire inseguro en su voz—. No tienes que quedarte, puedes venir con nosotros.
Harry por un momento se quedó mudo, parecía bastante pasmado para hablar.
—Es una oferta muy considerada —le respondí yo—. Pero Harry estará bien, estará a salvo con nosotros, lo cuidaremos bien. Harry también es parte de nuestra familia.
El chico, Dudley se ruborizó pero no se movió de lugar, parecía decidido a decir algo más pero estaba reuniendo fuerzas para decirlo.
—Sólo quería... sólo quería disculparme, ya sabes, por todo —le dijo nuevamente a Harry.
Esta vez, Harry salió de su ensoñación.
—Está bien, Dudley, lo entiendo. Densa prisa, o se hará tarde —le respondió Harry todavía luciendo bastante incrédulo.
Yo tenía la vaga idea de lo tensa de su relación, esto parecía ser algo totalmente nuevo para Harry, tal vez un último acto de redención de parte de aquel chico.
Finalmente, la familia se fue y la orden entera se interna en el hogar de la familia de Harry, una casa bastante común del barrio de Londres. Le explicaron a Harry que de crearían siete clones de él, de voluntarios que querían arriesgarse por la orden. Moody no me dejó ser voluntario, dijo que era demasiado joven, aunque probablemente lo motivaba un aire de protector, ahora que el abuelo no estaba. Harry se negó pero realmente él no tenía opción.
—Todo saldrá bien —traté de calmarlo—. Es un viaje no tan largo, cuando menos esperemos que estemos todos en la madriguera.
Harry se puso de todos los colores.
—Por supuesto. Ahora, amorcito, date prisa —se burló Moody de Harry para que se apresurara a estar listo.
—No tienes que ser tan condescendiente siempre, abuelo Moody —me burlé, realmente no estaba acostumbrada a llamarle abuelo.
Él bufó ofendido y salió a preparar. Era hora.
Todo ocurrió demasiado rápido. En el camino, como era de esperarse, a la media hora nos interceptaron los mortífagos e hicieron un desorden que nadie sabía más que de sí mismo. Detrás de mí venía Bellatrix Lenstrange, cazándome. Intercambiamos algunos hechizos, pero alcanzó a darle a mi escoba que se tambaleó en todas direcciones, así que yo caí en picada, en medio de la confusión sólo Bellatrix supo que me había dado y fue tras de mí. Maniobré como pude y caí cerca de un callejón oscuro. Corrí tanto como me fue posible, porque me había lastimado un tobillo en la caída pero Bellatrix fue más rápida y me alcanzó. Cuando me acorraló parecía estar bastante complacida de sí misma. Le lanzó un hechizoexpelliarmus,ella lo correspondió igualmente pero la varita que salió volando fue la mía. Creí que ese sería el final pero ella no hizo ningún movimiento más, se limitó a vigilarme, parecía esperar a alguien. Unos veinte minutos más tarde, que a mí me parecieron eternos, Voldemort hizo acto de presencia. Un ser horrible e inhumano que me atemorizó.
—Señorita Dumbledore, es un placer conocerle por fin —su sonrisa se amplió—. El viejo Albus no me había dejado presentarme pero ahora estamos juntos, somos familia —dijo escupiendo cada palabra con una falsa amabilidad.
Aquello me dejó la boca seca, no sabía cómo él se había enterado que yo era su pariente por ascendencia común.
—Piérdete —mascullé—. Ni si quiera eres digno de pronunciar el nombre de mi abuelo.
Pero Voldemort no se inmutó, él tenía otros aviones para mí.
—Llévenla a la Mansión Malfoy.
Había sufrido desmayo a causa de un hechizoconfuso, esta vez había despertado en una lujosa habitación color verde, cubierta por sábanas satinadas del mismo color. La reconocí de inmediato como la habitación de Draco, la que habíamos visitado con anterioridad. Decidí permanecer con los ojos cerrados y fingiendo que dormía. Al poco rato escuché que el pomo de la puerta se giraba y alguien entraba a paso lento. Después de escuchar que quien entró se colocaba al lado mientras dejaba algunas cosas en la mesilla de noche al costado de la cama, se parecía al sonido de platos y cubiertos chocando contra madera.
—Sé que estás despierta —dijo una voz que reconocí al instante.
—Draco... —respondí abriendo los ojos y mirándolo.
Se le veía cansado, ojeroso y pálido. Recuerdo que al conocerlo le vi un porte sin igual, lo conservaba, pero ahora tenía cierto espectro lamentable sobre él. Probablemente yo me veía peor.
—Malfoy, del uno al diez, ¿qué tan jodida estoy? —pregunté.
Él pareció meditarlo y después me respondió.
—Nueva. Pero al menos estás con vida. Moody no tuvo esa suerte.
Sentí un nudo en la garganta.
—Y, ¿sabes qué planean?
Él negó con un semblante preocupado.
—No tengo la menor idea, por ahora puedo interceder y hacer que te traten bien.
Draco parecía muy culpable. Después de unos segundos de lucha que se reflejaron en su cara dijo:
—May, intenté matar a tu abuelo —confesó secamente.
Me tomé unos segundos para responder. ¿Me dolía aquello? Sí, por supuesto. Pero, ¿odiaba a Draco? Difícilmente.
—Lo sé, Draco —le respondí.
Él continuó con su apariencia decadente. Me pasó una sopa que descansaba en la mesita de noche, indicándome que debía comer.
—Entonces, ¿aquella botella de licor que envenenó a Ron...? —me animé a preguntar mientras me llevaba una cucharada a la boca.
Draco se inclinaba decaído, sumido en vergüenza.
—Y la maldición de Katie Bell también fui yo... —reconoció.
Suspiré pesadamente.
—Después de Ron no hubo otro ataque —señalé.
Draco negó con vehemencia.
—Después de que Weasley quedara envenenado me di cuenta que si él había terminado casi muerto, tú que estabas tan cerca de Dumbledore, podrías... podrías haber... —se interrumpió—, no quiero ni decirlo.
Él escondió su cara sobre sus brazos apoyados en la orilla de la cama. Yo le di unas suaves caricias en el cabello rubio.
—No sé qué quiera el señor oscuro de ti pero es algo grande o si no, ya hubiera hecho algo, al menos estarías muerta —continuó con la voz ronca por el llanto.
— ¿Harry? —me aventuré a preguntar con miedo.
—Todos ellos están bien, lograron huir. La única baja fue Moody —respondió.
Dio un largo suspiro.
—Siento no poder ser de ayuda, May... —se puso las manos en el rostro ocultándose tras ellas—. Me siento como un cobarde, un perdedor.
Mis ojos escocían.
—No digas eso, Dragón...
— ¡Es la verdad! —me interrumpió con voz temblorosa—. ¿Sabes? Desde hace tiempo sé que Dumbledore tenía razón, que Potter estaba del lado bueno, sabía bien lo que era correcto. Pero tuve miedo, me pudo más el miedo que tener los cojones de negarme a recibir la marca tenebrosa, esta maldita cosa que me acompañará toda mi patética existencia.
Draco se arrodilló en la cama, recargándose a mi costado aún sin mostrarme su rostro. Pero su respiración agitada demostraba estar luchando con el llanto.
—Tranquilo, Draco... —hice el intento de calmarlo.
—No, no, no... —repetía—. Siempre está cerca, May, me da escalofríos sólo verlo. Mi madre también está aterrada. Incluso ahora cuando tú eres la cautiva, estoy aquí sintiendo lástima de mí mismo frente a ti.
Suspirar.
—Eres sólo un chico, Draco. Ningún niño debería recibir una responsabilidad así en sus hombros, ningún niño debería estar en medio de la guerra —acaricié su cabello rubio—. Mírame, pequeño Dragón —pedí.
Él levantó su mirada de ojos aguados.
—Deja de preocuparte por los demás, por mí, por tu madre, por las expectativas de tu familia, y todo lo demás. Deja que el mundo se vaya al carajo si es necesario, pero deja de martirizarte a ti mismo —le exigí—. No te hagas eso a ti mismo.
Draco se limpió el rostro.
—Te pareces a tu abuelo, hablas como él... —añadió finalmente.
Le sonreí también.
—Que halago, de verdad.
Draco hizo un mohín miserable.
—Siento tanta vergüenza de mí mismo, May —comenzó—. Zabini me dijo que el día que Potter me atacó en los baños con ese maldito hechizo, pasaste la noche arrodillada al lecho de mi cama, y yo... yo mientras trataba de matar al único familiar que te quedaba. ¡Diablos! ¿Qué pasa conmigo? —sollozó aún más fuerte—. Me quemaba estar cerca de ti.
Traté de calmarlo sin éxito.
—Lo siento tanto, de verdad lo siento tanto. Nunca podré pagarte lo que te he hecho y lo que tú has hecho por mí...
—Puedes —le interrumpí. Él me miró con una expresión curiosa—. Haciendo lo correcto de hoy en adelante.
Draco no respondió nada, sólo se quedó allí luciendo realmente decadente.
Así transcurrieron mis días, Narcissa me ayudó con el baño y Draco me alimentaba. Pero no salía de esas cuatro paredes. Draco de vez en cuando me traía noticias de Harry y yo las recibía con gusto, además de todo tipo de libros. Lo último que supe de él es que era el indeseable número uno, pronunciado así por el ministerio que está coludido con Voldemort y los mortífagos. Le encargué la misión a Draco que averiguara todo lo posible en su biblioteca y por otros medios sobre demonios atrapados dentro de personas pero sin poseerlas, maldiciones similares a eso o cualquier cosa que se relacionara, ya que yo no tenía idea realmente de lo que yo era. Draco se había extrañado por mi pedido pero no era de los que preguntaban.
Lo más lamentable es que la orden debe de pensar que estoy muerta o bien que los traicioné, lo último es lo más probable, incluso deben de creer que yo fui quien los delaté aquel día en que trasladábamos a Harry de Privet Drive a La Madriguera. Así que no es probable que me estén buscando, así que estaba ahí varada a mi suerte. Era muy frustrante.
Así pasaron muchos días sin nada digno de mención, no estoy segura de cuánto tiempo. Hasta que un día entró alguien a la habitación pero no era Draco ni su madre, era un mortífago, probablemente, a él no lo conocía. Me sujetó con fuerza sin previo aviso y me arrastró por las escaleras a empujones, me tomó tan fuerte de la muñeca que temí qué la rompiera. Cuando llegamos al comedor vi a Voldemort sentado a la cabeza de la mesa, me hizo tomar asiento.
—Señorita Dumbledore —me saluda felizmente con una sonrisa de dientes afilados.
No respondí, entonces continuó.
—Necesito que me diga qué clase de cosa repugnante es usted y por qué Dumbledore la mantenía escondida entre sus faldas —rebeló finalmente—. Encontramos a la dominadora de demonios, Madame Smith, escondida en una casucha vieja, ella confesó los servicios y favores especiales que le hacía a la señora Dumbledore, por lo que no es necesario seguir fingiendo.
No sabía cómo había podido alcanzar esa información, que incluso había sido ocultada de mí por mucho tiempo. Decidí seguir en silencio. Voldemort estaba cada vez más impaciente por información, así que designó a Bellatrix para que hiciera lo mejor que sabía hacer: torturar.
Fue una larga temporada en que estuvo en la mansión, me pareció eterna, pero probablemente fue cerca de un mes. Semanas en que la tortura de Bellatrix parecía no tener fin.
A los días pareció que algo importante había surgido, pues abandonaron Malfoy Manor y me dejaron en paz por otros días más, de nueva cuenta Draco y Narcissa me cuidaron muy bien, estaba bien alimentada, tenía la mejor ropa y cualquier cosa que les permitieran darme. . . Todo aquello muy probablemente gracias a Draco. Pero según lo poco que éste último alcanzaba a oír, se supone que Voldemort volvería por mí y la verdad estaba aterrada, había desarrollado un pavor a Bellatrix porque siempre era quien se hacía carga de mí.
Tal como Draco dijo, Voldemort envió por mí un par de días después y me trasladaron de Malfoy Manor a otra mansión distinta. Aquella vez solo le di una última mirada a Draco y me resigné, no queriendo descubrir nuestro lazo emocional. Draco me había pedido que escapáramos juntos, pero yo decliné la oferta. Como estaban las cosas, Voldemort nos encontraría rápidamente, lo que solo causaría qué mataran a los padres de Draco ya él mismo, de no ser por mí, a Draco nunca se le hubiera cruzado la idea de hacer eso, no quería ser la razón de su muerte.
Cuando llegué a la mansión, Voldemort me dio la bienvenida.
—Estás en Riddle Manor —dijo enseñándome con orgullo el lugar.
Seguí sin responder.
—Hoy no me enojaré porque estoy de buen humor, estamos a punto de cazar a Potter —comentó con buen humor.
Sin embargo, no hubo novedades de Harry, hasta varios días después, un fatídico y gris día. Me ordenaron bañar y me pusieron presentable para estar delante de Voldemort. Me hicieron bajar a la sala pero no encontré muebles, sólo un sillón majestuoso donde estaba Voldemort sentado. Otros mortífagos se encontraron ahí también.
—Tráiganlo —gritó para el horror de todos—. Esto es lo que sucede cuando alguien se rehúsa a cooperar conmigo...
Vi que traían un bulto sobre los hombros de algunos hombres. Lo tiraron al suelo y pude observar el cuerpo sin vida de Harry Potter. Me quedé en estado de sorpresa por varios segundos. Lentamente caí de rodilla al lado del cuerpo tanteando con mis manos. Miré su rostro y tenía las mismas cicatrices en la frente y otras más en el hombro. Era Harry. Tomé su pulso. No lo sentí. Era Harry. Trate de sentir la respiración en él. No tenía. Era Harry. Volví a palpar su cuerpo. Era Harry.
Habían asesinado a Harry.
Mis manos se cerraron en un puño sobre las ropas de Harry. Tenía una expresión en blanco pero con los ojos cerrados. Me tiré sobre él gritando, llorando y maldiciendo con odio a todos los presentes. Pero nadie dijo nada, sólo rostros serios observando indiferentes. En el rostro de Voldemort ni siquiera había alegría, malicia, no había nada, sólo me miraba atenta. Traté de despertar a Harry, pero no tenía ninguna reacción que indicara que estaría con vida. Mis nervios siempre fueron frágiles, siempre fui mentalmente débil e incompetente. Me desvanecí al lado del cuerpo sin vida de Harry.
Cuando desperté por la mañana sentí algo extraño. Recordé los eventos del día anterior, podía recordar haber sufrido mucho, lloré hasta que las venas de los ojos se me reventaron y me picaba la garganta de tanto gritar. Pero había tenido una opresión en el pecho que ya no estaba, me sentía más ligera, me sentía mejor, como libre.
Era como si sólo hubiera escuchado hablar alguna vez de Harry, no me provocaba nada. Aunque podía recordar claramente los sentimientos que me hacía sentir, pero no como una emoción, si no como un análisis calculado. No entendía por qué, ayer parecía que mi mundo se había acabado, y ahora, nada.
Y no sabría explicar cómo pero parecía que ya llevaba de esta manera desde siempre, mi cuerpo parecía saber exactamente qué debía hacer. Sentía arder un nuevo poder en mi interior también, uno que podía usar plenamente si quería, que hasta ahora había estado dormido pero estaba listo ahí, lo había estado todos esos años, oculto. Me levanté de la cama y aparté la seda verde de las sábanas. Estaba de vuelta en la Mansión Malfoy.
Había un espejo, me acerqué a observarme. En el rostro tenía algunas marcas, como si hubieran sido tatuadas con tinta negra, no sabía si eran producto de una maldición o hecha por Voldemort. Eran dos líneas negras de un grosor de unos dos centímetros que iban desde la esquina exterior de mis ojos hacia bajo, terminando en mi mandíbula, me parecía la ruta de las lágrimas.
Se escuchando en pasos acercándose, me oculté entre las sombras de la habitación cuando alguien asomó su cabeza por la puerta.
— ¿Dónde estás? —preguntó una voz—. Sal de una maldita vez porque el Señor Tenebroso quiere verte.
Supuse que lo mejor para mí era hacer lo que me dijeran por ahora, no era buena con la magia sin varita, aunque al ver a Belatrix Leastrenge no me dio ningún tipo de miedo.
Ella me dejó lo necesario para un buen baño y me ordenó tocar la puerta cuando estuviera lista. Decidí obedecer una vez más aunque no tuviera miedo de ella ni de las consecuencias. Vestí un vestido de terciopelo negro, sencillo y elegante.
Bajamos por la larga escalera de madera. Al pie de la misma estaba el señor Lucius Malfoy observando curiosamente. Pasé por allí ignorándolo completamente con Bellatrix por delante guiándome. Al llegar al comedor observé que estaban alrededor de la mesa todos los mortífagos, allí mismo estaba Draco Malfoy también, supuse que cuando lo viera finalmente saltaría a mi pecho ese sentimiento de calidez que se instalaba siempre al verlo o vendría ese sentimiento de protección que Tenía sobre su persona, o alguna emoción que tenía adormecida, pero no. Simplemente era una persona ahí sentada, con ojeras como todas las demás personas en aquella mesa desagradablemente circular.
—Me da gusto que estés aquí —sonrió Voldemort enseñándome todos los sucios dientes.
—Esfúmate —escupí de mala gana.
Bellatrix me amenazó con su varita a la garganta.
—Tranquila, Bellatrix, nuestra invitada no puede sentir emoción alguna, por lo tanto no tiene miedo en absoluto —dijo pero esto me provocó desagrado.
Con que eso era. Nadie dijo nada, sólo se dedicaban a pasar la vista de Voldemort a mí y de mí a Voldemort.
—Esto es tan curioso —lanzó una carcajada. Draco tembló levemente—. Dumbledore pasó toda su vida tratando de que el mundo tuviera amor y su misma nieta vive ahora sin amor.
Giré en su dirección, por alguna razón había tocado una fibra sensible, lo suficiente para mirarlo fulminantemente.
Uno de los hombres presentes alzó la mano. Voldemort lo miró con atención esperando lo que tenía que decir.
— ¿Cómo hará la diferencia esta niña para sus aviones, mi señor? —preguntó—. Dedicó especial atención a que transmutara. Sí, siempre es bueno un soldado en las filas, pero ¿por qué tomarse tantas molestias?
Voldemort se tensó. Lo que fue suficiente para que el hombre bajara la cabeza en señal de sumisión.
—Estás viendo a mi última pariente viva, la descendencia bastarda de Sorvolo de la casa Gaunt —admitió con asco—. Aunque la única razón que la mantiene con vida es el poder descomunal que tiene en su interior, además, en cuanto la Orden del Fénix y Hogwarts la vean entenderán que no hay nadie, ni la pequeña niña de Dumbledore, que resista ante mí y mi poder.
Los mortífagos aplaudieron y Voldemort dio una sonora carcajada. Me miré.
— ¿Quieres recuperar tu varita? —preguntó.
Eso hizo un cosquilleo en mi estómago. La quería de vuelta.
—Sí.
De inmediato las puertas se abrieron y lanzaron ante mis pies a un par de ancianos muy frágiles qué me miraron con súplica. Voldemort a mi lado me ofreció mi varita. El mensaje era claro. Mi varita por sus vidas. Entonces tomé mi varita.
Estuve todo el día en mi habitación viendo por una ventana hacia el jardín. Estaba como ausente. Voldemort había descubierto que Harry era mi debilidad y lo había asesinado. Pasaba mis horas así, sólo contemplando el ventanal que daba hacia el jardín, observando el amanecer que me daba breves instantes de tranquilidad. Escuché un toque en la madera de mi puerta y después esta se abrió dejando entrar a una figura masculina alta y esbelta, con cabellos rubios platinados y ojos grises de lechuza. Era Draco.
—Hola... —saludó inseguro desde la puerta.
— ¿Regresó Volde... —comencé pero me hizo callar con una seña.
—No digas su nombre... Lo maldijo porque sabe que el único que lo dice es Potter y cuando lo pronuncia lo invocas a ese lugar —explicó cerrando por fin la puerta tras de sí. No había anotado la capa verde en su mano, además de unos libros—. Pedí permiso para traerte algunos libros, supuse que estarías aburrida. Te traje esta capa para el exterior. Por si llegas a necesitarla.
Tuve una breve conmoción.
Harry.
Había tratado de huir de ese nombre y lo había estado consiguiendo hasta ahora.
—Harry está muerto, eso no tiene sentido —le respondió.
— ¿Potter? ¿Potter muerto? —río bajo—. Ya quisieran todos en esta casa que estuviera muerto.
— ¿De qué hablas? Yo vi el cuerpo sin vida de Harry —dije sin respirar.
— ¿Se decidió por mostrarte el cadáver con multijugos? —murmuró casi para sí mismo—. Ellos planeaban hacer beber a cualquiersangre sucia una poción multijugos para hacerlo ver como Harry y matarlo. Así te enseñarían su cadáver porque eso podría hacer dormir al espectro emocional, así desatarían tu verdadera forma —explicó.
— ¿Verdadera forma? —repetí.
Draco me dio una mirada aguda.
—No sabes nada, ¿verdad?
—El abuelo me dio sólo la teoría, el tampoco parecía saber demasiado. Lo que no entiendo es cómo Voldemort supo todo esto.
—Snape —respondió Draco con sencillez—. Está del lado de Voldemort ahora.
Tenía dudas sobre eso, Albus había dicho que Snape era un doble agente, pero no creí que me sacrificaran a mí para asegurar su lugar frente al señor tenebroso.
—Así que era el plan de Voldemort desde un principio —razoné.
Draco se sentó al borde de la cama lejos de mí.
—Te ayudaré a salir de aquí —dijo seguro pero yo negué.
—No tiene sentido, Draco. Voldemort tuvo razón, vivo sin amor, no tengo un lugar a dónde pertenecer ahora. Sólo harás que te maten.
Draco se acercó a mí, me abrazó consolándome.
—No te preocupes por mí, estoy bien. No puedo sentirme mal en absoluto.
—No me importa —dijo con brusquedad—, tengo órdenes de custodiarte dentro de toda esta mansión y en los jardines, así que dedicaré mi vida entera si es necesario para que vuelvas, te lo debo —murmuró.
Dentro de mí deseaba que así fuera, la vida no parecía tener ningún propósito ahora, me daba igual si estaba viva o muerta.
—No me debes nada.
Sin embargo, esa noche me dieron ganas de estar en cualquier otro lugar. Me pidieron torturar a un par de muggles, sólo como entrenamiento, me rehusé al principio, no me daba ningún tipo de satisfacción el cooperar con Voldemort, después de todo él me mantenía cautiva, pero me dijo que se me permitiría salir al exterior si lo hacía. Era muy desagradable que la sangre chorrera en mi ropa. Sentí satisfacción, lo más parecido a la felicidad, por tener mi varita de vuelta.
Draco parecía afectado por la persona que era ahora, la forma en que me miraba, no podía olvidarla, una mirada parecida al miedo. Pero no se apartó de mí aún después de eso.
Mientras paseábamos por el jardín, Draco me pasó cierta información que yo había estado esperando que recolectara.
—Encontré un libro en la bóveda de la mansión Malfoy, estaba en un idioma desconocido, por lo que tardé mucho tiempo en descifrar el título —sacó algo de su túnica—. Yo no soy el mejor en hechizos, lo mío es Pociones, pero tuve éxito con un hechizo descifrador —me contó con emoción—. Y adivina... era paquetería. Sólo fui capaz de traducir el título, pero con suerte en algún tiempo...
—Yo hablo paquete —le interrumpí quitándole el libro de las manos con avidez.
Draco me llevó a un punto ciego del jardín donde nos sentamos entre la vegetación alta para poder leer aquello tranquilamente. Era un libro bastante desgastado, quedaba sólo lo que alguna vez fue una pasta de color rojo que se convirtió en rosado. En el título se leíaDemonios como potenciadores de la magia por Clavel Slytherin.El nombre para mí era muy desconocido, pero por el estado del libro fácilmente podría tener más de trecientos años, pero no podría decirlo con exactitud, no era experta en antigüedades.
Leí con dificultad el texto pero logré entenderlo, hablar paquete no era lo mismo que leerlo, evidentemente era una lengua muerta que había heredado pero la tenía bastante oxidada en cuestión de la lectura, ni siquiera sabía que era posible que pudiese escribirse en paquete. Claramente la autora era una eminencia, ya que jamás había escuchado hablar sobre utilizar demonios para potenciar la magia, y era también obvio que quería mantener esa información fuera del alcance de la mayoría, pues lo escribió en una lengua en la que sólo un número selecto de personas podrían entenderlo.
La información que rescaté es que muchos magos y brujas en las épocas más antiguas anclaban demonios menores a sus varitas para potenciar su magia, era una práctica muy poco ortodoxa y oscura, también sumamente peligrosa. Sin embargo, había algunos que lo llevaban al extremo, siendo ellos mismos un huésped de estos demonios, pero con los hechizos necesarios para protegerse, si bien por un tiempo funcionaba y su magia era poderosa, más allá de la compresión, terminaban irremediablemente muertos.
Finalmente, llegué a un apartado que hablaba sobre una mujer encinta que había realizado un ritual para atar un demonio a su varita, práctica de la que ya había hablado en un capítulo anterior, sin embargo, en ese caso particular algo había salido terriblemente mal, por lo cual la mujer comenzó a decaer y murió. Pero él producto aprendió a vivir con él demonio, coexistir juntos como uno sólo, siendo así una magia especialmente oscura pero potente. Incluso había registro que el demonio lograba dominar por instinto a cualquier otro demonio que se presentaría frente al mago que habitaba, pero esto sólo se logró hasta que el mago perdió toda la humanidad que poseía y se entregó a los deseos de aquel demonio en su interior.
Los capítulos posteriores del libro eran prácticos, detallaban la manera en que debían hacerse esos ritos. Aquel material era una bomba de tiempo, entendía por qué Voldemort me quería cerca, él quería el poder que pudiera otorgarle atar un demonio para él mismo.
Miré a Draco muy seria.
—Tienes que jurarme por tu vida que no hablarás a nadie nunca jamás de este libro —le pedí con violencia.
Draco se vio sorprendido por mi reacción pero asintiendo. Incluso si él no sabía el contenido, era realmente peligroso que Voldemort si quisiera supiera de la existencia de aquel libro. Incluso si yo no había tenido la oportunidad de leer todo el libro, que era la única respuesta que tendría a mi problema, se lo puse a Draco entre las manos.
—Destrúyelo, ¡huye de aquí y destrúyelo! —le pedí mientras cerraba las manos de él sobre el libro.
Draco no entendía qué estaba pasando pero entendió lo que quería decir, entendió la urgencia en voz.
Narración especial de Harry
El invierno era crudo, estábamos tratando de sobrevivir, May nos traicionó o eso fue lo que el profeta publicó y yo tenía que repetirme eso todos los días para poder creérmelo.
Desde que desapareció en el viaje a la Madriguera, la orden el busco hasta el cansancio, lograron localizarla en la Mansión Malfoy, los espías dijeron que había llegado la misma noche de la batalla de los Potters. Dijo que a diferencia de otros prisioneros, que se encontraban refundidos en oscuros y mugrosos calabozos, ella estuvo todo el tiempo en la habitación de Draco Malfoy. Dijeron que seguido llegaban vestidos de Francia para ella y las comidas se le servían en su habitación.
Al principio creímos que tal vez Draco había estado sólo protegiéndola recluyéndola en su habitación, aunque después llegaban noticias de que seguido se la veía paseando en los jardines de Malfoy Manor junto a Malfoy, quien parecía estar con ella todo el tiempo. Lo último que supimos fue que May había asesinado a algunos muggles como diversión de Voldemort en una de sus visitas.
Todo esto lo supe durante la boda de Bill y Fleur. Me caí como un saco de piedras. En el pasado pude verme ahí como ellos estaban, pero con May como la novia y yo en el lugar de Bill. Con caras sonrientes de nuestros amigos alrededor. No fueron más que estúpidos sueños que hice en mi mente.
Entonces, Ginny me encontró llorando en el cobertizo. Dijo que no necesitaba hacer nada más, que ella se quedaría siempre, que entendería.
Cuando escapamos Hermione, Ron y yo, me arrepentí mucho de eso. Sentía que había traicionado a May. Aunque no estábamos juntos, mi corazón era suyo. Yo le había dicho que la esperaría. Hasta que el profeta publicó una foto de ella con Voldemort, él tenía una mano sobre su hombro. Una especie de parodia de la célebre foto que yo tenía con el Profesor Dumbledore en el Ministerio.
Traté de odiarla, me decía a mí mismo que ella había abandonado sus ideales, había traicionado a su abuelo, a toda la orden, ya mí.
Pero aun así me sorprendí pensando en ella todo el tiempo, en cómo estaría y si estaría pensando en mí. Uno de esos días me volví completamente loco cuando pensé que había perdido la bufanda que May me había obsequiado en las últimas Navidades.
Busqué frenéticamente mientras bien volcaba toda nuestra tienda en su busca.
— ¿Qué es lo que buscas, Harry? —escuché lejana la voz de Hermione aquella ocasión.
No respondí. Seguí en mi búsqueda enloquecida de aquella estúpida bufanda mal hecha.
—Harry... —se fue apagando el tono de Hermione conforme me veía enloquecer.
Sentí a Ron acercarse y tomarme del hombro. Yo me aparté con brusquedad.
— ¡Sólo busco la estúpida bufanda roja que siempre traigo puesta! —declaré con brusquedad—. Al diablo, ¿puedes dejarme respirar?
Ellos sólo me observaron con compresión y pena. Lo odie.
—La tienes puesta, Harry —me indicó Hermione apuntando a mi cuello.
Dirigí mi mano al cuello y la sentí allí, tibia y roja como siempre.
Me llené de ira.
May estaba bien, estaba feliz, tenía una buena vida. Nos traicionó a todos. Era un Slytherin, no debía sorprenderme para nada. Me arranqué la bufanda y la tiré con enojo al suelo, saqué mi varita y apunté.
Tenía las palabras en la punta de la lengua. Sólo bastaba una palabra para destruir esa estúpida prenda.
Bajé la varita y me fui de rodillas, sollozando mientras ponía aqueo trapo viejo en mi cara.
Hermione se acercó y junto a Ron me abrazaron muy fuerte.
Después de un par de días a eso, Ron se fue. Entre los horrocrux, May y Ron me estaba volviendo completamente loco.
Extrañaba verla caminar por los pasillos de Hogwarts con su túnica verde esmeralda, sus sonrisas maliciosas y la forma en que entrecerraba los ojos cuando se enojaba. Y me odiaba tanto por eso.
—Estás pensando en ella otra vez, ¿no? —preguntó Hermione desde su lugar.
Asentí suspirando.
—Esa es la misma cara que pongo cuando me acuerdo de Ron —explicó.
Otro problema. Ron. Nos había dejado y se había ido, ni siquiera sabíamos si estaba bien, no tenía forma de encontrarnos ni de encontrar. Hermione estaba en mi misma posición. Cada uno con amores que nos habían dejado y un mejor amigo que nos abandonó.
En la radio note unas notas suaves. Me levanté y tomé la mano de Hermione invitándola a bailar. Amaba a Hermione Granger, desde hace muchos años había estado a mi lado como una especie de madre para Ron y yo.
Aquí viene Frank y el pobre Jim.
Se están reuniendo con todos mis amigos.
Ahora somos mayores y la luz es tenue.
Yapenas estás comenzando
Oh, niños
Hermione estaba dispuesta a tomar la mano que le ofrecía, pero finalmente lo hizo. Yo no era un buen bailarín pero lo compensé con entusiasmo. Hermione lo merecía, algo, cualquier cosa.
Todos estamos llorando
No hay nada que podamos hacer para protegerte.
Y el tren ni siquiera ha salido de la estación
¿Dejaste un asiento para mí?
¿Es eso un gran esfuerzo de imaginación?
Estoy aguantando, ¿no lo ves?
En este proceso de eliminación
Recuerda la letra. Mi ánimo decayó conforme la canción iba finalizando.
El tren ni siquiera ha salido de la estación (oh, niños)
El tren ni siquiera ha salido de la estación
(oh, niños)
(Oye, trenecito, espérame)
(Estaba encadenado pero ahora soy libre)
Estoy aguantando, ¿no lo ves?
En este proceso de eliminación
Ni siquiera alcancé a escuchar el final, tanto Hermione y yo nos sumergimos en nuestras mentes. No entendía. Cómo ella fue capaz de hacernos esto. Por qué. Desde cuando lo planeó. ¿Surgió la idea para sobrevivir?
Extrañaba a mayo a muerte. Y comenzaba aodiarlapor eso.
Narración habitual
Después de días Draco cayó enfermo en cama y no podía levantarse así que me vigilaba otro estúpido mago que nunca antes había visto por ahí. Era tan estúpido que sabía que terminaría muerto pronto. En vista de aquello que me interné en los jardines boscosos y descuidados, era una zona enorme.
Me sentí a gusto donde estaba, Voldemort no se encontraba en el momento en la mansión, y yo podía dar paseos por los jardines todo el tiempo que quisiera. Aunque, tampoco es como si tuviera a dónde ir. La casa del abuelo la habían quemado, la orden me consideraba una traidora y Hogwarts estaba dominada por mortífagos.
De un momento a otro, cerca de donde yo estaba vi a Fawques, sí, el ave fénix del abuelo, la reconocería donde fuera. Estaba posada sobre una estatua de mármol en forma de mujer. Le di una rápida mirada al distraído que según me "vigilaba" pero ya no lo alcanzaba a ver desde mi lugar, me propuse seguir a Fawques.
Al llegar a ella, ésta se posó en mi hombro izquierdo, del lado de mi corazón y estuvo allí un rato, incluso dejó que yo le acariciara la cabeza pero entonces comenzó a llorar y derramar lágrimas en mi pecho. No sabía por qué, si yo no estaba herida. Las lágrimas de ave fénix sanaron hasta las heridas más profundas. Al cabo de un rato caí en cuenta que Fawques veía más allá y sabía que estaba rota, que Harry y su aparente "muerte" habían roto mi corazón y ahora el ave lo quería arreglar. Cuando dejó de llorar se fue en silencio igual que como llegó y esa fue la última vez que vi a Fawques o por lo menos con ese nombre.
Continué internándome más y más en el oscuro bosque, una zona donde Draco no tenía permitido llevarme y di rienda suelta a mi mente, era como un torbellino, de un momento a otro se desataron todos los recuerdos que parecía haber tenido amordazados y que Fawques había desatado. Vinieron a mis recuerdos de todas las épocas, como un balde frío que me hacía respirar con dificultad como cuando te metes al chorro de agua helada.
Primero vinieron mis amigos a mí. Theodore y Zabini, sus brillantes sonrisas y la forma en que se miraban cómplices entre ellos para después explotar en risas al gastarme una de sus burlas. La forma en que conmovieron mi corazón porque aunque pudieron haber descubierto mi secreto a todos los Slytherin prefirieron ser odiados junto a mí cuando se descubrió finalmente que era nieta de Albus Dumbledore. Incluso pensé en Pansy y los dos siameses de Crabbe y Goyle, con su forma particular de relacionarse conmigo.
Hermione y Ron, ese par que detestaba a Draco pero que jamás mencionaron ni una sola palabra contra él frente a mí, aun sabiendo que era un mortífago, sólo por consideración a mí. La manera en que Hermione me había dado todo su apoyo incondicional y me había escuchado en cada cosa burda y tonta que yo quería contarle. Incluso por mi pedido había accedido a ayudar a su bully.
La manera en que los gemelos Weasley y sus padres abrieron sus hogares y corazones a mí. La señora Weasley cada navidad enviaba una prenda fruto de su amor maternal. El apoyo y amor incondicional que Fred y George me habían brindado desde el día en que me conocieron en Grimmauld Place, la manera protectora y paternal que tenían para tratarme ablandó las entrañas.
Draco, el dragón, mi compañero de aventuras, quien incluso ahora, cuando no tenía a nadie ni nada qué poseer, no me había abandonado. Se había quedado a mi lado cuidándome con vehemencia y delicadeza.
Oh, el abuelo Albus, tenía innumerables recuerdos de él cuando yo era niña.
—Abuelo, cepilla muy bien esa alfombra —dije dando órdenes—. Que salga rápido esa mancha.
—Quien tendría que estar fregando esta mancha eres tú, pequeña mimada, porque fue tu perro quien se hizo aquí —dijo con total calma.
—Pero, ¿por qué no utiliza magia? ¿No dices que la magia es para hacer la vida más fácil? —pregunté sentándome en un sillón.
Él levantó una ceja. Dejó de cepillar la alfombra.
— ¿Fueron esas exactamente las palabras que yo te dije? —cuestionó mirándome suspicaz y yo resoplé.
— "May, la magia es algo con lo que debemos tener cuidado si bien nos hace la vida más fácil, deberíamos utilizarla para el bien, para que nuestros amigos sean felices"—suspiré con fastidio.
No sé cómo fui capaz de aprenderme todo aquel pequeño discurso, creo que el abuelo lo repetía mucho porque tenía miedo de que lo olvidara y me convertiría en esa muerta en vida que era ahora. Me hubiera encantado volver a ver al abuelo, tenerlo allí para que me diga: "Tranquila, no pasa nada. Yo lo arreglo", pero ya no estaba más. Incluso él me dijo que estaba lista para vivir sin él y yo le respondí que sí, pero mentí, porque lo necesitaba, lo necesité todos y cada uno de los días desde que se fue.
Y al final, vino a mi cabeza mi Harry. Jamás había querido sacrificar tanto por alguien hasta que llegó a mi vida, era imposible no querer protegerlo y cuidarlo, sólo con mirarlo bastaba para amarlo y querer buscar su bienestar. Cada una de las sonrisas sencillas y amables que daba era como mirar el cielo despejarse. Ahora estaba él allá afuera, no sabía si estaba bien, si se estaba alimentando correctamente, y si me seguía amando como yo lo hacía...
Escuché que me llamaban, interrumpiendo mis pensamientos, corriendo hacia la voz que debía ser el idiota que aparentemente me vigilaba. Sin que me viera salí del jardín prohibido y subí por las escaleras hasta mi cuarto, el idiota se iba a cansar de buscarme.
Cuando llegué a mi habitación, allí estaba Voldemort esperándome.
—Hora de torturar muggles —informó sonriendo.
Pero esta vez había algo diferente. Yo no disfruté de matar a esas personas, cada vez que veía su rostro me asustaba la idea de estar matando a mis propios amigos, o bueno, los que solían serlo.
Ese día, cuando sentí que podía volver a ser yo misma me decidí a hacerlo, por fin saldría del encierro y volvería al lado de Harry Potter, estaba desesperada por un lugar al cual pertenecer y temerosa de que no me aceptara de vuelta.
Esperé a que fuera media noche y que todo el mundo estuviera distraído y que mi guardia estuviera también dormido y salí por la ventana que el estúpido de Voldemort había dejado sin protección creyéndome ya de su lado. Corrí hasta lo profundo de los jardines y llamé a la estirge, aquella que me debía un favor, la que enfrentamos a Draco y yo el día que nos hicimos amigos.
No me pude despedir de Draco porque él se fue a Hogwarts después de recuperarse de su severa queja.
Corrí por mi vida aunque no sabía exactamente a dónde ir, quería con toda el alma ir a Hogwarts pero sabía por lo que había escuchado que los mortífagos la estaban dominando y que Snape era el director.
Al final decidí volver a donde desde un principio debía llegar aquella noche: a la madriguera.
La estirge apareció ante mí en un par de minutos. Su mirada gélida chocó con la mía, pero no había ningún signo de amenaza.
—Llévame a la Madriguera, por favor —pedí.
La bestia se arrodillo invitándome a subir. No viajamos, nos teletransportamos a un campo abierto, pude reconocer la vegetación como el paisaje de la madriguera, muy a la distancia, divisé la casa. Pero la estirge no avanzó ni un metro más, supuse que eso es la más cerca que me llevaría, igualmente estaba a minutos de la casa.
—Te agradezco —le dije a la estirge por el servicio prestado.
Esta simplemente desapareció.
Comencé a avanzar y entendí por qué la estirge no pudo avanzar más, había un muro protector invisible, no lo recordaba. Tuve muchos problemas para atravesar el muro invisible o escudo protector, pero llevaba mi varita conmigo, después de algunos hechizos que pude notar eran más potentes de lo normal, pude atravesar. Había estado lloviznando, así que estaba toda mojada por la tormenta y con escalofríos a causa de la ropa delgada que llevaba, me fui tal y con la ropa que vestía, un simple vestido negro de tela fina.
Por fin, pude arribar las cercanías de la casa, pero apostaba que la orden ya estaba esperando, si es que se encontraban ahí, así que iba avanzando con cautela. Cuando iba a alcanzar la puerta me vi rodeada por muchas varitas amenazantes, no sé exactamente cuántas, no me detuve a contarlas.
— ¡Mi Dios! —exclamó Molly Weasley—. Es ella... —agregó en un hilo de voz.
Ella bajó su varita y casi corre a abrazarme pero Lupin la detuvo con una mano en su brazo.
—Tal vez no es ella, y si lo es, recuerda lo que sabemos —le dijo mirándome amenazante.
—Está bien, tendré compostura —murmuró Molly indignada soltando su agarré.
Lupin me observó con cuidado, escudriñándome el rostro y la ropa, así como mi estado húmedo en general. Yo estaba helada por las frías corrientes de aire y empapada, incluso mis zapatos llenos de lodo y humedad por cruzar el pequeño riachuelo cercano.
— ¿Qué dijo Dumbledore el día que te encontró en el ministerio, el día que murió Sirius? —preguntó.
Adquirí un gesto confuso. Yo ni siquiera estuve allí.
—Yo estuve en casa de Bathilda en el Valle de Goddric, nunca pisé el ministerio el día en que murió Sirius —le respondí con el mentón en alto.
—Es ella. Pero no es confiable. Sabemos todo lo que ha hecho —murmuró Kingsley.
Hacían bien en no confiar, después de todo, es verdad la mayor parte que debieron de haber escuchado.
Extendí mi varita lentamente hacia el frente, ellos se tensaron de inmediato. Los rostros de Fred y George que estaban presentes, parecían contener la respiración, no sabiendo muy bien si me atrevería a atacar, y de ser así, si ellos se atreverían a responder.
Pero yo puse ambas manos sosteniendo sólo la varita en gesto de ofrecimiento, di un salto de fe para probar mis intenciones, les entregaría la varita.
—Tómala —murmuré de mala gana a Lupin—. Dejaré que me desarmen, no la necesito.
Lupin me siguió observando con mucho cuidado pero finalmente tomó la varita.
Aun así, Molly convenció a todos de dejarme entrar al interior de la casa porque estaba empapada y enfermaría.
Al entrar había en la sala un perfecto fuego caliente y un sofá comodísimo, en la mansión donde estaba nunca encendían fuego muggle, siempre era uno verde mágico y sin calidez. Sin pedir permiso me senté en ese mueble y dejé al fuego calentarme, todo el camino había estado helado hasta los huesos y fue algo traumante tener que atravesar aquel río helado de hace un rato, hasta se me hielan las piernas de recordarlo. Afortunadamente sabía un hechizo para secar las ropas puestas, que no tuve problemas al realizar sin varita. Casi podía ronronear de lo cómoda que me encontraba. Lupin, los gemelos, sus padres y todos los demás me veían con recelo.
—Ahora, habla... —exigió Lupin respecto a todo lo que había hecho.
—En realidad, no hay nada que decir, todo lo que han escuchado probablemente es cierto pero no de esa forma, es decir, el día que llevábamos a Harry de Privent Drive hacía acá como deben de recordar, nos intersectaron los mortífagos, entonces Bellatrix me dio en la escoba y caí en picada, cuando llegué al suelo pude parar la escoba y de milagro no morí... aunque lo hubiera preferido —expliqué—. El-que-no-debe-ser-nombrado me mantuvo cautiva...
Fred me interrumpió.
—Tus ropas no lucen como los harapos de los cautivos que tienen —sentenció con desconfianza.
—Me enviaron a la mansión Malfoy, allí me cuido Draco y su madre, hasta que me recuperé de las heridas que causó Bellatrix. Está sobre entendido que Draco me daría lo mejor que le permitirán —continué—. Pero después de unos días Bellatrix y otros mortífagos se turnaban en castigarme hasta que dijera estúpidos secretos que yo ni siquiera sabía, pero un día Voldemort estaba de excelente humor y mandó que... él... él ordenó que trajeran el cadáver de Harry. Potter... —aún me costaba decir aquello incluso.
— ¿Qué? —exclamaron sin creérselo la mayoría.
—No, no está muerto, fue una treta. Es difícil decir lo siguiente... —hice una pausa razonable y continuar—. Cuando mi madre estaba embarazada encontró un collar familiar maldito, conjurado por Voldemort, mi madre era descendiente del abuelo de el-que-no-debe-ser-nombrado, la abuela de mi madre había tenido una hija de Sorvolo Gaunt. Eso hace a mi madre pariente. Pero ella estaba obsesionada con las reliquias familiares de la casa Gaunt y cuando encontró el collar maldito se lo puso en el cuello, poco a poco su cuello comenzó a pudrirse y al final la condujo a la muerte.
Justo como el abuelo Albus, pensé.
— ¿Y qué tiene que ver eso contigo? —preguntó impaciente George.
—Que cuando eso sucedió ella estaba embarazada de mí y yo soy como un maldito ser demoníaco o no lo sé, nadie lo sabe realmente —dije exasperada—. El-que-no-debe-ser-nombrado lo supo y mi abuelo lo sabía, si había emociones muy fuertes yo me convertiría en una bestia horrible sin alma y cuando supe que Harry había muerto eso... eso me termino de matar — rompí en llanto—. Lo siento tanto, tratado de verdad, soporté semanas de tortura pero eso fue lo que me quebró, verlo ahí fue insoportable. Perdónenme todos por favor. Sé que los defraudé y al abuelo —sollocé—. Él hizo lo posible porque esto nunca pasara pero le fallé. Él nunca me lo perdonaría.
Sentí el cálido abrazo de Fred y George.
— ¿Y cómo se supone que te recuperaste de eso? —preguntó Kingsley no muy convencido.
—Tuve a Draco cerca de mí, entre otros sucesos decisivos, como vino, así se fue.
—Muy bien estarás en periodo de prueba —dijo Lupin sacando todo el estrés y tensión—. Me da gusto que estés aquí —murmuró.
Por semanas hacía méritos para ganarme su aprobación y poco a poco lo fui logrando. Pero al cabo de días entendí que para volver a ser yo no solo necesitaba amor, necesitaba a Harry Potter. Y por lo que sabía de los gemelos él, Hermione y Ron están desaparecidos buscando cosas de las que ellos tampoco tenían información exacta. Pero él estaba muy destrozado por mi traición y era casi imposible que me perdonara por haber ayudado al asesino de sus padres.
Un día por la mañana ayudó a Molly con la comida, le dije que era la receta que había aprendido de la sopa especial de Narissa Malfoy. Y ella estaba muy sorprendida de las acciones de Narcissa, no imaginó que ella fuera a cuidarme de ese modo. Pero después de todo, Draco había trabajado con sus padres. Él me contó esporádicamente que le había pedido a sus padres que no se involucrarían más en el bando de Voldemort, que se quedarían neutrales. Pero era un poco tarde, Voldemort ya se había apoderado de la mansión Malfoy y gastaba a su gusto la riqueza Malfoy. Sin embargo, su padre pudo mantenerse fuera de las misiones que Voldemort daba a sus mortífagos, la única razón por la que fue a Azkaban fue por asociarse directamente con Voldemort y financiarlo, pero para ese punto la familia Malfoy estaba muy asustada como para huir. Por lo cual, Draco fue forzado a tomar la Marca y sabemos el resto de la historia.
Lupin entró desesperado por la puerta de la cocina, parecía conmocionado.
—Harry Potter está en Hogwarts y han echado a los mortífagos, la orden debe ir hacia allá.
¡Lucha!
Por todos lados había confusión e histeria, me horrorizaba ver a Hogwarts cercada por magia oscura, con dementores por todos lados, la amada escuela de mi abuelo estaba sitiada por enemigos que esperaban derrumbar hasta la última piedra y prenderla en fuego maldito en su búsqueda incansable de atrapar a Harry. Yo iba junto a Fred y George, a quienes apenas podía mantenerme unida por tanta gente agitándose.
Me mantuve alerta mirando hacia todos lados, pendiente de algún peligro inminente, allí lo vi. En dirección a las escaleras de Hogwarts estaba él junto a Luna Lovegood, quien destacaba por su cabello platinado. Conversaba con Luna de algún tema importante, pues parecían concentrados. Lo vi pasar la mirada por el gentío y ahí me encontró con sus ojos en los míos. Él se quedó inmóvil al mirarme, fueron unos segundos que parecieron ralentizar al mundo entero. Al salir de su estupefacción caminó hacia nosotros con prisa y furia.
— ¿Qué... qué hace aquí? —preguntó Harry con un tono a la defensiva mientras me escudriñaba todo el rostro como esperando encontrar algún rastro de que era una impostora bajo una poción multijugos o alguna otra explicación burda como esa.
Obviamente Harry centró su mirada en las líneas negras que se extendían a lo largo de mis mejillas, pero no expresó nada al respecto. Fred pasó un brazo sobre mis hombros protectoramente.
—Ella ha vuelto Harry, perdonar y olvidar —dijo Fred.
Harry puso un rostro herido, había rencor en su mirada.
—Yo no perdono a los traidores, no tiene nada qué hacer aquí —agregó con desdén.
Se alejó de allí sin volver a mirarme más, los gemelos sólo me dieron una mirada de pena ante mi cara herida.
—Se le pasará, ya lo verás, para todos fue... difícil —se animó a decirme George.
Asentí sin mucho convencimiento.
A lo lejos vi a Draco y no dudé, me acerqué a él casi corriendo a paso veloz, se encontraba con el resto de su casa que estaba parada en medio de la movilización.
— ¡Draco! —grité para que volteara y cuando lo hizo sonrió grande.
Él se giró a verme con un rostro incrédulo. Como si no se creyera que estaba ahí. Era natural, había dejado un monstruo la última vez que me vio.
Me lancé en un abrazo profundo que no sabía cuánto necesitaba.
—Tienes que irte a casa Draco, probablemente...
— ¡May! —exclamó la voz de Theo a mis espaldas.
También me dio un abrazo al que se unió Zabini. Pude ver a Pansy con un gesto de satisfacción, acompañada de Crabbe y Goyle.
Nuestro encuentro fue interrumpido por una voz horrenda que reconocí al instante. Parecía sonar en las mentes de todos.
—Sé que se están preparando para luchar —hubo gritos entre los estudiantes; algunos de ellos se agarraron a otros, mirando alrededor aterrados en búsqueda de la fuente del sonido—. Sus esfuerzos son inútiles. No pueden luchar contra mí. Entréguenme a Harry Potter... —dijo la voz de Voldemort—, y no se les hará daño. Entréguenme a Harry Potter y dejaré la escuela intacta.
El silencio se los tragó de nuevo. Cada cabeza se giró, cada ojo de la habitación pareció posarse en Harry. Entonces, una figura se levantó de la mesa de Slytherin, era Millicent Bulstrode.
— ¡Pero está allí! Potter está allí. ¡Que alguien lo sujete!
Antes de que Harry pudiera hablar, hubo un movimiento generalizado. La primera en ponerse frente a Harry para evitar que alguien se le ocurriera tocarlo fue Ginny Weasley -obviamente-, a ella le siguieron el resto de los Gryffindor y se enfrentaban a los Slytherin, no a Harry. Entonces los Hufflepuff se levantaron, y casi al mismo tiempo los Ravenclaw, todos con la espalda hacia Harry, todos mirando a hacía Millicent y por ente a nosotros también.
Salieron varitas de todas partes, sacadas de debajo de las capas y de las mangas apuntando hacia Slytherin.
Tomé a Draco de la manga de su túnica y nos puse frente a los Slytherin. Draco no se resistió, él sabía de qué se trataba y ya había decidido.
—Soy May Dumbledore. Tal vez me recuerden, Slytherin es mi casa también —me dije casi para mí misma—, pero Hogwarts es mi hogar. Slytherin es también parte de Hogwarts. Y las cuatro casas deben estar unidas. Voldemort es un mentiroso, nada lo detiene, ni si quiera la bandera verde de una casa, entra por la fuerza y toma lo que quiere.
Miré a Draco invitándolo a seguir.
—Nunca oculté mi desdén por la sangre sucia, ni que detestaba a Harry Potter. Mi familia ha sido sangre pura por generaciones y estuve orgulloso de ello —explicó—, pero hoy entiendo que no podemos vivir con el miedo, sublevados a las órdenes de... de Voldemort, incluso, entregarle a Harry Potter, por miedo, nos haría peor que las ratas, y nuestro orgullo Slytherin es mejor que eso —terminó simplemente como él.
—Luchen hoy, Slytherin. Para que sobreviva Hogwarts mañana —les rogué.
Nadie respondió nada, todos ellos parecían indiferentes ante la marcha fúnebre que se cernía sobre nosotros.
—Gracias, señorita Bulstrode —dijo la Profesora McGonagall con voz cortante intercediendo—. Irán a las mazmorras junto a sus compañeros de casa. Y a los niños menores los evacuaremos.
Draco se giró hacia mí.
—May, yo también me iré —me dijo mientras se acercaba a mí.
Lo miré traicionada.
—Lo siento, me da tanto gusto que estés aquí. Pero tengo que irme, mi lado está con mi madre y tengo que defenderla, la buscaré y la pondré a salvo, entonces volveré para luchar a tu lado—me dio un corto beso en la mejilla y se marchó.
Se alejó junto con su casa sin darme tiempo de responderle nada. Miré a Harry pero él ya me miraba, había decepción en su cara mezclada con tristeza. Quería decirle de todo, pero no era el momento, había asuntos más importantes esperando.
Entre la multitud asimilé los rostros de Hermione y Ron. Les llamé esperando que no me escupieran en la cara.
— ¡Ron! ¡Hermione! —grité.
Ellos voltearon en mi dirección y se quedaron congelados. Al salir de su estupefacción corrieron hacia mí.
—Estas aquí, ¿cómo? —preguntó Hermione con reservas.
—Es una historia muy larga pero estoy aquí para luchar por Hogwarts —dije segura con una repentina valentía— ¿Qué es lo que sabe Potter? Tengo que hablar con él y explicárselo todo.
A ambos se les puso pálido el rostro.
—May... Harry sale con Ginny, la hermana de Ron, desde hace unos meses—me explicó Hermione.
Durante mi estancia en la madriguera, sabía que me estaban ocultando algo. Era esto.
— ¿Pero por qué...? —murmuré dejando escapar el aire.
—Lo siento —dijo Hermione echando una mirada cautelosa a Ron—, pero ella no se apartaba de su lado cuando desapareciste, fue muy duro para Harry asimilar que nos traicionaste.
Negué frenéticamente.
—Hice cosas horribles, pero jamás —repetí—, jamás traicioné a Harry Potter, me hubiera cortado la lengua a mí misma antes que decir una palabra sobre él.
Ambos me miraron sombríos.
—Eso puede ser verdad, pero Harry tiene otra historia. Desapareciste en medio de la cruzada, nadie supo entonces quién había pasado la información ese día. Se pensó entonces que fuiste tú —agregó con vergüenza Ron—, ese día Harry perdió a Hedwig, también perdimos a Moody, Harry no pudo perdonarte después de eso.
Mientras estuve cautiva sólo pensaba en una sola cosa y era volver a Harry, mientras tanto él estuvo ocupado besándose a la hermana de los Weasley y odiándome.
—Claro, a mí me captura Voldemort por meses, me torturara por semanas y él se divierte de lo lindo con Ginny Weasley... y yo soy la mortifaga más malvada.
—Pero eso Harry no lo sabe, aquí llegaron noticias que eras aliada de Voldemort, ¿entiendes? –replicó Ron—. Búscalo.
—Pero tu hermana...
Ron sonrió con tristeza.
—Su amor siempre ha estado contigo, incluso diciendo lo contrario. Dice tu nombre mientras duerme y está melancólico todo el tiempo, extrañando un fantasma que ni siquiera sabía si volvería a ver. Además, no se quitaba para nada esa horrible bufanda roja que le enviaste en navidad —agregó con una mueca desaprobatoria—. Ahora largo que tenemos cosas que hacer —dijo Ron empujándome.
Asentí comprendiendo. Yo no tenía la culpa de lo que estaba pasando, pero Harry tampoco, él sólo tomó las piezas de corazón que le quedaban para poder seguir adelante como le fuera posible.
Me uní a Mcgonagall. Voldemort me había dado un regalo a punta de maldiciones e iba a aprovecharlo lo mejor posible.
— ¿Qué estuvo pasando aquí durante este año? —pregunté, en la escuela había un deje terrible de oscuridad que me dejaba con mal sabor.
Mcgonagall me miró pesar, casi con vergüenza.
—Después de la muerte del profesor Dumbledore, los demás profesores no pudimos hacer demasiado —admitió—, poco después de que tú desaparecieras, Harry fue llamado Indeseable número uno y a partir de ahí inició una batalla en la que vencieron los mortifagos. Aquí Snape tomó el control total de la escuela, pero nunca lo veíamos, sólo a los hermanos Carroll quienes mantenían a los estudiantes tan oprimidos como Umbridge. Hogwarts entonces se volvió un lugar peligroso.
Me encogió el corazón escuchar eso. Hogwarts siempre fue un lugar seguro, el abuelo Dumbledore dedicó su vida a ello, para que fuera el hogar y refugio de los corazones afligidos y cansados.
Ayudé con algunos encantamientos protectores, aunque lo mío eran más bien los maleficios. Logré poner un seto protector alrededor de Hogwarts, aunque traspasaran el domo protector que Mcgonagall había colocado, no podrían traspasar fácilmente a las criaturas demoníacas, a quienes controlaba extraordinariamente bien, había tomado la extracurricular de Demonios Necofragos y ahora entendía por qué había sido sobresaliente en prácticas.
—Escolta a los chicos menores por los portales, se acaba el tiempo y tienen que estar a salvo —me pidió McGonagall.
Asentí a su orden y fui a ello de inmediato. Los encontré en las mazmorras junto a los Slytherin que se preparaban para partir.
—Formen filas, tenemos que irnos de inmediato —les dije a los niños que estaban bastante asustados.
Uno pequeño, cabello castaño y cara redonda se puso frente a mí.
—No me voy a ir de Hogwarts, nos necesita, a todos —me dijo planteándose bravío.
Me mordí el labio para no sonreír.
—Entonces ayúdame —le acaricié el cabello—. Ayúdame a evacuar a tus compañeros de casa.
Él asintió seriamente como si le hubiera dado como tarea enfrentarse a Voldemort él sólo. Una vez que hubo salido la mayor parte de los chicos, me dirigí al chico.
—Hora de marcharse —le dije.
Él negó tratando de disuadirme.
—Ya hiciste todo lo que podías por Hogwarts, le toca a tus mayores y tus maestros ahora —murmuré—. Todo saldrá bien, nos vemos el próximo año —le empujé por el portal sin dejarlo responder, era hora de pagarles a los niños pequeños la valentía de permanecer en Hogwarts incluso cuando no había quién les protegiera de los mortífagos.
Salí a la explanada nuevamente a vigilar la única entrada al castillo, una vez que bloquearon las demás, iba llegando el tío Aberforth.
—May... —me reconoció.
—Tío Abeforth —le saludé.
Y eso fue todo.
Nunca tuvimos una gran relación, él y el abuelo nunca se llevaron bien y yo tampoco lo frecuenté, nunca fui buena formando vínculos familiares. Él se perdió entre la multitud de aliados que se agrupaban.
Entonces, vino el primer y segundo impacto, podía ver la desesperación en el rostro de mis aliados ante el inminente peligro, sin embargo, yo me sentía calmada. Al tercer impacto las barreras por fin cedieron y los mortífagos cayeron sobre nosotros como un aguacero de nubes negras. Pude reconocer varios rostros de mi permanencia en Riddle Manor, los que disfruté bastante mandando a saludar a sus madres al otro mundo.
—No veía esas defensas desde que miré a Dumbledore luchar en el ministerio —me gritó Neville que estaba ahogándose entre tantas sobras negras a su alrededor.
—El Profesor Dumbledore —le corregí—. Es cosa de familia —le dije orgullosa mientras le ayudaba a despejar la zona.
Harry bajó por las escaleras muy agitado pero comenzó a hacerse paso entre la batalla, parecía tener un objetivo a dónde llegar. Trate de darle espacio para que pudiera pasar pero me topé cara a cara con Alecto Carrow. Lo recordaba de mis pesadillas, era uno de los mortífagos con la sangre más fría que había conocido, me había dado las peores noches y mis pesadillas más grandes, aún me daban escalofríos de recordar las agonizantes torturas que había recibido de él.
Él sonrió ampliamente cuando me vio y parecía querer ronronear de complacencia.
—May Dumbledore... —acarició mi nombre con repugnancia—. Teníamos una cita pendiente. Me dejaste plantado en nuestra última sesión de aprendizaje.
Me bloqueé, era un sentimiento raro. Me sentí en la mansión, atrapada y asustada. No pude responder y Alecto atacó. Crusiatus una y otra vez, sentí que llevaba horas tirada en el suelo retorciéndome, me sentí en las baldosas heladas de Riddle Manor, sudor frío se extendió por mi frente.
Como una brisa fresca, el dolor se detuvo, me quedé ahí agotada en el suelo esperando por fin descanso. Pero tuve que incorporarme al ver a Harry reducir a Alecto. Me estremecí al verlo, Harry había usado Sectusempra, Alecto estaba hecho -literalmente- jirones, tiras y tiras de tejido en un charco de sangre que se iba extendiendo. Harry aún temblaba de furia mientras miraba su obra.
—No te volverá a tocar —me dijo simplemente para seguir su camino después.
Aunque los amigos eran muchos, pero los enemigos los eran más. Entre todos destacaba uno, una oscuridad se cernía entre nosotros. Pude ver un demonio viniendo, lo reconocí como uno de clase alta, solamente un mago avanzado podía invocar una bestia como aquella. Incluso parecía darles algo de problemas porque de vez en cuando devoraba a algún insulso que se topaba alrededor de sus propias filas. Sería un gran problema si lograba entrar en nuestras filas.
Las fuerzas amigas se replegaron intimidados ante este ser, muy pocos magos eran capaces de enfrentarse, ese tipo de magia no era común, era más bien un tabú. La bestia observó al frente y se dio prisa para llegar a nosotros ávido de un bocadillo. La entrada principal estaba siendo despejada para agruparse y tratar de contener. Pero todos los rostros tenían miradas inciertas al no saber cómo accionar ante este demonio horrendo.
Me adelanté, más por instinto que por inteligencia. Salí de entre la multitud y me posicioné frente a la criatura, quien me miró como mirarías a una hormiga. Había un aura grotesca alrededor de este ser pero me planté en mi lugar.
— ¡Tú no entrarás en Hogwarts! —le dije apuntándole con mi varita.
Él sólo me miró, si podría llamar a eso una mirada, no tenía nada que ver con la mirada humana a la que estaba acostumbrada, una que me heló la sangre. Era una bestia de seis metros con la piel blanquecina y ojos en todas partes mientras supuraba de otros orificios.
De entre la multitud salió George a trompicones.
— ¿Estás demente? ¿Quieres que te maten pequeña estúpida? —me dijo con dureza dando un aire paternal mientras trataba de jalarme a salvo.
La criatura hizo algo semejante a una risa.
—Estaré bien, vuelve al grupo —le respondí sin perder de vista al demonio.
Fred no se movió de su lugar. Pero a él se unió Harry también saliendo de la multitud con desesperación.
— ¿Buscas morir, tonta? Deja que la orden se haga cargo, ve adentro —siseó luchando con las ganas de jalarme él mismo hacia el interior del castillo.
Le miré de pies a cabeza, barriéndolo con la mirada, ningún hombre, Harry o cualquiera, me diría qué hacer o cómo luchar.
—Mejor que los hombres vuelvan al castillo —le recriminé.
La bestia que se había mantenido en su lugar, al ver la distracción avanzó unos metros. Me giré hacia ella.
—Dije que no entrarás —grité con furia—. ¡Retírate!
La bestia pareció estática en su lugar. No podría describir la sensación, incluso podría estar imaginándomelo todo por el estrés de la batalla, pero sentía que yo podía enfrentar a la criatura demoníaca.
—May... —rogó Harry por lo bajo—. Por favor.
Le eché una última mirada.
—Nadie tiene experiencia en control de demonios, y alguien tiene que detenerla —le expliqué ante su mirada de desesperación—. Confía en mí, sólo por esta vez. Termina tu trabajo.
Harry y George me observaron con un gesto lastimero y se dieron la vuelta para dejarme enfrentar a la bestia.
La criatura reía desde su lugar pero no se movía.
— ¡Este no es tu sitio! —le grité—. ¡Retírate!
Mi varita, una perfectamente normal varita, accionó sola como si la simple determinación de mi interior fuera suficiente para ella. Una luz azul brillante chocó contra la criatura envolviéndola, era tan potente el poder que apenas podía con tanta magia emanando de la varita. Finalmente la criatura se esfumó en el aire.
Me quedé allí, casi balanceándome sobre mí misma por el descontrol que sentía sobre mi cuerpo, me fui de rodillas ante mis piernas de gelatina.
Harry volvió a su posición inalcanzable y volvió adentro. George me ayudó a ponerme en pie.
De un momento a otro los mortífagos salieron de Hogwarts. Entonces la horrorosa voz de Voldemort resonó en las paredes y nuestras cabezas.
—Les dejaré llorar a sus muertos con dignidad —rugió—. No tiene que morir nadie más, sólo entreguen a Harry Potter, lo estaré esperando, en el bosque a la media noche, sólo tiene que morir Harry Potter.
Una presión se instaló en mi corazón, Harry era lo suficientemente noble y tonto como para presentarse a morir. Lo busqué entre la multitud desesperadamente. Pero a quien me encontré fue a la familia Weasley casi queriendo que la tierra les tragara. Tendido, entre otros, estaba Fred, con los ojos cerrados, tranquilo, como si estuviera durmiendo. A su lado, George lloraba sin consuelo.
Me acerqué para verlo bien, su rostro tenía magulladuras y tenía heridas por todos lados, con ropa desgarrada. Me arrodillé a su lado sin palabras, tomé la mano de George, pero él se lanzó a mis brazos.
—Se fue, May —me dijo en un sollozo.
Le acaricié la espalda en un abrazo.
—Nunca se van, George —le consolé entre sollozos también.
George no paraba de llorar.
—Se fue Fred, May —repetía.
—Lo sé.
George estaba totalmente destrozado llorando en mis brazos, lo único que pude hacer fue acunarlo y dejarle sacar todo lo que pudiera, pero su llanto no aminoraba, e incluso comenzaba a empaparme sus lágrimas. Yo también sollozaba en silencio, el dolor de George me rompía. Comencé a acariciar su espalda para tranquilizarlo.
—Dicen que cantas, May —me dijo George entre los sollozos al rato.
Le hice un sonido con la garganta de afirmación.
—Canta algo, por favor.
No tuve que esperar que me animara a hacerlo en apenas un susurro.
Close your eyes
Have no fear
The monster's gone
He's on the run and your daddy's here
Beautiful, beautiful, beautiful boy
El llanto de George aminoró mientras su agarre se aferraba más a mí alrededor, estábamos ahí, en el suelo como una bolita de amor.
Every day in every way, it's getting better and better
Beautiful, beautiful, beautiful
Beautiful boy
Beautiful, beautiful, beautiful
Beautiful boy
Out on the ocean sailing away
I can hardly wait
To see you come of age
But I guess we'll both just have to be patient
'Cause it's a long way to go
A hard row to hoe
Yes, it's a long way to go
But in the meantime
Before you cross the street
Take my hand
Life is what happens to you while you're busy making other plans
Beautiful, beautiful, beautiful
Beautiful boy
George comenzaba a recuperarse, aun así no lo dejé, seguía aferrado a mí y supuse que necesitaba más tiempo. Pero tenía la preocupación de encontrar a Harry, sabía que era lo demasiado estúpido como para entregarse. Levanté la vista escaneando el lugar en busca de él, estaba cerca en realidad bastante cerca, al lado de una estatua con Hermione y Ron que le hablaban pero él estaba mirando hacia mí. Tenía un rostro magullado y lleno de ceniza que me observaba con atención, se veía cansado y frágil, con un manto de oscuridad en su rostro.
Una vez que George pudo separarse, fui en busca de Harry. Él ya me estaba esperando y se apartó a un lugar al lado de las escaleras.
Me observó con un semblante lamentable tras una capa de ceniza en los ojos.
—Lo preguntaré una vez —me dijo—, lo que sea que me respondas lo creeré, no importa qué explicación tengas, lo creeré, porque eres tú —podía detectar la urgencia y ansiedad en su voz.
Asentí sin saber qué responder.
— ¿Nos traicionaste?
En sus ojos pude ver el anhelo, la esperanza de que le respondiera lo que quería escuchar para poder recobrar la paz.
—Harry, si te traiciono a ti, me traiciono a mí misma —le respondí suavemente—. No hubo nadie antes de ti ni habrá nadie más después. El abuelo Dumbledore te amaba como a un hijo y yo, su nieta, no podría traicionar ese amor amándote menos, a ti y a Hogwarts.
No resistí el impulso y acaricié su mejilla limpiándole la herida que tenía en el rostro.
—No importa qué —le aseguré—. Me quedaré a tu lado, como lo necesites, incluso si sólo es como una vieja amiga.
Los ojos de Harry tomaron un toque de tristeza. Se acercó lentamente como lo que me parecieron años y se ocultó en mi cuello mientras me rodeaba con sus brazos suavemente. La sensación podría compararse a estar todo el día ocupado sin parar y finalmente llegar a casa.
—Te amo —admitió—, es una palabra pequeña, pero puedo comenzar con eso.
Le di un pequeño beso en la frente. Él se enderezó, era unos diez centímetros más alto que yo.
—Me preguntaba, ¿qué son esas marcas que tienes en el rostro? —preguntó trazando las líneas con su pulgar.
Me encogí de hombros.
—No lo sé, sólo aparecieron.
Él miró cada centímetro de mi cara, como esperando quedarse con la imagen grabada en su mente.
—Ya es hora —dijo separándose de mí.
— ¿Qué es lo que vas a hacer? —le pregunté sin soltarlo de la chaqueta como si la vida se me fuera en ello, con miedo de que planeara entregarse.
Me sonrió, aunque la sonrisa decayó.
—No te preocupes, tengo un plan —me dijo con poco nivel de convencimiento—, te veo más tarde.
Me dio un último abrazo. Lo vi alejarse entre la gente y perdiéndose. Cuando quise reincorporarme a la multitud, pude ver a Ginny, observándome, probablemente consciente de todo lo que había sucedido los últimos minutos, me calzó amargo, pero no me sentí culpable. Todos queríamos un pedazo de Harry, era imposible no amar su humildad, valentía, dulzura y honorabilidad, bueno, al menos casi todo el tiempo. Esta vez no esperaría a mi suerte, lo tomaría porque le quería.
Me acerqué de nuevo a George, quien seguía al lado del cuerpo de Fred. George sólo estaba ahí con los ojos cerrados, perdido en sus pensamientos. Le rodeé con un brazo y recargué mi cabeza en él. Mis ojos también estaban aguados pero no lloraba, no podía.
—Fred nunca perdió la esperanza... —me dijo unos segundos después.
— ¿Qué?
—Nunca perdió la esperanza de que tú regresaras —me respondió explicándome—. Él defendió tu honor hasta el final.
Me miró con esos dos grandes ojos que eran iguales a los de su hermano. Sofoqué un sollozo y volví a recargarme en él sin saber qué decir.
Pasaron un par de horas hasta que se armó una pequeña conmoción entre la gente en el castillo. Un patronus corpóreo en forma de venado con astas atravesaba el salón y las personas hasta llegar frente a mí. Yo sabía cómo era el patronus de Harry, nos lo había mostrado a todos en las clases del ED, pero pude confirmarlo cuando el mensaje de voz que traía el Patronus comenzó a resonar fuerte en el eco. Mi corazón se encogió y un peso cayó sobre mi pecho.
—May... —la voz temblorosa de Harry se escuchó en el gran salón—. Te amo, te amo tanto —se escuchó una risa sofocada en su garganta—. Te adoro tanto que me duele el pecho. Debo confesar que cuando te vi llegar, ahí parada en medio del salón con tu ceño fruncido y la forma ruda que tienes de hablar, quise... quise por un segundo tomarte de la mano y sacarte de ahí, llevarte lejos y esconderte en Grimmauld Place donde nadie pudiera hacerte daño.
Sentía que el suelo en el que estaba parada temblaba, me aferré a George para no perder el equilibrio. Harry estaba despidiéndose.
—Dejé mi mente volar un segundo y nos vi reformando la casa que me heredó mi padrino, con nuestros amigos visitándonos y a ti tomando mi mano. Siento no poder cumplirlo, pero... —la voz de Harry tembló—, estoy haciendo esto para que puedas estar a salvo... yo confío en que estarás bien, hay muchas personas que te aman y te cuidarán por mí, los Weasley, Hermione, la Orden, los amigos de tu abuelo y las serpientes de dudosa reputación —rió con pena—. Siempre deseé darte una familia y encontrar una familia en ti, sin embargo, sé que tú la vas a tener, porque llevas felicidad y amor a donde quiera que vas. Pudiste ver la bondad en Malfoy, incluso —añadió con tono agrio—. Yo sólo quise despedirme, cuando escuches éste mensaje yo estaré ya frente a Voldemort —su voz se cortó un segundo—. Te amo como a mi vida, siempre he sido tuyo, adiós, May.
Al ver el rostro horrorizado de todos pude entender que ellos habían escuchado lo mismo que yo, Harry había ido al bosque a sacrificarse. Me movilicé, aún podía haber tiempo, tal vez aún podíamos impedir que Harry hiciera una estupidez, no tenía nada más que aferrarme que a eso.
Pero un revuelo en la entrada del castillo me hizo reaccionar, salí también a toda prisa a trompicones junto a George. Escuché gritos.
— ¡Vienen marchando hacia acá! —anunció Neville con voz en cuello.
Todos salimos al exterior esperando ver algo. Al poco rato, hubo una conmoción cuando alcanzamos a ver las cabezas que se asomaban en la distancia.
— ¡No, no, no! —las voces de Ron y Hermione fueron peores que la de McGonagall.
Hagrid traía en brazos el cuerpo inerte de Harry. La multitud lanzó gritos ahogados. Yo no dije nada, el aire se había escapado de mi cuerpo. Mis rodillas temblaron perdiendo la fuerza, haciéndome caer. George, a mi lado, me sujetó. No otra vez, por favor.
— ¿Estás bien? —me preguntó George al verme ahí pasmada.
Negué sin aire en los pulmones y luchando contra mí misma para mantenerme cuerda y no volver a caer en el juego del demonio interior que tenía. Me agarré a las ropas de George desesperada sin poder respirar. Él me abrazó.
—Mírame, May.
Levanté la mirada, eran dos ojos marrones que me miraban con preocupación y tibieza.
—Las manchas oscuras en tu rostro, comienzan a temblar en la piel —dijo con un ceño fruncido y asustado.
Comencé a volver a respirar con dificultad y traté de lanzar hacia atrás de mi mente todo, sólo me concentré en respirar.
— ¡Silencio! —gritó Voldemort. Se oyó un golpe y un destello de luz—. ¡Se acabó! ¡Déjalo, Hagrid, a mis pies, donde debe estar!
Hagrid puso el cuerpo de Harry cerca de los pies de Voldemort. Mis entrañas crujían de rabia pero me seguía aferrando a la realidad. Tomé la rabia y el dolor como mi ancla para no irme de nuevo.
— ¡Potter está muerto! Lo entienden ahora, ¿verdad, ilusos? ¡No era nada, nunca lo fue, más que un niño que confiaba en que los demás se sacrificaran por él!
— ¡Se enfrentó a ti! Se presentó a enfrentarte —gritó Ron.
El hechizo del miedo se rompió, y los defensores de Hogwarts gritaron y chillaron de nuevo hasta que una segunda y más poderosa explosión extinguió sus voces una vez más.
—Murió mientras intentaba salir a hurtadillas de los terrenos del castillo —dijo Voldemort—. Aquí somos todos testigos. Muerto mientras intentaba salvarse a sí mismo.
Me incorporé con dificultad.
—Eres una basura mentirosa, quisieras poder tener en todo el cuerpo un poco de lo que es Harry Potter en un sólo dedo—le escupí al suelo en señal de mal augurio.
Voldemort se disponía a decir algo pero se interrumpió, se escuchó un gritó, un destello de luz, y un gruñido de dolor. Alguien se había liberado de la multitud y cargaba hacia Voldemort.
— ¿Y quién es este? —preguntó en un suave siseo—. ¿Quién se ha ofrecido voluntario para demostrar lo que ocurre a los que continúan luchando cuando la batalla está perdida?
Bellatrix soltó una risa deleitada.
— ¡Es Neville Longbottom, mi Señor! El chico que ha estado dando a los Carrow tantos problemas. El hijo de los Aurores, ¿recuerda?
—Ah, sí, recuerdo —dijo Voldemort, bajando la mirada hacia Neville, que estaba luchando por volver a ponerse en pie, desarmado y desprotegido, de pie en la tierra de nadie entre los supervivientes y los mortífagos—. Pero eres un pura sangre, ¿verdad, mi valiente muchacho? —preguntó Voldemort a Neville, que le enfrentaba con las manos vacías, cerrados los puños.
— ¿Y qué si lo soy? —dijo Neville ruidosamente.
—Muestras espíritu y valor, y provienes de un linaje noble. Serás un mortífago de gran valor. Necesitamos gente como tú, Neville Longbottom.
—Me uniré a ti cundo el infierno se congele —dijo Neville—. ¡Ejército de Dumbledore! —gritó en referencia a aquel antiguo grupo de estudiantes rebeldes ante la opresión de Umbridge, aquel pequeño grupo que Harry había formado. Los demás corearon aquello último.
Hubo vítores en respuesta entre la multitud, a la que los Encantamientos Silenciadores de Voldemort ya no eran capaces de contener.
—Si esa es tu decisión, Longbottom, volveremos al plan original. Allá... —dijo tranquilamente Voldemort ondeaba su varita.
Segundos después, saliendo de una de las ventanas del castillo, algo que parecía un pájaro deforme voló a través de las ventanas y en la luz tenue y aterrizó en la mano de Voldemort. Este cogió el enmohecido objeto por el extremo y lo sacudió, era el Sombrero Seleccionador. Rechiné los dientes, que hiciera aquello era como una bofetada en el rostro, me había formateado la mente el simple hecho de verlo tomar de esa forma tan desvergonzada y sin honor al Sombrero Seleccionador de Hogwarts.
—No habrá más Sombrero Seleccionador en la Escuela Hogwarts —dijo Voldemort—. No habrá más Casas. El emblema, escudo y colores del nombre de mi ancestro, Salazar Slytherin, servirá a todo el mundo, ¿verdad, Neville Longbotton?
Eso me devolvió el habla, la furia calentó mi cuerpo y me opuse a quedarme callada, ya era hora de que alguien pusiera en su lugar a este monstruo. Aprovechando mi renovada valentía hablé, con todo el dolor y el infierno que ardía en mi lengua.
— ¿Con qué autoridad? —grité dando unos pasos al frente—, no eres más que un mestizo, ¿o me equivoco? Ya es hora de que conozcas tu lugar, Tom Riddle —dije escupiendo cada palabra—. No tienes ningún respeto por Hogwarts ni por lo que representa cada una de sus casas. No puedes imponerte en Hogwarts, Albus Dumbledore lo entendía. Hogwarts no te aceptará de regreso, porque dejaste de ser digno de pisar nuestras tierras.
Hubo chillidos asustados, lo había provocado, lo sabía. Voldemort contrajo el rostro pero lo relajó de inmediato.
—No tiene sentido nada de lo que dices, niña estúpida —reaccionó a mis palabras—. Yo conquistaré la escuela y me levantaré sobre ella, no habrá poder que se me resista.
Yo me reí con amargura, casi era una risa con gracia y burla, incluso me recordó la risa lunática de Bellatrix.
—Ni siquiera lo entiendes, ¿verdad? —cuestioné entre risas que se convirtieron en cólera—. Vienes aquí, destruyendo todo a tu paso, dañando años y años de historia mágica que descansaban sobre los hombros de Hogwarts y tú... tú... —la rabia no me dejaba hablar—, tú no tienes ni una maldita idea de Hogwarts, ¿qué diablos hiciste mientras estudiaste aquí? —le siseé de una forma que hizo que Voldemort me mirara con curiosidad—. Hogwarts no se conquista, no es una estúpida escuela muggle que puedes tomar. Cada ladrillo, cada piedra, cada puerta y pieza de herrería está impregnado hasta su último átomo de magia, la escuela tiene vida por sí misma, no es un objeto inanimado, Hogwarts escucha, siente y ama.
Voldemort tenía una expresión en blanco, como si le estuviera revelando un gran secreto. Yo continué sin poder detenerme.
—Cada pasillo de este castillo, pasadizo, salón y aula están llenos de una magia ancestral y antigua heredada de los cuatro fundadores —le expliqué—. La escuela se defenderá, sin importar qué. No eres digno, desde el momento en el que quebraste el primer cristal, la escuela te rechazó.
Voldemort camino de un lado a otro frente a su ejército de oscuridad, con esa mirada afilada suya.
—No dices más que tonterías, la última vez que te vi estabas ocupada arrastrándote por tu vida y asesinando a otros para sobrevivir tú. Se esperaría que la nieta de Albus Dumbledore fuera mejor que eso—dijo lanzando una estrepitosa carcajada.
Me estremecieron sus palabras.
—Sí, así es —asentí—, pero si no mal recuerdo fue porque tú me torturaste por semanas, porque me engañaste enseñándome el cuerpo de Harry Potter muerto. Así que, ¿cómo saber que éste es real? —lo desafié.
— ¿Por qué no lo compruebas tú misma y vienes a verlo?
— ¿Y caer en una trampa? Sé que quieres asesinarme tanto como a Harry —le grité—. Hogwarts ha resistido al embate de los tiempos e incluso hoy en su día más negro persistirá. ¡Hoy es día de lucha, por nuestros hermanos de Hogwarts, por los caídos, nuestros profesores y por nuestras vidas!
Hubo gritos de todos lados, gritos con sed de justicia y venganza.
— ¡Ejército de Dumbledore! —coreó Neville nuevamente.
El silenció se volvió a hacer, sólo se escuchaba el ruido de un grupo en marcha, un agrupamiento vestido de color verde emergía del castillo por un costado de la multitud que formábamos. Era la casa Slytherin. Draco iba al frente. Podía ver que no era el total de alumnos mayores, pero era un gran número. Estaban incluso las gemelas Carrow.
—Allí está el señor Malfoy, venga a su lado muchacho —dijo Voldemort—. Nos ha prestado un buen servicio, fue uno de los encargados de la muerte de Albus Dumbledore, ¿lo sabía, señorita Dumbledore?
Yo no cambié mi cara.
—Draco, ven, ahora —siseaba su padre.
Draco se adelantó un paso pero se detuvo inerte sin poder moverse, se volvió a mirarme, después volteó hacia su madre y puso un gesto lastimero.
—Lo siento, madre, hoy tengo que hacer lo correcto, no importa cómo resulte o a dónde me lleve. Este es el lado correcto y es donde estaré yo. Ya no... Ya no voy a ser un cobarde.
— ¡La casa Slytherin ha hablado! —grito Zabini al costado de Draco—. Y hemos decidido que no seremos tratados como unos tontos sin opciones ni cerebro para pensar.
Theo a su lado se aferró a la mano de Zabini, un gesto que no pasó inadvertido.
— Somos la casa superior de Hogwarts, ¿por qué habríamos de escondernos cuando la escuela se cae a pedazos? —continuó Zabini—. ¡Esta también es nuestra escuela! ¡Y hoy peleamos por nosotros!
El furor se extendió por nuestro lado, estos chicos tenían familias en las líneas enemigas, y habían decidido pelear contra su propia sangre por Hogwarts. Yo me moví a su lado, esa era mi casa.
—Conmovedor —gruño Voldemort—, serán los primeros en morir.
De repente el grito de Draco hizo que nos alertáramos del bulto que pasaba corriendo hasta nuestro lado.
— ¡Potter! —le llamó Draco.
Harry corría hacia nosotros cuando Draco le lanzó su propia varita quedando él desarmado. Voldemort estaba demasiado sorprendido como para reaccionar contra Draco pero aun así yo lo cubrí con mi propio cuerpo.
Reinaba el caos.
Los centauros a la carga estaban dispersando a los mortífagos, todos sentían los pies retumbantes de los gigantes, y cada vez más y más cerca el estruendo de los refuerzos que había venido de quién sabía dónde. Pude incluso ver a los elfos de las cocinas con sartenes y a Dobby-el-elfo-libre cargar contra las líneas enemigas al grito de "En el nombre del señor Harry Potter señor".
Todo era un desorden total, yo estaba tratando de dar ventaja a todos lanzando hechizos hacia todos lados como una bola disco. Por fin hubo calma y Voldemort empezaba a sisear a Harry y éste le contestaba, pero entonces Voldemort miró en mi dirección.
— ¿Crees que has ganado, Potter? —se mofó—, mira a la descendiente de la bastarda hija de Marvolo Riddle, ella me pertenece, ¿lo sabías? Aunque por fuera se vea como antes ella jamás tendrá paz, exactamente como yo.
—Por favor, ahórrate palabras y si es cierto lo que alardeas demuéstralo —le reté.
—No me culpes a mí, Potter, ella lo ha pedido —dijo sonriendo ampliamente.
Murmuró algo ilegible con sus labios moviéndose en silencio o bueno lo que queda de ellos. Entonces sentí un dolor hasta el alma y caí en el suelo, retorciéndome como un gusano.
— ¿Qué es lo que haces? —chilló Harry.
—Su alma también está corrompida —dijo triunfal—. Desde que nació de esa madre sucia suya, está contaminada, ¿ahora la odias, Potter? Se ha convertido en todo lo que su abuelo odiaba.
— ¡Cállate! No eres... digno de hablar... de mi abuelo —dije hablando con dificultad en medio del dolor.
Draco trataba de ayudarme pero simplemente no podía. Entonces comenzó el enfrentamiento entre Harry y Voldemort.
—Entre más tiempo pase ella morirá más pronto ¿Acaso crees que no tenía un plan de emergencia? —dijo carcajeándose.
Harry apretó los dientes furioso. Por mi lado estaba retorciéndome de dolor entre el escombro de las estatuas que alguien rompió.
—Aguanta, May —me dijo Draco sujetando mi mano—. Potter se está haciendo cargo.
Draco estaba arrodillado a mi lado sujetándome la mano, pude ver a los padres de Draco ponerse a su lado defendiéndolo de cualquier ataque del lado oscuro.
No supe que más sucedió en medio del dolor, la sudoración y la fiebre, me desmayé, pero no normalmente, yo en serio creí que moriría. El dolor era tan insoportable que me nublaba la vista y me adormecía los sentidos. De pronto, todo se volvió oscuro.
—May —podía escuchar una voz lejana que me llamaba—. Mierda, tienes que despertar ahora.
Poco a poco mis sentidos iban regresando uno a uno, primero pude escuchar la voz de Draco llamarme entre otros sonidos de sollozos y palabras al azar. Después vino el tacto, me sentía en el suelo sobre trocitos de material de pared y estatuas destruidas. Al final pude ver más nítido el rostro preocupado de Draco mientras me sostenía en sus brazos.
— ¿Qué sucede? ¿Y Voldemort? ¿Dónde está Harry? —pregunté con un hilo de voz.
Mi vista estaba un poco nublada aún, pero vi a Draco poner un rostro aún más preocupado.
—Voldemort ha muerto. Pero... Potter... —me respondió Draco dejando la frase suelta.
Luché para incorporarme.
— ¿Qué pasó con Harry? ¿Draco? —pregunté desesperada al no conseguir la fuerza para poder levantarme y buscar a Harry yo misma.
—Está inconsciente, lo están revisando aún, algo del hechizo de Voldemort le rebotó —me explicó.
Le miré horrorizada.
Puse todas las fuerzas que tenía y con la ayuda de Draco pude sentarme correctamente, a unos pocos metros estaba Harry siendo revisado por Madame Pomfrey y con Ron y Hermione cerca de él.
Madame Pomfrey tenía un gesto lúgubre.
Me arrastré más cerca y Draco tuvo que seguir prestándome su fuerza para no caer con la cara en el suelo.
—Tiene signos demasiado débiles, sólo queda esperar—dijo ella—, no tiene ninguna herida, nada físico, pero esto tal vez le ayude.
Le dio a beber una poción que guardaba celosamente en su vestido.
Pero Harry no respondió a ella, se mantuvo ahí, tranquilo y quieto.
—No está respondiendo, tiene que haber algo más —la voz quebrada de Ron dijo lo que yo estaba pensando.
Hermione parecía sumida en sus pensamientos analizando qué podría hacer, pero no variaba el gesto. Frustrada de sí misma comenzó a derramar lágrimas silenciosas, Ron le abrazó.
Eso sólo hizo que yo también comenzara a sollozar con fuerza. Me arrastré al cuerpo de Harry y le escudriñe el rostro, lucía sereno.
—Quédate conmigo, Harry, déjame darte una familia, una grande, muchos hijos, sólo quédate —le rogué—. ¡Reformaremos Grimmauld Place!
Pero él no daba ninguna señal de escuchar.
—Harry Potter, no tienes permitido irte —le dije arreglando sus lentes que estaban chuecos en su rostro ahora adulto.
— ¿Es eso una propuesta de matrimonio? ¿Pedirás mi mano?
Todos nos abalanzamos hacia Harry, pero fuimos reprendidos por Madame Pomfrey quien se apresuraba a hacer otro reconocimiento.
Sin embargo, con eso fue suficiente para levantar voz en garganta.
— ¡Ejército de Dumbledore! —coreaban los alumnos.
— ¡El niño que vivió... vive! —gritaban transmitiendo la noticia.
Me senté tranquilamente sintiendo todas las fuerzas drenarse una vez que miré a Harry incorporarse aún en el suelo, era la vista más bella que había tenido nunca. Me tendió una mano que tomé con gusto.
— ¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? ¿Te duele algo? —le abarroté de preguntas.
Harry se veía que respiraba apenas pero pacientemente me respondió.
—Estoy bien. Me siento algo aturdido. No me duele nada.
Descansé por fin, sentí cómo mi cuerpo se relajó ante sus palabras. Mi giré hacia Draco que estaba como una estatua a mi costado.
— ¿Y tus padres, Draco? —pregunté.
—Allí están... esperándome —dijo apuntando hacía dos personas con caras asustadas, probablemente pensando que los llevarían a Askaban. Ellos estaban sentados en un escalón muy juntos.
Entonces, entre el montón de gente salió Kigsley. Venía acompañado de otros aurores y gente del ministerio que comenzaba a llegar.
—Profesora Mcgonagall, ¿qué haremos con los Malfoy? No han huido ni peleado pero son mortifagos —preguntó con duda.
Yo me entrometí con toda la violencia:
—A los señores Malfoy nadie los toca, no han participado en la batalla. Me han protegido a mí y a Draco mientras estaba inconsciente. Yo le debo mi vida a Draco y a la señora Narcissa Malfoy que me cuidaron mientras estaba cautiva —dije con un tono absoluto.
Harry se unió a mí, pasando una mano hasta mi hombro.
—Yo también le debo la vida a la señora Malfoy y a Draco, mintió a Voldemort y me salvó. También en Malfoy Manor Draco mintió a Voldemort por nosotros y nos ayudó a escapar—dijo Harry apoyándome—. Todos ustedes han visto que Draco y la casa Slytherin pelearon por Hogwarts, incluso se quedó sin su varita para que yo me enfrentara a Voldemort. Su varita mató a Tom Riddle. No se atreverían a hacerles daño, ¿verdad?
Seguí yo en mi perorata:
— ¿No han hecho entonces más que suficiente por la causa que arriesgar sus vidas? Por supuesto, tal vez deberían contribuir económicamente para arreglar Hogwarts —murmuré con dificultad a causa de mi mala respiración—. Y el señor Lucius Malfoy debería dar un pronunciamiento formal sobre su participación en todo este embrollo y cómo ha reflexionado sobre sus actos mientras estuvo en Askaban.
Ninguno tuvo una excusa sobre ello, así que dejaron estar en paz a los Malfoy, al menos por ahora, seguro el ministerio los llamaría después. Pero ese era un dolor de cabeza para otro día.
—Está bien, May, descansa —me pidió Draco. Pero pude ver agradecimiento en su rostro.
Miré a Harry y tuve muchas ganas de abrazarlo pero me contuve, Draco estaba allí y además no sabía cómo reaccionaría Harry.
— ¿Estás mejor? —se aclaró la garganta Draco. Yo asentí—, te veo en unos minutos quiero hablar contigo. Iré a ver a mis padres —dijo Draco dejándonos a Harry y a mí a solas.
Me giré a enfrentarlo.
— ¿Cómo murió Voldemort? —pregunté.
—Ya habrá tiempo para ello, ahora hay cosas más importantes, ¿vamos a casa? —preguntó levantándose con mucho esfuerzo y tendiéndome una mano que tomé.
— ¿Qué casa? —respondí amargamente—. Lo último que supe es que destruyeron la casa de mis abuelos. Yo ya no tengo familia, a excepción del tío Aberforth, probablemente debería quedarme aquí. Sin contar que Hogwarts está en ruinas —respondí observando al rededor.
—Tu hogar está siempre esperando por ti en el número 12 de Grimmauld Place... si aún lo quieres —agregó ruborizado.
Mi corazón dio un vuelco. Recordaba que Harry ahora era heredero de la casa Black.
—Claro que lo quiero, a ti te quiero —rectifiqué sonriendo y abrazándolo.
Harry me rodeó con sus brazos protectoramente mientras dejaba pequeño besos en mi cabeza, aspirar su olor era embriagante y me daba una calma esperanzadora.
Me separé de él y lo miré con gesto lastimero.
— ¿Y Ginny Weasley? —pregunté con un dolor punzante en el pecho.
Él estaba oficialmente saliendo con ella. Una parte de mí se sentía realmente traicionada.
Harry entendía lo que estaba pensando.
—Harry, sí te sientes aunque sea un poco tentado a corresponderle a Ginny, hazlo. Decídete por ella —murmuré—. Podemos ser amigos nuevamente.
Aunque Harry iba a responder, corté el momento, no era el momento de estresarnos por eso.
—Ve a buscar a Hermione y Ron, te veré en un rato cuando hable con Draco, ¿está bien? —pregunté y asintió separándose.
— ¿Sabes? Ese antipático amigo pálido tuyo nos salvó la vida en Malfoy Manor —me dijo Harry antes de irse—. Dobby lo reconoció como tú amigo y lo contactó para ayudarnos a escapar, incluso me dio su varita y escapamos sin ningún problema. Me agrada un poco ahora.
Se alejó con Neville, no sin antes darme un beso en la mejilla.
Me acerqué a la familia de Draco.
— ¿Cómo está, señora Malfoy? —pregunté y ella me sonrió.
Yo me encontraba bastante agradecida por los cuidados que ella me había dado, incluso si sólo hubiera sido a pedido de Draco.
—Gracias por hacer que no nos enviaran a Askaban —agradeció con gesto preocupado.
—Usted salvó a Harry, es lo menos que podía hacer —le respondí agradecida.
—La verdad no fue tan heroico como el señor Potter lo dijo —sonrió con pena.
Negué ante aquello.
—Aun así. Por la ayuda de Draco es que estoy hoy aquí —le di un apretón a Draco en el brazo—. ¿Cómo convenciste a Slytherin para luchar? —formulé la pregunta que tenía en la mente grabada en oro.
Draco sonrió.
—Pansy los reprendió a todos diciéndoles lo patéticos y cobardes que se veían escondiéndose como cucarachas mientras Potter y la comadreja nos enseñaban lo que era un hombre y la nacida de muggles lo que era una mujer —dijo burlón—. Apuntó al orgullo y tuvo éxito.
Lucius estaba inusualmente callado, aferrado amorosamente al brazo de su esposa.
Las cosas se tornaban más claras ahora, estaba segura que las cosas cambiarían para mí y para todos los que buscan un futuro mejor.
Zabini y Theo, ambos tomados de la mano, se unieron a nosotros junto a Pansy. Pude ver los llorosos ojos de Theo.
— ¿Están bien, chicos? —pregunté no sabiendo bien cómo abordarlos.
Theo intentó hablar pero perdió la voz. Zabini respondió por él.
—El padre de Theo y el de Crabbe murieron —me informó—. También las gemelas Carrow perdieron la vida.
No sabía qué decir, ¿que lo sentía? No parecía muy correcto respecto al padre de Theo. Pero sin duda la muerte de las gemelas me había entristecido, ambas eran calladas y reservadas pero se esforzaron por estar cerca de nosotros, incluso alimentaron a mis peces.
—Lamento tu pérdida, Theo. Era tu padre —pasé cariñosamente la mano por su brazo.
Theo asintió sorbiéndose la nariz. Pansy se pegó a él también abrazándolo.
—Muchas gracias por haber hecho que Slytherin peleara también —les dije sin saber bien lo mucho que les agradecía—. No saben lo que hubieran significado para mi abuelo y lo que significó para mí ver las cuatro casas de Hogwarts con sus maestros luchando por la escuela.
Pansy lucia inusualmente tímida.
—No fue nada, cuando quieras. Slytherin patea traseros mejor que cualquier Gryffindor de pacotilla —respondió finalmente.
Reí ante su intento de insulto. Cada día perdían más potencia.
—Estoy en deuda con todos ustedes —les dije a todos y a nadie en particular—. Lo que sea que necesiten, tienen un hogar siempre conmigo.
Me reencontré con Harry en el interior del castillo, él estaba conversando con algunos maestros pero al verme se acercó a mí. De forma tranquila me tomó de la mano para dar un paseo por Hogwarts.
—Terminé con Ginny —me informó después de unos segundos—. Cuando desapareciste en aquel viaje turbulento de Privent Drive a La Madriguera, te buscamos hasta desfallecer. Después, nos llegaron rumores de que te habías unido a Voldemort, uno de los magos que logró escapar dijo que tú estabas a su mando tanto como lo hacía Bellatrix —me explicó—. No lo podíamos creer, sobre todas las personas que tú... que fueras tú. Pero eras de Slytherin después de todo, altanera y orgullosa es siempre como fuiste —acarició mi mano con cariño—. Entonces dejamos de buscar, y traté de seguir con mi vida, con los pedazos que habías dejado. Supimos además que te encontrabas en la Mansión Malfoy, con Draco y su familia, lo que hizo tener todo más sentido aún. Hubo incluso quien se atrevió a decir que ustedes dos estaban prometidos desde que llegaste a Hogwarts o que participaste en la muerte del profesor Albus, al menos eso decía Rita Skeeter. Y tú, siempre te mantuviste cerca de Draco y él de ti, incluso en ocasiones parecía tener más química y afinidad contigo de la que yo tendré jamás.
Hice un gesto de desagrado.
—Y Ginny Weasley te calzó a la medida.
Harry negó.
—Cuando Ginny se confesó fui honesto con ella. Ella siempre supo cuánto te amaba y extrañaba. Pero dijo que podía vivir con ello.
La ira creció en mi interior.
—La única razón por la que pude sobrevivir fue el pensamiento de tu amor —rabié con voz quebrada—. Y al llegar aquí encuentro que estuviste todo un año jugando a las manitas sudadas con Ginny.
Asintió culpable.
—Siempre he sido un pequeño hombre egoísta —admitió—. Mi dolor pudo más que nada, tú estabas aparentemente con el ejército de Voldemort conspirando para asesinarme y mi corazón se fue contigo, qué más daba Ginny que otra, y ella parecía de acuerdo.
Podía entenderlo, pero me dolía aceptarlo.
—Lo siento, May, tomaré la responsabilidad necesaria respecto a todo esto —me rodeó con sus brazos—. Sólo te ruego que tomes mi corazón, es tuyo, para lo que quieras hacer con él, incluso si sólo es pisarlo. Sólo quédate.
No podía engañarme, no había en el mundo nada más importante para mí que Harry Potter. No había fuerza de voluntad en el mundo que me permitiera rechazar su amor, tal y como lo estaba presentando en ese momento ante mí.
—Está bien —acepté—. En cambio, tú toma mi vida, después de todo, ha sido tuya desde que te conocí.
Harry juntó su frente con la mía. Sólo estuvimos así, en silencio, disfrutando de estar juntos.
Hogwarts estaba destruido, yo no tenía hogar, me dolía todo el cuerpo y seguramente apestaba a zorrillo, pero la vida nunca me había sabido tan dulce.
—Entonces... —comenzó Harry—. Hace media hora me propusiste que me casara contigo y me darías muchos hijos —dijo lascivo, una mirada que no conseguía ver mucho.
Le correspondí.
—Así es, quédate conmigo y te daré unos hijos caprichosos, orgullosos, egoístas y consentidos, eso será de mi lado —le aclaré—, pero por ti serán increíblemente poderosos, atractivos y honorables. Serán tu familia, te amarán tanto como yo te amo, incluso más, si eso es posible.
Harry lucia conmovido.
—Nunca más vas a estar sólo, Harry.
Él me sonrió con ternura.
—Tú tampoco volverás a estar sola.
Jugueteé con sus dedos entre los míos mientras observaba los campos abiertos de Hogwarts al amanecer.
—Entonces, ¿ahora vivirás en Grimmauld Place? —pregunté.
El asintió. Por alguna razón estaba nervioso, más bien, era un manojo de nervios.
—Hay mucho trabajo que hacer, la casa ha estado abandonada mucho tiempo, pero está buscando una ama para volver a su esplendor.
Me pareció extraño lo que dijo, él no me miraba ahora, sacó una cadena que llevaba en su cuello escondida tras la camisa, la desabrochó y sacó lo que la cadena traía colgando, un anillo. Era un anillo en color plata, con una piedra grande y preciosa de color verde. Harry me tomó la mano derecha.
—Lo compré hace unos meses —me explicó—. En un ataque de impulsividad.
Lo sostenía en sus dedos mostrándomelo.
—May, soy un hombre egoísta, impulsivo, me enojo con facilidad, celoso y estúpido —respiraba con dificultad. Yo no me creía lo que estaba pasando—. Tú eres un ángel, preciosa, valiente, ves lo mejor de las personas y no te merezco en absoluto.
Ahora me miraba a los ojos con mucha dificultad, yo tampoco podía sostener su mirada.
—Somos jóvenes —continuó—, no significa que tengamos que casarnos ahora, pero no voy a dejarte libre para que cualquier otra persona se cuele en tu corazón. ¿Aceptarías mi promesa de matrimonio?
Mi corazón dio un vuelco emocionado.
—Te juro que te atesoraré siempre, como la persona más preciosa de mi vida —prometió.
Harry estaba dispuesto a seguir hablando cosas cursis pero yo no quise esperar más. Le abracé y besé por todo el rostro.
— ¡Claro que sí! ¡Sí! —chillé como una niña—. Nuestras familias unidas en una sola, claro que sí. Ambos en el mismo árbol. ¡El profesor Slurghorn seguro estará encantado de darle clase a los hijos Potter Dumbledore y tenerlos en sus repisas!
Harry rió de la felicidad. Me colocó el anillo en el dedo anular y volvió a abrazarme.
—Le voy a contar a todo el mundo que vas a casarte conmigo, ¿lo sabes, verdad? —me dijo orgulloso.
—No si yo lo hago primero —le reté felizmente.
Si cada maldito segundo triste y doloroso de mi vida me había traído aquí, volvería a vivirlo mil veces con tal de estar al final besando los suaves labios de Harry y envolviendo mis dedos en su suave cabello negro como la noche.
Regresamos al castillo disimulando nuestra felicidad. Muchos habían perdido familia en la lucha. Como en el caso de Theo, que perdió a su padre, igualmente en el caso de Crabbe. Les abracé a ambos y me hice disponible para cualquier cosa que necesitaran.
Miré a Filch aún con un brazo vendado luchando con una escoba vieja para levantar grandes trozos de piedra.
—Está bien, celador Filch —le hablé—. Lo resolveremos después, descanse.
Él asintió aliviado, sentándose en la piedra con la que luchaba hace un momento.
Skeeter es barro
Advertencia de contenido erótico.
En cuanto pudimos, nos escapamos a casa, todos estábamos hechos polvo. Pese a que la señora Weasley nos ofreció su casa para ir a descansar, Harry declinó amablemente la oferta. En primera instancia todo estaba raro entre Ginny y Harry después de su ruptura exprés, necesitarían espacio entre ellos para ver si era posible rescatar la amistad.
Y en segundo lugar, yo era la tercera en discordia. Por lo cual estuve aliviada de que Harry me invitara esa tarde a ir con él a Grimmauld Place, ya que no tenía a otro lado a dónde ir. Por su parte, Hermione siguió a Ron a La Madriguera.
—Señor Harry Potter señor —se le acercó Dobby a Harry amigablemente—. Dobby lo llevará a salvo a su casa —ofreció.
Pero de entre ningún lado salió otro elfo doméstico, era el elfo que estaba en la casa Black, yo no había tenido mucho contacto con él, apenas sabía de su existencia y cómo lucía físicamente. Pero sí recordé haberlo visto luchar junto a los otros elfos por Hogwarts.
—Kreacher llevará al amo Potter a su casa —le dijo secamente a Dobby.
A Dobby no le gustó aquello y quiso replicar algo pero Harry le interrumpió.
—Está bien, ¿por qué no vamos los cuatro a casa? —nos preguntó Harry—. Iré con Kreacher y Dobby lleva a May a Grimmauld Place, por favor.
Dobby dio saltitos alegres tomando mi mano.
—Dobby estará allí en un segundo, será rápido señora May Dumbledore, señora —dijo hacia mí.
No me dio tiempo de reaccionar cuando realizamos una aparición en Grimmauld Place, en medio de la sala. Recordaba aquel lugar con un poco más de vida, si eso era posible, de cuando era el cuartel general. Me incorporé tambaleándome sólo un poco.
—Estuviste limpiando —le reconoció Harry a Kreacher, que ya habían aparecido también, mientras daba unas vueltas por la habitación.
Kreacher lo miró de mala gana pero asintió.
—Es el trabajo de Kreacher —respondió—. Pero sólo hay una habitación lista para el amo Harry —señaló mientras me daba una mirada mordaz.
Para Harry no pasó desapercibido.
—May Dumbledore vivirá con nosotros ahora, por lo que debe haber dos servicios en todo, Kreacher, por favor —le pidió Harry pacientemente.
Kreacher gruñó pero no agregó nada.
—Dobby estará encantado de preparar una habitación para May Dumbledore —se adelantó impaciente por ser útil.
Harry le sonrió.
—No es necesario, Dobby, no es tu trabajo —le explicó Harry.
Pero Dobby no aceptaría una negativa a ayudar en lo que sea que Harry necesitara. Así que insistió hasta que Harry aceptó.
—Está bien, después de todo Kreacher necesitará ayuda, planeamos una gran reforma a esta casa —explicó Harry a ambos elfos mientras tomaba mi mano—. ¿Te parece ayudarnos a cambio de un salario, Dobby?
Parecía que Dobby había ganado el premio mayor en la lotería nacional.
— ¡Por supuesto! Dobby estará feliz de ayudar en lo que sea necesario al señor Harry Potter y la señora May Dumbledore —asintió vigorosamente—. Dobby hará cualquier trabajo necesario, Dobby es capaz de asesinar, limpiar sangre y hacer almuerzos.
Parecía un elfo con bastante personalidad y capacidades. Por su lado Kreacher bufó en desacuerdo.
—A la ama Walburga Black no le gustaría que modificaran su casa —lanzó.
Harry no vaciló el gesto.
—Hablaremos de eso en otro momento, sólo quiero tomar un baño y dormir —solicitó—, ustedes puedes descansar, muchas gracias por todo —les dirigió unas últimas palabras.
Dobby me tuvo lista una habitación al costado de Harry. Era una habitación amplia, con papel tapiz de lino bastante despintado por los años y el descuido, las molduras de madera se veían finas pero viejas, claramente había mucho trabajo esperando en esa casa.
—Gracias, Dobby, quedó de maravilla —le agradecí—. Por favor, ve a descansar.
Él no dijo nada, sólo hizo un ademán de inclinarse educadamente y desapareció en el aire.
Por mí parte noté una maleta pequeña al costado de la gran cama matrimonial, dentro estaban algunas pocas cosas que poseía en la Madriguera, seguramente la señora Weasley las había enviado. Desempaqué unas pocas cosas, las necesarias para tomar una ducha y cambiarme los harapos mugrientos que ahora vestía. Tenía que ir de compras pronto, en realidad era algo que me urgía desde la madriguera pero no podía darme el lujo de salir a comprarla. Pero ahora era distinto, un nuevo comienzo se acercaba.
Tomé una ducha rápida, sacando todo el polvo y la mugre de la batalla, me cepillé los dientes y me vestí con una pijama que más bien era una camisa floja que Fred me había donado que me llegaba hasta los muslos, me pareció bien para dormir. De todas formas no vería a Harry hasta la mañana.
Mientras terminaba de cepillar mi cabello, unos suaves toques en la puerta de la habitación me hicieron crispar y me oculté bajo las sábanas de la cama para ocultar la parte inferior de mi cuerpo.
—Adelante —dije nerviosamente.
La puerta se abrió lentamente y pude observar a Harry recién duchado, su cabello aún escurría un par de gotas de agua sobre su frente. Vestía descuidadamente una camisa blanca interior con unos pantalones de pijama sueltos a cuadros rojos.
—Oh, ya estás cambiada —observó—. Apenas traía un poco de mi ropa para que usaras —en sus manos traía un par de prendas perfectamente dobladas—. ¿De dónde salió esa ropa?
—Estaba aquí, eran algunas de mis cosas en la Madriguera, estuve viviendo ahí un tiempo, ya sabes, cuando escapé de Riddle Menor —murmuré tímida, aún no habíamos hablado de manera correcta sobre lo que pasó—. Heredé esta de Fred —toqué la tela de la camisa.
Harry asintió comprendiendo. Se acercó a mí, mi pulso se aceleró sin saber qué estaba pasando, pero Harry sólo dejó un beso en mi frente.
—Entonces, buenas noches, May —susurró.
—Descansa, Harry —le deseé antes de que escapara por la puerta de la habitación cerrando cuando salió.
No me tomó trabajo encontrar el sueño. Estaba muy cansada después de la noche que pasamos despiertos y la parte del día que seguimos sin poder ir a casa. No estuve segura de cuánto tiempo pude dormir, cuando en el fondo de mis sueños escuché gritos. Mis ojos se abrieron de par en par llena de alarma. Tomé mi varita y corrí hacia el pasillo. Entre la oscuridad, mis ojos se adaptaron para ver a Kreacher frente a la puerta de Harry.
— ¿Qué pasa? —pregunté con preocupación.
—Pesadillas —respondió simplemente el elfo—. Las tiene todo el tiempo.
No me dejó responder, se alejó por el pasillo oscuro mientras lo devoraba la oscuridad.
Con inseguridad agarré la perilla de la puerta, pensando si debería entrar a ver cómo estaba Harry, me debatía conmigo misma aquello cuando volvió a escucharse un sollozo de Harry dentro de la habitación. Me decidí a entrar.
Harry estaba en su cama recostado, se veía intranquilo incluso estando inconsciente y sudaba. Me senté a su lado en la cama y le moví con cuidado para que despertara. Sus manos de repente se aferraron a las mías con mucha fuerza causándome un poco de daño.
—Tranquilo, Harry. Sólo fue una pesadilla —traté de calmarlo.
Él poco a poco soltó el agarre sobre mis brazos y me soltó.
—Lo siento, ¿te lastimé? —preguntó preocupado analizándome los brazos.
Negué tranquila.
—Sólo fue un poco de fuerza —respondí—. ¿Estás bien? ¿Quieres hablar de ello?
Harry negó lentamente.
—Está bien —respondí—. Voy a volver a mi cuarto, si necesitas cualquier cosa, sólo llámame.
Le di un beso en la mejilla y me levanté, hasta que me puse de espaldas caminando hacia la puerta, recordé que no vestía nada más que ropa interior bajo la larga camisa. Por la urgencia de los gritos de Harry no me detuve a pensar en ello.
—May... —me llamó Harry a mis espaldas antes que lograra colarme por la puerta.
Me volví con las mejillas encendidas, Harry seguía en su cama pero con la mirada desviada también sonrojado.
— ¿Te... te importaría... quedarte un poco más? —susurró—. Está bien si tienes sueño, puedes dormir aquí, yo estaré sentado en una silla —indicó una silla a su lado.
Le sonreí volviendo hacia él.
—Está bien, Harry, confío en ti —le respondí—. Puedes quedarte en la cama, sé que no pasará nada.
Harry se hizo a un lado dejándome entrar en la cama, me acomodé felizmente en el calor de las colchas. Harry se fue relajando a mi lado, no me tocó pero acurrucó su cabeza en mi hombro. Escuché un profundo suspiro.
—Te extrañé —murmuró.
Sonreí en la oscuridad.
—Yo también, Harry.
Él no dijo nada más, y pude sentir que su respiración cada vez era más profunda, hasta que pareció quedarse dormido. Yo no pude volver a dormir, después de despertarme así era difícil conciliar el sueño, pero disfrute de estar ahí sólo al costado de Harry. Sentir la presencia de alguien a tu lado estando sólo ahí era maravilloso. Yo rara vez tenía pesadillas, así que no entendía cuán difícil era para Harry tener sus horrores nocturnos.
Cuando desperté creí que era más temprano de lo que en verdad era, las gruesas cortinas y la oscuridad de la casa escondían lo que había fuera. En realidad había dormido hasta tarde, incluso Harry ya se había levantado. Después de arreglarme un poco el desastre de cabello, bajé a la cocina a ver si lograba encontrar algo para comer. Harry ya se encontraba ahí comiendo junto a Dobby.
—Buenos días, May. Lo siento por no esperarte, tenía bastante hambre —se disculpó Harry.
Le di un beso en la mejilla.
—No importa —le esté importancia—. Buenos días, Dobby.
Sonreí hacia el elfo que comenzó a sollozar. No sabía si había roto alguna regla social elfica al desear los buenos días.
—May Dumbledore es muy amable deseándole los buenos días a Dobby —sollozo sobre su comida.
Después de calmarlo diciéndole que en vez de llorar, también debe desear los buenos días, pude desayunar algo.
—Entonces, ¿cuándo quieres iniciar con las reformas? —pregunté.
A mí me encantaba el tema, me gusta mucho limpiar, mover los muebles, sacar lo que no necesitas y reformar. Pero tal vez Harry aún estaba muy cansado y quería tomarse unos días más.
—De inmediato —masculló—. Al menos tendré algo qué hacer si no puedo dormir.
Parecía que el problema de insomnio de Harry era grave.
—De acuerdo —concordé—. ¿Coincides conmigo en sacar los objetos que no queramos y limpiar exhaustivamente? A partir de ahí será más fácil saber lo que queremos cambiarle a la casa.
Harry asintió con entusiasmo. Aparentemente, no era la única a quien le ilusionaba hacer una remodelación. Creo que quien sería un problema era Kreacher, quien estaba reacio a deshacerse de las cosas que eran de la antigua familia a la que servía.
— ¿Qué tal si de entre las cosas que vas a deshacerte le das a escoger a Kreacher que se quede con ellas? Será una manera en que esté un poco más contento —ofrecí como una salida al odio del elfo doméstico.
Harry asintió de acuerdo.
— ¿Quieres comenzar ahora mismo? —preguntó Harry con emoción.
—Te veo bastante interesado en esto —observé con una sonrisa.
Él se ruborizó.
—Este es el hogar que Sirius me dejó, voy a compartirlo contigo ahora y quiero que estés contenta y a gusto de estar aquí —me respondió.
—Eso es muy dulce, Harry —dije conmovida—. Pero, ¿qué tal si comenzamos mañana? No tengo nada de ropa ni artículos personales, supongo que tú tampoco, huyendo del ministerio y eso. Podemos ir a Diagon para las compras y el resto del día podemos esculcar nuestras habitaciones y comenzar por ahí —le ofrecí.
—Si está bien para ti, por supuesto —me respondió poniendo su mano sobre la mía con cuidado.
Un aleteo interrumpió nuestra conversación. A los segundos entró Kreacher lanzando un papeleo en la mesa de mala gana.
—Correo.
Después de eso se desapareció. Un elfo muy tierno.
—Dobby ha terminado la comida que le invitó Harry Potter señor a su mesa, ahora si le parece bien, Dobby irá a Hogwarts a ayudar un poco, Dobby volverá cuando lo llame Harry Potter —nos dijo Dobby desapareciendo.
Revisé las cartas que trajo Kreacher y aventó sobre la mesa. La mayoría eran cartas para Harry del ministerio. Sólo una era para mí, venía de parte del ministerio y en la cubierta se leía:
May Dumbledore, número 12 de Grimmauld Place, Londres. ALERTA DE LECTURA DE TESTAMENTO PENDIENDE.
Pasé mi vista a Harry
—Me llegó una carta del ministerio, hablan sobre un testamento —le platiqué.
Él asintió.
—Nos leyeron el testamento del profesor Dumbledore un par de días después que llegamos a la Madriguera, pero como estabas en calidad de desaparecida sólo leyeron las partes de las que nosotros, Ron, Hermione y yo también éramos parte —explicó mientras revisaba su correspondencia.
Abrí la carta con ansiedad y un poco de inquietud. Antes de leer el contenido, se escuchó que Kreacher atendía la puerta. Entró a la cocina con un invitado detrás.
—El señor Draco Malfoy ha venido a ver a May Dumbledore —informó solemne.
Por supuesto, Draco era sangre pura y descendiente de la casa Black por parte de su madre.
Me levanté de inmediato para darle un abrazo. Él vestía impoluto como siempre mientras me barría el atuendo con la mirada.
—Veo que ya estás a gusto viviendo aquí —observó Draco con malicia.
—No comencemos, Malfoy —advirtió Harry. Pero en sus miradas no había ni una pizca de lucha, más bien, diversión.
Aprecié este hecho e invité a Draco a sentarse.
— ¿Quieres tomar algo? ¿Almuerzo, tal vez? Nosotros acabamos de terminar...
Draco negó educadamente.
—Almorcé hace un par de horas, gracias May —respondió—. En realidad venía por otro asunto.
El papel en mi mano quemaba un poco.
— ¿Puedes esperar un segundo? Acaba de llegar esta carta del ministerio sobre el testamento del abuelo Albus...
—Ese es el motivo de mi visita, adelante —me interrumpió—. Esperaré, sólo lee —me pidió.
No quise cuestionarlo, así que terminé con la espera y comencé a sacar el contenido del interior. Contenía dos hojas sueltas. En el título de la primera hoja se leía: Último deseo y Voluntad de Albus Percival Wilfric Bryan Dumbledore. En el contenido básicamente decía que le heredaba a Harry la primera snitch dorada que atrapó jugando quiddincth y la espada de Godric Gryffindor, a Hermione una colección de primera edición de los cuentos de Beedle El Bardo y a Ron un disiluminador. A Hogwarts le dejó una colección de libros y papeles para su archivo, así como algunos artefactos mágicos que serían de gran utilidad para la enseñanza de los alumnos.
Finalmente, llegué a la parte donde me mencionaba:
A May Ann Olympe Rhae Dumbledore le dejo mi propiedad en Valle de Godric, así como todo en su interior. Además, poseo una cámara en Gringotts que también pasará a ser de su propiedad al igual que todo lo que está dentro. Y la hoja que acompaña a este testamento, es para ella.
Busqué la otra hoja con avidez. Y comencé a leerla con desespero.
Querida May:
Para cuando recibas esta carta es seguro que no estaré a tu lado. Tiempos oscuros se ciernen sobre el mundo mágico y lamento mucho no haber tomado las decisiones acertadas por lo cual he tenido que marcharme antes de tiempo. No temas por mí, siempre he pensado que la muerte sólo es la siguiente gran aventura.
Te he dejado la casa del Valle de Godric porque es tuya, no podría ser de ninguna otra manera, incluso es más tuya que mía. Todo en su interior también te pertenece, muchas de esas posesiones eran de mi querida Rosempire y estoy seguro que ella deseaba que tú las tuvieras. Visita la casa de vez en cuando, te he dejado los hechizos necesarios para mantenerla en pie incluso si no vives allí.
La familia Dumbledore ha amasado una modesta fortuna, suficiente para ti, para que vivas cómodamente por varios años en lo que encuentras tu camino. Incluso es más que suficiente para pagar tus bodas, estaré feliz de que mi fortuna se despilfarre en eso.
Finalmente, quiero que sea de tu conocimiento que tu abuela Rosempire Ollivarder, poseía un taller en el lado mágico, en el que elaboraba sus creaciones de varitas, es tuyo también para hacer con él lo que desees. La abuela poseía su propia cámara en Gringotts y las he unido para que tú seas su nueva propietaria. Los duendes están al corriente y te entregarán tu llave. No hay nada ahí por lo que puedas temer, sólo algunas reliquias familiares y un par de galeones de oro.
May, estoy muy orgulloso de ti. Te he amado desde el momento en que naciste y lo haré hasta el día en que muera e incluso creo que después de eso. Te deseo una larga y feliz vida, no tengas miedo, siempre permaneceré a tu lado aunque no puedas verme.
Te quiere, el abuelo Albus.
Rompí en un abundante llanto, cascadas de lágrimas mojaban mis mejillas. Había pasado tanto tiempo, estaba tan feliz de por fin poder leer las últimas palabras que el abuelo había dejado para mí, me sentía cerca de él, como si estuviera recibiendo otra de esas cartas que enviaba a la casa de las brujas con las que estuviera viviendo.
—Me dejó la casa del Valle de Godric y una cuenta en Gringotts —les informé a los chicos que me miraban con preocupación—. ¡Pero está destruida! —sollocé.
Harry puso una mano en mi espalda consolándome. Habían llegado noticias hasta Riddle Manor de que la casa del abuelo la habían reducido a cenizas. Y ahora no podía cumplir con su encargo de cuidarla.
—Eso no es exactamente cierto —intervino Draco—. A mí me dieron la misión de destruir la casa como un mensaje, como una forma de terrorismo, supongo. Pero... no pude quitarte más. Sólo le puse un hechizo de ilusión, incluso para los magos más avanzados sólo sería una casa en ruinas.
Me lancé a darle un caluroso abrazo.
— ¡Oh, Draco! Muchas gracias, no sabes lo mucho que significa para mí esa casa —sollocé en un caluroso abrazo—. Me decía a mí misma que no era importante pero ahora que sé que está bien, soy muy feliz.
Draco respiraba lastimosamente.
—No es nada... sólo no me ahogues... —me pidió hablando con dificultad.
Me separé riendo de alegría mientras le daba una palmada en la espalda amigablemente. Pero Draco se tambaleó y se agarró del respaldo de la silla.
Volvimos a tomar asiento, Draco tenía una cara hastiada cuando vio a Harry y Harry le devolvió el gesto de la misma manera.
—Ustedes dos, ni siquiera se les ocurra volver a iniciar una pelea o los voy a encerrar aquí hasta que arreglen las cosas ¡o se maten de una buena vez! —los reprendí molesta.
Draco me dio una sonrisa ladina mientras Harry me miró avergonzado.
—Prometí que no volvería a hacerlo y lo he cumplido —dijo Harry solemne.
Draco le dio una mirada avinagrada que finalmente ablandó.
—Yo también prometí mantenerme fuera del camino de Potter —le confesó para asombro de Harry—. Así que no creas San Potter que lo de la mansión Malfoy lo hice por ti.
Harry se encogió de hombros.
—De todas formas lo agradezco, salvaste las vidas de Luna, Ron y Hermione, eso es más que suficiente para mí para que seas bienvenido en mi casa —se sinceró—. Aunque no es necesario mi aprobación, May vive ahora conmigo y esta casa es tan mía como suya.
Draco le dio una mirada afilada que después volvió hacia mí.
—Ustedes dos parecen una vieja pareja, me asquean —decidió.
Ignoré su comentario poniéndole los ojos en blanco mientras tomaba la mano de Harry sobre la mesa.
—Como sea. ¿Cómo están tus padres? —pregunté.
Draco jugueteó con su anillo de plata que estaba en su dedo índice.
—Mamá sigue molesta con papá por las decisiones que nos llevaron a esto... —apuntó al brazo donde tenía la marca—. Por ahora están limpiando la mansión, después de tanto tiempo acumulando magia oscura y dando hogar al señor Oscuro y sus secuaces —hizo una mueca—, quienes para la sorpresa de nadie no se distinguían por su higiene y orden.
—Yo fui una invitada bastante agradable —murmuré ofendida.
Draco rodó los ojos.
—Más bien eras una cautiva —me corrigió.
Reí.
— ¿A Ron, Hermione y Luna también les daban prendas de lujo? —cuestioné burlona.
Draco parecía empeñado en hacerme lucir frente a Harry como una mártir que la pasó muy mal en esa época, probablemente consiente de que Harry no estaría contento respecto a ese período. O tal vez queriéndolo hacer sentir culpable por andar jugando con Ginny Weasley mientras era cautiva.
—Bueno, algo tenía que hacer por ti —suspiró.
Cerré mi palma sobre la suya.
—Hiciste más que suficiente —le agradecí—. Sacaste a Harry con vida de la mansión, con eso estoy más que en deuda contigo.
Draco pareció espantar moscas en el aire en un gesto de quitarle la importancia debida a lo que le acababa de decir.
—Bueno, yo volveré a casa. Tengo que seguir ayudando a madre con la limpieza —murmuró levantándose.
Me levanté para darle un breve abrazo de despedida.
—Vuelve cuando quieras, eres siempre bienvenido —le dije.
Él asintió educadamente mientras le daba también un asentimiento a Harry.
—Jefe de la ancestral casa Black —se despidió burlonamente de Harry.
La relación entre Draco y Harry estaba siendo extrañamente cordial. Kreacher de repente apareció de la nada.
—Llevaré al señor Malfoy a la puerta —informó a nadie en particular—. Por fin, un señor decente al cual servir.
Harry y yo nos miramos con ojos divertidos, parecía que no éramos los amos predilectos que Kreacher escogería. Sin embargo, cuando Kreacher regresó se paró frente a Harry y yo con una cara indescifrable.
—Kreacher lamenta el comentario que ha hecho —se disculpó—. El joven amo Malfoy ha reprendido a Kreacher amablemente diciendo que ambos amos son unos magos excelentes a los cuales servir.
Harry sólo me miró tratando de no reír.
—Vaya, gracias —le dije a Kreacher—. ¿Por qué no tomas asiento un momento, Kreacher? Queremos hablar contigo respecto a las reformas que haremos en la casa.
Kreacher permaneció de pie, como esperando un ataque de repente. Harry continuó.
—Entendemos que te sientes especialmente unido a esta casa, por tu servicio a Regulus —explicó—. Pero ahora los amos somos May y yo, ¿entiendes eso, Kreacher? —preguntó con paciencia.
—Sí, amo Harry Potter —respondió el con dientes apretados.
—Sin embargo, queremos darte la oportunidad de que de entre las cosas que no se quedarán puedas elegir todo lo que quieras conservar... excepto... —agregué con cuidado—, aquellos artículos de magia oscura que debamos entregar al ministerio.
Kreacher se mantuvo en silencio un rato como analizándolo.
—Muchas gracias, amo Harry Potter y ama May Dumbledore —agradeció—. Kreacher ayudará en todo lo que pueda en las reformas de la casa —terminó en un refunfuño.
Harry se vio complacido por la respuesta.
— ¿Podrías ir a mi casa en Valle de Godric por algunas cosas, por favor? —le solicité—. Son un par de maletas en una de las habitaciones. Esta es la dirección.
Le entregué a Kreacher el papel quien lo tomó y asintió desapareciendo.
—Todo un personaje, ¿no? —preguntó Harry con diversión.
Asentí sonriéndole.
— ¿Por qué están tus cosas en Valle de Godric? —preguntó Harry con curiosidad.
—Cuando salí de Hogwarts decidí irme a vivir allí, después de todo era mío después de la muerte del abuelo. Cuando fue tu traslado tenía la intención de volver allí después de tu cumpleaños, claramente eso nunca sucedió —murmuré—. Después cuando llegué a la madriguera tras escapar de Riddle Manor, creí que mis cosas se habían quemado junto con la casa.
— ¿Y tu gato? —preguntó curioso—. Siempre te veía con esa bola de pelos en los pasillos.
—Elvis se fue con Pansy de vacaciones —le presumí—. Supuse que estaría más a salvo con ella y mira, tuve razón.
Después de levantar la mesa, subimos cada quien a nuestras habitaciones, íbamos a visitar Diagon para comprar algunas prendas y cosas personales. Pero antes pasaríamos a Gringotts para recoger un poco de oro para las compras. Ya estaban en mi habitación las cosas por las que había enviado a Kreacher al Valle de Godric. Abrí ávidamente mis maletas deseosa de por fin usar mis propias cosas, aunque a decir verdad, adoraba la vieja camiseta de Fred que ahora usaba como pijama.
Saqué un vestido negro de mangas abombadas y cintura ceñida, me pareció demasiado para Diagon pero quise darme el gusto de usarlo. Añadí un par de medias con zapatos negros con tacones. Me puse los pendientes acostumbrados junto al collar que había sido regalo de Harry. Y cubrí todo con la capa que Harry me obsequió en la primera navidad. Gracias a Circe no había llevado joyería puesta el día que me derribó Bellatrix o la habría perdido. También decidí comenzar a usar el brazalete que los gemelos habían comprado para mí. Aún dolía recordar a Fred, pero había aprendido a empujar el dolor ocupando mi mente en alguna otra cosa.
Bajé rápidamente para encontrarme con Harry que ya estaba esperando en el mueble de la sala de estar. Vestía un pantalón de vestir color oscuro con una camisa formal lisa de color beige. Algo un poco más sofisticado a lo que él estaba acostumbrado a usar pero no lo suficiente como para lo que Draco usaría.
—Luces muy bonita —señaló tendiéndome una mano que tomé. Me dio una vuelta en medio de la sala haciéndome sentir que había valido la pena la espera—. Y yo que pensaba que iba demasiado formal a Diagon.
Reí felizmente por sus palabras.
—Bueno, he aprendido algunas cosas sobre vestir con los años —susurré abrazándolo por el cuello.
Harry me rodeó con sus manos y juntó su frente con la mía. Sentí un agarre fuerte en sus brazos y me hundí más en él. Su aroma me hizo aspirar profundamente para llenarme de él.
—Estoy tan feliz de que estés aquí conmigo —me susurró.
Él se escondió en mi cuello provocándome una risa por las cosquillas.
—Eres demasiado lindo para tu propio bien —le dije sonriéndole a la nada.
Después de media hora de mimos y juegos logramos llegar al Callejón Diagon en una pieza, y tras una breve visita en Gringotts, comenzamos con las compras. Yo pasé un considerable tiempo en tiendas de vestidos, no había dado cuenta lo golosa que me había vuelto con las ropas y los accesorios. Aunque era de esperarse, después de tanto tiempo en guerra, ir de compras me parecía surreal. Por su parte, envié a Harry a conseguir ropa decente, aunque muy seguramente llegaría con la misma camiseta a cuadros que siempre usaba.
Quedamos de vernos en la tienda de zapatos para elegir algunos pares nuevos para ambos, sin embargo cuando llegué allí, Harry estaba siendo acosado por un montón de camarógrafos buscando una nota. Todas las cámaras y las luces directo a su rostro cegándolo. Me acerqué a él tratando de sacarlo de ahí tomándolo del brazo, pero incluso para mí fue demasiado el grupo de gente ahogándonos.
Pero en un segundo apareció Dobby, tomándonos a Harry y a mí del brazo desapareciendo y volviéndonos a aparecer en Grimmauld Place. Me fui de rodillas, aún no acostumbrada a la sensación, dejé caer las bolsas de compras en el suelo. Harry me tendió una mano que tomé, levantándome con mucho esfuerzo físico.
— ¿Qué fue todo eso? —pregunté como un desagradable ser jadeante.
Harry se dejó caer en sofá.
—Debí haberlo imaginado, fue la primera aparición pública después de lo de Voldemort... —murmuró hastiado.
Suspiré dejándome caer a su lado.
—Nos salvaste, Dobby —le dijo Harry al elfo que permanecía de pie en el umbral de la sala—. Gracias.
Hubo una mirada severa por un segundo en los ojos de Dobby.
—Dobby le dijo a Harry Potter que le llamara si lo necesitaba —señaló.
Harry se encogió de hombros.
—Me tomaron por sorpresa, por un segundo me dio una ataque de pánico al estar frente a tantos flash de cámaras y una multitud rodeándome —respondió aun sudando.
Me preocupé por su estado. Parecía aún bastante nervioso por el ataque.
— ¿Estás bien, Harry? —pregunté con cuidado.
Harry asintió pero no se veía como si estuviera diciendo la verdad. Aun así no quise presionarlo, le daría su tiempo para que se recuperara.
—Iré a tomar un baño —informó desapareciendo repentinamente.
Dobby y yo nos quedamos ahí en la sala de estar en silencio.
— ¿Quieres té? —pregunté al elfo.
Parecía a punto de echarse a llorar pero lo superó. Asintió vigorosamente mientras jugueteaba con sus manos.
Me levanté para hacer un poco de té, yo no era muy hábil en las cosas del hogar, si bien había vivido el mundo muggle, seguía estando en familias mágicas por lo que las cosas de la casa se hacían con magia o tenían algún elfo doméstico. Pero me creía lo suficiente como para poder hacer algo de té para dos. En cuanto comencé a hacer ruido con las tazas y la tetera, Krecher apareció.
— ¿La ama necesita algo de té?
Suspiré aliviada.
—Sí, Kreacher, té para cuatro, por favor —pedí amablemente.
Kreacher elevó una ceja.
— ¿La casa espera invitados? —preguntó serio.
—Sólo Dobby —respondí.
Kreacher me observó con duda pero no dijo nada, preparó el té para cuatro como pedí. Yo volví a la sala donde estaba Dobby en una silla de madera balanceando los pies distraídamente. Me dejé caer en el sofá de junto.
— ¿El señor Harry Potter está bien? —preguntó con genuina preocupación.
Asentí.
—Harry constantemente es acosado por la presa, creo está un poco harto, pero puede manejarlo —respondí con duda. Ni siquiera quería ver los tabloides del día siguiente, o si quiera mirar la columna de Rita Skeeter.
Recordaba que unos pocos días antes del traslado de Harry a La madriguera, Skeeter había sacado un libro sensacionalista que se volvió Best Seller, titulado Vida y Mentiras de Albus Dumbledore, que la gente había leído y comprado como pan caliente. Gracias a Circe, Bellatrix casi me mata y me salvó de leer esa porquería. Pero había podido leer una exclusiva promocional del libro en una entrevista de Skeeter al Profeta, y estaba segura que en cuanto me la topara frente a frente iba a darle mucho material para publicar después de la barrida al suelo que daría con ella.
Volví mi vista a Dobby quien seguía visiblemente preocupado por Harry. Conocía a Dobby del ED, era quien nos había mostrado en primer lugar la sala de Menesteres, así que ya no hubo necesidad de ir hasta el bosque prohibido en cada lección. Recordaba con mucha gracia cuando decidió decorar la cabaña del bosque prohibido con pines de Harrys navideños. También había escuchado que contactó a Draco para que le ayudara a sacar a Harry, Ron, Luna y Hermione de la Mansión Malfoy donde los tenían retenidos. Pero aún con todas estas acciones estaba segura que Dobby quería aún más a Harry. Y cualquiera que amara a Harry estaba automáticamente en mi gracia.
—Dobby, ¿cuál es tu trabajo? —pregunté al elfo doméstico.
Dobby lo pensó un momento.
—Dobby es muy feliz en las cocinas de Hogwarts con otros elfos domésticos como Winky —murmuró—. Dobby es muy afortunado de que el mago Albus Dumbledore le ofreciera trabajo a Dobby después de que Dobby fuera liberado por el mal amo de Lucius Malfoy.
Casi me atraganté.
— ¿Servías en la casa Malfoy? —pregunté.
Dobby asintió.
—Creo que la ama Narcissa Malfoy estaba bien —después arrugó un poco la nariz—, el joven amo Draco Malfoy era un poco consentido y malcriado, pero definitivamente no era malo con Dobby como el amo Lucius Malfoy, pero ya no son más los amos de Dobby, ahora Dobby es un elfo libre gracias al gran mago Harry Potter —terminó casi en un brinco alegre.
—Entiendo, entonces estás feliz en Hogwarts —lo comprendí mejor.
Kreacher interrumpió trayendo el juego de té para cuatro. Lo puso de mala gana en el centro de mesa pero con los modales impecables, después de todo había sido el elfo doméstico de la noble casa Black.
—Siéntate a tomar té —pedí a Kreacher que no sabía si era una invitación o una orden inapelable. Como no se decidió, se sentó en un taburete—. En la familia Dumbledore esta era la única hora del día donde se tomaba té, pero todos en casa debían sentarse a tomar té con la familia y hablar —les comenté—. Ustedes ahora son invitados y miembros de la familia, por eso deben beber té conmigo —expliqué—. Harry debería estar aquí, pero en esta ocasión lo excusaremos porque ha tenido un día difícil.
Kreacher me elevó una ceja, como preguntándose si debería debatir conmigo lo que acababa de decir, pero Dobby parecía conmovido hasta las lágrimas. Como si hubiera sido convocado, Harry bajó por las escaleras aun escurriendo un poco de agua en su frente por la ducha reciente. De quedó un momento detenido en el último escalón mirando la escena, pero continuó hasta dejarse caer a mi lado.
— ¿Té, amo Potter? —preguntó Kreacher.
Harry asintió.
—Por favor.
—Estaba diciéndoles que en casa, la abuela tenía esta hora como la sagrada para el té, todos los que estuvieran en casa tenían que sentarse juntos —le expliqué a Harry—. ¿Podemos hacer eso ahora?
Harry asintió de inmediato.
—Por supuesto, mañana podemos invitar a Ron y Hermione, si quieres a Malfoy —soltó.
Yo le sonreí complacida. Le di un beso en la mejilla.
—Demasiado lindo para tu propio bien —repetí.
Harry me sonrió con calidez. Iba a morir un día de estos por una sonrisa como aquella.
Dobby se despidió y prometió volver al día siguiente para la limpieza profunda que haríamos en la casa. Kreacher ya no estaba tan en contra sobre aquello y prometió que también ayudaría si no tenía que trabajar con el molesto elfo menor. Por nuestra parte cada quien fue a su habitación respectiva para sacar las cosas que no quisiéramos conservar de ella.
Había muchas cosas en mi armario, era amplio y repleto. Creo que había pertenecido a Regulus Black, pues muchas cosas eran de Slytherin. Harry me había hablado brevemente de Regulus y lo que había contribuido a la caída de Voldemort. Por su parte, Harry había tomado la habitación de Sirius y no estaba segura de si había sido una gran idea que él limpiara aquella habitación solo, después de todo la pérdida de Sirius aún seguía doliéndole mucho a Harry.
Seguí sacando todas las prendas del closet y las puse en el pasillo, significando que no quería conservarlas y Kreacher podría tomarlas o tirarlas. Harry había comentado que el elfo se sentía especialmente cercano a Regulus, por lo cual supuse que querría quedarse con ellas. Me deshice también de un baúl viejo, limpie el armario completamente con hechizos de limpieza y volví a colgar todas mis pertenencias.
También tiré las cortinas, si no lo hacía, estaría postergando la compra de las mismas, hice igual con las colchas viejas de cama y sólo conserve un cubre cama para dormir esa noche con una almohada, igualmente planeaba volver a colarme en la cama de Harry, después de haber pasado la noche con él, ahora difícilmente quería dormir de otra manera.
Había un peinador con grabados preciosos, decidí que podíamos conservarlo y remodelarlo junto con la casa. Igualmente la cama era la misma historia en conjunto con sus mesas de noche pero el dosel era otra pesadilla que decidí arrancar. Entre las cosas encontré algunas bellas joyas, supuse que también eran parte de la herencia así que las aparté para entregárselas a Harry.
El cuarto quedó bastante desnudo pero así sería más fácil de mantener, era una de las mejores habitaciones de la casa y pese a eso necesitaba una remodelación en el papel tapiz, en el cielo, las alfombras y el candelabro necesitaba cambio de algunos focos. Había mucho trabajo qué hacer.
Asomé tímidamente la cabeza por la puerta de la habitación de Harry, después de haber escuchado que me permitía la entrada. Él se encontraba recostado en su cama con la luz de su lámpara encendida, parecía estar leyendo algo.
— ¿Puedo quedarme contigo? —pregunté con las mejillas ardiendo.
Harry me sonrió, se corrió un espacio y abrió sus sábanas invitándome a entrar. Había sido buena idea tirar todas las colchas de mi habitación. Me recosté al lado de él, mientras me abrazaba a su cuerpo cálido y me sumergía en su olor y las sensaciones embriagaban a mis sentidos. No tenía idea de cómo se sentía ir al cielo, pero muy seguramente era una sensación parecida a esta.
— ¿Estás cómoda? —preguntó Harry muy bajito.
No respondí, sólo me acerqué lo más posible a él, como si quisiera meterme debajo de su piel.
Por la mañana nos encontrábamos a las 8:00 am en punto ya vestidos y desayunando en el comedor. Era una rutina en Hogwarts que quería seguir, desayuno a las 8:00 am , inició de labores a las 9:00 am, almuerzo y descanso a las 12:00 pm, reanudar a la 1:00 pm, y cenar a las 6:00 para descansar el resto de la tarde.
Estábamos terminando el desayuno cuando unos suaves toques sonaron en la puerta, pronto atravesó Kreacher el umbral con dos figuras detrás.
—Hermione Granger y Ronald Weasley —anunció Kreacher secamente, lejos de los adornos que había hecho con Draco.
—Gracias, Kreacher —le dijo Hermione.
Kreacher sólo asintió y se esfumó.
— ¿Quieren comer algo? —preguntó Harry poniéndose de pie y abrazando a sus amigos.
—No, gracias, compañero. Comimos más temprano en la Madriguera —respondió Ron.
Abracé calurosamente a ambos chicos y los invitamos a sentarse.
—Sólo veníamos a despedirnos, iremos a Australia a buscar a mis padres —informó Hermione con un gesto que no pude descifrar, entre tristeza y felicidad.
— ¿Australia? —repetí.
Hermione asintió ensombrecida.
—Modifiqué su memoria, para protegerlos. Ahora son una pareja sin hijos turisteando en Australia —me respondió con una mueca de resignación.
Puse una mano sobre la suya tratando de confortarla.
—Lo siento mucho, Hermione, ¿quieres que vayamos contigo? Estaríamos felices de ayudar —pregunté preocupada.
Ella negó con agradecimiento.
—No es necesario, Ron va conmigo, no debería ser difícil encontrarlos y traerlos de vuelta —respondió tratando de formar una sonrisa en su cara.
Kreacher entró y dejó un periódico sobre la mesa y también correspondencia para Harry, probablemente sus millones de fans o del ministerio. Yo tomé el periódico mientras Harry veía los nombres de los remitentes con rapidez por si había algo urgente antes de volver a Ron y Hermione. Ron comenzó a quejarse de que todos estuvieran en la Madriguera en ese momento, por lo que estaban muy apretados, así que leí esporádicamente el periódico sólo para ver si había algo sobre el incidente de ayer.
—Pueden venir a vivir aquí el tiempo que necesiten —le ofreció Harry—. No es una mansión lujosa pero al lado del campamento donde estuvimos escondidos es el Astoria.
Ron puso una cara confusa.
—Un hotel muggle lujoso —le explicó Hermione.
Llegué a la maldita sección de Rita Skeeter, Corazón de Bruja, la ira iba subiendo a mi garganta.
— ¡De nueva esa Rita Skeeter! —bramé furiosa levantándome de la silla—. ¡Cuando la encuentre va a desear haber nacido sin manos! —grité sumida en cólera mientras golpeaba el periódico sobre la mesa.
Harry soltó el correo y lo tomó para leer la sección por la que había perdido el control. Su gesto también se frunció y rápidamente su ira también se vio visible pero conservó la calma.
—Está bien, ya la conoces —trató de calmarme.
Pero yo ya estaba del otro lado de la liga. Me levanté de mi asiento buscando mi varita, en ese momento estaba dispuesta a ir a buscar a Skeeter y hechizarla.
—No lo entiendes, primero se aprovechó de una pobre mujer dándole a Bathilda Bagshot varitaserum para sacarle todos los secretos del abuelo Albus —siseé—. De ahí sacó ese estúpido libro, ¿sabes lo que fue para mí leer que el abuelo y la abuela sólo estaban casados por alianza matrimonial y no por amor? ¿Que en realidad el abuelo amó toda su vida a un mago oscuro?
La audiencia estaba muda.
Yo daba vueltas por el comedor como una fiera enjaulada buscando mi varita.
—Alguien necesita ponerle un alto a esa... arpía —escupí cada palabra.
—Piensa que es su trabajo, May... —comenzó Ron.
Pero yo estaba demasiado en las nubes como para escuchar.
—No, Ronald Weasley, existe la ética periodística, no vas y asaltas a una mujer envejecida para sacarle todos sus secretos —dije secamente—, si la señora Bathilda la hubiese conocido en sus épocas de gloria, Skeeter no sería más que una rana verrugosa ahora. Debería ir a casa de Bathilda a ver cómo se encuentra... —dije calmándome un poco.
Los tres intercambiaron una mirada gélida.
—May, estuvimos en casa de Bathilda durante nuestra búsqueda de los horrocruxes... —comenzó Harry.
— ¿Y?... —elevé una ceja—. ¿Cómo está?
Ninguno de ellos respondió hasta Hermione se aclaró la garganta.
—La asesinaron, May —confesó.
—Oh... —dije solamente.
Me dejé caer nuevamente en la silla al lado de Harry, toda la cólera contra Skeeter se había ido y ahora había otro sentimiento en su lugar.
— ¿La conocías? —preguntó Harry con cuidado tomando mi mano.
Asentí.
—Viví con ella algunas semanas, fue precisamente cuando Skeeter publicó que era nieta del abuelo Albus —confesé abatida—. Bathilda no lo sabía, pero se comportó muy a la altura cuando lo supo, no cuestionó nada. Por eso el abuelo confiaba tanto en ella.
Hermione se veía bastante incómoda y se removía en su lugar.
—Suéltalo —le dije simplemente.
Conocía lo suficiente a Hermione como para saber que traía algo en la punta de la lengua.
— ¿Y si tuviera la información necesaria para poder castigar a Skeeter? —probó Hermione.
La miré seria.
— ¿Es una suposición o estoy perdiendo tiempo valioso para escribir a todos mis amigos para enviar a esa bruja lejos de los periódicos? —cuestioné.
Hermione soltó aire contenido.
—Rita Skeeter es una animaga no registrada, podrían enviarla a Askaban si logramos reunir la evidencia necesaria para acusarla —admitió por fin.
No respondí, me levanté y traje conmigo pergamino, tinta y pluma. Garabateé saludos nauseabundos e innecesarios a Pansy, Blaise, Theo y Draco, aunque era probable que Nott y Blaise estuvieran juntos.
— ¿Kreacher? —llamé. Él apareció de inmediato—. No tengo una lechuza ahora, ¿te importaría entregar estas cartas a las nobles casas Malfoy, Blaise, Nott y Parkinson?
Kreacher casi las arrancó de mis manos.
— ¿Qué harás? —preguntó Harry preocupado.
Me encogí de hombros.
—Verás cómo tratamos a los soplones en Slytherin.
Hermione me miró con recelo. Los tres Gryffindors parecían no entender mi sentido de la venganza.
—De todas formas, ¿qué dice el artículo de Skeeter está vez? —preguntó Ron.
Él lo tomó y comenzó a leerlo en voz alta los títulos:
—Harry Potter vence al mago tenebroso Lord Voldemort, El niño que vivió ¡vive!, El trío dorado salva Hogwarts, May Dumbledore mete las manos al fuego por los mortifagos, El niño dorado le da esperanza al mundo mágico... —leyó varios clasificados.
—Es la maldita sección Corazón de Bruja, Weasley —murmuré sacada de mis casillas.
Aun así continuó hasta llegar a Skeeter y su mediocre columna de Corazón de Bruja
—May Dumbledore regresa al lado de la luz y se lleva al Elegido con ella...
Ron y Hermione pasaron los ojos rápidamente por la nota y sus rostros fueron entendiendo por qué estaba tan enojada. Ron leyó en voz alta:
«En columnas anteriores hablamos sobre los movimientos políticos muy estudiados y fríamente calculados que había estado haciendo May Dumbledore, nieta del difunto director de Hogwarts, quien se había pasado al lado del mago Tenebroso conocido como Lord Voldemort, para así asegurar estar en el lado triunfador. Como toda una Slytherin, asegurándose de no perder.
Estuvo gozando de comodidades en Malfoy y Riddle Manor, con las mejores ropas de diseñador mágico que le fueron proporcionadas por Draco Malfoy, quien se especula fue su prometido por un breve espacio de tiempo. Recordemos que había estado saliendo con Harry Potter, el niño dorado, durante su sexto año en Hogwarts, pero lo abandonó por Draco Malfoy, quien es sangre pura, cuya familia es aún miembro de los veintiocho, heredero de la fortuna Malfoy, quien estaba del lado del mago oscuro. Con ese movimiento probablemente quería asegurar su lugar en el mundo mágico, estando bajo las órdenes de Ya-saben-quién.
Sin embargo, su último movimiento político fue regresar al bando que consideró ganaría, ese fue el de Harry Potter, quien se enfrentó hace tres días al mago oscuro en Hogwarts. Sin embargo, May Dumbledore nunca se va con las manos vacías y puede verse que tiene los rasgos astutos de Slytherin impecables, ya que a su regreso al lado de la luz, le quitó a Ginevra Weasley (quien hasta hace tres días era la pareja oficial del chico dorado) el amor de Harry Potter.
Como recordarán, si son lectores asiduos de mi columna, Harry Potter tras el abandono de May Dumbledore, se consoló con Ginevra Weasley, hermana de su mejor amigo Ronald Weasley. Pero al regreso de May Dumbledore la siguió como un cachorro babeante, botando a la chica Weasley e importándole muy poco que sea sólo la opción más lucrativa para May Dumbledore. ¿Afectará eso su amistad con su mejor amigo Ron Weasley?
Ayer al medio día, nuestros fotógrafos los capturaron de compras en Callejón Diagon, con muchas bolsas de tiendas y luciendo muy enamorados. Sobre todo May Dumbledore, que llevaba muchas bolsas de tiendas de vestidos y artículos de belleza y accesorios. ¿Quién será la siguiente presa por la que May Dumbledore dejará a Harry Potter?
¿Se tratará sólo de la fama de El Elegido o irá tras su fortuna? Se calcula que es tan grande como la de la familia Malfoy, ya que heredó todo de la familia Potter y Black. Porque siendo honestos, May Dumbledore fue criada por Rosempire Dumbledore, quien apostó a un buen matrimonio antes que al amor. Así que May Dumbledore se crio elegante y refinada. Nuestro niño elegido aún viste camisas a cuadros que no son de su talla, ella debe estar gastando todo su dinero en vestidos de alta costura y moda mágica. ¿Alguien salvará al Niño que vivió?» terminó Ron con voz acartonada.
Yo rechiné los dientes.
— ¡Yo no soy un cachorro babeante! —se quejó Harry.
Me crucé de brazos volviendo a sentir la ira.
—Puedo entender que yo sea noticia por estar con Harry, no puede evitarse, pero hablar de la abuela es pasarse del límite, ¡ni siquiera Lucius Malfoy fue tan osado! —escupí cada palabra con ira.
Los tres chicos se mantuvieron en silencio mientras yo despotricaba.
— ¡No necesito el dinero de ningún hombre! El abuelo y la abuela también me dejaron una herencia, ¿por qué necesitaría estar mendigando fortunas de otras familias? —jadeé molesta.
Ron tenía el ceño fruncido.
—También está arrastrando el nombre de Ginny a este lodazal —coincidió con mi disgusto.
Esa noche al ir a dormir, me volví a colar en la habitación de Harry, mi actividad favorita del día. Pero Harry no se encontraba acostado, más bien estaba sentado en su escritorio escribiendo algunas cartas a sus amigos y los demás. Se giró para verme al entrar y me sonrió. Vestía unos pantalones cortos y una camiseta grande de color negro.
—Terminaré pronto, ponte debajo de las sábanas, te acompaño en seguida —me pidió.
Asentí felizmente hasta que por fin lo sentí acomodarse a mi lado y apagar la luz. Creí que Harry ya estaba dormido cuando escuché un resoplido que parecía habérsele escapado.
— ¿Todo bien? —pregunté.
—Lo siento, ¿te desperté? —preguntó avergonzado.
Me volví para mirarle.
—Estaba despierta —admití—. ¿Hay algo que te moleste?
Harry estaba dudoso y vacilante.
—Puedes decirme lo que sea —le aclaré.
Harry tardó otros segundos en decidirse a responder.
—Es sobre ese artículo de Skeeter, es algo estúpido —confesó por fin.
Algo dentro de mí se angustió, no sabía si Harry estaba considerando que yo fuera una caza fortunas. Me mantuve en silencio dejándolo continuar a su ritmo.
—Es verdad eso que dice sobre que visto como un chico de catorce, me visto así desde niño —soltó finalmente. Incluso en la media luz pude ver su vergüenza.
Puse una mano en su mejilla.
—No hay nada de malo en ti, Harry —intenté convencerlo pero él no me miraba.
—Tal vez debería cambiar mi estilo, un poco más como Malfoy y menos como yo —siguió en su línea de pensamiento.
Me sentí conmovida y sentimental por verlo tan vulnerable.
—Harry Potter, no hay nada de malo en cómo te vistes. Eres un chico muy atractivo, realmente —aseveré—, absolutamente cualquier cosa se te ve bien y es adecuada.
Harry no se veía muy convencido cuando acurrucó su rostro en mi cuello.
—Es sólo que toda mi vida usé cosas heredadas por mi primo, quisiera encontrar algo que me guste a mí pero no tengo idea de cómo —susurró.
Tragué duro. Tenía noción de que Harry no era amado en la familia en la que estaba pero realmente nunca había querido ser intrusiva al respecto.
—Podemos ir de compras juntos, Harry —ofrecí acariciando su rostro. Él cerró los ojos ante mí tacto—. Pansy dice que sé vestir, podemos encontrar algo que te guste.
Él se abrazó más a mí como un niño pequeño. Permaneció un rato en silencio hasta que soltó:
—Antes de ir a Hogwarts, vivía en una alacena debajo de las escaleras. Es normal que no sea sofisticado, supongo.
Me quedé muda y abrí mucho los ojos. Mi tacto se congeló pero no dije nada, Harry continuó.
—Incluso mi carta de Hogwarts tenía como dirección Privet Drive, Alacena debajo de las escaleras... —rió entre dientes.
Seguí acariciando su cabello, no sabiendo muy bien qué decirle.
—Eso es horrible Harry. Pero alguien que pasó por todas esas cosas no debería si quiera escuchar lo que alguien como Skeeter tiene para decir, amor —sugerí—. Eres maravilloso, Harry.
Harry se levantó y me miró con una minúscula sonrisa.
— ¿Lo crees? —preguntó mitigando su sonrisa.
Le sonreí tiernamente.
—Adoro cada parte de ti, Harry. Tus lentes gruesos y redondos que parecen tener tus ojos verdes en exhibición como dos piedras preciosas —le susurré—, y la forma en que das sonrisas amables cuando Pansy lanza un comentario mordaz sobre Gryffindor siendo un perdedor —reí recordando la manera en que Harry sólo sonreía mientras Pansy despotricaba sobre lo horribles que eran los Gryffindor en Hogwarts—. Además, ahora eres jefe de la ancestral casa Black, eres rico, poderoso y famoso, puedes hacer lo que quieras.
—Ya no digas más o se me prenderá la cara en fuego —balbuseó.
Me reí mientras daba besos en toda su cara. Harry era lo mejor que tenía en mi vida, Skeeter iba a caer. O me dejaría de llamar May Ann Olymple Rhae Dumbledore.
De verdad, las reformas de la casa fueron un trabajo Muy duro. La casa era inmensa, si el título La Noble y Ancestral Casa Black les suena largo para pronunciar, es que no conocen el tamaño de la casa, era muy cercana a una mansión. Un sin fin de habitaciones acomodadas con magia, varios pisos y pasillos, escaleras, ventanas, puertas, candelabros, pasadizos, suelos, alfombras, en fin, sentía que era un trabajo que nos superaba.
Tardamos mucho tiempo sacando toda la mierda que tenía la familia Black, pero Dobby y Kreacher hicieron todo más fácil con su magia. Finalmente nos deshicimos de Walburga y su panda de familia, fue lo más complicado, tuvimos que traer un experto en retratos desde Francia que nos cobró una fortuna, ya que Walburga se había empeñado en ser un dolor de cabeza incluso después de muerta.
Vinieron algunos expertos a revisar mágicamente la estructura de la casa, efectivamente necesitaba algunos ajustes mágicos para hacerla fuerte y segura, lo más importante era el esqueleto de nuestro nuevo hogar.
Quisimos quitar toda la madera arruinada, los tapices, los candelabros y todo lo estético que no fuera con la idea que teníamos o que estuviera en muy mal estado. Pero igualmente necesitamos contratar un gran equipo para hacerlo, incluso aunque algunos amigos vinieron a ayudar.
Como Harry notó que la casa necesitaría de mucho dinero y como El Profeta estaba obsesionado con él, se le ocurrió llevar al periódico ante el ministerio, exigiendo que le pagaran cada vez que mencionaran su nombre. Aunque parecía algo exagerado, Harry les comprobó que hablaban masivamente de él, básicamente su periódico entero, por lo que el Ministerio aprobó la moción. Pero como los chismes de Harry vendían muy bien, El Profeta no dejó de mencionarlo incluso si tenía que pagarle algunos galeones por eso.
Por fin la casa estaba desnuda, lista para decorar. Por aquel tiempo, como queríamos sacar todo de la casa Black, Theo nos ofreció asilo. Después de la muerte de su padre, sólo estaba él y los elfos domésticos en una enorme casa, aunque la mayor parte del tiempo también estaba Blaise. Al principio Harry estuvo muy renuente a aceptar, pero poco a poco se fue relajando en la presencia de ambos chicos hasta que pudo tratarlos familiarmente. No se preocupen, nos llevamos a Kreacher con nosotros, estuvo gustoso de servir a los Nott también.
Harry y yo pactamos comenzar con la habitación principal para poder regresar a dormir ahí, después sería importante que siguiéramos con la cocina para que pudiéramos cocinar y poder mudarnos de la casa de Nott.
Aunque estábamos interesados en poner nuestra propia personalidad y gustos en la casa, también queríamos conservar la personalidad de la casa, ese mismo estilo regio, oscuro y elegante.
Igualmente tuvimos que contratar un equipo mágico especializado en hechizos de decoración. Ellos se encargaron de pulir los suelos y reparar la madera que estaba vieja, eligiendo un color café cenizo. Así como la madera oscura que elegimos iría en las paredes de cada habitación. Terminaron cada una de las molduras elegantes de las paredes.
También hicieron el cielo de las habitaciones, junto a sus debidas molduras e iluminación elegida. Y finalmente, nuestro gran equipo de reformadores mágicos, colocó las puertas recién renovadas, pulidas y pintadas. Cada una con pomo apropiado para ese estilo tan distinguido.
— ¿No es demasiado? —me preguntó Harry en algún momento de la reforma.
—Nada es demasiado, mereces lo mejor —le respondí—. Incluso deberíamos mandar a pintar un cuadro enorme con esa cara gallarda —le propuse en broma mientras le besaba la mejilla pero Harry casi se puso verde.
Tal como decidimos, lo primero que fue amueblado fue nuestra habitación y la cocina, una hermosa cocina que casi provoca una emoción en Kreacher. A nosotros por otro lado, nos entusiasmó tanto nuestra habitación que nos encerramos a comprobar la comodidad de nuestra cama.
La casa se sentía incluso más amplia, iluminada y ligera. Los únicos cuadros colocados en la casa eran los pertenecientes a Regulus y Sirius Black, los abuelos Dumbledore, los Lupin, los padres de Harry, mis propios padres y Fred Weasley. El cuadro de mis abuelos fue hecho hace 20 años, cuando la abuela aún vivía, fue el último regalo de Navidad que dejó para mí en mi habitación de Hogwarts, cuando estaba pasando navidad con Draco en Valle de Godric, no lo había abierto hasta que fui a Valle de Godric donde se encontraban todas las cosas que había dejado en mi habitación de Hogwarts.
Nos encontramos varias veces a Kreacher contemplando la posición de honor que le dimos a Regulus en el recibidor de la casa, ahora era el guardián de la casa.
A partir de ahí, todo se fue como agua corriente, amueblamos habitación por habitación, y aunque el trabajo no estaba cien por ciento concluido, podríamos decir que ya estábamos del otro lado.
Rita Skeeter fue enviada a Askaban, sentenciada a pasar allí un año por ser una animaga no registrada. Theo y Zabini trabajaron muy duro para recolectar la evidencia necesaria, Draco hizo búsqueda de otros delitos menores cometidos por su condición de animaga para generar agravantes y por el uso ilegal de varitaserum en sus informantes. Y Pansy movió los hilos en el Ministerio por sus influencias para que el asunto saliera más rápido de lo que normalmente sería. En un abrir y cerrar de ojos, Skeeter había sido despojada de su cédula como periodista y desterrada del profeta por falta de ética profesional, estando tras las rejas en Askaban. Claro que ayudó mucho que Harry y yo fuéramos a llorar a la audiencia de Skeeter sobre lo mucho que nos había lastimado. Tanto Harry como el abuelo ahora tenían un busto en el ministerio y eran miembros distinguidos de la sociedad, por lo que no fue difícil sacar una buena sentencia para Skeeter.
—No puedo creer que de verdad enviaste a Skeeter a Askaban —gemía Hermione con asombro.
Pansy a mi lado se encogió de hombros.
—Tuviste el poder de hacerlo desde el Torneo de los tres magos, Granger —le dijo no comprendiendo por qué no hizo algo antes.
—No me parecía correcto enviarla a Askaban en aquel momento —dijo simplemente.
Blaise irrumpió en la plática.
—Recuerda que estamos con Gryffindors —le recordó a Pansy.
Ella asintió hastiada. Mientras Theo reía por la cara de Pansy.
—Claro, mierda de Gryffindor. Gracias a Merlín dejaron esto en manos de Slytherin —agradeció Pansy con las manos al cielo.
Teníamos una pequeña tertulia de celebración por el asunto de Skeeter, por el fin de la libertad condicional de Draco, por la vuelta de Hermione con sus padres de Australia y porque terminamos las remodelaciones de la casa.
Luna quien ayudaba a Hermione colocando florecitas arriba de las servilletas que rodeaban los cubiertos, levantó su vista soñadora.
—La casa ha quedado muy linda —comentó con los mismos ojos adormilados que siempre tenía.
Le sonreí.
—Supongo que sí, trabajamos muy duro—respondí.
El estilo de la casa tenía el toque elegante de los sillones y muebles de la casa Slytherin, con esos suelos impecables que me encantaban, pero también tenía esa vibra cálida que trasmitía Gryffindor, como el sentimiento acogedor de estar juntos en familia y todo aquello se complementaba con el estilo Black.
Mis amigos siguieron con su conversación sobre lo bien que había quedado la casa, ya que les estaba mostrando un álbum de fotos que tomamos antes de comenzar la limpieza, para guardarlo como un recuerdo, ya que sólo unos cuantos vieron la casa como estaba antes.
Miré a Draco que se mantenía callado en el rincón de la sala jugando nerviosamente con su anillo. Me giré a Luna.
—Son muy bonitas las flores que estás poniendo allí, ¿son del invernadero? —pregunté.
Neville fue muy amable en regalarnos varias plantas cultivadas por él mismo para el invernadero que habíamos comenzado a trabajar hace pocos días pero estaba totalmente vacío. Aunque más que un invernadero era como un solárium dedicado a ser un salón para tomar el té.
Luna asintió con una pequeña sonrisa.
—Draco aún no lo ha visto, ¿por qué no se lo muestras? Después de todo tú ayudaste con la decoración y conoces las plantas —le pedí inocentemente.
Ella asintió de inmediato y se dirigió hacia Draco que había escuchado la conversación y me miraba con resentimiento. Luna se acercó a él y le tendió una pequeña mano blanca que Draco correspondió con mucho recelo. Ella lo jaló hasta las escaleras para asegurarse de que la seguía. Draco me dio una última mirada de odio antes de perderse en el segundo piso.
Pansy me miraba con ojos entrecerrados.
— ¿Qué planeas, Dumbledore? —cuestionó con cautela.
Me encogí de hombros inocente.
—Nada, sólo Draco estaba ahí luciendo como que quería morir.
Ella no me retiró la mirada acusadora hasta que Blaise la llamó para platicarle sobre algo. Harry llegó por detrás de mí, poniendo sus manos en mis hombros dando un pequeño masaje.
—La cena ya está lista, ¿nos sentamos a la mesa? —me preguntó.
Yo me levanté del sofá en el que estaba retozando para unirme a él.
— ¿Qué cocinaste hoy, cariño? —pregunté oliendo en el aire un poco de mantequilla.
El susurró que era una sorpresa en mi oído y dejó un beso en su lugar.
La sorpresa había sido que Harry fuera tan bueno en la cocina y todas esas labores de hogar.
— ¡Eso huele delicioso! —dijo Zabini tomando asiento junto a Theo.
Como nuestra familia era tan grande en ocasiones como estas, decidimos dejar el gran comedor original, donde fácilmente entraban unas diez personas. Aun así en ocasiones como estas era necesario un hechizo agrandador para poder sentarnos todos juntos.
Neville salió de la cocina junto a Ron y George, junto a Harry se habían hecho cargo de la cocina. Dobby venía tras ellos con botellas de vino que ayudaban a cargar Winky y Kreacher.
Para todos había sido difícil recuperarse de la guerra, pero especialmente para George, quien había perdido a Fred. Así que lo manteníamos lo más cerca de nosotros como podíamos.
—Si alguien me hubiera dicho hace dos años que estaría compartiendo mesa con nacidos de muggles y elfos domésticos... la verdad me hubiera reído muchísimo —comentó Pansy sentándose junto a Dobby, quien totalmente ajeno le sonrió con ojos brillantes.
Fui hasta el pie de las escaleras para gritarles a Luna y Draco que ya estaba lista la cena para que se reunieran con nosotros. Volví y me senté junto a Harry y Hermione. Poco después un Draco rojo hasta las orejas se sentaba en silencio a salvo entre Zabini y Pansy. Luna se dejó caer entre Neville y Ron.
Resultó que Harry y los chicos habían cocinado un estofado de pavo con patatas y vegetales. George repartió vino a todos, seguramente hoy todos terminaríamos riendo como locos.
—Entonces, Hermione, ¿te llegaron ofertas del ministerio? —le preguntó Blaise a Hermione.
Ella asintió.
—Sí, así es. Aunque era una buena oportunidad tuve que decir que no. Quiero volver al último año en Hogwarts —respondió ella antes de tomar de su copa de vino.
Theo rió.
—Por supuesto que sí —se burló—. ¿Tú qué dices, Potter? ¿Regresarás a terminar la escuela?
Harry asintió.
—Mcgonagall y May estuvieron de acuerdo en que sí regresaba a Hogwarts era más probable que los demás quisieran hacerlo —dijo rodando los ojos—. No veo la lógica de eso pero prefiero evitar problemas con la fiera, ya sabes...
Le di un codazo.
—Estoy bromeando, estoy bromeando... —se retractó—. La verdad es que yo también quiero regresar a Hogwarts a un último año, cerrar ese capítulo correctamente.
Neville asintió.
—Creo que es lo mejor, ojalá todos regresáramos para tener sólo un año juntos antes de comenzar nuestra vida de adultos —coincidió Neville.
— ¿Y tú qué harás después de la graduación, Longbottom? ¿Tienes un plan? —le preguntó Crabbe.
Longbottom, visiblemente nervioso, le respondió:
—Resultó que tengo talento para las plantas, estaré ayudando a la profesora Sprout, y después tomaré ese rumbo.
—Suena bien —coincidió Greg—. Yo tendré que tomar los negocios de papá, ya es viejo y yo me haré cargo de la familia.
—Eso apesta, amigo —le dijo Theo—. Al menos tendrás a Draco para que te ayude, también se está haciendo cargo de los negocios de su familia, ¿no es así, Draco?
Draco asintió.
—Alguien tiene que hacerlo, compañero —le dio una palmada a Greg.
Después de la cena, nos reunimos en el salón para seguir conversando. Kreacher ya venía con más botellas de vino, repartiéndolas entre los invitados. Si había algo que le gustaba más a Kreacher que ser un cascarrabias, era el vino tinto.
—Dobby, ¿cómo van las cosas en Hogwarts? ¿Están dándoles sus días de descanso? —preguntó Hermione.
Dobby asintió vehemente.
—Nos están doblando los salarios por el trabajo que realizamos ahora, hubo muchas donaciones para Hogwarts de parte de los magos y Brujas —respondió—, el señor Potter donó una gran suma de dinero, tanto como la familia Malfoy.
Draco y Harry se atragantaron con su copa de vino. Pero no respondieron nada.
—Pondré algo de música en el estéreo, ¿pedidos? —preguntó Harry levantándose repentinamente.
—Algo del rey —pidió Pansy.
Después de cuidar a mi gato, Pansy se familiarizó con Elvis y entendió por qué era el rey.
Algunas botellas de vino después y música disco, Dobby ya se había llevado a Winky que estaba muy borracha. Incluso Luna ya estaba recargada en Draco que estaba resignado a ser su cuidador ese día. Theo estaba debajo del brazo de Zabini, cómodamente durmiendo. Ron y Hermione eran los más sobrios y habían tomado a Neville y George a su cuidado, quienes aún tenían mucha pila y cantaban a todo pulmón Chiquitita de ABBA. Y Pansy les bailaba complementando el acto, pero yo veía demasiado sospechoso la forma en que se pegaba a George.
Bebimos hasta muy tarde pero aun así no me sentía ebria, más bien, audaz y desinhibida. Harry por otro lado, no había bebido tanto, no era muy aficionado al alcohol.
—Nos llevaremos a Neville, está muy borracho —informó Hermione.
— ¿Quieres que te acompañe a casa, George? —preguntó Ron a su hermano.
—Yo lo llevaré, me queda de pasada —le dijo apresuradamente Pansy—. Además, George dijo que me mostraría la tienda.
George asintió cruzándose de brazos y recargándose en una pared. Ron asintió a su hermano con algo de duda pero no mencionó nada.
Hermione por su parte pasó un brazo protectoramente sobre los hombros de una Luna muy ebria, que seguía invadiendo el espacio personal de Draco, y murmurándole cosas, quien estaba muy sonrojado por el vino.
—Nos llevaremos a Luna también —informó Hermione con el ceño fruncido. Ella también había visto lo que yo.
Mire a Theo y Zabini que estaban muy ebrios en el mueble, ambos casi dormidos.
—Quédense en mi habitación, de todas formas no podrían encontrar su casa ni aunque sus vidas dependieran de ello —les reñí.
Ellos asintieron simplemente.
—Buenas noches a todos, una compañía extrañamente buena —murmuró Zabini arrastrando con él a Theo al segundo piso.
Para nadie fue sorpresa cuando ambos dijeron que eran pareja. Con Ron y Hermione era la misma historia.
Draco se levantó pero perdió un poco el equilibrio por la bebida. Había estado bebiendo nerviosamente por la cercanía de Luna.
—Quédate también, Draco, hay una habitación con una cama, aún no está terminada pero servirá para que no llegues así a la mansión —le sugerí tomándolo del brazo.
El asintió y se tambaleó al segundo piso. Un misterio cómo sobrevivió sólo tanto tiempo.
Por fin, Harry y yo subimos a la habitación. Yo seguía igual de audaz pero un poco más sobria. Me sentía tan audaz que comencé a desnudarme con Harry en la habitación.
—May... —dijo con voz entre cortada.
Había una profunda oscuridad, sólo iluminaba una lámpara de noche.
— ¿Sí? —pregunté.
Él tragó duro.
—No es nada —decidió finalmente.
Me coloqué una camiseta de Harry, sólo dejé la ropa interior, eran bastantes cómodas y frescas para dormir, aunque tenía varias cosas en mente excepto dormir. Me acomodé en la cama mientras Harry se quitaba los zapatos y tímidamente entraba en el baño a cambiarse de ropa como siempre. Eché un hechizo silenciador y saqué a Elvis de la habitación, nada iba a arruinar mis planes. No sabía si Harry no tenía impulsos sexuales o yo no los despertaba, pero yo ya quería que Harry diera el siguiente paso.
Entonces, apagué las luz de noche esperando que eso ambientara algo, sólo se veía la débil luz que transpiraba de afuera. Harry salió dando un tropiezo con la cama que lo hizo caer como un bulto encima de mí. Bueno, quería que hiciera un avance, no que me aplastara hasta mi muerte.
—Lo siento, May —dijo nerviosamente saliendo de encima de mí.
Harry se colocó a mí lado, hacía calor ese día y sólo teníamos una sábana delgada cubriéndonos. Me pegué a Harry que me estaba dando la espalda. Él brincó levemente como si no recordara que estaba yo allí. Casi quería dar un pisotón contra el suelo pero en vez de eso me enfurruñé cruzando los brazos sobre mi pecho.
Cuál era el problema de Potter, yo había estado intentando hacer avances pero no ocurría nada más que besos apasionados. Harry era todo encanto y amor pero sólo entraba en la habitación y se convertía en mi marido se 60 años que llevaba conmigo 40 años. Teníamos dieciocho años, ya era hora de que empezara a mostrar algo de hormonas o me volvería loca.
—Hace algo de calor, ¿no? —pregunté en voz baja.
Harry se incorporó lentamente.
— ¿Quieres que ponga algún hechizo refrescante? —preguntó amablemente.
Negué en la oscuridad. Yo podía ver levemente sus facciones, así que pensé que él podría ver el movimiento de mi cabeza.
—No es necesario, refrescará en un rato —comencé casi ronroneando como un gato—. Creo que con que me deshaga de esta camisa es suficiente —añadí sacando la amplia camisa por la cabeza.
Harry asintió y pude sentir cómo se tensaba y volvía a acostarse cuidando meticulosamente no tocarme. Decidí darle un descanso a Harry y me tumbe boca abajo apoyándome en los codos para mirar a Harry, él también me miraba a la cara, su gesto estaba un poco más relajado.
— ¿Me cantas una canción? —preguntó en voz baja.
Asentí incorporándome un poco. Elegí Hey Jude, era una canción que me hacía pensar en Harry siempre que la escuchaba.
Hey Jude, don't make it bad.
Take a sad song and make it better.
Remember to let her into your heart,
Then you can start to make it better.
Estiré una mano para acariciar la mejilla de Harry que se estremeció a mí tacto y cerró los ojos tranquilo.
Hey Jude, don't be afraid.
You were made to go out and get her.
The minute you let her under your skin,
Then you begin to make it better.
And anytime you feel the pain, hey Jude, refrain,
Don't carry the world upon your shoulders.
For well you know that it's a fool who plays it cool
By making his world a little colder.
Canté sólo algunas estrofas de la canción, temiendo que Harry se quedará dormido. Pero Harry volvió a abrir los ojos y me observó con calidez y gentileza.
—Me gusta escucharte cantar, observarte hacer cualquier cosa o simplemente sentirte presente—dijo de repente.
Le sonreí dándole un beso en la mejilla, otro en la comisura de los labios y el siguiente lo deposité en su boca. Él correspondió rápidamente, moviendo sus labios y ordenando el ritmo, abriendo su boca, por mi lado dejé que hiciera lo que quisiera, así que abrí mi boca dejando que su lengua entrara y se enredara con la mía. Me replegué a Harry y sentí que con sus manos recorría mi espalda hasta llegar a mi cintura donde afianzó su mano con seguridad y me atrajo más a él.
Y ahí era donde terminaba siempre todo. Harry se apartó con cuidado y gentileza volviendo a poner las sábanas sobre mí arropándome mientras se dejaba caer a mi lado. Yo estaba ahí furiosa y sin aliento. Me incorporé de golpe y me enfrenté a él.
— ¡Por Salazar, Potter! Entiendo que no estés listo, pero tenemos dieciocho años, dormimos juntos a diario y uso prendas transparentes, ¿quieres decirme por qué no has saltado sobre mí? —solté de golpe.
Harry se veía como si le hubiera echado un balde de agua fría.
—Yo no... yo no quería que tú... ya sabes, te sintieras vulnerable o expuesta, yo sólo... —suspiró calmándose—. Estaba tan feliz de dormir contigo, que no quise hacer nada que te espantara y comenzaras a dormir en tu habitación.
Me quedé en silencio analizándolo.
—Bueno, si lo pones de esa manera suena menos grabe —dije volviéndome a dejar caer a su lado—. Creí que yo no te movía ni un cabello —admití.
Harry rió entre dientes.
—May, he tenido que contar hasta mil para calmarme porque me ponía demasiado inquieto cuando entrabas con esas camisas apenas rosándote el trasero, y cómo te pavoneabas con ellas en el desayuno —dijo peligrosamente cerca de mi oído.
No sabía qué había hecho, se sentía peligroso pero me gustaba.
—Eso es bueno —fue mi turno de titubear—. Comenzaba a pensar que iba a tener que bailar desnuda en la habitación para poder hacerte perder el control —murmuré todo aquello sin pensar.
Los ojos verdes de Harry no se perdían nada.
—Bueno, eso hubiera sido un gran problema para ti. Con todo eso de tener un horrocrux dentro, Voldemort en mi cabeza y toda esa mierda, desarrollé un gran autocontrol —comenzó diciendo pero su lascividad iba aumentando—. O si no, cómo crees que me controlaba cada que tocabas a Malfoy cariñosamente de los brazos y sus manos para no arrastrarte a la habitación y follarte para poder sentirte mía —murmuró en mi oído mientras dejaba pequeños y suaves besos en su camino a mi cuello.
—Harry... —murmuré en un gemido.
Eso fue suficiente para que Harry estuviera casi encima de mí devorando mi boca y arrancando hasta el último aliento. Con una habilidad sospechosa, Harry se deshizo de su ropa, dejando sólo la interior para poder sentir toda su piel fresca contra la mía que parecía quemar.
—Te amo, May —murmuró—. Más que a mi propia vida.
Le besé en respuesta, ya habría tiempo de decirle cuánto lo adoraba, que yo le rezaba día y noche, y si era necesario me quedaba en ayunas. Me embriagué del olor de Harry y de la sensación de cuerpo contra el mío donde no había espacio para nada más. Podía sentir su excitación contra mí, dura y lista. Mi boca se sentía provocada y salivaba en espera de poder probarlo por fin. Pasé un par de dedos por el filo de su ropa interior queriendo decir que lo quería afuera, de inmediato.
Harry captó la indirecta y obedeció. Aproveché esos segundos para bajarme de la cama y ponerme de rodillas ante Harry. Había sido paciente y estaba esperando mi premio. La mirada de Harry al verme tumbada en el suelo fue caliente, pasó una mano por mi mejilla y con su dedo pulgar acarició la comisura de mis labios.
El pene de Harry estaba ahí frente a mí, luciendo imponente e importante. Apenas lo toqué con una mano, Harry se echó hacia atrás deteniéndose con sus palmas contra la cama y soltando pequeños ruidos de gemidos ahogados. En cuanto puse mi boca en él, Harry soltó una maldición en medio del éxtasis, mientras tomaba mi cabello con una de sus manos.
Levanté la vista mientras succionaba y Harry ya me estaba mirando, no perdiendo ningún detalle de lo que estaba haciendo y apretando mi cuello y nuca con su gran palma para indicarme el ritmo que quería.
— ¡Por Godric! ¿Siempre fuiste así de lasciva? —dijo en un gemido.
Bajé a lamer los testículos, en ese momento Harry echó hacia atrás su cabeza no pudiendo manejar ese nivel de excitación. De pronto me tomó fuerte de los brazos y me levantó hasta dejarme caer suavemente sobre la cama. Algo me decía que mis gustos eran más rudos de lo que Harry me estaba tratando, como si me fuera a romper, pero para la primera ocasión, estaba bien.
Harry me manejó completamente, dejando pequeños besos en su camino a mis pechos mientras lamía uno y jugaba hábilmente con el otro.
—Harry... por favor... —balbuceé sin saber ni siquiera lo que estaba pidiendo en medio de los gemidos.
— ¿Por favor, qué? —preguntó Harry tomando el control.
—No lo sé... —respondí con la cara ardiendo.
Harry soltó una pequeña risa y siguió su camino hasta mi centro, donde separó las piernas gentilmente, haciéndome sentir lo más expuesta que estuve en mi vida. Ahora me estaba comportando bastante tímida rehuyendo de su mirada.
—May... —me llamó obligándome a mirarlo.
A regañadientes lo miré. Él tenía esa mirada provocativa y salvaje.
—Eres preciosa y te voy a hacer el amor —dijo con una seguridad que me hizo mojarme.
Gracias a Circe, volvió su atención a mi cuerpo y no a mi mirada que estaba tan perdida como mis pensamientos. Comenzó a dar besos en mis muslos hasta que llegó a mi sexo donde comenzó a lamer y besarlo apasionadamente mientras yo gemia sin ningún control.
—Sabes tan jodidamente bien —dijo Harry mientras introducía un dedo lentamente por mi vagina—. Estás tan húmeda, May.
Lancé un grito ahogado mientras introducía el segundo, una vez que se ensanchó por la excitación. Me había estado perdiendo esto durante tanto tiempo y estaba tan enojada conmigo por eso.
—Harry, por favor... —rogué en un gemido lastimero.
Él volvió su atención a mí sin dejar de penetrarme con sus dedos.
— ¿Sí, May?
Sufrí cada palabra.
—Por favor, cógeme... —lancé en un casi sollozo.
Harry se detuvo en lo que hacía.
—Pídemelo correctamente, no voy a follarte hoy, ¿recuerdas? —dijo con aire estricto.
Tragué saliva y deje mi dignidad ahí para Harry.
—Harry... Harry, por favor, hazme el amor —pedí con el rostro como un infierno.
Harry asintió.
—Te voy a hacer mía tantas veces que vas a olvidar el nombre de cualquier hombre en el mundo e incluso el tuyo propio, solamente recordarás el mío —prometió.
Se masturbó a sí mismo un par de segundos para poner su pene duro lo suficiente para mí. Y se acercó a mí entrada para rozarlo, lo que me hizo las piernas temblar y mojarme aún más.
—Dámelo, ya... ya por favor —lloré de deseo.
Harry me miró y disfrutó hacerme rogar un poco más hasta que lentamente introdujo su miembro en mí. Yo estaba tan perdida que la mínima molestia que sentí la confundí con placer. Harry estaba atento a mis reacciones y comenzó a moverse lentamente hasta que sus movimientos se hicieron rítmicos y más duros, sin embargo no dejaba de ser gentil, sus manos viajaban constantemente a acariciar mis pechos y mi rostro, cualquier cabello fuera de su lugar lo apartaba de mi cara.
—Harry... —gemí su nombre.
Él no dejó de penetrarme pero volvió su atención a mí de inmediato
— ¿Sí, May? —preguntó una vez más.
—Duro —pedí sin ningún pudor.
La mirada de Harry se ensombreció, supuse que había perdido lo último de su autocontrol y comenzó a embestir con fuerza mientras con sus manos afianzaba mis caderas hacia él. Ver el cuerpo desnudo de Harry mientras estaba encima de mí me hizo entrar en un completo calor que sentí que podría incendiar toda la casa.
Poco a poco Harry bajó la velocidad, penetrándome con paciencia sin perder el ritmo, lo que hizo que mi humedad brotara por la sensación del movimiento más lento.
No sé cuánto tiempo estuvo Harry jugando conmigo en diferentes posiciones hasta que encontró el lugar, haciéndome venir ruidosamente. Una vez que lo alcancé, él sacó su miembro de mí y terminó sobre mis pechos.
Después de lanzar un hechizo limpiador, se dejó caer a mi costado y echó las sábanas sobre nosotros, me rodeó con un brazo y se acurrucó a mí.
—Te amo, Harry —le dije dejándome abrazar y perdiéndome en su pecho—. Y adoro a tu pene también. Hay que hacerlo otra vez en 15 minutos.
Harry me miró con horror y suspiró asintiendo. Nunca me había negado nada.
Por la mañana, Harry era todo sonrisas. Y cuando Theo, Blaise y Draco se levantaron con una gran resaca, odiaron el Harry gentil y alegre que andaba a su alrededor. Cuando Harry salió del comedor para preparar té, Zabini bufó.
—Que asco me da Potter tan alegre por la mañana —dijo exasperado—. ¿Cómo puede estar tan feliz?
Yo reí un poco demasiado alto.
— ¡No! —dijo Theo incrédulo mientras reía pero agarrando su cabeza por el dolor—. No te creo.
Theo estaba algo al tanto de mi problema. O del que había sido mi problema.
Draco elevó una ceja.
— ¿Qué? —preguntó totalmente ajeno a la atmósfera.
— ¡Lo hicieron! —le respondió Zabini en medio de una risa.
Draco le dio un trago a su café con cara de náusea.
—Por merlín, no quiero saberlo —dijo asqueado.
—No iba a contar nada —me defendí sacándole la lengua.
Zabini me miró burlón.
—Bueno, tienes un logro, te llevaste al Elegido a la cama —dijo en voz baja vigilando que Harry no viniera.
Vi reprobatoriamente a Zabini.
—Eso no es lo que hice, lo haces sonar como... como si lo hubiera estado asechando y buscando mi oportunidad para aprovecharme —balbuceé.
Theo dio una risotada.
— ¿No es eso lo que hiciste? —preguntó burlón.
Traté de desviar el tema de mí, tomando a Draco como mi chivo expiatorio.
— ¿Y tú qué? —le pregunté—. ¿Desde cuándo Draco Malfoy se ve como una Hufflepuff sonrojada?
Draco torció el gesto ofendido.
—Los Malfoy nunca nos vemos como una Hufflepuff sonrojada —se quejó—. No sé de qué hablas.
Zabini rió mientras cruzaba una pierna elegantemente con sus caros pantalones algo arrugados.
—Por favor, Draco. Toda la fiesta te vio sonrojarte cuando Lovegood se recargaba en ti ebria. Y, ¿desde cuándo eres cercano a Lunatic Lovegood?
Draco se encogió de hombros con el ceño ligeramente fruncido.
— ¿Recuerdas que estuvo cautiva en Malfoy Manor? Pues yo conversaba con ella en algunas ocasiones, nada extraño o lo que sea que estés pensando —balbuseó Draco.
Las risas callaron cuando Harry regresó, todo gentil, todo amor, sin darnos oportunidad de seguir riendo a costa de Draco.
—Cariño, ¿almorzamos todos juntos en el solárium? —me sonrió encantadoramente, imagino que con el propósito de dejarme sin aliento.
Prometimos volver a Hogwarts al último año escolar y eso hicimos. Las cosas lucían exactamente iguales pero todo era escalofriantemente diferente. Minerva Mcgonagall era la nueva directora y nuestro jefe de casa era Slurghorn. Mis compañeros también eran los mismos, nuestros almuerzos eran igual de animados pero se cernía una sombra sobre nosotros como si algo no se sintiera completamente bien, tal vez el hecho de que estábamos en el escenario donde dejamos tanto.
Aunque la única cosa palpable que me molestaba aquellos primeros meses era la horda de hombres y mujeres que enviaban correo romántico a toneladas a Harry. Sin contar los regalos y cartas que eran enviados dentro de la misma escuela. Harry me volteaba a ver cada que llegaba la hora del correo por la mañana, seguro podía oír hasta su mesa Gryffindor mi rechinido de dientes.
—Cálmate, por merlín, parece que quieres asesinar a tu tarta de manzana con ese tenedor —me regañó Pansy haciéndome volver en mí—. Granger dice que Potter no responde a esa correspondencia y nunca lo ha hecho.
Seguí asesinando a mi tarta de manzana.
—Ya sé que Harry no lo hace, pero Harry Potter tiene una relación públicamente, ¡y eso no los detiene!
Draco rió burlón.
—No parece que la estés pasando bien. ¿Potter no te hace sentir segura? —graznó dramáticamente con una sonrisa burlona.
Le miré de manera asesina.
—Tú no tienes derecho a opinar. Te gusta Luna Lovegood y ni siquiera sabes cómo acercarte —le respondí con rudeza.
Nuestros amigos se rieron de Draco quién puso un gesto ofendido.
— ¡A mí no me gusta Lunatic Lovegood! —siseó en voz baja.
Blaise resopló.
—Puedo entender que a ella le guste Potter, el Salvador del mundo mágico —me apuntó despectivamente—, porque ya lo conoces, es un sol o qué. —después barrió a Pansy con la mirada—. Que a Pansy le guste el único Weasley genial, después de todo el tipo se está haciendo rico, es sangre pura y tiene una personalidad que agrada a todo el mundo
Pansy asintió de acuerdo con su descripción. Blaise le dio a Draco una sonrisa torcida y continuó:
—Pero, ¿Lunatic Lovegood? Por Salazar, amigo, hace rato la vi hablando con una puerta.
Draco adquirió ese rubor inusual.
—Ya les dije que no me gusta, sólo disfruto hablar con ella porque es de la poca gente fuera de Slytherin que no me trata como un criminal de guerra —torció el gesto frustrado.
Decidí que era momento de darle un descanso y cambié a mi modo maternal.
—Por supuesto, amor, tienes razón. Tú sólo disfruta de hacer amigos, seguro le agradarás a mucha gente igual que a Luna —le calmé haciendo que Draco recuperara la compostura.
Draco asintió volviendo a su gesto digno que no engañó a nadie en la mesa.
—Pronto serán las pruebas de Quiddintch de Gryffindor, ¿irás a ver, Draco? —preguntó Greg.
Draco asintió.
—Me gustaría divertirme un rato viendo cómo se humilla, Potter —sonrió como un gato malicioso.
Le sonreí de vuelta.
— ¿Puedo ir con ustedes? —pregunté.
Pansy elevó una ceja.
—A ti no te gusta el Quiddintch —señaló.
Asentí de acuerdo.
—Pero me gusta su capitán —ronroneé.
—Me das asco —decidió Draco.
Todos mis amigos decidieron ir a ver las pruebas de Gryffindor por varias razones, querían ver cómo se humillaban los Gryffindors por un lugar, cómo se humillaba Harry intentando ser capitán y lucía tan incómodo alrededor de Ginny Weasley, así como verme enfurecer hasta tener los puños blancos por el anterior hecho.
Sin embargo, lo manejé bastante bien, Harry había dicho que estaba en buenos términos con la familia Weasley quien lo quería como otro hijo, y Ginny no quiso quitarle eso por lo que optó por actuar con normalidad y cortesía. Aunque siendo sincera, quién podría culparla por amar a Harry, me hacía sentir incluso contenta que Harry pudiese sentirse amado por una familia y que a pesar de todo Ginny lo permitiera, entendía que yo no podía darle eso.
Ron y Ginny habían quedado dentro del equipo, al igual que Demelza, Dean Thomas y otras caras.
Todo salió bien, hasta que un pequeño grupo de tres Ravenclaw, probablemente de algún año inferior a séptimo, ya que no las ubicaba en absoluto, se acercaron a Harry y Ron que charlaban concentrados al costado de un armario de equipo de quiddintch, por lo que no se dieron cuenta que el grupo iba hacia ellos. Yo entrecerré los ojos hasta que mi ceño se frunció. No era particularmente celosa pero, ¡vamos! Después de toneladas de correspondencia sobre lo mucho que querían besar a Harry, cualquiera se eriza.
Las mujeres comenzaron una animada conversación con Harry y Ron, quienes respondieron con amabilidad.
—Ahora vuelvo —dije en voz baja a nadie en particular, ignorando las llamadas de mis compañeros de casa.
Bajé las escaleras a toda prisa pero disminuí la velocidad conforme me iba acercando a Harry para escuchar lo que estaban hablando. Escuché las voces femeninas que reían. Me oculté en el punto ciego de la esquina del armario de escobas, tras las espaldas de aquellas chicas que tampoco me escucharon llegar.
—Yo soy buscadora de Ravenclaw, tomé el puesto con la graduación de los del año pasado... —comentaba animadamente la chica.
Me relajé al instante, ni siquiera sabiendo que me encontraba rígida. Sólo estaban hablando de quiddintch, todo normal. Mis preocupaciones habían estado infundadas y ahora me sentía como una loca.
—Vaya, Harry, realmente estás en forma... La última vez que te pudimos observar bien fue hace un año y has cambiado bastante —dijo en voz baja otra de las chicas que casi no alcanzaba a escuchar.
Pero definitivamente vi cuando la chica levantó una de sus manos y la apoyó en el hombro de Harry quien se tensó de inmediato y buscó entre la multitud algo con un vistazo rápido pero volvió su vista a la chica. Rió un poco y le pasó un brazo a Ron por los hombros apartándose del tacto de ella.
—Mi amigo Ron también ha entrenado muchísimo, ¿no? —preguntó Harry nerviosamente.
Las chicas hicieron ruidos eufóricos de sentimientos.
—Oímos que estabas saliendo con May Dumbledore, pero le dije a Tammy que eso era completamente falso, ¿no es así? —preguntó una de las chicas con voz esperanzada.
Harry le dio una sonrisa brillante.
—Bueno, salgo con May de nuevo desde hace unos meses, vivimos juntos —les informó en una sonrisa que casi causó que se despejara el cielo.
Las chicas hicieron un grito ahogado en sus gargantas pero disimularon con una risa nerviosa.
— ¡Oh! ¿Es así? —continuó la tercera discordia—. May Dumbledore siempre estuvo en boca de todos, siempre saliendo con cada chico que se le acercaba demasiado —comentó en tono desaprobatorio—. Además, es Slytherin, ¿realmente se puede confiar en ellos? Ya sé que pelearon en la guerra, pero ¡vamos! Tienen un mortifágo entre ellos.
Se acercó a Harry en un movimiento rápido y colocó una mano en su pecho. Harry se quedó un momento paralizado lanzando una mirada desesperada a la multitud.
—Además que Dumbledore tiene un carácter demasiado rudo —deslizó un poco su dedo sobre el pecho de Harry—. Lo que tú necesitas es una chica buena...
Por un micro segundo consideré que vivir en Askaban no sería un precio tan alto a pagar a cambio de lanzar una imperdonable en ese momento. Pero respiré y me puse tras las espaldas de aquellas mujeres a plena vista de Harry y Ron. Ron me observó con ojos abiertos como paraguas mientras adquiría una mirada aterrada y Harry suspiró cerrando los ojos acompañado de un gesto de preocupación.
—Quita tu asquerosa mano plebeya del torso de mi prometido —señalé con una peligrosa calma sacando la Pansy que llevaba dentro.
Las tres chicas dieron un salto volteando sus caras hacia mí. Los gestos de sorpresa eran visibles.
—He oído cada palabra que han dicho. No sé si están conscientes de la gravedad de sus palabras contra la casa Slytherin —señalé cada apellido—. Familias importantes en el mundo mágico y algunos de ellos nobles aún miembros de los veintiocho —sus rostros adquirieron un toque de susto—. Son demasiado tontas para ser de la casa de Rowena Ravenclaw.
Harry las observaba con algo de pena. Y Ron se había puesto sabiamente detrás de Harry por si me daba por hechizar a la persona más cercana. Las tres mujeres estaban mudas, así que continué.
—Podría dejar pasar el hecho de que estás coqueteando con mi prometido —me dirigí a la chica que había estado tocando a Harry—, pero ciertamente hablaste despectivamente de Draco Malfoy, entonces me hace suponer que tienes una boca muy sucia, ¿quieres que la lave por ti? —me acerqué amenazante hacia ella dejando sólo un poco de espacio entre nosotras, aunque yo era por algunos centímetros más alta.
La chica retrocedió un paso visiblemente intimidada. Harry salió de detrás de ellas para colocarse a mí lado.
—Cariño, ¿viniste a ver las pruebas? —preguntó envolviéndome la cintura y acariciando cada letra del apodo en que me llamaba, haciendo que lo mirara antes de volver mi mirada de nuevo a las chicas.
Lancé una mirada con el ceño fruncido.
—Aún están aquí —observé con veneno en la voz—. ¿Por qué?
Se empujaron entre ellas tratando de hacer una salida rápida hasta desaparecer completamente de mi campo de visión. Me permití soltar el aire contenido, volviéndome a Harry.
—Salazar, ¿cuánto más tendré que soportar a tus admiradoras? —pregunté besándole los labios posesivamente.
Él se encogió de hombros.
—Daños colaterales —observó Ron a nuestro lado—. Iré a ver a mi novia, seguro también esté enojada por las admiradoras de hoy. Y, compañero, me gusta tanto mi novia enojada como a ti la tuya —balbuceó desapareciendo.
Me volví hacia Harry que me miraba feliz.
— ¿Te diviertes, Potter?
Él asintió.
—Me hace sentir importante que te pongas así por mí —susurró haciendo que su aliento chocara en mi cara—. ¿Por qué no vamos por ahí? Tal vez, la sala de menesteres o algún salón vacío y... —elevó sus cejas sugerentes en un tono muy lascivo y provocador.
Tragué duró pero me aparté de él como si quemara.
—Nada de eso, Harry Potter. Estamos en Hogwarts y respetaremos la escuela —dije imperturbable.
Harry chasqueó los dientes decepcionado.
—A veces detesto lo mucho que amas Hogwarts —murmuró haciendo un mohín—. Sin embargo, pronto vienen las vacaciones navideñas y nada impedirá que te tome en cada parte de la casa.
Mi cara comenzó a arder y mis nervios se comenzaron a alterar.
— ¿Ah, sí? —pregunté con interés.
Harry asintió con una mirada depredadora. Se acercó a mí oído y dijo:
—Voy a poseerte tanto que mi olor se quedará en ti —murmuró para después pasar a besar mi mejilla—. Pará que incluso si aún no llevas mi apellido, todos los hombres sabrán que eres mía y yo soy tuyo.
Sonreí en éxtasis por su voz ronca diciéndome todo eso. ¡Por un demonio! Deseaba marcar a Harry Potter como mío frente a todos casi tanto como él deseaba hacerlo conmigo.
Los meses pasaron bastante lento pero ya estábamos en vísperas navideñas, el olor a pino inundaba Hogwarts y toda la escuela se teñía de rojo y dorado para recibir las festividades. Y había comenzado una batalla campal entre algunas personas de otras casas contra Draco, el ex mortifago. Fue bastante agotador tener que estar chillando y riñendo con todos esos alumnos, aunque nos dividíamos el deber entre Pansy, Blaise y yo, quienes éramos los de carácter más duro. Me molestaba el hecho de que Draco parecía tener una actitud bastante pasiva al respecto cuando en el pasado hubiera regresado el insulto dos veces más fuerte, pero podía entender que él aún se sentía culpable. A todos nos había marcado la guerra de diferente manera y a Draco había sido quebrando su espíritu.
Todo llegó a su punto de quiebre un sábado por la mañana después de una práctica de Gryffindor en la que habíamos acudido todo el grupo pues habíamos acordado irnos todos juntos a pasear a Hogsmeaden. Iba todo bastante bien, no había novedades del entrenamiento y sólo estábamos esperando que llegara Harry y Ron, cuando se unió Ginny quien venía de la práctica también. Realmente no tenía problemas con ella, Harry y ella estaban en buenos términos, así que no tenía nada para decir al respecto. Sin embargo, cuando ella apareció se quedó observando a Draco que se encontraba sentado entre Hermione y Pansy, atrapado en el medio del numeroso grupo Gryffindor-Slytherin-Ravenclaw.
Ella se sentó en silencio al lado de Neville, pero pude notar que mandaba miradas bastante pesadas hacia Draco que aún no había caído en cuenta de ello y seguía conversando en voz baja con Hermione, probablemente hablando de Pociones, pues era su único tema afín.
Ginny se apartaba del grupo cada que los Slytherin aparecían, Draco especialmente. George y Ron nunca habían tenido problemas con Draco cuando ambos coincidían en una reunión, incluso sospechaba que George había comenzado a salir en serio con Pansy, pero había que considerar que Ron era cercano a Harry y George era más cercano a mí, así pudieron haberse tragado sus prejuicios, al menos al principio. Era un milagro que Ginny se hubiera sentado en aquella esquina alejada.
La cosa comenzó a calentarse cuando Zacharias Smith comenzó a lanzar sus acostumbrados comentarios poco pertinentes cerca de Draco, se acompañaba de otros hufflepuffs, aunque al rededor había gente de todas las casas, pues las prácticas de Gryffindor eran una actividad de mucha asistencia porque Harry era una celebridad. Sin embargo, Zacharias Smith era un cobarde, al menos yo aún no le escuchaba decir un comentario que fuera directamente a Draco, sólo insinuaciones que todos sabíamos a quién iba dirigido pero no lo suficiente como para dar por aludido a Draco. Más fue tanto la presión que puso en la herida, junto con sus acompañantes, que mi nula paciencia cedió.
—Tú, maldito pusilánime, si vas a estar allí sentado balbuceando basura ten la decencia de decir nombres —ladré poniéndome de pie en su dirección.
Él sonrió por el efecto logrado y se estiró en su lugar luciendo relajado.
—No sé de qué hablas, Dumbledore —fingió demencia.
Fruncí el ceño mientras mis labios formaban una línea severa pero no dije nada más, resuelta a dejar pasar el tema, pero antes de poner los ojos en blanco como último gesto, una voz cercana de alguien que no era parte del grupo de Smith, un ravenclaw que sólo conocía de vista, agregó:
—Si él no lo dice por miedo de que le hagan algún hechizo oscuro, yo lo haré —comenzó alzando la voz y llamando la atención de más gente al rededor—, no debería de haberse aceptado de regreso a Draco Malfoy, su familia estaba del lado de ya-saben-quien, así como las de varios de sus amigos, sin embargo él fue el único que tomó la marca, ¡todos lo saben! Skeeter habló de eso antes que la mandaran a callar —siseó con coraje.
Ante la mención de Skeeter tuve que hacer un gesto de asco inevitablemente.
—Skeeter está en Askaban por ser una maldita animaga sin registro, no por conspiraciones tontas de tu madre —respondió Pansy a la defensiva. Chistes de madres, bien ahí.
El chico comenzó a enrojecer de ira. Mientras otra chica Gryffindor cercana a él también se puso de pie. Todo indicaba que la cosa estaba subiendo de tono, no me sentía muy cómoda con algo como yo contra medio Hogwarts. Yo era buena en defensas pero no creía que tanto.
— ¡Malfoy debería al menos tener vergüenza y no haber regresado a mostrar su traicionera cara aquí! —comenzó—. Por sus acciones y sus padres murió mucha de nuestra familia. Perdieron media fortuna financiando a ya-sabes-quién.
Realmente estábamos en problemas, una turba furiosa era algo para tener en cuenta. Yo me agrupé con Draco, Pansy, Theo y Zabini. Había sólo otros dos chicos Slytherin en las gradas, quienes se sintieron también intimidados y se unieron a nosotros, eran sólo dos pequeños de primer año que estaban bastante asustados por los las murmuraciones furiosas y la gente que comenzaba a agitarse. Los Gryffindor que estaban con nosotros como Neville, Hermione, Seamus, Dean y Luna de Ravenclaw nos rodearon protectoramente, afortunadamente, Harry y Ron se abrieron paso entre la gente que se había congregado. Harry se puso a mi lado protectoramente y Ron se unió a Hermione.
—Chicos... —llamó Neville débilmente ante la conmoción.
Hermione hizo un encantamiento para que su voz sonara como en un parlante.
— ¡Silencio todo el mundo! —gritó.
El barullo cesó y todos la miraron.
—Debería darles vergüenza cercar así a los pocos estudiantes de Slytherin presentes —los reprendió y señaló a los dos pequeños que se encontraban entre Pansy y yo—. Están aterrorizando a los Slytherin de primer año.
Hermione rompió el encantamiento pero otra voz se escuchó, sin encantamientos ni hablando demasiado fuerte, era la voz severa pero tranquila de Ginny.
—No toda la casa de Slytherin es culpable, muchos pelearon por Hogwarts —comenzó diciendo pero después agregó—, sin embargo, Draco Malfoy debería estar ahora en Askaban con toda su familia.
Aquello me sentó como una piedra, casi me rompí el cuello volteándola a ver con toda velocidad. Ella continuó:
—Mi hermano murió por sus acciones y su familia casi nos asesina —masculló—, ni siquiera sé cómo Ron puede estar parado tan cerca de él.
Ron perdió el color de la cara, incapaz de responderle aquello a su hermana.
—No es como si Draco hubiera sido el asesino de Fred —dije en un tono tranquilo en un momento de impulsividad, no era como que aquello tranquilizaría a las masas.
—Créelo o no, él es responsable —insistió.
—De ninguna manera... —comencé pero guardé silencio cuando Draco puso su mano sobre mí brazo para tranquilizar mi temperamento.
Si hubiera sido cualquier otra persona le hubiese escupido en la cara sin pensármela dos veces, pero no era cualquier persona, era Ginny Weasley. No me agradaba buscar pelea con ella debido a Ron y George o el resto de su adorable familia, así como no me convenía por Harry, quien aún la consideraba una persona digna de su afecto.
Afortunadamente, o no, Zacharias Smith volvió a hablar, envalentonado por la masa que desencadenó él mismo, al menos ahora podría escupirle.
—Tú ni siquiera deberías hablar, Dumbledore. Te uniste al lado oscuro por un tiempo, los periódicos hablaron sobre ello. No es de extrañar que defiendas a Malfoy si tú misma practicaste las artes oscuras —escupió cada palabra—, ¿o qué? ¿Crees que nadie nota las dos líneas negras horrorosas en tu cara? ¿Son acaso otra forma de la marca? Con razón a mi familia jamás le agradó Albus Dumbledore y sus ideas torcidas, no es de extrañar que estuviera enamorado de un mago tenebroso.
Aquello me lastimó más de lo que admití en mi cara. Se hizo un silencio incomible. A mi lado, sentí a Harry arder de ira mientras apretaba su varita con tanta fuerza que temí que la rompiera.
—Saca el nombre de May y su familia de tu sucia boca, Smith —espetó Harry con una peligrosa calma.
Smith permaneció en silencio pero uno de sus amigos habló.
—Puede que Zach exagerara con ese comentario, pero Draco Malfoy sí es un mortifago, está marcado y no hay forma de que cambie eso.
Todo el odio parecía seguir canalizándose hacia Draco y la multitud no parecía querer dispersarse. Harry dio un paso adelante mientras dejaba salir el aire comprimido.
—Al menos Draco no huyó de la batalla. Sus padres hicieron más por Hogwarts y el mundo mágico que muchos de los padres de ustedes que huyeron al extranjero a esconderse como ratones, incluidos ustedes mismos —giró a Smith—. ¿Olvidas que evacuaste durante la batalla de Hogwarts junto con todos los menores? ¡Nos dejaste solos ese día! El mismo Malfoy se quedó totalmente desarmado para darme a mí su varita, varios de ustedes lo vieron, y fue su varita la que mató a Voldemort.
Los presentes hicieron ruidos pululantes ante la mención del nombre. Ron se unió a Harry poniendo una mano en su hombro en apoyo.
—Están todos siendo ahora unos santurrones, juzgando a Draco por cosas que hizo en el pasado —Ron se veía furioso—. Sobre todo los de octavo año que creen que lo conocen sólo por las travesuras que le hacía a Harry en el pasado, pero ¡oh, sorpresa! Todos ustedes fueron parte de ello, usando esas estúpidas insignias de Potter apesta en el torneo de los tres magos, y a nadie le molestó lo matón que se comportaba Draco mientras su padre estaba en el poder. Ahora que está derrocado, todos son jueces y lo critican abiertamente.
La multitud estaba extrañamente callada y avergonzada, hasta que Ginny volvió a intervenir:
—No puedo creer, Ron, que tú... entre todos, y además tú, Harry, que viviste el acoso de Malfoy... lo defiendas ahora —pareció herida.
Sabía que las defensas de Ron tanto de Harry palidecerían ante Ginny y eso haría que los demás volvieran a alzarse.
—Ginevra, puedo entender tu posición —le dije con claridad y sin ninguna emoción en la voz, ni siquiera enojo pero después pasé a una llamada en general—, pero el acoso a Draco no regresará a nadie. Y no quieran hacer responsable a Draco o a Slytherin de la cobardía que tuvo el ministerio para no reconocer el regreso de Voldemort a tiempo, o la de sus propias familias que prefirieron esconderse. Muchos de la casa Slytherin tuvieron que pelear contra su propia familia, el padre de mi amigo Theo murió, el padre de Crabbe también, las gemelas Carrow murieron por la causa de Hogwarts —la voz se me quebró un poco pero la recuperé—. Pueden decir lo que quieran sobre mí, incluso sobre mi abuelo, que no hizo más que sacrificarse por todos nosotros. Pero no permitiré que pongan en duda la lealtad de Slytherin a Hogwarts, mucho menos que canalicen su enojo a Draco. Por eso... —mi voz adquirió un tono grave—, se los advierto, el próximo que diga un comentario mordaz sobre Draco, sea quien sea, lo voy a poner de rodillas y voy a hechizarlo tanto que a sus ancestros les dará jaqueca... y saben que lo haré... —señalé con un tono lúgubre—. Y si quieren encontrar un culpable, tómenme a mí, pero dejen en paz al resto de Slytherin.
Harry se aclaró la garganta.
—Lo que no les recomiendo mucho a menos que quieran terminar con los traseros hechizados por mí —terminó con severidad.
Aquello fue suficiente para hacer que la multitud le bajara a su tono y comenzara a dispersarse. Me dejé caer con pesadez junto a mis compañeros de casa en las gradas suspirando con el corazón a mil por hora, pero desde ese día, nadie volvió a decirle nada a Draco, al menos directamente.
Epílogo
Graduarnos de Hogwarts fue un acontecimiento maravilloso. Cuando salimos de la escuela cada uno tomó caminos distintos. Crabbe y Goyle se dedicaron a cuidar de la fortuna y negocios de su familia, ya que uno de los padres estaba muerto y el otro había sido enviado a Askaban a cumplir una muy larga condena. Así que ellos fueron los responsables de la casa familiar.
Pansy rompió con el estereotipo esperado de una mujer sangre pura adulta, ya que renunció al matrimonio concertado con el hijo de otra familia sangre pura francesa. En su lugar, decidió encontrar una pasión por la cual vivir, entre una y otra cosa, cayó en el negocio de organizar eventos elegantes y de buen gusto. Al tiempo que comenzaba a salir con George Weasley, lo que provocó que su familia la expulsara del entorno familiar. Harry y yo le ofrecimos una habitación en nuestra casa y vivió con nosotros una temporada. Para después ir a vivir con Theo y Blaise a la mansión Nott. Y finalmente encontró un lugar para ella donde comenzó a vivir con George. Al poco tiempo se casaron y ella emprendió su propio negocio como organizadora de gigantescos eventos, tanto familiares como bodas, como públicos. Siendo su pequeño negocio uno de los más contratados para eventos de inauguración, presentaciones públicas del ministerio y fiestas benéficas de alta sociedad. Trabajó igualmente con George hombro con hombro para elevar la tienda Sortilegios Weasley a otro nivel.
Theo Nott y Zabini Blaise se casaron unos meses después de graduarnos, lo que sorprendió realmente a nadie, esos dos estaban jugando a atraparse desde cuarto año, según Pansy. Por su puesto que su boda estuvo organizada por ésta última, lo que resultó en una pequeña e íntima fiesta con los más cercanos a la feliz pareja. La fecha tuvo ocasión en la mansión Nott. Ambos se veían bastante felices, incluso la madre de Blaise asistió y lució relativamente feliz por su hijo, al menos se había casado con otra sangre pura.
Hermione y Ron estuvieron juntos por bastante tiempo, pero finalmente su relación terminó en buenos términos y siguieron siendo muy cercanos. Hermione se concentró en su carrera política, tenía muchas ambiciones respecto a reformar el ministerio, cambios en la sociedad mágica y apoyo a los elfos domésticos.
Por otro lado, Ron apoyó a su hermano George en su negocio, hasta que pudo llevarlo por sí sólo y con un poco de la ayuda de Pansy. Aunque de vez en cuando aún pasaba algunos días allí. Pero su camino fue hacia sus estudios de auror, poco tiempo después recibió una invitación para ser un inefable y a partir de ahí fue un misterio casi toda su vida profesional. Conoció a una buena bruja en sus viajes a visitar a su hermano Charlie y comenzó a salir con ella, aunque no supimos qué tan serio era eso.
Draco había dicho que tal vez se dedicaría a los negocios de su familia, todo cobró fuerza cuando su padre voluntariamente decidió pasar un tiempo en Askaban para reflexionar sobre sus actos. Pero su madre, la señora Malfoy, fue quien tomó las riendas de la casa y los negocios, para liberar a Draco de cualquier responsabilidad que no deseara tomar aún. Por lo que Draco tomó la decisión de iniciar una carrera como sanador, sorpresivamente trabaja con los padres de Neville y sus afecciones. Desconozco si lo hizo por algún tipo de redención o peso de conciencia sobre sus crímenes de guerra o días de matón. Pero se ve feliz. Así mismo, comenzó a salir lentamente con Luna Lovegood, quien se volvió una estudiosa de los hechizos y responsable de la creación de nuevos encantamientos como lo era su madre. Aunque el padre de Luna ha estado yendo hacia la demencia, tanto Luna como Draco lo cuidan con mucha paciencia y se ha mantenido bastante bien para su condición.
Por su parte, Harry no tuvo prisa en emprender nada. Sentía que había estado corriendo toda su vida y finalmente tenía un lugar para sentarse y respirar. Como nuestra casa era tan inmensa, le ofrecíamos a todos nuestros amigos quedarse con nosotros si lo necesitaban, así le dimos hogar a Pansy un tiempo, Hermione y Ron, Neville, entre otros conocidos, por lo que pronto Harry se adaptó a tener una casa de huéspedes. Le hacía feliz estar entre personas que le querían como una gran familia. Pero finalmente su legado y hazaña lo reclamó. Su lugar en el mundo lo encontró, así que ingresó al ministerio para ayudar a Hermione a reformarlo todo, ayudaba muchísimo el hecho de que ambos hicieran un equipo, su palabra unida tenía muchísimo peso.
Yo, por otro lado, volví a los libros. Quise volver al negocio familiar, le pedí a Olivander que me tomara como su aprendiz. Él no tenía descendientes, prácticamente la magia de los Olivander y las varitas morirían con él, así que aceptó. Yo no tenía talento innato, así que me tuve que esforzar muchísimo para poder acercarme al talento que tenía el señor Olivander. Tomé el taller heredado por la abuela para trabajar en mis tiempos libres y practicar, de vez en cuando acompañaba al señor Olivander a buscar los materiales de las varitas, pero por su edad era más común que las compráramos a un tercero. Pronto el señor Olivander me dejó su tienda a cargo mientras él salía algunos días a descansar, probablemente sintiendo acercarse el fin de sus días. Así fue que decidió venderla y yo me volví su propietaria.
Harry y yo decidimos casarnos en el verano del 2005. Pansy se hizo cargo de la organización de la boda, después de la suya con George, decidió que esa era su verdadera vocación. No tuve que estresarme por nada más que elegir lo que quería, Pansy se encargó de contratar y organizar la parte más problemática del evento. Nuestra boda ocurrió un veinticinco de agosto, el sol brillaba con los últimos rayos del día, las flores estaban en su punto más abierto y los árboles danzaban sus hojas con alegría gracias a la fresca brisa de la tarde.
— ¿Está lista? —preguntó Pansy ansiosa a Winky, quien me había estado terminando el tocado.
Winky asintió admirando su creación. Winky ahora era la estilista más cotizada del mundo mágico, después de un peinado fabuloso que le hizo a Pansy en uno de sus bailes de sociedad mágica.
Me miré en el espejo y aprecié el talento de Winky en todo su esplendor. Había hecho un semi recogido, con una diadema de flores blancas y pequeñas que sostendrían el velo. El maquillaje era bastante natural por el estilo que había elegido de vestido, era un corte de corsé con mangas cortas abombadas, de falda ancha y larga. Elaborado con una fina tela de gusano mágico, con los arreglos en piedras hechos a mano.
—Muchas gracias, Winky, por hacernos espacio en tu agenda —le agradecí a la elfina.
Ella me sonrió con ternura. Ahora, cada creación de la elfina era lo más chic en el mundo mágico, más que nada entre la sociedad de sangre pura, que peleaba por una cita con Winky.
Había decidido pagar la boda totalmente de la fortuna del abuelo, como él habría querido. Aunque sólo se había gastado una parte de su herencia y la herencia de la abuela se terminó casi cuando compré la tienda de Olivander, pero conservaba aún el fideicomiso que habían dejado mis padres. El abuelo dijo que había estado más que feliz de pagar, y de modo romántico, me hacía sentir más cerca de él en ese día.
Pansy correteó hacia la zona del altar para poner todo en marcha para la entrada nupcial. Yo bajé las escaleras con ayuda de Winky para esperar la señal de Pansy dentro de la casa. Me sentía bastante nerviosa, siempre había sido una descoordinada, tenía miedo de tropezar y caer en plena marcha de boda. Comenzaba a respirar con dificultad. Las marcas negras en mi cara me hacían sentir expuesta, aunque Harry nunca había tenido el menor problema con besarlas.
La gran puerta trasera de la Madriguera se abrió de repente haciéndome saltar levemente. Observé los rostros sonrientes de Luna, Pansy y Winky quienes eran mis damas, así como Hermione, quien era mi dama de honor. Para las damas había elegido un vestido de telas de seda, caídas y livianas de color celeste pastel, aquel color del cielo primaveral. Todas llevaban en la cabeza una corona de elegantes flores elegidas por Pansy. Mi organizadora Slytherin se acercó agarrándome del brazo.
—Escucha. Iniciará la balada de entrada y entrará Harry con la señora Weasley, como madre del novio, ¿recuerdas? —me explicó a medida que me comenzaba a sentir mareada.
Asentí levemente.
—Después irá Arthur y Narcissa como padre de novio y madre de la novia —siguió su perorata—. Después enviaremos a Teddy y mi pequeño Bastian con las argollas y pétalos. Continuamos con el padrino de Harry, Ron y Luna. Después tu dama de honor Hermione con Draco —repasó casi para ella misma—. Después Dobby y Winky y finalmente... ¿quién? —entró levemente en pánico y después su cara se iluminó—. ¡Ah, George y yo! —se rió nerviosamente.
Entendía que estuviera nerviosa, pero me estaba poniendo todavía más nerviosa a mí.
—Señor Malfoy, por aquí —llamó Pansy al hombre de cabello largo, lacio y rubio como un elfo nórdico.
Él se acercó a ella con un gesto digno e imperturbable. Lucius era el hombre que me entregaría a Harry, tan patriarcal como sonara, pero lo permití porque no quería ir todo ese camino tambaleándome como un gigante en tacones. Además, Lucius se había ofrecido amablemente a hacerlo en vista de que no tenía ningún familiar tan cercano, tomando en cuenta que el tío Abeforth no caminaría frente a tanta gente ni aunque lo amenazaran con una imperdonable. Después de la guerra, Lucius decidió voluntariamente pasar un año en Askaban como penitencia por todo lo que Draco tuvo que pasar por sus malas elecciones. Eso y un poco de terapia mágica, hicieron que los Malfoy se hicieran cercanos a nosotros. Fue inesperado.
Los Weasley le habían prestado a Neville su jardín para hacer experimentos y reproducir plantas, por lo cual él les había hecho un gran jardín mágico, lleno de flores muggles y mágicas que estaban en flor. En cuanto Pansy lo vio, en una de sus visitas con George a la Madriguera, decidió que allí tenía que ser la boda. Así que en los costados del jardín prepararon un altar para casarnos a Potter y a mí. Un arco de flores mágicas artificiales que brillaban en la luz de la media tarde-noche me esparaba.
Todos tomaron sus posiciones y llevaron su papel perfectamente. La canción de fondo que sonaba era un instrumental tocado por saxofón de La Vie en Rose. Lucius me sonrió apenas levantado las comisuras de sus labios y me tendió caballerosamente su brazo, que tomé temblorosa pero él continuó con su sonrisa tranquilizadora. Aguardamos al final de la fila, tras las espaldas de todos nuestros amigos hasta que la última dama se posicionó junto al altar.
Suspiré tratando de tranquilizarme antes de comenzar a avanzar hacia el frente. Logré ver a Harry al final, debajo del arreglo floral, me sonreía ampliamente con esa sonrisa boba que siempre tenía. Me puse aún más nerviosa por su expresión emocionada y ansiosa. Mis manos se aferraron a mí ramillete de boda.
Nuestros amigos presentes nos sonreían, estaba el resto de la familia Weasley con sus esposas, a excepción de Charlie que era soltero; el tío Abeforth, algunos miembros de la orden y el ED, mis amigos de Slytherin, Crabbe, Goyle, Zabini y Blaise, todos ellos sentados con bonitas sonrisas. Reconocí a los padres de Hermione, Seamus y Dean, Andrómeda Black, la profesora McGonagall, Hagrid, el profesor Slurghorn, algunas personas del ministerio que trabajan con Harry en su puesto como auror, entre otros. Todos ellos con rostros amables. Finalmente, en primera fila de la derecha estaban las seis sillas del frente sin ocupar, en su lugar había fotografías y retratos. En una estaban mis padres, en otra mis abuelos, una silla más la ocupaban los padres de Harry, la siguiente estaba ocupada por Fred, luego Sirius y finalmente Remus y Tonks.
Nos reunimos con Harry frente al altar, creo que nunca antes en mi vida lo había visto tan conmovido. Lucius le tendió mi mano y Harry la tomó.
—Les deseo suerte y felicidad, señores Potter —nos deseó cortésmente.
Lucius se retiró y tomó asiento junto a su esposa en la primera fila del lado izquierdo, donde también se encontraban los padres de Ron.
Un miembro del ministerio se encargaría de realizar la ceremonia, ya que hoy en día se encargaban de todos los trámites. Mientras sonaba muy suavemente la pista de I Can't Help Falling in Love, el brujo habló:
—El día de hoy nos encontramos todos reunidos y felices para celebrar la alianza matrimonial entre May Ann Olympe Rhae Dumbledore y Harry James Potter —dijo con tono cansino mi nombre—. Digan sus votos, por favor —nos invitó con cortesía.
Las ceremonias mágicas eran mucho más breves que las muggles, se ahorraban toda esa palabrería legal y religiosa.
—Señorita Dumbledore —me invitó a hablar.
Agarré firmemente las manos de Harry, lo miré a los ojos y me sentí un poco menos nerviosa.
—Han pasado diez años desde que te conocí y no he dejado de amarte ni un sólo día. Siempre quise una familia, y ahora tú vas a serlo, muchas gracias por aceptarme en tu vida —mi voz vaciló un momento—. Por eso, Harry James Potter, te amo ahora, te amaré toda la vida e incluso si la muerte nos separa.
Harry tenía los ojos bastante brillantes, su cara fue todo acontecimiento feliz cuando le coloqué la argolla matrimonial.
—Señor Potter... —le indicó el hombre del ministerio a Harry que podía hablar.
Harry me sonrió con cautela y timidez.
—La última noche que conversé con el profesor Dumbledore me pidió que cuidara de ti, que eras lo que más había amado en el mundo —confesó mientras con su pulgar acariciaba mi mano en medio de su agarre—. Y voy a honrar mi palabra haciéndolo todos los días de mi vida. May Ann Olympe Rhae Dumbledore... Barcy —agregó con diversión—, te amaré y te seré fiel hasta el último de mis días, y si fuera posible en la siguiente gran aventura que continúe a eso.
Harry dio una risa pequeña y melodiosa, resultado de sus emociones tan fuertes, me uní a su risa mientras él me colocaba la argolla en el dedo anular.
—Ahora, pueden dar el primer beso como un matrimonio —indicó el señor del ministerio felizmente.
Harry me atrajo a él de la cintura mientras yo puse mis manos en sus brazos casi llegando a sus hombros. Colocó una mano en mi mejilla y acercó sus labios a los míos dando un tierno beso que apenas duró un par de segundos antes que la audiencia explotara en aplausos. Algunas detonaciones explotaron, haciéndonos apartarnos y buscar el lugar de donde provenía el sonido. Fuegos artificiales que formaban las palabras May y Harry se acaban de casar, dentro de un corazón rojo que cambiaba de colores.
—Cortesía de Sortilegios Weasley —nos dijo George sonriendo.
—Muchas gracias, George —les agradecí estrechándolo en un abrazo.
Sin embargo, eso no era parte del itinerario de Pansy, por lo que dejó los abrazos para las 19:00 hrs. Lo que seguía era una fotografía exclusiva para el Profeta. Sabíamos que querrían infiltrarse en la boda de Harry, el Salvador del mundo, por lo que negociamos con ellos una exclusiva a cambio de que nos dejaran tranquilos durante la fiesta y no lanzaran rumores maliciosos.
Colin Creeve se acercó a nosotros junto a su hermano, ambos con los mismos rostros amables y alegres de siempre. Durante la guerra, el mayor estuvo gravemente herido pero pudo recuperarse, afortunadamente.
— ¡Señores Potter! —nos saludó con una sonrisa.
Harry le tendió la mano a Colin, quien la estrechó felizmente.
—Colin, que bueno es verte —le dijo Harry cortésmente.
—Gracias, a mí también me da gusto. A mí me tocó cubrir la nota del profeta —le informó enérgicamente.
Harry y yo suspiramos. Al menos era una cara amiga.
—Traje a mi hermano para que me ayudara con el equipo, espero que no haya problema con eso —continuó con una sonrisa de disculpa.
Yo negué quitándole importancia.
—Nos alegra que seas tú el encargado de la nota —admití—, es bueno tener una cara amiga.
Colin nos tomó un par de fotos con nosotros saludando a la cámara. Después nos hizo una breve entrevista con detalles de la boda, cosas bastante normales. Hubiera sido muy incómodo el no haber invitado a Colin y su hermano y después verlos en la fiesta, pero los habíamos contratado como servicio de fotografías, su hermano tenía un pequeño negocio para servicio de bodas y por su lado Colin le ayudaba mientras también trabajaba para el periódico El Profeta.
—Por favor, asegúrense de cenar con nosotros y disfrutar la fiesta también —les pidió Harry estrechando sus manos agradecido.
—Muchas gracias, señor Harry Potter —agradeció el Creevy menor.
Pansy ya venía caminando pesadamente pues nos habíamos pasado por un par de minutos del itinerario y ya debíamos de estar bailando el vals nupcial. Nos condujo hacia la pista de baile que habían armado para la fiesta, estaba en el centro del jardín, a un costado de una larga mesa donde todos los invitados y nosotros cenaríamos.
Comenzó a sonar el hechizo musical con la canción de Just the Two of Us de Grover Washington Jr., por lo que Harry me tomó de la mano y con una sonrisa me condujo a la pista de baile. Puso una mano delicadamente en mi espalda mientras la otra mantenía su agarre a la mía.
I see the crystal raindrops fall
And the beauty of it all
Is when the sun comes shining through
To make those rainbows in my mind
When I think of you sometime
And I wanna spend some time with you
Just the two of us
We can make it if we try
Just the two of us
La suave música parecía envolvernos en cada giro sobre la pista y la forma tan gentil en que Harry me sostenía, me hacía temblar las piernas. Después de tantos años, aún no podía acostumbrarme a la manera tan penetrante y amable en que él me miraba.
—Luces tan hermosa el día de hoy, May —dijo en mi oído—. No puedo creer que tuve tanta suerte.
We look for love, no time for tears
Wasted water's all that is
And it don't make no flowers grow
Good things might come to those who wait
Not for those who wait too late
We gotta go for all we know
Just the two of us
Me pegué al cuerpo de Harry y le obsequié un beso en la comisura de sus labios, una leve risa brotó de su pecho y su agarre se solidificó en mí a uno más posesivo.
—Ahora nos pertenecemos finalmente —murmuré en su oído.
Él me respondió:
—Yo siempre fui tuyo, desde el primer día.
Su respuesta me envió una corriente eléctrica de emoción por todo el cuerpo mientras Harry dirigía el baile.
Building them castles in the sky
Just the two of us
You and I
I hear the crystal raindrops fall
On the window down the hall
And it becomes the morning dew
And darling when the morning comes
And I see the morning sun
I wanna be the one with you
Just the two of us
We can make it if we try
El jardín sólo era iluminado por las velas flotantes sobre todos nosotros, así como las luciérnagas sobre las flores y el campo de noche, pero las luces producidas por las velas bajó su intensidad y pequeñas luces flotantes de color dorado nos rodearon danzando al ritmo de la canción. Aquello tenía todo el sello de Pansy.
Just the two of us
(Just the two of us)
Just the two of us
Cuando la danza terminó, los invitados aplaudieron con rostros sonrientes. Pansy se acercó a nosotros y con un ademán nos invitó a sentarnos a la punta de la larga mesa rectangular, aunque por lo larga que era parecía más bien una línea gruesa. Al costado de Harry estaba sentado Ron y Hermione, a mi lado se encontraba Draco y Luna. Aunque estos últimos no tenían nada oficial, no es sorpresa para nadie cuando Luna toma la mano de Draco en los momentos tensos.
Ron se quiso apresurar a abrazar a Harry, pero Pansy les murmuró:
—Guarden sus lágrimas Gryffindor para cuando sea su turno de dar unas palabras a la pareja nupcial —les susurró con violencia.
Ron palideció, algo dentro de él siempre teme a las mujeres Slytherin. Aun así estrechó a Harry entre sus dos grandes brazos en un abrazo emocionado y Hermione se unía a ellos.
—Nunca te reconozco cuando te vistes con decencia —murmuró la voz de Draco a mi costado.
Volví mi mirada juguetona a él. Vestía un impecable traje negro ceñido a su cintura con su inconfundible cabello patinado impecablemente peinado.
—Ese no es un tono apropiado para la nueva señora Potter —le sonreí ladinamente con tono meloso.
Draco giró los ojos, yo me acerqué a darle un abrazo en el que se sentía muy tieso pero finalmente relajó su cuerpo bajo mi abrazo. No recordaba demasiados abrazos entre nosotros, pero siempre estaban los necesarios.
—Luces como un hada el día de hoy —mencionó una vocecita tras Draco.
Luna vestía un extraño conjunto amarillo que la hacía parecer un ser mágico de cuento de hadas. Su estilo y el de Draco contrastaban demasiado, suficiente para hacerlo curioso.
—Tú luces maravillosa hoy, como un hada de primavera —le regresé el cumplido.
Luna asintió.
—Esa era la intención —me sonrió resplandeciente.
Draco miraba a Harry cuando habló:
—No puedo creer que incluso Potter sea capaz de lucir tan impecable, con esa maraña de cabello que ahora está bien peinada —escupió con asombro.
Reí mientras Harry se unía a mí pasando una mano por mi espalda baja protectoramente.
—Oh, pero si es mi amigo Draco —dijo entre dientes con un tono entre broma y malicia.
Draco captó el tono y sonrió de la misma manera.
—Potter, nunca me imaginé que estaría en tu boda, realmente nunca —recalcó—. Que bien que ahora seamos buenos amigos.
Harry sonrió pareciendo una serpiente.
—Por supuesto, que bien que seamos amigos, no queremos una pelea improvisada con mi amigo Draco —respondió remarcando su nombre de pila.
No estaba segura de qué se trataba aquello pero lo corté.
—Cuando terminen de mear sobre todos lados para marcar territorio, tal vez quieran sentarse a la mesa, hombres —les regañé.
Harry volvió a su dulce sonrisa cuando me miró, jaló la silla para que tomara asiento y después tomó asiento junto a mí mientras tomaba mi mano. Pansy hizo un hechizo de voz para que los invitados la escucharan.
—Bienvenidos. Por favor, todos tomen asiento —pidió—. Pronto estará servido el banquete, mientras eso sucede, ¿por qué no dan unas palabras al nuevo matrimonio Potter-Dumbledore?
Escuchar la alianza de ambos apellidos era extrañamente satisfactorio. Aunque sinceramente, esa parte de las bodas siempre era incómoda, pues nadie quería ser el primero en hablar.
—Bien, comienzo yo —dijo Pansy consciente del hielo presente en la mesa.
Se aclaró la garganta y desde su asiento a mitad de la mesa, junto a George y su pequeño hijo Bastian Fred, que estaba en las piernas de su padre, era un niño muy pequeño y a mucha dificultad había podido ser guiado por Teddy por la marcha nupcial con las argollas de matrimonio.
—Conozco a Potter desde que conozco a May, nunca entenderé qué vio en un Gryffindor, a decir verdad —pero después de pronunciar aquellas palabras se sonrojó, pues ella no sólo se había casado con un Gryffindor, literalmente había tenido un hijo con él. La mesa rió. Pansy carraspeó—. Bueno, tal vez pueda entenderlo un poco, pero el punto es que Potter tiene mucha suerte, sin embargo, estoy segura que no hay otra persona más capaz de aguantar la vida junto a May, una vez que salvas el mundo mágico, el tope es el cielo, supongo.
Harry soltó una pequeña risa a mi lado. Por algún motivo, las palabras ofensivas de Pansy no causaban ningún ruido en Harry como lo harían las de Draco, pero supongo que eso era bueno.
Miré al pequeño hijo de Pansy, Bastian Fred, en brazos de George aplaudir y reír por ver a su madre lucir incómoda. Nunca terminaba de procesar que Pansy se había casado con un Gryffindor, y nada menos que un Weasley. No conocía otra pareja tan osada, tal vez sólo Draco y Luna, la otra gran sorpresa del milenio. Pero debía admitir que la combinación de George con Pansy era exactamente lo que él necesitaba después de perder a Fred. Pansy se unió a George como un imán, solamente el carácter comprensivo pero firme y estricto de Pansy pudo sacar a George de el pozo en el que se encontraba después del duelo. Y su lengua afilada y sarcasmo le devolvieron a George la alegría y las ganas de responder ingeniosamente a cada comentario que Pansy hacía.
— ¡Excelente, Hermione! —aplaudió Pansy alegremente haciendo que mi atención volviera a ella mientras le pasaba el micrófono a Hermione.
Hermione se levantó y estiró el brazo para tomar el micrófono que Pansy le ofrecía. Con un rostro sonrojado y visiblemente obligada a hablar dijo:
—Bueno, May y Harry, eh... felicidades... —titubeó—, les deseo las mayores felicidades y suerte. Ustedes fueron nuestros padrinos de boda, todos los amamos.
Ella siempre se ponía nerviosa al hablar ante el público, incluso aquel día en Cabeza de Cerdo durante la primer reunión del Ejército de Dumbledore, ahora lucía más nerviosa.
Pude ver a Pansy rodar los ojos y probablemente pensar en el desastre que ocasionó al no pedirle a nadie que escribiera palabras. Afortunadamente, George, su marido, alzó la mano para rescatar la fiesta. Hermione le pasó el micrófono como si este quemara.
—Chicos, ¡Se están casando! —gritó levantando el ánimo—. Harry, lo siento compañero, no más juergas hasta tarde en fines de semana —le dijo como si Harry fuera un fiestero empedernido—. Ahora, tu mujer es tu prioridad, además, tu mujer asusta, hermano, no queremos que se nos aparezca de repente molesta en medio de la fiesta. Así que sé un buen chico, recuerda que te queremos pero tememos aún más a May —levantó su copa—. Brindo por los buenos tiempos, las personas aquí presentes y por esta pareja que está enamorada, ¡Salud!
Giré los ojos ante las palabras de George pero brindé gustosa. Después de algunas palabras de algunos amigos, procedimos al banquete. Una variedad de alimentos digno del banquete de bienvenida de Hogwarts. Pude ver a Ron disfrutar muchísimo de esa parte de la fiesta, nunca lo había visto tan feliz, incluso en su boda.
La noche transcurrió feliz y sin incidentes. Luna atrapó el ramo y no fue sorpresa para absolutamente nadie que corriera a besar a Draco, quien al correspondió con felicidad. Igualmente, la mayoría de nuestros amigos ya estaban casados. Crabbe y Goyle por su lado tenían matrimonios arreglados como se esperaba de ellos, siendo los más conservadores entre el grupo. Sólo Hermione permanecía soltera y centrada en sus metas.
Bebimos y reímos toda la velada, deseando que todos los días que nos quedaban en vida fueran igual de felices que este. Esperaba haber vivido ya todos mis días amargos y que a partir de ahora sólo hubiera días felices. Aunque con Harry como mi compañero de vida, sabía que podría afrontar lo que fuera.
Harry y yo le dimos la bienvenida a nuestro primer hijo cuando cumplimos los treinta. Decidimos llamarle Ceres, como una diosa romana, y luché incansablemente para sólo colocarle un breve nombre. Aunque tuve que rendirme contra Harry cuando quiso unir nuestros apellidos y nombrarla Ceres Potter-Dumbledore. Fue un gesto amable de su parte para que no se perdiera el apellido del abuelo. Fue una linda bebita con ojos verdes intensos y el cabello negro suave y rizado que venía de los Olivanders, gracias a Merlín, si no, tendría que lidiar mucho con ese cabello Potter en su adolescencia.
Teníamos una vida cómoda en Grimmauld. Yo me dedicaba a los negocios, lo que me permitía pasar mucho tiempo libre cuidando de nuestra hija pero Harry siempre luchó con sus obligaciones para ser un padre presente y responsable.
Así que tuvo que poner todas las agallas cuando perdió contra Draco, y Ceres fue seleccionada en Slytherin. Ese día todos en la familia nos reímos a su costa. El único que comprendió su dolor fue Ron, porque incluso el pequeño Bastian, hijo de Pansy y George, había sido catalogado en Ravenclaw.
—No lo tomes a pecho, amor —le había dicho—. Slytherin ya no es lo que solía ser —traté de consolarlo.
Pero él finalmente sonrió atrapado entre mis brazos.
—Por supuesto —dijo por fin en una sonrisa burlona—. No podría molestarme, las mujeres más aterradoras, poderosas y leales vienen de Slytherin, ¿verdad?
Me acurruqué a él y le sonreí. El olor de los frescos pinos, tarta de melaza y su característico olor natural me inundó. ¿A quién tenía que agradecer por ser merecedora de tanta dicha?
—Eso dicen —balbuceé.
Una risa brotó de su pecho.
—Dos mujeres Slytherin en casa, van a volverme loco.
—Eso espero, amor. Eso espero —repliqué.
Besé a Harry en la mejilla y continué acurrucada a él mientras el fuego de la chimenea de nuestra casa familiar crepitaba cálidamente.
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