Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.


Nieve de cristal

Prólogo:

Esto no tiene sentido.

Corría apresuradamente en dirección a su casa. Su cabello corto y su falda del uniforme bamboleaban gracias a la brisa del frío aire invernal. Sus mejillas estaban rojas, al igual que su nariz, y de su boca salía el halo del vapor. Llevaba consigo su mochila llena de llaveros, los cuales resonaban, tintineando ante el movimiento de su cuerpo.

Su humor no era el mejor, y encima, la palabra idiota se repetía en su cabeza, como un bucle que simplemente se negaba a abandonar. Aunque claro, lo que más le hastiaba era el hecho de que la imagen de esa persona no la dejaba de atosigar cuál fantasma.

Catorce de marzo, un día muy común en el que los chicos solían regalarles a las muchachas chocolates y otros dulces, todo en agradecimiento a los detalles que recibieron para San Valentín. Detestaba todo ese día. Es más, lo odiaba con todas sus fuerzas, porque había recibido la noticia más amarga para su corazón de adolescente.

El idiota se había marchado a China. Lo transfirieron, al parecer, ese mismo día por la mañana. La profesora les mencionó el dato después de pasar la lista matutina diaria, dejando desconcertados a todos en el salón de clases. En especial, a ella.

Akane Tendo detestaba a ese imbécil con todas sus fuerzas, porque nada de lo que había sucedido entre los dos tenía sentido. Y es que, ¿quien, en su sano juicio, se habría enamorado de un chico al cual aborrecía desde que era niña? ¡Resultaba una falacia absoluta!

Llegó al recibidor de su casa, se descalzó con brusquedad, entrando sin anunciarse apropiadamente. Aunque su madre salió a saludarla, ella decidió dirigirse a su habitación, cerrando con un sonoro portazo que dejó perpleja a su progenitora.

Lanzó su mochila en dirección a su cama, y caminó directamente al escritorio que yacía en su recámara. Tomó la silla, se sentó y del cajón superior sacó una especie de libreta adornada con motivos lindos, de esos que estaban de moda en ese entonces. Hojeó con extrema brusquedad hasta encontrar la última anotación, y luego de ello, comenzó a escribir todo. Absolutamente todo.

Era un idiota. El idiota más exasperante de todo el maldito mundo, si se lo preguntaban.

Maldita la hora en la que había desistido de intentar conquistar a Ryoga Hibiki.

No debió de fijarse en Ranma Saotome cuando la rescató de ahogarse en la alberca escolar. No debió dejar que le llevara la tarea al día siguiente, porque ella tuvo que faltar a la escuela gracias a lo que le había sucedido. No debió de aceptar los acercamientos que ese joven comenzaba a tener con ella. Lo correcto era que mantuvieran esas rivalidades toscas en su lugar, que olvidaran que alguna vez fueron amigos en su tierna infancia. No debió dejar que le robara su primer beso, ni que le ilusionara para luego desilusionarla.

No había sido capaz de frenar sus sentimientos que crecían día con día. Resultó débil ante lo que significaban los sentimientos de amor y atracción de la juventud.

Y lo peor, es que todo el embrollo romántico fue por una supuesta apuesta con la odiosa chica de origen chino que estudiaba con ellos. Creyó ingenuamente en las palabras de ese imbécil, al menos hasta que el día de San Valentín la niñata mimada le contó sobre la apuesta. Ahora, aquél pusilánime se había marchado sin siquiera decirle por mensaje a donde iba, o sin intenciones de llamarle directamente para explicarle la situación. Si su objetivo era apartarse de ella y jugar con sus sentimientos, pues enhorabuena. Lo había logrado.

Rayoneó el dibujo del paraguas con los nombres de ambos que hizo en la página anterior, gruñendo y soltando maldiciones e insultos dirigidos al susodicho.

Tal vez pareciera un berrinche de niña pequeña para algunos, pero no era así. En realidad, se sentía defraudada. Ryoga Hibiki no fue su primer amor. Lo que sintió por el niño de los colmillos pronunciados no era nada en comparación a lo que su corazón experimentó con el chico de ojos azules que ya no estaba ahí, con ella.

Nada tenía sentido. Y quizá era momento de pasar página. Le dolía, pero debía despedirse de lo que nunca pudo ser. Tomó su celular, encontrando el contacto que deseaba ubicar. Borró toda evidencia de su extraña relación. Mensajes de texto, notas de voz, fotos y videos fueron purgados del aparato. Lo eliminó en sus redes sociales, y tiró el pequeño peluche de cerdito que le había regalado durante una salida al centro comercial.

Luego de ello, se hizo la promesa de enfocarse en su crecimiento personal. Él se fue, y ella debía soltar todo, aunque doliese. Miró el calendario colgado en su muro, percatándose de que al día siguiente tenía clase de ballet después de la escuela.

Suspiró triste, caminando hacia la salida de su cuarto. No se molestó en levantar el desastre que dejó en el escritorio, porque tiraría el diario pronto, al igual que todos los objetos que le habían sido regalados por parte de... Ranma. Una lágrima salió de sus ojos, la cuál fue apartada de inmediato. No, debía concentrarse.

Lo que más le interesaban eran los folletos de academias de baile que deseaba analizar a consciencia. Ahora, el ballet era la meta.

Nada tenía sentido, pero pronto lo encontraría.

Cansado de tanto movimiento miraba la nueva habitación que ocuparía de ahora en adelante. No era igual a la que tenía en Nerima, junto a sus padres. Era espaciosa y lujosa, así como también lejana, fría. Tan fría como el invierno que estaba comenzando a llegar a su fin. En Shanghai la temperatura no era diferente. La estación permitía tener una vista increíble de la ciudad cubierta de nieve. Un paisaje digno de ser admirado con fervor.

Podría haberse dado el lujo de distraerse ante el espectáculo invernal, pero su cerebro solo pensaba en bucle. Rebobinaba hacia su tierna infancia, en específico, a los recuerdos junto a ella.

Ranma Saotome la conoció a la tierna edad de cinco años, gracias a que sus padres parecían haberse hecho amigos después de una junta escolar. En un inicio, jugaban y se llevaban bastante bien. Parecían uña y mugre, siempre siguiéndose a todas partes.

Pero claro, su abuela, la señora Umeko Saotome tenía planes para él. Sus padres debían ser la máxima autoridad, pero no era así. La matriarca Saotome fue la encargada de velar por el desarrollo académico del chico. Esto lo obligó a luchar constantemente por obtener los primeros lugares en las clases. Y, bueno, eso fue lo que produjo un quiebre en su relación con su amiga.

Oh si. Ella, a diferencia de él, luchó por obtener los mejores puestos para las becas. Ranma obtuvo todo en bandeja de plata, y aunque todo fue fácil para él, la presión lo obligó a luchar por un primer lugar en rendimientos escolar. A partir de los siete años, ambos amigos se odiaron oficialmente.

Como una cruel broma del destino, la pubertad se empezó a acercar, logrando que su corazón comenzara a experimentar la dualidad del amor y el odio. Odio era una palabra fuerte, lo sabía, pero es que le desagradaba la lucha constante entre los dos. Solía molestarla, porque le parecía divertido. Y luego, él se enteró de que a ella le gustaba su amigo, Ryoga Hibiki. Tal vez, al inicio creyó que aquello no tenía efecto en él, pero se equivocaba. Era gracias a eso que molestaba aún más a su ex mejor amiga, riñendo con ella todo el tiempo.

Un día, mientras pasaba cerca de la piscina escolar, miró como Akane Tendo fue lanzada a la piscina por la chica estúpida de Shampoo. Miró a Akane, ahogandose. Sabía que no podía nadar, y Ryoga recién se acercaba al lugar. Sin dudarlo, terminó en el agua. Y luego, de la nada, los sentimientos entre los dos florecieron por completo.

Después, el día de la primer nevada le robó su primer beso. ¡Bendito día! Tenía tan solo catorce años, pero le emocionaba de sobremanera. Ante aquello, su relación avanzó poco a poco, más que nada por lo tímidos que resultaron ser.

Y todo hubiese salido bien, hasta que, en San Valentín, Shampoo le dijo lo de la apuesta.

Vale, fue un idiota al apostar con la china sobre robarle un beso. Pero eso fue mucho antes de salvarla en la piscina. Fue mucho antes de que los sentimientos que permanecían dormidos, despertaran.

Y ahora, el mismo día que planeaba arreglar las cosas con ella, su abuela lo mandaba a estudiar a China.

¡La vida lo odiaba!

Pateó con rencor su mochila. Le daba igual si el cuarto se ubicaba en la mansión de su abuela.

Odiaba la vida. Lo obligaría a estudiar en un colegio de varones, y lo peor, es que no le dejaría entrenar artes marciales de forma libre. Por alguna razón, su abuela estaba fastidiada de ello. Además, detestaba a su madre.

Pues bien, no quedaba de otra. Le mandaría mensaje a Akane para poder disculparse y tratar de resolver las cosas de forma virtual...

¡Lo bloqueó de sus contactos!

Bufó. Nunca le daba tiempo para explicarse. De acuerdo, si así serían las cosas, entonces pasaría página.

Akane era injusta. Todo era injusto. Y nada tenía sentido.

Pero pronto lo encontraría. Quizá no hoy, ni quizá mañana. Pero lo haría.

Algún día, todo tendría sentido.


¡Hola a todos!

Les traigo el prólogo de este AU que estoy comenzando. Les adelanto que será una obra con bastantes momentos emotivos, sobretodo en capítulos posteriores. Podrá parecer un poco corto, pero tranquilos, es solo la introducción.

No se preocupen, no tardaré en traerles el capítulo uno, lo prometo.

De antemano, espero les haya agradado lo poco que leyeron.

¡Gracias por leer, les deseo un gran día!

Con amor, Sandy.