Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Nieve de cristal
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Entrenaba arduamente en ese pequeño viaje que realizaba junto a su padre, Genma Saotome. Sentía los músculos contraerse, y el sudor cubriéndole como un suave manto del cual no podía escapar. Y no es que quisiera hacerlo.
Desde que era una cría, las artes marciales significaban todo en su vida. Si le preguntabas que es lo que quería hacer de su vida, te respondería que entrenar y convertirse en un excelente artista marcial. De esos que poseían prestigio.
Para Ranma Saotome, un chico de apenas trece años, seguir el camino que compartía con su padre representaba un gran honor para él.
Golpe. Patada. Luego defensa, y después, otro golpe. Cada kata se enfocaba en explotar sus habilidades hasta pulirlas. La perfección de los movimientos que realizaba se debía a una rigurosa rutina que llevaba a cabo, tal como lo haría un monje con las alabanzas diarias. Si le arrebatasen aquello, la vida no tendría sentido para él.
Terminó la rutina, pero sin su padre. Al parecer, la abuela le había llamado por teléfono.
Si, ese vejestorio que aborrecía por completo. No debería expresarse así un nieto de su abuela, pero es que era la verdad. Esa señora le empujaba al límite, presionándolo para obtener las mejores calificaciones en la escuela. Gracias a esas presiones, debió usar ciertas trampas, perjudicando a la que era su mejor amiga.
Extrañaba la amistad que sostenía con Akane. Lo peor, es que sentía cosas extrañas hacia ella. Cuando estaba más chico no hacía distinciones. Eran completamente iguales, como un niño más.
Pero crecían. No parecía indiferente a los cambios que ambos experimentaban. Se dio cuenta mientras platicaba con un par de amigos en el salón de clases. Si no fuese porque ellos le habían confesado que encontraban linda a Akane, él jamás se hubiese percatado de aquél detalle.
Un vuelco en el estómago se hizo presente. Según escuchó de sus propios padres, cuando alguien te atraía de forma romántica, las mariposas se arremolinaban dentro de ti. Daban piruetas impresionantes, retorciendo las entrañas dolorosamente. Danzaban incontrolables, y el sonrojo en las mejillas se marcaba cual pintura fresca.
Tocó su estómago, y luego, con la otra mano sintió la piel de su mejilla. No, eso era imposible.
No podía estar comenzando a sentir atracción hacia ella.
Akane Tendo era su ex mejor amiga, quedaron mal después de que su abuela convenció a los profesores de meterlo al cuadro de honor, dejándole sin posibilidad a una beca de excelencia. Ella le odiaba, y él también, porque no le dejó explicarse. Había detestado la terquedad de la chica, así que resultaba inverosímil que le atrajera.
De pronto, su padre llegó con el celular en la mano. Parecía disgustado. Seguramente habló de algo serio con la abuela.
—Ranma, era tu abuela. Me dijo que regresáramos a Tokio, porque debías estudiar para los exámenes de fin de año. No le agrada que entrenes artes marciales sin priorizar la escuela.
Accedió. De nuevo, contra su voluntad, la abuela hacía de las suyas.
¿Algún día podría librarse de sus garras?
Esperaba que si. Y mientras tanto, seguiría siendo un peón en el ajedrez de Umeko Saotome. Ojalá dejase de ser la ficha en el juego de alguien más.
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Capítulo 2.- Querido prometido, te odio.
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Llegó a la tienda de mochis que le indicaba el GPS. Se impresionó al observar el bello local, ubicado en una de las calles de Nerima. Con cuidado, entró al lugar, encontrando un poco de gente dentro. Algunos tomaban té mientras degustaban el platillo estrella, mientras que otros mantenían una fila para poder comprar en mostrador una caja de los pequeños postres. No supo que hacer, o a quien dirigirse, pero esa preocupación se disipó al escuchar como le hablaban.
—¡Señora Saotome!— La alegre y vivaracha voz de la mujer que usaba un uniforme del local y un delantal se hizo presente. Le saludaba con la mano, mientras se acercaba a una mesa desocupada.
Nodoka asintió, y se acercó hacia su anfitriona. El delicado atuendo de Nodoka, un traje de precio exuberante, contrastaba con las vestimentas de las demás personas. Quería ponerse algo más cómodo, pero siempre se le había inculcado que debía vestir a la altura de una mujer de alta clase. O al menos es lo que Umeko le recalcaba. Tomó asiento de forma delicada, mientras que una mesera colocaba dos tazas de té y un plato de mochi sabor calabaza.
—Gracias, Tamako-chan— Pronunció la dueña del local.
Nodoka sonrió. Hacia mucho tiempo que no salía a visitar a alguien que no fuese una persona de alta alcurnia. En realidad, las amigas que tenía eran frívolas y superficiales, si iban a ese tipo de locales solo era para mantener fachada de buena gente, mientras se dedicaban a viborear sobre los demás. En especial, sobre los empleados.
—Naoko, gracias por la invitación, y perdone que recién hoy pude venir. Me encanta su local, por cierto.
—No tiene por qué agradecer, señora Saotome.
Negó. —Por favor, llámeme Nodoka. A pesar de ser de clases diferentes, no debería de haber distinciones entre las dos.
Naoko asintió. —En realidad, yo...
—Permítame disculparme. Ya sabe, por lo que ocurrió hace años con su hija, Akane.
El arrepentimiento en la voz de Nodoka se dejaba entrever como una fina tela. Naoko se dio cuenta de la sinceridad que emanaban esas simples palabras, pues los ojos de la mujer frente a ella no daban lugar a dudas. —Oh, eso... lo había olvidado hasta ahora.— Carraspeó. —Escuché, ya no tiene mucha importancia ahora.
Volvió a negar. —La tiene. Por mi suegra, su hija perdió una beca. Supe que les costó trabajo sacar adelante sus estudios en lo que restaba de la primaria, y de verdad me arrepiento profundamente por no haber impedido nada.
Naoko Tendo se caracterizaba por ser compasiva. Nunca guardaba rencores, porque eso solo le envenenaría el alma. Acercó su mano a la de aquella mujer, y la apretó fuertemente, pero con delicadeza. —Señora Nodoka, entiendo lo difícil que pudo haber sido para usted. De verdad, no la juzgo porque yo... yo también no debería quedarme callada.
Nodoka pudo comprender a la perfección lo que quiso decir. Durante su encuentro en el baño, le mencionó una pequeña parte. Sonrió con tranquilidad. —Le ayudaré, lo haré. Se lo prometo.
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Soun caminó hacia la tumba que yacía en ese cementerio solitario. Por años, ya no le había visto. Jamás supo de lo ocurrido a su viejo amigo, hasta que Naoko le comentó que tuvo un reencuentro inesperado con Nodoka Saotome en el sanitario del auditorio.
Llegó a la lápida, con un ramo pequeño de flores frescas. Limpió la tumba con el agua sagrada, realizando una pequeña oración. Luego, quitó las pocas hojas secas arremolinadas en los laterales de la misma. Finalmente, dejó las flores en uno de los jarrones de aquél lugar.
Genma Saotome siempre fue su mejor amigo. Su confidente, la mejor compañía del mundo antes de que consiguieran sus propias familias. Solo él conocía cuanto detestaba que su madre, la señora Umeko, le quisiera imponer reglas de como vivir. Se había vuelto su familia, su hogar antes de Nodoka y su hijo.
Los problemas en la vida adulta les separaron. Si, le dolió mucho que los Saotome les hayan traicionado de ese modo.
La última discusión que tuvieron fue caótica. El hijo de Genma había sido mandado a China, y cuando eso pasó, la beca que le fue arrebatada a su pequeña hija ahora era libre. Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Genma era consciente del trabajo que a los Tendo les costaba financiar una buena escuela para sus hijas, en especial, para Akane. Y sabiendo eso, fue tan cobarde como para no impedir que les hirieran de ese modo.
¿Cuántas veces no se desveló, trabajando turnos extra? ¿Cuántas veces no supo de Naoko trabajando arduamente en hacer sobresalir su puesto de mochi?
Aún recuerda, como tinta fresca, la discusión.
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—¡Maldito cobarde!
Los objetos volaron en dirección al regordete señor, quien simplemente calló sus pensamientos. El silencio otorga.
Y Soun perdía los estribos ante ello.
—¡Contesta!
—Soun, lo lamento mucho. Tengo mis razones para no decir nada.
Furioso, y con los ojos aguados, golpeó el mueble de aquella fría oficina ubicada en la mansión de los Saotome. Dolorosamente, ese lugar a donde muchas veces acudía, ya no le era familiar. Lo maldecía por completo.
—A partir de este momento, olvida la amistad que alguna vez tuvimos.
Iba a salir de ese endemoniado lugar, y antes de desaparecer, logró escuchar una última frase.
—Cuida bien de tus hijas. Lo lamento.
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Esa noche, bebió hasta perder la consciencia. Al día siguiente, hizo como que no pasó nada.
Y así se le fue la vida. Entre trabajos a marcha forzada, y sueños abandonados. Había deseado, junto con Genma, abrir una escuela de combate. Pero todo se esfumó, siendo arrastrado por el doloroso viento de la vida.
¿Por que permitió que se alejaran? ¿Por qué no tuvo las agallas de ir a visitarlo?
—Genma... eres un estúpido. No debiste irte. Debiste quedarte a vivir una vez más. Debiste luchar más, amigo. Debiste...
Las lágrimas comenzaron a bajar en cascada. Los arrepentimientos ahogaban, asfixiaban por completo. Su amigo. Su querido amigo Genma Saotome ya no estaba ahí para arreglar las cosas.
Soltó a llorar, liberando las penas a las que se había visto sometido en esos momentos. Dejó que los recuerdos salieran a flote, una y otra vez. Por hoy, no se preocuparía de haber faltado un día a la oficina. Por ese instante, solo serían él y Genma, viviendo las aventuras que ya nunca pudieron cumplir.
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—¡Lo detesto! ¡De verdad que si! ¡Es un idiota! ¡Un cabrón malnacido!
Akane despotricaba contra el imbécil de ojos azules, sin importarle si las demás chicas a su alrededor se exaltaban. Era hora del descanso, pero muchas veces ellas aprovechaban para practicar algunas posiciones. Y ese era el caso en ese momento. No todas lo hacían, sin embargo, Yuka convencía a sus amigas para que practicaran, pues velaba por el bienestar de sus becas.
Sayuri rodó los ojos, divertida, realizando los relevé que marcaba Yuka. —¿Quién lo hubiese pensado? Nunca había escuchado que alguien pudiese encontrar de nuevo a un amor anterior.
—No es gracioso, Sayuri. Akane bien lo dijo, el tonto fue muy malo con ella desde que eran más pequeños. Además, cuando los primeros amores son complicados, es muy difícil que la confianza se pueda recuperar.
Bufó. —¡Por favor! Akane, no me vas a negar que sentiste escalofríos de tan solo volver a verlo.
Akane frunció el ceño. —¿Qué insinúas, Sayuri?
Comenzó a reír, esta vez realizando una pirouette de forma pronunciada. Luego, dejó el lugar a Yuka para que hiciera lo que tenía que hacer. —Tal vez él también no ha dejado de pensar en ti. Sería emocionante tener una aventura con él. Dos amores que nunca pudieron tener algo en concreto, tal como una de esas pelis románticas. Tú y él, pasando este invierno juntos. Imagina las posibilidades.
—Hmp.— Se acercó al centro del salón, preparándose para girar. —No va a pasar nada de eso, Sayuri. Yo lo odio, y el me odia. Es mutuo.
Yuka comenzó a tomar agua. —Akane tiene razón, Sayuri. Lo que mal termina, ya nunca más podrá tener futuro.
Akane posicionó sus pies en pilé, y luego, aplicó la técnica deseada. Cuando hacía piruette, necesitaba concentrarse para no caer de forma horrorosa. Siempre que bailaba, se enfocaba en ser ella la única presente. Ponía en off al entorno, y sencillamente se fundía con el baile. Es por eso que perdió el control cuando escuchó lo que su impertinente amiga dijo.
—A veces el odio no es más que tensión romántica o sexual acumulada. Un acostón y verás como no se despegarán el uno del otro.
Listo. Ya estaba.
La caída no fue tan estrepitosa, pero si logró que su pie se lastimara un poco. Lo apoyó con cuidado, comprobando que si había sido una herida un poco tenue en su músculo. No era el hueso, por lo que debía sentirse segura. Aún así, hizo un puchero y miró a su amiga con deseos enormes de matarle. —Sayuri, te odio.
Ambas le ayudaron a levantarse. Sayuri soltó una pequeña risa, siendo reprendida por Yuka.
—Debemos llevarte a enfermería, Akane.
—Que más queda. Vamos.
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Ranma no podía estar más anonadado que de costumbre. Aparte de que el papeleo resultaba ser un infierno, terminó encontrándose con Ryoga Hibiki en la misma universidad. Al parecer, ese chico había conseguido una beca con la cual podía solventar los estudios en ese colegio prestigioso. Claramente la vida se estaba encargando de demostrarle que, por mucho que se alejara del pasado, este siempre regresaba a él.
—Es una locura todo lo que has vivido en China, amigo.— Sacó una cajetilla del bolsillo, y comenzó a fumar. No podían decirle nada, porque estaban formados en una inmensa fila a las afueras del edificio de administración académica. —¿Quieres uno?
Negó. —No fumo. Solamente bebo.— Miró la pantalla de su celular, completamente hastiado por lo lento que pasaba el tiempo. —¿Por que mierdas se tardan tanto?
—No eres el único que tuvo transferencia. Pero ve el lado bueno, al menos te puedes saltar las clases de hoy.
Rodó los ojos. —Eso me tiene sin cuidado. El que no debería hacerlo, eres tú. Tu beca depende de tus notas.
—Pfff...— Hizo un ademán con la mano, restando importancia. —No pasa nada si me salto un día entero. Además, aún no hay evaluaciones.
Suspiró. —Me gustaría ser como tú. ¿Sabes? Odio mi carrera. Odio mi vida, siempre fui un peón para mi abuela.
Ryoga supo que algo más pasaba. Y parece ser que tenía que ver con el hecho de haberse rencontrado con quien, alguna vez, fue su mejor amiga. —Oye... ahm... te juro que no sabía que Akari era amiga de Akane.
—Déjalo. Lo entiendo, en serio.
Miró hacia el suelo, mientras calaba su cigarro. Luego, expulsó el aire retenido, logrando que el olor a tabaco reluciera. —¿Qué fue lo que sucedió en ese lugar?
—Quería disculparme con ella, pero no me dejó.— Rio con ironía pura. —De inmediato, y como una alarma estúpida, saltó hacia mi. Pude ver la ira y el resentimiento en ella. De todas formas, lo merezco.
—Ya veo...
—Ryoga, no te voy a mentir. Sentía muchas cosas por Akane. Me gustaba demasiado. Incluso, ahora que volví a Japón, en el aeropuerto pensaba ir y buscarla. Ha pasado tanto tiempo, y si te soy sincero, a pesar de estar con alguna que otra chica... nunca fue igual. No me vayas a juzgar por ello...
—Tranquilo, yo entiendo que la vida sigue. Akane estuvo en una relación con un chico, después de que te marchaste. Pero solo duraron el año restante de la escuela. Luego, ya no supe más de ella hasta ahora.
—Tienes razón, la vida continua.— No le había agradado escuchar aquello. Akane se había conseguido un novio después de lo vivido con él. Pero, nada podía juzgar, porque como dijo su amigo. debían pasar página. —Y, bueno, ahora que sé que me odia, quizá lo mejor es que me mantenga lejos de ella.
—En eso estoy de acuerdo.
—Aunque...— Carraspeó. —¡Demonios! Se veía linda...— La fila avanzó, logrando que todos se movieran otro poco más.
Ryoga puso la mano en el hombro de Ranma. —Amigo, mejor no lo hagas. Olvídate de ella.
—Si. Supongo que así es como debe ser. Debo olvidarme de lo que alguna vez sentí por Akane.
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Abrieron la puerta del consultorio de enfermería. El doctor Tofú Ono, medico principal de aquél lugar, les recibió con gusto. Las dos ayudaron a Akane a sentarse en la camilla del lugar, y cuando su amiga por fin se pudo sentar, el doctor comenzó a revisarle el pie.
—Tienes una pequeña torcedura. No es gran cosa, por suerte. Con un vendaje y descanso por hoy será más que suficiente.
Akane resopló, completamente aliviada de aquello. No pasaba nada si se lastimaba en ese momento, porque la evaluación ya había pasado. Pero, de todas formas, detestaba cuando eso sucedía, porque debía parar sus actividades para descansar. Y ahora, más que nunca, no deseaba hacerlo, porque entonces el recuerdo de Ranma rondaría su cabeza de forma constante.
—Me alegra saberlo, doctor.
La puerta se abrió, revelando la figura de un joven hombre enfundado en una bata blanca. Sus ojos eran azules, y el pelo castaño le sentaba de maravilla. Ese chico, al notar la presencia de más gente, realizó una reverencia a modo de saludo.
—Perdón, no sabía que había más personas aquí.— Reparó en una de las tres bailarinas. Y entonces, lo sintió. Algo que hacia mucho se hallaba dormido dentro de él implosionó. Esos ojos castaños, grandes y expresivos se grabaron en su mente. En realidad, el rostro de ella resonó como un suave eco en su corazón. ¿Quién era esa chica tan linda? ¿Podría tener el honor de descubrir su identidad?
El doctor Tofú negó. —No pasa nada. Chicas, les presento al doctor Shinnosuke Mamoru. Él está trabajando en el hospital donde yo laboro, pero desde hoy será mi asistente aquí.
Las tres saludaron al chico. Yuka y Sayuri no dejaban de sonreír tímidamente, porque les parecía un hombre atractivo. Mientras que Akane... bueno, ella tampoco pudo negar lo evidente. Era demasiado apuesto, y esperaba que también fuese caballeroso, y no un Ranma.
Tofú sacó la venda del mueble, y la entregó a Shinnosuke. —¿Podrías vendarle el pie? Debo atender una llamada para un paciente.
—Claro, doctor.
En cuanto Tofú salió, aquél apuesto doctor comenzó abriendo el empaque de la venda. Se agachó a la altura de la pierna, y entonces, conectó miradas con la paciente. Akane sintió un chispazo naciendo en ella. Entre más le miraba, más podía percibir cierto magnetismo. ¿Cuánto había pasado? Porque esos segundos se estaban sintiendo como la eternidad. No podían despegar sus ojos de cada uno.
—Ahem...— Yuka fingió una pequeña tos. Con eso, logró despertar del trance al par de chicos. —Lo lamento... es que mi garganta está reseca. Sayuri, ¿podemos salir a tomar algo de agua?
Sayuri entendió lo que su amiga trataba de hacer. No le agradaba del todo, pues ella creía que Akane y el otro chico si estaban destinados a tener un romance. Pero, en vista de que su amiga le pellizcaba el brazo, decidió aceptar la propuesta. —Si... regresamos enseguida, Akane.
Sus amigas desaparecieron. Oh, y ella sabía el por qué lo hacían. El hecho de que haya sentido cierta atracción por ese joven doctor no significaba que fuera a suceder algo como lo que esas dos fantaseaban. Pero, ¿Qué más le quedaba?
Shinnosuke Mamoru siempre había sido un joven educado. Para él, era de suma importancia tratar a las personas con amabilidad. Sin embargo, con las mujeres solía ser delicado y demasiado cortés. No le agradaba hacer sentir incómodo a nadie, y mucho menos a las mujeres. —¿Puedo...?— Preguntó, señalando la pierna de la chica.
Akane asintió, aunque un poco cohibida. No debería sentirse extraña, pero lo hacía. —Adelante.
El castaño tomó con suavidad la pierna, y comenzó a enrollar la venda en la piel. Lo hacía de forma pausada, tratando de evitar lastimar la extremidad. Pero, ¿a quien quería engañar? También era consciente de que lo hacía para disfrutar de la pequeña chispa que se encendía en él. No era un pervertido, más bien, se consideraba un romántico empedernido.
La chica simplemente contuvo un suspiro quedo. —Me disculpo por el comportamiento raro de mis amigas. Son un poco extrañas a veces.
—Descuida. No pasa nada. He tratado con pacientes peores, créeme.
Miró los alrededores de la enfermería. Trató de despejar su mente, pero resultaba una tarea imposible. Mordió su labio inferior, atreviéndose a lanzar el primer golpe. —¿Usted trabaja con el doctor Tofú?
—Si. Soy médico, al igual que él. Aunque no lo parezca, todavía soy joven. Recién cumplo dos años en el hospital.
Vaya, era mayor que ella. —Debe ser difícil ejercer medicina, ¿no es así?
Terminó de colocar el seguro del vendaje, y dejó delicadamente la pierna de la chica en el suelo. Luego, la observó. —Un poco, aunque me imagino que el ballet es igual de complicado.
—Lo es, pero es mi pasión. Si la pierdo, me muero. Cada vez que bailo, es como si me sintiera ligera. Como si una magia inexplicable me envolviera. La verdad, mucha gente cree que soy exagerada, pero en serio me apasiona esto.
—Para mi no suena exagerado. Es... bello.
Tal vez Sayuri tenía un poco de razón. A lo mejor, ella tenía tensión romántica o sexual acumulada. Bien, ¿por que le daba tantas vueltas al asunto entre Ranma y ella? Debía pasar pagina, y la aparición de ese imbécil en su vida no le detendría de salir adelante.
—Me llamo Akane Tendo.— Sonrió dulcemente.
—Me presento de nuevo. Shinnosuke Mamoru. Un placer.
Nada de titubeos. Nada de pena.
—Shinnosuke... ¿Qué te parece si intercambiamos números?
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Ya era de noche, lo que significaba la hora de la cena en la mansión de los Saotome. Cuando se sentaban en la mesa, las pláticas no solían ser tan extensas. Por lo general, en China Ranma siempre solía cenar en su departamento de lujo. Al menos ahí tenía la libertad de hacer lo que se le plazca, por ejemplo, jugar videojuegos mientras cenaba un simple plato de ramen instantáneo. Pero ahora, a pesar de tener muchísimas ganas de hablar abiertamente con su madre, se restringía gracias a que la anciana no toleraba el lenguaje soez ni las barbaridades degeneradas, según ella.
Moria del aburrimiento. A decir verdad, sus clases fueron muy tediosas. Igual que en China, pero al menos aquí estaba en casa. Tal vez el desayuno era más tradicional, pero las cenas siempre consistían en platillos pesados como cremas y todas esas mierdas.
Ugh, como odiaba esa vida de riquillo.
—Escuchen los dos.— La voz de la abuela le irritaba. Cada que la oía, se retorcía del coraje de forma interna, pero hacia un esfuerzo enorme por no demostrarlo tan abiertamente. —Hoy tuve una reunión con la empresa de los Kuonji. En dos semanas, iremos a cenar con ellos. Tengo planes importantes para ti, Ranma. Así que no espero una negativa como respuesta.
—Si, abuela.— Contestó de mala gana.
Nodoka se debatía internamente en hacer lo que debía. Pero se lo prometió a Naoko. Le juró que le ayudaría cueste lo que cueste. —Disculpen, tengo algo que pedir.
Umeko le miró interrogante. Tenía el control de su nuera totalmente, así que no entendía que es lo que pasaba. —¿Qué sucede?
Nerviosa, apretó por debajo de la mesa la servilleta de tela fina que sostenía. —Verá... organicé una cena con una amiga.
—¿Una amiga? ¿Qué amiga?— Preguntó con escepticismo la señora Umeko.
—Una amiga que conocí durante mi ida al museo. Pertenece a una muy acomodada familia. —Mintió. Si mencionaba el apellido de la familia, seguramente esa anciana diría que no.
La miró severa, pero a final de cuentas, entendió. —De acuerdo. — Sorbió un poco de la crema que consumía. —Le diré al chofer que prepare el coche para el viernes, y cancelaré la cena de negocios programada para ese día.
Nodoka asintió. —Muchas gracias. Será un honor para mi amiga que estemos ahí.
Ranma se sintió extraño. Desde el sábado, su madre estaba actuando un tanto misteriosa. Cuando regresó del sanitario, pudo ver en ella una conmoción del tamaño de un planeta en sus ojos. No supo si prestó atención al ballet como él, pero percibía que algo no iba bien. De todas formas decidió no darle más vueltas al asunto. Simplemente se resignaría a otra cena aburrida en un viernes por la noche.
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Los Tendo cenaban juntos en su cómodo y tranquilo hogar. Desde que todos tenían obligaciones como los adultos que eran, difícilmente podían darse el lujo de convivir plenamente. A pesar de ello, se consideraban una familia muy unida, y es que pasaron por muchos obstáculos diferentes. Para empezar, lo que les hicieron los Saotome.
Naoko había visto la presión en los ojos de Soun. Las veces que tuvo que sacrificar su salud y su bienestar fueron numerosas. Hubo ocasiones que contrajo anemia, y otras, una ligera neumonía. Muchas veces rogó a sus patrones por aumentos salariales. Incluso, tuvo que hipotecar el dojo. Realmente fueron tiempos tormentosos.
Y sus tres pequeñas... cuantas noches en vela pasaron para conseguir becas de excelencia. No había ni un solo fin de semana que se partían el lomo estudiando sin descanso. A pesar de que las tres quisieron trabajar cuando cumplieron los dieciocho, Naoko les negó aquello. Lo importante en ellas, es que se prepararan arduamente.
Nabiki al fin había obtenido un puesto en una mediana empresa. Era poco lo que ganaba, pero servía. Kasumi también logró una carrera técnica, pero que ahora le daba solvencia económica. Y Akane, su hija menor, por fin conseguía mantener una beca en la prestigiosa escuela de danza con la que siempre soñó por entrar. Cada una había hecho lo mejor para si misma, y es por ello que su orgullo se inflaba hasta el cielo.
Ahora, no sabía que hacer. Estaba en un gran dilema. Aunque le pidió ayuda a la señora Nodoka, no estaba segura de como saldrían las cosas. El movimiento que harían sería arriesgado para la señora Saotome, e injusto para su familia. Pero habían hecho una promesa, y ahora, debían cumplirla. Nerviosa, carraspeó para tratar de llamar la atención de todos.
—Familia, tengo algo que decir.— Cuando la atención se centró en ella, trató de disipar la intranquilidad. —Invité a una amiga a cenar a la casa, el viernes por la noche. No sé si puedan estar todos, pero espero que puedan hacer un gran esfuerzo.
Nabiki, intrigada y curiosa, preguntó. —¿Es importante?
—Demasiado.
Soun frunció su ceño. Al menos pudo recomponer la postura después de haber ido al cementerio. —Querida, no me habías contado nada. Pero confía en mi, yo estaré presente.
—Yo igual, madre.— Contestó Akane.
Kasumi sonrió. —No te preocupes, madre. Después de todo, somos una familia muy unida. Estaremos ahí. Sabes que siempre estamos juntos, en las buenas y en las malas.
Ante eso, no pudo evitar que su mirada temblara ligeramente. —Muchas gracias.— Se levantó. —Iré por unos cuantos mochis que traje de la tienda.
Nadie dijo nada, simplemente se limitaron a seguir hablando animadamente entre ellos sobre sus respectivas rutinas. Sin embargo, en la cocina, no aguantó más las lagrimas. Apoyó sus manos en la mesita, mientras esos pequeños diamantes escurrían de sus mejillas. Las limpió, y se miró en el reflejo de la ventana. El cansancio se hacia eco en ella, pero trataba por todos los medios de no hacerlo notar.
Sonrió, intentando darse ánimos.
La nieve, con esperanza, caería dentro de poco. ¡Que buena noticia!
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Una cena importante. ¿Para que? No tenía idea. A pesar de ser importante, su madre y abuela le otorgaron la libertad de ir vestido de forma casual pero elegante. Al menos no tendría que usar un molesto traje sastre. En su lugar, portaba una camisa de color blanca, con un pantalón color negro, una gabardina larga del mismo color y zapatos cómodos. Se colocó su mejor perfume, el amaderado, ese que le encantaba lucir desde que era aún un muchacho de dieciséis años. Miró su reflejo en el espejo de cuerpo gigante que se encontraba en el cuarto.
La ropa le gustaba, pero en definitiva no era su estilo. Normalmente usaba ropa más cómoda, con un look más sporty. Sin embargo, al tratarse de un evento social no podía desatender su apariencia. Si lo hacía, la abuela le regañaría.
Tocaron a su puerta, por lo que decidió dar el paso.
En el reflejo, miró a su madre enfundada en un vestido de falda amplia y mangas largas. También vestía un poco más libre, aunque no lo suficiente como para desafiar a la abuela.
—Mamá, te ves preciosa.— Dijo, acercándose a su progenitora, mientras la tomaba de la mano con delicadeza.
Nodoka le correspondió. —Tu te ves muy guapo, hijo.
—Me vería mejor si pudiera vestir lo que siempre visto. Odio las formalidades.
—Ya sabes lo que piensa la abuela, Ranma.
—Mamá...— Deseaba conocer que sucedía con su madre. Tanto secretismo no era algo bueno. —Has estado un poco rara últimamente. ¿Todo está bien?
Nada estaba bien. Saber lo de Naoko le descolocó por completo. Aún así, decidió contestar aparentando, como muchas veces había hecho. —Si, me encuentro perfectamente bien.— Miró la hora en el reloj de la habitación de su hijo. —Será mejor que nos demos prisa. El chofer y tu abuela nos están esperando.
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Akane hablaba con Shinnosuke a través del chat. Toda la semana no dejó de comunicarse con aquél hombre encantador. Y debía decir que fue la mejor decisión el pedirle su número, ya que le había hecho más llevadera toda la semana. Al menos no se había cruzado de nueva cuenta con el indeseable de Ranma.
Suspiró, leyendo el último mensaje intercambiado.
Shinnosuke.
Me alegra que tu lesión curó rápidamente. Sería una pena si tu beca estuviese en peligro.
La beca que tanto le costó conseguir no podía verse involucrada en problemas. Becas. Las responsables de que la amistad que mantenía con Ranma se hubiera ido al carajo. Aún recordaba el momento en el que discutieron y dejaron de verse como los mejores amigos.
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Apenas tenían nueve años, pero Akane sabía perfectamente muchas cosas del mundo. No es que fuese la más sabia, pero entendía a veces que estaba bien y que estaba mal. Y lo que le hicieron parecía ser un error.
—Dime que no es cierto.— Dijo, suplicante y mientras hacia un puchero.
La nieve había caído. Era invierno, una época preciosa del año, donde los árboles de navidad y Santa Claus cobraban vida, tratando de hacer la vida de muchas personas más llevadera. Pero ahora, ese frío invierno se estaba alejando de lo que normalmente significaba para Akane.
Ranma miraba hacia el suelo, conteniendo un puchero y las ganas enormes de llorar. Sin embargo, su desesperación se asomó. —¡Fue la abuela! ¡Yo no sabía que haría eso!
Le miró enojada. Apretó sus pequeñas manitas, frunciendo los labios. —Mamá y papá dicen que van a tener que trabajar mucho para que siga en la escuela. ¡Y yo tengo que estudiar hasta en navidad!
Podía percibir que a veces, los adultos cometían errores. Pero no estaba tan seguro de que tan grave podía ser. Su inocencia le llevó a decir muchas cosas. —Puedo pedirle a la abuela que no lo haga. Montaré un berrinche, y...
—¡Ya no puedes! Mamá y papá ya hablaron con la directora.
—¡Si se puede!
—¡Que no!— Dio la vuelta, pero sintió como ese niño se adelantó a ella, tratando de sujetarla de los brazos. Una pequeña Akane forcejeó contra él. —¡Suéltame!
—¡Si se puede!
Entonces, ella cayó al suelo. Y cuando lo hizo, se golpeó con una roca en la rodilla, haciéndole sangrar. Comenzó a llorar, pero no sabía si era por el dolor físico de esa pequeña herida, o porque sintió que una amistad se estaba acabando. Se levantó ante la atenta mirada azulina, y entonces, le confrontó.
—¡Te odio mucho! ¡Mucho! ¡Muuuuchooo!—Enfatizó, moviendo los bracitos.
A Ranma no le agradó aquello. —¡Entonces yo también! ¡Te odio bastante!
¿De donde aprendieron esa palabra tan desagradable a tan corta edad? Suponían que de las películas que a veces veían. Cuando eres pequeño, a veces no estás despierto con respecto a muchísimas cosas del mundo adulto. Pero ambos vivían realidades crueles. Uno parecía siempre ser controlado por alguien más, mientras que el otro padecía lo que era vivir sin tranquilidad en casa.
Akane comenzó a caminar a grandes zancadas, sin embargo, antes de seguir su camino, volteó a ver a Ranma.
—¡Ya no somos amigos! ¡Niño feo!
—¡Bien! ¡Te detesto! ¡Ya no vas a jugar conmigo nunca más!
—¡No quiero jugar contigo!
—¡Fea!
—¡Tonto!
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Después de aquello, abandonó las salidas con amigos para estudiar por completo. A la tierna edad de nueve años descubrió la crueldad en el mundo adulto. Miró muchas veces a sus padres casi desmayarse del cansancio, y a pesar de que podían transferirla a una escuela donde no pagaran cuotas, no lo hacían porque querían darles lo mejor del mundo.
Es por eso que no deseaba perder la beca de la escuela Sakuranba. Porque no quería volver a pasar por la angustia a la que se vio obligada a aceptar.
Desechó los recuerdos y los pensamientos negativos. No era el momento de ponerse de ese modo. Ahora, debía estar lista y presentable para recibir con gusto a la amiga de su madre. ¿De quien se trataría?
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Ranma no tenía idea de a donde se dirigían. No reconocía las calles que atravesaban. Cada paisaje comenzaba a distar de los lujosos suburbios y los abarrotados centros comerciales, volviéndose cada vez más de aspecto humilde. Ese parque... un momento...
—Esta zona me parece conocida.— Pronunció Umeko, con un tono neutro.
—A mi también...— Ranma reparó en el viejo árbol que ahora tenía las hojas casi desaparecidas. Ese lugar...
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—¡Te odio mucho! ¡Mucho! ¡Muuuuchooo!—Enfatizó, moviendo los bracitos.
—¡Entonces yo también! ¡Te odio bastante!
—¡Ya no somos amigos! ¡Niño feo!
—¡Bien! ¡Te detesto! ¡Ya no vas a jugar conmigo nunca más!
—¡No quiero jugar contigo!
—¡Fea!
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¡Era el lugar donde había peleado con Akane! De estar desparramado en su asiento, pasó a enderezarse, asomándose por la ventana. Las calles llenas de gente caminando lucían exactamente iguales a aquellos tiempos. Sin embargo, ahora mismo no había nieve como ese fatídico día. Pero entonces, eso solo significaba que a donde irían a cenar, sería...
—Ya estamos llegando.— Anunció el chofer, mientras daba vuelta en la calle. —No hay lugar donde quedarme. Señora Saotome, ¿le parece bien si me avisa cuando les lleve de regreso a casa?
—Si no queda de otra, entonces adelante.
El coche se estacionó, y de él descendieron los tres, un poco tensos, anticipando lo incómodo que sería el asunto. Umeko reconoció inmediatamente el lugar, por lo que miró severa a Nodoka. La mujer ignoró todo, y tocó el timbre.
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Toda la familia Tendo ya estaba reunida en la mesa, esperando a los invitados de esa noche. Todos, a excepción de Naoko, se encontraban expectantes de quienes podrían tratarse. La matriarca de la familia había sido un poco reservada en cuanto a revelar las identidades de los extraños, así que la expectativa se mantenía interesante. Tan pronto como el timbre sonó, la mujer se adelantó a recibir a los invitados a la puerta.
—¿De quien se tratará?— Preguntó Nabiki, con bastante curiosidad. —A mamá no le he conocido una amiga diferente a las que tiene en la tienda.
Kasumi acomodó su vestido. —No lo sé, pero es emocionante. Últimamente la noto cansada, por lo que pienso que tener una amiga con quien distraerse de la tienda es lo mejor que le pudo haber pasado.
—Lo importante, hijas, es comportarse. Todos hemos hecho un esfuerzo enorme para poder estar aquí, y si es importante para su madre, entonces hay que dar lo mejor de nosotros.
Akane se encontraba sentada, apoyando su mano en su barbilla. Miró la pantalla de su celular, comprobando que Shinnosuke le mandó un mensaje deseándole buena suerte en la cena. Sonrió, y comenzó a teclear la pantalla.
De pronto, se escucharon pasos en el pasillo de la entrada. Tan pronto como eso sucedió, todos se pusieron de pie. Como anfitriones, debían causar una muy buena impresión a los invitados. Sin embargo, los gestos en sus rostros se descolocaron al enfocar quienes venían acompañando a su madre.
Lo mismo pasó con los invitados, a excepción de Nodoka. Umeko, por su parte, trató de mantener el balance en su estado de ánimo. La etiqueta le indicaba que no debía mostrarse descortés al ser una invitada, aunque por desgracia para ella, fue traída bajo una trampa.
Ranma miró a Akane. Y Akane miró a Ranma. Se escanearon de pies a cabeza, sin disimular ni un poco. Intentaron ignorar las mariposas evidentes en sus entrañas, porque no era lo correcto. Se supone que ya no se gustaban. Se odiaban, y punto. Debían recordar lo que su pasado significaba, solo lleno de decepciones.
Naoko y Nodoka se pararon juntas, tratando de mantener una gran sonrisa en ellas.
—Familia, ellos son nuestros invitados. Los Saotome.
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La cena se había vuelto pesada, completamente extraña. A pesar de ello, Naoko y Nodoka se encargaron de hacer que el ambiente tenso se disipara lo suficiente como para no asfixiar a nadie. El menú, preparado especialmente por Naoko, no resultaba ser del agrado de Umeko, pero lo toleraba. Mientras tanto, Ranma miraba su plato, y luego, a Akane. La muy cínica sonreía mientras miraba abajo de la mesa. ¿Qué estaría pasando con ella? ¿Acaso tendría un noviecito por ahí? Sin quererlo, tomó más fuerte de lo normal su mochi con el tenedor. ¡Vamos, idiota! Ignora los celos. No son celos lo que sientes ahora mismo.
Akane sonreía, pero leía el mismo mensaje, una y otra vez. No era tonta, pudo percatarse de como Ranma no dejaba de observarla. Durante todo ese rato incómodo, las miradas de ambos se cruzaban, lo que para ella significaba una tortura. No podía negarlo, Ranma había cambiado con los años. Ahora, se veía mucho más apuesto. Pero ese solo pensamiento le bastó para llevarlo a la siguiente potencia. Seguramente ya había tenido novia. En algún momento de su vida, debió hasta acostarse con alguien más. Bueno, no lo juzgaba porque ella tampoco es que fuese virgen, pero como le molestaba aquello. Es por eso que disfrutaba fingir ignorarlo. Todo por cretino. Sufre, Ranma Saotome.
Naoko carraspeó. —¿Qué tal le ha parecido la cena, señora Saotome?— Un poco nerviosa, miraba atenta a la anciana frente a ella.
Umeko no tuvo de otra más que fingir que todo estaba bien. —Deliciosa.— Dejó su servilleta a un lado. —A decir verdad, me ha impactado volver a verles. No pensé que tendríamos el... honor, de volver a vernos.
Soun entendió que ella no estaba contenta con aquello. —Lamento mucho la pérdida de su hijo, señora Saotome. Me enteré hace poco, por mi esposa.
Akane dejó sus jueguitos, y observó a Ranma, un poco anonadada. ¿Su padre había muerto?
—Fue una pena lo que le ocurrió a mi hijo. Un accidente de tránsito no es fácil de sobrellevar, pero está en un lugar mejor.
—Teníamos muchos sueños que cumplir.
Naoko y Nodoka se miraron. Interpretaron eso como una buena señal para llevar a cabo su anuncio. Ambas se levantaron de la mesa, bajo la atenta mirada de todos en el lugar.
Nodoka fue la primera en hablar. —Hemos venido a esta cena siendo invitados por la señora Tendo. Ha sido un honor poder asistir. Es por ello que queremos anunciarles algo importante.
Fue el turno de hablar de Naoko. No sería fácil decirlo, pero debían hacerlo. Caminó hacia la cocina, y luego, regresó con un sobre tamaño carta, muy bien preservado. Comenzó a abrirlo, sacando de ahí unos documentos que nadie había visto en su vida. Los mostró, levantándolos en el aire.
—Mi esposo y el señor Saotome hicieron este contrato legal hace muchos años. Antes de que siquiera supiéramos que Ranma y Akane nacerían. Es un contrato en el que se ven obligados a ejercer un trato de mutuo acuerdo.
Nodoka sonrió. La valentía se apoderaba un poco de su cuerpo, y comenzaba a disfrutarlo.—Naoko y yo hemos decidido que cumplirán el deseo de sus padres. Ranma, Akane, ambos serán comprometidos bajo ese contrato legal. En caso de romperlo, habrá penalizaciones.
Soltaron sus pedazos del postre, y con la boca abierta, se miraron mutuamente.
No podía estar pasando aquello.
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El helipuerto enorme de esa lujosa mansión recibía a uno los dueños de ese lugar. Del vehículo aéreo, descendió con cuidado y elegancia una muchacha de cabello castaño largo. Su traje elegante gritaba dinero, y los tacones incrementaban la impresión de lo que significaba la exuberancia. Uñas delicadamente hechas en el extranjero, pelo sedoso tratado por los mejores estilistas de Francia.
—Señorita Kuonji.— El mozo que le recibía tomó las maletas con cuidado, tratando de no moverlas de forma brusca.
—Adelante.— Respondió un poco seca.
Caminó los pasos necesarios hasta llegar al jardín principal de la casa. Sonrió con mucho gusto.
—Ukyo Kuonji ha vuelto a casa. Espera por mí, Ranma.
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El resto de las personas se despedían afuera de la residencia de los Tendo. A pesar de que Umeko se encontraba totalmente disgustada, nada podía hacer en ese momento. No era lo propio cometer un desliz de cortesía con cada uno de los anfitriones.
Mientras tanto, el par de, ahora prometidos, se miraban con resentimiento y contrariedad. Todo fue tan arbitrario, que simplemente la molestia se quedaba corta.
—No puedo creer que nos hayan hecho esto.— Susurró Akane, cruzando los brazos mientras hacia resonar el tacón que llevaba.
—Pues ahora no nos queda de otra.— A pesar de estar obligados, a Ranma le causaba cierta satisfacción. La molestaría por el tremendo desplante que le hizo cuando volvieron a verse por primera vez en mucho tiempo.
Akane, realmente molesta, bufó. —Eres un idiota. Pero ni creas que voy a aceptar fácilmente esto. Ya encontraré la forma de que deshagamos esta mierda barata.
—Claro, porque seguramente a tu noviecito no le va a gustar toda esta porquería.— Escupió ácido.
—¿Celoso?— Preguntó Akane, alzando una ceja.
—No podrías estar más equivocada. Además...— Sacó su celular. —No eres la única que se la ha pasado bien. También yo he tenido noches inolvidables.
—Imbécil.
Ella iba a irse, dejando a Ranma solo. Sin embargo, él le detuvo interponiéndose frente a ella. En su rostro, una sonrisa burlesca se formó. Volver a ver su espíritu aguerrido le gustó. Pero claro, jugaría un poco con ella. Se lo merecía por ser tan borde con él. —¿Ya te vas a tu cuarto?
—Si. Ya no quiero ver tu horrendo rostro.
—Yo también me he cansado de verte. No te ves tan atractiva como otras chicas con las que he estado.
Apretó los puños. —Bien. Entonces, me voy, para que no sufras con mi cara.
—Alto ahí. Tenemos que aprender a fingir frente a todos que somos la pareja perfecta. Así que...— La tomó del brazo, girándola hacia el. Tenerla tan cerca se sentía infinitamente mortal, porque ver de nuevo a la persona que hace años le interesaba solo hacia que su sanidad mental se fuera al garete. —Despídete de mi cariñosamente.— Susurró, tratando de recobrar su juicio por dentro.
Debía controlarse. Mantenerse como un frío témpano. —Bien...— Le tomó de la chaqueta, y se acercó peligrosamente al rostro del chico. Mirar esos labios nuevamente despertó el recuerdo del primer beso que le robó. ¿Sabrían a manzana y canela ahora mismo? No sabía, y no se permitiría saberlo. Desvió su rostro hacia la mejilla de Ranma, y depositó un suave beso en él. Luego, con la sonrisa más falsa en su rostro, susurró unas palabras dedicadas a quien tenía de frente. —Querido prometido, te odio.— Lo soltó, y se dirigió hacia el patio, no sin antes escuchar una frasecita burlesca.
—Pasa linda noche, querida prometida. Yo también te odio.
Akane no dijo nada. Simplemente hizo oídos sordos, aunque no podía negar que todo le daba vueltas. Había sido demasiado por esa noche.
Ranma se sintió desfallecer. En cuanto observó como ella se adentraba de nueva cuenta a su casa, cerrando el portón gigantesco, tragó duro, y deshizo su rostro relajada, cambiándolo a uno tenso, lleno de enojo.
Definitivamente estaba en terrenos peligrosos.
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A pesar de que las tres chicas exigieron una explicación a Naoko sobre lo que estaba sucediendo, ella simplemente les contestó que tenía motivos, pero que aún no les podía contar de que se trataba. Las tres no quedaron satisfechas del todo, pero tampoco rogarían como perritos falderos, así que la dejaron en paz.
Pero ahora, en la privacidad de su recámara, Soun Tendo le suplicaba por una explicación coherente a la gran responsabilidad que había depositado en Akane.
—Naoko, ¿perdiste la cabeza?— No gritaba, pero si que tenía una pizca de exaltación. Y no era para menos, después de todo, esa promesa que habían realizado Genma y él ya había sido enterrada hace años.
—Lo dice quien firmó un contrato junto a su amigo. ¡Tu sellaste la vida de Akane muchísimo antes de que yo lo hiciera! ¿Acaso no te da vergüenza?— El enojo se asomó peligrosamente en ella. Naoko muy pocas veces pasaba por la ira, pero ahora, parecía perder completamente la compostura.
—Eso fue hace muchos años. Ni siquiera recordaba ese documento.
—¡Pero Nodoka Saotome sí!— Comenzó a caminar dando vueltas en su recámara. —Cuando la encontré en el baño, me contó de Genma. Ahora que volví a verla, hemos decidido ayudarnos mutuamente. ¡Tengo mis razones para hacer esto!
—¡¿Y que razones podrían ser?! ¡Mira a tu hija, Akane! ¡El daño que le harás pasar al comprometerla con un muchacho con quien no ha tenido un buen lazo será enorme!
—¡Tu empezaste con aquello! ¡Soun! ¡Tu prometiste a Akane con Ranma desde antes de nacer!
—¡¿Que pretendes con esto?!
—¡Un futuro para todos! ¡Lo mejor para ella, para Nabiki, Kasumi y para ti! ¡Soun!— Las lagrimas descendieron, y un mareo se hizo presente en ella. Se sentó sobre la cama, y explotó en sollozos.
—Naoko...— Se acercó, abrazándola.
Ella se aferró desesperadamente a sus ropas. Necesitaba sacar lo que llevaba guardándose desde hacía un tiempo. Pero no estaba lista para decirlo a voz viva. Aún así, comenzaría de a poco. Y el primero en saberlo, debía ser su esposo.
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—¡¿Cómo te atreviste a desafiarme?!
Las cosas explotaron en la mansión de los Saotome. Umeko estaba hecha una furia, y ni que decir de Ranma, quien azotó incluso su abrigo en el recibidor elegante. Nodoka, por el contrario, trató de mantenerse firme ante los reclamos de su suegra, a pesar de encontrarse intimidada.
—Tengo mis razones para hacerlo. Además...—Señaló el documento legal en el folder de sobre. —Genma lo hizo antes que yo. Simplemente hice válido su deseo.
Umeko se posicionó frente a la mujer. —Lo que mi hijo Genma hizo fue una equivocación. No debe ser válido. En estos tiempos los matrimonios arreglados ya no tienen validez legal.
—¿Y entonces el que usted deseaba concretar si lo tenía?— Abrió la boca. No debió, y tal vez lo lamentaría después. Esperaba que Umeko no pusiera represalias contra ella.
—¿Cómo has dicho, mamá?— Preguntó el de ojos azules, anonadado.
No podía ocultarlo más. —Iba a comprometerte con la hija de los Kuonji, Ukyo. Pero ahora... tu madre quiso otros planes para ti.— Dijo sin dejar de retar con la mirada a Nodoka.
—¡No lo puedo creer!— Jadeó fuertemente. La ansiedad comenzaba a aferrarse a él. Sentía de nueva cuenta lo que hacia mucho tiempo no pasaba por su cuerpo. Subió sonoramente las escaleras, caminando por los pasillos de la fría y tétrica mansión.
Nodoka avanzó unos cuantos pasos, sin embargo, antes de seguir con su camino, la señora Umeko pronunció unas palabras de advertencia. —No voy a decirle nada a Ranma. Te salvas por esta ocasión, pero escúchame bien, buscaré la forma de revertir ese compromiso. Y si vuelves a cometer un desliz como este, te juro que pagará muy caras las consecuencias.
Asintió suavemente. —Lo sé...
Los muros comenzaban a ser asfixiantes, demasiado irreales para él. Las nauseas provocaban que su estómago se retorciera por completo. En China tuvo uno que otro ataque de ansiedad, pero ya había pasado mucho tiempo desde que eso sucedía. No era para menos, pues la impresión que le dejó su progenitora fue muy fuerte. Además, su padre también estuvo detrás de aquello. ¡Su padre, el que ya estaba metros bajo tierra!
—Ranma, espera...— Le detuvo del brazo, suplicando piedad. —Tengo mis motivos, pero no puedo decírtelos. Sé que con Akane las cosas siempre fueron difíciles, pero...
—Mamá... calla...— Susurró sin mirarla a los ojos. Sin enfrentarla. —Papá y tú... siempre fueron marionetas de la abuela. Pero yo soy la marioneta de todos, por lo que veo. Bien, sella mi destino. Mi voz no vale nada.— Sacudió su brazo, logrando zafarse del agarre de su madre, y entró a su recámara.
En cuanto entró, comenzó a dar vueltas de forma incontrolable.
Se sentía desesperado, terriblemente mal. No solo era el hecho de que Akane volvería dolorosamente a él, de forma obligada. Era el hecho de saberse manipulable. ¿Creían que él realmente podía ser su juguete? No sabía las razones de su madre, y aunque las quería escuchar, también era consciente de que no las tendría pronto.
Se dirigió hacia su mesita de noche, y extrajo un frasco de píldoras. Los antiansiolíticos solo los consumía cuando una crisis fuerte se avecinaba. ¿Cuándo comenzó a tomarlos? Parecía que a partir de los nueve años. La misma edad en la que había dejado de ser amigo de Akane. Tomó una pastilla y la tragó, mientras se miraba en el espejo de cuerpo completo de su recámara.
Respiraba agitadamente, y el sudor perlaba su frente.
¿Acaso alguna vez dejaría de ser el peón de todos?
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Akane miraba el techo, sintiendo el corazón acelerado. Tantas noticias en tan poco tiempo resultaban muy contraproducentes. No sabía con quien estar más que furiosa. Si con el idiota de Saotome, o con su madre y padre. ¿Se les había zafado un misero tornillo?
Tampoco tenía la certeza de que es lo que quería la vida de ella. Parecía ser que Sayuri dio en el clavo, manifestando a la vida que le pusiera de nueva cuenta al que fue su verdadero primer amor.
Ni siquiera podía predecir que seguiría para ella. Con la escuela enterándose, seguramente todo sería diferente.
Pero de una cosa estaba segura. Lo odiaba con todas sus fuerzas.
—Querido prometido, en serio te odio.
¡Hola a todos!
¿Qué tal les ha parecido este capitulo? Yo personalmente disfruté escribiéndolo. Es la primera vez que manejo una trama más compleja como esta, llena de baches y momentos tensos, pero en serio espero les haya agradado.
Estoy pensando en cambiar el género del fic a angustia, porque siento que ya estamos comenzando con los puntos de este estilo. De igual forma, no sé si mantenerlo en un rating T o cambiarlo a M. Tendré que consultarlo con la almohada jaja.
Pronto me pondré las pilas con la siguiente actualización de Entre amores y karate. Lo prometo.
¡Gracias por su apoyo! ¡Que tengan un buen día!
Con amor, Sandy.
