Los primeros rayos de sol se filtraron en el horizonte del pueblo Tanhofur, anunciando un nuevo amanecer, que lastimosamente nuestro protagonista no pudo disfrutar al carecer de ventana en su habitación, pero eso no evito que los ojos azules de Minato se comenzaron abrir lentamente, revelando una expresión abatida y cansada. Había dormido apenas unas horas, su mente demasiado inquieta para permitirle el descanso que tanto necesitaba. Se incorporó con un suspiro, llevando una mano a su cabello rubio y despeinándolo ligeramente mientras repasaba los eventos del día anterior.

Remanente … Pensó Minato, observando el techo de la habitación con la mirada perdida. Un mundo diferente. Tecnología más avanzada, pero la esencia de la mañana sigue siendo la misma...

Sus pensamientos volvieron a Konoha. ¿Cómo estarían reaccionando ante su desaparición? ¿Habrían notado ya su ausencia o aún pensarían que estaba inmerso en su entrenamiento? Fugaku probablemente sospecharía algo, y Jiraiya... bueno, Jiraiya seguramente estaría escarbando en todos los registros posibles.

¿Kushina estaría preocupada?

Sacudió la cabeza. No tenía tiempo para pensar en eso ahora. Necesitaba un plan.

Se puso de pie y comenzó a hacer una serie de estiramientos básicos. A pesar del cansancio acumulado, su cuerpo debía mantenerse en forma. El chakra aún fluía en su interior, aunque en niveles preocupantemente bajos. Tras unos minutos de ejercicio, se acercó al pequeño baño que había ignorado ayer, se dio una ducha de rapidez, saliendo un poco renovado, vio en la mesa donde estaba su ropa, también reposaban sus kunai, estos eran el único camino que tenía a casa en estos momentos.

Pero eran muy pocos, solo tenía dos pares, cuando entrenaba normalmente usaba más de una docena en un terreno abierto.

"Necesito más kunais..."

Para Minato era claro que esto estaba en la lista de prioridades, pero tenía que esperar, por ahora necesitaban conseguir información sobre el lugar donde se encontraba había dando muchas vueltas respecto a lo que aprendido ayer, un lugar con una tecnología más avanzada y con criaturas que acecha afuera conocidas como grimm. También sabía que este es un pueblo cercano a la ciudad principal de este reino, Vale.

Tomando uno, lo giró entre sus dedos, observando su filo. Eran de buena calidad, después de todo, los mando hacer a su medida en konoha.

Por ahora, tendré que arreglármelas con esto.

Minato se vistió con su habitual atuendo ninja, ajustando su protector de Konoha. Aunque estaba en un mundo desconocido, su identidad permanecía intacta. Tras asegurarse de que todo estaba en su lugar, abrió la puerta y descendió las escaleras hasta la recepción de la posada.

El olor a pan recién horneado impregnaba el ambiente de la pequeña posada, mezclándose con el aroma del café. Al llegar al vestíbulo, la señora recepcionista, una mujer de cabellos castaños recogidos en una trenza, le dedicó una sonrisa amable.

—Buenos días, joven Minato. ¿Durmió bien? —preguntó con amabilidad, aunque su mirada curiosa parecía notar el leve cansancio en su rostro.

Minato sonrió ligeramente, con la misma cortesía que siempre empleaba.

—Sí, dormí bien —mintió con naturalidad—. Ha sido una noche tranquila.

—Me alegra oír eso. Si quiere, puedo prepararle algo de desayuno —ofreció, inclinando la cabeza con hospitalidad.

Él negó suavemente con la mano.

—No, gracias. No tengo mucho apetito esta mañana, pero aprecio el gesto.

La gente en este pueblo era muy amable, y no quería abusar de su hospitalidad, si su estancia aquí iba a alargarse a unas semanas, tendría que buscar un trabajo para subsistir por ese tiempo, pero eso estaba de segundo en su lista, lo primero era la información.

La recepcionista lo miró con una mezcla de sorpresa y admiración.

—No se preocupe, es nuestro deber cuidar de los visitantes. Pero si cambia de opinión, hágamelo saber.

Minato asintió, dedicándole una breve reverencia antes de salir. Una vez en la calle, el frío matutino le golpeó suavemente el rostro, despejando su mente.

El pueblo estaba cobrando vida lentamente. Comerciantes abriendo sus tiendas, niños corriendo entre los callejones empedrados, y grupos de trabajadores charlando animadamente. Minato caminó con paso tranquilo, sus ojos escudriñando cada detalle sin parecer sospechoso.

Vale…

Había escuchado ese nombre repetidas veces en las conversaciones del día anterior. La ciudad más cercana, aparentemente un centro importante en esta región. Si quería respuestas más concretas, probablemente ese sería su próximo destino.

Aunque como el herrero, Gunnar, le había dicho, no podía irse sin dinero para Vale, necesitaba conseguir dinero y rápido, menos mal ser rápido era su especialidad.

A medida que avanzaba por el pueblo, Minato se acercó a un pequeño puesto de frutas y verduras donde un anciano acomodaba su mercancía. Aprovechó la oportunidad para entablar una conversación casual.

—Buenos días. —Minato tomó una manzana y la inspeccionó—. Se ven frescas.

El anciano, de rostro arrugado pero con ojos vivaces, sonrió con orgullo.

—¡Por supuesto! Cultivadas en los campos al sur del pueblo. Nada como el esfuerzo de las manos trabajadoras.

Minato sonrió levemente.

—Eso es cierto. Debe ser difícil con los… ¿Grimm?

La mención de esa palabra hizo que la expresión del anciano se ensombreciera un poco.

—Sí... esos malditos monstruos siempre rondan cerca, pero gracias a los cazadores, nos mantenemos a salvo. Aunque últimamente las cosas se han puesto más difíciles.

—¿Más difíciles?

El anciano asintió, bajando la voz.

—Los Grimm están más agresivos. Últimamente atacan en grupos más grandes,. Algo grande debe estar pasando en Vale.

Minato tomó nota mental de la información, asintiendo con interés.

—Debe ser complicado depender tanto de los cazadores.

No era alguien él para decir eso, después de todo, esa misma dependencia hacia los cazadores la tenían en konoha hacia los Ninjas.

—Así es, muchacho. No tenemos de otra. Pero mientras tengamos a gente como ellos, podemos seguir adelante.

Después el anciano le regalo la manzana, Minato se negó pero el anciano insistió, le agradecio, y Minato siguió su camino, pensando en lo que acababa de escuchar.

Los Grimm...

Si esos seres eran la principal amenaza de este mundo, necesitaba saber más sobre ellos. La idea de depender de otra gente para protección no le gustaba, pero sin su chakra en su máxima capacidad, debía ser prudente.

Lo más probable es que solo fuera un efecto temporal del gran salto que realizó el Hiraishin no Jutsu, porque aunque lento, ya sentía como su chakra comenzaba a aumentar.

Durante el resto de la mañana, Minato continuó su sutil investigación. Se detuvo en distintos lugares, escuchando conversaciones al pasar, obteniendo fragmentos de información sobre los cazadores, sus academias, y el nombre de una ciudad o reino llamada "Atlas", que parecía tener gran influencia en este mundo.

Al mediodía, se encontró de pie en la entrada de la herrería. Observó el letrero con atención, recordando su encuentro del día anterior con el herrero.

Tal vez pueda averiguar más aquí.

Minato empujó la puerta y entró, siendo recibido por el sonido metálico de un martillo golpeando el acero. El herrero, al verlo, dejó su trabajo momentáneamente y asintió.

—Vaya, el forastero regresa. ¿Vienes a comprar algo esta vez o solo por curiosidad?

—Un poco de ambas —respondió casualmente—. Me interesa saber más sobre la gente que compra tus armas.

Gunnar dejó escapar un gruñido bajo, apoyando los antebrazos sobre la mesa de trabajo, por lo que sabía el chico venía de un lugar bastante apartado... pero ¿nisiquiera conocía a los cazadores? Capaz allá le llamaban de otra manera.

—¿Preguntas por los cazadores? —inquirió con una mirada cautelosa—. Ellos son mis mejores clientes, aunque también surto de armas a varias tiendas en Vale y a algunos viajeros de paso.

Minato asintió levemente, fingiendo desinterés mientras tomaba uno de los cuchillos expuestos en el mostrador, girándolo entre sus dedos con destreza.

—Supongo que la demanda es alta con la amenaza constante de los Grimm.

El herrero soltó una risa seca.

—Siempre lo ha sido. Aunque últimamente... —se detuvo un momento, como si estuviera considerando si debía continuar—. Últimamente han aumentado los pedidos. Más gente está armándose, y no solo cazadores.

Minato captó el matiz en su tono.

—¿Problemas en el pueblo?

Gunnar lo observó por un instante antes de sacudir la cabeza.

—Bah, siempre hay problemas en todas partes. Pero con los Grimm merodeando más cerca, es normal que la gente se preocupe. Nadie quiere quedarse indefenso cuando esos malditos monstruos atacan.

Minato dejó el cuchillo en su lugar con un gesto pensativo.

—Entiendo. He oído que los cazadores reciben entrenamiento en academias especiales, como la de Vale.

Gunnar asintió, apoyándose en la mesa con los brazos cruzados.

—Así es. La Academia Beacon entrena a los mejores, o eso dicen. Vale depende mucho de ellos para mantener la seguridad. Aquí, en los pueblos pequeños, no tenemos ese lujo. Dependemos de nuestros propios hombres... y de armas de calidad.

El ninja guardó la información en su mente. Vale no solo era un centro urbano, sino también el núcleo del entrenamiento de los cazadores. Saberlo le daba una mejor idea de dónde podría encontrar más respuestas sobre este mundo.

—¿Y qué hay de Atlas? —preguntó casualmente, recordando el nombre que había escuchado en el pueblo.

Gunnar resopló.

—Atlas... ese es otro nivel. La gente de allá confía más en sus máquinas que en los cazadores. Tecnología avanzada, soldados bien entrenados, y reglas más estrictas. No es como aquí, donde cada quien se las arregla como puede.

Minato asintió lentamente. Todo indicaba que Atlas era un lugar con un nivel de desarrollo aún mayor que Vale. La idea de una tecnología más avanzada le hacía sentir cierta incomodidad.

—Interesante... Parece que cada reino tiene su propia forma de lidiar con los Grimm.

—Así es, muchacho —Gunnar tomó un paño y limpió sus manos ennegrecidas por el hollín—. Pero al final del día, no todo se reduce a quién tiene la mejor arma, sino el valor que tengas para usarla.

Minato sonrió ligeramente.

—Sabias palabras.

El herrero soltó una risa ronca.

—Aprendes algunas cosas cuando has estado tanto tiempo en el negocio. Y hablando de armas... —Gunnar lo miró con curiosidad—. ¿No estabas interesado en algo la última vez que viniste? Dijiste que querías o que usabas algo específico.

Minato se llevó una mano a la nuca, fingiendo una leve vergüenza.

—Sí, estoy buscando algo muy particular. Kunais los llamo. Son cuchillos pequeños, pero diseñados para lanzarse con precisión.

Minato prefirió dar la descripción de lo que era, no había visto ninguno en el tiempo que estuvo viendo en la tienda.

Gunnar frunció el ceño, pensativo.

—Kunai, ¿eh? Se que son pero nunca he hecho uno, pero si lo quieres con especificaciones debes darme un diseño o una idea clara, puedo fabricarlos. Claro, por el precio adecuado.

El ninja asintió, al aparecer en este mundo si existían los kunais pero eran raro.

—Entiendo. Aprecio la oferta, aunque por ahora solo estoy tanteando el terreno.

—Bueno, si decides encargar algo, ya sabes dónde encontrarme. Pero déjame darte un consejo gratis, forastero —Gunnar se inclinó un poco, mirándolo fijamente—. No llames demasiado la atención con preguntas. La gente aquí no es muy fanática de los forasteros curiosos.

Minato sonrió con sutileza.

—Gracias por el consejo. Seré discreto.

Gunnar asintió satisfecho y volvió a su trabajo. Minato salió de la herrería con una sensación de progreso. Había obtenido información valiosa sin levantar sospechas y, lo más importante, tenía un posible proveedor para fabricar sus kunai.

Cuando Minato se dio la vuelta para salir de la herrería, Gunnar lo detuvo con un llamado.

—¡Espera un momento, muchacho!

El ninja se giró, notando la mirada pensativa del herrero que volvía a salir de su área de trabajo.

—¿Sí?

Gunnar se cruzó de brazos, evaluándolo. Después de todo, necesitaba confiar él para que realice algo importante y quería asegurarse que tuviera las cualidades.

—Dices que estás tanteando el terreno, pero un forastero como tú no dura mucho en un lugar como este sin algo de dinero. Y como no pareces el tipo que pasa sus días dentras de un escritorio o plantando zanahorias... —hizo una pausa, alzando una ceja— si no tienes nada más que hacer que caminar por el pueblo y hacer preguntas, quizá podrías echarme una mano aquí. No es un trabajo fácil, pero paga lo suficiente para que no tengas que estar rechazando desayunos.

Minato parpadeó, sorprendido por la perspicacia del herrero. No era la primera vez que mostraba tener una mirada afilada, ¿realmente estaba siendo leído tan fácilmente? No era su intención dejar esa impresión tan evidente, era uno de los jonin más talentosos de la historia de Konoha y estaba siendo leído con facilidad por un herrero, además, sabía cosas muy específicas como lo del rechazo al desayuno o las vueltas por el pueblo, que fueron hace relativamente poco, no hay forma que haya venido la recepcionista o algún aldeano a decirle en un lapsus de tiempo tan corto, quizás.. ¿hay alguna forma avanzada de comunicación en este mundo? Si es así, necesitaba averiguarlo. pero aún con todo eso, no podía negar que le convenía. Conseguir dinero resolvería varios problemas a la vez para minato, además de darle una excusa legítima para quedarse en el pueblo sin levantar sospechas.

—Es cierto —admitió, con un leve encogimiento de hombros—. Planeo quedarme aquí un tiempo, y para eso necesito recursos. ¿Estás buscando ayuda en la herrería?

Gunnar soltó una risa seca, como si la idea le pareciera un tanto absurda.

—No todos los días un forastero entra por mi puerta con ganas de morir, nadie toca la forja de un herrero, es como tocarle la mujer. Pero sí, podría usar una mano extra. Pero fuera de mi lugar de trabajo. Con tanto pedido últimamente, no doy abasto. Aunque seré honesto, no es un trabajo para blandos.

Minato dejó escapar una leve sonrisa.

—No te preocupes. Estoy acostumbrado al trabajo duro.

—¿Ah, sí? ¿Sabes algo de combatir? Y no me refiero solo contra grimm, en este trabajo también puede tener problemas con personas.

—se una o dos cosas —respondió con calma —. Y si no se, aprendo rápido.

Gunnar lo miró en silencio por unos segundos, como si evaluara si realmente valía la pena darle una oportunidad. Finalmente, asintió.

—Está bien. No te voy a poner a trabajar con el metal caliente o que me ayudes a ensamblar armas de última generación, Mi asistente se lesionó hace unos días y tengo varios pedidos retrasados para la ciudad.

—Entendido —respondió Minato con un gesto de aprobación.

—Y otra cosa —añadió Gunnar, alzando un dedo—. No puedo pagarte mucho al principio, pero puedes quedarte en la posada y comer sin problemas allá, mientras trabajes aquí esa parte está cubierta, además, si haces bien tu trabajo, te aseguraré algo de lo que necesitas, como esos... kunais, solo me das el diseño o una base, y los tendrás.

—Eso me parece justo.

—Perfecto —gruñó el herrero, tomando una gorra de cuero con el lago de la herrería y arrojándoselo a Minato—. Bueno, empieza ahora mismo. Tienes que ganarte ese dinero.

Minato atrapó la gorra y una pequeña sonrisa apareció en su rostro. La oportunidad de trabajar no solo le daría acceso a los kunai que tanto necesitaba, sino que también le permitiría tener como condiciones extra comida y alojamiento, después de terminar sus labores, podría concentrarse plenamente el lo que más importaba. Volver a casa.

—Gracias por la oportunidad, Gunnar.

—No me lo agradezcas todavía —replicó el herrero con una sonrisa ladeada—. Mejor asegúrate de no romper nada.

Minato pasó las siguientes horas limpiando el taller y organizando los materiales. aprovechó para familiarizarse con el lugar, estas horas paso solo en la parte delantera del local, Gunnar paso en su lugar de trabajo y rara vez salía a ver como iba.

Minato terminó de limpiar el mostrador, asegurándose de dejar todo en orden. A pesar de la monotonía de la tarea, pensó que iba a aprovechar cada momento para observar el flujo de clientes, pero fue inútil, es imposible analizarlo si es prácticamente nulo. Nadie había llegado desde que estaba aquí, algo que le parecía curioso, considerando la calidad de los productos en exhibición. Armas de todo tipo adornaban las paredes: desde espadas y dagas hasta armas extrañas de largo alcance que parecían sacadas de libros de ciencia ficción.

Mientras terminaba de colocar unas cajas en su lugar, Gunnar apareció desde la parte trasera de la tienda con una expresión seria, cargando cuatro maletas negras de apariencia robusta.

—Bien, muchacho —dijo, colocando las maletas sobre el mostrador con un golpe sordo—. Te tengo tu primera tarea fuera de aquí.

Minato miró las maletas con curiosidad.

—¿Qué hay dentro?

—Cuatro rifles de última generación —respondió Gunnar con una sonrisa orgullosa—. Cada uno vale diez mil lien, así que haz bien tu trabajo y no los pierdas.

Minato frunció el ceño levemente. Por la forma en que lo decía, estaba claro que eran armas caras. No era algo que hubiera esperado tan pronto, pero estaba acostumbrado a misiones más complicadas. Lo que más le sorprendía era la confianza que tenían en él. No solo Gunnar, todo el pueblo en general era demasiado amable. Sin embargo, Gunnar le había advertido antes que los extranjeros curiosos no eran bien recibidos, y él había demostrado ser uno. Ahora, la misma persona que le dijo eso lo estaba enviando en una misión con armas muy valiosas tras apenas un día de conocerlo.

¿Estas personas eran así de crédulas y amables, o él estaba demasiado influenciado por su mundo?

Quizás esto era normal aquí. Después de todo, este mundo parecía tener un enemigo común: los Grimm. No había necesidad de conflictos entre reinos como en las naciones elementales. Dudar de la amabilidad de este lugar podía ser simplemente un choque cultural.

Minato se sacudió la cabeza. No importaba cuánto lo pensara, todo esto era extraño. Decidió darles el beneficio de la duda, pero sin bajar la guardia.

—¿Y a dónde debo llevarlos?

—A Vale —respondió Gunnar mientras se limpiaba las manos con un trapo—. Toma, aquí está la ubicación, y algunos puntos de referencia para que no te pierdas, el cliente ya pagó la mitad por adelantado, como siempre exijo, pero necesito que te asegures de que envíe la otra mitad en cuanto le entregues la mercancía.

Minato asintió, tomando el papel, leyéndolo, había instrucciones claras sobre cómo llegar a Vale desde aquí, y direcciones, todo muy claro, parecía que eran para instruir a un chico de primaria.

Aunque una pregunta rondaba su mente.

—¿Mandar la otra mitad? ¿Cómo hará eso exactamente?

El herrero lo miró por un momento antes de soltar una risa seca.

—Por transferencia, muchacho. Usará un pergamino para enviarlo, como todo el mundo.

Minato parpadeó, confundido.

—¿Un pergamino?

Gunnar arqueó una ceja al notar su desconcierto, sabía que las chico venía de un lugar lejano y por eso le había dando las instrucciones muy claras de como llegar a Vale, ya que lo más probable es que no tenga pergamino, pero entre no tener a no saber que es uno, hay una diferencia muy grande.

Hasta los pueblos que más tiempo ha resistido estar fuera de los reinos saben que es un pergamino.

—Sí, ¿nunca has usado uno? Es lo más básico para transferir dinero o información.

Minato ocultó su sorpresa bajo una expresión neutral, pero por dentro su mente trabajaba a toda velocidad. En su mundo, los pergaminos eran herramientas esenciales para almacenar armas, información, incluso técnicas ninja. Sin embargo, la manera en que Gunnar hablaba de ellos sugería algo completamente diferente.

—Supongamos que no estoy muy familiarizado con ellos —dijo con cautela—. ¿Cómo funciona exactamente?

El herrero lo miró como si estuviera lidiando con un completo novato.

—Es simple. Un pergamino es un dispositivo de alta tecnología. Te permite realizar cientos de cosas, pero en este caso, sirve para realizar transacciones. Cada pergamino se puede vincular a una cuenta registrada en algún banco de Vale o cualquier otra ciudad importante. El cliente tiene mi número de cuenta registrado, y con solo escribir el monto y confirmar la transferencia, el dinero se transfiere de inmediato.

Minato quedó en silencio, asimilando la información. La idea de un pergamino que pudiera realizar transacciones instantáneas era algo que nunca había imaginado. En su mundo existían bancos con cuentas y registros de ingresos y egresos de dinero, pero todo se manejaba manualmente. Si la tecnología de su mundo hubiera avanzado hasta este punto, los shinobi podrían manejar recursos de una manera mucho más eficiente… y peligrosa.

—Interesante... —murmuró para sí mismo.

—Sí, lo es —dijo Gunnar, cruzándose de brazos—. A veces hay problemas con hackers o interferencias en la señal de transmisión, pero para eso están los cazadores y la policía. Solo asegúrate de que todo salga bien y no tendrás que preocuparte por nada de eso.

Minato asintió lentamente, todavía pensando en lo mucho que difería este mundo del suyo.

—Entiendo. ¿Algo más que deba saber?

—Sí. Asegúrate de obtener una confirmación visual de la transacción antes de volver. Si el cliente se hace el listo y dice que "lo enviará más tarde", insistes hasta que lo haga. No quiero problemas y dale esta carta al cliente.

—Quedó claro —respondió Minato con seriedad, recibiendo la carta.

—Bien. Toma estas maletas y prepárate para el viaje. Si sales ahora, deberías llegar mañana antes del mediodía.

Minato tomó las maletas con facilidad, pero de repente sintió algo extraño. Las maletas comenzaron a emitir un ruido leve, y ante sus ojos, su tamaño se redujo automáticamente, transformándose en una especie de mochila metálica de aspecto robusto.

Se quedó observándola por un instante, pero al notar que Gunnar no mostraba ninguna reacción, decidió no decir nada. Debía ser algo común aquí. Aun así, la tecnología de este mundo no dejaba de sorprenderlo.

—Por cierto —dijo Gunnar antes de que Minato se dirigiera a la puerta—. No te metas en problemas por allá. Vale puede ser un lugar complicado para los forasteros.

Minato sonrió levemente.

—Lo tendré en cuenta.

Con las maletas en la espalda y la carta en su bolsillo, salió de la tienda con la mente llena de preguntas. Viajar a Vale significaba entrar en territorio desconocido, pero también podría ser la oportunidad perfecta para obtener más información sobre este mundo.

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.

.

Minato esperaba llegar a Vale entre el mediodía y la tarde del día siguiente, pero para su sorpresa, el sol aún no había terminado de descender en el horizonte cuando divisó las murallas de la ciudad. Su plan inicial era tomarse el tiempo necesario para estudiar el terreno, evaluar los caminos y familiarizarse con los peligros de Remanente, incluidos los Grimm que deambulaban por las áreas menos transitadas. Sin embargo, todo cambió cuando esa incómoda sensación de ser vigilado se hizo presente.

Desde el momento en que dejó el pueblo, la había sentido. No importaba cuánto agudizara sus sentidos o intentara detectar la presencia de alguien, no lograba ubicar a ningún perseguidor. No era una sensación desconocida para él; su instinto, afilado por años de entrenamiento y misiones como ninja, le decía que no podía ignorarlo. Así que decidió probar algo.

Aceleró su paso, aumentando su velocidad poco a poco hasta que terminó desplazándose a una velocidad que ningún civil de este mundo podría seguir. Durante unos minutos, el sentimiento de ser observado desapareció... pero luego volvió.

Minato repitió la prueba varias veces a lo largo del camino, y en cada ocasión, la misma pauta se repetía: cuando corría a toda velocidad, la sensación desaparecía por completo, pero al reducir su ritmo, regresaba como una sombra invisible tras él. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo inquietante. Esta sensación no era nueva; era la misma que había sentido durante su primera pelea contra los Grimm al llegar a este mundo.

—¿Desde que llegué...? —murmuró para sí mismo mientras corría.

No podía explicarlo del todo, pero algo o alguien lo había estado observando desde el principio. Lo extraño era que dentro del pueblo no había percibido nada inusual más allá de las miradas naturales de los aldeanos hacia un extranjero. Tal vez su perseguidor se ocultaba hábilmente entre ellos, o quizás había algo más detrás de todo esto, algo que aún no comprendía.

Decidió no correr riesgos innecesarios y, en lugar de perder el tiempo explorando, se centró en llegar a Vale lo más rápido posible. Gracias a su resistencia entrenada, cubrió la distancia en cuestión de horas, mucho antes de lo esperado.

Y entonces, allí estaba.

Desde su posición elevada, Vale se extendía ante él como una metrópoli vibrante y llena de vida. A diferencia del pequeño pueblo del que había partido, Vale era una ciudad impresionante, rodeada por murallas imponentes que parecían haber sido diseñadas tanto para proteger como para impresionar. Las altas torres de los edificios más modernos brillaban bajo la luz del atardecer, reflejando tonalidades doradas y anaranjadas, mientras una red de calles serpenteaba en su interior, conectando los distritos comerciales, residenciales e industriales.

A las afueras de la ciudad, la actividad era incesante: comerciantes y viajeros iban y venían a través de enormes puertas vigiladas por guardias armados con armas de fuego y armas blancas, lo que daba una idea clara de la importancia que tenía la seguridad aquí. Espera.. Había carruajes voladores?

Había estructuras flotando sobre la ciudad. No eran aves ni simples globos aerostáticos; eran enormes máquinas de metal que desafiaban por completo su comprensión. ¿Eran dirigibles? No. Eran estructuras metálicas relucientes que reflejaban la luz del atardecer, flotando con una estabilidad casi imposible. Algunas de esas cosas parecían gigantes

mientras que otras, más pequeñas pero bien armadas, patrullaban los cielos como si fueran parte de una fuerza militar.

—¿Cómo es posible...? —murmuró, su expresión de asombro apenas disimulada.

En su mundo, el metal era pesado, rígido, algo que se hundiría sin remedio en el agua y jamás podría sostenerse en el aire. Incluso los barcosrequerían de técnicas precisas y años de perfeccionamiento para mantenerse a flote, y ahora estaba viendo enormes estructuras metálicas deslizándose por el cielo como si no tuvieran peso alguno.

Pensó en las posibilidades. ¿Era algún tipo de jutsu desconocido? No... desde que llegó a Remanente, había notado la ausencia de chakra, quizás ¿es la otra energía que sintió en los aldeanos? Era parecida al chakra pero se sentía diferente, así que dudaba que fuera eso.

Se llevó la mano a la barbilla, pensativo.

—Debe ser... tecnología —concluyó, aunque la palabra le sonaba extraña en su mente.

Si en su mundo existiera algo así, la guerra entre las naciones habría tomado un rumbo completamente distinto. Shinobi transportándose rápidamente entre fronteras, armas de largo alcance lanzadas desde el cielo... las posibilidades eran infinitas, y no precisamente alentadoras.

Apretó los labios y sacudió la cabeza.

—Este mundo está lleno de sorpresas...

Decidió dejar de lado sus pensamientos por el momento y centrarse en su misión. Vale le esperaba, y con ella, nuevas oportunidades para entender mejor este extraño mundo.

Minato observó todo en silencio, procesando cada detalle con la precisión que su mente analítica le permitía. Comparado con su mundo, la arquitectura de Vale parecía una mezcla de tradición y modernidad; materiales clásicos como piedra y ladrillo se combinaban con metales brillantes y tecnología avanzada en un equilibrio sorprendente.

—Nada mal... —murmuró para sí mismo, ajustándose la mochila con las armas que transportaba.

A pesar de la fascinación que sentía, su mente no se desviaba del problema principal: esa sensación persistente de ser observado aún rondaba en sus pensamientos. Aunque ya no la sentía en este momento, no podía bajar la guardia.

Minato, después de unos minutos caminando por las abarrotadas calles de Vale, sintió cómo la ciudad lo envolvía en una atmósfera completamente distinta a la que estaba acostumbrado. El aire era denso, con un olor metálico y algo químico, muy diferente al aire limpio y fresco de Konoha o incluso al del pueblo donde había estado hasta hace unas horas. Respiró hondo, adaptándose poco a poco mientras sus ojos escaneaban la escena a su alrededor.

La cantidad de personas era abrumadora. Caminaban a toda prisa, apresurados, inmersos en sus propios asuntos. Sin embargo, lo que más le llamaba la atención eran los individuos con rasgos animales que aparecían en cada esquina. Había visto personas con orejas puntiagudas como las de un gato, otras con colas de zorro o escamas en sus brazos. Si bien en su mundo existían técnicas que otorgaban habilidades similares, como las del clan Inuzuka o las modificaciones de Orochimaru, aquí parecía ser algo completamente normal.

"Faunos", había escuchado murmurar entre la multitud. El tono con el que algunos los mencionaban no le pasó desapercibido. Había cierto desdén en las palabras de algunos transeúntes, lo que le hizo preguntarse cuál era la relación exacta entre estos faunos y el resto de la población.

Mientras avanzaba entre la multitud, Minato tuvo que esquivar un par de veces unas extrañas carrozas metálicas que se desplazaban a toda velocidad por las calles. Había escuchado a la gente llamarlas "carros", y por lo que podía ver, no necesitaban caballos para moverse. A pesar de su velocidad, se detenían en ciertos puntos específicos y emitían ruidos estridentes al hacerlo.

"Gunnar tenía razón... este lugar es completamente diferente a lo que conozco."

Recordó las instrucciones del herrero. Le había dado una dirección anotada en un pequeño papel junto con varias indicaciones sobre cómo llegar, insistiendo en que se deshiciera de su chaleco táctico verde porque llamaría demasiado la atención en la ciudad. Minato, aunque reacio al principio, había optado por hacerle caso y ahora vestía únicamente la parte azul de su uniforme jonin, con su protector de la aldea aún atado a la frente, había optado por mantenerlo y dejar la gorra de Gunnar a un lado

Sin embargo, encontrar el lugar estaba resultando más difícil de lo esperado. Había intentado preguntar a varias personas, pero la mayoría parecía demasiado ocupada para prestarle atención. Muchos llevaban dispositivos extraños en sus oídos, otros hablaban solos, aunque pronto entendió que usaban esos "pergaminos" que Gunnar había mencionado antes. La tecnología de este mundo parecía mantener a todos desconectados de lo que sucedía a su alrededor.

Después de casi una hora de andar sin rumbo, sintió una leve frustración. Miró a su alrededor y finalmente notó a un hombre apoyado contra la pared de un edificio, con los brazos cruzados. A primera vista, parecía humano, pero al fijarse mejor, Minato vio que tenía orejas puntiagudas y un hocico canino. ¿Era un perro? ¿Un lobo? No estaba seguro, pero decidió acercarse.

El fauno le lanzó una mirada desconfiada cuando Minato se acercó, con una expresión tensa.

—Disculpa —saludó Minato con una leve inclinación de cabeza, manteniendo su tono amable—. Estoy buscando esta dirección, ¿podrías ayudarme?

Por un momento, el fauno pareció dudar, pero al ver la expresión genuina de Minato, su actitud cambió drásticamente. Su mirada se suavizó y su postura dejó de ser tan rígida.

El fauno tomó el papel que Minato le extendió y lo examinó con una expresión más relajada.

—Sí, conozco este lugar —dijo señalando el papel con una garra—. Está unas cinco calles más adelante. Cuando llegues a la intersección con una panadería llamada "Golden Loaf", gira a la derecha. Verás un edificio rojo, no tiene pierde.

Minato asintió, memorizando la ruta, pero el fauno agregó con un gesto casual:

—Aunque, si quieres ahorrarte algo de tiempo, puedes tomar un callejón que esta a dos calles —señaló con el pulgar un estrecho pasaje entre dos edificios viejosq que estaba mas adelante—. Sale directo a la calle que necesitas.

Minato observó el callejón. Parecía un atajo bastante conveniente, y si algo había aprendido de su experiencia como ninja, era que las rutas más cortas solían ser las peligrosas.

—Lo tendré en cuenta. Gracias por la ayuda.

El fauno asintió con una sonrisa leve, y Minato se alejó sin más demora.

En cuestión de minutos, llegó al callejón indicado. A diferencia de la avenida principal, aquí el ambiente era más oscuro y estrecho, con paredes cubiertas de graffiti y basura acumulada en algunos rincones. Aun así, Minato no le dio demasiada importancia.

Conforme avanzaba, notó que el callejón estaba lleno de faunos de distintos rasgos: oso, zorros, cocodrilos, monos... Todos parecían estar en sus propios asuntos hasta que repararon en su presencia. Un grupo de ellos se movió sutilmente para bloquear el camino, interponiéndose en su ruta de salida.

—Miren lo que tenemos aquí —dijo un fauno con orejas de zorro, una sonrisa ladina en su rostro—. Un humano perdido.

Minato se detuvo, manteniendo su expresión tranquila. No era la primera vez que se encontraba en una situación como esta.

—Solo estoy de paso —respondió con calma, sin mostrar ninguna hostilidad.

—¿De paso? —replicó otro, esta vez uno con aspecto de reptil, mostrando sus colmillos afilados—. Pues creo que te perdiste, amigo. Aquí cobramos peaje.

Los demás rieron entre dientes, algunos cruzándose de brazos, otros dejando caer sus manos cerca de sus armas. Minato suspiró internamente. No quería pelear, no valía la pena meterse en problemas en un lugar que apenas comenzaba a conocer.

—No busco problemas —dijo sin alterar su tono—. Si me permiten seguir mi camino, me iré sin más.

—¿Oíste eso? —dijo otro fauno, uno grande con rasgos de oso—. Cree que puede irse así nada más.

—Vamos, no te hagas el difícil —dijo el zorro con una sonrisa burlona—. Solo deja tu bolsita ahí y podrás seguir tranquilo.

Minato suspiró. Sabía que el conflicto era inevitable. Podía simplemente desaparecer en un instante y ellos jamás lo alcanzarían, pero había algo en la situación que le molestaba. Tal vez era la tensión acumulada, quizás le caían mal estos tipos por que le recordaban a Orochimaru o tal vez solo quería liberar algo de presión.

Con un movimiento lento, empezó a bajar la mochila metálica que llevaba en la espalda, preparándose mentalmente para lo que venía. Sin embargo, antes de que pudiera hacer algo más, una voz firme y clara resonó desde la entrada del callejón.

—¿Otra vez los de tu especie molestando a los transeúntes? Qué patético.

Minato se giró levemente hacia la fuente de la voz, y lo que vio lo sorprendió. Allí, de pie bajo la luz de la calle, estaba una joven de cabello blanco inmaculado, vestida con un atuendo elegante que contrastaba por completo con el ambiente sombrío del callejón. Su porte era regio, casi como si perteneciera a la nobleza.

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Después de un día tedioso en el hotel, Weiss Schnee decidió que ya era suficiente. Había pasado las últimas horas encerrada, repasando estrategias de combate, memorizando datos de Grimm y leyendo sobre la historia de Vale. Aunque era importante prepararse para su ingreso a Beacon, aún faltaba una semana para su inicio, y quedarse en su habitación no era precisamente la mejor forma de aprovechar su tiempo.

Desde que llegó a la ciudad, Weiss había sentido una mezcla de emociones. Por un lado, estaba la emoción de finalmente estar lejos de la sombra de su padre y la rigidez de Atlas. Vale era diferente, más libre, más caótica… y, por supuesto, más desorganizada. A diferencia de Atlas, donde el orden y la disciplina lo eran todo, aquí las calles estaban llenas de actividad impredecible, y aunque era emocionante, también encontraba molesta la falta de control. Pero no importaba. Weiss estaba decidida a demostrar su valía, no solo como estudiante de Beacon, sino como la heredera de la familia Schnee.

Si iba a ser la mejor cazadora, tenía que entender cada rincón de la ciudad. Y qué mejor manera de hacerlo que explorando uno de los distritos con peor reputación. Había oído hablar de la creciente presencia de faunos en esas zonas y de los constantes problemas que causaban: robos, vandalismo y rumores de bandas que operaban con total impunidad. Para Weiss, era inaceptable que las autoridades permitieran algo así. En Atlas, este tipo de situaciones se erradicaban rápidamente, pero aquí… aquí todo era diferente.

A pesar de las advertencias de que esos barrios podían ser peligrosos, especialmente para alguien de su posición, Weiss confiaba en sus habilidades. Después de todo, había entrenado mucho. Además, al ser de día, la zona no debería representar un problema siempre y cuando se mantuviera alejada de los lugares más oscuros.

Mientras caminaba por las calles estrechas del distrito, observó con una mezcla de curiosidad y disgusto a los faunos que pasaban a su lado. Algunos la miraban con odio, otros simplemente la ignoraban, pero Weiss no podía evitar sentir un leve nudo en el estómago. Su experiencia con ellos la había condicionado a verlos de cierta manera, aunque una parte de ella quería creer que no todos eran como los rumores decían. Aun así, no podía dejar de estar en guardia.

Fue entonces cuando algo llamó su atención.

Al pasar junto a un callejón angosto y sucio, su mirada se fijó en una escena peculiar: un joven de cabello rubio, vestido de forma extraña, estaba rodeado por un grupo de faunos. Su postura era tranquila, casi despreocupada, pero Weiss notó el ambiente tenso que lo rodeaba. Los faunos lo habían acorralado, bloqueando ambas salidas, y por sus expresiones estaba claro que no tenían buenas intenciones. Uno de ellos, un zorro fauno de aspecto astuto, sonreía de manera burlona mientras hablaba, y Weiss pudo distinguir la palabra "bolsa".

Sus ojos se entrecerraron con desagrado.

—¿En serio? ¿A plena luz del día? —murmuró para sí misma, sintiendo la indignación crecer en su interior.

No podía permitirlo. La idea de que esos… criminales simplemente se salieran con la suya sin consecuencias le resultaba insoportable.

Apretó la empuñadura de Myrtenaster, su confiada rapier, y con paso firme se acercó a la entrada del callejón. Sabía que intervenir podría generar problemas, pero su orgullo como Schnee y su compromiso con la justicia no le permitían simplemente ignorarlo.

Respiró hondo y, con su voz más firme y autoritaria, habló:

—¿Otra vez los de tu especie molestando a los transeúntes? Qué patético.

Las miradas de los faunos se dirigieron hacia ella, y Weiss sintió una punzada de satisfacción al ver la molestia en sus rostros. Esto estaba lejos de terminar, pero al menos ahora tenía su atención.

Weiss no dudó ni un segundo más. En cuanto las miradas de los faunos se clavaron en ella con expresiones de burla y fastidio, avanzó con paso firme hacia el interior del callejón. El sonido de sus tacones resonaba en el suelo de piedra, y con cada paso su presencia se hacía más imponente. Observó al joven rubio de reojo; su expresión seguía siendo extrañamente serena, como si la situación no lo perturbara en absoluto. Weiss frunció el ceño ante su falta de reacción.

-¿No piensas hacer nada? -pensó para sí misma mientras desenfundaba a Myrtenaster con un elegante movimiento.

—Mira nada más quién llegó— dijo uno de los faunos, un tipo alto con orejas de lobo y cicatrices en los brazos—. La princesita de Schnee en persona.

Los demás rieron, y Weiss sintió un escalofrío de indignación recorrer su cuerpo. Odiaba que la digan princesa solo por que creían que ser una Schnee es tener una vida de lujos. Pero no podía negar que su linaje traía consigo cierto privilegios... y resentimiento.

—Ya has causado suficiente problema declaró Weiss con una voz firme.— Lárguense antes de que haga algo al respecto.

Los faunos se miraron entre sí antes de soltar carcajadas burlonas.

-¿Y qué vas a hacer? ¿Clavarnos esa espadita de juguete? -dijo otro, un fauno de tigre, mostrando sus colmillos en una sonrisa amenazante.

Weiss esbozó una sonrisa helada y, sin previo aviso, se lanzó a la ofensiva.

Con un rápido giro de muñeca, Myrtenaster brilló mientras un fino círculo de polvo de hielo se activaba en la punta de la espada. Con un movimiento preciso, Weiss apuntó al suelo y una ráfaga de hielo se extendió rápidamente bajo los pies de los faunos, atrapando a dos de ellos en una gruesa capa de escarcha.

-¿¡Pero qué diabl...!? -gritó uno de ellos, luchando por liberarse.

Sin perder el tiempo, Weiss giró elegantemente sobre sus talones, avanzando con rapidez hacia el fauno más cercano, el de orejas de zorro. Con un ágil estocada, apuntó a su hombro, obligándolo a saltar hacia atrás para evitar el golpe. La precisión de Weiss era impecable, cada ataque perfectamente calculado, pero los faunos no eran oponentes inexpertos.

El fauno tigre reaccionó rápidamente, lanzándose hacia ella con una velocidad impresionante. Weiss apenas tuvo tiempo de erguirse y activar un glifo defensivo, una barrera circular que lo detuvo en seco. El impacto resonó por el callejón, y aunque la barrera aguantó, Weiss sintió la fuerza detrás del golpe que fue absorbido por su aura.

-Tsk... -murmuró, retrocediendo mientras ajustaba su postura.

Uno de los faunos liberados del hielo logró lanzarse sobre ella desde un costado. Weiss giró su espada y conjuró una ráfaga de viento con el polvo elemental, apartándolo justo a tiempo. Sin embargo, no vio al tercero, un fauno con aspecto simiesco, que saltó desde un contenedor cercano y la golpeó de lleno con una patada en el costado. Weiss cayó al suelo con un gruñido de dolor, su aura no pudo contenerlo todo. Myrtenaster se resbalo de su mano momentáneamente.

— Eres rápida, princesa, pero no lo suficiente... —se burló el fauno mientras los demás comenzaban a rodearla.

Weiss apretó los dientes, levantándose con dificultad mientras sentía el ardor en su costado. No podía permitirse perder aquí. Invocó un nuevo glifo bajo sus pies y, en un instante, salió disparada hacia arriba, aterrizando con gracia en una de las paredes del callejón. Desde ahí, apuntó con Myrtenaster y lanzó una serie de proyectiles de hielo que obligaron a los faunos a dispersarse, un par de ellos incluso huyeron.

La batalla se había convertido en un juego de desgaste. Weiss tenía la técnica y la precisión, pero los faunos la superaban en número y estaban comenzando a coordinarse mejor.

Uno de ellos, el lobo, aprovechó un momento de distracción y la embistió de Ileno, enviándola nuevamente contra el suelo. Weiss sintió el aire escapar de sus pulmones y rodó por el suelo hasta detenerse contra un muro.

— Maldita sea... —susurró, intentando levantarse de nuevo.

Pero justo cuando los faunos se acercaban para terminar con ella, un destello amarillo pasó frente a su vista. Weiss apenas pudo distinguir lo que sucedió. En un parpadeo, el joven rubio, que hasta ahora solo había observado, se movió con una velocidad inhumana.

Los faunos fueron derribados con una precisión sorprendente. Unos golpes en la mandíbula, una patada en el estómago, y en cuestión de segundos el callejón quedó despejado. Weiss se quedó atónita mientras el joven miraba a los faunos.

Los faunos, aturdidos y algunos heridos, decidieron no arriesgarse más. Soltando insultos entre dientes, salieron huyendo por el otro extremo del callejón, desapareciendo entre la multitud de Vale.

Weiss se intentaba levantar con dificultad, todavía sorprendida por la rapidez del enfrentamiento.

-¿Q-qué fue eso...? -preguntó, recuperando el aliento y observando al chico.

Weiss seguía en el suelo, con la respiración agitada y la mente aún tratando de procesar lo que había sucedido. Los faunos, que momentos antes la habían superado en número, ahora huían despavoridos, derrotados con una facilidad que le resultaba difícil de aceptar. Frente a ella, el joven rubio permanecía tranquilo, con una expresión serena y sin rastro de agotamiento en su rostro.

Extendió una mano hacia ella, su palma abierta en un gesto amable. Sus ojos azul claro reflejaban una calma casi insultante, y esa ligera sonrisa en su rostro la hacía sentir aún peor.

—Muchas gracias por tu ayuda —dijo con un tono genuino, pero despreocupado.

Weiss lo observó con una mezcla de sorpresa e indignación. ¿Le estaba agradeciendo? ¿A ella? Se mordió el labio, su orgullo herido ardiendo en su interior. Era inaceptable. Como futura cazadora, su deber era proteger a los demás, no ser protegida. Y ahora, este... ¿repartidor? Había derrotado a sus enemigos con una facilidad insultante y aún tenía la audacia de ofrecerle la mano como si nada hubiera pasado.

—No necesito ayuda —espetó, apartando la mano del chico con un manotazo sutil mientras se ponía de pie por su cuenta. Un ligero dolor en su costado le recordó el golpe que había recibido, pero no iba a mostrar debilidad frente a él.

El joven simplemente se encogió de hombros, bajando la mano con la misma tranquilidad que la había ofrecido.

—Como quieras —respondió con una sonrisa amable.

Weiss lo fulminó con la mirada, sintiendo que su paciencia se agotaba rápidamente.

—¡Exijo una explicación! —su voz sonó firme, casi autoritaria—. ¿Qué fue todo eso?

Minato se rascó la nuca con aire despreocupado, como si la situación no tuviera mayor importancia.

—Bueno, tú los cansaste. Yo solo... aproveché la apertura que dejaron—dijo, como si fuera lo más obvio del mundo.

Esa respuesta solo logró irritarla más. Weiss sintió un escalofrío de frustración recorrer su espalda.

—¡No juegues conmigo! Esos faunos no eran nada del otro mundo, pero me dieron problemas... y tú los derrotaste como si nada. ¡¿Quién eres exactamente?!

El joven suspiró levemente antes de responder con total naturalidad:

—Soy solo un repartidor.

Weiss entrecerró los ojos, claramente molesta por la evasiva.

—¿Un repartidor? —repitió con incredulidad—. ¿Me estás diciendo que alguien que entrega paquetes puede moverse así?

—Bueno, al parecer sí —respondió con calma, tomando de nuevo el bolso mecánico, cuando se lo pone se ajusta automáticamente.

La expresión de Weiss se endureció. No estaba satisfecha con esa respuesta.

—¿Vas a estudiar en Beacon? —preguntó con tono desafiante.

—No.

El ceño de Weiss se frunció aún más. No podía entender cómo alguien con semejante habilidad simplemente la desperdiciaba en algo tan mundano.

—Te moviste a gran velocidad. ¿Es ese tu Semblante?

Minato parpadeó por un momento, como si estuviera analizando la pregunta. Luego negó con la cabeza.

—No, no tengo nada de eso. Solo soy rápido —respondió, como si fuera algo común.

Weiss no podía creerlo. ¿Cómo podía alguien con esas habilidades no tener interés en convertirse en cazador? La simple idea le parecía absurda. Observó su ropa: una canisa manga larga azul oscura un extraño símbolo rojo en el brazo. No se veía como un estudiante o un combatiente típico de Vale.

—No tiene sentido... —susurró para sí misma.

Minato simplemente sonrió de nuevo, como si no le diera importancia a la conversación.

—Bueno, fue un gusto conocerte. Pero debo seguir con mi entrega —dijo, comenzando a caminar hacia la salida del callejón.

Weiss lo observó con los puños apretados. No podía dejarlo ir sin obtener más respuestas. Este chico era un misterio... y ella no era de las que dejaban un misterio sin resolver.

...

Weiss apretó los dientes mientras seguía al rubio con pasos firmes, aunque aún sentía un leve dolor en su costado. Su aura ya estaba trabajando en la recuperación, pero el golpe que recibió había sido lo suficientemente fuerte como para atravesarla momentáneamente. Eso solo añadía más leña al fuego de su frustración. La humillación seguía pesando en su mente, y la indiferencia con la que el chico había tratado la situación solo empeoraba las cosas.

Con facilidad lo alcanzó, notando que él no hacía el menor esfuerzo por alejarse. Caminaba con un paso normal, relajado, como si lo ocurrido minutos antes nunca hubiese pasado. Pero entonces, de repente, se detuvo y sacó un... ¿papel? Desenrollándolo con un gesto algo impaciente. Weiss vio cómo su expresión cambiaba sutilmente, una pequeña arruga formándose en su ceño. Parecía... frustrado.

Era la oportunidad perfecta.

—¡Aún no he terminado contigo! —exclamó, acercándose rápidamente hasta quedar a su lado.

Minato giró la cabeza hacia ella con la misma tranquilidad de antes, como si la aparición de la joven fuera esperada.

—Si te ofendí con algo que dije o hice, te pido disculpas —respondió con una voz serena—. Pero ahora mismo estoy tratando de encontrar la dirección de la tienda de armas Hammersmith antes de que anochezca.

Weiss sintió que su ojo temblaba de pura irritación. Lo decía con una calma tan genuina que no podía siquiera enojarse con la respuesta... aunque, irónicamente, eso la hacía enfurecer más. Cruzó los brazos y abrió la boca para responderle de forma contundente, pero entonces su mirada cayó, sacó su pergamino comenzó a escribir la ubicación que había dando, había escuchado de esa tienda al llegar a Vale, vendía armas y todo tipo de cosas para cazadores.

Las palabras escritas eran inconfundibles, y en un instante comprendió lo que estaba sucediendo. Su expresión pasó de la indignación a la incredulidad en cuestión de segundos.

—¿Eres idiota o qué? —soltó sin pensar, apuntando su pergamino con un gesto brusco.

Minato parpadeó, visiblemente sorprendido por su tono.

—¿Por qué lo dices?

Weiss bufó, y le puso su pergamino en la cara sin darle oportunidad de reaccionar.

—¡Porque la tienda que acabas de mencionar no está en esta zona! —dijo con molestia—. Está en el otro lado de la ciudad, en la zona comercial, a varios distritos de aquí.

Minato miró el pergamino y luego a Weiss con una expresión de sorpresa, inclinando ligeramente la cabeza, efectivamente estaba algo lejos, a podía observar a gran detalle en ese pergamino la ubicación exacta de la tienda, el nombre y hasta negocios de toda la zona.

—Oh... —murmuró, como si estuviera procesando la información—. Eso explica por qué no encontraba ninguna señal que coincidiera, después de todo, Gunnar le había dando varios puntos de referencia además de direcciones y ninguno encontró.

Weiss suspiró profundamente, sintiéndose exasperada, pero no pudo evitar pensar que se veía lindo con esa expresión, incluso si era un idiota, ¿Cómo podía alguien con esa velocidad y destreza ser tan despistado?

—Si sigues por aquí, solo vas a terminar más perdido —añadió, mientras sus manos se agarraban a las caderas—. Deberías agradecer que te dije antes de que acabaras quién sabe dónde.

Minato miró el papel de nuevo y luego el pergamino, con una leve inclinación de cabeza en señal de agradecimiento.

—Gracias por decírmelo, agradezco mucho tu ayuda hoy, quizás en otra ocasión pueda compersartelo pero parece que debo darme prisa si quiero llegar antes del anochecer, muchas gracias y adiós.

Sin decir más, giró sobre sus talones y empezó a caminar en dirección opuesta, dejando a Weiss con la sensación de que la conversación no había cambiado nada.

Weiss observó cómo Minato se alejaba con pasos apurados. Su ceño se frunció ligeramente. Había tantas preguntas sin respuesta sobre él, pero ahora no tenía tiempo para seguirlo.

Suspiró pesadamente y sacó su pergamino, notando que la hora ya marcaba casi el anochecer. Sus labios se curvaron en una leve mueca de molestia; había pasado más tiempo del que pensaba persiguiéndolo y discutiendo. No tenía sentido seguir insistiendo por ahora.

—Nos veremos pronto, repartidor —murmuró, observando la silueta del chico desaparecer entre las calles.

A pesar de la frustración que aún sentía, el chico no había sido más que amable con ella, incluso se disculpo cuando no tenía que hacerlo, además que era fuerte, lindo... pero algo tonto.

Weiss sabía que era mejor regresar a su hotel. Aún le quedaban varios días en Vale antes de su ingreso a Beacon, y estaba segura de que no sería la última vez que se cruzaría con ese misterioso joven.

Con un suspiro resignado, se giró y comenzó a caminar de regreso. Necesitaba descansar y, más importante aún, idear la forma de obtener las respuestas que quería la próxima vez que lo viera.

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Minato aumentó el paso gradualmente, cuidando de no llamar demasiado la atención con una velocidad anormal. Su instinto le decía que la señorita Schnee ya había dejado de seguirlo, pero no bajó la guardia del todo hasta asegurarse de que no sentía su presencia detrás de él. Una vez seguro, aceleró sin dudarlo.

Gracias a la breve interacción con ella y la tecnología de su pergamino, había logrado memorizar el camino hasta la tienda con precisión. Debía admitir que eran herramientas útiles. Además, durante la conversación con Weiss, también notó un pequeño detalle que le preocupaba: la tienda cerraba temprano.

"Debo llegar antes de que cierren," pensó mientras esquivaba con agilidad a los transeúntes de las concurridas calles de Vale. A pesar de la hora, la ciudad seguía bulliciosa, llena de luces y movimiento. No tenía intención de quedarse esperando hasta la mañana siguiente.

Doblando una esquina con precisión milimétrica, sus ojos se enfocaron en la dirección escrita en el pergamino. Sus labios se curvaron levemente al reconocer los números y nombres de las calles. Estaba cerca.

Finalmente, alzó la vista y allí estaba: una tienda pequeña pero bien cuidada con un letrero iluminado que aún decía "ABIERTO." Minato sintió una leve sensación de alivio mientras reducía la velocidad y se acercaba a la entrada.

Minato entró al local con pasos seguros, analizando rápidamente el interior. La tienda era más espaciosa de lo que esperaba, con estantes repletos de piezas metálicas, herramientas y cajas etiquetadas con nombres que no reconocía. El aroma a aceite y metal impregnaba el ambiente, y la iluminación tenue le daba un aire casi clandestino.

Detrás del mostrador, dos hombres estaban conversando en voz baja, pero se detuvieron al notar su presencia.

El primero, un hombre de mediana edad con cabello corto y canoso, vestía un delantal de cuero sobre una camisa oscura manchada de grasa. Su rostro curtido por los años mostraba la experiencia de alguien que llevaba mucho tiempo en el negocio. Sus ojos grises escrutaron a Minato con curiosidad.

El segundo, más joven, probablemente en sus veintes, tenía el cabello castaño desordenado y una actitud más relajada. Vestía una chaqueta ligera y tenía un par de lentes colgados del cuello. A diferencia de su compañero, parecía más entusiasmado que precavido.

—Entrega de la herrería Gunnar —dijo Minato, colocando el bolso en el mostrador.

Ambos hombres se miraron sorprendidos.

—¿Ya llegó? —exclamó el más joven, rascándose la cabeza—. Apenas nos confirmaron hoy que el pedido iba saliendo.

Minato, con su habitual calma, simplemente respondió:

—Me dieron un aventón, y bueno... yo mismo soy algo rápido.

El hombre mayor lo miró con escepticismo, pero tras un segundo de duda, encogió los hombros.

—Supongo que eso nos ahorra la espera. Vamos a ver qué tenemos aquí.

Siguiendo las instrucciones de Gunnar, Minato presionó un pequeño mecanismo en la parte lateral del bolso. Con un leve chasquido, el bolso mecanizado se dividió en cuatro maletas más pequeñas, que luego volvieron a expandirse individualmente hasta su tamaño original.

—Ingenioso... —musitó el hombre mayor con una ligera sonrisa de aprobación.

El más joven, por otro lado, abrió una de las maletas con ansias, revelando varias partes de un arma desensamblada. Minato no reconocía exactamente qué era, pero el brillo metálico y la complejidad de las piezas le hicieron pensar en algo mucho más avanzado de lo que estaba acostumbrado.

—¡Vaya! —silbó el más joven, examinando una de las piezas—. Qué belleza.

Tras revisar el contenido de cada maleta con detenimiento, ambos hombres asintieron, satisfechos. Era el momento perfecto para entregarles las carta.

— Gunnar me pidió que le entregara esto

—Todo en orden —dijo el mayor, tomando la carta y sacando un pergamino de su bolsillo. Al desplegarlo, un suave pitido resonó en la tienda, y tras unos segundos, el pergamino mostró la información de la transacción.

Minato miró la pantalla. Ahí estaba el nombre de Gunnar junto con un número de cuenta y el monto acordado: 20,000 lien depositados. Recordando las instrucciones de su jefe, se enfocó en el número de cuenta más que en el nombre.

Confirmó con un leve asentimiento y, tras una breve despedida, se dirigió a la salida.

Al cruzar la puerta, un escalofrío recorrió su espalda. Esa sensación... otra vez.

Sin alterar su ritmo, Minato avanzó por la calle, fingiendo naturalidad mientras su mente analizaba el entorno. Alguien lo estaba observando.