La puerta de mantenimiento se abrió con un chasquido metálico y lastimero, como si el frío extremo hubiera corroído sus mecanismos. Una brisa gélida escapó del interior, envolviendo al equipo en una ráfaga que cortaba hasta los huesos. El camino que se extendía frente a ellos estaba delimitado por la roca congelada de la montaña, formando un túnel natural que daba la impresión de ser una excavación inacabada. Era evidente que alguien había planeado construir allí algo más permanente, quizás un pasillo o una sala, pero el proyecto había quedado a medias, abandonado al capricho del hielo.

A lo largo del costado derecho, una serie de faros parpadeantes luchaban por mantener el trayecto iluminado. La luz intermitente proyectaba sombras danzantes en las paredes irregulares de roca y hielo, creando una atmósfera inquietante que parecía viva, como si el mismo túnel estuviera observándolos.

El equipo avanzó con cautela, sus pasos resonando suavemente contra la superficie helada. Cada crujido de la piedra congelada bajo sus pies enviaba un eco inquietante que rebotaba entre las paredes, como un recordatorio constante de la fragilidad del entorno. A pesar de la tensión, nadie rompía el silencio; cada miembro estaba completamente centrado en la misión.

Seis tomaba la retaguardia, su figura imponente y su andar seguro brindando una sensación de seguridad al grupo. Aunque no lo decían, todos confiaban en que sus puntos ciegos estaban cubiertos bajo la atenta vigilancia del Spartan. Nadie miró hacia atrás; su presencia era suficiente para garantizar que nada los tomaría por sorpresa.

Maverick mantenía la guardia alta, sus sentidos alerta a cualquier movimiento o sonido fuera de lugar. La roca y el hielo eran traicioneros, y en un entorno como este, cualquier descuido podía ser fatal. De repente, un parpadeo holográfico apareció frente a él, sobresaltándolo ligeramente. Era Dot. Esta vez, su expresión carecía de la ligereza habitual que a veces acompañaba sus comentarios. Su semblante proyectado tenía una gravedad inusual, reflejando una concentración absoluta.

—Seis, desde el combate con las comandos y, más aún, tras el asalto al centro médico de la Ciudadela, he estado revisando lo que sabemos del Eezo y del Eexo —comenzó Dot. Su tono era firme, casi académico, mientras flotaba a su lado, proyectando un holograma comparativo en el aire.

Maverick desvió ligeramente la mirada hacia la proyección holográfica de Dot, manteniendo su atención en sus palabras mientras su entorno permanecía bajo una vigilancia constante. A pesar de la aparente calma del camino, sabía que esa tranquilidad podía romperse en cualquier momento, y no podía permitirse bajar la guardia.

—Continúa —murmuró, su tono bajo y cargado de control, como era habitual.

Dot alzó una de sus manos digitales, señalando los dos esquemas flotantes en el holograma. Uno representaba la estructura molecular del Eezo, el material esencial en esta galaxia, mientras que el otro mostraba al Eexo, la misteriosa aleación que había llegado con Maverick desde su realidad.

—Aunque en apariencia puedan parecer similares, sus diferencias son profundas y fundamentales —comenzó Dot, su tono firme y cargado de precisión científica— El Eezo, como ya sabes, genera campos de masa cuando se le aplica una corriente eléctrica. Es la base de prácticamente toda la tecnología avanzada que hemos encontrado aquí: motores, naves, armas e incluso habilidades bióticas. Pero su naturaleza es inherentemente volátil, Seis. Manipularlo requiere precisión, y un error puede causar desestabilización, fallos catastróficos...o explosiones mortales—

Dot hizo una pausa breve, permitiéndole procesar lo que acababa de decir antes de dirigir su atención al modelo del Eexo. El holograma cambió, ampliando los detalles de la aleación y resaltando los datos comparativos.

—El Eexo, en cambio, no es simplemente una versión refinada del Eezo. Es una aleación creada por los Forerunner al combinar el Eezo regenerativo con el metal vivo que componen a Azrael. Esta combinación lo hace único. Es increíblemente estable: no solo resiste la desestabilización, sino que también es capaz de mantener campos de masa en niveles más complejos y precisos que cualquier tecnología convencional. Además, el Eexo no se degrada ni con el tiempo ni con el uso. Esto se debe a que Azrael, en su núcleo, genera constantemente un Eezo alterado y lo alimenta al sistema—

Maverick bajó la mirada hacia su brazo, observando con intensidad la oscura extensión de metal vivo que lo cubría parcialmente. El ligero vibrar que emanaba de Azrael era un recordatorio constante de su presencia, una mezcla inquietante de poder y peligro. Su mandíbula se tensó, y sus pensamientos se oscurecieron brevemente.

—Entonces, si quiero seguir usando el Nexus-X, dependo de esta cosa...—dijo en voz baja, su tono un equilibrio entre frustración y resignación. Su mirada permaneció fija en el negro metal que parecía integrarse aún más con su cuerpo a cada segundo—¿Y qué lo hace diferente en combate?—

Dot reajustó el holograma, mostrando una simulación en movimiento que captó de inmediato la atención de Maverick. En la pantalla, un ataque biótico era lanzado contra dos modelos distintos: uno de Eezo estándar y otro de Eexo. La primera simulación mostraba cómo el proyectil biótico impactaba sobre una superficie de Eezo, provocando una reacción caótica. El material se desestabilizaba casi al instante, liberando ondas de energía incontrolables que se propagaban como un fallo en cadena, causando una ruptura del sistema.

Luego, Dot señaló el segundo modelo, donde el mismo ataque era dirigido hacia el Eexo. La diferencia fue evidente desde el primer momento. En lugar de desestabilizarse, el Eexo absorbía la energía del impacto y la redirigía con una precisión asombrosa. El campo de masa generado no solo neutralizaba el ataque, sino que transformaba la energía en un contragolpe potencialmente devastador.

—El Eexo no solo resiste ataques bióticos; los absorbe y los transforma en energía utilizable —explicó, su tono serio y enfocado mientras seguía mostrando la simulación— En combate, esto significa que puedes neutralizar ataques enemigos y convertirlos en una ventaja. Es, en esencia, una forma de adaptabilidad superior—La voz de Dot era decidida, aunque en sus palabras había un subtexto claro: ese poder venía con un costo. Azrael seguía siendo una pieza clave.

El Spartan mantenía la mirada fija en el holograma mientras apretaba los puños, sus pensamientos oscilando entre la fascinación y la preocupación. Con cada dato que iba recibiendo por parte de su compañera sobre Azrael y el Eexo, la línea entre herramienta y maldición parecía desdibujarse aún más.

—El Eezo es volátil, como mencioné antes —continuó Dot, reajustando el holograma para mostrar un modelo dinámico— Campos bióticos fuertes, como un Empuje o una Singularidad, pueden desestabilizarlo. Pero el Eexo...es otra historia. Durante el combate con las comandos, al principio sus ataques bióticos te afectaron, pero a medida que avanzó la pelea, la alteración molecular en tu cuerpo disminuyó hasta desaparecer. Fue el Eexo quien estabilizó los campos de masa. Por eso al final del combate, incluso con la cúpula de energía oscura y sin utilizarlo correctamente, pudiste recuperar parte de tus capacidades—

Maverick, rememorando la pelea, inclinó ligeramente la cabeza hacia el holograma. Sus pensamientos giraban en torno a lo que podrían significa estas revelaciones para el.

—Entonces, el Eexo no es solo una mejora...es algo completamente distinto y me permite enfrentarme a bióticos sin riesgo —dijo finalmente, con un tono reflexivo que parecía más para sí mismo que para Dot.

La IA, manteniendo su semblante serio, comenzó a formar una sonrisa orgullosa tras escuchar la respuesta del Spartan.

—Exactamente. Pero no olvides, también tiene riesgos —advirtió Dot, cambiando a una proyección más compleja— Aunque el Eexo es increíblemente estable, sigue siendo peligroso si no se maneja con cuidado. Manipular más de cuatro objetos simultáneamente con el Nexus-X o recibir demasiados ataques bióticos en rápida sucesión puede generar una sobrecarga de energía estática en tus sistemas. Si eso sucede y no la gestiono adecuadamente, podríamos causar daños irreversibles. Esa es una de las razones por las que he evitado manipularlo —admitió, con un toque de preocupación en su tono.

Maverick permaneció en silencio, observando el holograma desaparecer lentamente mientras evaluaba las posibilidades. Con cada nueva pieza de información, entendía mejor que su arsenal no solo le daba una ventaja táctica...lo hacía único en este universo. Sin embargo, esa singularidad también lo colocaba en un terreno desconocido, y el peligro inherente a esa situación era difícil de ignorar.

—Entonces, ¿cómo puedo manifestarlo? —preguntó finalmente, su voz baja, pero con un tono decidido. Su mirada fija en Dot denotaba una mezcla de interés y precaución.

La IA hizo desaparecer los hologramas, flotando frente a su compañero mientras consideraba su respuesta.

—Bueno, yo puedo manifestarlo directamente en tus escudos desde el Nexus-X, pero...también podrías utilizar a Azrael. Con solo tocar un campo de masa, el material debería absorber la energía oscura de manera natural. Esto no solo recargaría tus escudos, sino que también podría desviar ataques. No necesitas activar la cuchilla para hacerlo —explicó, manteniendo su tono profesional.

Maverick suspiró y negó suavemente con la cabeza. Volvió su atención al frente, donde el pasillo continuaba extendiéndose en la penumbra helada. Sin embargo, una sensación incómoda comenzó a recorrer su brazo. Sentía el leve vibrar de Azrael en su mano, como si el parásito hubiera escuchado cada palabra y ahora estuviera reaccionando con algo que se parecía demasiado a una risa silenciosa, sabiendo que el Spartan estaba empezando a reconocerlo como algo más que una maldición.

La tensión en sus músculos se intensificó mientras avanzaba por el pasillo, pero Seis permaneció en silencio. Sabía que ese no era el momento de compartir sus inquietudes con el equipo. Solo podía esperar que, cuando llegara el momento de depender de Azrael, tuviera el control necesario...y no fuera al revés.

El "pasaje secreto" terminó frente a una puerta similar a la anterior. Su apertura emitió un chasquido mecánico y un leve siseo de aire liberado, revelando un área que, sorprendentemente, no estaba custodiada por geth ni rachni. Aunque parecía que habían logrado ingresar por un punto ciego en las defensas de ambos enemigos, nadie bajó la guardia. Ya habían aprendido que, en Noveria, las emboscadas eran casi una rutina.

El equipo avanzó con cautela, ingresando a una sala de ventilaciones. El espacio era amplio pero angosto, flanqueado por enormes conductos de ventilación cuyos bordes brillaban con un tenue resplandor verde. Los casilleros oxidados y las barandas metálicas del camino se alzaban como testigos silenciosos de un lugar que alguna vez debió ser más transitado. Cada paso resonaba contra las paredes metálicas, mezclándose con el constante zumbido de los mecanismos del sistema. Era como si el lugar estuviera vivo, respirando a través de sus conductos y tuberías.

El aire, aunque mucho mas cálido que en la sección anterior, se sentía pesado y opresivo. Había algo en el ambiente, una carga invisible que parecía presagiar que algo podía suceder en cualquier momento. Era un recordatorio constante de que la aparente calma no era más que una fachada.

Mientras continuaban por el estrecho camino, alcanzaron finalmente la salida de la sala, donde se encontraron con una bifurcación. Uno de los caminos estaba claramente señalado con una pantalla holográfica que indicaba "Laboratorio de Seguridad".

Su resplandor azul titilaba en el aire frío, como una guía que no dejaba dudas sobre su destino. Sin embargo, el segundo camino, no tenía ningún cartel ni mensaje.

Shepard fue la primera en tomar una decisión, señalando con un gesto al camino marcado —Ignoraremos ese lado por ahora —Su tono era firme, pero no dejaba de reflejar un ápice de inquietud.

Antes de avanzar, Tali activó su omniherramienta y se dirigió hacia el panel de control del camino sin marcar. Sus dedos se movieron con rapidez y precisión, tecleando comandos que sellaron la puerta con un cerrojo digital.

—Por si acaso —murmuró Tali, más para sí misma que para los demás, mientras se incorporaba y volvía con el grupo.

El equipo continuó su avance, sabiendo que el final del trayecto estaba cerca. Con cada paso, los sentimientos entre ellos se mezclaban: nerviosismo, calma aparente y una creciente expectación por lo que les aguardaba al otro lado. Entre todos, sin embargo, Liara era la que más luchaba con un torbellino de emociones. Sus pensamientos se debatían entre dos polos opuestos: la esperanza de obtener respuestas y el miedo a descubrir verdades que no quería enfrentar.

Su mente estaba dividida en un conflicto interno. Por un lado, deseaba entender las razones de su madre, saber qué la había llevado a todo esto, qué justificación podía tener para unirse a alguien como Saren. Pero, por otro lado, temía profundamente lo que esas respuestas podrían revelar. ¿Y si Benezia realmente había caído tan bajo? ¿Y si la mujer que tanto admiraba se había convertido en alguien irreconocible, en alguien que ya no podía salvar? La ansiedad de esa posibilidad se aferraba a su pecho como una garra helada.

Liara, aunque mantenía el paso, parecía cada vez más desconectada del entorno, perdida en su propia tormenta mental. Shepard, observando a su compañera, notó su tensión. Con un gesto decidido, extendió la mano y tomó el hombro de la asari, deteniéndola por un instante. Liara giró la cabeza hacia ella, encontrándose con los ojos de la espectro, que transmitían calma y comprensión.

Shepard no dijo nada al principio. Su mirada hablaba por sí misma: era firme, pero llena de apoyo. Su semblante sereno parecía absorber parte del caos interno de Liara, como si le ofreciera un refugio momentáneo del torbellino de emociones. La comandante finalmente asintió, su expresión dando un mensaje claro: "Puedes hacerlo"

Aunque las palabras no se pronunciaron, Liara las sintió como un bálsamo. Por un momento, la ansiedad que la invadía dio paso a un destello de admiración. Shepard, en medio de tanto caos, era capaz de sostener a quienes la rodeaban, de comprender sus luchas internas y darles la fuerza que necesitaban para continuar.

La espectro retiró su mano y retomó su postura seria, volviendo a liderar al equipo. Liara la observó por un instante más, como si buscara grabar ese momento en su memoria. Luego, cerró los ojos brevemente, dejando que esa calma efímera disipara parte de la tormenta que llevaba dentro.

Cuando volvió a abrir los ojos, un cambio notable había sucedido en su interior. Las dudas y el miedo seguían presentes, como sombras persistentes, pero ya no la paralizaban. Ahora eran estímulos que alimentaban su determinación, un recordatorio constante de lo que estaba en juego. Con un profundo aliento, se preparó para enfrentar lo que estaba por venir. El camino hacia su madre y las respuestas que tanto anhelaba ya no parecía insuperable, sino inevitable.

El equipo se detuvo frente a la puerta masiva del laboratorio. El aire estaba cargado, y cada uno de ellos respiró profundamente, sincronizando sus movimientos como si compartieran un único ritmo cardíaco. Shepard avanzó primero, alzando la mano para activar el panel con un movimiento decisivo. El sonido del metal al abrirse resonó como un eco lúgubre que reverberó en sus pechos, anunciando el umbral hacia lo desconocido.

El laboratorio que se extendía ante ellos parecía sacado de una pesadilla industrial. Cajas metálicas estaban apiladas de manera caótica, creando un laberinto improvisado que ocultaba partes del espacio a la vista. Un único foco, colgando de un cable largo y expuesto, iluminaba directamente desde arriba, proyectando sombras inquietas que se movían al compás de su oscilación. El aire era denso y caliente, impregnado por el vapor que se escapaba de varias válvulas repartidas por el entorno. Los sonidos mecánicos y pitidos constantes formaban una cacofonía mecánica que se colaba en sus sentidos como un zumbido persistente.

Más allá de las escaleras que dominaban el centro de la sala, una figura majestuosa pero amenazante se alzaba bajo las luces frías del techo. Matriarca Benezia. Su imponente silueta se proyectaba sobre ellos como la sombra de un abismo que parecía listo para engullirlos. Los detalles de su rostro eran difíciles de discernir a la distancia, pero su presencia era innegable, como una fuerza que gravitaba hacia ella, opresiva y sofocante.

Por un momento, Benezia no mostró reacción alguna. Su mirada permanecía fija en un punto invisible, como si los recién llegados fueran apenas una nota discordante en un plan mayor. Finalmente, tras unos tensos segundos, giró lentamente hacia el equipo, su porte altivo y sereno transmitiendo la seguridad de alguien que se sabe en control absoluto.

Liara fue la primera en reaccionar. Tragó saliva con fuerza al ver a su madre frente a ella, pero no desvió la mirada. Sus ojos, llenos de una mezcla de dolor, determinación y rabia contenida, chispearon con un brillo biótico que comenzó a rodearla como un aura letal. Al mismo tiempo, su omniherramienta se activó con un destello anaranjado, el contraste de los dos colores creando un equilibrio peligroso y hermoso a la vez.

—No sabes el honor que es ser madre —comenzó Benezia, su voz baja pero cargada de una intensidad que parecía resonar en las paredes del laboratorio— Crear vida, moldearla. Llevarla a la salvación... o a la desesperación—

Mientras hablaba, su atención se desvió hacia un enorme tanque de contención detrás de ella. Solo entonces el equipo notó lo que había dentro. Una criatura rachni colosal se agitaba en su prisión, sus extremidades se movían con un ritmo inquietante, como si estuviera soñando con la libertad. El simple tamaño del ser lo hacía parecer una aberración de la naturaleza, algo que nunca debería haber existido.

—Iban a ser nuestros —continuó Benezia, girando lentamente hacia el equipo. Su mirada, afilada como un filo de cuchillo, se detenía en cada uno de ellos, provocando una tensión palpable. Parecía estar evaluándolos, como si pudiera ver más allá de sus expresiones y penetrar directamente en sus mentes— Sus crías iban a acabar con los enemigos de Saren—

Sus palabras se clavaron en el aire como dagas, cargadas de un fervor que era tan aterrador como convincente. Pero cuando su mirada finalmente cayó sobre Liara, algo en su rostro cambió. Una mueca fugaz, mezcla de dolor y algo que podría interpretarse como orgullo, apareció brevemente en su semblante.

Sin apartar los ojos de su hija, Benezia avanzó lentamente, sus pasos resonando con un eco metálico mientras se acercaba al borde de la escalera. Allí, se detuvo, dominando la escena desde su posición elevada. No dijo nada al principio, pero su mirada, cargada de un peso inconfundible, hablaba con una intensidad que eclipsaba cualquier palabra. Entre madre e hija, se desató un duelo silencioso.

—No tendré piedad. No importa a quiénes traigan para enfrentarse a mí —declaró Benezia finalmente, su tono impregnado de veneno, cada palabra goteando desprecio. Su voz era un látigo que cortaba el aire, y aunque Liara mantuvo su postura, la crudeza de esas palabras dejó una marca visible en su semblante.

Shepard, sin apartar su mirada de la matriarca, intervino con calma pero firmeza:
—Liara no vino por obligación. Está aquí porque quiso—

Sus palabras, simples pero cargadas de intención, hicieron que Liara se volviera hacia ella por un breve instante. En sus ojos se reflejaba algo más que agradecimiento: un tenue alivio, como si el peso de la situación fuera un poco más llevadero al saber que no estaba sola.

Benezia no pudo evitar arquear una ceja ante la respuesta. Sus labios se torcieron en una sonrisa que era más una burla que un gesto de amabilidad.
—¿En serio? Liara, ¿qué les contaste sobre mí? —preguntó con un sarcasmo afilado, inclinando la cabeza ligeramente mientras clavaba su mirada en su hija. Su tono, inquisitivo y venenoso, era más una invitación a la humillación que una búsqueda genuina de respuestas.

Liara, que hasta entonces había contenido sus emociones tras una fachada de serenidad, no pudo resistir más. Su bioluminiscencia biótica chispeó erráticamente, reflejando el descontrol de sus sentimientos. Dio un paso al frente, su voz temblando al principio, pero rápidamente alcanzando un grito cargado de resentimiento:
—¿Qué querías que les contara, madre? ¿Cómo matarte? ¿¡Cómo acabar con mi propia sangre?!—

La declaración de Liara resonó en la estancia, reverberando en las paredes metálicas como una explosión. Sus palabras eran un reflejo de la profunda decepción y la herida abierta que la conexión rota entre ambas había dejado. Pero Benezia no mostró ni una pizca de reacción. Como si las palabras de su hija fueran insignificantes, las dejó pasar, apenas un susurro en su mente.

En su lugar, giró lentamente la cabeza hacia Shepard, con una sonrisa que no alcanzó a sus ojos.
—¿Alguna vez te enfrentaste a una unidad de comandos asari? —preguntó con una voz que rozaba la dulzura, pero que estaba impregnada de amenaza. No esperó una respuesta antes de continuar— Pocos humanos lo han hecho...bueno —su mirada se desvió hacia Maverick, su tono cambiando al instante, cargándose de un odio visceral—Aunque parece que alguien en tu séquito sí lo ha hecho—

Las palabras, cargadas de un odio tangible, fueron como un golpe directo hacia el soldado. La manera en que Benezia las escupió dejaba entrever que no era ella sola quien hablaba, sino algo más oscuro, una influencia que se manifestaba en sus gestos y en la intensidad de su voz.

Shepard, sin embargo, no se dejó intimidar. Su rostro permaneció impasible mientras levantaba su pistola, apuntándola directamente hacia la matriarca.
—Es decepcionante, Benezia. No te importa ni siquiera matar a tu hija—

La voz de Shepard era baja pero feroz, con una intensidad que rivalizaba con la de la propia Benezia. El equipo, aunque visiblemente tenso, se alineó detrás de ella, sus armas listas, sus posturas reflejando la gravedad del momento. A pesar del abismo emocional que se había abierto entre madre e hija, el enfrentamiento parecía inevitable, una tragedia en marcha que ninguno de ellos podía detener.

La espectro no apartó la mirada, incluso cuando la tensión alcanzó su punto álgido. Sus palabras, cortantes y frías como una hoja de acero, había marcado un desafío claro. Sin embargo, la matriarca, lejos de inmutarse, inclinó apenas la cabeza, dejando escapar una sonrisa cargada de desprecio.

—Ahora sé que debí ser más estricta contigo...—murmuró, su tono gélido y lleno de un distanciamiento que cortaba más que sus palabras— Pero siempre se puede empezar de nuevo—

La declaración fue la chispa que encendió el enfrentamiento. Sin previo aviso, Benezia se envolvió en un aura púrpura de biótica intensa, la energía retorciéndose a su alrededor como llamas vivas. Antes de que el equipo pudiera reaccionar, una onda de energía oscura estalló desde ella, surgiendo como un maremoto invisible que cruzó la estancia. Fue tan rápida que apenas lograron percibirla antes de sentir su impacto.

Shepard y los miembros del equipo más cercanos quedaron atrapados en un campo de estasis, inmovilizados en posiciones rígidas como si fueran esculturas vivas. Sus expresiones de concentración se transformaron en máscaras de impotencia, congeladas en el tiempo mientras el campo los envolvía por completo. Para quienes estaban más alejados, el impacto fue diferente pero igual de brutal: fueron arrojados violentamente contra cajas y la barandilla metálica que delimitaba el laboratorio, llenando el lugar con el estruendo de cuerpos y objetos golpeándose. El despliegue de poder de Benezia no solo era impresionante; era una demostración aplastante de su habilidad y experiencia acumuladas a lo largo de siglos.

En medio del caos, sin embargo, una figura permaneció en pie. Seis.

El Spartan, ubicado entre los objetivos principales de la onda biótica, había reaccionado instintivamente. Recordando lo aprendido de Dot, levantó su mano derecha como si fuera un escudo. El metal oscuro de Azrael comenzó a vibrar y retorcerse, casi como si estuviera vivo. La energía oscura que lo rodeaba, aquella fuerza que había atrapado a sus compañeros, fue absorbida por completo por el parásito en su brazo. Seis sintió un hormigueo recorrer su extremidad, un pulso de poder que parecía resonar en sus huesos.

Azrael había devorado la energía cinética del ataque biótico, transformándola en algo que Maverick aún no entendía del todo. Pero no había tiempo para reflexionar. Alzando la mirada, vio a la matriarca Benezia al otro extremo del laboratorio. Sus manos brillaban con un aura morada mientras se preparaba para desatar otro ataque devastador. Su postura era imponente, la encarnación de una amenaza que no podía subestimarse.

Desde la puerta situada al fondo del laboratorio, el sonido metálico de pasos sincronizados marcó la entrada de refuerzos enemigos. Un grupo de geth avanzó en formación cerrada, sus ojos brillantes emitiendo un resplandor constante en la penumbra, mientras un par de comandos asari los seguían de cerca, moviéndose con la precisión de soldados experimentados. En cuestión de segundos, los recién llegados tomaron posiciones estratégicas. El aire se llenó del zumbido de los rifles geth y las explosiones sutiles de energía biótica, una combinación letal que asedió al equipo inmovilizado.

Maverick, con sus compañeros atrapados o apenas comenzando a recuperarse, no dudó. Ajustó su postura, evaluó el campo de batalla en una fracción de segundo y tomó su decisión. No podía permitirse titubeos. Con movimientos rápidos y calculados, cargó hacia el camino a un costado de donde estaban, fijando su atención en los geth que intentaban flanquearlos, dejando al resto del equipo lidiar con Benezia y las comandos asari.

Su avance era implacable. Su magnum rugió con cada disparo, los proyectiles trazando líneas letales en el aire antes de impactar con precisión quirúrgica en los geth que se interponían en su camino. Uno tras otro, los inorgánicos caían, sus cuerpos metálicos colapsando en un estallido de chispas y circuitos destruidos. Maverick se movía con fluidez, utilizando los contenedores del laboratorio como cobertura mientras avanzaba, su figura una sombra implacable que se deslizaba entre el caos.

Cuando la gran mayoría de Geth habían caído, mas volvían a salir, haciendo que se volviera una lucha infinita en donde terminarían perdiendo al ser abrumados. Dándose cuenta de esto, decidió atacar por la retaguardia de la matriarca, rodeando el contenedor con el enorme rachni, para acabar con esto de una vez. Conectándose al comunicador con Shepard, le informo al instante de lo que iba a hacer:

—¡Shepard! Voy a flanquearlas. Cubran la pasarela a su derecha, se acerca una horda geth—

Sin esperar respuesta, continuo corriendo, centrado en su nuevo objetivo. Sin embargo, mientras avanzaba velozmente, sintió un pulso inusual de energía recorrer su brazo derecho. Azrael, el parásito metálico que lo envolvía, comenzó a reaccionar. El metal vibró con un ritmo inquietante, sincronizándose con los latidos de su corazón. El Spartan frunció el ceño, apretando los dientes mientras mantenía su enfoque. No podía permitirse el distraerse en medio del combate.

Finalmente, había logrado flanquear a los enemigos. Frente a él, las dos comandos asari que lideraban junto a la matriarca estaban completamente enfocadas en atacar al resto del equipo.

Siendo la primera quien luchaba en solitario contra el grupo, quienes se dividían entre enfocarse en ella y los geth que continuaban flanqueándolos. Wrex, imponente como una montaña, recibía la mayor parte de los disparos y ataques bióticos. El krogan peleaba con la ferocidad de una bestia de guerra, absorbiendo el daño mientras lanzaba contragolpes brutales.

Maverick sabía que no podía perder más tiempo. Cada segundo que pasaba empeoraba la situación para sus compañeros. Levantó su magnum, apuntando con precisión hacia una de las asari. Estaba a punto de apretar el gatillo cuando sintió cómo el metal de Azrael se movía por su brazo, envolviendo el arma como una extensión viva. Las grietas de la magnum comenzaron a brillar, emanando un destello de energía intensa, similar al que ocurría al activar el núcleo de luz sólida.

Sin tiempo para cuestionar lo que estaba ocurriendo, decidió confiar en el instinto y disparó. El proyectil salió del cañón con una potencia devastadora, atravesando las barreras bióticas de la comando con facilidad y enviándola al suelo con un golpe seco. El destello púrpura del impacto iluminó el área, dejando a los enemigos momentáneamente desconcertados.

Sin perder un segundo, Maverick desenvainó su kukri. El filo, reflejando la luz del laboratorio, brillaba con un destello amenazante mientras avanzaba hacia la asari caída. Cada paso resonaba como un eco metálico en el suelo, una declaración de su determinación. En un abrir y cerrar de ojos, llegó hasta ella, listo para terminar el combate con un golpe preciso.

Pero Benezia, quien había mandado a volar a Liara, se dio la vuelta tras escuchar el disparo. Extendió su brazo con una gracia imponente, desatando una explosión biótica que lo impactó de lleno. Maverick fue lanzado hacia una de las tuberías en las paredes, el metal cediendo bajo la fuerza del golpe. El impacto liberó una nube de vapor blanco que lo envolvió, ocultándolo de la vista por un instante, mientras el eco de la explosión resonaba en el laboratorio.

—Maldito animal. ¡Quédate quieto mientras acabo con estos gusanos! ¡Mátenlo! —rugió Benezia, su voz resonando como un trueno cargado de desprecio. Volviendo su atención al combate tras un disparo directo por parte de Garrus, que destruyo sus barreras— ¡Voy a darte de aperitivo a mi mascota!— Dijo, regenerando sus barreras al instante.

La orden fue suficiente para que las dos comandos asari se reagruparan. Aprovechando el tiempo que les había dado, se colocaron en formación frente a él, sus posturas reflejando una sincronización letal. Como una cruel broma del destino, Maverick estaba nuevamente rodeado, atrapado en un campo de efecto masivo que ya comenzaba a desestabilizar sus sistemas.

Cambiando de agarre, Maverick apretó con fuerza el mango de su kukri, el filo brillando tenuemente bajo la luz artificial del laboratorio. Sus ojos, ocultos tras el visor, buscaban cualquier apertura en los movimientos de las asari. No podía permitirse dudar. Con un movimiento explosivo, se lanzó hacia ellas, su determinación tan letal como la hoja que blandía.

Ambas comandos reaccionaron al unísono, dejando caer sus rifles al suelo mientras sus omniherramientas se activaban con un zumbido característico. De los dispositivos emergieron cuchillas de energía incandescente, el calor distorsionando el aire a su alrededor como una advertencia silenciosa. Pero Maverick no se detuvo. Sin inmutarse, atacó primero, chocando su kukri contra la hoja de una de las asari. La omnihoja crujió bajo la fuerza del impacto antes de quebrarse en pedazos, incapaz de resistir el poder del Spartan. En un movimiento fluido, alzó su magnum con intención de acabar con ella.

Sin embargo, la otra comando reaccionó rápidamente. Su mano libre se envolvió en energía cinética, y con un golpe directo al torso de Maverick, lo lanzó varios metros hacia atrás. Aunque su armadura absorbió parte del impacto, el golpe fue lo suficientemente fuerte como para hacerlo sentir. Maverick aterrizó con un ruido seco, su cuerpo amortiguado por la robustez de su traje, pero no tuvo tiempo para recuperar el aliento.

La asari ya estaba formando una nueva omnihoja, mientras ambas avanzaban hacia él con precisión implacable. Maverick levantó su magnum para defenderse, pero una onda de energía oscura lo desarmó, arrancando el arma de su mano y lanzándola lejos. Ahora eran ellas quienes tomaban la iniciativa, alternando entre ataques bióticos y feroces embestidas cuerpo a cuerpo.

Los movimientos de las asari eran rápidos, fluidos, como un torbellino calculado de precisión y agresión. Maverick, sin embargo, no era alguien que pudiera ser superado con facilidad. Con un giro ágil, esquivó un golpe lateral dirigido a su cabeza, contrarrestando con un movimiento de su kukri que destrozó otra omnihoja. Sus movimientos eran precisos, cada ataque dirigido a debilitar la postura de sus enemigas.

A pesar de la desventaja numérica, el Spartan mantenía el control, adaptándose con precisión letal al ritmo frenético del combate. La batalla cuerpo a cuerpo era un espectáculo de fuerza y habilidad, con cada movimiento calculado como si se tratara de una danza mortal. Las asari intentaban atraparlo constantemente, levantando pequeños campos de masa para inmovilizarlo, pero Maverick no cedía terreno. Con movimientos ágiles y contundentes, disipaba la energía oscura antes de devolver los ataques con golpes devastadores.

Su kukri, como una extensión de sí mismo, encontró su objetivo en el costado de una de las comandos. La hoja cortó con precisión, rompiendo su postura y obligándola a retroceder tambaleándose. De la herida brotó sangre violeta que se deslizó por su armadura, dejando un rastro que manchaba el suelo metálico.

Sin embargo, las asari no retrocedieron. Su combinación de ataques físicos y bióticos seguía manteniendo la balanza en una tensa igualdad. Confiaban en la burbuja de energía oscura que rodeaba el combate, un campo diseñado para debilitar a Maverick y limitar sus movimientos. Pero, para su desconcierto, el Spartan parecía resistir el efecto, como si sus límites estuvieran más allá de lo que podían calcular.

Maverick sabía que cada segundo que pasaba enfrentándolas era un segundo más que su equipo debía lidiar con Benezia. No podía darse el lujo de alargar el enfrentamiento. Sus movimientos se volvieron más rápidos, más precisos, impulsados por la urgencia de terminar la pelea.

De repente, Dot apareció en su HUD, flotando a un costado con una expresión de urgencia.
—Seis, el Nexus-X ha absorbido suficiente energía. Voy a liberarla. Aprovecha el momento —dijo con tono apresurado antes de desaparecer.

Maverick comprendió al instante. Este era el final.

Las dos comandos, sincronizadas como un solo ente, embistieron con ferocidad. Sus omnihojas brillaban con un calor cegador mientras dirigían sus ataques hacia el centro de su torso. Sin embargo, el Spartan reaccionó con un giro suave y calculado, esquivando ambos ataques con una facilidad que parecía imposible. En un solo movimiento, el filo de su kukri destrozó las omnicuchillas, desarmándolas al instante.

Pero las asari no se detuvieron. Sin inmutarse por la pérdida de sus armas, generaron campos de masa en sus manos, energía oscura chispeando como si estuviera viva. Con determinación, lanzaron sus ataques directos al Spartan, convencidas de que la apertura que había dejado sería su ruina.

En ese preciso instante, los escudos de Maverick brillaron con una intensidad cegadora, desintegrándose en el proceso. El pulso emitido no solo anuló los campos de masa que habían preparado, sino que también desorientó a las dos comandos. La luz las envolvió, cegándolas momentáneamente mientras intentaban reorientarse.

Pero ese brillo fue lo último que vieron. Con una velocidad y fuerza sobrehumanas, el kukri de Maverick atravesó sus cuerpos en un movimiento fulminante. El filo rompió sus barreras con facilidad, seguido por el colapso total de la burbuja de energía oscura que las había rodeado durante el combate.

Las dos comandos cayeron simultáneamente, sus cuerpos impactando el suelo con un sonido sordo que marcaba el final del enfrentamiento. Maverick permaneció de pie por un momento, su respiración pesada llenando el silencio que había dejado la batalla. Su mirada se alzó, enfocándose al otro lado del laboratorio, donde la imponente figura de Benezia seguía controlando el campo de batalla con una presencia casi sobrehumana.

Sin perder tiempo, Seis apretó los dientes, recogió su magnum del suelo y comenzó a avanzar con pasos decididos hacia ella.

—Seis, la descarga que usaste drenó tus escudos. No te confíes. Otra maniobra como esa podría dañar los sistemas de tu armadura —advirtió Dot, apareciendo brevemente en su visor. Su tono era firme, cargado de urgencia.

Maverick asintió de forma casi imperceptible, y con un movimiento ágil, saltó sobre las escaleras que conectaban las distintas plataformas del laboratorio. Cayó con fuerza directamente sobre un geth que había logrado acercarse demasiado a Ashley. El impacto aplastó al inorgánico bajo su peso y destrozó su sistema con un crujido metálico.

Ashley, sorprendida por la repentina intervención, giró rápidamente hacia él. A pesar del estrés evidente en su rostro, marcado por gotas de sudor y una tensión palpable, una sonrisa burlona se asomó.

—Por fin llegas. Pensé que te habías acobardado, grandote —dijo con tono jocoso, antes de volver al combate, su atención centrada en los geth que continuaban avanzando en oleadas implacables.

A pesar del caos que reinaba a su alrededor, la atención de Maverick se desvió hacia la verdadera amenaza. En la entrada del laboratorio, Shepard y Liara estaban enfrentando a Benezia en un combate feroz.

Kaidan yacía inconsciente, un resultado de la onda expansiva inicial de la matriarca. Su cuerpo era utilizado como un escudo por la matriarca, quien manipulaba al hombre con sus habilidades bióticas, obligándolo a interponerse entre sus ataques y las dos bióticas que intentaban enfrentarse a ella. Liara luchaba con una mezcla de desesperación y determinación, sus movimientos tensos reflejaban el conflicto interno que le causaba enfrentar a su madre. Shepard, por su parte, se movía con la precisión de un soldado experimentado, pero incluso ella estaba siendo abrumada por la intensidad de los ataques de Benezia.

Desde la pasarela, Wrex resistía con fiereza, su armadura roja marcada por numerosos impactos y cortes. Estaba rodeado por geth de tamaño cada vez mayor, que parecían atacar en una cadena interminable. A pesar de las heridas visibles, el krogan rugía y se lanzaba contra los enemigos como una fuerza de la naturaleza, negándose a ceder.

En otra parte del laboratorio, Garrus estaba en el suelo, su abdomen perforado por balas que habían atravesado las placas derretidas de su armadura, dañadas previamente por el ácido de las larvas Rachni. Tali estaba a su lado, trabajando frenéticamente para administrarle medigel mientras intentaba mantener su enfoque dividido entre los cuidados y el apoyo a los demás. Sus movimientos eran rápidos, pero su nerviosismo era evidente, y cada vez parecía más al límite.

Cuando Tali alzó la vista y vio a Maverick acercándose con determinación, sus ojos brillaron con una mezcla de alivio y esperanza. Era como si su sola presencia representara una chispa de posibilidad en medio del caos. Sin decir una palabra, Seis ajustó el agarre de su magnum y su kukri, listo para retomar el control de la situación y equilibrar la balanza en favor de su equipo.

Sin más contemplaciones, cargó directamente hacia Benezia, con sus disparos apuntando al centro de la figura de la matriarca. Las balas impactaron en sus barreras bióticas, que chisporrotearon bajo la presión, pero no cedieron. Sorprendentemente, la asari no mostró signos de fatiga o debilidad, su mirada seguía siendo feroz y calculadora.

Maverick no se detuvo. Cerró la distancia en un parpadeo, combinando ataques rápidos con su magnum y cortes precisos con su kukri en una danza letal de acero y balas. Benezia soltó a Kaidan, lanzándolo contra Shepard y Liara. Respondió con movimientos ágiles, esquivando y bloqueando con su biótica, mientras sus ataques creaban ondas de energía que desgarraban el suelo a su alrededor.

—¡Maldita bestia, voy a acabar contigo! —rugió Benezia, levantando su mano con un gesto amplio. En sus palmas, comenzaron a formarse campos de masa, oscuros y pulsantes, que crecían con una intensidad alarmante. Era evidente que estaba preparando un ataque devastador, uno que podía cambiar el curso de la batalla.

Maverick, sin detenerse a pensarlo dos veces, lanzó su kukri a toda velocidad, replicando la técnica que había utilizado contra la comando en el centro médico. El cuchillo voló hacia Benezia con una precisión mortal, pero esta vez, la matriarca lo previó. Con un movimiento rápido, esquivó el arma, que se incrustó en la pared detrás de ella con un sonido metálico.

Sin dudar, la matriarca desató la ráfaga de energía a quemarropa. La onda biótica era tan poderosa que las luces del laboratorio parpadearon, y un zumbido eléctrico resonó en el aire, marcando la carga masiva del ataque. El Spartan, con escudos ya drenados y sin tiempo para escapar, hizo lo único que podía.

Extendió su mano corrompida hacia la onda. Azrael vibró y se tensó, como si intentara resistir la tremenda energía oscura. Maverick sintió un dolor agudo recorrer su brazo mientras las garras metálicas de su extremidad crujían bajo la presión. Sabía que absorber el ataque sería demasiado peligroso. Con un esfuerzo titánico, desvió la energía hacia la pasarela cercana.

La onda chocó contra la estructura metálica, arrancando una explosión masiva. Wrex, quien estaba en la línea de fuego, tuvo que lanzarse al suelo para evitar el impacto. La pasarela, debilitada por la energía liberada, comenzó a derrumbarse mientras un torrente de masa engullía a los geth que la ocupaban. El krogan, cubierto de heridas y salpicado de proyectiles, se levantó con dificultad, arrastrándose fuera del área antes de que los escombros cayeran sobre él.

El laboratorio quedó en silencio por un instante. Todos, tanto aliados como enemigos, quedaron boquiabiertos ante la magnitud del ataque. Maverick, ahora de rodillas, exhalaba con dificultad, su cuerpo mostrando signos claros de agotamiento. Azrael había logrado resistir el impacto sin absorberlo completamente, pero las consecuencias eran visibles: su mano liberaba humo, y el dolor persistía como un recordatorio de lo cerca que había estado del límite.

El metal viviente comenzó a repararse rápidamente, regenerándose como si nada hubiera ocurrido, pero el Spartan aun sentía el dolor como un remanente del ataque. La matriarca Benezia, a pesar de su demostración de poder, ahora miraba a Maverick con una mezcla de asombro y rabia contenida. El hombre había desafiado lo que ella creía imposible, y eso la enfurecía aún más.

Sin perder un segundo, el equipo rodeó a la matriarca, cerrando filas con determinación. Tali avanzó con su escopeta en alto, apuntando directamente al pecho de Benezia. Al pasar junto a Maverick, lo tomó por el costado con ambas manos, intentando ayudarlo a moverse hacia un lugar seguro. Aunque su pequeño cuerpo apenas podía soportar el peso del Spartan, con algo de ayuda por su parte logro llevarlo junto a Garrus, quien seguía presionando su herida en el estómago, su armadura manchada de sangre.

—Hola, Mav. ¿Día duro en el trabajo, no? — bromeó el turiano con una sonrisa descarada, incluso mientras tosía ligeramente.

Tali fulminó a Garrus con la mirada, aunque Seis soltó una risa breve, sentándose junto a el mientras intentaba recuperar el aliento —Quédate aquí, Maverick. Ahora vuelvo —dijo la quariana con un tono que intentaba ser firme, aunque su voz temblaba ligeramente a través del modulador. El Spartan asintió, agradeciendo silenciosamente el gesto.

Antes de retirarse, ella lo observó por unos instantes, sus ojos ocultos detrás del visor parecían reflejar una mezcla de preocupación y algo más, pero finalmente volvió con el equipo para unirse al enfrentamiento.

Maverick dejó escapar un largo suspiro y se recostó ligeramente contra la pared metálica.

—Espero que no me pidan hacer ese truco de nuevo, a menos que quieran juntar mis partes después —bromeó con voz cansada, aunque con un toque de humor seco.

Dot apareció en su HUD, proyectando su figura holográfica a su costado. Esta vez, su semblante carecía de los usuales toques de sarcasmo o ligereza. Su presencia era más serena, casi reconfortante, como si entendiera que su amigo necesitaba un momento de calma.

Garrus, sin embargo, no pudo resistirse.

—Bueno, la verdad, ese fue un espectáculo. Ahora entiendo porque es tan rara tu mano —comentó mientras revisaba su rifle de precisión, colocándolo a su costado— Aunque también podría servir para rascarte el trasero, que no lo veo mal siendo sicnero—

El turiano soltó una risita mientras daba un ligero golpe en el hombro de Maverick, quien permanecía en silencio, su atención fija en el enfrentamiento que se desarrollaba a pocos metros. Sus ojos se clavaron en la figura de Benezia, su cuerpo biótico aún brillando con el tenue resplandor púrpura de su ataque anterior. Aunque no podía escuchar claramente lo que decían, la imagen de la matriarca era suficiente para deducir su estado. El último ataque había dejado un costo visible. Sus implantes probablemente se habían dañado, y los amplificadores, si no explotado, estaban al borde del colapso. Sin embargo, su resistencia era admirable; pocos bióticos podrían crear un ataque de tal magnitud sin pagarlo con sus vidas. Lamentablemente, aun menos lograrían sobrevivir tras lanzarlo.

La asari comenzaba a caerse, teniendo que apoyarse contra la pared, aun hablando con el equipo. Maverick trató de enfocarse, pero un persistente zumbido estático llenaba sus oídos, haciendo que las palabras a su alrededor se perdieran en una niebla confusa.

—Se te quitará en un rato, tranquilo. Me aseguré de que nada resultara dañado —comentó Dot desde su lugar, aún acompañándolo. Esta vez, estaba acostada sobre las piernas de Maverick, observando el techo con aparente distracción.

Él no respondió, pero el peso de su mirada, más relajada, indicó que apreciaba su presencia. Su voz, suave y tranquilizadora, logró calmarlo ligeramente. Aunque el dolor persistía y la estática aún lo ensordecía parcialmente, el simple hecho de que Dot estuviera allí, incluso en un gesto tan mundano como acostarse en sus piernas, le hacia sentir a salvo. El Spartan exhaló lentamente, permitiéndose unos segundos para procesar todo antes de volver al combate. Su cuerpo había dado lo que debía dar para cumplir su objetivo; proteger al equipo.

Maverick dejó que el peso del cansancio lo venciera momentáneamente, apoyándose contra la fría superficie metálica de la pared. Su respiración era pesada, medida, como si cada inhalación fuera una lucha entre su cuerpo exhausto y su férrea voluntad de continuar. Por unos instantes, el mundo se redujo al zumbido en sus oídos, el dolor persistente en sus músculos, y el latido irregular de su corazón, aún acelerado por la adrenalina. Incluso Garrus, normalmente rápido con sus comentarios mordaces, percibió que su compañero necesitaba el momento de silencio y optó por respetarlo.

Sin embargo, la tranquilidad efímera se rompió abruptamente. Un estruendo mecánico resonó en el laboratorio, seguido por un silbido agudo de vapor y el retumbar metálico de mecanismos poniéndose en marcha. Maverick abrió los ojos de golpe, sus reflejos activándose al instante, mientras su mirada se clavaba en la fuente del sonido.

Frente a él, el enorme contenedor que albergaba al imponente Rachni comenzó a liberar una densa niebla al abrirse. Las gruesas puertas de cristal y metal se desplazaron lentamente, dejando escapar un frío vapor que serpenteaba por el suelo y cubría la estancia en una atmósfera helada y ominosa. Cada engranaje que giraba parecía un golpe de tambor anunciando algo monumental.

Maverick gruñó mientras intentaba levantarse. Sus músculos protestaban con cada movimiento, el agotamiento tratando de aferrarlo al suelo como un ancla invisible. A pesar del dolor, apoyó una mano en la pared para impulsarse hacia adelante. Su mirada, fija en el contenedor, era dura, calculadora. Sabía que no podían permitirse más sorpresas.

—¿Qué mierda estarán haciendo ahora? —gruñó Garrus, rompiendo el silencio con exasperación mientras usaba su rifle de precisión como apoyo para levantarse. A pesar de su evidente cansancio, el tono sardónico del turiano apenas enmascaraba su preocupación.

Maverick no respondió de inmediato, pero desvió su atención hacia Kaidan, quien estaba cerca, todavía tambaleándose ligeramente. El biótico presionaba sus dedos contra las sienes, su rostro tensado en una mueca que delataba un dolor persistente mientras intentaba recuperar la orientación.

Sin vacilar, Seis se acercó a él y colocó una mano firme en su hombro. A pesar de la fuerza contenida en el gesto, sus palabras fueron mesuradas, pero impregnadas de urgencia.

—Algo está pasando. Tenemos que movernos. Ahora. —Su tono era bajo, pero firme, cargado de la autoridad natural que siempre llevaba consigo.

Kaidan levantó la mirada, su expresión marcada por el esfuerzo de mantenerse en pie. Sus ojos mostraban cansancio, pero también una chispa de determinación que aún brillaba en algún rincón de su ser. Durante un breve momento, pareció evaluar la situación, procesando lo que sucedía a su alrededor. Finalmente, asintió.

—Estoy contigo —respondió, agarrando su rifle de asalto. Su movimiento fue lento al principio, tambaleante, pero logró encontrar el equilibrio suficiente para estabilizarse. Con un último ajuste al arma en sus manos, Kaidan enderezó los hombros, listo para continuar.

El trío avanzó con cautela, sus pasos resonando en el laboratorio ahora sumido en un inquietante silencio, roto solo por el zumbido lejano de la maquinaria. El cuerpo inerte de Benezia yacía en el suelo, sus rasgos rígidos y su postura torcida revelando que finalmente había sucumbido a los daños internos.

—Qué horrendo...Tuvieron suerte de no haber escuchado su conversación —comentó Garrus, su voz baja y teñida de culpa mientras apretaba el abdomen, intentando ignorar sus propias heridas.

Maverick no respondió. Sus ojos se posaron en su kukri, que seguía clavado en una pared cercana. Se desvió momentáneamente para recuperarlo, arrancando la hoja con un movimiento firme y devolviéndola a su vaina con un giro preciso.

Finalmente, llegaron a la escalera que conducía a un nivel superior. Subieron con pasos pesados, cada movimiento un recordatorio de las batallas que acababan de enfrentar. Pero lo que encontraron al llegar los detuvo en seco.

La comando asari que Maverick había enfrentado antes estaba de pie. Su abdomen mostraba un agujero evidente, y un profundo corte desgarraba su costado, dejando al descubierto tejido quemado y retorcido. A pesar de las heridas mortales, hablaba con el equipo de Shepard como si nada hubiera pasado.

La escena era surrealista, tanto que ninguno de los tres supo cómo reaccionar al principio. Pero el entrenamiento militar tomó el control rápidamente, y todos alzaron sus armas en un movimiento sincronizado, apuntando directamente hacia la asari. Sus dedos tensos descansaban en los gatillos, listos para disparar a la primera señal de hostilidad.

—¡Bajen las armas! —ordenó Shepard con firmeza, su tono cortante detuvo cualquier intento de disparo inmediato. Maverick, Garrus y Kaidan intercambiaron miradas rápidas, pero no relajaron sus posturas. La figura de la asari, de pie a pesar de las heridas grotescas, era suficiente para mantenerlos en alerta máxima.

—¿Qué está pasando aquí? —gruñó Maverick, su magnum aún firmemente apuntada hacia el centro del pecho de la comando. El característico violeta de la sangre que goteaba de sus heridas le daba un aspecto inquietantemente vivo, a pesar de que su cuerpo debería estar colapsado.

Shepard levantó una mano hacia ellos, pidiendo calma, mientras giraba ligeramente hacia la asari.
—Está bajo el control del Rachni Reina. No es hostil...ahora —dijo, enfatizando la última palabra con un tono que denotaba prudencia.

Maverick frunció el ceño tras su visor, bajando ligeramente su arma, aunque no la guardó.
—¿Eso lo dices porque lo crees o porque te lo dijo? —replicó con una mezcla de incredulidad y precaución.

Antes de que Shepard pudiera responder, la asari habló, pero no con su propia voz. Era un sonido gutural y melódico, como si varias voces se entrelazaran en un coro extraño, resonando más allá del oído, directamente en las mentes de quienes la escuchaban.

—No deseamos más conflicto. Esta forma fue usada para comunicar. No hay intención de agresión. Solo buscamos...sobrevivir—

Las palabras, cargadas de un peso antinatural, provocaron un escalofrío que recorrió la espina dorsal de cada miembro del equipo. Era imposible ignorar la calma inquietante que emanaba de la criatura. Aunque la desconfianza seguía presente, el trio, tomando las palabras de Shepard y de aquel ser, comenzó a bajar lentamente sus armas, aunque ninguno quitó la mirada de la asari.

Todo era extraño, demasiado para los estándares del equipo, pero el hecho de que la Rachni Reina ya estuviera libre hacía evidente que sus opciones eran limitadas. Incluso si quisieran, no podrían revertir lo que ya estaba hecho. Maverick apretó ligeramente los labios detrás de su visor antes de bajar su magnum, aunque mantuvo la mano cerca del arma, preparado para cualquier eventualidad.

Pero de manera inesperada, en cuanto bajaron sus armas, Shepard y su equipo rompieron la tensión. En lugar de quedarse en su posición, corrieron hacia ellos, ignorando por completo a la asari controlada, como si hubieran estado conteniéndose todo este tiempo. La espectro fue la primera en llegar, sus pasos firmes y su rostro serio.

—¿Están bien? ¡Debían quedarse donde estaban! —reprendió Shepard, su voz cargada de preocupación y frustración, como si la discusión anterior no hubiera sucedido, cambiando por completo aquella expresión conciliadora y serena. Sus ojos evaluaron rápidamente las heridas visibles, escaneando cada detalle para asegurarse de que no había daños mayores.

Ashley no perdió tiempo. Fue directo hacia Kaidan, agarrándolo por los hombros y sacudiéndolo con fuerza, su rostro una mezcla de enojo y alivio.
—¡Idiota! No vuelvas a quedarte inconsciente, ¿me oyes? —gritó. Aunque su tono era duro, el temblor en su voz traicionaba la preocupación que trataba de ocultar. Kaidan, todavía pálido y con los ojos vidriosos, apenas logró murmurar una disculpa mientras luchaba por mantener el equilibrio.

Con Garrus, Shepard fue igual de directa, aunque con un toque más severo. Alzando la voz, señaló el daño visible en el abdomen del turiano, tomándolo del borde de su caparazón, acercándolo hacia ella con mirada molesta, aunque un destello de genuina preocupación se le escapaba en cada silaba.
—Te expusiste demasiado en el flanco, Garrus. No permitiré bajas en mi equipo, ¿Escuchaste? —dijo, señalándolo con un dedo acusador, su tono tan cortante como su mirada.

Garrus, lejos de molestarse, soltó una risa entrecortada, apoyándose en su rifle como si necesitara ayuda para mantenerse de pie.
—Sí, sí...lo que digas, Shepard. Pero, oye, sigo aquí para escuchar tus regaños, así que no todo está perdido— dijo, con una sonrisa ladina. Apretando con una mano la herida de su estomago, aun si no era necesario por el medigel administrado.

Mientras tanto, Tali encontró a Maverick, y su reacción fue completamente distinta. Sin mediar palabra, corrió hacia él y lo envolvió en un abrazo inesperado, sus delgados brazos rodeándolo con fuerza. Su figura, mucho más pequeña en comparación con el Spartan, casi lo desequilibró por la intensidad del gesto.

—¡Keelah! Maldito bosh'tet, no vuelvas a hacer algo así jamás —dijo con voz temblorosa a través de su modulador. Sus palabras salieron rápidas, atropelladas, como si temiera no poder decir lo suficiente. A pesar de su delgada complexión, el agarre de la quariana era sorprendentemente fuerte, como si temiera que Maverick pudiera desaparecer en cualquier momento.

El Spartan, claramente sorprendido, tardó un momento en reaccionar. Finalmente, levantó un brazo, devolviéndole el abrazo con cuidado, su movimiento rígido al principio, pero genuino.
—Lo siento, Tali. No quería preocuparte...pero no tenía opción —dijo con voz baja, cargada de cansancio, pero sincera.

Tali permaneció aferrada a él durante unos segundos más, su casco inclinado hacia el pecho de Maverick mientras apretaba con fuerza la armadura. Fue un momento breve, pero para ella, suficiente para recobrar algo de calma. Sin embargo, el instante fue interrumpido por la llegada de los demás miembros del equipo, quienes comenzaron a acercarse al Spartan con diferentes reacciones.

Ashley, aún irritada pero agradecida, pasó junto a ellos y lanzó una mirada curiosa a Tali antes de volver a concentrarse en Kaidan. Garrus, por su parte, observó el intercambio con una sonrisa burlona, aunque su postura todavía mostraba el agotamiento de la batalla.
—Bueno, al menos alguien aquí sabe cómo recibir héroes adecuadamente —comentó Garrus con su característico tono sarcástico, lo que le gano otra mirada por parte de Shepard.

—Tu salvaste al aire de recibir un tiro, y solo por ser un arrogante—

Maverick, aún con el brazo alrededor de Tali, simplemente los miró y negó con la cabeza, dejando escapar una leve risa. Ahora era Wrex quien se acercaba, aun con su armadura completamente destruida, mantuvo el andar pesado y su imponente figura característicos. El krogan colocó una mano firme sobre el hombro de Seis. Su sonrisa, cargada de respeto y aprobación, dejaba al descubierto sus colmillos.

—Buen trabajo, Spartan —Fue todo lo que dijo, pero no necesitaba más. Su gesto transmitía más de lo que las palabras podían abarcar. Con un asentimiento brusco, volvió a centrarse en la situación, observando el laboratorio y los restos de la batalla. Aunque su cuerpo seguía adolorido y cada fibra de su ser pedía descanso, el simple hecho de ver a sus compañeros vivos y luchando por mantenerse de pie le proporcionó una calma que no había sentido en mucho tiempo.

Shepard fue la última en acercarse, caminando con su característico paso decidido. Sin decir nada al principio, levantó una mano y golpeó suavemente la parte superior del casco, como lo haría con un viejo camarada.
—Bien hecho, Maverick. Pero la próxima vez, avísame antes de intentar algo tan suicida —dijo con una mezcla de exasperación y aprobación. Aunque su expresión se mantenía seria, sus ojos viajaban entre la mano del Spartan y su rostro, como si estuviera procesando lo que acababa de presenciar, sacando sus propias conclusiones sobre lo que había sucedido en el combate.

Maverick asintió lentamente, dejando escapar una sonrisa cansada. Las palabras de Shepard, combinadas con los gestos de los demás, le ofrecieron un raro momento de calidez y compañerismo. Por un instante, el peso de la batalla pareció desvanecerse, reemplazado por la certeza de que habían logrado sobrevivir una vez más.

Sin embargo, no todos compartían ese breve alivio. Desde un rincón del laboratorio, Liara permanecía apartada, con la mirada perdida en el vacío. No estaba llorando, y su expresión no mostraba tristeza exactamente. Más bien, parecía atrapada en un remolino de pensamientos y emociones que la mantenían distante del resto. Las últimas palabras de su madre habían evitado que se hundiera en el lamento, pero había un pesar en su pecho que no podía ignorar, un peso invisible que parecía drenarle las fuerzas.

Tali, al notar la ausencia de Liara, soltó suavemente el abrazo de Maverick. Con pasos medidos y cautelosos, se dirigió hacia la joven asari que permanecía apartada del grupo, su casco inclinado como si el peso de sus pensamientos la mantuviera encorvada. Seis la siguió con la mirada, sintiendo una mezcla de cansancio y empatía. Sabía que, después de todo lo ocurrido, algunos miembros del equipo necesitaban más tiempo para procesar lo que habían vivido.

El Spartan dejó escapar un suspiro y tomó asiento sobre una caja metálica cercana. Apoyó los codos en las rodillas, inclinándose ligeramente hacia adelante mientras dejaba que su cuerpo, aún adolorido, intentara recuperar algo de fuerza. Observaba al resto del equipo mientras se recuperaban, algunos limpiando sus armas, otros revisando sus heridas. A pesar del caos y el dolor, el simple hecho de que todos estuvieran vivos era una pequeña victoria, una que no pasaba desapercibida para él.

Shepard se le acercó, su paso firme y decidido, pero su rostro reflejaba un cansancio que no podía ocultar. La pelirroja se detuvo frente a Maverick, aunque no se sentó. Él la miró de reojo, pero su disciplina lo obligó a levantarse de inmediato, manteniendo la formalidad frente a su comandante.

—Escucha, después hablaremos con calma en la reunión. Pero hay algo que necesito explicarte ahora. Ya se lo comenté a Kaidan y a Garrus —dijo Shepard, cruzando los brazos mientras lo observaba con una mezcla de seriedad y camaradería.

Maverick permaneció en silencio por unos segundos, procesando la implicación de sus palabras. Finalmente asintió con un leve movimiento de cabeza, indicando que estaba listo para escuchar. Lo que siguió fue una explicación detallada de lo sucedido, de los próximos pasos y de lo que se esperaba de todos ellos en esta misión que, aunque parecía eterna, estaba llegando a su clímax.

Cuando terminó, Seis bajó la mirada con cierto cansancio reflejado en su postura.
—Parece que ahora nos toca un exterminio completo antes de poder largarnos de aquí —dijo, con una voz ligeramente exasperada, aunque aún controlada.

Shepard asintió, comprensiva. Sabía que todos estaban agotados física y mentalmente.
—Sí, pero ya se hizo lo que debía hacerse. Y, siendo honesta, Liara está muy afectada. Apenas tuvo tiempo para procesar la muerte de su madre antes de que todo lo de la reina Rachni ocurriera —Shepard desvió su mirada hacia la asari, que ahora hablaba en voz baja con Tali, su postura aún reflejando tristeza.

Maverick siguió la mirada de su comandante, sus ojos enfocándose en las dos mujeres al otro lado de la sala. Tali parecía estar haciendo todo lo posible por consolar a Liara, usando su presencia tranquila para intentar aliviar parte del peso que cargaba la joven. La forma en que la quariana gesticulaba y ladeaba ligeramente su casco no pasó desapercibida para Shepard, ni tampoco la manera en que Maverick parecía observarla con especial atención.

La pelirroja recuperó el tono ligero que solía adoptar cuando trataba de romper tensiones. Sonrió con un toque de burla amistosa y golpeó ligeramente el hombro del Spartan con camaradería.
—Bueno, si puedo darte un consejo sin saber mucho de estas cosas...Tienen química. Pero intenten no pasarse. Hay que ser profesionales —dijo, su voz mezclando una broma ligera con una preocupación genuina.

Seis no respondió. En parte porque no estaba completamente seguro de a qué se refería Shepard, y en parte porque no sabía cómo responder a algo así. La pelirroja lo observó por un segundo más, con una leve sonrisa que no alcanzó sus ojos, antes de girarse y volver con el equipo. Se unió a Ashley para revisar las heridas y los recursos restantes, asumiendo nuevamente el papel de líder mientras ayudaba a estabilizar a los suyos.

Maverick volvió a sentarse en la caja, dejando que el silencio lo envolviera por un momento más. Sin previo aviso, Dot apareció flotando a su lado, su figura proyectada con un semblante animado y amigable.
—Buen trabajo ahí, Seis. Aunque debo admitir, verte tan perdido con ese comentario de Shepard fue bastante divertido —La IA sonrió ampliamente, su tono alegre intentando disipar algo del peso que aún quedaba en el ambiente.

Soltando un profundo suspiro, dejo que su espalda chocara con la pared, ignorando lo que sucedía a su alrededor. Mirando el techo fijamente durante unos segundos, distintos momentos rondaron la cabeza de Seis. Alzo su mano derecha, los dedos convertidos en grotescas garras afiladas, el metal palpitando como si estuviera vivo. Aun con asco en sus ojos, no podía evitar que un pensamiento en particular se le formara:

«¿Que me hubiera pasado sin esta cosa?»