Almendras amargas

7

Shawford

sur de Wessex, Inglaterra

1606

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Un grupo de soldados llegó a la posada "El caballo blanco" deteniéndose en la taberna del lugar al caer la tarde. Regresaban al poblado ubicado cerca de la Iglesia de la Colina del Oeste (o West Hill en el futuro), luego de una misión exitosa, ayudando a combatir a los bandoleros que llevaban meses fastidiando a las pequeñas comunidades ubicadas entre Winchester y Southampton desde hacía varios meses.

—¡Pasaremos la noche en este lugar! —anunció un soldado rubio de cabello alborotado quien lideraba al grupo— Está haciéndose tarde y no es seguro cabalgar de noche.

—Con todo y que nos hemos desecho del grupo de bandoleros, continuamos desconfiando de los caminos a la ciudad —añadió otro algo molesto.

—Acabamos con una parte de ellos —aclaró el soldado rubio bajando del caballo de un salto seguido de los demás—, debemos encargarnos del resto en breve, pero esta noche es para descansar y festejar.

El líder del grupo bajó del caballo sintiendo que sería mejor volver a casa enseguida, a pesar de la oscuridad a su alrededor, algo dentro de él le decía que continuara el camino. Sin embargo, ignoró el sentimiento yendo detrás de sus compañeros de armas tratando de recomponerse y enfocándose en relajarse un poco esa noche. Todo estaba bien en casa, se decía dirigiendo sus pasos al interior de la posada.

La compañía de seis soldados busco una mesa vacía dentro del concurrido lugar ordenando cervezas y demás bebidas dispuestos a festejar la aplastante victoria que se le atribuía al capitán de la compañía: el soldado rubio quien respondía al nombre de Warwick, preferiblemente a su nombre de pila. El joven alto, fornido, de cabellos rubios alborotados, rasgos afilados y espesa uniceja, celebraba alegremente bebiendo y cantando seguido de los demás quienes se sentían felices esa noche.

—¡No es solo mi victoria! —decía en voz alta— ¡Es de toda la compañía de la Colina Oeste!

El grupo de soldados ovacionaron, levantando sus tarros de madera y cantando a todo pulmón coplas de victoria, mientras alguien los observaba desde una mesa ubicada al otro lado del salón. Esa persona puso sus ojos sobre el joven soldado rubio mostrándose muy interesado en él.

Pernath analizaba la escena desde su posición, valiéndose de sus habilidades como espectro y sin que nadie le prestará atención, apartando un poco un tarro vacío delante de él. Iba cubierto de la cabeza a los pies con una capa con capucha oscura, sus ojos verdes tenían un brillo escarlata espectral cuya intensidad aumentaba conforme repasaba a su futuro objetivo frente a él. Necesitaba a un hombre alto y robusto para poder llevar a cabo un proceso ancestral y, la buena fortuna, le permitió encontrar al indicado esa noche dejando pasar otra serie de posibles candidatos que se ajustaban al perfil deseado.

El joven soldado Warwick festejaba alegremente, ignorante de que su verdugo lo tendría en la mira de ahí en adelante.

La compañía festejó bebiendo sin parar hasta muy entrada la madrugada, quedándose dormidos en la mesa uno detrás de otro, pasaron un par de horas tal vez sin escuchar la voz de un hombre que anunciaba algo urgente y gritando lo mas que le daba la garganta tratando de llamar la atención de los borrachos dentro de la taberna.

—¡Un incendio, incendio!

—¿Que…? —el soldado rubio levantó la cabeza pesadamente al percibir cómo la escandalosa voz del hombrecillo le llegaba hasta lo profundo de su persona.

—¡La ciudad en la colina Oeste arde en llamas!

Al soldado rubio le costó entender lo que el hombre plantado en la entrada de la taberna decía, así como a los demás clientes del lugar quienes poco a poco levantaban las cabezas mostrándose consternados al comprender que había un peligro en la ciudad vecina. Los temores del joven soldado se materializaron de la forma mas cruel e inesperada haciendo lo posible por razonar la información lo mas rápido posible.

—Incendio… —pensó Pernath, quien aún se mantenía en su posición sonriendo para sí mismo— Esta es la oportunidad que buscaba —sus ojos volvieron al joven soldado rubio quien, a tropezones, logró levantarse y con pasos rápidos logró llegar hasta la entrada.

—¡Repite lo del incendio! —ordeno molesto al hombrecillo que gritaba cogiéndolo por el cuello de la camisa.

—Aún no se sabe como inicio, pero la ciudad está ardiendo en llamas desde hace horas.

—¡Hay que salir de aquí cuanto antes! —ordeno a su compañia quienes parecían recuperarse de la resaca de forma rápida saliendo del local para buscar sus caballos.

No solo ellos, si no varios hombres del lugar, montaron sus caballos emprendiendo el camino hasta el pequeño poblado ubicado aun a varios minutos de ahí. No les importó que estuviera demasiado oscuro ni la seguridad del recorrido.

Lo único en la mente del soldado rubio, eran sus padres ancianos y otro familiar quien vivía con ellos, forzando al animal a ir más rápido, lo más rápido que le dieran las patas sintiendo culpa por haber parado en esa taberna en lugar de volver a casa enseguida.

Al mismo tiempo, Pernath se valía de sus habilidades como espectro para darle alcance, el éxito de su plan radicaba en abordar al rubio en su momento de mayor vulnerabilidad.

Lamentablemente no consiguieron llegar a tiempo para ayudar en gran cosa, la compañía de soldados, junto con los habitantes de la ciudad y la guardia interna, pasaron el resto de la madrugada llevando agua desde el río hasta la zona del desastre. Al amanecer, gran parte del poblado quedó reducido a escombros y cenizas.

Warwick, el soldado rubio, se dejó caer frente a lo que fue su antigua casa sin poder creer que había perdido todo lo que poseía. La construcción no era más que escombros que olían a madera quemada arrepintiéndose profundamente de no haber vuelto a casa cuanto antes. Entre las vigas caídas del techo, las paredes quemadas y el desastre en general, logró encontrar los restos de tres cuerpos haciéndolo irse al suelo de rodillas.

Las únicas tres personas que le importaban en el mundo perecieron calcinadas. No quería cuestionarse cosas como ¿por qué no salieron de la casa a tiempo y que ocurrió durante el evento? Entre otras dudas que se iban generando en su cabeza y, cuya respuesta ya no sería posible obtener. No pudo contener las lágrimas furiosas que se escaparon de sus ojos a mares mezcladas con una ira incontrolable hacia sí mismo.

—Estupido… estúpido —se decía golpeando el suelo de madera quemada bajo su cuerpo—. Debí volver anoche, no hubiéramos podido evitar que la casa se volviera cenizas, pero, al menos, estarían vivos.

Varios pasos más allá, camuflageado entre el vaivén de la gente, Pernath observaba la escena ayudado por su capucha negra, logrando pasar desapercibido a los ojos de todos, decidió dar un poco de espacio al soldado rubio ya que tampoco era el momento adecuado para abordarlo. Estaba seguro de que la oportunidad estaba por presentarse, solo debía ser paciente.

La iglesia de la Colina Oeste ofreció asilo a los pobladores que lo perdieron todo en el incendio mientras apoyaba a la gente a dar sepultura a sus seres queridos. El soldado rubio fue uno de los tantos que tuvo que recurrir al albergue de esta pues, lo único que le quedaba para esos momentos, eran la ropa que llevaba puesta, sus botas, el caballo y lo que llevara de pertenencias cargado en el animal.

Se dejó caer pesadamente en un espacio vacío observando cómo las personas a su alrededor se lamentaban, lloraban, cuidaban de los que lograron sobrevivir, y que ahora sufrían quemaduras, y demás y cuyas voces se fundían en la lejanía.

El sonido le pasaba desapercibido, como si proviniera de un lugar retirado de ahí. Cerro los ojos dedicando un poco de tiempo a rememorar los días pasados: solo tenía un año exacto siendo soldado, le había costado bastante obtener el puesto a pesar de haber pasado varias pruebas exitosamente siendo destinado a atender misiones en las ciudades cercanas.

—¿Es mejor ser soldado a ser magistrado? —su padre lo cuestiono seriamente apenas el rubio manifestó sus intenciones a futuro sobre su empleo— Responde, Owain, ¿es mejor acaso?

El soldado rubio estaba por objetar que no le llamara por su nombre de pila ya que no le agradaba. El sonido de su propio nombre podria molestarle mucho en otras circunstancias, sin embargo guardo silencio tratando de responder sus inquietudes de forma puntual.

—Se que no sera el mismo sueldo, pero es algo que prefiero hacer a estar detrás de un escritorio. Sabes bien que no sirvo para eso, lo intente un tiempo y no resulto. Ser soldado es un empleo prometedor aunque no lo veas así, padre —el anciano negó levemente con la cabeza sin añadir más.

El anciano pensó, para sus adentros, que haber invertido en educación para su hijo menor no habia servido de nada.

—Por cierto, tu madre mandará traer a su sobrina Elinor para velar por nosotros mientras estas fuera.

—No creo que sea suficiente ayuda, pero allá ella.

—Deberías tratar mejor a tu prima y estar agradecido por su buena disposición.

No obstante, y a pesar de sus protestas, le preocupaban sus padres quienes ya eran mayores para esos momentos. Adaline, su madre, se procuró traer a esa parienta segunda de la familia llamada Elinor, una joven por quien el soldado rubio comenzó a sentir cierta simpatía, tal vez demasiada; y quien se ocupaba de hacer compañía a los dos ancianos apoyando en casa lo más que podía y dedicando tiempo a cuidarlos.

El funeral de los tres se llevó a cabo unos días después, quedó tan poco de sus cuerpos que, sus padres y prima ocuparon solo una caja y un espacio pequeño en el cementerio local de la iglesia del Oeste. El soldado rubio no quería pensar en nada más en esos momentos, sabía que tenía que analizar sus siguientes pasos de ahí en adelante, pero, en ese instante, solo quería poner su mente en blanco y llorar su pérdida.

Pernath lo encontró en el cementerio justo en el momento indicado: el rubio no llevaba armas consigo y estaba con la guardia baja totalmente. Se aproximó con paso lento deseando sorprender al joven, sin embargo no debía hacer mucho ruido ya que no estaban a solas en el lugar. El juez del wyvern estaba consciente de que el cementerio estaba lleno de actividad y no podría llevar a cabo sus planes ahí. No obstante, aprovecharía la oportunidad para hacerse presente delante de su candidato.

—Lamento mucho tu pérdida.

El soldado rubio, quien estaba arrodillado delante de la tumba de sus familiares, levanto la mirada al sentir como un aire frio y extraño lo envolvía topándose con un hombre imponente y vestido de negro que estaba delante de el. Algo dentro de Warwick sabía, de forma inconsciente, que ir al cementerio desarmado había sido una pésima idea pues esa aparición le presagiaba un mal augurio. No obstante, todos sus temores se disiparon de la nada al notar como el recién llegado se inclinaba a su lado mirándolo con pena.

—Veo que son tres —añadió Pernath con voz profunda, educada y empática— ¿tu mujer e hijos?

—No realmente… —respondió el soldado como obligado a dar una explicación al desconocido— Eran mis padres y una prima. ¿Es usted algún clérigo nuevo en el pueblo?

—Digamos que estoy aquí para apoyar a los habitantes de la ciudad luego de semejante tragedia —acto seguido junto ambas manos elevando una plegaria en latin.

La explicación fue convincente en esos momentos aunque, algo dentro del soldado, sabia que ese hombre no era lo que aparentaba, solo que no lograba entender qué sentimientos le provocaba exactamente.

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Londres

Radamanthys, acompañado por Sylphide, se presentó en la oficina de correos buscando algún mensaje en el interior de su apartado postal.

El asesor cumplió con lo prometido dejándole un mensaje: "Nos veremos el lunes a la hora de siempre, el viernes se me complica asistir a la reunión. -G". La letra parecía de molde sin ningún tipo de decorado o algo característico, pero era clara y comprensible. El espectro rubio devolvió el mensaje al interior del buzón cerrando la pequeña puerta metálica con una llave diminuta que le fue entregada al momento de solicitar el servicio.

—Aun no puedo creer la decisión que tomaste, jefe —comentó el basilisco con pesar en la voz mientras ambos salían de la oficina buscando un pub donde beber una pinta y charlar por un rato.

—Lamento no haberles comunicado mis intenciones antes —respondió el juez rubio—, debía estar seguro de que se podía llevar a cabo antes de poner nerviosos a todos.

—No sé qué decir, nos harás mucha falta, Radamanthys. Hemos vivido tantas cosas juntos que…

—Lo sé, también los echaré de menos.

Llegaron a un pub ubicado muy cerca del mercado de Portobello, el sitio se veía agradable y sorprendentemente vacío pese a estar ubicado cerca de una zona turística tan concurrida como esa.

Ocuparon una mesa pidiendo dos pintas (tarro de cerveza, del inglés "pint") dedicando un buen rato a charlar sobre el pasado: Radamanthys se lo llevo consigo a combatir a los enemigos desembarcando en las playas de Normandía el 6 de Junio de 1944. Sylphide lo siguió fielmente logrando cumplir con el cometido. Varios meses más tarde, en enero de 1945, fue que sintieron que era momento de reclutar a otro miembro de su grupo, un nuevo espectro se manifestaba desde uno de los tantos campos de concentración en Polonia.

Así, Radamanthys y Sylphide trajeron a Gordon de Minotauro desde Birkenau, el joven polaco lo había perdido todo en aquel infierno sobre la tierra. El enorme chico no pudo soportar más abuso físico y, justo cuando sus ojos estaban por cerrarse por siempre, es que vio delante de él a un soldado rubio de un ejército desconocido quien le ofrecía una nueva oportunidad. El judio de cabellos oscuros no pudo más que aceptar sin cuestionar la inesperada, y extraña, presencia de aquel hombre.

Valentine se les unió a inicios de los años cincuenta, cuando Radamanthys lo visualizó por las calles de Londres notando las buenas capacidades físicas del joven procedente de Chipre e hijo de una buena familia de banqueros. El wyvern se lo llevó consigo unos días después ofreciendo la promesa de una vida eterna y un buen puesto entre sus filas.

Finalmente, con ayuda de Myu, el espectro de la mandrágora se unió a los subordinados del wyvern procedente de Friburgo -Alemania- siendo hijo de una importante familia de farmacéuticos. Quinn se convirtió en el aire fresco del grupo al ser víctima de sus tonterías de adolescente; con el paso del tiempo, llegó a ser conocido por todos como el dolor de cabeza de Radamanthys, aun así, el jefe le tenía mucho aprecio y confianza.

Su equipo quedó completo al iniciar la década de los sesentas, dedicando gran parte de su tiempo a capacitarlos y entrenarlos en las artes de la guerra para que estuvieran lo mejor preparados para la guerra santa que se llevaría a cabo en cosa de unos veinte años. Los cuales no eran nada en la vida de un espectro, los años volaban en un suspiro.

Apenas el sello del monolito se rompiera, se les unirían los demás espectros que conformaban los 108 espectros de Hades. La gran mayoría de ellos eran simple utilería, los tres jueces siempre han tenido en mente que esos espectros "pasajeros" volverán al monolito procurando dejar a su lado a su gente de confianza.

—Hemos pasado tantas cosas juntos, jefe —Sylphide adoptó una actitud pensativa y nostálgica—. No volverán esos buenos tiempos cuando te hayamos olvidado por siempre.

—Vivirán cosas nuevas, tal vez mejores que las que hemos pasado.

—Por cierto, ¿quién ocupará tu lugar, ya tienes algún candidato mortal o entre los espectros?

—Si. Tu eres mi candidato —Radamanthys lo dijo seriamente dejando su tarro sobre la mesa mientras el belga lo miraba con los ojos muy abiertos.

—¿Yo… de verdad? Pero, ¿por qué? —el basilisco miró con los ojos muy abiertos al wyvern un buen rato antes de poder articular palabra— No puedo creer que sea acreedor a semejante honor.

—Eres el idóneo. Llegue a esa conclusión luego de un cuidadoso análisis, revise los progresos de toda mi gente uno a uno desde que decidí que había llegado mi momento de dejar el Inframundo.

—Continuo sin palabras… ¿Alguien tomará mi lugar o… debo buscarlo yo mismo?

Radamanthys solo dibujó una sonrisa irónica encogiéndose un poco de hombros.

—Comprendo… —respondió Sylhpide sin sorpresa bebiendo un poco más— Cumplire con mi nuevo puesto tratando de llenar tus zapatos.

—Se que lo harás muy bien. Ya conoces la operación del Inframundo y a todos los espectros que lo habitan actualmente.

—¿Y cómo es que volverás al mundo mortal, que es lo que hay que hacer, es muy complicado?

Radamanthys narro los requisitos que Hades solicita para hacer el trámite, además de la asociación que apoyaba al wyvern con todo el proceso y cómo es que lograron dar con esa información tan antigua. De igual forma, los datos que el rubio proporcionaba para facilitar lo más posible esa búsqueda, así como las razones que tuvo para llegar a esa conclusión: que era momento de marcharse del reino de Hades.

—Vaya… —el basilisco se quedó pensativo por un momento más— No tenía idea de que era posible volver al mundo mortal, creía que era un mito de nuestro reino, pero veo que es posible.

—Dime algo, Sylphide —Radamanthys dejó el tarro medio vacío delante de él observando un punto fijo en el objeto de vidrio— ¿crees que estoy siendo un cobarde al querer marcharme del Inframundo? —se enjugó los labios un segundo antes de continuar— ¿todos pensaran que estoy tratando de huir?

—No jefe… claro que no pienso eso —el belga lo observó sorprendido respondiendo rápidamente—. Nadie pensaría eso de ti, tu tiempo en el Inframundo ha llegado a su final y eso es todo. No eres un cobarde, todo lo contrario.

—¿Lo contrario?

—Creo que se necesita valor para tomar una decisión así y seguir un proceso tan largo aún sabiendo que podrías no haber encontrado tu nombre real —continuó—, no es fácil dejar el mundo que conoces e incorporarte al extraño entorno de los hombres. Siento que he visto muchos cambios en el mundo desde que soy espectro, no imagino cómo será vivir en ese lugar después de tanto tiempo.

—He visto una cantidad impresionante de cambios, me es imposible enumerarlos todos, pero han sido demasiados y creo que ya fue suficiente.

—¿Suficiente?... Jefe, ¿estás dejando nuestro mundo para vivir o para…?

Radamanthys se tomó un tiempo antes de responder, era una cuestión que no había confesado a nadie hasta ahora. Era un secreto que llevaba dentro de su corazón.

—Yo diría para ambos: para vivir plenamente una única vida mortal y posteriormente para poder descansar de forma permanente.

—Radamanthys…

—La inmortalidad resulta agotadora, solitaria e impredecible a veces. Este mundo gira mientras nosotros nos mantenemos siempre iguales.

Se quedaron callados un momento más antes de continuar charlando, Sylphide estaba muy interesado en lo que su jefe hacía deseando saber más.

—Es increíble que la persona que te está ayudando haya logrado encontrar registros tan antiguos. Imagino que dar con los nombres reales de espectros como Quinn, Valentine, Pharao, Gordon y yo debería ser pan comido.

—Tal vez si o tal vez no.

—Como sea, te vamos a echar de menos. Nos has enseñado tantas cosas, hemos vivido experiencias únicas que nadie en el mundo mortal podría imaginarse siquiera —fue entonces que el belga se percató de algo que se sabía en el reino de Hades—. No tendrás recuerdo de nada de eso apenas salgas de nuestro mundo y seas uno más entre los hombres.

—Eso… —respondió el wyvern incómodo ante el comentario— está por verse. Hay ciertas memorias que puedo llevar conmigo de acuerdo a las excepciones en nuestras leyes.

—Espero que sí. Nadie ha hecho lo que tú y… es inquietante.

Volvieron al reino de Hades un par de horas después, luego de pedir otra ronda de bebidas y charlar un poco más largo y tendido sobre varios eventos memorables que acontecieron en los primeros años del siglo veinte.

—Dices que estás narrando tus años como inmortal —comentó Sylphide poco antes de llegar al templo en Giudecca—, ¿que es lo que narraras de los dos siglos que faltan, hablaras sobre los espectros que servimos en tu nombre?

—No amigo, esa información es clasificada. Solo he narrado eventos aislados sin ahondar en datos sobre mi gente.

—Comprendo. Bien, iré poniendo a los chicos sobre aviso, todos tus subordinados deben estar al tanto de lo que está por venir.

—De acuerdo. Gracias por acompañarme esta tarde, voy a echarte de menos amigo mio.

Radamanthys se quedó un momento más mirando como el basilisco dibujaba una sonrisa triste antes de retirarse a la prisión que custodiaba. Era su compañero de armas y de guerra, uno de sus espectros de más alta confianza y, apenas dejara el inframundo, el recuerdo del belga se borrará de su mente.

Para que engañarse, se dijo con pena en la voz, los olvidará a todos con el paso del tiempo y viceversa. Era inutil continuar autoconvenciendose de lo contrario; a esas alturas, lo mejor era aceptar con pleno uso de consciencia que no podrá recordar a ninguno de los espectros apenas cruzara de vuelta el umbral del Inframundo.

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Radamanthys pasó los siguientes días analizando la siguiente parte de su relato y, la que pudo haber sido, la más difícil. No obstante, estaba algo cansado de pensar y pensar concluyendo que lo más sencillo era hacer caso a Minos: omitir detalles sórdidos y narrar eventos sin importancia.

—Sin embargo… aún recuerdo los ojos del mago aquel dia antes de marchar a Whitby. No quedó convencido cuando mencione como encontré a ese familiar a finales del siglo 18, hizo el comentario de que no lo veía creíble y dudó visiblemente de la veracidad de mis palabras.

El wyvern se dejo caer de espaldas sobre la cama apenas se saco la chaqueta y los zapatos. No se trataba exactamente de convencerlo, pensó, sino de hacerle ver que así habían ocurrido las cosas en aquel momento. Evidencia del parecido físico había, y de sobra, pero no iba a conducir al asesor al lugar donde se encontraba dicho testimonio.

—Debo tener algo que sirva como prueba y que no cause preguntas —pensó un poco mirando el mueble con gavetas colocado frente a la pared del costado de la cama.

Creía que tenía una fotografía en alguna parte, alguna que sirviera y que mostrara a uno de los tantos familiares lejanos que se parecían a él. En realidad, podría enumerar a varios que guardaban un parecido físico relevante, así como otros detalles como gestos faciales y carácter incluso. Dos que tres de ellos, eran idénticos a Radamanthys así que había evidencia que soportaba el por que los identificó como familia.

Además, ese lazo no era algo que había fingido, sino algo más bien interno que sintió en lo profundo de su persona apenas se topó con el hombre que lo identificó como algún primo o tío lejano.

—Recuerdo que guardé un par de copias en algún sitio de mi templo —estaba seguro de que dicha fotografía podría estar traspapelada en medio de las páginas de algún libro u oculta entre las prendas de alguna gaveta—. Todo lo que entra al Inframundo se preserva del paso del tiempo así que deberá estar intacta.

A pesar de la hora que era, el rubio dedicó las siguientes horas a vaciar gaveta por gaveta, a inspeccionar todo lo que tenía en el clóset revisando cada caja, los bolsillos de cada chaqueta colgada; en resumen, escombro toda la habitación hasta dar con la prueba de su historia familiar.

El wyvern encontró lo que buscaba dentro de una vieja bitácora de guerra que databa del siglo 18 y que estaba en un estante superior de la pared. Entre las páginas de dicho registro, se encontraba un sobre cerrado y un par de papeles dentro: uno era un telegrama fechado en marzo de 1843; una foto que mostraba a dos jóvenes muy altos abrazados en gesto de camaraderia y un daguerrotipo donde un chico rubio fue capturado en una toma hecha en un estudio al parecer.

—El joven este, aun recuerdo su trágica historia… —pensó el wyvern sorprendido por dicho descubrimiento— No pensé que estos serían los eventos que tendría que narrar, pero será suficiente.

El telegrama estaba vinculado al daguerrotipo puesto que, un oficial de policía, fue quien envió dicho mensaje hasta la residencia Warwick aquel fatídico día informando de lo ocurrido con el chico. En cambio, la fotografía podría quedar para una anécdota cómica, los dos jóvenes que aparecían ahí tenían una historia curiosa aunque lamentable.

—Increíble que haya conservado el retrato de este par de parásitos, en fin…

Metió el contenido nuevamente en el sobre dejándolo sobre la mesa de noche. No hacía falta nada más para narrar y concluir con su relato sobre los siglos 19 y 20. De hecho, sus historias del siglo en curso podrían ser las más interesantes.

Tras acomodar todo de nueva cuenta en su sitio, se preparó para trasladarse al salón del juicio y trabajar sin descanso las siguientes 48 horas antes de su reunión en la casa número 77.

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Continuará…

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Notas: El tema con el nombre de Radamanthys es simple y, a la vez, un homenaje a otro personaje. Resulta que para un relato Yaoi que no está publicado aquí, me inventé que el Rada tiene un hijo llamado "Owen", así que lo más sencillo para mi era simplemente usar el mismo nombre solo en otra variante. Entonces el nombre real de Rada es "Owain". Había pensado en otra opción, pero no terminó de convencerme así que se quedó esta.

Ya veré si posteriormente presento a Owen en algún relato a futuro. No tiene una mamá fija, esto es que su progenitora puede cambiar de acuerdo al AU sobre el que escriba y eso me da flexibilidad para ajustar al personaje a las necesidades de la historia.