ALGUNOS DE LOS PERSONAJES DE CANDY CANDY HAN SIDO TOMADOS DE LA PROPIEDAD INTELECTUAL Y CREATIVA DE MISUKI E IGARASHI.
¿A QUIÉN AMAR?
Capítulo 14.
DESDE CERO.
TOM Y CANDY.
Después de seis meses, y ante el incesante pasar del tiempo, todo lo que pudo haber vivido y sentido, era simplemente un vago recuerdo de una experiencia amarga que trataba de ahogar continuamente, su mundo lo ocupaba su hijo… el pequeño Albert, que con sus casi cuatro años era quien movía el núcleo en el universo de Candy, las lágrimas y amargos recuerdos dieron paso por primera vez después de William, a la tan anhelada independencia, y mucho tuvo que ver Tom, él fue quien la apoyó, la consoló, le exigió y la motivó a ser lo que alguna vez deseó ser.
Te voy a extrañar…
Pronto volveré… – la tomó de la mano – eres mi pequeña hermanita… y éste tiempo que hemos pasado juntos… me ha enseñado lo fuerte que eres, así como papá y mamá… quiero que seas feliz…
¿crees…?
Estoy seguro… ¿Quién no podría adorarte? – ella lo miró achicando los ojos y haciendo de lado sus labios.
¿de verdad lo crees? Él… – Tom negó agachando la cabeza, aún le dolía recordar a su hermana con los rastros que le había causado el accidente que William le provocó.
Candy… ¿en que quedamos?... ya no evoques ese pasado que solo te ha traído dolor… tienes que superarlo… – ella suspiró.
Ojalá fuera tan fácil como decirlo… lo amé… lo amo como no tienes idea… Tom…
No te estoy diciendo que sea fácil o no, es solo que deseo ya no ver la sombra de él en ti… ya no inviertas tus pensamientos en el pasado, se que lo lograrás… ser feliz, pero nadie sabe lo que nos espera, a lo mejor te vuelvas a enamorar – le dijo muy seguro y Candy negó con la cabeza – en menos de cinco meses te habrás graduado… y todo lo demás será pasado, eres prácticamente otra… – ella solo sonrió, en ese momento llegó un joven a dejarles la cena, aun con el frío que había, no quisieron perder la oportunidad de tener su último momento juntos – me siento feliz de verte tal y como estás…
Siempre dices lo mismo…
No Candy… tu fortaleza… tu valor… te han conferido una defensa… no con fuerza física… eres mucho más que eso… no lo olvides ¿me lo prometes?
Hay promesas…
Que valen la pena Candy… nunca lo dudes ¿de acuerdo? Ya no quiero que te estés poniendo tu sola el pie para caer, si en un futuro decidieras retomar la relación con él… tienes que hacerlo con la seguridad de que valdrá la pena hacerlo y no volverás a arrepentirte de haberlo hecho – ella asintió sonriendo, atrás quedaron las lágrimas, los anhelos vanos, las ilusiones sin futuro, gracias precisamente a ese pasado, emergió de las profundidades para creer más en ella, su niño lo valía, su familia lo merecía y ella… ella lo creía.
Y precisamente tú me dices eso… ¿sabes? Eliza también me lo dijo…
Te lo digo Candy… porque en tu corazón existe esa posibilidad ¿o me lo negarás? – ella negó con la cabeza – como familia, haré lo posible por apoyarte…
Gracias Tom… gracias porque en los momentos que más te necesité haz estado tu…
No en todos… – le dijo con pesar.
Ayer firmé los papeles…
¿de verdad? – preguntó asombrado.
Es lo mejor… necesito – suspiró – quitarme toda atadura…
¿y como te sientes? – había preocupación en su rostro.
Bien… nunca me imaginé lo fácil que es firmar y lo difícil que es quedarte con esa sensación de haber hecho lo correcto, me ha dolido tanto, es como si yo misma me quitara la vida… cuando sé que solo a mi me pertenece… que mis sentimientos están adheridos a él.
Será difícil Candy, pero no imposible, toma en cuenta todo lo que la psicóloga te propone y entonces siéntete bien por las decisiones que estás tomando, nadie más que tú tiene ese poder ¿de acuerdo? – ella le sonrió haciéndole un saludo militar.
Se quedaron un rato más platicando, pareciera que en ese preciso momento necesitaran decirse tanto, que no terminarían de hacerlo, todo tenía otro significado después de todo aquello, era algo con lo que viviría Candy a cuestas, para no olvidarlo, para aprender de el, de ahora en adelante, solo serían ella y su hijo.
Eres el mejor hermano que la vida me pudo dar…
Me alegro… porque soy el único que tienes – ambos comenzaron a carcajearse… en seis meses Tom y ella compartieron como nunca lo habían hecho, llegó en el momento justo en el que ella lo necesitaba, en el momento propicio para que ella tomara las riendas de su vida, aunque su corazón estaba dispuesto para Albert, se proponía todos los días no depender nunca más de él, de sus sentimientos… haría lo posible por que ese recuerdo ya no le carcomiera lo que con tanto esfuerzo ha logrado, nada sería en vano, porque todo lo que su hermano trató de enseñarle, era mucho más de lo que ella hubiera podido hacer, si todo lo hubiera enfrentado sola, talvez, solo talvez, el resultado sería diferente, pero su fuerza residía en el amor por su niño, por sus padres, y como hace mucho Eliza le dijo… por él, porque pese a todo, ella lo seguía amando como la primera vez.
Los siguientes días, Candy comenzó a caminar el sendero que su hermano había dejado para ella, había determinación, coraje, pero sobre todo amor, era algo que se prometió, por ella y por su niño.
Dejó al pequeño Albert en la escuela, mientras ella iba a la biblioteca pública a tomar sus clases en línea, no era de su agrado, pero era la única manera que tenía a su disposición y a la distancia, por el momento, no debía haber registros de ella, por el momento lo aceptaba, pues ya no quería seguir escondiéndose de nada ni de nadie, pero también sabía que era necesario, su padre a muchos kilómetros de ella, le hacía responsable de ciertas áreas de la empresa, empresa que algún día heredaría, ella y su hermano eran los próximos después de su padre, que con el transcurrir del tiempo, todo tenía mayor significado.
Los días, desde que llegaron a ese lugar, eran de su hijo… de su pequeño Albert… pero las noches y sin siquiera proponérselo, lo evocaba en sus pensamientos, en sus sueños, no podía ser ajena a esos recuerdos, y en el silencio de su corazón y su alma aún lo amaba, era algo de lo que todavía se resistía a renunciar… a pesar de todo… ella si lo amaba, había dolor, pena, y un tanto de enojo… pero definitivamente podía más el amor… "pero en fin" pensaba.
Y como cualquier otra madre, se encargaba de ocuparse porque a su hijo no le hiciera falta atención, desde el momento que ese querubín de ojos tan hermosos como los de su padre llegó a su vida, supo que no sería madre ausente, que estaría cada segundo para verlo crecer, sonreír y ser feliz como siempre lo han hecho sus padres con su hermano y ella.
¡mami… mami! – la llamaba el pequeño Albert, lanzándose a sus brazos, llenando de besos húmedos sus mejillas, y ella solo lo abrazaba tan fuerte como si su vida y amor dependiera de ello.
¿Cómo te fue mi amor? – le preguntó mientras lo bajaba de sus brazos.
¡mira mami! – haciéndose a un lado el cabello de su frente – me porté muy bien mami… miss O´Brien nos habló sobre los dinosaurios… mami…
¿Qué mi amor? – le preguntaba mientras caminaban tomados de la mano para llegar a la camioneta.
¿sabías que los dinosaurios pueden poner huevos? – le preguntó asombrado y con esos ojitos expresivos que heredó de su padre, Candy le abrió la portezuela y el niño subió sentándose en su propio asiento, mientras ella le ponía el cinturón de seguridad – mami ¿te acuerdas cuando me llevaste a la casa de las víboras…?
Si cariño…
Pues dice miss O´Brien que los dinosaurios son así… como las víboras…
Fueron mi amor… los dinosaurios ya se extinguieron…
¿Qué es estiendieron mami?
Extinguieron mi amor… quiere decir que ya no existen… – el niño se quedó pensativo, mientras Candy cerraba la portezuela y ella se subía tras el volante, prendió la camioneta y la calefacción para quitarse un poco el frío.
Mami…
¿si cariño?
Entonces en jurassic park ¿el T Rex no existe?
Solo en la película mi amor…
Mmm… Mami…
¿Qué pasó mi amor?
Me la pones otra vez cuando lleguemos…
Albert… ya la haz visto muchas veces…
No mami… solo como treinta veces – Candy se rio por la respuesta de su hijo, viendo por el retrovisor como su hijo volteaba sus manitas,
Si hijo, la volveremos a ver – y mientras conducía, el niño cayó rendido y se durmió.
Cuando llegaron a la cabaña, Candy bajó algunas compras que hizo y finalmente metió a su niño cargado entre sus brazos, unos años más y ya no podría hacerlo, cada día crecía un poco más, era un niño independiente, que gozaba de sus juegos, amaba poder jugar con su mamá, subir los árboles y que le mostrara la inmensidad del paraíso en el que vivían, sus facciones gritaban el parecido que tiene con su padre, y eso cada día le dificultaba a Candy el propósito de algún día olvidarlo, ya no lucharía, él sería siempre parte de ella, de su hijo, su corazón ya no le pertenecía porque ahora eran uno solo, ella se lo entregó, y la parte que le pertenecía a él, no había manera de arrancárselo.
WILLIAM.
La vida, ya no era nada sin ella, la luz que una vez iluminó su existencia, se extinguió cuando Candy desapareció de su vida, la ha buscado hasta donde el dinero le ha permitido llegar… y nada, es como si el destino, la vida o lo que fuera, se pusieran de acuerdo, como muchas veces pasó en esos tres años de matrimonio para que no estuvieran juntos.
Candy, mi amor ¿Dónde estás? – era la incesante pregunta que se hacía cada vez que daba con un rastro de su paradero y no encontraba nada, todo cuanto ha hecho, ha sido en vano, pero aun así, no pararía hasta encontrarla, regresaba, descansaba y nada más amanecía volvía a retomar su búsqueda, sabía que la familia de ella la tenía escondida, pero desde que pasó ese fatal accidente, la comunicación se rompió sin oportunidad de recuperarla.
No había ni día ni noche, que su conciencia le reclamara su proceder con ella durante el tiempo que estuvieron juntos, ahora que la amaba tanto, es cuando más sentía que su corazón colapsaría si ella no volviera a él, la necesitaba.
Desde que supo que había una posibilidad de que su hermano estuviera vivo, el miedo se aferraba a él con solo pensar en perderla, viajo a Brasil de nueva cuenta para finiquitar todo lo que se había perdido en aquel desastre, hizo algunas pesquisas sobre el paradero de su hermano, aquella nota lo empezó todo.
9 MESES ANTES.
Señor buenos días, aquí tiene los documentos que me pidió – le dijo su asistente entregándole un fajo de papeles – también tiene correspondencia, éste está lacrado y sin remitente.
Gracias, es lo que estaba esperando ¿sabes si ya están todos los inversionistas en la sala de juntas? – le preguntó mientras tomaba los documentos que le extendía y los ojeaba, en algunos comenzó a marcarlo con lápiz para que lo corrigieran.
No señor…
Bien, cuando hayan llegado avísame mientras reviso estos papeles – la joven asintió.
Como usted diga señor ¿desea otra cosa?
No – apenas levantó el rostro para mirarla – gracias Romina – la joven solo asintió y se retiró.
Se quedó más tiempo de lo previsto hasta que llegaron las personas que estaba esperando, todo estaba saliendo bien, a mas de tres años del desastre, se logró hacer más de lo que se había previsto, a los trabajadores logró reincorporarlos a sus trabajos, obteniendo mejores beneficios y prestaciones, sabía que era lo justo, y de estar su hermano al frente como lo estaba él, sabía que haría lo mismo, lejos quedaba ya ese tiempo en el que no sabía como manejar todo el imperio de sus padres, el de los padres de Candy y los de Eliza, ya había encontrado la razón y personas que estaban involucradas en todo ese desastre… pero todo a su tiempo.
Terminó la junta y se dirigió de nueva cuenta a su oficina, retomó lo que había dejado pendiente, haciendo lo mismo desde que los recibió, aprendió a ser muy cauteloso con lo que firmaba, un error como esos y todo se vendría abajo, marcó y llamó a su asistente.
¿Desea algo Sr. Andley?
Si, por favor – le dio unos documentos – corrígelos, y me los traes inmediatamente, agenda para el miércoles para que vengan a firmar los inversionistas, no les des replica, es única fecha para que se haga ¿de acuerdo?
Si señor…
Gracias… y por favor cancela la reunión que tengo para las seis, aún hay trabajo, tu ya puedes retirarte… y por favor, resguarda todos los documentos.
No se preocupe señor Andley los he puesto en el mismo sitio, hasta mañana – él solo asintió.
El tiempo se le pasó volando y miró su reloj, era media noche – salió un momento a estirarse y uno de los guardias llegó a él.
Señor Andley, debería de irse a descansar – él solo asintió.
Gracias Fabiano… solo faltan algunos documentos – se dio la vuelta y de nueva cuenta retomó lo que estaba haciendo.
Terminó de revisar los documentos, y comenzó a abrir la correspondencia que su asistente le había dejado en su escritorio, algunos daban referencia a los seguros que había contratado, y cuando abrió el ultimo sobre, el alma se le fue a los pies, era el mismo modus operandis que usaron cuando supo que su hermano estaba muerto… pero hoy, en sus manos tenía una prueba de vida… se llevó las manos a la cabeza.
Candy… – sin importar la hora llamó a su asistente y le pidió que concretara la entrevista con los inversionistas, a la mañana siguiente, les hizo firmar los documentos, todo lo estaba haciendo en tiempo record, necesitaba regresar a Chicago, no podía quedarse más tiempo ahí, necesitaba saber, pero era más apremiante el deseo de estar con ella, no tenía otra información, solo esa fotografía fechada de hace más de un año.
Y mientras preparaba todo, dio informes sin dejar a suplentes, su joven asistente se mostró un poco confundida, hacía poco más de dos años que comenzó a trabajar con él, su eficiencia y prudencia le hizo ganar la confianza de su jefe, hacía poco alguna de las personas que pertenecían al conglomerado, le ofrecieron dinero a cambio de información, y la joven no solo se mostró dispuesta, sino que les dio información falsa, y cuando William supo de eso, le ofreció estar como su asistente principal en la oficina.
Todo el personal sabía, que William Andley era una persona muy desconfiada, que el mismo realizaba todos los contratos y redactaba cada uno de los documentos que firmaba, ahí residía su sentido de perfeccionamiento, no dejaba huecos ni hilos que jalar, él todo lo tenía controlado, y así seguiría mientras él estuviera al frente.
ALBERT.
Constantemente se sentía somnoliento, cansado y con esa persistente bruma tan difícil de despejar de su cabeza, hacía más de un año que había salido de ese lugar, no recordaba nada, más que el blanco de las paredes y el uniforme de los médicos y enfermeros de ese lugar, el médico que estaba a cargo de él lo trataba como si fuera un hijo, dispuso toda la ayuda que pudiera necesitar y de alguna manera esa muestra de solidaridad lo conmovía, había una necedad en él que lo cuestionaba, pero de igual manera no había respuestas.
No te desesperes… los medicamentos pudieron haber bloqueado tus recuerdos… específicamente el hipocampo y el lóbulo límbico, comenzaremos a desintoxicar tu organismo – el hombre le hablaba como si Albert le entendiera cada palabra – todo regresará muchacho… serás el de antes, confías en mi ¿verdad? – Albert lo observaba como sopesando la respuesta que debía de darle.
Gracias…
Aún no me las des… tenemos mucho que hacer por ti, recordarás – le dijo confiando en esa certeza palmeando su hombro y Albert solo sonrió.
Se dirigió a otros médicos que se encontraban en ese pabellón y dio algunas órdenes, la seguridad con la que hablaba hizo que el personal asintiera y atendiera al paciente con eficiencia, estuvo por casi una hora viendo, como lo descanalizaban de algunas de las vías a las que estaba conectado.
Bien… por el momento es todo…
Dr… ¿se le aplicará algún medicamento durante lo que resta el día?
No… terminando el suero le quitan la vía y mañana que yo venga se le pone otra.
Como usted ordene Dr… – se quedó solo con Albert y hasta que se quedaron solos se dirigió a él.
Pronto te sacaré de aquí, haz aguantado demasiado… solo aguanta un poco más ¿de acuerdo? – Albert asintió, aun no se sentía seguro de como saldría de todo si apenas y podía sostenerse, no tenía recuerdos, no había nada en la que él pudiera sostenerse.
Doctor… – tomó la mano del Dr. Silveira, el hombre pudo ver en los ojos de Albert el agradecimiento por tratar de mantenerlo con bien aun sin conocerlo.
Está bien… todo a su tiempo – sacó una pastilla y se la puso en la palma de su mano, Albert se mostró un poco temeroso – a partir de hoy, todos los medicamentos te los daré yo, este es para que descanses mejor durante la noche… mañana será todo diferente, Albert solo asintió confiando en ese hombre y se tomó la pastilla, el doctor siempre estuvo a su lado hasta que vio sus ojos cerrarse.
Pasaron los días y los días se hicieron semanas, hasta que un día logró sacar a Albert de hospital psiquiátrico, no había razón alguna para que se le tuviera confinado en ese lugar, fue lo que argumentó el médico, y algunos colegas de él estuvieron de acuerdo con su decisión. Ya no era una ambulancia que esperaba por él, ahora era una camioneta en donde los mismos guardias que cuidaron de él en la cárcel, los estaban apoyando para que se subiera a la camioneta, le era tan difícil mantenerse de pie, que de hacerlo solo pensaba en que no podría más que arrastrarse, pero no, tenía ayuda y la agradecía en ese momento, los cuatro subieron y el doctor los llevó hasta una estación de camiones.
Aquí tienen sus boletos… todos los gastos están cubiertos… gracias muchachos… si algún día necesitan de mi, llámenme – les entregó una tarjeta a cada uno, ambos hombres se sentían igual de agradecidos, y no solo con él, sino con las decisiones que tomaron al ayudarle a mantener vivo a un inocente – y recuerden hay una matricula abierta para ustedes, tienen potencial – les ofreció la mano y se despidieron con un abrazo.
El Dr. Silveira manejó por más de tres horas saliéndose de la ciudad, adentrándose a un lugar despoblado, en medio de la nada, rodeados de árboles, Albert iba durmiendo a su lado, lo miraba de vez en cuando asegurándose de que estuviera bien, apenas podía creer que el joven que tenía como copiloto fuera el mismo que sus resultados de las investigaciones que hizo descubrió, bajó de la camioneta y entró a la casa que más era un chalet, tenía un inmenso jardín, rodeados de abetos e infinidad de pinos, llamó a uno de los trabajadores y juntos bajaron a Albert de la camioneta y lo pusieron en una silla de ruedas, para cuando se despertó, él se sentía desorientado y confuso, el médico entró y no lo reconoció, había vuelto a soñar con ella, su cerebro apenas le regaló una imagen de ella, esos hermosos ojos verdes y su cabello tan rubio como el sol, eran su secreta motivación.
CANDY.
Para Candy, los días pasaban y cada momento los disfrutaba a lado de su pequeño angelito, era fin de semana y como ya era costumbre hacían las compras en el centro comercial de la ciudad en la que vivían, el pequeño Albert muy sonriente, ayudaba a su mamá a meter provisiones y muchos juguetes, juguetes que al final Candy los devolvía por considerarlos no aptos para su edad, cuando terminaron de pagar, Albert ayudaba a su mami a empujar el carrito de compras y cuando llegaron ambos subían todo.
Yo lo subo mi amor, está muy pesado para ti…
Pero yo soy fuerte ¿verdad mami?
Si mi vida, no te alejes de mi lado – el niño asintió sosteniéndose del carrito.
Miss… miss – gritaba el niño agitando su manita – mami, miss O´Brien – y corrió hasta ella.
¡Albert! – gritó Candy angustiada al ver a su hijo alejarse corriendo tras él, la joven a quien su hijo llamaba se agachó para estar a la altura del niño.
Albert… no vuelvas a hacer eso – viendo que la mamá del niño iba corriendo hacia ellos.
Sra. Andley… yo…
Miss O´Brien – llegó hasta ella – disculpe, a veces Albert es muy voluntarioso, siempre me platica de usted, la joven se volvió a agachar y le tomó las manos al niño.
Albert… no vuelvas a separarte de mamá ¿de acuerdo?
Si miss… yo solo quería saludarla.
Está bien… pero no vuelvas a hacerlo, mami se asustó – el niño levantó su rostro viendo a su mami.
Lo siento mami – le dijo el niño un tanto compungido haciendo un puchero, Candy solo lo abrazó muy fuerte.
Despídete de tu maestra amor – el niño se volvió y abrazó a su maestra.
Pórtate bien con mamá y nunca te despegues de ella ¿va? – el niño asintió.
Un hombre muy atractivo llegó hasta ellas, cargando cajas, las colocó en la góndola y llegó hasta la joven abrazándola por la cintura.
Amor… te presento a una madre de familia… la señora Andley… Candy Andley – Candy vio que se quitaba las gafas y no podía cerrar la boca.
¿Candy? ¿eres la esposa de Albert? – Candy palideció al escuchar ese nombre, tomó a su hijo en brazos y corrió a su camioneta, llegó y trató de abrir la portezuela y con su hijo en brazos se le cayó la llave y volvió a intentarlo, dejando confundidos a la pareja – por favor ¡espera! – le dijo corriendo tras ella, la tomó del codo al ver que iba a perder el equilibrio, Candy se volteó y lo miró asustada.
Por… ¡por favor! – Candy se tambaleó sobre el pecho del hombre, haciendo que éste sostuviera su cuerpo con el de su hijo.
Patty… amor… sostén al niño – la joven se acercó y tomó en brazos a al niño que se aferró a su cuello.
Ya cariño… no llores… mami se pondrá bien.
Trae el alcohol amor – le dijo a su esposa, Patty se apresuró a hacerlo y volvió con el entregándoselo a su esposo, después de algunos minutos, Candy volvió en si, se vió sentada en el suelo sosteniendo su cabeza en la pierna de él, el hombre ya no tenía puestas las gafas, y esos mismos ojos que amaba con toda su alma la volvieron a ver una vez más.
Hola BUENAS NOCHES, espero que les haya gustado el capitulo, y como siempre MIL GRACIAS por sus mensajes, opiniones, críticas y aportaciones, a las personitas del mundo Fanfic Albert y Candy GRACIAS por el apoyo.
MaríaGpe22.
PattyLu.
Lili.
Fabaguirre167.
Ster Star.
Nancy Reyes.
Guets1.
Guets2.
Carol Aragón.
Susv Cch.
Sincity12345.
Si Dios lo permite nos leemos hasta el próximo capítulo.
07042023.
