TODOS LOS PERSONAJES DEL MUNDO CANDY CANDY FUERON TOMADOS COMO INSPIRACIÓ PARA CREAR ÉSTA HISTORIA, EL CRÉDITO PASA SUS CREADORAS Y ESCRITORAS MISUKI E IGARASHI.
¿A QUIÉN AMAR?
Capítulo 17.
ILUSIÓN Y DESCONTROL
Los días posteriores a su entrega, William fue el hombre que nunca se imaginó ser, amoroso, condescendiente, respetuoso, atento a todo lo que Candy y el pequeño Albert necesitaran, incluso William se sorprendía de sí mismo pensando en toda la versión que estaba siendo estando junto a ella, y para Candy, él era todo lo que esperaba como cuando iniciaron su relación, y su niño era el más feliz, verlo cada día con esa enorme sonrisa le confirmaba que había hecho lo correcto, pero… ¿a quién podía engañar? Ella, estaba perdida y llanamente enamorada de él, los días siempre eran los más luminosos cuando despertaba a su lado, lo que no sabía Candy, es que, William se sentía tan mal, y era por todo lo que estaba pasando desde el momento que decidió regresar para no separarse jamás de ella, no solo se había casado con la mujer de su hermano, ahora ella era de él, la había hecho su mujer, la amó y le entregó su corazón, pero sentirse así, le asustaba de sobremanera, el hecho de pensar si Candy llegara a saber su verdadera identidad lo descolocaba, cada día trataba de convencerse a sí mismo, que debía de proteger y amar a Candy como lo hubiera hecho su hermano, pero su conciencia jugaba en contra de él, no había manera en la que él pudiera tener la certeza de que estaba haciendo lo correcto, pero aun así, estaba dispuesto a proteger a su familia, a sus padres, a su hermana y a Anthony, a la familia de Candy, incluso a la heredera de los Leegan… los protegería de cualquiera que intentara lastimarlos, cada vez que le hacía el amor, no podía evitar sentirse tan mal, si Albert estuviera vivo, se imaginaba un escenario en la que ambos peleaban por el amor e ella, no podía evitar descargar ese peso y frustración en el gimnasio después de hacerle el amor y en ese instante se prometía no volver a tocarla, una noche, él llegó de la oficina de su padre, habían muchas cosas que hacer, le era curioso que ahora sí le interesaran todo con respecto al negocio familiar, cuando su hermano estaba frente a todo ese imperio, él estaba forjando y acumulando su propia fortuna, siempre había sido así y en esos momentos estaba haciendo lo que William y Pauna esperaban de él, aunque ni siquiera le dirigieran la palabra, más sin embargo, su lugar no era ese por mucho que pretendiera hacerlo suyo, durante esas pocas semanas, él se personaba en la oficina, haciendo lo que mejor podía hacer, mejorar la calidad de vida de los trabajadores de Brasil y de todo el corporativo, ese día se sentía un poco afiebrado y con la piel de su cara un poco tirante, decidió regresar a casa sin avisarle a Candy, llegó desmejorado y débil, nadie de su familia lo recibió, más que Trudy y Cathy que eran las personas de servicio.
Buenas noches ¿y mi esposa?
Buenas noches señor… la señora Candy le dejó una nota.
Gracias… pueden irse a descansar – él tomó la nota y comenzó a leerla, en ella le decía que había salido a casa de sus padres y llegaría un tarde, dejó su portafolio en el recibidor y un poco cansado subió a la recámara que compartía con Candy, se desnudó poniéndose una pijama y se acostó en la cama, no supo cuánto tiempo pasó pero se levantó un tanto mareado, sintiendo mucha sed, se sirvió un vaso de agua que le alivió el ardor de su garganta y cuerpo, se vio al espejo y apenas podía enfocarse y regresó a la cama y apenas tocar la almohada se olvidó de si mismo en la negrura que lo envolvió, cuando Candy regresó esperó encontrarlo para seguir con la rutina pero al no verlo ella se encargó de su hijo y pensó que Trudy y Cathy ya se habían ido a descansar.
¿y papi? – le preguntó el niño un tanto somnoliento.
A lo mejor ya viene en camino mi amor… ¿quieres esperarlo?
Tengo sueño…
Entonces te voy a bañar y dormirás mi vida – después de su rutina de haberlo secado y cambiado, lo metió a la cama y aunque sabía que el niño ya no la escuchaba, le leyó un cuento dándole un beso en la frente – te amo mi niño… te amo tanto.
Candy caminó hasta su recámara y le sorprendió encontrarlo acostado en la cama, le extrañó pues era temprano para que él estuviera en casa, llegó hasta él y se sentó a la orilla de la cama y acarició su cabello.
Te amo Albert… – tocó su mejilla y la sintió muy caliente – Albert, mi amor… Dios, estás ardiendo… – fue hasta el baño y regresó con agua fría y unos paños, con un poco de dificultad volteó el cuerpo y comenzó a refrescarlo, tomó su celular y llamó a sus padres – ma… mami… William tiene mucha fiebre… yo… yo estoy bien… gracias… si, aquí los espero – el médico llegó antes que sus padres y comenzó a auscultarlo.
¿Dr. que tiene mi esposo? – ella estaba muy angustiada, jamás lo había visto así, esperó a que el médico terminara de examinarlo, no le gustaba verlo así, tan extrañamente vulnerable.
Parece ser que solo es un resfriado, una muy fuerte, he tomado una muestra de su sangre para llevarla al laboratorio y mañana les doy los resultados, le he aplicado una inyección para una posible infección, eso le bajará la fiebre, síguele colocando paños húmedos en lo que el medicamento hace su trabajo, les recomiendo que pasen al consultorio mañana… sin falta, es para descartar cualquier cosa.
Gracias Dr. Robsom… yo me encargaré de que así sea, es solo que me asusté mucho…
Hiciste bien en llamarme… cualquier cosa ya sabes dónde encontrarme – lo acompañó hasta la salida y ahí encontró a George y a María, ella se abrazó a ellos mientras el Dr se retiraba.
Mi amor…
Siento haberlos hecho venir…
No mi amor… no digas eso, siempre estaremos para ti – se quedaron un tiempo más con ella y se retiraron.
Ella volvió a su recámara y se acercó a él, lo observó por un momento, desde que él regresó ya no se sentía angustiada, recordó cuando hace apenas una semana se hicieran el amor, lo sintió tan apasionado, tan fuerte, que por un momento no sintió la delicadeza que en antaño dedicaba para ella, "pero fue demasiado tiempo" pensó ella, se levantó y tomó un baño rápido y se puso la pijama, se sentó junto a él velando su sueño, mientras humedecía su frente, ya era de madrugada cuando sintió como se removía, le subió la intensidad de luz a la lámpara.
William… William mi amor, despierta… – él estaba muy sudoroso y temblaba – todo va a estar bien mi amor – el Dr. Robsom le explicó que podría comenzar a sudar y que eso era buena señal, quería decir que la fiebre ya estaba remitiendo.
¡Aaaalbeeert! – fue el grito que rompió la quietud de la noche, se sentó sobre la cama tratando de regular su respiración, ella estaba de pie junto a la cama, se había asustado, él se dio cuenta, era una pesadilla, soñó con su hermano, lo vio regresar y lo sintió tan real que la piel se le estremeció – ¿Qué pasó?... Albert… mi hijo… – ahora su voz la escuchaba ronca.
Te… tenías fiebre… – vio como él alargaba su mano para que se la diera, se sentó junto a él y lo abrazó por el cuello.
Ya pasó mi amor… perdóname, no quería asustarte.
Era una pesadilla que tuviste ¿verdad?
Si… pero ya pasó – agarró un poco de fuerzas, la tomó y la puso sobre sus piernas – siento haberte asustado.
¿Por qué no me llamaste? Cuando entré a la recámara yo…
No… no quería preocuparte… James me trajo…
¡pero pudiste haberte puesto peor!
Ya… ya amor… me siento mejor – la recostó junto a él y durmieron abrazados, tenerla junto a él lo aliviaba en gran manera.
Ni creas que eso me hace sentir contenta – le dijo mientras él sonreía de lado.
Lo sé – apretó el abrazo pegándola más a su cuerpo.
Albert… William…
¿mmmm?
Tienes que cambiarte de ropa, estás muy sudado ¿quieres que te prepare la tina?
Solo si tu entras conmigo – Candy achicó los ojos.
Lo siento… no va a ser posible, estás enfermo y necesitas refrescarte.
Bien… tomaré una ducha – Candy lo ayudó a llegar a hasta el baño y después lo ayudó a llegar a la cama que ya tenía sabanas limpias y ayudarle con el pijama.
Al otro día y con un poco de renuencia ambos llegaron al consultorio del Dr. Robsom, él se sentía mucho más nervioso de lo que se veía, él nunca fue una persona enfermiza, y al sentirse así lo hacía vulnerable y simplemente no lo era, tenía la cabeza recargada en la pared cuando una enfermera se acercó con una silla de ruedas.
Sr. Andley, por favor… – él se sentía fastidiado pero aun así accedió a que lo atendieran… todo lo hacía por ella.
Según los estudios… – comenzó a decir el Dr. Robsom después de auscultarlo – parece ser una infección respiratoria común, le harán algunos estudios de espirometría, que son básicamente para medir el funcionamiento de sus pulmones, esto es para descartar algo más complicado, me ha platicado su esposa que estuvo en Brasil, y dado que es un país muy húmedo y caluroso, es mejor descartar cualquier cosa – Candy lo tomaba de la mano un tanto asustada, apenas hacía unas semanas que había regresado… "¡NO! Él está bien… está conmigo" es lo que se decía Candy, al final resultó una gran afección viral y el médico les recomendó aislamiento por lo menos de dos semanas y por los próximos días, él trataba de distraerse con algo de trabajo, Candy, su hermosa esposa resultó ser una muy buena enfermera, lo atendía en todo lo que necesitara y por las noches se retiraba a su recámara a quitarse mascarilla, guantes y bata esterilizada, y lavarse a conciencia, Albert no permitió que lo ingresaran al hospital, prefirió estar en casa a lado e su familia, después de haber regresado a ella, ya no quería separarse más de ellos, William se personó en darle seguimiento a todo lo que había dejado en Brasil, no lograba tener acceso a los archivos del proyecto que su hermano había diseñado y que él le dio seguimiento después, en ese momento no le dio importancia, su debilidad no le permitía fijarse en esos detalles y siguió trabajando en algunos contratos que quedaron inconclusos, se convenció a sí mismo que tenía que ver con los dispositivos que usó en Brasil, una semana pasó y ya se sentía completamente bien, se encerraba en la biblioteca para concluir acuerdos y proyectos que dejó en pausa, era la única manera de no tener que viajar, había decidido ya no separarse de ellos y lo cumpliría, cuando terminaba su jornada de trabajo su mundo giraba alrededor de esa mujer hermosa y del pequeño hijo de su hermano que tomó como propio, por recomendaciones del Dr, se tuvieron que abstener a hacerse el amor.
Y bien mis amores – fue hasta donde Candy y la abrazó por la cintura – ¿listos para irnos?
¿A dónde vamos? Albert, el médico todavía no te da de alta – le preguntó extrañada Candy.
Es sorpresa amor…
Albert…
He hablado con él por teléfono, me pidió hacerme otros exámenes y me ha recomendado estar lejos de ti…
Mmmm ¿y que esperas? sabes que no soy buena para las sorpresas.
Pero ésta les va a encantar.
Después de dos largas semanas, encerrado y medicado en la recámara de huéspedes, por fin pudo salir de su aislamiento, Albert les tenía una sorpresa y le pidió a Candy que solo arreglara maletas para cinco días, pero conociéndola por el poco tiempo que han convivido, ella solo llevaría lo mínimo necesario, llegaron hasta el hangar del consorcio Andley y él mismo piloteó el avión junto con el capitán de vuelo, cuando llevaban más de la mitad del tiempo volando fue hasta donde estaba sentada Candy.
¿está seguro? – le preguntó yendo hasta donde estaba el pequeño Albert, ella asintió.
William ¿Cuánto va a durar el vuelo?
Aproximadamente tres horas… disfruta el viaje – se sentó a su lado y besó sus labios mientras la sobrecargo se acercaba a ofrecerles bebidas.
William… ¿Por qué estamos haciendo este viaje? ¿te has sentido bien? – se sentía un poco desconcertada por la premura el viaje, él no era así, si bien recordaba, él siempre planeaba todo, jamás dejó a un lado a sus padres y hermana y ahora estaba viendo una nueva versión de él.
¡por supuesto que si! Quiero aprovechar todo el tiempo que me sea posible para estar con ustedes…
¿Por qué? ¿Qué te pasa? – él la miró a los ojos, amaba el verde bosque de su mirada y le sonrió,
¿tiene que pasarme algo para que yo quiera pasar un tiempo con mi familia?
Bueno… no, pero lo dijiste de una manera – le dijo mientras acariciaba sus grandes manos – ¿sabes? Es solo que me desconcertó que nos trajeras nada más a Albert y a mí, extraño viajar con mis padres y tu familia… ¡la pasábamos tan bien! ¿te acuerdas? – William solo asintió con un poco de pesar, sabía que nada de eso sería una realidad con él, pero haría lo posible por hacer feliz a Candy… y al pequeño Albert.
Llegaron a su destino, y nada más bajar del avión sintieron el calor del lugar, se quitó la chamarra de mezclilla que tenía puesta y se hizo una cola alta, hacía años no sentía ese calor abrasador quemar su piel, fue hasta donde estaba su niño y le quitó la camiseta que tenía puesta para dejarlo con playera.
¿William? – le preguntó un tanto
Bien, entonces no se diga más, ya casi llegamos amor – "amor" pensó en qué esa palabra implicaba muchas cosas y una de esas era, que él ya se sentía demasiado involucrado como para separarse de ellos – alégrate amor… ¿no reconoces el lugar? Estamos en Florida – Candy abrió grandotes los ojos, siempre había querido ir con él a esas playas tan cristalinas, los tres se montaron a la camioneta blindada sin antes asegurar al niño a su asiento, el mismo William manejó hasta llegar a su destino.
William… ¿Por qué no me dijiste a donde veníamos? Digo… siempre habíamos planeado nuestras salidas…
¿hay algo de malo en eso? Solo quería sorprenderte – le dijo con una sonrisa encantadora.
Y lo lograste – le dijo mientras le daba un beso en la mejilla.
Llegaron hasta una playa privada, nada más verla, Candy y el pequeño Albert salieron corriendo a las playas que circundaban ese paraíso, William los vio de lejos y no pudo evitar sentir amor y otro poco de arrepentimiento, quien debería de estar con ellos era su hermano, no él… pero Albert ya no estaba… no existía.
Aun después de tantas semanas juntos, para Candy, era como volver a descubrir un nuevo Albert… William, constantemente pensaba en todos los cambios que ha hecho él para estar juntos, para ya no regresar a ese lejano lugar que lo separó tanto tiempo de ella, pensaba en cómo su vida no ha sido tan diferente a como cuando él se encontraba en Brasil, retomó todo lo que había dejado en pausa, se dedicó a sí misma a ser un apoyo para sus padres dentro de las empresas que él manejaba, tres años habían pasado y ya no era aquella jovencita de dieciocho años que estaba locamente enamorada de él, bueno… si que lo estaba, pero se sentía diferente y eso la turbaba un poco en sus sentimientos, mientras él estuvo enfermo, no se cansaba de observarlo, había algo diferente en él, ahora solo tenía la necesidad de estar cerca de él, no quería separarse… era extraño pero así se sentía, aun estando juntos, necesitaba de su tacto… de su calor, "en fin" terminaba diciéndose siempre.
Ella estaba hermosamente ataviada de un traje de baño de dos piezas en color rojo, un color que la hacía verse tremendamente sensual, estaba tumbada en el camastro tomando el sol, cuando él se acercó a untarle bloqueador en la espalda.
Estás bellísima... – le dijo mientras se inclinaba a besarle el cuello, ambos se conformaban solo con acariciarse, pues el médico no había descartado un contagio. Los días se les hacían cortos y trataban de aprovecharlos juntos, no había nada que no probaran, nadaron, navegaron, enseñaron al niño a esquiar, se quedaban en la playa a dormir bajo el cielo tachonado de estrellas, estrellas que ella recordó cuando se entregó a él la primera vez, eran las noches más espectaculares que pudieran pasar, el pequeño Albert no cabía de tanta felicidad, pasaba de unos brazos a otros y su diversión no tenía fin.
A su regreso a la vida cotidiana, William dedicó su tiempo para trabajar en la biblioteca, tomo su computadora y comenzó a teclear la clave de acceso, pero no podía ingresar, algo no cuadraba, trataba de entrar una y otra vez a la cuenta que tenía encriptada a su propia cuenta, se afanaba una vez para poder tener acceso a ella, pero nada resultaba.
¡maldición! – gritó golpeando el escritorio, tomó una pequeña libreta en la que guardaba celosamente números en serie y números telefónicos, no podía creer como había pasado por alto ese error, tomó su teléfono celular y marcó un número y no lograba siquiera tener comunicación, comenzó a desesperarse y a enojarse, en ese momento la puerta se abrió sin que el se diera cuenta.
Papi…
¿¡QUE HACES AQUÍ!? – el niño se quedó paralizado sin poder pronunciar ninguna palabra, caminó hacia la puerta gritando el nombre de su esposa – ¡CANDY! ¡CANDY! – ella llegó lo más rápido posible.
¿Qué pasa? ¿Por qué gritas? – se dio cuenta que su niño estaba ahí paralizado con sus ojitos bien abiertos y fue a abrazarlo – ¡mi amor! – lo tomó entre sus brazos y volteó a ver a William – no tenías porque gritarle – William se dio cuenta de lo que había hecho y se acercó a ellos cuando Candy decidió retirarse.
Candy... – la llamó, pero ella ya no volvió, se reprendió así mismo por haber actuado así, pero presentía que las cosas no iban bien, necesitaba saber lo que estaba pasando, pero incomunicado, nada podía hacer, respiró hondo y salió de la biblioteca, subió las escaleras seguro de que Candy estaría en la recámara del niño, llegó y si, ahí estaban los dos, él no entró pero se quedó en la puerta semi abierta, escuchando lo que platicaban.
Mami…
¿Qué pasó mi amor?
¿está tía Rose en su casa? – se lo quedó viendo con curiosidad.
No mi amor, los abuelos, tu tía Rose y Anthony salieron ¿Por qué mi vida?
Ya no quiero estar aquí… llévame con Anthony… – el corazón de Candy se rompió al escucharlo.
Mi amor… – lo tomó una vez más entre sus brazos.
Papi no me quiere… me dolió aquí mami – le dijo tocándose el pecho.
¿Por qué dices eso? Él te ama…
Lo siento aquí… – William abrió la puerta y los rostros de Candy y Albert voltearon, y lo que vio en los ojos del niño lo hizo sentirse mal, Albert se aferraba al cuello de su mamá y para Candy fue más que suficiente, sintió que algo caliente le humedecía las piernas, el niño se había orinado, Candy lo abrazó más a ella
Retírate por favor… – él dio un paso más hacia ellos con cara de arrepentimiento, le clavó una mirada llena de resentimiento, pero también de dolor, él asintió dándose la vuelta, mientras Candy preparaba a su pequeño para llevarlo al baño, se tomó un buen de tiempo para que el niño jugara en la tina del baño, sabía que para su hijo, fue una gran revelación el conocer esa parte de William… pero estaba más que dispuesta para que nada le hiciera daño a su pequeñito, mientras estuvo con él, sentía un enorme nudo en la garganta, sus ojos se escocían a causa de las lágrimas que ella no les permitía salir, solo tenía palabras de amor y consuelo para su hijo.
Mami…
¿Qué pasó mi amor? – le dijo mientras se limpiaba una lágrima con la manga de su blusa.
¿puedo quedarme a dormir contigo? – ya no pudo más, sus lágrimas se abrían paso por sus mejillas, mientras ahogaba su sollozo en la garganta.
¿mami? – el niño quiso voltear su carita pero Candy no lo dejó, no quería que él la viera así.
Si… si mi amor – carraspeó aclarándose la garganta – que… ¿Qué te parece si dormimos juntos aquí? – el niño se volteó por fin y la abrazó mojándola toda, terminó de bañarlo ella sola y lo cambió para meterlo a la cama, se despidió de él con un beso en la frente.
¿no te quedarás conmigo mami?
Si mi amor… tomaré una ducha y vendré contigo.
Pero no fue a tomarse una ducha, entró a su recámara azotando la puerta, los sentimientos que le expresó su niño la hicieron sentirse muy enojada, desde un principio, ella le había dicho a William de como su hijo lo añoraba y esperaba su regreso, pero todo su pequeño mundo se vino abajo cuando él le gritó de esa manera.
¿¡cómo te atreves a gritarle así a mi hijo!? – él levantó la cabeza poniéndose al mismo tiempo de pie.
Lo siento Candy…
¿¡y crees que eso es suficiente!? ¡lastimaste a MI HIJO!? – le dijo enfatizando las dos últimas palabras.
Candy, por favor…
¡POR FAVOR NADA! ¿sabes cuantas noches mi hijo te llamaba? Cada día pedía que tu volvieras… él no merece que lo trates así…
No era mi intención tratarlo así…
¿tu intención? ¿y crees que mi hijo entiende de eso? ¡lo heriste en sus sentimientos!
De verdad lo siento Candy… las cosas no están yendo bien en Brasil…
Entonces si es por eso ¡LÁRGATE! Pero no le sigas haciendo más daño a mi niño – eso último se lo dijo con dolor, William fue hasta ella y quiso abrazarla, pero ella no se lo permitió – mi niño… me ha pedido irse a vivir donde tu hermana ¿te das cuenta de lo que has provocado? Albert, mi niño jamás había pensado siquiera en estar separado de mi… y ahora vienes tu… dormiré con mi hijo – fue hasta el armario, tomó un pijama y se metió a bañar, cuando salió ni siquiera volteó a verlo y salió de la recámara.
William se sentó en la cama sintiéndose más solo que nunca, ni siquiera cuando estuvo en Brasil sintió ese vacío que se hacía más hondo en su pecho, se levantó con la intención de ir a traerla pero se contuvo, estaba consciente de su falta y eso era lo que más le carcomía, aun sin estar junto a ellos, veía los ojitos asustados del niño, salió y se dirigió a la biblioteca, deseaba no haber actuado como lo hizo, pero ya el daño estaba hecho, tomó una botella que había en un estante y se sirvió un poco de whisky, hacía años que no tomaba, y al hacerlo de un solo trago, el licor le escoció la garganta, sintió un escalofrío recorrer su piel y se sirvió otro, se sentó en uno de los sillones que había y su mirada se fijó en un solo punto, vio los ojos del hijo de su hermano y no pudo soportarlo, su enojo de hace unos momentos, ahora los sentía contra él mismo, camino hacia la puerta y se tropezó con la pata de un sillón y se desquitó con el mueble hasta hacerlo trizas, sus puños golpeaban ahora la pared y ahora lucían ensangrentados, la carita del niño se asomaba a su memoria ¿Por qué lo hizo? Era lo que se preguntaba una y otra vez, desde el momento que le gritó al niño fue consiente de lo mal que había actuado.
Antes de acostarse, Candy, bajó a la cocina por un vaso de leche, sus ojos los sentía hinchados de tanto llorar, escuchó unos golpes sordos y se asomó a la ventana, pero todo estaba en silencio, otro golpe más fuerte y fue hacia el salón pero nada y fue hasta que unos sollozos la hicieron ir hasta la biblioteca, abrió y al entrar, nada de lo que ahí estaba pasando deseo que fuera cierto, William estaba golpeando un muro de la pared y por sus manos la sangre no paraba de caer en hilo, entró y lo abrazó por la espalda.
¡William! ¡para! – lo sentía temblar y se colocó frente a él, lo tomó del rostro y con esfuerzo hizo que la mirara – William… por favor… no te hagas daño – él le devolvió la mirada y la vio a ella, parecía un ángel con su cabello suelto y alborotado.
Perdóname – le dijo con la voz muy queda – lo si… siento… ¡Dios! – se salió de sus brazos – déjame solo – pero ella no se movió, se sentía muy afectada, estaba conociendo otra parte de su Albert… del Albert que ella recordaba cuando lo conoció y sus ojos se llenaron de lágrimas.
No… no sigas lastimándote… – escuchó que él trataba de respirar hondo, estaba tratando de tranquilizarse.
No… yo no quería hacerle… daño – se sentía muy avergonzado, ella caminó hacia uno de los estantes de la biblioteca y sacó algodón y dos botellas.
William – fue hasta él y lo tomó del brazo para no lastimar sus nudillos – ven hay que curarte esas heridas – sus lágrimas no dejaban de escurrírseles por las mejillas, el se dejó llevar y se sentó en el único sillón que había quedado – le subió las mangas de ambos brazos y con Isodine lavó sus heridas, él no se inmutó siquiera del ardor, tomó la jarra de agua que había sobre el escritorio y enjuagó la espuma y después le puso alcohol, al sentir que el líquido le escocía los dedos quiso retirar sus manos – todo estará bien.
Su… su carita… ¿viste su carita? – se soltó de su mano y las paso en su rostro – haría cualquier cosa porque nada de eso hubiera pasado.
No vuelvas a hacerlo William… es lo único que te pido…
Lo lastimé tanto… mis palabras le infligieron un dolor profundo… sus ojos… no puedo con eso… – Candy terminó de limpiarlo y lo único que podía ofrecerle en ese momento era consuelo, ella se sentía muy enojada, pero no podía ignorar que William se sentía peor.
Ven… te llevaré a la recámara – él solo asintió, sabía que el niño la necesitaba a ella, y no iba a negarle eso… necesitaba verlo sonreír… necesitaba recuperar su confianza.
Llegaron, y ambos se sentían adoloridos, ambos tenían dolores físicos muy diferentes, dolor que había provocado él, no fueron necesarios los golpes, porque algo más fuerte los derrumbó a los tres, lo dejó hasta que él se metió a la ducha y se fue a la cama… y lo único que obtuvo fueron unas suaves palmadas en el hombro.
Dentro de la recámara de su hijo, ella luchaba con tratar de contener sus lágrimas que trataban una vez mas de asomarse por sus hermosos ojos verdes, se colocó a lado del cuerpecito de su hijo y lo abrazó hasta tenerlo cerquita de su corazón.
Te amo mi niño… papá te ama también, todo estará bien mañana… el sol brillará y el dolor se quitará.
Pero desde ese día, todo fue diferente, el pequeño Albert, aunque sonreía, ya no fue el mismo con él, bastó un solo día, un instante, para que él echara a perder todo lo que había avanzado con el niño y a consecuencia de ello y sumado a lo que estaba pasando con las cuentas del proyecto de Brasil y el consorcio Andley le hacían sentirse atado de pies y manos y eso le hacía enfurecer, no quería viajar hasta ese país, pero si no lograba obtener respuestas tendría que hacerlo, Candy tuvo que confrontar una vez más el mal humor de William, día a día trataba de entender el porqué de su actitud, no lograba hacerlo pues se preguntaba ¿cómo se podía cambiar de un momento a otro? desde ese día, William estaba de un humor de perros, y para Candy, la mejor manera de afrontar esa situación era llevar a su niño donde sus padres y ella irse a la universidad.
Un mes después del incidente con el pequeño Albert, recibieron la mejor de las sorpresas, los padres de William llegaron a visitarlos, él se sentía muy nervioso, pues desde hace más de tres años, él no cruzaba ninguna palabra con ellos, ese día, él sintió que tendría por fin la oportunidad de abrir esa caja de secretos que lastimaría a más de uno… pero no tanto como a él, oportunidad que aprovecharía para abrirse ante ellos para que supieran la verdad, para que supieran que él no había hecho nada malo.
Hola BUENAS NOCHES, una vez más les regaló un nuevo capítulo, GRACIAS por sus mensajes, críticas y opiniones, son muy importantes para mi.
Lorena Pizzimenti.
Carol Aragón.
Cla 1969.
Susi Cch.
MaríaGpe22.
Nancy Reyes.
Fabaguirre167,
Lili.
IsasiB.
Sincity12345.
Ana Martínez.
MIL GRACIAS, si Dios lo permite, nos leemos en el próximo capítulo.
100923
