LOS PERSONAJES DEL MUNDO CANDY CANDY LE PERTENECEN A SUS CREADORAS Y ESCRITORAS MISUKI E IGARASHI.
¿A QUIÉN AMAR?
Capítulo 20.
ENTRE LA DUDA Y UN RECUERDO DOLOROSO.
ALBERT.
¡MALDICIÓN! – golpeó una vez más el escritorio - ¿Por qué diablos no puedo entrar a ese maldito archivo? – gritándose a si mismo, tomó su celular y marcó un número, sentía una opresión en el pecho cuando lo hizo ¿Qué significaba? Ni él lo sabía, se comunicó con el arquitecto en jefe de la obra, esperó hasta que escuchó la voz del otro lado.
Arq. Riveiro ¿Cómo van los avances de la obra? ¿alguna novedad? Bien… necesito que me comunique con urgencia con Romina mi asistente… ¡NO! Tiene que ser en este momento… bien, espero la llamada – algo estaba pasando, lo sentía dentro de él, un presentimiento lo estaba alertando, pero no sabía que era.
Era imprescindible para él saber que es lo que estaba pasando, desde hacía algunos días comenzó a tener una sensación que no lo dejaba, es como si estuviera anticipándose a los acontecimiento, como si algo fuera a suceder, pero desconocía que, los latidos de su corazón los sentía más rápidos cuando se sabía en problemas como cuando era niño y después un adolescente, se comenzó a impacientar cuando no tuvo respuestas cuando él las requería, marcó otros números y no obtuvo respuesta, alisó su cabello y con las palmas de las manos golpeó el escritorio, se enderezó exhalando el aire que tenía en los pulmones y respiró una y otra vez hasta tranquilizarse, lo que pasó hace algunas semanas con el pequeño Albert, le hizo reconsiderar el de tratar de cambiar su temperamento, salió del despacho dirigiéndose a la cocina, se sirvió agua hasta sentir que el frío del líquido le causó un dolor en la frente, el sonido del timbre del teléfono lo hizo ponerse alerta, tocó el bolsillo de su pantalón pero no lo tenía y regresó corriendo al despacho y lo tomó con premura.
¿bueno? – escuchó todo lo que su interlocutor le decía y su rostro de desencajó, primero de incredulidad, sorpresa y después de miedo – ¿estás seguro? ¿acaso tienes pruebas de lo que me estas diciendo? ¿desde cuando lo sabes? ¡maldición! ¿Por qué no se me informó antes? – no esperó respuesta y colgó la llamada – "no, no puede ser" – pensaba una y otra vez, de repente el lugar donde se encontraba sentía que se le encogía, que su corazón se aceleraba hasta casi sentir una taquicardia, el mero hecho de pensar en separarse de Candy lo enloquecía, ahora que la tenía tan dentro de su alma, no podía permitir que eso sucediera, no ahora que estaba tratando de ser todo lo que ella quisiera de él, no después de ser testigo de que su relación con Candy se tambaleara, todo aquello quedó atrás y se estaba esmerando porque cada día contara para vivirlo a lado de su esposa e hijo – "hijo" – pensó en el pequeño Albert y aún le dolía el cambio del niño, a sus apenas tres años, bastó que pasara aquello para que el corazón del niño se marcara por siempre, y solo de recordarlo sentía que su corazón se estrujaba de la desesperación, quería ganarse una vez más el corazón del pequeño Albert, pero lo días pasaban y vio que no había siquiera la intención de lo que él tanto anhelaba… un abrazo de ese pequeño que ya comenzaba a amar como si fuera suyo.
Pero fue la llamada de su padre quien lo sacó de su órbita, no podía creer que aquello estuviera pasando - ¡está vivo! Tu hermano está vivo – tan solo escuchar esas palabras, el miedo se hizo de él.
No… Candy – mencionó en un susurro su nombre – y a partir de ahí, ya no pudo estar tranquilo, sentía que el tiempo se detenía, él quería que así fuera, pero realmente, el tiempo pasaba con una dolorosa sensación de que pronto perdería lo que por poco tiempo tuvo.
Pasaron las semanas y no hacía mucho se dio cuenta que había algo diferente en ella, su rostro irradiaba una ternura y alegría que él no podía siquiera interpretar, su cabello tenía un brillo casi deslumbrante, después de que él pasara por aquella terrible infección y al saberse totalmente sano se hicieron el amor, eso fue hace unas semanas, después de que enfermó no la volvió a tocar por recomendación del médico, quería pensar que todo iba bien entre ellos, que nada enturbiaría lo que ya tenían entre los dos, esa mañana ella salió como todos los días, con una gran sonrisa en su rostro, siguieron su rutina de bañarse y desayunar juntos.
Iré a la universidad a presentar mi último examen, he quedado con tu madre de ir a comer, así que no me vayas a esperar…
Hoy tenemos una salida ¿recuerdas? – le dijo serio.
¡por supuesto que sí! Antes de las tres me tendrás de vuelta…
A las seis tenemos esa reunión – ella se levantó de su silla y tomó su rostro entre sus manos – no te preocupes… estaré lista para esa hora – él se levantó y acunó sus mejillas como ella había hecho, había un brillo en sus ojos, los observó y ella solo sonrió.
¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? – le dijo con una enorme sonrisa en sus labios.
No.… no sé, tus ojos… tienen un brillo especial…
¿aaaa siii? ¿y mis besos? – William besó sus labios con ansiedad.
William… tengo que irme – le dijo sin dejar de besarlo – Albert, mi amor ¿ya terminaste?
Si mami – Candy fue hasta donde estaba su hijo y le besó la mejilla y el niño se limpió con su manita.
Albert…
Lo besaste a él – fue lo único que le dijo, haciendo que a Candy se le rompiera su corazón, observó a William y él solo negó con la cabeza para que no reprendiera al niño, lo entendía perfectamente bien, el pequeño Albert, se levantó y fue a la encimera a tomar su lonchera y regresar a ella, por primera vez, William desde donde estaba sufrió con esas cuatro palabras, era un abierto rechazo hacia él, era el interminable dolor que él le había provocado a ese niño y de eso se arrepentía una y mil veces – ¿nos vamos mami?
Lávate los dientes amor – el niño fue y regresó momentos después – Despídete de papi cariño – Albert se paró y desde donde estaba solo volteó y le agitó su manita, desde que pasó aquello, el niño puso una barrera, Candy ya se lo había advertido y desafortunadamente, estaba sufriendo las consecuencia de todo lo que provocó, William los acompañó a la puerta, sus brazos querían agarrar a ese niño y abrazarlo con fuerza para que él sintiera su amor, pero solo se conformó con eso que el niño le ofrecía, abrazó una vez más a Candy de manera posesiva, y solo cuando ella lo separó, él la soltó, vio como el pequeño Albert la tomaba de la mano mientras caminaban.
Mami ¿me puedes llevar a casa de Anthony?
Mi amor… lo verás en la escuela.
Si mami, pero cuando salga… ¿si mami? – William escuchó al niño lo que le pedía a su mamá y se sintió peor de lo que ya estaba.
¿no prefieres ir donde la abuela? Hará tu postre favorito – le decía con entusiasmo.
Siiii… si mami – William vio como Candy subía al niño a la parte de atrás de auto y asegurarlo a su asiento y posteriormente ella se subía para salir manejando de su residencia, lanzándole un beso a William.
Entró a la casa y se dirigió al salón, sabía que era muy temprano para beber, pero lo necesitaba, ya más de dos meses de aquello y no lograba acercarse al niño, y simplemente no podía con ese rechazo.
Se pasó casi toda la mañana en el despacho, Candy no llegaría a comer y no tenía caso interrumpir lo que estaba haciendo, tomó algunos sobres y comenzó a leer y firmar documentos, necesitaba enviarlos al correo, hacía poco que estaba viviendo con Candy y no estaba muy familiarizado con la casa, su hermano tenía muy buen gusto y le diseñó una casa muy hermosa a Candy, cuanto hubiera deseado haber sido él quien lo hiciera, después de un rato, llamó a una de las jóvenes que apoyaban en el servicio.
Por favor Trudy, antes de que se vayan ¿podrías decirle a John que venga? necesito que vaya a dejar esto al correo.
Claro señor ¿gusta que le traiga el desayuno? – él solo negó.
No, pero si te recibo un café… cargado y sin azúcar.
La joven salió un poco apresurada y nerviosa, algunas veces habían sido testigos del carácter de William, él, solo la observó negando con la cabeza, terminó de archivar en sobres los documentos y los cerró esperando que llegara el chofer, se recostó sobre el espaldar de la silla, observando el despacho de su hermano, cada detalle del lugar tenía el sello de su hermano, recordó que desde pequeños a Albert le llamaba mucho la atención dibujar casas y ahí estaba, sentado en el lugar que dispuso para trabajar en privado, un lugar demasiado personal en el cual sabía que él no pertenecía, sin darse cuenta, estaba mirando un punto fijo, se levantó de la silla y fue hasta una de las vitrinas donde habían infinidad de libros, abrió la puerta de cristal y sacó un libro grande y demasiado grueso, era el único entre todos los libros que era de color claro, lo abrió y se dio cuenta que era un álbum de fotografías, se sentó en uno de los sofás que habían y comenzó a hojearlo, en la primera pagina había una niña, era Candy, era muy preciosa, sonrió y observó a detalle la fotografía, con un dedo delineó el rostro de esa bebé, se imaginó a si mismo con muchos niños y niñas tan bellos como lo es el pequeño Albert, pasó sus dedos a su mejilla y se dio cuenta que estaba llorando, él deseaba eso con Candy y haría lo posible por lograrlo, apenas la primera foto y deseaba disfrutar del pasado, el presente y el futuro que tendría con Candy, se abrió la puerta y al ver a la joven asistente se secó las lágrimas de sus ojos.
Sr. Andley… aquí tiene su café, le he avisado a John y en un momento vendrá ¿gusta algo más? – William negó con la cabeza.
No, pueden retirarse – la joven salió y después de eso, supo que se encontraba completamente solo, era viernes y todo el personal se tomaba sus días de descanso.
El teléfono sonó y se levantó apresurado, la lada era de Brasil, pero el número le era desconocido, Su curiosidad le hizo levantar el auricular y una voz igual de desconocida le comenzó a hablar.
Bueno ¿Quién habla?
¿sr. Andley?
Diga… ¿con quién desea hablar?
Tranquilo Sr. Andley, lo que le voy a decir es de suma importancia…
Dígame quien es usted
Su hermano…
¿Cómo? ¡¿si lo que quiere usted es extorsionarme, se ha equivocado de persona?! – una carcajada al otro lado de la línea lo sacó de quicio.
Le he enviado un par de fotografías… llámeme si le interesa.
¡diablos! ¡espere! – pero solo el pitido de que habían colgado escuchó – paseó sus ojos por la habitación buscando el fax, cerca de la ventana lo encontró, pero estaba desenchufado, lo conectó a la corriente emparejándolo con la línea telefónica, esperó un buen rato y no hubo ningún mensaje, le fastidió sentirse taimado una vez más, pero, aun así, no dejaba de sentirse preocupado, esperó y nada.
Quiso distraerse volviendo a tomar el álbum de fotografías y comenzó a hojearlo de nuevo, trataba de entretener su mente de esa llamada, pero no lo conseguía ¿Quién lo había llamado? No reconoció la voz, llamó a uno de sus contactos y le pidió que investigara ese número, agarró la botella de whisky y se sirvió, tomándolo de un solo trago, momento después el pitido del aparato lo hizo levantarse rápido, sintió un poco de temor y no se apresuró por llegar hasta donde se estaban las hojas que se estaban imprimiendo.
Su corazón lo sentía al límite, extendió la mano y tomó las hojas… en ellas comenzó a ver un rostro… era su hermano… pero no era la persona que vio la ultima vez, el hombre de la fotografía, mostraba graves signos de desnutrición, estaba en los huesos, pero sin duda era su hermano, miró su reloj y ya habían pasado dos horas desde que Candy salió, tomó su celular y comenzó a marcarle… nada… solo el sonido constante de que la estaba llamando, agarró el identificador y comenzó a marcar el número que hacía unos momentos había tomado la llamada y no había señal de ellos, marcó el número otras tres veces hasta que le contestaron.
¿Cuánto quiere por saber el paradero de su hermano?
¿de cuando son esas fotografías? – su voz la sintió temblorosa, una pisca de esperanza se anidó en su corazón
De hace dos años… y le aseguro que su hermano no está muerto como le han hecho creer a usted… – para ese momento, William ya estaba transpirando copiosamente.
Esa no es una prueba fehaciente de que mi hermano esté con vida, deme una prueba más reciente y talvez me convenza – sabía como tratar con personas de esa calaña.
No me crees ¿verdad? Haces bien, ojalá tu hermano hubiera sido igual de desconfiado… espero tu llamada…
¡maldición! – quiso aventar el auricular contra la pared, pero se contuvo.
Otra vez ese silencio que le oprimía, tomó otro trago de whisky y dejó que el líquido hiciera su trabajo, pero ni eso logró que se tranquilizara, llamó una vez más a Candy y no contestaba, miró su reloj de pulsera y apenas eran las diez de la mañana, seguramente Candy estaba aun en la universidad, faltaban cinco horas para que ella llegara, en ese momento, ya no quería saber de la reunión que tendrían en las empresas, quería saberla y sentirla entre sus brazos, el tiempo lo sentía tan lento, tan desesperante que deseaba que ella llegara con esa eterna sonrisa que le regalaba cada día, una vez más, el pitido del fax, llamó su atención, se quedó sentado, las manos comenzaron a sudarle y se las limpió con la tela del pantalón, se levantó y caminó hacia el dichoso aparato, tomó las hojas y nada más ver su contenido, las tiró como si quemarán, llamó con más insistencia a Candy, pero las llamadas simplemente no eran contestadas.
Se sirvió un trago tras otro, en su corazón sentía que perdería a Candy, se vio a sí mismo destruyendo el castillo que había construido, viendo cómo se desmoronaba inevitablemente, quien estuviera atrás de todo eso, conocía la procedencia de es información, llamó una vez más y nada, ya con la desesperación tomó otro trago de whisky, se sentía en estado de alerta, pero al pasar el licor por su garganta su cuerpo se relajó un poco, recogió los papeles que habían en el suelo y las observó detenidamente, quería saber la procedencia de esas imágenes, pero no encontró nada, salió y se dirigió a la planta alta, entró a la recámara y comenzó a desvestirse, entró al baño y se miró al espejo y el rostro que veía era la burla de si mismo, se metió bajo la regadera y dejó que el agua fría le apaciguara la desesperación que sentía en su pecho.
No… nada ni nadie me separará de ti Candy – era la voz que se repetía en su cabeza tratando de convencerlo, era una desesperación que nunca antes había sentido, sus emociones estabas partidas en dos, saber que había una posibilidad de que su hermano estuviera vivo y la terrible sensación de perder a Candy, el eco que se repetía una y otra vez en su cabeza lo escuchaba claramente como si su padre se las estuviera repitiendo – ¡está vivo! Tu hermano está vivo.
CANDY
Antes de entrar a la regadera, Candy observó su cuerpo frente al espejo, se veía diferente, sus pechos los sentía más sensibles, las aureolas estaban en un tono más oscuro, eran esas señales inconfundibles que su cuerpo le daba, iría al laboratorio a recoger el resultado de los análisis que se había hecho días antes, necesitaba estar segura, con una renovada alegría se metió bajo la regadera lavando su cuerpo, cuando terminó de asearse, bajó a la cocina a preparar el desayuno, iría a dejar a su niño al preescolar, momentos después y cuando estaban listos, Candy, en lugar de ir a la universidad, fue al único lugar que la sacaría de dudas, su corazón lo sentía latir muy rápido, desde hacía algunas semanas, se empezó a sentir indispuesta, los constantes mareos y nauseas le susurraron a su corazón que estaba esperando bebé, se acarició su vientre plano, sonriendo e imaginando su rostro, cuando la llamaron y le dieron el sobre, las manos le temblaban, se sentó y sacó la hoja, las lágrimas nublaban su vista y las limpio con sus dedos, sus ojos buscaron el final del escrito y sus sospechas ya estaban confirmadas, estaba embarazada, ella y William tendrían a un nuevo bebé, comenzó a idear la forma en la que se lo diría a su esposo, se imaginó muchos escenarios en donde él estaba más que feliz, sintió sus brazos cerrando su cintura, se lo imaginó besando su vientre… como aquella vez cuando se fue a Brasil, todos los escenarios que iba tejiendo en su imaginación estaban dirigidos a la felicidad que sentía en ese momento, llamó a su suegra y quedaron de verse.
Por aquí por favor – la guio el mesero.
Candy – Pauna se levantó de su silla para abrazar a su nuera.
Disculpe… llegué tarde – correspondiendo al abrazo, lo sintió un poco más prolongado, pero eso a ella no le importó, se sentía tan feliz, pero no diría nada.
Yo llegué temprano hija, siéntate – ambas lo hicieron – ¿y mi adorado nieto?
En el kínder, le ilusiona mucho ir, Anthony y él son inseparables.
Así me ha contado Rose, son un amor esos niños, parece que fue ayer cuando tuve a tu hijo en mis brazos, crecen tan rápido – suspiró al rememorar ese recuerdo – ¿y tu como te encuentras hija?
Feliz… William está tratando de ser quien era antes de que se fuera a Brasil, nos procura en todo.
Hija… Qué te parece si ordenamos y luego platicamos – Candy asintió sonriéndole, platicaron de sus estudios, del pequeño Albert, de todo, menos de William, en esos momentos Pauna quería poder decirle todo lo que su corazón guardaba, pero la veía tan feliz, que no se atrevía a hacerlo, había algo, un brillo que irradiaba en su rostro… era un resplandor diferente y una vez más, compró la verdad con su silencio, sabiendo qué pese a todo, era feliz.
Hija…
Dígame…
¿realmente crees en su cambio? – Candy arrugó el entrecejo un tanto extrañada.
¿de quién? ¿de William?
Por supuesto, de él…
Pauna… ¿Por qué lo dudas? Creí que te alegrarías…
Estoy feliz hija, sabiendo que lo eres… lo estoy… es solo… que a veces tengo incertidumbre…
No las tengas… soy inmensamente feliz, hemos tenido nuestras diferencias…
¿diferencias que involucran a tu hijo? – la interrumpió Pauna, por su mirada, Candy supo a que se refería.
Yo más que nadie, lamento que William haya tenido ese arranque de enojo con mi niño, usted sabe lo que Albert anhelaba a su papá… y cuando pasó eso… – sus lágrimas escurrieron por sus mejillas – es como si a mi hijo le hubieran vaciado todo el amor, admiración y cariño que sentía por él, como si se hubiera desvanecido… he tratado… pero Albert simplemente ya lo ve como si fuera un extraño… y eso me duele – la voz de Candy se ahogó en sollozos, Pauna la tomo de las manos tratando de aliviar ese dolor que sentía.
Dale tiempo hija, estoy segura… que un día tu hijo y Albert se reencontraran y no habrá poder humano que rompa ese amor que mi hijo siente por mi nieto.
Eso es lo que más deseo, deseo que mi hijo lo vea como siempre se imaginó tenerlo cerca – después del desayuno pasaron un momento más y se despidieron, prometiéndose verse más seguido.
Candy aún no quería llegar a su casa, fue al centro comercial y entró a una de las tiendas donde vendía artículos de embarazadas, nada más entrar, fue un mundo lleno de ilusión y esperanza por lo que se albergaba en su vientre, tomó algunas blusas y se las probó, al verse en ellas, se imaginaba con su vientre hinchado, se decidió por dos vestidos y tres blusas.
Buenos días ¿le ofrezco alguna otra cosa? – le dijo la empleada.
Eeeh si… voy a llevar esto… ando buscando algo… quiero darle una sorpresa a mi esposo… estoy embarazada – la dependienta le sonrió.
Por supuesto… disculpe… la ropa que lleva no es de maternidad – le dijo algo apenada.
No se preocupe, por lo general no uso ropa de maternidad, estas me encantaron – le dijo Candy.
Ok, tenemos unas cajitas sorpresas como estás – le pasó unas cajas de MDF pero Candy escogió una de madera, tenía algunas figuras talladas en madera, leyó la descripción y en ella describía que la figura correspondía a Freya, la diosa del amor y la fertilidad, escogió una pequeña sonaja de plata, escribió una palabras con una sonrisa en sus labios, no dejaba de imaginarse ese mágico momento, salió y se compró un helado de chocolate, se deleitó saboreándolo y mirando a través de las ventanas de las tiendas.
¿Candy? – la rubia volteó y abrazó a la persona que la llamaba.
¡Annie! ¡Cuánto tiempo sin verte!
Acabo de llegar de Inglaterra… papá me puso como condición de sacar una carrera si quiero seguir como pianista…
¿Cómo te ha ido? – le preguntó Candy
Genial, he conocido muchos países y personas…
¿y Archie?
Él se quedó allá, ya sabes, el negocio de su familia…
Si, Albert ya vino de Brasil y decidió por fin establecerse aquí.
Me alegro por ti Candy ¿Cómo haz estado?
Feliz… ahora que él se encuentra con nosotros me siento realmente plena… feliz – le dijo con una sonrisa.
¿Por qué no vamos al cine? Hace tanto tiempo que no nos vemos…
¿te acuerdas cuando íbamos con Eliza y se quedaba dormida? – ambas rieron a carcajadas, se tomaron del brazo y entraron al cine como cuando eran unas adolescentes, fueron a una de las salas y se sentaron hasta la última filia.
Definitivamente estos son los mejores asientos…
Siempre mi querida Annie.
¿y como haz estado? Cuéntame…
Feliz… inmensamente feliz, desde que William regresó, las cosas volvieron a estar bien, hemos tenido nuestros problemas, pero ¿quién no los tiene?
¿y tu hijo?
Más hermoso que nunca, ya va a preescolar – le dijo con emoción, sacando su teléfono y mostrando fotos de pequeño – mira ¿apoco no es precioso?
Con tus genes y los de él… por supuesto que es precioso – le dijo con sinceridad.
Y cuéntame… ¿Qué has hecho?
Bueno… me fui a Inglaterra de intercambio por tres meses y me encantó… le pedí a papá poder quedarme, pero me dijo que tenía que sacar una carrera si quería seguir con el piano, retomé la carrera y estoy con las dos, aprendiendo de ambas, Archie se molestó, pero le dije que ese era mi sueño, ¿sabes? Hice mi debut en Francia ¿y ni te imaginas quien me dirigió?
¿Quién? – le preguntó emocionada.
¡JOHN WILLIAMS!
¿de verdad?
Si, hice mi primer solo en piano y lo demás del concierto fue espectacular, papá se convenció de que eso era lo mío y me está ayudando a pagar parte de la carrera… él dudaba un poco, pensaba que era capricho de adolescente que venía arrastrando, fue lindo verlos en primera fila conteniendo sus lágrimas de emoción, mamá hasta hoy no está convencida, dice que debo darle prioridad a mi carrera… pero no, por primera vez en mi vida estoy tomando decisiones que me están haciendo sentir plena con lo que hago.
Cuando terminó la función salieron hasta el estacionamiento y se despidieron con un abrazo, Candy se sentía muy feliz y emocionada, quedaron con Annie para otra ocasión, miró su reloj y marcó a sus padres.
¿Mami?
Cariño, te estuve marcando, fui a traer a tu hijo como habíamos quedado… ¿quieres hablar con él?
No mami, ya voy tarde, Albert me está esperando… dale un beso de mi parte a mi niño.
Todos los que quieras mi ángel…
Te llamo cuando vaya por mi hijo…
Bien hija… no te preocupes, él estará bien.
Lo sé mami… te amo.
Fue manejando hasta su casa y una llamada la hizo estacionarse, tenía varias y no se había dado cuenta.
¿amor?
¡Candy! ¿Dónde estás? ¿Por qué no contestas? – lo escuchaba desesperado.
Amor… estoy bien… no te preocupes, ya voy camino a casa.
¡te he marcado infinidad de veces! – le gritó, Candy separó el teléfono de su oreja, estaba con la boca abierta, le sorprendía la actitud de William.
En un momento llego y hablamos – colgó el teléfono, se sentía muy molesta y decepcionada, él cada vez estaba más diferente a lo que era realmente, muchas veces lamentó que el viaje a Brasil lo transformara, el Albert que ella despidió en el aeropuerto distaba de ser lo que hoy era, sentía un nudo en la garganta y unas lágrimas necias mojaron sus mejillas.
Volvió a prender el auto y manejó mas despacio, se sentía triste y no quería que él la viera así, lloró y sintió que sus lágrimas le quitaban algo de es angustia que sentía. Cuando llegó a la residencia tomó un poco de alcohol y se puso en el cuello, se acarició el vientre y su corazón se llenó de anhelo, tomó la cajita y las compras que había hecho, entró a la casa y las bolsas las dejó en el recibidor.
¿William? – subió las escaleras con una alegría renovada, como si unos momentos antes, William la hiciera sentir de lo peor, tomó la cajita a la abrazó contra su pecho, en su corazón, ella sabía que la noticia le alegraría la vida a Albert como en su primer embarazo, miró hacia arriba, y William estaba esperándola con amargura en su rostro, la alegría que había reservado para él se esfumó nada más verlo – amor… ¿Qué sucede William? – los Cambios de humor que tenía últimamente ya no le extrañaban, aun así, su corazón necio no podía dejar de amarlo y aunque le dolía verlo así, se propuso que nada empañaría la felicidad que sentía en su corazón y que William, volvería a ser su Albert, el hombre cariñoso, atento, con todas las cualidades que a ella la enamoraron de él.
¿de donde vienes? – fue lo primero que le preguntó, cuando llegó a él, solo quería poder abrazarlo y por el contrario, la tomó con fuerza de sus brazos.
William… me estás haciendo daño – se removió para tratar liberarse de sus manos – ¿Qué te pasa? – su voz la sentía temblorosa.
¿te viste con él verdad? – Candy lo miraba sorprendida y con incredulidad – ¡CONTESTA! – Le gritó en la cara haciendo que se estremeciera.
¡BASTA WILLIAM! ¿Quién te has creído para suponer algo así? ¡como te atreves! ¡estuve con tu madre! – le contestó muy ofendida y enojada.
¡NO ME MIENTAS! – volvió a gritarle muy cerca de su rostro – estuve aquí en la casa y te llamé… fui a la oficina y llamé a casa de mi madre… ¡ESO FUE HACE CUATRO MALDITAS HORAS! ¡DIME DONDE DEMONIOS ESTABAS! ¡¿CON QUIEN?! – sacudiéndola por los hombros, mientras ella abrazaba la cajita.
Albert… ¡William! – corrigiéndose así misma – fui al centro comercial… y me…me encontré a Annie – sus lágrimas humedecían sus mejillas, él la soltó y le dio la espalda.
¿y que diablos tenías que hacer en el centro comercial? ¡¿Y POR MÁS DE CUATRO HORAS?! ¡¿CREES QUE SOY UN ESTÚPIDO O UN IMBÉCIL?!
William… mi amor… – puso su mano en el hombro, haciendo que retirara su mano cuando sitió su rechazo – no hay razón para que te pongas así – él se volteó sin ya poder ocultar su enojo.
¿aaah no? Te estuve llamando toda la mañana, fui a la oficina, vengo a la casa esperando que estés aquí ¿y me dices que no hay razón para que no me ponga así? Se supone que teníamos una salida pendiente.
Amor… para eso faltan dos horas – William cerró los ojos e intentó separarse de ella, pero Candy lo tomó de un brazo – ¡NO ME TOQUES! – Y al zafarse de ella dio un manotazo, haciendo que ella perdiera el equilibrio… Candy quiso agarrarse del barandal de la escalera, pero sus dedos apenas rosaron la madera del pasamanos, se vio así misma girando y con el único pensamiento que en ese momento pudo verbalizar cubriendo su vientre con sus manos - ¡ALBERT! ¡MI BEBÉ! – su cuerpo daba trompicones conforme iba cayendo, y en medio de todo lo que estaba pasando, buscó los ojos azul cielo de William.
ALBERT.
La reacción de él fue casi inmediata, pero ni eso le alcanzó para evitar que ella llegara al suelo, ante sus ojos, todo lo vio en cámara lenta, pero la velocidad en la que se estaba dando la desafortunada caída era vertiginosa, cuando vio el cuerpo desmadejado de la rubia en la base de la escalera supo que había perdido el conocimiento, la cabeza de Candy golpeó la mesilla haciendo que una pesada figura de mármol cayera sobre el costado derecho de su rostro, rápidamente llegó a ella, retirando la pesada estatuilla y con angustia la llamaba.
¡CAANDYYY!.. Candy mi amor contesta ¡DIOS MÍO! ¡¿Qué HICE?! Andy… reacciona – se hincó a su lado tocando su rostro ensangrentado, quería levantarla entre sus brazos, pero sabía que no debía, observó su cuerpo, su pierna y uno de sus brazos estaban doblados en un ángulo imposible, una mancha de sangre se fue formando entre sus piernas, tiñendo de rojo su hermoso vestido de seda, se agarró sus cabellos con fuerza – ¿Por qué? – sentía que sus ojos le escocían, tomó su celular y con desesperación marcó el número poniéndolo en alta voz.
911 mi nombre es Karen ¿Cuál es su emergencia?
Mi esposa… ella – verla como estaba lo hacía sentir tan miserable.
Tranquilícese señor y dígame que ha pasado ¿Cuál e su nombre? – lo cuestionaba la otra persona que estaba al teléfono, su voz trataba de tranquilizarlo.
Wi… William Andley… mi esposa… por favor… vengan rápido, s está desangrando.
Deme su dirección por favor, en un momento le mandamos una ambulancia.
Diez minutos después, vio como los paramédicos llegaron y levantaron el cuerpo maltrecho de Candy en una camilla, su hermoso rostro estaba falto de color, estaba muy pálida, uno de sus brazos, colgaba lánguido hasta que lo colocaron sobre su pecho y la aseguraron con las bandas de seguridad.
Sr. Andley… debe acompañarnos – el trayecto hasta el hospital fue todo un caos, dentro de la ambulancia los paramédicos trataban de hacer que Candy, mantuviera sus signos vitales, él la miraba con desesperación, quería volver a ver esos hermosos ojos de un increíble color verde esmeralda, con desesperación tomaba sus cabellos y por momentos azotaba su cabeza en las paredes de la ambulancia – contrólese señor… no es nada fácil lo que está pasando, pero al menos facilítenos el trabajo… su esposa lo necesita… – le dijo uno de los paramédicos, cuando llegaron al Northwestern memorial, no lo dejaron entrar con ella, tuvo que esperar y quedarse solo como todos en una salita adyacente, tomó su celular y marcó un número, esperó hasta que le contestaron.
¿mamá?
¿William? ¿Qué pasa hijo? – a la mujer le extrañó que su hijo le llamara, muy contadas veces recurría a ellos, ya sea porque viajaba mucho o porque realmente necesitara que apoyaran a Andy en su ausencia, a decir verdad, era muy poco afecto para hacerlo.
Candy… Candy… estamos en el hospital Northwestern – su voz se escuchaba desesperada, con aflicción y mucha culpa.
¡Dios mío! ¿Qué ha pasado William? Llegaré en un momento… – le contestó su madre.
Pro favor mamá… ven rápido… te espero – una hora después y ante él tenía al médico de cargo.
Sr. Andley… soy la doctora Kelly – William se levantó de inmediato cuando escuchó la voz de la doctora.
Dra… mi esposa ¿Cómo está?
En esté momento se encuentra en el quirófano, lamento informarle, pero su esposa perdió a su hijo… – la doctora sentía mucha pena, no era una noticia que precisamente les gustara dar.
¿hijo? – la cruda realidad lo azotó en ese momento, todo se desmoronó en cuestión de segundos, y todo por su estúpido temperamento… ella lo veía y estaba tan feliz… y todo lo echó a perder.
Así es sr. Andley… su esposa tenía un embarazo de trece semanas, desafortunadamente nada pudimos hacer por el producto – había incredulidad en su rostro, se retiró unos metros de donde se encontraba la médico y se mordió con fuerza el puño, dándose cuenta que con esa mano había empujado a Candy – Sr. Andley… afortunadamente para ella no tuvimos que intervenirla quirúrgicamente, dado al estado grave en el que se encuentra, era muy probable que su esposa perdiera a su hijo a consecuencia del golpe, lo importante en éstos momentos es que se encuentre bien.
¿puedo verla?
No, en este momento entró a cirugía a causa de las fracturas que tiene en brazos y piernas, así como también la fractura que tiene en la cabeza.
¿producto? ¿mi hijo? ¿Cuánto tiempo se tomará la cirugía? – todo él era un barullo de preguntas inconexas, se sentía aletargado, toda la energía que tenía desapareció.
No sabría decirle Señor, pero cuando hayan terminado, vendrán los médicos a cargo para darle un informe, el Dr. Robson es quien la está atendiendo.
Gracias doctora… – fue lo que dijo nada más, no había nada que decir, todo estaba claro, él había sido el responsable de que Candy estuviera lastimada, se sentó en una de esas incomodas bancas, se frotó la cara con sus manos y se amasó los cabellos hasta jalárselos - ¿Cómo pude perder la cabeza?... mi hijo – pensó en es minúscula vida que se abría camino para conocerlos, un hijo que jamás conocería , una vez más llegaron a su mente, imágenes de ella llegando con una gran sonrisa, no pudo evitar llorar, eran lágrimas de tristeza, enojo, frustración, de un enorme coraje por no saber controlar su temperamento, apenas hacía unas horas, ella estaba bien, rebosante de alegría… y ahora… por su culpa, esa hermosa mujer de quien se enamoró perdidamente desde el primer día que sus ojos la vieron, ahora estaba debatiéndose talvez, entre la vida y la muerte – Candy… perdóname mi amor.
Los pasos apresurados lo hicieron levantar su cabeza, vio a su madre acercarse con la preocupación en el rostro, llegó hasta él y todo lo que había pasado se volvió a rebobinar.
¿William? – el suave tacto de la mano se posó en su hombro.
Mamá… Candy…
¿Qué pasó? – se sentó a lado de su hijo – Ella… hijo, Candy estaba muy bien, fuimos a desayunar…
Mamá… yo… yo no sabía… – sosteniendo sus codos sobre las rodillas, ocultando el rostro entre sus manos – Candy perdió a mi hijo.
¿Qué estás diciendo? ¿Cómo? ¿Candy estaba embarazada? ¡Dios mío hijo! Lo siento tanto… – le dijo sinceramente, con todo lo que estaba pasando, ella no podía decir más de lo que sabía, le dolía no poder consolarlo, porque después de todo, en gran parte las cosas siempre estuvieron mal, desde que contrajo matrimonio a Candy.
Pensé que ya lo sabías – Pauna negó con la cabeza – ella llegó tarde… y discutimos… – la mujer se levantó temiendo escuchar lo peor, conociendo el carácter de su hijo, podía imaginarse ese terrible momento, ella quería gritarle, golpearlo si era necesario, pero l estar en un hospital se contuvo.
¿Qué hiciste William? – le preguntó con temor imaginándose ya la respuesta.
Yo… la estuve esperando… la llamé varias veces a su celular y no contestaba… discutimos… discutí – se corrigió – yo no me di cuenta… y la empujé.
¿Cómo? – se tapó la boca con sus manos – ¿Cómo pudiste? ¿Cómo fuiste capaz William? Dios mío – se frotó la frente – mataste a tu propio hijo… ¿te das cuenta de todo el daño que haz hecho? ¡a ella… a Candy! ¿Qué hice William? ¿Qué hice mal contigo? Ella no merecía el mal trato que le dabas – él levantó el rostro, nada más para sentir el ardor que le provocó la cachetada que le dio su madre en la mejilla.
Yo no quería que cayera… no quería…
Ese es el problema contigo William… tú no quieres a nadie ¡NUNCA QUIERES NADA! Eres egoísta… egocéntrico… crees que todo gira a tu alrededor ¡eres tan despreciable! – le susurró en el oído – lo mejor para ti es que te vayas… te largues a donde quieras, baja a todo un ejercito celestial si puedes o haz lo que quieras con tal de que Candy se encuentre bien… desparece una vez más y no regreses si así lo deseas… te repito ¿te das cuenta de todo el daño que le haz hecho desde el día que te cásate con ella? ¿Qué ganabas con hacerlo? Nada de exime de lo que le haz hecho William… ella no merecía que la trataras así… Dios mío…
¡¿y crees que no lo sé?! – le contestó desesperado.
Entonces ¿Qué es lo que te ocurre? – cerró los ojos frustrada - ¿Qué les dirás a sus padres? Ellos merecen una explicación…
Mamá, en éste momento lo único que me importa es que mi esposa esté bien…
Me parece perfecto hijo… porque ahí vienen… m – todo el color que tenía reservado pese a lo que había pasado en ese accidente, se desvaneció cuando vio a los padres de Candy.
¿Cómo…? ¿Quién…? ¿fuiste tu verdad?
Si, yo los llamé después de que tu me llamarás… es lo correcto… son sus padres y deja de mirarme así… – William volteó a ver a sus suegros.
¡debiste esperar! – le dijo entre dientes, María y George llegaron con la angustia tatuada en el rostro.
Mi hija… mi niña ¿Cómo está? – preguntó maría – el ámbar de sus ojos estaba arrasados en lágrimas y sus mejillas sonrosadas a causa del llanto.
Está delicada… – contestó Pauna recibiéndola con un abrazo – en cirugía…
¿Qué… que pasó? – preguntó María mirándolos a los dos, a Pauna le costaba sostenerle la mirada.
Yo… yo provoqué su accidente… – contestó William con sinceridad, no tenía caso callar lo evidente, en ese momento y sin descubrir sus intenciones, George se le fue encima a golpes.
¡maldito! ¡¿Cómo te atreviste a tocar a mi niña?! – estando las dos mujeres ahí, no había poder humano que pudiera separar o acallar La intención ni la furia de hacer que él pagara por lo que su hija estaba pasando – ¡te voy a hundir imbécil!
¡George! – eran los gritos que una y otra vez gritaba María, pero ni eso podía contenerlo.
Por favor George… – fue lo que se atrevió a decir Pauna.
¡POR FAVOR NADA! ¡No voy a descansar hasta verte hundido miserable! – y seguía moliéndolo a golpes deseaba descarga con sus puños toda la frustración, coraje y tristeza que hombre había provocado en su niña, sintió que lo agarraron de los brazos para alejarlo de William y aún así le dio unas cuantas patadas – ¡LARGATE DE AQUÍ!
¡ES MI ESPOSA! – George se soltó de los guardias que lo sostenían y se fue de nueva cuenta a golpes contra él, sentía demasiada furia.
¡¿AHORA ES TU ESPOSA VERDAD?! ¡HARÉ LO QUE SEA NECESARIO PARA QUE MI HIJA NO VUELVA CONTIGO! ¡¿ME OÍSTE?! – Fue necesario que llegara más personal de seguridad para que detuvieran la pelea, George exigió que sacaran a William de la sala privada, dando los motivos por los cuales su hija se encontraba hospitalizada.
Pauna y María se quedaron abrazadas consolándose por todo lo que estaba pasando, la madre de William se sentía muy mal, deseaba poder hablar y decir todo lo que sabía… no era el momento para hacerlo, esperaba que Candy saliera bien de la operación, deseaba que todo fuera como debió haber sido desde un principio, deseaba con todo su corazón, que nada de lo que estaba pasando no hubiera sucedido… hubiera… pero todo había pasado… todo era una terrible realidad.
William estaba afuera del hospital… se sentía enojado… se sentía con el derecho de estar a lado de Candy, las personas que se encontraban en los alrededores lo observaban.
¡¿Qué diablos miran?! – llamó una vez por teléfono y nada, George no contestaba – ¡maldición! – aventó el celular al piso haciéndolo añicos, tarde se dio cuenta de lo que había hecho, respiró hondo y salió de ese lugar, tomó un taxi y se dirigió a la residencia donde hace unos momentos él apostaría de que iba a ser feliz con Candy.
Hola chicas y unos cuantos chicos por ahí, BUENAS NOCHES, tarde pero seguro, mil disculpas por el graaaan espacio de tiempo que me tomé al subir éste capítulo, ustedes no están para saberlo, pero yo si para contarlo… se me borraron cinco capítulos súper largos de ésta historia y todo por no escribirlo en mi cuaderno… no volverá a pasar, de eso si estoy segura, mil GRACIAS por la espera, los mensajes y por las porras de aliento para que actualizara. A Lore Pizzimenti, Karol Castro, Kat, Romeo Grand, Isabel Vázquez y a muchas personas más que me anduvieron duro y duro con los mensajes.
Cla1969.
Sincity12345.
Lorena pizzimenti.
Susy Cch.
Carol Aragón.
Lili.
Nancy Reyes.
fabaguirre167.
IsasiB.
MaríaGpe22.
Castro Karol.
Matilde Silva.
Guets1.
Guets2.
MIL GRACIAS, si Dios lo permite, nos leemos hasta el próximo Capítulo.
290424.
