Tanto la historia como los personajes de esta historia no me pertenecen, yo solo me divierto adaptándola.

Cap 6

Han pasado cincuenta y tres días desde que Jacob se marchó de mi piso aquella mañana. Es decir, que hace cincuenta y tres días que no sé nada de él. Pero no pasa nada porque durante esos cincuenta y tres días he estado demasiado ocupada como para pensar en nada que no fuera el momento que acaba de llegar.

—¿Lista? —me pregunta Alice.

Cuando asiento con la cabeza, ella le da la vuelta al cartel de ABIERTO. Luego nos abrazamos saltando como niñas. Nos situamos detrás del mostrador y esperamos a que llegue el primer cliente. Es un periodo de prueba. No he hecho campaña de marketing ni nada; solo quiero comprobar si hay algún problema antes de la inauguración oficial.

—Ha quedado precioso —menciona Alice, admirando el fruto de nuestro duro trabajo.

Miro a mi alrededor, a punto de estallar de orgullo. Por supuesto que quiero que el negocio tenga éxito, pero a estas alturas no estoy del todo segura de que eso sea lo más importante. Tenía un sueño y me he dejado el culo para hacerlo realidad. Eso es lo que importa; lo que venga después será de propina.

—Qué bien huele aquí —comento—. Me encanta este olor.

No sé si vendrá algún cliente hoy, pero las dos nos comportamos como si estar aquí fuera lo mejor que nos ha sucedido en la vida, así que me da igual. Además, sé que Jasper se pasará en algún momento, y mi madre también, cuando salga del trabajo. Eso ya son dos clientes. Es mucho. Alice me aprieta el brazo cuando la puerta se empieza a abrir. Siento un conato de pánico porque... ¿y si algo sale mal? Y luego me rindo al pánico porque, efectivamente, algo acaba de salir mal. Terriblemente mal.

Mi primer cliente es nada más y nada menos que Jacob Black. Cuando la puerta se cierra a su espalda, se detiene en medio de la tienda y mira a su alrededor, impresionado.

—Pero ¿cómo...? —Da una vuelta en redondo—. ¿Cómo demonios...? —Se vuelve hacia nosotras—. Es increíble. ¡Ni siquiera parece el mismo local!

Bueno, vale, tal vez no sea tan terrible que él sea nuestro primer cliente. Tarda varios minutos en llegar hasta el mostrador porque se para a examinarlo y a tocarlo todo. Cuando al fin lo logra, Alice rodea el mostrador y va a darle un abrazo.

—¿A que ha quedado precioso? —Me señala, sacudiendo la mano en mi dirección—. Fue todo idea suya. Todo. Yo solo eché una mano con el trabajo sucio. Jacob se echa a reír.

—Me cuesta creer que tus conocimientos de Pinterest no hayan ayudado en nada.

Yo le doy la razón, asintiendo.

—Es demasiado modesta. Gracias a ella la tienda es lo que es. Por lo menos, la mitad de las ideas son suyas.

Jacob me dirige una sonrisa y me habría causado el mismo efecto si me hubiera clavado un puñal en el pecho, porque... «¡Ay!» Dando una palmada en el mostrador con las dos manos, pregunta:

—¿Soy el primer cliente oficial?

Alice le entrega un folleto.

—Tienes que comprar algo si quieres que te consideremos cliente.

Jacob le echa un vistazo al folleto y vuelve a dejarlo sobre el mostrador. Se acerca a uno de los expositores y coge un jarrón lleno de lirios lilas.

—Esto es lo que quiero —dice, dejándolo sobre el mostrador.

—¿Lirios? —Sonrío

—¿Quieres que los enviemos a alguna parte? —le pregunta Alice.

—¿Hacéis envíos?

—Nosotras personalmente, no, pero tenemos el contacto de un repartidor. No sabíamos si lo íbamos a necesitar hoy.

—¿En serio vas a regalarle flores a una chica? —pregunta Alice, sin poder ocultar su curiosidad por la vida sentimental de su hermano, como es normal.

Yo tampoco disimulo bien mi interés, ya que me acerco más a ella para no perderme la respuesta.

—En serio. —Mirándome a los ojos, añade—: Aunque no pienso demasiado en ella. Casi nunca.

Alice coge una tarjeta y se la pasa, deslizándola sobre el mostrador.

—Pobre chica —comenta—. Eres un auténtico capullo. —Da golpecitos en la tarjeta—. Escribe el mensaje aquí y la dirección donde quieres que lo entreguemos en la parte de atrás.

No le quito la vista de encima mientras él se inclina sobre la tarjeta y escribe por los dos lados. Sé que no tengo ningún derecho sobre él, pero rabio de celos.

—¿La traerás a mi fiesta de cumpleaños del viernes? —le pregunta Alice.

Yo lo observo aún con más atención. Él niega con la cabeza y, sin alzar la vista, responde:

—No. ¿Tú irás, Bella?

Lo dice en un tono tan neutro que no sé si le apetece que vaya o si preferiría que no lo hiciera. Teniendo en cuenta el estrés que parezco causarle, me inclino por la segunda opción.

—Aún no lo he decidido.

—Allí estará. —Alice lo decide por mí. Se vuelve hacia mí entornando los ojos—. Vas a venir a mi fiesta, quieras o no. Si no vienes, dejo el trabajo.

Cuando Jacob acaba de escribir, mete la tarjeta en el sobre que acompañará a las flores. Alice le prepara la cuenta, que él paga en metálico. Mientras cuenta el importe, me mira.

—Bella, ¿sabes que es costumbre cuando uno abre una tienda enmarcar el primer dólar que ha ganado?

Asiento con la cabeza. Por supuesto que lo sé. Y él sabe que lo sé. Lo que realmente me está diciendo es que su dólar va a estar enmarcado en mi tienda hasta que cierre. Estoy tentada de decirle a Alice que le devuelva el dinero, pero esto es un negocio; tengo que dejar mi orgullo a un lado.

Con el ticket de compra en la mano, golpea el mostrador con el puño para llamarme la atención. Inclina un poco la cabeza y con una sonrisa franca me dice:

—Enhorabuena, Bella.

Se da la vuelta y sale de la tienda. En cuanto la puerta se cierra, Alice se apodera del sobre.

—¿A quién demonios le envía flores? —se pregunta, sacando la tarjeta del sobre—. Jacob no es de los que envían flores. —Lee el mensaje de la tarjeta—: «Haz que pare». «Joder.» Ella se queda observando la tarjeta, y repite la frase: —¿Haz que pare? Y ¿eso qué demonios significa?

No aguanto más. Le arrebato la tarjeta y le doy la vuelta. Ella se inclina hacia mí y lee el reverso de la tarjeta al mismo tiempo que yo.

—¡Será idiota! —exclama, riendo—. Ha escrito la dirección de la floristería. —Me quita la tarjeta de la mano.

«Guau.»

Jacob acaba de regalarme flores. Y no un ramo cualquiera. Me ha regalado un ramo de lirios en el pasado los griegos regalaban esta flor en senal de amor.

Alice coge su teléfono.

—Le mandaré un mensaje avisándolo de que se ha liado. —Tras enviárselo, se echa a reír, mirando las flores—. ¿Cómo puede ser tan inútil un neurocirujano?

Yo no puedo dejar de sonreír. Menos mal que Alice sigue mirando las flores y no a mí, porque, si no, tal vez ataría cabos. —Las guardaré en mi despacho hasta que sepamos adónde quiere enviarlas. —Cojo el jarrón y me llevo mis flores conmigo.

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les ha gustado este capitulo? espero sus cometarios.