Tanto la historia como los personajes de esta historia no me pertenecen, yo solo me divierto adaptándola.

Muchas gracias por sus comentarios en los ultimos dos capitulos: Jade HSos, OnlyRobPatti y a todas las lectoras silenciosas que estan por ahi un cometarios puede hacer feliz mi dia. :)

Cap 9

Dejo caer el diario sobre mi pecho y me sorprendo al notar que me caen lágrimas por las mejillas. Cada vez que lo releo, pienso que no me afectará, que ha pasado mucho tiempo y que ya no sentiré lo mismo que sentí entonces.

Soy una boba. Cada vez que lo leo, me entran muchas ganas de abrazar a gente de mi pasado. Sobre todo, a mi madre. Durante este último año, no he querido pensar en todo lo que tuvo que soportar antes de que mi padre muriera. Estoy segura de que todavía le duele.

Cojo el teléfono para llamarla y, al mirar la pantalla, veo que hay cuatro mensajes de Jacob. El corazón me da un vuelco. ¡Qué burra! ¡Lo tenía en silencio! Inmediatamente me reprendo por mi reacción. No debería alegrarme tanto.

Jacob: ¿Estás durmiendo?

Jacob: Supongo que sí.

Jacob: Bella...

Jacob: :(

La carita triste me la ha enviado hace diez minutos. Le respondo que no, que no estoy durmiendo, y él me envía un nuevo mensaje poco después:

Jacob: Bien. Estoy subiendo a tu casa. Llegaré dentro de veinte segundos.

Sonriendo, salto de la cama. Voy al baño y me miro la cara. No está mal. Corro hasta la puerta y la abro justo cuando Jacob llega al rellano. Parece que haya subido arrastrándose. Se detiene ante la puerta. Se le ve agotado.

Tiene los ojos rojos y ojeras marcadas. Me rodea la cintura con los brazos y me atrae hacia él, hundiendo la cara en mi cuello.

—Hueles tan bien... —me dice.

Tiro de él para que entre en casa.

—¿Tienes hambre? Puedo prepararte algo.

Él niega con la cabeza mientras se quita la cazadora con esfuerzo, así que me olvido de la cocina y me dirijo directamente al dormitorio. Él me sigue y deja la cazadora sobre la silla. Se quita los zapatos y los deja contra la pared.

«Lleva pijama de quirófano.»

—Pareces exhausto —le digo.

Él sonríe, sujetándome por las caderas.

—Lo estoy. Acabo de salir de una operación de dieciocho horas.

Se inclina sobre mí y me besa el tatuaje en forma de corazón que tengo en la clavícula.

«No me extraña que esté exhausto.»

—¿Cómo puede durar tanto una operación? —le pregunto—. ¿Dieciocho horas?

Él asiente y tira de mí hacia la cama. Nos tumbamos y quedamos cara a cara, compartiendo una almohada.

—Sí, pero ha sido increíble. Habrá un antes y un después de esta operación. Saldrá en las revistas de medicina y mi nombre aparecerá, así que no me quejo. Lo que pasa es que estoy muy cansado.

Me inclino sobre él y le doy un pico. Él me apoya la mano en la mejilla y me mira.

—Sé que probablemente te mueres de ganas de tener sexo sudoroso y desenfrenado conmigo, pero esta noche no tengo fuerzas. Lo siento. Te echaba de menos y, no sé por qué, duermo mejor cuando estoy contigo. ¿Te parece bien que me quede a pasar la noche?

Sonrío.

—Mejor que bien.

Él se inclina hacia mí y me besa en la frente. Me toma la mano y las apoya juntas sobre la almohada, entre los dos. Se le cierran los ojos, pero yo mantengo los míos abiertos para observarlo. Tiene el tipo de rostro que la gente no se atreve a mirar mucho rato directamente, por miedo a quedarse atrapado en su belleza. Y pensar que yo puedo contemplarla a mi antojo. No necesito apartar la vista con timidez porque Jacob es mío.

«Tal vez.»

Estamos en un periodo de prueba; no debo olvidarlo. Tras un minuto, él me suelta la mano y flexiona los dedos. Me quedo mirando su mano, preguntándome cómo es posible aguantar tantas horas de pie, debiendo usar con precisión tu psicomotricidad fina. No se me ocurren muchos trabajos que causen ese nivel de agotamiento.

Bajo de la cama y voy al baño a buscar la loción hidratante. Regreso a la cama y me siento a su lado con las piernas cruzadas. Me echo loción en la mano y me coloco su brazo en el regazo.

Abre los ojos y me mira.

—¿Qué haces? —murmura.

—Duerme —susurro.

Le presiono la palma con los pulgares y lo masajeo dibujando círculos que van hacia arriba y hacia el exterior. Él vuelve a cerrar los ojos y gruñe, hundiendo la cara en la almohada. Sigo masajeándolo durante unos cinco minutos antes de cambiar de mano. Él mantiene los ojos cerrados todo el rato. Cuando acabo con las manos, me monto sobre su espalda y le quito la casaca de quirófano. Él trata de ayudarme, pero tiene los brazos flojos como fideos remojados.

Le masajeo los hombros, el cuello, la espalda y los brazos. Cuando acabo, salgo de encima de él y me tumbo a su lado.

Mientras le estoy dando un masaje capilar, él abre los ojos.

—Bella, creo que eres lo mejor que me ha pasado en la vida —susurra, en tono sincero.

Sus palabras me envuelven como una manta cálida. Guardo silencio porque no sé qué decir. Él alza una mano y me sostiene la mejilla delicadamente. Su mirada me calienta por dentro. Se inclina hacia mí y une sus labios a los míos. Espero que se limite a darme un pico, pero no se aparta. Me recorre los labios con la punta de la lengua y los separa con delicadeza. Su boca es tan cálida que no puedo evitar gemir cuando profundiza el beso.

Me tumba de espaldas en la cama y me recorre el cuerpo con la mano, hasta que llega a la cadera. Se acerca un poco más a mí y hace descender la mano por el muslo. Cuando empuja hacia mí, siento una oleada de calor intensa que me recorre el cuerpo.

Agarrándolo por el pelo, susurro contra su boca:

—Creo que ya hemos esperado lo suficiente. Me gustaría mucho que me follaras. Ahora mismo.

Él gruñe con fuerzas renovadas y tira de mi camiseta para quitármela. Los siguientes minutos son un interludio de manos, gemidos, lenguas y sudor. Me siento como si fuera la primera vez que un hombre me toca. Los pocos que lo han precedido eran todos chicos, que actuaban con manos nerviosas y bocas tímidas. Pero Jacob es pura confianza. Sabe exactamente dónde debe tocarme y cómo debe besarme.

Solo deja de prestarme su total atención cuando alarga la mano para buscar un condón dentro de su cartera. Cuando vuelve a estar bajo las sábanas, con el condón en su sitio, no pierde el tiempo dudando. Me toma de una embestida rápida y certera, y yo contengo el aliento con la boca pegada a la suya y el cuerpo en tensión.

Su boca es fiera y exigente, y me besa en todos los rincones que logra alcanzar. Pierdo la fuerza en los músculos y también la voluntad; solo puedo rendirme ante él. Me está follando sin contemplaciones. Apoya una mano entre mi cabeza y el cabecero de la cama mientras empuja cada vez con más fuerza y la cama golpea contra la pared una y otra vez.

Le clavo las uñas en la espalda mientras él hunde la cara en mi cuello.

—Jacob —susurro—. Oh, Dios mío —digo—. ¡Jacob! —grito.

Le muerdo el hombro para camuflar los sonidos que escapan de mi boca tras el primer grito mientras los temblores me recorren el cuerpo de arriba abajo. Por un momento temo desmayarme. Aumento la fuerza con que le aprieto las caderas y noto que él se tensa.

—Dios, Bella—dice, temblando como una hoja. Tras un último empujón, gruñe y se queda inmóvil sobre mí. Cuando se convulsiona, dejo caer la cabeza sobre la almohada. Pasa más de un minuto antes de que recobremos el habla y la capacidad de movernos. Pero, incluso entonces, preferimos permanecer quietos. Él hunde la cara en la almohada y suelta un suspiro hondo—. No puedo...

Alza la cabeza y me mira. Su mirada está cargada de algo que no sé identificar. Con los labios pegados a los míos, me dice:

—Qué razón tenías.

—¿Sobre qué?

Sale de mí lentamente, sosteniendo su peso en los antebrazos.

—Me avisaste. Me dijiste que una sola vez contigo no sería suficiente. Me advertiste que eras como una droga..., pero te faltó decirme que eras de las más adictivas.

—-

Capítulo cortito, pero han dado un gran paso, nos vemos en el proximo.