Cap 12
—¿Qué les estás haciendo a esas pobres flores? —pregunta Alice, a mi espalda.
Cierro otra arandela plateada y la deslizo sobre el tallo del ramo.
—Steampunk —respondo.
Damos un paso atrás para admirar el resultado. Al menos espero que ella esté mirando con admiración. Ha quedado mejor de lo que me esperaba. He sumergido algunas rosas blancas en tinte especial de floristería para volverlas de color lila intenso y he usado elementos de decoración de estética steampunk como pequeñas arandelas y engranajes y lo he rematado pegando un pequeño reloj de bolsillo a la tira de cuero que ata el ramo.
—¿Steampunk?
—Está muy de moda. Es un subgénero literario, pero ha saltado a otras áreas: la música, el arte... —Me doy la vuelta, con una sonrisa en la cara—. Y ahora también la floristería.
Alice me quita el ramo y lo sostiene en alto.
—Es... tan raro. Me gusta muchísimo. —Abraza el ramo—. ¿Puedo quedarmelo?
Vuelvo a apoderarme del ramo.
—No, forma parte de la decoración para celebrar que hemos superado el periodo de prueba. No está a la venta.
Cojo el jarrón que acabé de preparar ayer. La semana pasada encontré en un mercadillo un par de botas antiguas, de mujer, de las que se atan con botones. Tienen estética steampunk y de ahí saqué la inspiración para el ramo. Lavé las botas, las sequé bien y luego las decoré con accesorios de metal. Las barnicé y puse jarrones estrechos dentro de las botas para colocar las flores.
—¿Allysa? —La llamó mientras coloco las flores en el mostrador central —. Estoy casi segura de que he nacido para esto.
—¿Para el steampunk?
—¡Para crear! —respondo, riendo, y voy a darle la vuelta al cartel de CERRADO, aunque aún faltan quince minutos para la hora de abrir.
Pasamos el día más atareadas de lo que pensábamos. Entre los encargos que nos llegan por teléfono, los pedidos por internet y los clientes que entran en la tienda, ni siquiera nos da tiempo a parar para comer.
—Necesitas más empleados —dice Alice, al pasar por mi lado con un ramo en cada mano, a la una de la tarde—. Necesitas más empleados — repite a las dos, con el teléfono en la oreja y anotando algo con una mano mientras le cobra a una clienta con la otra.
Cuando Jasper se deja caer por la tienda a las tres y pregunta qué tal va la cosa, Alice dice:
—Necesita más empleados.
Ayudo a una clienta a cargar un ramo en su coche a las cuatro. Al entrar, me cruzo con Alice, que está saliendo con otro ramo.
—Necesitas más empleados —me dice exasperada.
A las seis en punto, cierra la puerta y le da la vuelta al cartel. Se apoya en la puerta y se deja caer hasta quedar sentada en el suelo. Desde allí, alza la mirada hasta encontrarse con la mía.
—Lo sé —le digo—. Necesito más empleados.
Ella asiente en silencio y nos echamos a reír. Me acerco y me siento a su lado. Inclinamos las cabezas hasta unirlas y contemplamos la tienda. El ramo steampunk sigue en el centro, presidiendo el espacio. Aunque me he negado a vender este ramo en concreto, hemos tenido ocho encargos de otros parecidos.
—Estoy orgullosa de ti, Bella—me dice.
—No habría podido hacerlo sin ti, Ali—admito, sonriendo.
Nos quedamos sentadas allí varios minutos, disfrutando al fin del descanso que nuestros pies se han ganado. Francamente, ha sido uno de los mejores días de mi vida, pero no me quito de encima una cierta pena, porque Jacob no se ha pasado por la tienda en ningún momento, y tampoco me ha enviado ningún mensaje.
—¿Sabes algo de tu hermano? —le pregunto.
Ella niega con la cabeza.
—No, seguro que está muy ocupado.
Le doy la razón, asintiendo con la cabeza. Sé que lo está. Las dos alzamos la cabeza a la vez cuando oímos que alguien llama a la puerta. Sonrío cuando veo que es él. Se ha rodeado los ojos con las manos y nos busca por toda la tienda. Cuando al fin baja la vista, nos ve sentadas en el suelo.
—Hablando del rey de Roma —comenta Alice.
Me levanto de un salto y le abro la puerta. En cuanto ve el hueco, se cuela dentro, empujando.
—¿Me he perdido el primer día oficial? Sí, ya veo. Me lo he perdido. — Me abraza—. Lo siento, he venido lo antes posible.
Yo le devuelvo el abrazo.
—No pasa nada. Estás aquí y todo ha ido genial. Es perfecto. —Me hace muy feliz que haya podido venir, aunque sea tarde.
—Tú eres perfecta —replica, besándome.
—Tú eres perfecta —lo imita Alice, pasando a nuestro lado—. Eh, Jacob. ¿Sabes qué?
Él le suelta.
—¿Qué?
Ella coge la papelera y la deja sobre el mostrador.
—Bella necesita más empleados.
Su insistencia me hace reír. Jacobme aprieta la mano y dice:
—Parece que el negocio funciona.
Me encojo de hombros.
—No me quejo. Quiero decir..., ya sé que no soy neurocirujana, pero soy buena en lo mío.
Jacob se echa a reír.
—¿Necesitáis que os eche una mano?
Alice y yo no se lo hacemos repetir. Le damos trabajo y entre los tres recogemos el local tras la brillante jornada inaugural y lo dejamos todo listo para mañana. Jasper llega cuando estamos acabando. Lleva una bolsa que deja sobre el mostrador y empieza a sacar bultos de ropa, que nos lanza a los tres. Cojo el mío y lo despliego. Es un pijama de una pieza... ¡con estampado de gatitos!
—Hay partido de los Bruins. ¡Cerveza gratis, equipo! ¡Todo el mundo a cambiarse!
Allysa gruñe y protesta:
—Jasper, has ganado seis millones de dólares este año. ¿En serio necesitamos cerveza gratis?
Él le apoya un dedo en los labios para hacerla callar.
—No hables como una niña rica, Ali. ¡Blasfemia!
Alice se ríe y él le quita el pijama de las manos. Desabrocha la cremallera y la ayuda a ponérselo. Cuando los cuatro estamos pertrechados, cerramos la puerta y nos vamos al bar.
Nunca había visto a tantos hombres en pijama de una pieza. Alice y yo somos las únicas mujeres que lo llevamos, pero no estoy a disgusto. El local es muy ruidoso; tanto que cada vez que los Bruins hacen una buena jugada, Alice y yo tenemos que taparnos los oídos.
Una media hora más tarde, se queda libre una mesa en la primera planta y todos corremos a por ella.
—Mucho mejor así —dice Alice, mientras nos sentamos en los bancos corridos. Sigue habiendo mucho ruido, pero bastante menos que abajo.
Una camarera viene a atendernos. Yo pido vino tinto y, al oírme, Jasper pega un brinco en el asiento.
—¿Cómo que vino? —grita—. ¡Llevas pijama! No te traerán vino gratis. ¡Tienes que pedir cerveza!
Le dice a la camarera que me traiga cerveza, pero Jacob le dice que prefiero vino. Alice quiere agua, lo que hace que Jasper se altere aún más. Le pide a la camarera que traiga cuatro cervezas, pero Jasper pone fin a la discusión diciendo:
—Dos cervezas, un vino tinto y un agua.
La camarera se aleja bastante confusa. Jasper pasa un brazo por los hombros de Alice y la besa.
—¿Cómo se supone que voy a dejarte embarazada esta noche si no te emborracho ni un poquito?
A Alice le cambia la cara y me siento mal por ella. Sé que Jasper lo ha dicho en broma, pero seguro que ha tenido que dolerle. Solo hace unos días, me confesaba lo triste que se siente por no poder tener hijos.
—No puedo tomar cerveza, Jasper.
—Pues al menos toma vino. Te gusto más cuando estás achispada.
Él se ríe de su propio comentario, pero Alice no.
—Tampoco puedo tomar vino. Ningún tipo de alcohol, de hecho.
Japer deja de reír de golpe.
A mí me da un vuelco el corazón.
Jasper se vuelve hacia ella y la agarra por los hombros.
—¿Alice?
Ella asiente y no sé quién se echa a llorar primero, si ella, Jasper o yo.
—¿Voy a ser padre?
Aice no ha dejado de asentir y yo sigo llorando como una idiota. Jasper se pone de pie en el banco y grita:
—¡Voy a ser padre!
No soy capaz de describir el momento. Un adulto vestido con pijama de una pieza, de pie en el banco de un bar, gritando a todo pulmón a quien quiera escucharlo que va a ser padre.
Levanta a Alice y ahora están los dos de pie sobre el banco. La besa y es lo más bonito que he visto nunca.
Hasta que me vuelvo hacia Jacob y lo pillo mordiéndose el labio inferior como si estuviera reprimiendo las lágrimas. Me mira y, cuando ve que lo estoy observando, aparta la vista.
—Cállate —me advierte—. Es mi hermana.
Sonriendo, me inclino hacia él y le doy un beso en la mejilla.
—Enhorabuena, tío Jacob.
Cuando los futuros padres dejan de besuquearse sobre el banco, Jacob y yo nos levantamos y los felicitamos. Alice dice que llevaba unos días algo mareada, pero que no se hizo el test hasta esa misma mañana, justo antes de la apertura oficial de la tienda. Pensaba esperar hasta llegar a casa para contárselo a Marshall a solas, pero no había podido aguantar más.
Cuando nos traen las bebidas, pedimos la comida. Mientras la camarera se aleja, le pregunto a Jasper:
—¿Cómo os conocisteis?
Pero él escurre el bulto.
—Alice lo cuenta mejor que yo.
Ella se echa hacia delante, con los ojos brillantes.
—Lo odiaba —admite—. Era el mejor amigo de Jacob y siempre andaba por casa. Me parecía de lo más molesto. Acababa de mudarse a Ohio y no soportaba su acento de Boston. Él estaba seguro de que su acento era lo más de lo más, pero a mí me venían ganas de darle una bofetada cada vez que abría la boca.
—Es un amor —la interrumpe Jasper, con una mueca irónica.
—Y tú eras un idiota. —Alice pone los ojos en blanco—. En fin. El caso es que un día Jacob y yo invitamos a unos amigos a casa. Nada exagerado, pero mis padres estaban fuera de la ciudad y aprovechamos para montar algo improvisado.
—Éramos treinta —puntualiza Jacob—. Era una fiesta en toda regla.
—Vale, pues una fiesta —sigue diciendo Alice—. Entré en la cocina y me encontré a Jasper empotrando a una fresca.
—No era una fresca; era una buena chica. Sabía a Cheetos, pero... —Él se calla cuando Jasper lo fulmina con la mirada.
Ella se vuelve hacia mí antes de seguir hablando.
—Perdí los papeles —admite—. Me puse a gritar como una loca, diciéndole que se llevara a sus putas a su casa. La chica se asustó tanto que salió corriendo y no volvió nunca más.
—Me jodiste el plan —dice Jasper, y Alice le da un puñetazo en el hombro.
—Por supuesto. Y, después de joderle el plan, me fui corriendo a mi habitación, muerta de vergüenza. Fue un ataque de celos, pero, en aquel momento, yo ni siquiera sabía que él me gustaba. No me di cuenta hasta que lo vi con las manos en el culo de otra. Me eché sobre la cama y me puse a llorar. Poco después, él entró y me preguntó si estaba bien. Yo me di la vuelta y grité:
—¡Me gustas, inútil cara de culo!
—Y el resto es historia —concluye Jasper.
No puedo aguantarme la risa.
—Inútil cara de culo. Adorable.
Jacob levanta la mano.
—Te has dejado lo mejor.
Alice se encoge de hombros.
—Ya, bueno. Jasper se acercó a mí, me levantó de la cama, me besó con la misma boca con la que había estado besando a la fresca y seguimos montándonoslo durante una media hora. Jacob entró y, al vernos, se puso a gritarle a Jasper, pero este lo sacó de la habitación a empujones, echó el pestillo y nos los seguimos montando una hora más.
Jacob sacude la cabeza.
—Traicionado por mi mejor amigo.
Jasper atrae a Alice hacia él.
—Me gusta, inútil cara de culo.
Me echo a reír una vez más, pero Jacob me mira muy serio.
—Estaba tan furioso que no le dirigí la palabra durante un mes, pero lo acabé superando. Nosotros teníamos dieciocho; ella, diecisiete. No podía hacer gran cosa para impedirlo.
—Guau, a veces se me olvida el poco tiempo que os lleváis.
Alice sonríe y comenta:
—Tres hijos en tres años, me sabe mal por mis padres.
De pronto se hace el silencio en la mesa y veo que Alice le dirige a Jacob una mirada de disculpa.
—¿Tres? —les pregunto—. ¿Tenéis otro hermano?
Jacob se sienta con la espalda muy erguida y da un trago a su cerveza. La deja en la mesa y responde:
—Teníamos un hermano mayor. Murió cuando éramos niños.
Una noche fantástica estropeada por una simple pregunta. Por suerte, Jasper cambia de tema con maestría y me paso el resto de la noche escuchando anécdotas sobre su infancia y su juventud. Creo que nunca me había reído tanto como esta noche.
Cuando acaba el partido, volvemos andando a la floristería, donde tenemos aparcados los coches. Jacob dice que ha cogido un Uber antes, y que irá conmigo. Antes de que Jasper y Alice se marchen, les digo que esperen un momento. Entro en la tienda, cojo el ramo steampunk y se lo llevo al coche. A ella se le ilumina la cara.
—Me alegro de que estés embarazada, pero no te las regalo por eso. Te las regalo porque quiero que las tengas, porque eres mi mejor amiga.
Alice me abraza y me dice al oído:
—Espero que os caséis algún día, porque seremos las mejores hermanas.
Entra en el coche y los observo mientras se alejan, pensando que es la primera vez en mi vida que tengo una amiga como ella. Tal vez se deba al vino, no sé, pero me encanta el día de hoy. Todo. Sobre todo, me gusta ver a Jacob apoyado en mi coche, observándome.
—Estás realmente preciosa cuando eres feliz —me dice.
¡Ah! ¡Es un día perfecto!
Estamos subiendo la escalera que lleva a mi piso cuando Jacob me agarra por la cintura, me empotra contra la pared y empieza a besarme, allí mismo.
—Impaciente —murmuro.
Él ríe, agarrándome el culo con las dos manos.
—No es culpa mía. Es el pijama de una pieza. Creo que deberías plantearte convertirlo en tu uniforme de trabajo.
Vuelve a besarme y no para hasta que alguien que baja pasa a nuestro lado.
—Bonitos pijamas —murmura el tipo—. ¿Han ganado los Bruins?
—Sí, tres a uno —responde Jacob, sin levantar la cabeza.
—Bien —replica el tipo.
Cuando se aleja, me aparto de Jacob.
—¿Qué pasa con los pijamas? ¿Es que todos los hombres de Boston saben de qué va esto?
Jacob responde, riendo.
—Cerveza gratis, Bella. Estamos hablando de cerveza gratis.
Tira de mí escaleras arriba y cuando entramos en casa nos encontramos a Rose, que está precintando una caja con sus cosas en la mesa de la cocina. Hay otra caja sin cerrar y juraría que veo asomar un bol que compré yo. Me dijo que acabaría de llevarse sus cosas la semana que viene, pero sospecho que también va a llevarse algunas de las mías.
—¿Quién eres? —le pregunta a Jacob, examinándolo de arriba abajo.
— Jacob Black. El novio de Isabella.
«El novio de Isabella.» ¿Lo has oído? «Novio.» Es la primera vez que lo confirma y no me esperaba que lo dijera así, como si fuera lo más natural del mundo.
—Así que mi novio, ¿eh? —Entro en la cocina y cojo una botella de vino y dos copas. Jacob se acerca por detrás mientras sirvo el vino y me abraza por la cintura.
—Pues sí, tu novio.
Le doy una copa.
—¿Eso quiere decir que soy oficialmente una novia?
Él alza su copa y brinda conmigo.
—Por el final del periodo de prueba y el inicio de las certezas. Ambos sonreímos mientras nos llevamos el vino a la boca.
Rose coloca una caja encima de la otra y se dirige a la entrada.
—Justo a tiempo, me voy —comenta a modo de despedida.
Cuando cierra la puerta, Jacob alza una ceja.
—Me parece que no le caigo bien a tu compañera de piso.
—No creas; yo también pensaba que no le caía bien, y ayer me pidió que fuera dama de honor en su boda. Aunque creo que espera que le salgan las flores gratis. Es una oportunista.
Javob se apoya en la nevera, riendo, y se fija en un imán donde pone BOSTON. Lo coge, alzando una ceja.
—Nunca vas a salir del purgatorio de Boston si tienes souvenirs de la ciudad en la nevera.
Me gusta que se acuerde de lo que hablamos la noche en que nos conocimos. Riendo, le quito el imán y vuelvo a pegarlo en la nevera.
—Es un regalo, así que no cuenta como souvenir.
Se acerca a mí, me quita la copa y la deja, junto a la suya, en la encimera. Inclinándose sobre mí me da un beso profundo, apasionado y un poco achispado. Me encanta notar el punto ácido y afrutado del vino en su lengua. Levanta las manos buscando la cremallera del pijama.
—Esta ropa sobra —dice, llevándome hacia la cama y sin dejar de besarme mientras los dos nos peleamos con la ropa. Cuando llegamos al dormitorio, solo me quedan puestos la braga y el sujetador. Me empuja contra la puerta y contengo el aliento porque me pilla de sorpresa.
—No te muevas —me dice.
Me besa en el pecho y desde allí desciende lentamente por mi cuerpo. «Dios mío. No me creo que el día todavía pueda mejorar.»
Le hundo las manos en el pelo, pero él me atrapa las muñecas y las presiona contra la puerta. Vuelve a ascender a besos por mi cuerpo mientras mantiene las muñecas firmemente sujetas.
—Te he dicho que no te movieras.
Trato de no sonreír, pero no es fácil. Vuelve a descender por mi cuerpo y esta vez me baja las bragas lentamente hasta los tobillos. Como me ha dicho que no me mueva, no me libro de ellas de una patada.
Su boca asciende de nuevo, muslo arriba, hasta que... Sí.
El mejor...
Día...
De mi vida.
—-
Que emoción por Alice y Jasper, conozco historias de parejas que lo que más desean es tener hijos, teniendo todas las comodidades posibles para el futuro de esta personita y dispuestas a dar amor y simplemente no lo consiguen.
Ahora la tienda parece todo un éxito en su apertura oficial y Bella necesita contratar mas empleados. Y la relación de nuestra pareja sigue avanzando.
Nos estamos leyendo… un comentario alegra mi corazón :)
