Tanto la historia como los personajes de esta historia no me pertenecen, yo solo me divierto adaptándola.
Gracias a Adriana Molina y MaryLuna por sus comentarios, tambien se que por ahi se encuenran una gran cantidad de lectores soleecionsos un comentario suyo me alegraria el dia. Tambien muchas gracias para quienes agregan esta historia en sus favoritas o la siguien.
Cap 13
Jacob: ¿Estás en casa o sigues en el trabajo?
Yo: Trabajo. Me queda una hora más o menos.
Jacob: ¿Puedo ir a verte?
Yo: ¿Has oído eso de que no existen las preguntas tontas? Pues se equivocan. Acabas de hacer una pregunta tonta.
Jacob: :)
Treinta minutos más tarde, llama a la puerta de la floristería. Cerré al público hace casi tres horas, pero sigo aquí, tratando de poner orden en el caos de este primer mes. Todavía es pronto para hacer una proyección ajustada del negocio. Algunos días son fantásticos; otros hay tan poco movimiento que acabo enviando a Alice a casa; pero, en general, estoy contenta de cómo van las cosas.
También lo estoy de cómo van las cosas con Jacob.
Abro la puerta para que entre.
Vuelve a ir vestido con pijama de quirófano, de color azul claro, y lleva el estetoscopio colgado al cuello. Recién salido del hospital, me encanta. Reconozco que, cada vez que lo veo llegar de una guardia, no puedo disimular una sonrisa bobalicona. Le doy un beso rápido y vuelvo a mi despacho.
—He de acabar unas cosas; luego podemos ir a mi casa.
Él me sigue y cierra la puerta del despacho.
—¿Has puesto un sofá?
Esta semana todavía he colocado algunos detalles que faltaban en mi despacho. Compré un par de lámparas que proporcionan luz suave para no tener que usar siempre los agobiantes fluorescentes. También he puesto varias plantas. No es un jardín, pero algo es algo. No hace mucho, esta habitación se usaba para guardar cajas de verdura. El cambio ha sido espectacular.
Jacob se acerca al sofá y se deja caer en él, bocabajo.
—Tranquila, no tengas prisa —murmura, con la cara hundida en un cojín —. Me echaré una siesta hasta que acabes.
A veces me preocupa que trabaje tanto, pero no le digo nada. Yo acabo de pasar doce horas en la tienda, así que no soy nadie para reprocharle su ambición y su entrega al trabajo.
Me paso el siguiente cuarto de hora ultimando unos pedidos. Cuando acabo, apago el portátil y miro hacia Jacob. Pensaba que se habría dormido, pero no. Está de lado, con la cabeza apoyada en la mano. Me ha estado observando todo este tiempo y la sonrisa que me dedica me hace ruborizarme. Empujo la silla y me levanto.
—Bella, creo que me gustas demasiado —me dice mientras me acerco.
Arrugo la nariz mientras él se sienta en el sofá y tira de mí para que me ponga sobre su regazo.
—¿Demasiado? Eso no suena a piropo.
—Es que no estoy seguro de que sea un piropo. —Me recoloca las piernas a lado y lado, y me abraza por la cintura—. Esta es mi primera relación seria. No sé si deberías gustarme tanto a estas alturas; no quiero asustarte.
Me echo a reír.
—Es imposible que me agobies; trabajas demasiado.
Él me acaricia la espalda.
—¿Te molesta que trabaje tanto?
Niego con la cabeza.
—No. A veces me preocupo por ti, porque no quiero que te agotes, pero no me importa tener que compartirte con tu pasión. Me gusta que seas una persona ambiciosa; me resulta sexy. Creo que es lo que más me gusta de ti.
—¿Sabes qué es lo que más me gusta de ti?
—Esta me la sé —respondo, sonriendo—. Mi boca.
Él se echa hacia atrás en el sofá.
—Oh, sí. Tu boca ocupa la primera posición, sin duda. Pero ¿sabes qué viene después?
Niego con la cabeza.
—Me gusta que no me presiones para que me convierta en alguien que no puedo ser. Me aceptas tal como soy. Sonrío.
—Bueno, para ser sincera, me pareces un poco distinto a cuando te vi por primera vez. Ya no eres tan antinovias.
—Porque me lo pones muy fácil —replica él, deslizando una mano debajo de mi camiseta para acariciarme la espalda—. Estar contigo es muy fácil. Sigo pudiendo dedicarme a mi carrera como siempre he deseado, pero tu apoyo hace que sea diez veces mejor. Cuando estoy contigo siento que no necesito renunciar a nada.
Me abraza con las dos manos, atrayéndome hacia él para besarme.
Sonriendo con la boca pegada a sus labios, susurro:
—¿Soy lo más delicioso que has probado?
Una de sus manos se desliza hacia mi sujetador, que desabrocha con facilidad.
—Creo que sí, pero sería mejor darte otro bocado para estar seguro del todo.
Me quita la camiseta y el sujetador por encima de la cabeza. Yo trato de levantarme para desprenderme de los vaqueros, pero él vuelve a sentarme. Coge el estetoscopio, se ajusta los auriculares en las orejas y apoya el diafragma en mi tórax, justo sobre mi corazón.
—¿Qué te altera tanto el corazón, Bella?
Yo me encojo de hombros, la viva imagen de la inocencia.
—Tal vez tenga algo que ver con usted, doctor Black.
Deja caer el diafragma, me levanta y me deja caer de espaldas sobre el sofá. Me separa las piernas y se arrodilla en el sofá, entre mis muslos, antes de volver a ponerme el estetoscopio en el pecho. Con la otra mano, se apoya en el sofá mientras me toma el pulso.
—Diría que tienes noventa pulsaciones por minuto.
—Y ¿eso es bueno o malo?
Sonriendo, se deja caer sobre mí.
—Me daré por satisfecho cuando alcances las ciento cuarenta por minuto.
Sí, si llego a las ciento cuarenta por minuto, creo que yo también estaré bastante satisfecha.
Me besa en el torso y cierro los ojos al notar su lengua en uno de mis senos. Succiona con fuerza, sin apartar el diafragma del pecho.
—Has subido a cien —me informa.
Con el estetoscopio en el cuello, se incorpora para desabrocharme los vaqueros. Me los quita y me da la vuelta hasta que quedo bocabajo, con los brazos colgando sobre el reposabrazos.
—Ponte de rodillas —me ordena.
Hago lo que me dice, y casi no me da tiempo a estabilizarme cuando vuelvo a notar el estetoscopio pegado al pecho y su brazo rodeándome por detrás. Permanezco quieta mientras él me ausculta y cuela la otra mano entre mis piernas hasta que se mete dentro de las bragas y luego dentro de mí. Me agarro al sofá y trato de no hacer ruido mientras él permanece atento a mi corazón.
—Ciento diez —dice insatisfecho.
Me echa las caderas hacia atrás hasta chocar con su entrepierna y noto cómo se baja los pantalones. Me agarra la cadera con una mano y me aparta las bragas con la otra. Empuja y se clava en mí hasta el fondo.
Me aferro al sofá desesperadamente con las dos manos mientras él se detiene para volver a auscultarme.
—Bella —dice, fingiendo estar muy decepcionado conmigo—. Solo ciento veinte. No me vale.
El estetoscopio vuelve a desaparecer y me sostiene con fuerza por la cintura. Hace descender la mano por mi vientre y se acomoda entre mis piernas. No puedo seguirle el ritmo. Apenas logro mantenerme erguida sin caerme sobre el sofá. Con una mano me sujeta y con la otra me destroza de una manera deliciosa. Cuando empiezo a temblar me incorpora hasta que mi espalda queda pegada a su pecho. Sigue dentro de mí, pero ahora vuelve a apoyarme el estetoscopio en el pecho para prestarle atención a mi corazón.
Gimo y él me hace callar, susurrándome al oído:
—No hagas ruido.
No sé cómo logro aguantar treinta segundos sin jadear. Sigue sosteniéndome con el mismo brazo que aguanta el estetoscopio mientras me ausculta. Con la otra mano hace magia entre mis piernas. Sigue clavado profundamente en mi interior. Yo trato de no moverme, pero él está duro como una piedra cuando los temblores se apoderan de mí. Me tiemblan las piernas y las manos, con las que me agarro como puedo de sus muslos, mientras hago un esfuerzo sobrehumano para no gritar su nombre.
Sigo temblando cuando él alza la mano y me apoya el diafragma en la muñeca. Tras varios segundos, se arranca el estetoscopio y lo tira al suelo.
—Ciento cincuenta —declara satisfecho.
Se retira para darme la vuelta y, cuando me tiene tumbada de espaldas sobre el sofá, me besa y vuelve a penetrarme.
No me quedan fuerzas para moverme; ni siquiera puedo abrir los ojos para mirarlo. Él me embiste varias veces y luego se queda muy quieto, gruñendo en mi boca. Se deja caer sobre mí, tenso y tembloroso.
Me besa el cuello y sus labios acarician el tatuaje en forma de corazón que tengo en la clavícula. Con la cara hundida en el hueco de mi hombro, suspira.
—¿He mencionado ya lo mucho que me gustas?
Me echo a reír.
—Una o dos veces.
—Pues, con esta, ya van tres. Me gustas. Me gusta todo de ti, Bella. Me gusta estar dentro de ti, fuera de ti, cerca de ti. Me gusta todo.
Sonrío, notando que sus palabras me acarician la piel y el corazón. Abro la boca para decirle que él también me gusta, pero me interrumpe su teléfono.
Gruñendo, sale de mi interior y coge el móvil. Colocándose bien los pantalones, mira quién es.
—Es mi madre —dice, inclinándose sobre mí y dándome un beso en la rodilla que descansa sobre el respaldo del sofá.
Deja el móvil, se levanta y va a buscar una caja de pañuelos que hay sobre mi escritorio.
El momento de limpiarse después del sexo siempre es un poco incómodo, pero saber que es su madre la que está llamando aumenta el grado de incomodidad.
Me visto y Jacob me atrae hacia él. Se ha tumbado en el sofá y yo me pongo sobre él, con la cabeza apoyada en su pecho.
Ya pasan de las diez y estoy tan cómoda y a gusto que me planteo quedarme a dormir aquí. El móvil de Jacob vuelve a sonar, esta vez con el aviso de un mensaje de voz. Verlo interactuar con su madre me hace sonreír. Alice habla sobre sus padres de vez en cuando, pero Jacob nunca me ha mencionado nada de ellos.
—¿Te llevas bien con tus padres?
Él me está acariciando el brazo con cariño.
—Sí, nos llevamos bien; son buena gente. Pasamos una etapa complicada en mi adolescencia, pero la superamos. Ahora hablo con mi madre casi todos los días.
Doblo los brazos sobre su pecho y apoyo la barbilla en ellos.
—Cuéntame más cosas sobre tu madre —le pido, mirándolo a los ojos —. Alice me dijo que tus padres se habían mudado a Inglaterra hacía unos años y que estaban de vacaciones en Australia... Aunque eso fue hace unas semanas.
Él se echa a reír.
—¿Mi madre? Bueno... Mi madre es muy controladora..., y muy crítica, sobre todo con la gente que más quiere. Nunca se pierde la misa y siempre se dirige a mi padre llamándolo doctor Black. —A pesar de lo que dice, no deja de sonreír mientras habla de ella.
—¿Tu padre también es médico?
Él asiente.
—Psiquiatra. Eligió una especialidad que le permite tener una vida normal, con horarios normales. Tipo listo.
—¿Vienen a verte de vez en cuando?
—No mucho, la verdad. Mi madre odia los aviones, así que Alice y yo vamos a Inglaterra un par de veces al año. Quiere conocerte, que lo sepas, así que igual te vienes con nosotros en el próximo viaje.
—¿Le has hablado a tu madre de mí? —le pregunto, sonriendo. —Por supuesto. Es un acontecimiento familiar que tenga novia. Me llama todos los días para asegurarse de que no la haya cagado en algo.
Cuando me echo a reír, él coge el móvil.
—¿Te crees que estoy de broma? ¿Qué te apuestas a que te menciona en el mensaje de voz que acaba de dejar?
Presiona unas cuantas teclas y reproduce el mensaje:
«Hola, cariño. Soy tu madre. No hemos hablado desde ayer y te echo de menos. Dale un abrazo a Bella de mi parte. Todavía os veis, ¿no? Alice dice que te pasas el día hablando de ella. Todavía es tu novia, ¿no? Vale. Acaba de llegar Billy. Vamos a cenar. Te quiero. Besos, besos».
Dejo caer la cara sobre su pecho y me echo a reír.
—Solo llevamos unos meses saliendo. ¿Tanto hablas de mí?
Él me busca la mano y se la lleva a los labios.
—Muchísimo, Bella. Demasiado.
—Qué ganas tengo de conocerlos —le digo, sonriendo—. No solo educaron a una hija increíble; sino que además te hicieron a ti. Impresionante.
Él me abraza con más fuerza y me da un beso en la coronilla.
—¿Cómo se llamaba tu hermano? —le pregunto.
Noto que se tensa y me arrepiento de haber sacado el tema, pero ya es demasiado tarde.
—Sam.
Noto en su tono de voz que no quiere hablar de ello, así que en vez de insistir le busco la boca y lo beso. Como si no supiera lo que pasa cuando Jacob y yo empezamos a besarnos. Instantes después, vuelve a estar dentro de mí, pero esta vez no se parece en nada a la anterior.
Esta vez hacemos el amor.
—-
La relación avanza a paso firme, ya que sus padres saben de ella. que creen que paso con el hermano?
Nos seguimos leyendo.
Besos!
