Tanto la historia y los personajes no me pertenecen, soy solo una persona que disfruta de adaptarla para otras personas.
¡Sorpresa! una doble actulizacion les dejo este domingo... Disfruten!
Cap 15
Llego al restaurante un cuarto de hora tarde. Cuando estaba a punto de cerrar la tienda, ha entrado un cliente que quería encargar flores para un funeral. No le he dicho que volviera en otro momento porque, tristemente, los funerales son una parte importante del negocio.
Jaob me saluda con la mano y me dirijo hacia la mesa, con cuidado de no mirar a mi alrededor. No quiero encontrarme con Edward. Sugerí cambiar el restaurante un par de veces más, pero Alice estaba empeñada en probarlo después de que Jacob le dijo lo bien que se comía aquí.
Me siento junto a Jacob y él se inclina hacia mí y me besa en la mejilla.
—Hola, novia.
Alice suelta un gruñido.
—Chicos, sois tan monos que dais asco.
Le sonrío y veo que me mira el golpe del ojo. No está tan mal como me temí en un principio; probablemente por el hielo que Jacob me hizo ponerme.
—¡Ay, Dios! —exclama Alice—. Jacob me contó lo que había pasado, pero no pensé que el golpe fuera tan grande.
Me vuelvo hacia él, preguntándome qué le habrá contado.
«¿La verdad?»
Sonriendo, él me lo aclara.
—Había aceite de oliva por todas partes. Cuando resbaló, lo hizo con tanta gracia que parecía una bailarina de ballet.
«Una mentira.»
Lo entiendo; yo habría hecho lo mismo.
—Fue patético —confirmo su historia con una sonrisa en la cara.
Logramos cenar tranquilamente. No veo a Edward ni volvemos a sacar el tema de la noche anterior, aunque ni Jacob ni yo probamos el vino. Cuando acabamos de comer, el camarero se acerca a la mesa.
—¿Les apetece un postre? —nos pregunta.
Yo niego con la cabeza, pero Alice se anima enseguida.
—¿Qué tienen?
Jasper se une a su entusiasmo.
—Tenemos que comer por dos, así que tomaremos cualquier cosa que lleve chocolate.
El camarero asiente y, mientras se retira, Alice se vuelve hacia Jasper.
—El bebé tiene actualmente el tamaño de una chinche. Más te vale no empujarme a la mala vida hasta dentro de unos meses.
El camarero regresa con el carrito de los postres.
—El chef invita al postre a todas las clientas embarazadas —nos dice—. Felicidades.
—¿En serio? —Alice parece encantada.
—Supongo que por eso el restaurante se llama Bib's; debe de ser un diminutivo de biberones —comenta Jasper.
—No, significa baberos —lo corrige Alice.
Jasper sacude la mano.
—Lo que sea, pero está claro que al chef le gustan los bebés.
—¡Dios mío! —exclamo mirando las opciones.
—Es mi nuevo restaurante favorito —declara Alice.
Elegimos tres postres y mientras los emplatan discutimos sobre nombres de bebés.
—No —le dice Alice muy seria a Jasper—. No pienso ponerle el nombre de un estado.
—Pero es que Nebraska me encanta —protesta él—. Y ¿Idaho?
Ella se cubre la cara con las manos.
—Esto va a ser la defunción de nuestro matrimonio.
—Defunción —repite Jasper—. Pues no es mal nombre.
El asesinato de Jasper queda aplazado por la llegada de los postres. El camarero le sirve el pastel de chocolate a Alice y se echa a un lado para dejar pasar a otro camarero, que lleva un plato en cada mano. El primero lo señala y dice:
—El chef les hace extensivas sus felicitaciones.
—¿Les ha gustado la comida? —les pregunta a Alice y Jasper.
Cuando nuestras miradas se encuentran, mis niveles de ansiedad han superado lo controlable. Él sigue mirándome fijamente y, sin pensar, suelto:
—¿Tú eres el chef?
El camarero lo señala y nos informa:
—El chef y el dueño, pero si hace falta también es camarero o friegaplatos. Decir que se involucra en el negocio es quedarse corto.
Los siguientes cinco segundos pasan inadvertidos para los demás, pero para mí transcurren a cámara lenta. Edward se fija en el corte que tengo en el ojo. Luego en el vendaje de la mano de Jacob. Y vuelve a mirarme el ojo.
—Nos encanta su restaurante —dice Alice—. Es increíble.
Pero Edward no la mira. Veo que traga saliva y aprieta los dientes con fuerza antes de alejarse en silencio.
«Mierda.»
El camarero trata de compensar el desplante de Edward enseñándonos todos los dientes en una sonrisa forzada.
—Que disfruten del postre —nos desea, y se retira apresuradamente.
—Vaya —comenta Alice—. Encontramos un nuevo restaurante favorito y resulta que el chef es un capullo.
—Ya, los capullos suelen ser los mejores. Mira a Gordon Ramsay.
—No te falta razón.
Apoyo la mano en el brazo de Jacob.
—Lavabo —susurro.
Él asiente mientras yo me desplazo por el banco corrido. Jasper sigue hablando.
—¿Crees que Wolfgang Puck es un capullo?
Cruzo el restaurante con la cabeza baja, a toda velocidad. Cuando llego al pasillo, no me detengo. Empujo la puerta del lavabo de señoras, entro y cierro con pestillo.
«Mierda, mierda, mierda, mierda.»
No puedo quitarme de la cabeza su expresión, su mirada, la mandíbula apretada.
Me alegro de que se haya retirado, pero sospecho que estará esperándonos fuera cuando salgamos para darle una paliza a Jacob.
Inspiro por la nariz y suelto el aire por la boca. Me lavo las manos y repito las respiraciones lentas. Cuando estoy más tranquila, me seco las manos con una toalla.
Voy a salir. Le diré a Jacob que no me encuentro bien. Nos iremos y no volveremos más. Ahora que todos creen que el chef es un capullo, lo usaré como excusa para no regresar.
Abro el pestillo, pero no la puerta porque alguien la empuja desde fuera. Edward entra en el baño y nos encierra dentro. Apoya la espalda en la puerta y se me queda mirando.
—¿Qué pasó? —Señala el corte del ojo.
—Nada. —Niego con la cabeza.
Él entorna los ojos, que siguen siendo azules como el hielo, pero un hielo que quema.
—Estás mintiendo, Bella.
Haciendo un gran esfuerzo, sonrío.
—Fue un accidente.
Edward se echa a reír, pero es una risa corta. Inmediatamente, recobra la expresión de hace un momento.
—Rompe con él. Déjalo.
«¿Dejarlo?» Ay, Dios. Se ha hecho una idea totalmente equivocada. Doy un paso hacia él, sacudiendo la cabeza.
—No, Edward. Él no es así. No fue eso. Jacob es una buena persona.
Él ladea la cabeza y se echa un poco hacia delante.
—Es curioso. Suenas exactamente igual que tu madre.
Sus palabras me hacen daño. Trato de sortearlo para abrir la puerta, pero él me sujeta la muñeca.
—Déjalo, Bella.
Aparto la mano y le doy la espalda. Inspiro hondo una vez más antes de volverme hacia él.
—Por si te interesa, me das más miedo tú que él ahora mismo.
Mis palabras lo sorprenden. Asiente lentamente y luego con más decisión mientras se aparta de la puerta.
—No pretendía incomodarte. Solo quería ser amable contigo como tú lo fuiste conmigo.
Me lo quedo mirando, sin saber cómo tomarme sus palabras. Noto que sigue furioso, no me engaña, aunque ha adoptado una apariencia calmada... para que me vaya tranquila. Descorre el pestillo y abro la puerta.
Ahogo una exclamación cuando me encuentro a Jacob. Miro por encima del hombro y allí está Edward, ocupando buena parte del baño, a mi lado.
Jacob nos mira como si no entendiera nada.
—Pero ¿qué coño, Isabella?
—Jacob. —Me tiembla la voz. D
ios, esto pinta muy mal, mucho peor de lo que es en realidad.
Edward pasa por mi lado y se dirige a la puerta de la cocina, ignorando a Jacob, que le clava los ojos en la espalda.
«Sigue andando, Edward.»
Cuando llega a la puerta de la cocina, se detiene.
«No, no, no. Sigue andando.»
Y, de pronto, la peor de mis pesadillas se hace realidad. Edward se da la vuelta, se dirige hacia Jacob y lo agarra por el cuello de la camisa. Él reacciona librándose de Edward de un golpe que lo empuja contra la pared contraria. Edward vuelve a atacar a Jacob , y esta vez lo bloquea con el brazo contra el cuello mientras lo empotra contra la pared.
—Como vuelvas a tocarla, te cortaré la mano y te la haré tragar, trozo de mierda.
—¡Edward, para! —grito.
Edward lo suelta con rabia y da un paso atrás. Jacob respira con dificultad, sin apartar la vista de su atacante. Luego me mira a mí.
—¿Edward? —repite su nombre con familiaridad.
«¿Por qué ha pronunciado su nombre así, como si le hubiera hablado de él? Nunca le he contado nada de Edward.» Un momento. Sí que lo hice. La primera noche, en la azotea, fue una de mis confidencias.
Jacob se echa a reír y señala a Edward, pero mirándome a mí.
—¿Este es Edward? ¿El sin techo con el que te acostaste porque te dio lástima?
«Oh, no. Dios mío, no.»
Un instante después, el pasillo vuelve a ser un torbellino de puños y codos y gritos, míos, para que se estén quietos.
Dos camareros entran en el pasillo y los separan. Se quedan retenidos contra la pared, frente a frente, dirigiéndose miradas asesinas y respirando agitadamente. No me atrevo a mirar a ninguno de los dos.
No me atrevo a mirar a Edward después de lo que Jacob le ha dicho. Y tampoco me atrevo a mirar a Jacob, porque debe de estarse imaginando cosas horribles.
—¡Fuera! —grita Edward, señalando la puerta—. ¡Largo de mi restaurante!
Jacob me mira al pasar por mi lado. Tengo miedo de ver furia en sus ojos, pero no hay ni rastro.
Solo veo dolor.
Mucho dolor.
Se detiene, como si quisiera decirme algo, pero hace una mueca de decepción y sigue andando.
Cuando finalmente me vuelvo hacia Edward , leo una decepción igual o más grande en su rostro. Sin darme tiempo a explicarle las palabras de Jacob, se da la vuelta y se mete en la cocina.
Corro detrás de Jacob. Él coge su chaqueta y se va hacia la salida sin despedirse de Alice y Jasper.
Ella me mira alzando las manos, sin entender nada.
—Es una larga historia —le digo, cogiendo el bolso y sacudiendo la cabeza—. Hablamos mañana.
Sigo a Jacob hasta la calle y lo veo dirigirse al aparcamiento. Corro para alcanzarlo y lo veo darle un puñetazo al aire.
—¡No he traído mi coche, joder! —grita frustrado.
Saco las llaves del bolso. Él se acerca a mí y me las arrebata de la mano. Vuelvo a seguirlo, esta vez en dirección a mi coche. No sé qué hacer; ni siquiera sé si quiere hablar conmigo ahora mismo. Acaba de encontrarme encerrada en un lavabo con un tipo del que estuve enamorada. Y, de repente, por las buenas, el tipo lo agrede.
«Ay, madre, qué mala pinta tiene esto.»
Cuando llegamos al coche, él se dirige al asiento del conductor. Señalando el lado del acompañante, me dice:
—Entra, Isabella.
No me dirige la palabra durante todo el trayecto. Yo lo intento una vez, pero él niega con la cabeza, como diciendo que no está preparado para escuchar mis explicaciones.
Cuando estacionamos en mi plaza de aparcamiento, sale del coche en cuanto apaga el motor, como si le faltara tiempo para alejarse de mí.
Bajo del vehículo y lo veo andando arriba y abajo.
—No es lo que parece, Jacob, te lo juro.
Él deja de caminar y, cuando me mira, el corazón se me dispara. Se nota que está sufriendo muchísimo, y no hay ninguna necesidad. Todo ha sido un malentendido tonto.
—No quería que pasara esto, Bella —me dice—. ¡Por eso no quería una relación! ¡No tengo por qué cargar con este estrés en mi vida!
Aunque sé que lo está pasando mal por lo que cree que ha pasado, sus palabras me cabrean.
—¡Pues lárgate!
—¿Qué?
Levanto las manos.
—¡No quiero ser una carga para ti, Jacob! ¡Siento que mi presencia en tu vida sea tan insoportable!
Él da un paso al frente.
—Isabella, no es eso lo que estoy diciendo.
Alza las manos, frustrado, pasa por mi lado y se apoya en el coche. Cruza los brazos ante el pecho y guarda silencio un buen rato mientras yo espero a que diga lo que sea que quiere decir. Tiene la cabeza baja, pero la levanta lo justo para mirarme a los ojos.
—La verdad, Isabella. La pura verdad, sin rodeos. Eso es lo que quiero ahora mismo. ¿Eres capaz de darme eso?
Asiento con la cabeza.
—¿Sabías que trabajaba ahí?
Frunciendo los labios, cruzo un brazo ante el pecho, sujetándome el codo.
—Sí. Por eso no quería volver, Jacob. No quería encontrármelo.
Parece que mi respuesta lo destensa un poco. Se pasa una mano por la cara antes de seguir preguntando.
—¿Le has contado lo que pasó anoche? ¿Le has dicho que discutimos?
Me acerco a él, negando insistentemente con la cabeza.
—No. Él sacó sus propias conclusiones. Vio mi ojo y tu mano, y ató cabos.
Él suelta el aire, agobiado. Echa la cabeza hacia atrás y se queda mirando al techo, como si le resultara demasiado doloroso hacer la siguiente pregunta.
—¿Por qué estabas con él en el lavabo?
Doy otro paso en su dirección.
—Me siguió. No estoy en contacto con él, Jacob. Ni siquiera sabía que era el dueño del restaurante; pensaba que era un camarero. Ya no forma parte de mi vida, lo juro. Él... —Me cruzo de brazos y bajo la voz—. Ambos crecimos con abusos y malos tratos en casa. Al ver mi cara y tu venda... se preocupó. Eso es todo.
Jacob levanta las manos y se cubre la boca. Oigo salir el aire entre sus dedos al exhalar. Endereza la espalda, tomándose un momento para encajar lo que acabo de decir.
—Me toca a mí. —Se aparta del coche y da los tres pasos que lo separan de mí. Me apoya las manos en las mejillas y me mira fijamente a los ojos—. Si no quieres estar conmigo, dímelo ahora, Bella, por favor. Porque cuando te vi con él... me dolió. No quiero volver a sentir esa sensación nunca más. Y si ahora me duele tanto, me horroriza pensar cómo podría llegar a hacerlo dentro de un año.
Noto las lágrimas que me caen por las mejillas. Apoyo las manos sobre las suyas y niego con la cabeza.
—No quiero a nadie más, Jacob. Solo a ti.
Él sonríe, pero es la sonrisa más triste que he visto nunca. Me abraza y me retiene entre sus brazos. Yo le devuelvo el abrazo, apretando con todas mis fuerzas mientras él me besa la cabeza.
—Te quiero, Isabella. Dios, cómo te quiero.
Lo abrazo aún con más fuerza y lo beso en el hombro.
—Yo también te quiero.
Cierro los ojos, deseando poder borrar los dos últimos días de mi vida.
Edward se equivoca con Jacob.
Ojalá Edward supiera que se equivoca.
Aca les deje un nuevo capítulo.
Me asombra la facilidad de Jacob de mentir en cuanto al "accidente" de Bella y me sorprende lo facil que Edward puede leer a Jacob. ojala Bella no demore mucho en darse cuenta.
Espero sus comentarios.
