Los personajes y la historia no son de mi autoria, solo soy una persona que disfruta adaptando la historia para que mas personas la pueden conocer.

Gracias a MaryLuna y Adriana Molina, por estar ahi capitulo a capitulo y tambie a esos lectores silenciosos a dejar sus comentarios.

Cap 20

Traté de arreglar el teléfono antes de acostarme anoche, pero no pude. Estaba roto en dos trozos. Puse el despertador para levantarme temprano esta mañana y comprarme uno nuevo de camino al trabajo.

No tengo la cara tan mal como me temía. Por supuesto, no es algo que pueda ocultarle a Alice, pero ni siquiera lo voy a intentar. Me he peinado con la raya al lado para disimular la herida del ojo, así que lo único que queda a la vista es el corte del labio... y el chupetón del cuello.

«Qué puta ironía.»

Cojo el bolso y abro la puerta, pero me detengo en seco al ver el bulto a mis pies.

Se mueve.

Tardo unos segundos en darme cuenta de que el bulto es Jacob.

«¿Ha dormido aquí fuera?»

Se levanta en cuanto nota que he abierto la puerta y se planta ante mí, con los ojos suplicantes. Me apoya las manos en las mejillas y, con los labios pegados a los míos, murmura:

—Lo siento, lo siento, lo siento.

Me echo hacia atrás y lo observo de arriba abajo.

«¿Ha dormido aquí fuera?»

Salgo y cierro la puerta. Lo rodeo con calma y bajo la escalera. Él me sigue hasta el coche, rogándome todo el rato que hable con él.

No lo hago.

Me voy.

Una hora más tarde tengo un móvil nuevo en las manos. Lo enciendo en el aparcamiento de la tienda de móviles y veo cómo empiezan a entrar mensajes, diecisiete en total. Son todos de Alice.

Supongo que Jacob no me mandó ninguno porque sabía en qué estado se encontraba mi teléfono. Estoy a punto de abrir el primer mensaje cuando el móvil suena. Es Alice.

—Hola...

Ella suelta un suspiro hondo y luego se lanza a reñirme:

—¡Bella! ¿Qué demonios pasa? No puedes hacerme esto, ¿eh? ¡Estoy embarazada!

Pongo el coche en marcha y conecto el bluetooth mientras me dirijo a la tienda. Alice tiene fiesta hoy. Ya solo le quedan unos días antes de que se tome la baja anticipada por maternidad.

—No pasa nada; estoy bien, y Jacob también. Discutimos. Siento no haber podido llamarte antes, pero es que me rompió el teléfono.

Ella guarda silencio unos instantes antes de seguir hablando.

—¿Lo rompió? ¿Seguro que te encuentras bien? ¿Dónde estás?

—Sí, me encuentro bien; voy de camino al trabajo.

—Bien, yo estoy llegando.

Voy a protestar, pero ella cuelga antes de que pueda hacerlo. Cuando llego a la floristería, ella ya está dentro. Abro la puerta, preparándome para responder a sus preguntas y para justificar mi decisión de haber echado a su hermano de casa, pero cambio de idea al ver que Jacob está con ella junto al mostrador.

Jacob está apoyado en él y Alice le ha cubierto las manos con las suyas y le está diciendo algo que no oigo. Ambos se vuelven hacia mí cuando cierro la puerta.

—Jacob —susurra Alice al verme—. ¿Qué le has hecho? —Se acerca a mí y me da un abrazo—. Oh, Bella.

Me acaricia la espalda arriba y abajo. Cuando se aparta, veo que tiene lágrimas en los ojos.

Su reacción me extraña. Es obvio que sabe que Jacob es el responsable de mis heridas, pero, entonces, ¿no debería estar gritándole en vez de llorar? Alice se vuelve hacia Jacob, que me está mirando con expresión arrepentida. Me mira como si quisiera abrazarme pero le diera miedo tocarme. Hace bien.

—Tienes que contárselo —le dice Alice.

Él deja caer la cabeza en las manos.

—Cuéntaselo —le ordena, esta vez más enfadada—. Tiene derecho a saberlo, Jacob. Es tu mujer. Si no se lo cuentas tú, lo haré yo.

Jacob se ha desplomado sobre el mostrador. No sé qué es lo que Alice quiere que me cuente, pero está pasándolo tan mal que ni siquiera se atreve a mirarme.

Se me cierra el estómago y siento que la rabia se adueña de mi alma. Alice se vuelve hacia mí y me apoya las manos en los hombros.

—Escúchalo —me pide—. No te pido que lo perdones porque no tengo ni idea de lo que pasó anoche, pero, por favor, como cuñada y mejor amiga te ruego que le des a mi hermano la oportunidad de hablar contigo.

Alice se ofreció a ocuparse de la tienda hasta que llegara el empleado que empezaba su turno una hora más tarde. Yo seguía tan enfadada con Jacob que no quería compartir coche con él. Por eso él pidió un Uber y quedamos en mi casa.

Durante el trayecto, no dejo de darle vueltas a la cabeza. ¿Qué puede ser lo que Jacob tiene que contarme que Alice ya sabe?

Me planteo mil situaciones. ¿Se estará muriendo? ¿Me ha engañado? ¿Se ha quedado sin trabajo? Alice no parecía estar al corriente de lo que pasó anoche, así que no entiendo su insistencia.

JAcob entra en el apartamento diez minutos después de que lo haga yo. Yo estoy sentada en el sofá, mordiéndome las uñas, nerviosa.

Me levanto y empiezo a caminar por el salón mientras él se sienta en una silla. Se echa hacia delante y enlaza las manos.

—Por favor, siéntate, Isabella—me ruega, como si no pudiera soportar verme preocupada.

Vuelvo al sofá, pero esta vez me pego al reposabrazos, subo los pies al sofá y me llevo las manos a la boca.

—¿Te estás muriendo?

Él abre mucho los ojos y niega con la cabeza.

—No, no. No es eso.

—Entonces, ¿qué es?

Necesito que lo suelte de una vez. Me están empezando a temblar las manos.

Al verme tan preocupada, se echa hacia delante, me aparta las manos de la cara y las toma entre las suyas, apretándolas.

Una parte de mí no quiere que me toque tras lo que me hizo ayer, pero otra parte necesita la fuerza que me da su contacto. Lo que sea que está a punto de contarme me pone tan nerviosa que me estoy mareando.

—Nadie va a morirse, ni te estoy poniendo los cuernos. Lo que tengo que contarte no va a hacerte daño, ¿vale? Es algo del pasado, pero Alice cree que debo contártelo y..., bueno, sí, supongo que yo también.

Asiento y él me suelta las manos. Esta vez es él quien se levanta y se pone a caminar arriba y abajo detrás de la mesita baja. Ver lo mucho que le cuesta encontrar las palabras me está poniendo aún más nerviosa.

—Bella, ¿te acuerdas de la noche en que nos conocimos?

Asiento en silencio.

—¿Te acuerdas de lo enfadado que estaba cuando salí a la azotea?

Vuelvo a asentir. Se puso a darle patadas a una tumbona sin saber que el polímero para barcos es prácticamente indestructible.

—¿Recuerdas mi pura verdad? ¿Lo que te conté aquella noche, lo que me había hecho enfurecer?

Agacho la cabeza, tratando de recordar aquella noche y todo lo que me contó. Dijo que el matrimonio le repugnaba, que solo le interesaban los rollos de una noche, que no quería tener hijos. Y estaba furioso porque había perdido a un paciente esa noche.

—El niño pequeño —respondo, asintiendo con la cabeza—. Estabas furioso porque había muerto un niño pequeño.

Él, aliviado, suelta el aire bruscamente.

—Sí, exacto, por eso. —Se levanta y tengo la sensación de ver cómo se le desmorona el alma. Se cubre los ojos con las manos y aprieta, como luchando contra las lágrimas—. Y cuando te lo conté, ¿recuerdas lo que me dijiste?

Tengo ganas de llorar y aún no sé por qué.

—Sí, te dije que no me podía imaginar cómo iba a afectarle eso al hermano que disparó sin querer. —Me empieza a temblar el labio—. Y entonces es cuando tú dijiste que le iba a destrozar la vida.

Ay, Dios.

«¿Adónde quiere llegar con esto?»

Jacob se acerca y se deja caer de rodillas frente a mí.

—Bella. Sabía que lo destrozaría. Sabía exactamente lo que ese otro niño estaba sintiendo..., porque eso es lo que me pasó a mí. Y a Alice y a mi hermano mayor...

No puedo seguir conteniendo las lágrimas. Mientras lloro, Jacob me abraza por la cintura y apoya la cabeza en mi regazo.

—Le disparé, Isabella. A mi mejor amigo, mi hermano mayor. Yo tenía seis años; ni siquiera sabía que la pistola que tenía en la mano era de verdad.

Me abraza con más fuerza cuando se pone a temblar de manera incontrolada. Le doy un beso en la cabeza porque me parece que está a punto de venirse abajo..., como la noche de la azotea. Y aunque estoy furiosa con él, sigo enamorada, y me destroza lo que me está contando, sobre su familia, sobre Alice.

Permanecemos sentados en silencio un buen rato, con su cabeza en mi regazo, sus brazos rodeándome la cintura y mis labios en su pelo.

—Ella solo tenía cinco años cuando sucedió. Sam tenía siete. Estábamos en el garaje y nadie nos oía gritar. Estaba ahí, sentado, y...

Se aparta de mí, se levanta y se queda mirando en dirección contraria. Pasado un rato, se sienta en el sofá y se echa hacia delante.

—Traté de... —Jacob hace una mueca de agonía y agacha la cabeza, cubriéndosela con las manos y negando de lado a lado—. Traté de volver a colocarlo todo dentro de su cabeza. Pensé que así podría arreglarlo, Bella.

Me llevo la mano a la boca, pero he contenido el aliento con tanta fuerza que no hay manera de disimularlo.

Me levanto para recobrar el aire.

No sirve de nada.

Sigo sin poder respirar.

Jacob se acerca a mí, me toma las manos y me atrae hacia él. Nos abrazamos durante un minuto o más y luego me dice:

—Nunca usaría esto como excusa para justificar mi comportamiento. — Se aparta para mirarme a los ojos—. Tienes que creerme. Alice quería que te lo contara porque, desde que sucedió, hay cosas que no puedo dominar. Pierdo el control de mis actos y luego tengo lagunas mentales. Voy a terapia desde los seis años, pero no es una excusa, es mi realidad. —Me seca las lágrimas, acunando mi cabeza contra su hombro—. Cuando saliste corriendo tras de mí anoche, juro que no tenía intención de hacerte daño. Estaba dolido y enfadado, y cuando estoy así, a veces algo falla en mí, como si saltara un interruptor. No recuerdo haberte empujado. Sé que lo hice. Lo hice. Mientras me perseguías, solo pensaba en que necesitaba alejarme de ti. Quería apartarme de ti y no procesé nada más: ni que había escalones, ni que tengo más fuerza que tú..., nada. La jodí, Bella. La jodí.

Agacha la cara y me habla al oído. La voz se le rompe al decir:

—Eres mi mujer. Se supone que debo protegerte de los monstruos; no ser uno de ellos.

Me abraza con tanta desesperación que empieza a temblar. Nunca había visto a un ser humano irradiando tanto dolor. Me destroza verlo así, me hace pedazos, quiero envolver su corazón con el mío, pero ni siquiera así me resulta fácil perdonarlo. Me juré que no permitiría que volviera a pasar. Le juré a él y a mí misma que, si volvía a hacerme daño, lo dejaría.

Me separo de él, incapaz de mirarlo a los ojos. Me dirijo al dormitorio para recuperarme. Me encierro en el baño y me agarro al lavabo, pero no soy capaz de mantenerme en pie y acabo sentada en el suelo, en un charco de lágrimas.

No era así como se suponía que iban a ir las cosas. Me he pasado la vida diciéndome lo que haría si alguna vez un hombre se atrevía a tratarme como mi padre trataba a mi madre. Era fácil. Lo dejaría y no volvería a sucederme nunca más.

Pero pasó y no lo eché de casa y ahora estoy de nuevo llena de cortes y moratones que me ha hecho el hombre que supuestamente me ama: mi marido.

Y no solo eso: estoy tratando de justificarlo.

«Fue un accidente. Pensaba que le había sido infiel. Estaba dolido y furioso y me crucé en su camino.»

Me tapo la cara con las manos y sollozo, porque siento más lástima por lo que le pasó al hombre que está ahí afuera cuando era niño que por mí misma. Y eso no me hace sentir generosa ni fuerte; me hace sentir patética y débil. Se suponía que yo iba a ser la mujer valiente que mi madre nunca pudo ser.

Pero, si yo estoy emulando el comportamiento de mi madre, Jacob tendría que estar emulando el de mi padre. Pero eso no es verdad; tengo que dejar de compararnos constantemente con mis padres. Somos individuos distintos en situaciones distintas. Mi padre nunca tuvo una razón que excusara su enfado, ni se disculpaba con mi madre, y eso que la trataba muchísimo peor.

Jacob acaba de abrirse a mí como probablemente no se había abierto con nadie. Está tratando de ser mejor persona... por mí.

Sí, ayer la jodió. Pero está aquí, tratando de hacerme comprender su pasado y por qué reaccionó como lo hizo. Los humanos no somos perfectos, y no puedo permitir que el único modelo de matrimonio que conozco lastre el mío.

Me seco los ojos y me pongo de pie. Al mirarme en el espejo no veo a mi madre; me veo a mí. Veo a una chica que ama a su marido y que desea ayudarlo, más que nada en el mundo. Sé que Jacob y yo somos lo bastante fuertes para superar este bache. Nuestro amor puede con esto y más.

Salgo del baño y regreso al salón. Jacob se levanta y me mira. Leo el miedo en sus ojos. Tiene pavor de que no lo perdone y yo aún no sé si podré, pero no hace falta perdonar un acto para poder aprender de él.

Me acerco a él y le tomo las manos. Cuando hablo, lo que sale de mi boca es la pura verdad.

—¿Recuerdas lo que me dijiste en la azotea la primera noche? Dijiste: «No hay buenos y malos. Todos somos personas que a veces hacemos cosas malas».

Él asiente, apretándome las manos.

—No eres mala persona, Jacob. Lo sé. Y puedes protegerme. Cuando notes que te alteras, aléjate de mí. Yo haré lo mismo. Esperaremos a que te calmes para hablar las cosas, ¿de acuerdo? No eres un monstruo, Jacob. Eres humano y los humanos no podemos cargar solos con el dolor. A veces tenemos que compartirlo con nuestros seres queridos para que el peso no nos aplaste. Pero no seré capaz de ayudarte si no me dices que lo necesitas. Pídeme ayuda. Juntos lo superaremos, podemos hacerlo.

Él suelta el aire que se diría que ha estado conteniendo desde anoche. Me abraza con fuerza y hunde la cara en mi pelo.

—Ayúdame, Isabella—susurra—. Necesito que me ayudes.

Mientras me envuelve entre sus brazos, mi corazón me dice que he tomado la decisión correcta. Sé que hay más parte buena que mala dentro de él, y haré lo que haga falta para convencerlo, hasta que él también sea capaz de verlo.

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Hasta aca este nuevo capitulo, que opinan? Jacob reconoce a Bella lo que paso hace muchos anos con su hermano Sam y las consecuencias que este trauma que ha sido para el. estan de acuerdo en que debe perdonarlo? las leo.