!Aclaratoria! ni la historia, ni los personajes me pertenecen, soy una persona que disfruta de adaptar historias para que lleguen a más personas.
muchas gracias por sus comentarios, también animó a los lectores silenciosos a dejar sus comentarios y agradecer también por agrega a historia a favoritos y seguirla.
Cap 23.
Tres horas más tarde, poco después de las diez, llego a casa. Estuve una hora más con Alice y luego pasé por la tienda para dejar algunas cosas listas y poder tomarme un par de días libres. Cuando Jacob sale de guardia trato de coincidir con él para disfrutar de algún día juntos.
Cuando entro en casa, las luces están apagadas, lo que quiere decir que Jacob ya está en la cama.
Durante el trayecto de vuelta he estado pensando en lo que me ha propuesto. No esperaba que sacara el tema ya. Pronto cumpliré los veinticinco, pero me había imaginado que dejaríamos pasar al menos dos años antes de plantearnos formar u na familia. No sé si me siento preparada para ponerme a ello inmediatamente, pero saber que él se lo está planteando me hace muy feliz.
Decido comer algo antes de despertarlo. No he cenado y me muero de hambre. Cuando enciendo la luz de la cocina, suelto un grito. Me llevo la mano al pecho y me apoyo en la encimera.
—¡Por Dios, Jacob! ¿Qué haces ahí a oscuras?
Está apoyado en la pared, junto a la nevera. Tiene los pies cruzados a la altura de los tobillos y me está mirando con los ojos entornados mientras juguetea con algo que sostiene entre los dedos.
A su lado, en la encimera, veo un vaso vacío que tiene pinta de haber estado lleno de whisky hace un rato. De vez en cuando se toma uno, dice que le ayuda a dormir.
Al volver a mirarlo, él me dirige una sonrisa canalla. De inmediato, me enciendo porque sé lo que va a venir a continuación. El piso está a punto de convertirse en un remolino de ropa y besos. Hemos bautizado prácticamente todas las habitaciones desde que nos mudamos, pero todavía tenemos pendiente la cocina.
Le devuelvo la sonrisa, con el corazón aún desbocado por el susto de encontrármelo aquí a oscuras. Cuando bajo la vista hacia su mano, me fijo en que sostiene el imán de Boston. Me lo traje de mi antiguo apartamento y lo pegué en esta nevera cuando nos mudamos.
Él vuelve a pegarlo en la nevera y le da un par de golpecitos.
—¿De dónde has sacado esto?
Miro el imán y vuelvo a mirarlo a él. No me apetece contarle que me lo regaló Edward cuando cumplí dieciséis años. Es un tema delicado entre nosotros, y no quiero enturbiar lo que está a punto de pasar con una sesión de puras verdades.
—No me acuerdo. —Me encojo de hombros—. Hace siglos que lo tengo.
Él me observa en silencio antes de enderezarse y dar dos pasos hacia mí. Retrocedo hasta chocar contra la encimera, conteniendo el aliento. Él me pone las manos en la cintura y luego las desliza por dentro de los vaqueros, pegándome a él. Se apodera de mi boca y me besa mientras me baja los pantalones.
«Vale. Vamos a hacerlo ahora mismo.»
Él me recorre el cuello con los labios mientras yo me quito los zapatos para poder librarme de los vaqueros.
«Ya comeré más tarde. Inaugurar la cocina acaba de convertirse en mi prioridad.»
Volviendo a besarme, me levanta y me sienta en la encimera. Al situarse entre mis piernas, siento el olor a whisky en su aliento. No me disgusta. Cuando sus labios me rozan de nuevo, estoy empezando a jadear. Él agarra un mechón de mi pelo y tira de él para que lo mire a los ojos.
—¿La pura verdad? —susurra, mirándome la boca como si estuviera a punto de devorarme.
Asiento y él me recorre el muslo con la otra mano hasta que ya no le queda otro sitio adonde ir. Desliza dos dedos cálidos en mi interior, manteniéndome presa de su mirada.
Inspiro bruscamente y le rodeo la cintura con las piernas, moviéndome despacio y gimiendo débilmente mientras él sigue abrasándome con la mirada.
—¿De dónde ha salido el imán, Isabella?
«¿Qué?»
Siento como si el corazón hubiera empezado a latir al revés.
«¿Por qué insiste tanto?»
Sus dedos siguen moviéndose en mi interior mientras me mira con deseo, pero la otra mano... La mano con la que me sujeta el pelo tira con fuerza, y hago una mueca de dolor.
—Jacob —susurro, aunque estoy empezando a temblar—. Me has hecho daño.
Deja de mover los dedos, pero no aparta la mirada. Retira los dedos lentamente de mi interior, me lleva la mano al cuello y aprieta suavemente. Me busca la boca y hunde la lengua en ella. Yo le sigo la corriente, porque no tengo ni idea de lo que está pasando por su cabeza. Espero estar exagerando.
Noto su erección al otro lado de los vaqueros cuando empuja entre mis piernas, pero de repente me suelta, se echa hacia atrás y apoya la espalda en la nevera, mirándome de arriba abajo como si no pudiera esperar a montárselo conmigo aquí mismo, en la cocina.
El corazón se me calma un poco. Estoy exagerando.
Jacob alarga la mano hacia la cocina y coge un periódico. Veo que es el mismo de antes, donde estaba el artículo que me ha enseñado. Lo levanta y me lo lanza.
—¿Lo has leído ya?
Yo suelto el aire aliviada.
—No, aún no. —Bajo la vista hacia el artículo.
—Léelo en voz alta.
Lo miro y sonrío, pero tengo un nudo en el estómago. Hay algo en él, no sabría decir el qué, pero algo en su modo de actuar me pone muy nerviosa.
—¿Quieres que lea el periódico? ¿Ahora?
Me siento rara, sentada en la encimera de la cocina, medio desnuda, con un periódico en la mano.
Él asiente.
—Sí, pero antes quítate la camiseta. Luego lee en voz alta.
Me lo quedo mirando, tratando de entenderlo. Tal vez el whisky lo ha puesto juguetón. Muchas veces, cuando hacemos el amor, hacemos el amor, sin más. Pero otras veces, el sexo se vuelve salvaje y un poco peligroso, como la mirada que me está dirigiendo.
Dejo el periódico, me quito la camiseta y recupero el diario. Cuando empiezo a leer, él da un paso y me interrumpe.
—Todo no. —Me arrebata el diario y señala una frase en la parte de abajo—. Solo los últimos párrafos.
Bajo la vista, cada vez más confundida, pero dispuesta a hacer lo que sea para quitarme esto de encima y poder pasar a la parte de la cama.
—Los negocios con más votos no han sido ninguna sorpresa. El icónico restaurante Bib's, de Marketson, abrió en abril del año pasado y se convirtió rápidamente en uno de los mejor valorados de la ciudad según TripAdvisor.
Dejo de leer y miro a Jacob, que se ha servido más whisky y está bebiendo.
—Sigue leyendo —me ordena, señalando el periódico con la cabeza.
Yo trago saliva, aunque cada vez me cuesta más. Tratando de que no se note que me tiemblan las manos, sigo leyendo.
—El dueño, Edward Cullen, ha ganado dos premios como chef y, anteriormente, estuvo en el Cuerpo de Marines de Estados Unidos. No es ningún secreto que el nombre de su famoso restaurante es un acrónimo de Better in Boston, que significa «mejor en Boston».
Contengo el aliento.
«Todo es mejor en Boston.»
Con un nudo en el estómago y tratando de mantener las emociones bajo control, sigo leyendo.
—Cuando lo entrevistamos con motivo de su último premio, el chef finalmente reveló cuál es el auténtico significado que se oculta tras ese nombre. «Es una larga historia», declaró el chef Corrigan. «Es un homenaje a alguien que tuvo un impacto enorme en mi vida. Alguien que significó mucho para mí; que todavía significa mucho.»
Dejo el periódico en la encimera.
—No quiero seguir leyendo —digo, aunque la voz se me rompe a media frase.
Jacob da dos pasos rápidos y se hace con el periódico. Retomando donde lo he dejado, sigue leyendo, en voz alta y con tono furioso.
—Cuando le preguntamos si la chica estaba enterada de que él había bautizado el restaurante en su honor, el chef sonrió con picardía y respondió: «Siguiente pregunta».
La rabia que tiñe la voz de Jacob me provoca náuseas.
—Jacob, para —le pido, en tono calmado—. Has bebido demasiado.
Lo empujo para que me deje salir de la cocina y me dirijo al pasillo que lleva al dormitorio. Están pasando muchas cosas en poco tiempo y no acabo de entender nada.
En el artículo no pone a quién se refiere Edward. Él sabe que soy yo, y yo también lo sé, pero no sé de dónde lo saca Jacob.
¿Por el imán? ¿Cómo ha podido atar cabos solo leyendo el artículo?
«Se está pasando; su reacción es exagerada.»
Lo oigo detrás de mí mientras camino hacia el dormitorio. Al abrir la puerta, me detengo en seco.
La cama está llena de cosas. Veo una de las cajas grandes que usé en la mudanza, que tiene escrito COSAS DE BELLA, y alrededor todo el contenido desperdigado: cartas, diarios, cajas de zapatos vacías. Cierro los ojos e inspiro lentamente.
Ha leído mi diario.
«No.»
«Ha. Leído. Mi. Diario.»
Él está a mi espalda. Noto cómo me rodea la cintura con un brazo y me atrapa un pecho con fuerza. Con la otra mano, me aparta delicadamente el pelo del hombro.
Cierro los ojos y me estremezco cuando me acaricia el corazón tatuado en el hombro. Sus labios ocupan el lugar que ocupaban sus dedos y, un instante después, me clava los dientes con saña; tan fuerte que grito.
Trato de liberarme, pero me tiene sujeta con tanta fuerza que no consigo ni moverlo del sitio. El dolor que me causa al clavarme los dientes en la clavícula se extiende por el hombro y el brazo, haciéndome sollozar.
—Jacob, suéltame —le ruego, llorando—. Por favor. Vete.
Él sigue apresándome entre sus brazos. Me da la vuelta, pero no lo miro. Tengo los ojos cerrados porque me da miedo mirarlo. Aferrándome por los hombros, me empuja hacia la cama. Empiezo a resistirme, pero no sirve de nada. Es mucho más fuerte que yo, está enfadado, está dolido; no es Jacob.
Cuando caigo sobre la cama, me deslizo asustada hacia el cabecero, tratando de escapar de él.
—¿Por qué sigue aquí, Isabella? —me pregunta, y su tono de voz ya no es calmado, como en la cocina. Cada vez está más furioso—. Está en todas partes. En el imán de la nevera; en el diario que guardabas en nuestro armario... ¡En el puto tatuaje que solía ser la parte que más me gustaba de tu cuerpo!
Se sube a la cama.
—Jacob, puedo explicarlo —le suplico, mientras las lágrimas me bajan por las sienes y se cuelan en mi pelo—. Estás furioso. Por favor, no me hagas daño. Vete, y cuando vuelvas te lo explicaré todo.
Me agarra por el tobillo y tira de mí hasta que quedo bajo su cuerpo.
—No estoy furioso, Isabella—replica, con una voz tan calmada que me aterra—. Pero creo que no te he demostrado lo mucho que te quiero.
Se desploma sobre mí, me sujeta las muñecas y las inmoviliza sobre mi cabeza, usando una sola mano.
—Jacob, por favor. —Lloro y trato de librarme de él usando todas las partes del cuerpo—. Suéltame. Por favor.
«No, no, no, no.»
—Te quiero, Isabella—me dice, con la boca pegada a mi mejilla—. Más que nunca. ¿Acaso no lo ves?
El miedo se diluye en un mar de emociones, mezclándose con la rabia. Cuando cierro los ojos, veo a mi madre, llorando en el sofá del salón, y a mi padre sobre ella, forzándola. Llevada por el odio, empiezo a gritar con todas mis fuerzas.
Jacob intenta acallar mis gritos con la boca, pero le muerdo la lengua. Me golpea la cabeza con la frente y, al instante, el dolor desaparece mientras una manta de oscuridad me cubre los ojos y todo se apaga.
Oigo su aliento en el oído mientras murmura algo que no distingo. El corazón me late desbocado y el cuerpo me tiembla sin control. Las lágrimas no han dejado de caer y yo me esfuerzo en respirar.
Él sigue hablándome al oído, pero el martilleo que me golpea la cabeza es demasiado intenso y no logro descifrar sus palabras.
Trato de abrir los ojos, pero duele. Noto que me entra algo en el ojo y sé que se trata de sangre.
«Mi sangre.»
Empiezo a entender lo que dice.
—Lo siento. Lo siento. Lo siento.
Sigue apresándome una mano contra el colchón y sigue tumbado sobre mí, pero ya no trata de forzarme.
—Isabella, te quiero. Lo siento mucho.
Oigo el pánico en su voz. Me está besando, y sus labios me acarician la mejilla y la boca con delicadeza.
Es consciente de lo que ha hecho. Vuelve a ser Jacob y sabe lo que acaba de hacerme a mí, a nosotros, a nuestro futuro.
Decido aprovechar su pánico para salir de esta situación. Negando con la cabeza, susurro:
—No pasa nada, Jacob. No pasa nada. Estabas enfadado. No pasa nada.
Cuando me da un beso desesperado, el sabor a whisky de su boca ya no me resulta atractivo; al contrario: me provoca ganas de vomitar. Sigue disculpándose sin parar y la habitación se desvanece otra vez.
Tengo los ojos cerrados. Seguimos en la cama, pero ya no está tumbado sobre mí. Está de lado, aunque todavía me sujeta con fuerza por la cintura y tiene la cabeza apoyada en mi pecho. Permanezco quieta, muy rígida, mientras examino mi entorno.
No se mueve. Oigo su respiración, pesada y rítmica, lo que me indica que está durmiendo. O tal vez ha perdido el conocimiento. Lo último que recuerdo es notar el sabor de mis lágrimas en la boca.
Me quedo inmóvil durante varios minutos. El dolor de cabeza se vuelve cada vez más intenso. Cierro los ojos y trato de pensar.
«¿Dónde tengo el bolso?»
«¿Dónde tengo las llaves?»
«¿Dónde tengo el móvil?»
Tardo cinco minutos en quitármelo de encima. Tengo miedo de moverme demasiado bruscamente y que se despierte, así que me desplazo centímetro a centímetro hasta el borde de la cama y me dejo caer al suelo. Cuando ya no noto sus manos encima, no puedo controlar un sollozo. Tapándome la boca con la mano, me levanto y salgo corriendo del dormitorio.
Localizo el bolso y el móvil, pero no tengo ni idea de dónde dejó Jacob mis llaves. Las busco ansiosa por el salón y la cocina, pero casi no distingo nada. Al golpearme con la cabeza debe de haberme hecho un corte en la frente, porque tengo sangre en los ojos y veo borroso.
Cerca de la puerta me mareo, y me dejo caer hasta el suelo, deslizándome por la pared. Las manos me tiemblan tanto que acierto la contraseña del móvil a la tercera.
Cuando se desbloquea, me quedo dudando. Mi primer impulso ha sido llamar a Alice y Jasper, pero no puedo mezclarlos en esto ahora mismo. Alice acaba de dar a luz. No puedo hacerles esto.
Podría llamar a la policía, pero mi mente no es capaz de procesar todo lo que eso comportaría. No quiero prestar declaración. No sé si quiero presentar una denuncia, sabiendo cómo afectaría eso a su carrera. No quiero que Alice se enfade conmigo. Ahora mismo no sé nada. No descarto denunciarlo más adelante, pero ahora mismo no tengo fuerzas para hacerlo.
Aprieto el móvil y trato de pensar.
«Mi madre.»
Estoy a punto de llamarla, pero cuando pienso en lo afectada que se quedará cuando se lo cuente, me echo a llorar otra vez. No puedo involucrarla en esto; ya ha sufrido demasiado. Además, sé que Jacob me buscará y que el primer sitio al que irá será a casa de mi madre. Después a casa de Alice y Jasper , y después probará con el resto de mis conocidos.
Me seco las lágrimas y marco el número de Edward.
En estos momentos, me odio más de lo que me he odiado en toda mi vida.
Me odio, porque el día que Jacob encontró el número de Edward oculto en el móvil le dije que me había olvidado de que estaba allí.
Me odio, porque, el día que Edward dejó su número allí, abrí la funda y miré el número.
Me odio, porque en lo más hondo de mi alma sabía que existía la posibilidad de que algún día lo necesitara. Y por eso lo memoricé.
—¿Hola? —pregunta con cautela, con curiosidad. No reconoce el número. Al oír su voz, me echo a llorar inmediatamente. Cubriéndome la boca, trato de calmarme—. ¿Bella? —Su voz es mucho más fuerte ahora—. Bella, ¿dónde estás?
Me odio porque sabe que estas lágrimas son mías.
—Edward —susurro—. Necesito ayuda.
—¿Dónde estás? —repite, y oigo el pánico en su voz.
Lo oigo caminando, moviendo cosas a su alrededor. Oigo que una puerta se cierra.
—Te lo envío en un mensaje —susurro.
Me da miedo hablar; tengo miedo de que Jacob se despierte. Cuelgo y con las manos temblorosas logro enviarle mi dirección. Añado el código de la entrada para que pueda acceder. Luego envío otro mensaje que dice:
Yo: Por favor, avísame con un mensaje cuando llegues. No llames a la puerta
Me arrastro hasta la cocina, localizo los vaqueros y me los pongo. También la camiseta, que estaba en la encimera. Una vez vestida, voy al salón. Me planteo salir y reunirme con Edward abajo, pero tengo miedo de no llegar sola. Sigo sangrando por la cabeza y me siento demasiado débil para esperar de pie junto a la puerta.
Vuelvo a deslizarme hasta el suelo, apretando el móvil con la mano temblorosa, sin apartar la vista de la pantalla, esperando su mensaje.
Veinticuatro agónicos minutos más tarde, la pantalla se ilumina.
Edward: Aquí.
Me levanto con dificultad y abro la puerta. Unos brazos me envuelven y de pronto mi cara se encuentra pegada a una superficie suave. Me echo a llorar otra vez. Lloro y lloro. Lloro y tiemblo.
—Bella —susurra.
Nunca he oído a nadie pronunciar mi nombre con tanta tristeza. Me levanta la cara para que lo mire. Me examina con sus ojos y advierto el momento justo en que ve la herida. La preocupación se desvanece, dando paso a otra emoción. Mirando hacia el interior del piso, pregunta:
—¿Él sigue aquí?
Ira.
Siento la ira que emana de él y su intención de entrar en el piso. Lo agarro por la chaqueta para impedirlo.
—No, Ed, por favor. Solo quiero irme de aquí.
Soy testigo de la lucha interna en la que está sumido mientras duda si hacerme caso o entrar a buscar a Jacob. Finalmente, me rodea con su brazo y se aleja de la puerta. Me ayuda a caminar hasta el ascensor y, una vez abajo, me apoyo en él para cruzar el vestíbulo. De milagro, solo nos encontramos con otra persona, que además va hablando por teléfono y no nos mira.
Cuando llegamos al aparcamiento, vuelvo a marearme. Le pido que camine más despacio y, en vez de eso, me levanta en brazos. Cierro los ojos hasta que llegamos al coche y, poco después, noto que nos ponemos en marcha.
Sé que van a tener que darme puntos. Sé que va a llevarme al hospital, pero lo siguiente que sale de mis labios me sorprende hasta a mí.
—No me lleves al General; llévame a cualquier otro hospital.
No quiero encontrarme con ningún colega de Jacob. Lo odio. En estos momentos lo odio más de lo que llegué a odiar a mi padre, pero al parecer, en medio de todo este odio, sigo preocupándome por su carrera. Y, al darme cuenta, me odio tanto como lo odio a él.
—-
Oficialmente todos queremos matar a Jacob. Sucedio lo que temia, perdio el control y ahora destrozo a Bella. Levante la mano, ¿Quien piensa que Ed debió ir a darle la misma paliza?
Pero ahí llega Ed como el salvador, veamos cuales son los próximos pasos de Bella.
nos vemos en el próximo capítulo.
