Ni la historia, ni los personajes me pertenecen, solo me divierto adaptando esta historia para que llegue a más personas.
Cap 24
Edward se encuentra en el otro extremo de la habitación. No me ha quitado la vista de encima durante toda la visita. Una enfermera me ha sacado sangre y luego me ha curado el corte de la frente. De momento no me ha hecho demasiadas preguntas, aunque es obvio que las heridas que presento son fruto de un ataque. No se me escapa la mirada compasiva que me dirige mientras me desinfecta el mordisco del hombro.
Al terminar, mira a Edward por encima del hombro. Se coloca de manera que él no pueda verme y me dice:
—Tengo que hacerte unas cuantas preguntas personales. Voy a pedirle que salga un momento, ¿de acuerdo?
Entonces, me doy cuenta de que piensa que Edward es el agresor. Negando con la cabeza, respondo:
—No ha sido él. Por favor, no le pida que salga.
La enfermera asiente aliviada y se sienta junto a mí.
—¿Tienes heridas en alguna otra parte?
Vuelvo a negar con la cabeza, porque las partes de mí que Jacob ha roto no pueden arreglarse en un hospital.
—¿Isabella? —pregunta, en voz baja y delicada—. ¿Te han violado?
Con los ojos llenos de lágrimas, veo que Edward se da la vuelta y apoya la frente en la pared.
La enfermera espera hasta que recupero el contacto visual con ella para seguir hablando.
—Tenemos un kit para estos casos. Es un examen forense. Es opcional, por supuesto, pero en tu caso me parece aconsejable.
—No me han violado —repito—. Él no...
—¿Estás segura, Isabella? —me pregunta la enfermera.
Asiento con la cabeza.
—No quiero el kit.
Cuando Edward se da la vuelta, veo el dolor que enturbia su expresión.
—Bella, es necesario —me suplica mirándome, pero yo vuelvo a negar con la cabeza.
—Edward, te juro que... —Cierro los ojos con fuerza y agacho la cabeza—. Esta vez no estoy tratando de protegerlo —susurro—. Estuvo a punto, pero se detuvo.
—Si decides presentar una denuncia, necesitarás...
—No quiero que me hagan el examen —repito, con firmeza.
Llaman a la puerta y entra un médico, lo que me evita más miradas suplicantes de Edward.
La enfermera y él hablan brevemente de mis heridas, y ella se hace a un lado mientras el médico me examina la cabeza y el hombro. Me alumbra con una linterna para examinar los ojos, comprueba el historial médico y dice:
—Me gustaría descartar una contusión, pero, dada su situación, no quiero pedirle un TAC. Lo que haremos será mantenerla en observación.
—¿Por qué no quiere pedirme un TAC? —le pregunto.
El médico se levanta mientras responde:
—No es recomendable practicar ese tipo de pruebas en mujeres embarazadas a menos que sea vital. La mantendremos en observación por si hubiera complicaciones y, si todo va bien, le daremos el alta.
No sé si añade algo porque no oigo nada más a partir de ese momento.
Nada.
Una presión enorme se apodera de mi cabeza.
De mi corazón.
Del estómago. Sosteniéndome del borde de la camilla en la que estoy sentada, observo el suelo hasta que el médico y la enfermera salen de la habitación.
Cuando la puerta se cierra, permanezco sentada, envuelta en un silencio helador. Veo que Edward se acerca hasta que sus pies casi tocan los míos y noto la delicada caricia de sus dedos en la espalda.
—¿Lo sabías?
Suelto el aire bruscamente e inhalo con fuerza. Niego con la cabeza y, cuando él me abraza, lloro con desesperación. No imaginaba que mi cuerpo fuera capaz de llorar así.
Él no me suelta en ningún momento mientras lloro, odiándome a mí misma.
Porque esto me lo he hecho yo a mí misma.
He permitido que sucediera. «
Me he convertido en mi madre.»
—Quiero irme —susurro.
Edward se aparta un poco.
—Quieren que estés en observación, Bella. Creo que deberías quedarte.
Alzo la cara hacia él y niego con la cabeza.
—Necesito salir de aquí. Por favor; quiero irme.
Él asiente y me ayuda a ponerme los zapatos. Se quita la chaqueta, me cubre con ella y salimos del hospital sin que nadie se dé cuenta.
Él permanece en silencio mientras vamos en el coche. Yo miro por la ventanilla, demasiado exhausta para llorar; demasiado en shock para hablar. Me siento como si estuviera bajo el agua.
«Sigue nadando.»
Edward no vive en un piso, sino en una casa de un pequeño barrio a las afueras de Boston llamado Wellesley, donde todo el mundo reside en chalets grandes, bonitos, cuidados y muy caros.
Al detenernos frente a la verja, me pregunto si llegó a casarse con aquella chica. Cassie se llamaba, creo. Me pregunto qué opinará de que su marido meta en su casa a una chica de quien estuvo enamorado y a la que acaban de agredir.
Me tendrá lástima. Se preguntará por qué lo permití. Se preguntará por qué he dejado que las cosas llegaran hasta este punto. Se hará todas las preguntas que me hacía yo cuando veía a mi madre en esta situación. La gente pasa mucho tiempo planteándose por qué las mujeres no dejan a sus maltratadores, pero ¿por qué nadie se plantea por qué los hombres las maltratan? ¿No deberíamos culparlos a ellos?
Edward abre la verja y aparca en el garaje de la casa. Me fijo en que no hay ningún coche más. Sin esperar a que venga a ayudarme, abro la portezuela, bajo del vehículo y lo sigo hasta la casa. Marca el código para desactivar la alarma y enciende las luces. Miro a mi alrededor: la cocina, el comedor, el salón. Todo está decorado con maderas nobles y acero inoxidable. La cocina está pintada de un color verde azulado, el color del océano. Si no lo estuviera pasando tan mal, habría sonreído.
«Ed había seguido nadando. Míralo ahora. Ha llegado nadando hasta el puto mar Caribe.»
Se dirige a la nevera, saca una botella de agua y se acerca a mí. Le quita el tapón y me la da. Mientras bebo, él enciende la luz del salón y la del pasillo.
—¿Vives solo? —le pregunto.
Él asiente mientras vuelve a la cocina.
—¿Tienes hambre?
Niego con la cabeza. Aunque tuviera hambre, ahora mismo sería incapaz de comer.
—Te acompaño a tu habitación —me dice—. Tiene baño por si quieres ducharte.
«Sí. Quiero quitarme de la boca el sabor del whisky. Quiero librarme de los olores del hospital. Quiero frotarme para que las cuatro últimas horas de mi vida se vayan por el desagüe.»
Lo sigo por el pasillo hasta llegar a una habitación de invitados. Cuando enciende la luz veo que hay dos cajas encima de una cama y más cajas apiladas contra las paredes. Hay una butaca enorme en el otro extremo del dormitorio, frente a la puerta. Edward quita las cajas de encima de la cama y las apila en la pared, con las otras.
—Me mudé hace unos meses. No he tenido mucho tiempo para decorar. —Se dirige a uno de los armarios y abre un cajón—. Haré la cama.
Saca sábanas y una funda de almohada, y se pone a preparar la cama mientras yo me meto en el baño y cierro la puerta.
Entre mirarme en el espejo, ducharme y preocuparme pensando en lo que acaba de suceder, paso media hora metida en el baño.
Abro la puerta al fin, envuelta en una toalla. Edward ya no está en el dormitorio, pero me ha dejado ropa doblada sobre la cama recién hecha. Hay unos pantalones de pijama de hombre que me van enormes y una camiseta que me llega por debajo de las rodillas. Me ato la cinta de los pantalones y me acuesto.
Apago la luz y me tapo por encima de la cabeza.
Lloro tan fuerte que ni siquiera hago ruido.
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Y resulta que ahora Bella está embarazada. qué hará? tendrá al bebe? ¿se lo dirá? se separaran, espero que podamos responder estas preguntas en los próximos capítulos.
En cuanto a Ed, en este momento es su roca y es que sin importar nada siento que siempre estará ahí para Bella.
opiniones?
Maryluna, no mates a la que hace la adaptacion.
