Ni la historia, ni los personajes me pertenecen, solo me divierto adaptando esta historia para llegar a más personas.
Pido disculpas por la tardanza, volvi a estudiar despues de un monton de tiempo y esto puso de cabeza mi vida y aun no consigo el equilibro... le dejo varios capitulos como recompensa por su espera.
Cap 26
Estoy tumbada en la cama de la habitación de invitados de Edward, mirando el techo. Es una cama normal, bastante cómoda, de hecho. Pero me siento como si estuviera en una cama de agua. O tal vez en una balsa, a la deriva en alta mar. Y tengo que superar las inmensas olas, cada una de las cuales es distinta de las demás. Algunas son de tristeza; otras, de furia; otras de lágrimas; otras, de sueño.
De vez en cuando me apoyo las manos en el vientre y siento una diminuta ola de amor. No entiendo cómo puedo amar tanto algo tan pequeño, pero así es. Me pregunto si será un niño o una niña, y qué nombre le pondré. Me pregunto si se parecerá a mí o se parecerá a Jacob. Pero entonces llega una ola de enfado e inunda la diminuta ola de amor.
Siento que me ha robado la felicidad que toda mujer debería sentir al enterarse de que está embarazada. Siento que Jacob me la arrebató anoche y es una más de las razones por las que lo odio.
Odiar es agotador.
Me obligo a levantarme y me meto en la ducha. Llevo casi todo el día sin salir de la habitación. Edward regresó hace varias horas. Abrió la puerta para ver cómo estaba, pero yo fingí que dormía.
Me siento incómoda aquí. Edward es la razón por la que Jacob perdió la cabeza anoche y ¿qué hice yo? Acudir a él en busca de ayuda. La situación me hace sentir muy culpable. Sé que no debería, pero me da hasta un poco de vergüenza, como si el hecho de llamar a Edward justificara la reacción violenta de Jacob. Pero es que no se me ocurre otro sitio al que ir. Necesito un par de días para procesar las cosas y, si voy a un hotel, Jacob podría localizarme siguiendo el rastro de la tarjeta de crédito. También me encontraría si fuera a casa de mi madre o a la de Alice o a la de Rose. También conoce a James, así que lo más seguro es que pruebe en su casa también.
Y, sin embargo, dudo mucho que se atreva a venir a casa de Edward. Al menos de momento. Si tardo una semana en dar señales de vida, no lo descarto, pero de momento no creo que se atreva a asomarse por aquí.
Y esa es probablemente la causa por la que no me he marchado. Me siento más segura aquí que en cualquier otro sitio. Además, Edward tiene alarma; mejor que mejor.
Miro hacia la mesilla de noche donde está el móvil. Dejo sin leer todos los mensajes de Jacob y abro el de Alice.
Alice: ¡Hola, tía Bella! Esta noche ya nos mandan para casa. Ven a vernos mañana cuando salgas del trabajo.
Adjunta una foto de ella y Samm que me hace sonreír.
Y luego llorar.
Putas emociones.
Me espero hasta que se me secan los ojos antes de salir al salón. Edward está sentado a la mesa de la cocina, trabajando con el portátil. Al verme, sonríe y cierra el ordenador.
—Hola.
Obligándome a devolverle la sonrisa, echo un vistazo a la cocina.
—¿Tienes algo de comer?
Él se levanta rápidamente.
—Sí, sí, siéntate; te prepararé algo.
Me arrellano en el sofá mientras él se organiza en la cocina. La televisión está encendida, pero no tiene volumen. Lo activo y luego conecto el DVR. Veo que ha grabado varios programas de la tele, pero el único que me llama la atención es El show de Ellen DeGeneres. Sonriendo, busco el último capítulo guardado y le doy a reproducir.
Edward me trae un bol con pasta y un vaso de agua con hielo. Echa un vistazo a la tele y se sienta a mi lado en el sofá.
Durante las tres horas siguientes nos pulimos los programas de una semana. Me río en voz alta seis veces, lo que me hace sentir mejor, pero, tras una pausa para ir al lavabo, el peso de la realidad vuelve a imponerse.
Vuelvo a sentarme en el sofá, junto a Edward. Está echado hacia atrás, con los pies apoyados en la mesita. Me inclino hacia él, de manera instintiva, y, tal como hacía cuando éramos adolescentes, me atrae hacia su pecho y vemos la tele así, en silencio. Me acaricia el hombro con el pulgar y sé que es su manera de decirme que está ahí, para lo que necesite. Que le sabe mal lo que me pasa. Y, por primera vez desde que fue a buscarme anoche, me veo capaz de hablar de ello. Tengo la cabeza apoyada en su hombro y las manos en el regazo. Jugueteo con el cordel del pijama que me va demasiado grande.
—Edward... —susurro—. Siento haberme enfadado tanto contigo en el restaurante la otra noche. Tenías razón. En el fondo, sabía que la tenías, pero no quería creerlo. —Levanto la cabeza y le dirijo una sonrisa lastimera —. Puedes decirme: «Te lo dije».
Él frunce el ceño, como si mis palabras le dolieran.
—Bella, lo último que quería era tener razón en esto. Rezaba cada noche pidiendo estar equivocado.
Hago una mueca, arrepintiéndome de haberle dicho eso. Sé que Edward no es así.
Él se echa hacia delante y me da un beso en la cabeza. Cierro los ojos, disfrutando de la familiaridad del momento, de su olor, de su tacto, del consuelo que me da. Nunca he entendido que alguien pueda ser duro como una piedra y, al mismo tiempo, tan reconfortante. Pero siempre lo he percibido así: como si pudiera cargar él solo con el peso del mundo, pero no despreciase el peso que cargan los demás; al contrario. Lo siente.
Nunca fui capaz de soltarlo del todo y eso me hace sentir mal. Recuerdo la pelea que Jacob y yo tuvimos cuando encontró su número de teléfono.
Recuerdo las demás peleas: el imán, el artículo, mis diarios, el tatuaje…
Nada de eso habría pasado si me hubiera desprendido de los recuerdos de Edward. Jacob no habría tenido motivos para enfurecerse.
Me cubro la cara con las manos, al darme cuenta de que parte de mí está tratando de cargar con la culpa por la reacción de JAcob.
«Y no hay excusa. Ninguna.»
Sé que es otra de las olas que tengo que superar. Una ola de absoluta confusión.
Edward se da cuenta de mi cambio de actitud.
—¿Estás bien?
No, no lo estoy. Y no lo estoy porque acabo de darme cuenta de lo mucho que me duele aún que Edward no volviera a buscarme. Si lo hubiera hecho, tal como me prometió, no habría conocido a Jacob y no me encontraría en esta situación.
Sí, definitivamente estoy confusa. ¿Cómo puedo estar acusando a Edward de lo que ha pasado?
—Creo que voy a acostarme ya —digo en voz baja, apartándome de él.
Me levanto y él me imita.
—Mañana estaré fuera casi todo el día —replica—. ¿Seguirás aquí cuando vuelva?
Hago una mueca al oírlo. Es lógico que quiera que me recupere de una vez y me largue de aquí. ¿Qué demonios hago aquí todavía?
—No, no. Puedo irme a un hotel, no pasa nada.
Me vuelvo y me alejo por el pasillo, pero él me detiene, poniéndome la mano en el hombro.
—Bella. —Me hace girarme—. No te estoy pidiendo que te marches. Solo quería asegurarme de que estarías aquí. Quiero que te quedes todo el tiempo que necesites.
Su mirada es tan sincera que, si no fuera porque me parece un poco fuera de lugar, le echaría los brazos al cuello y lo abrazaría. Porque la verdad es que no me siento lista para irme aún. Necesito un par de días más antes de tomar una decisión sobre mi vida.
—Tengo que ir a trabajar un rato mañana —le digo, asintiendo—. Necesito ocuparme de unos temas. Pero si de verdad no te importa, me gustaría quedarme unos días más.
—No es que no me importe, Bella; prefiero que te quedes.
Me obligo a sonreír y me dirijo a la habitación de invitados. Me alegro de tener este refugio donde quedarme hasta que me vea obligada a enfrentarme a la realidad.
Y aunque admito que, a ratos, su presencia en mi vida me confunde, me alegro mucho de contar con él.
—-
Bella encontró su refugio en casa de Ed.
No se ustedes, pero creo que su vida esta en pausa. Ya veremos como avanza en los proximos dias.
