Ni la historia, ni los personajes me pertenecen, solo me divierto adaptando la historia para llegar a más personas.

Disfriten de esta segunda actulizacion :)

Cap 29

Alice se sienta en el sofá donde estamos Sammy y yo.

—Te echo tanto de menos, Bella, que estoy pensando en volver a trabajar un día o dos por semana.

Me echo a reír sorprendida por su comentario.

—Vivimos en el mismo edificio y paso a verte casi cada día. ¿Cómo vas a echarme de menos?

Ella hace una mueca y se sienta sobre sus piernas dobladas.

—Vale, no te añoro a ti, añoro el trabajo. Y a veces, simplemente, necesito salir de esta casa.

Han pasado seis semanas desde que nació Sammy, así que supongo que le darían el alta para volver a trabajar, pero me extraña. No pensaba que quisiera volver ahora que tiene a Sammy para entretenerla.

—¿Traerías a la niña al trabajo?

Alice niega con la cabeza.

—No, la floristería es demasiado absorbente. Que la vigile Jasper mientras yo trabajo.

—¿No tienes a gente contratada para que se ocupe de eso?

Jasper está pasando por el salón y me oye.

—Calla, Isabella. No hables como una niña rica delante de mi hija. ¡Blasfemia!

Me echo a reír. Por estas cosas subo a visitarlos varias veces a la semana. Es el único momento del día en que río. Han pasado seis semanas desde que Jacob se fue a Inglaterra y aún no saben lo que pasó entre nosotros. Jacob no se lo ha contado a nadie y yo tampoco. Todo el mundo, mi madre incluida, piensa que se ha ido a estudiar a Cambridge y que las cosas entre nosotros siguen como siempre.

Tampoco le he contado a nadie que estoy embarazada. He ido al médico dos veces. Al parecer ya estaba de doce semanas cuando me enteré de que iba a tener un bebé; ahora estoy de dieciocho. Todavía estoy tratando de hacerme a la idea. Me he estado tomando la píldora desde que cumplí los dieciocho años, pero me la olvidé algunos días y fue suficiente.

Se me empieza a notar, pero, como hace frío, es fácil de disimular con la ropa. Nadie se fija cuando llevas un jersey holgado y una chaqueta.

Sé que voy a tener que hacerlo público pronto, pero siento que Jacob debería ser el primero en enterarse y no quiero contárselo por teléfono. Regresará dentro de seis semanas. Si soy capaz de mantener la boca cerrada tanto tiempo, decidiré qué hacer cuando vuelva.

Bajo la vista hacia Sammy, que me está sonriendo. Le hago muecas para que se ría más. Cuando estoy con ellas, me muero de ganas de contarle a Alice que estoy embarazada, pero me contengo, porque no me parece bien compartir con ella algo que le estoy ocultando a su hermano. No quiero ponerla en una situación tan comprometida, y por eso guardo silencio, aunque me cuesta horrores.

—¿Qué tal te va con Jacob? —me pregunta Alice—. ¿Tienes ganas de que vuelva?

Asiento con la cabeza, pero no digo nada. Siempre trato de desviar la conversación cuando ella saca el tema. Alice se reclina en el sofá y pregunta:

—¿Sigue a gusto en Cambridge?

—Sí —respondo, sacándole la lengua a Sammy.

Ella sonríe. Me pregunto si mi bebé se parecerá a ella. Espero que sí porque me parece monísima, aunque no soy imparcial.

—¿Se aclara ya con la red de metro? —Alice se echa a reír—. Cada vez que hablo con él, se ha perdido. Nunca sabe si tiene que tomar la línea A o la B.

—Sí —respondo—. Ya se ha aclarado.

Alice se incorpora de golpe en el sofá.

—¡JAsper!

Cuando él entra en el salón, Alice me quita a la niña de los brazos y se la entrega a su padre.

—¿Puedes cambiarle el pañal?

No entiendo por qué se lo pide si acabo de cambiárselo.

Jasper arruga la nariz y toma a la pequeña en brazos.

—¿Eres una bebita apestosa?

Los dos llevan pijamas de una pieza a juego.

Alice me agarra de las manos y tira de mí con tanta fuerza que grito mientras me levanto.

—¿Adónde me llevas?

Ella no responde. Me guía hasta su dormitorio y, cuando estamos las dos dentro, cierra de un portazo. Recorre la habitación un par de veces arriba y abajo, y luego se detiene y me mira fijamente.

—¡Más te vale contarme ahora mismo lo que está pasando, Isabella!

Me tenso.

«¿A qué demonios se refiere?»

Me llevo las manos al vientre de manera instintiva, pensando que tal vez se ha dado cuenta, pero ella sigue mirándome a los ojos. Da un paso adelante y me clava un dedo en el pecho.

—¡No hay metro en Cambridge, idiota!

—¿Qué?

—No entiendo nada.

—¡Me lo he inventado! Hace tiempo que estás rarísima. Eres mi mejor amiga, Isabella. Te conozco y conozco a mi hermano. Hablo con él cada semana y él tampoco es el mismo. Pasó algo entre vosotros y quiero saber de qué se trata. ¡Ya mismo!

«Mierda. Me temo que la verdad va a salir a la luz antes de lo previsto.»

Me llevo las manos a la boca lentamente, sin saber qué decir o, mejor dicho, si entrar en detalles. Hasta este momento no me había dado cuenta de lo mucho que me estaba reconcomiendo no poder hablar de todo esto con ella. Me siento un poco aliviada de que me conozca tan bien.

Me dirijo a su cama y me siento.

—Alice —susurro—, siéntate. —Sé que esto va a dolerle casi tanto como a mí. Se acerca a la cama, se pone junto a mí y me toma las manos—. Ni siquiera sé por dónde empezar.

Ella me aprieta las manos, pero no dice nada.

Durante los quince minutos siguientes, se lo cuento todo. Le cuento la pelea, le cuento que Edward vino a buscarme, que me llevó al hospital, que descubrí que estaba embarazada.

Le confieso que llevo seis semanas llorando en la cama hasta quedarme dormida porque nunca me había sentido tan sola y asustada.

Cuando acabo de contárselo todo, las dos estamos llorando. Ella no ha dicho nada aparte de soltar un «oh, Bella» de vez en cuando.

Sin embargo, no hace falta que me diga nada. Jacob es su hermano. Sé que quiere que tenga en cuenta su pasado igual que la última vez. Sé que me pedirá que arregle las cosas con él porque es su hermano. Se supone que todos formamos una gran familia feliz. Aunque guarda silencio durante un buen rato, asimilando lo que le he contado, tengo claro lo que está pensando.

Finalmente, me mira a los ojos y me aprieta las manos.

—Mi hermano te quiere, Alice. Te quiere muchísimo. Le has cambiado la vida y lo has convertido en una persona a la que me cuesta reconocer. Como su hermana, desearía con todas mis fuerzas que encontraras la manera de perdonarlo. Pero como tu mejor amiga debo decirte que, si vuelves a abrirle las puertas de tu casa, te retiraré la palabra.

Tardo unos instantes en asumir lo que me ha dicho, pero, cuando lo hago, me echo a llorar.

Ella llora conmigo.

Me abraza y las dos lloramos porque las dos amamos a Jacob, pero, en estos momentos, las dos lo odiamos también.

Tras varios minutos de llanto patético sobre su cama, Alice se levanta y va a buscar una caja de pañuelos de papel a su armario.

Mientras nos secamos los ojos y nos sonamos, le digo:

—Eres la mejor amiga que he tenido nunca.

Ella asiente con la cabeza.

—Lo sé. Y ahora voy a ser la mejor tía.

Se suena otra vez y sorbe por la nariz, pero está sonriendo.

—Bella, vas a tener un bebé. —Lo dice con entusiasmo y, por primera vez desde que me enteré de que estaba embarazada, soy capaz de alegrarme y de compartir la felicidad con alguien—. No quería decírtelo, pero había notado que te habías engordado. Pensaba que estabas deprimida por la ausencia de Jacob y que te estabas hartando a comida.

Vuelve a acercarse al armario y empieza a sacar cosas para mí.

—Tengo un montón de ropa premamá que te estaba guardando.

Y, sí, tiene tanta ropa que acaba por bajar una maleta para ir metiendo las prendas dentro. Pronto ya no cabe nada más.

—Esto no me lo voy a poner nunca —le digo, mostrándole una camisa que aún lleva la etiqueta—. Es ropa de diseño, la mancharía toda.

Ella se echa a reír y la mete a presión en la maleta igualmente.

—No hace falta que me devuelvas nada. Si me quedo embarazada de nuevo, Saldré de compras. —Descuelga un blusón y me lo da—. Toma, pruébate esto.

Me quito la camiseta y me pongo el blusón. Al colocarlo en su sitio, me miro en el espejo y... parezco embarazada, en plan, esto no hay quien lo oculte.

Alice me pone una mano en el vientre y se me queda observando en el espejo, a mi lado.

—¿Ya sabes si es niño o niña?

Niego con la cabeza.

—La verdad es que no lo quiero saber.

—Espero que sea una niña. Nuestras hijas se harían amigas.

—¿Isabella?

Las dos nos volvemos a la vez hacia la voz y vemos a Jasper en la puerta. Con los ojos fijos en mi vientre o, más concretamente, en la mano que Alice ha posado en él. Ladeando la cabeza, me señala.

—¿Tú...? Bella, ¿te has dado cuenta de que estás embarazada? —me pregunta confuso.

Alice se dirige hacia él pausadamente y apoya la mano en el pomo de la puerta.

—Hay algunas cosas que no vas a poder contar a nadie si quieres que siga siendo tu esposa. Esta es una de ellas. ¿Entendido?

Jasper alza las cejas y da un paso atrás.

—Sí. Vale. Lo pillo. Bella no está embarazada. —Le da un beso a Alice en la frente y vuelve a mirarme—. No te doy la enhorabuena, Bella, por absolutamente nada.

Alice le da un empujón y cierra la puerta antes de volverse hacia mí.

—Hemos de empezar a planear el baby shower —me dice.

—No. Primero tengo que decírselo a Jacob.

Ella sacude la mano en el aire, quitándole importancia.

—No lo necesitamos para planear la fiesta. Será algo entre nosotras dos y no diremos nada a nadie hasta que él esté al corriente.

Va a buscar su portátil y, por primera vez desde que me notificaron el embarazo, me siento feliz por estar esperando un bebé.