Ni los personajes, ni la historia me pertenecen, solo me divierto adaptandola para que llegue a mas personas.

y la recompensa final del dia, espero sus comentraios.

Cap 30

Es de lo más práctico vivir tan cerca de Alice. Solo tengo que coger el ascensor y ya estoy de nuevo en casa, aunque hay muchos ratos en los que tengo ganas de irme a cualquier otra parte. Se me hace raro vivir aquí. Jacob y yo solo estuvimos aquí juntos una semana antes de separarnos y de que él se fuera a Inglaterra. Ni siquiera he tenido tiempo de sentirme en casa y ya la siento sucia, mancillada. No he podido volver a dormir en nuestro dormitorio desde aquella noche; he estado haciéndolo en la habitación de invitados, en mi cama de siempre.

Alice y Jasper son los únicos que saben que estoy embarazada. Han pasado dos semanas desde que se lo conté, es decir, que ya estoy de veinte. Sé que tendría que decírselo a mi madre, pero Jacob no volverá hasta dentro de varias semanas y sigo pensando que él debería ser el primero en saberlo. Aunque no sé si voy a poder ocultarle la tripa a mi madre mucho más tiempo.

Probablemente debería aceptar el hecho de que voy a tener que contárselo a Jacob mediante una llamada de larga distancia. Llevo dos semanas evitando a mi madre. Nunca habíamos estado tanto tiempo sin vernos desde que se mudó a Boston. Como no le diga algo pronto, se va a plantar en la puerta en el momento más inoportuno.

Juro que mi vientre ha doblado su tamaño en estas últimas dos semanas. Si me ve alguien que me conozca bien, no voy a poder ocultárselo. De momento, nadie me ha comentado nada en la floristería. Creo que estoy al final de la etapa en que la gente se pregunta: «¿Estás embarazada o gordita?».

Empiezo a girar la llave de la puerta de entrada, pero alguien acaba de abrir desde dentro del apartamento. Antes de poder cerrarme la chaqueta para ocultar la tripa de quien sea que esté ahí, Jacob hace su aparición y me mira de arriba abajo. Llevo uno de los blusones que me regaló Alice y es imposible ocultar el hecho de que se trata de ropa premamá.

«Jacob.»

«Jacob está aquí.»

Mi corazón empieza a golpear contra las paredes del pecho.

Siento un picor en el cuello y, cuando levanto la mano y la apoyo allí, noto también el pulso desbocado contra la palma.

Está desbocado porque estoy aterrorizada.

Está desbocado porque lo odio.

Está desbocado porque lo echaba de menos.

Sus ojos ascienden lentamente desde mi vientre hasta mis ojos. Me dirige una expresión dolida, como si acabara de clavarle un puñal en el corazón. Da un paso y se lleva las manos a la boca. Empieza a negar con la cabeza, incrédulo, y no puede ocultar que se siente profundamente traicionado cuando pronuncia mi nombre.

—Isabella...

Yo permanezco paralizada, cubriéndome el vientre con una mano, tratando de protegerlo, y la otra mano sobre el pecho. Estoy demasiado asustada para moverme o hablar. No quiero hacer nada hasta saber cómo va a reaccionar él.

Al leer el miedo en mis ojos y ver que respiro entrecortadamente, alza una mano para tranquilizarme.

—No voy a hacerte daño, Isabella. He venido para hablar. —Abre la puerta un poco más y señala hacia el salón—. Mira.

Se aparta y veo que hay alguien a su espalda.

Ahora soy yo la que se siente traicionada.

—¿Jasper?

Él alza las manos, defendiéndose.

—No tenía ni idea de que iba a volver antes de tiempo, Bella. Me ha enviado un mensaje pidiéndome ayuda. Me ha rogado que no os dijera nada ni a ti ni a Alice. Por favor, no dejes que Alicese divorcie de mí, yo solo soy un observador neutral.

Niego con la cabeza, tratando de entender lo que estoy viendo.

—Le pedí que se reuniera conmigo aquí para que te sintieras más cómoda —me aclara Jacob—. Está aquí por ti, no por mí.

Miro a Jasper, que confirma las palabras de Jacob asintiendo con la cabeza. Su presencia me tranquiliza lo suficiente como para atreverme a entrar en el piso. Jacob sigue en shock, lo que es comprensible. Su mirada sigue buscando mi vientre, aunque la aparta enseguida, como si le doliera verme así. Se pasa las manos por el pelo y señala hacia el pasillo, mirando a Jasper.

—Estaremos en la habitación. Si oyes que me pongo... Si empiezo a gritar...

Jasper entiende lo que le está pidiendo.

—Estaré aquí.

Mientras sigo a Jacob hasta el dormitorio, me pregunto cómo debe de ser no tener ni idea de qué puede hacerte saltar, ni lo desproporcionada que será tu reacción. No poder controlar tus emociones. Durante un instante, siento pena por él, pero cuando veo la cama y recuerdo lo que pasó la última noche, ese sentimiento desaparece por completo.

Jacob empuja la puerta, pero no la cierra del todo. Parece haber envejecido un año en los dos meses que llevamos separados. Tiene ojeras, el ceño fruncido y está encorvado. Si el arrepentimiento pudiera adoptar forma humana, Jacob sería su viva imagen.

Con la mirada fija en mi vientre, da un paso hacia mí y luego otro. Actúa con cautela, como es normal. Alarga la mano con timidez, pidiéndome permiso para tocarme. Cuando asiento débilmente, da un paso más y apoya con firmeza la mano sobre mi vientre.

Al sentir el calor de su mano a través del blusón, cierro los ojos. Aunque sigo resentida con él, eso no significa que mis sentimientos hayan desaparecido. Cuando alguien te hace daño, no dejas de amarlo de un momento para otro. No son las acciones lo que más duele, es el amor. Si no hubiera amor mezclado en la ecuación, el dolor sería más fácil de soportar.

Abro los ojos al notar que mueve la mano. Está negando con la cabeza, como si fuera incapaz de asimilar lo que está pasando. Lo veo ponerse de rodillas ante mí.

Me abraza por la cintura y apoya los labios en mi vientre. Une las manos a mi espalda y apoya la frente en mi estómago.

Es muy difícil describir lo que siento por él en este momento. Como cualquier madre, me gusta mucho ver que ya quiere al pequeño. Ha sido muy duro no poder compartir la noticia con nadie. Y ha sido especialmente duro no compartirla con él, por mucho resentimiento que le guarde. Le hundo las manos en el pelo mientras él me abraza. Parte de mí quiere gritarle y llamar a la policía, que es lo que debería haber hecho aquella noche. Otra parte siente lástima por el niño pequeño que vio a su hermano morir en sus brazos. Otra desearía no haberlo conocido nunca. Y otra desearía ser capaz de perdonarlo.

Cuando me suelta, se apoya en la cama para levantarse y luego se sienta en ella. Apoya los codos en las rodillas y se cubre la boca con las manos.

Me pongo a su lado, sabiendo que ha llegado la hora de que hablemos, aunque no me apetece nada.

—¿La pura verdad?

Él asiente.

No sé cuál de los dos se supone que debe hablar primero. No tengo gran cosa que decirle a estas alturas, así que me espero a que empiece él.

—No sé ni por dónde empezar, Isabella.

Se frota la cara con las manos.

—¿Qué te parecería empezar por: «Siento haberte atacado, Isabella»?

Él me mira con los ojos muy abiertos y decididos.

—Isabella, no tienes ni idea de lo mucho que lo siento. No tienes ni idea de lo mal que lo he pasado durante estos dos meses, sabiendo lo que te había hecho.

Aprieto los dientes al mismo tiempo que los dedos, que se aferran a la manta que cubre la cama.

¿No tengo ni idea de lo mal que lo ha pasado él?

Niego con la cabeza lentamente.

—Eres tú el que no tiene ni idea, Jacob. —Me pongo de pie, tan llena de furia y de odio que no me caben en el cuerpo: necesito expulsarlos. Me vuelvo hacia él y lo señalo—. ¡No tienes ni idea de lo que me has hecho pasar! ¿Sabes lo que es sentir miedo de morir a manos del hombre al que amas? ¿Que te den ganas de vomitar al pensar en lo que te ha hecho? ¡No, no tienes ni idea, Jacob! ¡Ni puta idea! ¡Que te jodan! ¡Que te jodan por lo que me has hecho!

Inspiro profundamente, sorprendida por mi reacción. La rabia ha llegado de repente, incontrolable, como una ola. Me seco las lágrimas y le doy la espalda, incapaz de mirarlo.

—Isabella... Yo no...

—¡No! —grito, dándome la vuelta hacia él—. ¡No he terminado! ¡No puedes contar tu verdad hasta que yo acabe con la mía!

Él se ha agarrado la mandíbula y la aprieta, tratando de relajarla. Baja la vista al suelo, incapaz de soportar la ira que ve en mis ojos. Doy tres pasos hacia él y me dejo caer de rodillas en el suelo. Apoyo las manos en sus piernas para obligarlo a mirarme a los ojos mientras le hablo.

—Sí, guardé el imán que Edward me regaló cuando éramos unos críos. Sí, guardé los diarios. No, no te conté lo del tatuaje. Sí, probablemente habría debido contártelo. Y, sí, todavía le quiero. Y le querré hasta que me muera, porque compartimos una parte muy importante de mi vida. Y, sí, estoy segura de que oír esto te duele, pero nada de ello te da derecho a hacer lo que hiciste. Incluso si hubieras entrado en la habitación y nos hubieras encontrado en la cama juntos, seguirías sin tener derecho a ponerme la mano encima, ¡hijo de la gran puta!

Apoyándome en sus rodillas, me levanto bruscamente.

—¡Ahora es tu turno! —grito.

Doy vueltas a la habitación. El corazón me late con tanta fuerza que parece que quisiera salírseme del pecho. Ojalá supiera cómo dejarlo salir. Pondría en libertad a ese cabronazo ahora mismo si pudiera.

Pasan varios minutos y yo sigo caminando sin parar hasta que el silencio de Jacob y mi furia acaban convirtiéndose en dolor.

Llorar me ha dejado agotada. Estoy cansada de sentir tanto. Me dejo caer en la cama y sollozo con la cabeza hundida en la almohada. La aprieto con tanta fuerza que apenas puedo respirar.

Jacob se tumba a mi lado. Me apoya una mano en la nuca, con delicadeza, tratando de calmar el dolor que me está causando. Tengo los ojos cerrados y la cara hundida en la almohada, pero noto su cabeza acercándose a la mía con mucho cuidado.

—Mi verdad es que no tengo nada que decir —admite, en voz baja—. Nunca podré borrar lo que te hice. Y tú no me creerás si te prometo que no volverá a pasar. —Me da un beso en la cabeza—. Lo eres todo para mí, Isabella. Todo. Cuando me desperté en esta cama aquella noche y vi que te habías ido, supe que no podría recuperarte. He venido a decirte lo mucho que lo siento. También quería decirte que he aceptado la plaza de Minnesota. Mi idea era despedirme de ti, pero, Isabela ... —Con los labios pegados a mi cabeza, suelta el aire bruscamente—. Ahora no puedo hacerlo. Llevas una parte de mí creciendo en tu vientre y ya he empezado a querer a este bebé más de lo que he querido a nadie en toda mi vida. — Abrazándome con más fuerza añade, con la voz rota—: Por favor, no lo apartes de mí, Isabella. Por favor.

El dolor que transmite su voz resuena en mi interior. Cuando alzo la cara, empapada en lágrimas, hacia él, Jacob me besa con desesperación y se aparta.

—Por favor, Isabela. Te quiero, ayúdame.

Sus labios se unen con los míos una vez más, brevemente. Al ver que no lo rechazo, vuelve a intentarlo una tercera vez.

Y una cuarta.

Cuando nuestros labios se encuentran por quinta vez, no se aparta. Me abraza y me acerca a él. Me siento cansada y débil, pero mi cuerpo recuerda al suyo. Mi cuerpo no ha olvidado que el suyo puede calmar todo lo malo que estoy sintiendo. Que sabe cómo tratarme con un cariño que llevo dos meses echando de menos.

—Te quiero —susurra contra mi boca.

Su lengua acaricia la mía y está mal, pero está bien, pero hace daño. De pronto estoy tumbada de espaldas y él está sobre mí. Sus caricias son todo lo que necesito y todo lo que no debería pasar.

Me agarra un mechón de pelo y, al instante, retrocedo a la última noche.

«Estoy en la cocina, y me tira del pelo con tanta fuerza que me duele.»

Me aparta el pelo de la cara y, al instante, retrocedo a la última noche.

«Estoy en la puerta, y su mano me recorre el hombro justo antes de morderme con toda la fuerza de su mandíbula.»

Apoya la frente en la mía y, al instante, retrocedo a la última noche.

«Estoy en esta cama, debajo de él, cuando me da un cabezazo tan fuerte que necesito seis puntos.»

Mi cuerpo deja de responder al suyo cuando la rabia vuelve a apoderarse de mí. Al darse cuenta de que me he tensado, deja de besarme.

Cuando se alza sobre mí y me mira a los ojos, no necesito decir nada. Nuestros ojos están diciendo verdades más puras y descarnadas que las que hemos compartido con palabras a lo largo de toda nuestra relación. Mis ojos le están diciendo que ya no soporto que me toque. Sus ojos me están diciendo que ya lo sabe.

Él asiente lentamente.

Se aparta de mí, deslizándose por mi cuerpo hasta llegar a los pies de la cama. Se sienta, dándome la espalda y vuelve a asentir. Se levanta, despacio, plenamente consciente de que no voy a perdonarlo esta noche. Se dirige hacia la puerta.

—Espera —le ordeno.

Él se da media vuelta y me mira desde la puerta.

Alzando la barbilla, le digo con rotundidad:

—Ojalá este bebé no fuera tuyo, Jacob. Deseo con todas mis fuerzas que este bebé no fuera una parte de ti.

Y si Jacob pensaba que su mundo no podía derrumbarse más, estaba equivocado.

Cuando sale de la habitación, vuelvo a hundir la cara en la almohada. Creía que si lograba herirlo como él me había herido a mí, sentiría que se había hecho justicia.

Pero no siento nada parecido.

Me siento vengativa y mezquina.

«Como si me hubiera convertido en mi padre.»

XXXXXXXXX

Y finalmente se reencuentro con Jacob. con ellos siempre ha funcionado la "Pura Verdad". realmente no sabria como compartir la paternidad con alguien con quien estoy resentida que me haya hecho la mitad de las cosas que Jaco le hizo a Bella.

espero sus opiniones!